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Las respuestas serán múltiples y variadas pero se podrían separar en dos grandes
grupos. Uno, el que englobaría respuestas desde una perspectiva fisiológica: “Porque
durante la gestación se desarrolla su cuerpo y durante el nacimiento hay diversos
riesgos posibles”. Otro, el que reuniría respuestas desde un punto de vista
perceptivo: “Porque todo lo que siente el bebé, tanto durante el embarazo como en
el nacimiento, marcarán su forma de ser futura”.
Información y Sensibilidad
La cuestión es: ¿Qué información se puede ofrecer para que, al menos a nivel
racional, se acepte la importancia de la gestación y nacimiento en el desarrollo
psicoemocional del bebé? La sensibilidad ya es otro cantar, pero puede llegar desde
el momento que se acepta racionalmente esta cuestión o en todo caso permite
comprender y respetar a los que así opinan. La información que yo propongo es la
referida a lo que siente el bebé, cómo lo siente y qué consecuencias tiene para él
ahora y el resto de su vida. Información basada en las investigaciones de Joaquín
Grau sobre los estados de conciencia en el ser humano, desde la concepción hasta la
edad de adulto, que nos muestran, en concreto, cómo y qué siente un bebé; cuáles
son las consecuencias de sus experiencias intrauterinas, de nacimiento y de su
primera infancia.
Información basada en la experiencia clínica con pacientes con los que se trabaja con
la Terapia Psico-emocional "ARA", de la psicóloga Ángela Suárez. Terapia que, entre
otras técnicas, utiliza la regresión a las épocas de gestación y nacimiento, en que la
persona vivencia –ve y siente- los hechos acontecidos en estas épocas. Esto
representa escuchar, de viva voz, el relato de lo que, como bebé, se ha percibido, de
lo que le ha gratificado o de lo que le ha dañado.
Se puede alegar que estos relatos son fruto de la imaginación, inventados. Para
nosotros es incuestionable la veracidad de estas vivencias. A lo largo de estos años
hemos visto como los relatos de los pacientes se han comprobado con las versiones
de las madres. Por ejemplo, una paciente relataba, en el momento de nacer y en las
horas siguientes, que veía personas sin boca que le asustaban, sólo veía rostros con
ojos. Preguntado a su madre, ésta cuenta que debido a algún problema infeccioso,
todas las personas presentes llevaban una mascarilla, tipo cirujano, que les tapaba
boca y nariz.
Incluso este fenómeno se da desde el inicio del embarazo. Por ejemplo, un paciente,
situado en el momento en que su madre se sabe embarazada, relata que su madre
está muy triste, llorando. Ve a su madre con su abuela (madre de su madre) y cómo
ésta la está gritando muy enfadada. Interrogada la madre posteriormente sobre este
hecho, confiesa que a la abuela le sentó fatal que volviera a estar embarazada de su
segundo hijo, un año después del primero y tuvo (la madre) un disgusto que le duró
varios días. Lógicamente se quedó asombrada de que su hijo le preguntara sobre
esta cuestión que tenía completamente olvidada.
Y así podría dar más y más ejemplos que no nos dejan la más mínima duda de la
realidad de estas vivenciaciones. De esta manera hemos observado “in situ” qué
siente un bebé dentro de su madre, qué siente en el proceso de nacimiento, cuando
nace, las horas y días posteriores. Es enternecedor palpar los sentimientos que
expresan “los bebés”, su necesidad de afecto, de protección, de comunicación, de
percepción emocional, lo sensibles, lo delicados que son. ¡Angelitos! Y recordemos
que todos lo hemos sido, aunque lo hayamos olvidado, enterrado en lo más profundo
de nuestro ser.
Ritmos Cerebrales y Estados de Conciencia
Las investigaciones de Joaquín Grau parten de lo que nos muestra una máquina, el
encefalograma, que mide los impulsos eléctricos cerebrales, llamados Ritmos
cerebrales, en Hertzios. Los Ritmos cerebrales se dividen en grupos o bandas, en
base al estado perceptivo que implican, según el cuadro adjunto:
Los tres primeros grupos –Delta, Theta y Alfa- se denominan ritmos de baja o lenta
frecuencia y el grupo de ritmos Beta recoge los de alta o rápida frecuencia. Esta
diferenciación en dos grandes bandas obedece a que los ritmos de baja frecuencia
implican una “percepción subjetiva” –interiorizada, focalizada hacia nuestro interior-
y los de alta frecuencia implican una “percepción objetiva” –hacia el exterior, hacia el
entorno-. Todos estos Ritmos y sus correspondientes estados de conciencia los
experimentamos en nuestra vida cotidiana. Veamos un ejemplo: imagínate que vas
al cine. Cuando llegas lo haces en ritmos Beta, en plena actividad física y mental.
Compras las entradas, piensas en comprar palomitas y bebida, entras en la sala y
buscas el asiento que te parece mejor. Te sientas e inmediatamente tú cuerpo se
acomoda y reposa. Observas las personas que entran, te vienen y van diversos
pensamientos, problemas que has tenido hoy en el trabajo, mañana has de llamar a
tus padres, no te queda queso en la nevera.......las luces del cine se apagan. Te
concentras en la pantalla, los diversos pensamientos van desapareciendo, entras en
ritmos Alfa, de reposo físico y de tranquilidad mental. La película sigue su curso y tú
estás cada vez más focalizado en las imágenes mostradas. Llegas a ritmos Theta y si
la película lo merece, te emocionas –lloras, sientes pena, rabia, miedo, romántico, te
pones sensible y sueltas unas lagrimitas (por suerte nadie te ve, está oscuro)-, estás
en el mundo de la emotividad. Si la película fuera realmente mala, pasarías
rápidamente de los ritmos Theta a los Delta y te dormirías. Lógicamente, al
encenderse las luces y despertar de tú reparador sueño, no recordarías nada de lo
sucedido en la aburrida película desde el momento en que cerraste los ojos.
El fenómeno de la “Analogía”
No sólo tienen importancia, sino que son FUNDAMENTALES para la historia personal
de cada ser humano. Tal como ya escribió S. T. Coleridge en 1.840: “La historia de
los nueve meses anteriores al nacimiento es, probablemente mucho más interesante
y contiene acontecimientos más trascendentales que los setenta años siguientes”.
Ahora ya podemos eliminar el “probablemente” y añadir el nacimiento y primeros
años de vida como claves en la vida de las personas.
El bebé, por su percepción altamente emocional, está abierto a todos los impactos
emocionales, gratificantes o traumáticos, sobre todo a los que provienen de su
madre con la que mantiene una simbiosis total, especialmente durante la gestación,
nacimiento y primeros años de vida. Sus experiencias van conformando su “verdad
sentida”, el guión de sus respuestas a los hechos concretos que vivencia. Se va
construyendo una “Biografía Oculta” que podemos representar como una línea con
subidas y bajadas, dependiendo de la intensidad de los impactos. En el siguiente
gráfico se representa el “estallido”, como síntoma, de una de esas cargas de
profundidad emocionalmente traumática. Estallido producido, ya de adulto, por una
situación actual análoga (parecida o semejante) a la que produjo el impacto
emocional traumático durante la gestación, nacimiento o infancia.
Impactos Emocionales
¿Cuáles pueden ser esos impactos emocionales traumáticos, capaces de ser la raíz
de lo que de adultos nos desarmoniza o enferma? En nuestra práctica clínica con la
Terapia PsicoEmocional hemos comprobado que el primer impacto emocional
significativo que recibe el bebé intrauterino se puede producir en el momento en que
la madre se sabe embarazada. Momento que inicia la comunicación consciente,
firme, segura, de la madre hacia su bebé. Esta primera comunicación puede ser
positiva –aceptación, alegría- o negativa –rechazo, tristeza-.
El niño no puede descargar sus conflictos sobre sus padres ¿cómo hacerlo? si son
“Dios” para él. Son los que le han dado la vida, los que le alimentan, le sustentan, le
protegen, lo cuidan. Sin ellos moriría. “No es que mis padres no me quieran, soy yo,
que soy malo, soy yo el travieso, el nervioso, el pesado, el que molesta”. El niño
“traga” todos sus sentimientos, tapa todos esos conflictos, los esconde de su
conciencia y tira para delante. La vida sigue y el niño se convierte en adulto. Tiene
novia a la que quiere profundamente, se siente el hombre más feliz del mundo. Un
día ella le dice que quiere dejar la relación, que ha encontrado otra pareja. ¿Os
suena? Separación, abandono, desamor, rechazo. Palabras que componen una de sus
cargas emocionales traumáticas más dolorosas en su Biografía Oculta y que, por
analogía, estalla, sacando a flote todo ese sufrimiento acumulado, sumiéndole en
una depresión terrible, en un rechazo a sí mismo (recordemos la gestación) incapaz
de asumir. Decide suicidarse.
Su continuidad en el tiempo.
De una u otra manera formarán parte de esa Verdad Sentida, de esa Biografía
Oculta, que construye los cimientos de nuestro desarrollo psicoemocional, de nuestra
más íntima y profunda forma de ser, de los desequilibrios o desarmonías de adultos.
Todas estas investigaciones, teorías y experiencias clínicas, tienen, lógicamente,
además de su uso terapéutico, su aplicación práctica en el estudio, en la
comprensión, en el replanteamiento de formas y pautas de actuación de las etapas
de gestación, nacimiento y primer año de vida. (También para la educación infantil
que dejaré para otra ocasión)
La Gestación
Lo que siente la madre, lo siente su bebé. Y ya hemos visto cómo lo siente, cómo lo
procesa, cómo le afecta ahora y en el futuro. ¿Qué podemos hacer para que este
bebé se sienta feliz, aceptado, protegido, deseado, amado? En primer lugar, la
madre, debe procurar estar el mayor tiempo posible en un estado de tranquilidad, de
paz, de relajación. En segundo lugar mantener una comunicación intensa, constante,
con su bebé a través de sus pensamientos, de sus manos en el vientre. Para ello es
una gran herramienta la relajación y la visualización. Cuando entramos en relajación
profunda, ritmos Theta, alcanzamos la percepción emocional, que es la percepción
en que se encuentra el bebé. Es como si fuéramos moviendo el dial de una radio
hasta encontrar la frecuencia de la emisora que deseamos escuchar. Sintonizamos
con nuestro bebé y se produce una increíble comunicación entre madre y bebé y
viceversa. Este trabajo, a lo largo de la gestación, con las madres embarazadas,
superó todas mis expectativas y las madres disfrutan de una experiencia única, llena
de sensibilidad y emociones. Es el inicio de un vínculo afectivo sólido e
imperecedero. En el estado de relajación se utilizan visualizaciones, incluidas algunas
que preparan el nacimiento tanto para el bebé como para la madre.
Tener un hijo es la más maravillosa de las experiencias y vale la pena vivirla en toda
su intensidad, con todos nuestros sentidos abiertos, con toda su carga emocional, ya
desde la gestación. En las regresiones de los pacientes, a través de la Terapia
PsicoEmocional, a su propia gestación, se ha hecho patente la necesidad del bebé de
“sentir” a su madre, de recibir sus pensamientos, de absorber su cariño, su afecto,
su protección, su amor. Ello permite al bebé sentirse feliz, tranquilo, alegre, seguro.
Por el contrario, sentir rechazo, tristeza, estrés o peor aún, indiferencia, le inquieta,
le reprime, le tensa, le entristece. Es clara la implicación en el desarrollo
psicoemocional del bebé en un caso u otro. La Biografía Oculta del bebé se va
escribiendo con Impactos Emocionales Gratificantes o Traumáticos y ya hemos visto
lo que esto supone. Debería replantearse, considerando lo anterior, todo lo referente
al entorno laboral de la mujer embarazada. Hoy en día no sólo no se le apoya sino
que en muchas ocasiones se le discrimina. Falta comprensión de lo que supone la
gestación para la madre, sus cambios fisiológicos, su mayor sensibilidad, su
necesidad de tranquilidad, de sentirse respetada, apoyada en el proceso. Muchas
mujeres embarazadas sufren de estrés durante su embarazo porque se les exige la
misma dedicación o esfuerzo, o incluso más, que si no lo estuvieran. Hay suficientes
estudios que demuestran el efecto negativo del estrés sobre el desarrollo del bebé.
El riesgo de que los bebés cuyas madres han sufrido estrés durante el embarazo
sean hiperactivos, tengan problemas de motricidad y déficit de atención es mucho
mayor que en caso de bebés de madres no estresadas. Los sentimientos y los
estados de ánimo de las madres están vinculados a hormonas y neurotransmisores
que viajan por el torrente sanguíneo y, a través de la placenta, llegan al cerebro en
desarrollo del futuro bebé. Una exposición prolongada a las hormonas del estrés,
incluidas la adrenalina y el cortisol, enseñan al cerebro en desarrollo a reaccionar
según la modalidad de “huida o combate” a lo largo de toda la vida, aunque sea
inadecuado. Por otra parte el empeño de la madre en el amor y la alegría, inunda
ese mismo cerebro en desarrollo con endorfinas y neurohormonas “positivas”, por
ejemplo la oxitocina, que favorece una sensación sostenida de bienestar. Las
emociones e incluso los pensamientos de una madre afectan directamente la
“configuración” de la mente.
El nacimiento
Para contestar a esta pregunta no hay que tomar como referencia la “forma” en que
se desarrolla el parto. Hay que tomar como referencia cómo lo ha vivenciado la
madre y por resonancia con ella, cómo lo ha vivenciado el bebé. La forma es
importante. No cabe duda que es mejor siempre plantear un parto natural
(mamífero) que una cesárea programada o un parto hospitalario clásico en que un
buen parto es un parto rápido, con todo lo que supone de falta de intimidad,
medicación, inmovilización y montaje tecnológico entre otras cosas. Pero como
sabemos que las percepciones del bebé tienen como base principal las de la madre,
puede ser mejor para una madre llena de miedos, obsesionada con no “sufrir”, una
cesárea. Con ello no quiero juzgar esa decisión sino pensar en lo mejor para el bebé
en este caso, en que el problema sería más la desinformación, la preparación previa
y la manipulación que le han llevado a esa opción, que el hecho en sí. También
puede ser obligada una cesárea en casos de peligro para la vida del bebé o de la
madre, aunque desde luego no en tantas ocasiones como nos quieren hacer creer,
pudiendo tomar como referencia las recomendaciones de la OMS. ¿Qué puede
hacerse si no hay más remedio que efectuar la cesárea? ¿Supondrá un daño
psicológico irreparable para el bebé? Desde luego que no. Sobre todo si la madre,
informada y consciente de la capacidad de comunicación que tiene con su bebé, está
en contacto mental y emocional continuo con él -permitiéndolo así la epidural, en
que la madre mantiene la conciencia-, transmitiéndole tranquilidad, explicándole lo
que sucede (sí, habéis leído bien, explicándole lo que en cada momento está
sucediendo. Los bebés son capaces de percibir y entender más de lo que podemos
imaginar). Si añadimos el no cortar el cordón umbilical hasta que deje de latir, el
colocar al bebé en el pecho de su madre (se puede hacer aunque sea cesárea), no
interrumpir el contacto madre-bebé si no es imprescindible y el menor tiempo
posible (y ahí está el padre para cogerlo en este caso), el iniciar la lactancia…será el
mejor de los nacimientos.
El bebé nacido sigue con esa percepción puramente emocional. Sigue necesitando
sentirse seguro, protegido, querido, amado. Necesita el contacto con su madre, al fin
y al cabo hasta ahora ha estado toda su vida dentro de ella, su mirada, sus manos,
su calor, su olor. La lactancia es una herramienta ideal para ello, así como lo es el
colecho. Están demostrados los incuestionables e indiscutibles beneficios de la leche
materna frente a la leche de fórmula pero además quiero hacer hincapié en lo que
aporta al vínculo afectivo madre-hijo. La lactancia es un acto de generosidad, un
acto de amor, en que la madre ofrece su propio cuerpo a su bebé en forma de
contacto y de alimento. El bebé satisface de esta manera todas sus necesidades,
tanto las de alimento nutriente como las de alimento afectivo. Para las madres que
no pueden ofrecer la lactancia a sus hijos -menos de las que nos quieren hacer creer
y debido en la mayoría de las ocasiones a un problema de desinformación y
conocimiento de las formas- he de decir que un biberón puede ser también
gratificante para el bebé si se mantiene el contacto cuerpo a cuerpo, si lo damos con
dulzura y sobre todo con amor. Priorizando el uso de leche materna, aún utilizando el
biberón.
En frente de esta opción del colecho tenemos una técnica nefasta, defendida por el
Dr. Estivill, dirigida a “enseñar” a dormir a los bebés, que no tiene para nada en
cuenta las necesidades afectivas del bebé, que le suponen un terrible sufrimiento al
sentirse abandonado, solo ante sus miedos, despreciado en sus demandas de afecto.
Básicamente el método es dejar llorar al bebé en su habitación, en su cuna, hasta
que acepte que nadie le va a coger en brazos y se duerma (tal como él dice:
“...aunque vomite o se de cabezazos...”. Podemos imaginar los importantes impactos
traumáticos que va a suponer este trato, la desconfianza, falta de autoestima, rabia
contenida que acumulará este bebé. De entrada claro que el método funciona para
beneficio de los padres, que ya pueden dormir tranquilos, pero a costa de un precio
que desconocen, tanto ahora (hay bebés que una vez aplicado el método sufren de
terror nocturno, pesadillas, miedos) como en el futuro (bloqueo emocional, sumisión,
falta de autoconfianza, dificultades de relación e incluso violencia).
Amar es conocer y satisfacer las necesidades afectivas del otro. Las necesidades del
bebé se muestran claras y definidas. Sólo exige de nosotros algo que muchas veces
es lo que más nos cuesta dar: TIEMPO. Un tiempo para abrazarle, besarle, jugar,
reír. Un tiempo que no tendrá límite para el bebé, necesitado de su madre, de su
padre, cuanto más mejor. En contra de lo que se piensa habitualmente, un bebé
consigue más independencia, más autoestima, más seguridad, se siente más feliz; si
se coge cuando llora, duerme con los padres, se mantiene la lactancia, es atendido
siempre con afecto, cariño y paciencia. Cada bebé, debido a su particular experiencia
intrauterina y de nacimiento, tendrá su forma de ser especial. Lloran más o menos,
son más o menos miedosos, necesitan más o menos contacto, etc., pero en cualquier
caso necesitan de nosotros, de nuestra comprensión, de nuestra compañía.
Conclusión
Tener un hijo es la más maravillosa de las experiencias (o así debería ser) que
implica una gran responsabilidad que madres y padres deberían entender y asumir.
Lo que sembremos ahora lo recogeremos en el futuro. Hay padres y madres que se
lamentan de que sus hijos adolescentes (o ya durante la infancia) no les tienen
confianza, no les cuentas sus cosas, no quieren salir con ellos, se les enfrentan, hay
discusiones, se visten “raro” o llevan una vida desordenada con amigos no
“deseables”. La pregunta del millón que les hago es: ¿Cuando tú hijo era pequeño,
jugasteis con él, le leísteis cuentos, le acompañasteis en sus actividades, dialogabais
con él o utilizabais el mando y ordeno, os interesabais por sus problemas,
respetabais sus inquietudes...? En la gestación, el nacimiento, la primera infancia, se
asientan las raíces del Vínculo Afectivo, unión que se establece entre padres e hijos
fruto de la comunicación emocional entre ambas partes. Un vínculo afectivo sano,
fuerte, es garantía de una relación fluida, de una base psicoemocional equilibrada,
de un adulto en plenitud.
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