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Actualmente, la democracia es entendida como una forma de gobierno y vida, y lleva
implícita la participación responsable y voluntaria de los ciudadanos en la toma de
decisiones políticas. Efectivamente, la participación ciudadana constituye un componente
esencial para la democracia porque la construcción y consolidación de ésta es una labor que
incluye no sólo a las instituciones gubernamentales y a los partidos políticos, sino también a
la sociedad civil; por tanto, no puede ésta circunscribirse y agotarse en el marco de las
elecciones políticas.
Siguiendo estos postulados, los ciudadanos estamos llamados a construir una cultura cívica;
es decir a evocar la voluntad explícita de los individuos para participar en los asuntos
públicos. Esto emana de la idea de que todo ser humano debe concebirse como protagonista
del devenir político, como miembro de una Sociedad con capacidad para hacerse oír,
organizarse y demandar bienes y servicios del gobierno, así como para negociar condiciones
de vida y de trabajo; en suma, para incidir sobre las decisiones políticas y vigilar su
proyección. Por tanto, y como señala el jurista italiano Norberto Bobbio: “Es importante
situar a la sociedad civil –a los movimientos sociales y ciudadanos que la integran– en el
centro del debate político para la verdadera transformación del Estado (…) de la
sociedad, de la mentalidad y los intereses de los miembros que la componen”. 2
Ante esa realidad es preciso señalar lo que el filósofo español, Fernando Savater, sostiene:
“Existe hoy en día una política desgraciada, aquella que se resume en el conjunto de
razones que tienen los individuos para obedecer o para sublevarse; y, por tanto, la
participación ciudadana se encuentra a medio camino entre esas dos razones. La plena
1
Borja, Rodrigo – “ENCICLOPEDIA DE LA POLÌTICA”. TOMO H-Z, (Edit. Fondo de Cultura Económica), México D.F.,
1997, Pág. 1055.
2
Bobbio, Norberto – “ESTADO, GOBIERNO Y SOCIEDAD”, (Edit. Fondo de Cultura Económica), México D.F., 1985, Pág.
83.
1
garantía de derechos y la libre asociación para participar en decisiones sobre asuntos
públicos en los gobiernos que se hacen llamar “democráticos” es una mera utopía”.3
Es así, que cabe preguntarnos: ¿Puede existir una verdadera estructura estatal sin
democracia? ¿La participación es un derecho de los ciudadanos o constituye
simplemente una potestad que solamente se confiere a través de la representación
política?
En primer lugar, el Art. 96 de la Constitución vigente señala: “Se reconocen todas las
formas de organización de la Sociedad, como expresión de la soberanía popular para
desarrollar procesos de autodeterminación e incidir en las decisiones y políticas públicas
y en el control social de todos los niveles de gobierno, así como de las entidades públicas
y de las privadas que presten servicios públicos”. 4 Pero, ¿qué significa la expresión “la
soberanía radica en el pueblo”? ¿Cómo hacer que la participación ciudadana actúe como un
límite al poder político si es que no existe un sistema de pesos y contrapesos en la estructura
estatal y el acaparamiento del poder se hace cada vez más visible?
Cabe indicar pues, que la soberanía, no siendo más que el ejercicio de la voluntad general,
no puede ser nunca enajenada, y que el soberano, que no es más que un ser colectivo, no
puede estar representado más que por sí mismo: el poder puede transmitirse, pero no la
voluntad. Por esta misma razón, es importante mencionar el pensamiento de Rousseau
cuando dice: “la soberanía es inalienable, es indivisible, pues la voluntad de un pueblo es
general o no lo es”. 5
Sin embargo, en el Ecuador existe una total negación al principio de soberanía popular y al
de participación ciudadana, puesto que no existe independencia entre los poderes del Estado
y no existe plena libertad política y civil. Existe una violación al Art. 66, numeral 6, de la
Constitución que claramente indica: “Se reconoce y garantizará a las personas: el derecho
a opinar y expresar su pensamiento libremente y en todas sus formas y manifestaciones”,
6
puesto que hoy en día quien opina diferente al régimen despótico es condenado a prisión y
quienes en su derecho a la resistencia exigen cuentas al gobierno son considerados como
grupos sediciosos. ¿Dónde está entonces la verdadera democracia?
Considero que lo que sucede es que el poder político utiliza la fuerza para amedrentar, sin
entender el pensamiento de Montesquieu que dice: “con presencia de actores ciudadanos
de veto, todo gobierno necesita armar consenso para tomar decisiones, lo cual le obliga a
tener en cuenta intereses más amplios que los suyos propios, acercando el resultado a
3
Savater, Fernando – “POLÌTICA PARA AMADOR”, (Edit. Ariel), Madrid, 1993, Pág. 62.
4
CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL ESTADO (2008).
5
Rousseau, Jean Jacques – “EL CONTRATO SOCIAL” (Edición de Demetrio Castro Alfín), (Edit. Fondo de Cultura
Económica), México D.F., 1993, Pág. 17.
6
Óp. Cit., CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL ESTADO (2008).
2
una maximización del interés general”.7 Así, lo que se ha producido frente a los nuevos
cambios constitucionales, normativos y legislativos en el país es un Golpe de Estado, que
según lo define el sociólogo italiano Giovanni Sartori: “Las consecuencias más usuales de
un golpe de Estado son el “simple cambio de liderazgo político”, lo cual puede requerir la
eliminación y disolución de las estructuras políticas existentes. De todos modos, lo que
aparece como un rasgo definitorio de un golpe de Estado es que se trata de un acto
llevado a cabo por el soberano para reforzar su poder”.8
Por otra parte, el Art. 204 de la Constitución vigente señala: “El pueblo es el mandante y
primer fiscalizador del poder público, en su ejercicio de su derecho a la participación. La
Función de Transparencia y Control Social promoverá e impulsará el control de las
entidades y organismos del sector público, y de las personas naturales o jurídicas del
sector privado que presten servicios o desarrollen actividades de interés público, para que
los realicen con responsabilidad, transparencia y equidad; fomentará e incentivará la
participación ciudadana; protegerá el ejercicio y cumplimiento de los derechos; y
prevendrá y combatirá la corrupción”. 9
Ante esa disposición constitucional, ¿cómo se pretende instaurar un Quinto Poder del
Estado y promover el control social, la equidad y transparencia cuando éste ha nacido
producto de la ilegalidad?
Con mucha razón, Adela Cortina decía: “lo más importante para una sociedad es el
carácter de las personas que la componen, el carácter de sus organizaciones, el carácter
de un pueblo…”,10 pero es lamentable ver que el Ecuador no ha desarrollado un ethos
democrático y participativo, en el cual la democracia toma un valor representativo de
acuerdo al cumplimiento de las leyes y al respeto del principio de legalidad, tal como lo
señalaron el filósofo alemán Kant y el político y jurista Wilhelm Von Humboldt, al decir
que: “la única posibilidad de que las capacidades y virtudes de los ciudadanos alcanzaran
un pleno desarrollo dependía de que el poder político se constriñera a su condición de
garante de la seguridad pública y de los derechos ciudadanos elementales”.
7
Montesquieu – “EL ESPÍRITU DE LAS LEYES” (Edición de Demetrio Castro Alfín), (Edit. Istmo S. A.), Madrid, 2002, Pág.
208.
8
Sartori, Giovanni – “TEORÍA DE LA DEMOCRACIA”, (Edit. Alianza S.A.), Madrid, 2007, Pág. 49.
9
Óp. Cit., CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL ESTADO (2008).
10
Cortina, Adela – “ÉTICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL”, (Edit. Tecnos), Barcelona, 2001, Pág. 173.
11
Ferrajoli, Luigi – “LOS FUNDAMENTOS PARA LOS DERRECHOS FUNDAMENTALES Y LA PARTICIPACIÓN
CIUDADANA”, (Edit. Trotta S.A.), Madrid, 2001, Pág. 52.
3
Es inadmisible, que el proceso de selección de los candidatos al Quinto Poder del Estado se
lo haga en base a la dedocracia y no a la meritocracia, violando el principio constitucional
de “igualdad ante la ley”. Con esos antecedentes, se debió declarar la nulidad del proceso y
hacer caso a lo que señala la filosofía ética cuando dice: “las cuestiones de justicia se nos
presentan como exigencias a las que debemos dar satisfacción, sino queremos quedar por
debajo de los mínimos morales”.
Con esto se demuestra una vez más, que en el Ecuador, las garantías a los derechos
fundamentales y a la participación ciudadana están sepultadas bajo un despotismo que
pretende armar una revolución sin respetar las libertades. Tampoco el Estado ecuatoriano
cumple con su compromiso internacional de fortalecer la democracia y la participación,
puesto que ha irrespetado los artículos 6 y 7 de la Carta Democrática Interamericana,
aprobada el 11 de septiembre de 2001, en Lima – Perú, durante la celebración del Vigésimo
Octavo Período Extraordinario de Sesiones de la OEA, que manifiestan lo siguiente:
Así, cuando no se respetan las libertades individuales y no existe independencia entre los
distintos poderes estatales, no se respeta la participación ciudadana y se niega el principio
de que “la soberanía reside en el pueblo”. En consecuencia, mucha razón tenía Remusat
cuando sostuvo: “Solamente en los pueblos donde existe plena libertad política, como
garantía de la libertad civil, puede decirse que el ciudadano es libre y que vive en un
Estado que defiende la justicia y es garantista de derechos”.
12
CARTA DEMOCRÁTICA INTERAMERICANA, en: http://www.oas.org/charter/docs_es/resolucion1_es.htm
13
Ídem.
14
Paz, Octavio – “LA OTRA VOZ”, (Edit. Universidad Complutense de Madrid), España, 1990, Pág. 8.
4
Carta Magna, las leyes o lo dispuesto por algún acto administrativo, cuando ellas se
muestran renuentes a ello. Lo puede presentar el mismo afectado o cualquier otra persona
en su nombre, si el Juez comprueba que efectivamente aquéllas se han producido, ordena
que la autoridad demandada cumpla lo dispuesto por la ley o lo prescrito por el acto
administrativo.
Es por ello, que considero indispensable que dicha acción esté constituida dentro del ámbito
constitucional y legislativo ecuatoriano, pues es imprescindible para la exigencia del
cumplimiento de normas aplicables con fuerza material de ley o actos administrativos. Así,
ha de interpretarse el concepto de ley en el sentido material y no en el formal, entendiendo
ésta última como la creada exclusivamente por la Asamblea Nacional, porque de resultar
esto así, sin dicha acción se podría exigir el cumplimiento de un reducido tipo de normas
(como se ha venido haciendo en nuestro país), y lo que es peor, excluye el cumplimiento del
principio NORMA NOMARUM que quiere decir “cúmplase con lo dispuesto en la norma
suprema”.
Sin esta acción de cumplimiento ha existido un alto grado de violación a las disposiciones
constitucionales y a algunas otras leyes por parte de funcionarios gubernamentales y
públicos. No existe seguridad jurídica ni tampoco se respeta el principio de legalidad; y sin
éste no existe realmente la presencia de un Estado de derechos y justicia, pues es vital para
la democracia y el sistema jurisdiccional que las actuaciones del poder público estén sujetas
al ordenamiento jurídico.
“Sólo en los Estados de inspiración totalitaria, las absolutas inmunidades de los grandes
poderes discrecionales y políticos de la Administración, es decir, la falta de control
jurisdiccional sobre ellas, constituyen válvulas importantísimas para la concentración
ilimitada e irresponsable de poder en el ejecutivo o Gobierno”.16
15
Merino, Mauricio – “LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA”, (Edit. Jurídica de la UNAM), México,
2000, Pág. 59.
16
Ídem.
5
Bibliografía:
6
10. Rousseau, Jean Jacques – “EL CONTRATO SOCIAL” (Edición de Demetrio
Castro Alfín), (Edit. Fondo de Cultura Económica), México D.F., 1993.
12. Savater, Fernando – “POLÌTICA PARA AMADOR”, (Edit. Ariel), Madrid, 1993.