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MANIFIESTA.
En este sentido, desde hace algunos años, se ha hecho evidente, con más
claridad que nunca, la interdependencia que existe entre educación y valores y es
por esta razón que según Frontado (2003: 54-55), en la declaración de México
(O.E.A México.), se hace especial énfasis en la "Urgente necesidad de intensificar
la acción educativa como condición necesaria para lograr una autentica
convivencia familiar y escolar basada en valores."
Por otra parte, dando una somera mirada a otros ámbitos latinoamericanos, el
Ministerio de Educación de Chile refiriéndose a la convivencia escolar la concibe
como:
Por otro lado, Ferreira (2002: 8) afirma que para la Educación, la convivencia
escolar es la interrelación entre los diferentes miembros de un establecimiento
educacional, que tiene incidencia significativa en el desarrollo ético, socio-afectivo
e intelectual de alumnos y alumnas. Esta concepción no se limita a la relación
entre personas, sino que incluye las formas de interacción entre los diferentes
estamentos que conforman una comunidad educativa, por lo que constituye una
construcción colectiva y es responsabilidad de todos los actores educativos sin
excepción"
Por ello se hace necesario considerar lo planteado por Prieto (2005: 96), quien
citando a Kant, explica que la interacción del joven con sus compañeros
contribuye a la reafirmación de valores, al compartir vivencias que van
armonizando la integración social. Estas razones obligan a la escuela a hacer
cumplir los fines supremos de formación del alumno, de acuerdo con la conjunción
de tres elementos fundamentales: familia, padres y escuela los cuales le permiten
a través de la interacción el conocimiento del mundo social, de los grupos y de las
realidades humanas, insertándose en la realidad social y actuando en ella,
forjando una personalidad que responda a las distintas experiencias de contenido
del vivir actual, cualitativamente
En conclusión, mientras que los hogares y por ende los padres de familia no
tomen su responsabilidad como primeros educadores, y decidan participar
activamente en la educación de sus hijos, el Pacto de convivencia seguirá en su
estantería como mero instrumento correctivo y coercitivo, mas nunca como guia y
precepto de convivencia.