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Sobre la mediocridad

Por María José Prado

“¡Mediocres! ¡Todos ustedes, jóvenes de hoy, son mediocres! ¡Parece que les
mueve la ley del mínimo esfuerzo y su mayor aspiración parece ser,
simplemente, pasarla!”

Supongo que no es la primera vez, ni la última, que escucharemos esas palabras.


Estoy segura que ese calificativo, “mediocres”, a la mayoría nos ofende. A
muchos otros seguro les irrita y muy probablemente lo consideran como un
indispensable para ganar el premio al sermón más fastidioso del siglo. A
algunos más puede moverlos a probar que NO son mediocres, que no se
conforman, que están conscientes de las capacidades que tienen y planean
usarlas.

Ahora bien, la interrogante que les traigo hoy, bajo mi experiencia


contemporánea a la de ustedes, es la siguiente: sea cual sea nuestra posición
frente a la acusación de mediocridad que enfrenta nuestra generación, ¿por qué
nos molestamos? O, más bien, ¿debería importarnos esta cuestión? Como punto
fundamental, ¿a qué se refieren aquellos que nos acusan de mediocres?
Déjenme decirles que ese término tiene dos connotaciones, según el enfoque de
vida de quien lo utilice.

El primero es el enfoque “adulto-realista”. Para éste, la palabra “mediocridad”


corresponde a ese montón de vagos que viven ofuscados por la diversión y no se
aplican, con toda la seriedad del caso, a sus estudios y responsabilidades. Bajo
esta perspectiva, “mediocre” es la mayor parte de esta generación que,
amodorrados en conformismo, no lograrán jamás ser grandes líderes
mundiales, crear proyectos de trascendencia global, mantener la calidad de vida
en la que fueron criados o, en todo caso, mejorarla; no lograrán salir de la
universidad, sobresalir en el trabajo o, simplemente, salir de entre las masas.
Bajo el enfoque “adulto-realista”, somos mediocres quienes no parecemos
interesados en mantener la estabilidad económica, social y política del mundo
actual. Y a todo esto les diría: es este tipo de mentalidad el que ha de parecernos
mediocre. ¡No por rebeldía a los adultos, sino a las tristes aspiraciones de
aquellos que, sin importar su edad, no parecen capaces de buscar realidades
más sublimes a las que la moda y el sistema social nos determina!

¡Ustedes deben vivir bajo la mentalidad del “joven-idealista”! ¡No en el sentido


de perdernos en vacías fantasías sino en el sentido de desear un mundo más
perfecto al que existe ahora, un mundo como debería ser! ¡Este es el segundo
enfoque y el que debe movernos!

Bajo esta perspectiva, mediocre es el que se limita a transitar por las vías de las
prescripciones sociales. ¡Mediocre es quien puede tolerar la injusticia y tragarse
el argumento de que la vida es dura y que, por eso, debemos ser duros también!
¡Mediocre es quien sueña con fama y fortuna a costa de todo, por simple amor a
la vanagloria y la comodidad! ¡Mediocre es quien compromete su alma para
mantener su estatus; quien usa de modelo de comportamiento las tendencias de
su generación, sin detenerse jamás a considerar su razón de ser, su
conveniencia, sus implicaciones morales o sus consecuencias! ¡Mediocre es
quien no se atreve a apreciar la eventual soledad o la riqueza que yace en las
diferencias! ¡Mediocre es quien frena sus sueños para encajar en el mundo!
¡Mediocre es quien se afana en demostrar que es adulto cuando ser joven es
tanto mejor! ¡Mediocre es quien solamente busca ser inteligente sin considerar
ser sabio! ¡Mediocre es quien siempre tiene que adaptarse! ¡Mediocre es quien
huye automáticamente del sufrimiento! ¡Mediocre es quien nunca se toma el
tiempo de contemplar la creación y admirarla, de entender su existencia y
cuestionar su propósito! ¡Mediocre es quien cree que el heroísmo es sólo
aplicable a cuentos medievales! ¡Mediocre es quien teme amar para evitar ser
herido! ¡Mediocre es quien no intenta ser verdaderamente humano en lugar del
robot que programan las diversas épocas de nuestra historia!

Así pues, no hay nada más grave que a nosotros, los jóvenes, nos acusen de
mediocres. La juventud, su verdadero sentido, va más allá de lo fisiológico. Ser
joven es algo espiritual; es ser puros, es tener esperanza, es irradiar gozo y
simpatía, es ser agudos de mente, es soñar e imaginar y tener fe como nadie más
en lo imposible. Así que no se desgasten, no se encierren en ustedes mismos ni
vivan como si no hubiera oportunidad de gozar mañana, tal y como se
comportan los espíritus viejos. Las almas jóvenes viven para siempre.

Entonces, para terminar, quiero pedirles que no se dejen engañar por las reglas
vanas que algunos nos ofrecen para escapar de la mediocridad. Graduarse de la
universidad con honores, ser el gerente general de una multinacional, ser
presidente, millonario o famoso, nada de eso los eximirá de ser mediocres.
Disfrutar de la vida aún cuando todo es negro, reír, moverse bajo la sana
rebeldía de nadar contra la corriente del mundo para ganar la felicidad de
quienes amamos, para salvar el mundo que amamos, eso sí.

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