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Como bien decía Jorge Luis Borges “quién se preocupe por una etimología
curiosa, se dispone, quizás, a salvar el mundo”
Los artistas, por principio, « somos curiosos ». Si no ¿de que otra manera
podríamos recrear? Y parafraseando al gran escritor portugués, José
María Eça de Queiros que dice “la curiosidad no lleva a lograr todo,
inclusive a descubrir América”, he notado, a fuerza de curiosidad, claro,
que es más difícil mantenerse austero cuando uno se mueve en el ámbito
de la cultura que aquellos que desarrollan trabajos más rutinarios, tal que
un plomero o un panadero, por ejemplo. ¿Por qué esa tendencia a
considerarse un “Borges” cuando en realidad uno ejerce una suerte de
“amateurismo literario”? ¿O por un Goethe cuando ni siquiera sabemos
pronuncias este apellido correctamente? ¿O por qué sentirse tan
importante ante la perspectiva de ir a escuchar una ópera al Colón, o
visitar una exposición de arte contemporáneo al Malba, o comentar el
último libro de Paul Auster en una ronda de café con amigos o colegas,
cuando en realidad encontramos súper aburrida la ópera, no entendemos
el arte contemporáneo o no sabemos ni siquiera de que origen es Paul
Auster? Y seguramente nos sentiremos más felices quedándonos en casa
escuchando nuestra vieja colección de música de los 80.
Debemos convencernos de una vez por todas que en materia de cultura no
existe ninguna certitud, ninguna referencia pre-establecida. No existe
nada más triste que estar leyendo un libro que se dice “best seller” y que
para uno es realmente insoportable o tener que sumarse al comentario
eufórico y masivo sobre una película u obra de teatro que para uno ha
representado un somnífero.
No obstante, la curiosidad también tiene sus propios limites ¿Cuáles? Creo que
es la indiscreción; es decir, trascender más allá de lo puramente objetivo,
de lo que nos ha servido de medio para alcanzar un conocimiento. Hoy la
curiosidad se distorsiona y se justifica; ejemplo de ellos es el marketing
que realizan los medios “curioseando” indiscriminadamente en la vida
privada de las personas en general y haciendo de ello nuevas formas de
expresión cultural. Sí, es verdad ¿quién podría tirar la primera piedra?
Pues en el fondo todos somos curiosos. ¿Por qué tenemos esa necesidad
intrínseca de saber cuando el vecino llega con el último modelo de auto o
cuando la mujer del vecino desaparece del barrio? En la vida de cada día
la curiosidad puede asumir la actitud de un “vigilante” convirtiéndose en
un paliativo de la rutina, de la inercia en la cual muchas personas
terminan imbuidas a causa de la escasez de imaginación para revertir el
sentido de la curiosidad en una actitud de aprendizaje y conocimiento