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TRANSICIÓN POLÍTICA

TRANSICIÓN POLÍTICA: En términos generales, es todo período de cambio entre dos situaciones
políticas estables. En un enfoque más específico, las transiciones políticas que han sido objeto de
frecuentes estudios politológicos son: la transición al autoritarismo y la transición a la democracia.
La transición al autoritarismo en general se produce como fase de reacción en procesos de
democratización de tipo dialéctico, tardío o formas combinadas (ver "proceso de
democratización" ). El análisis de casos muestra dos situaciones paradigmáticas: - Sociedades
tradicionales, atrasadas respecto de su contexto continental, en las que tomó la forma de un
rechazo al incipiente proceso de modernización, vivenciado como alienante de la propia esencia
tradicional, y sirvió a la vez como resguardo de antiguos privilegios. Por ejemplo, España y
Portugal. - Sociedades más avanzadas en la vía capitalista de la modernización y sometidas a
intensas frustraciones históricas (derrotas militares, pérdida de prestigio) y a la falta de canales
adecuados de participación política de las masas. Por ejemplo, Alemania e Italia. En esos países,
probables revoluciones marxistas fueron bloqueadas por la aparición de regímenes autoritarios
corporativos mesiánicos, que en definitiva preservaron intereses dominantes y terminaron en una
orgía de sangre y violencia. La transición a la democracia se produce, dentro de los mismos tipos
de procesos de democratización ya indicados, por diversos motivos, que se analizan a
continuación y que sirven para formular una tipología de estas transiciones. Generalmente suele
usarse la expresión transición a la democracia para mencionar el período que va desde las
postrimerías de la vigencia del régimen autoritario a la vigencia del régimen democrático; y la
expresión transición democrática para el período de consolidación posterior a la vigencia de la
democracia. Según Share y Mainwaring hay tres tipos de transición a la democracia: - La transición
por colapso, causada por una derrota militar externa, o por una profunda crisis interna, que
desacredita totalmente al régimen autoritario y que generalmente produce importantes cambios
estructurales y una ruptura de las normas de la autoridad política. La salida democrática es
impuesta por el vencedor o responde a una tradición política anterior al período autoritario.
Generalmente, las autoridades salientes no tienen, en ese momento, ninguna capacidad de
negociación y son juzgadas y condenadas por su actuación. Es el caso de Alemania e Italia en
1945, de Grecia y Portugal en 1974 y de Argentina en 1982-1983. La experiencia histórica muestra
que ese "colapso" puede no ser definitivo, y que la élite autoritaria puede recuperar capacidad
participativa, aunque generalmente en un nivel sistémico inferior al anterior. Los motivos de esa
recuperación son variados: cambios manipulados en el recuerdo público del pasado, que hace
factible intentar su relanzamiento político; frustración de las expectativas generadas por la
democracia en su fase agonal; necesidad social de reincorporar al juego social normal a los
sectores de la élite autoritaria lesionados por el colapso. - La transición por autoexclusión, en la
cual la élite autoritaria intenta inicialmente poner límites y controlar el proceso de transición, pero
su alta erosión se lo impide y no puede obtener resultados favorables para su salida negociada en
la medida deseada, aunque generalmente se plantean cuestionadas medidas de amnistía, que de
todos modos aseguran su autoexclusión. Es el caso de Perú (1980), de Bolivia (1979-1980) y de
Uruguay (1982-1983). - La transición por transacción, que implica una considerable continuidad de
las estructuras, de las élites y de las prácticas políticas. La transición es controlada, efectuada por
decisión de la élite autoritaria, quien no solo no es sancionada ni amnistiada sino que conserva (al
menos por un tiempo más) participación en el poder en la nueva situación. Es el caso de España y
de Brasil. Las transiciones por colapso o por autoexclusión se realizan por necesidad. Las
transiciones por transacción se realizan por decisión de la élite autoritaria. Sus motivos pueden ser:
verse a sí misma como un interregno restaurador (creer su propia retórica democrática); el
desgaste del régimen que aumenta los costo de su mantenimiento y disminuye los de la transición;
erosión de la cohesión interna de la élite; desaparición de su legitimación o justificación, tanto si ha
cumplido sus objetivos como si no ha podido cumplirlos. 

EJEMPLOS

LA TRANSICION POLITICA (1986-1996)

462.

     En noviembre y diciembre de 1985 se realizaron las elecciones generales para las autoridades que
encabezarían el primer Gobierno constitucional desde 1982. Esta vez fueron doce partidos los participantes,
con la novedad del Partido Socialista Democrático (PSD) que intentó aglutinar la oposición de izquierda.
Aunque siempre hubo dudas sobre la actitud que tomaría el Ejército, las elecciones se realizaron sin fraude.
Fueron ganadas en la primera vuelta por la DC, seguida de la UCN, y en tercer lugar por el PDCN-PR.
Ninguno de estos partidos obtuvo una mayoría absoluta, por lo que se convocó a una segunda vuelta entre las
dos primeras, la que ganó la DC con el 68% de los votos.342  El giro fue total, pues se modificó la tendencia
política de las últimas dos décadas del predominio de los partidos más conservadores. Las interpretaciones
sobre los resultados electorales señalaron tres puntos en común. El Gobierno democristiano estaba ahora
sujeto a multiplicidad de expectativas internas y externas; su triunfo representaba un rechazo de la población
hacia el pasado inmediato; y sobre todo, se había convertido en un voto de desconfianza hacia los
militares.343  El 14 de enero de 1986 asumió el Gobierno el demócrata cristiano Vinicio Cerezo Arévalo.

463.

     Los planteamientos de la apertura política y el retorno al orden constitucional que se asentaron durante el
Gobierno de Mejía Víctores, se iniciaron formalmente con la administración del licenciado Cerezo Arévalo
(1986-1990). El proceso de transición estuvo cargado de tensiones entre fuerzas políticas legales, algunos
sectores sociales y los militares, quienes buscaban asegurarse una transición controlada, donde se conjugara
su constante observación y cierto juego político. La transición se dio de manera accidentada y no exenta de
riesgos de reversión autoritaria, expresión de la presión militar en la cúpula de poder fueron varios intentos de
golpe de Estado, como los de 1987, 1988 y 1989.

464.

     Las ofensivas militares contra la guerrilla y la cada vez más reducida base social de ésta continuaron
durante este período. Sin embargo, debido a la presión internacional para buscar soluciones políticas a los
conflictos de la región y la incidencia de partidos políticos y sectores sociales, que presionaban para que el
proyecto de apertura controlada comenzara a ser más amplia y tolerante, el Gobierno privilegió la dimensión
política del enfrentamiento.

465.

     El Gobierno de Serrano Elías (1991-1993) retomó los esfuerzos de negociación de paz emprendidos
durante el período anterior. Sin embargo, se encontró con dificultadas para encontrar una solución política al
enfrentamiento y su Gobierno tuvo confrontaciones internas, con las fuerzas políticas de oposición y muchos
sectores sociales. Esta crisis institucional desembocó con el intento de golpe de Estado técnico, presidido por
el mismo Serrano el 25 de mayo de 1993. El golpe fue rechazado por la Corte de Constitucionalidad y de
todos los sectores sociales. Esto permitió que el proceso político se alejara cada vez más de la orientación
contrainsurgente, aunque la crisis y el juego político sacaron a luz las debilidades del Estado: problemas de
autoridad, corrupción, impunidad, la negligencia administrativa; infuncionalidades arrastradas durante años,
pero que los Gobiernos militares habían tratado de ocultar.

466.
     El Gobierno de Ramiro De León Carpio (1993-95) estuvo marcado por una crisis de autoridad del Estado y
por las negociaciones de paz que finalizaron en el Gobierno de Alvaro Arzú (1996). Durante este período las
negociaciones se caracterizaron por luchas internas en el seno de sus actores. Los dilemas fueron: para el
Gobierno, legitimar políticamente a la izquierda revolucionaria, para el Ejército, aceptar la disminución de
cuotas de poder y para la guerrilla, aceptar el carácter estratégico de la negociación para terminar el
enfrentamiento armado.

467.

     El sector empresarial apoyó el proceso de transición, preocupado permanentemente de que sus intereses no
fueran afectados por reformas tributarias o medidas proteccionistas drásticas y de que los Gobiernos civiles
aceptaran y emprendieran sus postulados económicos. Su participación en las negociaciones de paz fue
desconfiada, principalmente en los aspectos socioeconómicos, donde se oponían a que se realizaran cambios
constitucionales en torno a los temas de la propiedad y a la aprobación del Convenio 169 de la OIT sobre
pueblos indígenas y tribales en países independientes. Sin embargo, un pequeño sector del empresariado vio
con interés el proceso de negociación y la firma de la paz para garantizar las condiciones que aumentaran la
inversión interna y externa.

468.

     La transición posibilitó la reorganización del movimiento social que emergió de manera acelerada, a pesar
de que continuaron las censuras y las acciones de persecución hacia muchos de sus miembros y líderes. Los
sectores que más rápidamente prosperaron fueron el sindical y los organismos de Derechos Humanos, quienes
demandaban mayor tolerancia del Estado y justicia social. El inicio de la transición causó mucha expectativa
entre la población, sin embargo ésta fue decreciendo en la medida en que los Gobiernos fueron incapaces de
detener la crisis económica y los déficit sociales básicos, así como el clima de inseguridad ciudadana..

El Gobierno de Cerezo Arévalo

469.

     Entre las elecciones y la toma de posesión de Vinicio Cerezo el Gobierno de Mejía Víctores aprobó una
serie de decretos que mantenían algunos aspectos principales de su proyecto militar. Entre el 1 y 14 de enero
se emitieron 33 decretos leyes que se relacionaban, entre otros, con la continuación del Proyecto de Asistencia
de las Areas de Conflicto,344  la amnistía general para delitos políticos y comunes ocurridos entre marzo de
1982 y 1986,345  la creación del Consejo de Seguridad del Estado,346  el reconocimiento de las patrullas
civiles como órganos civiles a cargo del Ministerio de Defensa347  y una nueva Ley Constitutiva del
Ejército,348  entre otros.

470.

     El nuevo Gobierno y el Ejército buscaron no afectarse mutuamente. El propio presidente dejaba en claro
que gobernaría junto con los militares, pese a la desconfianza que estos últimos tenían al conjunto de los
funcionarios del Gobierno,349  y se comprometió a un estilo político de transición que llamó de
"concertación". El Ejército definía su relación con el Gobierno a través de la estrategia de la "Estabilidad
Nacional" impulsada por el nuevo ministro de la Defensa, general Héctor Alejandro Gramajo. Esta era la
continuación de la fase política institucional, a la cual definían como "la continuación de la guerra por la
política".350 

471.

     En el plano internacional el Gobierno definió la política de "neutralidad activa", no interviniendo en los
asuntos centroamericanos para mantener el margen de autonomía respecto de la política estadounidense hacia
la región. Al mismo tiempo, Cerezo se acercó al Gobierno mexicano para reducir las tensiones generadas por
Gobiernos anteriores debido a los problemas con los refugiados.351 

472.

     En mayo de 1986 se llevó a cabo una reunión de presidentes centroamericanos en Esquipulas, Chiquimula.
La "Declaración de Esquipulas" inició un proceso de convergencia de los gobiernos centroamericanos para
reforzar una salida regional a los problemas bélicos, neutralizando las intenciones estadounidenses de crear un
bloque regional contra Nicaragua. Una segunda reunión condujo el 7 de agosto de 1987 a la firma del
"Procedimiento para establecer la Paz Firme y Duradera en Centroamérica" también conocida como
"Esquipulas II". Sus puntos centrales eran el establecimiento de procedimientos de negociación, la necesidad
de la democratización y la búsqueda de salidas políticas. Con esto se legitimaban los Gobiernos
centroamericanos, todos ellos electos, al mismo tiempo se forzaba a las fuerzas insurgentes a aceptar una
salida política mientras se les reconocía implícitamente su carácter beligerante y político. Pese a que los
militares guatemaltecos negaron que fuera aplicable al país, esta declaración abrió posibilidades formales a la
solución política del enfrentamiento armado.

473.

     El 12 de agosto de ese mismo año, los militares realizaron el Foro "27 años de lucha por la libertad" cuyo
objetivo era obtener el apoyo de los empresarios para que aceptaran cargas impositivas que permitieran
reducir el déficit fiscal, y seguir canalizando recursos para la guerra.352  Mientras tanto el Gobierno planteó
el Plan de Reorganización Nacional (PRN) y argumentaba que la transición a la democracia no sólo era el
paso de un Gobierno militar a otro civil, sino también de una sociedad polarizada a otra integrada, unida y
fundamentada en un nuevo estilo de gobernar que intensificara el desarrollismo y la concertación. Como parte
medular de dicho proyecto estaba la aprobación de un paquete tributario que los sectores empresariales se
negaron a aceptar. Dicha propuesta condujo a protestas públicas y a un paro patronal.353  Al final se llegó a
la firma de un pacto entre el Gobierno y el CACIF que, aunque no impidió la ejecución del paquete tributario,
sí permitió que el primero eliminara los puntos más conflictivos relacionados con la propiedad de la tierra y la
nacionalización de las exportaciones.354 

474.

     A finales de octubre de 1987 se amplió el decreto de amnistía,355  como complemento psicológico y
político del plan Fortaleza 87, cuyos objetivos eran modernizar las estructuras, colaborar con los programas
de asistencia gubernamentales; crear las condiciones para el retorno de los refugiados y poblaciones en
resistencia y fortalecer la imagen internacional del Gobierno.356  El Plan incluyó una ofensiva militar a
finales de ese año que representó un esfuerzo por presionar a las bases guerrilleras en las que se involucraron
el mayor número de tropas móviles que se conocería en la guerra, con intenciones similares a la ofensiva de
1982. Ahora buscaban combinar el aniquilamiento de la tropa guerrillera en su propio terreno y tomar bajo su
control las "Comunidades de Población en Resistencia", CPR, para disminuir el posible apoyo de esa
población a la insurgencia y debilitar la posición de la URNG en las conversaciones con el Gobierno.

475.

     Siguiendo los procedimientos de Esquipulas II en septiembre el Gobierno creó la Comisión Nacional de


Reconciliación (CNR),357  constituida por funcionarios, personalidades políticas y de la Iglesia Católica.
Monseñor Rodolfo Quezada Toruño fue nombrado coordinador y propició encuentros con sectores civiles y
con la guerrilla para iniciar las negociaciones de paz. La URNG mantuvo su propuesta de que las
conversaciones eran para encontrar salidas democráticas antes que una salida política de la guerrilla e hizo
público un documento llamado "Carta Política por la Salvación Nacional" donde reforzaba sus planteamientos
programáticos y buscaba involucrar nuevos sectores al diálogo.358  Entre el 7 y el 9 de octubre de 1987 se
dieron las primeras conversaciones entre representantes del Gobierno y de la URNG en España, en las que
aunque no se llegó a ningún acuerdo, se acordaron mecanismos de comunicación.
476.

     En noviembre el Gobierno declaró que no se reanudarían las conversaciones con los insurgentes, ante la
oposición de diferentes sectores entre los que se encontraban los llamados "Oficiales de la Montaña".359 
También en ese mes se dieron los primeros indicios de intentos de golpe de Estado y en enero de 1988 hubo
otro movimiento en ese sentido. Ambos fueron solucionados con las destituciones de los militares implicados
y ascensos de otros.360  El 11 de mayo de 1988 tropas y oficiales se insubordinaron y realizaron una prueba
de fuerza. Varias negociaciones entre el alto mando y los insubordinados dieron fin al conflicto y al mes
siguiente se decretó una amnistía.361  Este movimiento inauguraría el recurso de los golpes de Estado
técnicos; es decir, movimientos de presión que sin romper el orden constitucional obligaban al Gobierno a
ceder en torno a las demandas.

477.

     La represión, actos intimidatorios, desapariciones de personas, o atentados, como el producido contra el
periódico, La Epoca, el cierre de los noticieros Aquí el Mundo y Siete Días, se mantuvieron como los rasgos
violentos o de expresiones de intolerancia gubernativa.362  En la Policía Nacional se produjeron cambios, se
renovó la incidencia de los militares en su dirección, a la vez que se destituyó al ministro de Gobernación y el
Gobierno nombró a una persona de confianza. Al mismo tiempo se implantó un nuevo sistema de seguridad
llamado Sistema de Protección Civil -SIPROCI- que integraba a todas las fuerzas de seguridad bajo el mando
militar encargado de la policía.363 

478.

     En 1989 la tensión entre el Gobierno y el Ejército siguió aumentando. En el mes de mayo se hablaba
públicamente de diferencias entre los jefes militares y el presidente, así como de inminentes golpes de Estado.
Así mismo circulaban los comunicados de los "Oficiales de la Montaña" insistiendo en considerar que el
triunfo militar contra la guerrilla se diluía por la flexibilidad de la vida política. La crítica interna en el seno de
las fuerzas armadas había dado como resultado la toma del control por parte de los sectores llamados
"constitucionalistas", dirigidos por el ministro de la Defensa, general Gramajo. El tema que ahora se discutía
en al interior del Ejército era el de obtener la derrota política de la guerrilla vía la cooptación política y el
desgaste militar a mediano plazo. En ese contexto aparecieron nuevos escuadrones de la muerte, amenazas,
actos de violencia y denuncias de asesinatos en varios lugares del país.364  Mientras, la URNG hablaba de un
vacío político.365 

479.

     En este contexto el Ejército lanzó una nueva campaña militar llamada "Ofensiva del Pueblo 89", dirigida
especialmente contra las CPR del Ixcán y del área ixil. Los objetivos de la ofensiva eran una continuación de
las campañas anteriores. Esta se vinculaba al plan llamadoFortalecimiento Institucional 89 cuyos objetivos
481.

     A pesar de la tensión, la firma en marzo de 1990 del documento de intenciones "El acuerdo básico para la
búsqueda de la paz por medios políticos" en Oslo, Noruega, por parte de la URNG y la CRN abrió nuevas
expectativas. En éste se planteaba la realización de varias reuniones entre la URNG y diversos sectores de la
sociedad guatemalteca para intercambiar opiniones sobre la paz y sobre las necesidades del país.366  El
anuncio motivó declaraciones a favor por parte de las fuerzas políticas, mientras el Ejército se contuvo en
hacer declaraciones. Sin embargo, poco antes de realizarse la reunión, aceptaron con la condición de que
estuvieran mediadas por la CRN.367 

482.

     En el campo militar en 1990, con el Plan Avance 90, el Ejército retomó sus operaciones en las áreas de
concentración guerrillera buscando afectar constantemente a las CPR, así como obligar a las fuerzas
guerrilleras a desgastarse y concentrarse en la defensa de aquella población. En estas campañas militares y
guerrilleros buscaban ganar posiciones en el marco de los diálogos.

483.

     En mayo y junio se produjo el encuentro entre la URNG y los representantes de 19 partidos políticos en El
Escorial, España firmándose un acuerdo donde se plantearon reformas constitucionales para fortalecer el
proceso de democratización sobre la base de cambios institucionales y jurídicos.368  El Gobierno calificó de
positivo el encuentro, aunque recordó que no se negociaba con gente armada y reafirmó como condición
básica la amnistía y la deposición de las armas.369 

484.

     Los cambios que se produjeron en la cúpula del Ejército entre junio y septiembre fueron interpretados
como expresiones de problema internos, de descontentos hacia las acciones gubernativas o como medidas
previsoras de los altos mandos para evitar nuevos 

eran garantizar la seguridad interna para el desarrollo de las elecciones y preservar los recursos naturales. Una
parte de sus acciones se dirigía a fortalecer la sección de Asuntos Civiles, en especial, las Patrullas Civiles
con nuevas funciones.

480.

     En el plano internacional, el proceso de disolución del mundo socialista a partir de agosto de 1989 y la
ofensiva militar del FMLN durante el mes de noviembre en El Salvador que demostró una situación que fue
definida de empate militar, la invasión de las tropas estadounidenses a Panamá en diciembre de 1989 para
derrocar al general Manuel Antonio Noriega y pocos meses después, en febrero de 1990, la pérdida de las
elecciones del FSLN en Nicaragua ante la oposición unificada, fueron hechos políticos que abrieron camino a
las soluciones negociadas en la medida que se percibió que se alejaba la amenaza comunista. En
consecuencia, el tema de la paz comenzó a ser motivo de debate público.

481.

     A pesar de la tensión, la firma en marzo de 1990 del documento de intenciones "El acuerdo básico para la
búsqueda de la paz por medios políticos" en Oslo, Noruega, por parte de la URNG y la CRN abrió nuevas
expectativas. En éste se planteaba la realización de varias reuniones entre la URNG y diversos sectores de la
sociedad guatemalteca para intercambiar opiniones sobre la paz y sobre las necesidades del país.366  El
anuncio motivó declaraciones a favor por parte de las fuerzas políticas, mientras el Ejército se contuvo en
hacer declaraciones. Sin embargo, poco antes de realizarse la reunión, aceptaron con la condición de que
estuvieran mediadas por la CRN.367 

482.

     En el campo militar en 1990, con el Plan Avance 90, el Ejército retomó sus operaciones en las áreas de
concentración guerrillera buscando afectar constantemente a las CPR, así como obligar a las fuerzas
guerrilleras a desgastarse y concentrarse en la defensa de aquella población. En estas campañas militares y
guerrilleros buscaban ganar posiciones en el marco de los diálogos.

483.

     En mayo y junio se produjo el encuentro entre la URNG y los representantes de 19 partidos políticos en El
Escorial, España firmándose un acuerdo donde se plantearon reformas constitucionales para fortalecer el
proceso de democratización sobre la base de cambios institucionales y jurídicos.368  El Gobierno calificó de
positivo el encuentro, aunque recordó que no se negociaba con gente armada y reafirmó como condición
básica la amnistía y la deposición de las armas.369 

484.

     Los cambios que se produjeron en la cúpula del Ejército entre junio y septiembre fueron interpretados
como expresiones de problema internos, de descontentos hacia las acciones gubernativas o como medidas
previsoras de los altos mandos para evitar nuevos  movimientos golpistas y mantener la línea de la estabilidad
nacional. En junio, fue asesinado en Petén el estadounidense Michael Devine, por lo que la embajada de su
país presionó por que se investigara el hecho. Así mismo, en septiembre y octubre fueron asesinados la
antropóloga Myrna Mack,370  cuyo trabajo de investigación se centraba en las condiciones de la población
desplazada, y el político Humberto González Gamarra, dirigente social demócrata que buscaba ampliar
espacios de participación política para sectores de izquierda.

485.

En los siguientes meses, representantes de URNG se reunieron con el CACIF en Ottawa, Canadá, con siete
denominaciones religiosas en Quito, Ecuador, con los representantes del sector sindical y popular, en
Metepec, Puebla, México, y finalmente con la llamada Instancia Multisectorial, en Atlixco, coincidiendo en la
urgencia de buscar la solución política y la de impulsar cambios constitucionales, así como promover que en
esos compromisos participara la mayor cantidad de sectores políticos y sociales para lograr una definición de
consenso371  y presionar por la negociación directa entre el Gobierno y la URNG.

486.

     En diciembre de 1990 una delegación de las CPR que había arribado a la capital después de lograr el
reconocimiento como población no combatiente por parte de algunas personalidades laicas y religiosas, pidió
se formara una comisión multipartita para verificar la situación de dichas comunidades.372  En ese mismo
mes, se produjo la masacre de Santiago Atitlán en la que murieron 14 vecinos.373  Dicho acontecimiento
abrió una protesta general, que se vio reforzado con la intervención inmediata del Procurador de los Derechos
Humanos, Ramiro de León Carpio, y el retiro del destacamento del poblado.

El nuevo movimiento social

487.

     El Gobierno de Vinicio Cerezo trajo consigo expectativas para el movimiento social. Uno de los sectores
que más rápido se rearticuló fue el sindical que aprovechó tanto la coyuntura política, el llamado del Gobierno
a la organización sindical de los trabajadores estatales374  y la existencia de demandas comunes. En febrero
de 1987, después de un año de acercamientos, varias uniones sindicales se aliaron para crear la Unidad en
Acción y plantearon al Gobierno peticiones comunes.375  Las protestas sociales, las manifestaciones de todo
tipo y las huelgas de trabajadores estatales se hicieron frecuentes.376 

488.

     En los primeros dos años de este Gobierno, los maestros, el GAM y los sindicatos estatales se convirtieron
en los protagonistas de los sucesos reivindicativos. Los primeros protestaban por el Acuerdo 979-86 que
reorganizaba el sistema de supervisión acorde con el proceso de descentralización gubernativa, a la par que
planteaban otras demandas laborales. Sin embargo, el requerimiento del GAM de crear una comisión
investigadora sobre los desaparecidos fue lo que resultó más conflictivo. La relación entre Gobierno, el
Ejército y esa organización resultaba tirante al criticar estos las acciones del GAM.377 
489.

     En abril de 1986 el sacerdote Andrés Girón encabezó una marcha desde Nueva Concepción, Escuintla,
hasta la ciudad capital en la que participaron alrededor de 15.000 campesinos de la Costa Sur, en pro de
tierras y crédito agrícola,378  en su mayoría pertenecientes al llamado "Movimiento Pro-Tierras", el cual
demandaba el acceso a tierras y al crédito agrícola para un sector del campesinado de esa zona. Tal
movimiento surgió como un problema regional, vinculado al liderazgo del sacerdote en una relación
clientelista y con clara tolerancia del Gobierno,379  el cual negoció la compra de tierra para ser distribuida
entre los demandantes buscando aminorar las dudas sobre una posible política de confiscaciones, al mismo
tiempo que amenazó con usar la fuerza para aquellos que interpretaran los ofrecimientos  gubernamentales
como permiso para invadir tierras.380  En la ciudad también se dio un surgimiento de organizaciones en pro
de viviendas o servicios públicos. Estos movimientos renovaron el tema de la tierra resurgiendo, en una
polémica liderada por la Iglesia Católica sobre la tenencia de la tierra, derecho de propiedad y política
redistributiva del Estado.

490.

     Poco después, el anuncio de nuevos impuestos inició la protesta de los estudiantes y comerciantes de
mercados, así como de las centrales sindicales, protesta que se extendió a los departamentos. Entre ellos el
impuesto sobre la renta fue el más conflictivo, lo que llevó al congreso a congelar los alquileres y al control
de precios como medida conciliatoria. Los partidos políticos de oposición y el CACIF se opusieron al
conjunto del paquete tributario, pero ante el desarrollo de los acontecimientos decidieron negociar con el
Gobierno.381  Más tarde, la UNAGRO presentó un recurso de inconstitucionalidad a la ley del impuesto de
bienes inmuebles para obtener su derogación o reforma.382  En diciembre continuaron las protestas y
negociaciones en torno al paquete tributario y al aumento de los precios en la tarifa eléctrica aprobado por el
Gobierno.

491.

     Los dos últimos años del Gobierno de Cerezo se caracterizaron por las protestas sociales, el peso de una
creciente violencia común, el diálogo nacional, los intentos de golpe de Estado. La liberación de precios en
los artículos básicos, el alza del precio de la energía eléctrica y permitieron al movimiento sindical una
bandera política cuando los relacionó con el estancamiento de los salarios. Las protestas sociales y lo paros
laborales fueron en aumento, y sobre todo presentaron un rasgo de desarrollo organizativo y de
fortalecimiento de la capacidad de dirección del movimiento sindical creándose la Unidad de Acción Sindical
y Popular (UASP). Con ello se inició un nuevo período de manifestaciones de diverso tipo que finalizaron en
marzo con el "Pacto Social 88" firmado entre el Gobierno y la UASP. Este acuerdo hizo desconfiar al sector
empresarial que también se opuso al alza de la tarifa eléctrica.

492.

     El proceso de reactivación del movimiento social en el campo se dio con características similares, aunque
no igualmente movilizadoras. El CUC, reapareció luego de varios años en la clandestinidad al ser considerado
un brazo político de la guerrilla. Más que apoyar la discusión de la tenencia de la tierra, que otros grupos
planteaban, buscaba la movilización de los trabajadores agrícolas cañeros y cafetaleros en pro de mejores
condiciones de trabajo, en especial en relación con el salario mínimo, además de incluir las demandas de los
sectores campesinos afectados por el enfrentamiento.383  De esta forma inició tanto una lucha reivindicativa
como de legitimación de su presencia política. Sus demandas crearon tensión con el Gobierno y la UNAGRO,
sin que se produjeran resultados concretos, pues se concentraron en mantener la discusión en un órgano de
concertación oficial y técnico sobre la posibilidad o no de incrementar salarios.

493.
     En abril de 1998 los miembros de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG),
instancia formada por diferentes agrupaciones políticas en el exilio, visitaron el país. Una visita que resultó
polémica cuando las autoridades detuvieron al ex decano de la Facultad de Medicina, Rolando Castillo
Montalvo y a la dirigente maya Rigoberta Menchú, y le aplicaron forzosamente la amnistía como símbolo de
sometimiento al Estado, acto que ellos rechazaron públicamente. Su arribo, su captura, las conversaciones que
desarrollaron y las manifestaciones en su apoyo produjeron debate. En todo caso, lo novedoso era que
significaba la presencia pública de la izquierda y coincidía con el agitado ambiente laboral de presiones
reivindicativas. Pero también dieron contenido a la crítica conservadora, que al menos simbólicamente hizo
restaurar la imagen de la "Mano Blanca" y criticaba al Gobierno de comunista por permitir la presencia de los
miembros de la RUOG.

494.

     En agosto de 1988, monseñor Rodolfo Quezada Toruño convocó a la realización de lo que se denominó el
"Gran Diálogo Nacional" que buscaba involucrar a todos los sectores de la sociedad civil en la búsqueda de
consensos para allanar el camino de la negociación de la paz. Diferentes factores como la discusión de las
organizaciones que tenían legitimidad para participar o no, retrasaron la instalación de este diálogo hasta
febrero del siguiente año, fundamentalmente se centraba la discusión en la negativa gubernamental para que
participaran delegados de la URNG, del Foro Democrático Guatemalteco, de la RUOG, del CUC y del GAM.
Al final, los dos últimos fueron aceptados en la medida que participaban dentro de la UASP y tenían presencia
interna384 . Sin embargo, el sector empresarial no participó porque ponía en duda los resultados en cuanto a
la solución de los problemas nacionales y por considerar que no había para ellos un interlocutor valedero.

495.

     Durante este período también se renovó y amplió el debate sobre los derechos humanos con el surgimiento
de nuevas organizaciones que representaban a las víctimas del enfrentamiento. Entre ellas estaban el Comité
Nacional de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA), que agrupaba a viudas indígenas del altiplano occidental
cuyas demandas se centraban en torno a necesidades de sobrevivencia, el rechazo a las patrullas civiles y al
reclutamiento militar de sus hijos. El Consejo de Comunidades Etnicas Runujel Junam (CERJ), impulsó la no
participación en las Patrullas Civiles, y ambas se oponían a lo que consideraban el carácter militarizado de la
sociedad. También surgió la Comisión de Investigación, Educación y Promoción de Derechos Humanos
(CIEPRODH), y un poco más tarde el Consejo Nacional de Desplazados de Guatemala (CONDEG). En ese
período, se produjeron varios conflictos en relación con las Patrullas Civiles y con la violación de los
derechos humanos.

496.

     En relación al movimiento social en el campo durante 1988 y 1989 el CUC llevó a cabo movilizaciones en
la Costa Sur buscando el aumento del salario por jornal, concluyendo con una huelga durante el mes de enero
de 1989 que llevó a la Unión Nacional de Ganaderos y Agricultores (UNAGRO), a aceptar discutir la
propuesta, incorporándose el CACIF a las conversaciones en abril pero sin que se llegara a una solución
favorable para los trabajadores. Pero el tema del campo asumió mayor protagonismo con las invasiones de
tierra que se produjeron en diferentes partes del país durante los dos últimos años. La polémica fue inmediata
y se discutió si la cuestión agraria debía verse de manera integral o focalizada según el tipo de demandas.

497.

     La movilización más grande que se dio en este período fue la huelga magisterial que se inició en mayo y
culminó en agosto de 1989. Durante estas trece semanas de huelga se dieron momentos importantes en los
que se llegó a paralizar casi toda la actividad estatal por el apoyo que los sindicatos de este sector brindaron al
Magisterio. El Gobierno adoptó medidas para provocar el alargamiento del conflicto que buscaban cansar a
los trabajadores en huelga. De tal manera que muchos de los trabajadores estatales, que en principio apoyaron
a los maestros, terminaron por regresar a sus puestos de trabajo. En ello influyó también el hecho de que el
Gobierno comenzó a destituir a trabajadores sindicalizados tanto del Magisterio como de otras instituciones.
Asimismo, hubo represión hacia los holgantes a través de amenazas veladas o directas y mediante la
utilización de las fuerzas de seguridad para disolver las manifestaciones que en muchos casos dieron
resultados de varios maestros heridos en distintos puntos del país.

498.

     Al final el Gobierno no dio cabida a las peticiones de los maestros y estos debieron regresar a sus puestos
de trabajo con la pérdida de el salario de medio mes y prolongar el ciclo escolar hasta el mes de noviembre.
Aunque los objetivos por los cuales los maestros y otros trabajadores estatales se aglutinaron eran más de
carácter salarial y no fueron logrados, con esta huelga se puso en evidencia el carácter movilizador que las
organizaciones sindicales habían alcanzado ya en los dos últimos años de Gobierno de Cerezo. Incluso la
huelga magisterial tuvo una duración como nunca antes hubo en la historia del magisterio y del país.

El Gobierno de Jorge Serrano Elías

499.

     En 1990 se llevó a cabo la primera ronda electoral para sustituir a Vinicio Cerezo Arévalo en la
presidencia. Entre los 14 partidos políticos participantes obtuvo el primer lugar la Unión del Centro Nacional
(UCN), que postulaba a Jorge Carpio Nicolle, y en el segundo lugar surgió sorpresivamente el Movimiento de
Acción Solidaria (MAS), que postulaba a Jorge Serrano Elías. En enero de 1991 se realizó la segunda ronda
que ganó Serrano Elías, tras formar múltiples alianzas las cuales condicionarían su actuación política y
determinaron un gabinete compartido con políticos y empresarios. El nuevo Gobierno trató de negociar un
pacto social con la iniciativa privada y con los sectores laborales sin resultados. Por otro lado, propuso un
nuevo plan de seguridad dirigido a controlar la delincuencia común, en especial el robo de carros, robo de
furgones y narcotráfico, prácticas ligadas a la impunidad y a la corrupción estatal.

500.

     En el mes de abril de 1991, el presidente Serrano presentó la "Iniciativa para la Paz Total de la Nación"
con la que planteaba retomar el diálogo con la URNG. Pese a la desconfianza de la URNG, las reuniones se
reiniciaron en México y en ellas participaron delegados gubernamentales y militares, estos últimos como parte
de la representación gubernamental. En estas reuniones se firmó el "Acuerdo de México", también conocido
como "Procedimiento para la búsqueda de la Paz por medios políticos".

501.

     En el mes de julio, las delegaciones de la URNG y el Gobierno se reunieron en Cuernavaca, México, y
discutieron temas como la democratización y los derechos humanos. Mientras tanto, organizaciones no
involucradas buscaban incidir planteando sus propios conceptos. A finales de julio, en Querétaro, México, las
delegaciones del Gobierno y la URNG firmaron el "Acuerdo de Querétaro" o "Acuerdo Marco del Proceso de
Negociación para el logro de la democracia funcional y participativa".

502.

     Ese mismo año, los casos Devine y Myrna Mack385  convirtieron el tema de la impunidad en uno de
discusión nacional y derivaron en los primeros juicios contra militares involucrados en actos delictivos. El
Gobierno argumentaba que no podían garantizarse los derechos humanos por causa del enfrentamiento
armado mientras sus opositores consideraban que debía darse un esfuerzo por fortalecer el Estado de derecho,
aún en el proceso de enfrentamiento. A estos casos, se les unió posteriormente el de Efraín Bámaca, que
replantearía el problema del derecho humanitario de guerra.386 

503.

     A principios de 1992, las alianzas iniciales de Serrano con el PAN se rompieron y los miembros de este
partido que participaban en el Gobierno se retiraron, en especial, el canciller Alvaro Arzú. Por consiguiente,
Serrano buscó apoyarse en la DC y la UCN, con los cuales hizo un pacto para alternar la presidencia del
Congreso.387  Sin embargo, salieron a luz varios problemas que involucraban a diputados, al mismo tiempo
que se conocía de los niveles de corrupción supuestamente promovida por el Gobierno para alcanzar acuerdos
legislativos que le favorecieran.

504.

     En enero de 1993 en su discurso presentado ante el Congreso, el presidente Serrano planteó una nueva
propuesta para continuar con el diálogo de paz. Aceptaba las demandas sobre los derechos humanos, incluía
la posibilidad de obtener la verificación directa de la ONU e insistía en un cese de fuego y en la ubicación de
la guerrilla en determinados territorios para firmar la paz en un plazo de 90 días. Al mismo tiempo Serrano
acusaba a la URNG de haber ganado un espacio diplomático, de falta de voluntad y de haber impulsado un
movimiento de masas, apoyándose más en el plano político que en el militar. Por su parte, el Ejército desde
1992 había lanzado nuevas operaciones militares en los frentes guerrilleros, en el marco del
plan Consolidación de la Paz 1992.

505.

     Al iniciarse el Gobierno de Serrano Elías el movimiento social se fue adentrando más en la consolidación
de espacios de participación que se habían iniciado en 1984 con el GAM, pero que poco a poco fueron
expandiéndose en la lucha pro derechos humanos, en la búsqueda de la paz y contra la impunidad. En relación
a este último aspecto las demandas de la hermana de Myrna Mack, asesinada en septiembre de 1990, para que
se ejerciera justicia contra los autores materiales e intelectuales del hecho abrieron un nuevo frente que pronto
fue apoyado por diferentes sectores del movimiento social que poco a poco fue conociéndose como sociedad
civil.

506.

     La celebración de un encuentro continental de pueblos indígenas en torno a la celebración de los 500 años
del arribo de los europeos al continente americano, dio oportunidad a diversidad de organizaciones mayas de
asumir un papel más protagónico en el mundo político, esta vez con reivindicaciones propias y no
principalmente vinculadas a factores sociales o clasistas con las que anteriormente habían participado en el
movimiento campesino.388  Asimismo, el proceso fue estimulado por el otorgamiento del Premio Nóbel de la
Paz a Rigoberta Menchú Tum, mujer k'iche' y conocida defensora de los derechos de los pueblos indígenas, la
aprobación del Convenio 169 y las negociaciones de paz que incluyeron en su agenda, el tema de la identidad
y los derechos de los pueblos indígenas.

507.

     En los primeros meses de 1992 se produjeron varias amenazas a estudiantes y a periodistas, en algunos
casos llegaron convertirse en atentados y asesinatos, en especial cuando se dinamitó la sede de la Asociación
de Estudiantes Universitarios -AEU-389  quien acusó al Ejército de ser actor de las medidas represivas,
mientras los militares respondían con que iban a enjuiciar por difamación al principal dirigente estudiantil.
Las protestas estudiantiles, campesinas y de empleados públicos eran vistas por el Gobierno como una forma
política de fuerzas favorables a la insurgencia para hacer avanzar el proceso de paz; los atentados con bombas
eran analizados como producto de fuerzas de derecha con interés desestabilizador.
508.

     En torno a las conversaciones entre refugiados y Gobierno hubo momentos de estancamiento debido a la
exigencia de los primeros para que fueran restituidas sus tierras abandonadas pues muchas de ellas habían
sido cedidas a otras personas por el Gobierno mientras los refugiados estuvieron en México. No obstante,
siguieron las reuniones de la comisión multipartita y del Ministerio de Defensa en torno a los refugiados y el 8
de octubre de 1992 se firmó un acuerdo con las Comisiones Permanentes de Refugiados en México (CCPP)
que garantizaba su retorno. En este contexto se produjo el primer retorno masivo de refugiados de México el
20 de enero de 1993. Paralelamente, se mantenía la discusión sobre la situación de las CPR, en donde con
frecuencia se denunciaban bombardeos militares que eran negados por el Ejército y seguían acusando a los
pobladores de tener vínculos con la guerrilla.

509.

     Las dificultades que el Gobierno de Serrano Elías encontraba para avanzar en sus proyectos, unido a la
condición de minoría parlamentaria en que se encontraba y al estilo autoritario del gobernante, hicieron de la
corrupción una forma de negociación. El 25 de mayo de 1993, tras reunirse con miembros del Ejército y de
considerar la situación como ingobernable, Serrano optó por un autogolpe, disolvió el Congreso, la Corte
Suprema de Justicia y amenazó con aplicar similares medidas al Procurador General de la Nación y al
Procurador de los Derechos Humanos, suspendiendo varios artículos de la Constitución de la República.
Además suspendió 46 artículos de la Constitución. La idea de Serrano se basaba en la posibilidad de dar un
golpe de este tipo sin afectar la Constitución, al mismo tiempo eliminando los obstáculos de la gobernabilidad
para mantener el control político del país. El presidente buscaba apoyarse en los militares, pero algunos
sectores de inteligencia militar se opusieron a su permanencia en el Gobierno, demostrando una división en el
interior del Ejército y el debilitamiento de la posición de los altos mandos que había fomentado el golpe.

510.

     El Gobierno emitió medidas de censura a la prensa, lo que motivó la protesta de los medios. Los sectores
civiles que participaban en el diálogo iniciaron una movilización de protesta en las calles. Empresarios,
políticos, grupos profesionales y algunos sindicatos se opusieron abiertamente al golpe y formaron la
Instancia Nacional de Consenso (INC), la que se le unió el llamada Foro Multisectorial Social compuesto por
las organizaciones sociales, ONGs y de derechos humanos.390  El 1 de junio, tras un intenso movimiento de
las fuerzas políticas, la Corte de Constitucionalidad, presidida por el magistrado Epaminondas González,
tomó una decisión crucial en la historia política y de la justicia del país, desconociendo las facultades de
Serrano. El Tribunal Supremo Electoral, presidido por el licenciado Arturo Herbruger, se negó a aceptar que
el Congreso reformara la Constitución y se convocara a nuevas elecciones. Serrano Elías fue entonces
separado del poder y el ministro de la Defensa apoyó la decisión de que el vicepresidente Gustavo Espina se
convirtiera en presidente interino. Una vez más la Corte de Constitucionalidad levantó su voz, descalificando
a Espina por haber participado en el golpe.

511.

     La madrugada del 6 de junio de 1993 el Congreso, con la presencia de numerosos observadores,
periodistas, estudiantes, observadores extranjeros y ciudadanos comunes, nombró en el cargo de Presidente de
la República al ex Procurador de los Derechos Humanos, licenciado Ramiro de León Carpio. La crisis política
había sido superada por el movimiento de la sociedad civil incluyendo al empresariado, por la decisión de una
parte del Ejército y por la posición favorable de la embajada norteamericana. La novedad fue que el recambio
se mantuvo en el marco de la legalidad constitucional.

El Gobierno de Ramiro de León Carpio


512.

     Las primeras medidas del presidente de León Carpio se dirigieron a anular al sector militar golpista y a
buscar la depuración de varios diputados del Congreso relacionados con la corrupción. Por otro lado, el nuevo
presidente anunció que sin dejar el tema de la paz daría prioridad a los problemas de la política interna.
Inmediatamente se destituyó al ministro de la Defensa, general José Domingo Samayoa, y al Jefe del Estado
Mayor de la Defensa Nacional, general Jorge Roberto Perussina, ambos involucrados en el intento golpista de
Serrano y de Espina. El nuevo ministro de la Defensa, general Mario René Enríquez, anunció una nueva
tendencia dentro del Ejército con un programa de derechos humanos y otro de depuración interna, aunque se
negaban a la demanda de reducir sus efectivos.

513.

     A pesar del apoyo logrado por de León Carpio en los intentos de depurar por corruptos, a varios diputados
y al presidente de la Corte Suprema de Justicia, se enfrentó a la carencia de un marco legal. Por ello privilegió
una salida conciliatoria con las fuerzas políticas, no una basada en decisiones de fuerza. Para la depuración
del Congreso el ejecutivo propuso una consulta popular, lo que llevó a un debate sobre el procedimiento y
profundidad de la medida. Para unos era necesario una rápida y efectiva depuración, para otros era
conveniente mantener el proceso legal. Por otro lado, mientras el Ejecutivo proponía la consulta para
desplazar a los diputados, estos buscaban limitar la injerencia institucional del presidente. Con la mediación
de la jerarquía católica el Gobierno, los políticos y los empresarios aceptaron la realización de la consulta.

514.

     Los sectores sociales organizados criticaron el entendimiento entre la clase política y empresarial que se
limitaba a llevar a cabo reformas consideradas superficiales y no profundas y de consenso, tratando de hacer
coincidir lo que se discutía en el diálogo de paz con las necesidades políticas coyunturales. Al final, se
produjo un acuerdo político en el que se decidió elegir un congreso de transición al mismo tiempo que se
impulsaría un paquete de 42 reformas constitucionales a aprobarse en consulta popular.391 

515.

     El Gobierno anunció el fin de las funciones operativas del Departamento de Seguridad Presidencial,
conocido como "El Archivo", centro operativo de inteligencia militar para controlar a la oposición política y
relacionado con muchas violaciones de los derechos humanos. No obstante esa reestructuración, el hecho
produjo varias críticas al no disolverse totalmente la estructura militar sino sólo limitar su mandato operativo.
Asimismo, el Gobierno anuló los gastos confidenciales, que se habían convertido en una abierta forma de
corrupción.392  Por último, se mantuvo el tradicional sistema de rotación para consolidar en los puestos
militares al grupo que ahora apoyaba al gobernante, sin romper el mecanismo previsto por la Ley Constitutiva
del Ejército.393 

516.

     En marzo de 1994 se firmó el "Acuerdo Global sobre Derechos Humanos", en el cual se reconocía una
relación directa entre el respeto a los derechos humanos y la construcción de la paz, y se proponían
mecanismos concretos para su fortalecimiento. También se firmó el "Acuerdo de calendario de las
negociaciones para una paz firme y duradera en Guatemala" que exponía límites temporales a los puntos en
discusión. Estos acuerdos se vieron como un indicio real de una posguerra próxima.

517.

     A finales de junio, en Oslo, Noruega, se firmó el "Acuerdo sobre Reasentamiento de las Poblaciones
Desarraigadas por el Enfrentamiento Armado", que determinaba un marco para la reinserción de las
comunidades de población en resistencia y el retorno de los refugiados. Junto con este documento se firmó el
"Acuerdo para crear la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de las violaciones de los derechos
humanos y los hechos de violencia que han creado sufrimiento a la población guatemalteca". 518.

     En el mes de julio, de León Carpio anunció la iniciativa "Propuesta para el reinicio del proceso de Paz", en
la cual se solicitaba la moderación de la OEA y la ONU. Para los efectos, la CRN se disolvería mientras se
formaría la Comisión de Paz (COPAZ), la cual se oficializó en octubre.

519.

     En septiembre se acordó la creación de la Misión de la Naciones Unidas para la Verificación de los
Derechos Humanos en Guatemala -MINUGUA- encargada de verificar el acuerdo de derechos humanos.
Nuevas conversaciones entre la guerrilla y el Gobierno sobre el tema de los derechos indígenas no avanzaron.
A fines de 1994 la ONU envió una carta al presidente guatemalteco y a la URNG donde exponía su
preocupación por la falta de agilidad del proceso negociador y amenazaba con retirarse de su papel de
moderador.

520.

     Las negociaciones de paz continuaron con acuerdos importantes394  y se dio el reasentamiento de


comunidades de refugiados, pero algunos sectores de la sociedad guatemalteca tuvieron la impresión que el
Presidente de la República se encontraba en una posición de debilidad frente al sector empresarial y al militar.
La impresión se fortaleció por los estancamientos del proceso de paz y en octubre de 1995 cuando una
patrulla militar mató a once campesinos en la población Aurora 8 de octubre formada por refugiados recién
llegados en Xamán,395  Chisec, Alta Verapaz. Esta acción se produjo en las vísperas del arribo de la asesora
de la ONU, Mónica Pinto. A pesar de las acusaciones en contra del Ejército, el Gobierno lo atribuyó a un acto
aislado. Sin embargo, el informe de verificación de MINUGUA profundizó con mayor claridad dicha
responsabilidad. Lo anterior motivó la remoción del ministro de Defensa Mario Enríquez, cargo que asumió el
general Marco Antonio González, uno de los delegados militares en la negociación. Por ese mismo tiempo,
como un acto simbólico de buena voluntad y reconciliación, se repatriaron oficialmente los restos del coronel
Jacobo Arbenz Guzmán.

Finalización del enfrentamiento

521.

     En enero de 1996, las nuevas elecciones llevaron a la Presidencia de la República a Alvaro Arzú Irigoyen,
candidato del Partido de Avanzado Nacional. Durante el primer año de gestión de su Gobierno se dio una
clara prioridad de acelerar el proceso de negociaciones. De esa manera el Gobierno y la URNG concluyeron a
finales de 1996 el largo proceso de negociaciones que, contando con la participación de las Naciones Unidas,
en calidad de moderador y con el respaldo de la comunidad internacional, culminó en la firma el 29 de
diciembre de los Acuerdos de Paz. Los Acuerdos establecen compromisos que representan un logro de
incomparable relevancia en la historia nacional de las últimas décadas.

522.

     Durante el largo proceso de búsqueda de una solución política, iniciado en 1987, la intensidad del
enfrentamiento armado había disminuido sensiblemente. Sin embargo, durante este período, la violencia, la
impunidad y la militarización de la sociedad prevalecían aún en Guatemala. Considerando que existía la
oposición de grupos hostiles al proceso de paz en razón de intereses diversos y la complejidad del contexto
nacional, la CEH reconoce el admirable esfuerzo y valor de los hombres y mujeres que contribuyeron al logro
de la firma de los Acuerdos después de nueve años de acercamiento y negociación entre las partes: los
presidentes de la República durante este período y los funcionarios de las administraciones que participaron
en la negociación y en la activación de las primeras iniciativas conciliatorias; la Comandancia de la URNG;
los ciudadanos que intervinieron en la Comisión Nacional de Reconciliación y la Asamblea de la Sociedad
Civil, así como el sector religioso y, de modo especial, la Iglesia Católica. Se destaca también el aporte
significativo de los representantes del Ejército a este proceso.

523.

     En los últimos años el proceso de reconciliación sigue avanzando; se trata de un proceso largo y complejo,
cuyo éxito depende de que sea asumido por la sociedad entera y que la verdad histórica sobre el
enfrentamiento armado se vuelva parte de la conciencia nacional. Para que la memoria histórica sea
definitivamente asumida, es necesario sacarla del silencio donde la colocó el miedo y el terror.

524.

     En este sentido, es importante señalar algunos elementos alentadores como el Punto Resolutivo Número 6-
98, aprobado por unanimidad por el Congreso de la República, donde se estableció que: "la memoria histórica
es parte de la cultura social y que esa misma debe ser inspiración de reconciliación y paz, para que los hechos
acaecidos  nunca más vuelvan a repetirse en la sociedad guatemalteca... [y] Que en el año de
1980 un grupo de campesinos hizo suyos los sufrimientos, necesidades y peticiones de la
inmensa mayoría guatemalteca que se debate entre la pobreza y pobreza extrema, al tomar
la Embajada de España con el único fin de que el mundo conociera su situación".
Asimismo, entre otros puntos, resolvió: "Solidarizarnos con los familiares de quienes
dieron su vida por encontrar el camino para un mejor futuro y alcanzar la paz firme y
duradera... [y] Exhortar a la sociedad guatemalteca a efecto de que conmemoremos estos
acontecimientos que son parte de la historia de Guatemala...".

342  Tribunal Supremo Electoral, Memoria de las elecciones generales celebradas en noviembre y diciembre
de 1985. Regrese al Texto

343  Víctor Gálvez, Transición política y régimen político en Guatemala, 1982-1988, Costa Rica, FLACSO,
Cuadernos de Ciencias Sociales, No. 44., pg. 60-72. Regrese al Texto

344  Decreto-Ley 1-86. Regrese al Texto

345  Decreto-Ley 8-86. Regrese al Texto

346  Decreto-Ley 17-86. Regrese al Texto

347  Decreto-Ley 19-86. Regrese al Texto

348  Decreto-Ley 26-86. Regrese al Texto

349  Héctor Alejandro Gramajo, ob. cit., 1995, pg. 254. Regrese al Texto

350  Héctor Alejandro Gramajo, ob. cit., 1995, pg. 258-259. Regrese alTexto
351  Antes de asumir el Gobierno Cerezo viajó a México para reunirse con el presidente Miguel de la
Madrid, Proceso, México, 22 de diciembre de 1985. A partir de ello comenzó a hablarse del posible retorno
de refugiados. Prensa Libre, 10 de enero de 1986. Regrese alTexto

352  Prensa Libre, 16 de agosto de 1987. Regrese al Texto

353  Prensa Libre, 18 de septiembre de 1987, El Gráfico, 18 de septiembre de 1987. Regrese al Texto

354  Crónica, No. 14, 1988. El Gráfico, 4 de diciembre de 1987. Regrese al Texto

355  Esta ampliación es una continuidad de la amnistía del Gobierno de Mejía Víctores, decretada en enero de
1986. Regrese al Texto

356  Héctor Alejandro Gramajo, ob. cit., 1995, pg. 272-274. Regrese alTexto

357  Panorama, No. 19, 1987. Regrese al Texto

358  URNG, Carta Política por la Salvación Nacional, 1 de octubre de 1987. Regrese al Texto

359  Los "Oficiales de la Monttaña" era un grupo formado por militares y políticos conservadores. Regrese
al Texto

360  Héctor Alejandro Gramajo, ob. cit., 1995, pg. 280-283. Prensa Libre, 3 y 9 de enero de 1988. Regrese
al Texto

OTRA DEFINICION U ORIGEN DE LA TRANSICION POLITICA…

Antonia Martínez Rodríguez


Transición política (La) Universidad de Salamanca

>>> ficha técnica
 

EN TORNO AL SIGNIFICADO DE TRANSICION POLITICA

Hace casi dos décadas, países como Portugal, Grecia o España se vieron inmersos en procesos
de resurgimiento democrático que se extendieron, con posterioridad, a otros ámbitos espaciales
como la región latinoamericana, algunos casos de Africa y Asia, y los más recientes de Europa del
Este. A su vez, estos procesos de cambio de régimen político influyeron sobre la producción de las
ciencias sociales que, tanto a nivel teórico como de estudio de caso, han conformado a
las transiciones como un objeto básico de análisis. Esta influencia se acompañó de variaciones
metodológicas significativas. En los años previos, los análisis de los politólogos privilegiaban, en
gran medida, que precondiciones favorecían la emergencia y estabilidad de las democracias
(Lipset, 1959), o porqué se producía la quiebra de las mismas (Linz y Stepan, 1978). Por el
contrario, la ola política de (re)democratización se ha visto acompañada de una abundante
literatura académica sobre cómo se produce el renacimiento de la democracia, a través de
relacionar los resultados de los procesos de transición con sus factores determinantes. A ello
contribuyó la publicación del artículo de Dankwart A. Rustow (1970: 337-363) y su énfasis en la
necesidad de distinguir entre la génesis de las democracias y la estabilidad de las mismas. Su
articulación en torno a que los análisis sobre las democracias debían basarse en las relaciones de
causalidad, antes que en las correlaciones propias de la escuela funcionalista, se significó como el
inicio de una nueva vertiente metodológica que influyó en las siguientes investigaciones,
caracterizadas éstas por el estudio de las élites y de sus estrategias en los procesos de cambio de
régimen político. Uno de los estudios pioneros desde esta perspectiva minimizó la importancia de
los factores estructurales y postuló la autonomía explicativa de la esfera política (O'Donnell y
Schmitter, 1988). Así, las estrategias de investigación de los análisis sobre los procesos de
transición política han minimizado la importancia de la esfera socio-económica como uno de los
factores determinantes del desarrollo político. Por el contrario, el estudio sobre el comportamiento
de los actores políticos se ha mostrado como una dimensión relevante para el análisis de los
procesos de cambio de régimen político. De conformidad con esta óptica metodológica, los
procesos de transición estarán determinados por la acción política de los actores políticamente
significativos. En este sentido, las investigaciones sobre transiciones se adhieren a los análisis que,
desde la Ciencia Política, postulan un margen de libertad de acción a determinados actores por
encima de los condicionantes de carácter estructural. Por ello, y en lo que respecta a la dimensión
específica de los actores políticos, un análisis sobre las transiciones debe evaluar tres cuestiones.
La primera está relacionada con la necesidad de definir quiénes son aquellos que, con su acción
política, intervienen de forma directa en las transformaciones consideradas (Fuerzas Armadas,
partidos políticos, etc.). En segundo término, es preciso identificar el proceso seguido para la
reproducción de sus estrategias políticas (negociación, pactos, etc.). Por último, hay que reconocer
los hechos políticos a través de los cuales los actores evidencian tanto sus estrategias políticas
como los recursos de poder disponibles (constitución, elecciones, etc.). Complementariamente, la
nueva perspectiva aplicó un marco de análisis teórico que recuperaba el ámbito de lo político como
esfera explicativa per se. El desarrollo de esta vertiente analítica ha posibilitado avanzar en la
consideración de que la transición a la democracia sea un proceso uniforme alejado del
determinismo de los factores caracterizados como objetivos. Pero, a su vez, esta estrategia
investigadora ha recibido críticas por privilegiar la autonomía de la esfera política frente al
abandono de los planteamientos estructurales como base de justificación de la existencia y
estabilidad de las democracias. Sin embargo, esta opción analítica resulta razonable si se
considera a la democracia más como una cuestión de procedimiento que de sustancia, y si se
entiende por transición el proceso mediante (y durante) el cual determinadas reglas de juego son
transformadas hasta producir un nuevo orden (democrático) que influye en la capacidad decisoria y
los intereses de los actores. De ahí que no sea casual una de las metáforas elegidas al describir
este proceso como una guerra de movimientos (Schmitter, 1988: 7-9). La transición se percibe
como un contexto estratégico, con la presencia de diversas opciones, de dificil predictibilidad sobre
el comportamiento de los actores y en donde las acciones de carácter intrépido pueden producir
resultados notorios. Igualmente, con la utilización de esta metáfora se subraya la idea de que el
espacio propio de la transición se constituye como una acción orientada hacia la definición de las
reglas, y que esta acción se desarrolla en un marco normativo e institucional débilmente limitado.
Con ello aparece un nuevo elemento que define los procesos de transición política:
la incertidumbre (O'Donnell y Schmitter, 1988: 15-18). El contexto de incertidumbre que envuelve
los procesos de transición no permite definir de antemano las estrategias y los comportamientos de
los actores involucrados. Así, su argumento central reposa en el alto grado de indeterminación de
las acciones políticas de los actores, en tanto que son parte de un proceso de redefinición del
incierto contexto y de sí mismos. Este hecho implica que los conceptos acuñados desde esta
opción normativa observen de manera inductiva el cómo del proceso antes de responder
el porqué del mismo.

Dentro de esta opción metodológica, el concepto de transición política remite a un proceso de


radical transformación de las reglas y de los mecanismos de la participación y de la competencia
política, ya sea desde un régimen democrático hacia el autoritarismo, o desde éste hacia la
democracia. Pese a ello, el objetivo básico del estudio sobre las transiciones políticas aquí
realizado se articula en torno al análisis del paso desde un régimen autoritario hacia
uno poliárquico. Desde una perspectiva general, el término de transición hace referencia a un
proceso de cambio mediante el cual un régimen preexistente, político y/o económico, es
reemplazado por otro, lo que conlleva la sustitución de los valores, normas, reglas de juego e
instituciones asociados a éste por otros(as) diferentes (Santamaría, 1982: 372). Ello implica que las
transiciones no siempre se circunscriban a transformaciones políticas, sino que también puedan
afectar a otros ámbitos. Así, y además de la esfera política, habría que referirse a la económica,
institucional o a aquélla otra que afecta a la organización del Estado, y cuya conjunción en algunos
ámbitos espaciales ha sido caracterizado como de una revolución sin precedentes históricos (Offe,
1992: 927-928).

Con carácter normativo, un período de transición política (democrática) se define como el espacio
de tiempo que discurre entre la crisis de un régimen autoritario y la instauración de un sistema
político democrático (Maravall y Santamaría, 1988: 114). De manera simultánea, el concepto de
transición política también engloba, además de (los acontecimientos de) un período temporal,
un proceso causal que permite decidir sobre cuales son las transformaciones producidas en el
régimen autoritario que autorizan a considerar la nueva situación como de transición entre
regímenes (O'Donnell y Schmitter, 1988: 20). En este sentido, las principales modificaciones
acaecidas en el régimen autoritario se corresponden con las diversas fases consecutivas del
proceso de cambio político. Sin embargo, como toda decisión de carácter normativo, una
exposición secuencial de un proceso de transición política presenta dos problemas. El primero está
unido a la diferente óptica de cada uno de los actores considerados en relación a la percepción
sobre las fases de apertura. Así, la coalición autoritaria puede entender el proceso de transición
como una fase de reequilibrio del régimen, mientras que la oposición puede percibir ciertas
medidas liberalizadoras como un camino hacia la democracia. El segundo se relaciona con el
problema de definir el límite superior del proceso. De acuerdo con el esquema adoptado, la
transición finaliza mediante la quiebra del régimen autoritario y la instalación de un gobierno electo
por procedimientos democráticos, o, en términos de Giuseppe Di Palma, "cuando un acuerdo sobre
las nuevas reglas del juego democrático ha sido alcanzado y puesto en funcionamiento" (Di Palma,
1990: 138). Es decir, se trata de concluir el proceso mediante una institucionalización de carácter
formal-legal. Sin embargo, puede mantenerse que la transición sólo culmina cuando el nuevo
régimen democrático procesa los denominados legados autoritarios de índole política, o, incluso,
cuando se produce la renovación de la élite gobernante. Complementariamente, un proceso de
transición desde un régimen autoritario se caracteriza, de acuerdo con Leonardo Morlino, por la
modificación de las reglas de éste con relación a los grados de oposición que acepta, así como con
respecto a los grupos susceptibles de ser incluídos en la esfera de la toma de decisiones (Morlino,
1987: 57). Este periodo se caracteriza por su ambigüedad y una alta fluidez institucional, derivadas
tanto de la persistencia de normas y actitudes del anterior ordenamiento institucional, en
convivencia con otras propias del nuevo régimen que previsiblemente se instaurará, como de la
presencia de diferentes soluciones políticas apoyadas por los diversos actores inmersos en el
proceso de cambio de régimen. En términos similares, Enrique Baloyra entiende la transición
democrática como un proceso de cambio político que se inicia con la erosión de los componentes
autoritarios del régimen, y que pone de manifiesto un conflicto político entre diversos actores que
compiten por la puesta en práctica de políticas basadas en diferentes concepciones de gobierno,
sistema político y estado (Baloyra, 1987: 12-13). Dicho conflicto se resuelve mediante la quiebra
del régimen autoritario y la instalación de un gobierno comprometido o electo a través de los
procedimientos democráticos, si bien en algunos casos antes de las primeras elecciones
competitivas es posible determinar que se ha producido un giro democrático.

De acuerdo con la conceptualización expuesta, resulta posible ordenar la periodización de un


proceso de transición política conforme a dos dinámicas o dimensiones centrales definidas
como liberalización ydemocratización (O'Donnell y Schmitter, 1988: 20-27). Mediante la primera
se hacen efectivos ciertos derechos destinados a proteger a individuos y grupos sociales de los
actos arbitrarios o ilegales cometidos por el Estado, e indica el transcurso por el cual se amplían
ciertos derechos de ciudadanía, como las libertades de expresión y de asociación. Si bien el inicio
de este proceso se significa como una modificación importante respecto a la prácticas habituales
de los regímenes autoritarios, no es irreversible en la medida en que esta primera etapa de la
transición depende en gran medida de la voluntad del gobierno autoritario. Pese a ello, estas
prácticas pueden institucionalizarse aumentando, así, los costos de su posible eliminación. Se
tratará, a modo de ejemplo, de la flexibilización de las normas de control del régimen sobre los
medios de comunicación, o de la puesta en marcha de mecanismos y espacios legales, aunque
restringidos, de sindicalización. La dimensión denominada democratización supone la modificación
del régimen autoritario en sus procedimientos de representación política, de forma que las normas
democráticas se convierten en el mecanismo básico para la toma de decisiones y para la
delimitación del ejercicio del poder, caracterizándose, igualmente, por ser reversible. Ambas
dimensiones no suelen darse de forma simultánea, si bien a medida que se avanza en la
liberalización es más dificil contener las demandas de democratización, siendo una de las
principales incertidumbres de la transición si estas demandas serán lo suficientemente fuertes
como para generar dicho cambio, aunque no tanto como para originar una regresión autoritaria.
Por su parte, Adam Przeworski (1988: 93) identifica la dinámica de liberalización con el proceso de
desintegración del régimen autoritario, mientras que la de democratización la relaciona con la fase
de instauración de las instituciones democráticas. Ambas dimensiones sugieren, más allá de su
aportación conceptual, la distinción entre diferentes momentos (o rutas) de la transición. Como
regla general, la mayor parte de los procesos de transición política en Europa del Sur, América
Latina y Europa del Este, comenzaron con alguna medida tendente hacia la liberalización del
régimen autoritario, para pasar, a continuación, a la puesta en práctica de otras de carácter
democratizador. Desde esta opción analítica, resulta razonable considerar a la transición política
como el proceso mediante el cual determinadas reglas de juego son transformadas hasta producir
un nuevo orden democrático. Sin embargo, es posible observar ciertos casos en que ambas
dimensiones tienen lugar de forma casi simultánea, e incluso de manera opuesta a la lógica
referida. Esta alteración de la secuencia de las dimensiones puede producir la aparición
descompensada de las mismas. Así, tienen lugar casos de alta liberalización y baja
democratización, denominados dictablandas, y casos de alta democratización y baja liberalización,
denominadosdemocraduras (O'Donnell y Schmitter, 1988: 30). Estas desviaciones de la meta
común -el sistema democrático- indican la importancia de mantener un equilibrio en la evolución de
sendas dinámicas, mediante una compensación entre las presiones liberalizadoras y las
democratizadoras de acuerdo a una secuencia adecuada.

Pero )qué elementos nos indican que puede producirse un posible cambio de régimen? Un primer
indicador de que existen probabilidades para que se genere un proceso de cambio de régimen
político es la crisis del gobierno autoritario. Así, los casos de Europa después de 1945, de
Grecia, Portugal y España en la década de 1970, y de América Latina y Europa del Este en los
años ochenta, demuestran que la transformación de sus regímenes autoritarios en otros
democráticos se ha relacionado con la crisis producida al interior de los gobiernos de los primeros.
Sin embargo, el análisis de este tipo de situaciones puede ser desvinculado del estudio sobre las
transiciones hacia la democracia, ya que sólo a posteriori se pueden conectar estas crisis con el
origen de la transformación del régimen autoritario en uno democrático (Linz, 1990: 10). A pesar de
esta importante advertencia, es posible analizar la crisis del gobierno autoritario en base a cuatro
criterios sucesivos: las características del régimen autoritario y de la coalición gobernante; las
causas del proceso de erosión experimentado por la referida coalición; las manifestaciones de la
crisis; y, por último, si para la apertura de la transición política es causa suficiente y necesaria la
crisis de la coalición autoritaria. En este sentido, lo que requiere una atención inmediata es una
aproximación a las principales características del régimen y de la coalición gobernante en él. La
naturaleza y evolución del régimen autoritario se constituye en un elemento de decisiva influencia
sobre el proceso de transición. Las variaciones en el origen y composición, el grado de
movilización, el nivel de institucionalización, la eficacia en la satisfación de las necesidades
sociales y la existencia de principios de legitimidad, son algunos de los factores que contribuyen a
diferenciar al régimen de partida y, simultáneamente, al proceso transicional y a su resultado final
(Alcántara, 1992: 10-11).

Un régimen autoritario mantendrá su estabilidad mientras exista una coalición de actores que
apoyen a ese régimen y a la mayoría de sus políticas, es decir, cuando exista una
cohesionada coalición dominante que lo sustente. En este sentido, una ruptura al interior de esta
coalición será un factor fundamental en el origen de la crisis de éste. Sin embargo, )cuáles son las
condiciones significativas que determinan la erosión de la cohesión interna de la coalición
dominante? Desde una perspectiva global, la respuesta más obvia es aquélla que relaciona algún
tipo de transformación no controlada por el régimen que tenga la suficiente capacidad de influencia
sobre el comportamiento de los actores de la coalición dominante, siendo el factor más relevante
de este nivel la crisis de la legitimidad autoritaria (Morlino,1982: 99; Maravall y Santamaría, 1988:
114). La crisis de la legitimidad autoritaria desencadena tres manifestaciones propias de la
descomposición del régimen autoritario. La primera se concreta en el aumento del número de
socios insatisfechos en la coalición dominante debido a una menor satisfacción de sus demandas.
Esto origina, en segundo lugar, una erosión de la capacidad del régimen para limitar la expansión
del pluralismo. En último término, y como efecto de las dos manifestaciones anteriores, se
incrementan los umbrales de movilización política que va acompañada de una disminución en las
posibilidades de represión. En síntesis, la erosión de la cohesión de la coalición autoritaria se
evidencia en un doble efecto de socavamiento. Por un lado, el régimen ve reducida su legitimidad
y, por otro, se crean las condiciones para la presencia de opciones preferibles al mismo. Si bien
todo ello evidencia la crisis del régimen, es preciso cuestionarse en torno a la premisa de si sólo
dicho factor es elemento suficiente para garantizar un proceso de transición política. La crisis del
régimen no es motivo determinante para el inicio de un cambio político, sino que los altos umbrales
de imprecibilidad determinan el posible (re)surgimiento de otros destinos finales (Linz, 1992: 445).
Sin embargo, se coincide en que existe un punto de no retorno en el momento en que a la débil
legitimidad del régimen se unen, por una parte, una ostensible disminución de su eficacia en la
toma de decisiones políticas, y, por otra, unos incrementos del pluralismo político y de la
movilización social cuyos costos de represión son enormes. En esta coyuntura, el cambio de
régimen hacia un sistema democrático se presenta como una alternativa factible.

En este nivel es necesario cuestionarse sobre cuáles son las posibles rutas que pueden
presentarse en el marco de una transición. En estas líneas se hace referencia exclusiva a los
procesos de transición entre un régimen autoritario y uno democrático, si bien resulta evidente que
no todos estos procesos terminan en una (re)instauración democrática. Por el contrario, existen, al
menos, otras dos posibilidades: la estabilización de algún tipo de forma híbrida que combine ciertos
componentes autoritarios con la existencia restringida de principios democráticos, o el fracaso
global del impulso liberalizador con el consiguiente retorno al autoritarismo precedente. Sin
embargo, y de acuerdo a lo expuesto anteriormente, sólo se hace referencia al estudio de los
factores de carácter genérico que, en materia de coaliciones e instituciones, influyen (o no) en la
(re)democratización. Por tanto, esta estrategia analítica supone una taxonomía previa de las
posibles rutas democratizadoras, siendo necesario analizar cuales de sus combinaciones -ya que
en escasas ocasiones estas rutas aparecen en su estado puro en los casos concretos- presagian
un destino democrático en términos probabilísticos.

Una primera ruta de democratización tiene como dimensión central los factores internacionales,


ya sean económicos o políticos. En relación a estos segundos, los conflictos bélicos, y una
posterior ocupación, formaron parte esencial del proceso redemocratizador en los principales
cambios de régimen ocurridos en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Para Alfred Stepan
(1986: 108-117), resulta evidente que existió un nexo entre los sucesos postbélicos y la herencia
democrática/ capitalista, y la posterior estabilidad histórica de estas democracias emergentes.
Junto al conflicto bélico, se encuentran otros supuestos que pueden constituirse en elementos
relevantes en algunos de los casos que han experimentado procesos de transición, convirtiéndose,
en ocasiones, en factores determinantes que aceleran la descomposición del régimen autoritario.
Así, se destaca la política exterior de potencias extraregionales; el efecto dominó de otras
democratizaciones experimentadas en el área; los resultados adversos en conflictos bélicos; la
desintegración de la potencia dominante en la región y/o de la ideología defendida por aquélla
como modelo político para la zona; y, por último, la opción de vincularse a unidades
supranacionales de carácter ventajoso para lo que fuese preciso alcanzar una determinada
homologación democrática.

Una segunda ruta de democratización contempla, como dimensión central, los factores de


naturaleza doméstica. Dentro de este marco, la transición suele presentar dos fases de acuerdo
con el actor hegemónico en su definición. Estas fases o itinerarios revelan tanto las etapas de la
transición como el comportamiento estratégico de los actores durante la misma. La primera,
definida por el inicio del proceso de transición, tiene como protagonista a los actores de la coalición
autoritaria. Su comienzo puede venir determinado por la imposibilidad de elaborar políticas eficaces
que contengan las demandas sociales; por la probabilidad de que los que detentan el poder
puedan seguir desempeñándolo; por la consideración de que los costos de supresión son mayores
que los de tolerancia; o, finalmente, por la autopercepción negativa sobre los costos de reequilibrio
del régimen en contraste con los derivados de la democratización. La valoración de que el
mantenimiento del marco autoritario puede implicar la erosión de sus fundamentos corporativos, o
su desaparición, no sólo formal, del espectro político, pueden ser decisivos argumentos a favor del
comienzo del cambio de régimen. Esta opción se revela como la solución con menores costos toda
vez que queda establecida la participación de dichos actores en el proceso de transición y en el
sistema político futuro. La segunda ruta se muestra determinada por la acción política de las élites
partidistas opositoras y su recurso a la negociación. El establecimiento de un pacto, y de una
coalición que lo apoye, contribuye a minar las bases del gobierno autoritario y, simultáneamente,
se constituye en un marco sobre el que estructurar el futuro régimen democrático. Sin embargo, las
fuerzas opositoras pueden articular una estrategia basada en una violenta ruptura o revolución
sobre principios reformistas o marxistas prescindiendo de instrumentos menos radicalizados.

Estas dos rutas constituyen las modalidades de transición más usuales, si bien la presencia de
ambas dimensiones pueden ser ingredientes necesarios, pero no suficientes, para culminar un
proceso de transición con garantías de éxito. En este sentido, el cambio iniciado puede realizarse
en condiciones bastante precarias en la medida en que puede enfrentarse a una regresión
autoritaria encabezada por los sectores más conservadores del régimen, quienes también pueden
optar por impedir una rápida democratización volviéndola más lenta e incluso limitando el grado de
apertura. De forma similar, la instrumentación de un pacto por las élites opositoras puede ser
efímero, no logrando el objetivo transicional, o puede conducir a un resultado distinto al del
establecimiento de un régimen democrático (Stepan, 1988: 117-131). En todo caso, la posibilidad
de configurar algún tipo de pacto y la acción de los actores hegemónicos se evidencian como
indicadores probabilísticos de que una transición tenga posibilidades de éxito. Sin embargo, para
obtener dicho objetivo es más determinante que, en las etapas del proceso, el comportamiento de
los actores se guie por la voluntad de la coalición autoritaria que detentó el poder de retirarse, y, de
las organizaciones opositoras, para poner en marcha un nuevo orden democrático. En ambos
momentos, el papel desarrollado por la sociedad civil como actor político -a través de su
movilización social- constituye un ingrediente adicional importante, aunque insuficiente, para el
éxito del proceso de transición hacia la democracia (Morlino, 1982: 102; y, Stepan, 1988: 126-128).
Es esta estructura de carácter triangular, integrada por las motivaciones de la coalición dominante
para poner en marcha la apertura política, y por las estrategias de los partidos políticos, en el
desarrollo de la misma, así como el papel ejercido por la sociedad civil en la redefinición de ambas
dimensiones, la que constituye el contexto básico del proceso de transición hacia la democracia.

Finalmente, un tema al que hay que referirse es el de las transiciones y el objetivo democrático.
Conforme al modelo elaborado por Dankwart Rustow (1970: 353-361), un proceso de cambio de
régimen se desarrolla mediante la concatenación de tres fases sucesivas. La primera de ellas,
denominada fase preparatoria, se concreta en una situación de conflicto que enfrenta a los
detentadores del poder con diversas fuerzas opositoras, si bien tanto la composición de éstas
como las causas de la crisis varían en los diferentes contextos. La segunda etapa,
denominada fase de decisión, se articula sobre la decisión deliberada de institucionalizar algunos
aspectos decisivos del procedimiento democrático, lo que implica un acto de acuerdo deliberado y
explícito. Ello se concreta en el consenso básico entre los sectores de la coalición autoritaria y los
grupos opositores sobre su gestión al frente del aparato estatal; en la sustitución de la élite
autoritaria por otras fuerzas políticas que, mediante negociaciones, establecen unas normas
provisionales y buscan, con ello, recuperar la creencia en la legalidad de las futuras acciones
políticas de los nuevos actores; y, finalmente, el nuevo régimen, mediante la definición de sus
principales estructuras políticas, fundamenta una novedosa institucionalidad y dota de legitimidad
de origen al nuevo sistema político. A partir de ahí, las instituciones básicas del orden político
instaurado comienzan a operar de acuerdo a las nuevas reglas de juego. La última étapa es la fase
de habituaciónde políticos y ciudadanos a los valores y prácticas democráticas como mecanismo
de resolución de conflictos. En este nivel se destaca la consagración constitucional de una serie de
procedimientos e instituciones que posibiliten que los miembros de la sociedad establezcan sus
propias estructuras de poder mediante la garantía de los derechos civiles y políticos de sus
ciudadanos. Pero también es decisivo para reducir los riesgos de una posible regresión autoritaria
que el nuevo gobierno sea eficaz y que los diversos actores se habitúen a la legitimidad
democrática. Así, las nuevas reglas, mecanismos y procedimientos precisan, para su realización
efectiva, de un complejo proceso de institucionalización (Valenzuela, 1990). El principal
componente de éste es el aprendizaje político que se desarrolla durante los procesos de
transición. Pero un apredinzaje político que no hace referencia únicamente al marco legal
normativo, sino también a toda una serie de acuerdos no explícitos, de sistemas informales de
prescripción y proscripción. En definitiva, el proceso de aprendizaje, que afecta a todos los niveles,
es la forma genérica para lograr la emergencia y cristalización de las identidades, rutinas y criterios
compartidos para la resolución de los conflictos de cualquier sociedad.

Si el proceso de cambio concluye en la elaboración de un acuerdo sobre las nuevas reglas de


juego democrático y en su puesta en funcionamiento, entonces se puede señalar que la transición
ha finalizado (Di Palma, 1990: 138). Pese a ello, las modificaciones experimentadas por el régimen
autoritario pueden ser divergentes del objetivo primigenio. En este sentido, Leonardo Morlino
(1987: 58) distingue hasta cuatro diferentes tipos posibles de sistemas políticos de destino:
democracia, democracia limitada, democracia protegida e híbrido institucional. Las condiciones
mínimas para considerar como democrático a un determinado régimen son las garantías en las
libertades de asociación y de expresión, así como el respeto y la protección de los derechos
fundamentales de la colectividad. En segundo término, se requiere que las autoridades estatales
sean electas a través de un acto soberano protagonizado por los integrantes de la sociedad civil.
Además, un régimen democrático debe posibilitar la formación, el carácter de oposición, y el
debate entre los partidos políticos legitimados por los ciudadanos-votantes para ello. Como efecto
inmediato, ello implica la existencia de una comunidad libre para asociarse y expresar, de esta
manera, sus intereses políticos y sus creencias ideológicas, éticas o morales, todo ello bajo la
garantía que supone un marco regido por normas constitucionales legitimamente establecidas
(Dahl, 1989: 15; y, Linz, 1987: 17). Por el contrario, en una democracia limitada, el gobierno se
encuentra condicionado en sus acciones políticas por las normas legislativas heredadas del
régimen anterior, o acordadas durante el proceso de transición con aquellos que detentaban el
poder autoritario. Por su parte, la democracia protegida, además de participar de los atributos de
una democracia limitada, implica algún tipo de intervención activa de los integrantes de la coalición
gobernante del régimen autoritario en el nuevo sistema político. En estos dos
sistemas democráticos, la transformación del régimen se realiza de acuerdo a los mecanismos y
procedimientos establecidos por el propio gobierno autoritario. Por último, los híbridos
institucionales son categorías que se relacionan con los conceptos ya aludidos
de dictablanda y democradura.

La configuración de uno u otro resultado final está influido, en gran medida, por
las dinámicas generadas durante el proceso de transición. En este sentido, se diferencian tres
posibles tipos de dinámicas. En primer lugar, aquéllas que desembocan en una reforma radical del
modelo de régimen, refundaciones; en segundo término, aquéllas que adoptan las instituciones
políticas del último régimen democrático anterior, restauraciones; y, por último, aquéllas que
permiten la vigencia de la legalidad autoritaria débilmente reformada (Alcántara, 1992: 12-13).
También se posibilita una distinción entre procesos de reforma, de ruptura y aquéllos otros que
implican una situación intermedia entre ambas dimensiones y que conllevan el recurso a la noción
de pactismo. En principio, la puesta en práctica de cualquiera de estas dinámicas depende del
nivel de agotamiento de los recursos del régimen autoritario, y de las relaciones entre la coalición
que apoya a éste y las coaliciones opositoras al mismo (Maravall y Santamaría, 1988: 114-116). En
relación a los procesos de reforma, éstos representan una continuidad legal mediante la cual se
puso en práctica el cambio de régimen; estos procesos también se denominan de transición
continua (Morlino, 1982: 104-105). En gran medida, ello implica que la transición se articulará sobre
una estrategia diseñada por la coalición autoritaria y con la exclusión, sobre las fases y el diseño
del sistema al que se tiende, del conjunto de la oposición. Para esta última ello supone, además,
aceptar las reglas de juego diseñadas sin su concurso, o quedar al margen de los sucesos futuros.
Por su parte, los procesos de ruptura -o, de transición discontinua- expresan la falta de continuidad
política entre los dos tipos de régimen y sus principios de legitimidad. Este escenario puede venir
determinado por el hecho de que los actores autoritarios se encuentren desestructurados y
carentes de la fortaleza necesaria para imponer, o negociar, una estrategia de cambio. En este
marco, es previsible una retirada del gobierno autoritario y su sustitución por uno provisional
integrado por las fuerzas de la oposición. Sin embargo, las divergencias en medios y fines, que se
pueden presentar entre los miembros de esta incipiente coalición, incrementan el umbral de
incertidumbre inherente a los procesos de transición, y contribuir a que el desenlace sea más
incierto (Linz, 1992: 445-447). Un tercer escenario se define en torno a la concretización de
un consenso deliberado y explícito en el que lo relevante es, más que los principios defendidos
por los actores, los puntos sobre los que están dispuestos a negociar y las concesiones que están
inclinados a realizar. Desde esta perspectiva, lo relevante no es que el resultado final satisfaga a
todos de forma absoluta, sino que posibilita el avance hacia la instauración democrática (Rustow,
1970: 357-358). Ahondando en la búsqueda del consenso mediante la instrumentación de pactos,
también es posible relacionar la negociación con aquellas situaciones de transición en las que
ninguno de los actores inmersos en el proceso se encuentra en una posición privilegiada; es decir,
nadie cuenta con la capacidad suficiente para anular al otro e imponer su modelo sin restricciones
(O'Donnell y Schmitter, 1988: 63-67). Dentro de esta dinámica, los actores admiten la existencia de
un conflicto político que puede ser canalizado a través de una reducción gradual de las tensiones y
de la articulación de diferentes estrategias de negociación. Así, una primera, supone el desarrollo
de tácticas de acercamiento y de divergencia con el objeto de hacer visibles las preferencias y
opciones de los otros y anticipar, con ello, sus propias acciones políticas. Una segunda modalidad
implica, por parte de la oposición, el desarrollo de tácticas que logren su reconocimiento público
como actores con la suficiente capacidad como para liderar el proceso de transición. En este
sentido, los movimientos de oposición recurren a mecanismos medioambientales con objeto de
demostrar tanto su capacidad de acción política como su presencia en cuanto actor social. La
utilización de estos recursos puede pretender objetivos diversos. En primer término, pueden tener
fines maximalistas y, así, profundizarán la movilización social con el fin de crear las condiciones
para la quiebra del régimen autoritario. Por el contrario, sus planteamientos pueden ser
minimalistas, de forma que utilicen su capacidad de acción política para buscar una integración
efectiva en el proceso de negociación. Desde esta óptica, un aspecto destacable del recurso
pactista es su alta dinamicidad ya que, en la medida en que pueden surgir nuevos actores, será
necesario renegociar los marcos de garantías y los acuerdos sobre las reglas de juego. Si bien
este carácter no estático posibilita una progresiva adecuación a las posibles condiciones
cambiantes, variaciones sustanciales en su número pueden incitar a un incremento de la
incertidumbre. En último aspecto a tener en cuenta es el hecho de que, si bien las pautas de
negociación entre (o al interior) de las élites políticas favorecen los iniciales impulsos
democratizadores, a su vez, pueden constituirse en frenos que, en el medio-largo plazo, terminan
por dificultar el proceso de consolidación democrática (Colomer, 1990: 303-307). Es decir, que las
mismas condiciones de la transición que posibilitaron la instauración del régimen, han evidenciado,
posteriormente, una escasa capacidad para resolver de forma eficaz los obstáculos -incluso los
generados por el propio funcionamiento del sistema- que impiden el reforzamiento y la
profundización de la democracia como régimen político (Crespo, 1994). Debido a ello, en el
momento de centrar el análisis sobre la consolidación es básico prestar atención a las modalidades
de resolución de las cuestiones planteadas por (y en) las transiciones (Santamaría, 1982: 410-
417).

A esta tentativa clasificación puede añadirse la basada en la combinación de dos dimensiones. La


primera de ellas, se refiere a la fuerza relativa de los actores, distinguiendo para ello entre
procesos con ascendente de masa (desde abajo) y de élite (desde arriba). La segunda hace
referencia a las estrategias dominantes durante el proceso de transición, diferenciando entre
aquéllas sigularizadas por el compromiso (de reforma) o por la fuerza (de ruptura). Como resultado
final, al combinar las dos dinámicas de ambas dimensiones, se generan cuatro modalidades del
cambio de régimen político: pacto, reforma, imposición y revolución (Karl, 1990: 8-11).

En suma, las taxonomías presentadas se refieren tan sólo a las modalidades predominantes
durante el proceso de transición, así como a las condiciones que, en términos comparativos,
parecen haber constituido causa suficiente para el cambio de régimen. Sin embargo, estas meras
clasificaciones no deben oscurecer otro tipo de factores que, aún no encontrándose en la
naturaleza de las transiciones, se combinan con los anteriores, colaborando a modelar el resultado
final: la instauración de un régimen democrático. 

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