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El tema que voy a desarrollar, creo que, de alguna manera, tiene que ver
con reflexiones vinculadas con la elaboración del término de mi formación
psicoanalítica. Me refiero, obviamente, al período formal de dicha formación ya
que, en realidad, ésta nunca termina.
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conductas grupales, que son, en último término, ritos desacralizados. ¡Cuántos
de nuestros hábitos sociales son inconscientemente la prolongación
desacralizada y/o reprimida de rituales originariamente manifiestos!”
Otra idea, que extraigo de ese trabajo, es que el mito tiene una esencia
mágica. Dice Abadi: “… todo mito intenta subvertir la subordinación del
acontecer psíquico al principio de realidad. No hay mito sin pensamiento
mágico, sin un intento de cerrar lo real entre paréntesis, de declarar suspendida
la vigencia de lo real”.
Hay muchísimas más cosas que este autor aporta sobre el tema en su
interesante trabajo pero, por razones que tienen que ver con la orientación de
estas reflexiones, me he limitado a extraer sólo las citas anteriores.
Desde este punto de vista, las palabras también son míticas, ya que
pretenden dar cuenta de fenómenos o cosas que desde sí mismas no son.
Quisiera enfatizar que, para que una mitificación se estructure como tal,
es necesario que el sujeto, que se aproxima a ese fenómeno, no tenga
conciencia de ello. Es decir, que no pueda cuestionarse el fenómeno mismo y,
por lo tanto, aproximarse a la realidad de la dimensión de representatividad o
sustitución que lo mitificado supone.
Ahora bien, para que un mito pueda ser mantenido, requiere de un cierto
refuerzo desde las confluencias grupales. Esto no contradice el que existan
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mitos estrictamente individuales, pero los movimientos grupales favorecen la
mitificación con la consiguiente merma del razonamiento crítico.
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En todo este trámite es difícil transcurrir sin sentirse verdaderamente
comprometido. Las aguas que encontramos en su curso nunca dejan de ser
movidas y tal vez sólo desde la quietud del “después” podemos echar una
ojeada al “entonces”.
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sobredimensionamientos y así ocurre, por ejemplo, con la lectura de los textos
de Freud, cuyas obras son tomadas con la reverencia de libro sagrado (no en
balde muchos le dicen “la Biblia”); y sus conceptos, como corresponde a un
libro sagrado, son tomados como “palabra santa”.
Que pobre homenaje se hace así a sus enseñanzas. No hay nada más
ajeno a este autor que los conceptos cerrados. Muy al contrario de sus
lectores “míticos”, no deja de cuestionarse, de reformular cada idea, así haya
constituido ésta un elemento esencial de sus teorías. Creo que el gran legado
de Freud, su gran enseñanza, es el amor por la verdad, esa búsqueda
permanente del conocimiento, del saber auténtico, que es la esencia del
quehacer psicoanalítico.
Esta búsqueda del saber, desde el psicoanálisis, nos aleja del mito a la
vez que nos aproxima a él. En este último sentido estoy aludiendo a las
construcciones teóricas, utilizadas como referente de aquello que pretendemos
abarcar. No debemos olvidar que la estructura, el cuerpo teórico mismo del
psicoanálisis, está sustentada en planteamientos míticos que requieren, para
su aceptación, de un acto de fe.
La verdad surge muchas veces pese a las ideas del analista. Los
referentes teóricos, en más de una ocasión, funcionan como interferentes de su
quehacer comprensivo. La teoría se reconstruye día a día, aportando de a
poco las piezas siempre cambiantes del complejo rompecabezas que es la
mente humana.
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Creo que los parámetros establecidos en torno al trabajo analítico
requieren ser evaluados adecuadamente e incorporados en el trabajo del
psicoanalista con el cargo de una larga digestión en la que tendrá que
encontrar cabida el sedimento de su experiencia personal.
Mito y Psicoanálisis
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El paciente siempre tratará de integrarnos en su sistema mítico desde la
transferencia. Muchas veces quedaremos entrampados en nuestros niveles
narcisistas y creer con el paciente que lo podemos resolver todo. El paciente
puede esperar del psicoanalista algo así como “un acto divino”, que hará que
los problemas desaparezcan, pero ya sabemos desde dónde surge esa
propuesta.
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Una extensión sobre el mito del título profesional
Esta vez fue diferente. Fue algo “más mío”. Tuve que llegar a la meta
con esfuerzo y decisión, con mucho amor propio y vocación de sacrificio. La
satisfacción del camino recorrido valía mucho más que cualquier cartón. Me
había reencontrado en el proceso.
Bibliografía