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PROBLEMAS Y DOLOR

LOS PROBLEMAS NO EXISTEN,


SOLO EXISTEN SITUACIONES A RESOLVER,
SI NO SE RESUELVEN,
SE CONVIERTEN EN PROBLEMAS.

La vida la hacemos dificultosa.


Esta es una gran verdad, una de las más grandes.
Cuando realmente nos damos cuenta de que
hacemos la vida dificultosa
-una vez que lo hemos comprendido y aceptado así-
La vida ya no resulta dificultosa, porque se aceptó
aquella verdad,
y ese hecho ya no importa la mayor parte de la gente
no comprende cabalmente esta verdad

En cambio, no deja de lamentarse ruidosa o delicadamente


de la enormidad de sus propios problemas, de la carga que
ellos representan y de todas sus dificultades, pensando que
la vida fuera en general una aventura.

Esas personas manifiestan su creencia, de que sus


dificultades representan una clase única de desgracia que
no debería haberles tocado en suerte, pero que de alguna
manera cayó especialmente sobre ellas o sobre su familia,
su tribu, su clase, o hasta su especie…

Y no sobre otros; conozco esos lamentos porque yo mismo


hube de lanzarlos alguna vez.

¿La vida es una serie de problemas?


«Hemos de lamentarnos de ellos o resolverlos»

Lo que hacemos que la vida sea dificultosa es el hecho de


que el proceso de afrontar y resolver problemas es un
proceso penoso.

Los problemas, según su naturaleza, suscitan en nosotros


frustración o dolor, tristeza o sensación de soledad,
culpabilidad o arrepentimiento, cólera o miedo, ansiedad o
angustia, o desesperación.
«Estas son sensaciones desagradables, a menudo muy
desagradables, tan penosas como cualquier dolor físico y a
veces igualan a los peores dolores físicos»

Ciertamente, a causa del dolor que los acontecimientos o


conflictos provocan en nosotros, los llamamos problemas.
Sin embargo, la vida cobra sentido precisamente en este
proceso de afrontar y resolver problemas; más aún crean
nuestro coraje y nuestra sabiduría.

♦ Sólo a causa de los problemas crecemos mental y


espiritualmente.
♦ Pero la mayor parte de nosotros no es tan sabia.

Como tememos el dolor, casi todos procuramos evitar los


problemas. Diferimos su consideración, con la esperanza de
que desaparezcan.
«Los ignoramos, los olvidamos, pretendemos que no
existen, intentamos eludirlos en lugar de afrontarlos»

Esta tendencia a eludir los problemas y los


sufrimientos
inherentes a ellos es la base primaria de toda:
“Enfermedad mental”

« La mayoría de nosotros estamos mentalmente


enfermos en mayor o menor grado » Es decir, no
gozamos de una salud mental completa.

Por eso debemos inculcar en nosotros y en nuestros hijos


los medios para alcanzar la salud mental y espiritual

Cuando los padres hacen las cosas de cierta manera, al


niño le parece que ésa es la manera de hacerlas; la manera
en que él debería hacerlas y el hijo llegará a sentir que así
es como hay que vivir; pero aún más importante que el
modelo a seguir es el amor con el que hacemos las cosas.

En última instancia el amor lo es todo:


• Cuando amamos alguna cosa, esa cosa es valiosa para
nosotros y le dedicamos tiempo para gozarla y
cuidarla.
• Lo mismo ocurre cuando amamos a los hijos;
destinamos mucho tiempo para admirarlos y cuidarlos,
les damos nuestro tiempo.
• En efecto, cuando un niño sabe que es valorado, se
siente en verdad valioso
♦ El sentimiento de ser valioso es esencial a la salud
mental.
♦ Ese sentimiento es un producto del amor parental, y
debe cobrarse durante la niñez.
♦ Se trata de una convicción extremadamente difícil de
adquirir durante la edad adulta.

Muchos adultos no sabemos afrontar problemas, ya sea


porque nunca se nos valoró, se nos sobre valoro o hubo
descuido de los padres, no se usaba, los mismos padres no
sabían afrontarlos o había muchas creencias falsas y no se
hablaba del asunto.

Preferimos huir de ellos, camuflajearlos, disfrazarlos


o ir a buscar algo que me recompense del dolor que
provoca ese problema.

Esto se llama: NEUROSIS O TRASTORNO DE CARÁCTER.


Una de las raíces de las enfermedades mentales es
invariablemente el sistema entretejido de mentiras que nos
han dicho y mentiras que nos hemos dicho nosotros
mismos

Sin embargo:
Como resultado de experimentar un coherente amor
parental y cariñoso cuidado durante la niñez, esos niños
afortunados entran en la edad adulta no sólo con una
profunda sensación interna de su propio valor, sino también
con un profundo sentido interno de seguridad.

«Tanto así que, si no es cubierta esa necesidad, provoca


que los niños tengan miedo de que sus padres los
abandonen»
♦ Para el niño, ser abandonado por sus padres equivale a la
muerte.

♦ Y si esos niños, abandonados psicológicamente o


realmente, entran en la edad adulta careciendo del
profundo sentimiento de que el mundo es un lugar seguro
en el que puede hallarse protección, percibirán al mundo
como algo peligroso y temible.

Hemos considerado algunas de las maneras en que el amor


parental o su falta pueden influir en el desarrollo del ser
humano; nuestro desarrollo suele ser, ello no obstante,
imperfecto e incompleto, de suerte que nuestra capacidad
para resolver los problemas de la vida es también
imperfecta e incompleta.
En realidad, en la manera de afrontar problemas hay algo
más primitivo y más destructivo que los inapropiados
intentos de hallar soluciones instantáneas; se trata de algo
más difundido y general.

Es la esperanza de que los problemas desaparezcan por sí


solos.
Los problemas no desaparecen.
Es menester vivirlos, experimentarlos, pues de otra manera
permanecen, se agravan y constituyen para siempre una
barrera que se opone al desarrollo y crecimiento del
espíritu.

A continuación un Ejemplo de cómo


ELUDIR LA LIBERTAD Y LA RESPONSABILIDAD

La curación será el resultado de una


percepción corregida
Debo a Mac Badgely la curación de mi sutil trastorno de
carácter:
En aquel tiempo Mac Badgely era el director de la clínica
psiquiátrica para pacientes externos en la que yo estaba
completando mi formación psiquiátrica como médico
residente.
En la clínica se nos asignaba la rotación de nuevos
pacientes a mis colegas y a mí.
Tal vez porque yo me dedicaba más a mis pacientes que
los demás colegas, me encontré trabajando muchas horas
más que ellos, yo solía ver los míos dos o tres veces por
semana y ellos los veían sólo una vez; en consecuencia
veía como ellos abandonaban la clínica a las cuatro todas
las tardes para irse a su casa y a mí me aguardaban
pacientes hasta las ocho o nueve de la noche.
Eso me fue causando un profundo enojo; fui pues a ver a
Mac y le expliqué la situación, le pregunté si podría verme
eximido de aceptar nuevos pacientes para así ordenar mi
tiempo, ¿Sería factible?

Le pregunté si a él se le ocurría otra solución. El me


escucho con mucha atención sin interrumpirme y me dijo
con simpatía:
Bueno veo que usted tiene un problema, -sentí que el
hombre me había comprendido y le dije:- Gracias, ¿Qué le
parece que debería hacer?
-Y entonces, Mac me replico:- Ya le dije Scott, que usted
tiene un problema, -esa no era la respuesta que yo estaba
esperando y le dije molesto- Si, ya sé que tengo un
problema, por eso vine a verlo, que cree que podríamos
hacer?
-Mac me respondió:- Scott, aparentemente usted no oyó lo
que le dije, yo por mi parte lo escuché atentamente y estoy
de acuerdo con usted. Usted tiene un problema.

Maldición –exclamé-, Ya sé que tengo un problema, la


cuestión es ésta: Qué voy a hacer para resolverlo.
Scott -replicó Mac-, ponga atención.
Atienda, pues voy a decírselo de nuevo; estoy de acuerdo
con usted. Usted tiene un problema. Específicamente con el
tiempo, “con su tiempo, no con mí tiempo”.
No es problema mío. Es su problema, con su tiempo.
Usted, Scott Peck, tiene un “problema con su tiempo”, es
todo lo que tengo que decirle.
Me volví y salí enfurecido del despacho de Mac, odiaba a
Mac Badgely.
Durante tres meses lo odié.
Estaba seguro de que el hombre sufría un grave trastorno
de carácter, ¿Cómo podía ser tan insensible? yo había
acudido humildemente a él para pedirle ayuda, para pedirle
un consejo, y el maldito no estaba dispuesto a asumir “su
responsabilidad”, de prestarme ayuda y ni siquiera hacer
su trabajo como director de la clínica.
Se suponía que como director de la clínica tenía que ayudar
a resolver semejantes problemas.
Pero al cabo de tres meses vine a darme cuenta de que
Mac tenía razón:
Mi tiempo, era responsabilidad mía.
Me correspondía a mí decidir como utilizar y ordenar mí
tiempo.

La Nueva Psicología del Amor


Dr. M. Scott Peck

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