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Centro Ceremonial Otomí-Mexica

El Centro Ceremonial Otomí-Mexica es una puerta abierta al pasado y revela


al visitante aspectos de la historia de estas dos etnias, que se establecieron en
esta tierra hace más de 3,000 años.

Este centro es una representación simbólica del punto de reunión religiosa y


cívica representativa del siglo IX.

Abarca una superficie de 50 ha., con una densa vegetación de bosque de pino
y encino que alberga fauna silvestre y cuenta con un clima templado, con una
temperatura media anual que oscila de 12 a 14° C.
UBICACIÓN GEOGRÁFICA

Se ubica en el municipio de Temoaya a 25 km. de la Ciudad de Toluca.

Los otomíes son un pueblo indígena del centro de México. Está emparentado
lingüísticamente con el resto de los pueblos de habla otomangueana, cuyos
antepasados han ocupado la Altiplanicie Mexicana desde varios milenios antes de
la era cristiana. Actualmente, los otomíes habitan un territorio fragmentado que va
del norte de Guanajuato al sureste de Tlaxcala. Sin embargo, la mayor parte de
ellos se concentra en los estados de Hidalgo, México y Querétaro. De acuerdo con
las estadísticas de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos
Indígenas de México, la población étnica[2] otomí sumaba 646.875 personas en la
República Mexicana en el año 2000, lo que les convierte en el quinto pueblo
indígena más numeroso del país. De ellos, sólo un poco más de la mitad hablaban
el otomí. Al respecto, cabe decir que la lengua otomí presenta un alto grado de
diversificación interna, de modo que los hablantes de una variedad suelen tener
dificultades para comprender a quienes no hablan otro dialecto. De ahí que los
nombres con los que los otomíes se llaman a sí mismos son numerosos: ñätho
(valle de Toluca), hñähñu (valle del Mezquital), ñäñho (Santiago Mezquititlán en el
Sur de Querétaro) y ñ'yühü (Sierra Norte de Puebla, Pahuatlán) son algunos de los
gentilicios que los otomíes emplean para llamarse a sí mismos en sus propias
lenguas, aunque es frecuente que cuando hablan en español empleen el etnónimo
otomí, de origen náhuatl.[3]
Los otomíes son un pueblo indígena del centro de México. Está emparentado
lingüísticamente con el resto de los pueblos de habla otomangueana, cuyos
antepasados han ocupado la Altiplanicie Mexicana desde varios milenios antes de
la era cristiana. Actualmente, los otomíes habitan un territorio fragmentado que va
del norte de Guanajuato al sureste de Tlaxcala. Sin embargo, la mayor parte de
ellos se concentra en los estados de Hidalgo, México y Querétaro. De acuerdo con
las estadísticas de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos
Indígenas de México, la población étnica[2] otomí sumaba 646.875 personas en la
República Mexicana en el año 2000, lo que les convierte en el quinto pueblo
indígena más numeroso del país. De ellos, sólo un poco más de la mitad hablaban
el otomí. Al respecto, cabe decir que la lengua otomí presenta un alto grado de
diversificación interna, de modo que los hablantes de una variedad suelen tener
dificultades para comprender a quienes no hablan otro dialecto. De ahí que los
nombres con los que los otomíes se llaman a sí mismos son numerosos: ñätho
(valle de Toluca), hñähñu (valle del Mezquital), ñäñho (Santiago Mezquititlán en el
Sur de Querétaro) y ñ'yühü (Sierra Norte de Puebla, Pahuatlán) son algunos de los
gentilicios que los otomíes emplean para llamarse a sí mismos en sus propias
lenguas, aunque es frecuente que cuando hablan en español empleen el etnónimo
otomí, de origen náhuatl.[3]

Territorio étnico

Región de Zacatecas en el siglo XVI antes de la conquista de México.


Territorio ocupado en la actualidad por los pueblos otomíes.

El territorio étnico de los otomíes ha sido históricamente el centro de México. Desde la


época precolombina, los pueblos de habla otomangueana han habitado esa región y se les
considera como pueblos nativos de las tierras altas mexicanas. De acuerdo con el cálculo de
Duverger, es posible que los pueblos otomangueanos se hayan encontrado en Mesoamérica
por lo menos desde el inicio del proceso de sedentarización, el cual tuvo lugar en el octavo
milenio antes de la era cristiana. La ocupación otomangue del centro de México remite
entonces al hecho de que las cadenas lingüísticas entre las lenguas otomangueanas se hallen
más o menos intactas, de modo que los miembros lingüísticamente más cercanos de la
familia se encuentre también próximos en el sentido espacial. La primera fractura del grupo
otomangueano ocurrió al separarse las lenguas orientales de las lenguas occidentales. El
brazo occidental está compuesto por dos grandes ramas: los pueblos de habla tlapaneco-
mangueana y los de habla oto-pame. Entre estos últimos se encuentran los otomíes,
asentados en el Altiplano Central mexicano junto con el resto de los pueblos que forman
parte de la misma rama otomangueana —mazahuas, matlatzincas, tlahuicas, chichimecas
jonaces y pames—.

Los otomíes en la actualidad ocupan un territorio fragmentado que se extiende por los
estados de México, Hidalgo, Querétaro, Guanajuato, Michoacán, Tlaxcala, Puebla y
Veracruz. Todos estos estados se encuentran en el corazón de la República Mexicana y
concentran la mayor parte de la población del país. De acuerdo con los espacios con
mayores concentraciones de población otomí, este pueblo puede agruparse en cuatro
vertientes: el Valle del Mezquital, la Sierra Madre Oriental, el Semidesierto queretano y el
norte del estado de México. Aislados de estos grandes grupos que concentran alrededor del
80% del total de miembros de este pueblo indígena se encuentran los otomíes de Zitácuaro
(Michoacán), los de Tierra Blanca (Guanajuato) y los que aún quedan en Ixtenco
(Tlaxcala). Por el territorio en el que se encuentran, los otomíes viven en una intensa
relación con las grandes metrópolis como la Zona Metropolitana de la Ciudad de México,
la ciudad de Puebla, Toluca y Santiago de Querétaro, sitios a donde muchos de ellos han
tenido que emigrar en busca de mejores oportunidades de trabajo. Aunque los otomís no
fueron un pueblo indígena mas desarrollado como los mayas tuvieron mucha cultura y
todavía en estas épocas su origen sigue existiendo no de manera grande si no de pequeña
pero sigue existiendo

Historia
Los textos historiográficos sobre los pueblos mesoamericanos de la época prehispánica han
prestado muy poca atención a la historia de los otomíes. Muchos siglos atrás, en el territorio
que ocupaban los otomíes a la llegada de los españoles florecieron grandes ciudades como
Cuicuilco, Teotihuacan y Tula. Incluso, en la Triple Alianza que dominaba el llamado
"Imperio azteca", Tlacopan heredó los dominios de Azcapotzalco, con mayoría de
población otomí. Sin embargo, casi nunca se mencionan los otomíes como protagonistas de
la historia mesoamericana prehispánica, quizá porque la complejidad étnica del centro de
México en esa época no permite distinguir las contribuciones de los antiguos otomíes de
aquellas producidas por sus vecinos.[11] Sólo hasta años recientes empieza a aparecer algún
interés sobre el papel que jugó este pueblo en el desarrollo de las altas culturas de la
Altiplanicie Mexicana, desde el Período Preclásico hasta la Conquista.

Los pueblos otomianos en la época prehispánica

Es muy posible que los ancestros de los otomíes hayan ocupado el centro de
México desde hace por lo menos cinco milenios, por lo que habrían participado en
el florecimiento de las primeras urbes mesoamericanas. En la imagen, figurillas de
cerámica relacionadas con el culto a la fertilidad. Proceden de Tlapacoya (estado
de México). Cultura preclásica del Centro de México.

Hacia el quinto milenio antes de la era cristiana, los pueblos de habla otomangueana
formaban una gran unidad. La diversificación de las lenguas y su expansión geográfica a
partir del que se ha propuesto como su urheimat,[12] es decir, el valle de Tehuacán
(actualmente en Puebla)[13] debió ocurrir después de la domesticación de la trinidad agrícola
mesoamericana, compuesta por maíz, frijol y chile. Esto se establece con base en la gran
cantidad de cognados que existen en las lenguas otomangueanas en el repertorio de
palabras alusivas a la agricultura. Después del desarrollo de una incipiente agricultura, la
proto-otomangue dio origen a dos lenguas diferenciadas que constituyen los antecedentes
de los actuales grupos oriental y occidental de la familia otomangueana. Siguiendo con la
evidencia lingüística, parece probable que los oto-pames —miembros de la rama occidental
— hayan llegado a la Cuenca de México alrededor del cuarto milenio antes de la era
cristiana y que, en contra de lo que sostienen algunos autores, no hayan migrado del norte
sino del sur.[14]

En ese sentido, es plausible que durante mucho tiempo la población del centro de México
haya formado parte de la familia de pueblos hablantes de lenguas otomangueanas. A partir
del Preclásico (ss. XXV a. C.-I d. C.), el grupo lingüístico otopameano se comenzó a
fragmentar cada vez más, de tal manera que hacia el Período Clásico el otomí y el mazahua
ya eran lenguas distintas. Si las cadenas lingüísticas del grupo otopame se encuentran
concentradas y más o menos intactas[10] en el centro de México, es posible que los grupos
otomangueanos hayan ocupado sus actuales territorios étnicos desde hace mucho tiempo, lo
que llevaría a reevaluar su participación en el florecimiento de poblaciones como
Cuicuilco, Ticomán, Tlatilco, Tlapacoya y otras durante el Período Preclásico; pero
especialmente en el desarrollo de la gran ciudad de Teotihuacan. Aunque son varios los
autores que coinciden en que la población del Valle de México durante el florecimiento de
Teotihuacan era principalmente otomiana, se resisten a aceptar que también los gobernantes
de la metrópoli pudieron formar parte del mismo grupo lingüístico.[14]

La caída de Teotihuacan es un hito que señala el fin del Clásico en Mesoamérica. Los
cambios en las redes políticas a nivel mesoamericano, las disputas entre los pequeños
estados rivales y los movimientos de población derivados por las prolongadas sequías en el
norte de Mesoamérica facilitaron la llegada de nuevos pobladores al centro de México. Por
esta época tiene lugar la llegada de grandes grupos de habla náhuatl que comenzaron a
desplazar a los otomíes hacia el oriente. Estos llegaron entonces a la Sierra Madre Oriental
y a algunas zonas del valle de Puebla-Tlaxcala. En los siglos siguientes, en el territorio
otomí se desarrollaron grandes estados encabezados por los pueblos nahuas. Alrededor del
siglo IX, los toltecas convirtieron a Tula (Mähñem'ì en otomí) en una de las principales
ciudades de Mesoamérica. Esta ciudad concentró una buena parte de la población del valle
del Mezquital, de filiación otomí; aunque muchos de ellos siguieron refugiándose al sur y al
oriente, en el estado de México y la Sierra Madre Oriental

Idioma

Anuncio de bienvenida a Ixmiquilpan (Hidalgo), con una leyenda en otomí que dice Hogä
ehe Nts'utk'ani ("Bienvenidos a Ixmiquilpan"). En el Valle del Mezquital —del que
Ixmiquilpan es la población más importante— viven una gran parte de los hablantes de
otomí en la actualidad.
Artículo principal: idioma otomí

Las lenguas otomíes forman parte de la familia lingüística otomangueana, una de las más
antiguas y diversas del área mesoamericana. De entre las más de cien lenguas
otomangueanas que sobreviven en la actualidad, las lenguas otomíes tienen su pariente más
cercano en el idioma mazahua, también hablado en el noroeste y el poniente del estado de
México. Algunos análisis glotocronológicos aplicados a las lenguas otomíes señalan el
otomí se separó del idioma mazahua alrededor del siglo VIII de la era cristiana. Desde
entonces, el otomí se fragmentó en las lenguas que se conocen actualmente.
La lengua nativa de los otomíes es el idioma otomí. En realidad, se trata de un complejo de
lenguas, cuyo número varía de acuerdo con las fuentes consultadas. De acuerdo con el
Ethnologue del Instituto Lingüístico de Verano, y con el Catálogo de lenguas indígenas del
Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali) de México, son nueve las variedades de
otomí. David Charles Wright Carr propone que son cuatro las lenguas otomíes. De acuerdo
con la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de México (CDI),
sólo el 50,6% de la población otomí habla la lengua nativa de este grupo. En el año 1995,
esta proporción correspondía a un total de 327.319 hablantes de las lenguas otomíes en toda
la República Mexicana. El cálculo anterior corresponde a un cálculo de la CDI en el que se
pretende incluir a los menores de cinco años que hablan otomí, que en los conteos de
población mexicanos no son contemplados. De acuerdo con el I Conteo de Población de
1995, los hablantes de otomí mayores de cinco años sumaban 283.263 individuos, lo que
representa una pérdida de 22.927 hablantes en comparación con el Censo de Población y
Vivienda de 1980, cuando se registraron 306.190 hablantes de lenguas otomíes.

La población hablante de las lenguas otomíes ha disminuido en los últimos años. En cierta
forma, esta reducción de los hablantes de otomí se debe a la migración desde las
comunidades de origen y a la urbanización de su territorio étnico, que les impone la
necesidad de convivir con una población exclusivamente hispanófona en su mayoría. La
contracción de la comunidad lingüística otomí también es resultado de los procesos de
castellanización a que han sido sometidos todos los pueblos indígenas de México. La
castellanización de los indígenas en México se ha entendido por mucho tiempo como un
proceso sustractivo, es decir, que implica la renuncia al uso de la lengua materna para poder
obtener competencia lingüística en la lengua española. La castellanización de los indígenas
se presentó como una alternativa para integrar a los indígenas a la cultura nacional
mexicana y para mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo, los programas de
educación indígena en lengua española han sido desacreditados por los críticos porque
implican, por una parte, la pérdida de la lengua nativa y, por otro lado, no han servido para
mejorar la calidad de vida de las comunidades indígenas

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