Вы находитесь на странице: 1из 103

CARLOS RAFAEL DOMÍNGUEZ

MÁS PALABRAS

( MALDITAS / QUERIDAS / RIMADAS / FUGACES )

Diario de un linyera de alma. Segunda parte: El ángel del linyera

2 0 0 6

1
Agradecimiento:

A cuantos hicieron y hacen posible este andar del linyera. Algo, muy poco, se cuenta
en estas páginas.

Dedicatoria:

Al recién llegado a la vida del linyera: su nieto León.

2
CONTENIDOS

A manera de epígrafe

I Siempre palabras

II Leteo

III Soliloquio

IV Las 24 horas del linyera en las vías muertas

V Ráfaga maldita

VI Oasis

VII Palabras fugaces

VIII Intermezzos

IX Legado positivo

X Tramo oscuro

3
XI Los silencios del linyera

XII Epílogo que fue prólogo

La oración de este linyera

4
A manera de epígrafe

LINYERAS RIÉNDOSE

los linyeras riéndose del tiempo


entre estrellas suicidas
y canaletas que arrastran
los residuos celestes

la noche es un rigor de interrogantes


los linyeras repiten
la inquietud de sílabas y letras
y se ríen nomás

sin horarios ni lugar marcado


la noche establece los recintos
de una ciudad posible
y ellos se ríen nomás

(Gentileza de Wenceslao Maldonado, un viejo amigo)

5
I

SIEMPRE PALABRAS

marcadas...
queridas...
fugaces...
malditas...
rimadas...

siempre palabras...

más y más palabras...


una vida llena de palabras...
marcadas y no marcadas...
siempre atadas a vivencias...
muy hondas...
muy personales...

señalando rumbos en el camino del


linyera...
manifestando sendas ya recorridas...
con motivaciones siempre arcanas...

vías muertas

6
¿Será una contradicción iniciar la narración de un “viaje”, aunque sea en su segunda
parte, precisamente en una vía muerta? El caso es que realmente no se trata
verdaderamente de la continuación del “viaje” narrado en la primera parte del “Diario de
un linyera de alma”. Es, sí, una continuación del Diario, pero no una continuación del
viaje. El Diario no tiene una progresión cronológica. No es una sucesión de acciones día
tras día, sino una cadena de recuerdos, cuyos eslabones no siempre siguen el orden de los
hechos que representan. Los recuerdos acuden a la mente en tropel y se agrupan, si se
quiere, según una misteriosa lógica propia. El Diario es algo así como una sarta de
vivencias tiradas al aire como en una siembra a voleo. De esta manera, en cuanto a
cronología se refiere, hay muchos caminos ya andados que vuelven a recorrerse
incorporando otras memorias diferentes de las ya narradas.

La distribución planeada inicialmente, según reza la NOTA PRELIMINAR de


PALABRAS MARCADAS era una pentalogía sentimental con cinco secciones, a saber,
de palabras marcadas, palabras malditas, palabras queridas, palabras rimadas, palabras
fugaces. Ha cedido aquí el lugar a una simplificación, reuniendo todas las restantes
secciones en esta segunda parte. ¿Por qué? Porque, en realidad, todas las clases de palabras
han caminado siempre muy mezcladas unas con otras en este trashumante andar por la vida.
Me pareció mejor lanzarlas así, un poco mezcladas. Las palabras marcadas constituían una
categoría muy definida. Los límites entre las otras categorías son muy flexibles y hasta
inexistentes.

En este caso, lo primero que apareció en la mente del linyera, apenas tomó la pluma para
iniciar la redacción de esta segunda parte, fue la memoria de las vías muertas.

Muchos días del linyera habían pasado, efectivamente, en vías muertas, en la mayor
monotonía. Nada para registrar en el diario. Ni plantas, ni flores, ni perfumes, ni dolor, ni
placer... ni palabras marcadas... Solo monotonía. Rutinas... rutinas... Como si esos días no
hubieran existido. Uno igual al otro.

Sin embargo, por cierto, fueron también días de su andar errante... y algo tal vez quedó.
Tal vez mucho. Tal vez lo más importante. ¿Quién puede saber lo que es importante o lo
que no lo es en su propia vida?

Muchas veces, vías muertas. Sueños frustrados. Esperanzas agotadas. Ilusiones


inexistentes. Encuentros vacíos. Ni siquiera paisajes cambiantes. Verdaderas vías muertas.
Total quietud. Vida sin vida. Rutina. Rutinas. Rutina.

Ese estado de total incertidumbre, vacío, aplastamiento, penumbra, lo envolvió más de


una vez al linyera en su peregrinar. Mejor dicho, muchas veces. Mejor dicho, muchísimas.

Sin saber para donde dirigir la vista porque siempre todo era lo mismo. Sin querer mirar ni
hacia atrás ni hacia adelante. Aguardar sentado en el húmedo techo de su vagón el paso de
un tiempo que ni siquiera era tiempo al no tener el linyera cómo medirlo.

7
Algo como una oquedad absoluta. Ni recuerdos ni expectativas. Solo tedio. ¿De qué? ¿De
vivir? ¿Qué hacían los que rondaban a su lado? ¿Por qué tantos parecían tan alegres y con
tantas ganas de moverse? Él, el linyera, allí tirado... esperando que algún tren arrancara y le
permitiese acomodarse en el techo de otro vagón que, al menos, echase a andar... hacia
cualquier parte... pero andar... moverse...

Esos días los vivió el linyera especialmente en las etapas que podríamos llamar
intermedias del camino de su preparación a una meta alguna vez muy soñada, y que luego,
por motivos muy personales, tras una larga maduración de su comprensión de la vida,
habría de llenarlo de frustración, hasta que, en un raro giro del destino, decidió tomar otra
marcha y seguir su camino sin constricciones extrínsecas ni mentales, guiado solo por la
voz de su instinto... Un camino aquel que alguna vez el linyera había buscado lleno de
ilusiones... un camino hacia un Dios lejano, invisible, que lo invitaba a una especie de
íntima unión espiritual y que, como un huidizo espejismo, resultaba siempre inalcanzable...
Alguna vez, muy joven, en sus horas de ensueño, el linyera había garabateado:

“Diariamente entre el polvo del camino


Me detengo un instante a meditar...
¿En qué pienso? A decirlo yo no atino.
Yo siento la inquietud de algo divino...
Yo sueño en un altar...”

Sueños...sueños... nada más que sueños... sin nada real que pudiera tener entre las
manos... Ese era su ideal... lejano... utópico... absolutamente inalcanzable... cada vez más
apartado y más desdibujado por la realidad cotidiana de su marcha...

Cuando parecía tocar un sueño con las manos, este se escurría como el agua entre los
dedos y aparecía luego a la distancia... allá lejos... cada vez más lejos. Una burla cruel,
muy cruel, desesperante... absurda...trágica...

Largos fueron los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses, los años... en esas
vías muertas... solo aliviados por escapadas de la imaginación en alas de alguna apasionada
búsqueda en el campo de los estudios, especialmente de los clásicos, o del teatro
estudiantil, o de un mundo de poesía muy, muy solitario, ...o de cualquier cosa... Había que
huir hacia alguna parte... huir... huir...

También hubo tormentas amenazantes en el horizonte. Miedos. Miedos pavorosos a


veces. Oscuros nubarrones. Muy negros. Miedos, reales o inducidos por su entorno
controlador. Miedo de enfermedades, de pestes, de guerras, de revoluciones sangrientas,
del comunismo internacional, de mil cosas posibles, imaginarias, absurdas... Provenientes
de un mundo real muy distante, desconocido, misterioso,,,

Como quiera que sea, esas horas, días, semanas, meses, años... “muertos”, fueron, sin
saberlo el linyera y sin quererlo, algo así como un helado útero de hierro en el que se formó
para su vida futura. Tal vez, más que tal vez, seguramente, no fue la formación para el
destino buscado por la “madre” formadora. Ella no sabía lo que iba a ser del hijo. Pero allí
estuvo el linyera y de allí salió para seguir su marcha por las vías.
8
un encuentro inesperado
Le ocurrió una vez al linyera en una de esas vías muertas.

9
- ¿Qué hacés acá?
- Lo mismo que vos.
- ¿Estar sentado y esperar?
- Eso.
- ¿Cómo llegaste?
- En el tren desde Paraíso.
- Nunca estuve allí.
- Mejor
- ¿Es un lugar tan malo?
- Aburrido.
- ¿Estuviste mucho allí?
- Siempre, hasta que el otro día quise ser linyera y me subí al primer carguero que
pasó.
- ¿Qué hacías en Paraíso?
- Aburrirme.
- Ahora sos linyera como yo.
- Sí, soy linyera, pero no como vos.
- ¿Cuál es la diferencia? Las pilchas son parecidas. El mono...
- La diferencia está en esta bolsita que llevo.
- ¿Qué guardás? Una galleta, un cuchillo...
- Mirá.
- ¿Qué es eso? ¿Un palito para pinchar peludos?
- No. ¿A qué no adivinás?
- Para defenderte no alcanza....
- Es para divertirme.
- Capaz...¿Cómo hacés?
- Mirá.
- ¡La punta se puso luminosa! ¡Parece una estrellita!
- Y no te imaginás lo que puedo hacer con esto...
- Mostrame.
- Mañana. Ahora necesito apoliyar un rato. ¿Me hacés un lugarcito?

continuando...

10
Muchos son los amigos que, inmerecidamente, el linyera ha recogido en su ya más bien
largo peregrinar. Un buen número de ellos, después de leer y compartir su diario “Palabras
marcadas” lo han instado vivamente a continuar esas divagaciones...

El linyera no quiere convertirse en escritor. No ambiciona serlo. No se cree capaz de


serlo No pretende buscar un lugar, aunque sea pequeño, en ese selecto club. ¡Cómo a un
linyera se le van a ocurrir esas ambiciones! ¡Son para otros! ¡No para él!

Sin embargo, el linyera tiene necesidad, una necesidad casi imperiosa, de exteriorizar
para sus amigos algo de lo que siempre tuvo muy guardado, aun esas cosas que pueden
parecer más arcanas.

¿Cómo? ¿Para qué? ¿Para quiénes? Para tantos amigos, para otros posibles amigos, para
quien quiera compartir con él alegrías y cicatrices del camino....

Para escribir de temas académicos, rigurosamente serios, que aporten al mundo aunque
sea una migaja de progreso, el linyera no está preparado en lo más mínimo... Siempre quiso
cualquier cosa menos especializarse en algo... En todo caso siempre escogió, para expresar
algunas ideas lingüísticas, que es sobre lo que más ha reflexionado, la vía tentativa y
menos comprometida del ensayo. Como parte de su trabajo, ante la necesidad de
sobrevivir.

¿Escribir sobre los demás? ¿Analizar conductas? ¿Hurgar en el tejido de la sociedad?


¿Denunciar injusticias? ¿Dar consejos? ¿Quién es un linyera de alma para creer que sabe
más que otros? ¿Qué soluciones puede proponer? Si le preguntan, da su opinión, pero jamás
se podrá creer un maestro y menos un líder o un profeta. ¿Compromiso? ¿Con quiénes y
ante quiénes? Todo lo que pueda interpretarse como una obligación no es propio de un
linyera de alma. El linyera no cree que el mundo pueda ser mejor de lo que es, ni peor. Es y
seguirá siendo como es, como es en cada momento... ¿Dejará alguna vez absolutamente de
ser? ¿Será otra cosa muy distinta? Las respuestas superan largamente las expectativas de la
mente de un linyera de alma, al menos en esta etapa de su viaje.

¿Crear con la escritura mundos nuevos a partir de la imaginación? Eso es ser casi un
dios... Muy lejos de sus posibilidades.

Lo único a su alcance es, para expresarse, tomar unos pocos jirones de su pequeña
realidad y tirarlos al aire desde el techo de su viejo vagón ferroviario para que vayan a parar
adonde el viento los lleve.

Más y más palabras. Siempre palabras .Las “Palabras marcadas” (Diario de un linyera
de alma) ya andan girando por el mundo cual experimentados e incansables linyeras
urbanos, y tal vez también rurales. Casi me encantaría que además fuesen (¿por qué no?)
espaciales...

En esa primera parte del diario quedaron marcados, junto con ciertas misteriosas palabras,
los pasos que de alguna manera fueron hitos fundamentales en el viaje del linyera por la

11
vida. ¿Quién sabe algo del camino de la vida? ¿Quién puede decir cuáles han sido los hitos
fundamentales en algo que es una continuidad indescifrable? Ahí quedaron esas pocas
viñetas verbales.

Me propongo ahora (si es que este linyera alguna vez realmente se propone algo) dar
continuidad al Diario con otras series de palabras, no ya “marcadas”, que han formado y
forman también parte de su itinerario... Algunas constituyeron una parte sustancial en los
viajes del linyera. Solo que no están “marcadas”. No tienen el dato de cuándo y cómo
entraron en la mente.

Escribió alguna vez la novelista estadounidense Willa Cather que ella creía que la mayor
parte del material con el que trabaja un escritor ha sido adquirido antes de los quince años
de edad. No sé si esta creencia tendrá validez general. Fijo la mirada solamente en el caso
de mis “palabras marcadas”. Cuando se me ocurrió poner los ojos en ellas, empezaron a
surgir de a poco del fondo de mi memoria. Las fui localizando, descubriendo sus “marcas”,
tratando de penetrar en su sentido íntimo, al menos su sentido para mí en el momento de su
descubrimiento o de su re-descubrimiento al lanzarme a ponerlas en el Diario. Luego les
eché una especie de aspersión ficcional a manera de decorado. Y así fueron saliendo del
proceso de escritura, una por una, una tras otra, sin ningún orden preestablecido,
simplemente a medida que iban presentándose. Cuando tuve una cierta cantidad de viñetas,
en un montón aparentemente informe, se me ocurrió algo así como tomar ese conjunto
entre mis manos, sacudirlo como hace un mago o un barman. Las tiré sobre la mesa y, ¡oh
sorpresa!, se armó algo semejante a un rompecabezas.

Mirado de cerca y con calma el rompecabezas empezó a tener sentido por sí mismo. No
solo las piezas sueltas. El rompecabezas total. Era un cuadro de más o menos los primeros
quince años de la vida del linyera y, a la vez, cada pieza con una extraña proyección sobre
años posteriores. Así salieron a rodar por el mundo las “palabras marcadas.”, con una
estructura que alguien llamó de “opereta”.

Recordó también el linyera que alguien, David Viñas, había escrito una vez Un Dios
cotidiano, una especie de álbum de recuerdos de un colegio de su infancia. ¡Oh casualidad!
Ese colegio es el mismo donde con un par de años de diferencia estuvo “encerrado” el
linyera. Mil recuerdos se agolparon en bandadas. Muy parecidos y muy distintos a los de
ese autor. Cada uno vivió las cosas a su manera. Fue un estímulo

También le vino a la mente otra especie de autobiografía escrita por Manuel Puig, “La
traición de Rita Hayworth”. Su infancia en un pueblo muy parecido al del linyera. Su vida
en dos niveles. El exterior de las rutinas cotidianas. Y uno interior, muy íntimo, mucho más
rico, cinematográfico, en su mente cual en una pantalla. El linyera no construyó una
pantalla para sus sueños. Pero los tuvo.

Leí de la pluma de Angela Smith que los diarios literarios modernos encierran una
paradoja: porque un diario, por su definición, debe tender a ser lineal, pero los paréntesis y
elipsis, por ejemplo, permiten una fluida corriente de pensamiento, como en la ficción de
Joyce y Woolf.

12
Y así la máquina selectora de palabras en la cabeza del linyera siguió funcionando. No se
detuvo. En los casos que me propongo comentar a continuación el sello espacio-tiempo no
se entretuvo en marcar palabras. Funcionaron otros sellos.

Va, pues, aquí otro puñado de vivencias del linyera, siempre (¿por qué será?) atadas a
palabras...O, tal vez, por mejor decir, un puñado de palabras atadas a vivencias... Pero no
están marcadas... Nadie sabe sabe cuando entraron. No tienen registro de nacimiento.

Tampoco el linyera cambió de ropaje... siempre linyera... pero... ahora, acompañado por
un ángel. travieso y su varita mágica.... Algunas palabras empiezan a teñirse con otros
colores...

Voy abriendo así los otros salones de mi museo de palabras.. Mi intención es abrirlos
con la misma espontaneidad y estilo más bien naíf del primero de los salones abiertos al
público. Tal vez no sea tan fácil. Las “palabras marcadas” iban casi presentándose solas,
porque sí. Todas las demás tal vez requieran algo de presentación, algo de análisis, de
explicaciones ligadas a lo racional... Trataré de llevar esto al mínimo posible. Son las
palabras las que deben hablar, no el linyera.

Miles de cosas, por supuesto, van a quedar sin decir. Probablemente sea más lo no dicho
que lo dicho. Es lo propio de un diario armado solo con recuerdos. Recuerdos que
únicamente expresan, es oportuno repetirlo, el sentir íntimo del linyera, que, como tal, tiene
absoluto respeto por un sentir diferente de todos los demás. Quizás este Diario podría
propiamente llamarse “Carta abierta a mis amigos”. Precisamente, en un estilo casi
confidencial.

un verdadero tonto

13
- Ahora podemos seguir la charla, me dijo el ángel, desperezándose.
- Cuando gustes. Me dejaste intrigado.
- Y más te va a intrigar lo que te voy a decir.
- Dale, nomás.
- Fuiste un verdadero tonto.
- ¿Cuándo?
- Siempre. Hasta ahora.
- ¿Tonto?
- Tontísimo. Un verdadero pajarón..
- ¡Epa! ¿Por qué?
- Seguís tu viaje tranquilo y te tragás todo.
- ¿Todo qué?
- Todo lo que te dicen los que mandan en esta institución.
- ¿Te parece?
- Te tragás todas las palabras. Estás hambriento de palabras.
- Realmente las palabras me gustan.
- No todas son buenas para vos. Algunas te van a ayudar para que más tarde o
más temprano puedas ser libre. Otras son un veneno envuelto en azúcar y
chocolate. Vos te tragás cualquier cosa.
- Tal vez. Algunas dudas me asaltan por momentos... Pero no alcanzo a ver claro.
- Es que nadie te ayuda. Solo, es muy difícil. A veces, inconscientemente, te
rebelás, te ponés en transgresor, perdés el control, y parecés loco, pero no
dudás de lo que te dicen, de lo que te meten en la cabeza....
- ¿Qué puedo hacer?
- Dame permiso para que me aloje quietecito por un tiempo en tu mente con mi
varita. Cuando vayan entrando las palabras yo te las voy a señalar. Para eso soy
un ángel.
- ¡Bárbaro!
- Algunas palabras son neutras... Ni dañan ni ayudan.
- ¿La mayoría?
- Creo que sí.
- Otras te van a resultar lindas, alegres, cariñosas... Van a poner un poquito de
entusiasmo en tu vida...
- Espero que me las señales.
- Lo voy a hacer, aunque no es tan necesario. Vos mismo las vas a ir poco a poco
reconociendo y queriendo. Van a ser tus palabras queridas.
- ¡Magnífico!
- Pero las que te voy a señalar muy especialmente son las cargadas de ponzoña.
Parecen inofensivas. Te las van metiendo en la mente como clavos, con toda
intensidad. Te las martillan.
- ¿Para qué?
- Para esclavizarte más y más, sin capacidad de reacción.
- ¿De veras?
- Sí. No es que quieran hacerte daño. Son ciegos. Son fanáticos. No ven más allá
de sus narices.

14
- Decime ya cuáles son esas palabras. Esas palabras malditas.
- Poco a poco. De golpe no vas a querer reconocerlas. Algunas ya las tenés muy
adentro. Llevás ya unos años con el martilleo de ese veneno.
- Estoy ansioso por conocerlas.
- En una de esas, ya tenés alguna sospecha. Tené paciencia. Ya te las voy a ir
señalando. Esperá...
- Metete nomás en mi cabeza y trabajá tranquilo...
- Ya vas a ver el resultado.
- ¿Por qué no te habré encontrado antes?
- Es difícil conocer los tiempos de la vida.
- Cada uno tiene los suyos.
- Por supuesto.
- Vos vivías pensando en lo de afuera de vos mismo.
- Es cierto.
- En el cielo
- Me cautivaba la idea de algo así...
- Ese mundo desconocido para vos más allá de estas paredes..
- Pero todo llega. Espero tu ayuda. Voy a comenzar a ver las cosas con ojos un
poco menos ingenuos...
- Eso espero...

II

15
LETEO

Río sagrado de los infiernos....


Con aguas de olvido...
¿Quién me obligó a beber de tus aguas?

¡Tantas cosas queridas dejadas en tu


ribera!
¡Tantas cosas que me hubieran ayudado a
vivir!
¡Tantas cosas lindas que dejaron espacio a
cosas

feas!

Pero no fue un olvido eterno.


Algunas cosas volvieron...
No todas...
Solo algunas...
Muy gratas...

el portal de todos los olvidos


El linyera quiere contar en este diario la historia de algunas otras palabras que se
almacenaron de manera especial en su mente además de las marcadas. Antes que nada, un
paso previo. Antes de recibir en su cerebro nuevas palabras: Olvidar. Olvidar. Olvidar.
Borrar de la memoria. Limpiar las neuronas con un buen detergente y dejarlas vacías. Hacer
de cuenta que lo que existió no existió. Que lo que fue no fue. Que lo que se quiso ya no es
más algo querido.

El pasaje a través del Río del Olvido fue, indudablemente, mirado a la distancia, uno de
los hitos esenciales en el viaje del linyera. Esas aguas misteriosas no actuaron de una
manera inmediata y contundente. Fue algo progresivo, suave, imperceptible. Pero así,

16
paulatinamente, se fueron construyendo esos muros invisibles que fueron separando al
linyera del mundo en que había vivido hasta entonces, en sus cortos años con su familia,
para hacerlo vivir inmerso en una atmósfera muy artificial y ver el mundo real solo a través
de esos muros invisibles pero muy firmes y, aparentemente, impasables. Esos muros a cuyo
través la realidad se percibía, me atrevería a decir, deformada por la cualidad óptica
misteriosa del material con el que estaban construidos. Era una realidad sutilmente filtrada.

El portal que me condujo hasta el pasaje a través de las aguas acariciadoras del río parecía
realmente atractivo. Muy atractivo. Tal vez para algunos, tal vez para muchos de mis
compañeros, fue un paso hacia una felicidad buscada y conseguida. Creo que
verdaderamente debiera decir que lo fue para muy pocos, porque la inmensa mayoría de los
que conocí volvieron a cruzar ese portal en un rápido regreso, antes siquiera de haber
vaciado sus mentes con el olvido. El linyera, con paso cansino, tardó un poco más en
advertir que ese no era su camino. En ese momento el portal brillaba. Resplandecía. Era
convocante. Envuelto en seductores cantos de sirenas.

El pequeño linyera era algo incauto. Muy incauto. Un niño ingenuo y soñador. Se dejó
deslumbrar. Apenas pisó el umbral bajo ese portal solemne recibió un mandato divino:
OLVIDAR.

- Estás cansado....toma algo refrescante...


- Es una grata bienvenida... ¿Qué puedo beber?
- Aquí tengo de todo.
- Bueno.
- Te ofrezco la copa de recepción.
- Parece exquisita...Burbujeante...
- Bébela con placer...
- Eso estoy haciendo...
- Has entrado en la tierra de los elegidos...
- Quiero estar cerca de Dios...
- Estarás siempre con Él...
- ¿Me lo aseguras?
- Con una condición. Depende de ti.
- ¿De mí?
- Aquí dejas todo tu mundo anterior... ¡Olvídalo! ¡Olvídalo!
- ¿Para siempre?
- Jamás debes volver a mirar atrás.
17
- ¿Y si lo hago?
- Habrás perdido todo ¡y serás castigado con el infierno!
- .......................
- .......................

Olvidar ¿Qué? El mandato se fue revelando paso a paso...

ajedrez

Comencemos sin más esta nueva serie de palabras del diario con una de las que se
habían posesionado férreamente de la mente del linyera aunque por un corto plazo. Fue
una de las palabras fugaces. Estuvo un tiempo en la cabeza del linyera y se fue para
siempre. A la fuerza.

Duró un período de tres o cuatro años. Llenó muy intensamente ese breve período. Un
período ubicado curiosamente a caballo sobre los dos o tres últimos años de mi vida en casa
de mis abuelos y los primeros meses tras mi ingreso al “aspirantado”, esa especie de
seminario menor (para chicos de la primaria).

18
Esa palabra llegó a ocupar casi un ciento por ciento, no de mi tiempo real pero sí de mi
tiempo mental. Fue mi preocupación y mi vida en esos días. Tenía como un tablero en mi
cabeza. Con piezas blancas, con piezas negras.

El comienzo de esta aventura había sido en Buenos Aires. Vivíamos en la calle Orán, o
sea que fue en 1938. Yo andaba por los diez años. Concurriendo a la Escuela nº 3 del
Concejo Escolar 18, “Joaquín V. González”. De vez en cuando. Una vieja afección en mi
oído izquierdo me impedía asistir a clase con demasiada regularidad. Lo único que recuerdo
es que nos hacían recitar las tablas y hacer cuentitas. ¡Todo muy fácil!

Alguien (¿quién?) me regaló un juego de ajedrez. Probablemente fue un regalo de mi tía


Pilo, que era mi “protectora”. Al salir un día de su trabajo en Gath y Chaves se le habrá
ocurrido. Para diversificar un poco el juego de las damas, que ya me aburría. No sé cómo
aprendí los movimientos. Unas semanas de cama con escarlatina transcurrieron con el
tablero junto a mí Me atendía un doctor amigo, casado entonces con mi prima Ema. Ya lo
conocía de los años de mi infancia en el pueblo. Se quedaba un rato conmigo y me enseñó a
jugar. Pasábamos muy buenos momentos practicando.

En enero vino mi padre desde el campo a pasar un mes con nosotros. Por la noche yo iba
junto a su cama con mi juego de ajedrez y me sentaba junto a él para que jugáramos. Él era
realmente un buen jugador. Allá, entre los grandes tableros del pueblo.

La primera partida que jugamos, ¡en serio!, me dio el “mate del pastor” en menos de un
minuto. Se reía a carcajadas. Se tomó un Luminal y se puso a dormir.

Esa noche aprendí que no sabía nada y que me tenía que poner a estudiar. Así lo hice. Mi
padre me regaló un tratado de Ricardo Reti. Fui aprendiendo. “Si a una jugada de ataque se
responde con una jugada de desarrollo, se habrá ganado un tiempo”... Y así adelante...
Me fui poniendo canchero. Participé en pequeños torneos. En la parroquia le ganaba al P.
Alonso y triunfé en algunos torneos, incluso ante gente más grande. Resolvía en casa los
problemas de La Prensa. Jugaba con quien quisiera desafiarme. Maquinaba continuamente
estrategias nuevas. Mi juego era más bien rápido e intuitivo y no pausado y meditado. Veía
el final de una serie de movimientos y allí me lanzaba sin darle tiempo a mi adversario para
pensar mucho.

Eran más movimientos en la cabeza que en la realidad, como todas las cosas en la vida
del linyera: Peón 4 Rey... Alfil x Caballo... Enroque corto... Ruy López... Alekhine...
Capablanca... Casi todo en la cabeza ...

1941. Entré al aspirantado. Sólo llevé un colchón y mi ropa. ¡Y también mi cajita con el
ajedrez! ¡Lo único de ese “mundo viejo” que pretendía dejar! Descansó por un tiempo en
mi roperito. Había entrado en setiembre. Me llevaron antes de terminar mi sexto grado,
para que no me fuera a arrepentir. Llegó diciembre. Vacaciones. Teníamos que estar
entretenidos para no tener “malos pensamientos” o “malas compañías” o “criticar a los
superiores”...Entre otras cosas se organizó un gran torneo de ajedrez. Me anoté. Era el
“deporte” que mejor dominaba. Fue largo. ¡Campeón! El premio fue un potecito (muy
pequeño) de dulce de leche. Como entonces no tenía diabetes lo aproveché hasta lo último.
19
No solté el tablero. Jugaba y jugaba, con uno, con otro, ganando casi siempre. Así varios
días... Se me acercó entonces uno de los sacerdotes encargados de la disciplina.

- Domínguez, vení. Tengo que decirte una cosa.


- Usted dirá, padre.
- Sos un gran jugador de ajedrez...
- Gracias, no tanto. Hago lo que puedo.
- Estás todo el día con el ajedrez...
- No tanto.
- Sí, día y noche. No pensás en otra cosa. Cuando estás en la iglesia, en lugar de pensar
en Dios al rezar estás pensando en tus jugadas.
- ¿Cómo sabe?
- Leo adentro de tu cabeza. Dame el tablero y la caja con las piezas. Lo guardo hasta el
domingo. El domingo, cuando vienen a visitarte se lo das a tu familia para que se lo
lleven.

Así fue. Ni una palabra más. Era una orden de Dios, que disponía de mi vida a través de
ese cura que hablaba inspirado por él.

- Adiós, ajedrez querido. Es el sacrificio que el Señor me exige. No te toco nunca más.
Adiós, adiós, adiós para siempre. Te dejo como se deja a una novia querida. Adiós.

Fue un jaque mate definitivo. Mortal. En el correr de los años, me desvinculé


serenamente de esa prohibición de hierro; el ajedrez ya nunca más volvió a ser mi pasión y
a estar instalado en mi mente como una palabra activa. Creo que ni siquiera volví a tocar un
tablero Fue, ya para siempre, una palabra fugaz. Solo eso.
pensar
Otra palabra que casi se transforma compulsivamente en fugaz. Y ¡qué palabra! Nada
menos que p e n s a r-

Tarde de primavera. Aire. Luz. Sol. Ambiente templado y con suaves perfumes.
Estábamos en el fondo de las varias hectáreas con quintas de hortalizas, que pertenecían al
Instituto adonde acababa de ingresar para iniciar mi camino hacia un sacerdocio vagamente
soñado pero poco comprendido. Había llegado allí arrastrado por una fuerza misteriosa, al
menos entonces para mí. Los que me empujaron por esa senda (no, ciertamente, mi
familia) la llamaban “vocación”. Quizás fuera simplemente el impulso a iniciar una vida
independiente, por mí mismo (así lo creía), cuando aun no había terminado la escuela
primaria.

20
El sol del atardecer era casi romántico. Estábamos en un bote tres chicos (a cual más
ingenuo) que habíamos sido llevados al Instituto, antes de que tuviéramos tiempo de
pensarlo dos veces, desde un colegio religioso de Buenos Aires, en el que los directivos nos
habían visto ciertas condiciones. Estábamos los tres con un sacerdote de aquel colegio de
Buenos Aires que nos había ido a visitar para reforzar nuestra permanencia allí y evitar que
nos arrepintiéramos. Nos había sacado esa tarde del salón de estudio donde estaban todos
los demás y nos había llevado a pasear a los tres “nuevos”. Estábamos, como dije, en un
bote, en el lago artificial que acababan de inaugurar más allá de de las quintas. Parecían
tiempos de prosperidad, en años de la gran guerra.

Allí estábamos...

- ¿Cómo estás, Domínguez?


- Bien.
- ¿A gusto?
- Por ahora...
- Mirame fijo.
- ..............................
- Vos cavilás mucho. Se te ve en los ojos. Estás siempre serio. Te reís muy poco.
- Soy así.
- Cavilar es malo. Vivir concentrado en vos mismo...
- ¿Qué debo hacer?
- Para seguir aquí tenés que cambiar. No pensar tanto. Vivir como los demás. Hacer lo
que tenés que hacer en cada momento.
- .....................................

Y se puso a cantar con una hermosa voz de tenor. Ya anochecía: “Guarda la luna, come
là cammina, traverso il monte, e la colina...”

Yo seguía pensando. Pensando. Pensando. ¡Y pensar que lo que se me prohibía era


pensar! Parecía ser una de las condiciones fundamentales, sine qua non, para seguir ese
camino. ¡Menos mal que algo de ese hábito no se pudo arrancar nunca de lo más profundo
del ser del linyera!

21
familia

Algo cuyo significado está hoy en una constante turbulencia. Pero esos vaivenes
contemporáneos ya no llegan a afectar los rinconcitos más íntimos del corazón del linyera.

Para él fue otra palabra casi fugaz. Una palabra, por cierto, bastante común. Muy común.
Pero una palabra particularmente especial para el linyera. Muy especial. Con mucho de
misterio. No quedó marcada. Polisémica. La familia del linyera no había sido la familia
clásica. Perdió a su madre desde pequeño. Largas ausencias de su padre por motivos de
salud. Su nana fue Petra, una criada eterna en esa familia. Luego pasó a Buenos Aires con
sus abuelos maternos y sus tías...Una hermana mayor y otra menor compartieron ese hogar.

22
No sería una familia clásica, pero, eso sí, muy, muy querida. Es por eso que la “voz de
Dios” sonó muy dura cuando escuché:

- Aquí tienes que olvidar a tu familia.


- ¿Olvidar?
- Sí, olvidar.
- ¿Por qué?
- Ahora tu familia es esta. Somos nosotros.
- ¿Quiénes?
- Todos los que vivimos acá, en el colegio. Tus superiores, tus compañeros...
- ¿Y mi padre, mis hermanas, mis abuelos, mis tías...?
- Los seguirás queriendo, pero de lejos...
- ¿Por qué?
- Porque Dios te trajo aquí para formar parte de esta familia de elegidos....
- ¿Y los míos?
- Estando con Dios podrás conseguir para ellos toda clase de bendiciones...
- ¿Podré verlos?

- Por supuesto, en las visitas de los domingos...


- ¿Nada más?
- No es necesario. Los lazos con este mundo te alejarían de Dios.
- Siempre los llevaré en mi corazón y en mi mente...a pesar del olvido que se me
impone en nombre de Dios.
- Dios los bendecirá a todos....

Debieron pasar muchos años. Muchos... muchos... Para que volviese a tener un
reencuentro con mis seres queridos... Mejor dicho... solo con algunos. . Otros ya no
estaban...

Extrañamente esa palabra, familia, fue cambiando su foco en mi mente, al menos en mi


mente superficial... En mi mente profunda siempre fue y será lo mismo. No llegaron tan
hondo las aguas del río del olvido.

Lejos estaba entonces el linyera de imaginar ni en el más loco de sus sueños que algín
día, todavía lejano en ese momento, él mismo llegaría a ser copartícipe del inicio de una
nueva y feliz familia.

23
A nivel superficial la mente se vio constreñida a poner el foco en la familia institucional
en la que me estaba metiendo, impulsado un poco por mi equivocada voluntad de entonces
y empujado mucho más por una prédica machacona acerca de esa nueva familia, la
comunidad, que, afortunadamente, tiempo más tarde, la varita del ángel me ayudó a
descubrir como una de las, para mí, palabras malditas.

Pero familia, bien separada de su asimilación a comunidad, siguió siendo sin variaciones
una palabra muy querida.

la única mujer : la virgen


- No, no vas a ir al casamiento de tu hermana.
- Es al acto religioso.
- No importa.
- Es en la iglesia que fue mi parroquia
- Ya te dije que no.
- Va a estar hasta mi papá. Hace mucho que no nos vemos..
- La única mujer en tu vida, de ahora en adelante, ha de ser la Virgen María.

24
La sustitución no fue, no podía ser, un cambio inmediato. Lento, gradual, muy sutil y
delicado...Acompañado por una música celestial y una nube vaporosa y rosada de
espiritualidad y mística. Toda una onda sentimental se acoplaba al proceso. Peregrinaciones
a Luján, a Lourdes, a María Auxiliadora, otros santuarios...

La Virgen María ciertamente ocupó un lugar en la mente y en el corazón del linyera. Por
un tiempo considerable. Su nombre era algo así como un misterioso talismán. Como un
imán atrapante. “Mas dejarte, oh María, no lo acierta el corazón”, resonó alguna vez como
un canto de sirena irresistible en momentos de duda. Puro romanticismo. Sí, puro
romanticismo. Un romanticismo vago, indefinido.. cautivante. Que tomaba posesión de los
sentidos del linyera, de todas sus fibras, en una especie de imposible orgasmo...

Hoy ese nombre ha perdido toda su magia religiosa pero se conserva como una palabra
simpática. No es negativa, ni odiosa, ni maldita. Solo un recuerdo, falaz y engañoso, pero
grato. Como el nombre arcano de una novia muerta en la plenitud de su belleza.

Fue una sustitución para la palabra mujer. Esta palabra estaba prohibida. Solo quedaba
incluida, para los estudiantes, en un plural que la hacía más imperceptible, en la oración del
Ave María: Bendita tú eres entre todas las mujeres. Por lo demás, nos hacían referirnos a
la mujer como persona del otro sexo o hija de Eva...

Mujer, a pesar de todo, quedó en la mente del linyera como una palabra muy querida, y
extrañamente misteriosa. Las mujeres eran muy hermosas, pero muy lejanas... muy
lejanas... El linyera estaba convencido que se iría de este mundo sin conocer de cerca a
ninguna.... ¡Cómo podría alguna de ellas poner sus ojos en un linyera y compartir algo con
él! En la primera parte de este diario ya contó acerca de eso.

palabras con olor a “mundo”

- Mañana vas al primer turno de la peluquería.


- ¿Dónde es?
- En el salón nº 4.
- Acá nomás.
- Allí se instalan dos de tus compañeros más adelantados, que ya están preparados para
eso.

25
- Pero yo fui el otro día al peluquero. Estoy prolijo.
- Hay que pasar de nuevo la máquina. Está un poquito largo.
- Bien.
- Además no tendrás que usar más fijadores ni gominas ni nada.
- ¿Es lo que hacen todos?
- El cuidado del cabello es una vanidad que aquí está totalmente demás.
- Bien.
- Además, deberás pedirle a tu familia un par de medias largas.
- ¿Medias largas?
- Que cubran las rodillas. Las tres cuartos no bastan.
- Bien. Aunque no entiendo para qué tapar las rodillas. Es incómodo.
- Además, tendrás que conseguir un par de zapatillas de cuero más sencillas. Fijate las
que usan todos. Tus zapatos son demasiado buenos.
- Bien. ¿Algo más?
- Sí, un guardapolvo gris. Todos deben andar iguales.
- Bien...Bien... Bien... Bien...

El mandato divino se iba especificando en pequeños mandatos detallados a través de la


voz de sus representantes. Toda una serie de pequeños mandatos que se iban tendiendo
como una red de acero alrededor de la piel del linyera. Destruyendo su personalidad, su
individualidad, su ser diferente. Tenía que pasar por el rasero común. Ser indiferenciado.
Fundirse en una sola masa con la “comunidad”. Todo gris, todo gris, todo gris...

¿Era ese el gusto de Dios? ¿Por qué no le gustaban los colores y las sonrisas?

Para alejarlo más y más de “este” mundo (¿hay otro?) una serie de cánticos religiosos lo
fueron envolviendo al linyera en una atmósfera de esperanza de “otro” mundo:

“ Pan de mi destierro,
luz de mi prisión... ”

“...en el crudo invierno...”

“ ...en este valle de lágrimas...”

“... basta de engaños..”


“ ...quiero pasar mi vida en el santuario
aunque ella deba ser pobre y oscura...”

26
Todo un concierto que hoy me suena como una verdadera marcha fúnebre...¡Qué no sería
para un pobre infeliz de doce o trece años!

¡jugar!

¿Olvidar algo más? Sí, olvidar el juego, cambiar el “juego alegre” por el “juego tortura”,
cambiar la diversión por el trabajo forzado.

¿Hay algo más expresivo de la libertad del ser humano? Divertirse por que sí... porque te
gusta... te da placer... Compartir con alguien tu estado de ánimo pleno de vitalidad y
bienestar... Sin competir ni por dinero ni por ambición. Solo “por juego”.

Jugar siempre me había gustado hasta entonces. Con quien o quienes yo elegía. Cuando
yo elegía. Donde yo elegía. Por el tiempo que yo elegía. Por pura diversión.

Pero... al segundo día... después de cruzar el portal del olvido, saliendo del comedor
después del almuerzo (¡un guiso horrible!):

27
- A ver, vos, el nuevo, no te quedes ahí parado.
- Estoy mirando...
- No hay que mirar...hay que moverse... hay que jugar...
- ¡¿Qué?!
- El juego es obligatorio. No se puede estar quieto.
- ¿Jugar es una obligación?
- Por supuesto
- Iba a charlar con mis nuevos compañeros....
- Nada de charlar... hay que moverse... hay que jugar...
- Y si no tengo ganas...
- Las ganas no interesan... Se juega y basta...
- ¿Con quiénes?
- A ver...
- ¿Puedo elegir?
- ¿Cómo se te ocurre? Vos te incorporás al grupo de los medianos.
- ¿Cuál es?
- Este... Aquellos son los mayores... Y aquellos otros, los menores.

Me gustase o no me gustase tenía que jugar. ¿A qué? El grupo decidía, o, por mejor decir,
el cura encargado del grupo tomaba la decisión. Entre una serie de juegos, desconocidos
para mí: la bandera, la guerra, la envenenada, la mancha de siete... ¿Fútbol? Una vez por
semana...

Era otro pedacito del mandato divino... Verdaderamente, me resultó espantoso, torturante,
demoledor... ¡Qué horrible!

¡Una palabra tan placentera como juego despojada de todo placer!

Pero es necesario notar algo con respecto a esta palabra maldita. No es maldita ciento por
ciento para el linyera. Es maldita en cuanto asociada a “juego obligatorio” en aquellos años
grises... Por lo demás, el juego como espectáculo deportivo le encanta y le entusiasma, sin
llegar al fanatismo... Si para muchos eso es una “obligación profesional” queda a un lado de
la consideración del linyera. Más aún, la mayoría de sus compañeros en aquellos años se
divertían muchísimo jugando. El linyera era algo especial en este punto. Era tan celoso de
su libertad que esa imposición le resultaba agobiante. Por otra parte, también es cierto que
si el linyera es un entusiasta espectador y bastante conocedor del mundo deportivo y hasta
de las técnicas y mil detalles de muchos deportes, sin embargo él nunca fue nada hábil para
28
practicar alguno. Siempre, tal vez por eso, prefirió la campana que llamaba al silencio y al
recogimiento para ir a sumergirse en los libros, que la que sonaba para llamar al patio de
juegos. ¿Era la misma campana? No, precisamente, para los oídos del linyera.

“mío”

Mío, tuyo, nuestro... Con un significado muy claro desde tiempo inmemorial en mis
recuerdos. Creo que sabía aplicar estas palabras donde y cuando correspondía... Pero... Pero
¿qué? Hay una de esas palabrejas que siempre fue algo misteriosa. ¿Por qué? ¿Lo sé yo
mismo acaso?

Desde muy pequeño tuve la extraña sensación de que nada era mío. Sentía que esa
palabra la aplicaba inapropiadamente a las cosas a las que otros chicos la aplicaban con
propiedad. Decían “mío” a algo, porque eso era suyo.

El linyera siempre tuvo la sensación de que todo lo que él tenía y usaba era como si fuese
prestado. Nada le faltó. Pero sentía que nada era suyo. Su padre trabajaba en un comercio
de campo para su hermano, tío del linyera, y vivía en una de sus propiedades. Luego el

29
linyera, ya tempranamente sin su madre, fue a vivir con sus abuelos y tías en Buenos Aires.
Más tarde, de chico, entró en una congregación religiosa donde todo era propiedad común.
Si necesitaba un par de medias tenía que pedirlo. Una hojita de afeitar, a pedirla por favor.
Diez centavos para el tranvía, a pedirlos y recibirlos con miradas de disgusto..

Eso lo hizo sentirse como si todo le fuese regalado, o prestado, y él no tuviese nada que
propiamente pudiese decir: es “mío”.

Esa era una parte muy sensible de su libertad coartada que el linyera experimentaba por
todos los costados. Quizás de una manera muy inconsciente. Pero ¿cómo huir? ¿Adónde?
¿Al abismo? ¿Qué había detrás de ese muro sombrío? ¿Había algo?

Esa dependencia económica total, aun en pequeñeces, era solo un símbolo. El linyera no
tenía la menor idea ni siquiera de la palabra “economía”. Lo que el linyera sentía
verdaderamente era mas bien su falta de libertad mental, es decir, su capacidad de pensarlo
todo por sí mismo, sin tener que rendir cuentas a nadie de lo que pensaba, sin sufrir que sus
dudas fuesen siempre rechazadas como tentaciones demoníacas...

Pero todo estaba mezclado en esa imposibilidad de decir “mío”. El día que pudo comprar
una gaseosa con unos centavos ganados como pago de su trabajo, eso le pareció al linyera
un verdadero signo de liberación. Nada más que un símbolo. Pero realmente escondía
muchas cosas insondables, invisibles...

Ciertamente eso que llaman derecho de propiedad es algo muy ficticio y pasajero... No
abarca el mundo de un linyera... Pero, en pequeñas dosis, contribuye a vivir con serenidad
estos días en los que nos manejamos como seres “conscientes”...

palabras demasiado fugaces

Palabras que nunca fueron. Entre las mil cosas que alguna vez pasaron por la cabeza del
linyera están todas aquellas que representan lo que tal vez le hubiera gustado ser en la vida
pero que se quedaron del otro lado de ese muro infranqueable que lo separó muchos años
de la “vida real”.

Incontables fantasías. Deseos ocultos. Ni siquiera fue necesario olvidarlos porque no


llegaron a instalarse.

Boxeador. Jugador de fútbol. Músico. Aviador. Almacenero. Chacarero....Mil y una


fantasías... Todas cosas para las que el linyera no tenía las mínimas condiciones. Fuera de
pensar nunca supo hacer otra cosa.

30
Alguna vez esas sombras pasaron en desfile, allá a lo lejos, como en la caverna de Platón,
como nubes arrastradas desde otros horizontes, sin el menor asidero real. Fueron las
sombras de muchas cosas que realmente nada tuvieron nunca que ver con el linyera real.
Nubes fugaces.

Nubes que pasaron alguna vez por su horizonte mental: boxeador... futbolista... actor
teatral... aviador... músico... Nubes... Nubes... Nubes....Mil nubes...Un millón de nubes...

31
III

SOLILOQUIO

...creyendo dialogar...
...con alguien...
...con Dios...

...era solo mi eco...

solo ecos
De nuevo con lo mismo. Un tema recurrente. Olvidar. Cortar todos los lazos con el
pasado... Ya lo dije. Era la orden de Dios. ¿De Dios?

Me costó entender, poco a poco, que esa no era una orden de Dios. Era solo una orden de
los que se atribuían el oficio de representantes y voceros suyos.

Una vez con la mente presuntamente vacía el linyera comenzó a discurrir.

D + I + O + S. Una suma de cuatro letras en nuestra lengua. Pueden ser más o menos en
otras. Letras. Palabras.

En sus largas horas de meditación en esos viajes interminables el linyera soportó más de
un ataque de misticismo. Quería encontrarse con Dios, con el Ser Supremo... No sabía

32
quién era. No lo conocía. No había pedido audiencia. No tenía tarjeta de presentación.... Le
habían prometido encontrarlo... Lo buscó...Lo buscó... Y cada vez lo sentía más lejos...
Buscaba apasionadamente un éxtasis que lo dejase en contacto perfecto con ese ser, con
“eso”... Buscaba una especie de orgasmo espiritual... Las palabras estaban de sobra...

- ¿Estás ahí?
- Sí...te estaba aguardando...
- ¿Me conoces?
- Desde siempre... Yo te hice...
- ¿Y a mis padres?
- También yo los hice... Y a los padres de tus padres... Y a todo el mundo... El universo
es la obra de mis manos...
- ¿Por qué no te veo?
- Soy invisible, pero estoy, a tu lado, dentro de ti, en todas partes...
- Si estuvieras conmigo, no me sentiría tan solo...
- Estoy contigo. Siempre estaré contigo si me eres fiel... si eres puro... si amas a todos...
pero, sobre todo, si eres siempre mi posesión exclusiva...
- ¿Cómo estoy seguro de que es tu voz la que me habla?
- Mi voz es la voz de tus superiores...
- ¡Qué paz me dan tus palabras! Pero a veces ¡es tan difícil creer que sus palabras son
tu palabra!
- Siempre estarás seguro a mi lado...Y cuanto más sufras más estarás seguro de que
estoy contigo...
- Dame todo el sufrimiento que quieras...
- ..................................................................
- ..................................................................

Pero no había ningún interlocutor... Era yo mismo el que me contestaba... Tardé en


comprenderlo... ¡Era tan lindo dejarse engañar!

También era lindo que alguien muy poderoso, todopoderoso, te escuchara (¿dónde?) y te
pudiera ayudar (¿cómo?) y estar junto a vos (¿sin verlo?) y caminar juntos (¿al mismo
paso?). Todo eso al linyera le pareció lindo por un tiempo... Pero pronto vio que seguía
estando solo, sin oídos que lo escuchasen por más que intentase gritar... Los que decían
representar a ese ser invisible no le servían de nada... Podían entretenerlo un rato y hacerle
pasar el tiempo, pero nunca le señalaban el camino más oportuno ni resolvían sus dudas...

33
El linyera seguía estando solo, hablando solo, caminando solo su camino por las vías...
Envuelto en el misterio de su existencia propia y la del universo. Si a ese misterio se lo
quiere designar con una palabra, deja de ser misterio, pasa a ser una creación de quien lo
nombra, pensaba ingenuamente el linyera ignorante...

Seguir andando...

nada regresa: palabras rimadas

Cada minuto es como un flash en la vida del linyera. Algunos quedan atrapados en la
memoria. Otros se van para siempre. Algunos quieren volver. Nunca son los mismos. Algo
siempre ha cambiado. En el modo de sentirlos. Siempre hay un componente distinto.

Una manera que encontró el linyera (nada original, por cierto) de tener como atrapados
ciertos flashes (unos pocos entre millones) fue ponerlos en forma de rimas para poder
rescatarlos en otro momento, quizás hasta con música, y así revivirlos.

En este diario el linyera las llama palabras rimadas.. Son musicales o, al menos, así le
parecen a él. Así las sintió en su momento, Algo nostálgicas, pero gratas. Nunca tristes. El

34
linyera jamás se arrepiente de nada de lo vivido. Lo vivido, vivido está. Es parte de su
experiencia.

Las palabras rimadas son simplemente sentimientos puestos en verso en alguna ocasión
especial. Ciertamente no están todas las que deberían estar. Ni siquiera las que aquí se
incluyen ilustran los momentos más importantes de la vida del linyera. Son como flores
sueltas robadas al azar aquí y allá. Flores silvestres. No demasiado cultivadas. Pero para el
linyera, tal vez solo para él, conservan su aroma y vuelve a sentir con gusto ese aroma,
aunque sea un poco vulgar y sin refinamiento

Una noche, acurrucado bajo un quebracho solitario, junto a otros dos ocasionales
compañeros de marcha, frente a un tren parado en las vías, tomando unos mates, se puso a
contarles, canturriando entre dientes, algunos de los versos más ingenuos que había escrito
en sus ratos de ocio...

Gotán mistongo (al cumplir 76 años)

¡Cómo te me piantás, tiempo fulero!


No he podido jamás echarte un pial.
Me chapaste ahí nomás como aguacero
Y me clavaste tu ilusión fatal.

¡Cómo te me piantás! ¡Te me piantás!

¡Pucha, qué cosas lindas que me diste!


Hoy las quiero agarrar y ¿dónde están?
Chamuyame a mí solo ¿qué me hiciste?
Pensé que las tenía y ya no están.

¡Cómo te me piantás! ¡Te me piantás!

¿Qué karma es este karma de soñar?


Pero soñar es lindo ¡qué carajo!
Sin sueños ¿quién pudiera caminar?
La vista arriba y tropezando abajo.

¡Cómo te me piantás! ¡Te me piantás!

Gracias, che tiempo, por lo que me has dao,


Muchas más cosas lindas que jodidas.
Me voy, tiempo, con vos, ya estoy jugao,
Y tus güeyas en mí no están perdidas.

¡Cómo te me piantás! ¡Te me piantás!

35
........................................................................
................

En los años de seminario, terminados sus estudios de filosofía y magisterio, el linyera


siguió siendo profesor en lo que más sabía: latín. Había numerosos aspectos de la vida en
esa institución que, sin saber por qué, no le gustaban. O, por mejor decir, los detestaba.
Esos aspectos hubieran sido suficientes para que hiciera sus valijas. Pero no, tenía como un
mandato superior que le impedía tomar esa decisión. Además, era como un salto a la nada.
¿Qué había detrás de esas paredes? No existía para él otro mundo más que ese.

Ya el ángel travieso le había hecho ver muchas cosas que no le gustaban. Que no le
gustaban para nada. Que le daban náuseas. Cerraba los ojos para los sufrimientos propios y
trataba en la medida de lo posible de hacerle menos gravosa la vida a los seminaristas
menores, sus alumnos. Casi se hacía cómplice de ellos en materia de disciplina,
disimulando lo que para los “superiores” eran faltas importantes.

A veces también se permitía alguna chanza con respecto a la exagerada severidad en la


disciplina. Eran tiempos duros. Una vez le escribió al encargado de la disciplina.

Disciplina y orden

Cuando asomás por la estancia,


La hacienda se amansa tuita.
Cuando de una miradita
Ispecionás el ganao,
Hasta el toro más alzao
Se vuelve un bicho bolita.
........................................................................
................
A veces, siendo estudiante superior, con tal de romper la pesada rutina, se enganchaba en
cualquier cosa. Un verano lo mandaron a Tierra del Fuego, cuando todavía era un territorio
despoblado. En aquel tiempo el verano era tiempo de clases. Las vacaciones eran en
invierno. Tuvo que suplir a un maestro, en la escuela religiosa, apartado por sospechas de
pedofilia. No le habían dicho nada. No fue fácil. Además de dar clase tuvo que realizar
diversas tareas durante la esquila. Todo poético pero duro. Una experiencia muy fuerte. Sin
embargo, se encariñó. Se encariñó mucho. Al irse se despidió con unos versos que
terminaban así:

36
.......................................
.......................................
Y en estos mares australes
Do la inmensidad anida
Y en el gran mar de la vida
De la juventud fueguina,
Sea la escuela una divina
Antorcha siempre encendida.

........................................................................
................

En momentos de vacío mental.

¿Dónde? ¿Cuándo?

Hoy...
Ayer...
Siempre...
Nunca...
Antes...
Después...
Mañana...
Nunca...
La semana que viene...
Nunca...
Siempre...
El mes que viene...
Nunca...
El año que viene...
Nunca...
En cualquier momento...

En mi pieza...
En el aire...
Sobre el pasto...
Sobre la arena...
En el agua...
Bajo un árbol...
Frente a la compu...
Sobre un tren...
Bajo la tierra...

37
Solo...
Con alguien...
¿Soy alguien?...
¿Fui alguien?...
¿Soy algo?...
¿Fui algo?...
¿Seré algo?...

Sociedad...
¿Qué es eso?...
¿Algo distinto del mundo
total?...
¿Del universo?...

Flotar...
Flotar...
Flotar...
Mansamentre...
Suavemente...
Junto a unos pocos seres...
Seres queridos...
Muy queridos...
Que son...
Que fueron...
Que serán...
Siempre...
Una sola cosa...
Conmigo...
Con el mundo...
Con el mundo mío...
........................................................................
................

Recordando a su hija ausente.

FUE EN ESPARREGUERA

Ni lejos ni cerca...

38
No tiene distancias
Un alma que encierra
A su mundo dentro.

Fue en Esparreguera,
Ni lejos, ni cerca.
No tiene distancias
Un alma que encierra
A su mundo dentro.

Allí hizo su nido,


Un nido de estrellas.
Ni lejos, ni cerca.
No tiene distancias
Un alma que encierra
A su mundo en ella.

Fue en Esparreguera,
Ni cerca ni lejos,
En la vieja España,
Lar de los abuelos.
Nido de cariño,
Con todos sus sueños,
Allí bien guardados,
Ni lejos ni cerca,
En Esparreguera.

........................................................................
...........
El linyera se despidió con una canción prestada y que siempre, desde niño, había guardo
muy adentro del corazón. Representa muy adecuadamente su filosofía de vida:

“Linyera soy,
corro el mundo y no sé donde voy.
Linyera soy,
lo que gano lo gasto o lo doy.
No sé llorar
ni en la vida deseo triunfar.
No tengo norte,
no tengo guía,
para mí todo es igual.”

39
IV

40
LAS 24 HORAS DEL LINYERA
en las vías
muertas

días largos...
noches cortas...

horas largas...
horas cortas...

minuto tras minuto...


segundo tras segundo...

el sol sale...el sol se pone...

Los días se repiten... Astronómicamente. Empiezan y terminan. En esos años de vida que
fueron de estudio y “formación” (así se le llamaba a una educación igualadora, que lo que
menos tenía en cuenta eran mis más íntimos deseos y aspiraciones) los días pasaban y
pasaban mientras el linyera “se formaba”. ¿Para qué? ¿Lo sabía él? ¿Lo sabía alguien? A él
nunca le preguntaron. Se suponía que aceptaba todo lo que le fuera impuesto y/o
recomendado. En nombre de Dios.

Los días se repiten... Pasan... Pasan... El sol sale... el sol se pone... el sol sale...el sol se
pone...

41
¿Se llama eso rutina? ¿Monotonía? Pero en el fondo del alma del linyera algo seguía
deslizándose misteriosamente. Sin que él mismo supiera a ciencia cierta que esa corriente
subterránea y sutil existía allí, muy en el fondo... Pero existía. Poco a poco se iría haciendo
más caudalosa. Hasta que se convirtió en un torrente incontenible, hasta que un día, pleno
de luz, de sol y de flores....el linyera comenzó a vivir “su” vida, espontánea, auténtica, sin
otro misterio que el misterio intrínseco a la vida de todo ser humano... Sin cortinas de
acero adicionales... El linyera se convirtió en un ser humano, dejando su apariencia de
robot. ¡Cuánto le costó descubrirlo!

Para eso debió el sol salir muchas veces y ponerse muchas veces...

Pasaron días... pasaron mañanas... pasaron tardes...pasaron noches...

Tal vez algo muy, muy importante y decisivo fueron las noches. Por eso el linyera en su
diario les va a dedicar un espacio particular.

amaneceres

Una característica inconfundible de numerosos amaneceres, por no decir de casi todos,


especialmente durante los largos períodos de vías muertas fue la siguiente: in-cer-ti-dum-
bre.

Despertar...¿Para qué? ¿No era más lindo seguir soñando dormido? Soñar despierto no es
tan romántico, aunque a veces parezca lo contrario.

Un rayito de luz... Un poco de agua fría en la cara... Una rastrillada rápida al escaso
pelo... y... a la rutina... hasta que algún pequeño hecho inesperado traiga una gotita de
novedad...

Todo amanecer parecía traer una gotita de esperanza. ¿De qué? De esperanza. Incierta,
pero esperanza al fin.

Hoy todo cambió. En cada amanecer, el linyera puede decir con Marcela Morelo “tengo
una rumba en mí, que amarra los versos de mi esperanza”. Pero para eso debieron
amanecer muchos amaneceres...

mañanas
En general, serenas. Activas. Prácticas religiosas. Trabajo. Estudio / docencia. El linyera
gastaba toda su energía y pensaba poco.

42
mediodías

Por todo el tiempo del encierro del linyera en el seminario (o “casa de formación” como
preferían llamarlo) los mediodías fueron las horas más duras y plomizas. Horas largas.
Horas de tortura. No exagero. Verdadera tortura. Hecha un poco más leve solo por el
acostumbramiento.

Un almuerzo en “comunidad”. Comida ni demasiado buena ni demasiado mala. De


cuartel. En silencio. Oyendo lecturas generalmente insulsas, pesadas. Un ratito muy breve
de conversación con compañeros, no elegidos sino impuestos por las autoridades en la
distribución mensual de lugares.

Después de eso, lo peor, lo absolutamente peor, lo mortificante y desgraciado: el juego...


¡el juego! Sí. Lo horrible. El juego obligatorio, obligatorio, obligatorio... Sin atenuantes.
¡A jugar! Era como la voz del clarín llamando a la carga con el pecho al aire para recibir
algún afortunado lanzazo que pusiera fin a esa carrera loca.

Pero no... A cumplir la penitencia... De jugar, jugar y jugar, porque así estaba ordenado.
El linyera no tenía que tener oportunidad de pensar y ocurrírsele que había otro mundo
detrás de esas paredes. Quizás otro compañero podía estar pensando como él y si
intercambiaban opiniones, se les iban a ir abriendo los ojos... Por eso, jugar, jugar y no
juntarse ni un minuto a charlar con nadie...

tardes

Siempre con algo de romanticismo. En general, una parte del día bastante agradable..
Posibilidad de leer, de estudiar... De vivir a solas en su mundo interior. De mirar de vez en
cuando ese cielo con los últimos resplandores rojizos. Una extraña nostalgia. ¿De qué?
Algo indefinido. Otro día que se va sin saber adónde.

Se acababa otro día... Otro montón de oportunidades no aprovechadas... ¿Para qué? Ese
era el enigma.

43
noches
Sucesión interminable. En el mundo astronómico. Y en el mundo mental del linyera. Pero
no hay coincidencia. Las noches mentales no ocurrieron durante las noches del planeta
tierra. Ni los días durante sus días. A vces los días fueron noches y las noches días....

En realidad el linyera contaría mejor su tiempo por noches que por días... Como los
viejos anglosajones. De día hay menos tiempo para soñar.

Tal vez las noches fueron las que jugaron un papel decisivo en la vida futura del linyera.
Soñar, soñar, soñar....

44
El sueño siempre el mismo: libertad, libertad... ¿Qué era eso? No lo podía definir....
Cuando niño el linyera era libre solo relativamente... Una libertad limitada por los seres
queridos que lo cuidaban ...pero era feliz... Ahora, ya grande, sentía una necesidad
imperiosa de ser libre...libre.. libre... De no jugar si no quería jugar... De no jugar al fútbol
si quería jugar al básquet... De no ir a la cama si quería seguir leyendo a Virgilio...

Noches y días... y más noches y más días... El día, con su trajinar, más grato o menos
grato... La mente trabaja menos. Se descarga por los pies, las manos o la boca.

La noche. Solas la mente y la almohada. Un largo soñar. Sin interrupciones.

Misteriosamente las noches parecen haber señalado una continuidad mayor en el andar
del linyera que los días... Los días. con mil incidencias, insignificantes o no, es como si
quisieran ir cortando el camino en pedacitos...

por cuatro días locos...


“...Por cuatro días locos que vamos a vivir... Por cuatro días locos te tenés que
divertir...” Repetido una y otra vez, mil veces...toda la noche...

Fue una vez en Morón...Verano... Mucho calor...Ventanas abiertas... Aire caliente... Un


dormitorio largo y angosto, como una cuadra de cuartel, común para unos treinta novicios.
El linyera era novicio por esos días, es decir, estaba en una etapa considerada crucial en la
senda de la vida religiosa... algo así como un umbral... (bien de tipo medieval).

Los sones alegres provenían de un night-club al otro lado del Camino de Cintura, no tan
cargado de construcciones en sus márgenes como se lo ve hoy. Muchas quintas y mucho
verdor.

Esa noche, también cargada de mosquitos y de insomnio, la mente del linyera vagaba en
un mar de serenidad y calma. Esos cantos, ininterrumpidos, le cayeron de golpe y le
resultaron enormemente alegres. ¡Qué lindo estar ahí! ¡Envuelto en esa atmósfera de
bullicio y expansión desatada!

¡Poder volar y transportarse en una nube sobre esos doscientos metros de frutales y caer
al otro lado del camino en ese oasis de jolgorio! ¡Ser libre como los pájaros! ¡Volar!
¡Volar! En medio de la noche tibia.

Ni vino el sueño ni se fueron los mosquitos. Se apagó la música. Y el linyera volvió a la


rutina de una vía muerta. Es decir, moverse, como un zombi, entre mil actividades una más
aburrida que otra, algunas desagradables.... mientras su mente seguía durmiendo sobre el
vagón detenido, escuchando, cada vez más lejanos, esos ecos: “...Por cuatro días locos...”

45
¿Y si rompía los barrotes de la jaula y me largaba? ¿Adónde? No había ningún camino.
Yo mismo los había cerrado. Como un imbécil.... ¡Qué boludo! Romper los barrotes era
caer directamente en un suicidio. Como mi padre... Y condenarlo a él para siempre al
infierno, como me había dicho el cura director aquella vez... Ya lo conté.

“...Por cuatro días locos que vamos a vivir...Por cuatro días locos que vamos a
vivir...Por cuatro días locos, te tenés que divertir...Por cuatro días locos, te tenés que
divertir..”

Y siguieron los días rutinarios y las noches tibias con su música real o soñada...

Y una libertad soñada pero considerada imposible. Como pensar en volar por mis propios
medios hasta Urano o Plutón.... Al menos, en aquel entonces...

casi (oportunidad perdida)


Buenos Aires. Avenida Callao. Nº......... Una placa con un apellido francés.

- Buenos días.
- Buenos días, doctor.
- Usted viene de parte del Padre..............
- Sí, doctor. Y me entregó este sobre para usted.

46
- A ver, a ver... “Joven muy inteligente, pero que...” ¿Joven muy inteligente? No
parece. .. Con esa cara de idiota...
- Buenos días, doctor, vuelvo en otro momento...

La entrevista terminó allí. El linyera se retiró del consultorio psiquiátrico y, por supuesto,
nunca más regresó. Una oportunidad abortada en el camino hacia la libertad.

El cura maestro de novicios, en Morón, más o menos por el tiempo de las noches llenas
del canto de los “Cuatro días locos...” había tenido una conversación con el linyera.

- ¿Qué te pasa?
- Nada especial.
- En cuanto al estudio no hay nada que decir. Perfecto
- Me gusta saber y me resulta fácil.
- En cuanto a conducta hay largos días en que sos el más observante de todos. Ni una
pequeña falta... Pero de vez en cuando es como si el demonio se te metiera adentro
y cometés toda clase de transgresiones, sin importarte nada de nada. ¿Qué te pasa en
esos momentos?
- No sé.
- ........................................
- ........................................
- Mirá, te voy a mandar a un psiquiatra amigo. Charlá con él y contale tus cosas. Tal
vez te pueda ayudar.

Escribió unas líneas y las puso en un sobre cerrado. Me moría de curiosidad pero no lo
abrí El día indicado para la consulta fui a ver al doctor.

Sucedió lo que sucedió. La frontalidad del profesional y la susceptibilidad del linyera


tiraron por la borda la posibilidad de una conversación que tal vez le hubiera revelado al
linyera la existencia de motivaciones ocultas en sus acciones transgresoras, quizás de
muchos deseos inconscientes, quizás... Pero todo terminó allí y, sin comunicación , el
linyera tardó muchos años en poder encontrar por sí solo el camino hacia la libertad. Solo
intentaba más y más evasiones, simples evasiones, nunca el verdadero camino...

¡Y la salida verdadera había estado tan cerca!

47
V
48
RAFAGA MALDITA

un infierno silencioso...

una vía muerta, pero muerta

En el viaje de un linyera, ya lo hemos constatado, puede suceder cualquier cosa.. A veces,


mientras merodea por los alrededores de alguna estación, no se informa bien acerca del
destino del tren que está por salir y puede llegar a caer en una vía muerta por un largo
tiempo. Piensa que ese es su destino... ¿De qué vale protestar? El destino es incontrolable.
Más vale seguirlo y no resistirse. Sería inútil. Además, a veces, cualquier trayecto puede
traerle cosas interesantes, aunque se trate de una vía muerta....

49
Vía muerta. En un doble sentido. Para el tren, porque allí queda detenido a la espera quién
sabe qué. Para el linyera, porque se ve privado por... días... semanas.. .meses... años... de
por lo menos la variedad de un paisaje cambiante.

Pero el tiempo transcurre. Por fuera y por dentro.

Hubo más de un tramo, para el linyera, en “vía muerta”. Pero hubo una vía muerta
especialmente cargada de palabras imborrables en su mente. Fue en la etapa adolescente y
tal hasta de primera juventud de su vida. Muy fecunda en este diccionario negro. No son
palabras marcadas, como las del “diario de un linyera de alma”. No tienen fecha y sitio
señalados para su entrada. Fueron haciéndose camino de a poco y continuamente. Se
metieron muy adentro, cavando nichos profundos, como pesadas piedras en el fondo del
océano.

Muchas entraron sin ser notadas. Se colaron como fantasmas. Algunas, cuando se dio
cuenta, ya estaban dentro desde hacía mucho. Son demasiado comunes para haber sido
ignoradas. Allí estaban. Primeramente como una pequeña piedra. Luego esta piedra se hizo
más grande. Luego sobrevino una acumulación de piedras, una sobre otra. Piedras negras,
pesadas, irremovibles, pesando sobre los hombros, como la de Sísifo. ¡A cargarlas cada día!

Esta es, probablemente, la sección del Diario del linyera con más carga de subjetividad.
Es decir, subjetivo es necesariamente todo en un diario personal, pero muchas de las
entradas son tal vez coincidentes con las de los diarios de muchos otros humanos, linyeras o
no. Pero este listado de palabras malditas ha de ser, sin duda, algo no diré exclusivo, pero
quizás no demasiado compartido por otros.

palabras ¿malditas?

¡Pobres palabras! ¡Qué culpa tendrán! ¿Qué extraños vientos de mi vida las habrán
metido en ese bolso negro, negro de lo maldito? Están en el bolso de las palabras que me
repugnan, de las palabras que odio, de las palabras que no quiero ver ni oír...¿Por qué?
¿Hay alguna razón? Es bastante inútil querer buscar razones en los sentimientos, menos
aún en los de un linyera.

50
Siempre tuve una cierta vocación lingüística. No en el sentido técnico del término. La
lingüística en el sentido técnico (ya que sería probablemente demasiado llamarlo “sentido
científico”) lo quise abordar alguna vez y, ciertamente, me decepcionó. Incursioné en ella
como “freelancer” y hasta me pude sentir codo a codo con los profesionales en alguna
ocasión... No es lo que yo buscaba. Menos todavía la “filosofía del lenguaje”.
Especulaciones generalmente, al menos para mí, vacías. Simples sustitutos de sustitutos de
sustitutos ad infinitum.

Pero hay una realidad detrás de las palabras. O al menos es algo que yo percibo como tal.
Esa realidad, sin embargo, es fundamentalmente para mi mente (tal vez no para mi
corazón) solo un mundo de palabras. El mundo verbal fue y es mi mundo. El que entiendo.
En el que me muevo. En el que puedo razonar En el que siento. En el que sueño. En el que
vivo.

Palabras marcadas fue la evidencia de la influencia de ese mundo verbal en el período


verdaderamente formativo más intenso de los primeros años de mi vida. Palabras malditas
marca otro costado. No hay palabras malditas en el período temporal de mi vida que
corresponde a palabras marcadas. En esos años parece que no hubo ninguna palabra para
poner en el bolso negro. Toda la realidad era más bien neutra...

Las palabras malditas se incorporaron más tarde. En un período que tiene un principio y
un fin también temporales. El período de mis años de seminario, una especie de prisión, o
destierro, aceptado y hasta buscado libremente pero resistido inconscientemente desde lo
más hondo de mi ser. No es que todo fuese malo, feo, maldito...Hubo ráfagas de placer y
alegría... De otro modo no me hubiese costado tanto abandonar esa “jaula dorada”. Pero
hay un montón de palabras que son como mojones negros en ese camino que se fueron
metiendo y metiendo como señales de alarma, como bombas de tiempo.

Es lo cierto que lo que me molesta son las palabras mismas, no su presunto contenido. Es
un hecho que si las encuentro en otro idioma, con el mismo contenido, no me molestan

“Maldito,” por supuesto, es una metáfora. No es que algún poder superior las haya
destinado a que yo las odie. Además, ¿qué les puede importar mi odio? ¡Hay tantos
millones que las aman! ¿O será precisamente por eso, porque lo que le gusta a la mayoría
tiende a disgustarme a mí? Tal vez...

Puede ser que haya mejores términos para definir lo que entiendo por malditas. Por
ejemplo, odiosas, repugnantes, malolientes, desagradables, sucias, asquerosas, podridas, de
mierda..... No son eso las palabras en sí mismas sino por las reacciones emocionales que
provocan en mí...

Un detalle importante a tener en cuenta antes de empezar con el listado es que las
palabras que aquí señalo me disgustan, debo insistir, por los ecos emocionales que
despiertan en mí. y no por la realidad de la que son referentes... Esas realidades a veces
hasta pueden gustarme mucho si se me presentan con otra etiqueta. Me repugnan algunas
palabras con que se las designa, no las realidades bajo ellas. Otras veces hay realidades que
me repugnan, pero no las palabras que las señalan, que me resultan indiferentes en sí
51
mismas. Tal vez haya sido el martilleo incesante de algunas palabras sobre mis oídos lo
que despertó mi hartazgo y mi odio.

En general, el listado está fundamentalmente circunscripto, lo repito, a un cierto período


de mi vida.. Puedo decir que las palabras malditas, todas ellas, tienen que ver,
generalizando, con lo que marca una restricción a mi libertad individual, una libertad de la
que yo podía haber tenido la llave pero que por largo tiempo estuve completamente ciego
para encontrar aunque la estuviese buscando desde los más profundo de mis vísceras
inconscientes.

En realidad hoy, tras haber corrido años y años, esas palabras ya no lo lastiman al linyera
ni lo hacen reaccionar con enojo. Son solo cicatrices. No se ha hecho cirugía estética
reparadora y allí están, como en aquellos viejos tiempos. Pero ya no lastiman. No duelen.
Son solo cicatrices. Al linyera no le gusta oír esas palabras. Simplemente no le agradan.
Pero ya no lo hacen sufrir. Le arrancan, tal vez, una sonrisa burlona...

Sin más palabras inútiles, aquí van las principales entre las que son, o al menos fueron
para mí, palabras malditas.

obediencia

Es posible que esta sea para más de uno de los lectores de este diario una palabra sagrada,
bendita, o casi. Es posible, quizás, que sea la palabra que hizo grande y poderoso a más de
un imperio. Es posible que más de una institución realmente eficiente lo haya sido gracias a
ella. El mundo tiene su historia. Yo registro la mía. Mis vivencias. Cómo sentí cada
acontecimiento, grande o pequeño, que tuvo lugar a mi alrededor. Cómo repercutieron en
mis acciones, ideas y sentimientos cada una de esas circunstancias y cómo influyeron
luego en mi marcha futura (exterior o interior). Solo hablo de mí mismo.

En mi hogar, con todas las alternativas ocurridas durante la infancia del linyera, de las
que dio cuenta en la primera parte de su Diario, nunca había oído esa palabra, y
ciertamente todo marchaba bastante bien, tal vez muy bien, con esa inevitable niebla de

52
incertidumbre en una mente infantil. Creo que tampoco había oído esa palabra en mis
primeros años en la escuela, o, al menos, no le había prestado atención.

Elijo aquí la palabra obediencia como la primera palabra maldita que voy a registrar en
mi diario. Palabra horrible para mí. Condensa casi todo lo que el linyera odia. ¿Horrible?
Sí, horrible. Hacer lo que te mandan. Sin un previo acuerdo. Porque sí. Sin ningún análisis.
Sin la menor consulta. Sin convicción. Tomando la palabra del que cree tener autoridad
sobre los demás. . Autoridad que le delega una institución, a la que se la delega otra
institución, y a esta otra, y a esta otra...Yo ¿qué tengo que ver con lo que ellos se creen?
¿Y mi libertad? ¿Mi pequeño yo? ¿ “Mi” vida ; lo único que es realmente mío?

Creo que hubo un tiempo en que esa palabra no me molestaba tanto. Era como otra
cualquiera La tragaba sin darme cuenta y obraba con cierta naturalidad bajo esa oscura
sombrilla. Pero un día, no puedo decir cuándo, la varita del ángel comenzó a actuar en mi
mente. Me desperté poquito a poquito a la realidad. Fui abriendo los ojos. Advertí que lo
que muchas veces se me ordenaba iba en contra de mi orden mental, o de mis deseos, o de
mis intereses. Eso, al margen del modo en el que se me dieran las indicaciones: con
altanería, groseramente, con suavidad, con buena o torcida intención...

El ángel con su varita me fue haciendo ver también algunos pequeños detalles: los que
daban las órdenes casi nunca hacían ellos mismos lo que ordenaban a los demás. ¡Muy
interesante! Y, observando bien, caí en la cuenta de que eso era lo corriente...

Otros detalles fueron gradualmente cayendo dentro del campo de la mirada del linyera,
ahora cada vez más despierta. Esos detalles consistían en lo siguiente. Al linyera
lentamente le habían ido presentando un cuadro de lo que puede hacerse, de lo que debe
hacerse, de lo que no debe hacerse...un cuadro de normas (llamémoslas éticas). Resultaba
que en más de una ocasión los mismos que me habían inculcado esas normas, me invitaban,
o mejor, me exigían transgredirlas en nombre de la obediencia. En alguna ocasión el
linyera tuvo sus dudas y se presentó a alguna instancia superior para denunciar ese
conflicto de “conciencia”.

- Hijo, si tus superiores te ordenan hacer algo, tú no debes analizar. Haz lo que te
ordenan. Esa es la voluntad de Dios. Eso se me dijo oficialmente.
- ¿Y si eso es algo malo?
- La voluntad de Dios nunca puede ordenar algo malo. A ti te puede parecer malo
porque tu vista no alcanza a ver más allá.
- Lo que le acabo de decir me parece realmente malo. Es estafar al estado.
- Tus superiores ven más allá y saben que no es malo.
- ¿En serio?
- Haz lo que te dicen. Obedece. Dios estará contigo.

53
No quedé muy convencido. Pero un representante de Dios no podía ser un sinvergüenza
cualquiera...
...................................................................................................................................................

El ángel seguía trabajando con su varita:

- No te dejes engañar. Son cínicos. Cuando te hablan de obediencia es porque no


tienen razón. Solo buscan sus intereses, especialmente económicos.

Obediencia, obediencia, obediencia... ¡Qué asco! Obediencia, obediencia, obediencia...


¡Qué palabra maldita!

En forma lenta, pero continua, la palabra maldita se fue clavando más y más en mi mente
de tal forma que su sola aparición ya produce en los ojos o los oídos del linyera una
sensación de náusea. ¡Qué porquería! ¡Qué enorme esfuerzo intelectual tiene, a veces, que
hacer el linyera para admitirla en un discurso académico en un sentido lo más neutro
posible, despojándola de ese contexto infecto en que nació para él!

solidaridad

Empiezo con una disculpa. Es muy sincera. Es para todos aquellos que en nombre de la
solidaridad hacen hoy cosas maravillosas por los demás. Los aplaudo. Y, cuando puedo y
como puedo, colaboro con ellos Pero me tapo los oídos para no oír esa palabra.

¿Por qué odio esta palabra? ¡Qué se yo! En sí parecería alentar un sentimiento social
positivo. Hoy está de moda. Todo se pide en nombre de la solidaridad. A muchas personas
que conozco las impulsa a brindarse con generosidad hacia los demás. Pero muchos,
muchísimos de los que la usan (a veces muy a menudo) ¡son tan hipócritas!... Son cínicos.
Predican una cosa y hacen lo contrario. El que me viene con el libreto de la solidaridad ya
me cae mal. Me gustaría verlo en acciones solidarias sin predicarlo. Si escucho esa palabra

54
por la TV inmediatamente hago “zapping”, en forma casi automática. . En general rechazo
todo aquello que se me quiere imponer, aunque más no sea que por la vía del consejo. Por
eso no quise nunca la escuela ni el catecismo. Quiero guiarme solo por mi instinto, no por
un sentimiento de “deber”, con el consiguiente remordimiento si no lo hago. Me gusta
encontrarme con gente solidaria, pero, por favor, si se me acercan, que no traigan el
cartelito puesto en la frente y menos en los labios.

Si viene alguien a la puerta y me dice: “¿Quiere ayudar a que cincuenta chicos


indigentes tengan un plato de comida ?” “Como no, con mucho gusto”, respondo al
instante. Si alguien viene y exclama: “Sea solidario; ayude al comedor XX”. Eso ya me
cae mal. Ni digamos cuando, en nombre de una supuesta solidaridad, es el gobierno el que
demanda contribuciones.

¿Quién tiene autoridad para interpretar lo que otros necesitan y pretenden imponerme la
“obligación” de ser “solidario”? El verdadero solidario lo es sin saber que está haciendo
“solidaridad”.

caridad

Va de la mano con solidaridad. Son dos hermanitas. Caridad es más religiosa, remite a
una supuesta virtud teologal. Solidaridad es más secular y, tal vez, más universal. Mi
repugnancia empezó por la caridad y después se pasó a la solidaridad, cuando esta se puso
más de moda.

Me cansó. Me hartó al oírla repetir cien veces al día a mi alrededor para justificar o
estimular todas las relaciones con los demás. Nada era espontáneo. Todo debía obedecer a
un mandato de no sé quién en nombre de una supuesta caridad.

Me empezó a sonar a hipocresía, a falsedad. A veces, a exhibicionismo. Si doy algo es


porque sí, no por caridad. Nadie es menos que yo para que le dé; ni más que yo, para que

55
me dé. Compartimos el aire, compartimos la vida... Compartiremos la tierra... Caridad
sigue conservando su sentido eminentemente religioso. Solidaridad pasó a ser la caridad
laica. Pero es lo mismo. Si doy algo tiene que ser sin darme cuenta. Simplemente por vivir
con otros...

No trago esa palabra. La culpa no la tiene la caridad en sí sino sus predicadores.

comunidad

¿Cuántas veces me machacaron esta palabra en mi pobre cabeza? ¿Cien mil? ¿Un
millón? ¿Mil millones?

Todos iguales... La ropa... El pelo... Los estornudos... Los... Todos juntos al comedor, al
patio, a la iglesia, a los lugares de estudio, al dormitorio...

En las duchas... Un golpe de palmas y ¡desvestirse! Otro golpe de palmas y¡abrir la


canilla! Otro golpe de palmas y ¡a enjabonarse! Otro golpe de palmas y ¡enjuagarse! Otro
más ...¡vestirse! Otro más y...¡salir!

¿Alguien puede imaginar algo más horrible? ¡Espantoso! Y este es solo un ejemplo
bastante inofensivo, entre otros mil.

56
Casi todas las semanas tenía que someterme a oír:

- Domínguez, ¿cómo anduvimos esta semana?


- Bien, padre.
- Sí, bien, pero hay alguna cosita...
- Usted dirá...
- Lo de siempre.
- ¿Qué?
- Usted es un poco raro.
- Tal vez.
- A menudo le gusta comportarse en forma distinta de los demás.
- Hago lo que me parece.
- Eso es lo malo. Estamos en una comunidad. Cuando todos caminan rápido, usted
se empeña en ir despacio...
- ¿Qué mal hay en eso?
- El otro día, en el paseo, comenzó a llover y dí la orden de correr. Todos corrieron.
Usted prefirió mojarse y seguir caminando.
- Era mi gusto.
- Es lo que debe corregir. Usted vive en una comunidad y todos deben obrar de
manera uniforme.
- Voy a tenerlo en cuenta. Gracias.

A la semana siguiente más o menos lo mismo... Cincuenta y dos veces al año... Todos los
viernes.

¡Cómo para no odiar esa palabreja maldita!

57
superiores

(ma che superiori!)


A un paso de la cocina. Un internado. Subsuelo. Cocina, lavadero de platos, el depósito
con los elementos de limpieza (escobas, aserrín, trapos de piso, palas...). Un gran pasillo en
el medio de unos cincuenta metros de largo, con una escalera en cada extremo hacia la
superficie del suelo. A ambos lados del pasillo dos grandes salones. Uno con mesas rústicas
y largos bancos para los pupilos. Otro, con una división interior. Un espacio más grande,
también con largas mesas, pero sillas en lugar de bancos, para estudiantes de cursos más
avanzados. Y, tras esa división, un salón más pequeño, con mesas cubiertas con manteles y
juegos de platos y cubiertos más finos, para los “superiores”

58
Los pupilos eran afectados por turno al servicio de las mesas a la hora de las comidas. En
la cocina, en una de las paredes, había tres ventanillas, frente a las cuales los “servidores”
(o mozos) formaban fila para retirar los platos servidos y alcanzarlos a los comensales. Las
categorías (o “clases”) estaban bien marcadas. Los chicos, los estudiantes avanzados y los
“superiores” (los sacerdotes que formaban la plana directiva del colegio, que era a la vez
seminario).

Yo estaba en la fila de la ventanilla intermedia. Se respetaba un orden para la atención.


Primero, la ventanilla de los “superiores”, luego la de los estudiantes adelantados y, por fin
la de los chicos.

Un buen día habían tomado un empleado nuevo en la cocina. No recuerdo el nombre. Un


italiano de unos cincuenta años. De apariencia más bien rústica. Con rasgos firmes.

- Ma che superiori ni superiori!, gritó enojado, cuando le indicaron que tenía que
servir primero los platos de esa ventanilla y con la comida “especial” que
correspondía.
- Ma che superiori ni superiori!, volvió a repetir enfurecido, primero lo muchachi.
- Pero mire que hay que seguir el orden, le advirtió el jefe de la cocina.
- Lo muchachi, primero, repitió y empezó a servir los platos con la comida
“especial”.

La sorpresa fue de los “muchachos” cuando vieron llegar ante ellos platos “como la
gente”, como los que habían estado acostumbrados a comer cuando estaban en sus hogares.

El conflicto no duró demasiado. Creo. que el buen hombre fue puesto al instante en la
puerta de calle

superior: ¿De dónde? A gatas iguales...y gracias. De chico creo que aceptaba que había
naturalmente quienes mandaban y quienes obedecían... Me parece que tardé bastante
(¡demasiado!) en advertir que quienes mandaban era porque se pensaban que tenían culo
de oro... La “superioridad” me empezó a repugnar...Las primeras experiencias negativas y
profundas las tuve, también en esto, dentro de la vida religiosa... ¡Esos años aciagos!
(¿Realmente aciagos?) Especialmente porque los que proclamaban una superioridad
derivada de los dioses eran, en general, sumamente hipócritas.. Ellos muy bien sabían que
sus órdenes y las reglas que imponían a los demás no estaban inspiradas en los intereses
divinos sino en sus propios intereses. Poco a poco eso se me hizo obvio. ¿Por qué tardé
tanto en darme cuenta? Por cierto que no me hice suicida y seguí haciendo caso a muchas
cosas aunque no acepte que alguien se meta en mis decisiones si yo no lo llamo a darme un
consejo.

Tal vez de pequeño he vivido en una familia no autoritaria (para usar un término que hoy
se puso de moda). En mi infancia todo era muy natural dentro de mi entorno. ..

59
A medida que se generó instintivamente en mí ese rechazo a sentir a alguien superior a mí
es como si el mismo se hubiera ido haciendo más y más firme e intenso día tras día....Si
bien, superficialmente, para sobrevivir, debí adaptarme externamente a la aceptación de
algunos compromisos, como evitar multas, prisión, pérdida de un trabajo... Son los
compromisos que tengo con el león, el tigre y la serpiente... El mejor amigo es el que no se
cree superior a mí... Si dos amigos no se consideran iguales no son amigos...

Por supuesto que todos somos diferentes pero esas diferencias no establecen superioridad
de derechos de ningún tipo.

Hay también algunos otros términos asociados (algunos se pusieron hoy de moda
mediáticamente) que no me gustan ni poco ni mucho:

excelencia

¡Qué asco! Esa palabra tiene un tufillo a superioridad. ¿De qué? ¿En qué? Hoy la han
popularizado en los temas académicos y profesionales... Basta que se cumplan ciertos
parámetros formales y ya algo pasa a ser de excelencia... Ni qué hablar como títulos
aplicados a cualquier número de ambiciosos que escalaron para disfrutar de algún
puestito... “Excelentísimo señor... ” “Santísimo Padre...” “Su Eminencia...” Cuando uno
escucha esas frases y ve el rostro del personaje a quien se las dirigen experimenta, cuando
menos, un ataque violento de risa incontenible... Si es una broma, puede pasar...

esos superlativos

el mejor de...el peor de... ¡Qué asco! ¿Quién se siente capaz de hacer ese juicio? Para
tener que ser desmentido quizás al minuto. Esas valoraciones demedidas siempre me
causaron una muy mala impresión acerca de quienes las emplean....

En general el linyera no cree en las estadísticas demasiado precisas. Casi nunca se siente
comprendido en ellas. Al menos, en las de tipo social o cultural. Las de tipo científico
propiamente dicho (en ciencias duras) son, probablemente, mucho más aproximadas a la
realidad.

60
tercera edad y otras yerbas

¿De dónde sacaron eso? Los eufemismos ofenden. Al idioma y a los destinatarios. Viejos
es lo mejor, más sano y más realista. En todo caso ancianos. ¡Tercera edad! Como si fuera
tercera clase en un ferrocarril... Lo peor de lo peor...

Si se usan los eufemismos en sentido poético, va bien. Cuando se los usa por una fingida
compasión o por pacatería, me repugnan.

Etc., etc., etc., etc.........................

pecado

Una palabra que siempre me sonó desagradable. Desde los días del catecismo. Antes no
la conocía. ¿Por qué tan desagradable? Tal vez porque nunca le encontré explicación. Por
supuesto que la entiendo hoy sin dificultad alguna cuando se la usa en su más simple
sentido etimológico: un tropiezo, una transgresión, un fallo a lo que uno se proponía...
Siempre en un sentido neutro. Eso lo aprendí mucho después. El problema comienza
cuando se interpreta esa transgresión como el quebrantamiento de un precepto impuesto por
alguien.. ¿Por quién? Si se trata del quebrantamiento de una norma aceptada por un grupo
social como una regla de convivencia es algo que estaría dentro de las reglas del juego.
Pero no suele usarse así.

61
Su atribución antonomástica al quebrantamiento de preceptos religiosos es lo que me
empezó a hacer dudar. Desde muy chico. ¿Qué tienen que ver mis transgresiones a
pequeñas o grandes normas de sana convivencia con la ofensa a un poder divino? ¿Ofender
a Dios? Si ni siquiera lo he visto. ¿Atribución malintencionada? ¿Invento perverso?... ¿Para
poder manejar las conciencias por el miedo? Unos pocos se apropian el poder del perdón y
el lavado de las culpas y así manejan las conciencias. Algo de eso hay. Pero no es eso lo
que le repugnó en principio al linyera. Eso ni se le ocurría.

Que la sociedad organizada castigue transgresiones a normas aceptadas por los


integrantes del grupo, me parece bien o, al menos, el mal menor. Pero, más allá... El
linyera, con cierta curiosidad, investigó seriamente el tema en diversas etapas de su vida,
pero, fuera del círculo cerrado de una teología, nada pudo encontrar jamás que le diese
alguna explicación satisfactoria... ¿La hay? El mal... La culpa... Tal vez sea la raíz de todos
los misterios que el hombre encierra en su mente. ¿Por qué intentar explicar lo que está más
allá de su capacidad? ¿Por qué tanta soberbia? ¿Por qué creerse un animal tan superior que
lo puede explicar todo? ¿Por qué no conformarse con las cosas, que sean como son? Nada
es malo ni nada es bueno. Todo simplemente es.

El linyera reconoció muchas veces haber andado caminos que hubiera querido no
recorrer. ¿Se arrepintió? Para nada. Simplemente trató de no volver a andarlos.Jamás sintió
la necesidad de purgar alguna culpa. Lo hecho, hecho está. Si hay algo que reparar, por
supuesto, se rapara. Personalmente, el linyera solo trató de no repetir lo que consideró
errores. Si el castigo se lo aplicaron otros, aguantó la consecuencia de sus actos.

Pero ¿pecado? ¡Una palabra realmente maldita!

sumisión
La sumisión como virtud, como algo noble, como un método hacia una vida santa. ¡Qué
horror! ¡Qué manera de aniquilar el uso de la propia libertad! Eso es bueno para un
ejército. No discuto aquí si un ejército tiene sentido para mí. ¿Fui tan tonto alguna vez para
creer que debía practicar la sumisión? ¿A quiénes? ¡A los superiores! ¿Superiores en qué?
¿Se la creen? ¿Creí alguna vez en la sumisión? Hoy, reflexionando, me parece que debí
practicarla sin creer. en ella. Mis capas superficiales la aceptaban porque me decían que esa
era la voluntad de Dios. Ciertamente no era mi voluntad. Mis capas interiores
(¿inconscientes?) siempre se rebelaron. Si hubiera un Dios ciertamente ese Dios ( y lo sigo
escribiendo con mayúscula, por respeto a tantos buenos creyentes) no se iba a encargar de
ninguna manera en hacerme cumplir órdenes tales como: Haga silencio, rece, medite,
estudie, juegue, báñese, vístase, muévase, no mire eso, camine, cante, comulgue bésele la
mano al superior, cague, orine, coma esa porquería o esa otra...etc, etc., etc.....

62
fe y autoridad
Así, íntimamente unidas.

Tal vez estas palabras sean la síntesis de todas las palabras malditas. No necesariamente
las tengo asociadas con autoritario, hoy de uso cotidiano. Autoritario indica ya un abuso de
la autoridad y creo que le repugna a cualquiera, aunque los que acusan a alguien de
autoritario suelen incurrir en el mismo autoritarismo.

En realidad lo mío es más profundo, mucho más profundo. Me molesta la palabra


autoridad en sí misma. En todos los órdenes.

No le molestan al linyera las palabras que designan los diversos cargos de quienes ejercen
alguna función: presidente, alcalde, concejal, diputado, juez, capataz, papa, mayordomo...

63
Pero no puedo escuchar sin sentir náuseas algo como “el palco de las autoridades” (¿palco
de qué?).

En cuanto a la fe. El linyera entra en el análisis de esta palabra con el máximo de los
respetos. La detesta cuando es hija de la soberbia. ¿La fe, hija de la soberbia? Sí, no
siempre. Hay dos clases de fe. Una es hija de la soberbia y otra es hija de la humildad. A la
primera la odio. A la segunda, la respeto, y mucho. La fe es hija de la soberbia cuando
nace de atribuirle al hombre (atribuirse a sí mismo) una calidad de existencia superior a lo
real. Alguien cree que por ser hombre, por tener un cerebro unos gramos más pesado, es
una criatura superior a todo el universo, con una capacidad de ser dios, de ser Dios, de una
manera o de otra....¡Qué soberbia! ¡Qué ambición! ¡Qué estupidez! Es un depredador más,
incluso de su propia especie, con enormes capacidades para serlo y que se las disimula a sí
mismo con variadas etiquetas en ese lenguaje tan sofisticado que supo inventar...El linyera
simplemente trata de aceptar su limitada condición de hombre. El linyera vive feliz
envuelto en su universo de misterio, misterio que no quiere perder su encanto sustituido por
leyendas (negras o rosadas) de la imaginación humana. La fe es hija de la humildad cuando
acepta el testimonio de un congénere que vivió más, vio más, estudió más, siempre dentro
de lo que un hombre puede llegar a conocer...

generalizaciones

En el mundo social. ¡Malditas! Me repugnan y me ofenden. Me molestaron siempre.


¿Desde cuándo? Siempre. consultarme y sin siquiera conocerme.

Mientras no me incluyan a mí no me molestan . Pero cuando me quieren incluir en un


grupo al que odio pertenecer me provocan una irrefrenable repugnancia.

los argentinos son....los argentinos somos: ¡Será tu abuela! Ni el somos inclusivo llega
a salvar esta expresión de dos asquerosos tufos: el de la generalización y el de la
pedantería. ¿De dónde sale que todos los argentinos son iguales? Cuando hay encuestas de
pensamiento, yo jamás me veo incluido en ninguna. Jamás. Además ¿quién tiene el tupé de
arrogarse la autoridad suficiente como para sentenciar sobre actitudes ajenas? ¡Más les

64
valiera coserse la boca! ¿Cómo se atreve alguien a meter al linyera en una bolsa que fabricó
para calificar a la gente a su paladar?

Algunos ejemplos:

todos somos pecadores... Invento maldito. El todo generalizador. Si dijeran todos somos
seres humanos no habría nada que discutir... Pero eso de atribuir a todos cualidades
específicas...

para que la gente entienda: Es tan común oír esto desde las pantallas de la TV. Cualquier
conductor, o que se cree tal, y cualquiera que pretende dar una explicación de algo se dirige
así, con esa total falta de respeto, al televidente. ¿Se creen que la gente es infradotada? ¿Por
qué insultan? ¿El que habla no es gente?

nuestra Argentina: ¿Qué parte me corresponde a mí? ¿Participo en algo? Digan


“nuestra”, siempre que me excluyan a mí, de los beneficios, porque no los recibo, y de las
culpas, porque no tienen por qué cargarme con lo que probablemente les corresponde a los
que así hablan.

Podría seguir con otras palabras “malditas”. ¿Para qué alargar la lista? Está muy claro
cuáles son las que el linyera no traga.

VI

65
OASIS

palabras frescas...

palabras queridas

Sin la suave y refrescante caricia de tantas palabras alegres y amigas el linyera no hubiera
podido sobrellevar tan largo viaje. Sin las palabras queridas. Innumerables. Me gustan.
Simplemente me gustan. Me gustan porque me gustan. Me gustaron alguna vez y me
siguen gustando. ¿Por qué? No me interesa. Me gustan... Me suenan bien. No se gastan...
No se fugan... Me abren, cada una a su modo, un escenario gratificante para la
imaginación... Un escenario pleno de apacible luz, cadencioso ritmo, armonías de ensueño,
aromas embriagadores... Tal vez me encantaron al oírlas por primetra vez en un contexto
agradable....

Son sin duda las más numerosas de los grupos en los que he dividido mi museo. Tal vez
sean también las que más me ayudaron y me ayudan a vivir. Son tan numerosas que no
puedo enumerarlas a todas. Hay grados en mis preferencias, eso sí. Hay toda una gama de

66
sentimientos agradables que despiertan en mí. ¿Será por eso que soy bastante optimista,
aunque a veces no lo parezca?

Tal vez lo único que puedo hacer es señalar algunos campos semánticos que han sido
especialmente fecundos. Pero igualmente hay muchísimas palabras que no parecen
pertenecer a un campo específico ni estar asociadas con algún foco especial que despierte
mis emociones más gratas y profundas.

Todo mi mundo exterior inanimado me es grato. Todas las palabras que lo describen y
designan tienen para mí un sonido placentero: sol, luna, estrellas, día, noche,
atardecer, viento, lluvia, frío, luz, sombra.....

Para mí ni el otoño es cruel, ni la primavera es necesariamente alegre. Simplemente son


dos palabras que me suenan bien...como un bolero o un tango...

Hasta algunas, que para la mayoría suenan desagradables, tienen para mí un encanto
especial: nubes, niebla, llovizna, frío, escarcha...

Todo lo que tiene que ver con vida vegetal me deleita: bosque, selva, matorral, pasto,
ortiga, zapallo, perejil, álamo, roble, camelia, orquídea...

Los olores, o son gratos o casi neutros....En general no me repugnan ni molestan...

donaire: ¡Me suena tan agradable!, aunque sea una palabra que jamás empleo

luz: con toda su familia de brillo, fulgor, resplandor, resolana.... ¡Me entusiasman!

risueño: con toda la troupe de la alegría...¡Que vengan todas!

Mis palabras queridas son casi infinitas...sino fuera así no se podría sobrevivir... Son
tantas que ni me doy cuenta... Es casi todo el diccionario.Al menos eso le pasó y le sigue
pasando al linyera. Vive en un mundo de palabras queridas. Hoy las malditas son unas
pocas ... y van tendiendo a borrarse. .

67
un cofre muy especial

Es aquel donde el linyera guarda sus palabras intensamente queridas, pero muy, muy
queridas. Es el relicario de sus sentimientos más profundos, de sus afectos más íntimos...
Los de su familia y sus amistades. Están guardados con la más secreta de las llaves.
Volcarlos en el diario sería profanarlos. Allí están guardados y allí seguirán.

Esas son sus palabras realmente queridas.

68
VII

PALABRAS FUGACES

69
llegan...

se van ...

palabras que pasan

El tiempo vuela. ¡Qué obviedad! Yo estoy clavado. Sí, a pesar de ser linyera de alma
continuamente en viaje, en medio de sueños, sin embargo estoy clavado en mi mundo
verbal. Algunas palabras quedaron marcadas. Ya las examiné. Otras nunca entraron... Otras
se fueron...

Pero en todo ese mundo hay un grupo, es de suponer, más o menos numeroso, que son
mis palabras usuales, las que yo empleo habitualmente, seleccionadas a lo largo del tiempo
por ciertas preferencias que responden a actitudes muy mías frente al mundo y, sobre todo
frente a los demás...

En este momento dejo de lado también esas palabras usuales...Son las menos mías,
porque son las de todos. Tampoco me interesan aquí, como acabo de decir, las marcadas
con sello espacio-temporal de ingreso.Ya traté de ellas en un tomo aparte. No es el caso

70
tampoco de las que nacieron musicalizadas con rimas: mis palabras rimadas. Dejaré
también de lado aquí el montón de las que odio, las malditas y el feliz ramo de las que
quiero, mis palabras queridas.

Aquí es el turno de las palabras fugaces. Parece una contradicción. Es casi una
verdadera imposibilidad. ¿Cómo querer registrar a la distancia lo que fue fugaz? Lo que
duró solo un instante, o un conjunto limitado de instantes. Trataré de echar mis redes. Esas
redes mentales que en un momento dejaron pasar de largo tantas y tantas palabras sin casi
registrarlas. Otras duranron algún tiempo y luego se fueron sin dejar rastro: son las que
llamo fugaces. Otras quedaron atrapadas pero solo en su faz externa. ¡Su contenido fue
variando tanto! Quedó la misma cáscara y el fruto cambió completamente... Ya he
mecionado algunas, como ajedrez, que pueden servir de muestra.

Extrañamente, o tal vez no, toda mi vida de linyera de alma podría dividirse en dos
períodos más o menos definidos en cuanto a mi relación con el mundo verbal se refiere:

El período de las palabras marcadas. Aquellas que dejaron un registro de identidad


perfectamente sellado y claro, con una proyección verdaderamente decisiva en todo el
curso de la vida. Fueron varias andanadas poco numnerosas pero de gran peso.
Temporalmente pueden ubicarse desde mis tres a mis doce años.

El período de las palabras malditas y las palabras queridas. Corresponde más o


menos aproximadamente a los quince años siguientes.

Tras esos dos períodos, es decir, aproximadamente desde los treinta años de vida del
linyera , el mundo verbal parece haberse tornado más y más indiferente. ¿Será que se puso
más y más en contacto con las cosas? Lo cierto es que en la entrada de su mente se formó
un blindaje muy firme contra lo verbal. Entran y salen ideas, sentimientos, imágenes, pero
las palabras que son sus portadoras no marcan su registro o lo hacen tan solo por un muy
breve tiempo.

Las palabras fugaces gozaron de un período propio específico.. Fueron como rachas.
Siempre han representado intentos de evasión. ¿Evasión de qué? ¿De qué va uno a evadirse
si no es de una prisión? ¿Qué prisión? Hay muchas...¡Hay tantas! Siberia, Auschwitz,
Guantánamo, El Olimpo, Sierra Chica... Ninguna de esas. ¿Cómo se hubiera sentido allí el
linyera? Ni quiere pensarlo. ¿Para qué? Lo imagina y lo sufre en cuerpo ajeno.

Existe, tal vez, para el linyera, para este linyera que escribe, porque jamás pretende
generalizar y atribuir a otros su visión personal de las cosas, una clase de palabras que
pudieran llamarse vacías. Son lindas, algunas muy lindas, pero al linyera no le dicen nada.
Muchos las usan muy solemnemente pero cada uno les atribuye una carga muy diferente
que se apoya siempre en los soportes de su armazón inamovible de ciertos conceptos
básicos. Este linyera las oye como sonidos huecos o siemplemente tiene que analizarlas
contra la trama de cada textura individual. Son las palabras referidas, en general, a lo que
suelen llamar valores. A título de ejemplo, meciono solo algunas. La lista sería muy, muy
larga. Gran parte de las sociedades humanas se mueven precisamente en ese mar de
71
palabras y allí navegan: opinan, juzgan, condenan, educan, matan, premian... El linyera
trata de mantener su barca fuera de ese mar, muy lejos... y seguir su ruta con el timón de su
propio sentir personal o, si queremos, de su conciencia.

Va aquí parte de esa lista: dignidad, honor, decencia, rectitud, honestidad, santidad, y
mil otras por el estilo.

palabras no marcadas

Era un 17 de octubre de 1945. Bernal. Ninguna palabra quedó marcada en ese día en la
mente del linyera, aunque desde ese día algunos nombres se hicieron famosos, muy
famosos... Se marcaron en todos los diarios del país, de Latinoamérica y del mundo
entero...

En general el linyera, después de su infancia, gozó de bastante buena salud. Algún


resfrío, alguna gripe, alguna colitis... Pero en general pudo soportar bien todas las
inclemencias del tiempo.

Pero el 17 de octubre de ese año el pobre linyera, o mejor, todavía linyerita, tenía la frente
ardiendo por la fiebre. La cabeza parecía que le iba a estallar. El cuerpo era todo un
amasijo de retorcijones. Parece que en el internado le habían dado la noche anterior un
asqueroso pescado frito. ¿Había que comerlo todo! ¡No dejar ni una pizquita! Bajo pena de

72
quedarse allí sentado frente al plato hasta las doce de la noche. Lo terminó comiendo
helado, bajo la mirada imperturbable del así llamado “consejero”.

Tirado en una cama. En una pieza que llamaban la enfermería. Solo. Frente a una ventana
por la que entraba un poco de aire fresco, que el linyera no sentía.

¿Qué hora era? ¿Cómo saberlo? La cabeza parecía estar en un horno y la mente en un
infierno....Gritos, gritos, gritos ensordecedores... Parecían entrar por la ventana abierta de
par en par. También el aire estaba caldeado....

Gritos, gritos, gritos y más gritos... Me aturdían.... ¡Viva Perón! ¡Viva Perón! ¡Viva
Perón! ¡Esta es la iglesia! ¡Viva Perón! ¡Mueran los curas! ¡Mueran los curas! ¡Viva
Perón! ¡Quemen el convento! ¡Fuego al convento! ¡Mueran los curas! ¡No!., gritó una voz,
¡los curas están con Perón! ¡ Viva Perón! ¡Vivan los curas!..........

Las voces se fueron apagando poco a poco. Más y más lejos...

- ¿Escuchaste lo de ayer?, me dijo alguien al día siguiente.


- Parecía un infierno...¡Y yo con 40 grados de fiebre!
- Era una manifestación de obreros que pasaban por la calle Belgrano, aquí enfrente,
y marchaban hasta Plaza de Mayo. Eran obreros del vidrio y venían del sur.
- ¡Ah!

Todo pasó. La manifestación, la fiebre, la enfermería... Poco a poco y en pequeñas dosis,


como era habitual para mi condición de aspirante al sacerdocio en ese colegio, me fui
informando, sin mucho interés, de lo que había pasado en la Argentina en ese día.

Pasaron desde entonces muchos “17 de octubre”. Cada cual lo conmemora a su modo.
Para el linyera fue siempre una cama, mucha fiebre y gritos ensordecedores...

Por supuesto, poco a poco, por más filtros que hubiese, el linyera tuvo que enterarse de la
crecientemente gravitante personalidad de Perón en el país. En general, el linyera estaba
siempre en contra de lo que pensaban o aconsejaban los mandamás de la institución. Por si
acaso. Al menos entraba a desconfiar. Era algo muy en su interior, aunque no siempre lo
manifestaba. Ya el ángel lo había empezado a “avivar”.

En el caso de Perón los curas de esa comunidad, en general, luego de una pequeña
desconfianza por sus relaciones con Evita, lo comenzaron a apoyar, sobre todo después que
les otorgó los subsidios a las escuelas religiosas. Más lo apoyaban los directivos de la
institución, más lo entraba a odiar el linyera. Los años le hieron ver más tarde las cosas con
más serenidad y sin presiones.

Lo mismo le pasó con Sarmiento. Todo en el colegio era un bombardeo de insultos y


denuestos contra el sanjuanino. Sin demasiada información todavía el linyera se puso a

73
defenderlo constantemente. Casi sin saber por qué. “Si me dicen que es malo, ha de ser
bueno.”

Y así con muchos otros nombres. Una larga lista. Los sentimientos del linyera seguían
más bien la dirección opuesta a lo que se recitara a su alrededor...

palabras fugaces que no quieren morir


Una vez más, el tango en mis cosas...

“De cada amor que tuve tengo heridas,


heridas que no cierran
y sangran todavía....

... Siempre puse el alma entera,


de cualquier manera,
soportando afrentas,
y al final de cuentas,
me quedé sin fe.”

74
Siempre algún tango acompaña mis reflexiones sobre el pasado. ¿Pura nostalgia?
Aquellas sobre el presente o el futuro, a veces le piden acompañamiento a otros ritmos,
como este al que ya el linyera hizo mención :

“Tengo una rumba en mí,


que amarra los versos de mi esperanza.”

Pero las del pasado, sobre todo las de la infancia, están íntimamente entrelazadas con
tangos. ¿Por qué? Algo de nostalgioso tal vez traiga el linyera en sus venas, y en sus
arterias, ya que casi un ciento por ciento de sus antepasados, por cuanto pudo rastrear, son
de la mismísima Galicia.

Es lo cierto que el tango y su nostalgia se le metió muy adentro desde sus primeros años:
con la radio a pilas, con el fonógrafo a cuerda... con toda una atmósfera que bebía sin saber
donde. El tango lo cautivaba, le llenaba el alma... Su ritmo, sus letras absolutamente irreales
para él... Cuando tenía nueve o diez años se pegaba, “la ñata contra el vidrio,” frente a un
bar bailable en una esquina de Rivadavia y... en el barrio de Floresta y se pasaba el rato
mirando a la “vitrolera” que allá arriba, en un palco, ponía un disco de tango tras otro...La
vida real del linyera nada tenía que ver con eso, pero ese ondular melancólico se le metió
para siempre en el corazón.

¿Cuáles son esas heridas que no cierran y sangran todavía? Muchas, la mayoría, cerraron
y hoy son solamente cicatrices.

Pero algunas quedan abiertas y sangran mucho. El linyera quiere aquí mencionar en su
diario solo una palabra que condensa, tal vez, muchas otras, patria.

El linyera hace tiempo cantaba el himno nacional y usaba una escarapela celeste y blanca
en los días festivos de la patria. Eso pasó. Quedó lejos. Hoy el linyera no siente más
pertenencia a algún grupo humano como no sea su familia y un entorno numeroso de
amigos con los que tal vez no mantiene demasiado contacto asiduo, pero sí vínculos
espirituales imborrables. Especialmente amigos de su paso por las aulas. Por lo demás, de
lo que antes llamaba su patria ahora solo tiene, por necesidad imperiosa, el documento de
identidad.

¿Será esto definitivo? Nadie puede saberlo... Siempre queda un sueño. “Guardo
escondida una esperanza humilde...”

75
VIII
76
INTERMEZZOS

palabras que pasan

marcando un rumbo

¿hacia dónde?

¿hacia alguna parte?

vías de escape

En todo lo anterior el linyera ha tratado de sintetizar su vida, o, al menos, ciertos


aspectos de su vida intensamente vividos, encerrando todo su tiempo, el que se le dio para
viajar, en un vagón de palabras: palabras marcadas, palabras malditas, palabras
queridas, palabras fugaces...

Pero esas redes verbales no son abarcativas de la totalidad de los momentos vividos.
Mucho ha quedado fuera de esas palabras. ¿Más importante que lo allí descripto? ¿Cosas
demasiado insignificantes? Tal vez sí. Tal vez no. Nunca lo podré saber.

En las viñetas siguientes me voy a permitir señalar algunos tramos del andar del linyera
que, si bien, pueden definirse cada uno con una palabra, preferiría englobarlos en la
denominación general de

77
escapes

Fueron muchos los intentos del linyera por apartarse de las vías que iban marcando su
andar por la vida. Especialmente. procurando dejar de lado esa larga rutina de la secuencia
de estudio – meditación – docencia. Quería probar si era capaz de hacer otra cosa en la
vida. A veces fueron intentos ciegos, o casi ciegos. Otras veces, fueron más conscientes.
Antes y después del gran sacudón del tren que significó ese cambio profundo y tal vez
definitivo en su marcha.

Van a ir aquí mencionados sin orden cronológico... Solo algunos. Enumerarlos a todos
sería interminable.

Vaya un ejemplo. Fue un tramo no muy largo. Tal vez un par de años o poco más. Ya el
linyera era libre, con la libertad de quien se guía solo por su instinto. Pero todavía lo
agobiaba una obsesión: Dejar la docencia. ¿Cómo? Quería cortar eso que él consideraba
entonces una especie de atadura que lo ligaba a su pasado del seminario. Pero ¿cómo?
Había que vivir y para eso ganar unos pesos. En aquel entonces no había “piqueteros” para
anotarse y vivir gratis. Varios intentos habían fracasado. Un amigo le ofreció al linyera
vender rifas. De esas gigantescas que había por esos años. Con centenares de autos y otros
premios... El linyera se entusiasmó. Sin dejar la docencia, se puso a trabajar en ese tema.
Mal vendedor, personalmente no vendió ninguna. Al ofrecerlas, les repetía una y otra vez a
los posibles compradores que pensaran bien antes de decidirse... que las posibilidades eran
relativas... que, a lo mejor, con ese dinero podían hacer otra cosa más importante... No
vendió, personalmente, nada. Buscó sub-distribuidorees, con un porcentaje. Al fin de
cuentas, en el mejor de los casos, quedó hecho. Un dirigemte sindical se ofreció a colocar
varios centenares. Se las “encajó de prepo” a todos los hombres del sindicato. Esto al
linyera no le gustó ni poco ni mucho... Y, al final, el sindicalista se quedó con toda, toda, la
ganancia. Una experiencia más. Una palabra, “rifa”, que, en el mejor de los casos, pasó a
engrosar la lista de las palabras fugaces

También hubo, en el mismo sentido anterior, un escape muy dulce. Una aventura de
miel. Eso fue. Siempre al linyera le gustó el aire del campo, el olor a pasto, los animales,
los árboles, las flores...Habló con un amigo de abejas y colmenas... y se entusiasmó. Estuvo
un período a medio tempo en eso, sin dejar la docencia, hasta que un día un terrible
aguijonazo entre los ojos lo convenció de que debía desistir también de ese intento.

Con otro amigo instaló una pequeña oficina de “impresiones”. Mucho trabajo. Pocos
frutos. Muchos problemas. Su amigo se cansó y dejaron.

Aprendió “bonsai”. Le gustó. Era verano. Sus “productos” no pasaron el invierno. Se


convenció de que eso no era para él.

Alguna vez, de chico, había ensayado una colección filatélica. Un día, en un arranque de
filantropía, la donó para las misiones en África.

78
Otra vez, mucho después, se presentó ante una demanda en un diario de Buenos Aires,
para ser vendedor de seguros de vida, mucho antes de las AFJP, para una empresa
estadounidense. Resultó elegido. Visitó a numerosos empresarios. Las entrevistas, en el
punto de cierre, terminaban más o menos así:

- ¿Pero realmente lo pensó bien?


- Creo que sí.
- ¿Está seguro?
- Por supuesto...
- Pero ¿no le parece que sería mejor un seguro con una canasta de monedas en lugar
de solo dólares?
- No lo había pensado.
- Piénselo unos días y volvemos a hablar...

Nunca más. Fracaso total. ¡Adiós, vendedor de seguros!

Otra vez se empleó como administrativo en un centro de constructores. Duró poco.

Docenas de intentos por ser vendedor de algo. Un día el linyera se puso a hacer un
recuento mental de esos intentos y registró algo más de cuarenta. Duraron minutos,..

un verdadero “turning point”

Un verdadero “turning point”. Esas bisagras uno las puede advertir en la vida solo
mirando en retrospección. Mientras se está inmerso en el flujo de los hechos no se las
puede apreciar suficientemente.

Las que ocurren en la marcha interior del fluir de la conciencia no son tan fácilmente
identificables. Nunca parece haber un quiebre preciso.

En el devenir histórico exterior, en cambio, de vez en cuando pueden verse ciertos


acontecimientos, grandes o pequeños, muchas veces diminutos, que han producido, a la
larga o a la corta, cambios bastante perceptibles y hasta, aparentemente, fundamentales.

79
En general, el linyera, en su diario, solo ha incluido breves narraciones y algunas
reflexiones...Sin embargo, en este punto, quiere hacer un sencillo análisis...

Todos los que hoy lo conocen en esta etapa del viaje, lo conocen como “el profesor de
inglés”. Eso es cierto. Es lo que se ve. Al menos, lo que más se ve en esta etapa. Sin
embargo, para él, eso es simplemente un rótulo, una etiqueta más o menos ocasional, sin
importancia alguna. Él confiesa que es profesor de inglés “per accidens”, por puro
accidente, no por vocación ni por elección. Las cosas fueron así:

Un largo tramo del viaje del linyera, después de cruzar el Leteo con todas sus
consecuencias al menos sobre las capas superficiales de su memoria, transcurrió en las que
en la jerga se llamaban “casas de formación” (seminario), sea como estudiante, sea como
docente, siempre fundamentalmente en el área de la cultura clásica, intensamente valorada
en los ámbitos en que a él le tocó vivir, ya que a lo religioso-teológico, él personalmente
no le prestaba demasiada atención, o casi ninguna.

Pero llegó un momento (¡feliz momento!) en que una circunstancia externa fortuita vino a
encontrarse con un momento de ebullición intensa en la mente del linyera. Afortunada y
misteriosa coincidencia.

El linyera ya había llegado a una instancia en la que sus resistencia estaba en un punto de
quiebre en cuanto a permanecer como docente en el seminario. Por poco que tuviese que
ver en forma directa su enseñanza en la “formación” de los estudiantes, ya se sentía
absolutamente cómplice en una tarea cuyos objetivos y métodos no compartía en lo más
mínimo. Por lo que atañe a su propia vida, se bancaba todo con resignación, no percibiendo
por entonces una ventana de salida. Pero contribuir a “estropear a otros”, ¡oh no! ¡eso no!

Pero ¿cómo lo iban a mandar fuera del seminario, a alguno de los grandes colegios de la
institución, si lo único que sabía más o menos hacer era enseñar griego y latín? ¿Para qué
servía? Para cuidar la disciplina era muy flojo; dejaba pasar todo. ¿A alguna parroquia? No
estaba preparado para eso...

Pero un día, la política nacional en materia de educación decidió empezar a exigir a los
colegios privados títulos que acreditasen capacidad para enseñar cada una de las diversas
asignaturas.

- Domínguez, presentate mañana en la dirección. A las 16.


- ¿Puedo saber para qué?
- Va a venir el superior a hablar con algunos de los miembros del personal. Vos estás
citado.
- ¿Puedo saber para qué?
- Ya te lo dirán.
- Bien.

80
Al día siguiente.

- Buenas tardes, padre


- Buenas tardes.
- ¿Tenía algo que decirme?
- Sí. Ya sabrás que en un plazo breve el gobierno va a exigir títulos habilitantes para
enseñar en los colegios. Vos sos maestro normal nacional, pero la primaria no nos
interesa, no está en cuestión. Vos no sos para eso. Necesitamos profesores para el
secundario.
- Bien...
- Conocemos todos tu solvencia en las lenguas clásicas y las humanidades en general,
pero fuera del seminario eso no nos sirve.
- De acuerdo...
- Hemos pensado, además, que tu presencia en este lugar ya no es aconsejable. Sos
demasiado librepensador para nuestro gusto.
- Eso me halaga, ( dije mientras pensaba que me estaban corriendo para el lado
adonde yo quería disparar).
- Vas a tener que ir al Profesorado en Buenos Aires. ¿En qué carrera desearías
inscribirte?
- A la verdad nada que signifique especializarse me resulta interesante.
- Tenés que elegir... Letras, matemáticas, físico-química, historia y geografía...
- La verdad que ...
- También podría ser inglés.
- ¡Oh! Tal vez eso sea lo que menos me disgusta como carrera.
- Hecho. El mes que viene te inscribís.
- Si es la única manera en la que puedo pagar la deuda de gratitud que tengo con la
institución por todo lo que me ha dado hasta ahora...

Fueron unos pocos años, pero duros. No se me alivió la carga docente, que era mucha, ni
otras tareas. El tipo de estudio no me gustó ni poco ni mucho. No era lo mío. Pero, si esa
era la moneda que debía pagar para salir de ese lugar... Terminé felizmente, pero con lo que
los médicos en ese momento diagnosticaron como “surmenage”. Tuve que descansar un par
de meses en una escuela de campo...

81
Y así adquirí mi nueva identidad: “Profesor de Inglés”. Nunca me sentí tal. Una etiqueta
falsa, pero salvadora... Fue un salvoconducto inconsciente hacia la libertad, que de este
modo estaba un poco más cerca.

Más tarde pude fraguarme un nicho en esa red de la enseñanza del idioma inglés,
especializándome, gracias a mis conocimientos clásicos e inquietudes lingüístico-culturales,
en la historia y el análisis de la lengua y la cultura, área a la que con suerte me pude ir
restringiendo en niveles de enseñanza superior.. Un área cada vez más pequeña, pero
gratificante.

trashumancia en el éter

Estoy tranquilo en mi Q T H

- Aquí L U 5 D S I...
- .............................. (Se oye una música suave. Un piano)
- L U 5 D S I a la cuuruya.
- .............................. (Es un piano. Un tango de esos...)
- Sí, L U 5 D S I a la escucha.
- ............................. (Sube el nivel de la música)
-
Te acordás, Milonguita, vos eras

82
La pebeta más linda ´e Chiclana...
La pollera cortona y.....
- ¡Delfi!
- Él mismo.
- ¡Qué sorpresa! ¡Cuántos emociones! Milonguita, Che Papusa oí, Re Fa Sí, Aquel
tapado de armiño...
- Aquí estoy, viejo y ciego, pero mi hija me ayuda...

Una emoción inconmensurable. El ambiente tanguero había existido por largos años solo
como una ilusión difusa y misteriosa en mi mente y ¡ahora lo tocaba casi con las manos!

Enrique Delfino en el éter. Uno de mis primeros contactos. Radioaficionado. Solo un par
de años. Largas e innumerables andanzas por las vías del espacio. ¡Cuántos linyeras crucé
allí de los que solo me ha quedado el entrañable recuerdo de un amistoso saludo!

bicicleta

Una trashumancia auténtica. Quizás la que señaló una verdadera conjunción, por ratos al
menos, entre la mente y la vida.

- ¿Falta mucho?
- Poco más de 30 kilómetros...
- Ah, ya estamos cerca...
- Dale al pedal...
- La tierra está floja y me hundo...
- Ya viene una parte mejor
- ¡No doy más!
83
- ¡Otro poco!

Marchas largas. Sostenidas. De mucho esfuerzo. Mucha voluntad. Aventura en estado


puro. Con metas cambiantes. Sin importar ni el sol ni la lluvia ni el polvo ni el viento...

20 kilómetros, 50, 100, 200, 300 en un día... Dos mil en una semana, durmiendo a la
intemperie..... ¡Qué importa la distancia!... Lo importante es huir... huir... huir... ¿Hacia
dónde? Hacia cualquier lado... Huir...

Sudor, mucho sudor. Compartiendo el tiempo y las distancias con amigos ocasionales. A
veces unos, a veces otros... Unidos en el camino y por el camino. Andar... andar... andar..

Sobre todo, una cosa, una sola cosa importante: ¡LIBERTAD1

Fue tal vez un lapso de cuatro o cinco años... No recuerdo bien... Antes de tomar la
decisión que cambió el rumbo de la marcha de la vida del linyera de una manera inesperada
(en la concatenación de los acontecimientos externos) y esperada, muy esperada (en las
profundidades de su su ser).

IX

84
LEGADO POSITIVO

palabras con mensajes de


vida

descubrimientos

Una noche clara. Luna llena. Mil estrellas. Lejos de cualquier centro urbano que le
quitase luminosidad al cielo. Como cierta vez en unas arenas solitarias toda una noche
caminando junto al mar. Esa noche, una de tantas noches, el linyera recostado sobre un
vagón de transporte de ganado. Los novillos dormían apaciblemente sin sospechar su
inminente destino. El perfume húmedo de los pastizales ascendía como en bocanadas
mezclado con el olor natural, embriagante, de los animales.

El linyera no tenía sueño. Estaba desvelado. Pero los sueños seguían viviendo en su
mente. Un sueño. Otro sueño. Otro sueño más.... Todos agradables. Cargados de mariposas
haciendo piruetas y el canto suave de dos mil pájaros.

85
De pronto se le ocurrió: Vamos a hacer un inventario. ¿De qué? De todo lo que en sus
años de “encierro semi-voluntario” adquirió y que casi sin darse cuenta metió en su mono
de herramientas. Algo que todavía él no lo sabía pero que le iba a ser realmente útil. Para
sobrevivir en un mundo totalmente desconocido para él. En un mundo que siempre, con una
inmensa y oculta ansiedad, había juzgado deseable pero imposible para él.

Empezó a repasar un listado en su memoria, ya bastante más clara después que el ángel
travieso le había hecho distinguir las venenosas palabras malditas.

A pesar de todos los pesares, había aprendido ¡tantas cosas!

Había aprendido a pensar, a razonar, a ver entre cosas y cosas, a ser crítico, a no tragarse
sapos, a cribarlo todo... Eso sí, todo lo que se le enseñaba tenía un límite de acero, algo que
llamaban “la fe”. Pero eso mismo, a la larga, resultó una ayuda para el linyera, porque lo
obligó a golpearse más y más contra ese telón impasable y agudizar así su capacidad
crítica... Como hacían en plena Edad Media los que realmente querían pensar, aunque los
tildasen de herejes. Tal vez no con negaciones, sino con dudas, con preguntas, con
humilde aceptación de los límites de este bicho de la naturaleza llamado hombre... Que a
veces quiere ser dios, pero al no saber cómo, inventa leyenda tras leyenda, que algo
encierran en su seno metafóricamente misterioso... Así el linyera aprendió que sus
combinaciones de neuronas eran solo buenas para sobrevivir, para sobrevivir y nada
más...Que las leyendas son nada más que un lujo superfluo para ejercitar la imaginación
ante lo indescifrable.. No para ser más que los otros seres del universo... Ni para ser
menos...

Eso lo aprendió solo, muy solo, y poco a poco... Pero, indudablemente, con la ayuda
secreta, silenciosa, paulatina, no buscada...de impensados maestros.

Sus maestros, tal vez queriendo involuntariamente formarlo para pertenecer a una milicia
de bondadosos fanáticos, le habían dado las herramientas para llegar a sobrevir,
simplemente a sobrevivir, es decir, a vivir eso que llaman vida, con serenidad, plenitud,
alegría, en la pura atmósfera de un existir naturalmente aceptado tal cual es, sin una visión
ni desesperadamente trágica ni infantilmente optimista.

Sus maestros... Todos tuvieron algún costado valioso para el linyera. No idolatró a
ninguno. Los valoró y apreció a todos. Cada uno en una faceta distinta. Lo que más y mejor
le dieron es lo que no pensaban que le estaban dando. A veces aprendió mucho de sus
silencios ante preguntas importantes. Las enseñanzas formales fueron casi todas inútiles o
superfluas. Lo importante, lo que me penetró y quedó dentro de mí para siempre, fue,
probablemente, lo que no me quisieron dar, pero me dieron, porque en el fondo eran seres
capaces de dar mucho, aunque a veces les faltara autenticidad porque creían que tenían que
actuar como clones de “otro” sin ser ellos mismos. A veces, ante alguna pregunta incisiva,
parecían dejar mostrar algo auténtico, pero, al advertirlo, se cubrían inmediatamente con la
máscara del “discurso” aprendido.

86
Voy a mencionar algo de lo que el linyera guarda férreamente en la memoria. Sucedió
mucho antes de sus días en el seminario. Fue en 1938. El linyerita cursaba segundo grado
(en una de sus pocas participaciones en el ciclo primario) en la Escuela Saturnino Segurola,
frente a la estación de ferrocarril que entonces se llamaba Vélez Sarsfield, en la calle
Venancio Flores, en Buenos Aires. En un libro de lectura el linyera había encontrado unos
versos que le encantaron por su musicalidad y su misterio:

Llora, llora, urutaú,


en las ramas del yatay;
ya no existe el Paraguay,
donde nací como tú.

Se acercó a preguntarle a la maestra acerca del significado de esos versos. La maestra era
la Señora Blanca (no una “seño” cualquiera). Muy amablemente le explicó al linyerita el
significado de “urutaú” y “yatay” además de todo lo que este podía comprender de la
sangrienta guerra del Paraguay que terminó con el casi total exterminio (en ese entonces no
era común la palabra genocidio) del pueblo paraguayo. Fue una mirada crítica con la que el
linyera aprendió a observar en adelante todo le que le decían los libros de historia cuando
hablaban de “campañas gloriosas” y cosas parecidas. Lástima grande que cuando atravesó
el Río Leteo esta actitud quedó un tanto sumergida en sus aguas por un cierto tiempo.

Por cierto, para bien o para mal, a todos mis maestros les soy deudor de muchísimo de lo
que soy.

el sol en la prehistoria

“Todo es historia”, dijo Félix Luna. Al menos, todo fue historia para mí. O casi todo. En
el almacenaje que fui haciendo de mis conocimientos adquiridos día por día desde los más
diversos ángulos. Personajes, guerras. Guerras, personajes. Eso parecía lo más importante.
Al menos en lo que concierne a la “historia” que me fue más o menos “formalmente”
impartida en las diversas etapas de mis estudios. Aunque, hay que reconocerlo y alabarlo,
muchos de mis profesores fueron realmente críticos de lo que tenían que enseñar a través de
los libros de texto, y le supieron transmitir al linyera esa capacidad de poner todo en la
criba de la duda. Generalmente lo hicieron sin querer, dejando entrever sus propias dudas
aunque trataban de disimularlas y aparecer como omniscientes.

87
Siguiendo el orden de la didáctica de aquellos tiempos, lo primero y lo que mejor se me
enseñó fue la llamada “historia antigua”. Me resultó una novela encantadora, atrapante.

Pero había un detalle. Todos esos hombres de aquellos tiempos se me aparecían envueltos
en la noche. Todo lo veía como en una película en blanco y negro y apenas perceptible. Era
algo muy distinto de mi vida cotidiana. Como algo de otro planeta donde todo eran
tinieblas.

Un día, nunca supe ni cómo ni por qué tuve algo así como una revelación repentina.
Cuando yo tenía dieciséis años. Advertí de golpe que en la historia antigua y en la
prehistorisa también había sol. ¡Eran hombres como yo! ¡Vivían su vida de todos los días!
Pensaban como yo, sentían como yo, andaban como yo... Descubrir el sol en la prehistoria
fue para mí como percibir de una manera intensa y vivencial la continuidad de aquellos
seres humanos y yo... Las consecuencias, como todo lo que le sucedió al linyera en su
caminar, las fui sacando muy poco a poco. Pero esa revelación fue algo así como como un
relámpago que le hizo ver al linyera su pertenencia a una humanidad total, que no se
reducía a ese pequeño grupo “elegido” al que le hacían creer que pertenecía...

A largo plazo, tal vez este descubrimiento, espontáneo o inducido vaya a saber por qué
extraña influencia, fue determinante en el rumbo del “eterno” andar del linyera...

¿por qué se calienta el bife?

Fue una pregunta iluminadora. Fue el profesor de geografía de primer año del antiguo
“ciclo básico”

- ¿Por qué se calienta el bife?


- ¿¡¡¡Qué!!!?
- ¿Por qué se calienta el bife?
- ............................................
- ¿Por qué se calienta el bife cuando se lo pone sobre la plancha?
- ............................................

88
- ¡Es tan fácil!
- ............................................
- ¿Se quedaron mudos?
- Bueno... Dígalo usted.
- ¿Por qué se calienta el bife? ¡Porque está frío!

De la orografía, de la hidrografía, del clima de Asia y África (que se estudiaban en primer


año) poco se acuerda el linyera. Esa explicación tan simple y tan directa y certera le quedó
muy grabada.

Muchos años después, en alguna parte el linyera leyó que un tal Einstein había dicho que
las explicaciones realmente fundamentales de la ciencia son aquellas que pueden expresarse
con palabras comunes que todo el mundo pueda comprender,.

Algo positivo le quedó al linyera. Muy importante. Más importante que miles de detalles
que le hicieron aprender y repetir más tarde. Lo realmente importante es lo realmente
simple. Es todo lo que a un linyera le interesa saber para seguir por las vías con andar
sereno, sonriente.

energía en cuotas

Poco a poco. “Nunca aspires a lo que es inalcanzable para tus fuerzas”. Lo aprendió el
linyera paulatinamente. A veces, a los golpes.

El linyera nunca vió un rico feliz ni un poderoso feliz. ¿Para qué buscar riqueza o poder?

Acotar el trabajo a las posibilidades de cada día. Sin excesos . Un exceso hoy puede ser
una pérdida total de tiempo mañana o por varios días seguidos.

Consejos de ese tipo son los más felices que recibió de alguno de sus sabios maestros. No
fue fácil ponerlos en práctica. Pero siempre los tuvo en cuenta. Y fue constatando
lentamente su eficacia. Paradójicamente el andar del linyera se fue transformando no en

89
vagancia sino en una dosificación de necesarios descansos. En una espera confiada de los
acontecimientos, sin intentar preverlos ni anticiparse a ellos.

En especial, tiene registrado en su memoria un caso. Muy marcado. Córdoba. Durante sus
estudios superiores. 1954. Alguien que me conocía bien.

- Vos tenés una gran capacidad.


- No tanta.
- Pero tenés que usarla en cuotas, en dosis controladas.
- ¿Cómo es eso?
- Si querés usarla sin medida, de un solo golpe, vas al fracaso. Te agotás pronto.
- Usted me conoce desde chico.
- Por eso te lo digo.
- Voy a tenerlo en cuenta.

Ese fue un consejo de oro, recibido en forma absolutamente consciente, y que el linyera
trató de asimilar y poner en práctica, probablemente con buen resultado. Al menos, para
sobrevivir. En todos los órdenes de la vida. Estudios. Las más diversas actividades de la
vida ordinaria...

Lo positivo que fue recibiendo, sin advertirlo, fue también muchísimo. Todo le sirvió. Lo
marcado, lo fugaz, lo querido, lo maldito. El linyera es lo que trajo al nacer y todo lo que se
le metió, por las buenas o por las malas, en ese constante andar por las vías. De todos los
que se cruzó en el camino se le quedó un pedacito. Sobre todo, en el corazón.

Así el linyera sigue su camino gastando día por día su pequeña cuota de vida....

todos en un saco

El linyera no tenía más de once años. Su abuelo, en cuyo hogar ya vivía desde hacía un
tiempo, en Buenos Aires, se encontraba conversando con él sentados en el corredor externo
de la casa, mientras ambos leían La Prensa del día. Fines de 1939 o principios del 40..

Durante las visitas del abuelo al pueblo de campo ya habían caminado juntos muchas
veces por los durmientes de las vías. Eran buenos amigos. Ahora el abuelo ya pasaba los
ochenta y era muy lector y conversador.

- ¿Qué novedades hay en el diario?


- No muchas.
- ¿Sigue la guerra?

90
- Sin solución. Terminamos la de España y empezamos la de Europa.
- Dígame, Ito, ¿quién es mejor: Franco, Mussolini, Hitler, el inglés, el francést?
- Mira, Carlos de Borbón, (así solía llamarme con cierta solemnidad que me hacía
sentir importante), toma un saco grande y mete a los cinco dentro. Lo sacudes bien.
Luego los sacas uno por uno y no sabes quien es quien.

No lo olvidé nunca. A pesar de todas las influencias recibidas posteriormente, nunca


experimenté real entusiasmo por nadie que pretendiera liderar los destinos humanos. Uno
de los mejores regalos de mi abuelo fue ese prudente excepticismo.

91
TRAMO OSCURO

¡oh luz!
brillas tanto sobre un foco...
concentración total de tus haces...

felicidad en estado puro...


libertad y solo libertad...
de la mente...
de todo el ser...
¡por fin!

el entorno queda oscuro...


ni aparece...

felicidad interior...
sin entorno alguno...
a solas...
uno mismo es el entorno...
lo demás no existe...

pero existía...
muy, muy oscuro...

el linyera le cuenta al ángel una historia

- Hola...
- Hola...
- Hace tiempo que no te veía.
- Yo vine para hacer mi trabajo con vos. Lo hice y me fui.
- ¿Adónde?
- A mis pagos de siempre...
- ¿No vas a volver?

92
- Sí, para cumplir mi función con algún otro linyera. Con vos ya terminé. Ya tenés los
ojos abiertos y el corazón en paz... Ahora vine formalmente a despedirme.
- Mirá, antes que te vayas del todo te quiero contar una cosa.
- Decí nomás.
- Lo voy a hacer a la manera de un cuento breve.
- Soy todo oídos....

No importa si los personajes son reales o de ficción. ¿Qué es realidad? ¿Qué es ficción?
Se la contó al ángel cuando el linyera ya estaba bastante cargado de años, pero no de
experiencia, en el “mundo real”, en el que vive la mayoría de los seres humanos, pero en el
que él había vivivo muy poco hasta entonces.

Le dijo así:

-I-

Una vez, en un camposanto.

Braulio está allí. De pie. Con los ojos perdidos, no en el lejano horizonte, sino allí, muy
cerca, a sus pies, entre el pasto, con muchos yuyos... Un poco alejado de otras tumbas.
Una cruz casi hecha pedazos. De hierro. Simple. Oxidada.

El cuidador le dijo que aquí puede ser. Hace mucho tiempo. Una noche. Un camión de
residuos. Un pozo grande. Varios cuerpos. Todos mezclados. Mujeres y hombres. Una
noche sin luna. Muchas nubes. Negras. Espesas.

- Nunca lo hubiera creído, piensa Braulio. Se había ido contenta. Me había dicho que
tenía una beca por dos años en Londres. Que le conservara el puesto para cuando
volviera.
- Aquí estoy, parecía contestarle una voz distante y apagada desde abajo de los yuyos.
- Es una voz de mujer. Algo enronquecida. El tiempo y la humedad....
- Soy yo, ¿no te acordás de mí? Me iba a Londres y te prometí volver...
- ¡Esa voz! La conozco... Sí la reconozco... Pero...¡no puede ser!
- Hola, Braulio, ¿cómo estás? ¿Cómo está el colegio?
- ¿El colegio? Sigue bien. Pero yo no estoy más allí... Me jubilé... ya hace unos años.
Siempre me quedé a la espera de tus noticias desde Europa. Te extrañábamos...

93
Un rumor lejano y confuso de voces interrumpió el diálogo. Braulio siente una mano
sobre su hombro .

- ¿Qué estás mirando?, le dijo el colega que lo había acompañado.


- Nada. Estoy conversando...
- ¿Con quién?
- Con Daniela, ¿te acordás? La profesora que se había ido a Londres con una beca
hace un montón de años, y nunca supimos más de ella.
- Es claro que la recuerdo. Tenía algo especial en la mirada aquella tarde cuando se
despidió en el café de la esquina.
- Yo oigo su voz... Como si saliera de ahí abajo... Su misma voz de siempre...

Continuaron alli, largo rato, en silencio, meditando, meditando, meditando... ¡Tantos


recuerdos acudían a sus mentes! ¡Parecía imposible! No veían nada... Habían sido
ciegos... Se habían creído lo del viaje a Londres....

- II -

Ilusiones ópticas. Años antes

¿Humo? No, no parece humo.... Allá en el horizonte. No tan lejano. Al norte. Dentrás
del grupo de eucaliptos. Al final del parque. ¿Una nube? ¿Una nube negra? Muy negra.
Pero el cielo está limpio. Y las tormentas suelen venir del sur.

Se distrae un momento mirando el suelo. Debajo del banco de madera sobre el que está
sentado, fumando un cigarrillo, un extraño ruidito. Está todo tan tranquilo. Silencio, casi
de tumba. La atmósfera es diáfana. Una primavera como pocas. Mariposas, muchas
mariposas, miles de mariposas... De todos colores.. Muy vistosas... Muy alegres... Muy
danzarinas en la atmósfera pura... Ninguna es negra... ¿Será un buen pronóstico?
Sensación térmica de primavera, pero sensación anímica de invierno... o, al menos, de
otoño.

Pero, ese manchón negro en el cielo, allá a lo lejos...¿Está quieto? ¿Avanza? No es


humo...No es un nubarrón...No es...

Está solo, solo con sus pensamientos Rodeado de una naturaleza que invita a soñar...
Soñar en cosas lindas... En cosas placenteras... En ser feliz... Simplemente feliz...
¿Recuerdos? ¿Fantasías? Preocupaciones...Un estremecimiento le sube por las piernas
hasta los cabellos. En medio de tanto silencio, un ruidito casi imperceptible, una hoja seca
dormida desde el otoño resbala por el suelo impulsada por un repentino soplo de la brisa y
lo saca de su ensimismaniento.

94
Proyectos... Organizando su vida laboral del mes entrante... Es director de un colegio
privado. No muy grande. Ama lo que hace. Por su mente desfilan miles de cosas...Aquellos
padres que tiene citados para el martes por ese problemita de la hija con Luis Carlos, uno
de los preceptores... María Eugenia y Antonia, las dos maestras que no se saludan (ellas
sabrán por qué) y que todos los días provocan altercados en la sala de profesores... El
cargo vacante en 5º B... Braulio quiere vaciar su cabeza de todas estas cosas pequeñas y
tratar de pensar en algo importante: formar una familia, pero Cecilia no se decide nunca...

Un pájaro pasa volando inesperadamente a baja altura... Pocos metros encima de él...
Apenas lo vió... Sintió su vuelo al pasar... con susto...Y al levantar la cabeza volvió a
prestar atención a eso negro que seguía avanzando en el horizonte desde el norte... No, no
era humo.. Era una nube muy negra... ¿Mal prresagio? Encendió un cigarrillo y siguió
pensando...¿Sus cosas? No. Las cosas ajenas, las cosas de otros, que se metían en su vida
y le quitaban la paz...Oh sí, ese mail que había recibido el dia anterior... “El martes llega
Daniela. Va a hablar con vos de parte mía. Quiero que le des trabajo en el colegio. Tiene
que moverse de Buenos Aires y va a radicarse allí. Necesito que le busques algún puesto
allí” Era del Sr.Gutiérrez, el dueño del establecimiento. Tenía un gran colegio en la
capital y cuatro más en cuatro diferentes ciudades de la Provincia de Buenos Aires. Uno
de ellos es el que dirigía Braulio. Era el más nuevo. Había que hacer las cosas bien para
conseguir prestigio (¡y dinero!).

Cerró los ojos... Quedó adormecido... En un ensueño. Vio delante de sí una fuente
fantástica de aguas danzantes. De mil colores brillantes. Relucientes gotas que subían y
bajaban. Hasta el cielo y desde el cielo. Pasó un tiempo sin tiempo en la contempación de
esa ilusoria fuente... Hata que, de repente, surgió de las profundidades de la tierra una
columna de agua negra, muy negra, que extinguió todos los colores y perlas de fantasía y
lo hizo despertar...

- III -

En el café. A los pocos meses.

- ¡Hola!
- Hola, los estaba esperando, dijo Braulio.
- Habíamos dicho a las tres....contestó Juan.
- Son las tres y un minuto, añadió Jorge, mirando su reloj..
- Está perfecto, muchachos, esperamos a Luis y Daniela...Ahí vienen...
- Mozo, cinco cafés como siempre y dos o tres ceniceros... Tenemos para un rato.
95
- Vamos a hacer rápido, porque ya tengo que irme, dijo Daniela.
- ¿Irte? ¿Ya?, exclamaron varios a la vez.
- Ya les había dicho que estaba en eso...
- ¿Te salió?
- Sí, la beca para Londres.... Me voy mañana.
- ¿Tan rápido?
- No me esperan.
- Pero apenas hace seis meses que estás en el colegio.
- Sí, y estoy muy a gusto.
- Todos te queremos. Te vamos a extrañar un montón.
- Termino con la beca y vuelvo. Les escribo.

Abrazos. Besos. Alguna lágrima. Se fue sonriente. Como quien va a...

Así terminó la historia. El linyera le quería contar algo al ángel y no se lo podía decir de
otra manera. Solo con un cuento. El ángel entendió todo. Y se fue para siempre. Ya el
linyera tenía suficiente experiencia para seguir el viaje sin su compañía.

XI

96
LOS SILENCIOS DEL LINYERA

¿para qué palabras?

silencios largos... silencios duros


La marcha del linyera fue un andar constantemente lleno de palabras ¿Lo repetiré una
vez más? Marcadas, malditas, queridas, rimadas, fugaces... palabras y palabras...

Pero en su ya largo andar no todo fueron palabras. Las palabras señalaron algo así como
hitos en su camino y, hasta cierto punto, conformaron su vida. Lo hicieron, por así decir, al
linyera, lo construyeron, lo fabricaron, sobre la base de su instinto... Poco a poco.

Andar, andar, andar... Pero en su sendero hubo también largos silencios. A veces, muy
largos... Sus oídos completamente cerrados al bombardeo incesante de las palabras. Pero
los ojos abiertos. El mundo entero desfilaba por su mente. Ni por sus oídos ni por su boca.
Un mundo muy grande. El linyera siempre sintió a todos los seres humanos muy cerca, en
cualquier rincón del mundo donde estuviesen. Los límites llamados internacionales nunca

97
le parecieron demasiado importantes. Por supuesto que hubo también algunos de estos seres
que estuvieron y están muy especialmente cerca de él, íntimamente ligados. En este diario,
sea en su primera o en su segunda parte, a ese respecto, el linyera siguió manteniendo ese
duro silencio. ¿Por qué? Su instinto así se lo indica.

Tal vez el linyera se condujo a lo largo de su marcha con una actitud de concentración en
sí mismo que a muchos, sin conocerlo de cerca, puede haberles parecido una actitud que
podría ser calificada como indiferencia, falta de compromiso, estoicismo, impasibilidad,
ataraxia... Nunca participó en movimientos multitudinarios de ningún tipo... No cree en
ellos... La mayoría de las veces no está de acuerdo con los objetivos propuestos (las
palabras con que se invocan esos movimientos no suelen responder a las reales
motivaciones). Ciertamente en la casi totalidad de los casos no está de acuerdo con los
métodos.

Sin embargo, si alguno pudiera penetrar en el corazón del linyera, cosa que a él mismo no
le resulta fácil, encontraría muchas de sus fibras más íntimas sacudidas por infinitas
pulsaciones arrancadas al compartir dolores ajenos de quienes, con razón o sin ella, (¿sabe
alguien qué es lo razonable?), son seres que sufren, que ciertamente no son felices...

Estos son los silencios del linyera. Largos. Profundos. Impenetrables. Sin
exteriorizaciones. ¿Hubiera logrado un mundo con más gente feliz abriendo su boca o
tendiendo sus manos? No lo cree. Los que lo han acompañado en su ya largo viaje saben
que siempre lo que pudo lo dio a su alrededor..

Silencios, ¡oh los silencios!

XII

98
EPÍLOGO QUE FUE PRÓLOGO

Hay cosas que terminan...


Hay cosas que empiezan...
Hay cosas que ni terminan.. ni empiezan.

en una cueva, muy lejos, hace incontables años

En este punto se me ocurre una reflexión. Simplemente una más. Me pongo a pensar en
todos aquellos con quienes este “Diario de un linyera de alma” es deudor. Sé que no lo
copié. No lo tomé de nada escrito y protegido con derecho de autor. Hay unas pocas citas.. .

Sin embargo, tengo la sensación de no haber dicho nada nuevo. Mejor dicho, tengo la
seguridad de no haber dicho nada nuevo. De que los ecos lejanos que haya podido suscitar
en algún lector, ya estaban dentro de él por alguna otra vía...

Pensando, pensando... creo que me gustaría poder leer el diario del primer linyera... ¿Un
viejo linyera en África? Lo escribía solo en su memoria. No había inventado la escritura...
¿Para qué? Además, no había trenes... Era un linyera peatón... O peatones... porque poco a
poco fueron más... y más... y más...Mujeres... hombres... grupos enteros...

99
Después fueron dejando algunos rastros... ¿personales?... Tal vez, más o menos...

De golpe el linyera recuerda algo que le sucedió. ¿Cuándo? Ni él lo sabe. Una noche. Con
los ojos muy cerrados y la mente muy abierta. Hizo un largo, larguísimo viaje. Milenios y
milenios hacia atrás. Kilómetros y kilómetros, Hacia cualquier parte. Se halló de repente en
una cueva. Misteriosa. Oscura pero clara. Vacía pero llena. Arcana pero familiar. Silenciosa
pero vibrante. Improvisamente, un haz de luz multicolor se posa sobre una pared lateral e
ilumina, como si fuera la pantalla de un televisor, un cartel grabado en la piedra con signos
ininteligibles. Unas pocas líneas cruzadas y entrelazadas en forma de palabras. No tuve
necesidad de escudriñar demasiado. Una voz ronca y suave a la vez, como la de Daniel ante
Baltasar, me susurró al oído: “Yo, primer linyera sobre este planeta, dejo este mensaje
para todos mis seguidores: andar, andar, andar, siempre andar, nada más que andar” .

Desperté. Lo comprendí todo. Mis palabras, marcadas o no, malditas, rimadas, fugaces,
queridas... no son más que la repetición, detalle más, detalle menos, de ese mensaje de
andar cotidiano, que la mayoría de mis congéneres no tienen tiempo quizás de leer y menos
aún de escribir, pero que lo viven, cada cual a su manera...

Son palabras repetidas desde que la humanidad pisó este planeta.

el río Charles y un cordón umbilical


El linyera. Siempre linyera. Cierta vez, muy lejos de los lugares habituales de sus viajes.
Cierta vez, muy lejos de su país. En el romántico Massachusetts. ¿Romántico? Lo fue para
el linyera en ese breve lapso de su vida. ¿Solo? Nunca alguien está solo. Todo su pasado lo
acompaña dentro de la cabeza y el corazón. Todo su futuro se le tira encima con furia
como buscando un lugarcito allí. Y el presente... ¿Hay un presente? ¡Es tan fugaz!

Le sucedió entonces caminando a orillas del río Charles, su tocayo. ¿Casualidad? Todo es
casual y nada es casual en la vida del linyera. Es parte del viaje. Él ciertamente no lo
planificó nunca. Nunca fue un verdadero peregrino con un norte y una meta. ¿Lo planificó
alguien por él? ¿Quién lo sabe? Además, al linyera no le importa. Él sigue adelante
impulsado por su propio instinto, si así puede denominarse el impulso que lo empuja.
Siempre sonriendo aunque lo golpeen la lluvia o el granizo. Después de haber andado
mucho tiempo envuelto en la mayor tiniebla de lo que había creído alguna vez un plan

100
providencial, la vida por su propia cuenta le hizo construir esa “filosofía” de un alegre y
sereno sobrevivir en un mundo que él no buscó para sí y que no siente ni como amigo ni
enemigo, ni bueno ni malo. Simplemente es. Simplemente es. Está ahí. Un camino con una
sola certeza: tiene un final inexorable. Tal vez muy pocos de sus semejantes comparten esta
“filosofía”. Él no pretende imponérsela a nadie y ni siquiera predicarla. La vive. Y procura
que aquellos con quienes trata no se sientan molestos con su compañía y, si es posible,
compartan algo de lo que ocasionalmente esté en condiciones de dar.

Caminando y caminando... Yendo y volviendo. Mirando la capa de hielo sobre el agua,


primero.... Luego los trozos de hielo deslizándose suavemente... Más tarde, ya en
primavera, la corriente limpia...que corre, corre y corre...

Caminaba... caminaba... y, sin saberlo, se dirigía hacia la toma de una definición


trascendental en su vida. ¿Hay algo trascendental en la vida? Tal vez algunas cosas parecen
más transcendentales que otras. Tal vez todas son trascendentales o ninguna lo es. Esta vez
lo que sucedió fue la eclosión de algo latente desde hacía ya muchos muchos años, quizás
en germen ya desde el comienzo del viaje: la ruptura con su pertenencia al clero y, más aún,
su ruptura formal con una cosmovisión cristiana cerrada (con un punto de partida y un
punto de llegada absolutamente definidos). En realidad solo quedaban débiles lazos
exteriores... Los más profundos, los verdaderos, ya estaban rotos hacía mucho. Muchísimo.
Solo quedaban ciertas apariencias. Pero esas apariencias eran las que veía el mundo que
rodeaba al linyera. Necesitaba borrar también esas apariencias.

Eran las últimas rejas de su prisión. Su mente ya estaba libre, libre, libre... A esas
apariencias las dejó fluir con el río....

El Charles se las llevó. ¿Hacia dónde? ¡Qué más da!

Años después, en una clase con alumnos de Letras en la Universidad Nacional de Mar
del Plata, el linyera les comentó , (¿en ocasión de qué?), que junto a ese Río Charles el
linyera recordaba haber tomado tal vez la decisión más importante de su vida... Algunos
alumnos entonces le hicieron poner su atención sobre las reflexiones de Dámaso Alonso
junto a ese mismo río. Fue a leer “A un río le llamaban Carlos”. Se sintió identificado.
Muy identificado. La vida que corre. Salvo que lo suyo no fue de nostalgiosa tristeza sino
de alegría huracanada. El río Charles fue para él como la visión de un torrente feliz que lo
arrastraba hacia adelante, hacia algo distinto, hacia una región de libertad y paz... El viaje
siguió... El viaje sigue...

101
la oración de este linyera

si orar es pedir algo... este linyera nada pide

si orar es implorar misericordia... este linyera no cree

necesitarla

si orar es desear cosas para otros... este linyera confía en que

cada uno

102
siempre tendrá lo suyo.

si orar es ponerse en contacto con algo divino... este linyera

sabe que vive

constantemente penetrado por el misterio

si orar es formar un coro con sus semejantes...

este linyera siempre está en ese coro con sus semejantes animados e

inanimados.

si orar es buscar una guía hacia alguna meta...

este linyera sabe que su única meta es caminar...

...siempre caminar...

amén

103

Вам также может понравиться