Вы находитесь на странице: 1из 11

Tema 11.

Las transformaciones sociales y económicas en la


España del s. XIX. Los orígenes y el desarrollo de la
industrialización: su incidencia en Andalucía

1.- La evolución de la población española


La población española creció de forma importante en el s. XIX. No obstante, ese
crecimiento, en parte atribuible al comienzo del desarrollo económico, no sirvió para
impulsar una verdadera revolución industrial en nuestro país, por cuanto que las
características generales de la población española eran más propias del ciclo antiguo que
de la etapa demográfica moderna.

El principal lastre demográfico español era la alta mortalidad que aún existía a
mediados de siglo. Las razones de ello son básicamente tres: las sucesivas guerras en el
primer tercio de siglo (sobre todo en el Norte), las epidemias infecciosas (cólera y
tuberculosis, fundamentalmente, seguidas de la gripe y el sarampión), y las crisis
agrarias cíclicas, que mantuvieron a la mayoría del país al borde del hambre y
permanentemente subalimentado. Ello unido a las malas condiciones de habitabilidad de
los barrios obreros, el ambiente irrespirable de las fábricas, la falta de higiene
generalizada por la incultura,…, motivaron que las tasas de mortalidad fueran muy
elevadas entre obreros y campesinos.

Sin embargo, el crecimiento de población era importante pese a la alta tasa de


mortalidad, y como ese crecimiento demográfico no era parejo al de la riqueza del país,
a partir de 1853 se volvió a permitir la emigración al extranjero, fundamentalmente
hacia América y Argelia.

Por último, hay que señalar algunos esfuerzos aislados del gobierno por mejorar las
condiciones de higiene, especialmente en las grandes ciudades, en parte gracias a las
denuncias que médicos y estudiosos de los problemas sociales venían haciendo desde
comienzos de siglo. Con todo, las medidas fueron muy tímidas por cuanto que la
higiene va ligada a la cultura, y España era en el s. XIX un país con un analfabetismo
generalizado, por lo que las medidas higiénicas eran desconocidas por la mayoría de la
población

2.- Las nuevas estructuras sociales


Podemos afirmar que es a partir del reinado de Isabel II cuando la estructura social
existente en España desde hacía siglos va a experimentar un profundo cambio, debido
fundamentalmente a que las medidas puestas en marcha por los liberales a partir de
1833 van a liquidar definitivamente la sociedad estamental del Antiguo Régimen y van
a sentar las bases de una nueva, la sociedad clasista, cuya evolución será bastante lenta
en nuestro país, y que se va a caracterizar en general por la debilidad de la burguesía y
de las clases medias (carentes de conciencia de clase), lo que afectará a la estabilidad
del régimen liberal.

Podemos dividir la sociedad isabelina en tres grandes grupos sociales, aunque


resulta difícil cuantificar y precisar quiénes formaban parte de cada uno de estos grupos:

1
• La clase dirigente: dividida a su vez en varios grupos:

 La nobleza: no va a perder su lugar predominante en la estructura social,


tanto por su riqueza agraria (se vio favorecida por las medidas
desamortizadoras) como por el atractivo que ejerció sobre el resto de
clases sociales, a las que impuso buena parte de sus mitos, creencias y
modas. Va a mantener parte de sus privilegios, su influencia en la Corte,
en el Ejército y en la política (al ocupar escaños vitalicios en el Senado).
Además, se perdió el antiguo prejuicio contra los negocios, por lo que se
dedicó a invertir sus rentas en Deuda Pública, en Bolsa, en Banca o en
ferrocarriles, fundiendo sus intereses con los de la burguesía, la cual se
sentía atraída por el modo de vida aristocrático.

 Altos cargos de la Administración, del Ejército y de la Iglesia: los tres


contribuyeron al sostenimiento de la élite en el poder, evitando la
democratización del régimen y los cambios radicales. Normalmente
pertenecían a familias nobiliarias o de la alta burguesía, por lo que eran
favorables al mantenimiento del régimen isabelino. Acceder a estos
grupos desde capas sociales inferiores era casi imposible, y los pocos que
lo conseguían acababan por aceptar su modo de vida.

 Alta burguesía: dividida a su vez en varios grupos: la terrateniente


(vivían de las rentas), los comerciantes, la financiera, los profesionales
de alto nivel, y los grandes industriales. Todos partidarios del
proteccionismo económico y de los fundamentos del liberalismo
censitario.

En conjunto, la clase dirigente acaparaba los resortes de poder durante el


reinado de Isabel II. Su número era reducido, vivían fundamentalmente en las
ciudades, su nivel de vida era altísimo, practicaban la endogamia (matrimonios
de conveniencia dentro de su ambiente social). El honor, en su sentido más
tradicional, era el valor más apreciado, de ahí que los duelos seguían siendo
comunes a pesar de que estaban formalmente prohibidos.

• Las clases medias: conjunto muy heterogéneo y difícil de delimitar. A ella


pertenecían, en general, los pequeños propietarios rurales, los mandos
intermedios del Ejército, los funcionarios, los profesionales liberales de menor
nivel (médicos, abogados, profesores,…), pequeños comerciantes y empresarios,
propietarios de talleres,… Eran numerosos por todo el país, sobre todo en los
pueblos y en los barrios populares urbanos. No sobrados de dinero, su ideología
solía ser conservadora, recelosa ante los cambios y miedosa de caer en la
proletarización y en la pérdida de su estatus, lo que hubiera supuesto su
empobrecimiento Defensores del orden y de la propiedad, mientras aceptaron los
fundamentos del régimen liberal se mantuvo la monarquía isabelina; cuando
estos sectores dejaron de apoyar a la Reina, ésta cayó.

• Los sectores populares: varios grupos:

 Los campesinos jornaleros: eran, a mediados de siglo, más de la mitad


del total de población del país. Se caracterizaban por una enorme miseria

2
y un gran atraso cultural. Era lógico por tanto que se pidieran tierras,
pero las medidas adoptadas por la burguesía liberal para reformar las
estructuras de propiedad provocaron, en general, la transferencia de la
propiedad eclesiástica a la aristocracia y la burguesía, sin que se vieran
beneficiados los pequeños propietarios rurales y mucho menos los
jornaleros. Desde entonces los campesinos miraron con recelo a un
régimen que aumentaba su desamparo y miseria. La presión social
existente entre los campesinos se manifestó a veces en ocupaciones
violentas de tierras, pero lo más frecuente fue su desviación hacia el
bandolerismo, el contrabando y la mendicidad. Esta precaria situación
también ayuda a explicar que en zonas de predominio agrario triunfaran
con tanta facilidad las doctrinas internacionalistas.

 Los artesanos: grupo relativamente numeroso en el interior peninsular.


Apegados a sus antiguos privilegios gremiales, la mayoría de ellos
reaccionaron de manera conservadora enfrentándose a los cambios y al
libre mercado, y apoyando los intereses de los terratenientes.

 El proletariado: no aparece hasta bien avanzado el siglo. Sus


condiciones de vida son pésimas (excesiva duración de la jornada de
trabajo, inseguridad laboral, salarios muy bajos, desamparo ante la
enfermedad, el paro y la vejez, condiciones de trabajo infrahumanas para
mujeres y niños,…). Desde mediados de siglo esta clase va participando
en la política y manifiesta su inquietud social mediante las primeras
huelgas organizadas, que no se generalizarán hasta después de la
Revolución de 1868 cuando el movimiento obrero español entre en
contacto con los hombres de la I Internacional.

2.1- El papel de la mujer en la sociedad del s. XIX


La situación de la mujer española durante la época isabelina se caracterizaba por sus
limitadísimas posibilidades de formación, de independencia e incluso de libertad
personal. La educación le estaba prácticamente vedada, y sólo afectaba a las hijas de
familias ricas, que podían pagar su educación en colegios femeninos particulares. La
ideología conservadora imperante postergaba el papel de la mujer al de esposa, madre y
administradora de la casa, papeles para los que se la instruía desde pequeña en
exclusividad. Que una mujer diera muestras de tener criterio propio, o de estar bien
informada, era de inmediato objeto de murmuración y desaprobación. Sólo casos
excepcionales pertenecientes a las élites intelectuales destacaron por su producción
creativa, como Carolina Coronado o la escritora Cecilia Böhl de Faber (Fernán
Caballero). Además, no sólo no se les reconocía capacidad política, sino que las leyes
anulaban su independencia jurídica: pasaba directamente de la autoridad paternal a la
marital, no podía comprar ni vender propiedades sin permiso paterno o del marido, ni
podía decidir sobre la educación de sus propios hijos.

3.- La evolución económica española durante el reinado de Isabel II


A partir de 1833, en medio de una permanente crisis política y social, se produce una
serie de cambios en la legislación y en la vida económica del país que van a significar la
instauración definitiva de una sociedad burguesa y capitalista en España.

3
3.1- Cambios en la propiedad
El campo había sufrido graves daños durante la Guerra de Independencia, sobre todo de
dos tipos: coyunturales [falta de demanda y de dinero, encarecimiento de los productos
y falta de ganado auxiliar (sobre todo caballar y lanar)] y estructurales (principalmente
el mal reparto de la tierra, lo que favorecía el estancamiento técnico y la deficiente
explotación de la tierra). Así, el campesino carecía de excedentes con los que comerciar,
lo que no favorecía el despegue industrial. El interior se descapitaliza mientras que la
periferia progresa tanto en lo demográfico como en lo económico.

El proyecto liberal de los ilustrados españoles tenía como objetivo el desarrollo de


un capitalismo agrario como pieza angular del desarrollo económico del país. Esto
suponía la eliminación de todas las trabas jurídico-institucionales que impedían un
reparto equilibrado de la propiedad y la formación de un mercado nacional fuerte. Sin
embargo, la pérdida de las colonias americanas y la oposición de los sectores más
conservadores dieron al traste con los intentos llevados a cabo para conseguir estos
objetivos desde las Cortes de Cádiz y durante el Trienio Liberal.

En las décadas centrales de la centuria la expansión agrícola se caracterizó por la


gran ampliación de las superficies dedicadas al cultivo, sobre todo gracias a las leyes
desamortizadoras, que habían puesto en circulación nuevos campos, y la supresión
de los mayorazgos. La desamortización se inició realmente a finales del s. XVIII con
una serie de decretos sobre repartos de tierras concejiles, siendo la de Mendizábal una
más en un proceso comenzado años atrás. Ya desde la Edad Media se venía hablando de
los bienes de “manos muertas”, pero es en el s. XVIII cuando se empieza a usar el
término “amortización” para referirse a los bienes que pertenecían a una persona
jurídica y no física (así, al no corresponder a nadie en concreto, los bienes no podían ser
vendidos ni divididos).

La desamortización de bienes eclesiásticos se inició hacia 1760 con la expulsión de


los jesuitas. En 1797 Godoy dio un paso más al permitir a la Iglesia vender sus bienes si
cobraba la mitad en vales reales, lo cual beneficiaba de paso al Estado, agobiado por las
deudas. José Bonaparte incautó algunos bienes monásticos y eliminó mayorazgos, con
lo que estos bienes pasaron al Estado. El regreso de Fernando VII detuvo el proceso
hasta la subida de los liberales al poder en 1820. La Década Ominosa (1823-33) trajo la
derogación de estas medidas y la devolución de las tierras confiscadas.

Con todo, el proceso desamortizador realizado en el s. XIX se fundamenta en las


medidas impulsadas por los liberales progresistas Mendizábal y Madoz. Veámoslas más
detenidamente:

• Desamortización de Mendizábal (1935-36): mediante el decreto de


desamortización de octubre de 1835, realizado por Toreno, se suprimían todos
los monasterios de órdenes monacales. En febrero de 1836, Mendizábal
declaraba en venta todos los bienes de las instituciones suprimidas, con lo cual
el Estado podía incautarse de los bienes inmuebles de las órdenes religiosas
regulares previamente disueltas y venderlos en pública subasta. Con esta medida
Mendizábal se proponía un triple objetivo:

a. Resolver el grave problema de la deuda pública del Estado, así como


conseguir fondos con los que hacer frente a la guerra contra los carlistas.

4
b. Movilizar unos bienes que resultaban imprescindibles para el desarrollo
de la industria y del comercio, poniendo en cultivo tierras incultas o mal
explotadas para incrementar así la productividad del campo.

c. Crear una clase media agraria que, al poder consolidar su riqueza gracias
a la compra de los bienes desamortizados, serviría de apoyo para la
monarquía liberal.

Las tierras se tasaban y eran vendidas en pública subasta al mejor postor.


Éstos podían pagar en metálico o con títulos de deuda según su valor nominal, lo
cual beneficiaba a los burgueses rentistas y no a los campesinos, que hubieran
preferido pagar en metálico y a más largo plazo.

La desamortización tuvo unos resultados muy desiguales. Se produjo un


aumento del número tierras cultivadas, pero ello no supuso una mejora de los
rendimientos agrícolas ya que los compradores no invirtieron en mejorar sus
tierras, y además éstas eran de baja calidad; se palió momentáneamente la grave
situación que padecía la Hacienda pública (sólo a partir de la desamortización de
Madoz y con el desarrollo económico se lograría disminuir drásticamente la
deuda del Estado), pero por otra parte causó graves daños a los campesinos al
despojarlos de las tierras que venían cultivando desde hacía siglos, y además
incrementó el número y el tamaño de los latifundios (sobre todo en Andalucía y
Extremadura) puesto que las condiciones de compra (no se exigía dinero en
metálico, pues era suficiente pagar con títulos de deuda pública) beneficiaron en
mucho a la burguesía adinerada y a los capitalistas que poseían títulos de deuda
pública, que efectivamente se convirtieron en un gran apoyo para el liberalismo.
La Iglesia perdió prácticamente todas sus propiedades y fuentes de riqueza, toda
vez que el diezmo también fue suprimido en 1837 (hasta 1845 no se establecería
la “Contribución de culto y clero”). También hay que señalar que la
desamortización trajo consigo un proceso de deforestación, pese a las
prohibiciones del gobierno en ese sentido.

• Desamortización de Madoz (1855): el ministro progresista Pascual Madoz


reanudó el proceso desamortizador iniciado por Mendizábal, tocándole el turno
ahora a las propiedades de los ayuntamientos, los bienes comunes (bienes
municipales de aprovechamiento comunitario) y de propios (bienes municipales
cedidos a particulares a cambio de una renta que se destinaba a costear los
servicios públicos de los ayuntamientos). De mayor trascendencia que las
anteriores, con esta ley se liquidó la práctica totalidad de los bienes municipales,
así como todo tipo de propiedad rústica y urbana perteneciente a la Iglesia y al
Estado.

Ahora sólo se podía comprar con dinero en metálico, y el objetivo era


solucionar el problema crónico de la deuda del Estado. A consecuencia del pago
en metálico y no con deuda del Estado, la burguesía no estuvo demasiado
interesada en acaparar bienes por su valor real, lo que provocó que el
campesinado participara en mayor medida en la compra de propiedades, sobre
todo a partir de 1870, cuando la burguesía prefirió invertir el dinero en otros
sectores. A pesar de todo, el latifundismo, ahora de carácter burgués, se

5
fortaleció, y la condición del campesinado se agravó aún más al ser muchos
desalojados de las tierras comunales. A partir de entonces la pequeña y mediana
propiedad entró en crisis, incapaz de competir en el mercado frente a las grandes
explotaciones agrícolas. A consecuencia de ello se acentúa el éxodo rural hacia
las zonas más industrializadas del país, así como la emigración a Ultramar.
Aparte, la pérdida de recursos por parte de los ayuntamientos provocó la subida
de impuestos para compensar la pérdida de los ingresos por el arriendo de las
tierras de propios, necesarios para pagar los gastos básicos del municipio (obras
públicas, funcionarios, maestro, médico,…).

En general en casi toda España, excepto en el norte, la desamortización de


Madoz provocó una nueva frustración en las esperanzas de los campesinos de
acceder a la propiedad de la tierra, lo que vino a sumarse a los desengaños de las
desamortizaciones anteriores y, sobre todo, al fraude que se cometió con la
conversión del señorío jurisdiccional en propiedad privada a favor de los
señores. La desamortización de Madoz fue una prueba más de que los liberales
estaban llevando a cabo una política agraria que lesionaba gravemente los
intereses del campesinado, a la vez que favorecía los intereses de la alta
burguesía y de la nobleza. La respuesta del campesinado fue la aparición de
numerosos levantamientos populares, sobre todo en Andalucía, como la
insurrección campesina de Loja en 1861 durante el gobierno de la Unión
Liberal. Además, los municipios se vieron imposibilitados para pagar los gastos
básicos de los concejos (obras públicas, funcionarios, maestro, médico,…).

3.2- Otros cambios económicos y sociales


Sólo se puede entender la importancia de la desamortización si la relacionamos con
otros cambios producidos fundamentalmente entre 1836 y 1837, tendentes todos ellos a
la desarticulación del Antiguo Régimen y al establecimiento de la propiedad privada y
del libre mercado. Entre estas medidas destacan:

• Eliminación definitiva de los mayorazgos y cualquier todo tipo de vinculación


de la propiedad.

• Abolición del régimen jurisdiccional. Se eliminan todos los derechos


señoriales, aunque se transformaban los señoríos en propiedad privada, lo cual
benefició a los propietarios, que pasaron a controlar legalmente esas tierras.

• Libertad de cercamiento de tierras y de comercialización de productos


agrarios, lo que acabó con ciertas prácticas tradicionales de la economía
campesina comunal, como el derecho de paso del ganado.

• Eliminación de las pruebas de limpieza de sangre y nobleza para acceder a


ciertos puestos en la Administración o el Ejército.

• Prohibición de formar nuevos gremios.

• Supresión de las aduanas interiores a partir de 1841.

6
3.3- Las causas del retraso económico español
La trayectoria económica española hasta 1869 fue bastante lenta e inacaba, si la
relacionamos con las rápidas transformaciones producidas en otros países europeos en
esos mismos años. Ello dio como resultado una economía débil y anticuada que ha sido
el origen de buena parte de los problemas del país hasta nuestros días.

Las causas de dicho retraso son las siguientes:

• Las condiciones geográficas: una orografía compleja que dificultaba las


comunicaciones; un clima duro; la ausencia de una red fluvial y de canales que
facilitara las comunicaciones interiores,… Todo ello hacía difícil el desarrollo de
un mercado nacional articulado, y encarecía el transporte. El desarrollo del
ferrocarril tampoco contribuyó a mejorar esta situación.

• La escasez de materias primas y de fuentes de energía: ello encareció el


desarrollo industrial, ya que era necesario importarlas, era difícil extraer los
minerales, dispersión geográfica de las minas y los puertos,… Sólo algunas
regiones, como Asturias o el País Vasco, podrán desarrollar su industria
siderúrgica a mediados de siglo.

• Lento crecimiento demográfico: supuso la falta de mano de obra industrial, la


carencia de un excedente de productos agrícolas y de un mercado interior capaz
de absorber la producción. Todo ello hacía muy difícil el desarrollo industrial.

• La pérdida de las colonias americanas: significó la ausencia de unos mercados


y fuentes de materias primas que hubieran sido fundamentales para generar un
despegue industrial.

• La falta de capitales: impidió una inversión masiva para cambiar las técnicas
de producción en la industria. El capital, en vez de ser invertido en industria, se
dedicó a la compra de deuda pública y a la adquisición de tierras a través de la
desamortización.

• El papel del Estado: su política proteccionista favoreció los intereses agrarios e


impidió el desarrollo de la competencia propia del sistema capitalista.

3.4- La agricultura española hasta 1868


Los cambios producidos por la eliminación del señorío, de las vinculaciones, o por el
proceso de desamortización, no se tradujeron en innovaciones en las técnicas agrícolas,
pues los propietarios prefirieron mantener los sistemas de explotación en vez de invertir
en mejoras. Por eso el rendimiento de la tierra no aumentó, y sólo se incrementó la
producción debido a la puesta en cultivo de más tierras después de la desamortización.
Incluso bajó el rendimiento medio por unidad de superficie pues las nuevas tierras
cultivadas eran de baja calidad.

También la cabaña ganadera se vio afectada por la desamortización y la revolución


liberal, pues muchas tierras que habían servido de pasto se pusieron en cultivo, aparte
de la introducción de nuevas especies laneras que eran más rentables. Esta reducción de
la cabaña lanar disminuyó el abono natural aportado a la tierra, lo que contribuyó a
hacer descender los rendimientos.

7
En cuanto a los cultivos, sin duda el trigo fue uno de los cultivos que más crecieron,
sobre todo gracias a las leyes proteccionistas frente a la importación de trigo extranjero.
También se incrementó el cultivo de la vid, que se extiende hacia regiones del interior
como La Rioja o La Mancha, cuya producción se vio beneficiada a partir de 1868 por la
crisis de la viticultura francesa, afectada por la plaga de la filoxera. Otros cultivos como
los cítricos o el arroz tuvieron que esperar al último tercio del siglo para incrementar su
producción (necesidad de convertir las tierras de secano en regadíos).

En general, la producción agrícola española sólo creció lentamente. Fue una


agricultura estancada que ni suministraba mano de obra a la industria, ni mercado
suficiente para los productos fabriles. En conjunto, supuso un lastre importante para el
desarrollo de los demás sectores productivos.

3.5.- El sector industrial


Desde finales del XVIII se habían ido instalando diversas manufacturas reales de cierto
lujo que iban desde los tapices hasta cristales y fundiciones de hierro. Al mismo tiempo,
en algunas zonas los tejidos tradicionales de lana eran sustituidos por el algodón, sobre
la que se basaría posteriormente la industrialización. Por entonces, Cataluña era el
principal foco textil e industrial del país, aunque no el único.

La Guerra de la Independencia truncó ese proceso industrial. La pérdida del


mercado colonial frenó las exportaciones y la decadencia del mercado interior lastraba
todo intento de recuperación industrial. Además, España seguía estando muy mal
comunicada. Sin embargo, hacia 1825 se había superado esa fase de crisis y la industria
textil volvía a emplear a miles de obreros, en un claro resurgir de la actividad.

La industria española basada en el vapor aparece a partir de 1832, año en que se


instala en Barcelona la primera máquina de vapor en una empresa textil y de fundición
de hierro. Teniendo en cuenta esta fecha, hay que señalar que la industrialización
española empezó con retraso con respecto a Europa, y sobre todo fue un despegue lento
debido a la debilidad de ciertos factores previos necesarios para una adecuada
industrialización:

• Inexistencia de una burguesía emprendedora: a nivel general, la burguesía


española careció del espíritu de empresa necesario para un fuerte despegue
industrial, prefiriendo la inversión en patrimonios rústicos antes que embarcarse
en aventuras financieras. Por su parte, la burguesía financiera prefiere las
inversiones seguras y a corto plazo (compra de bienes desamortizados, minas,
ferrocarriles) antes que arriesgarse en inversiones en sectores básicos como el
textil o el siderúrgico. La mentalidad de gran parte de la burguesía fue la de
entroncar con la nobleza, imitando sus modas y formas, inclinándose por
actitudes políticas conservadoras.

• Dependencia técnica y financiera del exterior: el capital extranjero aprovechó


la coyuntura alcista de la década de los cincuenta para invertir en España, pero el
inversor se orientó hacia los empréstitos públicos, el ferrocarril y la minería, y
no hacia otros sectores, como la siderurgia, que hubieran servido de acicate para
otros sectores. Familias como los Rostchild y los Pereire harán grandes negocios
en España.

8
• Falta de fuentes de energía y materias primas: España carecía de energía
barata pues el carbón es de extracción difícil, cosa que lo encarece, aparte de ser
de baja calidad. En cuanto a las materias primas, hay abundancia de ellas pero
falta capital para ponerlas en explotación. Por eso caerá en manos extranjeras.

• Falta de mercados: España había perdido prácticamente su imperio colonial,


por lo que faltan materias primas y mercados donde vender una hipotética
producción industrial, ya que el mercado interior es insuficiente, pobre y de
masas campesinas.

• Falta de una política económica coherente en los partidos políticos, así como
de las condiciones jurídicas necesarias para generar un desarrollo económico.

Veamos los sectores industriales y económicos más importantes:

1. La industria textil: fue la principal actividad industrial española a lo largo del


XIX. Desarrollada casi exclusivamente en Cataluña, alcanzó un despliegue
extraordinario debido a la incorporación del telar mecánico y la máquina de
vapor. Pronto dominaron tanto el sector algodonero como el lanero, donde
adelantaron a las tradicionales factorías castellanas y valencianas. Hombres de
negocio catalanes con espíritu de empresa (los Güell, Muntada, Batlló,…) serán
los que lleven adelante la nueva industria con su capacidad inversora y de
renovación técnica (maquinaria importada, fuentes de energía hidráulica,…).
Las consecuencias de esta modernización fueron: concentración geográfica de la
industria textil en Cataluña, paso de la empresa familiar a las Sociedades
Anónimas (a partir de la Ley de 1848, que permitía la creación de sociedades
anónimas mediante acciones), mejora de la calidad de los tejidos y bajada de
precios. El sector entrará en crisis en los años sesenta debido a la falta de
algodón provocada por la Guerra de Secesión norteamericana, pero con todo, en
ese momento era la industria más avanzada de España.

2. La industria siderúrgica: menor desarrollo que la industria textil. Hubo tres


etapas bien diferenciadas en la formación de la siderurgia española. La primera
etapa transcurre entre 1830-60, y en ella predominan los altos hornos
andaluces [los primeros altos hornos se instalaron en Marbella (“La
Concepción”, 1830), Cazalla de la Sierra, Huelva y Málaga], que suministraban
un hierro de alta calidad pero también muy caro. La falta de carbón mineral hizo
que estos primeros núcleos andaluces fueran superados por los centros
asturianos entre 1860-80, más próximos a las cuencas mineras de Mieres y
Langreo. Su calidad no era mejor que la del hierro malagueño, pero su precio era
bastante más barato, por lo que rápidamente lo desplazó de los mercados. La
tercera etapa se inicia hacia 1880, y en ella se impone el predominio vizcaíno
gracias a la excelente calidad del hierro vasco, a los intercambios con Inglaterra,
… Desde entonces la producción siderúrgica española creció y se modernizó de
manera notable, coincidiendo con la fase más importante del desarrollo de la red
ferroviaria.

3. La minería: la falta de planificación y los problemas financieros de la Hacienda


habían llegado a entregar la explotación de las minas a acreedores extranjeros,
como garantía del cobro de los empréstitos que los sucesivos gobiernos se

9
vieron obligados a pedir desde la época de Carlos III. Los capitales extranjeros
explotarían las minas, comercializarían el mineral y se llevarían los beneficios.

4. El ferrocarril: aunque no es un sector industrial, el ferrocarril tuvo un papel


muy importante tanto en la industria como en el mundo de las finanzas. Las
primeras experiencias se materializaron en 1848 al ponerse en macha la línea
Barcelona-Mataró. Conciente de la penuria del erario público, el Estado
renunció a implicarse directamente en la construcción del tendido, optando por
la concesión a compañías privadas y la subvención por kilómetro de vía tendido.

El ritmo de construcción, relativamente lento hasta 1855 (publicación de la


Ley de Ferrocarriles, que liberalizaba el sector y facilitaba la inversión
extranjera), experimentó a partir de entonces un fuerte impulso por el apoyo
estatal, el flujo masivo de capital y tecnología extranjeros (sobre todo franceses)
y la aportación de capitales nacionales, sobre todo catalanes y vascos. Así, para
1868 se habían tendido las principales líneas férreas del país, que quedaban en
su mayoría en manos de tres grandes compañías extranjeras: la Madrid-
Zaragoza-Alicante, el Ferrocarril del Norte y la de Sevilla-Jerez-Cádiz.

Podemos concluir que, a pesar de todos los problemas, el ferrocarril abrió el


camino a la integración real del mercado español, permitiendo en el futuro un
rápido trasiego de ideas, viajeros y mercancías. Paralelamente, la especialización
agrícola e industrial avanzó, convirtiéndose en el mejor aliado del comercio
nacional.

5. Las finanzas: el sector financiero español adoleció de la misma debilidad que el


resto de la economía española. Su retraso respecto a las finanzas europeas se
debía a varios factores: la permanente inestabilidad política, el retraso en la
generalización del sistema de sociedades anónimas (lo que retrajo a los
inversores), el caos monetario y la alta deuda pública. Fundamental para el
desarrollo de la red viaria en general y el ferrocarril en particular fue la creación
de las Sociedades de Crédito en 1856. En manos de extranjeros, invertían en
industrias o en ferrocarriles para beneficiarse de las subvenciones estatales,
consiguiendo enormes beneficios con la especulación.

A destacar también el crecimiento de la actividad bancaria, apareciendo en


esos años la banca española moderna gracias a la Ley de Banca. Se trataba
fundamentalmente de bancos dedicados a la emisión de papel moneda, que
aparecen por toda la geografía española. El Banco de España se funda en 1856,
con un gobernador nombrado por el gobierno, resultado de la fusión del Banco
Español de San Fernando y del Banco de Isabel II. Este banco, aparte de la
concesión de créditos, adquirió el monopolio de la emisión de moneda además
de la custodia de las reservas de oro del Estado.

A raíz de ambas leyes, y en un clima de expansión económica, entre 1857 y


1866 se multiplicaron las sociedades financieras, tanto españolas como
extranjeras

10
Otros factores del desarrollo del sector financiero fueron la creación de la
Bolsa de Madrid (1831) y de Barcelona (1851), y la unificación monetaria,
proceso largo que culmina con la creación de la peseta en 1868.

3.6- Incidencia del proceso industrializador en Andalucía


En el s. XIX las posibilidades de industrialización de Andalucía eran un hecho: evidente
crecimiento demográfico, prematura relación tecnológica con Inglaterra, riqueza agraria
suficiente para financiar la industrialización, grandes posibilidades mineras y, tras la
equivocada reforma agraria provocada por la desamortización, mano de obra abundante
procedente del exceso de jornaleros. Sin embargo, el hundimiento de los precios, la
conflictividad social en el campo andaluz, el colonialismo económico protagonizado por
los intereses extranjeros y, sobre todo, el éxodo de capital andaluz a otras regiones
contribuyeron al fracaso de la industrialización en la región.

En cuanto a los sectores industriales en Andalucía, hay que destacar que la primera
industria siderúrgica que se desarrolló con importancia en España se centró en la zona
norte de la provincia de Sevilla y en la costa de Málaga, destacando la figura de Manuel
Agustín de Heredia, que hizo fortuna explotando minas de grafito en la serranía de
Ronda, siendo el primer industrial ferretero español en torno a 1840 con altos hornos en
plena actividad en El Pedroso y Málaga, situándose por encima de la siderurgia norteña.
También por esos años se animó la industria algodonera, con fábricas de hilaturas y
telares mecánicos en Sevilla y Málaga ligadas a Heredia y a la familia Larios.

Sin embargo, ambos sectores no prosperaron por varios factores, sobre todo el
aislamiento ferroviario, la falta de carbón mineral, el carácter poco emprendedor de la
burguesía andaluza, la falta de apoyo por parte de los distintos gobiernos y la
competencia catalana y vasca.

11

Вам также может понравиться