Вы находитесь на странице: 1из 5

PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA - PARTE I: NO DEJE EL FUTURO AL

AZAR
Por Félix Socorro

En el campo organizacional hablar del cierre del año fiscal y el inicio del
próximo genera tanto optimismo como cuando cualquiera de nosotros
observa con esperanza la llegada del año nuevo.

Siempre se tiene la esperanza de que el próximo año será mejor que el


presente. Pero a diferencia de la mayoría, las empresas no se dedican a
esperar que la fortuna y la dicha lleguen justo cuando el reloj marque las
doce de la noche de la última noche del año viejo.

Las empresas mantienen un constante proceso de revisión, adaptación y


reorientación de sus planes para garantizar que efectivamente el año nuevo
sea mejor que el anterior. Es por ello que las empresas se empeñan en
realizar planes estratégicos, tácticos y operativos, a corto, medianos y largo
plazo; requieren garantizar su permanencia en el tiempo y estar preparados
para cualquier situación que ponga en riesgo o beneficie a la empresa.

Lamentablemente, en lo que respecta al ejercicio libre de nuestro albedrío, la


planificación estratégica y táctica parece ser un concepto indescifrable y
limitamos nuestros esfuerzos a planes operativos de corto o mediano plazo,
en algunos casos con una buena dosis de subjetividad, fe y deseos de tener
suerte. En la mayoría de los casos dejamos que el año que viene este sujeto
más al azar que a un seguimiento y logro de objetivos digno de un plan
completo y bien pensado.

Es justamente por eso que cabe preguntarse si debemos reconocer el


próximo año como nuevo o no, pues si se piensa hacer lo mismo del año
pasado y de los que le antecedieron ¿qué tendría de nuevo?

En el libro “La Buena Suerte”, de Álex Rovira y Fernando Trías se puede


encontrar una frase que invita a reflexionar sobre el concepto de la
esperanza y los cambios que producen mejoras, la misma es pronunciada
por un Gnomo que asegura, parafraseando a Einstein: “no se pueden lograr
cosas diferentes si no se hacen cosas diferentes”. Es sencillo. Mientras
hagamos lo mismo y nos comportemos como siempre ¿cómo podemos
esperar que ocurra un cambio?. Einstein también dijo una vez que lo más
cercano a la locura era esperar un resultado diferente aplicando la misma
formula.

Pero no se puede pensar en hacer algo distinto y que ello este, de la misma
manera que el comportamiento anterior, sujeto al azar y a la improvisación,
resultaría estéril y frustrante. Se debe traducir el concepto de la planificación
empresarial al comportamiento personal y programar los pasos importantes,
los cruciales, de acuerdo a estudios, a tendencias, a probabilidades, a bases
y datos confiables que permitan tomar las mejores decisiones y con ellos
asegurar buena parte del éxito. Así si será un año nuevo. Un año que no se
parezca al anterior.

Obviamente, no podemos negar la realidad de nuestra especie, somos


emociones, sentimientos y percepciones, no todo puede ser planificado ni
enfocado como si se tratara de maquinas u objetos sin voluntad propia. Es
allí donde comienza el verdadero reto de demostrar que el termino “homo
sapiens” coincide con nuestro comportamiento y acción. Se debe ser sabio.
Saber valorar el momento y con ello saber cuando deben reinar las
emociones y cuando la razón, e incluso, cuando deben coexistir y
complementarse.

Todo año que se inicia representa una oportunidad de hacer mejor las cosas,
de lograr lo que en el pasado pensamos imposible. Pero esa oportunidad,
esa probabilidad de logro, de éxito, tiene que poseer una buena dosis de
responsabilidad, de esfuerzo, de planificación.

Si se traslada ese concepto administrativo a nuestra conducta reduciremos


los desaciertos e incrementaremos nuestra cuota de felicidad y satisfacción.
No se puede dejar el futuro al azar. No se puede esperar una cosecha si no
se ha sembrado la semilla, si no se ha cultivado y regado la tierra.

Ahora bien, planificar requiere revisar los escenarios, conocer nuestras


debilidades y fortalezas, observar nuestras oportunidades y amenazas, tener
un sueño claro, alcanzable y posible, contar con las herramientas adecuadas,
plantearnos objetivos que nos conduzcan a alcanzar las metas. Requiere de
conocimiento, pero más allá del conocimiento teórico, del conocimiento
interno, de saber exactamente qué queremos y donde queremos estar. Se
trata de poner en practica primero que nada aquella inscripción, puesta por
los siete sabios en el frontispicio del templo de Delfos: gnosti te autvn
(nosce te ipsum). Debemos conocernos primero nosotros mismos.
Conocernos lo ficientemente bien para poder hacer ejercicio de la
planificación y obtener los beneficios que trae consigo. Ello significa también
evaluar los escenarios y escoger el que mejor se adapte a nuestras
expectativas y esperanzas. No todas las tierras son aptas para diferentes
cultivos, si en una tierra no se da la semilla hay que pensar en otra tierra.

De nosotros depende que el nuevo año sea realmente nuevo. Que la


esperanza que nos ocupa se materialice y podamos palpar nuestros sueños.
De nosotros depende que ese año que se inicia sea mejor que el anterior. No
hay nadie más quien pueda hacerlo. Solo nosotros mismos.

Debemos dejar de planificar únicamente de forma operativa y a corto plazo,


salvo que ello realmente represente una ventaja competitiva, pues de no ser
así, seguiremos experimentando una y otra vez los mismos resultados,
seguiremos obteniendo las mismas respuestas. Es importante incluir la
planificación estratégica y táctica a nuestras vidas, hacerla parte de nosotros
mismos sin que ello signifique suprimir la emoción y la esperanza en un
futuro mejor, por el contrario, no habrá sensación más grande de satisfacción
y éxito que saber que todo cuanto deseamos lograr en el año nuevo
respondió a una visión clara, una misión amplia e integradora, al logro de
nuestros objetivos y metas… al éxito de una buena estrategia.

"Somos arquitectos de nuestro propio destino."


Albert Eistein

PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA - PARTE II: DESEAR NO ES SUFICIENTE


Por Félix Socorro

Una de las ilusiones más importantes que casi toda familia, núcleo social y/o
cultural ha alimentado a lo largo de décadas, puede encontrarse en la
práctica, consciente o no, de pedir un deseo.

Prácticamente todos hemos elevado en algún momento nuestro pensamiento


a la nada, o a aquella entidad etérea representada en eso que creemos
existente o en aquello en lo que deseamos no creer, y hemos pedido, cual si
fuésemos escuchados, que algo que queremos profundamente ocurra: El
empleo de nuestros sueños, el crédito bancario, el billete de lotería… que esa
persona especial voltee y fije su mirada en nosotros. Lo que sea.

Es difícil imaginar que alguien jamás haya deseado algo hasta el punto de
pedirlo en silencio con la esperanza de que tal vez así se cumpla.

Pero desear no es suficiente. Esperar que las cosas pasen tampoco lo es.
Cuando es así, cuando sólo se espera que la fortuna se manifieste se debe
estar consciente de que lo que ella nos traerá no será necesariamente lo que
soñamos.

Quino hace una excelente representación de este planteamiento en Mafalda,


cuando en una de sus historietas muestra a Miguelito esperando sentado en
la calle a ver qué le trae la providencia y sólo recibe una hoja seca. ¿Es esto
lo que queremos?

No obstante dejar de desear es también una utopía. Imaginar que se puede


recorrer la vida sin poseer deseos, por más descabellados que estos sean,
es simplemente antinatural e inhumano. Necesitamos desear pero a la vez
tenemos que impulsar la operacionalización de ese sueño.

En el mundo empresarial soñar está representado en la visión y la


operacionalización de ese sueño está presente en la misión, metas y
objetivos.

Pero es en el trabajo constante y bien hecho que se encuentra la


materialización de lo que se desea. La lección es sencilla, hay que trabajar
por lo que se quiere.

Lo anterior representa una de las disyuntivas más grandes de la humanidad


porque no siempre lo que uno quiere es lo que hace y no siempre lo que uno
hace es lo que uno quiere. Las necesidades y las obligaciones se imponen
usualmente frente a nuestros sueños y al final pareciera que lo único que
quedara libre de todo esa cruel realidad es simplemente soñar y desear.

Pero no es así. Simplemente no lo es. Lo que ocurre es que nos aferramos a


los dogmas y reglamentos con los que hemos crecido debido a ese
sentimiento, también ancestral, de la seguridad y la estabilidad y olvidamos
por completo que el único límite que realmente poseemos es aquel que nos
auto-imponemos.

¡Nosotros mismos evitamos que nuestros sueños y deseos se cumplan


porque no creamos circunstancias que así lo permitan!.

Las empresas crean sus circunstancias. Observan el mercado. Observan a


los competidores, clientes y proveedores. Observan los gastos e inversiones
y procuran escuchar a los asesores y consultores para orientar sus esfuerzos
al éxito.

Nosotros por nuestra parte, trabajamos día a día haciendo exactamente lo


mismo, hablamos con nuestros amigos y compañeros del trabajo, el deporte,
el sexo opuesto y una que otra trivialidad y, aún cuando usualmente
obviamos los elementos que deberíamos observar para alcanzar el éxito y
nuestros sueños, esperamos que la fortuna nos sorprenda sin razón hoy,
mañana, en navidad o en día de Reyes, cuando sólo se puede cosechar lo
que se siembra y si no se ha sembrado nada tal vez recibamos una hoja seca
como el personaje mencionado de la caricatura de Quino.

Es inevitable soñar, desear e incluso hasta cruzar los dedos de vez en


cuando esperando que las cosas ocurran como quisiéramos que pasaran. Y
eso es bueno. Pero al hacerlo tenemos que recordar lo que tantas veces
nuestros familiares, seres queridos, amigos o allegados nos decían acerca de
cómo lograr que Santa Claus, El niño Jesús o los Reyes Magos nos
cumplieran el deseo:

Debíamos ganarnos tal premio. De chicos es fácil, solo teníamos que ser
niños, estudiar y no generar daños colaterales. Pero en la madurez nuestros
sueños dependen de todo cuanto hacemos, decimos, producimos o
eliminamos.

Dependen más de nosotros que de cualquier otra cosa en el universo.

Por lo tanto tenemos que recordar esta frase: para vivir un día como reyes
debemos trabajar un año como esclavos.

Atención, entiéndase bien, lo anterior no quiere decir que debemos haber


pasado por humillaciones, castigos inmerecidos ni nada que degrade al ser
humano. Se refiere principalmente al trabajo arduo, al sentido de humildad, a
mantener la esperanza puesta en el objetivo y, sobre todo, saber que cada
día vivido es un día ganado. El resto depende de nosotros.
Félix Socorro
Especialista en Gerencia, mención Gestión de Negocios,
Licenciado en Administración mención Recursos Humanos
Diplomado en Desarrollo Gerencial y Técnico Superior
Universitario en Administración mención Gerencia
Administrativa, en tres de los cuatro casos graduado con honores.
Ha trabajado en el área de Investigación y Desarrollo,
conjuntamente con Recursos Humanos desde 1989. Ha sido Jefe
y Gerente de Administración de Recursos Humanos desde 1995,
en empresas Consultoras, de Telecomunicaciones y de Consumo
Masivo. Actualmente se desempeña como Director General de
Recursos Humanos en una importante universidad privada de
Venezuela. Ha escrito y publicado varios artículos y trabajos, entre
ellos: El Zeitgeist Gerencial, La Filosofía TEA, Las Organizaciones
Horizontales (1º premio como ensayo), La delgada línea mortal del
profesional (en sus cuatro versiones), Gerencia por Herencia,
Gerencia Emocional, El Síndrome de Cronos, entre otros, en
revistas como Conocimiento & Dirección (Argentina) Pauta
(Panamá), Recursos Humanos (Venezuela) y ARPrensa
(Colombia).
Se ha desempeñado como conferencista de los temas antes
mencionado y otros de interés a nivel nacional e internacional. Ha
obtenido como reconocimiento a su trabajo distinciones de 1º, 2º y
3er lugar en ensayos y Premios a la Excelencia.
Temas: Recursos Humanos, Gerencia, Administración y Nuevos
Modelos
fsocorro@cantv.net - Volver

Вам также может понравиться