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Intervenir en situación: 

 
El acompañamiento terapéutico como práctica de discurso 
 
 
Introducción 
 
El presente escrito puede ser pensado como una operación de singularización de cierta 
producción colectiva. Un efecto colateral del movimiento real de la praxis en la que, 
deviniendo otros, podemos ayudar a que otros hagan lo mismo.  
 
Quería presentar, entonces, un conjunto de hipótesis. Algunas las considero altamente 
provisorias, ligadas a las formas singulares, contingentes y precarias de nuestras 
intervenciones que intentan producir efectos en situaciones en las que trabajamos, 
igualmente singulares, contingentes y precarias. Otras tienen una estructura más axiomática: 
no se derivan de nuestras prácticas sino que son sus condiciones de (im)posibilidad.  
 
Estás hipótesis constituyen una lectura singularizada de la caja de herramientas con las que 
en el equipo de la ​Fundación Hecho con Arte​ vamos construyendo nuestras prácticas. Yo 
quería aquí ponerlas en disponibilidad. Se trata de algunos de los recursos de los que nos 
hemos servido hasta aquí. Proponemos, y acá adelanto algo de las hipótesis, trabajar 
situación por situación. Por lo tanto sería imposible prescribir nada. Serán las situaciones por 
venir y la ética que nosotros decidamos sostener las que determinen la fecundidad, siempre 
singular, de retomar algunos de estos recursos.  
 
Hipótesis 1: El psicoanálisis es un discurso.  
 
No hay una ligazón necesaria entre el psicoanálisis y el dispositivo de tratamiento de las 
neurosis inventado por Freud. Esto es argumentable tanto teórica como históricamente. Cada 
mutación del dispositivo analítico originario (hipnosis, sugestión, talking cure, etc.) produjo 
una resingularización de la teoría psicoanalítica y viceversa. Además, el abordaje de nuevas 
problemáticas (el trabajo analítico con niños, psicóticos, adictos, anoréxicos, bulímicos, 
hipocondríacos, en prácticas comunitarias, etc.) implicó la invención de nuevos dispositivos o 
la mutación de los preexistentes. El psicoanálisis entonces, no es “un método de tratamiento” 
ni una “teoría” sino un discurso. Un discurso no es lo que se dice. No remite unívocamente al 
orden del habla. Un discurso es lo que hace consistir a determinado tipo de lazo social. El tipo 
de lazo social que el psicoanálisis apuesta a hacer consistente es el lazo social por-venir. Un 
lazo social que nunca nos preexiste. Que debe ser inventado. Es un lazo que funciona como un 
devenir-otros, como heterogénesis.  
 
Hipótesis 2: El acompañamiento terapéutico es una práctica de discurso.  
 
Un discurso, entonces, puede desplegarse en distintas prácticas. Prácticas singulares para 
problemas singulares. La condición es que estás prácticas apuesten a hacer consistente un 
mismo tipo de lazo social. Este escrito se propone pensar al acompañamiento terapéutico 
como una práctica del discurso analítico. Se propone además, pensar una relación 
no-jerárquica entre las diversas prácticas de discurso. En lugar de una cadena de comando 
proponemos un sistema de relevos. En lugar de una estructura arborescente, donde el 
tratamiento de las neurosis ocupe el lugar de “ideal” con respecto a las otras prácticas del 
discurso del psicoanálisis (que no serían entonces psicoanálisis “en el sentido estricto”), una 
organización transversalizada de interpenetración intradiscursiva.  
 
Hipótesis 3: Una práctica es formalizable en un dispositivo. 
 
Si pensamos a la singularidad como algo que emerge entre otros, la singularidad de una 
práctica sólo puede emerger al ser situada entre otras. Se trata del trabajo de formalización. 
La formalización no es prescriptiva (no dice lo que hay que hacer) sino retroactiva (piensa lo 
que hicimos). Pero piensa lo que hicimos para extraer recursos de los que podamos disponer 


en el futuro. La formalización es la construcción/deconstrucción permanente de una caja de 
herramientas. En nuestras experiencias hay cosas que insisten. Comenzamos a notar que 
ciertas nociones (como por ejemplo los conceptos de situación e intervención) resultan 
productivos, articuladoras de la manera en que pensamos lo que hacemos. Son estas 
insistencias las que se inscriben como dispositivo.  
 
Hipótesis 4: La constitución de un dispositivo funda un campo de intervención.  
 
La constitución de un dispositivo nos permite pasar del pensamiento de la práctica a una 
práctica de pensamiento. El pensamiento no es entendido aquí como algo “mental” o 
“teórico” sino como la experiencia misma que se inaugura con el encuentro entre un 
problema (o campo de intervención) y el deseo de transformarlo (que nomina 
retroactivamente (es decir, como “siempre ya ahí”) al problema en tanto problema). En el 
desarrollo de la hipótesis anterior definíamos al dispositivo como el resultado de la inscripción 
de ciertas insistencias. Se trata de las insistencias de este deseo de transformar un problema. 
Así como el acompañante forma parte del dispositivo de acompañamiento, también habita la 
situación en la que interviene. Entonces este deseo de transformación lo implica también a él 
de modo diferente al de las otras singularidades en juego (que a su vez estás implicadas de 
modos diferentes entre sí): es un deseo de devenir-otros.  
 
Hipótesis 5: El acompañamiento terapéutico, en tanto dispositivo, interviene en 
situaciones.  
 
Las situaciones son los modos singulares en los que el campo de intervención se va 
configurando. Una salida, la participación conjunta en un juego, la preparación del almuerzo. 
Si el dispositivo analítico de tratamiento de las neurosis construye (no sin alteraciones, 
muchas veces fundamentales en el desarrollo de una cura) un conjunto de situaciones con 
cierto grado de estabilidad (entrevistas cara a cara, sesiones en diván, etc.) que funcionan 
como condiciones de posibilidad para el despliegue singular de una experiencia, en el 
dispositivo del acompañamiento trabajamos con situaciones diversas. Las intervenciones, 
entonces, son a nivel de lo que se presenta en las situaciones, de su estructuración imaginaria 
y de lo real que allí se pone en juego.  
 
Hipótesis 6: Desde la perspectiva del acompañamiento, la estructura es parte de las 
situaciones.  
 
Más allá del lugar que el analista asigne al diagnóstico de estructura en el transcurso de un 
análisis, nosotros pensamos que la afirmación “el diagnóstico de estructura se realiza en 
transferencia” delimita situacionalmente la pertinencia de este recurso. Desde la perspectiva 
del acompañamiento, podemos retomar este recurso. Retomar el diagnóstico de estructura 
desde la práctica del acompañamiento supone situarlo en un nuevo contexto (que rescribe el 
texto mismo, es decir lo resingulariza) sin que comande las intervenciones en situación. Si 
pensamos que la estructura no es una esencia, entonces las situaciones van a ser otra cosa 
que expresiones particulares de esta esencia trascendente. La situación es la estructura, pero 
no del todo. Es decir, no se trata de que la estructura no diga nada de la situación, ni que lo 
diga todo. O para decirlo en lacanés: la dice no-toda.  
 
Hipótesis 7: El acompañante y el paciente son ambos habitantes de las situaciones, pero 
no las habitan del mismo modo.  
 
La asimetría de la relación acompañante/paciente no es la misma asimetría que se establece 
entre analista y analizando. Situaciones de acompañamiento distintas construyen relaciones 
distintas. El acompañante puede en ciertas circunstancias sostener el lugar de semejante y en 
otras sostener el lugar del prójimo, otro donde se proyecta lo que se rechaza de sí. 
Identificaciones y Diferencias. Semejanzas y desemejanzas que pueden ir acompañando a un 
sujeto en el desfiladero que delimitan las operaciones de causación. La singularidad de la 
forma del acompañante de habitar las situaciones deriva del anudamiento contingente entre 
la singularidad de cada situación y la ética que en esta práctica se pone en juego: sostener, 


en la inmanencia de la situación, un discurso que apuesta a construir un lazo por-venir. 
 
Hipótesis 8: La práctica del acompañante es situación por situación. 
 
Si el analista trabaja caso por caso, el acompañante trabaja situación por situación; abierto a 
la singularidad de la situación, a lo que cada una presenta más allá de lo que vuelve a 
presentar, es decir, de lo que re-presenta. Tomar las situaciones una por una no implica dejar 
de pensar las modalidades en las que las situaciones se van articulando. Esto tiene su lugar en 
el dispositivo: el momento de la formalización. Pero en cada una de situaciones en las que 
intervenimos, tomar las situaciones una por una significa colocarnos en posición de incautos, 
dejarnos sorprender por las diferencias a partir de las cuales se pueden abrir líneas de fuga, 
invenciones, posibilidades inéditas de subjetivación.  
 
Hipótesis 9: Los equipos de intervención constituyen una máquina analítica de producción 
de subjetividad.  
 
Proponemos pensar al trabajo en equipo en términos de máquina analítica. Esto supone que 
el analista es una función, que puede ser sostenida por un individuo. O por varios. La máquina 
analítica es un agenciamiento multicomponencial, no jerarquizado, post-disciplinar y no 
interdiscursivo. La no interdiscursividad remite a la articulación de diversos dispositivos que 
despliegan prácticas de un mismo discurso: el analítico. Es multicomponencial porque se 
compone de una multiplicidad de tácticas y recursos que se pueden operar en niveles 
diversos: el del caso, el de lo somático, el de las situaciones, etc. Es no-jerárquico porque 
trabaja por concertación de estrategias, no hay práctica rectora de las demás. En el trabajo 
en equipo, el análisis de las transferencias diferenciales que se establecen entre el paciente y 
los distintos integrantes del equipo funciona como una de las cuestiones principales que 
permiten concertar estas estrategias. Finalmente, es post-disciplinar porque se suspenden las 
correspondencias disciplinares de los recursos que se ponen en juego en las intervenciones. La 
máquina analítica no trabaja dentro de una disciplina específica ni de la articulación 
interdisciplinaria. De lo que se trata es de sostener un discurso.  
 
 
Final: 
 
Quería finalizar el escrito con una síntesis de este conjunto de hipótesis. Las proposiciones 
que aquí se enuncian, vale la pena aclararlo, se presentan como recursos en construcción. No 
hay aquí ninguna verdad. Ésta sólo es encontrable en los efectos de nuestras prácticas:  
 
El acompañamiento terapéutico no es menos que un análisis. Tampoco más. Ni constituye una 
alternativa al análisis. Es otra cosa: una práctica singular del discurso analítico. Que puede 
existir en articulación intradiscursiva con otras prácticas. Se trata de una experiencia que 
debe ser pensada en interioridad, inventada situación por situación. Un acompañamiento 
terapéutico no se deriva de un conjunto de indicaciones del analista. La concertación de una 
estrategia en relación a un caso, realizada por el equipo que interviene allí, así como no 
prescribe modalidades de acción específicas para el analista, no prescribe modalidades de 
acción específica para el acompañante. Se trata de pensar un tipo de articulación 
no-jerárquica entre prácticas que sostienen el mismo discurso de maneras diferentes.  
 
 
Franco Ingrassia 
2001 

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