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ESCUCHEMOS A JESÚS

Cada año, en el segundo domingo del tiempo de Cuaresma, la Iglesia proclama


el Evangelio que relata esta escena que se conoce como la transfiguración del
Señor". Lo que nos relata esta página del Evangelio es algo muy diferente a la
mayoría de los hechos que se encuentran narrados en el resto del mismo. No
es un hecho que puede haber sido presenciado por cualquier otro testigo, un
hombre sin fe o alguna persona que pasara por casualidad. El autor del texto
nos dice que esto era una visión. Las visiones son hechos muy especiales. Son
experiencias religiosas que tienen algunas personas, en las cuales perciben
realidades que no son de nuestro mundo, sino que vienen de Dios. El que tiene
la visión -el vidente- percibe cosas que no se pueden describir con palabras
humanas, porque como se ha dicho no se trata de cosas de este mundo. Por
eso mismo al narrar sus experiencias siempre deben recurrir a comparaciones.
Y también por eso mismo otras personas que ocasionalmente se encuentren
junto con el que tiene la visión no verán nada de lo que él está viendo. Grandes
místicos de la Iglesia explican que las ilusiones tienen lugar en el interior de las
personas, sin perder por esto la objetividad de las mismas.

LA VISIÓN DE LOS DISCÍPULOS

El evangelio relata que Jesús eligió a tres de sus discípulos: a Pedro, a


Santiago y a Juan. A estos los separó de la gente y los llevó a un lugar solitario.
Estos mismos serán los elegidos para estar más cerca de Jesús en otro
memento en que Él se aparte para rezar: la noche anterior a la pasión, cuando
después de la cena fue a prepararse mientras esperaba que llegara Judas con
los que venían a tomarlo preso. No hay que olvidar la semejanza que hay entre
las dos escenas, sobre todo teniendo en cuenta que la transfiguración que
estamos comentando tiene lugar seis días después que anunciara a sus
discípulos, por primera vez, que iba a padecer y morir. Estos discípulos que
han oído hablar de la pasión y la muerte del Señor se encuentran a solas con
Jesús en un lugar apartado y tienen esta experiencia religiosa: Jesús cambia
de aspecto ante ellos. El rostro del Señor se les presenta como el sol radiante,
las ropas tienen la apariencia de la luz, que brilla y no se puede tocar. Junto al
Señor están dos personajes del pasado: Moisés, el primer legislador de Israel,
y Elías, el más portentoso de los profetas. Los dos resumen las grandes
divisiones de la Biblia hebrea: la Ley y los Profetas. También fueron Moisés y
Elías los que ascendieron al monte Sinaí para hablar con Dios, así como en
esta escena se encuentran sobre una alta montaña hablando con Jesús.
Finalmente aparece una nube resplandeciente que los cubre a todos, como la
nube que envolvía la cumbre del Sinaí cuando ascendió Moisés. Jesús,
brillando como el sol y como la luz sobre una montana muy elevada, hablando
en la nube con Moisés y con Elías, se presenta entonces como teniendo la
gloria que manifestó el mismo Dios en el Antiguo Testamento.
Se advierte la intención del evangelista de establecer una relación entre lo que
los discípulos vieron en esta visión y lo que verán después en la noche de la
oración en el huerto de los Olives. Este mismo Jesús, que a los ojos de todos
es un hombre verdadero, capaz de sentir tristeza y angustia ante la pasión y la
muerte, es el que a !os ojos de la fe se revela como verdadero Dios, poseedor
de una gloria igual al Padre, atestiguado por la Ley y los Profetas.
LA VOZ DEL PADRE
La descripción de la visión culmina cuando se oye desde la nube una voz que
proclama a Jesús. Es la voz del Padre que pronuncia varias palabras tomadas
del Antiguo Testamento: "Este es mi Hijo... . Son las palabras que suenan
como las de un salmo en el que se canta la coronación del rey Mesías. "El
Amado en el que tengo mi predilección...". Palabras con las que en el libro de
Isaías se presenta al misterioso Servidor de Dios que salvará al pueblo con sus
padecimientos y Su muerte, y llevará la salvación a todas las naciones de la
tierra. , Escúchenlo!". Es la orden que da Dios al pueblo cuando anuncia la
venida de un profeta como Moisés. En estas pocas palabras, muy parecidas a
las que se refieren en el relate del bautismo de Jesús, se condensa toda la
esperanza de la Biblia sobre el Mesías de Dios: el rey hijo de David, glorioso y
proclamado hijo de Dios; el servidor sufriente que carga con los pecados de
todos, y el profeta que trae la palabra de Dios que todos tienen que escuchar.

CONTEMPLEMOS LA VISIÓN
La lectura atenta del texto nos ha hecho ver que lo que el autor del evangelio
nos relata no es una crónica que registra detalladamente lo que cualquier
hombre podría haber visto si hubiera estado con Jesús y sus discípulos en la
montaña. Más bien, por medio de comparaciones, simbolismos y palabras
tomadas del Antiguo Testamento nos ha puesto ante los ojos, para que
también nosotros lo contemplemos, a Jesús verdadero Dios y verdadero
hombre, Mesías Rey y Mesías sufriente. La experiencia religiosa, la visión, que
tuvieron los discípulos elegidos de aquella ocasión, tiene que ser ahora nuestra
visión. Si tomamos el libro de 1os evangelios y buscamos el texto que estamos
comentando, podremos apreciar que los hechos vienen narrados con una
pedagogía admirable: Jesús felicita a Pedro porque éste confiesa que Jesús es
el Hijo de Dios; inmediatamente después reprende a Pedro porque el mismo
apóstol "O quiere oír hablar de la pasión. Jesús anuncia su pasión y también
invita a todos sus discípulos a seguirlo por el camino de la cruz. Después de
esto, va a la montaña y se transfigura mostrándose como el Hijo de Dios con
gloria igual al Padre, en una escena que recuerda a la de la triste oración en el
monte de los Olivos.

En primer lugar el autor del evangelio nos indica que no debemos disociar: el
Jesús que padece la pasión es el Hijo de Dios. No nos escandalicemos al verlo
sufrir. En segundo lugar nos ensena que para llegar ala gloria que El nos quiere
hacer compartir, debemos compartir el camino de la cruz. ¿Qué significa seguir
a Jesús por el camino de la cruz? Se trata de tomar el mismo camino difícil que
Jesús tomó para redimir al mundo y llevar la salvación a todas las naciones. La
tarea de instaurar el Reino de Dios podía ser entendida de muchas maneras.
Así fue como Pedro no quería oír hablar de la pasión, Y Santiago y Juan
pretendieron tener tronos y dignidades (¡y los tres están ahora ante la
visión!).En la voz del Padre que resuena durante la visión se dice que este
Jesús, Hijo de Dios glorioso, es el mismo servidor que tomó las cargas de
todos hasta morir por todos. Seguir a Jesús por el camino de la cruz es
entonces hacerse servidor de todos los demás. Este es el único camino que
conduce a la gloria del hijo de Dios.

El Padre nos ordena escuchar a este Jesús que nos promete la gloria celestial,
pero siempre sepamos ir con él por el camino del servicio a los demás y de la
solidaridad con todos, especialmente con los más débiles y más necesitados.

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