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Lacras del pasado EL

PUCHERAZO
Alcaldes que cambiaban la hora del reloj del pueblo para cerrar antes los
colegios electorales; urnas en sedes de partidos políticos que sólo dejaban
votar a los poseedores de carnet de afiliado; censos inflados con los nombres
de los difuntos... José Díez Zubieta presenta las mil tretas a que
recurrían los caciques para cocinar los amaños electorales

H
ubo un brigadier que se pre-
sentó candidato a diputado,
por el partido del gobierno
en el distrito de Berga, Bar-
celona, y sacó millón y medio de votos
en una comarca donde había unos mi-
llares de votantes. Naturalmente, ganó las
elecciones. Las impugnaciones, que se
produjeron, fueron rechazadas por im-
procedentes y el brigadier, con toda la ca-
ra, se presentó en el Congreso, pese a
la rechifla de la prensa opositora. La anéc-
dota la contaba el político, jurisconsulto
y escritor Valentí Almirall, quien escribía:
“Si no fuera por las grandes desgracias
que causan al país, nuestras elecciones
serían uno de los espectáculos más di- Venta de votos. Esta caricatura, publicada en la revista Blanco y Negro en 1919, ilustra bien
vertidos que podría verse en Europa. los fallos y la falta de credibilidad del sistema electoral de la Restauración.
Realmente, sólo tenemos una mala pa-
rodia de elecciones. Listas de electores, dos e, incluso, que fueron milagrosos, de comunicación públicos, de las cade-
urnas, escrutinios... todo está falsificado...” pues se emitieron desde ultratumba. Es nas de televisión y de las radios estatales
(L'Espagne, telle que'elle est, 1886) No era rara la elección en que algún energú- o autonómicas, fenómeno que, de algu-
una exageración: poco antes, se había de- meno no rompa una urna, que se de- na forma, recuerda facetas del viejo ca-
nunciado que, en Valladolid, un 25 por nuncien falta de papeletas de algún par- ciquismo. Con todo, nada que ver con el
ciento del censo estaba compuesto por tido o que surja alguna irregularidad. Pe- viejo sistema decimonónico, en el que las
enfermos, fallecidos o ausentes y, sin em- ro se trata, en general, de problemas ve- elecciones, en frase de Antonio Maura,
bargo, ¡habían votado! Estaban falsifica- niales que afectan a pocos votos y que “no se votan, sino que se escriben”.
dos el censo y la votación. no influyen en los resultados de las elec-
Hoy, las cosas son bien diferentes, ciones, aunque, a veces, hayan podido La hora de los caciques
aunque a veces se denuncie la recau- decidir un acta de diputado. Cacique, en origen “señor de indios”, sig-
dación fraudulenta de votos en el ex- Las irregularidades más comunes que nificaba ya en el siglo XVII notable de
tranjero, entre emigrantes españoles. Se hoy se denuncian en nuestras elecciones, una localidad. Aplicado el término a la
ha dicho que, en ese ámbito de los vo- más que con las papeletas y la emisión política, el cacique comenzó a distin-
tos por correo, muchos fueron compra- del voto, es decir con el pucherazo, es- guirse a partir del primer tercio del siglo
tán relacionadas con el empleo por las XIX. Era un personaje que dominaba,
JOSÉ DÍEZ ZUBIETA es historiador. diversas administraciones de los medios controlaba y dirigía una población o una

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El reparto del pastel. Caricatura de Sagasta y su organizado reparto de prebendas (Madrid, Biblioteca Nacional).

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gos, el controvertido ministro de Ha-
cienda del primer Gobierno socialista,
sería representante de aquella región en
el Congreso (Miguel Boyer Salvador).
Los Rodríguez Acosta mantuvieron bajo
su férula, durante largo tiempo, exten-
sos sectores de la provincia granadina.
Desde 1885, igual harían en Sevilla los
Rodríguez de la Borbolla y desde un po-
co antes, los Loring y Heredia, en Má-
laga, los Gamazo, en Valladolid, los Bas-
set, en la Coruña, los Cierva en Murcia,
los Pidal en Asturias, los Díaz Ambro-
na en Badajoz...” (José Manuel Cuenca
Toribio, El Caciquismo en España).

Electorado dócil
La edad del oro del caciquismo llegó en
los momentos de ampliación de los cen-
sos electorales: en el final de la regen-
Triunfo electoral. En esta caricatura, del 18 de abril de 1872, figuran todos los sistemas de cia de Espartero (1843); en el Bienio Pro-
fraude: de los votos de los resucitados (los lázaros) a las partidas de la porra (La Flaca). gresista (1854-56); en los diversos pro-
cesos electorales organizados tras La
zona. A efectos electorales, controlaba los cos, farmacéuticos, industriales... Por tan- Gloriosa (1868) o a partir de la Restau-
votos y los canalizaba hacia su partido, to, en esos momentos, el verdadero ca- ración (1875). Era lógico: concurrían mu-
su tendencia o sus intereses. El cacique cique era aquel que dominaba toda una chos más electores, escasamente infor-
tuvo, pues, gran influencia en los resul- provincia o una gran región y pastorea- mados, ideológicamente influenciables
tados electorales españoles desde los ba a caciques menos poderosos. y económicamente muy vulnerables.
años treinta del siglo XIX hasta comien- Fue la gran época en que “Provincias Los caciques eran los personajes de
zos del XX y su peso fue mayor confor- enteras se convertían en feudos intoca- mayor peso en la unidad electoral bá-
me se ampliaron los censos de votantes. bles de algunos prohombres y hasta de sica en la mayoría de las legislaciones
Lógicamente, en un país donde votaba su linaje. Incontables son los ejemplos electorales: el municipio. En aquella Es-
apenas el uno por ciento de la población, referidos no sólo a un ayer pretérito, si- paña analfabeta –en 1863, la población
en la época del sufragio censitario más no un pasado reciente y, a veces, casi alfabetizada ascendía al 19,96 por cien-
restrictivo, buena parte de los que vota- actual. Durante generaciones, los Salva- to–; muy religiosa, sobre todo en las
ban eran los caciques, es decir, los ecle- dor fueron señores de vida y hacienda áreas rurales; esencialmente agraria y en
siásticos, militares, terratenientes, médi- en La Rioja –uno de sus últimos vásta- la que gran parte de las tierras cultiva-
bles eran propiedad de terratenientes,
que las alquilaban a aparceros o las ex-
Antología del pucherazo plotaban por medio de ganapanes, ha-
bía una serie de personajes con un enor-

H ace siglo y medio, eran usuales ma-


niobras tan sucias y tramposas como
hoy divertidas, que reflejan el estado de
El pueblo entero se les unió. Horas después
llegaba la Guardia Civil y tomaba la filia-
ción de todos, presentando la correspon-
me peso en los municipios: el cura-pá-
rroco, con cierta cultura, gran influencia
espiritual, el púlpito como tribuna y el
atraso, ignorancia y arbitrariedad que im- diente denuncia. Quien pasó por el aro de confesionario como forja de conciencias;
peraba en aquella España. votar al candidato del alcalde se quedó con el secretario del Ayuntamiento, en ge-
En el distrito orensano de Cea acudieron la leña; quien no, pasó horas en el calabo- neral bien informado de cuestiones ju-
a votar las gentes de la comarca, pero nadie zo, las suficientes para perderse la votación. rídicas municipales y siempre enterado
les daba razón de dónde estaba el colegio O aquel otro alcalde que reunió a los ve- de problemas de lindes, compras, ven-
electoral. Pasada la hora del cierre de las ur- cinos asegurándoles que les serían condona- tas y litigios, en connivencia con el abo-
nas, se abrió una puerta y se comunicaron das las contribuciones si se portaban ade- gado local y con el notario, dos perso-
los resultados. cuadamente votando al candidato oficial. Fue najes con formación política y profunda
Y, el colmo, se llegaron a instalar cole- elegido el candidato y como no se cumplie- influencia no sólo en escrituras, heren-
gios electorales en locales del partido do- ra lo prometido, el alcalde se disculpó ase- cias, pleitos y desavenencias familiares
minante, en los que estaba prohibida la en- gurando que en Madrid no estaban conten- o vecinales; el médico, con acceso a to-
trada a los que no fueran miembros. tos porque había habido disidencias... con lo dos los hogares comarcales, del que de-
Un alcalde permitió verbalmente a unos cual todos volvieron su furia contra los disi- pendía un buen parto o la salud y la vi-
vecinos cortar leña en el monte comunal. dentes. ciento del total. (Fuente: INE). da según sus diagnósticos fueran acer-
tados o errados; el boticario, otro per-

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LACRAS DEL PASADO, EL PUCHERAZO
¡A LAS URNAS!

La manipulación del voto mediante la coacción física a la puerta de los colegios electorales
aparece denunciada en esta caricatura de La Flaca, de abril de 1872.

ascendencia social; desde las presiones tantes del candidato caciquil antes de la
Cunero era el candidato que no estaba laborales al chantaje sobre la propiedad, hora fijada para la apertura de la urna.
vinculado a la circunscripción por la que era la honra o las cuentas con la justicia; des- Cuando llegó la hora oficial, según cuen-
elegido (Blanco y Negro, 1907). de el puñado de votos arrojado a la ur- ta Tuñón de Lara, “Ábrese la puerta del
na al cambio de lugar o de horario elec- improvisado colegio, no la principal de
sonaje culto y habitualmente politizado torales; desde la contratación de grupos la casa, sino una de servicio y el espec-
–recuérdese el debate religioso, político de matones a la utilización de la Guar- táculo que se les ofreció (a los electores
o cultural de las tertulias de las reboti- dia Civil para controlar disidencias; des- no avisados) a la vista y al olfato fue un
cas, que ha trascendido en la literatura–; de la rotura de las urnas desfavorables a enorme montón de estiércol, digna ba-
el militar de alta graduación, acaso ya la lectura capciosa de las papeletas, se de aquella elección, por el que tenían
retirado, con prestigio social, casa sola- apuntándoselas al candidato amigo; des- que subir hasta llegar a una escalera de
riega, ciertos posibles, amigos en la po- de las promesas de rebajar impuestos a mano y trepar enseguida por ella para
lítica; el terrateniente, auténtico dueño las de conseguir el adecuado enchufe pa- encontrar a la terminación la urna y de-
de vidas y haciendas, de quien depen- ra el votante o sus familiares. trás al alcalde, rodeado de amigos con-
día la concesión de tierras, la fijación de No todas estas prácticas son descono- vertidos en interventores”.
las rentas y su cobro y la contratación cidas hoy, sobre todo en las municipa- Ambos casos ocurrieron en Galicia, a
de peonadas en el campo. les. Pero recordemos alguna digna de en- causa, según Unamuno, del general anal-
fabetismo del campo: “En Carballeda de
El caciquismo era más fuerte en Galicia, Abajo o en Garbanzal de la Sierra, las más
de las gentes no saben leer y los que sa-
Andalucía, Extremadura y comarcas de ben leer no leen apenas y son pocas las
las dos Castillas, Aragón y Asturias personas que reciben periódicos (...) ir
a hablar allí de libertad de prensa resul-
De ahí que la geografía del caciquis- grosar la literatura picaresca, como la que ta ridículo (...) Hay en España más Car-
mo se diera preferentemente en las se cuenta de la villa coruñesa de Carba- balledas de Abajo y Garbanzales de la
regiones más atrasadas, como Galicia llo, en una jornada de elecciones que Sierra que no Barcelonas, Madriles y Za-
–véanse los retratos caciquiles de Emi- concluía a medio día. El alcalde ordenó ragozas (...) y como es así, el caciquismo
lia Pardo Bazán en Los Pazos de Ulloa– que se adelantara una hora el reloj de prende que es un gusto”. (Citado por
o en los latifundios andaluces, extreme- la torre de la iglesia, cerrando las urnas Cuenca Toribio).
ños y de Castilla la Nueva y en muchas a las 11, por más que el reloj indicara el
comarcas rurales de Castilla La Vieja, mediodía, cuando ya habían votado sus Encasillados y cuneros
Aragón y Asturias. partidarios, convenientemente avisados. La designación gubernamental de un can-
La práxis caciquil fue muy rica, dada Como hubiera protestas, la Guardia civil didato por una determinada circunscrip-
su dilatada vida, su amplia distribución se encargó de disolver o enseñar a leer ción electoral recibía el nombre de en-
geográfica y la variada procedencia de el reloj a los contestatarios. casillamiento y el candidato pasaba a ser
sus protagonistas. Las presiones sobre el Otra antológica es la que se cuenta del el encasillado, quien dependía de las ar-
votante iban desde la pura y simple com- municipio pontevedrés de Lalín, don- timañas del cacique para ser elegido.
pra de votos, a la influencia sobre los de el colegio electoral fue establecido El colmo de la figura del encasillado
censados por medio de la religión o la en una casa a la que acudieron los vo- fue el cunero, término que designaba

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a aquel candidato por una cir- necían a partidos enfrenta-
cunscripción con la que no dos en las elecciones. En ese
estaba vinculado por el naci- caso, podían saltar chispas,
miento, la propiedad o la resi- dependiendo mucho de la
dencia y que, con frecuencia, fortaleza del cacique y de la per-
desconocía. Caso paradigmá- sonalidad del ministro. En ge-
tico de cunero es el del gran neral, los caciques solían evi-
novelista Benito Pérez Galdós, tar la confrontación con el
diputado por Puerto Rico por- Gobierno, sobre todo si el mi-
que Sagasta le encasilló en nistro del Interior era “peli-
aquella isla, en la que el no- groso”, porque podían la-
velista jamás puso un pie. brarse su ruina: “Eran ame-
Joaquín Costa aseguraba nazados por el gobernador ci-
que el encasillado era una de vil de ser carlistas, procedién-
las fórmulas utilizadas por el dose, como consecuencia, si no
Gobierno para falsear la vo- colaboraban, al embargo de sus
luntad nacional. No menos con- bienes y a mandarlos a Estella” (M.
tundente era Cristino Martos que, Alcántara Sáenz, sobre las elecciones
ante las propias Cortes, decía en de 1876).
1885: “Parece que el cuerpo electo-
ral vota, parece que se hacen dipu- Los artistas del sistema
taciones y Ayuntamientos y que se eli- Encasillado era el político designado por el Muñidor supremo de estas prácticas fue
gen Cortes y que se realizan, en fin, to- Gobierno y apoyado por el cacique para ser Francisco Romero Robledo, uno de los
das las funciones de la vida constitucio- elegido en las urnas (Blanco y Negro, 1907). políticos más característicos y notables
nal, pero éstas no son sino meras apa- de la segunda mitad del siglo XIX. Co-
riencias, no es la opinión la que deci- tenecer a cualquier partido: liberal o mo diputado, fue de todo, elegido por
de, no es el país el que vota, sois voso- conservador, progresista o moderado pe- el distrito de su nacimiento, Antequera
tros (los ministros) que estáis detrás, ma- ro, sobre todo, miraba por sus intere- y por el de su residencia, Madrid, ade-
nejando los resortes de la máquina ad- ses y, casi siempre, éstos pasaban por el más de por otros varios lugares, como
ministrativa y electoral”. Gobierno y las prebendas que desde La Bañeza o Montilla. Fue liberal y con-
El Gobierno, fundamentalmente el mi- Madrid podían llegarle. El cacique tra- servador, aliado de Sagasta y de Cáno-
nistro del Interior, proponía al encasi- bajaba sobre terreno seguro cuando per- vas. Fue antiisabelino en la La Glorio-
llado y éste, de la mano del cacique, tenecía al partido en el poder: le basta- sa y restaurador en Sagunto. Desempe-
apenas si hallaba oposición dada la mí- ba seguir las instrucciones del ministro ñó numerosas carteras ministeriales, co-
nima estructura y medios de los parti- del Interior y sacar adelante el acta del mo Ultramar y Gracia y Justicia, pero,
dos. El cacique, aunque mayoritaria- encasillado. Los problemas podían sur- sobre todo, Gobernación en media do-
mente solía ser conservador, podía per- gir cuando cacique y Gobierno perte- cena de ocasiones. De él escribió Ray-
mond Carr: “Pirata político, era el mi-
nistro de Gobernación ideal que des-
Manual del perfecto cacique de un despacho atestado de toreros,
clientes y caciques de provincias, ma-

L os inefables caciques, que dirigían sus


feudos electorales como auténticos re-
yezuelos, tenían un auténtico manual de ac-
caba gente afín y decidida, dispuesta a dar
un puñetazo intimidador o a echar un pu-
ñado de votos dentro de la urna si era ne-
nejaba la maquinaria electoral del par-
tido conservador.” Una de sus palancas
fue la utilización de los gobernadores
tuación. cesario. provinciales, cargo que él entendía co-
– El Gobierno solía cambiar goberna- – La votación en si misma podía ser in- mo un servidor del partido y del minis-
dores provinciales y alcaldes poco antes de terferida, bien por coacción, bien por com- tro; y en época electoral, como la ex-
las elecciones, gentes agradecidas que ocu- pra de votos, bien por modificación de pa- presión de la voluntad del propio Ro-
paban el cargo dispuestos a todo, por ejem- peletas y horarios. mero Robledo. Se cuenta que envió es-
plo desde la coacción contra los candidatos – El escrutinio era momento peliagudo, te telegrama al gobernador de Tarrago-
rivales a la suspensión de sus reuniones a la pues podían alterarse los datos verdaderos na: ”No teniendo candidato natural ne-
confección fraudulenta de listas y la cons- o cambiar las papeletas. cesito me diga terminantemente si pue-
titución de mesas electorales propicias. – Y, tras el recuento, podía pasar cual- de prometerse la victoria a un candi-
– En las listas se solía escamotear a algún quier cosa. Si los datos no eran satisfacto- dato que yo designe”.
rival político que, mientras reclamaba, per- rios, bien podían alterarse, bien perderse las Dentro del apartado caciquil hay fi-
día la ocasión de presentarse, o se incre- actas y no llegar nunca al centro electoral guras verdaderamente señeras. De
mentaba con personas ya fallecidas etcétera. provincial. acuerdo con Cuenca Toribio, Natalio Ri-
– En la composición de las mesas se bus- (Resumido de Manuel Alcántara Sáenz) vas fue una de las más notables; aquel
auténtico señor de las Alpujarras grana-

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LACRAS DEL PASADO, EL PUCHERAZO
¡A LAS URNAS!

votaron 4,3. la Constitución de 1931


concedió el voto a la mujer, de modo
que en las elecciones de 1933, el elec-
torado había pasado a trece millones,
de los que votó un 67,5 por ciento. Era
el sufragio universal auténtico y, por
vez primera, sin intervención caciquil
digna de reseña.
Con todo, el franquismo volvió a re-
currir a las viejas mañas para dominar sus
convocatorias electorales tan dispersas
como amañadas: “Asimilando e inte-
grando la figura del tradicional cacique
en el seno de las organizaciones locales
del Movimiento, contó con una fuerza de
presión y de propaganda paralela, fácil-
mente movilizable (...) La prohibición de
la propaganda de las candidaturas ‘in-
dependientes’ en la prensa, la agresión
física, el bloqueo de las credenciales de
interventores para los representantes de
los ‘independentistas’, la expulsión de los
interventores de los locales a la hora del
escrutinio, las sanciones económicas con-
tra cierta prensa...” (Alcántara Sáenz). To-
das esas lacras y aún otras caracterizaron
las convocatorias franquistas a las urnas,
como ocurrió en el referéndum de 1966,
El dibujante Xaudaró representó a Maura y La Cierva enfangados en excrementos, por la en el que acudió a las urnas el 89 por
manipulación de la consulta electoral (Blanco y Negro, 1907. Coloreado por ordenador). ciento del censo y los votos afirmativos
a la Ley Orgánica del Estado alcanzaron
dinas durante buena parte de la Restau- cho tiempo sin algún empleo, a cuen- el 95 por ciento. Evidentemente, no se
ración desempeñó numerosas cargos po- ta, desde luego, del Estado”. permitió propaganda en contra, se de-
líticos en Madrid y pasaba por ser el me- La disminución del analfabetismo, el de- tuvo a quienes lo intentaron y se emple-
jor conseguidor de España: durante un sarrollo de partidos de origen marxista aran todos los recursos propagandísticos
mitin en su feudo granadino de Albuñol, y de los sindicatos de clase, el paulati- del Estado.
en la apoteosis final de su discurso, los no incremento del censo electoral y del Aquel manejo alejaba a los electores de
reunidos comenzaron a gritar: “Natalico electorado urbano –mucho menos sus- las urnas, de modo que en las munici-
¡colócanos a todos!” ceptible de la manipulación caciquil– el pales, también de 1966, los votantes no
Otro ilustre fue el asturiano Alejandro descrédito de la figura por parte de po- alcanzaron al 50 por ciento del censo y
Pidal, a quien se debe una interesante líticos e intelectuales, como Cristino Mar- en ciudades como Barcelona sólo acudió
definición de caciquismo: “El noble an- tos, Joaquín Costa, Angel Ganivet, Va- a las urnas el 15,5 por ciento del censo...
helo de mortificarse para servir al pai- lentí Almirall o Francisco Silvela, fueron Ayuntamientos hubo en que, gracias al
sano”. Alejandro Pidal y Mon dominó el socavando el poder del cacique, que lle- celo de sus alcaldes, votaron todos sus
panorama político asturiano durante el gó a su ocaso en las últimas convoca- censados, ausentes incluidos. Y en algu-
último tercio del siglo XIX. Fue diputa- torias electorales celebradas bajo el sis- nos, que por vergüenza hubieron de re-
do desde 1872 hasta su muerte, en 1913; tema de la Restauración. ducirse a límites menos escandalosos,
varias veces ministro, presidente del aparecieron más votos que electores...
Congreso y embajador. En estos cargos Ocaso caciquil Afortunadamente, agua pasada. ■
se distinguió por favorecer los intere- Un golpe contundente se lo propinó
ses de sus deudos; según un diplomá- Primo de Rivera, pues el dictador veía
PARA SABER MÁS
tico británico “Entendía a la perfección al cacique como una lacra de la políti-
el carácter de sus coterráneos y estaba ca local, creada por gente sin escrúpu- ARTOLA, M., Las Cortes de Cádiz, Madrid,
Marcial Pons, 1991.
siempre dispuesto y deseoso de ayu- los que había hecho de la materia elec- FAGOAGA, C., La voz y el voto de las mujeres. El su-
darles en sus asuntos particulares, ob- toral una profesión lucrativa. La ins- fragismo en España, 1877-1931, Barcelona, Ica-
sequiándoles con lo que pidieran o en- tauración de la República, el 14 de abril ria,1985.
TUSELL, J., El sufragio universal, Madrid, Marcial
contrándoles alguna credencial bien re- de 1931, les propinó el golpe de gracia.
Pons, 1991.
munerada, y no se conocía persona por En las elecciones Constituyentes, el cen- TUSELL, J., Manual de Historia de España, vol. 6.
él recomendada que permaneciera mu- so se elevó a seis millones, de los que Siglo XX, Madrid, Historia 16, 1994.

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