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TEMA 7 – TRANSFORMACIONES AGRARIAS Y EXPANSIÓN

INDUSTRIAL EN EL SIGLO XIX.

LAS TRANSFORMACIONES EN LA AGRICULTURA

Los gobiernos liberales del siglo XIX, especialmente los progresistas, partían de una nueva
concepción jurídica de los derechos de propiedad, que implicaba la liquidación de las formas
propias del Antiguo Régimen (señorío, mayorazgo,..) y la consolidación de la propiedad privada
de la tierra.

Con este fin emprendieron una reforma agraria liberal que se llevó a cabo a través de un conjunto
de medidas, adoptadas tras la subida al poder de los liberales en 1836, y cuyo objetivo esencial era
liberar la tierra de las trabas que ponía el Antiguo Régimen al desarrollo de la propiedad privada y
de la economía de mercado.

LOS EFECTOS DE LA REFORMA AGRARIA

• Disolución del régimen señorial. La abolición de los señoríos y de los derechos


jurisdiccionales no significó la perdida de los derechos sobre la tierra de los antiguos
señores, la mayoría de los cuales pudieron transformar sus antiguos señoríos en
propiedad privada.

Muchos campesinos pleitearon contra estas resoluciones, aspirando a poder acceder a la


propiedad de las tierras que cultivaban, pero la mayoría de los tribunales se pusieron a
favor de la nobleza, considerada propietaria natural, y solo en caso de que los campesinos
poseyeran documentos (contratos) indiscutibles les era adjudicada la propiedad.

Por tanto, los campesinos quedaron libres de rentas señoriales, pero su situación mejoró
poco. Tras la reforma se convirtieron en arrendatarios o asalariados de un propietario
privado, y el problema del jornalerismo se hizo más grave.

• Desvinculación de mayorazgos y las Desamortización (Mendizábal, 1836 y Madoz,


1855) permitieron que miles de propiedades salieran al mercado y comportaron una
profunda modificación de la propiedad territorial.

La primera desamortización la inició Mendizábal en 1836, además de suprimir las órdenes


religiosas.

La desamortización consistió básicamente en la expropiación de los bienes


desamortizados y su posterior venta en subasta pública al mejor postor.

La desamortización tuvo tres objetivos:

• Un objetivo financiero. Buscar ingresos para pagar la deuda pública del


Estado, además se conseguirían fondos para la guerra carlista.

• Había también un objetivo político: ampliar la base social del


liberalismo con los compradores de bienes desamortizados.

• Se planteó de forma muy tímida un objetivo social: crear una clase


media agraria de campesinos propietarios.

Los resultados no fueron todo lo positivos que se podría haber esperado:

• No solucionó el grave problema de la deuda pública.

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• En el terreno político, el liberalismo ganó adeptos, pero también se creó
un conflicto que perduró entre el liberalismo y entre la opinión pública católica.

• En el terreno social, la mayor parte de los bienes desamortizados fueron


comprados por nobles y burgueses. Los campesinos pobres no pudieron pujar
en las subastas.

• La desamortización no sirvió para mitigar la desigualdad social, de


hecho, muchos campesinos pobres vieron como los nuevos propietarios subieron
los alquileres.

Los resultados de la desamortización explican porque la nobleza, en general, apoyó al


liberalismo, y porque muchos campesinos se hicieron antiliberales (carlistas), al verse
perjudicados por las reformas.

Por otra parte, la Iglesia vio desmanteladas las bases económicas de su poder. A
cambio de la expropiación, el Estado se comprometió a subvencionar económicamente al
clero.

La última gran desamortización se inició en 1855 mediante una ley elaborada por
Madoz. Afectó esencialmente a las tierras de los municipios y supuso la liquidación
definitiva de la propiedad amortizada en España.

Sus resultados tampoco fueron muy positivos:

• Arruinó a los ayuntamientos.


• No solucionó el perpetuo problema de la deuda pública.
• Perjudicó a los vecinos más pobres que se vieron privados del
aprovechamiento libre de las tierras comunales.

Pese a sus insuficiencias y errores, las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz


cambiaron de forma radical la situación del campo español. Lamentablemente, el
atraso técnico y el desigual reparto de la propiedad de la tierra siguieron siendo
problemas clave de la sociedad y la economía españolas.

LOS LÍMITES DEL CRECIMIENTO AGRARIO

La consecuencia más importante de la reforma agraria liberal fue el aumento del cultivo de
tierras que hasta entonces no se habían labrado. La superficie agraria aumentó consiguiendo así,
prescindir de las importaciones de cereales y permitir un crecimiento sostenido de la población.

• Sobre la agricultura.

o Aumento del cultivo de tierras. La mayor expansión de cultivos se


produjo en los cereales. El segundo gran protagonista fue la vid, que se convirtió
en un producto de exportación. También se extendió el cultivo de maíz y, sobre
todo, de la patata.

o La ganadería ovina y, con mayor intensidad la lanar sufrieron un notable


retroceso. Esta última como consecuencia del descenso de las exportaciones de
lana, de la supresión de los privilegios de la Mesta y de las nuevas roturaciones
(labrar por primera vez las tierras).

o Aumentó el conjunto de ganados porcinos.

o Aumentó la producción agrícola. Se consiguió gracias a un incremento


de la superficie cultivada y no como resultado de la modernización de las
técnicas de cultivo, que continuaron atrasadas con respecto a las innovaciones

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que se estaban produciendo en los países más avanzados de Europa. Eso no
significó que el sector agrario español permaneciera estancado, pero los
rendimientos de finales de siglo muestran la modestia de los progresos.

• Sobre la propiedad.

o Lento aumento de la producción. Se puede atribuir, en parte, a una


estructura de la propiedad que no fomentaba la mejor técnica.

o Minifundios. Es el caso de las pequeñas propiedades (minifundios) de la


submeseta norte y Galicia, cuya producción era insuficiente para alimentar a una
familia, con lo cual la producción se destinaba al autoconsumo, sin posibilidades
de innovar o de vender el excedente en el mercado.

o Latifundios. En el otro extremo, la gran propiedad (latifundio),


predominante en Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía, tampoco ayudó
a mejorar la productividad. La inmensa mayoría de estos grandes propietarios no
estaban interesados en invertir para cultivar mejor, sino tan sólo en la obtención de
fáciles beneficios. Esta situación frenó la innovación agrícola y sumió a la gran
masa de campesinos sin tierra en unas condiciones cercanas a las de
subsistencia. Además, estas grandes diferencias de renta provocaron una notable
conflictividad campesina a lo largo de todo el siglo XIX.

LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA

EL CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN

A lo largo del siglo XIX, la población española aumentó. Las causas más importantes de ese
crecimiento fueron:

• La desaparición de determinadas epidemias.


• La mejora de la dieta.
• La expansión de algunos cultivos (maíz y patata).

Sin embargo, el crecimiento demográfico español fue uno de los más bajos del continente. Este
limitado crecimiento de la población se explica porque la natalidad y mortalidad española eras
muy elevadas, incluyendo la mortalidad infantil.

El mantenimiento de una elevada mortalidad fue debido a las malas condiciones sanitarias y al
impacto de las epidemias, ambas muy relacionadas con la pobreza de la mayoría de la población.

ÉXODO RURAL Y CRECIMIENTO URBANO

A lo largo del siglo XIX, el proceso de urbanización español fue limitado, a consecuencia de la
modesta transformación industrial y del atraso agrario, que obligaba a la mayor parte de la
población a producir alimentos y a quedarse en el campo. Pero a pesar de esto, el crecimiento en
las ciudades fue constante aunque lento.

En 1860, la población inició un éxodo rural que comporto el aumento de la población urbana,
especialmente de la capitales provinciales. Sin embargo, y a diferencia de otros países más
industrializados, los movimientos migratorios no siempre respondieron a la demanda de
trabajadores en las ciudades, sino que se debieron más bien a factores de rechazo originados en
el ámbito rural.

El aumento del tamaño de algunas ciudades obligó a demoler las murallas de origen medieval y a
programar su ampliación con planes de reforma urbana.

A pesar de la creciente urbanización, la mayoría de la población española continuaba siendo


rural.

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LAS MIGRACIONES TRANSOCEÁNICAS

En las décadas finales de siglo, la tensión entre el aumento de la población y las escasas
oportunidades de empleo obligó a muchos españoles a emigrar a ultramar.

Los principales focos de emigración fueron Galicia, Asturias y Cantabria, zonas con escasez de
tierras y de puestos de trabajo. El destino más importante era Latinoamérica, y en particular
Argentina, México y Cuba, seducidos por las oportunidades que ofrecía el nuevo continente y por
la facilidad del viaje que había supuesto la navegación a vapor.

LOS INICIOS DE LA INDUSTRIALIZACIÓN

La industria en España vio como la revolución que se había iniciado en Gran Bretaña y se extendía
a otras zonas del continente, sólo afectaba de forma muy localizada al país en Cataluña y País
Vasco.

Diversos factores explican este retraso:

• Escasez de energía (carbón) y materias primas.

• Atraso tecnológico y dependencia del capital exterior.

• Reducida capacidad de compra del campesinado.

• Factores políticos como la pérdida del mercado colonial, los destrozos de la guerra de
la Independencia o la inestabilidad política.

LA INDUSTRIA TEXTIL CATALANA

En Cataluña, a partir de 1770 se había iniciado una manufactura textil, las fábricas de indianas,
que a finales de siglo, habían aumentado considerablemente su producción y adoptado las primeras
hiladoras mecánicas.

Pero en 1808, la Guerra de la Independencia desarticuló los mercados y detuvo la expansión.


Después del conflicto, y a pesar del inicio de la emancipación de las colonias y de la interrupción
del comercio colonial, el aumento de la producción se reanudó con rapidez, muestra de que su
principal mercado era el del interior de España.

Las medidas liberalizadoras de la producción y el mercado que establecieron los gobiernos


liberales progresistas permitieron una rápida mecanización de la industria. Así, a mediados del
siglo XIX, la industria textil catalana era la punta de lanza de la industrialización española. Se dice
que Cataluña era la fábrica de España.

EL PROCESO DE MECANIZACIÓN

El proceso de mecanización textil catalán se inició a partir de 1830, cuando se instalaron las
primeras maquinas de vapor.

Entre las causas de la rápida mecanización destaca la escasez de mano de obra, al incorporarse
al mercado laboral las generaciones menos numerosas nacidas durante la Guerra de la
Independencia. La falta de trabajadores hizo aumentar los salarios en un momento de
abundancia de capitales. Este fenómeno incentivó la sustitución de los husos manuales por los
mecánicos, que requerían menos mano de obra.

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El proceso de mecanización supuso una notable disminución de los costes y de los precios de
venta. Los precios más bajos estimularon una mayor demanda, que se vio aumentada por la
protección arancelaria. Así, el aumento de la demanda favoreció el de la producción.

CONSOLIDACIÓN Y LÍTIMES DE LA INDUSTRIA TEXTIL

El desarrollo de la industria textil tuvo que hacer frente a dos limitaciones muy importantes:

• La escasez de carbón de la minería catalana y las dificultades del trasporte para


abastecerse de hulla asturiana, que no llegó al puerto de Barcelona hasta 1892.

• La debilidad del mercado español, compuesto básicamente por un campesinado con


poca capacidad adquisitiva, que suponía una demanda débil y excesivamente ligada a la
producción agraria. De este modo, las industrias textiles, se convirtieron en un sector que
exigió al gobierno la promulgación de medidas proteccionistas para hacer frente a la
competencia de los tejidos extranjeros.

La fase de crecimiento del sector textil, iniciada con la mecanización, solo se vio interrumpida
durante la Guerra de Secesión de Estados Unidos (1861-1865), a causa de las dificultades de los
empresarios españoles para proveerse de materia primas (“hambre de algodón”). Pero a partir de
1874, se inició una nueva fase expansiva que vino marcada por la mecanización del tejido, por la
renovación de la estructura industrial y por el surgimiento de numerosas colonias industriales.

LA INDUSTRIA SIDERÚRGICA

La siderurgia fue el sector que acompañó al textil en el desarrollo de la industria moderna. Este
sector estuvo muy ligado al desarrollo de la minería del hierro y del carbón, ya que las elevadas
temperaturas requeridas en los altos hornos para la obtención de hierro laminado necesitaban este
combustible en grandes cantidades.

LAS PRIMERAS SIDERURGIAS

Los primeros intentos de crear una siderurgia moderna se desarrollaron a partir de 1826 en
Andalucía. La producción siderúrgica andaluza fue la más importante en la Península durante
treinta años.

Sin embargo, este primer intento fracasó por el uso de carbones vegetales ante la dificultad para
adquirir carbón de coque. Así, sus elevados costes de producción hicieron insoportable la
competencia de zonas que podían abastecerse de este mineral más fácilmente y la siderurgia
andaluza entró en una definitiva decadencia a mediados de siglo XIX.

La existencia de yacimientos de hulla en Asturias convirtió a esta región en el centro siderúrgico


de España entre 1864 y 1879. Sus minas de carbón favorecieron la localización de las
siderurgias, y a pesar de la escasa calidad y poder calorífico de la hulla asturiana, la producción
de hierro creció rápidamente.

LA HEGEMONÍA DE VIZCAYA

Vizcaya poseía extensas minas de hierro y una tradición de ferrería que se remonta a la Edad
Media.

Pero fue a partir de 1876, con la llegada de carbón de coque galés a Bilbao, cuando se consolidó
la industria siderúrgica en el País Vasco. El mayor poder calorífico del carbón galés y su precio
más reducido comportó la pérdida de competitividad de las empresas asturianas, con costes
muy superiores.

La consolidación del eje comercial entre Bilbao y Cardiff, basado en la exportación de mineral de
hierro a Gran Bretaña y la importación de carbón galés para los altos hornos vascos, desempeño
un papel importante en la industrialización del País Vasco.

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En las dos últimas décadas del siglo se constituyeron empresas siderúrgicas vascas: en 1880, la
Empresa Vizcaya construyó varios altos hornos y en 1882 se crearon sociedades.

LA LENTA EXPANSIÓN INDUSTRIAL

En el último tercio del siglo XIX, Cataluña y el País Vasco habían desarrollado ya una
estructura industrial moderna asentada sobre la producción textil y siderúrgica. Pero esto no
significa que en resto de España no existiesen talleres y manufacturas.

El predominio agrícola en la Península propició que la industria agroalimentaria tuviese un papel


relevante, representando más de la mitad del total industrial.

Por otro lado se crearon industrias harineras, tipográficas y editoriales, metalúrgicas, químicas y la
industria del gas.

La diversificación industrial y el crecimiento de estas industrias no tuvo un desarrollo significativo


hasta bien entrado el siglo XX.

LA PRODUCCIÓN MINERA

Entre 1845 y 1914 tuvo lugar la explotación masiva de los yacimientos mineros del subsuelo
español. Las dos actividades extractivas más importantes fueron el carbón y hierro.

HIERRO Y CARBÓN

• El aumento de la demanda de carbón vino propiciado por la máquina de vapor y el


desarrollo de la siderurgia.

En Asturias, la minería de carbón alcanzó mayor desarrollo debido a la abundancia de


recursos y a la facilidad para acceder al transporte marítimo.

• La minería del hierro fue un sector que tuvo una importante expansión sobre todo a partir
de la difusión del convertidor Bessener, que requería un mineral sin fósforo, una
característica del hierro vasco, poco frecuente en el resto de Europa.

El mineral vasco, además contaba con la ventaja de la proximidad de las minas al mar, lo
que abarataba su transporte. La escasa demanda interior hizo que la mayor parte de la
producción fuera exportada. En auge de las exportaciones convirtió a España en el
principal abastecedor de hierro en Europa.

LA DESAMORTIZACIÓN DEL SUBSUELO

La Ley de Minas de 1868 supuso el final de una rígida reglamentación de las concesiones mineras
y la liberalización del sector, que inició la explotación masiva de los yacimientos españoles.

La expansión de la producción minera se explica por tres factores:

• El aumento de la demanda internacional.

• Los avances en las técnicas de explotación, que abarataron los costes.

• El crónico endeudamiento de la Hacienda española, que impulsó la concesión de los


yacimientos a compañías extranjeras a cambio de compensaciones monetarias para el
Estado.

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Entre 1870 y 1913, la explotación de los yacimientos mineros españoles creció enormemente.
Fueron importantes los de de plomo, cobre, mercurio y cinc. La mayor parte de la cantidad extraída
se exportó.

Sin embargo, la extracción de estos recursos tuvo escasos efectos de arrastre sobre el conjunto de
la economía española al ser explotados de manera casi exclusiva por sociedades extranjeras y
exportados en su inmensa mayoría.

FERROCARRIL

LA CONSTRUCCIÓN DEL FERROCARRIL

El tendido de la red ferroviaria en España se inició en 1855, con la aprobación de la Ley General de
Ferrocarriles.

La construcción de la red ferroviaria conoció diferentes fases:

• Expansión. La primera gran expansión del trazado se realizó entre 1855 y 1866 y supuso
una movilización de capitales muy superior a cualquier otra iniciativa económica del siglo
XIX, en la cual intervinieron de forma muy destacada compañías extranjeras.

• Recesión. La crisis financiera de 1866 supuso un periodo de paralización de la


construcción ante la evidencia de la escasa rentabilidad que tenían las inversiones
ferroviarias.

• Vuelta a la Construcción. Una nueva etapa constructiva se inició a partir de 1873,


completándose el trazado de la red que había quedado paralizado. Pero a consecuencia
de la crisis anterior, habían desaparecido la mayoría de las compañías.

La construcción del ferrocarril también tuvo que hacer frente con diversos problemas:

• Red radial. Se consolidó una estructura radial de la red con centro en Madrid,
dificultando las comunicaciones entre las zonas más industriales y dinámicas

• Mayor ancho de vía que Europa. Se fijó un ancho de carriles mayor que el de la mayoría
de las líneas europeas, obstaculizando así los intercambios con el resto de Europa.

• Concesión a compañías extranjeras y franquicia arancelaria. La ley autorizó a las


compañías constructoras, mayoritariamente extranjeras, a importar libres de aranceles
aduaneros todos los materiales necesarios para la construcción de la red ferroviaria. Esta
franquicia arancelaria ha sido considerada como otra oportunidad perdida para
incentivar el crecimiento industrial de España.

MERCADO

LAS DIFICULTADES DEL MERCADO INTERIOR

Durante la primera mitad de siglo XIX, se dieron una serie de pasos legislativos para suprimir los
obstáculos a la circulación de mercancías y construir un mercado nacional sólido que
superase los estrechos límites del mercado local o comarcal característico del Antiguo Régimen.

• Se suprimieron los gremios para aumentar el número de productores.


• Se suprimieron los impuestos de paso.
• Se eliminaron las tasas y los impuestos indirectos sobre el comercio.

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• Se creó un sistema de trasportes que permitía trasladar las mercancías de las zonas
productoras a las consumidoras con una rapidez y coste razonables.

Por otro lado, el ferrocarril resultó un instrumento indispensable para dotar a España de un
sistema de transporte masivo, barato y rápido que pudiese favorecer y aumentar el comercio interior.

Pero el principal problema para la articulación del mercado interior fue el escaso desarrollo
industrial de muchas regiones españolas y el hecho de que en ellas predominase una economía
agrícola con una productividad muy limitada.

Finalmente, la escasa capacidad productiva de una buena parte del campesinado español,
dificultó el crecimiento de la producción por falta de demanda.

EL AUMENTO DEL COMERCIO EXTERIOR

Durante el siglo XIX, las exportaciones crecieron a un ritmo similar al del conjunto de Europa. Se
diferencian dos etapas:

• De 1815 a 1850 fue de crecimiento modesto aunque sostenido.


• De 1850 a 1900 fue de mayor aumento por la influencia de la expansión del comercio
colonial.

Las relaciones comerciales con el exterior se vieron alteradas como consecuencia de la pérdida
de las colonias americanas que hasta su independencia eran los principales socios comerciales de
España.

A partir de 1850, España fue vinculándose cada vez más a las economías avanzadas de Europa y
los mercados coloniales fueron sustituidos por Francia y Gran Bretaña. Su industrialización
proporcionó una creciente demanda para los productos españoles.

LIBRECAMBIO Y PROTECCIONISMO

La creciente vinculación con el resto de Europa fue inseparable del gran debate económico del siglo
XIX entre proteccionistas y librecambistas.

La política arancelaria de los sucesivos gobiernos españoles evolucionó desde una primera etapa
de librecambio hasta 1870, a otra dominada por el proteccionismo, ya que los empresarios
españoles presionaron a los gobiernos para proteger sus productos.

Se ha defendido que esta política proteccionista obstaculizó la vinculación con el mercado


internacional, abastecedor de nuevas tecnologías, y frenó la especialización de la producción,
constituyendo una de las causas más destacadas del débil desarrollo industrial.

Hasta 1874, España realizó un apreciable esfuerzo de liberalización del comercio exterior,
siguiendo unas pautas similares a las de buena parte del resto de Europa.

Pero España seguía estando atrasada industrialmente, resultado de una multiplicidad de factores
muy diversos (inestabilidad institucional, retraso agrario,..) dentro de un marco geográfico cuyos
recursos naturales eran poco favorables para impulsar un crecimiento como, por ejemplo, el de Gran
Bretaña.

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TEMA 8 – SOCIEDAD Y MOVIMIENTOS SOCIALES EN EL SIGLO XIX.

DE LA SOCIDAD ESTAMENTAL A LA SOCIEDAD DE CLASES

La sociedad española del siglo XIX experimentó un cambio paralelo al de otros países europeos,
caracterizado por el declive de las clases privilegiadas: nobleza y clero y el reforzamiento de la
burguesía y las clases medias.

Los cambios ocurridos en la economía: reforma agraria e inicio de la industrialización, junto a la


instauración del liberalismo produjeron el derrumbe de la sociedad estamental y la instauración
de la sociedad de clases en la que se acaba con los privilegios: igualdad ante la ley y ante los
impuestos, y donde el origen de la diferencia social está originado por la riqueza.

De este modo, en la España liberal del siglo XIX se constituyen dos grandes grupos sociales.

• La burguesía. Poseedora de alguna forma de riqueza urbana, industrial o agraria


proveniente o bien de sus propiedades, rentas o capitales, o bien del trabajo.

• El proletariado. Integrado por aquellos que tan sólo poseían el salario que obtenía con
su trabajo manual.

Las desigualdades de riqueza y las duras condiciones de vida y trabajo de la clase obrera y de los
campesinos pobres dieron origen a nuevos movimiento sociales (obrerismo y sindicalismo) e
ideologías políticas que reclamaban mejoras salariales y laborales para los más desfavorecidos y
denunciaban el capitalismo como un sistema social injusto.

GRUPOS SOCIALES

BURGUESIA

• Proletarios agrícolas. El proceso de revolución liberal en España fue conformando una


nueva burguesía ligada a los negocios, el comercio, la banca y el capital extranjero. Esta
burguesía se sentía atraída por la inversión en tierras y adquirió algunas propiedades a
costa de los bienes de la Iglesia y de los municipios.

• Burguesía industrial. Estaba muy limitada debido a la poca extensión territorial del
proceso industrializador español. Quedaba restringida a Cataluña y el País Vasco. Esta
burguesía se preocupó de que el Estado hiciera la necesaria política proteccionista para
mejorar su industria. Sin embargo, su debilidad numérica y su escaso poder económico
dificultaron que esta burguesía desarrollase un modelo de sociedad industrial más
productivo y menos rentista.

• Clases medias. El desarrollo de las clases medias fue ligado al crecimiento urbano y a la
expansión de la Administración y los servicios. Este grupo compartía con los grupos
poderosos un estilo de vida, aunque su capacidad económica era más limitada. El

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bienestar era un signo de categoría social, con lo cual pretendían imitar las formas
sociales de los nobiliarios. Debía llevar una vida austera y pasar estrecheces para poder
mantener un cierto estatus social y proporcionar estudios a sus hijos.

• Artesanos y grupos urbanos. La pervivencia del mundo artesano y tradicional continuó


siendo muy importante en la España de siglo XIX. Se mantuvo un fuerte sector artesanal
que elaboraba la mayoría de los productos manufacturados. Entre las clases más
humildes predominaban las mujeres empleadas en el trabajo doméstico.

PROLETARIADO

La aparición de la industria moderna comportó una organización del trabajo diferente a la del
antiguo sistema gremial, que se caracterizó por la utilización de mano de obra asalariada.

El número de obreros era todavía muy reducido en España la primera mitad de siglo XIX, y la
mayoría de ellos trabajaba en la industria textil catalana. Con el avance de siglo, los obreros
aumentaron en Asturias y País Vasco a consecuencia del crecimiento de la industria siderúrgica y
metalúrgica.

Las reglas que regulaban este nuevo tipo de trabajo eran en todas partes muy similares. El patrón,
propietario de un establecimiento industrial, empleaba a los obreros a cambio de un salario,
normalmente escaso.

EL CAMPESINADO

La reforma agraria liberal concentró la propiedad de la tierra aún más que durante el Antiguo
régimen. Al no existir un proceso de industrialización profundo, no hubo emigración a las ciudades
y la población campesina española permaneció en el campo, al contrario que en otros países
del occidente europeo aumentó, por tanto, la figura del campesino sin tierras.

A finales de siglo, la situación del campesinado pobre no había mejorado. En su conjunto, el


número de jornaleros, arrendatarios y pequeños propietarios había crecido considerablemente.

La situación del campesinado mejoró relativamente poco entre 1830 y 1870, es decir, desde la
desamortización de Mendizábal hasta las crisis agrarias de fin de siglo. De este modo, las
difíciles condiciones de vida en el campo y, sobre todo el aumento de la conflictividad social dieron
lugar a un proceso de emigración hacia las ciudades a partir de la década de 1860.

ETAPA INICIAL: LOS PRIMEROS MOVIMIENTOS SOCIALES

EL NACIMIENTO DEL MOVIMIENTO OBRERO

La antigua legislación liberal no contemplaba ningún tipo de normativa que regulara las relaciones
laborales y prohibía explícitamente la asociación obrera. Ante esa situación, las primeras
manifestaciones de protesta obrera contra el nuevo sistema industrial adquirieron un carácter
violento, clandestino y espontáneo.

En la década de 1820, el ludismo fue la primera expresión de rebeldía obrera contra la


introducción de nuevas máquinas a las que se responsabilizaba de la pérdida de puestos de trabajo.
El incidente más relevante fue en incendio en 1835 de la fábrica Bonaplata de Barcelona.

Más adelante, los trabajadores comprendieron que el origen de sus problemas no estaba en las
máquinas, sino en las condiciones de trabajo que imponían sus propietarios.

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Por tanto, progresivamente, la protesta obrera se fue centrando en las relaciones laborales y la
lucha obrera se orientó hacia la defensa del derecho de asociación y la mejora de las condiciones
de vida y de trabajo. Surgió así un primer embrión de asociacionismo obrero para defender sus
intereses.

A partir de ese momento, el movimiento asociacionista obrero se extendió, creando Sociedades


de Socorros Mutuos o Sociedades Mutualistas, a las que los obreros asociados entregaban una
pequeña cuota para asegurarse una ayuda en caso de desempleo, enfermedad o muerte.

El asociacionismo se expandió por muchos lugares de España y significó la extensión de las


reivindicaciones obreras. Las huelgas, aunque prohibidas, fueron un instrumento usado cada
vez con mayor frecuencia para presionar a los patrones. El hecho de mayor trascendencia fue la
primera huelga general de 1855, durante el Bienio Progresista (1854-1856)

LAS REVUELTAS AGRARIAS

Los conflictos y las revueltas en el campo fueron una constante en la historia española de siglo
XIX. Y provocó un grave problema social.

En la década de 1840 una ola de manifestaciones y ocupaciones de tierras agitó el campo


andaluz, donde el jornalerismo era mayoritario y los años de malas cosechas provocaban
situaciones de hambre y sumían en la miseria a miles de campesinos.

El problema se agravó en 1855, con la desamortización de Madoz de los bienes comunales de los
municipios, pues estas tierras de aprovechamiento común pasaron a manos privadas. Como
consecuencia se produjeron más alzamientos campesinos.

A raíz de estas luchas sociales, en las décadas de 1860 y 1870, el bandolerismo se extendió por
Andalucía como una respuesta individual y violenta a las grandes desigualdades sociales.

SOCIALISMO ÚTOPICO Y REPUBLICANISMO

El movimiento obrero y jornalero primitivo se vio potenciado cuando sus reivindicaciones fueron
apoyadas por doctrinas como el socialismo, en sus diversas manifestaciones. La primera de ellas
fue el socialismo utópico, que pretendía crear sociedades igualitarias, con propiedad colectiva y
reparto equitativo de la riqueza, y acabar con las injusticias de la sociedad liberal.

La entrada de las doctrinas socialistas en España se produjo gracias a la difusión de


pensamiento de socialistas utópicos franceses. La figura española más notable fue la de Joaquín
Abreu, que defendió la creación de falansterios, unas cooperativas de producción y consumo que
producían en su seno todo lo necesario para sus habitantes.

En cuanto a la política, el obrerismo español estuvo muy ligado al republicanismo federal.


Cuando en 1868 se concedió el sufragio universal masculino, los obreros votaron por el
republicanismo, al considerarlo la opción más favorable a sus aspiraciones sociales.

Pero la falta de un verdadero respaldo político y la no satisfacción de una buena parte de sus
reivindicaciones condujeron a importantes sectores del obrerismo hacia las nuevas ideologías
internacionales (socialismo y anarquismo).

SEGUNDA ETAPA: LA LLEGADA DEL INTERNACIONALISMO (1868 – 1874)

LA LLEGADA DE LA INTERNACIONAL A ESPAÑA

Tras el triunfo de la revolución de 1868, llegó a España un enviado de la Asociación Internacional


de los Trabajadores (AIT), el italiano Giuseppe Fanelli, para crear los primeros núcleos de
afiliados a la Internacional y en los que formaron parte dirigentes como: Aselmo Lorenzo y Ramón
Farga Pelllicer.

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Fanelli difundió los ideales anarquistas como si fuesen los de la AIT. Así, los primeros afiliados
españoles pensaron que el programa de la Alianza (supresión del Estado, apolitismo, etc.) se
basaba en los principio de la Primera Internacional. Este fenómeno ayudó a la expansión de las
ideas anarquistas entre el proletariado catalán y el campesinado andaluz.

A partir de 1869, las asociaciones obreras se expandieron por toda España.

El primer congreso de la Federación Regional Española (FRE) de la AIT se celebró en Barcelona


en 1870, y allí se adoptaron acuerdos claramente concordantes con la línea anarquista del
obrerismo. Se definió la huelga como el arma fundamental del proletariado, así como su
apoliticismo y la realización de la revolución social por la vía de la acción directa.

LA CRISIS Y ESCISIÓN EN LA FRE

En 1871 llegó a Madrid Paul Lafargue, e impulsó por España las ideas marxistas. Se creó un
grupo integrado por internacionalistas madrileños como Pablo Iglesias que hizo una amplia
campaña a favor de la necesidad de la conquista del poder político por la clase obrera.

Las discrepancias entre las dos corrientes internacionalistas culminaron el 1872 con la expulsión del
grupo madrileño de la FRE y con la fundación de la Nueva Federación Madrileña.

El internacionalismo tuvo su momento álgido durante la Primera República, cuando diversos


grupos de anarquistas adoptaron una posición insurreccional para provocar la revolución y el
derrumbe del Estado. Tras el fracaso de estos levantamientos, la FRE de la AIT perdió fuerza y su
declive definitivo tuvo lugar a partir de 1874, cuando el nuevo régimen de la Restauración la
declaró ilegal.

TERCERA ETAPA: ANARQUISMO Y SOCIALISMO (1874 – 1900)

EL ANARQUISMO APOLITICO

En 1881, la sección española de la Internacional (FRE) cambió su nombre por el de Federación de


Trabajadores de la Región Española (FTRE) debido a la necesidad de adaptarse a la nueva
legalidad. La nueva federación, que tenía su mayor implantación entre los jornaleros de Andalucía y
los obreros de Cataluña, aumentó su número de afiliados y desarrolló una acción sindical de
carácter reivindicativo.

Durante la etapa de 1893-1897 se produjeron los actos más destacados de violencia social:
atentados clave de la vida política (Cánovas y Martínez Campos); bombas en el Liceo, etc. El
anarquismo fue acusado de estar detrás de la Mano Negra, una asociación clandestina que actuó
en Andalucía a finales de siglo ya la que se le atribuyeron asesinatos, incendios, etc. Los atentados
fueron seguidos de una gran represión. Uno de los momentos fueron los procesos de Montjuïc,
celebrados en 1897, en los que resultaron condenados y ejecutados cinco anarquistas.

La proliferación de atentados ahondó la división del anarquismo entre:

• Los partidarios de continuar con la acción directa.

• Los que propugnaban una acción de masas. Viejos anarquistas como Aselmo Lorenzo se
mostraron contrarios al terrorismo. En consecuencia plantearon la revolución social como
un objetivo a medio plazo y propugnaron la necesidad de fundar organizaciones de
carácter sindical.

Esta nueva tendencia, de clara orientación anarcosindicalista, comenzó a dar sus frutos a
principios del siglo XX con la creación de Solidaridad Obrera (1907) y la Confederación

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Nacional del Trabajo (CNT)

EL SOCIALISMO OBRERO

La Nueva Federación Madrileña de la AIT, creada por los obreros de tendencia marxista tuvo una
vida efímera. En 1876 tras la desaparición de la Internacional, sus miembros decidieron constituir
un Partido político. Un grupo de obreros madrileños, entre los que se hallaba Pablo Iglesias,
fundaron el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879.

El partido socialista se definía como marxista, era de orientación netamente obrerista y partidario
de la revolución social. Presentaba un programa de reformas que incluían el derecho de
asociación, reunión y manifestación, el sufragio universal, la reducción de las horas de trabajo, etc.

A finales de siglo ya existían agrupaciones socialistas en muchos lugares de España en los que
destacan Madrid y el País Vasco entre otros. Tuvo un difícil desarrollo en lugares dominados por el
anarcosindicalismo, como Cataluña.

En 1888, se creó la Unión General de Trabajadores (UGT) que no se declaró marxista en principio
sino que dejó libertad de militancia política a sus afiliados. La UGT se organizó en sindicatos y
siempre practicó una política muy prudente en sus reivindicaciones, recurriendo a la huelga solo
como última posibilidad, al contrario que el anarcosindicalismo.

REFORMISMO Y CUESTIÓN SOCIAL

Hacia la década de 1880, las duras condiciones de vida y de trabajo de los obreros, así como la
creciente presión sindical, empezaron a concienciar a algunos sectores del liberalismo de la
conveniencia de racionalizar las relaciones de trabajo de la sociedad industrial. Los
gobiernos, al igual que en otros países europeos, plantearon la oportunidad de que el Estado
ejerciese una acción compensatoria y reglase las relaciones económicas y laborales.

En 1878, se aprobaron las primeras leyes de regulación de los trabajos peligrosos para los niños,
la creación de asilos para inválidos, etc.

En 1833 se creó la Comisión de Reformas Sociales, un órgano gubernamental con la finalidad


de informar sobre la condición obrera y de promover el reformismo social.

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