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I.E.S.

ALTO CONQUERO-HISTORIA DE ESPAÑA

TEMA 9: SUBLEVACIÓN MILITAR Y GUERRA CIVIL(1936-1939).

El antagonismo y la bipolarización de la vida política española a lo largo del bienio


radical-cedista, se intensifica a partir del triunfo del Frente Popular en las elecciones de
febrero. El centro desaparece y parece que la iniciativa política la toman los partidos de
extrema izquierda y extrema derecha: comunistas, anarquistas y un sector socialista por
un lado; y Falange y Renovación Española por otro. El ideal máximo de los primeros es
acabar con la legalidad vigente o establecer una república de tipo soviético, mientras
que en los segundos, su objetivo es crear un gobierno fuerte de corte fascista. En ese
juego el parlamentarismo y la democracia representado por la República estaba
cuestionado.
Las izquierdas esperaban la revancha y sus primeras medidas consisten en deshacer la
obra de las derechas. La respuesta de la derecha es impedir eso a toda costa, y el medio
indicado es la alianza con el sector militar para preparar un golpe de Estado.
La conspiración militar triunfa en media España el 18 de julio de 1936, al no triunfar
en la otra media se inicia una cruenta guerra civil que dejará profunda huella en la vida
española. Las operaciones militares llevarán a la victoria a los sectores tradicionalistas y
supondrá la eliminación de la República, un régimen autoritario y semifascista se
impondrá en España y se mantendrá durante casi cuarenta años.
Por último, subrayar que la radicalización de la vida política también se está
produciendo en Europa, y que la Guerra Civil Española no es más que el primer
episodio del enfrentamiento que llevará a la II Guerra Mundial.

A. LA SUBLEVACIÓN MILITAR

El 17 de julio de 1936, la insurrección militar se inició en Melilla. Desde allí se


extendió rápidamente al conjunto del protectorado de Marruecos.
El 18 y 19 de julio, el golpe se extendió a la península y los archipiélagos. Mientras el
gobierno de Casares Quiroga reaccionaba con lentitud ante los acontecimientos.
El golpe triunfó en Galicia, Castilla-León, Navarra, con el general Mola en Pamplona,
Andalucía Occidental, con Queipo de Llano en Sevilla, Baleares, con Goded que
después se desplazó a Barcelona para ponerse al frente de la insurrección, y Canarias,
desde donde Franco, tras asegurar el triunfo del golpe en el archipiélago, se desplazó a
Marruecos el día 19 para ponerse al frente del ejército de África. También triunfó en
enclaves aislados como Oviedo, con el general Aranda, Granada, donde tuvo lugar
asesinato de García Lorca, y Zaragoza con el general Cabanellas.

El fracaso de la rebelión

El golpe fracasó en Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, donde el PNV
colaboró finalmente con la República, Cataluña, Levante, Madrid, Castilla la Mancha,
Murcia y la zona oriental de Andalucía.
Los fracasos más graves tuvieron lugar en Madrid, donde el nuevo presidente Giral
entregó armas a las milicias obreras, y en Barcelona, donde una inusual colaboración de
los obreros de la CNT con la Guardia Civil y la Guardia de Asalto abortó la
insurrección.
En general, exceptuando en Navarra y Castilla-León, la sublevación no tuvo apenas
respaldo popular y se basó en las fuerzas militares insurrectas. Factores como las dudas
o la resolución de los sublevados y las autoridades encargadas de reprimir el golpe, la
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capacidad de movilización obrera y el papel de la Guardia Civil fueron claves para


entender el resultado final del golpe en cada zona del país.

La división del país en dos zonas: el inicio de la guerra civil

El fracaso parcial del golpe llevó a la división del territorio en dos zonas y al inicio de
la guerra.
La zona nacional contaba con las reservas de cereal y ganado de Castilla y Galicia y las
minas de carbón leonés y de Riotinto en Huelva. Ante todo, tenía un ejército mucho más
preparado que contaba con divisiones íntegras en Castilla, Galicia y Andalucía y, sobre
todo, con el Ejército de África, la Legión y los Regulares,
En la zona republicana quedaron comprendidas las regiones industriales, y contaba con
el trigo en La Mancha y los productos de las huertas levantinas. También pudo disponer
de las reservas de oro del Banco de España. Sin embargo, las unidades del ejército
quedaron prácticamente desarticuladas. La mayor parte de los oficiales se sublevaron y
el propio gobierno disolvió muchas unidades cuya fidelidad era dudosa. La Armada, sin
muchos de sus oficiales, y la Aviación permanecieron en manos del gobierno
republicano.

B. EL DESARROLLO BÉLICO.

1. De los inicios a la primavera de 1937 (18 de julio de 1936 a marzo de 1937).

a) La guerra de columnas (18 de julio de 1936-7 de noviembre de 1936).


En el desenvolvimiento militar de la guerra pueden distinguirse tres grandes ciclos con
su carácter específico. Los describiremos sucesivamente.
El primero transcurre desde el inicio de operaciones militares en campo abierto hasta
ocho meses después, marzo de 1937, final de la batalla de Guadalajara, último intento
del Ejército sublevado para controlar Madrid y decidir con ello la guerra. Sin embargo,
este ciclo es el más complejo en todos los órdenes, lo que obliga a distinguir etapas.
Podría hablarse primero de una fase de guerra de columnas—al estilo colonial—,
grupos de tropas formados con pequeñas unidades de diversas armas, de escaso
volumen y mucha movilidad. Esta es la base de la guerra hasta noviembre de 1936 al
menos.
La República declara disuelto el Ejército y a primeros de agosto intenta crear otro sobre
batallones de voluntarios. Es la época de las milicias, reclutadas entre las organizaciones
políticas y sindicales. Diversas disposiciones, a fines de septiembre y octubre, acometen
la militarización de estas milicias y se dan los primeros pasos para la creación de un
Ejército Popular Regular sobre la base de las Brigadas Mixtas. Entre los sublevados, las
milicias se militarizarán por decreto de 20 de diciembre de 1936.
En los primeros meses, la guerra es claramente desfavorable para la República.
Navarra y Sevilla son los dos grandes centros difusores de columnas rebeldes,
centros que forman, respectivamente, el ámbito de mando de Mola y Franco.
No había un mando unificado, puesto que la muerte de Sanjurjo en accidente aéreo
privaba a la rebelión de su jefe reconocido. El objetivo esencial para los dos generales
citados era Madrid, pero también se enviaron fuerzas contra objetivos
complementarios.
Desde Pamplona, columnas compuestas de soldados, fuerzas de orden público, requetés
y, menos, falangistas, parten hacia Somosierra (García Escámez), Guipúzcoa
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(Beorlegui), Zaragoza (Utrilla). En Valladolid se organiza la columna Serrador, a la que


se suman efectivos navarros, que llegarán al Alto del León, en la sierra de Guadarrama.
Sin embargo, la expansión de Mola sobre Madrid queda detenida por las milicias
republicanas creadas en la capital —donde se integran también fuerzas regulares
—en los pasos de la Sierra.
En la zona sur, el éxito de un ejército tan entrenado como el de África, con la Legión
Extranjera y las unidades de marroquíes, es mucho más fulminante y también aquí se
contará con efectivos de milicias. Con centro en Sevilla, los sublevados amplían y
consolidan su dominio de la Andalucía del Guadalquivir y establecen conexión con los
sublevados de Granada.
Pero lo absolutamente decisivo para la marcha de la guerra es el paso del Ejército de
Africa a la Península por el estrecho de Gibraltar, gracias a la primera ayuda
exterior a uno de los combatientes, en este caso la de Alemania e Italia. A partir del
5 de agosto el transporte por mar de esas tropas se consolida. Columnas mandadas por
Asensio y Castejón, a quienes se sumarán después Tella y Yagüe, avanzan hacia el norte
por Extremadura. El 11 de agosto ocupan Mérida; el 14, Badajoz, y penetran después en
la provincia de Toledo. El 3 de septiembre ocupan Talavera, nudo estratégico de gran
valor, pero entonces Franco se inclina por acudir en socorro de los sitiados en el Alcázar
de Toledo.
El 9 de septiembre se efectúa, a través de la sierra de Gredos, el enlace entre las fuerzas
sublevadas del Norte y del Sur; el territorio y el Ejército rebelde quedan unificados en
un solo bloque.
Habiendo triunfado también en Toledo —Varela desbloqueaba a Moscardó el día 28—,
se daban las condiciones y se imponía la designación de un mando único en las fuerzas
rebeldes.
El elegido fue Franco, en un proceso del que hay diversas versiones. El 1 de octubre,
Franco se convierte en Jefe del Gobierno del Estado.
A primeros de octubre, los combates alcanzan la provincia de Madrid. El 21 ocupan los
sublevados Navalcarnero y el 29 se produce el contraataque republicano —anunciado
en un manifiesto del jefe del Gobierno— de Illescas, donde aparecen por vez primera
armamento y asesores soviéticos.
A la altura del 6 de noviembre, las columnas reagrupadas y reorganizadas bajo el mando
de Varela se encontraban en los arrabales de Madrid. Mientras tanto, en los demás
frentes, salvo el de Aragón, los progresos rebeldes eran también incontestables.
En Andalucía, el general leal Miaja se detiene ante Córdoba, aunque había recuperado
Albacete. De Baleares, la República sólo conserva Menorca.
Desde Navarra se efectúa el ataque a Guipúzcoa, donde cae Irún el 5 de septiembre y
San Sebastián el 13, quedando el frente establecido ante Vizcaya, sobre el río Deva, en
octubre. En Asturias, por fin, los republicanos no pueden superar la resistencia de
Aranda en Oviedo y la columna enviada en su socorro desde Galicia consigue levantar
el cerco.
b) La batalla de Madrid (7 de julio de 1936/Marzo de 1937).
La batalla de Madrid fue un conjunto de acciones durante cinco meses de combate,
ciclo al que pertenecen las operaciones del Jarama y Guadalajara. La lucha en torno a
Madrid comporta el primer gran revés para los planes de guerra de los sublevados y
condiciona decisivamente la prolongación del conflicto.
La ayuda extranjera jugaba ya su papel —Legión Cóndor alemana, aviación italiana,
armamento y asesores rusos, Brigada Internacional—y la República mostraría una
capacidad de resistencia insospechada poco antes. El frente de la sierra madrileña no
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habría de sufrir modificaciones sustanciales hasta el final de la guerra. El ataque frontal


de las fuerzas de Franco se produciría entre el noroeste y sureste de la capital.
La batalla por Madrid comenzó el 7 de noviembre. La ciudad se mostraría
inexpugnable. En ello jugó un papel importante la ayuda extranjera en hombres y
pertrechos.
El enemigo y los chauvinistas extranjeros han exagerado esa circunstancia. Los
milicianos pelearon en Madrid como no lo habían hecho antes, la propaganda funcionó
eficacísimamente para mantener la moral, la Junta de Defensa de Madrid—sobre la que
se acumulan los errores de los autores y los enjuiciamientos sectarios—creada el mismo
día 7, presidida por Miaja, general jefe de la Defensa, canalizó el esfuerzo de guerra.
Abandonada por el Gobierno el día 6, tal vez por ello mismo aumentó su capacidad de
resistencia.
Los atacantes llegaron a cruzar el Manzanares y ocupar parte de la Ciudad Universitaria,
pero ahí fueron detenidos. Se emprendió entonces por Franco la alternativa de las
maniobras envolventes para el aislamiento de la capital. Por el Jarama para cortar la
carretera de Valencia, a partir del 6 de febrero.
Fracasado este objetivo, se monta la operación desde la zona de Guadalajara, desde
donde parte la ofensiva el 8 de marzo con un fulminante avance del cuerpo
expedicionario italiano, el CTV. Detenido éste, los republicanos lanzan una
contraofensiva que hace fracasar la operación, aunque el frente no es repuesto en su
posición original.
El descalabro italiano era una victoria moral y demostraba la entidad de la ayuda
italiana a los rebeldes En otros frentes, sin embargo, el éxito no fue parejo.
El 8 de febrero se había perdido Málaga —donde intervinieron por vez primera tropas
italianas—y el ataque vasco sobre Villarreal de Alava, en diciembre, no trajo resultados
sustanciales.
2. La etapa central y decisiva de la Guerra (Abril-mayo de 1937 a noviembre de
1938).
En torno a abril-mayo de 1937 comienza un segundo y largo ciclo central de la guerra,
que culminará con el final de la batalla del Ebro en una situación de práctica derrota de
la República, en noviembre de 1938. En el origen de este segundo momento hay
importantes acontecimientos políticos, de organización militar y diplomáticos, en ambos
bandos.
Se partía de un relativo equilibrio de fuerzas. Pero durante veinte meses de guerra el
equilibrio se fue deshaciendo progresivamente en favor de los insurgentes.
a) La caída de la franja cantábrica (abril-octubre de 1937).
El primer gran revés republicano es la conquista por Franco de toda la cornisa
cantábrica, Vizcaya, Santander y Asturias, lo que se consuma entre abril y octubre de
1937. Al final de marzo empieza el ataque a Vizcaya con un ejército en el que juegan
gran papel los requetés carlistas, artillería y aviación alemana e italiana, tropas italianas,
que acabarían cosechando una nueva derrota en Bermeo, y los magníficos fusiles
alemanes
que tienen los requetés.
El 26 de abril sucede el célebre hecho de la destrucción de Guernica por la aviación
rebelde. El 19 de junio es tomada Bilbao. Después, los batallones nacionalistas vascos
capitulan su rendición a los italianos en Santoña, como cuenta el cura Onaindía, cuando
le han dejado sus correligionarios. Santander es ocupada en agosto y Asturias, tras duros
combates, en octubre.
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Para contribuir a la disminución de la presión rebelde en el Norte, la República


emprende ofensivas en otros frentes. Este sentido tiene la operación sobre Brunete, en
julio de 1937, y en Aragón, en agosto.
En este último frente, las milicias catalanas, compuestas fundamentalmente de
anarcosindicalistas, con jefes como Durruti y Ascaso, habían hecho retroceder el frente
primitivo hacia el Este en 1936, llegando cerca de Zaragoza y sitiando Huesca. Ahora se
desencadenaría un fuerte ataque a la altura de Belchite, donde se formaliza una gran
batalla sin un resultado final que introduzca variaciones esenciales.
Perdido el Norte para la República, la guerra se reanuda en diciembre de 1937.
b) La guerra en la primera mitad de 1938.
Durante un año crucial, 1938, uno y otro bando se esfuerzan en conseguir la iniciativa.
El Estado Mayor del Ejército republicano tiene ahora a su frente a un gran técnico,
Vicente Rojo.
La nueva etapa comienza con la lucha en torno a Teruel, a iniciativa republicana, para
impedir una nueva operación sobre Guadalajara, vía a Madrid, proyectada por Franco.
La batalla de Teruel comienza el 15 de diciembre con iniciales éxitos republicanos, que
expugnan la ciudad el 7 de enero de 1938.
La guerra se va a fijar entonces en el frente aragonés-levantino durante muchos meses,
con operaciones secundarias sólo en Extremadura. Franco planea y ejecuta una gran
ofensiva en el bajo Aragón, que dará lugar primero a la llamada batalla del Alfambra.
El 22 de febrero reconquista Teruel. En marzo, la lucha se traslada a la zona sur del
Ebro y en una larga serie de operaciones el ejército de Franco logra desbaratar
completamente el frente de Aragón, ocupando la vertiente sur del Ebro, el Maestrazgo y
alcanzando el mar en Vinaroz, el 15 de abril.
Al norte del Ebro es igualmente efectivo el avance hacia el Este, que alcanza a Lérida,
dejando el frente establecido sobre la línea del Noguera-Segre. El territorio
republicano quedaba de nuevo partido, dejando a Cataluña aislada. Entonces,
Franco orienta su ofensiva en la región levantina hacia el Sur, con la intención de llegar
hasta Valencia. En línea desde el Maestrazgo hasta la costa, avanza en dirección Norte-
Sur. Los combates, cada vez más duros, se suceden entre abril y julio de 1938.
El gran esfuerzo frontal del Ejército franquista se agota en las defensas de la sierra de
Espadán, con un tremendo desgaste de ambos bandos, antes de que la ofensiva
desencadenada por el Ejército republicano en el Ebro, el 25 de julio, cambie el escenario
central de la guerra.
c) La batalla del Ebro (26 de julio de 1938-15 de noviembre de 1938).
En efecto, la última gran batalla de la guerra comienza en esa fecha con el paso del río
por un ejército bien preparado, en el gran recodo que el Ebro describe entre Mequinenza
y Cherta. El avance republicano tierra adentro en la margen derecha del río sigue hasta
el día 30, pero entonces se detiene con resultados mediocres.
En cualquier caso, la gravedad de la situación hace que Franco acumule refuerzos en la
zona y se lance a la contraofensiva desde el 10 de agosto.
Las batallas más duras se producen en septiembre y los franquistas van reduciendo la
bolsa sobre el río. La lenta recuperación de territorio continúa en octubre y la definitiva
contraofensiva comienza el día 28, el mismo en que las Brigadas Internacionales se
despedían de España en Barcelona. El día 15 de noviembre, las últimas fuerzas
republicanas repasan el Ebro.
3. La última etapa de la Guerra (15 de noviembre de 1938-28 de marzo de 1939).
Se entraba, pues, en el último ciclo de la guerra, breve y de escasa actividad bélica, que
culminaría con la descomposición política interna de la República, hasta concluir con el
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golpe de Estado del coronel Casado en Madrid, a primeros de marzo, rebelándose contra
el Gobierno Negrín.
El 23 de diciembre inició Franco su ofensiva final en Cataluña. Ocupadas Lérida y
Tarragona, Barcelona fue bombardeada —no por vez primera, desde luego—a
mediados de enero, y el día 26 cayó sin lucha.
Aunque aún hubo algún combate más al norte, la única posibilidad de resistencia de la
República se encontraba ahora en la extensa zona Centro-Este-Sureste, que aún
controlaba, que era lo que entendían debía hacerse Negrín y los comunistas. Febrero fue
un mes dramático, por la sorda lucha entre los partidarios de continuar la guerra a todo
trance—con la esperanza de contar con un conflicto generalizado en Europa que se
reputaba inminente—y los que querían pactar con Franco una paz humanitaria al menos.
Pero éste promulgó la Ley de Responsabilidades Políticas, que no daba pie a la
esperanza precisamente.
En la región Centro, por tanto, ya no se combatió. Casado, el 5 de marzo, creaba un
Consejo de Defensa (frente al Gobierno), presidido por Miaja y compuesto de
socialistas, anarquistas y algún republicano.
El enfrentamiento con los comunistas era una de las causas. Pero estos hombres
cometían la ingenuidad de pensar que Franco podía pactar con ellos. No sucedió así, y
las tropas de Franco entraron en Madrid el 28 de marzo.

C. EVOLUCIÓN POLÍTICA DE LAS DOS ZONAS DURANTE LA GUERRA


CIVIL

LA ZONA REPUBLICANA
El fracaso del golpe militar desencadenó en la zona republicana una verdadera
revolución social.
Los comités de los partidos y sindicatos obreros pasaron a controlar los elementos
esenciales de la economía: transportes, suministros militares, centros de producción.
Mientras el gobierno se limitaba a ratificar legalmente lo que los comités hacían de
hecho.
En el campo, tuvo lugar una ocupación masiva de fincas. Las grandes propiedades y, en
algún caso, las medianas y pequeñas. En las zonas donde predominaban los socialistas
se llevó a cabo la socialización de la tierra y su producción. En las zonas de hegemonía
anarquista tuvo lugar una colectivización total de la propiedad. En algunos casos, se
llegó incluso a abolir el dinero.
En septiembre de 1936 se estableció un gobierno de unidad, presidido por el socialista
Largo Caballero y con ministros del PSOE, PCE, Izquierda Republicana y grupos
nacionalistas vascos y catalanes. En noviembre se incorporaron cuatro dirigentes
anarquistas, entre ellos Federica Montseny, la primera mujer ministro en España.
El gran desafío del nuevo gobierno era recuperar el control de la situación y crear una
estructura de poder centralizada que pudiera dirigir de forma eficiente el esfuerzo de
guerra. La tarea era enorme difícil. El poder estaba en manos de miles de comités
obreros y milicias que a menudo se enfrentaban entre sí, especialmente los anarquistas
con socialistas y comunistas. Los gobiernos autónomos eran otro factor de
disgregación. No sin dudas, el nacionalismo vasco había optado por apoyar la República
y en octubre se aprobó el Estatuto vasco. Jose Antonio Aguirre se convirtió en el primer
lehendakari o presidente del gobierno autónomo.
En la zona republicana se enfrentaron básicamente dos modelos. Por un lado, la CNT-
FAI y POUM que emprendieron la inmediata colectivización de tierras y fábricas. Su
lema era "Revolución y guerra al mismo tiempo". Su zona de hegemonía fue Cataluña,
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Aragón y Valencia. Por otro lado, el PSOE y el PCE intentaron restaurar el orden y
centralizar la toma de decisiones en el gobierno, respetando la pequeña y mediana
propiedad. Su lema era "Primero la guerra y después la revolución".
Las disensiones internas fueron continuas y llegaron a su momento clave en Barcelona
en mayo de 1937. El gobierno de la Generalitat, siguiendo instrucciones del gobierno
central, trató de tomar el control de la Telefónica de Barcelona, en manos de un comité
de la CNT desde el inicio de la guerra. El intento desencadenó una insurrección y los
combates callejeros se extendieron por Barcelona.
La crisis de mayo de 1937, provocó la dimisión del gobierno de Largo Caballero. El
nuevo gobierno presidido por el socialista Negrín, tenía una mayoría de ministros del
PSOE, pero se inclinaba cada vez más hacia las posturas defendidas por el PCE. La
ayuda soviética había hecho que los comunistas pasaran de ser un grupo minoritario a
una fuerza muy influyente.
Los enfrentamientos entre stalinistas y trostkistas se re reprodujeron en suelo español.
El POUM fue ilegalizado y su dirigente, Andreu Nin, "desapareció" estando en manos
de agentes soviéticos.
Aunque ya era tarde para cambiar el signo de la guerra, a partir de ese momento se
impuso una mayor centralización en la dirección de la economía y se terminó de
construir el Ejército Popular, acabando con la indisciplina de las milicias.
A partir de marzo de 1938, momento en el que las tropas de Franco llegaron al
Mediterráneo y dividieron en dos la zona republicana, surgieron de nuevo dos posturas
enfrentadas. Mientras la postura oficial, representada por Negrín y apoyada por el PCE
y parte del PSOE, seguía defendiendo la "resistencia a ultranza", algunos dirigentes,
anarquistas y socialistas, empiezan a hablar de la necesidad de negociar ante la
perspectiva de la segura derrota.
Los acontecimientos internacionales: el Pacto de Munich en septiembre de 1938, la
retirada de las Brigadas Internacionales, la disminución de la ayuda soviética; y los
internos: la caída de Cataluña, reforzaron la idea de que la guerra estaba perdida. Así, en
marzo de 1939 el golpe del coronel Casado desalojó del poder a Negrín. La esperanza
de negociar con Franco se disipó inmediatamente, cuando el dictador exigió la rendición
incondicional.

LA ZONA NACIONAL
La muerte del general Sanjurjo, el 20 de julio de 1936 cuando volaba desde Portugal
hacia España, dejó a la insurrección sin un líder claro.
El 24 julio tuvo lugar una reunión de los generales insurrectos en Burgos. Allí se acordó
crear la Junta de Defensa Nacional, que se configuró como órgano provisional de
gobierno de la zona nacional.
Las medidas que adoptó fueron drásticas: se estableció el estado de guerra en todo el
territorio, se suprimieron todas las libertades y se disolvieron todos los partidos
políticos, excepto la Falange y los requetés carlistas.
En esos momentos la propaganda nacionalista acaba de configurar la justificación del
golpe militar contra un gobierno democráticamente elegido. La insurrección militar ha
sido en realidad un Alzamiento Nacional contra una República "marxista" y
"antiespañola". La Iglesia Católica, duramente perseguida en la zona republicana,
termina de configurar la teoría que justifica la matanza que está asolando el país: la
guerra es una Cruzada para liberar a España del ateísmo.
Las medidas que se tomaron en el terreno económico fueron encaminadas en una doble
dirección: cancelación de todas las reformas republicanas, el mejor ejemplo es la
devolución a sus propietarios de las tierras repartidas en la reforma agraria, e
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intervención del Estado en la economía siguiendo los principios de la ideología fascista.


Así, en 1937, se creó el Servicio Nacional del Trigo que pasó a controlar el
abastecimiento de pan de la población.
La necesidad de contar con una dirección única era evidente para unos militares
educados en la disciplina y la jerarquía. Así el 1 de octubre 1936 Franco fue designado
Jefe del Gobierno del Estado español. Sus éxitos militares, el estar al frente del
poderoso Ejercito de África y el apoyo de Alemania con la que mantenía contactos
directos explican el ascenso al poder de Franco. En adelante, el Caudillo, como le
empieza a denominar la maquinaria propagandística del bando nacional, establece una
dictadura personal basada en un régimen militar. Una Junta Técnica del Estado,
formada por militares, se conforma como órgano consultivo del dictador.
En abril de 1937, se aprobó el Decreto de Unificación. Falangistas y carlistas quedaron
unificados en la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, conocida como el
Movimiento Nacional. El modelo de partido único del fascismo italiano y del nacional-
socialismo alemán se imponía en la España franquista.
La Ley de la Administración Central del Estado concentró en la figura de Franco los
poderes ejecutivo, legislativo y judicial. La Ley de Prensa estableció la censura en todo
tipo de publicaciones y el Fuero del Trabajo puso fin a la libertad sindical y estableció
el control del estado nacional sobre las organizaciones patronales y obreras.
El nuevo régimen estableció un estado confesional. Volvió la subvención estatal de la
Iglesia, se abolió el divorcio y el matrimonio civil, gran parte de la educación volvió a
manos del clero. Se establecía así lo que se vino a denominar el Nacional-catolicismo.
Por último, se creó una legislación que institucionalizó la represión contra los vencidos.
En febrero de 1939 se aprobó la Ley de Responsabilidades Políticas, por la que se
designaba "rebeldes" a todos los que se hubieran enfrentado al Movimiento Nacional.

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DEL CONFLICTO

La guerra civil española fue uno de los conflictos del siglo XX que más repercusión
internacional provocó. En el conflicto español se entrecruzaron a la vez los intereses
estratégicos de las potencias y el compromiso ideológico de las grandes corrientes
políticas del momento.
Las potencias fascistas decidieron desde un primer momento ofrecer una ayuda
importante a los rebeldes dirigidos por Franco. Mussolini y Hitler no solo podía
conseguir beneficios estratégicos, Italia continuaba su política de expansión
mediterránea y Alemania podía obtener un aliado que amenazara la retaguardia
francesa, sino que ayudaban a un aliado ideológico en su lucha contra los sistemas
democráticos y las ideologías obreras. Portugal se unió desde un principio a esta ayuda
a Franco.
La URSS, por otro lado, tuvo muy claro desde un principio su compromiso de ayuda a
la República. No sólo se enfrentaba a la expansión del fascismo, sino que alejaba el
centro del conflicto entre las potencias al otro confín de Europa, alejando el interés de
Hitler de sus fronteras.
Las grandes democracias tuvieron una actitud que podemos catalogar como uno de los
grandes engaños diplomáticos del siglo. Gran Bretaña estaba decidida desde un
principio a mantenerse neutral. El gobierno conservador británico veía con aprensión la
extensión de la influencia germano-italiana a la península y la consecuente puesta en
peligro de su base de Gibraltar y su ruta imperial a la India; sin embargo, la orientación
revolucionaria que pronto tomaron los acontecimientos en la zona republicana alejó
definitivamente de la cabeza del gobierno conservador la posibilidad de una ayuda a la
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República. El gobierno francés, pese a estar conformado por el izquierdista Frente


Popular, siguió lo marcado desde Londres.
La actitud de las democracias ante la guerra española se enmarca en su ilusoria
búsqueda de una política de conciliación con Hitler. El Reino Unido, y con él Francia,
habían optado hacía tiempo por tratar de evitar cualquier enfrentamiento que pudiera
llevar a una guerra general.
El mayor ejemplo de esta actitud fue la política de apaciguamiento ante las potencias
fascistas, que alcanzó su cenit con la firma del Pacto de Munich en septiembre de 1938.
Se puede afirmar que desde ese momento, las esperanzas de la República
desaparecieron.
Otro buen ejemplo de esta actitud fue la política del gobierno norteamericano. Mientras
el Congreso de Estados Unidos aprobaba la denominada Ley de Neutralidad, el
gobierno de Roosevelt miraba para otro lado cuando las compañías petrolíferas
norteamericanas vendían combustible a Franco.
El gobierno francés de Léon Blum, con el apoyo británico, ofreció a las demás
potencias un pacto de no intervención en el conflicto español: se trataba de no facilitar
ni hombres ni material de guerra a ninguno de los bandos en conflicto. Nació así el
denominado Comité de No Intervención al cual se adhirieron todas las potencias. El
Comité fue una farsa, mientras Francia y Gran Bretaña se abstenían de ayudar al
régimen democrático en España, Hitler y Mussolini apoyaron de forma masiva y
decisiva la causa de Franco. La única potencia a la que pudo volver sus ojos el gobierno
de Madrid fue la URSS, algo que, indefectiblemente, repercutió en la evolución interna
de los acontecimientos en la zona republicana.

La ayuda extranjera
La desigual ayuda exterior recibida por ambos bandos fue uno de los factores que
explican la victoria de los nacionales.
El bando nacional recibió desde un primer momento una decidida ayuda de Hitler y
Mussolini. Tras recibir apoyo aéreo para pasar el Ejército de África a la península,
Mussolini envió setenta mil soldados italianos, munición y material de guerra; y Hitler
mandó la Legíon Cóndor que incrementó de manera decisiva la superioridad aérea de
Franco. La colaboración de Portugal, aunque no fue decisiva en el terreno militar,
permitió el libre paso de armas para el ejército de Franco por territorio luso. Por último,
hay que señalar las tropas marroquíes integradas en el Ejército franquista y que a
menudo fueron utilizadas como fuerzas de choque.
La única ayuda que recibió el bando republicano de las democracias fue las escasas
armas enviadas desde Francia en los primeros momentos del conflicto. La ayuda
francesa quedó inmediatamente cortada tras la firma del Pacto de No Intervención.
La ayuda soviética comenzó a llegar a tiempo para ayudar en la defensa de Madrid. Sin
embargo, aunque fue importante fue más dispersa y de menor calidad que la que recibió
Franco.
Las Brigadas Internacionales estuvieron constituidas por grupos de voluntarios, no
todos comunistas pero reclutados por la Internacional Comunista en muchos países del
mundo. Fueron unos cuarenta mil y tuvieron un papel importante en la defensa de
Madrid y en las batallas del Jarama y Teruel.
Las presiones del Comité de No Intervención y el desinterés de Stalin, que pensaba ya
en buscar algún tipo de acuerdo con Hitler, hicieron que Negrín aceptase su salida de
España a fines de 1938. De nuevo, el Comité de No Intervención fracasó en su intento
de que las tropas italianas que apoyaban a Franco abandonaran España.
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D. LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA CIVIL

CONSECUENCIAS DEMOGRÁFICAS
Se han dado cifras muy dispares al cuantificar las pérdidas demográficas que causó el
conflicto: los muertos en el frente y por la represión en la guerra y en las posguerra, el
hambre, las epidemias; la reducción de la natalidad consiguiente...
Los cálculos más aceptados estiman en quinientos mil muertos, el coste demográfico de
la guerra y la posguerra. A ello habría que añadir la cifra de no nacidos y la pérdida de
población joven.
Otro elemento clave de las consecuencias demográficas fue el exilio republicano. Ya
durante el conflicto, los "niños de la guerra" fueron evacuados a países extranjeros, pero
el gran éxodo tuvo lugar en enero y febrero de 1939, consecuencia de la conquista de
Cataluña.
En conjunto, se calcula que hubo unos cuatrocientos cincuenta mil exiliados. Aunque
algunos fueron retornando durante la dictadura, muchos no volvieron a España o
esperaron a la muerte del dictador en 1975. Este exilio supuso una importante pérdida
demográfica para el país: una población joven y activa, que incluía a gran parte de los
sectores más preparados del país: las elites científicas, literarias y artísticas de la Edad
de Plata.

CONSECUENCIAS ECONÓMICAS
La guerra fue una verdadera catástrofe económica. Un dato revela su magnitud: la renta
nacional y per cápita no recuperará el nivel de 1936 hasta la década de 1950.
Estos fueron los principales elementos de esa catástrofe económica:

* Destrucción del tejido industrial del país, lo que llevó a la vuelta en los años
cuarenta a una economía básicamente agraria.
* Destrucción de viviendas, se calculan en unas doscientas cincuenta mil,
comunicaciones, infraestructuras...
* Aumento de la deuda externa y pérdida de las reservas de oro del Banco de
España, usadas por el gobierno de la República para pagar la ayuda soviética.

CONSECUENCIAS SOCIALES
El resultado de la guerra trajo consigo la recuperación de la hegemonía económica y
social por parte de la oligarquía terrateniente, industrial y financiera. Paralelamente, se
dio la pérdida de todos los derechos adquiridos por los trabajadores.

CONSECUENCIAS MORALES
La guerra supuso una verdadera fractura moral del país. Varias generaciones marcadas
por el sufrimiento de la guerra y la represión de la larga posguerra.
El régimen de Franco nunca buscó la reconciliación de los españoles y siempre recordó
y celebró su origen bélico. Las heridas de la guerra civil perduraron durante decenios y
la persecución y represión de los vencidos por un rasgo clave del franquismo.

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