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CUARESMA 2011

“Esta especie de espíritu inmundo


solo puede salir con oración” (Mc 9, 29).

Parroquia Sagrada Familia - Molina de Segura

Desierto cuaresmal
Jueves 10, 17, 24 y 31 de marzo; 7 y 14 de abril

Un espacio amplio para la oración, la adoración y la meditación personal ante Jesús presente
en la Eucaristía. A partir de las 20:00 h. y hasta las 22:00 h. A las 20:30 h. habrá una Meditación
cuaresmal para ayudarnos a profundizar en el espíritu de oración que requiere este tiempo.

Vía crucis
Viernes 11, 18 y 25 de marzo; 1, 8 y 15 de abril

Acompañamos a Jesús en su camino de la cruz; nos unimos a Él llevando la carga de los


pecados del mundo. Hacemos penitencia y ofrecemos nuestra oración y sacrificio. Todos los viernes
de Cuaresma, a las 20:00 h en la iglesia parroquial, después de la Misa.

Sacramento de la Penitencia
Todos los viernes de 18:00 a 19:00 h. habrá un sacerdote disponible en la iglesia para
confesarse. Y los jueves de 21:00 a 22:00 h. Celebración comunitaria del sacramento de la
Penitencia con confesión y absolución individuales el miércoles 13 de abril a las 20:30 h, después de
Vísperas.

Todos los días , desde media hora antes de las misas, puede acercarse a recibir el
sacramento de la Reconciliación, en el que Cristo mismo perdona nuestros pecados. (Nota importante:
para que el sacerdote pueda estar disponible a los fieles, evítense consultas al párroco desde media hora
antes de las misas).

Oración
Todos los días, nos unimos a la oración común de la Iglesia con la Liturgia de las Horas y la
oración de Vísperas después de la misa, a las 20:00. En Cuaresma contaremos con la lectura de los
textos del Oficio de lecturas, que recoge la tradición espiritual oriental y occidental, y nos la ofrece
como camino de oración, unidos a la corriente de los grandes maestros espirituales y los santos. Los
martes será con textos del Beato Francisco Palau.

Además del espacio para la oración existente en el Desierto Cuaresmal de los jueves, este año
se ofrece una Invitación a la oración: oración del mediodía, con la liturgia de la Iglesia para toda
la familia, todos los domingos después de la Misa de 12:00

Limosna
Como signo de arrepentimiento y desprendimiento de las riquezas, la limosna es una importante
forma de expresar nuestra caridad para con Dios y los hermanos. Uno de los medios que propone la
Iglesia en toda España es la participación en las campañas de la organización caritativa de la Iglesia
católica: Cáritas. Nosotros nos uniremos también a la campaña de la Asociación de Derecho Pontificio
Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), que trabaja en defensa de los cristianos perseguidos en el Tercer
Mundo y en los países musulmanes. Los niños participarán con la hucha solidaria que se les entregará
el Miércoles de Ceniza, en la iglesia.

Ayuno
El ayuno nos une a Cristo en su peregrinación por el desierto, nos fortalece en nuestra lucha
contra el mal y el pecado, nos arranca de la vida cómoda y regalada, para entrar en la esfera de lo
necesario, lo importante, lo que se gana con esfuerzo y dedicación. Esta Cuaresma es otra oportunidad
para fortalecer alma y cuerpo por medio del ayuno. No sólo corporal, sino también interior: ayuno de
televisión, de salidas, de diversiones, de comidas, para hacer de nosotros creyentes entrenados y bien
dispuestos a la batalla de la vida. A continuación, recordamos las especificaciones que la Conferencia
Episcopal española ha establecido para los fieles:

1. Todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por la ley divina a hacer penitencia; sin
embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días
penitenciales, en los que se dediquen los fieles, de manera especial, a la oración, realicen obras de
piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones
y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia, a tenor de los cánones que siguen (canon 1.249).

2. En la Iglesia universal son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de
Cuaresma (canon 1.250). Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe
guardarse la abstinencia de carne o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal;
ayuno y abstinencia se guardarán el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo (canon 1.251).

3. La ley de abstinencia obliga a los que han cumplido los catorce años; la ley del ayuno, a todos los
mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años. Cuiden, sin embargo, los pastores
de almas y los padres de que también se formen en un auténtico espíritu de penitencia quienes, por no
haber alcanzado la edad, no están obligados al ayuno o a la abstinencia (canon 1.252).

4. Normas de la Conferencia Episcopal Española (c. 1253):

a) Se retiene la práctica penitencial tradicional de los viernes del año, consistente en la abstinencia
de carnes; pero puede ser sustituida, según la libre voluntad de los fieles, por cualquiera de las
siguientes prácticas recomendadas por la Iglesia: lectura de la Sagrada Escritura, limosna (en la
cuantía que cada uno estime en conciencia), otras obras de caridad (visita de enfermos o atribulados),
obras de piedad (participación en la Santa Misa, rezo del Rosario, etcétera) y mortificaciones
corporales. Sin embargo, en los viernes de Cuaresma debe guardarse la abstinencia de carnes, sin
que pueda ser sustituida por ninguna otra práctica. El deber de la abstinencia de carnes dejará
de obligar en los viernes que coincidan con una solemnidad.

b) En cuanto al ayuno que ha de guardarse el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, consiste en no


hacer sino una sola comida al día; pero no se prohíbe tomar algo de alimento a la mañana y a la
noche, guardando las legítimas costumbres respecto a la cantidad y calidad de los alimentos.

Domingo I de Cuaresma
El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra.
La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar
conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza
en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada
decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una
lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se
cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir
también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.

Domingo II de Cuaresma
El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo,
que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma
conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt
17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es
mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la
vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que
penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y
fortalece la voluntad de seguir al Señor.

Domingo III de Cuaresma


La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del
tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el
deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de
los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo
esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo,
irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres
palabras de san Agustín.

Domingo IV de Cuaresma
El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos
interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38),
afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el
signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada
vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las
oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».
Domingo V de Cuaresma
Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente
al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26).
Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la
esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a
venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la
muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna
abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la
resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los
hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado
de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.

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