Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
1. PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES
Los principios constitucionales pueden ser definidos como aquellos principios
generales del Derecho, que derivan de los valores superiores, en cuanto que
especificación de los mismos, que vienen reconocidos en el ámbito de las normas
constitucionales.
Los principios constitucionales que actúan como garantías normativas de los
derechos fundamentales son los siguientes:
El principio de sujeción de todos los poderes del Estado y de los ciudadanos a
la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico.
El principio de legalidad, que aparece consagrado, por vez primera, en los
artículos 4, 5 y 6 de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de
1789. En virtud de este principio se pretende que toda actuación de los tres
poderes del Estado - ejecutivo, legislativo y judicial- se someta necesariamente a
lo prescrito por la ley. El principio de legalidad se manifiesta, en consecuencia, en
una cuádruple dimensión: El reconocimiento del principio de la jerarquía
normativa, que significa que una norma inferior no puede contradecir otra de
rango superior, de tal manera que si se produce un desajuste entre una norma
respecto de otra de rango superior, habrá que resolver la cuestión acudiendo
siempre a la norma de rango superior. Los jueces y tribunales no aplicarán los
reglamentos o cualquier otra disposición contrarios a la Constitución, a la Ley, o al
principio de jerarquía normativa. El reconocimiento del principio de la supremacía
de la ley, que es concreción del principio anterior. En virtud de este principio la
ley se impone a cualquier otra norma. También se le denomina principio de
"legalidad mínima", porque exige únicamente que la Administración respete la ley
vigente, pero sin que ello suponga que ésta dispone de un ámbito material de
reserva. El reconocimiento del principio de reserva de ley que significa en
algunos ordenamientos jurídicos que la regulación que determine el estatuto
básico de derechos fundamentales sólo será realizada través de leyes, quedando
fuera de las competencias del gobierno.
Este principio significa lógicamente la prohibición de regulación de los
derechos fundamentales por decreto-ley y por decreto legislativo. El
reconocimiento del principio de la validez normativa de la Constitución. Esta es
norma jurídica de aplicación directa y no mero conjunto o reunión de principios
programáticos o políticos. El principio de legalidad va unido íntimamente a otros
principios normativos que actúan también como garantía de los derechos
humanos. Que son a los que se hace referencia a continuación.
El principio de la rigidez constitucional que significa que la Constitución
entendida como norma superior en la jerarquía normativa, no puede ser
modificada por vía legislativa ordinaria. De este modo, el antiguo principio de la
supremacía de la ley se ha visto sustituido por el principio de la supremacía de la
Constitución. Lo cual significa la inalterabilidad del catálogo de derechos y
libertades, ya que éstos representan, en definitiva, el fundamento de la
legitimidad del Estado.
El principio del control jurisdiccional de los actos legislativos. Lo cual supone el
control de la legalidad de los reglamentos (Jurisdicción Contencioso-
Administrativa). El principio de control jurisdiccional de los actos administrativos.
Este principio significa: Que los Tribunales controlan la legalidad de la actuación
de los órganos administrativos. Que los Tribunales controlan que la actuación de
2
los órganos de la Administración sea conforme a los fines justificadores de la
misma. Que los particulares puedan reclamar ante los Tribunales ante una
actuación ilegal de la Administración que suponga lesión de sus derechos. Este
principio supone el derecho a ser indemnizado como resultado de cualquier
acción de la administración que suponga una lesión de derechos:
Los particulares, en los términos establecidos por la ley, tendrán derecho a ser
indemnizados por toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos,
salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del
funcionamiento de los servicios públicos. Toda persona tiene derecho a ser
indemnizada justa y adecuadamente por los daños o perjuicios de que fuese
objeto por parte del Estado. La ley reglamentará este derecho.
El principio de respeto del contenido esencial de los derechos fundamentales,
que implica que el desarrollo normativo de los mismos debe respetar, en
cualquier caso, su contenido esencial.
Lo cual se traduce, a su vez, en que las limitaciones normativas establecidas por
el legislador ordinario no deben sobrepasar los límites que por su propia
naturaleza tienen los derechos fundamentales. Supone, en consecuencia, que las
limitaciones que establezcan las leyes a su ejercicio deben estar establecidas
dentro de ese contenido esencial de tal manera que el derecho no resulte
cercenado o impracticable. A los límites y limitaciones de los derechos
fundamentales nos hemos ocupado en el capítulo dedicado al contenido de los
derechos humanos. El significado del contenido esencial, reconocido pero no
explicitado por la norma constitucional, ha sido manifestado por la jurisprudencia
del Tribunal Constitucional español. Según el Tribunal Constitucional para
delimitar el contenido esencial caben dos caminos: Acudir a lo que suele llamarse
"naturaleza jurídica", estableciendo, dice el Tribunal Constitucional, "una relación
entre el lenguaje que utilizan las disposiciones normativas y lo que algunos
autores han llamado el metalenguaje o ideas generalizadas y convicciones
generalmente admitidas entre los juristas..." En este supuesto el contenido
esencial se compone de "aquellas facultades o posibilidades de actuación
necesarias para que el derecho sea reconocible" como tal derecho. El segundo
camino se centra en los intereses jurídicamente protegidos."Se puede entonces
hablar de una esencialidad del contenido del derecho que es absolutamente
necesaria para que los intereses jurídicamente protegibles, que dan vida al
derecho, resulten real, concreta y efectivamente protegidos".
Las dos vías de concreción del contenido esencial son complementarias.
Es importante subrayar, que el principio del contenido esencial tiene carácter
absoluto; es decir, que cualesquiera que fuesen las circunstancias invocadas para
la limitación del derecho, éste ha de conservar siempre sus rasgos esenciales.
El Principio de aplicabilidad inmediata de los derechos fundamentales.
protección directa e inmediata de los derechos fundamentales: los derechos y
libertades reconocidos la constitución, que vinculan, en su integridad, a todos los
Jueces y Tribunales y están garantizados bajo la tutela efectiva de los mismos.
El principio de publicidad de las normas, que es expresión y concreción del
valor superior de la seguridad.
El principio de la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no
favorables. Significa que las disposiciones jurídicas no se aplicaran a situaciones
nacidas con anterioridad a su promulgación y publicación. El principio de la
3
irretroactividad de las normas restrictivas de derechos fundamentales. El principio
de responsabilidad de los poderes públicos.
El principio de interdicción de la arbitrariedad. La Constitución garanatiza...la
responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos. La
Administración Pública sirve con objetividad los intereses generales y actúa de
acuerdo con los principios de eficacia, jerarquía,
Principios Constitucionales
VALORES
RESPONSABILIDAD: Es la capacidad de reconocer y aceptar las consecuencias de
las decisiones tomadas libremente. Es la obligación moral por cumplir con le
deber asignado, aportando lo mejor de sí mismo
HONESTIDAD: Es el valor que mueve al hombre a actuar con rectitud, honradez y
veracidad en todos y cada uno de los actos de la vida, a proceder de acuerdo con
reglas y valores.
TOLERANCIA: Aceptar y respetar las actitudes y comportamientos individuales,
sociales o institucionales, entendiendo las diferentes opiniones y posiciones de
cada uno.
SOLIDARIDAD: Ejercer sus actividades en unión, sintiendo como propias las
causas, intereses y responsabilidades de otros, de manera desinteresada y
oportuna, expresando un alto grado de integración, estabilidad interna, adhesión
ilimitada y total a una causa, situación o circunstancia, lo que implica asumir y
compartir por ella beneficios y riesgos.
RESPETO: Es el valor fundamental para la convivencia social. Respetar es estimar
y considerar los derechos propios de los demás, valorando las cualidades de los
otros y el medio que nos rodea.
COMPROMISO: Participar de manera responsable, eficiente y activa en el logro de
la misión corporativa.
TRANSPARENCIA: Cumplimiento de los deberes y obligaciones de los empleados y
servidores públicos del Concejo Pastuso.
DIÁLOGO: Nos permite búsqueda de la verdad y la solución a los conflictos.
También es un procedimiento para aprender a escuchar y entender a los demás,
en especial a toda la comunidad.
SERVICIO A LA COMUNIDAD: Es contribuir al mejoramiento de la calidad de vida
de los habitantes Pastusos, atendiéndolos con respeto, diligencia e igualdad de
condiciones.
EFECTIVIDAD: Significa el logro de los objetivos o de la misión de la entidad de
forma eficiente y eficaz, con la mayor calidad, bajo el mejor método, al menor
costo y en el menor tiempo posible.
La construcción de una organización política que impulse la revolución
democrática, socialista y para la independencia nacional, implica que sus
principios sean en alguna medida consistentes con el espíritu y propósito del
poder constituyente que dio lugar al texto constitucional en 1999. Es un error que
quienes se identifiquen con el proyecto socialista para Venezuela, descarten
contenidos constitucionales progresistas, desplazando la atención hacia dogmas
socialistas, regresivos en cuestiones de libertad, derechos fundamentales y
alteridad cultural, o sencillamente inviables, frente al cuadro de relaciones de
fuerza y condiciones histórico-culturales concretas de la sociedad venezolana.
4
Una de las enseñanzas fundamentales del revés electoral de diciembre de 2006
es que la propuesta de reforma constitucional fue evaluada en algunos de sus
aspectos, como una modificación ilegal e ilegitima de valores-principios de la
cultura política predominante en la subjetividad del pueblo, además
explícitamente reconocidos en el texto constitucional. No se trataba simplemente
de una “campaña negativa” del poder mediático capitalista. La propuesta de
reforma no fue percibida positivamente ni siquiera por la totalidad de los votantes
bolivarianos del año 2006.
El texto de 1999 garantiza cuatro principios que son consustanciales para un
proyecto socialista con futuro: independencia/autodeterminación nacional
(carácter contra-imperial), soberanía popular/democracia participativa (carácter
radicalmente democrático), estado de justicia (justicia material, no solo formal),
bienestar social (desarrollo humano que permita una calidad de vida digna). Con
estos cuatro principios podía edificarse un mensaje socialista claro, sencillo,
conciso y preciso: independencia nacional, democracia participativa, estado de
justicia material y bienestar para todos. Es imposible que un régimen de
producción, propiedad y mando capitalista logre concretar valores, principios,
derechos y garantías de una sociedad democrática, participativa y protagónica,
multiétnica y pluricultural, cuyo centro sea la justicia material. Ninguna
constitución capitalista propugna un estado de justicia. Pero los dobles mensajes
invadieron la esfera pública, desfigurando el mensaje socialista hacia una sola
dirección: reelección continúa del Presidente. En las democracias liberales
clásicas no se asegura fundamentalmente el derecho a la vida, al trabajo, a la
cultura, a la educación, a la justicia social, la igualdad sin discriminación ni
subordinación alguna, sino la “libertad y propiedad económica burguesa”. El texto
constitucional encierra un sistema de principios y valores que apunta claramente
a formas de socialismo avanzadas, democráticas, libertarias, desde
reivindicaciones nacionales afirmativas, revolucionarias, integracionistas y
pacíficas, descartando formatos burocrático-despóticos de socialismo.
Los derechos humanos y ambientales no son simples inventos burgueses. Una
reforma constitucional mejor diseñada podía construirle viabilidad a normas que
hicieran posible la organización de una economía mixta al servicio de las
necesidades-aspiraciones de justicia social del pueblo, en un marco de amplias
libertades políticas y garantías a los derechos fundamentales. Una propuesta
económica socialista, en una economía que goza de importantes excedentes de
renta petrolera, tenía que comenzar por otorgarle eficiencia y calidad a las
políticas sociales re-distributivas, introducir cambios fundamentales a las políticas
económicas distributivas (reparto de ingresos al capital, rentas y sueldos-
salarios), antes de amenazar con cambiar las “relaciones de producción”. Los
dogmas acerca de cómo cambiar “relaciones de producción” por plebiscito, sin
contar con la acumulación de fuerzas materiales, espirituales y políticas
indispensables, o la tesis de desmontar superestructuras como si fuese un simple
castillo de naipes, constituyen ambas ilusiones ilimitadas. La obsesión por
concentrar y centralizar poder, le agrega un lastre autoritario y personalista al
imaginario socialista, que puede terminar por hundirlo. De esta manera, parece
que es la dirigencia la que no esta aun preparada para reimpulsar formas
avanzadas e ineditas de socialismo ¿Cuál socialismo?, sigue siendo una pregunta
pendiente.
5
Participación
La palabra participación tiene dos significados principales, el primero es
“Dar parte”, es decir comunicar, informar o notificar, desde este punto de vista, la
participación sólo es posible con el libre acceso a la información de lo que ocurre
alrededor, que de una forma u otra afecta nuestra vida. El otro significado que se
utiliza más, es “Tener parte en una cosa”, es decir, compartir, entrar, intervenir,
contribuir, donde cada integrante de la comunidad es una parte del todo y como
tal interviene, comparte y contribuye. Así, la palabra implica al mismo tiempo el
derecho a tomar parte, por ejemplo en las decisiones, así como él deber de
contribuir, es decir tomar la responsabilidad por el grupo si estos están de
acuerdo.
Cada miembro de la comunidad, desde lo específico de su edad, sexo o
actividad tiene un papel que cumplir y debe realizar su aporte para el beneficio
común. La participación, en la autogestión comunitaria, implica la intervención
directa de cada uno de los integrantes de la comunidad en los procesos
económicos, sociales, culturales, políticos y de sustentabilidad que afectan sus
vidas, los cuales detallamos a continuación:
En términos económicos, la participación significa la libertad para dedicarse
a cualquier actividad productiva.
En términos sociales, significa la capacidad para intervenir plenamente en
todas las instancias de la vida de la comunidad, al margen de religión, sexo o
etnia. Además, significa el libre acceso a los servicios sociales y conexos.
6
En términos culturales, quiere decir el derecho a promover y elevar los
valores culturales y experiencias que contribuyen de manera positiva a su
supervivencia como grupo, reafirmando su identidad.
En términos políticos, significa la libertad para elegir y para ser elegido.
En términos de sustentabilidad, quiere decir que los miembros de la
comunidad tienen que derechos y responsabilidades que han de cumplir
con la sustentabilidad de las obras o acciones adquiridas por la autogestión.
Este proceso a impulsar debe alcanzar una sustentabilidad en doble
sentido, por una parte, debe preservar el ecosistema y garantizar a las
próximas generaciones los recursos naturales que necesitarán. Por otra
parte, el proceso a impulsar la estabilidad que asegure la continuidad de la
obra, por medio de actividades prioritarias de prevención, fortalecimiento
institucional, participación de los interesados en actividades de
concientización, finalmente un monitoreo y evaluación de los proyectos.
La Ley de Participación Ciudadana debe ser una ley orgánica que contemple
los principios generales que se debe aplicar en todas las formas de participación
para que luego las leyes específicas y los órganos del Estado las apliquen y las
lleven a la concreción. Al respecto, señala el Comité de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas (CDH), en una de sus Observaciones Generales con respecto al
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) que: “... el Pacto
impone a los Estados la obligación de adoptar las medidas legislativas o de otro
tipo que puedan ser necesarias para garantizar que los ciudadanos tengan
efectivamente la posibilidad de gozar de los derechos que ampara.”
participación ciudadana apostó... y ganó
La sociedad venezolana ha transitado un largo recorrido para ejercer sus
derechos de participación ciudadana. Muchos años, diversidad de leyes y un
cúmulo de acciones orientadas a lograr esos derechos han permitido que
finalmente la sociedad civil pueda hacerse sentir ejerciendo lo que las leyes les ha
otorgado. A través de dos casos específicos, esta investigación ha puesto de
manifiesto que los ciudadanos pueden obtener aquello que como grupo de
presión y de cambio quieren alcanzar a través de su acción cívico-participativa.
Marco Legal de La Participación Ciudadana en Venezuela
El desarrollo del principio constitucional que tiene que ver con la
participación ciudadana en Venezuela, a partir de la Constitución de 1999, se ha
venido dando a través de la presentación, discusión, aprobación y publicación de
una serie de leyes, entre las cuales se pueden destacar: Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, Ley Orgánica de la Contraloría General de la
República y Sistema Nacional de Control Fiscal, Ley Orgánica de la Administración
Pública, Leyes Orgánicas de los Consejos Estadales y Parroquiales de Planificación
Pública, Ley Orgánica del Poder Público Municipal, para citar brevemente algunas
normas.
La Participación Ciudadana en Venezuela.
La compleja realidad latinoamericana se encuentra aún caracterizada por la
pobreza, la exclusión social, los altos índices de corrupción pública y privada, la
violación de los derechos humanos y por una ineficacia gubernamental
generalizada. Esta situación requiere; sin lugar a dudas, de un nuevo abordaje
que implique el establecimiento de mecanismos institucionales que permitan
aunar esfuerzos entre el Estado, los ciudadanos y la sociedad civil en beneficio de
7
construir soluciones viables de corto, mediano y largo plazo en un ambiente de
libertad, inclusión, responsabilidad y eficiencia. En ese contexto de necesidades,
especialistas y expertos han volcado la mirada, y puesto su atención en la
posibilidad de que ciudadanos y ciudadanas participen en la gestión pública,
como una alternativa de cambio institucional y de “perfeccionamiento” de
nuestras democracias.
¿Será posible entonces, impulsar un nuevo esquema de funcionamiento
democrático, donde el ciudadano, el pueblo, y la sociedad civil ocupen el lugar de
protagonismo frente al Estado, sus instituciones y su gobierno? ¿Puede contribuir
la participación ciudadana a alcanzar la senda del desarrollo, la prosperidad y la
modernidad, en nuestros países? Exploremos algunos de sus rasgos distintivos y
tal vez, luego obtendremos conclusiones.
La participación ciudadana: breves antecedentes y su concepto
La incorporación del tema de la participación en la agenda de los distintos
gobiernos de nuestra región ha sido progresiva y por varias motivaciones. Una de
ellas, fue el reconocimiento de la incapacidad del Estado para atender de manera
eficaz y eficiente las diversidad de demandas y problemas de su entorno
específico. Esta situación propició en los gobiernos de la región el impulso de
medidas de desregulación, privatización, descentralización y desconcentración
administrativa; tratando de incorporar al sector privado en la resolución de una
agenda llena de asuntos sin resolver.
Otra causa promotora de la participación, fue la necesidad de democratizar
las relaciones entre el Estado y la sociedad civil como un elemento modernizador
y de refrescamiento de la democracia como sistema político (Venezuela, fue un
caso típico de este tipo de iniciativas; a partir de finales de la década de los
ochenta).
Una tercera vía, resultó del propio desarrollo de la sociedad civil que, en
combinación con el surgimiento de nuevos liderazgos políticos en Latinoamérica
contribuyeron de igual manera, a abrir espacios para la participación de
particulares en la gestión pública.
La aparición de nuevos enfoques gerenciales y de reforma del Estado,
propiciaron nuevas formas de rendición de cuentas y de control de la gestión
pública; mediante incorporación de las comunidades y de sectores sociales
específicos (la Nueva Gestión Pública, a partir de los años noventa).
Por último, la presencia de los organismos multilaterales de desarrollo y
cooperación técnica (el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la
Corporación Andina de Fomento o el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo), también han aportado a la expansión de esta tendencia participativa;
mediante la realización de programas de capacitación y adiestramiento e incluso
el financiamiento de proyectos de desarrollo local que implican la cogestión de
entidades oficiales y privadas.
En términos muy sencillos, la participación ciudadana es el proceso
mediante el cual los ciudadanos en forma directa o mediante sus expresiones
asociativas, inciden en ciertos procesos gubernamentales definitorios de políticas
públicas. Es decir, por medio de la participación ciudadana individuos,
comunidades y sectores sociales organizados tienen la oportunidad de intervenir
de distintas maneras en la resolución de determinados asuntos de interés
colectivo. Pero siendo aún mucho más directos, debemos indicar que esa
8
intervención ciudadana en los asuntos públicos, se traduce en la posibilidad
participar en tres eventos fundamentales; a saber: la formulación, la ejecución y
el control de políticas públicas. Sobre estos tres aspectos formularemos unos muy
breves comentarios.
La participación ciudadana en la formulación de las políticas públicas
implica la obligación de parte de las entidades gubernamentales en: i) definir los
actos administrativos que podrán ser sujetos a consulta (leyes, reglamentos,
planes, programas o proyectos de inversión, ordenanzas urbanas o urbanísticas,
por tan sólo mencionar algunos) y ii) establecer las condiciones, los mecanismos,
los procedimientos y la duración de cada consulta pública respectiva. Cabe
agregar, que la complejidad de estos procesos de consulta cívica dependerá del
ámbito político-territorial donde se realicen, bien sean a nivel nacional, estadal
(provincial, estadual, departamental) y municipal (local).
Por su parte, la participación ciudadana en la ejecución de las políticas
públicas está un tanto más clara. En efecto, sobre este particular hay mucha más
experiencia en el ámbito regional latinoamericano. Al respecto, basta recordar los
procesos de privatización, aquellos de concesiones públicas, de descentralización
o de convenimientos con agentes particulares (con o sin fines de lucro), para la
prestación de determinados servicios.
Finalmente, el concepto de la participación ciudadana supone directamente el
ejercicio de la contraloría social. Esta contraloría implica la participación de los
ciudadanos, de las comunidades y de los sectores sociales organizados en la
supervisión, control y seguimiento de las políticas públicas de impacto nacional,
regional, local y comunitario; con especial énfasis en aquellos dirigidos al
desarrollo humano. La contraloría social es un segmento importante y estratégico
de la participación ciudadana que requiere de un amplio y urgente desarrollo
técnico y legislativo para hacerlo realidad de una manera eficaz y eficiente.
Los espacios de actividad pública para la participación ciudadana
Por otra parte, y para reflexionar sobre la pertinencia de la participación
ciudadana como un nuevo paradigma de funcionamiento democrático debemos
distinguir sus distintas áreas de incidencia dentro de la actividad gubernamental.
En efecto, las iniciativas de participación ciudadana para su mayor comprensión
pueden ubicarse en seis ámbitos distintos de actividad pública claramente
diferenciables. Veamos.
Uno de ellos es la participación ciudadana vinculada al sector social. Aquí
las iniciativas ciudadanas, aquellas impulsadas por las comunidades organizadas
y demás sectores específicos de la sociedad tendrían el derecho de cogestionar
las políticas públicas educacionales, sanitarias, culturales, deportivas y aquellas
relacionadas con la construcción de viviendas y servicios conexos.
Un segundo ámbito de operación, es el económico que también ofrece la
posibilidad para la incorporación de la sociedad civil a la gestión programas
públicos referidos a la denominada economía social; tales como el desarrollo de
cooperativas agrícolas, mercados populares, cajas de ahorro y microempresas.
Un tercer ámbito para la participación ciudadana lo representa la defensa
de los derechos humanos, frente al Estado, más específicamente frente al sistema
judicial y penal-penitenciario y, ante posibles abusos provenientes de parte de
entidades de la propia esfera privada de la sociedad. La defensa de género, de los
derechos de la niñez y la adolescencia, de la tercera edad, de los presos políticos
9
o de conciencia, de la libertad de expresión, y de los derechos ambientales; entre
otras, son un campo donde el voluntariado social y la organizaciones temáticas
han consolidado su presencia y capacidad operativa.
Otro sector para el desarrollo de la participación ciudadana lo constituye
aquel vinculado a la planificación local y que comprende la planificación
municipal, el desarrollo urbano, el ordenamiento urbanístico y la incorporación de
los ciudadanos y las comunidades organizadas en la discusión de los
presupuestos públicos. Sobre este ámbito en particular se han alcanzado notables
éxitos en nuestra América como son los experiencias de presupuesto participativo
en la Alcaldía del municipio Caroní (ALMACARONI) del estado Bolívar (Venezuela),
en la ciudad de Buenos Aires (Argentina) y por supuesto, la renombrada y más
conocida experiencia en presupuesto participativo realizada en la ciudad de Porto
Alegre, en Brasil.
La participación ciudadana en los procesos de elección de jueces de paz y
de representantes comunitarios a instancias de gestión local (autoridades
urbanísticas o ambientales), es otro segmento trascendente para el ejercicio de
una democracia ciudadana.
Por último, debemos citar la forma clásica de participación ciudadana (ésta
de carácter político y vinculada directamente al sistema democrático) que refiere
a la posibilidad de elegir a miembros e integrantes de los distintos poderes del
Estado. Aquí nos referimos a la posibilidad de elegir a Presidentes, Vice-
Presidentes, Gobernadores y Alcaldes, dentro de la rama ejecutiva. A seleccionar
a Senadores, Diputados, Representantes Estaduales y Concejales, en el poder
legislativo y a elegir a otros funcionarios como los Magistrados dentro del poder
judicial o los Rectores o integrantes de los órganos electorales. La participación
política implicaría también el derecho a convocar y realizar consultas refrendarias,
constitucionales, constituyentes y hasta revocatorias (como el caso venezolano) y
también la posibilidad de presentar iniciativas legislativas; por parte de los
ciudadanos en los distintas instancias legislativas que posea cada República.
Los condicionantes institucionales para la participación ciudadana
La participación como un evento ciudadano, como un proceso social
requiere del cumplimiento de una serie condiciones para su ejercicio pleno. Un
primera condición institucional es la indispensable existencia de un marco legal
democrático que sustente, promueva y apoye el ejercicio de la participación de
los ciudadanos y ciudadanas en forma directa o semidirecta (a través de sus
asociaciones) en un ambiente de igualdad, de transparencia, de procedimientos
sencillos y de respuestas oportunas. Una segunda condición es que la práctica de
la participación ciudadana se desarrolle dentro unos principios éticos basados en
la honestidad, solidaridad, tolerancia, crítica libre y responsabilidad. En tercer
lugar, la participación ciudadana requiere del desarrollo de programas educativos
dirigidos a elevar las capacidades cívicas y participativas de los ciudadanos y
ciudadanas, de las comunidades y de los sectores sociales organizados, en un
marco democrático, plural y libre. Pero también y vinculado al punto anterior, el
proceso participativo, exige la puesta en marcha de un proceso de capacitación y
adiestramiento de los miembros de las burocracias públicas, como contraparte
directa de los procesos y eventos técnicos que se derivaran de la nueva condición
participativa de la administración. En cuarto lugar, el Estado y sus instituciones
deberán facilitar los recursos organizativos, técnicos y tecnológicos, informativos
10
e informáticos y los espacios físicos para el cumplimiento eficaz de los procesos
de participación ciudadana. Una quinta condición es la dotación en forma
oportuna y suficiente por parte del Estado de los recursos presupuestarios para
garantizar el funcionamiento de las distintas instancias de participación
ciudadana. Por último, para la concreción de los procesos de participación
ciudadana se necesita un fuerte apoyo y compromiso político de las fuerzas
gubernamentales en alianza con la sociedad civil organizada. Sin una convicción
política firme, la participación ciudadana será sólo una declaración de principios
bien intencionados.
Las ventajas y dificultades de la participación ciudadana
La práctica de la participación ciudadana en su trascendencia conlleva a
una serie de ventajas y riesgos que no se debe eludir en esta panorámica global
que hemos emprendido alrededor del tema. Iniciemos con las ventajas más
relevantes.
Uno de los benéficos de la participación ciudadana es su aporte directo al
incremento del Capital Social. En efecto, la participación fortalece la
asociatividad, la cooperación y solidaridad ciudadanos la conciencia cívica y los
valores éticos. Por supuesto, esta condición requiere de un esfuerzo institucional
de las agencias gubernamentales para consolidar estos vínculos establecidos y
sus beneficios. De igual manera, la participación favorece el Empoderamiento de
la Ciudadanía y de las Comunidades más vulnerables. Bajo un paradigma
gubernamental basado en la participación permite el cumplimiento de cuatro
características claves del empoderamiento como son: el acceso a la información,
la inclusión, la responsabilidad y la capacidades de organización cívica. En tercer
lugar, la participación también permite la articulación de redes como medios
organizacionales alternativos y autónomos de las comunidades y sectores
sociales organizados en la resolución de sus problemas. Las redes contribuyen al
intercambio de experiencias entre la ciudadanía, fortaleciendo así su capacidad
de negociación e independencia frente al Estado. Por último, un esquema
participativo redefine sustancialmente las relaciones entre el Estado y la sociedad
civil, bajo un marco de pertenencia, corresponsabilidad y control y rendición de
cuentas mutuo.
La participación ciudadana tiene algunas dificultades. La primera, que salta
a la vista, es el posible entrabamiento de la gestión de gobierno, por la presunta
realización continua de procesos de consulta y audiencias con la ciudadanía. A
esto se agrega, (y no es un riesgo sino una realidad), la resistencia de la
burocracia pública de nuestros países en aceptar “la invasión” de un agente
externo (la ciudadanía) a su dominio patrimonial. De igual manera, hay que
mencionar que la participación ciudadana es proclive a ser manipulada con fines
clientelares y político-partidistas, desdibujando de esta manera su esencia de
protagonismo ciudadano. Por último, la participación ciudadana no puede ser
vista o idealizada como una panacea bajo el riesgo de querer sustituir con ella, las
instancias naturales de gobierno, sin ningún resultado.
¿Democracia participativa vs. democracia representativa?
Una redefinición del funcionamiento de la democracia, no tendría que
fundamentarse en la falsa dicotomía de “una democracia representativa versus
otra participativa”. La participación y la representación no son excluyentes. Por el
contrario, son dos cualidades íntimamente ligadas y hasta inseparables. Toda
11
democracia se basa en la combinación de tres aspectos estratégicos como son: i)
la participación directa y/o semidirecta de sus ciudadanos; ii) la presencia de
entidades públicas representativas y iii). la separación e independencia de los
poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Como hemos visto; mediante la
participación, la ciudadanía tiene la oportunidad de incidir en los eventos que
ocurran en las instancias que conforman un modelo democrático de gobierno. Por
lo tanto, no hay antagonismo entre participación y representación.
¿Es o no, la participación ciudadana la alternativa ?
¿Y por qué no? El camino hacia la prosperidad y el desarrollo de nuestro
continente es una responsabilidad compartida entre los ciudadanos y sus
expresiones asociativas en un rol protagónico y el Estado, como último garante
del orden de la nación. Esta situación histórica es ineludible. Continuar bajo
modelos estatistas, donde la voluntad de la ciudadanía siga secuestrada por la
omnipresencia de un solo actor, es continuar navegando en el fracaso, inculpando
a factores externos de nuestros propios errores y de nuestra escasa visión de
futuro. El tiempo de los ciudadanos ha llegado. La oportunidad de iniciar un nuevo
modelo de gobierno abierto a los ciudadanos: responsable, democrático, plural e
incluyente está frente a nosotros. El único error posible es no emprender este
camino.
La posibilidad de participación en ciertos procesos de gobierno que ofrece la
Constitución de 1999 a la ciudadanía, constituye un elemento sustancialmente
atractivo tanto desde un punto de vista político como académico. En efecto, el
texto constitucional, ofrece al menos de manera formal una serie de alternativas
y canales de participación para que el ciudadano, el pueblo o la sociedad civil
puedan incidir en el diseño, la ejecución y el control de las políticas públicas; e
incluso con la estructuración misma de los poderes públicos. Veamos, a grosso
modo, cuales son esas alternativas de participación y consulta que oferta la
constitución.
La primera de ellas comprende la elección directa, universal y secreta de las
autoridades gubernamentales en los Poderes Ejecutivo y Legislativo; de los tres
niveles político-territoriales (Nacional, Estadal y Municipal), que conforman la
República; así como también en la elección de los Jueces de Paz. Otro aspecto que
involucra esta opción, es la participación ciudadana en la designación de ciertas
autoridades nacionales como los miembros del Tribunal Supremo de Justicia, la
designación de los miembros titulares del Poder Ciudadano, y la designación de
los miembros de la Junta Directiva del Consejo Nacional Electoral. En este caso, la
participación es realizada de manera indirecta y difusa; a través de
representantes en Comités de Postulaciones o mediante la expresión de opiniones
y/o reparos.
Una segunda alternativa la representa la participación social en la
coordinación y gestión de políticas públicas a el nivel nacional, estadal y
municipal. Esta modalidad es ampliada por la Leyes Orgánicas de Planificación y
de Administración Pública, aprobadas ambas en el año 2001. Este punto es muy
interesante pues implica entre otros aspectos la participación de la ciudadanía y
de la sociedad civil, en determinadas áreas específicas de gestión pública, la
definición de ciertas cualidades para la Administración Pública y su relación con
los administrados; y por último, propiciaría la cogestión descentralizada de ciertos
servicios públicos.
12
En tercer lugar, la oferta constitucional se ocupa de la participación en los
procesos de formación de leyes, de enmienda, de reforma constitucional y del
proceso constituyente. El proceso de Formación de Leyes, en lo que nos atañe se
presenta en los Artículos 204, 205, 206 y 211. Los temas referidos a la enmienda,
reforma constitucional y a la asamblea constituyente, se encuentran
comprendidos en los Artículos 341, 343, 345 y 349 del texto constitucional.
Y por último, debemos citar la cogestión ciudadana en los procesos
electorales. Al menos formalmente, tres de los miembros de la Junta Directiva del
Poder Electoral serían postulados, por instituciones o grupos no vinculados con la
estructura estatal. Los integrantes postulados por la sociedad civil, poseerían
unas comisiones específicas para su administración. La población tendría el
derecho y el deber de prestar el servicio electoral.
Por otra parte, el texto constitucional creó una serie de instancias de
participación social y ciudadana de carácter descentralizado. Dichas instancias
conformarían un subsistema de deliberación, consulta, planificación y
coordinación de políticas públicas. Nos referimos al Consejo Federal de Gobierno
(Artículo 185), los Consejos Estadales de Coordinación de Políticas Públicas
(Artículo 166), los Consejos Locales de Planificación Pública (Artículo 182) y las
Asambleas de Ciudadanos (muy de moda últimamente).
Pudiera afirmarse que se intenta avanzar hacia redefinición de las
relaciones entre el Estado y la Sociedad Civil venezolana, en términos de lograr
una mayor una mayor redistribución, desconcentración y descentralización del
poder y de la toma de decisiones. En tal sentido, y de ser válida esa apreciación,
la participación constituye un reto estratégico para todos los venezolanos; pues al
menos nos compromete con:
1. La apertura a la ciudadanía, a las comunidades y a la sociedad en general, de
ámbitos de gestión y de decisión de carácter político, económico y social; que
antes estaban bajo el monopolio del Estado.
2. Una profunda y necesaria reforma institucional en la estructura y los procesos
gubernamentales que se producen en el Estado venezolano; y más
específicamente aún, en la Administración Pública como instrumento típico de
gobierno.
3. El diseño y ejecución de programas de adiestramiento y fortalecimiento
institucional dirigidos a ajustar los valores de la cultura administrativa dominante
en el aparato público.
4. La promoción de la organización y fortalecimiento de las comunidades para
incrementar su participación en el diseño y, sobre todo el control de las políticas
públicas.
5. El impulso de una cultura democrática y participativa basada en la inclusión, la
tolerancia, la pluralidad y la cooperación como valores éticos sustantivos, vitales
e insoslayables.
Desde nuestro punto vista, no superarse los anteriores postulados, el tema
participativo correría el riesgo de constituirse en un mero espejismo que
justificaría ciertas prácticas políticas propensas al clientelismo; a la
burocratización de la administración gubernamental; o lo que es peor a la
instauración definitiva de un régimen basado en la exclusión y la ineficacia
gubernamental en total desmedro del avance de nuestro país y de su pueblo
13
hacia esa utopía que se han convertido la modernidad y el desarrollo social en
libertad y democracia.
Análisis jurídico legal de instancias formales de participación
ciudadana
La aprobación de la Ley de Participación Ciudadana abrió nuevas vías
jurídicas para que los distintos actores sociales se involucren en el proceso de
toma de decisiones, ejecución, seguimiento y evaluación de políticas públicas, así
como en la elaboración y aprobación de leyes, resoluciones, ordenanzas y normas
en general. La Ley considera la participación ciudadana como un derecho
humano, desarrollando los principios constitucionales de los Artículos 7 y 50 de la
Constitución Política; brinda respaldo a las prácticas participativas existentes;
profundiza aspectos esbozados en otras leyes y decretos; promueve la
participación en la elaboración de normas y de políticas públicas; y establece
diferentes modalidades de participación en los ámbitos local, departamental,
regional autónomo y nacional. A tres años de vigencia de esta Ley, se hace
necesario identificar el estado de las diferentes instancias creadas antes y
después de su aprobación, a fin de fortalecer la incidencia de la sociedad civil en
esos espacios y contribuir al establecimiento de alianzas público-privadas en los
ámbitos sectoriales y territoriales.
En materia legislativa, la participación ciudadana disfrutó de un fuerte
impulso con la aprobación de la Ley Orgánica del Poder Público Municipal, (en
Junio de 2005). La ley contiene unos 130 artículos que determinan la participación
ciudadana en la gestión pública local en asuntos; tales como: el presupuesto
participativo, las asambleas de ciudadanos y la contraloría social; entre otros. La
nueva LOPPM representa un avance significativo en relación a anterior Ley
Orgánica de Régimen Municipal y constituye además una seria exigencia de
modernización de las Juntas Parroquiales, los Consejos Municipales y las Alcaldías.
Otro avance en materia legislativa lo constituyó la aprobación de la Ley del
Servicio Comunitario del Estudiante de Educación Superior. Esta ley prescribe la
participación del estudiantado de ese sector, en proyectos de desarrollo
comunitario; como parte de su proceso de aprendizaje y formación.
En otros aspectos; sin embargo, la Asamblea Nacional quedó en una mora
inaceptable. En mora quedó la Ley Orgánica de Participación Ciudadana,
destinada a reglamentar los distintos procesos de consulta popular y de elección
de ciertas instancias participación ciudadana. Otro tanto ocurrió con la Ley
Orgánica de Hacienda Pública Estadal que fuera devuelta a la Asamblea Nacional
por el Ejecutivo Nacional. La Ley del Consejo Federal de Gobierno corrió con la
misma suerte. Otras leyes referidas a importantes herramientas participativas
como la contraloría social o la organización vecinal también quedaron pendientes.
Estos hechos consiguieron retrasar y posponer la aplicación de algunos mandatos
constitucionales orientados a estructurar un Estado federal y descentralizado, y
por ende, más democrático y más cercano a la población.
La red nacional de instancias de participación (Consejos Estadales de
Planificación y Coordinación de Políticas Públicas; así como los Consejos Locales
de Planificación), continuó sufriendo dificultades en su implementación. Los
Consejos Estadales no funcionaron de manera adecuada, en detrimento de sus
amplias potencialidades como instrumentos de consenso y del establecimiento
14
concertado de prioridades. Puede afirmarse que, durante 2005 ninguna entidad
federal elaboró un Plan Estadal de Desarrollo, de acuerdo a la Ley.
En cuanto a los Consejos Locales de Planificación (con alguna excepción), su
desempeño no fue mejor, ni más afortunado. En realidad, sigue habiendo una
gran resistencia a su implementación y operatividad. Hay sectores políticos (del
oficialismo y de la oposición) opuestos decididamente a la operatividad de estas
figuras de participación y co-gobierno ciudadano. Esa “resistencia al cambio”, a
los CLPP, se origina en la baja calidad de los gobiernos municipales, que obstruye
cualquier innovación que pueda “perturbar” su dinámica burocrática tradicional.
En el ámbito metropolitano sucedió algo similar. El Consejo Metropolitano de
Planificación y Coordinación de Políticas Públicas no actuó de una manera
eficiente ni cumplió con sus objetivos institucionales. Otra iniciativa en este
ámbito gubernamental, que resultó fallida, fue la denominada “Estatuyente
Metropolitana”. Esta interesante propuesta consultiva y deliberante sobre el
posible futuro del Área Metropolitana de Caracas, logró unificar la atención de
alcaldes tan diferentes ideológicamente como Juan Barreto, Leopoldo López y
Henrique Capriles. Sin embargo, al final no pasó nada.
Además de los Consejos Estadales y Locales durante este año se
continuaron impulsando otras instancias para la participación ciudadana de
carácter más específico y operativo. Así encontramos a los Comités de Tierras
Urbanas (existen 6 mil en todo el país), vinculados a la problemática de la
vivienda. Las Mesas Técnicas y Comités Comunitarios de Agua, relacionados a ese
tema concreto y los Comités de Salud (unos 8 mil a nivel nacional), propios del
Programa “Misión: Barrio Adentro”. Con cada una de esas modalidades
organizativas, el gobierno de turno intentó involucrar al voluntariado de las
comunidades populares en labores de ejecución y apoyo a sus programas
públicos respectivos. Sin lugar a dudas, estas experiencias tuvieron éxito. Un
éxito relativo y variable, dentro del cual hay que destacar el decisivo papel
relevante de la mujer venezolana como el verdadero sujeto promotor de la
organización ciudadana.
Pero aún hay más. Porque cada ley aprobada por la Asamblea Nacional
puede incluir la creación de mecanismos y espacios para el ejercicio de la
participación ciudadana. Veamos dos casos recientes. La Ley de Servicios Sociales
al Adulto Mayor (G.O. N° 38.270 del 12-09-2005), estableció la creación del
Consejo Nacional de Servicios Sociales para el Adulto Mayor, el cual contará con
representantes de entidades vinculadas a los derechos humanos, a los adultos
mayores, a las amas de casa, a las personas con discapacidad y a los pueblos
indígenas; por ejemplo. La misma determina la creación de las Asambleas de los
Comités Comunitarios de Servicios Sociales y de los propios Comités Comunitarios
de Servicios Sociales, al nivel más local.
El otro caso, lo encontramos en la Ley Orgánica para la Planificación y
Gestión de la Ordenación del Territorio (G.O. N° 38.279 del 23-09-2005), la cual
incorpora importantes elementos para la participación de los ciudadanos y las
comunidades organizadas en su ámbito de aplicación. Uno de esos elementos lo
constituye la figura del “Representante Comunitario” para asistir a las
asociaciones comunitarias en aspectos cruciales; tales como: su participación en
la elaboración de los planes para la ordenación del territorio municipal y, en el
procesamiento de sus quejas, denuncias y reclamos en materia de ordenación
15
urbanística; entre otros aspectos. De esta manera, la oferta participativa desde el
Estado hacia la sociedad civil siguió incrementándose.
La creación del Ministerio de Participación Popular y Desarrollo Social fue
otro evento que vino a recomponer el “cuadro institucional” de la participación
ciudadana desde la óptica del gobierno. Sin un propósito claro aún, este Ministerio
pareciera encaminarse hacia la ejecución de programas sociales específicos
(ahora se menciona la Misión “Negra Hipólita”, dirigido hacia la población más
vulnerable). Es fácil diagnosticar que su gestión operativa tendrá dificultades ante
las distintas políticas y propuestas que, en materia de organización popular ya
avanzan otras agencias estatales ministeriales. Del mismo modo, el Ministerio
tiene que aprender a coexistir con otros entes promotores de la participación
ciudadana que pertenecen a las entidades federales menores, como son los
Consejos Estadales de Coordinación y Planificación de Políticas Públicas y los
Consejos Locales de Planificación Pública.
Un comentario adicional merece la muy reciente propuesta de crear unos
“Consejos Populares de Gobierno”, conformados por diputados de la Asamblea
Nacional y otros representantes oficiales y privados (de la Sociedad) con el objeto
de discutir y consultar proyectos legislativos. En realidad, tales instancias -hasta
el momento- carecen de una base legal o de un propósito claro, salvo el de
carácter clientelar e ideológico.
En medio de todo esto, la población aún no se encuentra familiarizada con
muchos de estos espacios de protagonismo ciudadano. Incluso su existencia es
casi desconocida para gran parte de la sociedad organizada o no. Lo que ocurre
con ellos, es que además de su novedad, en muchos casos han sido secuestrados
por las organizaciones partidistas es desmedro de la participación de los propios
ciudadanos. Además, la polarización política y visceral que ha venido
predominado durante los últimos años en el país, también ha afectado su
desempeño, su utilidad y su proyección comunitaria. Sin embargo, hay que
reconocer que la propia sociedad organizada ha emprendido notables iniciativas
de formación y difusión sobre los derechos ciudadanos para rescatar sus propios
espacios de participación. Así encontramos a organizaciones civiles como
“Sinergia” o “Queremos Elegir” y portales como consejoslocales.org y
apalancar.org (entre otros), que han convertido en verdaderos pivotes en la lucha
por abrir espacios hacia una nueva cultura cívica participativa basada en los
valores de inclusión, tolerancia y democracia.
El ámbito electoral fue el más fue afectado. Durante el 2005, hubo dos
procesos electorales de carácter legislativo (municipal y nacional) caracterizados
por el debate sobre la idoneidad y transparencia del Consejo Nacional Electoral.
Los resultados de ambos eventos comiciales favorecieron al oficialismo: en el
evento municipal ganó la mayoría en los Concejos Municipales y Juntas
Parroquiales; y en cuanto a la Asamblea Nacional obtuvo la totalidad de los 167
diputados a ser electos. De esta forma, la democracia venezolana entró en una
“nueva etapa” signada por la presencia hegemónica de un solo factor ideológico
en las instancias formales de representación política vigentes. Pero quizás los
más lamentable, es el daño causado al ejercicio del sufragio como mecanismo de
resolución de conflictos en un sistema democrático. De una parte, la incapacidad
manifiesta del CNE por infundir la confianza necesaria en el electorado y, de otra,
el avance de propuestas abstencionistas como medios de participación y de
16
presunta deslegitimación gubernamental, sólo contribuyen a profundizar el
desentendimiento y la diatriba inútil que predomina en el escenario político
venezolano.
Los partidos como canales naturales de participación política y debate
ideológico democrático siguieron sin poder recuperar su espacio en la sociedad
venezolana. Desde nuestro punto de vista, en Venezuela, se ha venido
consolidando una visón inadecuada del “hecho político” que lo reduce a una
simple manipulación clientelar maniquea. Los argumentos fueron sustituidos por
los insultos, los acuerdos han sido suplantados por las componendas, la disidencia
y la crítica se persiguen y se castigan (en el oficialismo y en la oposición). Por otra
parte, al esfuerzo político sostenido, tesonero y con visón estratégica, algunos
pretenden sobreponerle una la salida fácil, milagrosa, mesiánica y por lo tanto,
antidemocrática. Las organizaciones partidistas y la sociedad organizada
venezolana deben ir al reencuentro mutuo (lo escribiré de nuevo: el reencuentro
es mutuo, entro dos factores). Ambas fuerzas deben reconocerse entre sí,
respetando la diversidad, propiciando la pluralidad y la inclusión. Durante el 2005,
los partidos continuaron privilegiando las formas autoritativas de organización
interna. Cabe agregar que sus procesos de renovación de autoridades fueron
pospuestos. No hay duda, que conceptos como renovación y democratización
causaron escozor en estas instituciones sociales.
Por último, también durante 2005 la realización de consultas públicas sobre
leyes, ordenanzas y reglamentos no fueron hechas de manera sistemática ni
oportuna. Igual ocurrió con otros medios de participación ciudadana como el
presupuesto participativo, el presupuesto de inversión municipal o los
mecanismos de acceso al financiamiento de proyectos comunitarios; por parte del
Fondo Intergubernamental para la Descentralización (FIDES) o la Ley de
Asignaciones Económicas Especiales (LAEE). Sobre este particular, debe
agregarse que los procedimientos para la presentación de proyectos por parte de
las comunidades son engorrosos e inequitativos, propiciando el desaliento entre
la población supuestamente beneficiaria.
El desarrollo de los derechos a la participación ciudadana siguió su avance,
lento pero seguro, generando dudas, propiciando problemas y desconciertos; pero
también significando una oportunidad formidable para construcción de una
plataforma social que sirva de contrapeso a las tendencias autoritarias y que a su
vez promueva una cultura de inclusión y de lucha por una Venezuela
democrática, moderna y próspera. El camino es largo, pero es el camino.
4
5
32
En efecto, utilizando los términos de Héctor Fix Zamudio 6[17], las garantías
deben ser entendidas como los diversos medios a través de los cuáles se logra
respetar y hacer efectivos y valederos los derechos; y que en el caso concreto
que nos ocupa, vienen representadas por el amplio catálogo de mecanismos de
participación que consiguen espacio constitucional, tales como los referendos, las
asambleas de ciudadanos, los cabildos; mecanismos éstos mediante los cuáles se
le concede a los ciudadanos la posibilidad de intervenir abiertamente en la
conducción de las gestiones y acciones de gobierno y de conducción pública.
A su vez merece la pena destacar la importante posibilidad de participación
que se otorga al ciudadano en el aspecto relacionado con la materia normativa y
legislativa, al preverse iniciativas legislativas, reglamentarias, y hasta incluso
constituyente en cabeza de los ciudadanos. En tal sentido vale la pena destacar
normas innovadoras como las contenidas en los artículos 204, numeral 7, 205 y
206 constitucionales.
La primera de las disposiciones citadas alude a la iniciativa legislativa
correspondiente a los ciudadanos, la cual se encuentra prevista en dicha
disposición constitucional para ser activada por un número no menor del 0,1% de
los electores efectivamente inscritos en el Registro Civil y Electoral.
Ahora bien, esta modalidad de iniciativa popular debe ser compaginada con
lo dispuesto en el artículo 205 constitucional, el cual expresamente establece que
la discusión de los proyectos de ley que sean presentados en base a esta
modalidad de participación ciudadana deberán entrar a discusión dentro del
Parlamento a más tardar en el período de sesiones ordinarias siguiente al que se
haya presentado. Incluso, la disposición constitucional va más allá, en aras de
procurar el debido respeto a tal iniciativa ciudadana, y a su vez el respeto a la
participación ciudadana, al establecer que de no comenzarse el debate sobre el
proyecto de ley presentado en el lapso anteriormente referido, el mismo deberá
ser sometido a referéndum aprobatorio, mecanismo de participación también
novedoso en nuestro texto constitucional establecido en su artículo 73.
Por otra parte, el anteriormente mencionado 206 constitucional prevé la
necesidad de consulta a la sociedad al momento de que la Asamblea Nacional
pase a legislar sobre alguna materia que afecte a los Estados; consulta ésta que,
de acuerdo al texto constitucional, debe ser canalizada a través de los Consejos
Legislativos de los Estados, quienes a su vez son los que deberán realizar la
consulta directa a la sociedad civil sobre la materia de la que trate la legislación a
debatir en el Parlamento.
Como se aprecia, constituyen estos procedimientos mecanismos que en
definitiva tienen como propósito medular hacer prevalecer el respeto al principio
de participación ciudadana que deviene de nuestro nuevo modelo democrático;
un modelo de democracia protagónica y participativa, con el cual se tiende a la
perfectibilidad de las funciones del Estado, entre ellas claro ésta, la legislativa,
cuyo resultado será, sin duda alguna, la producción de normas y disposiciones
normativas de mayor calidad y sobre todo de mayor efectividad entre sus
destinatarios finales, es decir, el conglomerado social, a quien en definitiva se
encuentra destinada a regular.
De hecho, la conveniencia el sometimiento a la opinión de la ciudadanía de
los proyectos de disposiciones normativas, como paso previo a su efectiva
6
33
promulgación ha sido puesto de manifiesto con bastante ahínco por parte de la
doctrina norteamericana, la cual ha desarrollado diversidad de mecanismos
orientados a la satisfacción de la participación ciudadana en los procesos de
elaboración de cuerpos normativos.7[18]
En estos momentos es necesario comentar que en esta materia nuestro
país no se ha quedado atrás, al consagrarse en la Ley Orgánica de la
Administración Pública mandamientos que tienen por finalidad el que las
disposiciones normativas a ser promulgados por parte del ejecutivo, de acuerdo al
ámbito de sus competencias, contengan una fase de consulta popular. Así de
hecho lo disponen normas con las previstas en los artículos 86 y siguientes de la
Ley Orgánica de la Administración Pública, en lo atinente a los proyectos de ley
que presente el ejecutivo al órgano legislador; así como también lo previsto en el
artículo 136 eiusdem que establece la obligación para los órganos públicos que en
razón de sus atribuciones, deban adoptar disposiciones normativas, de realizar
procesos de consulta a las comunidades organizadas en torno al anteproyecto de
normativa que pretende adoptar; artículo éste que además prevé que paralelo a
éste proceso de consulta sectorial, se lleve a cabo una convocatoria a consulta
general a través de la prensa nacional sobre el anteproyecto de normativa a
promulgar, con la finalidad de que cualquier persona tenga la libertad de
participar presentando propuestas u observaciones sobre el texto normativo que
se pretende aprobar.
Sin embargo, es necesario aclarar que de acuerdo a lo previsto en la última
parte del comentado artículo 136 de la Ley de la Administración Pública, el
resultado que emane de los procesos de consulta realizados no tendrá carácter
vinculante, pero en todo caso, la falta de la consulta aquí referida acarreara la
nulidad absoluta de la norma aprobada, según lo estatuye el artículo 137
eiusdem; con lo cual se salvaguarda el derecho de opinión y participación de los
ciudadanos.
Siendo así las cosas, debe destacarse también que el propio texto legal aquí
tantas veces aludido, es decir, la Ley Orgánica de la Administración Pública,
estipula como obligación de los órganos y entes de la Administración Pública el
promover la participación ciudadana en la gestión pública, en su artículo 135,
estableciendo que los ciudadanos podrán formular propuestas en torno a la
manera en que deba desarrollarse la gestión de los órganos que integran la
administración pública.
En definitiva, se denota en razón de todo lo anterior, la suprema
importancia y significación que se le otorga al principio de participación
ciudadana en la vida de los distintos órganos que desarrollan una función pública;
principio éste que se encuentra sistematizado en distintos mecanismos que
consiguen espacio tanto constitucional como legalmente. Por ello, es necesario
que el ciudadano común asuma el rol que le toca desempeñar en ese proyecto de
país que nos dibuja la Constitución, consientes del papel protagónico que les toca
desempeñar en ejercicio de ese poder soberano de amplias dimensiones que le
inviste, y que siempre le perteneció pero que por mucho tiempo permaneció
secuestrado en manos de inescrupulosos y oportunistas gobernantes.
2. Participación protagónica
7
34
Es un principio entendido como derecho y deber sociopolítico, que establece
una interrelación entre seres humanos para favorecer su desarrollo integral,
mediante una actividad y capacidad para intervenir en los asuntos públicos, los
cuales están establecidos en la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela. Este derecho deber exige que la ciudadanía se involucre
permanentemente de manera profunda, amplia y organizada, alrededor de todo
lo que por hecho y derecho les pertenece en los órdenes: social, político, cultural,
territorial, ético, económico y productivo. La participación protagónica está
orientada a ocupar y consolidar espacios legítimos y formales de intercambio,
comunicación y expresión de la ciudadanía con los órganos del Poder Público,
para gobernar y compartir responsabilidades, en la gestión pública local. De esta
manera “se plantea una redistribución del poder como propiedad colectiva, que
pertenece a todas y todos, y que se ejerce a través de las diferentes instancias y
mecanismos institucionales y comunitarios”.
3. Medios de participacón protagónica