Вы находитесь на странице: 1из 13

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA

TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMÁTICO

Paola Yetlanezi Martínez Escalera


Mtro. Gerardo Leija Alva
Naucalpan, Edo. Mex. a 07 de enero de 2011
El impacto de un acontecimiento traumático puede modificar al individuo en los
ámbitos biológico, psicológico y social; por tanto, si bien la humanidad siempre
ha estado expuesta a dichos eventos traumáticos, el estudio de sus efectos es
relativamente reciente así como su categorización internacionalmente aceptada
como Trastorno por estrés postraumático.

Los antecedentes históricos relacionados con éste trastorno se remontan a


finales del siglo XIX, cuando el neurólogo alemán Hermann Oppenheim acuñó
el término “neurosis traumática” y defendía que los síntomas que presentaban
estos enfermos estaban producidos por cambios moleculares en el SNC sin
embargo, la presencia de síntomas aparentemente relacionados con el corazón
como la taquicardia, propició que se le asociara al grupo de neurosis cardiacas.

Kraepelin describió una condición clínica caracterizada por múltiples


fenómenos psíquicos y nerviosos que surgían como resultado de experiencias
relacionadas con experiencias relacionadas con accidentes graves, como
incendios y descarrilamiento o choques de ferrocarriles.

Por otra parte, Pierre Janet estudió la relación entre la histeria y los traumas
previos, introdujo el término subconsciente para referirse al conjunto de
recuerdos que constituyen los esquemas mentales que guían a la persona en
su relación con el entorno. También propuso que cuando las personas
experimentan emociones vehementes, sus mentes se vuelven incapaces de
confrontar sus experiencias aterrorizantes con los esquemas cognoscitivos
preexistentes. Como consecuencia, los recuerdos de la experiencia traumática
no pueden integrarse en la conciencia personal y por ello se disocian,
convirtiéndose en una idea fija que continúa apareciendo de manera intrusa
como percepciones aterrorizantes, preocupaciones obsesivas y reexperiencias
somáticas. Consideró que el esfuerzo mental por eliminar estas intrusiones era
muy grande por lo que los individuos afectados presentaban limitaciones
importantes en su funcionamiento social y laboral.
El primero en estudiar a una población no clínica fue Edouard Stierling quién en
1906 analizó a una muestra compuesta por mineros que habían sufrido un
grave accidente, o que estuvieran cerca del mismo, y en 1907 estudió la
población de l ciudad de Messina, Italia donde se había producido un terremoto
pocos meses antes. Observó que entre los supervivientes, un 25% sufrían
alteraciones del sueño y pesadillas; afirmó que la causa era el acontecimiento
traumático, pero que existía vulnerabilidad a padecer la enfermedad.

Durante la Primera Guerra Mundial diversos autores estudiaron los trastornos


que sufrían los soldados en las trincheras describiéndolos con diversos
términos como astenia neurocirculatoria, corazón del soldado, corazón irritable,
neurosis traumática, etc. (Bobes, 2000).
El psiquiatra Kardiner describió los síntomas de los veteranos americanos de
ésta guerra, como vigilancia anormal, episodios de agresividad crisis de
angustia y flashbacks.

En España, Mirá y López (1944) estudió a los veteranos de la Guerra Civil,


centrándose en el miedo, estableciendo seis niveles de éste, describió también
temblores, tics, agitación, trastornos del habla, amnesia, fobias, etc., consideró
que la neurosis traumática surge del conflicto entre el miedo que sufre el
soldado y sus sentido del deber, conflicto que queda relegado a un nivel
inconsciente.
Para 1974, Ann Burgués y Linda Holstrom describieron el síndrome de la mujer
violada, destacaron que las pesadillas y los flashbacks que experimentaban
estas mujeres eran muy parecidas a los que habían sido descritos en soldados
expuestos al combate.

Finalmente, los psiquiatras que atendían a los veteranos de la Guerra de


Vietnam empezaron a crear terapias de grupo y a observar que los síntomas se
repetían, por lo que comenzaron a presionar para que la enfermedad se
introdujera como una nueva categoría diagnóstica en le DSM-III, lo cual se
logró hasta 1980.
Características Diagnósticas.

Según la clasificación del DSM-IV, la característica esencial del trastorno por


estrés postraumático es la aparición de síntomas característicos que sigue a la
exposición a un acontecimiento estresante y extremadamente traumático, y
donde el individuo se ve envuelto en hechos que representan un peligro real
para su vida o cualquier otra amenaza para su integridad física; el individuo es
testigo de un acontecimiento donde se producen muertes, heridos, o existe una
amenaza para la vida de otras personas; o bien el individuo conoce a través de
un familiar o cualquier otra persona cercana acontecimientos que implican
muertes inesperadas o violentas, daño serio o peligro de muerte o heridas
graves.

La respuesta del sujeto a este acontecimiento debe incluir temor,


desesperanza y horrores intensos El cuadro sintomático característico
secundario a la exposición al intenso trauma debe incluir la presencia de
reexperimentación persistente del acontecimiento traumático, de evitación
persistente de los estímulos asociados a él y embotamiento de la capacidad de
respuesta del individuo.

El cuadro sintomático completo debe estar presente más de 1 mes y provoca


un malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras
áreas importantes de la actividad del individuo Entre los acontecimientos
traumáticos que pueden originar un trastorno por estrés postraumático se
incluyen los combates en el frente de guerra, ataques personales violentos
(agresión sexual y física, atracos, robo de propiedades) ser secuestrado, ser
tomado como rehén, torturas, encarcelamientos como prisionero de guerra o
internamientos en campos de concentración, desastres naturales o provocados
por el hombre, accidentes automovilísticos graves, o diagnóstico de
enfermedades potencialmente mortales. En los niños, entre los
acontecimientos traumáticos de carácter sexual pueden incluirse las
experiencias sexuales inapropiadas para la edad aun en ausencia de violencia
o daño reales.
Los acontecimientos traumáticos experimentados por los demás y que al ser
transmitidos al individuo pueden producir en él un trastorno por estrés
postraumático comprenden actos terroristas, accidentes graves o heridas de
envergadura vividos por un familiar o un amigo cercano, o la constancia de que
el propio hijo padece una enfermedad muy grave.

El acontecimiento traumático puede ser reexperimentado de varias maneras.


Normalmente, el individuo tiene recuerdos recurrentes e intrusos o pesadillas
recurrentes en las que el acontecimiento vuelve a suceder. En algunos casos,
por otra parte muy poco frecuentes, el individuo experimenta estados
disociativos que pueden durar de pocos segundos a varias horas, o incluso
días, durante los cuales se reviven aspectos del suceso y la persona se
comporta como si en ese momento se encontrara en él.

Cuando el individuo se expone a estímulos desencadenantes que recuerdan o


simbolizan un aspecto del acontecimiento traumático (p. ej., aniversarios del
suceso, clima frío y nevado o guardias uniformados en los supervivientes de los
campos de la muerte; clima cálido y húmedo en veteranos de la guerra del Sur
del Pacífico; entrar en cualquier ascensor en una mujer que fue violada en uno
de ellos), suele experimentar un malestar psicológico intenso o respuestas de
tipo fisiológico. Los estímulos asociados al acontecimiento traumático acaban
siendo persistentemente evitados. La persona suele hacer esfuerzos
deliberados para evitar caer en pensamientos, sentimientos o mantener
conversaciones sobre el suceso y para eludir actividades, situaciones o
personas que puedan hacer aflorar recuerdos sobre él. En este
comportamiento de evitación puede incluirse la amnesia total de un aspecto
puntual del acontecimiento.

El individuo puede describir una sensación de futuro desolador (p. ej., no creer
en la posibilidad de obtener un trabajo, casarse, formar una familia o, en
definitiva, de llevar a cabo una vida normal). Algunos individuos manifiestan
irritabilidad o ataques de ira o dificultades para concentrarse o ejecutar tareas.
Las siguientes especificaciones pueden utilizarse para concretar el inicio y la
duración de los síntomas del trastorno por estrés postraumático:
Agudo: Esta especificación debe emplearse cuando la duración de los
síntomas es inferior a los 3 meses.
Crónico: Esta especificación debe emplearse cuando la duración de los
síntomas es igual o superior a los 3 meses.
De inicio demorado: Esta especificación indica que entre el acontecimiento
traumático y el inicio de los síntomas han pasado como mínimo 6 meses.

Los individuos con trastorno por estrés postraumático pueden sentirse


amargamente culpables por el hecho de haber sobrevivido cuando otros
perdieron la vida.
Cuando el agente estresante es de carácter interpersonal (p. ej., abusos
sexuales o físicos en niños, peleas familiares, secuestros, encarcelamientos
torturas), puede aparecer la siguiente constelación de síntomas: afectación del
equilibrio afectivo; comportamiento impulsivo y autodestructivo; síntomas
disociativos; molestias somáticas; sentimientos de inutilidad, vergüenza,
desesperación o desesperanza; sensación de perjuicio permanente; pérdida de
creencias anteriores; hostilidad; retraimiento social; sensación de peligro
constante; deterioro de las relaciones con los demás, y alteración de las
características de personalidad previas.
En este trastorno puede haber un mayor riesgo de presentar trastorno de
angustia, agorafobia, trastorno obsesivo-compulsivo, fobia social, fobia
específica, trastorno depresivo mayor, trastorno de somatización y trastorno
relacionado con sustancias.

Así, el diagnóstico de un TEP requiere por definición la presencia de una


experiencia de naturaleza traumática capaz de desencadenar todo un conjunto
de reacciones de naturaleza perturbadora, por tanto de acuerdo con el DSM-IV
el evento estresante debe ser una amenaza grave para el individuo y además
debe inducir en el mismo una reacción emocional muy intensa.

En segundo lugar, los síntomas de reexperimentación son típicos del TEP, y se


trata de pensamientos, sentimientos y conductas específicamente relacionadas
con el evento traumático, son de naturaleza intrusiva, ya que no son deseados
por la persona, acaparan toda la atención haciendo imposible prestar atención
al resto de estímulos que le rodean y suscitan además una reacción de pánico
e intenso malestar muy similar al experimentado frente la evento traumático.
Además algunas personas experimentan un intenso malestar cuando se ven
expuestas a estímulos internos o externos que recuerdan de algún modo el
evento traumático. Ese malestar puede ser psicológico (por ejemplo terror) y/o
fisiológico (por ejemplo sudoración, taquicardia), algunos ejemplos de estos
estímulos son olores sabores, sonidos, aniversarios, lugares y personas
(Sosa).

Los pacientes con TEP también tienden a evitar todos éstos estímulos
relacionados, sin embargo estas conductas de evitación pueden llegar a limitar
sus interacciones con los demás en un grado relevante; asimismo, el fenómeno
de embotamiento afectivo también es común en estos pacientes, por medio de
éste mecanismo psicológico el organismo se protege frente a los sentimientos
de dolor y terror intolerables, anulando de forma automática la mayoría de los
sentimientos, incluso aquellos adaptativos, ésta incapacidad para experimentar
emociones se traduce en una notable disminución del interés por actividades
que antes resultaban gratificantes y en una incapacidad para experimentar
emociones positivas como amor o ternura. Todo ello puede llevar a un
distanciamiento de los demás y dificultar el desarrollo y mantenimiento de
relaciones personales íntimas.
Tanto la evitación como el embotamiento se consideran como una forma de
paliar el malestar causado por la reexperimentación.
Otros síntomas son la hipervigilancia, trastornos del sueño como insomnio y /o
pesadillas, irritabilidad y dificultad para concentrarse.

Según Bobes (2000), muchos individuos traumatizados tienden a culpabilizarse


por haber sufrido el trauma, lo cual constituye un mecanismo de defensa
mediante el cual intentan volver a la ilusión del mundo como un lugar tranquilo
y seguro. Los niños tienden a culpabilizarse todavía más que los adultos sobre
todo en los casos de violencia doméstica pues necesitan aferrarse a una figura
parental como alguien bueno para afrontar la intensidad del miedo y la cólera
que sienten frente al maltrato.

Evaluación.

1. Tests Psicológicos Generales: tienden a administrarse como


procedimiento de rutina aunque no suelen ser especialmente sensibles
para detectar TEP, sin embargo pueden utilizarse el Minnesota
Multiphasic Personality Inventory (MMPI-2, escala PK y PS) ó el
Inventario Clínico Multiaxial ( MCMI-III, escala R).
2. Registros Fisiológicos: miden respuestas tales como la tasa cardiaca,
la conductancia de la piel y la respuesta electromiográfica, suelen
emplearse en investigación, sin embargo en el ámbito clínico su empleo
es menor dado que el requieren un equipo especial.
3. Inventarios y Escalas tipo autoinforme: se dividen en dos, en primer
lugar están los instrumentos diseñados para medir el nivel de exposición
al trauma del paciente, como el Potential Stressful Events Interview
(PSEI) de Falsetti y cols., hay otros más específicos que se centran en
un tipo concreto de experiencia traumática como abuso infantil, tortura,
violación, etc.; en segundo lugar, tenemos a los inventarios que permiten
medir el número e intensidad de síntomas postraumáticos, como el
Cuestionario para experiencias Traumáticas (TQ) de Davidson y cols., la
Escala de Gravedad de síntomas del TEP de Echeburúa y la
Posttraumatic Stress Diagnostic Scale (PDS) de Foa y cols.
4. Entrevistas Clínicas y Diagnósticas: éstas han sido diseñadas para
establecer diagnósticos precisos y objetivos y la mayoría se basan en
los criterios del DSM-IV, pueden ser específicas para TEP o bien de
amplio espectro, es decir su diseño permite el diagnóstico de diversos
trastornos psicológicos incluyendo TEP, como la Structured Clinical
Interview for DSM-IV de First y cols.
Tratamiento Psicológico.

Sosa menciona que la terapia cognitivo-conductual está sustentada en los


principios básicos del aprendizaje, según los cuales los comportamientos
son respuestas aprendidas en experiencias anteriores ante determinados
estímulos ambientales. Una de las principales metas de este enfoque es
romper las asociaciones disfuncionales y reemplazar las cogniciones
perturbadoras por otras más realistas sobre el mundo y el sí mismo.
Siguiendo este supuesto, la técnica de exposición plantea que en la medida
que el paciente se expone a estímulos relacionados con la vivencia
traumática sin que se produzcan tales eventos, se rompe la asociación
entre los estímulos y la respuesta condicionada. El esquema básico en la
aplicación de la exposición es el siguiente: detección de estímulos
implicados, graduación de éstos, exposición graduada, exposición a la
situación traumática y aproximación a actividades evitadas.

La terapia cognitiva se centra en cuatro aspectos básicos: la valoración de


la experiencia traumática, la creencia generalizada de vulnerabilidad, las
atribuciones y la valoración de sí mismo, se vale entonces en primer lugar
de un componente educativo del TEP y de la teoría del procesamiento de la
información, es decir, se explica al paciente la sintomatología así como los
conceptos de adaptación y asimilación con la finalidad de que comprenda la
lógica del tratamiento incrementando así la adherencia.
En segundo lugar se busca identificar la conexión acontecimiento-
pensamiento-sentimiento, se insiste en que la forma en que pensamos
influye directamente en la forma en que nos sentimos y actuamos, el
paciente debe trabajar con sus pensamientos distorsionados por medio de
las hojas A-B-C.
En tercer lugar, se le pide al paciente que describa por escrito de manera
detallada el suceso traumático incluyendo detalles sensoriales y los
pensamientos que cruzaron por su mente. Se le advierte que puede
presentar malestar psicológico y/o fisiológico, finalmente se le pida que lea
en voz alta lo que escribió, esta tarea funciona como exposición y como
información para el terapeuta de la secuencia del acontecimiento traumático
y los puntos de bloqueo. Finalmente el terapeuta aplica el cuestionamiento
cognitivo, debatiendo los distintos errores cognitivos del paciente (sesgos
del pensamiento) y los puntos de bloqueo (especialmente los errores de
asimilación).

Otra técnica es el entrenamiento en inoculación de estrés, con la cual se


propone suscitar habilidades de afrontamiento que inhiban la acción de
agentes perturbadores del bienestar psicológico.
Se adiestra para controlar pensamientos, imágenes, sentimientos y
conductas, con el fin de facilitar interpretaciones adaptativas, después se
entrena en la resolución de problemas, se modelan y reproducen las
actuaciones reales, ,se enseña a detectar la aparición de respuestas
desadaptativas que sirvan como señales para poner en práctica el
afrontamiento, por último se ofrecen prácticas in vitro (imaginando y
conductual) y tareas graduadas in vivo para fomentar la confianza del
paciente y la utilización del afrontamiento.
Este proceso por lo general incluye entrenamiento en relajación y
respiración, estrategias cognitivas basadas en la terapia cognitiva de Beck,
la terapia racional emotiva de Ellis y entrenamiento autoinstruccional de
Meichenbaum, además de juego de roles y modelado.

Por otra parte, Foa (2003) menciona la teoría del procesamiento emocional
que sostiene que el TEP emerge a causa del desarrollo de una estructura
patológica de miedo relacionada con el acontecimiento traumático, por
tanto, en primer lugar debe activarse esta estructura de miedo y en segundo
lugar, hay que proporcionar nueva información que incluya elementos
incompatibles con los elementos patológicos existentes, de modo que éstos
puedan corregirse. Así, la reviviscencia de imágenes repetidas del trauma
favorece la habituación y corrige la idea errónea de que la ansiedad
persistirá para siempre a menos que se recurra a la evitación, también se
incorpora información de seguridad en la memoria del trauma, lo que ayuda
al paciente a comprender que este recuerdo no es peligroso, además, el
proceso contribuye a cambiar el significado de los síntomas del TEP, que
dejan de ser un signo de incompetencia personal para convertirse en un
signo de dominio y valentía.

Tratamiento farmacológico.

Según Sosa, la terapia farmacológica para el TEP se encuentra aún en


periodo de investigación, sin embargo se ha observado mejoría con ciertos
fármacos originalmente diseñados para otros padecimientos:
1. Inhibidores de la recaptación selectiva de la serotonina (ISRS): son
fármacos antidepresivos que presentan diversos efectos, la sertralina
reduce los síntomas de hipervigilancia, intrusión y explosiones de ira, la
paroxetina es eficaz como tratamiento para le insomnio y reduce la
evitación, la fluoxetina mejora el embotamiento y la hipervigilancia. En
general los ISRS reducen el consumo del alcohol.

2. Agentes antiadrenérgicos: se emplean en el tratamiento de trastornos


de pánico y ansiedad, su principal ventaja es que no provocan
problemas de abuso o dependencia, actúan sobre los síntomas de
reexperimentación y de activación autonómica, sin embargo provocan
importantes efectos secundarios como depresión, fatiga, confusión
mental, etc.

3. Antidepresivos tricíclicos (Ats): la imipramina se ha mostrado efectiva


en la reducción de la reexperimentación de síntomas, la amitriptilina
produce una mejoría global significativa.

4. Estabilizadores del estado de ánimo: los pacientes tratados con sales


de litio mejoran en diversas manifestaciones, disminuye la percepción de
pérdida de control, reduce la hipervigilancia, la irritabilidad y los ataques
de cólera.
Al concluir esta revisión, considero que los habitantes de algunas zonas de
nuestro país se encuentran actualmente viviendo en un estado de violencia
permanente que sin duda debe estar ocasionando un sin numero de casos de
TEP, los cuales no sólo no están recibiendo el tratamiento adecuado sino que
incluso se enfrentan a la negación de tal escenario por parte de las autoridades
así como de las instancias sanitarias de carácter gubernamental.

Las consecuencias de tal desamparo seguramente afectarán la salud mental


de muchas personas, es de prever un incremento en suicidios, abuso de
sustancias, depresión, violencia familiar, etc., lo que nos llevará a una mayor
desintegración del tejido social que en vano se intenta reconstruir por medio de
la llamada guerra contra el narcotráfico.
BIBLIOGRAFÍA

1) American Psychiatric Association (1995) Trastornos de ansiedad. En:


Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. España.:
Masson

2) Bobes J. (2000) Concepto de trastorno de estrés postraumático. En:


Trastorno por estrés postraumático. España.: Masson

3) Bobes J. (2000) Tratamiento del trastorno de estrés postraumático. En:


Trastorno por estrés postraumático. España.: Masson

4) Foa E. (2003) Terapia cognitivo-conductual En: Tratamiento del estrés


postraumático. España.: Ariel

5) Sosa C., Capafons J. Estrés Postraumático España.: Síntesis

Вам также может понравиться