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CEACCU, 2008
Edita: CEACCU
© de esta edición: CEACCU, 2008
Diseño, Fotomecánica
y Producción Gráfica: Servigrafía. servigrafia.ag@telefonica.net - servigrafia.ag@hotmail.com
MAQUETA LIBRO PENAL CEACCU:Maquetación 1 22/04/2008 12:25 Página 3
NÚM. 01
ÍNDICE
ESTUDIOS Y DOCUMENTACIÓN
La Protección Penal de los Consumidores
PRESENTACIÓN
Isabel Ávila Fernández-Monge . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pág. 5
8. INSOLVENCIAS PUNIBLES
Julián Sánchez Melgar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pág. 255
3
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9. EL DELITO PUBLICITARIO
Luz María Puente Aba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pág. 297
Presentación
El volumen de agraviados afectados por ciertos abusos, como el no muy lejano caso de
Air Madrid, por no aludir a las numerosas conductas penales ligadas a los servicios de
telecomunicaciones y a los de tarificación adicional, o a los supuestos en los que se
pone en riesgo la salud pública, como el de los miles de envases de dentífrico con
dietilenglicol intervenidos el pasado verano por la policía, cuestionan la capacidad del
derecho civil y del consumo para transmitir a los consumidores la sensación de sentirse
en un entorno seguro, donde, más allá de la reparación individual de los daños, si es
que logra alcanzarse, se observa cómo los responsables de dichas conductas quedan
impunes por la inacción de las autoridades competentes por razón de la materia.
En situaciones como las referidas, es difícil que los consumidores dispongan de medios
de autodefensa realmente eficaces, por lo que la existencia de un control penal
anticipado, que tenga como objetivo evitar la comisión de delitos cuyos perjuicios
masivos resulten de difícil reparación, aporta un extra de seguridad más que
conveniente a la luz de las situaciones descritas.
Por nuestra parte, las asociaciones que los representamos, acostumbradas a recurrir
a otras ramas del Derecho donde los perfiles están mejor delimitados y los
mecanismos de defensa gozan de una mayor estructura organizativa, estamos
obligadas a considerar el derecho penal como una vía más, tal vez la más contundente,
para la reparación de los daños que hubieran sufrido los consumidores. Es nuestro
deber poner a disposición de los ciudadanos todo el abanico de posibilidades que
22 de Noviembre
09:30. Inauguración. Dª Isabel Ávila Fernández-Monge, Presidenta de
CEACCU
14:00. Almuerzo.
23 de Noviembre
5. Llegados a este punto es preciso advertir que el actual Derecho Penal español ha
sustituido los sintagmas de "carácter subsidiario" y "fragmentario", por los de
"intervención mínima" y "ultima ratio", como principios básicos, entre otros, de la
citada disciplina. Prueba de ello son las palabras de mi querido maestro, el
profesor OCTAVIO DE TOLEDO, al escribir hace casi 30 años: "Con la atribución de
carácter subsidiario al Derecho penal se quiere expresar que la intervención de
esta rama del ordenamiento debe ser la última respecto a la de todas las demás
que lo componen … el Derecho penal debe ser la ultima ratio del ordenamiento.
El carácter fragmentario del Derecho penal quiere reflejar que esta rama del
ordenamiento ni ofrece protección a todos los bienes jurídicos, ni a aquéllos que
se la ofrece lo es contra cualquier ataque, sino únicamente contra las
modalidades de ataque más graves"3.
1
Quintero Olivares Gonzalo, Morales Prats Fermín y Prats Canut José Miguel (q.e.p.d.). Curso de Derecho Penal, Parte
General. Barcelona, editorial Cedecs, 1996, pág. 56.
2
Luzón Peña Diego-Manuel. Curso de Derecho Penal, Parte General I. Madrid, edit. Universitas, 1996, pág. 82. La
referencia al profesor Muñoz Conde se refiere a su Introducción al Derecho Penal. Barcelona, editorial Bosch, 1975.
3
Octavio de Toledo y Ubieto Emilio. Sobre el Concepto del Derecho Penal. Madrid, Servicio de Publicaciones de la
Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, 1981, pág. 359.
10. Igualmente, en el ámbito del Poder Ejecutivo, son numerosas las Disposiciones
con rango inferior a Ley dictadas para la defensa de consumidores y usuarios.
También las distintas Administraciones Públicas, ya sean de la Unión Europea, o
bien Central, Regional, Provincial y Local, a través de diversos Departamentos, se
encargan de la protección, vigilancia, inspección y control de la seguridad, salud
y defensa de los intereses económicos de consumidores y usuarios.
13. A partir, pues, de la protección de tales bienes jurídicos, y desde la perspectiva del
ataque, lesión o puesta en peligro de los mismos, el llamado principio de
lesividad u ofensividad se refiere a que las conductas típicas o comportamientos
4
Álvarez García Francisco Javier. Introducción a la Teoría Jurídica del Delito. Valencia, editorial Tirant lo Blanch, 1999,
pág. 11.
15. En efecto, al margen del concepto de bien jurídico, que luego veremos, y
considerando los principios citados como límites a la actividad legislativa de
criminalización de conductas -o dicho de otra forma, como defensa de la libertad del
ser humano frente a la potestad punitiva del Estado-, "la intervención del Derecho
penal en la protección de bienes jurídicos depende, además, como dice HASSEMER,
del criterio del merecimiento de pena, es decir, del juicio de si un comportamiento
concreto, que afecta a un determinado bien jurídico debe, por la gravedad del
ataque, por la propia importancia del bien jurídico, etc., ser sancionado penalmente.
En esta decisión, el legislador se guía no sólo por criterios de justicia, sino también
de oportunidad y utilidad social" (MUÑOZ CONDE - GARCÍA ARÁN6). Incluso desde
una perspectiva criminológica, como ha señalado el profesor ALFONSO SERRANO
MAÍLLO en su excelente Introducción a la Criminología, "los delitos no se tipifican de
manera caprichosa, sino porque infringen normas sociales básicas que, mediante
una decisión legislativa, pasan a ser también normas jurídico-penales"7.
17. En otro orden de ideas, el profesor ÁLVAREZ GARCÍA ha destacado que los bienes
jurídicos dignos de protección penal han de cumplir dos requisitos: a) Riqueza de
contenido, y b) autoridad frente al legislador ordinario. Pues "si queremos establecer
límites al derecho a castigar del Estado, éstos deberán ser proporcionados por el
ordenamiento constitucional. Porque sólo el poder constituyente y su producto
normativo típico que es la Constitución, pueden condicionar la actividad de un poder
constituido como es el legislativo en aquellos ordenamientos, como en el nuestro, en
los que se adopte un concepto formal de ley". Y partiendo de que las sanciones
penales constituyen, en su mayor parte, restricciones y limitaciones a la libertad de
la persona, concluye que "únicamente es posible imponer sanciones penales cuando
el bien atacado tenga relevancia constitucional"9.
interés, sino la vida; pero la protección jurídica eleva el interés vital a la condición
de bien jurídico". Si su concepto ha de ser meramente formal. Si ha de realizarse
por comprensión, o por extensión o enumeración de todo lo que pueda abarcar.
O si acaso fuera mejor no entrar en ello, como hace el profesor JESCHECK, dando
por sentado que "en todas las normas jurídico-penales subyacen juicios de valor
positivos sobre bienes vitales, que son indispensables para la convivencia
humana en la comunidad y deben ser protegidos, consecuentemente, por el
poder coactivo del Estado a través de la pena pública"13. También el profesor
JACOBS señala que el bien jurídico se determina "de modo positivista". Y añade,
"el concepto abarca todo lo que a los ojos de la ley, en tanto que condición de la
vida sana de la comunidad jurídica, es valioso para ésta"14.
21. La protección penal de tales bienes jurídicos se lleva a cabo conminando con
imponer severas penas, generalmente privativas de libertad, a quienes los
ataquen o, en su caso, los pongan en peligro real o potencial. Las formas y modos
de ataque o puesta en peligro de los bienes jurídicos penalmente protegidos, se
describen, genéricamente, mediante modelos de comportamientos o conductas
típicas, llamados abreviadamente "tipos".
22. No obstante, debido a las múltiples funciones que se atribuyen al bien jurídico en
Derecho Penal, suele decirse que el mismo presenta naturaleza circular. Así,
precede al tipo, pues no en vano éste es la descripción del modo/s de ataque al
bien jurídico considerada por la ley como delictiva. Coetáneamente a la
formación de la ley penal, sirve para agrupar y ordenar en torno a cada bien
jurídico los tipos de delitos. Y finalmente, el bien jurídico se emplea
inexorablemente para interpretar y aplicar las normas penales vigentes, de las
cuales, por medio del llamado juicio de inferencia -conjunto de operaciones
lógicas inductivas y deductivas- se extrae el bien jurídico (o los bienes jurídicos
en los delitos pluriofensivos), que subyace bajo cada norma incriminadora.
24. Esa garantía que la Constitución exige a los poderes públicos, indudablemente,
requiere la intervención del Derecho Penal; si bien, otos bienes jurídicos
preponderantes -por encima de la seguridad y la salud de los consumidores está
la seguridad y la salud de todas las personas- limitan considerablemente el
campo de juego de la protección penal de los consumidores, estrictu sensu.
26. Lo mismo cabe decir de la salud. Nuestro CP vigente protege la salud de las
personas a través de los delitos de lesiones, las torturas y otros delitos contra la
integridad moral, y muy especialmente por medio de los delitos contra la salud
pública. Así, al margen del archiconocido tráfico de drogas, en el capítulo
correspondiente a los delitos contra la salud pública se incriminan conductas
prohibidas que van, desde la fabricación o comercialización de sustancias nocivas
para la salud, hasta la venta de medicamentos deteriorados o caducados,
pasando por la adulteración de carnes, alimentos o bebidas destinadas al
consumo humano (ver arts. 359 y ss. CP). Es decir, que los delitos contra la salud
de las personas, o contra la salud pública, absorben o engloban los posibles
delitos contra la salud de los consumidores y usuarios. Pues antes se es persona,
que se adquiere la condición de consumidor y/o usuario.
29. Así, los arts. 278, 279 y 280 CP, relativos a los delitos de espionaje industrial o
comercial (descubrimiento y difusión, revelación, o cesión de secretos de
empresa) se encargan de proteger la competencia leal y la libertad de empresa
en el marco de la economía de mercado (art.38 CE). Pero se trata de delitos que,
sólo muy remotamente, afectan a los intereses económicos de consumidores y
usuarios; pues como bien escribe el profesor SERRANO GÓMEZ, "el bien jurídico
protegido es el derecho a la libre competencia derivada de la (lícita) actividad
empresarial"16.
30. El art. 281 CP tipifica la detracción del mercado de materias primas o productos
de primera necesidad, con miras al desabastecimiento, a la alteración de precios
(se sobreentiende que al alza), o a perjudicar gravemente a los consumidores;
agravándose la pena cuando el hecho se realice en situaciones de calamidad. Con
estas conductas sí pueden lesionarse o ponerse en peligro los legítimos intereses
de los consumidores, y aunque también atentan contra el buen funcionamiento
del mercado, parece que prima la protección de aquéllos. En este sentido, el
profesor SERRANO GÓMEZ señala que "el bien jurídico protegido es la disciplina
del mercado y los derechos de los consumidores", considerando atípicas "las
conductas que no perjudiquen a los consumidores"17.
31. El art. 282 CP relativo a la publicidad engañosa o fraudulenta, forma parte del
llamado Derecho Penal simbólico, pues hasta donde alcanzo a conocer no ha
llegado a aplicarse. Teóricamente, pretende anticipar las barreras de la
protección penal y de esa guisa, incriminando la publicidad fraudulenta, evitar
que se perpetren estafas masivas, o sobre una generalidad de personas. Sí estaba
llamado este precepto a proteger los legítimos intereses económicos de los
consumidores de bienes y los usuarios de servicios; pero resultando de nula o
muy escasa aplicación, y estando bien definida la publicidad engañosa en la Ley
34/1988, de 11 de noviembre, General de Publicidad, considero que debe
derogarse por desuso. En todo caso, como explica el profesor SERRANO GÓMEZ,
"si la publicidad engañosa lleva a la comisión de un delito de estafa, hay que
tener en cuenta que no habrá concurso real de delitos, pues no se puede tener en
cuenta dos veces el engaño. Estaremos ante un concurso de leyes que deberá
16
Alfonso Serrano Gómez, Derecho Penal Parte Especial. Madrid, editorial Dykinson, 2006, pág. 501. Hay otra edición
posterior de esta obra.
17
Serrano Gómez, obra citada, pág. 506.
resolverse en base al art. 8.4ª CP, es decir, por el delito que tenga señalada, en su
caso, mayor pena"18.
32. El art. 283 CP, considera delictivos los fraudes cometidos en perjuicio del
consumidor, a través de aparatos automáticos de facturación. Se trata de un
precepto muy interesante que salva antiguos problemas del delito de estafa,
tales como que el "engaño bastante" exige una conducta humana (y no de una
máquina o aparato mecánico). Y que además evita discriminar la naturaleza de la
infracción punible, delito o falta, en función de que los perjuicios causados sean
o no superiores a 400 euros. Pues los comportamientos del art. 283 siempre
constituyen delito. En este caso, la tutela de los legítimos intereses económicos
de consumidores y usuarios resulta palmaria, y el delito merece todos mis
parabienes. Aclara el profesor SERRANO GÓMEZ, por su parte, que "para la
consumación del delito no es suficiente con tener aparatos automáticos
alterados o manipulados, sino que es necesario ocasionar un perjuicio al
consumidor con la utilización de los mismos. Es en el momento de la facturación
fraudulenta cuando tiene lugar la consumación del delito, por lo que es posible
la tentativa"19.
33. Precedente del art. 284 CP, fue el delito conocido como maquinaciones para
alterar el precio de las cosas (ver art. 540 del CP de 1973), sin duda más completo
que el precepto vigente, sobre todo teniendo en cuenta las agravantes del art. 541
del CP anterior, y la extinta falta del art. 574.1º del citado Código, que castigaba a
"los que de modo no grave esparcieren falsos rumores, o usaren de cualquier otro
artificio ilícito para alterar el precio natural de las cosas". El delito protege y
ampara la libre fijación de los precios de los bienes y servicios, castigando todo
tipo de conductas que, de forma ilícita, puedan alterar un aspecto tan sensible y
delicado como el precio de las cosas objeto de contratación. Las conductas
punibles, insisto, quedaban mejor definidas en la legislación anterior (sic):
"difundiendo noticias falsas o tendenciosas, empleando violencia, amenaza o
engaño, o usando de cualquier otra maquinación, intentaren alterar los precios
que habrían de resultar de la libre concurrencia de productos …". (art. 540 CP de
1973). Entiendo que, con igual fuerza, sirve el art. 284 del CP vigente para proteger
el buen funcionamiento del mercado y los legítimos intereses de consumidores
y usuarios, los cuales bien pueden reaccionar a una alteración ilícita de los
precios reduciendo el consumo, o adquiriendo bienes alternativos. No obstante,
el profesor SERRANO GÓMEZ escribe acerca de las conductas tipificadas en el art.
284 CP, que "el bien jurídico protegido son los derechos e intereses de los
consumidores, que se centra en los precios de mercado". Y "aunque el texto no
dice nada, habrá que entender que las maniobras han de ir encaminadas a una
elevación de precios que perjudique a los usuarios de los productos a que se hace
referencia"20.
18
Serrano Gómez, obra citada, pág. 509.
19
Serrano Gómez, obra citada, pág. 510.
20
Serrano Gómez, obra citada, pág. 511.
36. En resumen, de los agrupados bajo la rúbrica "de los delitos relativos al mercado
y a los consumidores", dentro del Título correspondiente a los Delitos contra el
Patrimonio y contra el Orden Socieconómico, sólo protegen directamente los
legítimos intereses económicos de los consumidores: a) La detracción del
mercado de materias primas y productos de primera necesidad (art. 281 CP); b) la
publicidad engañosa y fraudulenta (art. 282 CP); c) Los fraudes en perjuicio del
consumidores, cometidos a través de aparatos mecánicos de facturación (art. 283
CP); y d) Las maquinaciones para alterar el precio de las cosas o servicios objeto
de contratación (art. 284 CP). De éstos, el delito de publicidad engañosa y
fraudulenta pertenece al llamado Derecho Penal simbólico (preceptos penales
que prácticamente apenas se aplican).
37. Por otra parte, de lege ferenda, no estaría de más incriminar específicamente
algunas estafas que suelen pasar desapercibidas dentro de los tipos genéricos de
las defraudaciones. Así, por ejemplo, en la compraventa de inmuebles,
especialmente en las realizadas sobre plano, cuando el precio de las mismas se
21
Serrano Gómez, obra citada, pág. 512.
VI.Conclusiones
38. La defensa de los bienes jurídicos seguridad, salud y legítimos intereses de
consumidores y usuarios exige la intervención del Derecho Penal como última
ratio del ordenamiento jurídico. Esta intervención se justifica al tratarse de
bienes jurídicos de referencia constitucional (art. 51 CE), e imponer nuestra
Norma Fundamental a los poderes públicos que garanticen la protección y tutela
de los mismos.
Durante los últimos años se está detectando un aumento en la incidencia del fraude y
otros delitos de carácter económico que en muchas ocasiones dirigen sus ataques
hacia el consumidor final, que resulta gravemente perjudicado. Robos de identidad,
delitos telemáticos, clonación o robo de tarjetas se han convertido en términos
comunes y lamentablemente también en noticia diaria en los medios de
comunicación, generando alarma social e inseguridad en los ciudadanos.
En términos generales, podemos definir el fraude como una actividad ilegal con
contenido económico o patrimonial en cuya comisión, de un modo u otro, participa un
elemento intencional de engaño o falsificación.
El primero de ellos resulta especialmente importante por las posibilidades que las
nuevas tecnologías otorgan a los defraudadores, desde la facilidad y alta calidad de
reproducción de documentos y soportes de todo tipo, hasta el uso de Internet para
recabar información, ejecutar operaciones bancarias o engañar a las víctimas.
Para empezar, es necesario hacer una distinción entre dos prácticas distintas:
Se dan también casos en los que se cuenta con la colaboración de alguien que
presta su identidad, habitualmente personas en situaciones desesperadas o
de extrema necesidad, que pueden participar a cambio de una compensación
económica.
Este tipo de fraude puede provocar no sólo daños económicos o serios problemas
legales para la víctima en el caso de que se hubieran cometido delitos graves en su
nombre, implican también una enorme carga emocional. Es habitual que tarde
mucho en darse cuenta de lo que está ocurriendo, y cuando la situación sale a la luz,
ve su nombre desprestigiado, recibe requerimientos de pago de múltiples deudas
que desconoce y que no ha contraído, probablemente descubra que a consecuencia
de esas deudas ha sido incluida en un fichero de insolvencia (lo que le dificultará el
acceso a instrumentos de crédito) y su perspectiva más inmediata es enfrentarse a
un proceso en ocasiones largo y complicado para recuperar su propio nombre.
En España no hemos llegado aún a los niveles de incidencia que este tipo de fraude
tiene en otros países como Estados Unidos, pero la perspectiva es que continúe
creciendo.
Robo de documentación.
A través de algún otro tipo de actividad ilegal (hacking, empleados que
apuntan los datos de la tarjeta de crédito cuando se presenta al pago en
comercios o restaurantes, robo de correspondencia, etc)
Mediante engaños, ingeniería social, etc.
Aprovechando algún descuido de la víctima (documentos bancarios tirados a
la basura, o datos conseguidos mediante estafas telefónicas).
servicios.
Los tipos de operaciones potencialmente más susceptibles de sufrir fraude son los
denominados créditos rápidos, créditos al consumo y financiación de automóviles,
en definitiva, aquellas operaciones en las que la rapidez y facilidad de los trámites
suponen una ventaja competitiva. También los servicios de telefonía móvil
constituyen uno de sus objetivos.
El fraude relacionado con tarjetas (ya sean éstas de crédito o débito) está muy
extendido, especialmente en transacciones electrónicas. Genera gran alarma social
y en ocasiones percepción de inseguridad hacia uno de los métodos de pago más
extendido y habitual. Suelen cometerse de las siguientes formas:
II. Evolución
El continuo crecimiento de la Sociedad de la Información está suponiendo un
notable progreso en calidad de vida, la red ha permitido la globalización cultural ha
diseñado nuevos espacios socioeconómicos, y ha supuesto el despegue de la banca
electrónica "home-banking", así como del comercio electrónico "e-comerce".
Scam: Ofertas de empleo falsas, en las que habitualmente se ofrece una alta
remuneración. El trabajo de la víctima también llamado mulero es la apertura
de cuentas bancarias en las que recibe fondos que posteriormente debe
transferir a otras cuentas a cambio de una comisión. El afectado está, en
realidad, blanqueando dinero proveniente de estafas.
Las subastas electrónicas, las falsas ventas, comercios virtuales ficticios timos
nigerianos etc….que suponen un verdadero quebradero de cabeza para ciber-
comerciantes, ciber-compradores, entidades bancarias y resto de entes
afectados.
en el caso de que los hubiera, la escasa cuantía estos fraudes rara vez propicia la
emisión de órdenes judiciales internacionales que permitan la captura del
delincuente y mucho menos la restitución del daño.
Los esfuerzos dedicados para la erradicación de este tipo de fraudes quizás superen
a los de cualquier otra actividad criminal, observando que sea cual sea la medida
aplicada antes o después se ha visto vulnerada.
Nada más lejos de la realidad, el fraude de identidad tiene un coste muy alto, que
no siempre se traduce en pérdidas financieras. En un caso típico de fraude
encontraremos una víctima cuya identidad se ha visto suplantada, y para la que, a
la incredulidad y enfado causados por ver su nombre utilizado de forma ilícita, se
suma un largo proceso para recuperar su propio nombre. Habrá también una
compañía o entidad financiera que, en la mayoría de los casos, asumirá las pérdidas
asociadas al fraude, lo que, en caso de tratarse de una compañía pequeña o con
recursos limitados, podrá comprometer seriamente su estabilidad financiera.
Habrá quizá también una compañía emisora de tarjetas de crédito, que se verá
obligada a implantar medidas de seguridad cada vez más estrictas (y costosas)
para controlar posibles transacciones fraudulentas. Habrá usuarios a los que el
robo efectivo de su identidad, o el miedo a que éste pueda producirse, les haga
abandonar la utilización de determinados servicios, con el correspondiente
perjuicio para la industria y al final todos estos factores se traducirán en un mayor
coste de los productos o servicios, convirtiendo así a toda la sociedad en víctima
indirecta del fraude.
1
Federal Trade Commission - Identity Theft Victims Complaint Data - Jan 1 - December 31, 2006
2
Experian - Victims of Fraud Dossier - Part II - April 2007
Las soluciones que hasta ahora han resultado más eficaces pasan por:
Colaboración con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, y otros órganos
de la Administración del Estado y Autonómicos.
Envío de mensajes SMS al móvil cada vez que se realiza una transacción,
facilitando al cliente la detección temprana de cualquier actividad irregular.
Por tal motivo surgen iniciativas como la llevado a cabo por el Centro de
Cooperación Interbancaria (CCI), asociación profesional sin ánimo de lucro entre
cuyos objetivos se encuentran promover las relaciones interbancarias y servir como
instrumento a la resolución de determinados problemas comunes a sus entidades
miembros, está integrada por 230 asociados: 91 bancos, 1 compañía de crédito
oficial, 55 cajas de ahorros y 83 cajas rurales y cooperativas de crédito, con la
colaboración de Experían (compañía multinacional especializada en análisis de
riesgos y lucha contra el fraude), con la creación del Servicio de Prevención de
Fraude (SEPFRA)
Entre los objetivos del CODE figura aunar y coordinar los esfuerzos de las distintas
entidades adheridas al Servicio y actuar como portavoz de éstas en los casos de
actuaciones conjuntas. Se posibilita así que las entidades tengan una única voz que
las represente y se facilita la colaboración entre ellas, con el objetivo de hacer sus
actuaciones más eficaces.
VII.Conclusiones
La constante evolución y profesionalización del crimen, ha impuesto iniciar unas
líneas de acción desde el sector privado que pasan por la colaboración con todos los
entes implicados y afectados por el fraude, asociaciones, empresas, Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad, judicatura, y resto de Administración sin cuyo apoyo
difícilmente se logrará dar una respuesta efectiva a esta delincuencia emergente y
altamente peligrosa, que no es sino una adaptación de la delincuencia tradicional
a la sociedad de la información.
Cuando hoy en día pulsamos en un ordenador las siglas WWW y la dirección de una
página web tenemos a nuestro alcance toda la información que sin esta revolución de
la tecnología nos retrasaría varios días, semanas o meses lo que en unos minutos
podemos tener a nuestro alcance.
Esa capacidad para obtener información por medio de Internet ha hecho que se
constituya como un símbolo que permite o posibilita la convergencia entre las
industrias de las telecomunicaciones, la informática y se ha consolidado como una de
las principales piezas de la infraestructura mundial de la información y un estímulo
fundamental de la sociedad de la información en Europa.
Sin embargo, las ventajas que a todos nos proporciona Internet en la actualidad no
debe hacernos olvidar que lo que se constituyó en los años sesenta como un sistema
de comunicaciones por parte de la industria de la defensa norteamericana se está
convirtiendo también en la actualidad en un sistema que puede causar serios daños y
perjuicios a las personas físicas y jurídicas desde las perspectivas civil y penal. Este es
el motivo que nos lleva a efectuar un análisis de la situación actual de la denominada
World Wide Web y los peligros que podemos encontrarnos en la red tanto a nivel
individual como desde el punto de vista de los propios Estados y la protección que
estos deben tutelar a sus ciudadanos en evitación de que lo que está concebido para
facilitar el sistema de comunicaciones mundial puede desembocar en un arma
tremendamente destructiva.
Recuerda, a estos efectos, Felix Badia1 que el trasfondo de los orígenes de la red está
en factores políticos y que fue en la década de los sesenta, en plena guerra fría, cuando
la rivalidad entre las dos grandes potencias, Rusia y EE.UU. impulsó la carrera
armamentística sin olvidar la importancia que el desarrollo tecnológico tenía en la
consecución de los objetivos. Por ello, los responsables de DARPA (Agencia encargada
de proyectos de investigación y desarrollo norteamericana) buscaban una fórmula
para conectar sus ordenadores teniendo como finalidad impulsar un sistema de
comunicaciones que no pudiera ser bloqueado por un ataque nuclear a gran escala; es
decir, una especie de "telaraña de comunicaciones múltiples". Por eso, señala Felix
Badia que el verdadero origen de Internet está en la necesidad de desarrollar esta
comunicación entre técnicos y que con este objetivo surge en el año 1969 Arpanet, el
embrión de Internet.
1
Felix Badia. "Internet: situación actual y perspectivas". En Colección de Estudios Económicos. La Caixa. Nº 28. 2002.
Este sistema de interconexión entre todos los ordenadores se verifica por la existencia
de lo que se denomina "el mismo idioma de conexión" por medio de protocolos, el
primero de los cuales se creó en 1970, el NCP (Network Control Protocol), Protocolo de
Control de redes y a partir de 1983 se implanta el TCP/IP (Transfer Control
Protocol/Internet Protocol, Protocolo de Control de Transferencias/Protocolo de
Internet), siendo este el que hoy en día está funcionando en la World Wibe Web.
Por cierto, el cambio más importante que se produce en los contenidos que se emitían
e intercambiaban en la red es el que se verifica en el año 1993, ya que las tres siglas antes
citadas de WWW, según recuerda Felix Badia, se presentaron en ese año y fueron
desarrolladas en el CERN, laboratorio europeo de físicas de partículas, que cambió la
forma en la que se presentaba la información y se efectuaba la navegación, ya que hasta
el año 1993 recordemos que solo se intercambiaba texto y es a partir de entonces
cuando con la WWW y la aparición de los navegadores se potencia al máximo Internet
al poder transmitir imágenes, sonidos y video, que es lo que además del texto hace que
en la actualidad triunfe este sistema como el más utilizado para adquirir y transmitir
información.
Sin embargo, como también veremos en las presentes líneas, estas amplias
posibilidades para transmitir esa información se han convertido o utilizado para servir
de caldo de cultivo a una amplia amalgama de actividades delictivas que es preciso
atajar y combatir mediante la necesaria cooperación internacional de todos los Estados.
2
Juan José López Ortega. Magistrado. "Libertad de expresión y responsabilidad por los contenidos en Internet". En
Cuadernos de Derecho Judicial. 2001. X.Internet y Derecho Penal.
Por ello, lo queda al control del Estado se centra en las actividades que se
desarrollan en Internet, por lo que entendemos que es aquí donde se circunscribe
la actividad de cada país en la medida de que las Administraciones sí que tienen
capacidad para controlar los límites de los contenidos de Internet siempre y cuando
atenten a derechos que son objeto de protección o, en el terreno que nos ocupa,
puedan ser constitutivos de ilícitos penales.
Esta capacidad informativa de Internet determina que, como señalan Juana López
Moreno y Emilio Manuel Fernández4 la red ha sido objeto permanente de noticias,
y todas las actividades informativas, económicas, comerciales, de enseñanza,
publicidad, etc., toman Internet como punto obligado de referencia, de forma que
existe una tendencia a considerar, a semejanza del viejo aforismo procesal "lo que
no está en los autos no está en el mundo", que "lo que no está en Internet no está
en el mundo".
En consecuencia señala este autor que la informática se presenta como una nueva
forma de poder , que puede estar concentrado o difuminado en una sociedad,
confiado a la iniciativa privada o reservado al monopolio estatal. Es así un
instrumento de expansión ilimitada e inimaginable del hombre y es, a la vez, una
nueva forma de energía, si se quiere intelectual , de valor inconmensurable, que
potencia y multiplica de manera insospechada las posibilidades de desarrollo
científico y social, erigiéndose en patrimonio universal de la humanidad.
Rogelio Baón Ramírez6 insiste en esta intrínseca relación entre información y poder
para referirse a los actos en masa basados en el cúmulo de información, de datos
cuyo almacenamiento y tratamiento - en su recogida y transmisión a gran
velocidad- que hacen de esa manipulación un poder esencial. Afirma este autor
que la morfología del poder (fuerza, dinero y conocimiento) ha invertido su
composición y, por lo tanto, el saber es hoy más poder que los demás elementos.
Por otra parte Emilio Del Peso7 recuerda a Marshall McLuhan quien afirmó que los
adelantos de las telecomunicaciones y la informática, convertirían el mundo en
una aldea global, por lo que, señala este autor que hechos recientes, como la
irrupción con gran fuerza en el mercado de la información, especialmente de
Internet, dan verosimilitud a sus proféticos escritos y que esta probabilidad de
disponer de información hará que la idea de aldea global, de que hablaba McLuhan,
se haga realidad en lo cultural, en lo económico y en lo social, lo que puede suponer
enormes ventajas pero entraña, a su vez, graves peligros como puede ser una
posible colonización cultural que fácilmente pueden llevar a cabo los que dominen
ese amplio mercado de la información.
Ahora bien, en esa obtención de información una de las modalidades más comunes
es la de la introducción de terceros en los sistemas informáticos bajo las
modalidades conocidas como el Hacker y el Cracker.
verificación del peligro efectivamente corrido por el bien jurídico tutelado por la
norma penal, porque el delito es, ante todo, un hecho dañoso y socialmente
peligroso, solo secundariamente implica un disvalor ético."
La situación más clara del peligro que produce su actuación es la técnica de los
denominados Hackers frente a la causante de un seguro daño directo del Cracking.
Este autor recuerda el origen de la palabra hacker al señalar que La palabra hacker
proviene de los reparadores de cajas telefónicas (E.E.U.U. en la década del 50), cuya
principal herramienta de reparación era un golpe seco al artefacto con fallas (un
"hack"), de ahí que se los llamó "hackers". Preliminarmente podemos definirlo como
un informático que utiliza técnicas de penetración no programadas para acceder a
un sistema informático con los más diversos fines: satisfacer su curiosidad, superar los
controles, probar la vulnerabilidad del sistema para mejorar su seguridad, sustraer,
modificar, dañar o eliminar información; y cuyas motivaciones también responden a
los más variados intereses: ánimo de lucro, posturas ideológicas anarquistas, avidez
de conocimientos, orgullo, propaganda política, etc.
Esta segunda modalidad fue denominada, recuerda Hugo Daniel Carrión como
"Short Pants Crimes", para referirse a la edad medida de aquellas personas que se
introducían en los sistemas informáticos ajenos bien para buscar información, bien
por el mero hecho de "entrar" para descubrir la accesibilidad del sistema por mera
satisfacción personal, aunque vulnerando la privacidad de terceros sin la
autorización de sus titulares.
Así, lo que se viene a denominar como Hacking indirecto como conducta que opera
como medio para la comisión de otros delitos como fraude, sabotaje, piratería, y
espionaje viene a estar directamente relacionada con la acción de Cracking, por lo
que el autor citado llega a la conclusión de que en el caso del hacking indirecto
(podríamos estar hablando como una actividad de pre-cracking), el ánimo del
delincuente está determinado por su intención de dañar, de defraudar, de espiar,
etc., entendiendo que no desaparece el delito de acceso indebido, dándose la
hipótesis del concurso ideal o formal de delitos.
Sobre la actividad del Hacker, señala Mir Puig8 que la conducta de mero acceso o
intrusismo informático encierra un evidente peligro, puesto que puede destruir
datos por negligencia, puede causar bloqueos de sistemas, y la localización de las
deficiencias en la seguridad del sistema informático por dicha conducta puede
permitir, a continuación, realizar otras conductas más graves, como fraudes
informáticos, sabotaje informático, etc. En estos casos podría ocurrir que ocurrir
que lo que inicialmente era una mera actividad de "fisgón" en la red" se acaba
convirtiendo en una actuación delictiva de Cracker.
Por ello, Hugo Daniel Carrión concluye que "El hacking es el presupuesto necesario
del craking (todo crak supone un hack previo), pero cuando se consuma este ilícito,
el anterior queda subsumido en él por reunir las exigencias del tipo, dándose un
concurso aparente de delitos por razones de especialidad. Lo contrario importa una
doble persecución penal (non bis in idem), situación que se encuentra proscripta
por el principio constitucional de legalidad.
Estas dos figuras integran algunas de las amplias modalidades delictivas que
existen en esta materia, aunque si algunos autores entienden que el hacking
blanco (los meros "fisgones") no está tipificado en el Código Penal, otros
entendemos que sí que tiene su perfecta ubicación en el art. 197 CP. Sea como fuere,
lo cierto y verdad es que con independencia de las modalidades delictivas que en
esta materia existen en nuestro derecho penal, no podemos negar que, como
apunta Maite Alvarez, el ascenso que se ha experimentado con las nuevas
tecnologías también supone un salto correlativo en la forma de la comisión de los
delitos por la facilidad e impunidad que el medio significa. Ahora bien, ¿qué
sistema elegir para prevenir y luchar frente a estos ataques? Pues entendemos, que
además de otros sistemas pertenecientes al derecho civil en el ámbito de la
responsabilidad civil contractual o extracontractual por los daños que se puedan
causar a los sistemas informáticos, o por atentado a la propiedad intelectual,
derecho al honor, a la imagen, y otros derechos que pueden resultar atacados, o en
el ámbito del derecho administrativo sancionador, la verdad es que el que mejor
puede luchar contra los delitos en la red es el derecho penal.
Así, hemos visto que la actuación de los Hacker y Cracker puede ser unas de las
modalidades más típicas respecto a la obtención ilícita de información, pero lo más
peligroso es que quien penetra en nuestros sistemas informáticos puede
encontrarse a miles de Kilómetros cuando está desarrollando esta operación, lo
que introduce serios problemas de territorialidad y de la necesidad de combatir
8
Carlos Mir Puig. "Sobre algunas cuestiones relevantes del derecho penal en Internet". En Cuadernos de Derecho
Judicial. 2001. X.Internet y Derecho Penal.
Así, hemos visto que la actuación de los Hacker y Cracker puede ser unas de las
modalidades más típicas respecto a la obtención ilícita de información, pero lo más
peligroso es que quien penetra en nuestros sistemas informáticos puede
encontrarse a miles de Kilómetros cuando está desarrollando esta operación, lo
que introduce serios problemas de territorialidad y de la necesidad de combatir
estos fenómenos con una política de cooperación internacional. En este sentido,
señala Maite Alvarez que la principal característica de estos delitos es su carácter
transterritorial , ya que frente a un derecho penal caracterizado por su aplicación en
el territorio en el que un Estado ejerce su soberanía nos encontramos con un hecho
delictivo que, en muchas ocasiones desconocemos exactamente dónde se ha
cometido, y un ejemplo típico es el de la difusión de potentes y dañinos virus que
se difunden de forma rápida por todos los ordenadores del mundo, sobre todo por
la vía del correo electrónico, causando daños cuantiosos en empresas y particulares
al destruir todas las bases de información de los ordenadores. Por ello, se
recomienda siempre bien la instalación de sistemas antivirus o la realización de
copias de seguridad de los documentos archivados. Pese a ello, si bien la protección
frente a los ataques por medio de Internet puede conseguirse, lo peligroso
realmente es la introducción de terceros (hackers o crackers) en nuestros sistemas
informáticos para apoderarse de nuestra información.
La pregunta que nos hacemos es evidente: ¿Cómo hacer frente desde el derecho
penal a estas conductas?
Precisamente, uno de los problemas con el que nos enfrentamos en esta materia se
centra en que al tratarse de una actuación delictiva que puede tener su origen
fuera de nuestro país, los Estados tienen que pensar que nos enfrentamos con una
delincuencia sin territorios concretos de actuación. Es un fenómeno más que
universal, ya que puede tener su origen en un punto concreto pero el resultado
dañino de la actividad delictiva se puede producir en muchos territorios y en
muchos Estados, con lo que al problema de su localización y persecución debemos
añadir el problema de su tipificación penal. ¿Hacemos una legislación penal
internacional en la delincuencia en Internet o cada Estado mantiene su
competencia sancionadora en el derecho penal?. Podemos preguntarnos.
9
Maite Alvarez Vizcaya. "Consideraciones político criminales sobre la delincuencia informática". En Cuadernos de
Derecho Judicial. 2001. X.Internet y Derecho Penal.
Dentro del ámbito de cada Estado entendemos que existen dos vías para
conseguirlo, a las que se refiere Maite Alvarez, a saber:
Sin embargo, cierto es, señala Maite Alvarez, que se pueden incurrir en lagunas
dada la rapidez de los avances tecnológicos en esta materia. En efecto, esta autora
llega a una conclusión interesante, ya que en el sistema de los tipos de
equivalencia, utilizando los delitos básicos para ir incluyendo en los mismos los que
afectan al mundo de la informática, no responde este a las auténticas necesidades
que genera el mundo virtual. Pone el ejemplo siguiente: En el delito de daños el
legislador sigue aferrado a la materialidad del objeto, en este caso el ordenador, sin
tener en cuenta que lo verdaderamente valioso, en muchas ocasiones, para la
víctima del delito es la información que se halla dentro del sistema y cuya
destrucción, hoy por hoy, no tiene sanción penal, este perjuicio sólo puede
resarcirse en vía civil.
Una postura intermedia es a la que llega, también, esta autora, al asegurar que
ambos sistemas no sólo no son incompatibles, sino que por el contrario, son
complementarios. La conjunción de ambos puede suponer la tutela, en todas sus
dimensiones, del mundo virtual; es decir, de todas aquellas relaciones de carácter
delictivo que se generan en la red, lo que no deja de ser cierto.
Para unificar esta cuestión debemos traer a colación que Naciones Unidas realiza el
siguiente esquema de delitos informáticos:
Falsificaciones Informáticas
Como Objeto cuando se alteran datos de los documentos almacenados en
forma computarizada
Como instrumentos, ya que las computadoras pueden utilizarse también
pare efectuar falsificaciones de documentos de uso comercial.
Además, hay que recordar que el Manual de la Naciones Unidas para la Prevención
y Control de Delitos Informáticos señala que cuando el problema se eleva a la
escena internacional, se magnifican los inconvenientes y las insuficiencias, por
cuanto los delitos informáticos constituyen una nueva forma de crimen
transnacional y su combate requiere de una eficaz cooperación internacional
concertada.
Uno de los mayores problemas que existen en la red es su utilización por elementos
pertenecientes a bandas criminales organizadas o de actuación terrorista. Así, el
efecto difusor que tiene Internet para que las bandas criminales operen en todo el
mundo hace que un sistema que había nacido para facilitar las comunicaciones se
convierta, al ser utilizado para el mal, en un arma más peligrosa que cualquier otro
método que exista en la actualidad.
Asimismo, y como ejemplo más reciente recuerda López Ortega los atentados
terroristas que se produjeron en el territorio de los Estados Unidos en la
desgraciada fecha del 11 de septiembre de 2001, lo que ha dado lugar a una
10
Juan José López Ortega. "La admisibilidad de los medios de investigación basados en registros informáticos". En
Cuadernos de Derecho Judicial. Delincuencia informática. Problemas de responsabilidad. 2002.
Así las cosas, las autoridades del Estado de la nacionalidad del ejecutado
comunicaron esa misma mañana que iban a emprender acciones legales contra
todos aquellos que facilitaran la difusión en cualquier Estado de la ejecución de
este ciudadano por cuestiones obvias y porque, en esencia, esa difusión y su
conocimiento por la comunidad internacional es lo que pretendían los terroristas.
¿Por qué facilitar esa comunicación? ¿Por qué permitir que una ejecución sea
"televisada" por Internet? No es esto para lo que se creó hace ya muchos años.
Apunta, también , este autor en la misma línea que ya estamos tratando que las
nuevas tecnologías, especialmente todas la que se refieren a las llamadas
11
Congreso "Protección de la Propiedad Intelectual". Sevilla, 24 y 25 de Junio de 2004. Sociedad General de Autores de
España.
12
Gonzalo Quintero Olivares. "Internet y Propiedad Intelectual". En Cuadernos de Derecho Judicial. 2001. X.Internet y
Derecho Penal.
Pues bien, una de las vías para luchar contra el crimen internacional por Internet ha
sido la articulación de un Plan de acción comunitario destinado a promover una
utilización segura de Internet aprobado en virtud de la Decisión nº 276/1999/CE del
Parlamento Europeo y del Consejo, de 25 de enero de 1999, por la que se aprueba
un plan plurianual de acción comunitaria para propiciar una mayor seguridad en la
utilización de Internet mediante la lucha contra los contenidos ilícitos y nocivos en
las redes mundiales. El objetivo general del plan de acción es promover un entorno
favorable al desarrollo de la industria relacionada con Internet, mediante el
fomento de una utilización segura de la Red y la lucha contra los contenidos ilícitos
y nocivos. El programa se articula en torno a tres ejes:
códigos de conducta;
Desarrollo de sistemas de filtrado;
Iniciativas de sensibilización.
Inicialmente, el plan de acción, se articuló con una duración de cuatro años (del 1 de
enero de 1999 al 31 de diciembre de 2002) y con un presupuesto previsto de 25
millones de euros. El objetivo del plan era conseguir altas cotas de rendimiento en
la protección frente a los ataques por medio de la red por medio de las siguientes
actuaciones:
Ahora bien, este plan potencia el control y la prevención frente a los ataques
cometidos no solamente por la delincuencia internacional organizada o
delincuentes que actúan de forma autónoma, sino también frente a los ataques
nocivos que no se consideran delictivos, pero que pueden afectar a algunas
personas sin que ello deba tener un reproche penal, sino más bien moral.
Del mismo modo, algunos hechos pueden constituir una ofensa a los valores o
sentimientos de otras personas: contenidos sobre creencias religiosas u
opiniones sobre cuestiones raciales, etc. Es decir, nos encontramos con
conductas que pueden ser nocivas pero no ilícitas y, además, se apunta que lo
14
Comunicación al parlamento europeo, al consejo, al comité económico y social y al comité de las regiones.
http://europa.eu.int/ISPO/legal/es/es1396.htm. "Contenidos ilícitos y nocivos en Internet". 16 de Octubre de 1996.
Se propone, así, que en caso de que el material ilícito no pueda ser eliminado del
servidor de sistema central, por ejemplo porque el servidor esté situado en un
país cuyas autoridades no están dispuestas a cooperar o porque el material no
sea ilícito en dicho país, una opción podría ser bloquear el acceso a escala de los
suministradores de acceso.
Como ejemplo de estas medidas de protección que los Estados han querido
adoptar para evitar los ataques nocivos, que no delictivos, cometidos por medio
de Internet podemos hacer referencia al intento del Gobierno Clinton en
Febrero de 1996, cuando se planteó en EE.UU. aprobar la Ley de Decencia de las
telecomunicaciones destinada a controlar Internet. Sin embargo, se organizó
una campaña contra esa ley que pretendía establecer un código de conducta en
EE.UU., como apunta Moles Plaza, tratando de evitar la presencia en la red de
material que pudiera considerarse obsceno o violento. Así, se pretendía crear
una lista de "palabras prohibidas" que no podían publicarse en chats ni en
páginas web por considerarlas obscenas. Por ello, ante la impugnación judicial
que se produjo de la norma un Tribunal Federal de Pennsilvania declaró
inconstitucional la Ley de Decencia de las Telecomunicaciones (CDA)
declarando que "Igual que podemos afirmar que la fuerza de Internet reside en
el caos, el valor de nuestra libertad depende del caos y de la diversidad en la
expresión sin trabas defendida por la primera Enmienda".
Hay que destacar que en esta Convención se viene a diferenciar los dos aspectos
que en esta materia hemos destacado anteriormente, es decir, los delitos
vinculados a la informática y los propiamente informáticos.
Por otro lado, como estamos precisando uno de los aspectos en los que incide la
Convención en los arts. 31 y siguientes es la necesaria cooperación internacional,
ya que nos encontramos ante una actuación ilícita que debe ser contemplada
desde el campo internacional por sus especiales características.
En nuestro país existe una abundante normativa administrativa que regula todo el
sistema relacionado con Internet de forma directa o indirecta15.
15
Ley 34/2002, de 11 de Julio de servicios de la sociedad de la información y del comercio electrónico, Ley 1/1998, de 24
de Abril General de Telecomunicaciones, Real Decreto 1651/1998 de 24 de Julio por el que se aprueba el Reglamento
por el que se desarrolla el Título II de dicha ley en materia de interconexión y acceso a redes públicas y a la
numeración, Orden de 21 de Marzo de 2000 por el que se regula el sistema de asignación de nombres de dominio de
Internet bajo el código del país de España (.es), la orden de 12 de Julio de 2001 por la que se modifica la anterior orden
de 21 de Marzo de 2000, Ley 14/2000 de 29 de Diciembre, de medidas fiscales, administrativas y del orden social por
la que en el art. 55 se ratifica a Red.es como la autoridad competente para la asignación de nombres de dominio en
España. Real Decreto 164/2002 que aprueba el estatuto de red.es
Señalar, sin embargo, que desde nuestro punto de vista, la regulación que en
España se ha hecho de los delitos informáticos es bastante completa, quedando
incluidas, prácticamente, todas o casi todas las modalidades que hoy en día se
cometen en Internet. También hay que señalar que en la doble clasificación que
antes contemplábamos de la forma de atacar penalmente la delincuencia en
Internet entendemos que España sigue la vía de los "tipos de equivalencia", es
decir, que se va incluyendo dentro de cada capítulo las actuaciones delictivas
que se cometen por medio de Internet. Quizá, algún autor contempla la
posibilidad de individualizar más el tratamiento penal de estos delitos,
creando, por ejemplo, un Título específico que sancionara estas conductas en
sus diversas modalidades en lugar de la regulación dispersa a la que a
continuación nos referimos. De todas maneras, antes de esbozarla no podemos
dejar pasar la oportunidad de apuntar que con independencia de los
denominados piratas informáticos, los delitos de terrorismo cometidos por la
red u otros, las Naciones Unidas , en su Manual de prevención y fiscalización de
los delitos relacionados con las computadoras (1997) han llegado a la conclusión
de que el 90% de los delitos informáticos son cometidos por empleados de las
empresas o instituciones afectadas, lo que no deja de ser cuanto menos curioso
y así se puso de manifiesto en el Congreso de Informática celebrado en España
recientemente durante los días 23 a 27 de 9 de 2002.
(http://www.ieid.org/congreso/ponencia.htm.)
Ofrecemos a continuación una tabla con los delitos que pueden entenderse
cometidos por medio de la informática tras la reforma del CP por Ley 15/2003,
de 25 de Noviembre, o que en una hipotética clasificación bajo este modelo
podrían estar ubicados en la misma:
informática y por medio de ella. (arts. 264: Prisión de uno a tres años y
264 y 265 CP). multa de 12 24 meses.
DELITO COMETIDO
(arts. 264 y 265 CP). 265: Prisión de dos a cuatro años.
denuncian los hechos que les afectan. Así, en el caso de ataques dirigidos a
personas naturales nos encontramos con las "cifras negras de la criminalidad en
la informática" que se ve relacionada con el fenómeno de la "invisibilidad del
delito informático".
Otro gran problema es el del órgano judicial competente para conocer un hecho
concreto y que encuentra ahora una dimensión aún mucho mayor que el
problema anterior, ya que la perspectiva es ¿Qué Estado debe juzgar un delito
cometido por medio de Internet? Quintero Olivares señala, con acierto,
descendiendo al problema, que ciertos delitos, ofenden a bienes e intereses
comunes a muchas naciones, pues la injusticia que producen no contrae su
sentido a una sola nación. Según ello el delincuente capturado, prescindiendo de
su nacionalidad, debe ser o juzgado o entregado, y si esto último no es posible
porque ningún país lo reclama, debe ser juzgado prescindiendo de dónde haya
delinquido. El universalismo de la justicia penal se presenta hoy con particular
necesidad creciente, en este y en tantos otros problemas, habida cuenta de la
facilidad de las relaciones entre países y, especialmente, de la aparición de
formas de criminalidad organizada o atentatoria contra bienes jurídicos de la
comunidad internacional, o modos de delinquir que eran inimaginables hace
podo tiempo.
De ahí que sea preciso utilizar los mecanismos internacionales de cooperación judicial
internacional en desarrollo de la Convención sobre Cybercrime antes citada.
¿Se exige en la petición policial exacto deber de motivación de las sospechas para
que se proceda a la intervención del correo electrónico?
Indiscutiblemente que sí.Nótese que nos encontramos ante una injerencia en el secreto
de las comunicaciones de una persona que solo puede ser salvado por el cumplimiento
de los presupuestos que la doctrina del TC y TS han fijado. A modo de ejemplo,
recordamos la sentencia del TS de fecha 8 de septiembre de 2003 que señala que:
¿Es preciso que exista el mismo control judicial del email al modo y manera de las
intervenciones telefónicas?
Necesariamente. Lo dispone el art. 579.3 LECr, por lo que será preciso que el juez fije el
periodo de duración de la medida, de tal manera que cuando las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad le vayan dando cuenta podrá proceder a la prórroga aunque motivando
aquella la necesidad de su continuación, al igual que el juez en el auto en que lo
acuerde.
Hay que señalar que de la misma manera que el delito tipificado en el art. 197 CP
cometido por medio de correo electrónico se trata de un delito contra la intimidad, por
ello la interceptación del correo electrónico se asimila a la violación de la
correspondencia.
La contenida en los arts. 579 a 588 LECr. ya que se entiende que, a falta de una futura
regulación en la reforma de la LECr,- que ahora ya está en trámite- sobre estas medidas
de investigación judicial en materia informática deben aplicarse los preceptos que
disciplina el trámite de intervención de la correspondencia privada ,postal y telegráfica
al igual que la telefónica al tener características típicas de ambas medidas.
Como delitos que permiten esta investigación podemos citar los siguientes
tipificados en el Código Penal con sus conductas corolarias que nos permiten la
adopción de medios de intervención judicial como diligencias de prueba19:
19
Ver página web www.portaley.com.
20
Hay que tener especial cuidado con lo que se denomina el Hacking indirecto, ya que esta conducta supone un acceso
inconsentido al ordenador o sistema informático como medio para cometer diferentes conductas delictivas. Sin
embargo, lo que se castiga es el delito finalmente cometido que exige la existencia de daños, o bien que se haya
producido una interceptación del correo electrónico, etc.
El hacking directo supone un hecho impune per se, ya que supone un acceso indebido o no autorizado con el único
ánimo de vulnerar el password sin ningún ánimo delictivo adicional.
Por su indudable interés práctico al objeto del presente análisis señalamos las
preguntas y respuestas que la propia Guardia Civil nos ofrece en su página web
www.gdt.guardiacivil.es en materia de delincuencia económica:
¿Tiene competencias Guardia Civil para perseguir la Delincuencia Informática?
Sólo en el caso de que el hecho del cual se informa sea perseguible de Oficio (no
es necesaria la denuncia), el GDT podrá iniciar una investigación. Previamente
comprobará y verificará los hechos, realizando las actividades necesarias para
asegurar la identificación de los autores y recogida de evidencias, para, a
continuación, ponerlo en conocimiento de la Autoridad Judicial.
Entre los hechos más destacados investigados y esclarecidos por el Grupo de Delitos
Telemáticos en los últimos años22, destacan las operaciones que se citan:
21
Ver página web www.gdt.guardiacivil.es en materia de delincuencia económica.
22
Página web Guardia Civil. Ministerio del Interior: El Grupo de Delitos Telemáticos fue creado para atender, dentro de la
Unidad Central Operativa de Policía Judicial de la Guardia Civil, todas aquellas investigaciones que requirieran
conocimientos técnicos para la persecución de los delitos que se sirven de Internet o de las nuevas tecnologías para su
comisión.
Su origen se remonta a el año 1.996, cuando en el seno de la Unidad Central Operativa de Policía Judicial, se desarrolló la
primera investigación directamente relacionada con los medios informáticos. Ahí se puso en evidencia la necesidad de
crear un Grupo específicamente destinado a perseguir esta clase de delitos y que estuviese compuesto por agentes que
combinasen su formación en investigación con conocimientos de informática.
En 1.997 compuesto por cuatro personas, se creó el que se denominó GRUPO DE DELITOS INFORMÁTICOS (GDI),
encargándose desde ese momento de la investigación de cuantas denuncias relacionadas con delitos informáticos se
presentaban ante cualquier acuartelamiento o unidad de la Guardia Civil. Aquel Grupo, participó en los casos de mayor
relevancia, por su novedad y sofisticación técnica, ocurridos en España, como fueron:
Operación TOCO: Detención en Tarragona de dos intrusos informáticos relacionados con el acceso ilegal a los ordenadores
de la Universidad de Tarragona, Universidad de Valencia, Centro de Supercomputación de Cataluña y Registro Mercantil de
Tarragona.
Operación HISPAHACK: Detención coordinada de cuatro intrusos informáticos relacionados directa o indirectamente con
la sustracción de 2.500 datos de carácter reservado de un proveedor de Internet de Girona, acceso ilegal a 16 ordenadores
de la Universidad Politécnica de Cataluña, modificación de la Página Web del Congreso de los Diputados, e intentos de
accesos no autorizados a ordenadores de la Universidad de Oxford y de la NASA.
Operación DIABLO Y BASURA: Detención tras la reforma del Código Penal de dos individuos en Palma de Mallorca y Madrid,
por corrupción de menores y pornografía infantil a través de Internet.
A mediados de 1.999, dado que el campo de actuación del GDI se había ampliado, no solo a investigaciones relacionadas
con redes de ordenadores, sino a investigaciones relacionadas con el sector de las telecomunicaciones, se cambia su
denominación -adoptando la terminología empleada por otras unidades similares del mundo anglosajón (Hight
Technology)- pasando a llamarse DEPARTAMENTO DE DELITOS DE ALTA TECNOLOGÍA (DDAT).
En agosto de 2000, fruto de continuado crecimiento, adecua su estructura hacia una mayor especialización de sus
miembros en cuatro áreas de trabajo, coincidentes con las presentadas en los debates del Convenio de Ciberdelincuencia
del Consejo de Europa en las que participaba personal del Grupo como expertos policiales. Esta nueva estructura vino
acompañada de cambio de nombre del Grupo, pasando a ser DEPARTAMENTO DE DELITOS TELEMÁTICOS (DDT), con cuatro
equipos de investigación centrados en las áreas de pornografía infantil, fraudes y estafas, propiedad intelectual y delitos
de hacking.
En febrero de 2003, la Unidad Central Operativa en la que se encuentra encuadrado el Departamento, sufre una
reestructuración. El Departamento, sin modificar estructura, plantilla ni misiones, adquiere su actual nombre, GRUPO DE
DELITOS TELEMÁTICOS (GDT).
Debido al incesante incremento de los ya conocidos como delitos informáticos y a lo innumerables apoyos que se le
solicitan desde todas las unidades de la Guardia Civil , lo que colapsa y resta eficacia al GDT, se inicia una política de
descentralización de las investigaciones consistente en formar y crear Equipos de Investigación Tecnológica (EDIT) en cada
uno de las provincias de España. Este proceso de formación es asumido por el GDT, lo que le proporciona un bagaje en el
terreno de la formación para investigación informática, que posteriormente exportará a otros países de iberoamérica.
Muy importante en la historia del Grupo, ha sido su presencia cada vez mayor en seminarios y conferencias
internacionales, lo que ha permitido contar con una red de contactos policiales a nivel internacional, esenciales en la
resolución de determinados casos.
Cabe destacar que desde octubre de 1997, el GDI es miembro de los Grupos de trabajo europeos de INTERPOL en delitos
relacionados con la Tecnología de la Información (EWPITC), participando en sus reuniones como miembro de pleno
derecho. Así mismo, desde que EUROPOL asumió el mandato sobre Cibercrimen, este Grupo participa en cuantas
reuniones se desarrollan en ese ámbito.
Desde el año 2002, el GDT viene organizando anualmente un Foro Iberoamericano de Encuentro de Ciberpolicías (FIEC),
que se ha constituido en un referente de la colaboración internacional entre las unidades de lucha contra la delincuencia
informática a nivel americano, y nexo de unión con otros foros a nivel europeo.
Dado que ya se están produciendo reclamaciones civiles con el uso de las nuevas
tecnologías es preciso destacar cómo se verifican los métodos de proposición y
práctica de las pruebas tecnológicas.
Así, como señalamos De Urbano Castrillo y Magro Servet23 en la obra "La prueba
tecnológica en el proceso civil" nos referimos en esta obra a los medios de prueba
expresamente previstos en los arts. 382 y 384 LECIV: los instrumentos de filmación,
grabación y reproducción del sonido y la imagen y los soportes informáticos.
La primera, es que la Ley procesal civil exige la presentación de los concretos medios
(películas, videos, casetes, en el caso del art. 382 y diskettes, cd-roms, correos
electrónicos, etc, en relación con el art.384 ).
Recuerda Paz Rubio25 y otros que "La Jurisprudencia venía contemplando los medios
de reproducción de la palabra, el sonido y la imagen, si bien los catalogaba como
prueba documental asimilable a los documentos privados, dentro de la enumeración
que contenían los arts. 1215 CC (derogado por la Disposición Derogatoria 2.1) y 578 LEC
de 1881. En el Proyecto se añadió la mención expresa a los medios que permitan
archivar y conocer o reproducir datos, cifras y operaciones contables, o palabras,
término este incorporado en el Informe de la Ponencia, refiriéndose con ello a los
medios informáticos tan implantados en la sociedad y economía actuales".
La Ley 1/2000 admite en el art. 299.2 dos distintos medios probatorios circunscritos a:
Por otro lado, en los arts. 382 a 384 LEC se recoge el valor probatorio de los
instrumentos de filmación, grabación y semejantes, el acta de reproducción y
custodia de los correspondientes materiales, y los instrumentos que permiten
archivar, conocer o reproducir datos relevantes para el proceso.
Señala este autor que la posesión del código fuente permitirá al ex-empleado
modificar o enmascarar el programa con el fin de cambiar su apariencia externa y
evitar la identidad con el original. En caso de reclamación, esta circunstancia
obligará al actor a proponer un examen pericial del programa para determinar el
grado de similitud y la existencia o no de una reproducción total o parcial.
Como decimos, en estos casos se propondrá prueba pericial informática sin olvidar
que se podrá traer al juicio civil el programa original sobre el que se dilucida la
vulneración de la información que adquirió el ex empleado.
1) Dentro de la sección tercera del capítulo XI del título XIII de dicho texto legal
(Delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico) y bajo la rúbrica "De los
delitos relativos al mercado y a los consumidores" se hallan los siguientes tipos
penales que tratan de dar protección a los consumidores:
D) El artículo 284 CP que castiga con pena de prisión de seis meses a dos años o
multa de 12 a 24 meses a los que intenten alterar los precios resultantes de la
libre competencia en el mercado valiéndose para ello de información
privilegiada, amenazas o violencia.
2) Asimismo, en las secciones primera y segunda del capítulo VI del citado título XIII
de dicho texto legal (Delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico) y bajo
la rúbrica "De las estafas" y "De la apropiación indebida" se hallan los siguientes
tipos penales que pueden otorgar protección a los consumidores:
A) Los artículos 248, 249, 250 y 251 del C. P. que tipifican las estafas y sus formas
agravadas.
La pena aplicable en estos supuestos puede llegar a ser de uno a seis años de
prisión y multa de seis a doce meses si concurre alguna de las circunstancias del
art. 250 C. P. pudiendo ser de cuatro a ocho años de prisión si concurren la de
especial gravedad o la de abuso de relaciones personales entre víctima y
defraudador con la de recaer la estafa sobre productos de primera necesidad,
vivienda su otros bienes de reconocida utilidad social.
3) En el capítulo VII del citado título XIII de dicho texto legal y bajo la rúbrica "De las
insolvencias punibles"" se hallan los siguientes tipos penales que pueden otorgar
protección a los consumidores.
A) Los artículos 257 a 261 C. P. tipificadores del alzamiento de bienes y del concurso
punibles. Las penas oscilan entre uno a cuatro años y multa (Arts. 257 a 259), de
dos a seis años (Art. 260) y de uno a dos años de prisión (Art. 261).
4 Dentro del capítulo VI -"De los delitos contra la salud pública"- del título XVII -"De los
delitos contra la seguridad colectiva"- se encuentran situados los siguientes tipos
penales cuya comisión puede dar lugar a graves perjuicios para los consumidores:
D) Finalmente, el artículo 364 C. P. castiga a los que adulteraren con aditivos u otros
agentes no autorizados susceptibles de perjudicar la salud de las personas los
alimentos, sustancias o bebidas destinadas al comercio alimentario,
administrasen a animales cuya carne o productos se destinen al consumo
humano sustancias no permitidas que generen riesgo para la salud de las
personas o en dosis superiores a las autorizadas, sacrifiquen animales de abasto
o los destinen al consumo humano sabiendo que se les han administrado dichas
sustancias, sacrifiquen animales de abasto a los que se hayan aplicado
tratamientos terapéuticos mediante aditivos o agentes no autorizados
susceptibles de causar daños a la salud de las personas o despachen al consumo
público carnes o productos de animales de abasto sin respetar los períodos de
espera legalmente previstos.
1
En este sentido se manifiesta la SAP de Barcelona, Sección 9ª, de 30 de noviembre de 2005 que expresa, en relación al
delito publicitario del art. 282 C. P. que "Aún tratándose de una figura delictiva que tiene a proteger un interés difuso,
de una colectividad, los consumidores, y no un interés individual, no por ello puede circunscribirse el ámbito de
protección a lo estrictamente económico hasta el punto de interpretar la exigencia típica del peligro potencial grave
y manifiesto para los consumidores referida exclusivamente a tal campo, con eliminación de otros perjuicios, como
los afectantes a la salud...no pueden excluirse del tipo los perjuicios que no sean estrictamente económicos porque,
de ser así, los perjuicios para la salud y seguridad de los consumidores tan sólo tendrían protección muy parcial en
concretos preceptos del Código penal (medicamentos y productos alimentarios, y no siempre), siendo así que aquellos
valores -salud, seguridad- son dignos de igual o superior protección, además de traducirse en un posible contenido
económico..."
II. Jurisdicción
De conformidad con lo establecido en el art. 23. 1 LOPJ, corresponde a la jurisdicción
española "el conocimiento de las causas por delitos y faltas cometidos en territorio
español o cometidos a bordo de buques o aeronaves españoles sin perjuicio de lo
establecido en los tratados internacionales de los que España sea parte".
Es evidente que hay otros delitos que también tratan de proteger los intereses de
los consumidores como el art. 255 que tipifica la defraudación de fluido eléctrico, si
bien de manera indirecta,por lo que no van a ser objeto de atención en este trabajo.
Por otra parte no puede de menos destacarse la prevención con que se acoge la
tramitación de estas causas, ya que a su complejidad se añade el, en diversas
ocasiones, interés meramente privado y patrimonial de lo que se discute, la falta de
una Policía Judicial especializada en su persecución y el tener que manejar,como se
ha dicho, una normativa extrapenal de no frecuente uso que obliga a largos
estudios en órganos judiciales sobrecargados de trabajo.Sin embargo,el art.287 CP
solo considera perseguibles los delitos de los artículos 278 al 286 C. P. mediante
denuncia del agraviado,impidiéndose su persecución de oficio7,pese a que en ellos,
2
Anexos Estadísticos a la Memoria del Fiscal General del estado, 2006, Estado B.
3
Curiosamente, más de la mitad de ellas, 67 exactamente, incoadas en la provincia de Sevilla.
4
Datos contenidos en la Memoria del Fiscal General del Estado, Madrid, 2007, vol. II, capítulo II., págs. 1156 y 1158.
5
Como es el caso los artículos 282 y 283 C. P. en los que hay que tener siempre en cuenta lo establecido en la Ley
34/1988 de 11 de noviembre General de Publicidad, la Ley 26/1984 de 19 de julio General para la defensa de los
Consumidores y Usuarios, la Ley 3/1985, de 18 de marzo, de Metrología, etc.
6
Por ejemplo, arts. 6 y 11 LEC, art. 10 ter de la LGCU, etc.
7
Salvo que el delito afecte a los intereses generales o a una pluralidad de personas, en cuyo caso, debido al evidente
interés público que existe en dichos casos, el delito es perseguible de oficio, tal como dispone el art. 287. 2 CP.
tribunales españoles.
En los supuestos de doble nacionalidad del acusado, en los casos en que tal situación
es permitida por convenio internacional habrá que estar al cumplimiento de lo
dispuesto en el respectivo tratado. En este sentido, la sentencia del Tribunal Supremo
de 17 de diciembre de 2004 considera competente a la jurisdicción española para
conocer de los delitos de falsedad, estafa y apropiación indebida cometidos en el
extranjero por considerar que no había perdido la nacionalidad española el querellado,
que se había nacionalizado español sin perder su nacionalidad argentina de origen y
que regresó a su país, al no cumplir con lo dispuesto en el artículo 2 del Convenio de
doble nacionalidad entre España y Argentina, consistente en el deber de manifestarlo
así a las autoridades competentes de los respectivos países y a realizar una serie de
inscripciones a dichos efectos.
III.Competencia
A) OBJETIVA: Juzgados de Instrucción, Juzgados Centrales de Instrucción, Juzgados de
lo Penal, Juzgados Centrales de lo Penal, Audiencia Provincial y Audiencia Nacional.
Por tanto, dentro del ámbito de competencia de la Audiencia Nacional podían caber
delitos como el de detracción del mercado de materias primas que tipifica el art.
281 C. P., el de facturación ilícita del art. 283 C. P., el delito del art. 284 C. P. relativo a
alteración de los precios que debían resultar de la libre concurrencia en el mercado,
así como las insolvencias punibles y las estafas y apropiaciones indebidas siempre
y cuando estos delitos produzcan o puedan producir grave repercusión en la
11
MONTERO AROCA, JUAN, GÓMEZ COLOMER, JUAN LUIS, MONTÓN REDONDO, ALBERTO Y BARONA VILAR, SILVIA, en
"Derecho jurisdiccional III. Proceso penal"., Ed. Tirant lo Blanch, 2007, págs. 44 y 45.
12
Salvo que el imputado sea aforado, en cuyo caso habrá que estarse a lo que dispongan las respectivas normas que
establezcan el aforamiento.
CEACCU / ESTUDIOS Y DOCUMENTACIÓN 89
La Protección Penal de los Consumidores
MAQUETA LIBRO PENAL CEACCU:Maquetación 1 22/04/2008 12:25 Página 90
Todo ello va a suponer un previo análisis por parte del órgano judicial a los
efectos de determinar el órgano objetivamente competente para la
instrucción, lo que, por lo general, solo podrá descubrirse una vez avanzada
la misma cuando se pueda comprobar el alcance de la defraudación, la
existencia de una banda organizada o el número de perjudicados.
abril de 199914.
A la vista de todo ello puede observarse que en los delitos de los arts. 281 a
284 C. P. el que castiga con mayor penalidad los hechos es el primero de ellos,
cuyo máximo alcanza los cinco años de prisión, aún cuando puede imponerse
la pena superior en grado si el hecho se realiza en situaciones de grave necesidad
o catastróficas. Ello supone que en el supuesto del art. 281 C. P. la competencia para
el enjuiciamiento va a ser de los Juzgados de lo Penal o Centrales de lo Penal si se
acusa solo por el tipo básico del art. 281. 1 C. P. y siempre ante la Audiencia Provincial
o Nacional caso de que se acuse por el tipo agravado del art. 281. 2 C. P. ya que en
este caso podría imponerse pena superior a los cinco años, que excedería la
competencia de los Juzgados de lo Penal o Centrales de lo Penal. Los delitos de los
arts. 282 al 284 C. P. serían enjuiciados por el Juzgado de lo Penal o Centrales de lo
Penal al no poder superar los cinco años de prisión.
14
Establece esta sentencia que "lo que aquí se discute es si, para determinar esa pena abstracta que ha de servir de criterio
para la delimitación de competencias entre la Audiencia Provincial y el Juzgado de lo Penal, han de tenerse en cuenta o
no esas facultades discrecionales de elevación de la sanción hasta el grado medio de la pena superior. Entendemos, de
acuerdo con la parte recurrente y de conformidad con la jurisprudencia antes citada, que tal cuestión ha de resolverse en
sentido afirmativo, sin tener en cuenta la circunstancia de que en concreto las partes acusadoras, al hacer sus
calificaciones provisionales, hicieran o no uso de tal facultad discrecional a la hora de pedir las correspondientes penas.
Si hay facultad de imponer penas superiores a las que determinan la competencia objetiva de los Juzgados de lo Penal,
aunque las acusaciones no hayan hecho uso de esa facultad en sus calificaciones, la competencia ha de reconocerse en
favor de la Audiencia Provincial".
15
En el supuesto de que estos delitos sean cometidos por autoridad o agente de la misma les sería aplicable, además dela
pena prevista en ellos la de diez a veinte años de inhabilitación absoluta, tal como previene el art. 372 CP, lo que llevaría
16
La propia AP de Lleida, Sección 1ª, ya consideró asimismo por Auto de 26 de octubre de 2004 que no podía hablarse de
generalidad de personas cuando aparecían como perjudicadas 32 compañías mercantiles.
17
En el mismo sentido los AA. del Tribunal Supremo de 29-10 y de 23-11-1998.
Tribunal, que exceden del caso que se somete a examen" (Auto de 17 de enero
de 2005 del TS, ya citado).
B) FUNCIONAL:
18
En este sentido se pronuncia la SAP de 30 de mayo de 2003 de la Sección 1ª de la Audiencia Provincial de Lleida, no
considerando en el caso que resolvía "incorrecta o disparatada" la calificación de los hechos como constitutivos de una
estafa del art. 250. 1 6 del C. P., no apreciándose voluntad de "pretender imponer a la improrrogable competencia del
Juzgado de lo Penal la de la Audiencia" aunque tal calificación "pueda ser en derecho discutible".
C) TERRITORIAL:
1. Criterios generales
En el delito publicitario del art. 282 C. P., no hemos encontrado resolución alguna
sobre la competencia territorial. Como observa DEL MORAL GARCÍA20 pueden
ser orientadores los criterios establecidos por la jurisprudencia para los delitos
cometidos a través de la imprenta: será el lugar de publicación el determinante
de la competencia territorial (Auto de la Sección 17ª de la AP de Madrid de 27 de
febrero de 2006) precisando el Auto del T. S. de 21 de febrero de 1992 que el lugar
de publicación debía referirse al momento y lugar de distribución de la revista,
19
Piénsese por ejemplo en el delito de publicidad engañosa a través de Internet. Como observa GUTIÉRREZ ZARZA -ob
cit., pág. 35- de seguirse la teoría de la actividad determinaría la incompetencia de los tribunales españoles; si se
siguiese la del resultado sí que podría perseguirse por cuanto por medio de la red se publicaban en España, aunque
si fuese conectado a una estafa con efectos fuera de España los órganos judiciales españoles tendían competencia
para el delito publicitario pero no para el de estafa. Con el criterio de la ubicuidad ambos serían perseguibles.
19
DEL MORAL GARCÍA, ANTONIO, en "La protección del consumidor frente a la actividad publicitaria: perspectiva penal",
colección de Manuales de Formación Continuada del Consejo General del Poder Judicial, nº 15, 2002, págs. 134 a 136.
En el supuesto del delito de facturación ilícita del art. 283 C. P. habrá que
entender como lugar de comisión del delito el lugar de expedición de los recibos
derivados de la alteración, el lugar en que se hayan manipulado los aparatos
contadores o el lugar dónde se encuentren estos aparatos ya manipulados o
alterados.
En el del delito del art. 284 C. P. referido a difusión de noticias falsas, utilización
de violencia, amenaza o engaño para alterar los precios derivados de la libre
concurrencia del mercado habrá que entender competente al lugar de inicio de
la difusión o de utilización de la violencia, amenaza o engaño de la información
privilegiada21. De todos modos el criterios de la ubicuidad evitará mayores
problemas.
Por último, respecto del delito del art. 361 C. P. -expedición de medicamentos
deteriorados o caducados, incumplimiento de las exigencias técnicas o
sustitución de los mismos- será lugar de comisión del delito el en que se
desarrollen dichas conductas, es decir, dónde se expidan al público o se hayan
elaborado incumpliendo las exigencias técnicas o se hayan sustituido unos por
21
En este sentido se manifiesta MADRIGAL RODRÍGUEZ PEREDA, CONSUELO, en "La alteración de los precios resultantes
de la libre competencia y su delimitación como conducta con trascendencia penal en el marco de la economía de
mercado y de la libertad empresarial" publicado en "Estudios Jurídicos del Ministerio Fiscal", 2004, pág. 1205.
En los delitos contemplados en los arts. 363 entendemos que será Juez
territorialmente competente el del lugar en que se expidan los productos
alimentarios (Art. 363. 1), se fabriquen o vendan los comestibles o se trafique
con géneros corrompidos (Art. 363. 2 y 3), se elaboren los productos (Art. 363. 4
o se oculten o sustraigan (Art. 363. 5)
Por último en los delitos del art. 364 CP lo será el del lugar en que se adulteren
los alimentos, sustancias o bebidas (Art. 364. 1), se administren sustancia no
permitidas (Art. 365. 2. 1º CP) se sacrifiquen los animales de abasto (Art. 364. 2.
2º y 3º) o el lugar dónde los destinen al consumo humano (Art. 364. 2. 2º) o
dónde se despachen para el consumo público las carnes o productos a que el
mismo se refiere.
La falta de competencia territorial por parte del órgano que instruye la causa no
va a determinar la nulidad de las actuaciones practicadas siempre y cuando de
las mismas no derive una vulneración esencial de normas procesales que haya
22
Se trata de un caso relativo a un delito contra la Hacienda Pública y otro de falsedad -en doctrina aplicable a los delitos
que estudiamos- consistiendo en la importación ilegal desde Italia de diversas cantidades de alcohol que se
descargaron en varios lugares.
En esta materia el art. 18. 2 LECr. -introducido por la Ley Orgánica 15/2003 de 25
de Noviembre- establece, para aquellos casos de comisión del delito bajo
acuerdo, un nuevo fuero específico preferente a los anteriores enumerados en
el propio art. 18. 1 LECr. Dicho fuero atribuye, en aquellos supuestos en los que
los delitos se hayan cometido en el territorio de la misma provincia y al menos
uno de ellos se hubiese perpetrado dentro del partido judicial sede de la
Audiencia Provincial, la competencia territorial a los Juzgados de dicho partido,
que deberán asumir la instrucción. Por ello, en aquellos procesos iniciados en
Juzgados de partidos judiciales diferentes al en que radica la sede de la
Audiencia Provincial, en el caso de que se investiguen delitos contra los
La duración de las diligencias de investigación del Fiscal no debe exceder de los seis
meses desde su iniciación excepto aquellas que se refieren a los delitos que se
atribuyen a la Fiscalía contra la Corrupción y la Criminalidad Organizada, que
pueden alcanzar una duración de doce meses precisamente por la mayor
complejidad que requiere su investigación. Cabe prórroga acordada por el Fiscal
general del Estado. La Ley no fija el número de prórrogas aunque hay que entender
que es una sola no solo porque se refiere a tal posibilidad de prórroga en singular
sino porque se trata también de un plazo razonable para recoger materiales
suficientes como para poder fundar una querella o denuncia.
Estas diligencias pueden ser un medio sumamente útil para que las asociaciones
de consumidores, sobre todo en aquellos casos en que las mismas tengan noticia
de tales hechos pero no dispongan de elementos probatorios, puedan denunciar
los mismos que consideren delictivos a efectos de que el Fiscal promueva una
previa investigación de los mismos, y tras la recogida de los datos suficientes pueda
presentar querella o denuncia.
los tipos de los arts. 361 al 364 del CV. P. relativos a la elaboración y expendición de
medicamentos nocivos para la salud y fraudes alimentarios.
Sin embargo, en el caso de los delitos relativos al mercado y a los consumidores, los
típicos socioeconómicos de consumo, de los arts. 278 al 286 del C. P., el artículo 287.
1 del C. P. considera semipúblicos estos delitos al establecer que "para proceder por
los delitos previstos en la sección 3ª de este capítulo será necesaria denuncia de la
persona agraviada o de sus representantes legales" pudiendo denunciar el
Ministerio Fiscal cuando aquella sea "menor de edad, incapaz o una persona
desvalida". No obstante, el precepto citado no considera necesaria la denuncia
previa "cuando la comisión del delito afecte a los intereses generales o a una
pluralidad de personas".
De todos modos, la norma es clara, considera a los delitos relativos al mercado y a los
consumidores de los arts. 278 a 286 C. P. como semipúblicos y para poder proceder por
ellos se deberá presentar previamente denuncia o querella por parte del agraviado o
su representante legal, no pudiéndose proceder de oficio excepto en las excepciones
previstas en el art. 287. 2 CP30.
La denuncia de un delito contra los derechos de los consumidores de los arts. 281 al 284
C.P.,al igual que la de cualquier clase de delito,no presenta caracteres especiales;podrá
hacerse tal como establece el art. 265 LECr. por escrito o de palabra, personalmente o
29
VALLE MUÑIZ, JOSÉ MANUEL, en "Comentarios a la Parte Especial del Derecho Penal", Ed. Aranzadi, 1996, pág. 654
considera, correcta la decisión del legislador de exigir la previa denuncia en estos delitos fundamentándolo en que
quedará el proceso penal siempre como última posibilidad de resolución de los conflictos al poder acudir previamente
ala vía civil o administrativa para su resolución, aparte de que se trata de infracciones administrativas que han sido
elevadas a la categoría de delitos con caracteres imprecisos.
30
En cualquier caso, tal como dispone el art. 32. 2 LGDCU, la instrucción de causa penal ante los Tribunales de Justicia
suspenderá la tramitación del expediente administrativo sancionador que hubiera sido incoado por los mismos
hechos, y en su caso la eficacia de los actos administrativos de imposición de sanción.
Por su parte, el art. 32 de la Ley general de Publicidad autoriza la compatibilidad en el ejercicio de acciones penales y
civiles o administrativos para la persecución de la publicidad engañosa.
31
No significa que no pueda formularse denuncia oral por estos delitos, casos en los que el funcionario que la recibiere
levantaría acta -art. 267 LECr.- en la que se expresarían los hechos manifestados por el denunciante, pero la
complejidad de su redacción -manifestaciones del denunciante, análisis de las mismas por el funcionario que las
transcribe en el acta, lectura y aprobación por el denunciante o modificaciones adicionales si no se redacta conforme
a lo que él manifiesta- aconseja la denuncia escrita, redactada ya por el mismo denunciante.
por mandatario con poder especial, no pudiendo ser sustituida por terceras personas
(SAP de Sevilla, Sección 7ª, de 4 de septiembre de 2002).
En cuanto a la denuncia, se exige por los arts. 266 y 267 LECr. que sea firmada por el
denunciante. Sin embargo, puede plantearse si la condición objetiva de
perseguibilidad se cumple asimismo con la denuncia anónima. El art. 269 LECr. obliga
al Juez o funcionario ante quien se presente la denuncia a proceder a la averiguación
de los hechos comprendidos en ella, salvo su manifiesta falsedad o que los hechos no
revistieren carácter de delito, por lo que incurrirán en responsabilidad si la desestiman
indebidamente.
Parecería, pues la denuncia anónima es medio adecuado para tener por cumplida la
condición de perseguibilidad y, en consecuencia, iniciar un proceso penal por delitos
contra los consumidores. En general dichas denuncias, dado su carácter anónimo que
implica que nadie se identifique como su autor y se haga responsable de las mismas,
deben mirarse con precaución pero si los hechos que comunica indiciariamente
pueden ser constitutivos de delito32 deben ser admitidas si revisten indiciariamente
verosimilitud. Sin embargo en materia de delitos contra los derechos de los
consumidores entendemos que no es admisible la denuncia anónima para tener por
cumplido el requisito procesal de perseguibilidad y ello por la sencilla razón de que al
32
Como observa MONTÓN REDONDO, A. en "Derecho Jurisdiccional III", en colaboración con MONTERO AROCA, J, GÓMEZ
COLOMER, J. L. y BARONA VILAR, S., Ed.Tirant lo Blanch",Valencia 2007, pág. 145, no hay inconveniente en considerar suficiente
una denuncia anónima para iniciar un proceso penal, si bien, dada la falta de datos de identidad del denunciante debería
tenerse especial cuidado en apreciar el principio de proporcionalidad a la hora de admitirla a trámite,ponderando la gravedad
y trascendencia de los hechos asi como la verosimilitud de lo denunciado y posibles perjuicios que podrían derivarse de la
investigación abierta con ocasión de dicha denuncia.
33
La Instrucción de la Fiscalía General del Estado de 16 de marzo de 1993 señala la cautela con la que hay que actuar ante una
denuncia anónima, señalando que "una denuncia anónima no subsanada puede ser un acto desencadenante de una
investigación preparatoria o propiamente procesal, pero habrá de calibrarse fundamentalmente el alcance del hecho
denunciado, su intensidad ofensiva para un bien jurídico y la proporcionalidad y conveniencia de la investigación por hechos
cuyo relator prefiere ampararse en el anonimato".
34
Se trata de un caso, cuya doctrina es aplicable a los delitos contra los derechos de los consumidores, en el que se presentó una
denuncia en el Juzgado de Guardia por delito de estafa, causa que fue sobreseída libremente por el Juzgado, y recurriéndose
el auto de sobreseimiento, que fue revocado por la AP y al mismo tiempo la propia AP acordaba ordenar al Juez continuar la
investigación por si los hechos denunciados como estafa en un principio podían de constituir un delito de administración
desleal.
Ello dio lugar a que la defensa del imputado plantease la cuestión de si la investigación que desarrollaba el Juez Instructor
por los mismos hechos que inicialmente se denunciaron como estafa -ordenada por la Sala- por un posible delito de
administración desleal, debería considerarse como realizada de oficio y, en consecuencia si se debería tener por no cumplido
el requisito de la denuncia previa. La AP lo resuelve en esta sentencia de 27-11-2001 en sentido afirmativo, considerando que
los hechos eran los mismos aunque inicialmente se calificaran por el propio denunciante como estafa y que el propósito de
denunciar se derivaba asimismo del hecho de que posteriormente se personaran en las actuaciones como acusación
particular.
"no como una declaración de ciencia sino como una manifestación de voluntad, que
debe ser dirigida contra cada uno de los que se consideraren responsables; hasta el
punto de que las previas denuncias de hechos que encabecen el asunto o motiven
la intervención policial deben ir seguidas de una designación de aquellos de los
encausados contra quienes en concreto se interesa que prosiga la causa. Y es que
puede haber motivos variados de oportunidad que impulsen a los perjudicados o a
sus representantes a pretender que sólo alguno o algunos de los encausados sean
objeto de acusación, o ninguno de ellos, de modo que parece claro que la genérica
puesta en conocimiento de los hechos es insuficiente para dar por cumplida la
exigencia de que quienes sufren el perjuicio por la presunta infracción decidan si
continúa o no la causa, y alcen el óbice material a su persecución con el declarado
deseo de que sean, en su caso, objeto de sanción los implicados, como sucede en
otras infracciones de igual naturaleza semipública. Coherente con ello se hizo en la
instrucción ofrecimiento de acciones a la entidad denunciante, cuyo representante
manifiesta quedar enterado de sus derechos y no formula expresa denuncia contra
ninguno de los detenidos"
podrá acusarse posteriormente por dicho delito en el juicio oral ante la falta de la
condición objetiva de perseguibilidad.
Todos los agraviados o perjudicados están legitimados para poder personarse como
acusadores en los procesos penales por delitos contra los derechos de los
consumidores, ya que, como se ha dicho, la regla general es su persecución de oficio,
previo cumplimiento de los requisitos exigidos en los arts. 270 y ss. de la LECr.
37
Aunque no siempre, pues es de sobra sabido que los conceptos de agraviado y perjudicado pueden no coincidir -el
titular del bien jurídico lesionado es una persona y el perjuicio económico recae en otra distinta- y en algunos delitos
contra los consumidores pueden no producirse perjuicios, como en el del art. 282 CP, que requiere únicamente la
idoneidad de publicidad engañosa para causarlo.
38
No deja de ser llamativo que esta sentencia se lamente de la ausencia de acumulación a la causa que resuelve de otras
actuaciones procesales que no se sabe si se llevaron a cabo pero que de ser denunciadas separadamente darían lugar
a otros tantos procesos penales con las consecuencias de que si se hubiesen tramitado todas conjuntamente en una
sola causa podría darse por cumplido el requisito de afectar a los intereses generales a que se refiere el art. 287. 2 CP
que dá lugar a que el delito sea perseguible de oficio, circunstancia que podría no acreditarse al seguirse -si es que
se seguían- procesos por separado al tiempo que podrían producirse, en su caso, sentencias contradictorias..
Se trataba de una intervención de un total de 158 litros de aceite que se hacían pasar como puro de oliva en tanto que
estaban altamente mezclados con aceite de semillas. Efectivamente, expresa dicha sentencia que "no será ocioso
señalar la obviedad jurídica de que este Tribunal sólo puede resolver el supuesto enjuiciado en los estrictos términos
en que le ha sido planteado, constreñido a dos concretas intervenciones de partidas de aceite supuestamente
fraudulento en sendos establecimientos de alimentación; sin que le sea dado en modo alguno ir más allá, formulando
hipótesis o asumiendo presunciones acerca del real alcance cuantitativo de la práctica defraudatoria imputada.
Se dice lo anterior porque, aunque no es nuestra intención criticar la actuación en este asunto de las autoridades
administrativas, de las acusaciones pública y particular y del Juez instructor, lo cierto es que el Tribunal siente la
misma estupefacción que supone embargará a cualquier ciudadano al observar que, cuando las actuaciones se
inician para investigar un posible fraude alimentario en el que está implicada una empresa cuyo administrador
reconoce envasar entre mil y mil quinientos litros de aceite de oliva al mes, el objeto de este juicio se reduce, sin
embargo, a las dos concretas intervenciones a que nos hemos referido, que apenas alcanzan en total la décima parte
de esa cifra mensual.
Realmente es legítimo preguntarse dónde están los análisis iniciales que desencadenaron la enérgica decisión
administrativa de inmovilización cautelar de todo el aceite de una determinada marca, cuál fue el resultado de las
intervenciones que se efectuaran en otros establecimientos -pues parece inverosímil que sólo se actuara en los dos
que figuran en este proceso- y, si en esas otras intervenciones se encontró también aceite fraudulento, por qué no se
han acumulado todas las causas abiertas a raíz de ellas, a fin de abordar judicialmente, previa una auténtica
investigación que aquí brilla por su ausencia, el fraude en su real magnitud y alcance, mayor o menor. Pero estos
interrogantes habrán de quedar ya sin respuesta en el marco de este proceso, cuyo objeto ha quedado circunscrito,
sin intervención del Tribunal, a unas decenas de litros de aceite incautados en dos pequeños establecimientos de la
comarca de Los Alcores, sin que conste siquiera que alguna botella de aceite fraudulento llegara al consumidor final.
Lo que haya sucedido en otros lugares no es de nuestra incumbencia y no puede siquiera ser aventurado aquí".
Creemos que sobra cualquier comentario. Para mayor inri la sentencia se dictó más de ocho años después de
cometidos los hechos. No deja de ser lógico, por ello, que la propia Sección considere que por esos hechos carezca de
sentido imponer una pena privativa de libertad. Y por si fuera poco acabó condenándose únicamente por una falta de
estafa al no superar la cantidad delimitadora del delito-falta el valor de los 158 litros de aceite aprehendidos.
Por agraviado habrá que entender al titular del bien jurídico protegido, que será
normalmente quien sufre en su patrimonio las consecuencias del delito, bien sea
directamente o indirectamente, coincidiendo por lo general dicha expresión con la de
perjudicado37.
Las asociaciones de consumidores van a considerarse como agraviadas a este respecto
en cuanto que defienden el interés general y el particular de sus asociados y por tanto,
su denuncia dará lugar a que se tenga por cumplido el requisito de procedibilidad
exigido. De no interpretarse así y considerárseles como acusación popular quedarían
excluidas del ejercicio de la acción penal en los delitos de los arts. 278 al 286 C. P., pues
el art. 287 exige que sea el agraviado quién denuncie y como tales hay que entender a
tales asociaciones si se pretende que cumplan su fin social. En este sentido se
pronuncia la SAP de Sevilla, sección 4ª, de 17 de septiembre de 200438cuando expresa
que
39
En este sentido se manifiesta VARGAS CABRERA, B. En El delito publicitario", publicado en Estudios Jurídicos del
Ministerio Fiscal, 2004, pág. 1171.
"Habida cuenta de los hechos delictivos por los que formula querella (estafa
presuntamente cometida contra los ignotas personas que se inscribieron en los
seminarios llevados a cabo por las entidades en las que ostentan cargos
representativos las personas querelladas y delito contra los consumidores) no
ostentaba -ni ostenta- la condición de "ofendido" o "perjudicado" por los
mencionados delitos, razón por la cual carecía - y carece- de legitimación para ser
tenida como acusación Particular sino en su caso debió serlo como Acusación
Popular en cuanto que ni constituye, desde luego, la persona (física) concreta contra
40
Conviene recordar que según el art. 4 LGP se considera engañosa a la publicidad que "de cualquier manera, incluida
su presentación, induce o puede inducir a error a sus destinatarios, pudiendo afectar a su comportamiento
Dicho de otro modo, no cabe la acción popular en los delitos relativos al mercado y
a los consumidores de los arts. 278 a 286 C. P. por tratarse de delitos semipúblicos
que exigen siempre de tal denuncia salvo las excepciones del art. 287. 2 C. P.
Por otro lado no puede olvidarse que la publicidad a que se refiere el art. 282 CP es
la comercial, tal como se desprende de los arts. 9 y 2 de la Ley General de
Publicidad ya que refieren la misma a la que tenga por finalidad promover "de
forma directa o indirecta la contratación de bienes muebles o inmuebles,
servicios, derechos y obligaciones", quedando excluida de la protección penal
cualquier otra clase de publicidad como, por ejemplo, la política.
En el supuesto del delito de facturación ilícita del art. 283 C. P. habría que
considerar agraviado o perjudicado a quienes sufren e su patrimonio dicha
facturación por importe superior al permitido, bien porque se factura a precio
superior al real o bien porque facturan cantidades superiores de mercancías a
las efectivamente suministradas o se suministran productos de inferior calidad
al solicitado y pagado.
En el caso de que siendo varios los agraviados solo se querelle o denuncie uno
de ellos, se plantea la cuestión de si podrán personarse en las actuaciones los
otros perjudicados no denunciantes. Entendemos que la respuesta debe de ser
afirmativa por cuanto el requisito procesal de perseguibilidad que permite la
iniciación del proceso ya ha sido cumplido por la denuncia previa, lo que permite
el acceso al proceso de los otros perjudicados. Por otro lado, el escrito de
personación como partes acusadoras equivaldrá a la expresión de la voluntad
de denunciar de los otros perjudicados
De todas maneras, no será obstáculo para ello la exigencia del art. 109. 3 LECr. de
que si no fuese conocido el perjudicado no se les hará a los interesados en la
causa notificación alguna que la prologue o detenga, pues la publicación de
edictos o de anuncios en los medios de comunicación no retrasará ni
suspenderá la instrucción de la causa42. Y, por otra parte, dado que el art. 4 LEC
declara a la misma supletoria del resto de leyes procesales consideramos que en
estos supuestos procedería aplicar lo dispuesto en el art. 15 de la misma, lo que
supondría que en el caso de que el mismo se iniciase a instancias de una
asociación de consumidores o usuarios las siguientes consecuencias43:
41
GASCÓN INCHAUSTI, ob. cit., pág. 36. El problema va a ser quién satisface desde el primer momento el coste de dicha
publicidad procesal. Van a tener que soportarlo los que la solicitan con el riesgo de que si posteriormente el acusado
es absuelto soportarán definitivamente tal gasto. Sería de desear que la ley estableciese obligatoriamente la
publicidad de los procesos en que hay o puede haber afectados una generalidad indeterminada de consumidores,
anunciando el órgano judicial encargado de la instrucción, el objeto de la misma y número de asunto además de
ofrecer la posibilidad de personación en dichos autos.
42
En este sentido se manifiesta GASCÓN INCHAUSTI, FERNANDO, en ob. cit., pág 36.
43
Salvo en los supuestos en que lo que se ejercite sea una acción de cesación para la defensa de intereses colectivos y
difusos, que quedan exceptuados del régimen establecido en los arts. 15. 1 al 3 LEC por disponerlo asi el párrafo 4 de
dicho precepto, adicionado por Ley 39/2002 de 28 de octubre.
44
Lógicamente, la LEC se refiere a la demanda.
45
Salvo en supuestos de personación acabada la instrucción y antes del trámite de calificación, en que pederían la
oportunidad de interesar diligencias de investigación en la fase sumarial o de diligencias previas.
"Podrán ejercitarse expresamente las acciones por una misma persona o por
varias; pero siempre que sean dos o más las personas por quienes se utilicen las
acciones derivadas de un delito o falta lo verificaran en un sólo proceso y, si
fuere posible, bajo una misma dirección y representación, a juicio del Tribunal".
entre las distintas partes que ejercen la acción penal o civil derivada del delito -
requisito mínimo-; es preciso una suficiente convergencia de intereses, e incluso
de puntos de vista, en la orientación de la actuación procesal que haga
absolutamente inútil la reiteración de diligencias instadas o actos realizados
por sus respectivas representaciones y asistencias letradas.
Por lo que la norma del art. 113 LECr. debe ser interpretada y aplicada de forma
que respete el derecho de defensa y asistencia letrada de la parte o partes a las
que se obliga a litigar bajo una misma defensa y representación. Y lo será
cuando, efectivamente, los intereses y enfoques de la actuación procesal de
todos ellos sean coincidentes, porque, en otro caso, el derecho de defensa -del
que en efecto, es titular también la parte acusadora y no sólo la acusada (SSTC
30/1981 y 193/1991)-, pudiera verse lesionado, conforme se mantiene en este
supuesto por la demandante en amparo".
En el caso de los incapaces, habrá que entender por tales no solo aquellos contra
los que se haya dictado una sentencia de incapacitación sino que conforme a lo
que establece el art. 25 CP, se considerará como tales "a toda persona, haya sido
o no declarada su incapacitación, que padezca una enfermedad de carácter
persistente que le impida gobernar su persona o bienes por sí misma". Al igual
que en el supuesto anterior es indiferente que el incapaz tenga o no
representante legal, debiendo actuar el Fiscal caso de que el mismo, de haberlo,
no lo haga.
En estos tres supuestos que legitiman la intervención del Ministerio Fiscal éste,
antes de decidir acerca de la presentación o no de la denuncia o querella ante el
órgano judicial tiene dos vías para comprobar la verosimilitud de los hechos que se
le ponen de manifiesto y preparar el ejercicio de la acción penal: La primera incoar
directamente, a la vista de la denuncia diligencias de investigación penal de la
propia Fiscalía, ante la que deben haberse puesto de manifiesto los hechos bien por
los propios interesados o por terceras personas o instituciones. La segunda vía es
incoar diligencias de carácter preprocesal del art. 5. 3. 2 de su Estatuto para
comprobar y acopiar datos acerca de la presentación de la denuncia, diligencias de
carácter preprocesal no sometidas a plazo y que no exigen la audiencia previa del
imputado para su conclusión, siendo su cometido el de tratar de acopiar datos que
fundamenten el ejercicio futuro de acciones penales.
Por otra parte, como ya se ha dicho, el proceso penal puede iniciarse de oficio por el
propio Juez Instructor o por el mismo a instancias del Ministerio Fiscal en los otros
dos supuestos contemplados en al art. 287. 2 CP: que resulten afectados los intereses
generales o una pluralidad de personas. Se trata de conceptos jurídicos
indeterminados que van a precisar de una mayor concreción por el órgano
jurisdiccional antes de decidir cuando se está en presencia de uno de ellos y, en
consecuencia, cuando se puede iniciar el procedimiento de oficio.
la expresión "pluralidad", la que podría entenderse como más de dos personas. Por
su parte, el art. 74. 2 CP habla de "generalidad" de personas para agravar la pena en
caso de delito continuado. Si se interpreta que "pluralidad" equivale a "generalidad"
habría que entender que los perjudicados deberían ser muchos más que tres para
justificar la actuación de oficio . En el supuesto del delito publicitario esta
circunstancia se dará con facilidad, ya que por su propia naturaleza, el anuncio
engañoso va dirigido a una generalidad de personas, incluidas o no en clases
determinadas de la población.
Además hay que señalar que, dado que el art. 287. 2 CP excluye de la necesidad
de denuncia previa y considera perseguibles de oficio estos delitos cuando
afecten a una generalidad de personas, es evidente que este requisito se
entenderá cumplido en la mayoría de estos delitos, convirtiendo la
perseguibilidad de oficio de excepción en regla general. Por una parte es casi
imposible realizar la conducta típica del art. 281 CP sin perjudicar a una
pluralidad de personas, ya la detracción del mercado de materias primas para
provocar su desabastecimiento o provocar un alza de los precios o perjudicar
gravemente a los consumidores requiere que haya una pluralidad amplia de
éstos. Lo mismo resulta del delito del art. 284 CP, ya que la alteración de los
precios que resultarían de la libre concurrencia del mercado requerirá, por lo
general, que resulten afectadas clases determinadas de personas. Con mayor
motivo ello será aplicable al delito del art. 282 CP ya que el delito publicitario
por su propia naturaleza requiere ir dirigido a una gran cantidad de personas. En
el caso del delito de facturación ilícita del art. 283 CP es claro que podrán darse
supuestos que requieran denuncia previa cuando los afectados no alcancen la
categoría de "pluralidad".
entendiendo que
En todo caso han de ser más de tres (SAP de Zaragoza, Sección 3ª, de 24 de julio
de 2003), debiendo ser más de cuatro o cinco (SAP de Sevilla, Sección 7ª, de 4 de
septiembre de 2002). Y en el caso del delito publicitario habrá que considerar
que los hechos afectan a una pluralidad de personas cuando los anuncios
portadores de la publicidad se inserten en periódicos de difusión nacional (AAP
de Madrid, Sección 7ª, de 27 de abril de 2000), habida cuenta de la amplia
difusión que ello supone.
Como observa MUÑOZ CONDE51 podrá considerarse que existe una pluralidad de
personas en aquellos casos en que aunque formalmente haya una única
persona jurídica perjudicada, ésta esté integrada por un número relevante de
personas físicas que se corresponda con la noción misma de pluralidad.
La jurisprudencia recaída sobre este tema equipara los efectos del perdón y del
desistimiento de la acción penal, incluso cuando el Ministerio Fiscal esté
51
MUÑOZ CONDE, F., "Delitos societarios" en "La reforma de la Justicia Penal", Universidad Jaume I, Castellón, 1997, pag.
141
52
Aquí podría alegarse que cuando el legislador ha optado por la no existencia del perdón en algún grupo de delitos lo
ha señalado así expresamente como en los delitos contra la libertad sexual, por lo que cuando no se ha manifestado
en ese sentido habría que considerarlo aplicable. Sin embargo la razón de la prohibición expresa del perdón en los
delitos contra la libertad sexual es la de evitar las coacciones y todo tipo de presiones que han recibido muchas
víctimas de esos delitos para que perdonasen al agresor y otorgasen el perdón, lo que, si se cedía a dichas presiones,
llevaba a la impunidad de los mismos. De ahí que se prohíba, como único caso en todo el CP el perdón en este tipo de
delitos.
imprudentes (Art. 267. 3 CP). Es decir, el CP prevé el perdón como causa extintiva
de la acción penal en unos delitos semipúblicos y no en otros. Entre los que no
contienen el perdón como causa de extinción de la acción están precisamente
los delitos societarios, los relativos al mercado y a los consumidores y los de
abandono de familia.
Ello significa que el legislador ha optado por no aplicar el perdón a estos últimos
delitos, pues no otro sentido tiene el que no lo mencione en ellos y sí en otros
semipúblicos, por no hablar de su prohibición expresa en los delitos de agresión,
acoso y abusos sexuales (Art. 191. 2 CP52). Por otro lado, el art. 130. 5º del CP
considera causa de extinción de la responsabilidad penal al "perdón del
ofendido cuando la Ley así lo prevea", por lo que caso de falta de tal previsión
hay que considerar inexistente el perdón.
Caso de haberse seguido proceso penal por los delitos relativos al mercado y a
los consumidores de los arts. 278 a 286 del C. P. sin haberse presentado
previamente la correspondiente denuncia cabe preguntarse sobre la validez de
los actos procesales realizados una vez se advierta la falta d este presupuesto
procesal.
presentase la denuncia, lo que una vez hecho, daría lugar a su reanudación. Ello no
provoca indefensión alguna, pues la causa solo se reanudaría una vez presentada
la denuncia y se evitaría una repetición innecesaria de actos procesales ya
realizados. Evidentemente habría que señalar un límite preclusivo para tal
posibilidad que entendemos debería ser el del cierre de la fase de instrucción. Es
decir, si se advierte la ausencia de denuncia, cuando la misma es necesaria, en fase
de instrucción bastaría con suspender la tramitación del procedimiento en tanto la
misma se produjese reanudando el curso de la causa. Es claro que acabada la
instrucción e iniciado el trámite de calificación del delito -plazo preclusivo para la
personación de perjudicados conforme al art. 110 LECr.- habría que proceder al
archivo de la causa53.
En aquellas causas por delitos contra los consumidores que sena de gran
complejidad con existencia de múltiples perjudicados, pluralidad de acusados y
acusadores puede ser una medida adecuada, dentro de lo posible, para acelerar
la fase instructora el formar piezas separadas, tal como establece el art. 762. 6
de la LECr.
Los delitos contra los consumidores van a requerir, cuando revistan cierta
complejidad, de la intervención de diversas personas y la realización de
múltiples acciones que van a ser continuadas en el tiempo -por ejemplo, la
facturación ilícita, la detracción de materias primas, etc- que van dirigidas a la
obtención del resultado criminal deseado. Algunos imputados habrán
intervenido en parte de la acción típica, otros en otra y otros en ambas. En este
caso, al formación de piezas separadas es un elemento útil para activar el
proceso, pudiéndose localizar más facilmente las actuaciones e interesar
diligencias con mayor rapidez, evitando que los autos principales crezcan
desmesuradamente convirtiéndose en inmanejables.
Dicha medida puede ser útil tanto en las primeras fases de la instrucción
como a lo largo de la misma. Lógicamente deberá ser adoptada cuando haya
de ser adoptada alguna medida cuya finalidad podría frustrarse de no
acordarse dicha declaración de secreto, como una intervención telefónica o
cuando en el curso de las investigaciones aparezcan elementos de juicio, a
determinar en cada caso, que hagan necesaria la adopción de la medida
para evitar la manipulación o desaparición de pruebas asegurando el buen
éxito de la instrucción.
Ahora bien, hay que evitar que como consecuencia de haberse declarado
total o parcialmente secreto el sumario se lesione el derecho a la defensa
del imputado en el proceso. Por ello, la STC de 22 de febrero de 1999, Sala 2ª,
estima el amparo del imputado que consideraba que, al haber sido
declarado secreto el sumario, no había podido conocer las razones por las
que se acordó su prisión provisional y formular las alegaciones pertinentes
para poder impugnar con eficacia tal medida cautelar. Al imputado se le
notificó únicamente la parte dispositiva del auto que acordaba su prisión
provisional y no el resto del auto por haber sido declaradas secretas las
actuaciones.
56
Aunque este extremo es discutible, pues aparte de que una disposición legal pueda disponer lo contrario, el art. 3. 6
de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita permite su aplicación en el caso de personas jurídicas con insuficiencia de
medios para litigar reseñadas en el art. 2 apartado c) de dicha ley, entre las que se encuentran las asociaciones de
utilidad pública previstas en el art. 32 de la Ley Orgánica reguladora del Derecho de Asociación de 22 de marzo de
2002. El art. 3. 4 de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita exige que se litigue en defensa de intereses o derechos
propios pero como tales hay que entender los de las asociaciones de consumidores y otras de utilidad pública, aparte
de que el art. 21. 1 C) de la Ley General para la Defensa de Consumidores y usuarios les permite acceder a este
beneficio. Por otro lado, no puede olvidarse que el art. 20. 3 de la LOPJ establece expresamente que “el ejercicio de la
acción popular será siempre gratuita”.
57
Precepto añadido, vigente desde 31 de diciembre de 2006, por art. 1 de la Ley 44/2006 de 29 diciembre, de mejora de
la protección de los consumidores y usuarios.
“No hay razón que justifique una interpretación restrictiva del término
ciudadano previsto en el art. 125 CE y en las normas reguladoras de la
acción popular (STC 241/1992). Por lo tanto, no sólo las personas físicas,
sino también las jurídicas se encuentran legitimadas para mostrarse parte
en el proceso penal como acusadores populares.
Por otro lado, no puede negarse que existen algunas infracciones cuya
persecución se conecta directamente con el objeto de ciertas entidades
asociativas. Esto es lo que sucede precisamente con el de la Asociación
recurrente. No es posible ignorar que en este caso el ejercicio de la acción
penal constituye un medio especialmente indicado para el cumplimiento
de los fines asociativos de la recurrente, relacionados directamente con la
defensa del patrimonio natural”.
59
En este sentido, MONTERO AROCA, JUAN, en ob. cit., pág. 68.
60
Señala esta sentencia que de la lectura del art. 20 LGDCU y del 25 de la Ley General de Publicidad se infiere que estas
asociaciones tienen derecho a ejercitar tres tipos de acciones perfectamente diferenciadas: las referentes a la defensa
de la propia asociación, las relativas a la defensa de sus propios asociados, y las que estén dirigidas a la defensa de los
intereses generales de los consumidores y usuarios. Como se ha dicho reiteradamente por la doctrina, y ello es lógico,
los dos primeros supuestos de actividad procesal no ofrecen ningún tipo de problema "ni constituyen novedad alguna
en nuestro ordenamiento jurídico", ya que el ejercicio de acciones en nombre de los asociados constituye una
verdadera concreción aunque proceda de una suma de intereses, y la demanda en defensa de la propia asociación, al
tener la naturaleza de persona jurídica, se basa en su propia legitimación al defender intereses propios. La tercera
clase de pretensiones, dada su inconcreción al defender intereses generales, es la que ha planteado y plantea mayores
problemas interpretativos”, añadiendo que “Dentro de la labor hermenéutica que corresponde a los Tribunales de
Justicia y, dentro de ellos de manera esencial al Tribunal Supremo, podemos decir que el artículo 20 de referencia
parece contener en si mismo la legitimación activa de las mentadas asociaciones para ejercitar acciones en defensa
de intereses colectivos, no ya sólo de sus propios asociados, sino la de cualquier persona que tenga la cualidad de
usuario o consumidor, siempre, eso sí, que se pruebe en el proceso que esas personas están afectadas por el hecho
sometido a enjuiciamiento o, lo que es lo mismo, que posean un interés directo en la resolución judicial que haya de
dictarse. De ahí que no es necesario, según parece indicar la sentencia recurrida, que tales perjudicados deban estar
amparados por una acusación particular y específica que contenga el requisito de la postulación, pues basta que se
hallen protegidos por su carácter genérico de consumidores y por la prueba específica de haber sido afectados por
una situación accidental como puede ser, haber consumido un producto envenenado y sufrir las consecuencias
nocivas que ello supone. Es decir, estamos en presencia de la defensa de unos intereses que más que colectivos, o de
un colectivo, suponen la defensa de lo que modernamente se ha dado en llamar "intereses difusos" que en la realidad
social de su defensa deben estar dotados de las mismas armas procesales y de legitimación que cualquier otro
individuo, sea individual o colectivamente afectado”
añadiendo que
61
En esta sentencia el TC considera como argumento que refuerza tal posición el hecho de que las Cortes Valencianas
hubiesen aprobado la ley 9/2003, de 2 de abril, para la igualdad entre hombres y mujeres cuyo art. 36 se permite a la
Consellería con competencias en materia de mujer, que pueda proponer al Consell de la Generalitat el ejercicio de la
acción popular, en los supuestos de agresiones físicas domésticas en los que se cause la muerte o lesiones graves a
mujeres residentes en la Comunidad Valenciana. Rechaza los argumentos de la Audiencia Provincial de Valencia
alegando que dicha legislación autonómica invadía la estatal.
62
En este sentido se manifiesta GASCÓN INCHAUSTI, FERNANDO, en “La tutela de los consumidores y usuarios a través
del proceso penal”, Ed. CGPJ, colección de “Manuales de Formación Continuada”, nº 15, 2002, pág. 40.
63
El art. 21 bis ter 6. 2 - añadido por el art. 1 de la Ley 44/2006 de 29 diciembre, de mejora de la protección de los
consumidores y usuarios- establece la pérdida de la condición de asociación de consumidores a las que incurran en
conductas legalmente prohibidas en dicho precepto y que determinen que la Administración dicte una resolución que
provoque la exclusión de la misma en el registro estatal de Asociaciones de consumidores por un período no inferior
a cinco años, quedando a salvo su personalidad jurídica. En tal caso habría que considerarlas en tal caso incluidas en
el supuesto de art. 21 bis 1. 3. 2 por lo que podían seguir ejerciendo acciones penales en defensa de los intereses de sus
asociados o de la propia asociación.
64
INCHAUSTI, FERNANDO, en ob. cit., págs. 52 y ss.
Por otra parte, es claro que cualquier consumidor que se crea perjudicado
por el delito podrá personarse independientemente de las asociaciones de
consumidores, ejercitando la acción popular –si no afirma tal condición de
perjudicado- o la particular.
Por consumidor o usuario habrá que entender, tal como establece el art. 1.
2 de la LGDCU de 19 de julio de 1984 a
65
Es cierto que el art. 6. 7 LEC reconoce capacidad para ser parte a los grupos de consumidores o usuarios afectados por
un hecho dañoso cuando los individuos que lo componen estén determinados o sean fácilmente determinables,
exigiendo que para “demandar enjuicio será necesario que el grupo se constituya con la mayoría de los afectados.
Entendemos como se ha dicho, que ello no es trasladable al proceso penal. Baste pensar en la situación que se
produciría si en pleno proceso penal se separan del grupo más de la mitad de sus componentes.
66
Carecería de objeto su personación como acusación popular, que creemos posible, si no alegan en su personación su
condición de agraviados, por cuanto al no podrían solicitar indemnizaciones pese a ser perjudicados por el delito. Por
otra parte, deberían, si quieren personarse como acusación popular, previamente cumplir los requisitos exigidos por
la LGDCU para el reconocimiento de la asociación como legitimada para actuar en nombre de consumidores y
usuarios en general.
67
Por ello el Auto de la AP de Madrid, Sección 17ª, excluye de la posibilidad de ser sujeto pasivo del delito del art. 282 C.
P. al comerciante que contrata un arrendamiento para su negocio a unos propietarios de inmuebles destinados a la
prestación de diversos servicios mercantiles al no considerarlo consumidor o usuario.
“la identidad del sujeto pasivo del engaño, esto es, la persona o personas
que contrataron desde Alemania con la empresa vendedora Bodega D. S.L.
para la importación de las botellas de vino falsificadas. Sabemos que tal
contratación existió, pues así lo dice la sentencia recurrida en sus hechos
probados cuando nos habla de la comercialización del vino en Alemania
habiéndose detectado allí en unos supermercados las tan repetidas
falsedades y habiéndose remitido a España por una empresa alemana
contratada al efecto cinco botellas halladas en esos supermercados
situados en Munich y Colonia.
70
Se trata de una conducta que por lo general solo podrán desarrollar, dada su magnitud, una empresa o grupo de
empresas. En este sentido hay que recordar que el art. 1 de la Ley 15/2007 de 3 de julio de Defensa de la Competencia
prohíbe “todo acuerdo, decisión o recomendación colectiva, o práctica concertada o conscientemente paralela, que
tenga por objeto, produzca o pueda producir el efecto de impedir, restringir, o falsear la competencia en todo o en
parte del mercado nacional y, en particular, los que consistan en:
a) La fijación, de forma directa o indirecta, de precios o de otras condiciones comerciales o de servicio.
b) La limitación o el control de la producción, la distribución, el desarrollo técnico o las inversiones.
c) El reparto del mercado o de las fuentes de aprovisionamiento.
d) La aplicación, en las relaciones comerciales o de servicio, de condiciones desiguales para prestaciones equivalentes
que coloquen a unos competidores en situación desventajosa frente a otros.
e) La subordinación de la celebración de contratos a la aceptación de prestaciones suplementarias que, por su
naturaleza o con arreglo a los usos de comercio, no guarden relación con el objeto de tales contratos”
considerándose nulos “de pleno derecho los acuerdos, decisiones y recomendaciones que estando prohibidos en
virtud de lo dispuesto en el núm. 1, no estén amparados por las exenciones previstas en la presente Ley”.
71
Se ha discutido mucho en orden al criterio restrictivo que mantiene el art. 282 respecto de los autores del delito
publicitario al referirlos expresamente a los fabricantes y comerciantes, lo que excluiría a todos los demás que no
ostentando dicha condición realizasen una actividad de publicidad. Como observa DEL MORAL GARCÍA, en ob. cit., pág.
114, sería de desear una reforma legislativa al respecto que aclarase estos extremos, considerando como sujetos
activos del delito a cualquier persona que realizase la publicidad engañosa. No obstante, nada figura sobre ello en el
proyecto de reforma del CP remitido por el Gobierno a las Cortes en fecha 15 de diciembre de 2006.
Por otro lado, se discute la aplicabilidad de lo dispuesto en el art. 30 CP en el delito publicitario. Así, GIMENO YUBERO,
MIGUEL A., -en “La publicidad engañosa: conductas inmersas en el ámbito penal”. Ed. Consejo General del Poder
Judicial, en Estudios de Derecho Judicial, nº 72, 2005, págs. 303 y ss.,– considera dudosa su aplicación, estimando que
si se aplicase dicho precepto supondría una notable restricción de las posibilidades de penar este delito. En este
sentido se pronuncia asimismo VARGAS CABRERA, B. en “ob. cit, pág. 1175, considera inaplicable el citado art. 30 CP al
delito publicitario por estimar que el mismo está pensado para otros supuestos aparte de que si se aplicase vendría
a restringirse la participación de los delitos publicitarios más graves, precisamente los cometidos por personas
jurídicas, mientras que se ampliaría en los de menor entidad. Efectivamente, estableciendo el art. 30 CP –pensado
para regular la responsabilidad penal en los delitos cometidos por medios de difusión- una responsabilidad en
cascada, que, además, excluye de la punición a los cómplices, supondría una notable restricción en su aplicación. No
obstante, entendemos que dentro del concepto de comerciante cabría entender comprendidas las agencias de
publicidad, por cuanto legalmente merecen la cualidad legal de comerciantes conforme a lo dispuesto en el art. 1 del
Código de Comercio, al dedicarse habitualmente mediante precio a la actividad publicitaria en el mercado aún cuando
hubiera de ampliar su alcance pero que, de esta manera, estaría más de acorde con lo establecido en el art. 2 de la LGP
cuando define ala publicidad como toda forma de comunicación realizada por una persona física o jurídica “en el
ejercicio de una actividad comercial, industrial, artesanal o profesional” para “promover de forma directa o indirecta
la contratación de bienes muebles o inmuebles, servicios, derechos y obligaciones”. En sentido contrario se manifiesta
MORENO BRAVO, EMILIO, en”Delitos relativos al mercado y a los consumidores”, Ed. Marcial Pons, 2005, pág. 342, quién
considera inaplicable al delito de publicidad falsa lo dispuesto en el art. 30 CP. En tal caso, observa este autor, habría
que acudir a la participación de las agencias de publicidad como inductores o cooperadores necesarios en el delito
publicitario.
En cambio, no pueden ser considerados como tales sujetos activos del delito
publicitario, según el Auto de la AP de Castellón, Sección 1ª, de 30 de mayo de 2006
los comerciantes o fabricantes cuya actividad perjudica a la otra parte contratante
exclusivamente y no a una generalidad de consumidores, expresando que
“no puede merecer este castigo la publicidad llevada a cabo por ciertos
profesionales que no se pueden catalogar de "comerciantes o fabricantes" como
serían los constructores, siempre habría de faltar el elemento de que la oferta de
memoria de calidades no se dirige a una colectividad, los consumidores en su
conjunto, sino a un particular; pues no nos encontramos ante ningún acto de
publicidad, sino ante una contratación entre dos partes en los que la memoria
aportada forma parte de las condiciones del contrato de ejecución de obra; y
tampoco el elemento que establece un límite para estos delitos, mediante el cual
excluye aquellos casos en que no existe posibilidad de causar un perjuicio grave y
manifiesto para los consumidores, localizándose sus consecuencias en los efectos de
un incumplimiento contractual inter partes”.
2) Declaraciones de testigos.
“Los cauces establecidos por los artículos 714 y 730 LECrim se refieren
exclusivamente a la reproducción de diligencias practicadas en la fase
instructora propiamente dicha, es decir, en el período procesal que
transcurre desde el Auto de incoación del sumario o de las diligencias
previas y hasta el Auto que declara conclusa la instrucción, y no en la
fase preprocesal, que tiene por objeto la formación del atestado en la
que, obviamente, no interviene la autoridad judicial sino la policía”.
Solo, pues, las diligencias del sumario propiamente dicho y siempre
que se hayan practicado de forma inobjetable en función de las
garantías exigibles y en este sentido, cuando se trata de testigos, es
preciso, en primer lugar, que las declaraciones hayan sido practicadas
en presencia del Juez instructor, pues éste es el único órgano dotado de
la independencia suficiente para garantizar la preconstitución de
medios de prueba, y con la asistencia de las partes personadas y,
especialmente, de los letrados de los imputados con la finalidad de
garantizar la posibilidad de contradicción”.
72
Tal como señala la STS de 29 de noviembre de 2006 “es preciso que las diligencias sumariales sean incorporadas al
plenario en condiciones de que la defensa pueda someterlas a contradicción. Cuando se trata de prueba testifical es
claro que se produce solamente una contradicción limitada mediante su lectura y la realización de otras pruebas, así
como a través de las argumentaciones de las partes, pues no puede consistir en el interrogatorio del testigo ausente.
Pero esa deficiencia se supera si se tiene en cuenta que en la fase sumarial ya tuvo la oportunidad de interrogar”.
73
En el mismo sentido la SAP de Almería de 29 de mayo de 2006 al expresar que “cuando existen discrepancias entre
las declaraciones vertidas tanto por el propio acusado como por los testigos en fase sumarial o de Diligencias Previas
y en el acto del Juicio oral puede darse valor a aquellas siempre que los testigos hayan comparecido en juicio y hayan
podido ser sometidos a las preguntas de las acusaciones y de las defensas, guardándose en todo momento el
principio de contradicción”.
3) La prueba preconstituida.
Caso de que fuese de temer que la declaración del testigo o testigos no pudiesen
practicarse en la fase del juicio oral ante la posibilidad de su fallecimiento,
marcha a un lugar lejano del que sea previsible que no va a acudir al juicio oral
aún cuando se le cite o riesgo de su desaparición, riesgo de incapacidad física o
intelectual, hay que proceder a practicar su declaración con el carácter de prueba
preconstituida y, por tanto, con inmediación, publicidad y contradicción. La
jurisprudencia lo ha venido admitiendo cuando los testigos se encuentren en el
extranjero fuera de la jurisdicción del Tribunal de forma que no sea posible
obligarles a comparecer y cuando se encuentren en paradero desconocido,
habiendo resultado infructuosas las gestiones practicadas para su citación y las
diligencias policiales encaminadas a su localización STS de 2 de julio de 2004).
derecho del acusado a interrogar o a hacer interrogar a los testigos que se recoge
expresamente en el artículo 6.3.d) del Convenio para la Protección de los
Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales y en el artículo 14.3.e) del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (STS de 2 de julio de 2004).
A) Regulación.
Su regulación en la fase de instrucción se encuentra, como es sabido, en los arts.
456 a 485 LECr. Dichos preceptos distinguen entre informes periciales que
pueden ser reproducidos posteriormente en el juicio oral y los que no pueden
serlo. En el primer caso, los peritos nombrados por el Juez de Instrucción no
pueden ser recusados por las partes, tal como previene el art. 467. 1 LECr. sin
perjuicio de que puedan serlo en la fase de juicio oral conforme a lo dispuesto en
el art. 723 LECr.
76
Se trata de una conducta que por lo general solo podrán desarrollar, dada su magnitud, una empresa o grupo de
empresas. En este sentido hay que recordar, como ya se ha dicho, que el art. 1 de la Ley 15/2007 de 3 de julio de Defensa
de la Competencia prohíbe “todo acuerdo, decisión o recomendación colectiva, o práctica concertada o
conscientemente paralela, que tenga por objeto, produzca o pueda producir el efecto de impedir, restringir, o falsear
la competencia en todo o en parte del mercado nacional”.
Enlafasedeinstrucciónlaspartesacusadorasyacusadas tienenderecho,talcomoseha
dicho, a nombrar, a su costa, un perito que “intervenga en el acto pericial”, acordado
judicialmente por el Juez Instructor, tal como dispone el art. 471.1 y 2 LECr. pero
solamente,tal como previene este precepto,“en el caso del párrafo segundo del art.467
LECr.”,es decir,cuando el informe pericial que se practique en la instrucción no pueda ser
reproducido en el acto del juicio oral.
Elloplanteacualvaaserlaintervencióndelasmismasenlaemisióndelinformepericial,
acordado por el Juez Instructor, en aquellos supuestos en los que el mismo sí que será
reproducibleeneljuiciooral.Lacontestaciónes,anuestrocriterio,queenestemomento,
ninguna, sin perjuicio de que puedan presentar a su costa los informes periciales que
hayan redactado otros peritos designados particularmente por las mismas. Ello se
corrobora, además, por lo dispuesto en el art. 476 LECr. que solo permite a la acusación
particular y a la defensa del imputado concurrir al acto pericial cuando se estuviera en el
caso del art.476.2 LECr,es decir,cando el informe pericial fuera irreproducible en el juicio
oral, lo que “a sensu contrario” significa que no tendrá intervención en su elaboración
cuando el informe pueda reproducirse posteriormente78.
77
En todo caso,el hecho de que el perito sea propuesto a instancia de parte no supone,de entrada,su parcialidad. Como señala
la SAP de Barcelona, Sección 3ª, de 8 de marzo de 2007, “no puede descartarse apriorísticamente el valor de una pericia
atendiendo de forma exclusiva a la condición de perito propuesto o designado por la parte ni, por el contrario, cabe otorgarle
de modo acrítico valor acreditativo en base a la designación por parte de la autoridad judicial, ni aún en base a la condición
de funcionario público del perito”. Ahora bien, no conviene olvidar que si la parte presenta un perito a su costa es lógico
pensar que no va a presentar uno cuyo informe perjudique sus intereses. Habrá que ir caso por caso para determinar la
mayor o menor credibilidad que debe otorgarse a cada informe pericial.
78
En este sentido, la fundamental, en esta materia, STS de 9 de octubre de 2003 tras manifestar que “Poca seguridad iba a
tener el Instructor si junto a los peritos designados judicialmente intervienen las partes personadas en la causa,
especialmente los acusados, a modo de fiscalizadores de la labor imparcialmente desarrollada. Las partes acusadoras y
acusadas son parciales, como su misma denominación sugiere y el denunciado o inculpado está exento de decir verdad y
nunca puede ser compelido a comportarse procesalmente con objetividad si ello redunda en su perjuicio” por lo que “la
imposibilidad de reproducción en el acto del juicio oral de la prueba pericial debe hacer referencia a aquellos supuestos en
que la materia objeto de la pericia, que ha de ser examinada o reconocida por los expertos, posea o no carácter perdurable,
de modo que no desaparezca o se altere de forma substancial hasta el punto de no poder ser tratada u observada con
posterioridad en las mismas condiciones iniciales, únicas susceptibles de garantizar u dictamen correcto o adecuado, esto
es, objetivo y fiable”, por lo que “Cuando la materia u objeto de la pericia puede desaparecer o transformarse de forma
esencial, la ley permite la intervención de las partes, al modo de una prueba anticipada, precisamente porque las
operaciones de análisis o exámenes no podrán reiterarse, lo que podría originar un supuesto de preconstitución probatoria”,
por lo que “en estos casos resulta lógico que los peritos sean rigurosamente imparciales, admitiéndose la recusación de los
mismos. También en estos supuestos las partes procesales pueden nombrar un perito de su elección (Art. 471. 1 LECr.) y por
último, cabe también la intervención del querellante y del procesado, con sus representantes (Arts. 471 y 476 LECr.)”
79
Expresa la sentencia citada que “El sentido y alcance de la expresión acto pericial debe referirse tanto a las
operaciones y reconocimientos previos a la emisión del informe como a la emisión del informe mismo” sin embargo
“los términos en que nuestro texto legal se expresa, exigiendo que el acto pericial lo presida el Juez (art. 477 LECr.) se
acomoda más a las hipótesis en que las operaciones o análisis previos se llevan a cabo en actuaciones procesales
instantáneas o no dilatadas en el tiempo” por lo que en los dos años de elaboración del informe a que se refiere la
causa “no cabría pensar que el Juez Instructor estuviera permanentemente presidiendo la diligencia. Es por ello que,
en ciertos supuestos, no debe descartarse que el acto pericial (cuando es meticuloso y complicado el estudio objeto
de la prueba) se entienda referido a la emisión del informe ante el Instructor, en cuyo momento las partes pueden
hacer las objeciones, consideraciones o preguntas que tengan por conveniente, que pueden extenderse a las
operaciones previas, métodos o criterios utilizados en la elaboración del consiguiente informe” y en estas hipótesis de
posible preconstitución de prueba, o sea, en los casos de irreproducibilidad en el juicio oral “la intervención técnica del
procesado debe ser a través de perito de su libre designación., limitándose la intervención directa del mismo o de sus
representantes a lo establecido en el art. 480 LECr…”, o sea, podrán “…someter a los peritos las observaciones que
estimen convenientes, haciéndose constar todas en la diligencia” ya que se considera que una mayor intervención del
procesado en la elaboración del informe, colaborando en su elaboración “produciría la desnaturalización del
dictamen”.
80
SÁNCHEZ ULLED, EMILIO JESÚS, en “Estrategias de investigación en los delitos económicos complejos. la criminalidad
económica organizada” en “Estudios de Derecho Judicial”, nº 72, Ed. Consejo general del Poder Judicial, 2005, págs. 11
y ss..
82
1.En este sentido habrá que tener en cuenta la Ley 3/1985 de 18 de marzo de Metrología y sus sucesivas reformas.
Establece el art. 7 de la misma que “En defensa de la seguridad, de la protección de la salud y de los intereses
económicos de los consumidores y usuarios, los instrumentos, aparatos, medios y sistemas de medida que sirvan para
pesar, medir o contar, no podrán ser fabricados, importados, comercializados o empleados mientras no hayan
superado el control metrológico establecido en la presente Ley y en las disposiciones que se dicten para la aplicación
de la misma.
2. El control metrológico previsto en el párrafo anterior puede comprender.
a) La aprobación de modelo.
b) La verificación primitiva.
c) La verificación después de reparación o modificación.
d) La verificación periódica.
e) La vigilancia e inspección.
3. Se determinarán reglamentariamente la modalidad y el alcance del control aplicable en cada caso.
4. De conformidad con lo previsto en los respectivos Estatutos de Autonomía, las fases de ejecución de los controles
metrológicos a que se refieren los anteriores puntos c), d) y e), del apartado 2 de este artículo podrán ser realizados,
de acuerdo con las directrices técnicas y de coordinación señaladas por la Administración del Estado, por los servicios
de las Comunidades Autónomas o, en su caso, por los Ayuntamientos, con arreglo a sus competencias específicas.
5. Se reconoce validez en todo el territorio del Estado a los controles que efectúen en aplicación de la presente Ley los
órganos de la Administración del Estado o, en su caso, los de las Comunidades Autónomas a las que se refiere el
párrafo anterior. Todos ellos serán refrendados por la marca distintiva que reglamentariamente se determine”.
Por otra parte, el art. 8 de la citada Ley 3/1985 de Metrología exige que se inscriban en el registro de Control
Metrológico todas la personas o entidades que fabriquen, importen, comercialicen, reparen o cedan en
arrendamiento instrumentos, aparatos, medios y sistemas de medidas, creando el art. 100 de la Ley de Presupuestos
Generales del estado el Centro Español de Metrología, adscrito al Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo,
atribuyéndole las funciones de “custodia y conservación de los patrones nacionales de medida, el establecimiento y
desarrollo de las cadenas oficiales de calibración, el ejercicio de las funciones de la Administración del Estado en el
control metrológico del Estado y en el control metrológico CEE, la habilitación oficial de laboratorios de verificación
metrológica, el mantenimiento del Registro de Control Metrológico, la ejecución de proyectos de investigación y
desarrollo en materia metrológica y la formación de especialistas en Metrología”.
En cuanto al sector petrolero, Por su parte, el art. 43 de la Ley 34/1998 de 7 de octubre, del sector de hidrocarburos,
establece que Las instalaciones utilizadas para el ejercicio de esta actividad deberán contar con las autorizaciones
administrativas preceptivas para cada tipo de instalación, de acuerdo con las instrucciones técnicas complementarias
que establezcan las condiciones técnicas y de seguridad de dichas instalaciones, así como cumplir con el resto de la
normativa vigente que en cada caso sea de aplicación, en especial la referente a metrología y metrotecnia y a
protección de los consumidores y usuarios.
lugar a que se realizase una investigación previa, al amparo del artículo 5 del
Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal y del artículo 785 bis de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal (hoy 773) , en la que los peritos actuaron como
órganos de auxilio y asesoramiento sin ninguna otra implicación en las
actuaciones.
Podrá sostenerse que fueron peritos de la acusación pública, pero ello en nada
afecta a su imparcialidad y objetividad, del mismo modo que los peritos
propuestos por los acusados gozan también de competencia, imparcialidad y
objetividad. No se puede sostener que unos son parciales, porque refuerzan la
tesis acusatoria y otros imparciales y objetivos porque sostienen tesis
contradictorias y favorables a las defensas. En definitiva se trata de la
confrontación probatoria de pericias discrepantes, cuya valoración
corresponde al órgano juzgador”
85
El Acuerdo del Pleno no Jurisdiccional de la Sala Segunda del TS de 21 de mayo de 1999 considera innecesaria la
ratificación del dictamen de los peritos integrados en organismos públicos salvo su impugnación por la parte a quién
perjudique o que la misma solicite su presencia en la vista oral, pero siempre que lo hiciera en el momento procesal
oportuno.
A) Criterios generales
Su regulación, como es sabido, se encuentra en los arts. 545 a 578 LECr. No se
va a realizar una exposición detallada de estas diligencias, habida cuenta de
86
El Acuerdo del Pleno no Jurisdiccional de la Sala Segunda del TS de 21 de mayo de 1999 considera innecesaria la
ratificación del dictamen de los peritos integrados en organismos públicos salvo su impugnación por la parte a quién
perjudique o que la misma solicite su presencia en la vista oral, pero siempre que lo hiciera en el momento procesal
oportuno.
Como señala la STS de 16 de abril de 2001, en doctrina aplicable a los delitos contra los consumidores, “En el supuesto
que examinamos, como antes se ha dejado expresado, exclusivamente hubo una manifestación formal diciéndose en
el escrito de conclusiones provisionales que se impugnaba el informe obrante a los folios 62 y 177 de las actuaciones
y en el acto del juicio oral la impugnación se refirió a otros folios distintos a aquellos en los que se documentaba el
informe pericial sobre la naturaleza, cuantía y pureza de la droga intervenida. Nada se añade sobre las razones de esa
impugnación ni se consignaron los puntos de divergencia como señala el artículo 652 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal y tampoco se solicita la presencia en el acto del juicio oral de los peritos que emitieron el informe sobre la
sustancia estupefaciente. Y es de destacar, como igualmente se ha dejado mencionado, que la defensa ha tenido una
intervención activa a lo largo de la instrucción, sin que en ningún momento manifestara objeción alguna al informe
pericial emitido por un organismo oficial competente.
La sorpresiva y solapada impugnación, en los términos que se dejan expresados, constituye un supuesto
perfectamente incardinable en los de abuso del Derecho, fraude de ley o procesal, según el art. 11.2 de la Ley Orgánica
del Poder Judicial, y por consiguiente no puede eliminar la eficacia probatoria que es de otorgar "prima facie" a esos
dictámenes periciales, cuando las partes no han manifestado su disconformidad con el resultado de la pericia o la
competencia o imparcialidad profesional de los peritos, es decir, que el informe pericial haya sido impugnado de uno
u otro modo, en cuyo caso si sería precisa la comparecencia de los peritos al Juicio Oral para ratificar, aclarar o
complementar su dictamen. Al no producirse esta última situación, de acuerdo con la doctrina de esta Sala, que se ha
dejado antes mencionada, nos encontramos ante una prueba preconstituida, introducida en el acto del juicio oral, que
puede ser valorada por el Tribunal sentenciador y, por consiguiente, no puede prosperar el presente motivo en cuanto
no se ha vulnerado el derecho a la tutela judicial efectiva ni se ha producido indefensión a la parte, habiéndose
recordado en numerosas Sentencias del Tribunal Constitucional y de esta Sala que la verdadera indefensión, que exige
reparación, es la que tiene un contenido material y no meramente formal”.
87
Sin embargo, la STS de 17 de junio de 2005 estima que no es necesario que la parte que impugna el informe pericial
manifieste las razones por las que lo efectúa, bastando al simple impugnación formal, con referencia al Acuerdo del Pleno
no Jurisdiccional de la Sala Segunda del TS de 23 de febrero de 2001. Es evidente que con ello no se cumple lo exigido por
el art. 652 LECr. que exige a la defensa que caso de discordancia con la calificación del Ministerio Fiscal exprese los puntos
de divergencia con la misma, requisito muchas veces incumplido en los escritos de calificación.
88
Dicho Acuerdo expresa que “La manifestación de la defensa consistente en la mera impugnación de los análisis sobre
drogas elaborados por centros oficiales, no impide la valoración del resultado de aquellos como prueba de cargo, cuando
haya sido introducido en el juicio oral como prueba documental, siempre que se cumplan las condiciones previstas en el
art. 788.2 LECr. La proposición de pruebas periciales se sujetará a las reglas generales sobre pertinencia y necesidad. Las
previsiones del art. 788.2 de la LECr. son aplicables exclusivamente a los casos expresamente contemplados en el mismo.
La aplicación de este art. no es extensible a otros procesos o pruebas, por lo que sus previsiones son aplicables
exclusivamente a los casos expresamente contemplados en el mismo”.
89
Esta sentencia asignó el carácter de domicilio, a efectos de la observancia de las normas procesales para su entrada y
registro, a aquellos lugares en los que se ejercía un trabajo, profesión o industria.
“el local registrado no era domicilio del acusado ni de nadie, sino una oficina
y despacho abiertos al público, es decir, a toda persona que quisiera acceder
al mismo para el asesoramiento y la gestión de asuntos relacionados con
problemas laborales, fiscales o de otro tipo, que nada tenían que ver con el
ejercicio por el acusado ni por ninguno de sus empleados o clientes de
actividades propias de su intimidad, que es lo que constituye el fundamento
de la protección que para el domicilio reconocen la CE y la LECr”
90
En este mismo sentido se manifiesta LUZÓN CÁNOVAS, en “Problemas de la investigación de delitos económicos”, en
Estudios Jurídicos, Ministerio Fiscal, 2003, I, pág. 263.
91
En cualquier caso, no toda infracción de normas va a determinar la nulidad del registro sino únicamente aquellas que
afecten al núcleo del derecho fundamental de inviolabilidad del domicilio o provoquen indefensión del titular del
domicilio. Por ello, la STS de 21 de noviembre de 2006 considera que la existencia de un error en la fecha del acta de
entrada y registro no invalidan la diligencia ni tampoco el que no todos los asistentes firmaran el acta siempre y
cuando no haya duda de su presencia en el acto.
92
LUZÓN CÁNOVAS, ALEJANDRO, “Problemas de la investigación de delitos económicos”, en Estudios Jurídicos,
Ministerio Fiscal, 2003, I, pág. 262.
Así, en el delito del art. 281 CP –detracción del mercado de materias primas o
de primera necesidad para alterar precios, perjudicar a los consumidores o
desabastecer un sector del mercado- esta proporcionalidad puede venir
derivada de la propia gravedad de dicha conducta junto con el riesgo de
provocar realmente tales perjuicios. En el delito publicitario del art. 282 CP el
Juzgado Instructor habrá que valorar antes de acordar la diligencia de entrada
y registro los perjuicios sufridos por los consumidores o la mayor o menor
probabilidad de su causación, tipo de publicidad, objeto de la misma y posible
riesgo para la salud. En el caso del delito de facturación ilícita del art. 283 CP
se habrá de tener en cuenta la extensión y relevancia de dicha facturación,
máxime si se ve absorbido por el delito de estafa. En el delito del art. 284 CP
tendente a provocar alteraciones de precios resultantes de la libre
competencia en el mercado mediante amenaza, engaño, violencia o
utilización de información privilegiada habrá de valorarse especialmente los
medios utilizados y la mayor o menor probabilidad de causar dicha alteración
de los precios su mayor o menor repercusión en la economía nacional o
sectorial y respecto de los consumidores. Finalmente, en el delito de los
delitos de elaboración o expedición de sustancias medicinales ilícitas y
fraudes alimentarios de los arts. 361 a 364 CP habrá que valorarse la mayor o
menos aptitud para causar perjuicio a las personas que los consumen tanto
en su salud como en su patrimonio.
95
Lógicamente y como es sabido, no se requiere comunicar durante la intervención la realización de la misma al
imputado por cuanto carecería en tal caso de objeto su práctica.
96
STS de 27 de febrero de 2007.
97
Puede verse en este sentido la STS de 28 de febrero de 2007 que contiene un exhaustivo repertorio de los requisitos
exigidos por las intervenciones telefónicas.
98
Conviene recordar únicamente que los paquetes postales remitidos bajo la denominación de etiqueta verde y los
abiertos no gozan de esta protección, pudiendo ser abiertos sin necesidad de cumplir las garantías citadas (SSTS de 6
de junio de 2005 y de 20 de febrero de 2007)..
A) Detención.
Se tratará de una medida cautelar poco frecuente en materia de delitos
contra los derechos de los consumidores, particularmente en los momentos
iniciales del procedimiento, sobre todo en aquellos que solamente son
perseguibles a instancia de parte. En primer lugar porque de la sola denuncia
difícilmente se van a obtener indicios de la intensidad necesaria como para
acordar esta medida cautelar, aún cuando la detención podrá acordarse
incluso por las fuerzas de seguridad cuando sea patente el riesgo de fuga del
denunciado99. Lo mismo es aplicable respecto de la detención judicial, pues
difícilmente el Juzgado de Instrucción acordará una detención sin examinar
previamente tanto la denuncia o querella como los documentos
acompañantes y oír al imputado. Más frecuente será en aquellos otros delitos
que también afectan a los derechos de los consumidores distintos de los
contenidos en los arts. 281 a 284 CP como los fraudes alimentarios y
elaboración y expedición de medicamentos nocivos, siempre perseguibles de
oficio.
B) Prisión provisional.
Esta medida cautelar, de intensidad muy superior a la anterior podrá ser
acordada en materia de delitos contra los derechos de los consumidores ya
que están castigados todos ellos con penas privativas de libertad.
Sus presupuestos son los generales previstos en los arts. 502 a 519 LECr. En
materia de delitos contra los consumidores revestirá mayor relevancia a la
hora de poderse acordar esta medida cautelar el riesgo de fuga del imputado,
para cuya apreciación habrá que aplicar los criterios contenidos en el art. 503.
1. 3º a) LECr., valorando el arraigo familiar y social del mismo en España, su
actividad laboral y la existencia de bienes, enlaces o conexiones que pueda
tener en el extranjero, mayor o menor inminencia en la celebración del juicio
asi como la consistencia de los indicios acusatorios en su contra existentes en
ese momento.
que acudir a las estafas agravadas del art. 250 CP o al concurso punible del
art. 260 para que la pena aplicable supere los cinco años de privación de
libertad. Por ello dicho factor no será, en general, por sí solo, decisivo a la hora
de adoptar esta medida salvo en aquellos supuestos en que el delito contra
los consumidores vaya unido a otro conjunto de infracciones criminales como
falsedades documentales, estafas o apropiaciones indebidas, alzamientos de
bienes, etc, en cuyo caso sería el conjunto de la penalidad aplicable la que
debería valorarse en orden a determinar el riesgo de fuga.
También puede ser factor esencial para acordar la prisión provisional por
delito contra los derechos de los consumidores la posibilidad, cuando haya
indicios fundados, de que el imputado pueda destruir ocultar, destruir o
102
Todo ello con independencia de que la prisión se acuerde en base a los otros delitos cometidos para conseguir la
alteración de precios ya que el tipo exige que se cometa utilizando violencia, amenaza o engaño.
103
Como señala el artículo 504. 1 LECr. la prisión provisional deberá durar “el tiempo imprescindible para alcanzar
cualquiera de los fines previstos en el artículo anterior y en tanto subsistan los motivos que justificaron su adopción”.
Ello supone, como es sabido, que la prisión provisional es excepcional y subsidiaria respecto de la regla general en la
situación del imputado, que es la de libertad. Por otra parte resulta excesivo el que la prisión provisional en el caso de
los delitos publicitario y de facturación ilícita puedan durar tanto como el máximo de la condena que legalmente le
puede se impuesta al acusado, máxime cuando el acusado por el primero de dichos delitos podía acabar condenado
a una multa. Lo mismo ocurre con otros delitos como el del art. 281 CP en que la prisión provisional tiene un máximo
de dos años de duración pero es prorrogable por otros dos conforme a lo dispuesto en el art. 504. 2 LECr. Es decir, que
puede alcanzar los cuatro años, lo que es justo el máximo de la pena con el que el CP castiga este delito. Hay que
entender que en todo caso, el máximo de duración de la prisión provisional nunca debería superar la mitad de la pena
prevista por el CP para cada tipo de delito. Al respecto conviene observar que si se ha dictado sentencia condenatoria
la prisión provisional no puede superar la mitad de la pena impuesta (art. 504. 2. 2 LECr) criterio que entendemos
aplicable a los demás casos en que ni siquiera se ha dictado la misma. En este sentido se pronuncia la Fiscalía General
del estado en la Consulta 2/2006.
En todo caso, no hay que olvidar que conforme alo establecido en el art. 503.
1. 1º la regla general para poder acordar la prisión provisional es la de que los
hechos revistan caracteres de delito castigado como máximo con pena igual
o superior a dos años de prisión, lo que no sucede con el delito publicitario ni
con el de facturación ilícita, cuyo máximo es de un año. Todo ello salvo que se
den –lo que sucederá rara vez- las excepciones previstas en el art. 503. 3. a)
consistentes en haberse dictado dos requisitorias en busca del imputado en
los dos años anteriores por cualquier órgano judicial o la del art. 503. 2 LECr.
relativa a que consten en la causa informes o datos de los que se infiera
racionalmente que el imputado realiza sus actuaciones delictivas con
habitualidad o forma parte de una banda organizada. Ello supone que la
prisión provisional por estos dos delitos será una medida excepcional salvo
que se acuerde por otros delitos conexos a los mismos.
104
Así se manifiesta GUTIÉRREZ ZARZA, ÁNGELES, en “Investigación y enjuiciamiento de delitos económicos”, Ed. Colex,
2000, pág. 330.
105
O sea, hay que prever el comportamiento futuro del imputado en base a los datos presentes, lo que entraña no pocos
riesgos de error y aconseja una cautela extrema en tal valoración.
Hay que recordar, no obstante que, de conformidad con el art. 508 LECr, el
imputado podrá, si se acuerda la prisión provisional, cumplirla de forma
atenuada en su domicilio con las medidas de vigilancia que el Juez Instructor
estime necesarias siempre cuando el imputado padezca de alguna enfermedad
y el internamiento en un centro penitenciario entrañe un grave peligro para su
salud, pudiendo acudir, previa autorización del Juez de Instrucción, a recibir
tratamiento médico fuera de su domicilio con la vigilancia precisa.
De todos modos, hay que destacar que para acordar una medida de la intensidad
de la prisión provisional habrán de aparecer en la causa indicios muy claros y
consistentes contra el imputado, lo que puede ser difícil en un primer momento,
dada la complejidad de los delitos contra los derechos de los consumidores, que
van a requerir, por lo general, de una previa y prolija instrucción en cuyo curso se
deben confirmar tales indicios al menos con la probabilidad suficiente de esperar
razonablemente una sentencia de condena posterior. Por ello entendemos que
va a ser excepcional la adopción de la medida en los primeros momentos de la
instrucción.
C) Libertad provisional.
Éste será el supuesto que podemos considerar como más habitual en los
imputados por delitos contra los derechos de los consumidores. De una parte la
excepcionalidad de la prisión provisional que debe quedar reservada a los
supuestos más graves y de otro, la complejidad y previsible larga duración de
estos procesos hacen que sea esta medida la más adecuada, con fianza o
simplemente la obligación “apud acta” de comparecencia en el Juzgado en el
106
En este sentido, BARONA VILAR, S., en “Derecho Jurisdiccional III, en colaboración con MONTERO AROCA, J, GÓMEZ
COLOMER, J. L.., Ed. Tirant lo Blanch”, Valencia 2007, pág. 498.
Su régimen jurídico es el general contenido en los arts. 528 a 544 LECr., siendo de
observar, al igual que en el supuesto anterior, el principio de proporcionalidad en
su adopción, debiendo cesar la medida y cancelarse, en su caso, la fianza cuando
hayan cesado los presupuestos que motivaron su adopción y que son los
mismos, pero con menor intensidad que los de la prisión provisional quedando el
imputado en situación de total libertad, pese a que no haya concluido la causa,
sin perjuicio de acudir cuantas veces fuere llamado por el órgano judicial.
Por otro lado, dado que todos los delitos contra los derechos de los consumidores
se castigan, aparte de con penas de privación de libertad, con penas de multa, la
pieza de responsabilidades civiles habrá de abrirse en todos los supuestos para
el imputado asi como respecto de la sociedad por cuya cuenta actúe, dada la
redacción del art. 31. 2 del CP –introducido por L. O. 15/2003 de 25 de noviembre-
que hace en todo caso responsables directos y solidarios del pago de las multas
a las personas jurídicas “en cuyo nombre o por cuya cuenta se actuó”
107
Considera GRACIA MARTÍN, LUIS, en “Las consecuencias accesorias del delito en el nuevo Código Penal Español”, Ed.
Tirant lo Blanch, 1996, pág. 457 que con estas medidas se trata de disminuir o eliminar la peligrosidad de las personas
jurídicas que cometen delitos por medio de sus representantes y que, en cuanto personas jurídicas no pueden ser
sujetos pasivos de responsabilidad penal, acudiendo al concepto de que lo que se trata en este caso es de un supuesto
de “peligrosidad objetiva o de la cosa” considerando como tal a la persona jurídica. La reforma del Código Penal en
curso, cuyo proyecto de ley se aprobó en Consejo de Ministros el 15 de diciembre de 2006 –publicado en el Boletín
Oficial de las Cortes Generales de 15 de enero de 2007- contempla la responsabilidad penal plena de las personas
jurídicas en su art. 31 bis, por lo que en tal caso desaparecen ya las dudas en cuanto a las naturaleza de estas medidas
del art. 129 CP.
Se trata de una facultad discrecional del órgano judicial, quien no está obligado
a imponer esas medidas, tal como se desprende de la dicción del art. 288. 2 CP
que utiliza el verbo “podrá adoptar” y, además, solo se pueden acordar “en los
supuestos previstos en este Código” que, en materia de delitos contra los
derechos de los consumidores es aplicable a los comprendidos en los arts. 278 a
286 CP. Asi como a los de elaboración de sustancias medicinales de manera
ilícita y fraudes alimentarios, por disponerlo asi el art. 366 CP108.
108
Si bien en estos supuestos el art. 366 CP solo faculta al tribunal a imponer la clausura del establecimiento, fábrica,
laboratorio o local hasta cinco años y el cierre definitivo en casos de extrema gravedad, por lo que es discutible el que
pueda acordar las otras medidas previstas en el art. 129 CP, al ser norma especial el 366 frente al 129.
109
La redacción del art. 129 CP es confusa y podría incluso llevar a pensar en la posibilidad de imposición de las medidas
que contempla en la fase de ejecución de la sentencia condenatoria que pudiera haberse dictado, pues asi podría
entenderse que antes de su adopción el precepto exija la obligatoria audiencia previa del Ministerio Fiscal y de los
titulares o representantes legales de la empresa, lo que carecería de sentido si dichas medidas se hubiesen impuesto
en la propia sentencia, ya que en tal supuesto habría de haber precedido necesariamente una petición en tal sentido
en los escritos de conclusiones definitivas de las partes acusadoras y no sería necesaria dicha audiencia previa, puesto
que se habría debatido sobre tal petición en el acto del juicio oral. Sin embargo, esta interpretación es rechazable por
cuanto, tal como dispone el art. 3. 1 del CP, no se podrán “ejecutar penas ni medidas de seguridad sino en virtud de
sentencia firme dictada por el Juez o tribunal competente, de acuerdo con las leyes procesales”, por lo que la
“consecuencia” o “consecuencias accesorias” que se impongan han de haber sido solicitadas por la acusación o
acusaciones en el acto del juicio oral y acordarse en la sentencia que se dicte. La necesaria audiencia previa deberá
entenderse en el sentido de que en el acto del juicio se produzca un debate sobre la necesidad o no de su adopción
con intervención de las partes, que deberían pronunciarse al respecto.
En todo caso se trata de medidas cautelares que van a ser objeto de aplicación
excepcional en materia de delitos contra los derechos de los consumidores. De
un lado por la extraordinaria gravedad de las mismas, que pueden dar lugar a la
desaparición de la empresa pese a que su máximo legal de duración es el de
cinco años. Por otro no se acaban de ver las razones del porqué de la comisión
de un delito publicitario se puede derivar el cierre temporal de la misma salvo
que se aprecien indicios de posible y futura reiteración delictiva111. Y finalmente
se pueden causar perjuicios irreparables al adoptarse tal medida en la fase
instructora, pendiente siempre del resultado del proceso, que puede acabar en
sentencia absolutoria. No parece que la gravedad de la figura delictiva o el
hecho de una facturación ilícita de escasa cuantía justifique la adopción de tales
medidas. El principio de proporcionalidad deberá ser observado
escrupulosamente antes de adoptar una de estas medidas.
110
El CP no prevé la presentación de medios de prueba que contribuyan a formar la convicción judicial acerca de la
procedencia o no de la adopción de dichas medidas, limitándose a la práctica de la audiencia mencionada pero
entendemos que, dada su trascendencia, no debe haber obstáculo para su admisión y, en consecuencia, podrá oírse a
testigos y aportarse documentos e incluso informes periciales acerca de las posibles consecuencias de la medida
cautelar interesada.
111
Y en todo caso, como observa DEL MORAL GARCÍA, ANTONIO, ob. cit, pág. 127, la clausura de la empresa en este delito
podría estar justificada si se adoptase respecto de la empresa publicitaria pero no respecto de la anunciante salvo
supuestos muy excepcionales.
Podría pensarse, aunque ello no será fácil, que estas dos medidas cautelares se
acordasen en base a lo establecido en el art. 13 LECr. como diligencias urgentes de
prevención por el Juez Instructor,caso en que no sería necesaria la previa audiencia de
las partes112 pero, en cualquier caso, si por la extrema urgencia del momento hubiese
que adoptarlas habría que convocar inmediatamente una audiencia previa al objeto
de debatir el mantenimiento o no de la medida cautelar acordada, pues no es
admisible que la misma medida se adopte con audiencia de las partes o sin ella según
el momento en que se decida, máxime dadas las graves repercusiones que
comportaría, aparte de que el art. 129. 1 CP exige siempre audiencia del Ministerio
Fiscal y de los titulares o representantes legales de la empresa.
En los delitos de los arts. 361 y 362 CP las primeras medidas a adoptar serían la
intervención y ocupación de los medicamentos impidiendo su venta y distribución asi
como de los medios utilizados para ello. Lo mismo será aplicable a los supuestos de
los arts. 363 y 364 en que habrá que ocupar los alimentos, bebidas, géneros o
productos destinados al consumo o los animales o sustancias a que se refiere el art.
364 CP asi como los medios o instrumentos utilizados en su realización.
Dichas intervenciones tienen su cobertura legal en los arts. 334 y ss. LECr. por cuanto
constituyen supuestos de ocupación de los instrumentos o efectos del delito113.
112
En este sentido se manifiesta ALHAMBRA PÉREZ, PILAR, en “Facturación ilícita. Estudio sistemático del art. 283 del
Código Penal”, en “Manuales de formación Continuada”, nº 15, Ed. Consejo General del Poder Judicial, 2002, pág. 159
113
Por otro lado, el art. 6 bis LGDCU, añadido por Ley 44/2006 de 29 de diciembre, autoriza a las administraciones
públicas para “adoptar las medidas que resulten necesarias y proporcionadas para la desaparición del riesgo, incluida
la intervención directa sobre las cosas y la compulsión directa sobre las personas. En estos supuestos, todos los gastos
que se generen serán a cargo de quien con su conducta los hubiera originado, con independencia de las sanciones
que, en su caso, puedan imponerse”.
Estas medidas administrativas mantendrán su vigencia cuando se hayan adoptado para proteger la salud y seguridad
de las personas hasta que el órgano judicial s e pronuncie sobre las mismas, tal como previene el art. 32. 2 LGDCU.
Podría pensarse que siempre necesitan petición de parte para su adopción. Así
lo establece para el proceso civil el art. 721. 2 LEC, que prohíbe su adopción de
oficio. Sin embargo, el ya citado art. 614 LECr. solo admite la regulación
supletoria de la LEC en defecto de regulación expresa en la misma y el art. 764.
2 LECr. admite la regulación de la LEC, lógicamente en lo que sea adaptable al
proceso penal, en materia de “presupuestos, contenido y caución”. Los
presupuestos son la apariencia de buen derecho y el peligro en la espera, y el
contenido, el propio de cada medida cautelar, por lo que no parece aplicable la
exigencia de instancia de parte para acordar medidas cautelares civiles en el
proceso penal, pues dichos presupuestos no implican el que las medidas
cautelares deban interesarse a instancia de parte, pudiendo ser acordadas por
el Juez Instructor de oficio. Ello aparte de la especial regulación del ejercicio de
la acción civil en el proceso penal por el Ministerio Fiscal, a la que viene obligado
por el art. 108. 1 LECr. que ejercita en nombre de los perjudicados.
Los presupuestos de la adopción de dichas medidas son los habituales de las
mismas: indicios de criminalidad contra el imputado así como de haberse
causado como consecuencia de su acción daños y perjuicios y el peligro que
suponga el retraso en su adopción mientras dure el proceso. De no afianzarse la
cantidad requerida procederá el embargo correspondiente, embargo que será
anotable, preventivamente, a instancia de parte acusadora, en el Registro de la
Propiedad con arreglo a lo dispuesto en los arts. 20 in fine y 42. 2º y 4º de la Ley
Hipotecaria.
Por otro lado, no va a ser fácil en muchas ocasiones cuantificar los perjuicios
causados. Piénsese, por ejemplo, en el delito publicitario, del que difícilmente
derivará responsabilidad civil alguna. En este caso la misma nacerá de la estafa
que le acompañará en concurso –o absorberá si se considera que el anuncio es
114
Pero no será siempre así. Por ejemplo, la SAP de Granada, Sección 1ª, de 28 de junio de 2002 considera, y así lo acuerda,
que cabe responsabilidad civil directamente derivada del delito publicitario, pese a absolver en la misma causa del
delito de estafa del que también se acusaba. Se trataba de un supuesto en el que una determinada cantidad de
alumnos se matriculó en unos estudios de una Escuela de Turismo que estaba en fase de creación y homologación de
sus estudios por una universidad inglesa. Realizaron una abundante campaña publicitaria de promoción de la misma
en la creencia de que la homologación de dichos estudios era algo seguro ya que así lo hacían creer los datos e
informaciones provenientes del coordinador internacional de planes de estudio de dicha universidad, publicando
unos anuncios en los que se informaba de que la escuela estaba en asociación con dicha universidad si bien, en letra
mucho más pequeña se mencionaba “Homologación en curso”. En los contratos de matrícula se hacía constar en una
cláusula que la Escuela tenía firmado un contrato con una universidad inglesa tendente a la obtención del título de
“Bachelor in Tourist Business Administration”. Por causas que la propia sentencia manifiesta que no han “quedado
suficientemente esclarecidas” se truncó en enero de 1998 el proceso de homologación.
La sentencia absuelve del delito de estafa pero condena por delito publicitario y además establece una
responsabilidad civil derivada del mismo porque “aunque por el delito de estafa ha habido absolución no cabe duda
que la publicidad falsa sí ha supuesto un perjuicio en los estudiantes recurrentes, no en balde, aquélla influenció en
los perjudicados a concertar sus matrículas, pero sí fue en enero como consta en el "factum" que ya todos los alumnos
conocían la falsedad publicitaria, es hasta esta fecha hasta donde deberá alcanzar la responsabilidad civil, pues
aquellos alumnos que siguieron el curso con las esperanzas de convalidación por otros Centros, aceptaron aquél
riesgo, y siguieron recibiendo unas enseñanzas, por tanto la responsabilidad civil alcanzará a todos los alumnos
querellantes hasta la fecha de 31 de enero de 1998 y por consiguiente, en este particular deberán ser indemnizados
conjunta y solidariamente los querellantes por los acusados
115
Por ello, como observa ALHAMBRA PÉREZ, PILAR, en ob. cit. Págs. 167-168 en relación al conocido como “fraude de las
gasolineras” se tiene que acudir a calcular la cantidad de suministro realizado a las mismas, determinar el número de
surtidores afectados por la manipulación y la cantidad de exceso facturado. El problema surge cuando no lo están
todos y se ignora la cantidad exacta de facturación, habiendo de recurrirse a cálculos aproximados para determinar
lo ilícitamente percibido.
116
SÁNCHEZ-VERA GÓMEZ-TRELLES, JAVIER, en “Aseguramiento de las responsabilidades pecuniarias penales en el
proceso”, en “Curso de Derecho Penal Económico”, Ed. Marcial Pons, 2005, págs. 733 y ss.
acción civil –salvo renuncia o reserva expresa del perjudicado- podrá anotarse
preventivamente la misma con base en el art. 42. 1º de dicha Ley, relativo a la
anotación de demandas civiles cuando en las mismas se demande en juicio a
propiedad de inmuebles o la constitución, modificación o extinción de cualquier
derecho real119. Por otro lado, el art. 727. 5 LEC permite la anotación preventiva de la
demanda –y no otra cosa es el ejercicio de la acción civil mediante la querella-
cuando la misma se refiera a bienes o derechos susceptibles de ser inscritos en
registros públicos,aparte de que el nº 6 de dicho precepto autoriza asimismo“otras
anotaciones registrales, en casos de que la publicidad registral sea útil para el buen
fin de la ejecución”.
119
Tal como señala la Memoria de la Fiscalía General del Estado de 1995, págs. 1003-1006, recogiendo el informe
presentado por el Fiscal de Lleida, BONÉ PINA, es perfectamente posible anotar preventivamente la querella cuando en
la misma vaya implícita una acción de nulidad de títulos con arreglo a lo dispuesto en el art. 42. 1º LH siempre y cuando
lo ordene el Juzgado de Instrucción cuando se cumplan las condiciones de los arts. 589 y ss. LECr., es decir, indicios
racionales de criminalidad en la causa en que la anotación se acuerda, pues “es al Juez al que compete estimar, a la vista
de los documentos presentados, la viabilidad de la anotación preventiva sin que en este caso, a la vista de los intereses
en juego, pueda el Registrador cuestionar la decisión judicial; será el Fiscal o las partes personadas las que en defensa
de la legalidad podrán impugnar dentro del procedimiento judicial una orden de anotación injusta”.
En cualquier caso sería preferible que la legislación hipotecaria regulase expresamente la anotación preventiva de la
querella para evitar interpretaciones contradictorias, máxime cuando los fines que se persiguen con la misma son
idénticos a la del resto de anotaciones, de enervación de la fé pública registral frente a posibles adquirentes de buena
fé.
120
Párrafo añadido por la disposición final 3ª de la LO 15/2003 de 25 de noviembre.
XII.BIBLIOGRAFÍA
. ALHAMBRA PÉREZ, PILAR, “Facturación ilícita. Estudio sistemático del art. 283 del
Código Penal”, en“Manuales de Formación Continuada”del Consejo General del Poder
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la libre competencia y su delimitación como conducta con trascendencia penal en el
marco de la economía de mercado y de la libertad empresarial”, en Estudios Jurídicos
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. VIVES ANTÓN,T. S. Y OTROS,“Derecho Penal”, Parte Especial, Ed. Tirant lo Blanch, 1996
I. Introducción
A primera vista pudiera llamar la atención el hecho de que, en el seno de unas
jornadas dedicadas a la protección de los derechos de los consumidores, se dedique
un apartado específico a una materia como la que trataré en las siguientes
páginas: la lucha contra la criminalidad organizada y la corrupción.
Creo que es importante no perder de vista que, a fin de cuentas, una adecuada
protección a los derechos de los consumidores requiere de un sistema en el que las
reglas del juego sean claras, transparentes y no aparezcan distorsionadas o
violentadas por reglas más o menos informales como las que rigen cuando la
corrupción y las redes criminales dictan el modus operandi en las transacciones
económicas. Desde este punto de vista, pues, resulta de interés analizar este
fenómeno en tanto en cuanto ataca el sustrato mismo que permite un adecuado
desarrollo de las estructuras que pueden proteger los derechos del consumidor en
cuanto que tal, así como en cuanto que meros ciudadanos.
Para ello, tomaré como base algunas reflexiones que ya he tenido ocasión de ir
dejando por escrito en otros lugares, incidiendo ahora en los aspectos que conectan
más directamente el fenómeno de la delincuencia organizada con los efectos
negativos para los ciudadanos desde la perspectiva de la adecuada protección que
estos merecen como destinatarios de servicios.
Y, aunque ocasión habrá para volver sobre este tema en concreto, conviene no
olvidar que los escenarios que aquí se van a describir no son tan ajenos a nuestra
realidad como pudiera parecer. En algunos casos, porque en países de nuestro
entorno, incluso miembros de la Unión Europea (y, desde luego, en algunos de los
países candidatos y pre-candidatos de los Balcanes), esta realidad está a la orden
del día; y en otros porque, desgraciadamente, las redes criminales organizadas
están consiguiendo unos niveles de implantación en determinadas zonas de
España (Costa del Sol, por ejemplo) que resultan ciertamente preocupantes, hasta
el punto de que las instituciones europeas están dando pasos decididos para
intentar coordinar los esfuerzos en contra de este fenómeno. Sirva como ejemplo el
recentísimo encuentro organizado por Eurojust en La Haya, los días 8 y 9 de
noviembre, precisamente sobre blanqueo de dinero en la costa del sol en el que
representantes de 16 países se han reunido para tratar el modo de combatir esta
triste realidad. A primeros de octubre, Eurojust tuvo otra iniciativa similar, en esta
ocasión centrada en los problemas detectados en la Comunidad Valenciana,
particularmente en la costa alicantina. Todo ello nos sirve de permanente
recordatorio de que, desgraciadamente, nuestro país está permanentemente en el
centro de la cuestión y que las reflexiones que aquí se hagan acerca de las
negativas consecuencias para la sociedad de la criminalidad organizada y la
corrupción han de sentirse como muy cercanas y no meramente como reflexiones
académicas.
Lo que aquí nos interesa, no obstante, es que se trata de una actividad que existe,
que es pujante, y que afecta negativamente al conjunto de relaciones sociales e
institucionales de una determinada Sociedad, convirtiéndose en motor de
corrupción, de un lado, y en productora de inseguridad jurídica, lo que redunda
negativamente en los intereses y derechos de los ciudadanos en cuanto tales, y en
cuanto que consumidores de bienes y servicios.
Enfrentados a esta tarea, lo primero que hay que reseñar es que sigue vigente la
que podríamos denominar “reacción agustiniana” ante el problema definitorio.
Recordarán ustedes cómo el obispo de Hipona dio una magistral respuesta a
Pues bien, ésta parece ser la técnica que ha seguido el organismo de contacto de las
policías del Reino Unido, el National Criminal Intelligence System, al enfrentarse a
la definición de este fenómeno puesto que evita el esfuerzo de llegar a una
concreta definición, entendiendo que es más fácil discutir sobre el crimen
organizado que describirlo:“sabemos lo que es, pero lo complicado es definirlo”. En
definitiva, se trata de un nuevo ejemplo de la técnica tan anglosajona del “you’ll
know it when you see it” (lo conocerás cuando lo veas). No obstante, y por más que
admitamos esta salida como tributo a la mentalidad eminentemente práctica de
los anglosajones, parece obvio que esta técnica no nos resulta de mucha utilidad.
Por tanto, y para intentar partir de algún concepto tangible más afín con nuestra
tradición continental, podemos acudir a lo establecido por la Convención de
Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional de 15 de
noviembre de 2000 (ratificada por España y publicada en el BOE de 29 de
septiembre de 2003), que nos ofrece una definición genérica del crimen organizado
como la actividad colectiva de tres o más personas, unidas por vínculos jerárquicos
o de relación personal, que permita a sus dirigentes obtener beneficios o controlar
territorios o mercados, nacionales o extranjeros, mediante la violencia, la
intimidación o la corrupción, tanto al servicio de la actividad delictiva como para
infiltrarse en la economía legítima. Claros ejemplos de lo anterior son ofrecidos por
el propio texto legal, que recoge un listado en el que se incluyen actividades como
el tráfico de drogas, la trata de personas, la falsificación de moneda, el robo de
material nuclear, los actos terroristas, etc.
No obstante, no es suficiente lo anterior y, dado que la práctica nos indica que las
dificultades definitorias se producen precisamente en las zonas intermedias, es
preciso hacer una referencia a cuáles sean estas características generales de la
criminalidad organizada. Lo contrario puede llevar a supuestos absurdos,
entendiendo que toda actividad que pueda ser subsumida dentro de las amplias
líneas definitorias contenidas en la Convención de Naciones Unidas pueda sin más
considerarse delincuencia organizada transnacional. Baste citar a estos efectos,
modificando levemente el irónico ejemplo propuesto por LEVI y citado por RESA
NESTARES, en el caso de un grupo de tres “gorrillas” o aparcacoches ilegales que
operen en Villarreal de Santo Antonio y Ayamonte, y en el que uno escoge los
mejores objetivos, otro comete los robos en los vehículos –en una u otra localidad,
indistintamente- y el tercero se encarga de “blanquear” el producto de sus delitos,
aunque sea de un modo tosco o elemental. No parece que la Convención de
Naciones Unidas tuviese en mente a estos individuos a la hora de redactar su
articulado. Se trata, en definitiva, de un nuevo ejemplo de la conocida como
“paradoja del sorites” planteada ya en la Grecia clásica por Eubulides de Mileto: ¿A
partir de qué número de granos podemos decir que nos encontramos ante un
montón de trigo?
Así pues, haremos con ANDERSON un recorrido por los caracteres generales del
crimen organizado, con lo que nos van a aparecer líneas definitorias que nos
acercan a aquello que podemos entender usualmente por crimen organizado. Los
principales caracteres serían:
de sus miembros.
Siguiendo en esta misma línea y ahora desde el punto de vista de los delincuentes,
según NAYLOR, el dirigente tipo sería, por tanto, una suerte de “empresario
racional” que actúa dentro de la ilegalidad sólo en tanto en cuanto la relación
coste-beneficio sea superior a la que existiría en actividades legales. Cuando se
supera este límite no resulta extraño que se produzca el paso a actividades legales,
lo que suele ser sólo un primer escalón antes de dar directamente el salto a la
política, valiéndose de los enormes recursos amasados y que permiten controlar
medios de comunicación y sostener campañas electorales y de imagen de elevados
costos. Las emergentes economías capitalistas de los países del antiguo imperio
soviético son un buen ejemplo de que, como indica KOPP, la mafia concentra todas
las características de la empresa capitalista tal y como puede imaginarse en una
pesadilla.
Desde el punto de vista de los ciudadanos, algunos autores como CAPARRÓS llegan
a decir incluso que el pacto social por el que los ciudadanos consienten en entregar
a través de sus impuestos parte de lo que obtienen para que el Estado les proteja
no es, en esencia, sino el pacto mafioso más antiguo que existe.
No cabe hacer una descripción que pueda resultar más descorazonadora desde el
punto de vista de los intereses de los ciudadanos como consumidores, que la
contenida en el párrafo anterior.
Más preocupante aún es el hecho de que lo anterior pueda predicarse incluso de los
países de reciente ingreso en la Unión Europea. Por ejemplo, y durante el proceso
de adhesión de los nuevos Estados que terminaron ingresando en mayo de 2004 en
la UE, se llegaba al punto de que, de manera oficiosa, mandos policiales justificaban
los bajos sueldos a la Policía por el hecho de que en realidad los ingresos son muy
superiores gracias a los sobornos que se reciben. Por otra parte, la absoluta
ineficacia de la Administración tributaria en muchos de estos países parece
complementarse perfectamente con la abundancia de pagos extraoficiales que es
preciso hacer para mantener los negocios en el mercado. Como se ve, lo que resulta
económicamente inaceptable es la duplicidad de pagos (al Estado y a la Mafia),
pero mientras que no se vulnere esta especie de non bis in idem, parece que el
sistema puede seguir funcionando con la aceptación más o menos generalizada de
los ciudadanos.
Como habrá podido entreverse, una ominosa nube levita persistentemente sobre
este paisaje: la sempiterna corrupción. Todo ello lleva a que los índices de
percepción de corrupción estén particularmente altos y, como problema adicional,
que la lucha contra ésta sea especialmente complicada, ya que aquéllos a quienes
debería estar encomendada esta lucha son precisamente los más afectados por la
corrupción que hay que combatir. No se olvide que en el Índice de Percepción de
Corrupción de 2007, que anualmente publica Transparencia Internacional –los
puestos ordinales más bajos corresponden a aquellos países en el que menos
corrupción se percibe-, Rumanía aparece en el puesto 69 –flanqueada por países
como Colombia, Ghana o Senegal- y Polonia y Bulgaria en los puestos 61 y 64
–igualadas con Kuwait, Cuba o Túnez-. Huelga decir que los primeros puestos
aparecen copados por los países nórdicos –Dinamarca, Finlandia, Suecia, Islandia-
con algunas exóticas excepciones como Nueva Zelanda y Singapur; mientras que
España aparece en un modesto vigésimo quinto puesto. Curiosamente, los últimos
países europeos en este listado son precisamente aquéllos pertenecientes a la zona
balcánica que habíamos mencionado más arriba: Montenegro y Albania, en los
puestos 84 y 105, respectivamente.
1. Fase Predatoria: grupo reducido con territorio de pequeño tamaño, con uso de
CEACCU / ESTUDIOS Y DOCUMENTACIÓN 187
La Protección Penal de los Consumidores
MAQUETA LIBRO PENAL CEACCU:Maquetación 1 22/04/2008 12:25 Página 188
Debe servirnos, sin embargo, la existencia de ese tipo de opiniones para entender
que la lucha contra este tipo de delincuencia es algo que nos afecta muy
directamente y que no se trata de un problema externo o del tercer mundo. Sin ir
más lejos, los niveles de imbricación de la delincuencia organizada en amplios
sectores políticos y económicos son muy elevados en no pocos Estados miembros
de la unión Europea.
Puede incluso hablarse de una verdadera fascinación por este tipo de delincuencia,
hasta el punto que ya a principios de los años sesenta por autores como JOHNSON
se hablaba de un “nuevo folclore estadounidense” en el que aparecía el crimen
organizado en posición preeminente. O, por expresarlo en las certeras palabras de
REUTER: “El crimen individual es sórdido, pero existe una ilimitada fascinación con
la idea de grandes conspiraciones criminales que, por una parte, proporcionan
muchos de los placeres de la vida y, por otra parte, representan una amenaza
siniestra a la constitución del gobierno”.
consecuencia directa del especial perfil de los delitos y de los delincuentes con los
que deben medirse a diario. Un delincuente de poca monta que es arrestado puede
a lo sumo insultar al agente que le detiene, pero cuando un delincuente de cuello
blanco o un capo de un grupo criminal organizado es detenido, lo que a veces se
produce es que incluso grupos mediáticos se dedican a defenderle y a poner en tela
de juicio la labor de quienes intentan llevar adelante la acción penal. El escándalo
subsiguiente debe, pues, entenderse como el mejor ejemplo de que el sistema de
represión está funcionando adecuadamente y no como base para dudar acerca de
la conveniencia de mantenerlo.
Conviene dejar claro, por otra parte, que las Fiscalías Especiales no constituyen en
modo alguno una excepción a los principios generales de legalidad, imparcialidad,
unidad de actuación y dependencia jerárquica que informan toda actuación del
Ministerio Fiscal conforme se prescribe en el art. 124 de la Constitución. La
terminología no nos ayuda en este caso porque habría que considerarlas, desde
este punto de vista, no como Fiscalías Especiales sino más bien como Fiscalías
especializadas, ya que es éste el argumento básico que justifica su existencia: la
necesidad de una adecuada especialización. Mantener –como se hace cuando se
critica la existencia de las Fiscalías Especiales- que cualquier fiscal está igualmente
capacitado para investigar la delincuencia organizada es ignorar la realidad y
distraer la atención del verdadero núcleo del asunto.
La cuestión no es discutir si hay fiscales más preparados técnicamente que otros (la
respuesta afirmativa es tan obvia que no merece detenerse a comentarla) sino si
debe haber fiscales con más medios personales y técnicos a su disposición para la
realización de las tareas más complicadas. Y está claro que sólo este particular
refuerzo en los medios materiales, unido al esfuerzo y dedicación de determinados
fiscales especializados, puede llevarnos a incrementar la eficacia en la lucha contra
ciertas formas de delincuencia.
Pretender, por otra parte, que las distintas Fiscalías territoriales están mejor
preparadas para hacer frente a los complicadísimos casos de alta delincuencia
económica es simplemente desconocer la categoría y la complejidad de esta clase
de asuntos. Cualquiera de los grandes casos que actualmente se siguen en las
Fiscalías Especiales sería capaz, por si sólo, de colapsar más de una Fiscalía de
Audiencia Provincial, muchas de las cuales carecen de una adecuada dotación de
recursos humanos y materiales y que cada vez más tienen que prestar atención a
los distintos aspectos en los que el Legislador reclama una más activa presencia de
los miembros del Ministerio Fiscal (menores, violencia doméstica, siniestralidad
laboral, etc.). Es precisamente a la vista de este panorama como mejor se aprecia la
importancia que tiene no sólo la existencia de fiscales especializados, sino también
de una especial estructura organizativa que pueda dar respuestas a las específicas
necesidades que se plantean.
A lo ya expuesto hay que añadir que este modelo español de Fiscalía ha venido
siendo estudiado e introducido en diversos países (Eslovaquia, Rumanía, Polonia,
por citar sólo los europeos), con el pleno apoyo y aquiescencia de las instituciones
comunitarias competentes. Así pues, la existencia de las Fiscalías Especiales –o
especializadas- no sólo no es una rara y autóctona peculiaridad española en vías de
extinción sino que por el contrario marca el camino del futuro.
La Memoria de la Fiscalía General del Estado del año 2006, manifiesta al respecto
que “las actividades internacionales del Ministerio Fiscal han mantenido un nivel
notablemente alto, requiriendo niveles de dedicación y atención reforzados tanto
por parte de la Secretaría Técnica, en especial de los miembros de la Sección de
Cooperación Internacional, como por parte de los integrantes de los servicios
especiales de cooperación internacional establecidos en las diversas Fiscalías desde
la instrucción 2/2003. El incrementado nivel de trabajo no hace sino reforzar el
especial empeño que desde la Fiscalía General del Estado se viene poniendo en un
sector de tan rápido crecimiento y que resulta tan sensible desde el punto de vista
de la visibilidad del Ministerio Fiscal español allende nuestras fronteras”.
Pues bien, dentro del conjunto de razones que explican este boom de la
cooperación internacional, ha de colocarse, como parece obvio, el fenómeno
integrador por excelencia que se está produciendo en nuestro entorno, que no es
otro que la creación del espacio común de seguridad, libertad y justicia en el que se
encuentra empeñada la Unión Europea, a través de diversas iniciativas procedentes
de sus instituciones, el cual, a su vez, viene guiado en buena parte por la necesidad
de dar adecuada respuesta al fenómeno de la criminalidad organizada
transnacional, que se beneficia grandemente de la disminución de los tradicionales
controles que las fronteras suponían. Uno de los pilares de este esfuerzo es el
principio de reconocimiento mutuo, al que haremos breve referencia en las
siguientes páginas como tributo al mecanismo que más directa y eficazmente está
siendo desarrollado para adaptar la persecución penal a la nueva realidad de
integración europea.
Hagamos pues un breve recorrido por los fundamentos de este principio –que más
arriba esbozábamos- para intentar valorar si verdaderamente se trata de un
principio tan necesario como se manifiesta por las Instituciones Europeas.
En primer lugar, cabe citar la necesidad de eliminar una serie de trabas burocráticas
o legales a la realización de determinadas actividades internacionales dentro de la
UE. Ciertamente, se producía una cierta contradicción cuando, en materia penal
sobre todo, los métodos de relación con otros Estados miembros seguían siendo los
tradicionales, basados en los tratados internacionales. Por más que la posibilidad
de concluir Tratados entre los estados miembros prevista en el art. 34.2.d) del
Tratado de la Unión Europea (TUE, en adelante) permitiese la inclusión de métodos
que mejoraban los tradicionalmente usados en los tratados internacionales (por
ejemplo, y como se ve en el Convenio 2000, la generalización de la comunicación
directa entre autoridades judiciales), lo cierto es que la especial relación entre los
miembros de la Unión, y las particulares exigencias para el ingreso que se
mantienen para países candidatos y pre-candidatos, permitían concluir que, una
vez se produce la adhesión a la UE, existen una serie de elementos comunes que
hacen innecesarias algunas de las cautelas tradicionales. Es lo que sucede, por
ejemplo, con la prohibición de la extradición de nacionales (por más que este punto
haya producido, como se verá, grandes problemas prácticos para la aplicación de la
OEDE, llegando incluso a la suspensión temporal de la aplicación de la misma
respecto de determinados países).
a todo el territorio de la Unión forma parte de una de las medidas en las que, por
el momento, más directamente se encuentra involucrada la Comisión Europea.
Fruto de este empeño es la Decisión Marco que acaba de ver la luz en el mes de julio
relativa a la consideración de las resoluciones condenatorias entre los estados
miembros de la UE con motivo de un nuevo proceso penal. Su objeto no es sino
articular un procedimiento para atribuir a las condenas dictadas en otros estados
efectos similares a los que tendrían si se tratasen de condenas nacionales.
Como se ve, se intenta construir un sistema en el que sea irrelevante el que los
delincuentes puedan pasar de uno a otro Estado miembro, mediante la atribución
a las resoluciones judiciales penales de un grado de efectividad similar a las
nacionales. Ciertamente, se trata de un empeño ambicioso, pero que resulta
imprescindible como medida para luchar contra la internacionalización de la
delincuencia, al menos en el ámbito de la Unión Europea.
Y la evolución sigue imparable, puesto que el texto del Tratado reformado surgido
de la reunión de Lisboa del 19 de octubre de 2007 contempla tanto el refuerzo de
Eurojust como órgano de coordinación en materia de lucha contra la delincuencia
transnacional, como la posibilidad de creación, a partir de éste, de una Fiscalía
Europea con competencias iniciales en delitos contra los intereses financieros de la
Comunidad, pero sin excluir la posibilidad de ampliación de su competencia a otras
formas graves de criminalidad. En estos precisos momentos, nos encontramos
inmersos en un proceso de reflexión para decidir qué se hará de Eurojust y de la Red
Judicial Europea en un futuro (el 23 de octubre la Comisión Europea publicó una
Comunicación sobre este tema, discutida en un seminario en Lisboa los días29 y 30
de octubre pasados), en el que se ven a las claras las tensiones internas existentes
y del que habrá que ver si pueden surgir las líneas generales de esta futura Fiscalía
Europea.
VIII.BIBLIOGRAFÍA
delitos de estafa, algunas de sus modalidades mas características, eso sí, teniendo
en cuenta que la doctrina jurisprudencial (SSTS, Sala 2ª, de 19 Jul. 1.993 y de 28 Mar.
2.000, entre otras) ha interpretado muy extensivamente y con gran laxitud la
apertura modal del engaño a cualquier tipo de ardid, maniobra o maquinación, por
lo que la experiencia práctica revela que pueden ser casi infinitas las formas de
engañar y defraudar.
4) La SAP de Zamora, de 14 Jul. 2.001 que condenó a una chica (la “lista”) y a
un chico (“el deficiente”) que en 1.999 abordaron en la calle Miguel de
Unamuno de Zamora a una mujer de 71 años (Luisa) y mostrándole una
bolsa de billetes que el “tonto” decía que eran papeles de color,
consiguieron estafar a la víctima 200.000 ptas.
5) La SAP Murcia, Sección 2ª, de 26 Oct. 2.005 [Rec. 36/2005] condenó por
delito de estafa al acusado que convenció a Concepción, de 66 años de
edad, para que cambiara a un menor que aparentaba ser deficiente
mental y con el que estaba de acuerdo el acusado, una bolsa que llevaba
con unos 120.000 euros y que decía eran estampitas por una cantidad de
dinero inferior (6.430´83 euros).
1) La STS, Sala 2ª, de 1 Abr. 2.004, rechaza el recurso presentado por los tres
condenados por delito de estafa los cuales, representando diversos
papeles societarios (administrador, gerente y director comercial) de la
empresa CAPDSA con sede en Hospitales de LLobregat y cuyo objeto
social era la distribución al mayor de productos alimenticios, adquirieron
mercaderías de diversas empresas que luego no abonaron, librando
pagarés y efectos mercantiles que eran sistemáticamente devueltos
(algunos renovados) a su vencimiento por no haber saldo en cuenta.
2) La STS, Sala 2ª, de 2 Jun. 2.003 que examina y mantiene la condena de dos
4) Similares son los casos contemplados en la STS, Sala 2ª, de 4 Jun. 1999, o
los juzgados por la denominada jurisprudencia menor como son la SAP
Lérida, Sección 1ª, de 21 Mar. 2.003, la SAP Madrid, Sección 4ª, de 18 Feb.
2.003, o la SAP Barcelona, Sección 9ª, de 20 Jul. 2.002, entre otras muchas.
En la mayoría de los casos de esta clase de timo las víctimas no denuncian estos
hechos por entender que quedarían en entredicho su honorabilidad y el “ego”
personal se vería vilipendiado en su círculo laboral y familiar. No obstante ello,
existen algunos supuestos en que fueron denunciados y condenados por estafa
3) LA SAP Lleida, Sección 1ª, de 18 Nov. 2005 [Rec. 328/2005] que condenó a
los acusados por delito de estafa consistente en convertir supuestos
billetes tintados en auténticos billetes de euros o dólares.
Han proliferado en los últimos años los actos de aquellos sujetos que,
presentándose en los domicilios particulares aparentando ser revisores o
inspectores de gas butano, hacen creer a la víctima –generalmente mujeres y de
avanzada edad- que es necesaria una revisión de la instalación del gas y la
sustitución de algunos elementos (gomas y cabezales), viéndose los moradores
obligados a pagar la factura que se les presenta y que no responde a ninguna
revisión o no era necesaria la misma.
1) La SAP Madrid, Sección 16ª, de 10 Feb. 2.003 que condenó como autores
de una falta de estafa a dos acusados que procedieron a ofrecer sus
servicios para efectuar la revisión de la instalación del gas haciendo creer
a la víctima que era obligatoria, y sin realizar ninguna revisión
procedieron a exigir el pago del trabajo (18.516 ptas).
2) La STS, Sala 2ª, de 31 Oct. 2002 condenatoria por delito de estafa de dos
acusados que exhibiendo la documentación de Repsol Butano SA sin
autorización de esta empresa, convencieron a la víctima de la necesidad
de proceder a revisar la instalación de gas, cambiando piezas
innecesariamente.
3) O la STS, Sala 2ª, de 28 Sept. 2.000 que confirmó la condena por delito
Se han multiplicado en los últimos tiempos los fraudes llevados a cabo a través
de los números de teléfono 807 y 906, variando sólo los recursos utilizados por
los “estafadores” para intentar que el usuario llame a estas líneas de teléfono:
desde recibir un mensaje de texto en el teléfono móvil de supuestas mujeres
que pretenden quedar con el usuario del terminal facilitándole un número de
teléfono de contacto (número 906), hasta recibir una llamada de locutoras de
una empresa para darle un premio, generalmente consistente en un lote de
productos alimenticios entre los que se encontrarían un jamón y un queso,
siendo necesario para conseguir estos regalos que el agraciado llame a un
teléfono de tarifación adicional (un número 807) en el que alargaban al máximo
la conversación.
2) Por la STS, Sala 2ª, de 27 Nov. 2.002 que condenó a los acusados por el uso
de tarjetas prepago de Telefónica SA falsificadas o alteradas, engañando
con la alteración de las tarjetas a la titular del servicio de telefonía, quien
abonó a los acusados en virtud del contrato de instalación de centralita
un 60% del importe total de las llamadas recibidas.
Esta acción (el “polizonaje”), que se ha repetido y se repite con frecuencia (viajar
sin billetes de tren o autobús, o rebasar peajes de autopista sin abonar el
importe de la tarjeta), ha sido objeto de una antigua polémica sobre su
tipicidad, sin que haya una línea jurisprudencial clara, quizá porque no hay
pronunciamientos próximos del Tribunal Supremo y los antiguos (STS, Sala 2ª,
de 15 Jun. 1.981) examinan conductas distintas.
Ahora bien, para llegar a la estimación del delito de estafa de hospedaje, será
preciso partir de la comprobación de un auténtico “dolo antecedente” -las
circunstancias objetivas y personales lo corroborarán-, de una real intención de
aprovecharse del servicio de que se trate -lucro ilícito-, eludiendo el pago de su
costo -perjudicialidad del sujeto pasivo-. Debe resultar demostrada que la
intención del sujeto era la de no abonar el importe del hospedaje desde un
principio simulando que era una persona solvente para ello, pero si el dolo es
posterior (“subsequens”) por haberse quedado sin dinero (STS, Sala 2ª, de 3 Abr.
3) La STS, Sala 2ª, de 19 Sept. 2.001 que aborda la estancia en los Hoteles
Pedro III de Manresa y San Benet de San Frutos de Bages sin satisfacer
pago alguno.
6) La STS, Sala 2ª, Nº 160/2006, de 22 Feb. [Rec. 966/2004] que condena por
estafa de hospedaje la ficción de solvencia para disfrutar los acusados
durante una larga temporada, cual potentados, de servicios de
hospedaje (Hotel Balear de Ciudadella de Menorca), con ánimo
preconcebido de omitir la prestación de pago.
Son varios los métodos utilizados por los delincuentes para obtener un tarjeta
de crédito, desde la simple sustracción (hurto o robo) a su titular, hasta métodos
más sofisticados como es el denominado “lazo libanés”(nombre que recibe al
ser un libanés el pionero en ponerlo en la práctica en el Reino Unido) que
consiste en obstruir la tarjeta original en la ranura del cajero para impedir que
su propietario la recupere, y cuando éste abandona el lugar para recabar ayuda,
entran en acción los delincuentes que se apropian de la tarjeta o hacen una
copia de sus datos con un lector portátil; o el procedimiento “de la siembra”,
destinado a obtener tarjetas para extraer dinero de los cajeros, consistente en
que una persona se sitúa a una distancia adecuada de quien se encuentra
efectuando una operación en un cajero y así poder ver el PIN, para a
continuación distraerle de forma que pierda de vista la tarjeta cuando sale por
la ranura del cajero, siendo sustraída y sustituida por otra tarjeta de manera que
la víctima luego no se apercibe del cambio de tarjeta hasta que va a efectuar
operaciones con la misma.
2. Ahora bien esta calificación de robo con fuerza en las cosas ha sido objeto
de critica por parte de la doctrina con apoyo en algunas resoluciones de la
Sala Segunda del Tribunal Supremo.
1º) Así se precisa que, aunque dentro del concepto de llave estén legalmente
incluidas las tarjetas o instrumentos electrónicos que sirven para abrir
cierres, tales como puertas o cajas, debe negarse la consideración como
llaves de las tarjetas cuando se precisa la introducción de una clave
digital, basándose en que lo que entonces realiza la función de apertura
del cajero y el inicio de los procedimientos que permiten el acceso al
dinero no es la tarjeta en si, sino los elementos contenidos en la banda
magnética, de naturaleza incorporal y ajenos por tanto al sentido
“corporal” de las llaves en nuestro derecho.
2º) Se recuerda (ver voto particular de la STS, Sala 2ª, 35/2004, de 22 Ene.,
antes citada), que para hablar de robo en el ámbito normativo de
referencia resulta condición típica imprescindible que el apoderamiento
se haya producido mediante la entrada en el interior de algún “lugar”. No
basta con que la tarjeta sea llave, es necesario que ésta haya sido
empleada para acceder al lugar en el que las cosas se guardan. La fuerza
en las cosas típica del robo es aquella precisa para "acceder al lugar
donde éstas se encuentren", tal y como lo define legalmente el art. 237
CP. Y el dinero en los cajeros se halla en un cajetín en el interior del mismo
al que en ningún momento se accede.
La STS, Sala 2ª, Nº 185/2006, de 24 Feb. [Rec. 2363/2004]) tras declarar que era
claro que el delito de estafa genérico del art. 248.1 no era aplicable al uso de
la tarjeta en cajero, dado que solo puede ser engañada una persona que, a su
vez, pueda incurrir en error y por lo tanto, ni las máquinas pueden ser
engañadas, ni el cajero automático ha incurrido en error, puesto que ha
funcionado tal como estaba programado que lo hiciera, añadió que “sin
embargo cabria pensar, sólo hipotéticamente -este segundo apartado no
habría sido objeto de acusación- que el uso abusivo de tarjetas que permiten
operar en un cajero automático, puede ser actualmente subsumido bajo el
tipo del art. 248.2 CP, dado que tal uso abusivo constituye un <artificio
semejante> o una manipulación informática pues permite lograr un
funcionamiento del aparato informático contrario al fin de sus
programadores (...)”.
Del mismo modo resultaría absurdo que en casos de uso de las tarjetas
originales o clonadas, tanto en cajeros como también en establecimientos
comerciales, se sumaran los delitos de robo y de estafa, en la medida de que el
animo de lucro se agota en un propósito continuado único. Nos hallaríamos
ante dos delitos distintos en concurso, un robo con fuerza en las cosas en
relación a los cajeros, y un delito de estafa en cuanto a su uso en
establecimientos comerciales, y resultaría absurda y más grave para el acusado
esta separación en dos delitos de lo que no es sino una única intención y
manifestación delictiva de obtener metálico o efectos mediante las tarjetas,
que merece la única respuesta punitiva de la estafa.
El Anteproyecto de Reforma del Código Penal de 2006, que modifica el art. 248,
altera en buena medida la definición legal de estafa al introducir en el apartado
2º bajo la letra c) la modalidad de “los que utilizando tarjetas de crédito o
débito, o cheques de viaje o los datos obrantes en ellos, realicen operaciones de
cualquier clase en perjuicio de su titular” con lo que el uso de tarjetas en cajeros
se recogería ahora en este tipo especial del apartado c) del núm. 2 del art. 248 ,
resolviendo así las dudas suscitadas acerca de su calificación, evidenciando la
voluntad del legislador de calificar como estafa, los empleos fraudulentos de
tarjeta en todo caso.
No obstante lo expuesto, hay que tener en cuenta, como en toda clase de estafas,
que el engaño empleado debe ser bastante para producir error, y en este orden de
cosas las exigencias de comprobación de la identidad del sujeto que presenta una
tarjeta de crédito para su utilización como medio de pago, y la comprobación de la
pertenencia es requisito exigible y exigido por las reglas comerciales, y constituye
una práctica corriente en la contratación, que tiende a proteger a los legítimos
titulares y a las entidades que garantizan al comerciante el pago de la mercancía.
Cuando no se realiza esa mínima comprobación de identidad, ni siquiera si el que
presentaba la tarjeta era hombre o mujer, el engaño no puede ser calificado de
bastante para considerarlo causal al desplazamiento económico, no concurriendo,
por lo tanto, el delito de estafa (STS, Sala 2ª, Nº 807/2003, de 3 Jun. [Rec. 354/2002]).
1. Debemos tener presente que la Sala Segunda del Tribunal Supremo (Acuerdo
del Tribunal Supremo Pleno No Jurisdiccional de 18 Jun. 2.002 y STS, Sala 2ª, Nº
948/2002, de 8 Jul. [Rec. 856/2001]) ha señalado que la sustitución de los
datos de las tarjetas de crédito (o débito) manipulando la banda magnética,
va más allá de la simple alteración de la misma, y supone la generación “ex
novo” de una tarjeta, y que las tarjetas de crédito y los cheques de viaje deben
ser considerados como moneda (art. 387 CP), de donde se concluye que la
falsificación de tarjetas de crédito constituye un delito de falsificación de
moneda del artículo 386.1 CP.
A la vista de este fenómeno, el Código Penal de 1995 introdujo por primera vez
en el apartado 2 de su artículo 248 una modalidad específica de estafa, la de los
fraudes informáticos, disponiendo que “también se consideran reos de estafa
los que, con ánimo de lucro, y valiéndose de alguna manipulación informática o
artificio semejante consigan la transferencia no consentida de cualquier activo
patrimonial en perjuicio de tercero”.
de exhaustividad:
siendo condenado por delito de estafa. Y la STS, Sala 2ª, de 7 Mar. 2.003
que sanciona como estafa el tratamiento de enfermos de parálisis
cerebral con un medicamento ineficaz ,“cápsulas de dopamina”
cobrando grandes cantidades por el mismo.
También la STS, Sala 2ª, de 20 Dic. 2.001 condenó por delito de estafa a un
“vidente” que consiguió que una persona afectada por depresión y
ansiedad se viera en la necesidad de recurrir a sus servicios. Para ello, el
acusado creó una trama sobre el sujeto pasivo, pues la víctima creía en
los “poderes paranormales” del acusado.
e) La estafa filatélica.
Con esta modalidad de estafa, también conocida como “estafa piramidal
en inversiones filatélicas”, no nos estamos refiriendo a la captación de
voluntad compradora de una persona poco “avispada” que realiza una
inversión errónea, adquiriendo un sello de correos cuyo valor cree muy
superior al normal, por maquinación del vendedor, cuyo caso se
encuadraría en la estafa ordinaria, sino que hacemos alusión a una
estructura delictiva, destinada a la captación fraudulenta de inversiones,
mostrando como señuelo la pretendida revalorización constante del
valor de los sellos postales, revalorización que se garantiza de modo
torticero por el dirigente de la estructura fraudulenta.
Nos estamos refiriendo a las estafas agravadas, siendo la naturaleza jurídica que
debe asignarse a los tipos de estafa que se forman cuando concurre alguna de las
circunstancias del art. 250.1 CP la de “subtipos cualificados o agravados” de estafa,
porque un tipo cualificado es el formado por los elementos esenciales del tipo
básico más el elemento accidental específico agravatorio, siendo unos y otro
elementos del tipo.
campo de las cosas de “utilidad social” de la circunstancia 1ª del art. 250.1 CP,
aquellas que especialmente cita la circunstancia 5ª del mismo precepto como
“bienes que integran el patrimonio artístico, histórico, cultural o científico”, en
cuyo caso será de aplicación el tipo agravado del art. 250.1.5ª CP, como
prevalente al tratarse de una especialización de la norma especial más extensa.
4º.) También puede integrar el tipo agravado una estafa relativa a una oferta
de empleo si concurren los elementos esenciales del delito. Aunque en
un principio el trabajo, como objeto de derecho, merecía y tenía la
consideración de cosa de primera necesidad, se desestimó que integrara
el tipo agravado porque su protección en tal sentido se produce
mediante previsiones específicas, que en el Código Penal se recogen en
los delitos contra los derechos de los trabajadores del art. 499 bis CP-73 y
arts. 311 y siguientes del CP-95 (STS, Sala 2ª, Nº 981/2001, de 30 May. [Rec.
1663/1999]). Mas recientemente ha variado esta postura y se ha
considerado que no se hace una interpretación extensiva si se considera
que el trabajo en un mercado y situación económica de paro endémico y
estructural puede y debe ser considerado como un bien de primera
necesidad al igual que la vivienda y, por lo tanto, integrar el tipo agravado
de estafa (STS, Sala 2ª, Nº 457/2006, de 21 Mar. [Rec. 309/2005]).
b) Por cosas de utilidad social, en sentido propio, hay que entender las
directamente destinadas a la satisfacción de fines colectivos (STS, Sala 2ª, Nº
981/2001, de 30 May. [Rec. 1663/1999]). Constituyen también un elemento
normativo y se extienden al conjunto de cosas típicas más allá de las de primera
necesidad y que cumplen fines colectivos o satisfacen necesidades
consideradas beneficiosas para el conjunto de los integrantes del grupo social,
aunque se atribuyan a uno o varios de los individuos concretos que lo
componen.
La STS, Sala 2ª, Nº 214/2003, de 11 Feb. [Rec. 3299/2001] relaciona los argumentos en
que se apoya el Pleno de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, y que va a constituir
una pacífica y reiterada doctrina jurisprudencial, para llegar a la conclusión antes
expuesta: a) La total significación antijurídica del hecho no queda consumida en el
subtipo agravado, toda vez que en la descripción típica la ley penal habla
simplemente del cheque y no de cheque “falsificado”. b) La desaparición de la
figura del cheque en descubierto tendría su justificación en la intensificación
punitiva prevista en el subtipo estudiado. c) De adoptar el criterio de concurso de
Se afirma que no existen problemas de ne bis in idem al ser distintos los bienes
jurídicos protegidos, en cuanto la estafa agravada protege tanto el patrimonio
como la seguridad del tráfico mercantil y la falsedad en documento mercantil
protege la fe pública y que se contempla el cheque falso desde dos perspectivas
distintas, como objeto de la acción falsaria y como medio para el engaño. Esta
posición da respuesta a la conducta más responsable de quien además de usar el
cheque falso ha intervenido en su falsificación (SSTS, Sala 2º, Nº 1035/2002, de 3 Jun.
[Rec. 3458/2000], Nº 1156/2004, de 30 Dic. y Nº 341/2005, de 17 Mar. [Rec.
2347/2003]).
Los elementos que integran esta figura son los mismos de toda estafa propia, si
bien por razones de su especialidad algunos de ellos -el engaño y el acto de
disposición- quedan limitados a las formas específicas que señala el tipo.
El artículo 251.2 inciso 2º del Código Penal prevé, dentro de las estafas impropias, el
caso de la doble venta fraudulenta, penando a “el que, habiéndola enajenado como
libre (una cosa mueble o inmueble) la gravare o enajenare nuevamente antes de la
definitiva transmisión al adquirente, en perjuicio de este o de un tercero”. La
redacción de este tipo tuvo su único antecedente en la reforma del anterior Código
Penal por Ley Orgánica 8/1983.
No obstante ello, son varios los problemas que ofrece este tipo penal y que
examinaremos al analizar sus elementos (el ánimo de lucro no presenta ninguna
especificidad respecto del tipo general):.
A) La doble venta.
El tipo penal exige que sobre la misma cosa antes enajenada haya
existido una segunda enajenación “antes de la definitiva
transmisión al adquirente”, es decir, antes de que el primer
adquirente se encuentre con relación a la cosa adquirida en una
posición jurídica tal que el anterior titular ya no esté capacitado
para realizar un nuevo acto de disposición en favor de otra persona.
Es el supuesto de venta de inmuebles -de una gasolinera (STS, Sala
2ª, Nº 1809/2000, de 24 Nov. [Rec. 1985/1999]); pisos y plazas de
garage (STS, Sala 2ª, Nº 203/2006, de 28 Feb. [Rec. 2536/2004])- en
escritura pública que ya han sido vendidos anteriormente a otro
comprador en contrato privado (STS, Sala 2ª, Nº 203/2006, de 28 Feb.
[Rec. 2536/2004]) o contrato verbal (STS, Sala 2ª. De 10 Dic. 1.999
[Rec. 4982/1998]).
El inciso primero del apartado 2º del artículo 251 CP contiene la previsión de un tipo
penal de carácter básicamente omisivo, sancionando a “el que dispusiere de una
cosa mueble o inmueble ocultando la existencia de cualquier carga sobre la
misma.... en perjuicio de éste [el adquirente] o de un tercero”. Con este precepto
viene a castigarse al que vende la cosa silenciando las cargas obrantes o algunas de
las mismas, lo que supone una disminución del valor señalado y quizá un atentado
al acondicionamiento de una voluntad de compra que no se hubiera producido de
conocer los aspectos negativos de semejante importancia.
Los elementos exigidos por la jurisprudencia (por todas la STS, Sala 2ª, Nº 44/2000,
de 25 Ene. [Rec. 539/1999]) para un aplicación correcta de este tipo especial de
delito de estafa del art. 251.2.I CP son los siguientes:
1. La existencia de un bien gravado.-
El concepto de “carga” o “gravamen” ha sido, y es, el principal problema que
plantea este tipo penal., si bien existe en la jurisprudencia una tendencia a
dar al concepto un amplio alcance que incluye no sólo las cargas de carácter
real,sino también las obligaciones personales que restrinjan la capacidad de
disponer. Pero, por mucha flexibilidad que se quiera atribuir al concepto de
carga, no debe alcanzar éste a una resolución general de un Ayuntamiento
(Decreto) que trata de paliar una emergencia que ocasiona un daño en la
viviendas de un importante número de vecinos (“aluminosis”), y que con tal
finalidad prevé o proyecta un Plan de actuación especial para evitar peligros
o favorecer socialmente a las personas afectadas, pues las dificultades o
limitaciones del disfrute provienen de un vicio oculto o deficiencia de la cosa
y no de una carga (STS, Sala 2ª, Nº 215/2004, de 23 Feb. [Rec. 928/2003]).
Dentro del concepto de“carga”al que se refiere el precepto podemos incluir:
1º. La hipoteca, mobiliaria o inmobiliaria: así la venta como libre de
cargas de un inmueble gravado con hipoteca y embargado en
procedimiento de ejecución (STS, Sala 2º, Nº 1443/2004, de 13 Dic.
[Rec. 2151/2003]); o la venta como libres de parcelas ocultando en la
Para que el engaño exista y pueda decirse que sea causal es necesario
que el adquirente desconozca la existencia de la carga, por lo que se
excluye el delito cuando, conociéndola, adquiere la cosa. La anticipada
comprobación garantizadora del adquirente constituye una natural
cautela en evitación de eventuales conflictos; pero no debe erigirse en
condición absoluta determinante de la valoración en el orden penal de la
ocultación del vendedor. Si los compradores conocieron la existencia del
gravamen o pudieron tener fundadas dudas sobre el mismo, derivadas
del contrato celebrado, y no acudieron al Registro de la Propiedad para
comprobarlo, el engaño no puede considerarse idóneo y no hubo estafa
(STS, Sala 2ª, Nº 497/2001, de 28 Mar. [Rec. 36/1999]). La STS, Sala 2ª, de 5
May. 1.998 [Rec. 1307/1997] resalta el deber de comprobación registral
gravitante sobre compradores y concluye que, pese a la inexacta
expresión contractual, los adquirentes se hallaban informados de lo que
adquirían, no siendo los errores en que habían incurrido producto de la
afirmación de unos hechos falsos, por lo que absuelve a los acusados. En
el mismo sentido la STS, Sala 2ª, de 27 Abr. 2.006, que absolvió a los
acusados del delito de estafa impropia puesto que los compradores
incumplieron su “deber elemental” de informarse sobre el crédito
hipotecario que gravaba las viviendas a través del Registro de la
Propiedad, y no habiéndolo hecho, el engaño empleado no se entiende
bastante e idóneo.
Tal y como ya hemos dicho al hablar de los sujetos del delito, el daño o perjuicio
puede causarse al adquirente, generalmente ante gravámenes reales
constituidos sobre el inmueble enajenado, y también puede resultar
perjudicado el titular del gravamen, cuando no sea real y se refiera a muebles,
pues entonces entrarán en juego los preceptos civiles sobre créditos
preferentes.
VII. BIBLIOGRAFÍA
débil del diseño normativo de protección de los consumidores y, por ello, son
un ámbito donde es necesario incidir legislativamente para evitar la
impunidad de las más importantes lesiones que pueden sufrir los intereses
económicos de los consumidores. Uno de los tipos penales que exigen una
urgente actualización es el de la apropiación indebida prevista en el arts. 252
a 254 CP.
El Libro II -Delitos y sus penas- del CP de 1995, dentro de su Título XIII -Delitos
contra el patrimonio y el orden socioeconómico-, en el Capítulo VI –De las
defraudaciones-, dedica su Sección 2ª a la apropiación indebida,
inmediatamente después de las estafas –Secc. 1ª- y precediendo a las
defraudaciones de fluido eléctrico y análogas –Secc. 3ª-. En dicha Sección 2ª se
recoge el art. 252, en que se establece el tipo básico de apropiación indebida,
con el tenor siguiente: “[s]erán castigados con las penas del artículo 249 ó
2505, en su caso, los que en perjuicio de otro se apropiaren o distrajeren dinero,
efectos, valores o cualquier otra cosa mueble o activo patrimonial que hayan
recibido en depósito, comisión o administración, o por otro título que
produzca obligación de entregarlos o devolverlos, o negaren haberlos
recibido, cuando la cuantía de lo apropiado exceda de cuatrocientos euros.
Dicha pena se impondrá en su mitad superior en el caso de depósito necesario
o miserable”6.
El delito de apropiación indebida del art. 252 CP recoge, por tanto, hasta tres
dinámicas comisivas diferentes: la primer y básica, la de apropiación, en
perjuicio de otro, de bienes recibidos en virtud de un titulo que produzca la
obligación de entrega o devolución; la segunda, la distracción, en perjuicio de
otro, de bienes recibidos en virtud de un titulo que produzca la obligación de
entrega o devolución; y la tercera, la negación de haber recibido bienes en
5
Los arts. 249 y 250 CP establecen, respectivamente, el tipo penal de estafa y sus agravaciones, sancionando el tipo
básico de estafa con la pena de prisión de seis meses a tres años, la estafa agravada con las penas de prisión de seis
años y multa de seis a doce meses y la muy agravada con penas de prisión de cuatro ocho años y multa de doce a
veinticuatro meses. La estafa muy agravada se produce cuando, además de recaer sobre cosas de primera necesidad,
viviendas u otros bienes de reconocida utilidad social, o bien la estafa revista especial gravedad, atendiendo al valor
de la defraudación, a la entidad del perjuicio y a la situación económica en que deje a la víctima o a su familia, o bien
se cometa con abuso de las relaciones personales existentes entre víctima y defraudador, o aproveche éste su
credibilidad empresarial o profesional.
6
La fijación de la cuantía de la apropiación en 400 € se produjo en virtud de la modificación operada por el apartado
84 del artículo único de la Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre, que entró en vigor el 1 de octubre de 2004. Con
anterioridad a ella, la redacción originaria del art. 252 CP de 1995 tenía establecido dicho límite en 50.000 pesetas. La
apropiación indebida cuando la cuantía no exceda los 400 € es considerada una falta por el art. 623.4 CP y se castiga
con una pena de localización permanente de cuatro a doce días o multa de uno a dos meses.
El presente estudio, en línea con lo apuntado más arriba, no tiene como objetivo
analizar sistemáticamente todos y cada uno de los elementos del tipo básico de la
apropiación indebida8, sino apuntar diversas cuestiones que por la polémica
doctrinal y jurisprudencial que han suscitado evidencian la necesidad de una
reforma legislativa en evitación de situaciones de impunidad en el marco de actos
de consumo. De ese modo, realizaré, por un lado, un breve comentario sobre la
inclusión de los activos patrimoniales entre los objetos susceptibles de apropiación
en el CP 1995 (II) y, por otro, me detendré en la polémica que se ha desarrollado
alrededor del dinero –y los bienes fungibles en general- como objeto material de
este tipo delictivo, al haber propiciado en la actualidad una discusión respecto de
la eventual diferencia semántica entre la acción de apropiación y distracción, a los
efectos de considerar penalmente típica la llamada gestión o administración
desleal o fraudulenta del patrimonio de particulares (III).
dejado de plantear dudas doctrinales sobre la aptitud como objeto material de este
delito de los bienes inmuebles10. De hecho, hasta el día de hoy la jurisprudencia de
la Sala Segunda del Tribunal Supremo no ha hecho sino acentuar estas dudas11, por
la falta de una línea doctrinal clara sobre el particular.
Esta descripción que parece tan sencilla y obvia no ha dejado de crear problemas
cuando debía enfrentarse con los supuestos, los más comunes por otra parte, en
que el bien entregado era el dinero. El dinero, desde la perspectiva civilista, es un
bien fungible. En atención a ello, y elevando a categoría y principio general la regla
del art. 1753 del Código Civil15, tradicionalmente se ha venido considerando que el
dinero, con independencia del título en virtud del cual se entrega, incluso si le es
inherente la obligación de devolución, pasa a propiedad de la persona a la que es
entregado, quien sólo queda obligada a la devolución de otro tanto –el llamado
tantundem-. Así, la conclusión parecía evidente: si la entrega de dinero trasmite la
propiedad, puede dudarse de su aptitud para ser objeto material de la apropiación
indebida, toda vez que no resulta posible la apropiación de un objeto del que ya se
es propietario16.
Por supuesto, había una objeción que impedía extender esta conclusión con
carácter general al dinero y a cualquier contrato: el propio tenor literal del art. 252
CP. El dinero, como ya se ha reiterado, aparece expresamente mencionado como
15
Este artículo, en que se regula el préstamo de dinero, uno de los contratos por excelencia en que existe la obligación
de devolución, dispone que “[e]l que recibe en préstamo, dinero u otra cosa fungible, adquiere su propiedad y está
obligado a devolver al acreedor otro tanto de la misma especie o calidad”.
16
La idea de que al entregarse dinero se adquiere la propiedad en virtud de su carácter de bien fungible, con
independencia de la relación contractual por la que se ejecuta dicha entrega, ha sido una constante en la doctrina
penal y ha provocado que se sostuviera que en los casos de apropiación indebida de dinero el bien jurídico protegido
no fuera la propiedad sino el patrimonio. Así, Manjón-Cabeza Olmeda, A.: Nuevo enfoque de la apropiación indebida.
Especial consideración de la no devolución de las cantidades anticipadas a cuenta para la construcción y adquisición
de viviendas, edt. Civitas, Madrid, 1988, págs. 222 y ss., o Mata Barranco, op. cit, n. 14, págs. 100 y ss. En la jurisprudencia
también se mantiene dicha distinción. Así, en la STS 513/2007, de 19 de junio, en el FJ 9 se afirma que “[e]sta
consideración de la apropiación indebida del art. 252 del Código Penal, parte de la distinción establecida en los verbos
nucleares del tipo penal, se apropiaren y distrajeren, y se conforma sobre un distinto bien jurídico, respectivamente,
contra la propiedad y contra el patrimonio. La doble dimensión de la apropiación indebida permite una clarificación
sobre las apropiaciones de dinero, que el tipo penal prevé como objeto de apropiación, toda vez que la extremada
fungibilidad del dinero hace que su entrega suponga la de la propiedad, recibiendo el transmitente una expectativa,
un crédito, de recuperar otro tanto, construcción difícil de explicar desde la clásica concepción de la apropiación
indebida”.
objeto material de este delito y el art. 252 CP, además, menciona expresamente tres
contratos –depósito, comisión y administración- en relación con el dinero. Por tanto,
resultaba indiferente cuál fuera la posición de partida en la interpretación del tipo
penal, una cosa era clara: la no devolución del dinero entregado en depósito, comisión
o administración es una conducta típica subsumible en el delito de apropiación
indebida17 . Ello, sin embargo, no impedía que respecto de otro tipo de contratos se
siguiera manteniendo la prioridad del argumento civilista para excluirlos del delito de
apropiación indebida. Así, junto al préstamo mutuo, por lo dispuesto en el ya citado
art. 1753 CC, se venía incluyendo el depósito irregular en cuenta corriente por la
remisión que a dicho artículo realiza el art. 309 del Código de Comercio18.
17
Como señala la STS 576/2007, de 22 de junio, en su FJ 3, “... que respecto al dinero cabe el delito de apropiación
indebida, pese a su carácter fungible, cuando se entrega para un fin determinado, al que no se destina”.
18
Críticamente, sin embargo, Rodríguez Montañés, op. cit. n. 4, págs. 47 a 51.
19
Al respecto, de manera temprana en doctrina, señalando que la conducta de distracción es una forma peculiar de
“apropiación” de bienes fungible, Mata Barranco, op. cit, n. 14, pág. 186. Esta distinción también se aprecia con
absoluta nitidez en la jurisprudencia actual. Así, en la STS 513/2007, de 19 de junio, en el FJ 9 se afirma que “[e]n
definitiva apropiarse significa incorporar al propio patrimonio la cosa que se recibió en posesión con la obligación de
entregarla o devolverla. Distraer es dar a lo recibido un destino distinto del pactado. Si la apropiación en sentido
estricto recae siempre sobre cosas no fungibles, la distracción tiene como objeto cosas fungibles y especialmente
dinero. La apropiación indebida de dinero es normalmente distracción, empleo del mismo en atenciones ajenas al
pacto en cuya virtud el dinero se recibió, que redundan generalmente en ilícito enriquecimiento del detractor aunque
ello no es imprescindible para se entienda cometido el delito”.
20
En ese sentido, resulta clarificador lo expuesto por Mayo Calderón cuando señala que “[l]a única forma que tiene el
poseedor que no tiene otorgadas las facultades de disposición del propietario, de obtener un beneficio perjudicando
de esa manera el patrimonio ajeno, es `incorporarla´ a su patrimonio, para así usar o disponer de ella como dueño. Por
el contrario, el sujeto que ya tiene, lícitamente, las mismas facultades que el propietario, no necesita realizar un acto
de incorporación del bien a su patrimonio. Por ello, en este último caso el comportamiento que perjudica el
patrimonio ajeno debe ser, necesariamente diferente: el perjuicio patrimonial se lleva a cabo mediante el abuso de las
facultades de disposición que tiene concedidas el sujeto activo”, op. cit. n. 8. pág. 80 (entrecomillado y cursivas en el
original).
tanto, el art. 252 CP debía expandir su contenido para considerar conducta típicas de
apropiación indebida, por un lado, los tradicionales usos ilícitos dominicales de
quien es mero poseedor de un bien no fungible que tiene obligación de
devolverlo (apropiación) y, por otro, como novedad, los usos ilícitos no
dominicales de quien ha recibido dinero o un bien fungible en virtud de un titulo
que obliga a la devolución del tantundem (distracción)21.
La solución de incluir en el ámbito de aplicación del art. 252 CP los usos ilícitos
no dominicales sobre bienes fungibles –la llamada administración o gestión
desleal o fraudulenta del patrimonio ajeno de particulares- no dejaba de
21
La jurisprudencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo ha sido la principal valedora de esta doctrina,
especialmente a partir de la STS 224/1998, de 26 de febrero, en que se resolvió el llamado caso Argentia Trust, en la
que se citan como antecedentes las SSTS de 7 y 14 de marzo de 1994. A partir de ello, ha recibido una encendida
defensa doctrinal por parte de Bacigalupo Zapater, E.: “La Administración desleal en el nuevo Código Penal”, en
Cuadernos de Política Criminal, núm. 69, 1999, pág. 521 y ss.; y sus discípulos Silva Castaño, M.L.: El delito de
apropiación indebida y la administración desleal de dinero ajeno, edt. Dykinson. Madrid. 1997, págs. 118 y ss., o “El
delito de apropiación indebida y la administración desleal del patrimonio ajeno: estudio de los arts. 252 a 254 del
Código Penal”, en Curso de Derecho Penal Económico, edt. Marcial Pons, Madrid, 1998, págs. 99 a 128 y Sánchez-Vera
Gómez Trelles, J.: “Administración desleal y apropiación indebida: consecuencias de la distinción jurisprudencial”, en
Dogmática y Ley Penal. Libro Homenaje a Enrique Bacigalupo, t. II, edt. Marcial Pons, Madrid, 2004, págs.1207 a 1236.
Mas recientemente se ha sumado a la defensa de esta tesis Mayo Calderón, op. cit. n. 8, passim.
Como ejemplo paradigmático, en la STS 576/2007, de 22 junio, en su FJ 3, puede leerse lo siguiente: “[n]o podemos
dejar de consignar en esta resolución lo acertado de las consideraciones de la sentencia impugnada respecto al
dinero, y su característica esencial de fungibilidad, como objeto del delito, pues, ciertamente a causa de la extrema
fungibilidad del dinero, la propiedad del mismo se ejerce mediante la tenencia física de los signos que lo representan.
En este segundo supuesto, la acción típica no consiste tanto en incorporar el dinero recibido al propio patrimonio -
puesto que por el mero hecho de haberlo recibido legítimamente ya quedó integrado en él si bien de forma
condicionada-, sino en darle un destino diferente al pactado, causando un perjuicio en el patrimonio de quien lo
entregó con un destino concreto. La apropiación indebida de dinero es normalmente distracción, empleo del mismo
en atenciones ajenas al pacto en cuya virtud el dinero se recibió, que redundan generalmente en ilícito
enriquecimiento del distractor, aunque ello no es imprescindible para se entienda cometido el delito. Dos requisitos
tan sólo han de concurrir para que esta conducta se integre en el tipo de apropiación indebida: que la distracción
suponga un abuso de la confianza depositada en quien recibe el dinero y que la acción se realice en perjuicio de
quienes se lo han confiado, eso es, a sabiendas de que se les perjudica y con voluntad de hacerlo (Sentencias de 31 de
mayo de 1993, 15 de noviembre de 1994, 1 de julio de 1997, 11 de febrero de 1998, 17 de octubre de 1998, 12 de mayo de
2000, 2 de noviembre de 2001, 18 de abril de 2002 y 30 de junio de 2005)”.
22
Como señala Mayo Calderón “... una vez que se llega a la conclusión de que en el art. 252 CP se castigan dos conductas
con diferente contenido de injusto, está claro que la conducta de administración fraudulenta puede tener como
objeto cualquiera de los elementos patrimoniales a los que hace referencia el precepto: dinero, efectos, valores, o
cualquier otra cosa muebles o activo patrimonial”, op. cit. n. 8, pág. 84.
plantear serias objeciones que muy pronto fueron puestas de manifiesto por la
doctrina23. El principal, desde luego, es que las conductas de apropiación y
distracción tradicionalmente habían venido siendo consideradas como
asimilables24. En palabras de un reputado autor penalista dichas expresiones “… son
equivalentes y van referidas a la incorporación al propio patrimonio (apropiación)
de la cosa mediante un acto dominical (expropiación) que implica incumplimiento
definitivo de la obligación de entregar o devolver (enriquecimiento)”25. En virtud de
ello, la propuesta de discriminar ambas conductas ha venido a ser considerada
como una interpretación arbitraria26 que desborda el tenor literal del tipo penal y,
por ello, contraria al principio de legalidad, desde la perspectiva de la prohibición de
la analogía contra reo en el Derecho penal27.
Al día de hoy es otra la solución que de lege lata se está buscando y que, frente a la
posición de la jurisprudencia, parece que está adquiriendo auge entre la doctrina
penal: la reconsideración del dogma civil del que la fungibilidad del dinero implica
siempre la adquisición de su propiedad en los supuestos en que su entrega se hace
con disposición limitada y orientada a un concreto fin y que ello impide su
apropiación. A esos efectos, resulta sólidamente fundamentada la idea de que
cuando se hace entrega de un bien fungible, especialmente dinero, con una
disponibilidad limitada por estar orientada a un concreto fin, el incumplimiento de
la obligación de devolver constituye una apropiación indebida30. Esta posición
doctrinal no sólo permite solventar las objeciones y prejuicios civilistas, sino que,
además permite una cierta ampliación típica del precepto en evitación de las más
importantes lagunas de punición pero sin desbordar el tenor literal del tipo penal31.
En cualquier caso, la propia existencia de una ardua polémica sobre este particular,
con los riesgos, señalados mayoritariamente, de impunidad de determinadas
conducta de administración leal de bienes de particulares es argumento más que
suficiente para que el legislador debiera de replantearse seriamente, como es un
clamor casi unánime32, la reforma del Código penal sobre este particular.
29
El TS ha mantenido en un primer momento que entre los arts. 252 y 295 CP, en este tipo de supuestos de
administración desleal, existiría un concurso de leyes a resolver por el principio de alternatividad, aplicándose el
precepto de superior gravedad (STS 224/1998, de 26 de febrero). Posteriormente, ha venido a defender que entre
ambos preceptos no existiría ningún concurso normativo al no existir ningun ámbito de aplicación común entre
ambos preceptos (STS 867/2002, de 29 de julio –caso Banesto-). Con mayor extensión se analiza la errática doctrina
de la Sala Segunda del TS sobre la relación entre los arts. 252 y 295, con amplias referencias bibliográficas, en Mayo
Calderón, op. cit. n. 8, págs. 86 a 90.
30
Rodríguez Montañés, op. cit. n. 4, pags. 46 y ss. o Revista de Derecho Penal y Criminología, op. cit. n. 23, pág. 264. Más
ampliamente desarrolla esta perspectiva Magaldi Paternostro, op. cit. n. 4, págs. 166 y ss., señalado, como posición de
principio, que “[n]o importa tanto, pues, el nomen iuris del título por el que se haya recibido la cosa, las obligaciones
concretas del receptor de frente a ella ni el hecho de que la cosa, por su naturaleza fungible, se entienda civilmente
trasmitida, como la obligación (esencial al negocio) que alcanza al sujeto de entregarla o devolverla, es decir, de
tenerla a disposición de quien jurídicamente sigue siendo su propietario”, pág. 167.
31
Así, por ejemplo, en relación con la operación “300 millones”, en el caso Banesto, juzgado en la STS 867/2002, de 29 de
julio, o en el caso Argentia Trust, juzgado en la STS 224/1998, de 26 de febrero, Rodríguez Montañés, frente a la
posición jurisprudencial, sostiene que no son supuestos de gestión desleal sino de auténticas apropiaciones
indebidas, ya que la actuación del acusado en ambos casos excedía de su ámbito de poder como administrador por
tratarse de un acto inequívocamente dominical, que compete exclusivamente al dueño, Revista de Derecho Penal y
Criminología, op. cit. n. 23, págs. 267 a 269. En sentido similar, Gómez Benítez, La Ley 1997, op. cit. n. 23, pág. 2056.
32
Sólo a modo de ejemplo, Bacigalupo Zapater, op. cit. n. 21, pág. 536; Bajo Fernández, op. cit. n. 23, págs. 131, n. 17, y 138;
Mayo Calderón, op. cit. n. 8, pág. 84; Silva Castaño, op. cit. n. 21, pág. 108 o Rodríguez Montañés, op. cit. n. 4, pag. 7, con
amplias referencias bibliográficas en n. 7, y Revista de Derecho Penal y Criminología, op. cit. n. 23, pág. 264.
8. Insolvencias Punibles
Publicado en:
Aspectos Penales de la Ley Concursal. Capítulo Duodécimo.
Págs. 819-864. En “Estudios de Derecho Concursal”, obra conjunta
dirigida por el Profesor Dr. Agustín Jesús Pérez-Cruz Martín.
TÓRCULO EDICIONES. 1ª Edición-Santiago de Compostela, 2005
8. Insolvencias Punibles
I. Introducción
Los delitos de insolvencia punible, alojados en el capítulo VII del Título XIII del Libro
segundo del Código penal de 1995, han sufrido una evidente evolución en su
tipología, a partir de su inclusión en esa nueva ubicación dentro del vigente Código
penal, pero también unos retoques de ajuste a la reciente regulación de la Ley
Concursal, operada mediante la entrada en vigor de la misma, que lo ha sido el día
1 de septiembre de 2004, conforme a los parámetros de la Ley 22/2003, de 9 de julio
(BOE del 10 de julio), y de su ley de “acompañamiento”, la LO 8/2003, de 9 de julio
(BOE del mismo 10 de julio).
El Código penal de 1973 había tratado las insolvencias punibles en los artículos 519
a 527 (bajo el título “del alzamiento, quiebra, concurso e insolvencia punible”,
dentro de las defraudaciones), y su regulación era fruto de las diferencias
estructurales de tal diferenciación en el tratamiento de los diversos deudores y
situaciones de insolvencia, provisional o definitiva.
Es por ello que el Código penal distingue dos tipos de comportamientos delictivos,
cada uno referido a esas situaciones. Los artículos 257 al 259 del Código penal
disciplinan diversos comportamientos que protegen las ejecuciones singulares,
sancionando los alzamientos de bienes, bien sea el propio alzamiento de bienes
(257.1.1º), o alzamiento de bienes procesal, en sentido muy amplio (257.1.2º), el
sobrevenido a cualquier hecho delictivo (258), y el alzamiento concursal (259). En el
art. 260, se incluye la antigua quiebra fraudulenta, que ahora puede denominarse
concurso dolosamente causado o agravado por el deudor; finalmente, en el art. 261,
se aloja un comportamiento preparatorio de la declaración fraudulenta del
concurso, consistente en presentar, a sabiendas, datos falsos relativos al estado
contable del deudor, con el fin de lograr indebidamente la declaración del mismo.
Desaparece con la nueva regulación las insolvencias imprudentes, pues todos los
delitos han de ser dolosos. Se elimina, en consecuencia, el concepto de “insolvencia
culpable”, correlativo a las conductas negligentes que eran contempladas por la
legislación mercantil.
Está regulado en el art. 257.1.1º del Código penal, y sanciona al que se alce con sus
bienes en perjuicio de sus acreedores. Su tipología es prácticamente idéntica a la
incluida en nuestro Código penal anterior (1973), salvo la diferenciación penológica
que se hacía en éste con respecto a la condición del deudor, autor del delito, pues
se diferenciaba entre que fuera comerciante o no comerciante.
Naturaleza.-
a) Se trata de un delito especial y propio, pues se requiere la condición de deudor
(en sentido muy amplio como veremos), al referirse el tipo a quien se alze con
sus bienes en perjuicio de “sus” acreedores. De modo que solamente quien
tenga tal condición de deudor puede cometer este comportamiento delictivo.
Sin embargo, la cooperación de los extraños será igualmente punible, si bien
con la cláusula hoy prevista en el art. 65.3 del Código penal (LO 15/2003), que
permitirá una reducción en la penalidad. Los comportamientos relativos a la
confabulación con otras personas para realizar actos de disposición patrimonial
o generador de obligaciones, están incardinados en el número 2º del art. 257.1
del Código penal, y en consecuencia, no pertenecen a este tipo delictivo, cuando
existe un procedimiento de ejecución iniciado, o de previsible iniciación.
Trataremos más adelante acerca de la autonomía de este precepto, o bien la
consideración del mismo como simple desarrollo delictivo, o de más precisión
legal.
b) Se trata de un delito de acción. La locución “el que se alce”, parece dar por
supuesto que no es posible un comportamiento omisivo. En este sentido,
Jordana de Pozas, indicando, en esa misma línea, Sobrón Fernández que“... actos
como no alegar la prescripción ganada o no aceptar una herencia, por ejemplo,
no constituyen delito”. Para Maza Martín podrían caber hipótesis de comisión
por omisión, como, por ejemplo, no impedir que un bien patrimonial se
deteriore, con ánimo de perjudicar al acreedor.
c) Es un delito de mera actividad (de peligro, riesgo o resultado cortado), toda vez
que, como veremos, se consuma con la puesta en peligro de la insolvencia
patrimonial del deudor, originando un perjuicio a sus acreedores. Esta última
nota, sin embargo, confiere a la actividad del autor un cierto resultado, pues el
mero peligro de insolvencia no basta, si no va seguido de perjuicio a uno o a
varios acreedores.
Activación.-
Se trata de un delito público que no requiere especiales formas de activación
procesal, bastando las comunes: denuncia y querella.
Ahora bien, el art. 103 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal impide que puedan
ejercitarse acciones penales entre sí, por parte de los cónyuges, ascendientes,
descendientes y hermanos (por naturaleza, por adopción o por afinidad –cuñados),
a no ser por delitos cometidos los unos contra las personas de los otros, y en el caso
de cónyuges, contra sus hijos y también por el delito de bigamia. Este acotamiento
(cometidos contra la persona de los otros), no se entiende producido cuando se
trata de delitos de naturaleza patrimonial, como es el alzamiento de bienes (y el
resto de los que vamos a estudiar), de manera que se impide la iniciación del
procedimiento entre las personas citadas.
Finalmente, el art. 257.3 del Código penal dispone que este delito será perseguido
aún cuando, tras su comisión, se iniciara una ejecución concursal. De modo que de
producirse tal evento, el procedimiento judicial no sufrirá paralización alguna, pero
Configuración jurisprudencial.-
La jurisprudencia ha señalado, como se recuerda en la STS núm. 1253/2002, de 5 de
julio, citada por la 1347/2003, de 15 de octubre, que uno de los elementos del delito
es la producción de «un resultado, no de lesión sino de riesgo, pues es preciso que
el deudor, como consecuencia de las maniobras descritas, se coloque en situación
de insolvencia total o parcial o, lo que es igual, que experimente una sensible
disminución, aunque sea ficticia, de su activo patrimonial, imposibilitando a los
acreedores el cobro de sus créditos o dificultándolo en grado sumo». También ha
declarado que «el delito de alzamiento de bienes es un delito de mera actividad o
de riesgo que se consuma desde que se produce una situación de insolvencia, aun
parcial de un deudor, provocada con el propósito en el sujeto agente de frustrar
legítimas esperanzas de cobro de sus acreedores depositadas en los bienes
inmuebles o muebles o derechos de contenido económico del deudor. Los
elementos de este delito son: 1º) existencia previa de crédito contra el sujeto activo
del delito, que pueden ser vencidos, líquidos y exigibles, pero también es frecuente
que el defraudador se adelante en conseguir una situación de insolvencia ante la
conocida inminencia de que los créditos lleguen a su vencimiento, liquidez o
exigibilidad, 2º) un elemento dinámico que consiste en una destrucción u
ocultación real o ficticia de sus activos por el acreedor, 3º) resultado de insolvencia
o disminución del patrimonio del delito que imposibilita o dificulta a los acreedores
el cobro de lo que les es debido, y 4º) un elemento tendencial o ánimo específico en
el agente de defraudar las legítimas expectativas de los acreedores de cobrar sus
créditos (véanse en sentido, numerosas sentencias del Tribunal Supremo, entre las
últimas, las de 28 de septiembre, 26 de diciembre de 2000, 31 de enero y 16 de mayo
de 2001) (STS 440/2002, de 13 de marzo).
Tipo objetivo.-
Los requisitos del tipo objetivo se reducen a : 1º) La existencia de una previa deuda
por parte del sujeto activo del delito. 2º) Una acción de alzamiento de bienes. 3º)
Que se origine un perjuicio a los acreedores con tal acción, que es en realidad su
resultado.
1º) La existencia de una previa deuda por parte del sujeto activo del delito.
Tal deuda tiene que tener los siguientes caracteres: existente, por lo que, si el
negocio jurídico fuese nulo, no habría delito. Ahora bien, no requiere que tal
deuda haya sido judicialmente reconocida, por lo que en modo alguno puede
haber prejudicialidad civil en esta materia, resolviendo los tribunales penales
este elemento del tipo, de forma independiente a cualquier otro orden
jurisdiccional. En caso de existir una causa de anulabilidad o de rescisión,
mientras tales no se declaren en vía civil, el delito es aún posible.
También se requiere que la deuda esa vencida, líquida y exigible, pero estos
requisitos están muy relativizados por la jurisprudencia. En este sentido, el
Tribunal Supremo declara que tal existencia de uno o más créditos contra el
sujeto activo del delito, generalmente anteriores a su acción, sean reales y de
ordinario vencidos, líquidos y exigibles, empleándose las expresiones
adverbiales «generalmente» y «de ordinario» porque es frecuente que el
defraudador, ante la inminencia de que su deuda se convierta en vencida y
exigible, se anticipe con una operación que frustre las futuras y legítimas
expectativas de su acreedor o acreedores mediante la adopción de medidas
idóneas para burlar sus derechos (STS 1253/2002, de 5 de julio). Recordemos que
hay negocios jurídicos que pueden tener un vencimiento anticipado a causa del
incumplimiento de los plazos convencionalmente pactados para su
amortización. En definitiva, se debe tratar de lo que se ha denominado una
“expectativa fundada” (STS 20 de abril de 1991), poniendo de manifiesto la STS
8 de octubre de 1996 que debe tratarse de deudas “exigibles en su día”, para no
desnaturalizar la esencia de este acto defraudatorio.
La deuda puede ser de cualquier clase, conforme se dispone en el art. 257.2 del
Código penal:“lo dispuesto en el presente artículo será de aplicación cualquiera
que sea la naturaleza u origen de la obligación o deuda cuya satisfacción o pago
se intente eludir, incluidos los derechos económicos de los trabajadores, y con
independencia de que el acreedor sea un particular o cualquier persona jurídica,
pública o privada”.
Es por ello que, con anterioridad, se interpretaba que tal elemento dinámico, no
quedaba circunscrito –como cabría deducir del «nomen» tradicional del delito–
3º) Que se origine un perjuicio a los acreedores con tal acción, que es en realidad su
resultado, que trataremos más adelante, y que pivota también sobre el
elemento intencional en este delito. De modo que “es incompatible este delito
con la existencia de algún bien no ocultado y conocido, de valor suficiente y libre
de otras responsabilidades, en situación tal que permitiera prever una posible
vía de apremio de resultado positivo para cubrir el importe de la deuda, porque
en ese caso aquella ocultación no era tal y resultaba inocua para los intereses
ajenos al propio deudor, y porque nunca podría entenderse en estos supuestos
que el aparente alzamiento se hubiera hecho con la intención de perjudicar a
los acreedores, pues no parece lógico estimar que tal intención pudiera existir
cuando se conservaron otros elementos del activo patrimonial susceptibles de
una vía de ejecución con perspectivas de éxito”(STS 1717/2002, de 18 de octubre).
De modo que basta para su comisión que el sujeto activo haga desaparecer de
su patrimonio uno o varios bienes dificultando con ello seriamente la
efectividad del derecho de los acreedores, y que actúe precisamente con esa
finalidad. Pero no se cometerá el delito si se acredita la existencia de otros
bienes con los que el deudor acusado pueda hacer frente a sus deudas (STS
129/2003, de 31 de enero), que resulten accesibles a los acreedores, pues en ese
caso no es posible apreciar la disminución, al menos aparente, de su patrimonio
ni, por lo tanto, la intención de causar perjuicio a los derechos de aquéllos. La
existencia de este tipo delictivo no supone una conminación al deudor
orientada a la inmovilización total de su patrimonio en tanto subsista su deuda,
por lo que no existirá delito aunque exista disposición de bienes, si permanece
en poder del deudor patrimonio suficiente para satisfacer adecuadamente los
derechos de los acreedores.
Tipo subjetivo.-
Se requiere una intencionalidad dolosa, no siendo posible su comisión por
imprudencia (art. 12 C.P.) No es preciso, sin embargo, ningún elemento especial (de
ánimo) en la estructura del injusto, sino que cualquiera de las formas del dolo,
bastarán para la concurrencia de este requisito, incluido el dolo indirecto o
eventual, con tal de que se represente el autor el riesgo potencial de poner en
peligro la ejecución de créditos ajenos, esto es, de ocasionar un perjuicio a sus
acreedores. “El delito de alzamiento de bienes no requiere un elemento subjetivo
diverso del dolo, es decir, del conocimiento del peligro concreto de la realización del
tipo. El tipo penal no exige una intención específica de producir perjuicio, pues el
conocimiento del peligro concreto de la realización del mismo, es decir el dolo, por
sí mismo implica ya el conocimiento del perjuicio que se causa” (STS 2170/2002, de
30-12-2002). De manera que no concurrirá tal elemento intencional cuando el
deudor sepa que cuenta con bienes suficientes para el pago de sus obligaciones.
Ello nos conduce a la teoría del error, que ordinariamente será de tipo, al suponer
que los bienes restantes son suficientes a este fin.
Resultado.
Se exige un resultado, no de lesión sino de riesgo, pues es preciso que el deudor,
como consecuencia de las maniobras descritas en el tipo objetivo del delito, se
coloque en situación de insolvencia total o parcial o, lo que es igual, que
experimente una sensible disminución, aunque sea ficticia, de su activo
patrimonial, imposibilitando a los acreedores el cobro de sus créditos o
dificultándolo en grado sumo.
Consumación delictiva.
Para la consumación, no es preciso, en consecuencia, que pueda finalmente hacerse
imposible la ejecución, sino que se ponga en peligro tal ejecución, de modo que se
perjudique el derecho de los acreedores. De ahí que se trate de un delito de
resultado cortado, o anticipado. La noción de perjuicio a los acreedores dificulta, sin
embargo, esta construcción jurídica, pues exige que tal “peligro” incida de alguna
manera en el potencial ejecutivo del acreedor, resultando éste perjudicado. Así se
expone, entre otras muchas, en la Sentencia del Tribunal Supremo 165/2004, de 10
de febrero: “el delito de insolvencia punible está considerado como de mera
actividad en la medida que no requiere la real causación del perjuicio de los
acreedores, por ello se consuma con la realidad del alzamiento u ocultación de
bienes, lo que es patente en el presente caso, sin que se exija una efectiva lesión
–STS 699/2000 de 12 de abril, entre otras–“.
positivo y suficiente para cubrir la deuda, de modo que el acreedor no tiene la carga
de agotar el procedimiento de ejecución, precisamente porque el deudor con su
actitud de alzamiento ha colocado su patrimonio en una situación tal que no es
previsible la obtención de un resultado positivo en orden a la satisfacción del
crédito. Por lo tanto, producida la ocultación de bienes con intención probada de
impedir a los acreedores la ejecución de sus derechos, ya no es necesario ningún
otro requisito para la existencia de este delito”.
Participación delictiva.-
Lo será a título de autor del art. 28 del Código penal aquél o aquellos que hagan
desaparecer sus bienes, y en las formas impropias, todos aquellos que colaboraren
con el deudor a generar obligaciones, reales o ficticias, o a realizar actos de
disposición que produzcan la finalidad del delito. Por eso, ha señalado la
jurisprudencia que “no es preciso ser deudor y disponer de un determinado
patrimonio para ser condenado como autor de un delito de alzamiento de bienes,
sino que también debe serlo el cooperador que colabora con la persona en la que
concurran tales circunstancias, participación a título de cooperador necesario (STS
516/2002, de 23 de marzo). La participación del “extraneus” se rige hoy por el art.
65.3 del Código penal. No es preciso que el “extraño” tenga intención de defraudar
a los acreedores del deudor, con tal que conozca que, con su participación, coopera
a dicho resultado (“... indudablemente, son autores de tal delito de alzamiento en
este caso, quien sin pretender defraudar las expectativas de los propios acreedores
[del deudor] contribuye a la ejecución de ese propósito de otras personas
realizando un acto sin el cual el delito no se había efectuado, que es cabalmente lo
que esta recurrente hizo figurando como compradores de ese bien inmueble con lo
que disminuyó la solvencia de los vendedores”, STS 1133/2002, de 18 de junio).
Continuidad delictiva.-
Aunque la mención de los perjudicados por el delito se incluya en plural: “sus
acreedores”, es lo cierto que la pluralidad en el lado activo de la obligación no
supone que se cometan tantos delitos como acreedores resulten “perjudicados”.
La pluralidad delictiva que puede dar lugar a una continuidad, puede producirse
desde estas dos vertientes: tomar en consideración este problema para resolverlo
atendiendo a la obligación, cuyo cumplimiento se trata de burlar, de modo que
existirán tantos delitos cuantas obligaciones se impidan (o traten de impedirse)
por esta vía comisiva. O bien, entender que se comete un delito cuantas veces se
oculten los bienes o se generen obligaciones dilatorias o impeditivas, o se lleven a
cabo actos de disposición con este mismo objeto. Finalmente, también puede
considerarse que este delito, cualquiera que sean los actos ejecutivos realizados, no
puede descomponerse en una pluralidad de hechos típica, y que todos ellos forman
parte de una sola acción criminal.
Aunque la respuesta no puede ser unívoca, dadas las posibilidades teóricas que
pueden ofrecerse en la realidad práctica, nosotros nos inclinamos por la segunda
de las soluciones aportadas, pues la ley penal no exige que el alzamiento sea
generalizado, ni que necesariamente ponga al deudor en situación de insolvencia
completa, dando o no lugar a una situación concursal (en caso de pluralidad de
acreedores). Basta que se alce con sus bienes en perjuicio de sus acreedores, luego
cada acto colusivo integrará el tipo, pues este delito lo es de riesgo, pero no protege
un interés colectivo, sino individual de cada acreedor. Téngase en cuenta que la
ocultación o exclusión del patrimonio, tanto puede ser total como parcial (STS 20
de enero de 1995), y que la jurisprudencia ha entendido por “alzarse con los bienes”,
la actuación consistente en “... cualquier actuación del deudor destinada a destruir,
ocultar o disminuir el activo, ya en forma real o material (ocultación de bienes), ya
jurídica (enajenación, gravamen), sea también en forma cierta, sea simulada” (STS
22 de diciembre de 1992). Carecería de sentido, finalmente, castigar lo mismo al que
oculta, enajena o grava un bien con esa finalidad, que al que sobresee el total de
sus obligaciones frente a un solo acreedor, mediante una multitud de actos de
ocultación o exclusión.
Penalidad.-
El Código penal amenaza con la pena de prisión que se sitúa entre uno y cuatro
años, además de multa de 12 a 24 meses, lo que nos llevará para situar la correcta
individualización penológica, que ha de ser siempre motivada, a tener en cuenta la
reglas del art. 66 del propio texto legal, sin perjuicio de las restantes derivadas de
la edad del autor, o la concurrencia de circunstancias semi-eximentes.
Concursos.-
La generación de la insolvencia producida al realizar los acusados una serie de actos
que no persiguen otro fin que el de alzarse con los bienes de la empresa, dice la STS
1405/2003, de 27 de octubre, siendo los únicos perjudicados los trabajadores de la
empresa, supone un delito de alzamiento de bienes y otro contra los derechos de
los trabajadores, debiendo estarse a lo previsto en el art. 68 del Código penal, al
tratarse de un supuesto de concurso de normas, que no concurso de delitos.
Responsabilidad civil.-
El efecto principal no es la indemnización económica derivada del impago de la
deuda, ya que el delito se entiende cometido después de que el autor contraiga
alguna obligación que para su satisfacción abrirá el procedimiento ejecutivo, que es
precisamente lo que trata de burlar el deudor. De modo que la jurisprudencia ha
entendido reiteradamente que lo esencial es la restauración del orden jurídico
perturbado, por lo que el efecto principal, en vía de responsabilidad civil, será la
declaración de nulidad de los contratos fraudulentos que han sido el vehículo
jurídico para ponerse a cubierto de cualquier tipo de responsabilidad patrimonial
por vía ejecutiva. Esta solución es, en realidad, una consecuencia de la aplicación de
lo previsto en los arts. 1261 y 1275 del Código civil, al tratarse de contratos
fraudulentos por estar afectados de una causa ilícita. En definitiva, en este delito el
propósito de los autores consiste fundamentalmente en eludir el pago debido a los
acreedores, defraudando con ello el principio de responsabilidad universal derivado
del art. 1911 del Código Civil. En consecuencia (STS 980/1999, de 18 de junio), el
objetivo del proceso penal en la vertiente que afecta a la responsabilidad civil debe
orientarse a la recuperación de la situación jurídica que tenían los acreedores en el
momento de realizar contratos o contraer obligaciones que supongan un pago en
dinero por parte de los acreedores. La indemnización de los perjuicios comprende
los que se hubiesen causado por razón del delito y las cantidades adeudadas en el
caso enjuiciado (STS 1101/2002, de 13 de junio), habían nacido en virtud de una
relación contractual válidamente contraída y concertada con anterioridad al hecho
delictivo por lo que no puede establecerse su pago como consecuencia del delito de
alzamiento de bienes. En el mismo sentido, la STS 1716/2001, de 25 de septiembre,
que recordó que era constante doctrina jurisprudencial «que la responsabilidad
civil derivada del delito de alzamiento de bienes no debe comprender el montante
de la obligación que el deudor quería eludir, debido a que esta obligación no nace
del delito y porque la consumación de esta figura delictiva no va unida a la
existencia de lesión o perjuicio patrimonial, sino a la colocación en un estado de
insolvencia en perjuicio de los acreedores», concluyendo que la restauración del
orden jurídico alterado por las acciones simuladas se consigue declarando la
nulidad de las operaciones fraudulentas.
Ahora bien, ello no es siempre posible, porque es necesario, para dar satisfacción al
principio constitucional de audiencia y defensa, o lo que es lo mismo, que los
intervinientes a quienes no se acusa de la comisión delictiva por cualquier título
participativo, aparezcan en la causa personados como responsables civiles del
delito. De no ser así, no podrá decretarse nulidad de los contratos (STS 740/2003, de
El legislador del 1995, al incorporar al Código tal conducta, en realidad lo que hace
es ofrecer unos parámetros interpretativos que ya se habían diseñado por la
jurisprudencia, y además, conectar la conducta del deudor delincuente con el
marco procesal en donde ordinariamente se desenvuelve tal actividad comisiva,
que lo es ante un procedimiento ejecutivo, iniciado o de previsible iniciación. De
modo que este último aserto legal, ser el procedimiento ejecutivo de previsible
iniciación, produce una dificultad interpretativa de notoria importancia a la hora de
diferenciar las conductas que se encuentren incluidas en ambos apartados
punitivos del precepto penal. No es descubrir nada extraordinario que la conducta
penal del autor del delito, al alzar sus bienes, lo hace pensando en la posible
iniciación de una ejecución forzosa singular por parte de su acreedor, y trata de
ponerse a cubierto de la misma, excluyendo bienes realizables o bien dificultando
o dilatando tal realización forzosa, como, por ejemplo, constituyendo gravámenes
(ordinariamente ficticios) sobre sus bienes. De manera que podría sostenerse que,
a partir de la vigencia del actual Código penal, el propio alzamiento de bienes ha
quedado como figura residual, y no tipo básico, al comprenderse en el mismo
Por ello, algunos autores (Maza Martín) consideran que en ambas figuras se trata
de un mismo delito, y no de dos tipos diferentes (“... nos hallamos ante una única
figura delictiva, en lo esencial, con tal sólo ligeros matices que el Legislador ha
querido concretar en algún caso, sin duda movido por un deseo de precisión,
respetuoso con la mayor de las exigencias del principio de legalidad”).
Sobre este problema, y con suma claridad, se pronuncia la STS 2170/2002, de 30-12-
2002: “la tesis planteada por el recurso presupone que el art. 257 CP contiene dos
tipos penales diferentes en cada uno de sus apartados. Este punto de vista, sin
embargo, no puede ser acogido por la Sala, toda vez que el núm. 2 del art. 257 CP no
es sino un desarrollo de la cláusula general contenida en el párrafo primero del
mismo. No cabe duda que como tal cláusula general el antiguo art. 519 CP/1973, que
sólo definía el comportamiento punible sin precisar sus contornos, cumplía sólo
dudosamente con la exigencia de «lex certa» que se deriva del principio de
legalidad (art. 25.1 CE). Por tal motivo la jurisprudencia de esta Sala, debió introducir
por vía interpretativa una adecuada reducción teleológica del tipo, que terminó
siendo recogida por el legislador, de tal modo que el nuevo artículo contenga una
descripción suficientemente precisa de los presupuestos de la pena. En suma: el
alzamiento de bienes no tiene una doble estructura típica, sino que el núm. 2 del
art. 257 sólo es un desarrollo que precisa la cláusula general del núm. 1 del mismo”.
No obstante, la extensión del tipo previsto hoy en el art. 257.1.2º del Código penal,
ha producido que la doctrina y la jurisprudencia (Sentencia 739/2001, de 3 de mayo)
se pregunten por la necesidad del mismo, cuando parece lógico que sea de
“previsible iniciación” una proceso penal (que generará la correspondiente
indemnización civil) para el responsable de un hecho delictivo. La Sentencia
918/1999, parece dar por supuesta, sin embargo, tal precisión tipológica: “la
modalidad específica de alzamiento de bienes orientada a eludir la responsabilidad
civil «ex delicto», tipificada por el legislador de 1995 en el art. 258 del Nuevo Código
Penal, responde inicialmente a superar la polémica acerca de la subsunción típica
en la modalidad básica del delito de alzamiento de bienes de aquellos supuestos
en que el autor de un hecho delictivo se situaba en situación de insolvencia, para
eludir las responsabilidades civiles derivadas de su acción, con anterioridad a que
se dictase sentencia condenatoria”.
Naturaleza.-
Participa de la naturaleza del tipo básico de alzamientos de bienes, del que no es
sino un tipo especial. Así lo expresa la jurisprudencia (“nos encontramos ante una
concreción o especificación legal del tipo básico, sancionada con la misma pena, y
que requiere la concurrencia de los elementos esenciales integradores del delito de
alzamiento de bienes”: Sentencia 918/1999). También la Sentencia 532/2003: “el
tipo del artículo 258, introducido en el Código Penal de 1995, constituye una
insolvencia específica asimilada al alzamiento”.
Tipo objetivo.-
Los elementos que configuran el tipo objetivo de este delito lo constituyen los
siguientes: a) ocurrencia de un hecho delictivo; b) que, con posterioridad al mismo,
el autor realice actos de disposición o contrajere obligaciones que disminuyan su
patrimonio; c) que consiga con tal conducta una situación de insolvencia, total o
parcial.
Tipo subjetivo.-
Debe concurrir un elemento subjetivo, diseñado por el legislador al regular el tipo,
y que lo constituye la finalidad de eludir el cumplimiento de las responsabilidades
civiles dimanantes de dicho “hecho delictivo”. En consecuencia, no puede
sostenerse la concurrencia de un dolo eventual o indirecto, sino el directo que
persigue la aludida finalidad. Contiene, pues, un elemento subjetivo del injusto,
tendente a eludir tal cumplimiento de las responsabilidades civiles, cuya prueba se
obtendrá ordinariamente de forma indirecta o circunstancial (así lo expresa la
Sentencia 918/1999, de 9 de junio: “por lo que se refiere al elemento subjetivo, es
decir, haber actuado con la finalidad de eludir las responsabilidades civiles
derivadas del hecho delictivo, al tratarse de un elemento intencional o interno no
puede ser acreditado de modo objetivo y directo, debiendo necesariamente
inferirse, de modo racional, a través del análisis de los datos externos o
circunstancias objetivas que permitan deducir la concurrencia de dicha
intencionalidad, conforme a las reglas del criterio humano, como conclusión lógica
y racional de las circunstancias concurrentes”).
Con relación a su autor, claro es que lo será cualquiera de los que se regulan en los
artículos 28 y siguientes del Código penal, incluso los administradores de hecho o
de derecho que hayan cometido, previamente, cualquier infracción que dé lugar a
responsabilidad civil por la vía del art. 31 del propio texto legal, poniendo a su vez a
cubierto a tal persona jurídica de la responsabilidad civil que pudiera derivarse del
ilícito penal cometido. Un ejemplo característico podría ser la previa comisión de un
delito tributario.
Respecto al problema relativo a si también pueden ser autores de este delito los
que no sean estrictamente autores del ilícito penal generador de responsabilidad
civil, sino sus responsables civiles, subsidiarios o directos, entiende González Pastor
que sí es posible (así, señala: “puede defenderse la comisión de este delito cuando
quien oculta sus bienes en perjuicio de los perjudicados es el responsable civil y no
estrictamente penal, como podría suceder en los supuestos de actuar una causa de
justificación como la legítima defensa”). Nosotros creemos que el tipo penal se
refiere estrictamente, por el contrario, a quienes sean responsables de cualquier
hecho delictivo, lo que conecta el tipo con su “comisión”, induciendo a pensar que
se refiere exclusivamente a los responsables a título de autor, en cualquiera de sus
formas. Pero, ¿comprenderá también a los cómplices? La complicidad al ser un tipo
de participación accesoria de la del autor, no parece exista inconveniente alguno
para su inclusión en el precepto que comentamos.
Consumación.-
Este delito se consuma tan pronto como se llevan a cabo los actos de disposición o
se contrajeren obligaciones que disminuyan su patrimonio, sin que sea necesario
esperar a la resolución del proceso acerca del enjuiciamiento de ese “hecho
delictivo”, que genere la oportuna responsabilidad civil que previamente se ha
tratado de burlar con la conducta del autor, siempre que concurran los demás
elementos del tipo. Y ello porque este delito participa, como el alzamiento de
bienes, del que no es sino una especialidad, pero naturalmente de su misma
naturaleza, esto es, se trata de un delito de riesgo, de peligro, una de cuyas
características lo es su resultado cortado o anticipado. De modo que basta que el
autor prevea que de la comisión de aquel “hecho delictivo” se originarán
responsabilidades civiles, poniendo a buen recaudo su patrimonio, para que el
delito se consume, cualquiera que sea el resultado final del proceso, incluso por
prescripción de aquél.
Sujeto activo de este delito sólo lo puede ser el deudor incurso en una declaración
concursal, que tanto puede afectar a una persona física como jurídica, aunque el
art. 1º, apartado 3, de la Ley Concursal determina que no podrán ser declaradas en
concurso las entidades que integran la organización territorial del Estado, los
organismos públicos y demás entes de derecho público. Lo que significa que en el
caso de personas jurídicas, se activarán las previsiones del art. 31 del Código penal,
por lo que el delito se concibe como especial o propio, también de propia mano, sin
perjuicio de la posibilidad de participar en él los “extraños”, con las previsiones
contenidas en el art. 65.3 del propio texto legal. Ahora bien, el acreedor favorecido
por el delito no comete esta infracción penal, por el mero hecho de serlo, salvo que
haya participado de forma culpable en su comisión, mediante una conducta de
confabulación criminal para obtener el pago de su crédito.
Tipo objetivo.-
Estará constituido por los siguientes elementos: a) Que los hechos típicos se
produzcan una vez admitida a trámite la solicitud de concurso. b) Que el sujeto
activo del delito (el deudor) realice cualquier acto de disposición patrimonial o
generador de obligaciones, destinado a pagar a uno o varios acreedores,
privilegiados o no, con posposición del resto. c) Que tal acción sea ilícita, en el
sentido de no estar autorizado el deudor para ello ni judicialmente ni por los
administradores concursales, y fuera de los casos permitidos por la ley.
a) Que los hechos típicos se produzcan una vez admitida a trámite la solicitud de
concurso.
b) Que el sujeto activo del delito (el deudor) realice cualquier acto de disposición
patrimonial o generador de obligaciones, destinado a pagar a uno o varios
acreedores, privilegiados o no, con posposición del resto.
c) Que tal acción sea ilícita, en el sentido de no estar autorizado el deudor para ello
ni judicialmente ni por los administradores concursales, y fuera de los casos
permitidos por la ley.
Tipo subjetivo.-
Requiere el precepto que la conducta sea dolosa, sin exigirse ningún elemento
especial subjetivo del injusto, salvo que la finalidad del pago a determinados
acreedores lo será para posponer al resto, lo que debe abarcarse por el dolo, ya que
si el pago tuviese otra finalidad, mucho más si ésta es legítima, el comportamiento
sería impune, o incardinable en otro tipo penal. En todo caso, será de aplicación, en
su caso, la doctrina del error de tipo, vencible o invencible.
1. El que fuere declarado en concurso será castigado con la pena de prisión de dos
a seis años y multa de ocho a 24 meses, cuando la situación de crisis económica
o la insolvencia sea causada o agravada dolosamente por el deudor o persona
que actúe en su nombre.
2. Se tendrá en cuenta para graduar la pena la cuantía del perjuicio inferido a los
acreedores, su número y condición económica.
3. Este delito y los delitos singulares relacionados con él, cometidos por el deudor
o persona que haya actuado en su nombre, podrán perseguirse sin esperar a la
conclusión del proceso civil y sin perjuicio de la continuación de éste. El importe
de la responsabilidad civil derivada de dichos delitos deberá incorporarse, en su
caso, a la masa.
4. En ningún caso, la calificación de la insolvencia en el proceso civil vincula a la
jurisdicción penal”.
El precepto ha sufrido algunos retoques relacionados con la nueva configuración
operada en la materia por la Ley Concursal, suprimiéndose las menciones a la
quiebra, el concurso o la suspensión de pagos, por “el que fuere declarado en
concurso”; en lo restante, permanece el mismo texto punitivo que el original
correspondiente al Código penal de 1995, incluida la propia penalidad, que
permanece incólume.
Naturaleza.-
Este delito se configura de naturaleza pública en tanto no requiere especialidad
alguna para su activación, salvo lo que diremos seguidamente sobre la necesidad
de que ha de declararse el concurso, pero propiamente como un elemento del tipo,
más que como requisito de perseguibilidad. Aunque el fundamento de la sanción
parece referirlo el Código penal a la satisfacción de intereses privados de los
acreedores que han sido defraudados por el comportamiento doloso del deudor,
también existe un interés público, en tanto que el Estado no puede permanecer
ajeno a esta situación de crisis económicas, o de insolvencias punibles, y de ahí, que
ordene al Ministerio Fiscal actuar en defensa de la legalidad, en el art. 4º de la Ley
declarado en concurso, por lo que hemos calificado esta condición de una especie
de condición de procedibilidad, que es más bien un elemento del tipo.
Requisitos.-
Los requisitos que se exigen para su perpetración, son los siguientes: a) Que el
sujeto activo del delito sea declarado en concurso. b) Que la situación de crisis
económica o la insolvencia haya sido causada o agravada dolosamente por aquél.
c) Que se haya causado algún perjuicio a los acreedores.
Sin embargo, tal “neta separación”, que ha sido diseñada por el legislador
mercantil y asumida en el Código penal, no lo puede ser tanto, porque el
concepto de “dolo” que, a continuación analizaremos, no puede
descontextualizarse de los comportamientos que deben ser analizados a la luz
de las normas concursales, y también civiles, derivadas de la actividad del
deudor. Su conducta -no hay más remedio-, debe ser valorada por esos
parámetros, trasladando su juicio crítico a la jurisdicción penal. Todo ello,
también es cierto, sin perjuicio de la aplicación de los principios estrictamente
penales, como el derecho constitucional a la presunción de inocencia, el
principio de mínima intervención o el más característico de última “ratio” del
derecho penal. Tales principios impedirán una valoración probatoria basada en
cualquier tipo de presunciones legales, como la legislación concursal diseña, sin
perjuicio de aquellos elementos valorativos de la prueba que puedan entrar por
el camino de la prueba indirecta, conforme a los principios que rigen su
actuación, particularmente el principio de la conclusión inequívoca.
Es por ello, que el juez penal debe conocer, aunque como mera visión de
referencia, el contenido del art. 164.2 de la Ley Concursal, cuando establece los
siguientes parámetros para la calificación de la insolvencia como culpable, que
lo serán cuando concurra cualquiera de los siguientes supuestos:
1º Cuando el deudor legalmente obligado a la llevanza de contabilidad
incumpliera sustancialmente esta obligación, llevara doble contabilidad o
hubiera cometido irregularidad relevante para la comprensión de su
situación patrimonial o financiera en la que llevara.
2º Cuando el deudor hubiera cometido inexactitud grave en cualquiera de los
documentos acompañados a la solicitud de declaración de concurso o
presentados durante la tramitación del procedimiento, o hubiera
acompañado o presentado documentos falsos.
3º Cuando la apertura de la liquidación haya sido acordada de oficio por
incumplimiento del convenio debido a causa imputable al concursado.
4º Cuando el deudor se hubiera alzado con la totalidad o parte de sus bienes en
perjuicio de sus acreedores o hubiera realizado cualquier acto que retrase,
dificulte o impida la eficacia de un embargo en cualquier clase de ejecución
iniciada o de previsible iniciación.
5º Cuando durante los dos años anteriores a la fecha de la declaración de
concurso hubieran salido fraudulentamente del patrimonio del deudor
bienes o derechos.
6º Cuando antes de la fecha de la declaración de concurso el deudor hubiese
realizado cualquier acto jurídico dirigido a simular una situación
patrimonial ficticia.
De otro lado, no ocurrirá lo propio con las presunciones “iuris tantum” que nos
presenta el art. 165 de la Ley Concursal, pues en derecho penal no pueden tener
virtualidad alguna (véase a este respecto la muy ilustrativa Sentencia del
Tribunal Supremo 1573/1997, de 19-1-1998), salvo por el camino probatorio de la
llamada prueba indirecta.Tal precepto nos dice que“se presume la existencia de
dolo o culpa grave, salvo prueba en contrario, cuando el deudor o, en su caso, sus
representantes legales, administradores o liquidadores:
concurso.
Y no existirá delito, por no cumplirse esta exigencia del tipo, cuando la venta de
un activo no se produzca a precio inferior de mercado, y se encuentre además
autorizada, como es el caso analizado en la Sentencia del Tribunal Supremo
1458/2003, de 7 de noviembre, en donde se argumenta lo siguiente: “... no se
consigna, como hecho probado, que el precio en que se realizó la venta fuese
inferior al real, lo que sí habría hecho pensar en un agravamiento de la
insolvencia fraudulentamente provocado; ello parece, además, estar
desmentido por el precio, sensiblemente inferior al concertado en aquella
operación, que fue autorizado, a solicitud de la Intervención Judicial, por el
Juzgado de Primera Instancia que conocía de la suspensión de pagos, cuando
los accionistas de «P., SA» realizaron gestiones para conseguir un nuevo
comprador ante las dificultades que encontraban para que «I. de P., SA» pagase
los plazos en que se había fraccionado el precio que se había comprometido a
abonar”.
c) Que se haya causado algún perjuicio a los acreedores.
Tipo subjetivo.-
Este delito requiere que el agente obre dolosamente. Ya hemos puesto de
manifiesto la diferencia interpretativa de la causación “dolosa” de la situación de
insolvencia, con el ahora estudiado componente de la culpabilidad del sujeto activo
del delito. Desde luego, no es posible su comisión imprudente (art. 12 C.P.), y con
respecto al dolo, admitirá cualquiera de sus formas, incluido el dolo indirecto o
eventual. Bastará que el agente se represente la posibilidad de originar con sus
actos el sobreseimiento generalizado de sus obligaciones, con perjuicio de sus
acreedores, para que se integre este elemento subjetivo (esto es, el conocimiento
del peligro de la realización del tipo). Una situación de error (de tipo) podrá
comprenderse bajo el expediente de invencible, aunque deberá tenerse en cuenta
el criterio de la falta de diligencia para poder erradicar tal error, sin hacer lo
necesario para despejarlo. La jurisprudencia ha señalado que el requisito típico
«dolosamente», supone, en términos de la STS de 17 de mayo de 1997, la conciencia
o intencionalidad de situarse en un estado de insolvencia en perjuicio de los
acreedores y con ánimo de no hacer pago de las deudas. La STS 1799/2000, de 20 de
noviembre, dice que este elemento subjetivo del tipo penal es, precisamente, el
elemento caracterizador del tipo penal destinado a impedir una tipicidad basada
en la prisión por deudas, caracterizando la conducta típica por su realización con el
VIII.Participación delictiva
Se aplicarán las formas comunes de autoría (arts. 28 y siguientes del Código penal),
pudiendo los cooperadores necesarios integrar dicha participación, si bien como
extraños al delito, pues éste se ha de cometer por el deudor (o sea, el que “fuere
declarado en concurso”), como delito especial y propio, con la aplicación de las
consecuencias penológicas derivadas del art. 65.3 del Código penal, para dichos
“extraños”, y así sucederá en los paradigmáticos casos de confabulación con el
deudor para descapitalizar la empresa quebrada, mediante la utilización de
obligaciones, reales o ficticias, pero en todo caso tendentes a la causación o
agravación de la situación de crisis o insolvencia del deudor. La mención que se
incluye en el primer inciso del art. 260.3, relativa al deudor “o persona que haya
actuado en su nombre”, ha de entenderse en función de la autoría que se describe
en el art. 31 del Código penal, con respecto a los administradores de hecho o de
derecho de personas jurídicas (por consiguiente, autores en sentido propio y no
extraños al delito), también de sus liquidadores, o de los representantes, si los
tuvieren, de las personas físicas.
Responsabilidad civil.-
El segundo inciso del apartado 3 del art. 260 del Código penal, señala que el
importe de la responsabilidad civil derivada de dichos delitos deberá incorporarse,
en su caso, a la masa. Tales delitos son aquellos singulares relacionados con el
propio delito de insolvencia punible (concurso dolosamente causado o agravado),
que tanto pueden tratarse de alzamientos de bienes, en sus diversas modalidades,
como otros de contenido patrimonial, o afectantes a la normalidad del tráfico
mercantil (como falsedades documentales), o bien cometidos contra la hacienda
pública en cualquiera de sus esferas. Cuando la responsabilidad civil consista en la
restauración del orden jurídico perturbado, se incorporará a la masa tales
pronunciamientos civiles, de modo que los bienes ilegítimamente sustraídos de
aquélla volverán a integrar el activo del deudor. Lo propio ocurrirá con el resto de
declaraciones relacionadas con la responsabilidad civil (restitución, reparación e
indemnización de perjuicios). La Sentencia 1757/2002, de 25 de octubre, declaró:“se
aduce que las deudas producidas no son consecuencia del delito sino anteriores al
mismo y deben reclamarse en el procedimiento civil argumentando la analogía con
el alzamiento de bienes. Es manifiesta la proximidad entre ambos tipos penales
pero no se confunden por su distinta estructura. El de alzamiento es de mera
actividad y el de quiebra de resultado consistente en la causación, o agravación, de
una situación de crisis o insolvencia con perjuicio patrimonial a los acreedores (art.
260.1 y 2). La responsabilidad civil de este delito de quiebra debe incorporarse en su
caso, a la masa de la misma (art. 260.3), sin olvidar que en el mismo delito de
alzamiento de bienes también es posible, aunque en casos excepcionales, la
indemnización de una cantidad pecuniaria, como establecieron entre otras las
sentencias 2055/2000 de 29 de diciembre y 1662/2002, de 15 de octubre”.
Es cierto, no obstante, que el art. 90 de la Ley Concursal determina cuáles son los
créditos con privilegio especial, que lo será el de ser cobrados sobre los bienes sobre
los que recae tal privilegio, lo que se traduce en que en el art. 155 de la misma,
disponga que “el pago de los créditos con privilegio especial se hará con cargo a los
bienes y derechos afectos, ya sean objeto de ejecución separada o colectiva”, y, si un
mismo bien o derecho se encontrase afecto a más de un crédito con privilegio
especial, los pagos se realizarán conforme a la prioridad temporal que para cada
crédito resulte. A la vista de ello, nos inclinamos porque, en todo caso, la
responsabilidad civil que suponga la reintegración de un bien como consecuencia
de la comisión delictiva de este delito de los singulares relacionados con él, se ha de
incorporar siempre a la masa activa, sin perjuicio de que la administración
concursal disponga después el pago con tal activo de los créditos con privilegio
especial, pero sin que la sentencia penal deba verificar estas operaciones
separatorias, aún cuando, después, como decimos, pero dentro del ordenado
procedimiento concursal, se produzca el mismo resultado. Así parece también
entenderlo la STS 1013/2003, de 11 de julio, cuando declara que “la expresión, en su
caso, indica que esta incorporación se producirá cuando sea procedente y posible,
por lo que el hecho de que la quiebra se haya dejado sin efecto no exime de la
responsabilidad civil, como erróneamente estima el Tribunal de instancia”.
Concursos.-
Es clara la Sentencia del Tribunal Supremo 690/2003, de 14 de mayo, cuando señala
que el delito del art. 260.1 del Código Penal, debe absorber al del 519 del Código
Penal de 1973 (alzamiento de bienes), no sólo por suponer una mayor progresión en
el propósito ilícito de hacer inefectivos los créditos de terceros, sino por hallarse
castigado con mayor pena (art. 8-4 CP).
Requisitos.-
Podemos considerar que son los siguientes: a) Que el sujeto activo del delito
presente datos falsos relativos a su estado contable. b) Que la finalidad de tal
conducta lo sea para lograr indebidamente la declaración de situación de concurso.
c) Que se produzca en el seno de un procedimiento concursal. d) Que tal conducta
se haga “a sabiendas”.
a) Que el sujeto activo del delito presente datos falsos relativos a su estado
contable.
En efecto, el art. 261 comienza señalando “el que en procedimiento concursal”, pero
no quiere decir que éste ya se encuentre en curso, sino que lo será en cualquier
estado del mismo, incluso en la propia solicitud del deudor, pero no en la
documentación que presente para oponerse a la declaración de concurso necesario
instada por un acreedor, porque el delito requiere que lo sea “con el fin de lograr
indebidamente la declaración” de encontrarse en situación concursal, y ahí se
pretende lo contrario (naturalmente, sin perjuicio de incriminar tal conducta por
otras vías). Al ser el procedimiento concursal, un procedimiento judicial, entrará en
concurso con el art. 393 (“el que, a sabiendas de su falsedad, presentare en juicio o,
para perjudicar a otro,hiciere uso de un documento falso de los comprendidos en los
artículos precedentes”), con el art. 396, si se trata de documentos privados, no
mercantiles, como el precepto anterior; tal concurso será de normas (no de delitos),
y se resolverá por la regla de la alternatividad, siendo aplicable el art. 261 por
contemplar mayor sanción punitiva que aquéllos. Naturalmente, únicamente se
castiga la mera presentación para conseguir indebidamente la declaración de
concurso, luego la falsedad de tales documentos (datos falsos, dice la ley),
determinará un concurso de delitos, que será medial o instrumental.
Consumación.-
Es suficiente con la presentación de tales documentos, por lo que la confección dolosa
de los documentos, será castigada a título de falsedad documental, que entrará en
concurso de delitos, como ya hemos expuesto, de naturaleza medial o instrumental. No
se requiere perjuicio alguno de los acreedores, de modo que el delito debe configurarse
como de simple actividad, sin la exigencia de resultado, pero los perjuicios
eventualmente causados podrán ser indemnizados civilmente a los acreedores, como
consecuencia de haberse logrado una indebida declaración consursal.
9. El Delito Publicitario
9. El Delito Publicitario
I. Introducción
El aseguramiento de la veracidad publicitaria es sin duda una de las cuestiones que
más interesa garantizar desde la perspectiva de la defensa de los intereses de los
consumidores. La publicidad es hoy en día una herramienta básica de comunicación
entre los oferentes de bienes y servicios en el mercado y los consumidores como
potenciales adquirentes; no obstante, supera incluso esta tarea esencial de
información y pretende ser un instrumento de persuasión, llegando a subordinar u
olvidar su primordial faceta informativa.
Código penal; nos encontramos ante un delito especial, que sólo podrá ser
cometido por aquellos sujetos específicamente designados en la ley: los
fabricantes y comerciantes. El objetivo del legislador seguramente consistió en
identificar descriptivamente a quienes, por la propia naturaleza de su actividad
en el mercado, son lógicamente los emisores de publicidad de bienes y servicios.
No obstante, esta precisión podría llegar a plantear el problema de dejar fuera
del ámbito típico determinados comportamientos de difusión de publicidad
inveraz que sean efectuados por sujetos que no encajan en el perfil de sujetos
activos.
El objeto material del delito del artículo 282, sobre el que ha de versar la
publicidad, se define genéricamente como “productos y servicios”.
Simplemente basta con afirmar que, con carácter general, se trata de abarcar
a cualquier bien o servicio susceptible de ser ofrecido en el mercado. Se ha
criticado11 la amplitud del objeto material de este delito, ya que de entrada
7
Cfr. CARRASCO ANDRINO, M.M., La publicidad engañosa y el Derecho penal (una aproximación al tipo del artículo 282
del CP), Ediciones Revista General del Derecho, Valencia 2000, p. 94.
8
Vid. CARRASCO ANDRINO, La publicidad, pp. 94-95; PUENTE ABA, Delitos, p. 362.
9
Cfr. PUENTE ABA, Delitos, p. 634; MAPELLI CAFFARENA, El delito, p. 58 .
10
A favor de esta interpretación amplia CARRASCO ANDRINO, La publicidad, p. 93; PUENTE ABA, Delitos, p. 365.
11
Vid. MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, C., Derecho penal económico y de la empresa. Parte especial, Tirant lo Blanch, Valencia
2005, p. 246.
Aquí tenemos una primera línea de distinción entre el delito publicitario y las
infracciones no penales en materia de publicidad: sólo se integrará en el
ámbito del delito la publicidad objetivamente falsa, quedando para su
represión mediante las leyes civiles o mercantiles la denominada “publicidad
engañosa”. Es frecuente, en el ámbito de las ofertas publicitarias, recurrir a
determinado tipo de mensajes que, sin faltar objetivamente a la verdad, se
expresan de tal modo que inducen a error al consumidor, quien finalmente
obtiene una imagen del producto o servicio disconforme con la realidad. Si tal
error no deriva de una falsedad objetiva del mensaje, sino de una expresión
tergiversada que provoca esa confusión, estaremos ante la citada publicidad
engañosa, que aparece sancionada en leyes no penales como las citadas Ley
general para la defensa de consumidores y usuarios (art. 8), Ley general de
publicidad (art. 4), y Ley de competencia desleal (art. 7).
18
La propia doctrina mercantilista niega la existencia de un deber general de información a cargo del anunciante; vid.
LEMA DEVESA, C., “La publicidad engañosa en el moderno Derecho español”, La Ley, 1995-2, p. 874; FERNÁNDEZ
NOVOA, C.,“La regulación de la publicidad engañosa y desleal en la CEE”, en Estudios de Derecho de la publicidad, cit.,
p. 274; TATO PLAZA, A., “Primeras aproximaciones de la jurisprudencia española a la figura de la publicidad engañosa
por omisión: el caso Barclays”, Revista General del Derecho, 1996, nº 625-626, p. 11753-11754. Adoptan la misma
posición, en el ámbito penal, MAPELLI CAFFARENA, cit., p. 71; HERNÁNDEZ PLASENCIA, cit., m. 1114. Vid. por ejemplo el
R.D. 1599/1997, sobre productos cosméticos, y el R.D. 414/1996, sobre productos sanitarios, como ejemplos de normas
en las que se establece la obligatoriedad de algunas informaciones mínimas en relación con el etiquetado y la
publicidad de determinados productos.
19
Vid. MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, Parte especial, p. 250; PORTERO HENARES, cit., p. 342; SIERRA LÓPEZ, cit., p. 161; MORENO
Y BRAVO, cit., p. 126; CARRASCO ANDRINO, cit., pp. 119-120; MAPELLI CAFFARENA, cit., p. 71; MUÑAGORRI LAGUÍA, cit.,
pp. 107-108; PUENTE ABA, Delitos, p. 345.
20
Vid. PUENTE ABA, Delitos, p. 350.
Esta obvia restricción en la aplicación del tipo penal tropieza con la evidente
dificultad de valorar cuándo un mensaje objetivamente falso no resulta
creíble a sus destinatarios. No quedará más remedio que efectuar una
valoración en cada supuesto concreto, y en todo caso partiendo del
“consumidor medio” en el específico sector al que va referido la publicidad. El
término “consumidor medio” designa a aquella persona que capta el mensaje
publicitario de forma más o menos despreocupada, sin reflexionar de forma
excesiva sobre él; no se trata de proteger al consumidor absolutamente
despreocupado, pero tampoco de exigirle una diligencia insuperable22.
Obviamente, los perfiles del consumidor medio cambiarán en función del
concreto bien o servicio al que se refiere la publicidad, y asimismo del círculo
más o menos amplio al que vaya dirigida; así, por ejemplo, el consumidor
medio será más atento e informado si se trata de productos o servicios
técnicos propios de una actividad profesional, y será más irreflexivo si
estamos ante productos de uso cotidiano o si los destinatarios de la
publicidad son un colectivo especialmente vulnerable (v.gr. enfermos). Se
trata de una valoración que en cada caso concreto deberán efectuar los
Tribunales23..
21
Vid. PUENTE ABA, Delitos, pp. 350-351, y bibliografía citada.
22
Vid. PUENTE ABA, Delitos, p.p. 328 y ss, y bibliografía citada.
23
Cfr. CARRASCO ANDRINO, cit., p. 109; SÁNCHEZ GARCÍA, cit., m. 569; SIERRA LÓPEZ, cit.,
24
Vid. PUENTE ABA, Delitos, pp. 354 y ss, y bibliografía citada.
25
Vid. PUENTE ABA, “Comentario”, pp. 316-319, 327. En cambio, en otros supuestos en que sí se verifican algunos de los
parámetros expuestos, el Tribunal decreta la absolución por delito publicitario. Así lo hace, por ejemplo, la SAP
Granada 228/2000 (confirmada por STS 774/2002), en un caso de venta de mezclas de licores que eran embotellados
como licores puros de superior calidad: absuelve por este delito al considerar que no se ve afectada la generalidad de
los consumidores, a pesar de que se constata la amplia difusión del producto con el etiquetado falso, la importancia
de la característica falseada (composición y calidad), y la posible afectación a la salud derivada del consumo de este
producto (op. cit., pp. 325-327). Por el contrario, puede considerarse correcta la absolución por delito publicitario
efectuada por la SAP Burgos 15/2005, ya que en este supuesto el mensaje sólo iba dirigido a los miembros de una
cofradía, que además podían haber conocido por otras vías los datos correctos.
V. Consumación y tentativa
En este ámbito, el delito publicitario no presenta ninguna particularidad
especial, de modo que estará consumado cuando se verifiquen todos sus
elementos típicos: la emisión del mensaje objetivamente falso, y la constatación
de la posibilidad de un perjuicio grave y manifiesto para los patrimonios de los
consumidores.
No serán muy frecuentes los casos de tentativa, y se limitarán destacadamente a
aquellos supuestos en que la publicidad, por causas ajenas a su autor, no ha
llegado a ser emitida al público. No obstante, también sería imaginable una
tentativa en la hipótesis de que la publicidad falsa fuese difundida, pero aún no
se ha verificado ese posible peligro para el patrimonio de los consumidores: así
ocurriría, por ejemplo, si la publicidad sólo ha sido accesible a un reducido
número de sujetos, sin que se pueda verificar todavía la posibilidad de causar un
daño grave y manifiesto: este fue precisamente el argumento utilizado por la
SAP La Rioja 17/2003 para condenar por un delito publicitario en grado de
tentativa28.
26
Vid. PUENTE ABA,“Comentario”, pp. 319-320. Esta sentencia también absolvió a los acusados del delito de estafa; como
se deduce de los hechos expuestos, los perjuicios sufridos por algunos de los clientes no fueron debidos al engaño
publicitario, sino a la mala fortuna en el ejercicio de su profesión como transportista (op. cit., pp. 308-310).
27
Vid. sobre cuestiones relativas al tipo subjetivo, por ejemplo a la prueba del dolo del autor, a la admisibilidad del dolo
eventual, y a los casos de error en el autor del delito, PUENTE ABA, Delitos, pp. 366 y ss; MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, Parte
especial, p. 254
28
Vid. al respecto MAPELLI CAFFARENA, cit., pp. 87-88; MORENO Y BRAVO, cit., pp. 131-132; MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, Parte
especial, pp. 254-255; CARRASCO ANDRINO, cit., p. 119; PUENTE ABA, Delitos, pp. 376 y ss. Vid. sobre la sentencia citada
PUENTE ABA, “Comentario”, p. 323-325.
Si bien el Código penal señala como sujeto activo del delito a los fabricantes o
comerciantes, lo cierto es que frecuentemente ellos mismos no elaboran la
publicidad de sus productos o servicios, sino que encargan esta tarea a agencias
de publicidad.
Obviamente, cuando las agencias elaboren la publicidad con base en los datos
falsos proporcionados por el anunciante, desconociendo tal situación, serán
meros instrumentos en manos del fabricante o comerciante, quien será el único
autor del delito publicitario29. El problema se plantea cuando son las propias
agencias quienes conscientemente desarrollan esta actividad publicitaria de
carácter delictivo, lo cual ocurrirá generalmente en connivencia con el propio
anunciante, siendo difícilmente imaginable la ejecución de este
comportamiento por la agencia con absoluto desconocimiento de quien encarga
la publicidad. La solución viene dada por el artículo 31 del Código penal, que
establece que quien actúe “en nombre o representación legal o voluntaria de
otro, responderá personalmente, aunque no concurran en él las condiciones,
cualidades o relaciones que la correspondiente figura de delito o falta requiera
para poder ser sujeto activo del mismo, si tales circunstancias se dan en la
entidad o persona en cuyo nombre o representación obre”. Este precepto está
configurado precisamente para, en el ámbito de los delitos especiales, transmitir
la responsabilidad penal al individuo que realiza la conducta típica, sin poseer las
especiales cualidades requeridas al sujeto activo, pero asumiendo exactamente
las específicas funciones de este sujeto cualificado.
En los casos en que una única persona u órgano colegiado adopta todas las decisiones
finales, sólo a ella se le podrá atribuir responsabilidad penal, en el seno de la persona
jurídica, por la comisión del delito publicitario32.
31
Cuando las agencias publicitarias ejecutan este comportamiento, generalmente nos encontraremos con una
cooperación entre los anunciantes y las agencias, es decir, un acuerdo conjunto de elaborar y difundir el mensaje falso.
Como se ha visto, en virtud del artículo 31 del Código penal será posible considerar a las agencias como autoras del
delito publicitario, conjuntamente con los propios anunciantes: si ambos determinan conjuntamente el desarrollo del
hecho delictivo, serán considerados coautores. No obstante, quizás lo más frecuente será que la idea rectora de la
actividad delictiva provenga del fabricante o comerciante, y que facilite a la agencia los datos precisos y las
instrucciones sobre cómo elaborar la publicidad delictiva: en tal caso, será el empresario el único autor del delito, y la
agencia publicitaria, también en virtud del artículo 31, podrá ser considerada partícipe en este delito especial. Vid.
PUENTE ABA, Delitos, pp. 385 y ss, y bibliografía citada.
32
Vid. PUENTE ABA, Delitos, pp. 397-398.
así, será esta persona u órgano directivo la verdadera autora del delito
publicitario, pues es quien realmente determina la verificación del hecho
delictivo, quien tiene el dominio sobre él; de todas formas, si los responsables
del departamento de publicidad colaboran consciente y voluntariamente con el
órgano directivo, podrán ser considerados cooperadores necesarios en el
delito33.
De todas formas, aun en estos supuestos en los que existe esta total autonomía
y no está prevista la subordinación a la decisión del órgano directivo, cabe
preguntarse si este último no va a tener cierto grado de responsabilidad por el
hecho de que una persona o departamento integrados en la persona jurídica
que dirige están cometiendo un hecho delictivo. Es decir, en estos casos de
delegación de competencias, en los que la dirección de la persona jurídica crea
distintos niveles de toma de decisiones autónomas en el marco de la
organización de la entidad, cabría afirmar que subsite una posición de garantía
inicial de la persona u órgano director que ha efectuado las delegaciones: por el
hecho de haber creado una organización para la producción y/o distribución de
bienes o servicios en el mercado, quien la dirige será responsable de controlar
que no se produzcan hechos lesivos en el desarrollo de esta actividad. Ello no
implica el deber de tomar todas las decisiones, ni la prohibición de delegar
competencias, sino que exige al menos el mantenimiento de un cierto control o
vigilancia sobre el curso general de la actividad desarrollada: en primer lugar, la
adecuada distribución de competencias (destacadamente, seleccionado a
delegados idóneos) y, en segundo lugar, una comunicación y vigilancia
elementales en relación con todos sus delegados, lo cual se manifestará, por
ejemplo, mediante un correcto suministro de información a sus subordinados,
o con un control periódico sobre el trabajo que desempeñan35. Nos hallamos
aquí ante una auténtica posición de garante del directivo, de tal modo que si la
infracción de los deberes a ella inherentes provoca la comisión del delito
publicitario por un subordinado, cabrá hablar de responsabilidad del directivo a
título de participación omisiva, siempre que su actuación hubiera servido para
impedir la verificación de este hecho delictivo36.
33
Ninguna responsabilidad tendrán los empleados que materialmente elaboran la publicidad siguiendo las órdenes de
los responsables del departamento o de los directivos de la persona jurídica, ya que no tienen ningún poder de
decisión sobre el hecho y simplemente constituyen meros instrumentos fungibles en el plan delictivo ejecutado por
sus superiores.
34
Cfr. PUENTE ABA, Delitos, p. 398.
35
Vid. sobre todo esto PUENTE ABA, Delitos, pp. 399 y ss, y bibliografía citada, destacadamente SILVA SÁNCHEZ, J.M.,
“Criterios de asignación de responsabilidad en estructuras jerárquicas”, en Empresa y delito en el nuevo Código penal,
CGPJ, Madrid 1997, pp. 14-15.
36
Vid. PUENTE ABA, Delitos, cit., pp. 402-403, y bibliografía citada.
Al examinar estas últimas figuras delictivas, vemos que prevén una pena
notablemente superior a la establecida en el artículo 282 del Código penal;
por consiguiente, cuando la inveracidad publicitaria recaiga exactamente
sobre los productos que constituyen el objeto material propio de los delitos
contra la salud pública, bastará con aplicar estos últimos tipos penales, sin
necesidad de apreciar un concurso de delitos entre alguno de ellos y el delito
publicitario. Lógicamente, el peligro para la salud derivado de la publicidad u
ofrecimiento en el mercado de productos dañinos, conlleva implícitamente el
40
Vid. MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, Parte especial, p. 257; CARRASCO ANDRINO, cit., p. 132; MORENO Y BRAVO, cit., p. 133;
PORTERO HENARES, cit., p. 410; SIERRA LÓPEZ, cit., p. 207; PUENTE ABA, Delitos, pp. 436-438.
41
Esta sentencia fue posteriormente revocada por la STS 357/2004, que anula la condena por delito publicitario; no
obstante, tal decisión no fue motivada por la imposibilidad de apreciar un concurso entre el delito contra la propiedad
industrial y el delito publicitario, sino porque el TS consideraba que este último ya quedaba absorbido por la estafa
concurrente en los hechos. Dada la diversidad de bienes jurídicos protegidos en el delito publicitario y en los delitos
contra la propiedad industrial, hubiera sido posible apreciar esta situación concursal en el caso enjuiciado por la
sentencia del Juzgado de lo penal nº 23 de Madrid 19/2001, en el que un individuo ofrecía sus servicios de
intermediación financiera a través de una página web en la que mencionaba una marca de un conocido grupo
empresarial del mismo ramo (el Tribunal entendió que la condena por delito contra la propiedad industrial ya
abarcaba completamente el desvalor del hecho); vid. PUENTE ABA, “Comentario”, pp. 321-323.
Puede ocurrir, no obstante, que además de mentir sobre los concretos aspectos
relacionados con la salud a los que explícitamente se refieren los delitos contra
la salud pública, la publicidad contenga otros datos falsos relativos a otras
cuestiones, o incluso relativos a cuestiones que afectan a la salud pero que no
aparecen previstas en la descripción típica de los artículos 359 y siguientes. En
tales supuestos, la aplicación única del correspondiente delito contra la salud
pública no abarcaría todo el desvalor del hecho, y por consiguiente debería
apreciarse un concurso de delitos: se aplicará el delito contra la salud pública y,
cumulativamente, el delito publicitario, que abarcará la afectación de los
intereses económicos de los consumidores derivados de la falsedad relativa a
aspectos no recogidos en el tipo contra la salud pública43.
42
Vid. PUENTE ABA, Delitos, p. 429.
43
Vid. PUENTE ABA, Delitos, pp. 430 y ss.
Daniel Varona
Profesor Titular de Derecho Penal.
Universitat de Girona
I. Introducción
El tipo penal del art. 283 del Código Penal (en adelante CP) fue introducido
en nuestro ordenamiento penal por el CP de 1995, y forma parte de los
preceptos específicamente dirigidos a la protección del consumidor (Título
XIII, Capítulo XI, sección 3ª: De los delitos relativos al mercado y a los
consumidores).
De una simple lectura del mismo puede ya desprenderse que este tipo penal
pretende proteger al consumidor frente a las acciones fraudulentas
realizadas por los comerciantes o empresarios que mediante la alteración o
manipulación de los aparatos automáticos que se utilizan para dispensar un
determinado producto se lucran indebidamente. Se trata, pues,
fundamentalmente, de un delito encaminado a la protección patrimonial del
consumidor frente a conductas engañosas o fraudulentas.
Sin embargo, existiendo ya el genérico delito de estafa (art. 248 y ss. CP) que
protege a las personas (obviamente también a los consumidores) frente a
aquellos engaños que redundan en un perjuicio económico, la cuestión
principal que plantea el delito de facturación fraudulenta en la práctica es su
coexistencia con dicho delito de estafa.
Esta es, efectivamente, la situación de hecho que recogen las únicas dos
sentencias de la jurisprudencia menor que (salvo error u omisión por mi parte) se
han publicado sobre este delito. En la primera de ellas (SAP Barcelona, 10-1-2000,
ARP 1999/4188) tras la alteración de los contadores de gasóleo se facturan y
cobran fraudulentamente determinadas cantidades de dinero. En la segunda (SAP
Madrid 4-12-2003, JUR 2004/137939), si bien no se detallan los hechos probados
puede inferirse que en todo caso se trata de un supuesto en el que se produjo un
efectivo perjuicio patrimonial7.
5
Así parecen entenderlo también SERRANO GÓMEZ / SERRANO MAILLO (2007:512):“Estamos [sc. en el caso del art. 283]
ante supuestos constitutivos de estafa, por lo que no era necesario haberlos tipificado en este lugar, aunque su
finalidad sea proteger a los consumidores (…) Para la consumación del delito (…) es necesario ocasionar un perjuicio
al consumidor con la utilización de los mismos”.
6
Esto lo reconoce claramente PUENTE ABA (2003:125: “…prácticamente siempre la consumación del delito de
facturación ilícita se producirá cuando ya se ha causado un efectivo perjuicio patrimonial, es decir, cuando ya se ha
consumado una estafa”), pero a mi entender no extrae las consecuencias que de ello derivan. Vid. también muy
claramente ALHAMBRA (2001:161: “es difícil que en la práctica se plantee una cuestión de consumación delictiva si no
se ha llegado a facturar ninguna cantidad y no se ha detectado dicho perjuicio al consumidor”, esta autora señala más
adelante, al referirse al concurso con la estafa, que existirá “en el caso de que quede acreditado que se ha causado un
perjuicio real y efectivo a los consumidores, lo cual ocurrirá prácticamente en todas las ocasiones ya que la
facturación, salvo en casos de laboratorio, llevará consigo la causación de dicho perjuicio”).
7
Pues lo que se discute en el caso es únicamente la cuantificación concreta de tal perjuicio.
Tercero: téngase en cuenta también que en el caso del art. 283 CP el legislador no
ha añadido la cláusula “sin perjuicio de la pena que corresponda aplicar por la
comisión de otros delitos”, claramente indicativa de la voluntad legislativa a favor
de la aplicación de un concurso de delitos. Ciertamente, éste no es un argumento
concluyente, pero tiene más fuerza si reparamos en la diferencia significativa con
su inmediato precedente (art. 282 CP) que sí cabe considerar un delito de peligro
e incluye dicha cláusula.
Cuarto: por último, los argumentos a favor del concurso de delitos que
encontramos en la doctrina penal mayoritaria (vid. MARTÍNEZ-BUJAN, 1997:85;
MORENO Y BRAVO, 2005:330; PUENTE ABA, 2003:122) no me parecen
convincentes. En concreto, se apela a la dualidad de bienes jurídicos protegidos y
a la diversidad de sujetos pasivos. Sin embargo, no es difícil encontrar ejemplos de
concurso de leyes en los que los tipos penales concurrentes presentan bienes
jurídicos diferentes y diversidad de sujetos pasivos (vid. con más detalle,VARONA,
2002:119)
De hecho, la mejor prueba de que estamos ante un problema serio es que dicha
“absorción” del delito de facturación fraudulenta por la estafa es lo que ha sucedido
precisamente en la jurisprudencia española. En concreto en la STS 31-12-2001 (RJ
2002/823), que es la única sentencia del Tribunal Supremo que, salvo error u omisión
por mi parte, se ha pronunciado sobre este delito. En esta sentencia el Tribunal
Supremo español se manifiesta claramente a favor del concurso aparente de delitos
(concurso de leyes), en el que la estafa, por consunción (art. 8. regla 3ª), desplazaría al
delito de facturación fraudulenta. En palabras del Tribunal Supremo (énfasis
añadido):
Para evitar esta consecuencia cae en un exceso punitivo (concurso de delitos) que
infringe el principio ne bis in idem13.
Los argumentos a favor de este entendimiento del delito del art. 283 CP como un
delito de lesión del patrimonio del consumidor son los siguientes:
Primero: Político-Criminal:
- Más aún si tenemos en cuenta que existe una normativa específica que
califica como infracción administrativa conductas de mero riesgo para el
patrimonio de los consumidores. Por lo tanto, también desde la perspectiva
del principio de ultima ratio lo procedente sería reservar la vía penal a los
casos más graves (lesión efectiva del patrimonio) dejando las conductas de
mero riesgo en el ámbito de las infracciones administrativas (vid. VARONA,
2002:118).
en determinadas ocasiones a lo largo del pasado año 2007, los aparatos automáticos
que regulan la cantidad de combustible para dispensar en cada repostaje un 5%
menos), sea muy difícil poder demostrar que la cuantía de la defraudación excedió de
los 400 euros. exigidos en el tipo penal de estafa17.
17
Precisamente éste es el caso de la SAP Madrid 4-12-2003 (JUR 2004/137939), que alude explícitamente a que del tipo
de manipulación efectuada se puede “…inferir que se ha causado un perjuicio real aún cuando en este caso, como en
la mayoría, sea prácticamente imposible su cuantificación” (énfasis añadido).
18
Esta dificultad puede ilustrarse con el caso de la otra sentencia existente sobre este delito (SAP Barcelona, 10-1-2000,
ARP 1999/4188), pues fue gracias a que se encontró la libreta con las detalladas anotaciones sobre las maniobras
fraudulentas como pudo acreditarse en juicio el perjuicio patrimonial. Pero normalmente el autor o autores del delito
no serán tan torpes.
19
Cercano a esta interpretación parece MUÑOZ CONDE (2007:502, énfasis añadido) cuando señala que “…su tipificación
expresa [sc. del delito de facturación fraudulenta] como delito contra los consumidores sólo tiene sentido como delito
de peligro y en la medida en que no puedan demostrarse las concretas defraudaciones particulares que se cometan,
ni la cuantía global de las mismas…”, aunque no extrae de esta última alusión todas las consecuencias que creo que
de ello derivan .
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Dentro del Título dedicado por el Código Penal a la “Seguridad colectiva”, el que
lleva por ordinal el XVII de los del Libro Primero de ese texto legal, el Capítulo III se
dedica, con carácter autónomo, a los denominados como Delitos contra la Salud
pública, a lo largo de los artículos 359 a 377.
A su vez, una clara distinción doctrinal se establece entre dos grupos nítidamente
diferenciados de esos preceptos: el relativo a las infracciones relacionadas con el
tráfico de drogas prohibidas, a partir del artículo 368, y el correspondiente ciertas
sustancias que, por uno u otro motivo, adquieren el carácter de nocividad para su
consumo, bien se trate de alimentos, aguas potables, medicamentos, etc., desde el
artículo inicial de este Capítulo hasta el 367.
De este segundo grupo es del que, específicamente, nos vamos a ocupar en las
líneas que siguen, dejando desde un principio anunciada la extraordinaria
asimetría existente respecto de los delitos de tráfico de drogas, en orden a la
enorme diferencia de abundancia doctrinal, numérica y de trascendencia social
entre ambas categorías delictivas, pues si bien éstos ocupan probablemente el
primer lugar entre los diferentes ilícitos penales que son objeto de enjuiciamiento
por nuestros Tribunales, por el contrario la presencia jurisprudencial de las
conductas que nos corresponde examinar resulta extraordinariamente escasa.
Ahora bien, qué habrá de entenderse por “Salud pública” en los términos en los
que resulta ser objeto de protección por el ordenamiento penal es algo en modo
alguno pacífico, pues resulta difícil perfilar su concreta titularidad (¿el individuo?
¿la Sociedad en su conjunto?) tanto como los perfiles y límites de su verdadero
alcance.
Llegando a afirmarse, por quienes son partidarios de una posición afirmativa, que
aunque “En parte es cierto que la salud pública se define como suma de saludes
individuales (OMS), sin embargo la estructura actual de la sociedad determina su
configuración como un interés autónomo” (CORCOY BIDASOLO, Mirentxu).
Se trata, por consiguiente, de delitos sin víctima o, al menos, sin víctima individual
y, por tanto, sí colectiva. O, mejor dicho, en los que su sujeto pasivo está constituido
por la propia “colectividad”.
No obstante, una nota resalta sin duda en todo este tipo de conductas: la de su
evidente gran trascendencia social, que probablemente no llegaría a ser
suficientemente satisfecha con las previsiones sancionadoras administrativas
que, en tantas ocasiones, habrán de entrar en concurrencia con la norma penal
que, de este modo, queda justificada en su existencia.
b) Por otro lado, rasgo frecuente de las disposiciones legales relativas a estos
delitos es también el de presentar un carácter de “normas en blanco”,
remitidas en su integración descriptiva a otras normas, de carácter legal,
reglamentario o, incluso, contenidas en tratados internacionales.
c) Por último, como característica también general, habría que señalar cómo nos
hallamos ante unos tipos delictivos que suponen lo que se conoce como
“infracciones de deber”, es decir, incumplimiento de una serie de obligaciones
que vienen impuestas al sujeto desde otros ámbitos legales diferentes del
propio ordenamiento penal.
1) Concepto de “medicamento”:
g) agravantes específicas.
C) El “dopaje” deportivo:
Por último, aunque esté prevista la agravación específica cuando la víctima sea
menor o si se lleva a cabo el delito utilizando engaño o intimidación, lo que
excluye el consentimiento del deportista, deberá entenderse que resulta
irrelevante en otros casos el que éste consienta o no en someterse a tales
suministros o tratamientos.
Finalmente, los artículos 363 a 365 del Código Penal incorporan las
descripciones típicas de todas aquellas infracciones, contrarias a la Salud
pública, relacionadas con productos alimenticios, a saber:
A lo largo del artículo 364 (“norma en blanco” por sus remisiones a las
previsiones administrativas en materia de abasto) se contemplan una
serie de conductas delictivas, caracterizadas por su naturaleza de delitos
de peligro potencial o hipotético, según las SsTS de 4 de Octubre de
1999 y 15 de Diciembre de 2000, y constitutivas de delitos de “infracción
de deber”, que posibilitan la comisión al permitir que las lleven a cabo
los subalternos (STS de 4 de Septiembre de 2002), todas ellas relativas a
las carnes de animales destinadas al consumo humano y que pueden
agruparse del siguiente modo:
Del mismo modo que pueden plantearse serios problemas, propios de delitos
de peligro como los aquí analizados, con la categoría del dolo eventual, como
tan magníficamente fue contemplado en la importantísima STS de 23 de Abril
de 1992, relativa al conocido como “caso de la colza”.
Pese a que un amplio sector doctrinal considera que el Derecho Penal y el Derecho
Administrativo sancionador son diferentes, ya que las infracciones o ilicitudes
sancionadas son distintas desde el punto de vista sustancial, porque existe una
distinción axiológica y estructural, se ha impuesto el criterio de la diferenciación
meramente cuantitativa, ante la dificultad de precisar los rasgos diferenciales
desde el punto de vista cualitativo.
1
Sentencia del Tribunal Supremo de 6 de noviembre de 1999.
En los supuestos de los arts. 363 y 364 del Código Penal que examinamos, el
reenvío normativo es expreso. Por otro lado, la técnica de la remisión está
justificada en razón del bien jurídico protegido por la norma penal. La propia
Constitución eleva a la categoría de principio rector de la política social y
económica tanto la protección de la salud pública (art. 43.1) como la defensa
de los consumidores y usuarios y la protección de su salud (art. 51), por lo que
resulta plenamente justificada su tutela penal. También se respeta la
exigencia relativa a que la norma penal remitente contenga, además de la
pena, el núcleo esencial de la prohibición. Por lo que se refiere al objeto
material, es cierto que no se mencionan las concretas sustancias prohibidas,
puesto que tal elemento delictivo se obtiene a través del complemento
extrapenal, y es determinable mediante la norma que sirve para
complementar el tipo penal.
Artículo 363: Serán castigados con la pena de prisión de uno a cuatro años,
Se trata del supuesto que sintetiza la esencia del delito alimentario: creación de
nocividad alimentaria y puesta a disposición del consumo público de alimentos
nocivos; por ello, casi todas las conductas contempladas en el art. 363 son
reconducibles a esta figura.
3
En el tipo del párrafo primero del artículo 346 del C. P. el elemento copulativamente añadido de la existencia del
peligro para la salud de los consumidores exige la verificación en cada caso, sin que pueda presumirse; se está así en
presencia de una infracción de las que la doctrina alemana denomina como delitos de peligro abstracto-concreto, en
los que la norma no se limita a describir una acción u omisión generalmente peligrosa conforme a un juicio de
experiencia, sino que exige la comprobación de las propiedades del comportamiento para permitir conceptuar a éste
apto o idóneo para producir en su caso un peligro real para el objeto de protección.
4. Elaborando productos cuyo uso no se halle autorizado y sea perjudicial para la salud,
o comerciando con ellos.
Las diferencias de este precepto respecto del anterior 363 estriban en la falta de
exigencia de cualidad alguna en el sujeto activo, que lo puede ser cualquier persona,
configurando así un delito común; y en el adelantamiento de la barrera penal al
mismo momento de la adulteración del alimento.
Esta modalidad configura una ley penal en blanco, que remite a la normativa
reguladora del empleo de aditivos o agentes. El concepto de adulteración es
restrictivo en cuanto debe verificarse por vía aditiva, de manera que no comprende la
conducta de sustracción de cualquier sustancia que varíe la composición de los
alimentos; por otro lado, se califican de nocivos no los alimentos resultantes, sino
propiamente los mismos aditivos o agentes no autorizados, aunque es preciso exigir
la nocividad del alimento mismo, en tanto los aditivos no son nocivos en una
perspectiva absoluta sino en función de la dosis utilizada y en relación a los alimentos
en que inciden.
Art. 365. Será castigado con la pena de prisión de dos a seis años el que envenenare o
adulterare con sustancias infecciosas, u otras que puedan ser gravemente nocivas
para la salud, las aguas potables o las sustancias alimenticias destinadas al uso
público o al consumo de una colectividad de personas.
Artículo 364. 2: Se impondrá la misma pena al que realice cualquiera de las siguientes
conductas:
7
La sentencia del Tribunal de Justicia de la CEE de 5 de mayo de 1998 («Reino Unido/Comisión», C-180/1996) puso de manifiesto la
posibilidad de aplicar en materia alimentaria el llamado principio de precaución, que el TCEE prevé expresamente en el art. 174
(tratados consolidados, antiguo art. 130R) en relación al medio ambiente. En dicho precedente el Tribunal de Justicia ha señalado
que las medidas legislativas (en sentido amplio) en esta materia pueden ser fundamentadas en criterios de precaución, según los
que aún «cuando subsista una incertidumbre respecto de la existencia y la importancia de los riesgos para la salud de las personas,
las instituciones pueden adoptar medidas de protección sin tener que esperar que la realidad y la gravedad de los riesgos estén
plenamente demostrados» (núm. 100).
8
Así ocurre, por ejemplo, con la somatropina bovina recombinante (SBT), que aumenta la producción de leche y favorece el
crecimiento del ganado bovino. Su uso está prohibido en la UE, aunque no en EEUU. No existen estudios concluyentes de que
produzca efectos perjudiciales en las reses ni en los humanos que consuman su leche, aunque la UE prohibió su uso, entre otros
motivos,por la falta de estudios concluyentes sobre su inocuidad.En EEUU y México donde es de uso legal,es preceptivo indicar en
las botellas de leche que el animal ha sido tratado.
Aunque desde una perspectiva literal, el texto únicamente requiere un riesgo para
la salud de las personas en relación a la administración de las sustancias no
permitidas, en cuanto la referencia a la administración de dosis mayores o para
fines diversos se comprende a renglón seguido, una interpretación coherente y
teleológica lleva a considerar que éstas constituyen alternativas al carácter
prohibido de la sustancia, y no a su condición de nocividad. El criterio contrario
resultaría injustificado y absurdo, pues precisamente las sustancias permitidas
dejan de serlo cuando se administran en cuantía superior a la autorizada. Y por
otro lado, la prohibición absoluta de empleo de una concreta sustancia se
establece precisamente por la peligrosidad que encierra en si misma, por lo que la
exigencia de riesgo para la salud de las personas devendría en una nota en
realidad redundante.
Por último, se trata de un delito que puede ser considerado de infracción de deber
y que, como tal, se comete por quien está obligado a su cumplimiento. El deber
que impone el art. 364.2º, 1 CP no requiere que la infracción sea producto de un
determinado movimiento corporal personal del destinatario de la norma,sino que
puede ser cometido tanto en forma activa como omisiva,es decir, también cuando
se omite impedir que quienes están a las órdenes del titular de la empresa
cometan la acción infractora (Sentencia de 14 de septiembre de 2002).
A lo ya dicho, cabe añadir que las tres previsiones legales anteriores recogen
actuaciones de creación de nocividad, o de conocimiento de una nocividad creada
por otros, derivada de la administración de sustancias prohibidas. De lo que se
sigue la exclusión de las conductas de comercialización de animales enfermos por
causas naturales, supuestos que será necesario incluir en la modalidad de tráfico
de géneros corrompidos.
Esta figura sanciona una conducta de peligro abstracto, que se consuma con la
mera realización de la conducta de dirección al consumo del público de las carnes
sin respetar los períodos de espera, sin necesidad de prueba alguna sobre su
nocividad, que viene ya presumida por el legislador. Esta perspectiva da lugar a su
solapamiento con las meras infracciones administrativas, que se debe resolver en
atención al principio de lesividad ya mencionado.
III.Autoría y participación
A diferencia de lo que ocurre con las figuras recogidas en el art. 363 del Código Penal,
consideradas como delitos especiales en tanto restringidas a los "productores,
distribuidores o comerciantes", el art. 364 presenta figuras de delito común, en tanto
no exige cualidad personal alguna en el sujeto activo, por cuya razón desaparecen los
problemas relativos a la participación que el art. 363 plantea respecto de personas
que no ostenten la condición estricta de productor, distribuidor o comerciante. La
doctrina señala que, ante la restrictividad del art. 363, deberá acudirse a la aplicación
del art. 364 en los casos en que concurran sus requisitos, cuando el sujeto de la
conducta no reúna las particulares cualidades personales mencionadas de productor,
distribuidor o comerciante, sino que se trate, por ejemplo, de un particular que vende
a otro, o de un trabajador por cuenta ajena de una fábrica de productos alimentarios.
Ya se hizo mención a la diferencia del art. 364 respecto del 363, en cuanto este último
es un delito especial, que puede cometerse únicamente por los productores,
distribuidores y comerciantes. Respecto del art. 364, el legislador opta por la decisión
contraria, configurando un delito común, susceptible de comisión por cualquiera, si
bien castigando con mayor penalidad la conducta de ciertas personas, definidas en
términos muy genéricos, en tanto frente a la cierta precisión de los términos
productor, distribuidor y comerciante, se enfrenta el concepto de "responsable de la
producción", expresión con la que obviamente se quiere hacer referencia a la función
materialmente desempeñada, con independencia de cuál sea su denominación
formal. De acuerdo con el Código Alimentario productor es quien extrae la materia
prima o la transforma, y este concepto aplicado al ámbito que examinamos se refiere
al director o encargado de la explotación, cuando sea una persona distinta del
propietario; en definitiva, quien toma la decisión de administrar o utilizar las
sustancias nocivas.
Se contempla únicamente la figura del productor, por tanto, con exclusión del
comerciante; tal decisión del legislador obedece al adelantamiento de la intervención
penal al momento mismo de la administración de las sustancias prohibidas, sin una
puesta en peligro concreta de los consumidores, por consiguiente, con anterioridad a
que los productos lleguen a estar accesibles a sus destinatarios últimos.
Algunos autores han entendido que le remisión del art. 364 a las penas del art. 363 se
restringe a la pena privativa de libertad, sin comprender la de inhabilitación que
consideran reservada al supuesto agravado de realización de la conducta por el
propietario o el responsable de producción. Se trata de una interpretación basada en
la expresión “además” referida a la inhabilitación más grave, pues hubiera resultado
más correcto decir que la pena de inhabilitación será entonces la recogida; sin
embargo, dicha interpretación choca con la dicción literal del inciso primero, que se
remite en plural a “las penas del artículo anterior”, por consiguiente,
comprendiéndolas todas.
Por su parte, el art. 366. dispone que “en el caso de los artículos anteriores, se podrá
imponer la medida de clausura del establecimiento, fábrica, laboratorio o local por
tiempo de hasta cinco años,y en los supuestos de extrema gravedad podrá decretarse
el cierre definitivo conforme a lo previsto en el artículo 129”, por tanto, previa
audiencia de los titulares del establecimiento o de sus representantes legales y de
forma motivada, y ello con objeto de“prevenir la continuidad delictiva y los efectos de
la misma”.
Por último, ya se expuso la mayor penalidad supuesta en el art. 365, prisión de dos a
seis años, por la especial cualificación exigida a la nocividad para la salud pública.
El art. 367 del texto punitivo, de acuerdo con el sistema de incriminación cerrada de
las conductas imprudentes hoy vigente, dispone expresamente: "Si los hechos
previstos en todos los artículos anteriores fueran realizados por imprudencia grave,se
impondrán, respectivamente, las penas inferiores en grado". Como ha declarado la
jurisprudencia, en el nuevo Código Penal la imprudencia grave equivale a la antigua
temeraria, y la imprudencia leve a la simple (Sentencias del Tribunal Supremo de 10
de octubre de 1998, 1 de diciembre de 2000, 16 de abril y 19 de diciembre de 2001), y
significa, por consiguiente, la eliminación de la atención más absoluta, la ausencia u
omisión de las precauciones más elementales exigidas por la vida de relación, no
previniendo lo que era fácilmente previsible y evitable, en cuanto cualquier persona
media o normal hubiera captado la necesidad de observar el deber de cuidado, y
evidenciando la infraestimación del bien jurídico violado.
VI.Formas imperfectas
Es cuestión discutida la admisibilidad de las formas imperfectas en los tipos que
prevén comportamientos de peligro para las personas, se entiendan éstos como tipos
de peligro para bienes jurídicos individuales o de lesión para bienes colectivos.
Quienes consideran estos tipos penales como supuestos de tentativa de lesión contra
la vida o la integridad física, niegan la posibilidad de su realización imperfecta. Por el
contrario, quienes los consideran tipos autónomos, independientes de los bienes
jurídicos individuales, las admiten, al menos parcialmente.
Ahora bien, en el primer número del apartado segundo del actual art. 364, se ha
tipificado un supuesto que,materialmente considerado,configura una tentativa de los
dos supuestos siguientes.Ello permite sostener que es el único supuesto de realización
imperfecta que el legislador ha querido perseguir penalmente, y que las demás
posibilidades son impunes, incluyendo la tentativa del propio 364.2.1.
VII.Cuestiones concursales
En cuanto a los concursos, se plantean diversas cuestiones a resolver. En primer lugar,
la posición adoptada con respecto al bien jurídico protegido en los delitos de riesgo en
general no obligará a apreciar la comisión de tantos delitos como personas hayan visto
peligrar su vida, su integridad física o su salud, sino que bastará la de uno solo, ya que
la estructura típica de estos delitos está diseñada precisamente para recoger estos
supuestos de puesta en peligro plural, y el bien jurídico afectado goza de autonomía
respecto de los bienes individuales a los que se orienta. Como consecuencia de la
titularidad colectiva,del bien jurídico,se deduce la indisponibilidad individual de dicho
bien, como también la necesidad de apreciar la comisión de un solo delito con
independencia del número de sujetos potencialmente afectados por la conducta13.
13
Sentencia de 11 de octubre de 2004: De modo que no es posible, en tesis general (y salvo casos muy particularizados),
la continuidad delictiva de estos comportamientos, porque la salud pública que tutelan no se identifica con la salud
personal de cada uno de sus componentes, y siendo ello así, no se consuma el delito contra la salud pública cada vez
que su acción repercute sobre un individuo particularizado, sino cuando golpea sobre la colectividad en su conjunto,
de ahí que no toleren, como decimos, por regla general, la continuidad delictiva, siendo todo el comportamiento
punible subsumible en un solo delito contra la salud pública. Todo ello sin perjuicio naturalmente de individualizar
penológicamente la sanción prevista en el Código Penal en función de parámetros de gravedad del hecho criminal en
sí mismo, acotando por esta vía sus diversas incidencias en el conjunto de la ciudadanía.
Y desde otro punto de vista, si el proceso se inicia en virtud del tanto de culpa
recibido de los correspondientes servicios administrativos, por consiguiente,
antes de que los productos hayan llegado a comercializarse, es necesario un
juicio de causalidad hipotética que lleve a considerar las probables afecciones
para la salud de las personas, que habría supuesto su consumo a corto y a
largo plazo, cuestión ciertamente difusa en cuanto está relacionada con
particulares condiciones de ciertos grupos sociales (por ejemplo, la población
infantil o de cierta edad), y también con la cantidad de productos que se
consuman.
Finalmente, la concurrencia con los delitos de estafa se dará casi siempre, pero
como la esencia punitiva de las figuras examinadas estriba en el peligro para
la salud, deberá apreciarse un concurso de delitos. Si existiera un fraude
alimentario inocuo, es decir, que no resulte nocivo para la salud, entonces sólo
dará lugar a un delito patrimonial. Por último, la modalidad de sustracción
que contempla el art. 363.5 dará lugar también a una figura de robo o hurto.
14
Para que la responsabilidad civil se aprecie, se requiere la causación de un daño que debe repararse o la derivación de
unos perjuicios indemnizables en concordancia y con la determinación de los arts. 101 y siguientes del Código Penal. En
este sentido, la doctrina de esta Sala ha declarado que el art. 19 del mismo texto legal establece un principio general -S.
10-2-1955- que no puede interpretarse en sentido restrictivo para obligar a la indemnización a los que se han beneficiado
del delito -S. 27-1-1969- pues la declaración de responsabilidad civil no es accesoria de la pena impuesta, sino responde a
un interés privado, pero exige como elemento estructural de la misma una relación de causalidad entre la conducta
delictiva y el daño o perjuicio sobrevenidos, sin ruptura de ese nexo causal -S. 5-10-1988- o lo que es lo mismo, que los
daños y perjuicios sean consecuencia «directa y necesaria del hecho delictivo» -SS. 6 y 14 diciembre 1963 y 13-2-1991-. No
cabe duda de que los daños determinados por el decomiso por la Junta de Extremadura de los jamones al chacinero,
cifrados en 3.304.800 pesetas, así el deterioro de su fama como industrial jamonero con motivo de la sanción tuvieron
por causa eficiente la ilícita y punible conducta de los recurrentes y que se refleja en los hechos probados de la sentencia
de la Audiencia. Allí también se recoge que, a más de la pérdida concreta (damnum) determinada en el decomiso
administrativo, su fama se mermó por el razonable temor de los consumidores de adquirir piezas contaminadas y ello
determinó grandes pérdidas económicas que si bien no le llevaron a la total ruina, sí produjeron notable merma en sus
expectativas económicas que la Sala de instancia razonablemente ha fijado en tres millones de pesetas, cuya cuantía es
inatacable en casación.
VI. BIBLIOGRAFÍA
I. Introducción
En primer lugar deseo expresar mi gratitud a Doña Isabel Ávila Fernández-
Monge, Presidenta de CEACCU y a Don Eugenio Ribón Seisdedos, Abogado y
responsable de los servicios jurídicos de CEACCU, por su invitación a participar
en esta mesa redonda para exponer algunas reflexiones sobre aspectos del
ordenamiento jurídico español que posibilitan establecer unas bases de
colaboración entre los agentes legitimados en defensa de los consumidores y en
concreto desde la posición del Ministerio Fiscal.
Las jornadas han estado centradas en los ataques intolerables a los derechos de
los consumidores que tienen su respuesta en el derecho penal. Con objeto de
ofrecer una visión complementaria, creo oportuno señalar que desde el ámbito
del proceso civil existe un mecanismo eficaz y todavía poco utilizado frente a los
ataques a los consumidores de naturaleza no penal como es la acción de
cesación en defensa de los intereses difusos de los consumidores y usuarios, para
cuyo ejercicio está legitimado el Ministerio Fiscal.
Las dos cuestiones que en esta materia constituían un obstáculo para lograr la
eficacia de la protección del consumidor y por tanto para el desarrollo y la
seguridad jurídica del mercado común europeo se centraban, como ha apuntado
la doctrina, en la manifiesta dificultad de la persecución jurisdiccional de
conductas perjudiciales de los intereses de los consumidores y las distintas
concepciones procesales de los diferentes ordenamientos jurídicos estatales. El
Derecho comunitario las resolvió incorporando la acción de cesación, de origen
anglosajón, dotándola de una configuración propia mediante la Directiva
98/27/CE de 19 de mayo de 1998, del Parlamento Europeo y el Consejo.
V. Legislación española
La acción de cesación en nuestro derecho ha sido calificada por algún autor
como legislación exótica por cuanto asume expresiones y conceptos de las
Directivas comunitarias ajenas al Derecho de obligaciones nacional. No
obstante, la acción de cesación apareció en nuestro ordenamiento, en primer
lugar en el artículo 63.a) de la Ley 11/1986 de 20 de marzo de Patentes. Como
antecedentes jurisprudenciales de esta línea de protección de intereses
colectivos pueden citarse por su importancia las sentencias de STC 324/94 de 1
de diciembre sobre la Presa de Tous y las STS de 27 de junio de 1997 y STS de 26
de septiembre de 1997 sobre el aceite colza, ambas de la Sala Segunda del Alto
Tribunal.
Esta falta de previsión normativa, sigue diciendo el Consejo Fiscal, determina que
en la práctica, pueda desarrollarse el proceso en defensa de los intereses
1
Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, modificada por Ley 44/2006,
art.10-3º décimo 3º. Ley 26/1991, de 21 de noviembre, sobre contratos celebrados fuera de los establecimientos
mercantiles, art. 10.3. Ley 25/1994, de 12 de julio, por la que se incorpora al Ordenamiento Jurídico Español la Directiva
89/552/CEE, sobre la coordinación de Disposiciones legales, Reglamentarias y Administrativas de los Estados
Miembros relativos al ejercicio de actividades de Radiodifusión Televisiva, art. 22. Ley 7/1995, de 23 de marzo, de
Crédito al consumo, art.20.3.c). Ley 21/1995, de 6 de julio, reguladora de los viajes combinados, art.. 13.3. Ley 7/1998, de
13 de abril, art.16.Ley 34/1988, de 11 de noviembre, General de Publicidad art. 29, tras la modificación introducida la Ley
39/2002, de 28 de octubre, de transposición al ordenamiento jurídico español de diversas directivas comunitarias en
materia de protección de los intereses de los consumidores y usuarios. Ley 34/2002, de 11 de julio, de servicios de la
información y de comercio electrónico, art. 31.Ley 23/2003, de 10 de julio, de Garantía en la Venta de Bienes de
Consumo, art.12 en forma casi idéntica a las anteriores. Proyecto de Ley de comercialización a distancia de servicios
financieros destinados a los consumidores, art. 15.3.Anteproyecto de Ley por la que se regula la protección de los
consumidores en los servicios de intermediación y en la contratación de créditos o préstamos,art.11.
Ante esta omisión, el Consejo Fiscal propuso que de lege ferenda se regule la
necesaria comunicación al Ministerio Fiscal por parte del órgano judicial
competente del inicio de un proceso en este ámbito, para que, tomando
conocimiento de la demanda relativa una acción de cesación ejercitada por una
entidad o asociación habilitada, valore si se persona o no en el mismo en defensa
del interés social
En estrecha relación con lo anterior, cada vez se perfila como más necesaria la
configuración de una Fiscalía especial para la defensa de los intereses colectivos
y difusos de los consumidores y usuarios desde la que coordinar la actuación del
Ministerio Fiscal en esta materia. Además, la complejidad y carácter
fragmentario de las normas de consumo sólo pueden ser abordados desde la
especialización en este ámbito del Derecho.
1
FERNÁNDEZ DE LA GÁNDARA, en FERNÁNDEZ DE LA GÁNDARA y GALLEDO FERNÁNDEZ, Fundamentos de Derecho
Mercantil I, Valencia, 1999, p. 28.
2
REBOLLO PUIG, M. e IZQUIERDO CARRASCO, M. Manual de la Inspección de Consumo, Madrid, 1998, p. 16.
3
MALARET I GARCÍA, E. Régimen jurídico administrativo de la reconversión industrial, Barcelona, 1991, p. 70
7
SOLAZ SOLAZ, E. “La investigación de las defraudaciones” en La instrucción de los delitos económicos y contra la
Hacienda Pública, Estudios de Derecho Judicial nº 64, Madrid, 2005, p. 470 y ss.
8
Conforme a lo dispuesto en el artículo 1 del RD 894/2005, de 22 de julio (BOE nº 204, de 26 de agosto de 2005), el
Consejo de Consumidores y Usuarios es el órgano de representación y consulta de ámbito nacional de las
organizaciones de consumidores y usuarios con implantación estatal, ejerciendo la representación institucional de las
organizaciones de consumidores y usuarios ante la Administración General del Estado u otras entidades y
organismos, de carácter estatal o supranacional.
No podemos olvidar que, en general y sin olvidar otras grandes calamidades, las
reclamaciones de consumo acostumbran a encerrar perjuicios de reducida
cuantía en la mayoría de las reclamaciones, y es también frecuente la incidencia
sobre una colectividad de usuarios indeterminados. No es extraño en empresas
con miles de clientes, que el cobro indebido de una pequeña cuantía a cada
usuario, permita un beneficio ilegal muy sustancioso (redondeo al alza, cobro por
emisión de billetes…). En estos casos es probable que ningún consumidor
reclame judicialmente la cantidad que se le debe. Incluso aunque lo hiciera, y
venciera el usuario, el resultado seguiría siendo muy beneficioso para la
empresa. Poderosas razones de justicia exigen la defensa de estas situaciones
por quienes se hallan en disposición de llevar su voz a los tribunales.
9
BOE nº 287, de 30 de noviembre de 2007.
10
BOE nº 11, de 13 de enero de 1982.
Y aún podemos plantear un nuevo escenario que complica más la defensa de los
consumidores y denota la necesidad de un acercamiento mayor de la Fiscalía y
las Administraciones de Consumo hacia la defensa de los consumidores y
usuarios: el ejercicio de acciones para la defensa de intereses difusos que no
11
BOE nº 284, de 26 de noviembre de 1975.
12
BOE nº 90, de 15 de abril de 1997.
13
DO Galicia nº 9, de 13 enero 1995 y BOE nº 38 de 14 de febrero de 1995.
14
DO. Generalitat de Catalunya nº 4291 de 30 diciembre 2004.
15
Dictamen del Servicio Jurídico del Estado sobre el beneficio de justicia gratuita de las asociaciones de consumidores
(RD Civil 523/98) en Estudios sobre Consumo nº 51, Madrid, 1999, pp. 99-109.
16
BOE nº 276, de 18 de noviembre de 2006.
Sea como fuere, y con independencia de ansiadas reformas técnicas que insuflen
nuevos aires a la defensa de los usuarios, jornadas como la presente, refuerzan
nuestra resolución en continuar la senda que CEACCU inició hace 40 años para la
defensa de los consumidores y usuarios. Junto a la excepcional oportunidad que
ha sido contar con la participación de los brillantes ponentes que nos han
acompañado, atesoramos también como recuerdo de estas Jornadas, la
adhesión sincera a esta causa que nos han manifestado sus asistentes: jueces,
magistrados, fiscales, abogados, miembros de la Policía Nacional, Guardia Civil,
Ertzaintza, Mossos d´Esquadra y técnicos de consumo. En el espíritu de todos ha
estado lograr una mejor protección de los consumidores, la perseverancia diaria
en este fin desde la responsabilidad que cada uno ocupa y la celebración de unas
segundas jornadas en el marco del convenio de colaboración planteado, será el
siguiente objetivo.
17
Sobre el amicus curiae, vid. KÖHLER, R.C. “Disquisiciones entorno a los amicus curiae” en Revista Imes Directo nº 12,
2006, pp. 199-215; VIÑUALES, J.E. “Human rights and investment arbitration: the role of amici curiae” en International
Law, Revista Colombiana de Derecho Internacional nº 8, 2006, pp. 231-274; BAZAN, V. “El amicus curiae, su incidencia
en el debate judicial y la discusión acerca de la necesidad de interpositio legislatoris para su admisibilidad”, Buenos
Aires, 2003. p. 7 y ss.
18
BOE nº 159, de 4 de julio de 2007.
19
Vid. Boletín de Información del Ministerio de Justicia de 15 marzo de 1999, nº 1841/1999, suplemento.
20
HERRERO-TEJEDOR, ALGAR, F. “La Tutela Judicial efectiva y el Tribunal Supremo” en Repertorio Aranzadi del Tribunal
Constitucional nº 5 de 2005.