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José Cueli

Wittgenstein: juegos de lenguaje

Ludwig Wittgenstein murió en Cambridge, el 29 de abril de 1951, en casa de su


amigo el doctor Bevan, no pudiendo hacerlo como él hubiera querido, como her-
mano lego en un convento dominico de los Midlands. Exiliado en sí mismo, ence-
rrado en su piel como él solía decir, sus últimas palabras, dirigidas a la señora
Bevan, fueron: “dígales que mi vida ha sido maravillosa”.

Aquél que dedicó su vida a la tarea de pensar conoció los fantasmas de la insania,
la pobreza (habiendo sido uno de los hombres más ricos de Europa), la soledad y
el suicidio; revolucionó la filosofía occidental en dos ocasiones; la primera, cuan-
do contaba con tan sólo 20 años y, la segunda, en plena madurez, cuando ronda-
ba los 50. Sacudió los fundamentos y las certezas de la filosofía tradicional, por
tanto, a partir de sus enunciaciones la filosofía y el hombre no pueden ser ya
pensados de la misma forma. Sus palabras fueron profecías de nuevos tiempos,
de nuevas formas de entender al ser humano, el lenguaje y el pensamiento, la
razón y el sentido. Con la apertura que su obra implica, la teoría filosófica al estilo
tradicional, los paradigmas universales y trascendentales, las certezas y el senti-
do único resultan ya inaceptables. Los imperativos y los principios categoriales
llegan a su fin. Su propuesta plantea un adiós definitivo a los fundamentos.

Para Wittgenstein, la racionalidad que puede haber en el lenguaje conlleva mil


juegos y contextos distintos, con reglas diferentes para cada uno. Cualquier signi-
ficado y cualquier sentido que emane del lenguaje siempre es relativo, lo demás
son tan sólo fantasmas.

Su teorización acerca del sentido no lo conduce a una nueva teoría sino, por el
contrario, a la exclusión de todas ellas.

La filosofía wittgensteniana libera de los agobios y esclavitudes que generan los


problemas mal planteados que agitan al espíritu humano. Problemas que preten-
den, vía argumentos lógicos y en extremo racionalizados y cerrados y que a ese
nivel no significan, en realidad, nada ni tienen solución ni son problemas ni sus
planteamientos y resoluciones resultan útiles ni válidos.

Para Wittgenstein, el lenguaje consiste en mil juegos, el uso diario de las palabras
genera todo y cualquier sentido en el mundo. Cualquier significado y sentido de
las cosas es relativo siempre. Concibe la filosofía como una terapia del espíritu,
claridad de pensamientos para alcanzar una paz en el pensar que desemboque en
una serena convivencia en soledad.

En palabras del propio pensador: “La filosofía es una praxis analítica y crítica del
lenguaje, un estilo de vida y de pensar, no una doctrina”.

La filosofía, para él, no es un cuerpo doctrinal, no tiene un lenguaje propio ni un


método concreto, tan sólo intenta, a partir de preguntas sin fin, aclarar las cosas
mediante el esclarecimiento de su presentación lingüística.

En 1916, sin ambages, sentenció que la primera condición para filosofar es la


desconfianza en la gramática. Vemos aquí una feliz coincidencia con el pensa-
miento de Nietzsche, cuando el filósofo alemán, sin concesión alguna de su parte,
enunciaba:

“Ah, la razón, esa vieja hembra embustera. No nos liberaremos de Dios mientras
sigamos creyendo en la gramática” (1888).

La propuesta filosófica de Wittgenstein nos conduce a preguntarnos si cuando


hablamos en verdad decimos algo, y si decimos algo en verdad, qué decimos y
desde dónde lo hacemos, desde qué juego lingüístico, qué contexto, qué forma
de vida. Para él, las palabras también son acciones, que denotan, según la forma
de expresión lingüística “fines, deseos o vacíos concretos”.

Sus obras, tanto el Tractatus como Investigaciones plantean un profundo cuestio-


namiento a las potencialidades de la razón, que en cierta forma prolonga el adve-
nimiento de la aguda crítica que sobre la razón, la certeza, el sentido único, la
centralidad y la fijeza ha emprendido el pensamiento posmoderno.

http://www.jornada.unam.mx/2008/04/25/index.php?section=cultura&article=a04a1cul

Ludwig Wittgenstein
Redacción de Antroposmoderno

Publicado el: 2004-04-05

En el pensamiento de Wittgenstein pueden distinguirse dos etapas. La primera viene marcada por la
publicación del Tractatus logico-philosophicus (1921-1922), en el que trata de dar una salida a los pro-
blemas no resueltos del positi vismo clásico respecto a las matemáticas, la ciencia y la filosofía. Para
él, la filosofía no es un saber, sino una actividad, y su finalidad es aclarar las proposiciones; así, la filo-
sofía se circunscribe a un análisis del lenguaje.

La segunda etapa queda definida por su obra Investigaciones filosóficas, publicada póstumamente en
1953. Este libro da origen a la corriente denominada filosofía analítica, que centra su reflexión en el
estudio del lenguaje como único modo de resolver los problemas filosóficos.

http://www.antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=616

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