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¡MÍRAME, TONTO!
Mariola Cubells
Un sello de Ediciones Robinbook
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Industria 11 (Pol. Ind. Buvisa)
08329 - Teiá (Barcelona)
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A los míos...
Ellos saben quiénes son.
«No hay un periodismo de calidad y otro popular,
ni un periodismo serio y otro sensacionalista.
Como tampoco hay un periodismo comercial
y otro alternativo, o un periodismo pro sistema
y otro antisistema. Tan sólo hay un periodismo
bueno y otro malo.»
El periodista universal, DAVID RANDALL
cación del gusto, como si fuera el único criterio hasta el punto de llegar
a constituirse en una tiranía.
Hace algunos años pensaba que estos programas llegarían a desapa-
recer o minimizarse por saturación. Sin embargo, como ciudadana y es-
pectadora, mi desasosiego y preocupación, en lugar de apaciguarse, han
ido incrementándose, creciendo en la medida en que iba avanzando en
la lectura de este libro. No voy a decir que he perdido la inocencia, pero
lo que no vemos —la búsqueda, la persuasión, el acoso, la manipulación,
los sórdidos objetivos de este tipo de espectáculo televisivo— es aun peor
que lo que vemos, y cuando digo «vemos» es porque alguna vez me he
sorprendido a mí misma mirando boquiabierta, por unos minutos esca-
sos, alguno de estos programas, planteándome ciertas preguntas que
aparecen también en el libro y, sobre todo, los motivos que inducen a
comportarnos de una determinada manera. ¿Por qué lo harán? ¿Cuáles
son los resortes de nuestro quehacer?
CARMEN ALBORCH
Cabecera
LA «PROMO» DEL PROGRAMA
PRESENTACIÓN
PRESENTADORA
Hola, muy buenas noches.
Ustedes no me conocen. Soy nueva en esta tarea de poner la cara.
En cambio, seguro que alguna vez han visto mis productos. He hecho
para ustedes programas de todo tipo: concursos, realities, galas, deba-
tes, magacines, documentales, programas de tarde, programas de no-
che, docudramas, talk shows. Con peor o todavía peor fortuna, con
dignidad y con indignidad. Sin entusiasmo. Por mucho o por poco di-
nero. Con cierta ilusión. En la base. En las alturas. Riéndoles las gracias
a cretinos, animando a los subordinados a cometer delitos no tipifica-
dos. Haciendo la vista gorda.
Ahora tenía dos opciones: dirigir un programa para una televisión
autonómica que, según me dijo el productor, iba a ser una mezcla de
«"Quién dijo miedo", "Furor", "Gente con chispa" y cosas muy nuevas,
con mucho humor», con 5.000 euros mensuales de salario, o contarles
en este espacio todo lo que sucede en las cocinas de los malos pro-
gramas donde me muevo con delantal desde hace siete años. Lo se-
gundo tenía un inconveniente: el salario se reducía a la nada. Pero
aquí estoy.
El libro lo escribió en 1946. Se nota que el invento tenía pocos años y que
Hutchinson no había visto..., no había visto nada. Ni «Hotel Glam» ni nada.
Este aserto y la realidad están separados por cincuenta y siete años y
una empresa francesa: Sofres. Que en contra de lo que todo el mundo cree
no sirve para medir las audiencias, sino para generar desempleo: un pun-
to a la baja en sus resultados deja automáticamente en el paro a un equi-
po de 20, 30 o 40 profesionales varios. No sabe usted cuántas hipotecas,
cuántos coches nuevos, dependen de que usted apriete el botón del man-
do en uno u otro sentido.
Lo que quiero decir es que casi todo lo que sucede dentro de la tele-
visión, pública o privada, y que este programa intentará resumirles, se
debe a la audiencia. A la necesidad de tener audiencia. Y como decía Pla-
tón: «Cuando se está atenazado por la urgencia, no se puede pensar».
Cambiemos un sustantivo por otro.
Ustedes, los más entrados en años..., sí, ustedes, ¿recuerdan cuando
el mando no existía?
EL PROGRAMA: LO QUE NO VEMOS 29
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EL CAMARERO VIOLADO
En una democracia hay que aceptar sin duda que el pueblo tiene
siempre juicio al elegir. [...] Y según esto habrá que decir, no
sólo que la audiencia [...] es causa de la programación, sino
también que es responsable de ella. Dicho de otro modo: que cada
pueblo tiene la televisión que se merece.
FORGES
PRESENTADORA
Les contaba antes de ir a publicidad (triste historia la de Fernando, ¿ver-
dad?) que la función de todos los que consiguen que la pantalla se inunde
de luz y de color cambió radicalmente cuando TVE perdió el monopolio.
Las privadas y las autonómicas trajeron variantes de la figura del
pro-gramador, todas ellas vitales para el decurso de la historia: soy asesor
de programación, soy analista, soy subdirectora de programas, soy jefe de
antena, soy jefe de continuidad...
Y nacieron términos nuevos: zapping, por ejemplo.
Y los ceros a la derecha de los números comienzan a invadir las cuen
tas corrientes de productores, presentadores, directores de programas,
que hasta ese momento eran periodistas y ahora pasan a ser fichajes es
trella. Y así, algunos dejan los informativos de TVE y se marchan a An
tena 3 a presentar espacios donde ciudadanos anónimos cuentan sus
alarmantes historias a la parte de España que quiera escucharles. Porque
ésa es otra novedad: los anónimos empujan con fuerza para convertirse
en protagonistas. El telespectador que hasta ese momento había acudido
a la tele sólo a concursar, o de público, deja su sofá e inunda los platos
para ser diseccionado por Ana Rosa Quintana o Isabel Gemio o Paco Lo-
batón o Julián Lago o Rosa María Mateo o...
Y los famosos saltan del ¡Hola! a la pantalla y sus cuentas corrientes
también se nutren. Y afloran los nofamosos. Y ¡Qué me dices!. Y entonces
ser una chica corriente, con un poco de silicona y que flirtea con sacer
dotes pedantes cobra una entidad, y eso es la democracia, sí señor. Y el
sueño americano. Tú también puedes conseguirlo. Porque es entonces
38 ¡MÍRAME, TONTO!
cuando «el personaje más popular de España», es decir, Yola Berrocal, co-
mienza su singladura por televisiones y quirófanos con desigual fortuna.
Y llegan los programas de sucesos. Muchos, cientos. Y Ernesto Sáenz
de Buruaga (sí, el de Antena 3) estrena en 1992, en La 2 de TVE, el pro
grama «¿Quién sabe dónde?», que luego heredaría Paco Lobatón, ya en
La Primera.
Y mientras Tele 5 opta por la frivolidad con «Hablando se entiende la
gente» o «Su media naranja», Antena 3 inaugura, con Nieves Herrero al
frente, «De tú a tú» donde todo es emoción y sentimientos: la realidad
cruda, sin paliativos.
El 13 de noviembre de 1992 desaparecieron las niñas de Alcásser y el
28 de enero de 1993 se hallaron sus cadáveres. Y nosotros nos encarga-
mos de ofrecerles a ustedes esa cruda realidad sin paliativos, desmenu-
zada durante meses.
Nieves Herrero pasó a ser la culpable de todo, como si el resto nos hu-
biéramos quedado de brazos cruzados. Les contaré más adelante algunas
secuencias de aquellos días ásperos en los que todos perdimos definiti-
vamente la cabeza.
En octubre de 1993, uno puede pedir a su novia en matrimonio ante
millones de espectadores. Ya sé que hoy parece baladí, pero en aquel
momento «Lo que necesitas es amor», con Isabel Gemio, marcó para
siempre la forma de relacionarse de las parejas españolas. Otras tantas
cadenas, autonómicas incluidas, siguieron su estela. Fue entonces cuan-
do un ciudadano anónimo podía ser puesto en evidencia ante los suyos
y ante todos los demás, cuando su ex novia lo rechazaba de plano con
un zumo de naranja. Hoy, diez años después, Isabel Gemio media de
nuevo con un nuevo programa de nuevos contenidos para nuevas dispu-
tas, nuevos perdones, y nuevos tiempos: «Hay una carta para ti», tam-
bién en Antena 3, un espacio «necesario» y «de utilidad pública» porque,
según su presentadora, «si las personas se comunicaran mejor no nece-
sitarían las cámaras de televisión».
Y la noche (sécond time para los expertos) se convierte en duermeve
la, con Pepe Navarro en «Esta noche cruzamos el Mississippi». Antena 3
envía a gatos varios («La noche prohibida», o «El efecto F») a arañar a
Pepe, pero nada. Así que en 1997 ficha al tigre con el mismo programa
y distinto nombre, «La sonrisa del pelícano». Tele 5 contraataca y el 8 de
«SÓLO QUIERO MARUJAS ANALFABETAS» 39
Y el hammoking.
—Lo ha hecho la española con «Tío Willy» para competir con «Médi-
co» y... no va muy bien.
—Eso no es contraprogramación, no os equivoquéis.
—¿Ah, no?
—No, eso es cara a cara. La contraprogramación es: uno contra otro
con productos totalmente diferentes. El cara a cara es: uno contra otro con
productos iguales.
Años después hubo contundentes ejemplos: Sarda contra Navarro,
Jesús Vázquez contra Sarda, Máximo Pradera contra Sarda de nuevo, la
Campos y Nuria Roca contra Ana Rosa Quintana, Juan Ramón Lucas, o
Pedro Piqueras, o Inés Ballester, todos contra la Campos. Y así eterna-
mente. De aquella reunión salí triunfante. Todo lo que saben me lo de-
ben a mí.
También les di consignas a los jefes de área de programas. Nunca
habían pensado que tan importante como los programas era lo que se
emitía entre ellos: las promociones, la publicidad, las cortinillas...
¿Diseñar la ubicación y el modo de los anuncios? Nunca se les
hubiera ocurrido. Vamos a ver, vine a decirles, ¿para qué se supone
que tenemos tantos monitores de televisión en la sala de control
mientras hacemos los programas? ¿Para qué sirve que los hagamos
en directo? Pues para ver el resto de las cadenas y para controlar
cuándo nos vamos a publicidad, porque ganar un minuto es vital para
el resultado global.
Muchos directores de programas, que ahora son expertos, aprendie-
ron la lección.
No es lo mismo largar una batería de anuncios sin más que construir-
les un buen envoltorio: primero un anuncio; luego un avance
apetitoso de la programación de la cadena; una cortinilla de esas tan
monas que diseñan, por un montón de pasta, las empresas de grafismo;
luego unos cuantos spots seguidos; luego la cortinilla que indica la
desconexión autonómica (la audiencia se cree que el programa va a
empezar ya y se queda, lo hemos comprobado; no sabe que todavía
faltan unos cuantos mensajes más); luego anuncios locales; otro
avance; después el patrocinio, y ya por fin volvemos.
Este trabajo no es fácil, no crean, hay que conocer muchos trucos.
Pero merece la pena. Cuando todo va bien, merece la pena. Recuerdo
que all
44 ¡MÍRAME, TONTO!
la que la picara muchacha seductora que hacía las delicias de los con-
cursantes del peculiar reality interpretaba un pequeño papel secundario.
Estremecedor, sin duda.
¿Qué puede haber peor que el zapping? El flipping. Usted cambia de
programa mientras éste está en marcha, bien porque deja de interesarle,
bien porque tiene la curiosidad de ver lo que hace la competencia... O por-
que me da la gana, dirá usted. Bueno, no es tan sencillo. Ellos no pueden
pensar en impulsos primarios. Por eso, ese libre albedrío de usted al día
siguiente será analizado por el programador como si fuera un complot
contra el mundo, contra su mundo, contra su estatus. Y ¿quién va a pa-
garlo? El equipo, sí señor. O usted mismo, porque lo que conseguirá será
que el próximo programa sea peor, más zafio, más rebuscado en el peor
de los estercoleros.
Y si hay algo que los coloca al borde del suicidio es el grazzing, que es
la plena integración en la cultura televisiva: ver simultáneamente varios
programas, seguir los hilos de principio a fin. Sólo un experto en el uso
del mando puede hacerlo. Eso les hace perder el control y para evitarlo
el programador le diseñará productos desenfrenados con un ritmo y un
lenguaje lo suficientemente acelerado y frenético para que, si usted no
se queda en el espacio televisivo, no pueda entenderlo. Y se joda.
Así que, sinceramente, no sé qué aconsejarles.
Haz lo que tengas que hacer para tener audiencia. Hay que competir con "Cró-
nicas marcianas", así que déjate de remilgos». Meses atrás, en pleno periodo
de preproducción, la consigna de algunos ejecutivos de TVE había sido la con-
traria, es decir, comedimiento. El productor tenía en su haber algunos triun-
fos en programas groseros, en autonómicas esencialmente; por eso se vieron
obligados a advertirle: «Esto es la televisión pública, no podemos pasarnos
como sueles pasarte tú. Ojalá, pero no podemos, se nos tirarían encima sindi-
catos y oposición, esto es para toda España».
Apenas veinticuatro horas después del estreno, la máxima se volvió del re-
vés sin que ninguno de los presentes objetara nada, sin que nadie tuviera en
cuenta lo que durante semanas le habíamos vendido al espectador, lo que fi-
guraba en nuestra página de internet, la tarea para la que un equipo entero
de profesionales había sido contratado. Lo que habíamos dicho hasta la sacie-
dad en la rueda de prensa, en las promociones del programa, en las declara-
ciones de los responsables, de la presentadora.
El programa continúa, todas las semanas. A veces hacemos debates subi-
dos de tono, a veces banales y nos mantenemos. La presentadora, a la que no
le gustó el cambio y a la que no le gusta el espacio, ha de hacer esfuerzos para
hacer frente a tanta tosquedad. Pero ahí sigue, como todos. Cuando viramos
de rumbo, nadie nos pidió explicaciones. Ni oposición, ni sindicatos, ni públi-
co ni nadie.
Los programadores, en la última reunión, fueron contundentes: o audien-
cia o a la calle. Nada de un programa serio, riguroso... Por eso, cuando aho-
ra se les llena la boca diciendo que TVE apuesta por la calidad («Operación
Triunfo», «Cuéntame cómo pasó»), yo me río. Les ha sonado la flauta, sim-
plemente. Pero no es una apuesta, es casualidad. Ellos no tienen ese concepto
en la cabeza. Es mentira. Yo estoy presente en las reuniones con los altos
ejecutivos y les aseguro que se ríen igual que todos, que desprecian igual que
todos, que quieren lo que todos, no son mejores, ni más correctos, ni más dig-
nos ni menos procaces. A veces tienen suerte y juegan la baza como si se tra-
tara de un criterio propio, global, de programación. Pero no es verdad. Yo les
oigo cuando ustedes no pueden oírles: «Destapa la caja de tus monstruos [...]
déjate de remilgos», dicen.
«SÓLO QUIERO MARUJAS ANALFABETAS» 47
CÓMO NACIERON
PRESENTADORA
Les sitúo.
Un buen día, hace ya algunos años, un presentador de televisión, ven-
trílocuo y hablador de trece idiomas, se dijo: «Aquí nadie sabe organizar
galas». Y montó una productora de televisión, Miramón Mendi, gracias a
la cual él no sólo presentaría, por ejemplo, «Noche de fiesta», sino que
además lo produciría. Redondo como una sandía.
Mis compañeros de TVE me han contado que este espacio es uno de
los más oscuros, en cuanto a producción se refiere. La cadena se mues-
tra opaca a la hora de facilitar datos a los que desean clarificar las cuen-
tas, hacer balances o auditorías. Ellos sabrán por qué.
José Luis Moreno (¿qué otro ventrílocuo conocen?) lleva casi una déca-
da haciendo prácticamente la misma macrogala. La hizo en La Primera, con
un parón que aprovechó para realizarla en la televisión valenciana, y luego
retomó el hilo en la española, con una salvedad: ya no la presenta, ahora
sólo se oye su voz en qff, riñendo cariñosamente a alguna de las presenta-
doras, o saludando con amor a alguno de los invitados. Ustedes, que han
visto el programa tantas veces, saben que tiene humor, concursos, desfiles
de chicos y chicas en ropa interior, sketchs, actuaciones musicales, magia,
humor, concursos, desfiles de chicos y chicas en ropa interior...
48 ¡MÍRAME, TONTO!
El programa, criticado
por-moralistas-que-no-saben-lo-que-es-un-buen-espectáculo, goza de
unos razonables y no siempre regulares índices de audiencia y de un
público que ríe y aplaude, agradeciendo así la presencia de humoristas
contemporáneos como los hermanos Calatrava, o de esa gran artista de
todos los tiempos que es Marujita Díaz, o de esos chascarrillos
teatrales tan nuestros.
Por eso, por lo de la audiencia digo, José Luis Moreno sabe que tiene
una plataforma fabulosa para dar a conocer sus ideas. Por eso, desde las
alturas se le escuchan halagos a presidentes autonómicos, aprovechando
que una mujer llama desde Valencia para concursar en un microespacio
que pretende, sin duda, elevar el nivel cultural de este país. Vayamos a
aquel día.
—Ah, Valencia, tierra mítica, qué bien lo está haciendo Eduardo
Zapla-na en Valencia —dice desde arriba el ventrílocuo, sin sospechar
siquiera que el adulado político llegaría con el tiempo a ser ministro y
quizá sin querer hacer un juego de palabras: tierra mítica como halago y
Terra Mítica como parque. La mujer no contesta y empieza el concurso.
La frase produjo un cierto revuelo (no durante el programa, entién-
danme) en el ámbito político. No vayan a pensar que ese comentario, re-
alizado ante millones de espectadores en la televisión pública española,
tiene algo que ver con el hecho de que la misma empresa del señor Mo-
reno desarrolle desde hace más de dos años las animaciones callejeras de
Terra Mítica, el parque de atracciones de Benidorm; o con la aspiración
del presentador de que Benidorm le encargue la organización de su fes-
tival de la canción; o con la intención de que la Generalitat Valenciana
acabe contratando a Miramón Mendi para gestionar el Palacio de las Ar-
tes de la Ciudad de las Ciencias.
No vayan a hacer tan perversa asociación de ideas, porque José Luis
Moreno ha trabajado con todos los directores de TVE: con Rosón,
Suá-rez, Ansón, Calviño, Pilar Miró, García Candau, López Amor, Mónica
Ri-druejo, Pío Cabanillas, González Ferrari y José Antonio Sánchez. ¿Y
cuál es el motivo?
Oigámoslo de él mismo, que iba a ser neurocirujano, pero...
Tiene pasión por la ópera; una mansión de 5.800 metros cuadrados, que
podría estar en Hollywood pero está en Boadilla del Monte, Madrid; un
mayordomo; una secretaria que dice «El señor le espera en el salón»; seis
pianos; gimnasio; televisores en todas las habitaciones; libros; pista de te-
nis; piscina de verano y de invierno, porque «yo soy muy casero. A estas
alturas —dice—, más que por dinero, estoy en televisión por gusto».
VOZ EN OFF
Cambiamos de productora. «Sabor a ti», en sus inicios, estaba realizado
por Martingala, pero un día Ana Rosa Quintana dijo basta y comunicó a
52 ¡MÍRAME, TONTO!
Lo que han visto es sólo un esbozo. El panorama es más amplio, más in-
trincado y va cambiando según estamos juntos ustedes y nosotros. Hay
más productores apuñalando para vender su programa; más
programa-dores pidiéndoles a gritos un espacio efectivo; más y más
carne, más y más éxitos. Más famosos mercadeando, más dúos con
maletines desfilando, más cuchilladas, más desastres, más reuniones
secretas, más acuerdos tácitos, más sobres bajo mano (lástima que no
pueda citar nombres), más secuaces, más lobos, más sicarios.
PRESENTADORA
Espero que no se hayan perdido. Como verán, competencia, competen-
cia, poca.
Gracias a este complejo panorama, cualquier joven de veintidós años
cuyo
novio-se-enrolle-con-su-hermana-mientras-ella-se-divierte-con-sus-amigo
s-en-el-interior-de-una-discoteca-a-la-que-han-acudido-todos-jun-tos,
puede visitar cuatro comunidades distintas en apenas unos meses, con
todos los gastos pagados. No me digan que eso no es democracia. O, por
ejemplo, un famoso puede cerrar lo que llamamos paquetes: —Hola,
Carmina —dice la productora que negocia la pasta con los im-
portantes—. Mira, no te podemos pagar lo que pides, ya sabes que en las
autonómicas el presupuesto es menor. Pero si vienes te puedo ofrecer un
paquete: un «Tómbola» la semana que viene por un millón y medio de
pesetas, pero me tienes que traer algo, y una entrevista para el de,
dalucía el día 28, por 400.000. ¿Te parece?
54 ¡MÍRAME, TONTO!
Esto es lo que hay. ¿Qué pasa? ¿Por qué ponen esa cara? ¿Les parece
mal? ¿Ustedes, los fontaneros, no cobran en negro siempre que pueden?
A ver por qué nosotros íbamos a ser diferentes. A ustedes nadie les re-
clama. A nosotros tampoco: ni facturas ni TC. Mucha hipocresía, eso es
lo que hay, ¿no te parece, José Ramón?
—Por supuesto. Y, bueno, antes que nada, hola. Lo que pasa, José Mi-
guel, es que la gente no tiene ni idea, y por eso se creen todas esas mi-
longas de los teóricos y los puristas. Resulta que nosotros deberíamos
conformarnos con el 15 % de beneficio industrial, cuando aquí el que
más y el que menos, en cuanto puede, sube los precios, se salta las nor-
mas. Y además otra cosa: sin nosotros, determinadas cosas no se podrían
hacer. Sobre todo en la pública. Me acuerdo del revuelo que se armó por
una frase de Ramón Colom, cuando era director de TVE: «TVE ha traba-
jado desde hace mucho tiempo con las productoras, porque éstas nos
dan lo que nosotros no tenemos: creativos con libre horario para crear y
aquí tenemos funcionarios».
56 ¡Ml'RAME, TONTO!
—Y luego hay otra gran diferencia —dice José Miguel—, los funciona-
rios, o los fijos, tienen unos remilgos que no veas. Y nosotros necesita-
mos justo lo contrario. Por eso, yo creo que si marcas a la gente desde el
principio, cuando vas a contratarlos, en las entrevistas, y tienes ojo para
elegir a los mejores, nunca vas a tener problemas. Hace poco empezamos
un programa de esos de debate, bueno, ya me entiendes, y yo le dije al
director que quería estar en las entrevistas de trabajo para elegir a los pe-
riodistas. Y me preparé bien el cuestionario. Mira, no nos engañemos, en
la tele el espectáculo es necesario, y la verdad es que, tal como están las
cosas, a veces hay que cruzar algunos límites si quieres mantenerte y te-
ner audiencia. Y nosotros fabricamos programas, como otros fabrican co-
ches. Y los coches se han de vender, ¿no? Pues eso.
PRESENTADORA
Perdonad que os interrumpa, pero tenemos un mensaje de internet de un
aludido, Luis Núñez, uno de esos teóricos, dice, de los que habláis.
«SÓLO QUIERO MARUJAS ANALFABETAS» 57
... aceptemos que el producto televisivo es una mercancía más. Habría que pre-
guntarse pues por los controles de calidad, a los que, como tal mercancía, ha de
estar sujeto. Responder con índices de audiencia conlleva olvidar dos cuestiones:
Una, el cliente de televisión es pasivo. La televisión ofrece y él recibe o se
niega a recibir. No hay demanda. Elige entre lo que se le ofrece. En todo caso,
la oferta televisiva es la que genera la demanda. La otra es que para apreciar
la bondad de un producto cultural —y el televisivo también se tilda de cultu-
ral— se requiere cierto entrenamiento y esfuerzo. No ocurre así con lo malo.
Sobre todo cuando conecta con instintos primarios. Al buen espectador hay
que cultivarlo. En ocasiones, por el contrario, la búsqueda de audiencias
mi-llonarias lleva a la promoción de las bajas pasiones.
Otro espectador nos escribe que quizá no haya que cambiar de canal, sino
insistir para que lo que cambie sea ese modelo de televisión, ¿José Ramón?
—No lo creo.
—¿Y el presentador?
—Presentadora. Tenemos varias en proyecto. Mar Flores pide una pas-
ta que no veas pero, bueno, supongo que se negociará. Pasemos al otro
formato.
—¿De dónde viene?
—De Estados Unidos. Una productora lo creó hace dos años.
—¿Y se lo hemos comprado? —pregunta Alfonso.
—Sí, ja, ja, ja. Se lo hemos copiado. Para eso nos pasamos horas en-
cerrados en los hoteles de Nueva York.
—¿Y no se enteran?
—¿Quién? ¿Las productoras? Esperemos que no. De todas formas los
variamos un poco.
—¿Y la cadena lo sabe?
—Las cadenas no se meten en esas cosas. Las cuestiones legales son cosa
nuestra. Pero éste está jodido, porque nos cuesta duros y tiene que salimos
bien la jugada del presupuesto. Lo venderemos disfrazado de gran show.
—¿Y eso, por qué?
—Porque si lo presentamos como un gran formato, que llena varias
horas de emisión, la cadena nos pagará siempre más dinero.
—Pero ¿sería para el prime time?
—Sí, sí, claro. La cadena no ha de ver el formato simple, ha de ver un
gran show, y lo tendrá que poner en horario de máxima audiencia. Por
la pasta que les vamos a cobrar... lo harán. Famosos encerrados, malos
rollos, sexo y risas, ésas son las claves.
PRESENTADORA
Gráfico, ¿verdad? Les veo en unos instantes.
Publicidad
EL CÁMARA
Hasta ese momento, yo había hecho sólo vídeo industriales. Cuando lle-
garon las privadas, los cámaras locales nos dedicamos a cubrir las zonas
60 ¡MÍRAME, TONTO!
periféricas. Una productora contratada por Efe que a su vez había sido
contratada por Tele 5 para cubrir parte del sur, me dio la primera opor-
tunidad para hacer cosas serias, periodismo de verdad, televisión nacio-
nal. Tenía veinte años.
Mi ayudante y yo nos enteramos de un accidente de tren en una loca-
lidad cercana y pensamos que sería una posible noticia. Era el año 1989
y no había teléfonos móviles, así que nos comunicábamos por el busca,
un aparatito como el de los médicos, que te avisaba, mensajes incluidos,
de lo que deseaban tus jefes. Llamamos a nuestra productora.
—Decid a Madrid que estamos en un accidente de tren, a ver si quie-
ren la noticia.
Media hora después recibimos la respuesta. La frase que leí en el bus-
ca era: «¿Cuántos muertos hay?». Ya sé que dicho así, contado así, hoy
parece normal, periodístico incluso. Pero entonces, a mí, que era nuevo,
me sorprendió la pregunta.
—Ninguno, hay algún herido, pero muertos ninguno —respondí.
—Pues entonces nada. No queremos la noticia —contestaron.
—Pero es que es muy espectacular —insistí.
—Mira a ver si hay muertos; si no, nada —concluyeron.
A nosotros nos pagaban por pieza vendida. Recuerdo que inconscien-
temente me puse a rebuscar entre los hierros. Buscaba muertos. Y me hu-
biera alegrado encontrar alguno.
Dos o tres días más tarde, otro programa, esta vez «Hablemos de sexo»
de TVE, había vuelto a contratar nuestros servicios. Nos dirigíamos a ha-
cer una encuesta de calle sobre fantasías sexuales cuando nos encontra-
mos con el derrumbe de un edificio, a causa de las frecuentes lluvias.
Aparcamos la encuesta y fuimos hacia el lugar donde la gente se arre-
molinaba. Nada más llegar, cámara en mano y haciéndome un hueco en-
tre la multitud, pregunté:
—¿Hay muertos?
—Sí, sí, uno, un hombre. Lo ha aplastado una cornisa —me contestó
un curioso.
Le pegué un codazo a mi ayudante para advertirle de que me ayudara
a abrirme paso y le dije que llamara a la productora. La respuesta del
busca ese día fue:
«SÓLO QUIERO MARUJAS ANALFABETAS» 61
«Vuelta de publi.»
PRESENTADORA
Todos los programas malos (y buenos) tienen un director, que no ne-
cesariamente es el más apto de todo el equipo. Lo sé porque yo misma
he dirigido algunos espacios. La elección, en cualquier caso, no es ba-
«SOLO QUIERO MARUJAS ANALFABETAS» 63
ladí. Existe un perfil tipo. A veces son individuos listísimos y sin escrú-
pulos, despóticos e ilustrados, duros e indolentes, de vuelta de todo.
Otras veces son simplemente capataces obedientes, analfabetos pero
obedientes.
Su primera tarea, una vez iniciado el programa, será conectarse a
So-fres y desayunarse con una cuota de audiencia que condicionará no
sólo su día entero sino el de todo el equipo. Porque él es quien se
reúne con los ejecutivos de la cadena, quien aguanta sus imprecaciones
y sus amenazas.
—Bueno, ¿qué ha pasado? —dicen ellos.
—Yo creo que hay que perfilar algunas cosas, pero que la línea es la
correcta —contesta él.
—¿La correcta? ¿Un 14,3 %? Hay que hacer un reajuste —apuntan ellos.
MI PRIMERA BIBLIA
La entrevista fue un poco extraña. Había dos tipos y uno de ellos me pre-
guntó si me atrevería a entrevistar a putas. Yo le dije que sí, que claro.
Entrevistar es mi oficio, le contesté. A quien sea. Me quedó bien. Luego
la cosa fue subiendo de tono. Me dijeron que aquello iba a ser duro, y
que si estaba dispuesta a trabajar las horas que hiciera falta. También les
respondí que sí. Dije que sí a todo, a cosas que debí decir que no. Como
cuando me preguntaron si estaba dispuesta a cruzar todos los límites.
Al día siguiente, la productora también me dijo que sí. Iba a ser mi pri-
mer trabajo en televisión y estaba realmente contenta. No pensé en la en-
trevista, se supone que me habían contratado para hacer un debate sobre
temas de actualidad, eso me habían contado. El primer día, el director
nos reunió a todos, y nos explicó las bases del programa y lo que espe-
raba de nosotros. Era un tipo duro, desagradable y un poco cínico.
—Se trata de un programa de esos de debate —nos dijo—, pero en rea-
lidad ya sabéis lo que es: un lugar donde la gente cuenta sus miserias,
grita, llora, provoca y lo que haga falta. Con famosos que vienen, dicen
lo que tienen que decir, cobran y se van. ¿Está claro?
Todos asentimos. Y continuó:
—Lo que hay que decirle a la gente es que es un programa sobre te-
mas de actualidad o de interés general, donde habrá opiniones variadas
y contrarias.
Luego nos pasó la biblia del programa, una especie de manual en el
que se recoge la intención del espacio. Y cómo hacerlo. Nos insistió mu-
cho en que tenía que ser de uso INTERNO. Era esto:
«SÓLO QUIERO MARUJAS ANALFABETAS» 65
CONTENIDO
TESTIMONIO Y PÚBLICO
El carácter de los testimonios es:
MESA
Está formada por seis personas:
• dos famosos,
• dos polemistas y
• dos testimonios de mesa.
«SÓLO QUIERO MARUJAS ANALFABETAS» 67
PARTICIPANTES
Mesa popular 1, popular 2
polemista 1, polemista 2
testimonio 1 provocador, testimonio 2
PRESENTADORA
Muchas gracias, Teresa. También me pide paso Eva, mujer emprendedora
y ayudante de dirección. Adelante.
Varios: «Mi matrimonio duró tres días», «Los hijos que tiran la
ropa al suelo», «Soy gordo, ¿y qué?», «Lo dejé todo por amor»,
«El trabajo, ¿nos alegra la vida o nos la amarga?», «Periodistas
y famosos. Salto a la fama», «Drogas», «¿Somos racistas?»,
«Locos por la tele», «No aguanto a mi madre», «Quiero operarme
de estética».
«SÓLO QUIERO MARUJAS ANALFABETAS» 69
PRESENTADORA
Una gran mujer. Conozcamos ahora a Clara.
LA DIVINA CLARA
...si tenemos suficientes pruebas de logros materiales no nos
acosarán sentimientos de insuficiencia o ineptitud. Pero el
fracaso puede ser de una especie más profunda:
no poder estructurar una vida personal coherente, no
realizar algo precioso que llevamos dentro, no saber
vivir sino meramente existir.
volviendo loca? Protesto por ese abuso de los temas burdos, de los fa-
mosos border line, de lo peor de cada casa, y me dice:
—Esto está en la calle, esta gente tiene todo el derecho a salir en la
tele.
Y me cita indefectiblemente a Andy Warhol, que se ha convertido en
la sentencia de cabecera de todos mis jefes. Ah, y la democracia. Después
empieza la guerra verbal. Yo digo que no, que a lo que esa gente tiene
derecho, cuando menos, es a que se la deje en paz. A no ser sometida al
escarnio público, a no ser puesta ahí para ser caricaturizada. A no ser
machacada por periodistas listos que les dicen lo que ellos quieren oír
para conseguir que desvelen sus miserias en plato. O sus extravagancias,
o sus deseos más íntimos. Porque nosotros sólo queremos que den es-
pectáculo.
—Además, eso es lo que le hace gracia al espectador —me dice.
—¿A qué espectador? Porque, desde luego, a mí no.
—Toma, ni a mí. Al espectador que nos ve. Ni tú ni yo veríamos nun-
ca este programa.
—Claro, porque es vergonzoso.
—Es entretenido —dice él.
—Es histriónico y cutre —digo yo.
—Es divertido —él.
—Es ridículo —yo.
—Es lo real —él.
—No, es una parte vulgar de lo real —yo.
—Sí, pero la más amplia. La más habitual —él.
—¿Habitual? ¿Tú conoces a alguien similar a lo que hemos tenido esta
noche?
—No, pero porque ése no es mi mundo. Pero hay mucha gente que
es así.
—Y si hay tantos, ¿cómo es que nos supone tanto esfuerzo encontrarlos
cada semana? ¿Por qué necesitamos a doce redactores? Si fuera tan fá-
cil, tan democrático, saldríamos a la calle y nos serviría cualquiera. ¿Por
qué ya no vale cualquier famoso?
—Vamos a ver, Clarita, se lo pasan bien, nos reímos con ellos.
—Nos reímos de ellos. Por cierto, esa frase no es tuya, se la leí el otro
día a Antxon Urrusolo, el de «Moros y cristianos». Que ya le vale.
72 ¡MÍRAME, TONTO!
Pero no se me pasa. Trabajo tantas horas y con tanto estrés que no ten-
go tiempo para pulirme el aumento. Mi marido me presiona para que
deje la dirección.
—No te gusta, no nos vemos casi, y ya ni duermes bien. ¿Para qué vas
a seguir? —me dice.
—No sólo no me gusta. Me horroriza. Con decirte que cuando me
preguntan, no cuento en qué programa estoy... Y no es que no duerma
bien, es que tengo insomnio.
—Pues déjalo, Clara. Vamonos de vacaciones y a la vuelta ya ve-
remos.
PRESENTADORA
Encantadora, Clara.
El equipo del programa les ha preparado un reportaje sobre las pau-
tas que da un buen director para elaborar un buen programa de... temas
de actualidad, por ejemplo. Me advierten de que las imágenes pueden
herir alguna sensibilidad.
FANTASÍAS INSATISFECHAS
• Historias del pasado: recuerdo una vez que... y nunca lo hice.
• Historias del pasado recuperadas años después, tipo asig
natura pendiente, y cuyo resultado haya sido inesperado:
decepcionante o todo lo contrario.
«SÓLO QUIERO MARUJAS ANALFABETAS» 77
FANTASÍAS CUMPLIDAS
• Me metieron mano en... y me encantó (hombres y mujeres) .
. Realicé mi fantasia de toda la vida y: me gustó, no me gustó,
a partir de ese momento cambié de pareja, me divorcié, nos
detuvo la policía municipal, etc.
PAREJAS
• Qué pasó cuando le conté mi fantasía a mi pareja.
• Parejas rotas porque uno no admitió la fantasia del otro.
■ Parejas para las que el sexo es muy importante y que rea
lizan todo tipo de fantasías y son muy felices.
Los hombres son más infieles que las mujeres. Mujeres que digan
que los hombres lo tienen más fácil porque no se se quedan
embarazados.
Las mujeres trabajan y llevan la casa, los hombres sólo saben
trabajar.
Comadrones, hombres canguros. Un hombre que trabaja rodeado de
mujeres. Mujer que diga que los hombres, cuanto más ligan, más
machos son, y las mujeres si hacen lo mismo son unas putas.
Secretario cuyo jefe sea mujer.
Mujeres que digan que los hombres gastan más que las mujeres.
Despedidas de solteros: en el fondo, las mujeres son más
lanzadas. Calzonazos. Forofos.
Acosados en el trabajo.
Falleras.
PRESENTADORA
Son sólo algunos ejemplos. Ahora quiero explicarles qué hace un direc-
tor, realmente. Lo cuento para que vean que los sueldos millonarios que
nos pagan a los que dirigimos programas están más que justificados.
Recapitulemos. El director llega, se conecta a Sofres, va a la reunión
con los ejecutivos, soporta la bronca, se enfada, toma café con el sub-
director, analiza el minuto a minuto del programa, estudia meticulo-
samente lo que tuvo más o menos audiencia, cita al equipo, lo
amilana, le da nuevas pautas, misiones a veces imposibles:
—Los contenidos del programa de ayer eran una mierda. —Los eligió,
aprobó y aplaudió él mismo, pero...— Necesitamos perfiles más contun-
dentes, más fuertes. No podemos conformarnos con lo primero que nos
surge. ¿A quién le interesa ya un cura casado? A nadie. Para el jueves quie-
ro una monja que después de abandonar los hábitos decidiera recuperar el
tiempo perdido, y se tire a todo lo que se mueva, o que se prostituya. Ya po-
déis empezar —dice el director, ese hombre.
«SÓLO QUIERO MARUJAS ANALFABETAS» 79
PRESENTADORA
En fin, Gabo..., qué te voy a contar.
Un buen periodista de una mala televisión ha de ser manipulable, es-
pabilado, joven a ser posible, un punto amoral, falto de criterio, falto de
82 ¡MÍRAME, TONTO!
Vicente
Acudí convencido de que me elegirían. Me puse corbata y chaqueta, por-
que quería causar buena impresión. Acababa de dejar la dirección de una
radio local y buscaba abrirme paso en el periodismo de verdad, en la ca-
pital y en la televisión. Tenía ganas de hacer ese programa. Me habían
dicho que era un espacio magacín, donde incluso tendría cabida el pe-
riodismo de investigación. Pasé al despacho donde me esperaban el di-
rector y el productor del programa.
Después de algunas observaciones sobre mi curriculum y sobre las
particularidades del programa, comenzó la entrevista. Recuerdo clara-
mente una pregunta:
«SÓLO QUIERO MARUJAS ANALFABETAS» 83
Sonia
—¿Estás casada o soltera? —... Bueno, vivo en pareja. —Pero a ti tu
pareja no te dice «este trabajo sí, este trabajo no».
PRESENTADORA
Seguimos contigo, Vicente, ¿te parece?
—Sí, sí. He preparado un pequeño resumen de cómo somos. He re-
buscado en mi biografía. A ver si te gusta.
A ver si les gusta a ustedes.
LA PERIODISTA NEUTRAL,
QUE SÍ ENCAJA: LAURA
En el vestíbulo del Infierno los poetas encuentran las almas
de aquellos que vivieron sin virtudes ni vicios.
—Maestro, ¿qué es lo que oigo y qué gente es ésa que parece
dominada por el dolor?
—Esta miserable suerte está reservada a las tristes almas de
aquellos que vivieron sin merecer alabanzas ni vituperios:
están confundidos entre el perverso coro de los ángeles que
no fueron rebeldes ni fieles con Dios, sino que sólo vivieron
para sí El mundo no conserva ningún recuerdo suyo, la
misericordia y la justicia los desdeñan.
NICOLÁSDEMAQUIAVELO
La primera vez que noté las zarpas de lo que se avecinaba, la primera vez
que vi cómo iban dibujándose las tendencias que ahora nos invaden fue
en uno de esos programas magacines que repasaban las cosas del pasa-
do. Estábamos en 1994.
Aquella semana abordábamos el tema «El macho ibérico». Yo me en-
cargaba de proponer a los invitados idóneos para cada cuestión.
—He pensado que podríamos traer a un antropólogo, a Josep
Vi-cent Marqués y a Carmen Alborch. Pueden dar una buena visión
de conjunto.
lémica retórica sobre las drogas. Pero, al hablar del tema que nos ocu-
paba esa tarde, su dialéctica les resultó demasiado compacta. Todo eran
órdenes a la presentadora para que le hiciera callar.
Emma Cohén, y su pasado libertario, les pareció bien (todavía recuer-
do la cara de la actriz cuando vio que debía compartir mesa con Simple-
mente María, una madame, con María Jesús y su acordeón y con
Bernardo, ese singular personaje que se hizo popular poco después). Así
y todo se animó bastante y ya durante la entrevista dijo:
—... Y bueno, en resumen, que follábamos mucho.
Y el productor, exultante. Salió del control diciendo «¡bien!, ¡bien!» y
llamó a sus homólogos de Sevilla para comunicar la gran frase, y por tan-
to su triunfo.
Todo esto, visto desde hoy, parece naíf, pero eran otros tiempos. To-
davía no habíamos cruzado la frontera. Estaba por venir Alcásser, y Pepe
Navarro, y «Hotel Glam» y «Gran Hermano», y una larga sucesión de
chascarrillos. Y más viajes a Estados Unidos para importar formatos, y la
guerra total, y la descomposición en la que nos hallamos.
espacio cada vez más penoso, que me producía una insoportable insatis-
facción personal y profesional.
Pero aquello podía ser un trampolín. La televisión tenía que ser más
que aquel programa estafador y sucio en el que me hallaba. Estaría allí
unos meses y luego quizá la misma productora vendería un espacio me-
jor y me elegirían de nuevo, y yo volvería a hacer periodismo. Reporta-
jes, entrevistas, aprendería de una vez a hacer guiones solventes para la
tele. Tenía un objetivo. Había que resistir.
La humillación era lo peor. La mía propia y la del equipo que yo coor-
dinaba. Si tuviera que representar con una escena lo que ahora se llama
mobbing, acoso moral en el trabajo, lo haría con aquellos días, con aque-
lla tarde de enero de 1999.
La productora había alquilado un piso para instalar al equipo. La re-
dacción y yo ocupábamos el comedor de la casa. En la cocina teníamos
el monitor para visionar las cintas. En la habitación de matrimonio se
ubicaron el director y su ayudante y, en el resto de las habitaciones, la
producción.
A través de la pared del comedor (que daba justo al cuarto de direc-
ción) oíamos frases severas, o risas desenfrenadas, o reconvenciones te-
lefónicas.
Yo estaba en la cocina, minutando unas cintas. Vi cómo el director en-
traba en el comedor y se sentaba sin decir nada, con cara de pocos ami-
gos, esperando que el silencio le fuera propicio. Lo hacía a menudo
cuando iba a tener lugar un gabinete de crisis. Entraba en la redacción
sin decir nada y se sentaba. Se quedaba mirando al tendido. Y cuando
todo el mundo se percataba de su presencia y de su mutismo, y finaliza-
ban las conversaciones telefónicas y el tecleado del ordenador e instala-
ba debidamente el miedo en el cuerpo, comenzaba. Yo, que me había
reunido con la subdirectora durante la mañana, ya sabía que el director
estaba muy cabreado.
—Le he explicado que las vírgenes siguen sin aparecer —me había
dicho ella.
—Pero tenemos a los representantes de los jóvenes cristianos —le
apunté yo.
—Ya se lo he contado. Y se ha puesto... Vírgenes, quiere vírgenes.
El director esperó unos segundos. Me gritó desde el salón:
«SOLO QUIERO MARUJAS ANALFABETAS» 99
PRESENTADORA
Y luego está el periodista que SABE que no encaja, que lo pasa fatal,
que ha perdido la fe en un mundo mejor, que tiene claro que nada va
a cambiar en la tele, pero sigue ahí, revolcándose, ganando el sustento
con más o menos desahogo, pero muerto de asco. Créanme: son tantos
que, si todos a la vez decidieran retirarse, usted se quedaría sin
saber, al menos por unos días (hasta que los directivos encontraran re-
cambios en las facultades de Comunicación), cómo va el romance de la
Pantoja, a quién han «nominado» esta semana, cuándo se puso
silico-na por última vez la rubia, cuántos kilos pesa la gorda del
debate de los viernes, de qué color es hoy el pareo de Paula Vázquez,
por qué el marido le puso los cuernos y por qué no se habla con su
madre. Todo, como verán, absolutamente imprescindible para que
pueda seguir usted con su vida.
El regidor está a punto de entrar y cortarme el cuello. Ya nos vamos,
Salva. Sólo una última cosa, no quiero que se me pase. A Rosa se le ha
olvidado lo mejor: hace unos años, la productora de la que habla, y en
la que yo también trabajaba, nos regaló por Navidad a todos los miem-
bros del equipo una bolsa de basura vacía y sin estrenar. A los que nos
sentó fatal la broma nos acusaron de no tener sentido del humor. ¿No ha-
cíamos basura? Pues eso. La bolsa era de color lila.
Y ahora sí, a publicidad. Será un momentito; vuelvan, ¿eh?
Publicidad
LA SIRVIENTA LADRONA
Una joven que trabajaba de asistenta para un matrimonio de ancianos les
robó la cartilla e intentó en vano sacar dinero con ella. La pillaron antes y el
asunto no tuvo mayor trascendencia. Denuncia del matrimonio, despido y
poco más. Pero el tema era curioso y formaba parte de las previsiones del
102 ¡MÍRAME, TONTO!
«Vuelta publi.»
PRESENTADORA
Badajoz es una ciudad preciosa, ¿no les parece?
XAVIERSARDA
haga caso. Y yo lo hago, claro. Pero en realidad les desprecio. ¿Que por
qué? Porque no son como yo, supongo. Porque son inferiores, porque no
tienen clase, porque son vulgares, porque vienen a la tele a hacer algo
que yo jamás haría, contar mis problemas o mis veleidades. Pero aquí es-
toy, y les cojo de la mano, les apoyo. Les hago creer que somos iguales
durante un rato. A veces, el equipo me pide cosas especiales como, por
ejemplo, que atienda a alguien después del programa. Pero yo me niego,
jamás les presto un instante de mi tiempo si no es bajo los focos. Seguro
que están ustedes pensando que esto es miserable. No, esto es mi traba-
jo. Y mi material de trabajo es la gente. Como los coches para los mecá-
nicos. Seguro que ellos no los besan después de repararlos.
fama que ya nunca voy a las bodas de los compañeros de los equipos de
la tele porque, claro, si voy yo, menuda putada para la novia. Recibo al-
gunas críticas, pero en fin. Que si soy vulgar, que si soy una vedette me-
tida a presentadora, que si soy una petarda de programas petardos. Lo
que no entiendo es que se me critique a mí, que los presento, y no a los
equipos que hacen los programas. Todos muy preparados y muy univer-
sitarios y muy cultos pero, mira, en realidad hacen el mismo programa
que yo, y cobran la mitad de la mitad.
Hace poco, la subdirectora de un concurso de animales que yo pre-
sentaba estaba contándole al equipo que se había comprado una casa y
que estaba instalando la biblioteca. Yo siempre las oía hablar de libros y
de lo que leían y tal, y ese día (que por cierto teníamos una prueba di-
vertidísima con cocodrilos), cansada ya, les dije:
—Ay, ¿para qué leéis tanto?
Ellas contestaron cosas diversas. Porque nos gusta, porque lo necesi-
tamos, por que nos hace felices (algo que no puedo entender: yo sólo leo
los guiones, y porque no tengo más remedio), dijeron. Y yo les contesté:
—Total..., luego..., para buscar cocodrilos.
Serán muy listas y muy leídas, pero todas se callaron.
Ellos tampoco comprenden que nosotros, los que damos la cara, siga-
mos cobrando después de finalizado el espacio, si se ha rescindido antes
de tiempo el contrato con la cadena. Ellos se quedan en el paro, ya su-
pongo que es duro, pero nosotros arrastramos la fama, y la fama cuesta,
y por eso hay que blindar los contratos. Tal como está el asunto (que el
programa puede durar un día incluso), yo me aseguro de que se me pa-
garán todos los programas pactados (trece, habitualmente), pase lo que
pase con la emisión... Bueno, ahora estoy en el dique seco pero, vamos,
antes siempre lo hacía.
PRESENTADORA
Ninguno de ellos ha querido desvelar su nombre. Tendrán que perdo-
narlos. Viven sometidos a una presión constante, con la palabra «basu-
ra» escrita como un aura alrededor de sus cabezas, con el desprecio de
los bienpensantes rondando, con las blasfemias de los críticos. Si encima
dieran la cara, ¿qué iba a ser de ellos?
Mi equipo ha elegido al azar una televisión autonómica, Canal 9,
que se ha convertido en un pesebre para presentadores que, sincera-
mente, tuvieron mejores tiempos, o para estrellas rutilantes que han
visto que la Comunidad Valenciana da mucho de sí (lo dijo Lolita en
una entrevista: «Canal 9 paga muy bien»), con sus playas, su clima
templado, sus arroces, sus flores, sus colores, sus fallas, su ex presi-
dente campeón. Les han preparado un resumen representativo de lo
que les cuento:
«SÓLO QUIERO MARUJAS ANALFABETAS» 107
Después viene Salomé, que ganó Eurovisión, y presenta, mal que bien,
un magacín local, poco visto, que se llama «En compañía de Salomé».
La noche de los viernes, hasta hace poco, estuvo liderada por Cristina
Tárrega, que presentaba un debate histriónico, también en perfecto cas-
tellano, producido por La Granota Groga, y se levantaba un millón de pe-
setas CADA SEMANA. Se acabó el debate y no se acabó la rabia porque
ese monstruo de la comunicación siguió cobrando de la televisión auto-
nómica tal y como estaba apalabrado en su contrato.
Julián Lago, con su peluquín, ocupa ahora parte del hueco dejado por la
rubia. Presenta un programa —«Panorama de actualidad» se llama— que
produce su propia productora. Unos veinte millones de pesetas por progra-
ma se levanta el ínclito presentador. El espacio, relegado a la madrugada,
tiene una birria de espectadores (en cuanto a número, queremos decir), pero
él, después de descontar gastos varios, se queda, por su tarea de director y
presentador, tres millones y medio de pesetas, pero no al mes, no. Por pro-
grama. Se lo digo en pesetas porque ¿para qué despistarlos con los euros?
Y él, que es un periodista de relumbrón, sabe lo que tiene que hacer
para mantenerse. Así, por ejemplo, cuando las primeras emisiones de su
programa tuvieron una audiencia que ni computaba, y vio peligrar el fu
turo del espacio, le largó a Zaplana (que todavía era presidente autonó
mico) una loa inconmensurable en su columna de opinión de La Razón.
Y si el entrevistado de la noche deja algún resquicio y no demuestra con
suficiente efectividad que el PP es el mejor, ahí está Lago para contraata
car. ¿Tal vez por eso el programa sigue, pese a su nula audiencia?
Hacia las tres de la madrugada de los sábados, los valencianos pueden
encontrar la cuota cultural y literaria con Sánchez Dragó y su «Faro de
Alejandría», un programa idéntico al que presenta en la 2. La productora
del escritor, que produce el espacio, extrae de los impuestos de los ha-
bitantes de esta parte del Mediterráneo, unos tres millones de pesetas
por programa. Un programa por semana.
Y también tenemos a Victoria Vera con un programa semanal titulado
«Dame un beso». ¿No es envidiable nuestra situación?
Esto es un esbozo. Hay más, hay otros, hay otras cadenas autonómicas,
donde se compran favores, donde se venden halagos, donde se trapichea
con los fondos públicos. Ustedes extrapolen, y verán.
Bloque 3
SOY FEO. SOY PUTA.
SOY EL CORDERO DE DIOS
Vídeo declaraciones
LO QUE DICEN DE LOS
CONTENIDOS
JOSEFINA MOLINA
112 ¡MÍRAME, TONTO!
...la degradación del lenguaje, ese humor tan ordinario que hace
sonrojar.
ANTHONY BURGESS
PRESENTADORA
Muy gráficamente:
PEPE NAVARRO
Qué
Sucesos. La realidad. Corazón. Debates. La provocación. Testimonios. In-
formación-espectáculo. Más talk shows. La libertad. El atrevimiento. Más
testimonios. Los homosexuales. Mi marido me pega. Emociones. Sorpre-
sas. Las madres de los homosexuales. Concursos grandilocuentes. Ence-
rrados en Guadalix. Más debates. Más corazón. Corazón. Otra vez corazón.
Chillidos. Lágrimas. Globalización del no discurso. Todos ligamos, ¿cómo
lo hizo usted? Todos somos infieles, ¿cuántas veces? Soy gordo. Soy vir-
gen. Soy feo. Soy puta. Soy el cordero de Dios. Tengo al diablo dentro. Han
matado a su hija. Desnúdate. Más gritos. Impacto. Ritmo trepidante. No se
vayan. Estremecedor documento. Más sucesos. Norma Duval aborta. Soy
gogó. No me gusta que me confundan con un maricón, bueno, con un gay.
Concurso para analfabetos. Antes la mato que verla con otro. Esto está en
la calle. Los ex de los ex. La gente real. Corazón. Los cubanos trepas. De-
senfado. De corte popular. Para todos los gustos. Los espíritus me escupen.
Hamburguesas, nosotros hacemos hamburguesas. El verano. La locura. Mi
amor es imposible. Famosos concursando. Famosos en tu casa. Famosos
encerrados. Famosos conversando. Azafatas, sólo chicas. Una monja arre-
pentida. Quiero ser striper. Busco pareja. Insultos. Dos yoyas. Distraer. Sor-
presas. Desnúdate otra vez. Carcajadas. Histrionismo. Futilidad.
Polemistas. Marujas. Jóvenes discotequeros. El pelo a lo cenicero. Locas.
Locazas. Hablo con el cordero de Dios. Grandes temas: los hijos que dejan
la ropa tirada en el suelo. Presentadores millonarios. Contratos basura. El
dolor de una madre. Las palizas. Los reencuentros...
Dónde
Cementerios. Amigos psicólogos. Amigos de amigos. El listín de teléfono.
Las discotecas de separados y separadas. Las asociaciones de amas de casa
de los pueblos. Los clubes de putas. La calle. Los mercados. Corseterías de
barrio. El teléfono. Las panaderías. Los clubes de jubilados. Las esquinas de
la calle. El banco de datos de los otros programas. Mi agenda de años. Cas-
116 ¡MÍRAME, TONTO!
Cómo
A favor y en contra. Buscar en la calle. Trece horas diarias. Dile que dé caña.
Dinero. Actrices, si es necesario. Cheques en blanco. Preparar el discurso del
invitado. Convencer. Mentiras. Inducir... Las cartas que llegan a la redac-
ción. Las carteras encontradas. Quiero que llore. Que se calle, dile que se ca-
lle. Busca a la abuela del muerto, que entre por teléfono. Talonarios. Insistir.
Sonreír. Obedecer. ¿Qué haría usted con los asesinos de su hija? Le pon-
dremos un abogado. Un invitado amenaza con pegar al presentador, Josep
Ramón Iiuch. El director del programa contesta: «Ojalá le peguen». Ni biz-
cos ni mellados. Que se levante la gorda. Los quiero más gordos. Los
suda-cas, que bailen. Que se transforme en directo. Jerry Lewis quiere
veinte millones de pesetas. Faltan más maricones. Son feos, cárgatelos.
Que entre en trance la loca. Contarlo será bueno para ti. Hazlo por mí.
Por qué
Dinero. Más dinero. Es un trabajo como cualquier otro. Subsistir. Triun-
far. Salir en la tele. La fama. Porque sí. ¿Por qué no? Esto es lo que hay.
No puedo cambiar el mundo. ¿Qué más da? ¿Qué mal hago? Mucho más
dinero. Comprar el futuro. Estar ahí. Codearme con ellos. No fracasar.
Todo el mundo lo hace. La gente lo ve. A la gente le gusta. Dinero a rau-
dales. No pasa nada. El poder y la gloria.
PRESENTADORA
Y ahora, todo esto explicadito.
SOY FEO. SOY PUTA. SOY EL CORDERO DE DIOS 117
Publicidad
Un hombre sin piernas no es un hombre, es un espectáculo.
Carne picada
Me llamaron para subdirigir un programa de sucesos en Antena 3. Dije que
sí, porque la oferta económica era estupenda. Yo venía de una televisión au-
tonómica donde hicimos con bastante éxito un espacio similar al que me pe-
dían. Allí, el programa era bastante comedido y estábamos acostumbrados
a que no levantara polémicas, ni dentro de uno mismo ni fuera.
Llegamos a Antena 3, nos reunimos con unos cuantos directivos y como
nadie decía nada empezamos a explicar el proyecto, cómo iba a ser el pro-
grama. .. A todos les pareció bien. El jefe de programas formuló algunas
cuestiones mínimas y levantó la reunión. Estrenamos un martes. El miér-
coles, tras conocer la pésima audiencia, me llamó la secretaria del jefe.
Esta tarde a las cinco, reunión. Todo el equipo. Gabinete de crisis. Siempre
sucede. Ante un mal resultado de audiencia hay que analizar los motivos.
SOY FEO. SOY PUTA. SOY EL CORDERO DE DIOS 119
«Vuelta de publi.»
120 ¡MÍRAME, TONTO!
—Bien, mira, aquí buscando gordos, con un calor... ¿No tendréis al-
guno?
—Uf, tengo una gorda estupenda. La tuvimos hace dos semanas. Pe-
saba 170 kilos y nos hizo un striptease que no sabes cómo fue. Si quieres
te la paso.
—¡Por favor! Yo no sé cómo conseguís esas cosas. Llevo dos días bus-
cando gordos como una desesperada por todo Triana. Ayer bajé al quios-
co, que el dueño está inmenso, y me montó una que ni te cuento cuando
le dije que si quería venir a plato.
—Nosotros les entrábamos con que si querían venir a un programa so-
bre salud y estética.
—Ya, pero es que lo que nos han pedido son gordos, gordos, no
gor-ditos sino camiones. Y además el programa se llama «Soy gordo
¿y qué?».
—El nuestro se llamó «Gorditos pero contentos», era más suave. Yo te
paso a nuestra gordi, ¿vale? Pero te llamo porque necesitamos para ya,
vírgenes.
—Buf, está jodido. La semana pasada trajimos a dos chiquitas del club
de castidad de Málaga y fue un desastre. ¿Para qué tema es?
—Para infidelidad. ¿Por qué fue un desastre?
—Porque eran muy pavas y venían engañadas. Y se negaron a entrar
al trapo.
—Pero ¿dijeron que eran vírgenes?
—Sí, pero mal. Como con discursito. Y eso que habíamos puesto al
macarra de siempre, ese que estuvo de provocador en el vuestro sobre
homosexuales, ¿te acuerdas?
—Y tanto, es fabuloso.
—Pues imagínate, ni siquiera con la caña que él mete dieron juego.
—Mira, me da igual. Estamos al borde de la desesperación. ¿Tú crees
que querrían venir?
—Se fueron bastante quemadas por lo que te cuento, pero yo te las
paso y tú te las apañas. No les digas que te he dado yo el teléfono. De to-
das maneras, si ves que no te valen, te pasaré un último recurso, pero
hi-persecreto, ¿vale?
—Vale, vale, ahora te llamo para darte los datos de la foca, que los
tengo en la carpeta de gordos y anoréxicos.
122 ¡MÍRAME, TONTO!
Somos compañeros. Nuestros programas son los mismos en casi todas las
televisiones y muchos de ellos los hace la misma productora, así que el ban-
co de datos es conjunto, lo que facilita enormemente el trabajo. Así pode-
mos ayudarnos unos a otros con esa solidaridad tan digna de nuestro oficio.
CASO 1
—A saber...
—Pues primero los burlones, que son los malos, los picaros que fasti-
dian a la gente.
«Luego las altas esferas, altos cargos dentro de los espíritus, y, para
terminar las almas en pena, pobres de energía y vampiros.
—Joder, qué variedad —digo yo.
—Bien, bien, empezaremos con él. Lo quiero en la fila vip. O mejor, en
mesa. Bueno, depende de quién tengamos en mesa. ¿Sabemos cómo es
físicamente?
—No, porque era una llamada de contestador.
—¿Y qué tal habla?
—Bien, lo cuenta bien. Tiene un poco de frenillo.
—Mucho mejor. Si no es muy freak, lo pondremos en mesa. Y si no
en la fila vip, entre la maruja de Parla y la que ve espíritus en blanco y
negro.
CABECERA Y PRESENTACIÓN
Bloque 1
Presentación de expertos mesa.
Presentación fila vip (atención, resaltar la presencia del
machirulo loco).
Paso a publicidad.
126 ¡MÍRAME, TONTO!
Bloque 2 Vuelta
de publi.
Da la palabra a la feminista 1 (se decidirá a última hora. Puede
ser Massiel o la psicóloga del programa de la tarde) y al doctor
Cabeza. Los dos en mesa.
Testimonio 1 del público. Historia del marido y la secretaria.
Los testimonios siguientes se decidirán sobre la marcha. Habla
el machirulo de la fila vip (que parezca que habla de repente,
como si se exaltara).
Una feminista del público (o Josefina o Pepa) le dará caña. Que
se levante el celoso que no deja que su novia vaya con minifalda.
(OJO, producción, que nos acordemos de que la novia tiene que
entrar después de la publicidad con minifalda. Se supone que el
novio no lo sabe.)
Paso a publicidad (durante el revuelo). (Anunciar
que luego tendremos malos tratos.)
Bloque 3 Vuelta
de publi. Bloque
manías.
Los testimonios de malos tratos los colocaremos en cualquier momento
, en función de la publicidad de las demás cadenas, y los venderemos
como las manías llevadas al extremo, a la patología. Testimonio
celos. Suegras y demás parientes. Desorden (pelos en el lavabo).
Dinero.
Sexo. Quiere hacerlo a todas horas.
Horarios. Tabaco.
Televisión. No deja el mando en paz.
(La novia del celoso entra con minifalda. Cristina la mira
alucinada y se vuelve hacia el novio.) Risas.
SOY FEO. SOY PUTA. SOY EL CORDERO DE DIOS 127
Bloque 4
Expertos mesa y la sorpresa del cojo.
Despedida.
DE PROGRAMA EN PROGRAMA
...no queda nada de lo que fue nada
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva era la nada)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será después de todo
después de tanto todo para nada.
PRESENTADORA
Les presento a Pilar y su viaje hacia la nada:
Bertín Osborne para cerrar el trato. El director tuvo una idea peculiar: el
espacio se emitiría desde Altea, localidad alicantina donde él, casual-
mente, tenía barco y casa.
Y a la playa que nos fuimos, un equipo de ochenta personas. Contra
tamos a Paulina Rubio como presentadora (era requisito de la cadena
que la conductora del programa fuera una cara conocida). De ella re
cuerdo una anécdota curiosa. Después de haber hablado por teléfono
cientos de veces, para acordar fechas, contratos, peticiones, el día de su
llegada salí a recogerla a la puerta de la tele. Llegué y me identifiqué, a
lo que ella, mirando hacia atrás, me dijo simplemente:
—Ésa es mi maleta.
Y se adentró en el vestíbulo de Antena 3. Como les decía, era sólo una
anécdota.
El programa fue un caos, aunque eso no se viera en pantalla. Giorgio
Aresu, productor y director del espacio, delegaba mucho en sus subordi-
nados. Confiaba en nosotros tanto que nos dejaba solos durante los en-
sayos, durante la preparación, durante las gestiones con la cadena. Se
marchaba a su barco a descansar, regresaba poco antes de que el pro-
grama empezara y volvía a marcharse antes de que hubiera acabado.
Para el resto del equipo, los días en la playa acabaron siendo una pesa-
dilla: nos había faltado tiempo de preproducción, teníamos poco dinero,
la gente había enlazado la temporada de «Sorpresa» con el verano y es-
taba cansada... Además, el programa estaba pasando por la parrilla de
Antena 3 sin pena ni gloria, con lo que eso supone de presión para un
equipo. En fin, una locura para todos menos para Giorgio, que, bronce-
ado y bastante más relajado que el resto, oteaba el horizonte. Se acabó
el verano y se acabó el espacio.
Regresamos a Madrid a un nuevo proyecto: «El patito feo» —con la
productora Boomerang—, ese programa sobre cambios de imagen pre-
sentado por Ana García Obregón. Espacio de magro presupuesto en el
que por cuatro duros había que convencer a gente como Carmina
Ordó-ñez para que se cortara la melena, pero no un poco, sino a lo
chico. Y claro, por ese precio ya me dirán ustedes qué se presta a hacer
ella o cualquier otro individuo de su profesión. De la presentadora no
puedo decir nada porque Ana sólo habla con quien tiene que hablar. Y yo
no estaba entre ese cupo. También duró poco.
130 ¡MÍRAME, TONTO!
por otra parte (una vez más nos movíamos en las esferas más bajas de la
sociedad canaria).
Las dos líneas de actuación eran: me pegan y soy homosexual. Ha-
bíamos descubierto que estos dos ejes eran los que siempre funciona-
ban en audiencia y por tanto los exprimíamos. Con variaciones, con
matices, con efectos colaterales. Y con el tiempo fuimos subiendo de
tono.
A veces, un suceso impactante centraba la atención durante unos
días y entonces aparcábamos palizas y gays para instalarnos en el he-
cho trágico. Y lo diseccionábamos hasta que no quedaba NADA por
contar. Recuerdo uno.
Un hombre le había partido el cuello a su hija de siete años y después
se había suicidado. En el magacín habíamos informado ampliamente
del asesinato y para ese día, el del entierro, necesitábamos cosas nue-
vas. Por supuesto enviamos al funeral, multitudinario, a cuantas cáma-
ras pudimos. Mandé a una redactora a cubrirlo para que le sacara
declaraciones a algún familiar, y, si fuera posible, se trajera a plato a al-
gún vecino o allegado, para cubrir la noticia con algo más que imáge-
nes mil veces ofrecidas.
En el entierro estaba la abuela de la niña (y madre del suicida), la tía
de la niña (y hermana del suicida) y la madre de la niña (y esposa del
suicida). La redactora se vino del cementerio, en el coche de producción,
con la madre y la hermana del suicida.
—No he conseguido a la madre de la niña, pero he estado a punto
—me dijo—. A la del asesino le he dicho que vamos a limpiar la imagen
de su hijo.
¿Limpiar la imagen del hijo suicida que antes de suicidarse le ha par-
tido el cuello a su hija de siete años? Increíble. No había hecho falta
prometerles nada, ni ofrecerles un cuidado especial. Del cementerio al
plato. Aquello iba a ser una bomba.
De riguroso luto, y discretamente maquilladas, se sentaron en nuestro
sofá, y lo contaron TODO con pelos y señales. Al menos todo lo que sabían.
Para rizar más el rizo, y alentada por aquel pelotazo, se me ocurrió
que podíamos llamar a la otra abuela, y la llamamos y aceptó, y entró
por teléfono. E incluso discutió con su familia política. Un éxito redon-
do. Batimos récords de audiencia.
132 ¡MÍRAME, TONTO!
Pero con el tiempo dábamos piruetas cada vez más arriesgadas, cada vez
más al límite. Y abandoné la isla. Y me pregunto: ¿merece la pena? ¿Com-
pensa aguantar a presentadores-productores-directores divos? ¿Es necesa-
rio relegar la vida personal y dejarse la piel en un trabajo infame para
arrancar programas baratos que no te dan nada? ¿Hay que ir a los cemen-
terios a buscar a madres y hermanas de asesinos, maquillarlas, utilizarlas un
rato y luego soltarlas? ¿Sirve de algo dirigir programas que apenas aportan
unas risitas y algunos resoplidos? ¿Me importa que las mujeres sigan sien-
do maltratadas? ¿Era esto lo que «quería» cuando «quería» ser periodista?
Despide Pilar.
EL TRABAJO DIARIO
Una aprensión es una ansiedad por lo que puede ocurrir, la
aprensión la crea un clima en el que se hace hincapié en el
riesgo constante y aumenta cuando la experiencia pasada no
parece una guía para el presente.
PRESENTADORA
¿Recuerdan al periodista que no encajaba? Éste es un resumen de lo que
hizo durante la última semana de trabajo.
—¿Lo tiene?
—... ¿Cómo lo sabe?
—Bueno, eso no importa. Lo que querría es saber si usted estaría dis-
puesta a contarlo en la tele, porque estamos preparando un programa so-
bre se...
Entonces la señora se desmorona.
—Señora, no llore, cuénteme qué le pasa. ¿Cómo se llama?
—Lola Martínez —dice entre sollozos.
—Lola, tranquila. Venga, tranquila. ¿Quiere contármelo?
Había tenido muy mala suerte en amores. Un verano, por fin, un hom-
bre de Málaga que vivía en Alemania desde hacía quince años y que es-
taba de vacaciones en la ciudad, le salió al paso. Se conocieron, se
enamoraron y se casaron. El marido se trajo a su madre de Alemania y
empezaron a vivir todos juntos. Poco tiempo después de la boda, Lola co-
menzó a notar que su marido «no le hacía las cosas que le tenía que ha-
cer». Y un día saliendo de la ducha se los vio «en plena faena». En ese
momento, vivían todos juntos.
Me contó una historia sórdida, que era sin duda carne de psiquiatra.
Un relato triste, neciamente narrado por una mujer apenada e iletrada
que bastante tenía con lo que tenía.
—Pero esto que me cuentas, Lola, es bueno que la gente lo conozca, para
que no vuelva a pasar —le dije yo mientras pensaba «tengo una bomba».
Al finalizar la conversación, aún no la había convencido del todo, pero
cometí la imprudencia de decirlo a la dirección aquella tarde, durante la
reunión de contenidos.
—Es cojonudo. La quiero, hay que traerla como sea. No la soltéis. Lo
que pida, dinero, cara tapada, lo que sea —comunicó el director, abso-.
lutamente emocionado.
134 ¡MÍRAME, TONTO!
El sofá naranja
Y viene al programa. Y antes de entrar a plato, ya maquillada incluso, se
arrepiente de estar allí y dice que no. Sucede a menudo. Sobre todo con
historias truculentas, con personas indecisas que llegan después de un
acoso y derribo total.
El caso es que Victoria se mete con ella en la salita y le dice:
—Lola, no me puedes hacer esto. Mira, yo me juego mucho. Hay un
programa entero que depende de que tú entres o no en plato esta noche.
Somos muchos los que hemos estado trabajando y esto es muy serio. Yo
me estoy jugando mi trabajo porque, si tú no entras ahí, ¿qué le voy a
decir al director después? ¿Qué explicación le voy a dar? ¿Sabes lo que
me dirá? Que a la calle, que le he destrozado el programa, que ese testi-
monio era lo más importante de la noche y que...
Lola llora. Al final, Victoria también llora, mientras intenta calmarla y
convencerla a un tiempo. Y en ese momento entra Vicente y por lo bajo
le dice a Victoria que dice la ayudante que el director dice que entre Lola.
—¿Ya? —pregunta Victoria—, ¡pero si estaba en el otro bloque!
—Sí, pero parece que el programa necesita un subidón, que está flojo.
136 ¡MlRAME, TONTO!
PRESENTADORA
¿Y aquellas jóvenes de Málaga que eran vírgenes y que las compañeras
de Sevilla, amablemente, les habían pasado a mis compañeros? Declina-
ron la oferta. Recordarán que el director los encerró en la redacción has-
ta que las hallaran. Así que...
Las vírgenes
—Hola, Sara, soy Silvia.
—Holaaaa, ¿qué tal?
—Desesperada. —¿Por...?
—No encuentro vírgenes.
—¿Tú vendrías?
—Puf... ¿Cuánto?
—No sé, te lo miro y te digo algo, ¿vale?
—Vale.
Sara es una colega de Silvia. Estudia arte dramático en el conservatorio.
—He encontrado una chica de veintiocho años que es virgen. Es en-
fermera y podría venir.
—¿Y qué tal habla? —dice la ayudante de dirección.
—Bien, muy bien, creo que entrará al trapo de todo lo que queramos.
—Perfecto. Ya tenemos una. ¿Tiene alguna amiga como ella?
—No sé, ahora veré. Pero hay un problema: pierde la guardia en el
hospital ese día y sólo pide que le compensemos la noche.
SOY FEO. SOY PUTA. SOY EL CORDERO DE DIOS 137
Era actriz, sí. Y encontró una compañera que cobró lo mismo. Ambas
interpretaron a la perfección sus papeles. Pensarán ustedes que está
mal. Que es un engaño. Ya. Claro. Igual que convencer a una pobre in-
feliz para que venga a contarnos por qué quiere llegar virgen al ma-
trimonio. La diferencia es: 35.000 pesetas, muchos menos esfuerzos y,
apurando, muchos menos problemas de conciencia. A ustedes, a decir
verdad, les da lo mismo. Es el mismo nivel de falsedad con barnices
distintos.
La ficha de Sara quedó registrada en el banco de datos de la produc-
tora. Pasados unos meses, la ficha llega a manos de otra redactora, que
desconoce su condición de actriz y la vuelve a llamar. Sara, para cubrir
a Silvia, no desvela la trampa. Es otra ciudad, otra televisión, otro pro-
grama. Y ella vuelve a contar la historia. Esta vez también le pagan el
viaje y el hotel (no es fácil encontrar vírgenes). Interpreta bien su papel.
No en vano está en el último curso de arte dramático.
El resultado
—Tenemos con nosotros a Sara —dice la presentadora— y creo que no va
a estar de acuerdo con vosotras, ¿no es así, Sara? —Desde luego que no.
138 ¡MÍRAME, TONTO!
—Y ¿por qué?
—Pues porque me parecen unas desvergonzadas —dice Sara.
Chillidos y jaleo en el plato. Las dos jóvenes que reivindican que las mu-
jeres pueden hacer con su cuerpo lo que quieran, y que echar canas al
aire está muy bien, y que a ellas ningún tío las ata, y que hay que tener
variedad para saber apreciar, y que el tamaño sí importa, y que no sólo
ellos ligan, y que ellas se lo hacen cada noche que pueden con uno dis-
tinto, y que los usan y los tiran como los pañuelos de papel; esas jóve-
nes, digo, se levantan alteradas y le dicen que es una pava, y que no sabe
lo que vale un peine.
—Yo espero a un hombre que merezca lo más preciado que tengo —les
replica una contenidísima Sara.
—¡Eso es machismo encubierto! —le grita desde la mesa una de las
expertas, una feminista-escritora-polemista-ex-política.
Y vuelve el revuelo. Sara contraataca con otra frase sentenciosa. La
presentadora le da la palabra a la mujer cuyo marido se lió con su se-
cretaria —que ya ha hablado— que le dice a Sara que se aproveche ahora
que no la tiene arrugada, y que no merece la pena guardarse eso para un
hombre, porque luego mira cómo te lo pagan.
—Pero yo lo hago por mí, por mi condición de cristiana y por mi pro-
pia moral. El hombre que me quiera habrá de apreciarlo en lo que vale
—concluye Sara, que por cierto es madre soltera de una niña de tres
años, algo que todos ignoran.
Aplausos calurosos.
—La virgen es estupenda, ¡estupenda! —exclama el director desde el
control.
—Al diré le encanta tu Sara —le cuchichea la coordinadora de plato a
Silvia, a su lado.
Silvia sonríe complacida. Sabe que eso es un tanto a su favor. Ella ha
conseguido ese testimonio que está creando un discurso necesario en el
programa de esa noche.
¿Qué piensa? No piensa nada. Nadie va a enterarse de la verdad. Si
alguien llama para decir que Sara es una impostora, sus compañeros,
que están en la centralita de llamadas esa noche, harán la vista gorda.
No pasarán el aviso a dirección. Salvo que sea Vicky quien lo recoja. En-
SOY FEO. SOY PUTA. SOY EL CORDERO DE DIOS 139
PRESENTADORA
Salva lleva un rato haciéndome señas porque tenemos que pasar al
concurso. ¿O es que pensaban que no íbamos a tener un concurso?
¿Un programa como éste, sin concurso? Pueden llamar desde casa, si lo
desean.
El concurso
—Son feos de dolor. Y listos, los cabrones. Menuda racha llevamos. A ver
si afinamos un poco más en el casting, porque vamos... —dice el director.
—Se lo diré a las chicas.
—A éstos, de todas formas, me los voy a cargar. Además, ella me cae
fatal.
—¿Y qué pareja gana?
—La dos.
—Voy a decírselo a Nuria.
—Discreción, ¿eh?
—Pues claro, hijo, ni que fuera la primera vez.
Y entonces la pareja de feos aprieta la palanca, pensando que el azar de
cidirá qué panel se encenderá. Si sale el panel azul, habrán ganado los
1.300 euros que llevan acumulados. En cambio, el panel rojo los eliminará.
—¿Estáis preparados? —pregunta la presentadora.
—Sí, sí —responden. Están tan nerviosos...
Aprietan y...
—Ohhhhh —dicen a coro la presentadora y el público—, el panel rojo...
¿El azar? Tú y tu botón. Tan sencillo como apretar una tecla de orde-
nador. Una pulsión que te proporciona una inmensa sensación de poder.
Es un momento mágico. Tú en esa minúscula cabina, con un informáti-
co que controla todo lo que sucede en el plato.
Yjuegas. Ellos concursan, y tú y tu compañero jugáis.
—Más rápido, a ver si no lo aciertan y acumulamos bote.
Yno lo aciertan, claro.
140 ¡MÍRAME, TONTO!
PRESENTADORA
Lo que acabo de enseñarles es un secreto, así que no lo vayan a ir con-
tando por ahí, porque se me puede caer el pelo. Y tampoco le den más
importancia de la que tiene. Al fin y al cabo, ellos no se enteran de que
han sido engañados. El Senado ha sacado un informe en el que apunta
que determinados concursos y juegos pueden «estar amañados»
(¿sííí-íí?), y pretende regular los derechos de concursantes y audiencia.
Mejor dejamos la banalidad.
Les presento a un concursante:
El casting
La chica va y me pregunta, ¿tú harías un striptease? Y yo, pues claro. Y
la tía me dice, pues desnúdate. Y me empiezo a desnudar. Aquellas dos
pavas igual se creían que me iba a cortar. Pero es que luego va y me dice:
finge un orgasmo. Y claro, me quedé un poco parado. Mira, me dice, es
que tenemos que saber si sois desinhibidos o no, porque para venir hace
falta mucho morro. Y yo pues a la marcha.
—Hola, mira, te llamamos para decirte que has sido seleccionado.
El programa fue la bomba, había varias famosas. Me acuerdo de que
Mar Flores hipnotizó a una gallina, la tía. Lo peor fue cuando me dijeron
que me comiera un bocadillo de pelo. ¡Qué asco! Pero lo hice, porque
pensé, mira, aunque no gane, estas cosas nunca se sabe, puede que al-
guien te vea y te fiche, porque yo lo que quiero es ser presentador de te-
SOY FEO. SOY PUTA. SOY EL CORDERO DE DIOS 141
PRESENTADORA
Un hombre intrépido, ¿verdad? Acaba de pasar a la semifinal para la pró-
xima edición de «Gran hermano». Me pide paso el realizador de concur-
sos. Cuando quieras, Joaquín.
142 ¡MÍRAME, TONTO!
PRIMEROS PLANOS
... llevaba ya dos años relegada a los peores programas, dos
años sin ver otra cosa que planos anodinos, cuando no
repugnantes, durante todo el día. Cualquier cosa será mejor
que seguir viendo cómo se me embota la mirada y se me va
muriendo.
puede comprarse lo que quiera. Porque, vamos a ver, ¿para qué quiere
usted un DVD?
—Y vamos con la prueba de mímica. Ya sabes cómo funciona, ¿ver-
dad? —le pregunta la presentadora al concursante.
—Bueno, más o menos.
—A ver. Te la explico otra vez. En pantalla saldrá el nombre de un per-
sonaje famoso, que sólo podrás ver tú. Deberás representarlo sólo con
gestos y tus compañeros tendrán que adivinar de quién se trata. Tienes
un minuto y medio de tiempo.
Y en el control yo rotulo un nombre u otro, según vea cómo va todo.
Y, claro, no es lo mismo interpretar la figura de Charlot que la de... Jo-
die Foster, ¿o sí?
PRESENTADORA
... Bueno, quizá no todo sea igual en todas partes. Esto es sólo un ejem-
plo. Luego está el capítulo de los comportamientos preestablecidos, o
pactados, las situaciones que en principio parecen improvisadas de deter-
minados concursantes de determinados concursos de tele-realidad, pero
¿qué les voy a contar que no imaginen?
El suceso: Alcásser
Voy a hablarles de Alcásser. De las niñas y de nosotros los periodistas.
Cuando desaparecieron, yo trabajaba en un periódico. Cuando se ce-
lebró el juicio contra Miguel Ricart, en la tele. En ambos momentos me
dediqué a la causa. Así pues, conozco el suceso bien, porque me encar-
gué, como tantos, de destriparlo y tocar hueso.
La noche que Nieves Herrero quemó las naves, yo estaba allí, en
aquel edificio de la Societat Musical de Alcásser, que Antena 3 había al-
quilado con premura para emitir en directo «De tú a tú», con 324 pe-
riodistas que, como ella, como yo, queríamos tener lo mismo que ella
tenía pero que, como no podíamos tenerlo (porque ella había sido más
rápida, más lista, más agresiva, más productiva, más periodista), nos
dedicamos a criticar aquel «espectáculo dantesco» que ella nos estaba
144 ¡MÍRAME, TONTO!
Vendrán ahora muchos colegas a decirme que hable por mí, que ellos
también estuvieron allí y que en absoluto tienen esta visión. Si alguno
puede, que llame y me diga un solo nombre de un solo directivo de un
medio de comunicación que aquella noche de autos advirtiera a sus su-
bordinados desplazados a Alcásser: «Mucho ojo, este tema es muy deli-
cado y nos podemos estar pasando de la raya. Si no quieren hablar los
padres, no te preocupes, tú no fuerces nada, no utilices el dolor ajeno, ni
las pocas luces de algunos familiares, ni lo apabullados que se encuen-
tran, para conseguir la entrevista. Te vuelves con lo que tengas. Tú eres
un profesional y ya sabes lo que hay que hacer». Eso, o cualquier cosa
parecida. Venga, a ver cuántos llaman.
Nieves Herrero localizó a Fernando en Londres el día en que encon-
traron muertas a las niñas, el día del triste programa de televisión. Y es
verdad que su equipo persiguió sin tregua a los familiares. Si acudías a
casa de Miriam, allí estaba un enviado de Antena 3; si ibas al aeropuer-
to, allí estaban los productores de Antena 3 esperando a Fernando para
subirlo en el Mercedes y custodiarlo, y tener así la seguridad de que por
la noche iba a estar con ellos e impedir que concediera alguna otra en-
trevista.
Paco Lobatón, que también estaba allí aquella noche, pero que in-
comprensiblemente salió mejor parado de la caza que hicimos el resto,
fondeó las aguas y consiguió algunas perlas, pero, claro, no eran en di-
recto, y no estaban arropadas debidamente. Aun así, aquella velada, en
cuanto a términos de audiencia se refiere, logró un primer puesto con
8.692.000 espectadores. El segundo, pese a todo («Me he pasado el día
vomitando», dijo Nieves Herrero poco después), fue para Antena 3, con
menos de seis millones.
La prensa escrita es menos escandalosa que la tele porque necesita
menos fastos para existir. La televisión requiere focos, y cables, y que el
señor o la señora lloren justo en el momento del directo o cuando la cá-
mara los enfoque. Y para lograr eso hay que hacer más esfuerzos, cruzar
más límites, ser menos austero, menos comedido, más indiscreto, más
exagerado. Ésa era la diferencia entre los que escribíamos y los que gra-
baban.
Las televisiones se pasaban a las amigas, a los parientes menores, a los
vecinos alterados. Iban de un micrófono a otro, de un set a otro, repi-
146 ¡MÍRAME, TONTO!
LO PEOR DE TODO
Lo difícil no es ganar dinero sin más —se lamentaba—.
Lo difícil es ganarlo haciendo algo a lo que valga
la pena dedicarle la vida.
La traición
La discoteca se llamaba Lupin. Era uno de esos lugares donde mujeres
y hombres separados, viudos, solitarios acuden a curarse de la falta de
amor, de la ausencia de afectos, de la anemia de sexo. Lugares tristes
e incluso patéticos para los que no son como ellos. Para los que no so-
mos como ellos. Ellas, con lentejuelas a media tarde, bailan en la pe-
numbra con hombres que las cortejan por primera vez desde hace
dieciocho años. Ellos buscan cinturas imposibles a las que asirse. El lu-
gar es un pequeño paraíso. Donde no se esconden. Donde se buscan.
Donde se encuentran. Donde juegan a recuperar los febriles momentos
de otro tiempo.
El portero era un hombre amable, ligón, muy adecuado para el puesto.
Se llamaba, se llama supongo, Jaime. Estaba casado. Tanto tiempo allí,
de pie, controlando, conociendo, siendo afable con todos y sobre todo
con todas. Una mujer, María Ángeles, lo había cautivado. No tanto como
para dejar a su esposa, pero sí lo suficiente como para tener un af-faire
casi adolescente durante algún tiempo. Jaime y algunas redactoras que
acudían con frecuencia a la discoteca en busca de presas, se habían
148 ¡MlRAME, TONTO!
PRESENTADORA
Bueeeeno. En fin, Vicente, no tengo palabras.
—No, la verdad es que yo tampoco.
A tu lado se ríe Clara Lillo, otra de nuestras invitadas. Clara es perio-
dista y productora ejecutiva. ¿De qué te ríes?
—No sé, yo creo que sacamos las cosas de madre. Esto que hemos vis-
to es un truco más del periodismo, se hace todos los días, para conseguir
noticias para los informativos, para comunicar, entretener. No me parece
que debamos crucificarnos.
—Bueno, eso es una cuestión personal. Yo creo que podemos hacer te-
levisión sin caer en estas chapuzas —contesta Vicente.
Bien, no quiero empezar ya la discusión. Tendremos tiempo para el
debate más tarde. ¿Vemos tu reportaje, Clara?
—Sí, sí, pero quiero aclarar que a mí no me parece mal con mayúscu-
las. Yo lo veo como una anécdota. Gajes del oficio, simplemente. Antes
también pensaba un poco como Vicente, pero creo que hay que ser más
flexibles, estar más en el mundo de la tele.
¿Dónde era esto, Clara?
—No lo puedo decir. Tengo intereses en la misma cadena.
Muy bien. Joaquín, ponnos el vídeo, por favor.
La trampa
Era uno de esos programas de verano, frescos, atrevidos. Al aire libre. Yo
era la subdirectora. Esa noche teníamos verdaderos filones: un par de
drag queens que, según lo pactado, atacarían al presentador en mitad del
programa y éste, ofendido, las echaría del plato (luego regresarían arre-
150 ¡MlRAME, TONTO!
influía que llevásemos dos temporadas seguidas sin parar (habíamos en-
lazado el programa de invierno con el de verano sin vacaciones) y que el
ritmo de trabajo fuera bastante duro. Pero, en el caso concreto que nos
ocupaba, creo que no era para tanto. Al final, seguro, incluso él disfrutó.
Porque nadie lo obligaba a hacerlo. Con no salir tenía suficiente.
PRESENTADORA
Pues nada, Clara, muchas gracias. Vamos con Rosa Navarro. Hola, Rosa, en-
cantada de tenerte aquí. Creo que es la primera vez que lo cuentas, ¿no?
—Sí. Lo conté de un tirón y me sentí bien, la verdad. Ha sido muy re-
parador.
Vamos a verlo.
La mentira
La primera entrevista fue telefónica. Era un hombre extraño que conta-
ba una terrible historia personal. Un drama seco, absoluto, que resulta-
ría un poco largo de reproducir aquí. íbamos a vernos en persona unos
días más tarde. Me citó en su casa a las cinco y cuando llegué no estaba.
Le llamé al teléfono móvil y me contestó una señora diciendo que me ha-
bía equivocado. Volví a la redacción y me encontré con un recado suyo.
Lamentaba no haber estado, le había surgido un compromiso y me cita-
ba para el día siguiente en una cafetería del centro.
Llegué con la intención de reconvenirlo por el plantón, por su erróneo
teléfono, por la poca formalidad. Nos reconocimos y él, casi sin llegar a
sentarse, se puso muy serio. Me contó otras partes de su pequeña vida
trágica, sus hijos muertos, el campo de concentración, su padre agresivo,
los golpes. Quedamos para hacer el reportaje la semana siguiente.
—Pero en mi casa no. Mi casa me trae malos recuerdos y me despisto.
Elegimos otro lugar e hicimos un reportaje fantástico de siete minutos
con el que abrimos el programa. El tipo lloraba, conmovía, contaba una
historia intensa, cargada de emociones. Accedió también a venir al pla-
to. La mitad del programa estuvo pues ocupada por él. Le había pedido
que trajera a algún ser querido, algún familiar con quien pudiera com-
partir la entrevista en el plato, pero había declinado la oferta.
Daba igual. Teníamos una buena historia, con un invitado excepcional.
Trajimos a lo que llamábamos colaterales (historias relacionadas con la
152 ¡MÍRAME, TONTO!
PRESENTADORA
Menuda historia, Rosa.
—Sí, la verdad.
¿Y no volviste a hablar con el médico?
—No. No volvió a llamar.
Dicho queda. Me indican que tenemos una llamada. ¿Con quién ha-
blamos?
—Hola, soy Mar, la redactora de la historia de Clara. Quería puntua-
lizar algunas cosas y añadir otras a lo que se ha dicho.
Desde luego. Adelante.
—Para empezar, quiero aclarar que ese hombre peripatético del que
habla Clara era así porque ella y el director nos lo pedían así.
—Bueno, bueno, no te ofendas, yo no he dicho que... —apunta Clara.
—Déjame acabar, por favor. Hasta el final. Luego dices lo que te dé
la gana.
Continúa, Mar.
—Bien. Al hombre lo encontré, efectivamente, en un club nocturno, des-
pués de una larguísima búsqueda de la que ni el director ni su ayudante tie-
nen idea. Para entonces ya nadie quería venir al programa, por lo grotesco.
—Teníamos buena audiencia... —dice Clara.
—No tanta como para que os tranquilizarais tú y tu amigo.
—Porque nosotros también recibíamos presiones.
—Me da igual. Hace tiempo que decidí olvidarme de esas cuestiones.
El caso es que, acuérdate, nadie era de vuestro agrado. Los freaks tenían
que tener una vuelta de tuerca más. Ya no servían los de siempre. Ni si-
quiera valían los mismos famosos.
—Porque estaban muy vistos, y necesitábamos cosas nuevas...
—Ya. Bueno. El hombre peripatético era un pobre hombre, medio
loco, con una falsa autoestima que lo llevaba a creerse la reina de la no-
che. No fue difícil convencerlo. Era la televisión, su sueño. Allí podrían
verlo personas importantes que, según él, lo ficharían para sus espectácu-
los y le propondrían grabar un disco. Podría dejar su trabajo de celador,
que tanto detestaba. Todo eso creía. Sólo había un problema: vestido de
154 ¡MÍRAME, TONTO!
Publicidad |j|
Caso Arny
Dos muchachos relacionados con el caso. El que había denunciado falsa-
mente a los acusados llegaba a Valencia con otro colega. Había sido in-
vitado a participar en un programa de debate que esa noche tenía lugar
en la televisión pública. Yo, que era redactora del programa, recibí el en-
cargo de convertirme en la sombra de ambos testimonios durante todo
el día hasta su entrada en el plato. Ésta fue la consigna:
—Llegan en avión a las doce de la mañana, y no me fío de que ven-
gan a la tele si los dejamos solos en el hotel, porque son dos macarras,
se drogan, beben, en fin, ya sabes. Así que vas a por ellos al aeropuerto
y te los llevas por ahí hasta las ocho de la tarde. Luego te los traes. Ten-
drán camerino porque no quiero líos en la sala vip, con los otros invita-
dos. ¿De acuerdo?
De acuerdo. Con las cincuenta mil pesetas que la productora me ha-
bía dado para pasar un bonito día de asueto con dos dandies, me pre-
156 ¡MlRAME, TONTO!
«Vuelta publi.»
PRESENTADORA
Violeta, una colega periodista de Santander, me ha enviado un vídeo so-
bre uno de los programas en los que trabajó. No se lo pierdan.
«Sorpresa, sorpresa»
Nos dijeron que iba a ser una revolución. Hasta entonces, las únicas re-
ferencias que teníamos de Giorgio Aresu eran las suyas como coreógra-
fo. No pensamos que íbamos a trabajar con el hombre con más
capacidad para el espectáculo que habíamos conocido. El programa ha-
bía arrancado con buenas cifras de audiencia. El período de
preproduc-ción había sido una auténtica locura. Y el estreno fue el
estallido. Cada semana, una subida de adrenalina. Giorgio gritaba, los
guionistas gritaban, los redactores sudaban, se estresaban y también
gritaban. Cada semana, una vuelta de tuerca más, un más difícil
todavía. Cartas de todo tipo, lágrimas, famosos de altísimo nivel que
cobraban altísimas cantidades de dinero. Cuatro horas de directo. La
presentadora y sus nervios. Los nervios de todos. Los ataques de
Giorgio. Sus ideas de última hora. Los cambios de escaleta. El público
cada vez más numeroso. En televisión nunca hay bastante. Las
reuniones de contenidos. En una de ellas, Giorgio dijo:
—Quiero hacer un parto en directo.
No era la primera vez que pedía cosas imposibles a priori. Tenía el es-
pectáculo en la cabeza, ya lo hemos dicho, y todos le obedecíamos. Sus
ideas eran grandes ideas, las ideas de un genio de la televisión. Todo era
posible con pericia. De entre todos los avezados redactores que formá-
bamos el equipo del programa, destacaba Belén, una todo terreno que
siempre conseguía lo inconmensurable. Ante la petición de Giorgio dijo:
—Yo te lo monto.
158 ¡MÍRAME, TONTO!
Era una historia difícil. Teníamos que encontrar un ginecólogo, sin de-
masiados escrúpulos médicos, que quisiera convencer a una de sus pa-
cientes embarazadas para entrar en el juego, inducirle el parto en un
momento exacto (cuando digo exacto, quiero decir exacto), y dejar que
lo retransmitiéramos en directo para toda España. Belén lo consiguió. En
la siguiente reunión le contamos a Giorgio lo que teníamos y éste le dio
forma a la sorpresa, como siempre.
—Vale. Lo que quiero es que el marido esté en el plato. Nosotros co-
nectamos con la sala de partos y el marido ve a su mujer a punto de parir.
Ella le dice algo así como «vente para acá Antonio, que ya estoy de parto».
Y así fue. El marido, incauto él, había acudido a nuestro plato sin sa-
ber nada de lo que le esperaba. En un momento dado del programa, su
mujer apareció en la pantalla gigante, con la bata del hospital y encima
de la camilla. A su lado, el ginecólogo, de verde:
—Antonio, vente para acá, que ya estoy de parto —dijo la señora des-
pués de que Isabel la saludara desde el plato.
Antonio, atónito, no dijo nada. No se emocionó tanto como habríamos
querido todos, pero la historia era buena. Lo metimos en un taxi y lo en-
viamos al hospital.
—Asistiremos al parto en directo un poco más tarde —anunciamos a
nuestro público.
Seguramente, alguno de ustedes lo vio aquella noche. Volvimos de pu-
blicidad. Antonio había llegado al hospital. Lo vimos entrar en la sala de
partos, saludar parcamente a su mujer, al ginecólogo y al equipo médico
habitual. Y todos juntos (los cámaras, la redactora, la auxiliar y los téc-
nicos de la unidad móvil), asistimos al parto. El niño saliendo, el cordón
umbilical, la señora gimiendo. Despedida. A otro punto de la escaleta.
Ese lunes, después del programa, recibimos muchísimas quejas. Fue-
ron semanas enteras de protestas de todo tipo de asociaciones médicas,
cívicas, de ciudadanos particulares, pero nadie presentó una denuncia
en toda regla. ¿Cuál era el problema? ¿En qué nos habíamos excedido?
Algunos médicos ginecólogos nos acusaron de irresponsables, pusieron
el grito en el cielo. Aseguraban que para inducir el parto en un preciso
instante hacía falta saltarse a la torera algunos principios. Se podían
programar los partos, claro, pero siempre te podías ir unas horas, y no-
sotros no podíamos permitirnos ese lujo. Ciudadanos diversos nos acu-
SOY FEO. SOY PUTA. SOY EL CORDERO DE DIOS 159
Justo unos días antes de que Juan cogiera el avión hacia Madrid, tu-
vimos una de las consabidas reuniones. Isabel, que acababa de iniciar
una relación con Nilo, el joven cubano que conoció en la isla, se negó a
más reencuentros cubanos. Y que no y que no.
Así que tuve que llamar a Juan, que tenía las maletas a punto y la ilu-
sión absolutamente desbordada, y desconvocarlo. Lloró por teléfono amar-
gamente y yo no tenía argumentos para calmarlo. Le podría haber pagado
de mi bolsillo el billete de avión. Lo único que podría haber hecho. La ma-
dre y el hermano, obviamente, no vinieron al programa. No sé si alguno
de los familiares les comunicó el abrazo que habían estado a punto de dar.
Juan deshizo sus maletas y, supongo, seguirá viviendo en Cuba.
Todavía tengo algunas cosas en la recámara. Cuatro años dan para
mucho.
—¡No tengo programa, no tengo programa!
Era uno de los gritos de guerra de Giorgio. Montaba en cólera a me-
nudo. Casi tan a menudo como montaba en su barco. Un día especial-
mente airado, un guionista tuvo un amago de infarto. Lo exclamaba los
miércoles, después de leer una escaleta que no lo colmaba y que entre
todos los del equipo habíamos montado. Solía aparecer Belén a resolver.
Y entonces surgían perros, carteras, radios, objetos dispares, la radio de
la señora de la limpieza de la redacción.
Los perros. Belén se encontraba un perro, se lo llevaba a su casa y lo
cuidaba mientras gestionaba el negociado. Con el perro a buen recaudo
regresaba al mismo lugar donde lo había hallado (una urbanización, un
jardín, un barrio, un complejo de casas pareadas) e invertía su tiempo en
encontrar al dueño. Cuando finalmente daba con él (los vecinos son
siempre un filón; a veces también servían los carteles que el propietario
del animalito había puesto en los aledaños del lugar), se inventaba dis-
tintas posibilidades para llevarlo al plato, sin confesar nunca que tenía
en su haber al perro.
—Mire, es que estamos seleccionando público por esta zona para ve-
nir a «Sorpresa». Cada mes nos toca un barrio y esta vez nos ha tocado
éste. ¿Querría usted venir?
Pues vale, decían a veces. Y otras, no, no, ni pensarlo. Entonces ella
contactaba con algún familiar, con el marido, con el hijo, con la mujer
del que se negaba a venir.
162 ¡MlRAME, TONTO!
IÑAKI GABILONDO
«MI MARIDO SIEMPRETIENE GANAS» 169
que si vienen de público van a sentarse donde quieran. Ahí estará el co-
ordinador, o la azafata, para hacerles creer que han elegido ellos el asien-
to. Pero el director, tras ojear el magma de invitados, advierte:
—A la gorda rubia me la pones en primera fila.
Situará el magma, en función de si es o no pintoresco, o especialmente
cutre, o quizá porque lleva minifalda. Con la excusa de los tiros de cá-
mara, si ponen pegas, o sin razón alguna, si no preguntan. A veces hay
hallazgos durante la noche.
—¿Esa señora de rayas, la abuela, la que saluda, quién es? —pregun-
ta el director desde el control en mitad del programa.
—Nadie, una persona del público —contesta la coordinadora.
—Me encanta la cara que tiene. Cuando acabe el programa la fichas.
Quiero que venga a todos los programas. La sentaremos estratégicamente
entre el público. Y que salude cada semana. Ah, y que venga con la
misma camisa.
Y así sucede. Manolita, que así se llama la abuela de rayas, pasará a
ser un elemento de decoración del plato. La señora, infeliz ella, saluda-
ba desde el público, obnubilada por la televisión. Al director le hizo gra-
cia y la fichó para catorce programas, prácticamente seguidos. A veces
incluso tenía frase. Era semianalfabeta pero a nosotros no nos importa-
ba. Ella sólo tenía que saludar.
PRESENTADORA
Gracias, Paula. Vamos con el apartado de marujas. Nos lo cuenta Manuela.
LAS MARUJAS
En su mente se están dirigiendo a la mongólica de menos
de cincuenta años.
ren que Ana Rosa o alguien como ella, a quienes llevan años viendo des-
de su salón, las besen, las saluden, las atiendan.
Algunas son facilonas: cuanto mayor nivel intelectual, menos posibili-
dades tenemos. Las asociaciones de amas de casa eran un chollo cuando
empezó esto de los programas espectáculo, pero con el tiempo han ido
haciéndose más reticentes. Así que ahora vamos mucho a los mercados
y directamente las abordamos. El truco es observarlas un momento y ver
cómo se desenvuelven, si bromean con la verdulera, si hablan mucho, y
sobre todo cogerlas siempre de dos en dos como mínimo, porque así una
animará a la otra a venir a la tele. Es posible incluso que vengan las dos.
—Hola, me llamo Manuela y soy de la tele. Estamos buscando a se-
ñoras de este barrio para que vengan a un programa a hablar de la rela-
ción de pareja. ¿Usted está casada?
(Si son tu presa, se ríen entre ellas y van caldeándose. Si no se
des-lumbran de inmediato por la llegada de una periodista de
televisión, date la vuelta y vete.)
Muchas pasan. Pero tras una larga mañana paseándote por un mercado
plagado de marujas relajadas y sonrientes, siempre hay alguna que pica.
Luego, cuando ya has conseguido que te den su teléfono, las llamarás y les
dirás parte de la verdad, que no les dijiste en el mercado, por prudencia.
—A ver, Rosario. Ya te conté que íbamos a hablar de los hombres, y de
la distinta manera que tenemos de ver el sexo, ¿verdad?
—... Bueno, no, me dijiste que el tema era las relaciones de pareja.
—Sí, sí, lo que pasa es que lo vamos a centrar en eso, porque si no es
demasiado genérico, ¿sabes? Pero tú no te preocupes. Yo te hago unas pre-
guntas concretas y tú me dices lo que piensas sobre el tema, ¿te parece?
—Vale.
La entrevista es difícil porque en algún momento habrá que decirle a
Rosario que, en realidad, el tema del programa es Mi marido siempre tie-
ne ganas, y lo que tú has de conseguir es que ella acabe diciendo preci-
samente esa frase o una parecida. Luego apuntarás su discurso y
escribirás una ficha que más tarde explicarás en la reunión de conteni-
dos. De lo que pongas en ese resumen de la maruja de turno, depende-
rá que el equipo de dirección te la compre o no. Así que, por tu salud,
más te vale venderla bien y procurar que se ajuste a alguno de los perfi-
les que te pasaron semanas atrás:
176 ¡MÍRAME, TONTO!
Perfiles a buscar
• Mujer caliente.
• Marujas cuyos maridos piden guerra a todas horas.
• Maruja que diga que su marido nunca tiene ganas.
• Hombres que digan que sus mujeres siempre quieren.
. Hombres que digan que sus mujeres nunca quieren.
• Marujas que digan que, si no les apetece, es porque su ma
rido es un chapuzas en la cama.
• Marujas que denuncien que han sufrido violaciones por par
te de su marido, y viceversa; seria fantástico.
• Matrimonios no consumados.
• Casos de separación porque la mujer o el hombre no fun
cionan en la cama.
• Hombres impotentes.
• Marujas ninfómanas.
• Marujas frígidas.
• Seis matrimonios tipo Opus (sólo para procrear).
• Seis matrimonios todo lo contrario.
• Personas que cuenten aventuras sexuales espectaculares. Las
mujeres orientales conocen tácticas muy curiosas y podrí
an venir a contarlas.
• Personas que cuenten que el sexo no es para tanto.
• Madres solteras que prefieren vivir solas antes que aguan
tar, a un hombre toda la vida, sólo por echar un polvo.
• Seis machistas en la cama, que cuenten qué los excita.
• Seis feministas radicales que se peleen con los machistas.
• Viudas que cuenten de manera divertida que echan mucho de
menos a su marido porque a todas horas tenían ganas.
• Personas frustradas sexualmente.
• Abuelos/as marchosos/as.
• Provocadores.
• Quince marus de relleno para que salten.
• Quince jóvenes.
• Quince adultos mayores de sesenta.
«MI MARIDO SIEMPRETIENE GANAS» 177
FICHA PERFIL
INFORME:
«Mi marido, como mucho, tina vez al mes. Es que no es muy fo-gante.
Sin embargo, el marido de mi amiga, todas las noches, y yo le
digo, ¡pues qué potencia, hija! Mi marido a lo mejor tiene una
racha y lo hacemos todos los dias seguidos. Pero, en general,
el sábado está cansado. Yo soy más fogan-te, y cuando me apetece
me pongo ropa interior sexy, pero, claro, tengo que meter la
barriguita porque a mi marido no le gustan gordas. Y no es que
tenga mucha barriga, la normal después de haber tenido dos
hijos. Cuando nos casamos, era otra cosa. A todas horas y en
todos los sitios. Y antes no tuve relaciones serias. Tenia
amigos, eso si. Recuerdo un japonés que se pasaba el rato
quitándome granos de la cara.»
Es un loro total y lo de fogante hay que explotarlo. NOTA:
7.
OBSERVACIONES: Voy a intentar que el marido venga con ella, pero
es bastante terco y me da miedo que si le insisto acabe
prohibiéndoselo a ella. Se verá.
RÓTULO: «Mi marido antes era más ardiente» o «Mi marido no es
muy fogante».
PRESENTADORA
¿Qué? Esta Manuela es increíble. Las marujas son vitales. Y si vienen con
sus maridos, perfecto. Miren este reportaje que hemos realizado.
—¿Por qué quiere que adelgace? —le pregunta al marido Juan Ramón
Lucas.
—Porque en ciertos momentos no puedo moverla —dice él.
—Cuando estamos en eso, no te quejas —le apunta ella—. Aunque,
claro, cuando acabamos siempre dice, quita, quita, que me ahogo.
Aplausos y risas de un público entregado.
—No tengo palabras —asegura el otrora entrevistador de Zapatero.
El diálogo continúa auspiciado por Lucas. Ha de aparecer el siguiente
rótulo, pero el entrevistado no entra al trapo. El presentador pregunta:
—Yo tengo entendido, Montse, que tú cuando se pone pesado lo ame-
nazas con algo, ¿no?
—Claro, le digo, o te callas o me echo en lo alto y te ahogo.
Perfecto, en ese momento aparece sobreimpresionado: «Si se mete
conmigo, lo amenazo con tirarme encima».
—A mí me gustan los pechos grandes. Es mejor tener donde agarrarse
—dice el marido.
—Ahhhhh —contesta Juan Ramón.
Ha de entrar otro rótulo. Formulamos pregunta.
—A ti re pasa algo con la ropa interior de tu mujer, ¿verdad?
—¿Con el paracaídas, quieres decir?
—¿Con quééééé? —dice un falsamente asombrado presentador.
—¿No sabes lo que es el paracaídas?
—Noooo.
—Pues las bragas —aclara el marido.
—Se dice braguitas —le apunta ella.
—Las tuyas no —le asegura él.
Risas. Muchas risas.
—Pues yo le digo —sigue el marido— que no las tienda porque pare-
cen un paracaídas.
—Y yo, para chincharlo las tiendo. Cuando vamos de camping con
otras parejas, que ellas también están gorditas, me dicen, hija, cómo
puedes tenderlas. Pero es que tienen «perjuicios», ellas.
Muchísimas más risas.
—Un aplauso para ella, por favor —finaliza Juan Ramón.
Fin marujas.
180 ¡MlRAME, TONTO!
La carpeta de locos
La mía siempre era azul, con gomas, porque era muy voluminosa. La
guardaba celosamente en el cajón que tenía llave porque estaba muy so-
licitada. De hecho me la robaron alguna vez. La carpeta de locos. Tenía,
además, varias subcarpetas donde vivían singulares personajes, que sólo
salían para mudarse a los peores sitios: a un late-night, a un programa
de testimonios, a un debate grosero.
—¿Dónde está el fax que te han pasado los de Valencia? —me pre-
gunta la jefa de redacción del programa de Madrid.
—Lo he metido en la carpeta de locos —contesto.
Por eso, sus redactores, que viven igual de acojonados que vivían los
otros, los de aquel programa de debate del inicio, cumplen las órdenes y
trabajan y buscan y rebuscan y sufren y llaman y llegan tarde y no cenan
y se instalan en lo grotesco y se desconsuelan y piensan que la televisión
es eso y ninguna otra cosa. Y piden:
—Hola, te llamo de «Flash Back», es que me han dicho que tú lle-
vaste a «Parle Vosté» a un mayordomo al que violaba su jefe —me es-
peta por teléfono una redactora, cuyo nombre no voy a desvelar, por
su propio bien.
—... Pues la verdad, no me acuerdo, pero puedes llamar a... y pre-
guntarle a ella.
—Y ¿una mujer que le mordió los huevos a su marido?
—¿Quéééé?
—Sí, me ha dicho el director que fue a vuestro programa hace años.
—Mira —le digo yo, firme, con la intención de abrirle el camino an-
gosto en el que vive—, nunca tuvimos nada semejante, os pide eso para
poneros retos, para que sepáis cuál es el objetivo, ya lo hacía entonces.
Pero ese testimonio no existe. Así que no busques más.
—... Bueno, perdona, pero es que, claro, éste es mi primer trabajo y...
Cuelga apesadumbrada. Soy yo hace unos años. Más joven, más in-
cauta, más débil. Incapaz de salir y decir: Maldito programa estulto don-
de todo es mentira. Maldito dinero que me pagan. Maldita profesión
elegida que me da nada. Maldito director. Malditas cadenas de televisión
que asestan estos golpes. Que nos hacen creer en lo que no puede creer-
se, en lo que es necio de inicio. En las trampas.
Por lo demás, habrán de decidir ustedes si quieren creer que alguien
puede regresar, tras la hipnosis, a una orgía (una bacanal sería lo co-
rrecto) en la antigua Roma y pasearse por el escenario con los ojos ce-
rrados musitando obscenidades de emperador romano mientras culea o
monta a las mujeres de la época. Habrán de decidir ustedes si alguien
puede regresar al seno materno y dar saltitos hecha un ovillo en el pla-
to, porque, según la respuesta del especialista en hipnosis a Inés, «está
flotando en el líquido amniótico». Decidirán ustedes si entre el 13% de
audiencia de los primeros programas y el 19% de los que siguieron, tie-
ne algo que ver que los testimonios de ahora revivan, en directo, orgas-
mos o palizas, surrealismos varios y estupideces...
«MI MARIDO SIEMPRETIENE GANAS» 185
de los parques. Y su verbo, que había sido bueno, era bueno aún. Salió al
plato. La presentamos como un ama de casa, casada y con dos hijos, que
un mal día descubrió las máquinas tragaperras y los bingos, y todos los
juegos de azar. Y cayó sin remedio en una espiral de deudas y mentiras.
Contó que incluso había robado para jugárselo todo a una carta.
... Todo iba sobre ruedas. Nieves era una buena actriz. Incluyó coleti-
llas propias en el guión que nosotros le habíamos preparado, contestó so-
lícita, las cuestiones de la presentadora, sonrió y se emocionó.
—Ahora estoy curada; gracias a mis hijos, y a mi marido, salí del in-
fierno del juego.
Sólo cometimos un error. Nieves entró en el plato con su propio bol-
so, demasiado bonito y demasiado nuevo para ser suyo, que no cua-
draba con su anterior indumentaria, pero que encajaba a la perfección
con el vestuario que le habíamos acoplado. Dimos paso a una llamada
telefónica, que, como todas siempre, estaba filtrada, para evitar que se
cuelen locos o reventadores oficiales de programas. La señora sólo que-
ría saludar a Nieves y enviarle un beso, porque su historia la había
emocionado. Y la llamada entró:
—Hola —dijo la presentadora—, ¿con quién hablamos?
—Con María Santos. Y llamo para decir que esa señora es una ladro-
na oficial que vive en el parque que hay delante de mi casa y que ese bol-
so rojo que lleva me lo ha robado esta tarde del carrito del niño y que los
vecinos estamos hartos de ella.
Y colgó. Tuvimos un goteo de broncas y rebroncas semanas enteras.
Vino la policía y se llevó a Nieves (antes de llamarnos a nosotros, María
llamó al 091). No sé qué fue de ella. Creo que se mudó a otro parque,
con otro bolso y... con nuestra ropa.
Nosotros nos fuimos a publicidad.
Publicidad
La mam que cobra
Las marujas se van contentas, han cumplido uno de los sueños de su
vida. Yo tengo una abonada a todos los programas que hago. Me sirve
para todo, para buscar público, para buscar testimonios, para dar caña a
«MI MARIDO SIEMPRE TIENE GANAS» 187
«Vuelta de publi.»
V _________________________________ .
—¿Qué más hay? ¿Tienes la hoja de los perfiles?
—Sí, los tenemos casi todos ya.
«MI MARIDO SIEMPRETIENE GANAS» 189
PERFILES Homosexualidad-
—Homosexual culto.
Nombre: Ximo Hernández. Sexólogo. Profesor de instituto.
Perfil: Es vehemente y funcionará.
Informe: Creemos que pasó por el seminario y lo expulsaron, pero
que no le gusta hablar del tema. Sugiero que se le pregunte a
saco en el plato para pillarlo in fraganti. Funcionará muy bien
contra los polemistas de mesa que lo atacarán, y que representan
todo lo que él detesta. Está en contra de todo lo que afirma
el carca. Vale la pena. Nota: 7,5.
—Gay de nacimiento.
Nombre: Alfonso, director de una revista gay.
Perfil: Es gay de nacimiento,
Informe: Con 7 años ya le gustaban los chicos. Su madre esté
encantada con él. Seguramente vendrá al plato. Nota: 7.
Público destacado. Se levantarán como si fuera voluntariamente .
• Lesbiana célibe. Leticia
• Transíormista bisexual (actuará al final. Se lo pide el
presentador). Pepe
• Radical antitravestis y antitransexuales. Ricardo
• Carca que va de moderno. Luis
• Maruja radical antimaricones. Manoli
• Reaccionario sin darse cuenta. No tiene demasiados argu
mentos , aunque asegura que puede hablar mucho sobre el
tema. Paco.
• Mariquita convencido y casado (viene con su mujer). Sergio.
PRESENTADORA
Buscamos la normalización. Ahora podemos ser políticamente incorrectos.
Podemos llamarlos maricones, siempre en broma, como estando de vuelta.
Les damos la palabra para lograr que ustedes sean menos intolerantes, para
demostrarles que forman parte del tejido social, que son sentimentales y
buenos. Que tienen corazón. Los contenedores de la tarde, «El diario de Pa-
tricia», «Cerca de ti», «Esta es mi gente», o tantos otros, suelen mostrarnos
MUY A MENUDO esta realidad de la que les hablo. Vamos a verlo.
—Pero yo tengo entendido que hay algo que no te gusta mucho cuan-
do vas por la calle...
—Sí, bueno. Es que me confunden con un maricón...; bueno, con un
gay —rectifica presuroso el invitado.
Rectificación innecesaria porque en cuanto su madre empieza a hablar
dice:
—Me molesta su pinta, va igual que un marica, no tengo nada contra
los maricas, pero...
Y por si este concepto no quedara claro, la declaración se subraya con
nuestra intervención. Bajo la madre aparece el rótulo: «Mi hijo parece un
mariquita». Mariquita, mucho más sutil.
Días después, en otro contenedor hablaremos de Soy homosexual,
¿y qué?
Jorge, un joven gay, ha decidido confesar hoy en directo ante España
entera y por primera vez lo orgulloso que está de ser homosexual. Su
hermana, que no lo sabe y que cree que Jorge ha venido a cantar, saldrá
al plato para escuchar tamaña declaración. Las cámaras no dejarán de
enfocarla en un primer plano mientras el hermano dice:
—Pues nada, Rosi, que lo que yo quería decirte es que soy homosexual.
La hermana, que le ha cogido de la mano nada más llegar, no se in-
muta y sonríe y dice, «pues muy bien», y se vuelve y le da un beso.
La presentadora:
—Bueeeeno, Jorge, ¿cómo estás? ¿Te sientes bien?
—... Sí, sí —dice Jorge, que es tímido, parco en palabras y está azo-
rado.
—Lo has dicho en directo, te has quitado un peso de encima, ¿no? Fí-
jate lo importante que es tu declaración. Tu madre quizá se esté ente-
rando ahora, ¿no?
—... Bueno, no, se enteró el otro día en el programa de Jesús Vázquez
—responde Jorge, cargándose con una sola frase toda la estrategia mon-
tada para la ocasión por todos mis compañeros del programa.
La presentadora reconduce como puede, quitándole importancia a la
bomba de Jorge. Mientras, el director y su ayudante buscan hechos una
furia al redactor responsable de Jorge para cambiar algunas impresiones,
y el coordinador de público intenta que los invitados no se desmelenen
de risa ante lo sucedido.
192 ¡MÍRAME, TONTO!
PRESENTADORA
He invitado a Pablo, periodista, homosexual.
Maricas en la tele
Como estereotipos de chistes, o programas de humor; como sujetos anóni-
mos en talk shows, que van al programa a contar sus peripecias vitales;
como animadores de tertulias del mundo rosa o como futurólogos; como
personajes blancos de series blancas. Para eso servimos. Como eso salimos
en pantalla.
En chistes de mariquitas: el marica amanerado, una constante en el hu-
mor español. El arquetipo del mariquita: femenino, asustadizo, falso, in-
sulso, simple y retorcido. Los chistes deAréválo en «Noche de fiesta». Y esto
no es inocuo, porque durante años ésta ha sido la única imagen visible de
la homosexualidad. Una imagen deformada por el humor, utilizada para
hacer reír. Luego están los que se visten de mujer y coquetean y disparan
carcajadas sólo con eso.
A veces somos personajes de ficción. «Tío Willy», ¿recuerdan? La única
serie en España protagonizada por un gay, interpretado por Andrés Pajares
quien, por cierto, había desempeñado ese mismo rol en películas de los se-
tenta. La serie, llena de tópicos, cumplía con todo lo necesario para pasar
expediente sin molestar a los pudibundos: los personajes gays eran poco me-
194 ¡MÍRAME, TONTO!
nos que ángeles buenos, tenían una ostentosa pluma, jamás se besaban, no
tenían vida social gay ni adoptaban posiciones militantes.
¿Ypor qué nadie se atreve a más? La primera vez que en «Al salir de cla-
se» apareció un personaje gay, una-conocida-marca-de-refrescos amenazó
con abandonar la serie. El personaje no cuadraba con el perfil de joven sano
y hetero que vendían desde sus spots. Sólo la serie «7 vidas», ha concebido
a una lesbiana sin ser marrullero.
Los que vienen a hablar: la presentadora o el presentador de tarde o de no-
che los anima a sentarse y a contar su vida íntima. Suelen ser algo raros, que
abundan en la imagen social negativa que secularmente ha tenido este colecti-
vo. De bajo nivel cultural, desarraigados, con problemas familiares, acuden a
la televisión más como monstruos de feria que como personas que viven una
sexualidad normalizada, con sus ventajas y sus inconvenientes. De nuevo el es-
tereotipo y la imagen sesgada y deformada. Lo que podría ser algo positivo se
convierte en un arma arrojadiza contra los homosexuales: la tele quiere locas.
Y luego está el mundo rosa, las tertulias invadidas por gays que jamás
aluden a su propia homosexualidad. Algunos reúnen todas las característi
cas negativas atribuidas al homosexual: cotilla, deslenguado, inteligente,
desleal, viperino, atrevido. Es el prototipo de homosexual aceptado, que se
queda dentro del armario, que no muestra su debilidad para que no le pue
dan tocar esa frágil parte de su personalidad, la única, se diría, en un per
sonaje compacto, con una rapidez de reflejos defensivos que son el terror de
cualquiera que se enfrente a su lengua y a su archivo de famosos.
Y «Cine de barrio». Y los futurólogos. Unos más declarados, otros menos.
Unos populistas, otros cerca de un círculo más aristocrático. Todos, de pasada.
PRESENTADORA
A veces los homosexuales también mandan. Y dirigen, y presentan. A ve-
ces son cobardes como los heteros, esnobs, clasistas..., iguales. Escuchen.
su carácter visual. Y, claro, después eras tú quien en pleno rodaje debías sa-
carle una declaración congruente a un joven sin estudios que trabajaba en
una fábrica de juguetes. El joven, en la cadena de montaje, se encargaba de
colocarles los ojos a las muñecas. Cuando tú le preguntaste a qué aspiraba,
así en general (era una pregunta retórica), él respondió:
—A poner las cabezas.
A ti te dio bastante pena. En cambio a él, al director, le resultó ¡genial,
genial! Y por supuesto la declaración se montó en el docudrama que se
emitió meses después.
A veces elegía a los protagonistas porque eran todos miembros de una
misma familia, y todos eran gordos, con el mismo tipo de gordura. Muy
visual, muy freak, decía.
Otras veces los seleccionaba simplemente porque le gustaban: el tema de
esa semana era el fútbol, como contexto. De entre los niños de nueve a doce
años que habíamos testado para elegir a los protagonistas del documental
(un total de cuatro pasaron a la final), el único que no sabía hablar, por lo
tímido, por lo parco, era un chaval de diez años que se llamaba Arturo y era
muy guapo. Sin duda era el más guapo. Con los años quizá se convirtiría en
un efebo. Y nuestro director supo ver en el niño cualidades que ninguno de
nosotros vio. Le dijimos que no sabía hablar, tal como quedaba demostrado
en la prueba visual realizada previamente y además no tenía muy claro que
quisiera dedicarnos unos días para el rodaje. Había otros niños que soña-
ban con ser futbolistas y que eran despiertos, risueños, locuaces. Dio igual.
Lo eligió. En el guión con el que aquel día salimos a rodar, apuntó: «Artu-
ro. Diez añitos. Haría las delicias de cualquier duque de feria.»
Él era así, original, brillante, ingenioso. La frase estaba escrita. El reali-
zador olvidó los papeles del guión en la casa de Arturo, después de un día
memorable en el que apenas conseguimos sacarle un par de frases al futu-
ro efebo. Un día de rodaje repleto de tensiones por haber elegido a la per-
sona equivocada. Cuando regresábamos a la redacción nos percatamos del
olvido: estábamos a más de media hora de camino. La frase «Haría las de-
licias. ..» brillaba. Y regresamos. Por temor a que los padres lo leyeran y evi-
tarle al director males mayores. Cuando se lo contamos y le reconvenimos,
le pareció una chorrada. Le estábamos dando demasiada importancia a algo
que no la tenía.
Yo se lo cuento a ustedes, y ustedes dirán.
196 ¡MÍRAME, TONTO!
JOVENCITOS DICHARACHEROS
Entre 1973 y 2001 no hice otra cosa que rascar las cabezas
de los telespectadores. No para asustarles, para espabilar su
conciencia, despertar su materia gris, activar la circulación
de las ideas, desarrollar su imaginario, y estimular su
inteligencia. Si, la de rascador de cabezas en la televisión es
un hermoso oficio.
PRESENTADORA
Gracias, Pilar. Tenemos unas imágenes fútiles que nos llegan desde nues-
tras redacciones en Sevilla, Madrid, Valencia, A Coruña y Bilbao. Son
momentos intensos, minutos enteros repletos de jóvenes intrépidos, con
garra, con vida, con preocupaciones. Trasladamos los pequeños conflic-
tos domésticos a la pequeña pantalla, donde madres, padres, hermanos,
novios e hijos pueden regañar y reírse un ratito. (TVE programó un es-
pacio entero, «¡Ay, mi madre!», se llamaba, donde Inés Ballester invitaba
a mostrar esos asuntillos entre madres e hijos.) Han acudido a los pro-
gramas que ustedes van a ver por propia voluntad —¿qué se creen, que
siempre estamos urdiendo trampas para que caigan?— y lo que dicen los
responsables de estos espacios es que ellos son una fiel representación de
la juventud española, con sus preocupaciones y sus inquietudes actuales.
Por eso, supongo yo, es necesaria la reválida. Joaquín, el vídeo, cuando
quieras.
PRESENTADORA
Y yo, que soy de Valencia, que vivo en Valencia, me siento desarraigada.
Más ejemplos.
—Sí —responde dudosa la madre—, lo que hace falta es que esto que
has dicho aquí delante de tanta gente y que tantas personas están vien-
do, pues que se lleve a cabo.
Horror absoluto. La madre no sólo está hierática sino que además re-
prende a la hija.
Carguémonos ya el testimonio. A publi y al siguiente, despedida rápida.
Tema: ¿Tu madre no te comprende? Preguntas: «¿Quieres ser gogó y tu
madre no te deja? ¿Te has empeñado en operarte y tu madre dice que
no? ¿Tu madre cree que eres un crío? ¿Tu pareja tiene fama de playboy
y por eso tu entorno lo rechaza? ¿Te gustaría presentar a tus padres, a tu
novio o novia en nuestro programa, que no te atreves a presentar por su
aspecto físico, edad o condición social?».
PRESENTADORA
Y todo esto, sin anestesia.
Todos los jóvenes son así, menos los hijos, los hermanos, los amigos
de los hijos, los hijos de los amigos de los que programamos, produci-
mos, presentamos, diseñamos y ejecutamos estos programas. Los nues-
tros, como podrán ustedes comprender, están por encima. Son jóvenes
privilegiados, con idiomas, universitarios, que viajan, que tienen un sen-
tido del ridículo inculcado, que son estetas, que van al cine, que leen,
que beben con moderación, que discuten con nosotros en la intimidad.
Son otro tipo de jóvenes. Pero estos que ustedes han visto son la reali-
dad, lo que-está-en-la-calle. Al menos en la calle de ustedes.
Hace un par de semanas, en la sala de espera de TVE, dos muchachas
de apenas veinte años que se preparaban para entrar en el plato del pro-
grama de tarde «Cerca de ti», comentaban la última película que una de
ellas había visto. La joven, a quien no le había gustado el filme, se que-
jaba de que había sido su novio quien lo propuso.
—Por poco lo mato, me metió a ver El pianista. Un tío que está en la
guerra y que se esconde, se pasa la peli escondido —dijo.
—¿Y nada más? —preguntó la otra.
—Nada más, tía. Escondiéndose de los nazis y eso..., un coñazo.
202 ¡MÍRAME, TONTO!
PRESENTADORA
Gracias, Mar. Y ahora vamos con los invitados de lujo:
Los famosos
—¿Me puedes explicar a qué has venido aquí?
—A cobrar, ¿qué pasa?
—Pasa que tienes un morro que te lo pisas, guapo.
—¿Y?
—Nada, pero tú verás. O te sientas ahí cuando volvamos de publi y di-
ces lo que tenemos pactado, o no ves un duro.
—Tengo un contrato con vosotros...
—Pues léelo, sobre todo la cláusula...
—Vete a la mierda.
—A la mierda te vas tú, pero después del programa. Y deja de meter-
te, que vas cocido.
... Así todas las semanas, antes de empezar el directo, en los interme-
dios. .. Son personajes de tres al cuarto, que te han dicho, sí, sí, yo me la
he tirado, y lo contaré... y luego se pierden, y no entran al trapo para no
pillarse los dedos, porque no se la han tirado, claro, ni la conocen, y yo me
pongo enferma desde el control..., pues porque son un hatajo de impre-
sentables, son basura... Bueno, casi todos, que llevo años aguantándolos...
¿Que si es verdad lo que cuentan?, ¿y a mí qué me importa? Yo lo que quiero
es que entren ahí, se sienten y contesten, y cuenten la noche de autos con
pelos y señales... ¡Cómo vamos a comprobar si lo que dicen es verdad!, ¿tú
crees que tenemos tiempo para eso?, nunca tendríamos a nadie para el
programa, además, ¿a quién le preocupa eso?... Pues pregúntaselo tú,
guapa... ¡¡¡¿A los espectadores?!!!!... ¡Qué dices!, pero si saben que es
todo mentira, ¿tú crees que alguien se traga que esa paleta se ha tirado a
Bofill?... No, no, yo lo suelo pactar con el manager, a mí me dice, tengo
esto, y yo le pongo un precio... Pues depende, si se separan, si están en la
204 ¡MÍRAME, TONTO!
picota, si hacemos un pack y primero viene ella y luego él... Hay cosas im-
pagables. .. pues como un cara a cara con Rocüto y el guardia civil, o algo
así... ¿Carmina?, a veces nos llama para vender unas cosas, que es aluci-
nante. .. Me paso los intermedios controlando, ni una raya más, les digo,
pero nada... Se está reventando el mercado... Ahora se hacen paquetes.
Mira, por ejemplo, la Jurado y Ortega Cano, pidieron cuatro millones por
ir juntos al programa de Concha Velasco... Sí, sí, por menos no se mue-
ven..., y, como era la segunda vez y era una pasta les ofrecieron diez por
un paquete, de Concha, el de Canal Sur de la Soriano y «Tómbola»... Di-
jeron que no porque a «Tómbola» no quieren ir... Esto sin nada que ven-
der, ¿eh?, que como tengan algo concreto, imagínate... A no, yo me lo paso
bien, cuando llegan yo soy encantadora, pero si me tengo que poner firme
me pongo, además les pagamos al final y, si se ponen tontos, pues nada...
¿Glamour?... para nada... Dile de mi parte que si la viera sin maquillar
se le curaba la mitomanía de un plumazo, pero que le pediré el autógra-
fo... ¿Sabes lo que le pasó a la Tárrega en el número cero? Pues que como
no estaba su peluquero y su maquillador, no se quiso arreglar para el en-
sayo. Habíamos estado haciendo pruebas de cámara con figurantes y con
público de verdad y, ya cuando fuimos con ella, la gente no la reconoció
porque iba sin maquillar, y se pensaban que era una figurante más, y el re-
gidor ahí, pidiendo un aplauso... En fin...
... No, ahora lo que nos piden es el enfrentamiento. Ya no vale llevar
primero a Patricia de GHy luego a Kiko, a que se insulten por separado...
Ahora el reto es llevarlos juntos, a la vez, y sentarlos frente afrente... Cla-
ro, es mucho más caro, pero merece la pena porque el share es más alto...
A veces, no siempre, depende de los personajes, se ponen de acuerdo o
no... Algunos se niegan, pero ya van entrando casi todos. Nos falta
Kari-na y el Torraba, aunque ya conseguimos el duelo entre el peluquero y
el torraba este... Bibi pide 800.000, pero es un encanto, la tía es una pro-
fesional, como Lolita, vino de promoción de su peli... Sí, sí, también co-
bró, 800.000 también... Marujita cobró un kilo... ¿Sabes a quién le
ofrecieron cuatro millones por ir a «Abierto al anochecer»?, a Marián Flo-
res, la hermana de Mar... Por derecho a réplica, le dijo el subdirector, ha-
bía estado Kiko Matamoros, su ex, y la llamaron... Pues nada, la tía les
vaciló, pero nada, qué va, si es muy legal, jamás irá y mira que se lo han
puesto en bandeja, ¿eh?, pero no.
«MI MARIDO SIEMPRETIENE GANAS» 205
PRESENTADORA
Lo que acaban ustedes de oír era una conversación telefónica que man-
tuve con una productora-periodista cuyo nombre, origen y lugar de tra-
bajo no puedo desvelar. No ha querido venir, ni siquiera a cara tapada,
pero me ha autorizado a mostrarles la grabación. Nuria, en cambio, otra
colega del corazón, sí que ha aceptado:
Hola. Los he contado: veintitrés. Parece increíble que se pueda traba-
jar para tantos programas, ¿verdad? Pues es posible. Veintitrés progra-
mas distintos pueden pedirme las mismas imágenes, la misma frase
inconexa. Y eso que mi trabajo consiste únicamente en correr en los ae-
ropuertos tras la gente de gafas oscuras y preguntarle a la hija de Jesús
Puente (si no hay nada mejor) que qué piensa de la separación de Fran
y Eugenia. Y cuando ella dice que no tiene por qué hablar de esa pareja,
tú le dices, pues cuéntame algo de la tuya. La mía está bien, dice de mala
manera y se va. Tú sigues corriendo y preguntando cosas estúpidas y
ella, Belén Esteban, ni te mira. El tema estrella de esa entrevista es una
supuesta bajada de tensión. Tú, con tu carrera, tu master y tus idiomas,
corriendo detrás de semejante paleta que te desprecia, más o menos con
la misma intensidad que tú a ella. Pones el micro, y el cámara corre con-
tigo, y la puerta del coche casi te arranca la mano. Un día, al principio,
le preguntaste a Rociíto por sus proyectos profesionales. Ella te miró alu-
cinada, se encogió de hombros y te cerró la puerta. Y al final, ni decla-
ración ni nada. Sólo la carrera contra reloj hasta el aparcamiento y tu
sombra reflejada en la ventanilla del coche de esa chica cuyo único logro
es haberse tirado al torero ambicioso.
¿Por qué lo haces? Porque no quieres abandonar el periodismo. Ese pe-
riodismo. No durará siempre, te dices. Habrá otras cosas. De momento,
todos esos programas están dispuestos a comprar tus carrerillas hacia la
nada, las gafas de sol, los gestos adustos, los silencios largos, las miradas
despreciativas, los insultos, las agresiones.
Y con suerte acabarás trabajando en plato: es decir, los mismos famo-
sos que jamás se volvían a mirarte, ahora, previo pago, acudirán al pla-
to y se someterán a tus premisas y harán lo que les pidas. ¿Que tienen
que dormir a una gallina en «¿Quién dijo miedo?». Lo harán. ¿Que han
de meterse en una bañera llena de grillos para «Gente con chispa»? Lo
harán también. ¿Que han de cantar en «Furor»? Lo harán. ¿Que han de
206 ¡MÍRAME, TONTO!
Tú sabes que ése no es el tipo de programas al que iría Aute, pero aun así se
lo propusiste a su representante. «Es un programa de entrevistas, yo te envío
la cinta y me dices.» Dijo que sí. Aute vendría, se sentaría, hablaría un rato,
promocionaría su película, cobraría medio millón de pesetas y se iría. Días an-
tes del programa te marchaste con él a la cárcel de Alcalá Meco para grabar
su concierto, y pasarlo después en directo. Un tipo estupendo.
Y llegó el día. Nada más entrar, el regidor le explicó al cantautor, como ha-
cía siempre con los invitados, lo del juego de cartas, un pequeño gag del pro-
grama. Y Aute empezó a torcer el gesto. Le contaste quiénes iban a ser sus
compañeros de mesa: Helen Lindes (¿Quién es?, preguntó), Constantino Ro-
«MI MARIDO SIEMPRETIENE GANAS» 207
PRESENTADORA
No crean que sólo los anónimos tienen ficha. Los famosos llegan al plato,
o son seleccionados para un concurso, o para un encierro, sin saber que
208 ¡MÍRAME, TONTO!
nexión con el hermano de María Jiménez que dice que se droga —con-
testamos nosotros.
Son un filón siempre y una apuesta segura. Y una ventaja para los
fa-mosillos nuevos, los de un día, los que son más baratos y están
menos quemados y son menos divos, bueno, no todos, claro, y van más
al grano, y dan más caña, y son más fáciles de reconducir. En fin, está
bien que cambiemos de caras, ¿no creen?
Les he hablado antes de Melissa Ruiz, una bailarina nocturna que dice
haber sido amante esporádica de Dani, un DJ, ex novio de Belén Este-
ban, ex de Jesulín. Melissa realiza su primera llamada a las diez y media
de la mañana, al programa «Como la vida» de Antena 3. Cuenta su his-
torieta. Se tiró a Dani dos veces, una en el lavabo de la discoteca y otra
en el coche. Responde a las preguntas de los dos contertulios. Le dan las
gracias y cuelga. Hasta aquí todo gratis. Unas horas después vuelve a
marcar. Esta vez es un programa autonómico del que no sabe ni el nom-
bre. Repetición de la jugada. Mientras tanto, los departamentos de re-
dacción de los otros programas ya han iniciado una tarea de
investigación para ponerse en contacto con Melissa. Pasadas las tres y
media de la tarde, el programa de Tele 5 «Aquí hay tomate» vuelve a pa-
sar la llamada y Melissa habla de nuevo. Aguanta la embestida (queda
evidente que los presentadores no creen su historia y por eso le vacilan,
pero a ella, plin) y cuelga de nuevo. No han pasado ni quince minutos
cuando el zapping nos lleva a «Tela marinera», donde, oh casualidad, los
dos contertulios de «Como la vida», que han cogido un avión para llegar
a tiempo, saludan a Melissa como si no la conocieran. (La bailarina ha
sido advertida por la redactora: haz como si no les hubieras contado ya
la historia esta mañana, como si no los conocieras.) Y todo sale a pedir
de boca. Los periodistas, muy profesionales, preguntan y conjeturan lo
mismo. Melissa cuelga. «Sabor a ti» recupera la llamada del programa de
la mañana, por si algún español despistado no ha tenido aún ocasión de
oírla, y, con cierta displicencia, la critica. A Melissa le quedan tres o cua-
tro llamadas en directo. Acaba extenuada, con la oreja roja y con la in-
versión a medio plazo hecha: apenas una semana más tarde de esta
intensa jornada telefónica hará su aparición estelar en «Tómbola». No
cobrará mucho: al fin y al cabo, todavía es una pringada. Nadie cree lo que
cuenta. Ni los presentadores de los programas, ni los contertulios, ni los
210 ¡MÍRAME, TONTO!
La azafata
La presentadora salió del baño de su camerino y me dijo:
—Tira de la cadena.
Me había sido asignada y era nuestro segundo programa. Fue una sor-
presa desagradable. Con el tiempo me acostumbré a que, tras comerse una
manzana, estirara el brazo sin mirarme, sosteniendo el rabito de la fruta.
Con el tiempo entendí que el gesto significaba que debía acudir presta a
coger lo que quedaba de la manzana y tirarlo a la basura. Fue el tiempo el
que me hizo entender que el cigarrillo debía estar encendido cuando yo se
lo ofreciera en un descanso, y que el bote de coca-cola tenía que estar
abierto para evitar sus bramidos. Y que el hecho de que nunca recordara
mi nombre era debido a la tensión de las cuatro horas de directo.
Se suponía que ser su azafata particular era un grado más en mi ca-
rrera, así que además debía estar besando su suelo. Al fin y al cabo ve-
nía de ser azafata de público, primero, y de invitados importantes,
después. Y ya había sido humillada entonces. Una vez oí cómo el direc-
tor le decía a la auxiliar de producción:
—Mándale a Paloma, que tiene más tetas.
Se estaba refiriendo a un invitado. Creo recordar que era Ramiro Oli-
veros. Parece ser que se estaba poniendo un poco tenso, que no entendía
por qué Lolita tenía camerino y él y su mujer sólo tenían sala vip. Creo
que entre las copas y el agobio se empezó a mosquear, creo que incluso
pedía más dinero del que se le había ofrecido (esa noche, durante el pro-
grama, su mujer le lanzó al director un vaso de agua en plena cara), y
para tranquilizarlo, el director dijo:
—Que vaya una azafata y que esté con él hasta que empiece el pro-
grama. Pero manda a Paloma, que tiene más tetas.
Paloma soy yo. Y fui. ¿Qué podía hacer? Para las feministas es muy fá-
cil hablar. Fui y estuve con él, riéndole las gracias y distrayéndolo hasta
que empezó el programa.
«MI MARIDO SIEMPRE TIENE GANAS» 211
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La foto del niño enfermo
¿Los famosos internacionales?, caros, muy caros. Algunos son encantado-
res, como Jeremy Irons, el único que no ha puesto pegas a alojarse en un
NH, que besa, sonríe, acepta las normas, cobra un precio razonable y se
va. Otros tienen los mismos conocimientos sobre España que ese hermano
de Bush que nos implantó la república de repente. Como Don Johnson. Lo
invitamos al programa y llegó con el tiempo muy justo al aeropuerto de
Barajas. Fui a recogerlo y le dije que no podía pasar por el hotel, y que ten-
dría que arreglarse en el camerino de la tele. Y me preguntó:
—Oye, pero ¿tenéis agua caliente y electricidad?
No lo preguntaba en broma, era una duda en toda regla. Agua caliente
quizá no tendríamos, pero desde luego pasta para pagarle, mucha.
Y otros son sencillamente insoportables.
—Jerry Lewis quiere cien mil dólares, libres de impuestos. En pesetas,
unos dieciocho millones.
—Ciérralo.
El director del programa hacía tiempo que lo quería. En principio no
estaba muy claro dónde podíamos incluirlo y pensamos en la posibilidad
de que le diera la sorpresa a Lina Morgan, que siempre había querido co-
nocerlo. Problemas de agenda lo impidieron cuando nosotros ya tenía-
mos firmado el contrato de su visita. Así que decidimos crear una
situación para él.
Por la documentación supe que tenía un hijo con distrofia muscular
y que había creado una fundación en Estados Unidos para tratar esa
enfermedad. Tiempo atrás habíamos recibido una carta desesperada
de unos padres que, conocedores de la existencia de esa clínica, nos
pedían la mediación del actor para que su hijo, que también padecía
esa enfermedad, pudiera ser tratado en esa fundación, a la que no era
212 ¡MÍRAME, TONTO!
Jerry llegó al plato para los ensayos a última hora de la tarde. Para en-
tonces, el manager ya me había dejado clara su rotunda negativa a lo del
niño, pero yo no me amilané. Una vez en el programa iré a su camerino
con la foto para enternecerlo. Le diré que los padres están aquí, entre el pú-
blico, y seguro que accede, pensé. Había llevado a los padres sin prome-
terles nada. Eran pobres de solemnidad.
«MI MARIDO SIEMPRETIENE GANAS» 213
Ellos son los buenos de esta película. Hacen buena tele, critican la
mala, enseñan lo que se debe hacer en las aulas, programan espacios
gratos, piensan, reflexionan, escriben apelando a las conciencias, no
sientan cátedra, se mojan. Soportan las mofas de los que los acusan
de puristas-moralistas-que-no-están-en-el-mundo. Hay otros tantos
(aunque no muchos, no crean), pero seguro que éstos los representan
a todos.
cil. Pero a la larga es un fracaso. Has de tener pasión por lo que ha-
ces, por comunicar.
TV3 aparece siempre como un oasis. Nunca se ha dejado llevar por la inercia
de las otras cadenas y la audiencia, y el prestigio le es favorable. Explíquemelo.
Los catalanes no somos distintos. TV3 decidió apostar, todos juntos, pe-
riodistas, programadores, directores de la cadena, por una idea. Puede
haber muchas cosas criticables pero es verdad que se han ido abriendo
caminos distintos al resto.
¿Qué piensa de los profesionales que se venden por cifras millonarias? Hay
una pregunta que como periodista te has de hacer: ¿Y yo qué pinto aquí?
¿Por qué estoy tocando este tema? Si no puedo responder honestamente a
eso, algo no funciona.
¿Dejaría el cargo?
Por supuesto. Me iría a trabajar de periodista de base de nuevo.
EL ESCRITOR Y COLUMNISTA:
ALFONS CERVERA
Comprometido, serio, batallador, autor de novelas, entre ellas Maquis y
Ehome mort. Detractor de los necios, que lo acusan de trasnochado. Es
sensato. Y libre.
ción individual, algo que antes estaba totalmente denostado. Ahora ésa es
la primera fase y quizá la única posible.
No sirve de nada decir: no creo que el mundo se arregle, no hay nada que
hacer y por tanto voy a entrar en la misma rueda.
¿Y en qué se diferencian?
La primera es la que se refiere a los criterios estéticos. La segunda es la
que se pasa de la raya, la que salta los mínimos éticos: manipulación in-
formativa, mentiras, violencia.
¿Cómo les recomienda a sus alumnos que lo hagan valer? Les digo,
imagino que con poco éxito, que un código deontológico es una carta que
llevas en el bolsillo, una carta para negociar. Ante determinadas
peticiones, puedes sacar esa carta y exigir, para que no te digan que lo
tuyo es un criterio subjetivo o personal.
¿Y...?
Lo que yo les digo a los alumnos, y éste debería ser el mensaje para los pe-
riodistas, es que hay que remoralizar esas actividades, y que son los perio-
distas los que deben decir lo que tienen que hacer a los periodistas.
Que no en el económico...
Quizá sea más caro montar una gala pero desde luego los recursos inte-
lectuales que hay que movilizar para hacerla son muy pobres.
Sin embargo, hay gente muy inteligente y culta haciendo mala televisión. Por
su capacidad para disociar. Marcuse, de la escuela de Francfurt, ponía
ejemplos muy claros: cómo un padre de familia podía despedirse con un
beso de sus hijos en su casa e irse a fabricar bombas atómicas. Se puede
hacer con una perfecta disociación mental.
Hay una corriente de opinión que afirma que es mentira que la televisión,
la buena y la mala, influya en el espectador.
Estoy convencido de que sí influye. En los sesenta se decía que el tabaco
no producía cáncer. Y del mismo modo que hay gente que fuma toda su
vida y no contrae un cáncer, mucha gente verá toda su vida películas de
acción y no hará nunca una barbaridad.
¿Influye en el espectador?
Negativamente, estoy seguro. La comida basura sienta mal al estómago.
La tele la recibes con la cabeza y, si recibes siempre programas planos y
SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARl'S 227
¿Tiene usted la sensación de hacer algo para frenar esta escalada de mala tele?
De verdad que lo intento, pero me doy contra un muro. Desde nuestra pro-
ductora, desde mi planteamiento como periodista y como ser humano, me
quejo de que me hayan expulsado de la televisión generalista.
¿Cómo se puede decir que no a trescientos millones de pesetas por una tem-
porada?
Bueno, yo no sé lo que haría, pero he visto a algunos que han aceptado
y la operación no les ha resultado bien, al menos en lo personal. Luego
les queda el dinero, claro, pero... no se han hecho mejores. Se puede de-
cir que no, a mí no me gustaría caer nunca.
Pero ¿usted considera que hace una tele marginal? Sí, somos una especie de
nicho cultural, donde se nos permite hacer el debate que queramos, con un
nivel alto, sin estar sometidos a audiencias ni controles ideológicos.
Alguien tendrá que parar todo esto, ¿no le parece? No va a haber una
mano rigurosa que dé la solución, hay que rechazar lo que señalan
como la única televisión posible. Somos los que la hacemos y los que la
vemos, los responsables: ofrecer mejores cosas, y ver otras. Tiene que
haber opciones, se pueden hacer buenos programas de evasión, se
pueden hacer buenos concursos, se puede hacer «Cine de barrio» sin esa
estética, con los mismos mimbres, con otras películas de la
230 ¡MÍRAME, TONTO!
época, sin que sea un monumento al kitsch. Trabajar hacia arriba, no ha-
cia abajo.
PRESENTADORA
Gracias a los cuatro. Por todo, por lo de este programa y por lo de fuera.
Y gracias a ustedes por escucharnos. Me temo que hemos llegado al final.
La tele y sus prisas. Ni siquiera hemos tenido tiempo para el informativo,
para los informativos rastreros llenos de presentadores pelotas y editores
comisarios que no hacen otra cosa que engrandecer al jefe político, en unos
casos, o económico, en otros. Informativos liderados por periodistas que se
blindan contratos de un millón de euros. Informativos que son peor que al-
gunos programas de los que hemos visto, repletos de presentadores, edito-
res, directores, subeditores que cambian de lenguaje, de aficiones, de
amigos, de anhelos y hasta de apellido si hace falta para seguir estando. Pe-
riodistas sin alma que hilvanan informativos peligrosos para la salud de-
mocrática, erróneos, rasgados, chirriantes, que falsean, que amagan, que
desenfocan. Periodistas que dicen que esos informativos son, sencillamente,
EL NUEVO PERIODISMO, aunque parezcan tan antiguos como el NO-DO.
Se lo contaremos todo en otra ocasión. Si ustedes responden, claro, ya
saben.
FIN
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Llorar en un Mercedes
Juicio por parricidio. Un hombre joven había matado a su mujer el año
anterior. Iba a celebrarse la vista esa misma semana y la dirección del
programa decidió conmemorar el suceso. El cámara y yo nos fuimos a
Benejúzar, un pueblo de Alicante. Nadie quería hablar allí. Averiguamos
la dirección de los padres de la chica asesinada. Nadie en casa. Un veci-
no nos dijo que el padre trabajaba como albañil en una obra cercana.
Fuimos a buscarlo. El hombre se mostró muy agresivo, bajó del andamio
de malas maneras y nos pidió a gritos que los dejáramos en paz. Pero no
SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS 231
podíamos irnos con las manos vacías. Decidimos hacer una encuesta en-
tre la gente del pueblo para tener algún material gráfico con que ilustrar
el vídeo. Nos fuimos a una pequeña plaza a preguntar: ¿y usted qué opi-
na? A veces tuvimos suerte y algún lugareño respondió, pero nada sig-
nificativo.
Vimos a la madre en plena calle. No recuerdo bien cómo la reconoci-
mos, supongo que la teníamos fichada. Nos acercamos y la abordamos.
Era un alma candida.
El cámara, con el aparato al hombro, pero sin que se notara que gra-
baba; yo, con el micro medio caído, para no dar la sensación de que
aquello era una entrevista. Era evidente que no quería hablar. Se trataba
entonces de preguntarle y preguntarle para conseguir simplemente que
estuviera en imagen el mayor tiempo posible. Ella diciendo:
—No, no, no quiero hablar, no quiero saber nada. Estoy mal, no quie-
ro hablar.
Y yo preguntando y preguntando. No sé si ella era consciente de que
la conversación fútil que estábamos teniendo iba a servirnos luego para
el vídeo. Supongo que no. Supongo que lo que todo el mundo piensa es
que si dicen que no quieren hablar, ese material es anodino y no sirve.
Pero se equivocan. Lo que no saben es que la madre de una hija muerta
diciendo «no, no quiero hablar, estoy mal y no quiero hablar» es un cor
te de voz excepcional. Regresamos a la redacción y montamos el vídeo
con ese material. Pero quedaba pobre.
—Para el día del programa deberíamos tener a la madre en plato, en
directo —pidieron.
Yo sabía que iba a ser difícil, imposible casi, convencerla. La llamé y
me dijo que no. Que no quería. Le insistí y me repitió que no. Le pedí que
se lo pensara, y me dijo que no. Volvería a llamarla esa tarde. Eso hice.
Volvió a decirme que no. No quería venir y además sus hijas y su marido
se lo habían prohibido.
—Pero usted tiene que denunciar eso, se necesita una voz que ponga fin
a estos asesinatos. ¿No quiere evitar que otras mujeres tengan el mismo fi-
nal que su hija?
Y ella que sí, pero que no. Una larga e intensa conversación manteni
da en ese tono, yo apelando a lo más íntimo, recordándole el pasado, y
ella languideciendo.
232 ¡MlRAME, TONTO!
—Bueno, pues nada, a las siete irá el chófer a recogerla, ¿vale, Rosa?
Atrevido: un joven que dice en directo «pego seis polvos seguidos sin
sacarla».
Azafata: la que tira de la cadena o sitúa a la gorda en primera fila.
Bichos: forma cariñosa de referirnos a los testimonios del programa.
Camerino: lugar reservado sólo a los que han llegado a algo en este
mundo.
Cañero: un machista que cuenta «yo a mi mujer le doy libertad, le he
ampliado la cocina». Y le dice a la feminista que lo que le hace falta
es un buen polvo.
Cara tapada: lo que sirve para que no te reconozcan quienes no te co-
nocen.
Cerrar/comprar: «Cierra a la maruja, si viene con sus dos hijos sub-
normales».
Cojo: algo demasiado sencillo que no cubre las expectativas y que, por
tanto, no subirá la curva del share. Una enana, si sólo es enana, es
coja, además.
Contraprogramar: disparar un misil. «Hotel Glam» contra «La isla de
los famosos».
Contrato blindado: lo que Ernesto Sáenz de Buruaga o Máximo Pra-
dera firman antes de ponerse a trabajar. O sea, lo que usted no tendrá
nunca.
Control: una sala llena de monitores donde los directores ven lo que
pasa en el plato y enloquecen, se ríen, gritan o dan órdenes: «Que en-^
tre el maricón». ,
234 ¡MÍRAME, TONTO!
Coordinador de público: induce los ohs, los ayes, los uf, los ji, ji, los
pías, pías.
Corte popular: cutre, vulgar, chabacano. Lo que usted no quiere ser.
Curva: en audiencia, lo que si no es ascendente, despídete.
Ficha: resumen con nota de lo que nos importa de cada invitado: pesa
120 kilos.
Fichaje: lo que le sucede a Ernesto Sáenz de Buruaga antes de firmar
un contrato blindado. Siempre y cuando Moncloa esté de acuerdo.
Fila vip: lugar donde se sientan los freaks, o los muy guapos o los muy
feos.
Flojo: otra forma de decir que la enana sólo es enana.
Freaks: personajes surrealistas que hacen las delicias de cualquier di-
rector de la zafia televisión que se considere un buen director.
Frivolidades: lo que comen en los caterings los famosos. Lo que dicen
los anónimos o los famosos cuando se sientan en el sofá.
Lumpen: ese lugar turbio al que ninguno de nosotros pertenecemos
pero al que siempre acudimos en busca de carne fresca.
Marujas: requisito imprescindible para que la televisión sea democrática.
Marus: la forma cariñosa de llamar a las anteriores.
Minuto a minuto: revisión de cada instante y, si estás por debajo, a la
puta calle.
Paquete: de plato en plato. Dices que te has tirado, o no, al ex de la ex
de aquella cantante de antaño y te arreglo tres programas y me haces
un descuento.
Perfil: lo que es un personaje: «Maruja supercañera y menopáusica que
no se ha comido un rosco en la vida».
Polemista: el que opina, desaforadamente, de lo más banal.
Populistas: lo más de lo más, junto a las marus.
Rótulo: «Cuando estoy con una chica me salen ronchas», para un jo-
ven gay.
Sala de espera: lugar de la tele donde los anónimos aguardan su turno.
Sala vip: lugar de la tele donde esperan los famosos. A veces los anóni-
mos, si suben un peldaño en el escalafón, pueden ocupar su sitio en ella.
Sesudo: todo lo que no sirve para la mala televisión.
Sofres: el delirio.
Testimonio: «Yo hablo con el cordero de Dios», dice nuestro principal
invitado.
Fuera de pantalla
APAGA Y VAMONOS
Ya lo han visto. Esa televisión tan vapuleada por unos, y que algunos teóri-
cos defienden esgrimiendo razones de democracia (confundiendo los prin-
cipios democráticos con la democracia agregativa, como si lo que hacen tres
siempre fuera más democrático que lo que hacen dos), no es así por casua-
lidad: detrás de cada programa, de cada informativo que se considera infa-
me, hay una legión de pensantes y ejecutores que compra, vende y hace el
espacio, sin ninguna conciencia sobre la responsabilidad moral del trabajo
de periodista. Legión que manipula, tergiversa, concibe programas rastre-
ros, noticias perversas, edita informativos intolerables. Y lo hace, lo hace-
mos, conscientemente, por distintos motivos. Y siguiendo unas pautas.
Casi todo el mundo distingue la mala televisión, aunque algunos se
empeñen en criticar sólo a «Crónicas Marcianas» y salvar todo lo demás:
un informativo desenfocado, parcial, sectario; un programa histriónico,
deshonesto; un espacio repleto de malas intenciones; una sucesión de
imágenes y palabras que mueva lo peor de cada uno. Pero pocos saben
cómo los profesionales la diseñamos y la hacemos posible. Con este libro
he pretendido desvelar las pautas, para conseguir espectadores más crí-
ticos y, si fuera posible, periodistas más responsables. Por pedir...