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EL COMPROMISO DE NO CALLAR

Eleazar Narváez

Sin importar el lugar donde nos encontremos – en el espacio universitario o más allá de las
fronteras del mismo – no permitamos que el miedo, el chantaje, el cálculo político o el
conformismo nos paralicen, no callemos hoy lo que en el día de mañana pueda
avergonzarnos y privar nuestra voz del orgullo y la fuerza para denunciar y combatir
aquello que estamos llamados a rechazar y transformar.

Ese compromiso de no callar – vale decir, de denunciar y anunciar – debemos asumirlo con
coraje tanto individual como colectivamente. Es vital, absolutamente fundamental, para
hacerle frente a los desafueros del actual régimen autocrático en Venezuela, y también para
contribuir a abrirle cauces a una verdadera gobernabilidad democrática en nuestro país.

En una sociedad donde se concibe y practica la democracia como forma de vida, la


asunción del citado compromiso tiene un inapreciable valor. Sin duda, se le reconoce y
reclama como un poderoso vehículo de participación ciudadana, como una fuente de
opiniones de apoyo a la toma de decisiones de los gobernantes y asimismo, para dinamizar
y enriquecer la vida social en democracia. En cambio, en países como el nuestro ese
compromiso es estigmatizado por un régimen que, en su afán de implantar por todos los
medios el pensamiento único, no tolera el disentimiento y persigue y criminaliza a quienes
se atrevan a criticar u oponerse a una u otra idea o iniciativa oficial. Precisamente, es aquí
donde el compromiso de no callar, si bien sometido a enormes presiones que lo dificultan
severamente, es tan o más importante que en el caso de países donde la democracia se ha
consolidado como sistema político. Tiene en tal caso, en lo esencial, un valor incalculable
en tanto factor de aliento, iluminador y orientador de las luchas para restituir y profundizar
la democracia y la libertad.

¿Y qué decir de la adquisición de ese compromiso por los miembros de la comunidad de


una institución como la universidad autónoma del país, en medio de las muy difíciles
circunstancias que hoy en día vivimos los venezolanos? El asunto cabe abordarlo en dos
planos. En primer lugar, en el plano externo, dicho compromiso se relaciona estrechamente
con lo que se define como el papel o función social de la universidad. Me refiero al
compromiso de no callar, o el compromiso de decir que tiene esta institución, asumido con
espíritu de cuerpo, para, por un lado, dejar escuchar su voz en la formulación, el desarrollo
y la evaluación de las políticas públicas; y también, por otra parte, para cumplir con el
imprescindible rol de conciencia crítica de la sociedad. En esta perspectiva, ese
compromiso debe estar animado por el propósito de la comunidad universitaria de
búsqueda de la verdad y de afianzamiento de los valores trascendentales del hombre, y por
el reconocimiento de que las universidades son instituciones al servicio de la nación.

En segundo lugar, en el plano interno, los miembros de la comunidad universitaria, bien sea
de manera individual o colectivamente, no deben guardar silencio u ocultar por ningún
motivo lo que perjudique el ejercicio de la autonomía universitaria, lo que lesione la
universidad digna, lo que resquebraje la imagen y la autoridad moral de la institución ante
su propia comunidad y ante la sociedad. Es un compromiso de no callar, no para destruir
sino para enderezar entuertos, para mejorar, para contribuir al avance de la institución, para
que ésta se fortalezca. El verdadero universitario está obligado a ello por encima de
cualquiera excusa.

Además, algo que merece enfatizarse, no sólo es necesario que los universitarios
mantengamos la ilación de ese compromiso en los dos planos mencionados, también es
preciso que seamos congruentes con la misión fundamental de la institución universitaria y
con los valores y principios inherentes a ésta.

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