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13 de Diciembre de 2001

COLECTIVO UTOPÍA CONTAGIOSA.

1.- Cuáles son las causas de esta guerra.


Frente al análisis excesivamente simplificado de los militaristas, basado en la
idea de superioridad de nuestra cultura frente a otra terrible, inculta y violenta, y en la
satanización del otro como enemigo, apostamos por un análisis más completo (y por
ello más difícil de realizar y difundir, pero más atinado). Difundir este mensaje poco a
poco y pedagógicamente es lo que nos dará una base sólida sobre la que construir
futuras acciones contra la guerra.

El análisis más completo que proponemos constaría de cuatro grandes líneas


argumentales:

a) No es una guerra de buenos contra malos.


b) La guerra tiene múltiples causas (directas, estructurales, culturales y
sinérgicas) .
c) Esta guerra responde a una evolución histórica reciente del
militarismo.
d) Existen diversas responsabilidades en esta guerra.

1.a.- No es una guerra de buenos contra malos.


Es incorrecto y sumamente peligroso presentar esta guerra como “nosotros los
buenos que hemos sido agredidos salvajemente” contra “ellos los malos que son unos
agresores violentos”, a pesar de que sea (o precisamente por ser) el argumento más
utilizado por George W. Bush, Aznar, Rodríguez Zapatero, el Rey y su hijo, etc.

Argumentos:

- La agresión ha sido mutua:

• si tenemos en cuenta un análisis más amplio y real de la situación (USA


y Occidente ejercen de continuo una violencia estructural y cultural sobre
el Tercer Mundo en general y sobre el Islam y Afganistán en particular),
• USA ha bombardeado (violencia directa) a Irak, apoya a Israel contra
Palestina, se inmiscuyó en las guerras de Afganistán dando armas y
dinero, ...
• USA tiene una política imperialista que busca la hegemonía absoluta, por
cauces políticos, económicos, culturales y militares, y determina en gran
medida, desde sus intereses geopolíticos, la política y la vida de múltiples
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pueblos, incidiendo de forma muy especial en la situación de dominación


“norte/sur” y en la situación de malestar mundial.

- Tampoco el resto del bloque occidental está exento de responsabilidad en este


conflicto:

• Por su papel histórico en el proceso de colonización y descolonización.


• Por su papel subsidiario en el intento hegemónico de las políticas
estadounidenses y su papel y posición en el reparto de la tarta mundial.
• Porque forma parte del bloque militar de occidente y su política de
injerencia.
• Por el trato al que se somete al mundo árabe dentro de nuestras fronteras.

- La política militarista e imperialista que Occidente ejerce sobre quienes son


distintos también tiene consecuencias internas:

El mismo proceso de militarización hacia el exterior se debe ejercer,


congruentemente para que la política tenga éxito, hacia el interior de Occidente con
mecanismos de control social en auge, con medidas de precariedad laboral, con políticas
de militarización de la escuela, fomento de la delegación política en expertos y/o élites,
etc.

Para much@s es, por tanto, difícil sentirnos alineados con la política nacional e
internacional que realizan “nuestros” gobiernos y nos vemos obligados a una sensación
ambivalente y esquizofrénica de ser “actores” de la opresión sobre el Tercer Mundo y
“víctimas” de la misma por nuestro desacuerdo.

- Por tanto, no existe un bando que sea bueno ni otro que sea enteramente
malo.

Además, es importante hacer otra valoración, clave desde la perspectiva


noviolenta para analizar el actual conflicto: es una trampa ideológica y práctica el
entrar en valoraciones de grado sobre la violencia. Cualquier utilización de la
violencia es reprobable y conlleva implícitos métodos y fines censurables que no hacen
más que sumirnos en la espiral continua de violencia. Por tanto, es una actitud
interesada (tanto por parte de los terroristas como por parte de los militaristas) querer
que nos perdamos en valoraciones de grado sobre un tipo u otro de violencia, sobre una
mayor o menor legitimidad en su uso argumentando valoraciones históricas,
económicas, de legitimidad estatal, de opresión previa, u otras de cualquier naturaleza.

1.b.- La guerra tiene múltiples causas (directas, estructurales,


culturales y sinérgicas).

Un análisis simplista considera, de manera interesada, que la causa de la guerra


es que el terrorismo islámico ha agredido a la cultura occidental mediante el uso de
pilotos suicidas contra el Pentágono y las Torres Gemelas. El propio George W. ha
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ampliado un poco su parco discurso desde este hecho concreto a otro algo más general
que es el terrorismo internacional. Aún así, el mensaje sigue siendo simplista e
interesado porque existen más causas que las que se esgrimen desde los oligarcas de
Occidente.

Existen causas:

- Directas, que no son las que aflora Occidente y que tienen que ver con lo que
reivindica el Islám: una agresión continuada de la política estadounidense y europea en
sus intereses políticos en Palestina, Irak, etc.; la injerencia política continuada de
Occidente en la época de la colonización y en la posterior época de la descolonización
quitando y poniendo líderes (Sha de Irán, caso del apoyo a los talibanes contra la
U.R.S.S., bases militares en terreno musulmán, etc; una agresión económica continuada
en lo que se refiere a la depredación de los recursos económicos de los países
musulmanes (petróleo, ...); una minusvaloración cultural continuada

En consecuencia, no existe una causa directa única ni tan simple como la


esgrimida hasta el momento (ya sea el ataque del 11 de Septiembre, como el más amplio
peligro terrorista internacional). Además las causas del actual conflicto son
bidireccionales y hunden sus raíces en la historia.

- Estructurales. La violencia estructural sería un tipo de violencia indirecta Es


decir, que está diseñada y realizada expresamente para producir violencia directa en
muchos casos. En otras ocasiones, las estructuras no está diseñadas, expresamente, con
un fin violento sino que son derivaciones indirectas de la política económica capitalista
y del injusto reparto de la riqueza. Esto provocaría que las causas que producen la
violencia estructural no sean visibles con evidencia en algunos casos o en un análisis
poco profundo.

Se han descrito dos tipos de violencia estructural:

• Violencia estructural vertical: es la represión política, la explotación económica o la


alineación cultural, que violan las necesidades de libertad, bienestar e identidad,
respectivamente.
• Violencia estructural horizontal: separa a la gente que quiere vivir junta, o junta a la
gente que quiere vivir separada. Viola la necesidad de identidad.

Esta violencia estructural tiene un amplio influjo en el actual conflicto y es


innegable su relevancia. A partir de aquí cabe preguntarse: ¿quién es o quienes son los
culpables de esta violencia estructural? Parece evidente que Occidente tiene una buena
parte de responsabilidad y si quiere acabar con las causas que generan este conflicto de
manera responsable y sincera, debe atajar la parte del problema que le corresponde
modificando nuestras propias políticas internacionales, económicas, sociales, etc.

- Culturales. La violencia cultural se define como aquel tipo de violencia que se


expresa también desde infinidad de medios (simbolismos, religión, ideología, lenguaje,
arte, ciencia, leyes, medios de comunicación, educación, etc.), y que cumple la función
de legitimar la violencia directa y estructural, así como de inhibir o reprimir la respuesta
de quienes la sufren, y ofrece justificaciones para que los seres humanos, a diferencia
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del resto de especies, se destruyan mutuamente y sean recompensados incluso por


hacerlo (ejércitos).

¿Se puede negar desde cualquier análisis profundo y serio que Occidente
también es generador de violencia cultural? ¿Se puede negar que parte de la violencia
cultural que genera Occidente tiene que ver directamente con las causas del conflicto
actual? Nuevamente, si Occidente quiere ir a las verdaderas y profundas causas del
conflicto debe promover políticas internas que tengan que ver nuestros propios errores
al generar violencias culturales que nos hacen agredir a culturas diferentes.

- Sinérgicas. En nuestra opinión, existe una interconexión entre los tres tipos de
violencia anteriormente citados que producen una violencia entitativamente distinta, de
características emergentes (el resultado es más que la suma de las partes). Estas
interconexiones sinérgicas (multiplicadoras) provocan un barullo del copón que nos
pone la cabeza a “tó revuelo” fundiéndonos los pistones cerebrales. Dicho de otra
manera, el análisis es ciertamente complicado. Sin embargo, habitualmente se suele
utilizar la expresión “defensa del status quo” para definir la situación. Y, ciertamente el
actual conflicto es una lucha para mantener o derrumbar el status quo vigente.

Además, en lo que se refiere a la práctica, una situación tan enrevesada nos suele
inhabilitar porque cualquier acción que pretenda paliar o luchar contra un tipo de
violencia se verá frenada o tornada ineficaz por no haber previsto la lucha contra los
demás tipos de violencia, que se refuerzan. La lección es sencilla: hay que abordar
todo el conjunto de violencias de manera interrelacionada para poder hacer un trabajo
pacifista efectivo.

CONCLUSIÓN:

Esta guerra, como cualquier otra, no ha empezado con los ataques de EEUU a
Afganistán, ni incluso antes con el ataque terrorista a las torres de NY. Las raíces de
esta guerra ya se venían preparando desde hace mucho por medio de políticas
estructurales y culturales como la producción y el comercio de armas, el aumento de los
gastos militares, la militarización de la economía y de la política cultural, la
militarización de la política internacional.

Por mucho que nos pese, hacer una campaña que exclusivamente tenga como
objetivo denunciar la agresión de Estados Unidos y la “coalición internacional
antiterrorista” a Afganistán está abocada al fracaso político a medio y largo plazo.
Además, estaríamos pecando de ingenuos en nuestro análisis y planificación pues el
conflicto no es solamente el atentado del 11 de Septiembre ni la agresión bélica a
Afganistán, sino toda la preparación de la guerra que durante la historia reciente se ha
ido produciendo en los planos estructural y cultural. Por ello, el pacifismo,
antimilitarismo y el movimiento noviolento nos vemos abocados a un trabajo más a
largo plazo, más pedagógico y de base contra las causas profundas de la guerra.

1.c.- Esta guerra responde a una evolución histórica reciente del


militarismo.
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Otra simplificación interesada para el militarismo internacional es la que intenta


descontextualizar el actual conflicto de su evolución histórica reciente. ¿Cuál puede ser
el interés? Con ello se consigue que este conflicto sea único, que no haya referentes
históricos, ni culturales, que no se pueda analizar por comparación, que no se pueda
prevenir porque no tiene ninguna trayectoria pasada que indique hacia dónde se dirige.

Por el contrario, si consiguiésemos desvelar que este conflicto, como cualquier


otro, está encuadrado en una determinada lógica histórica, dispondríamos de multitud de
herramientas de análisis para la coyuntura y de previsión para el futuro.

En nuestra opinión, el presente conflicto está encuadrado perfectamente en la


evolución histórica del militarismo a nivel internacional. Para ello habría que hacer un
análisis complejo del cual ofrecemos las ideas más importantes:

a) Continuidad militarista desde la Guerra Fría:

Hemos pasado de una “lógica” guerrera en la que el enfrentamiento se resolvía


entre dos Estados nacionales o dos grandes bloques de Estados (O.T.A.N. y Pacto de
Varsovia) desde el año 1.945 al año 1.990, a otra “lógica” que es deudora de aquella y
que, aunque presenta ciertamente características novedosas, también mantiene una clara
continuidad con la política de la época de la Guerra Fría. Esto es así porque muchas de
las características definitorias de la política militarista de la Guerra Fría se siguen
manteniendo y continúan jugando un papel relevante en la actualidad. Por ejemplo, el
elevado gasto militar; la producción de armamento de nuevos y viejos tipos; el
comercio de armamento internacional; la progresiva militarización de la investigación y
el desarrollo; la persistente, si no expansiva, nuclearización militar; la utilización de la
violencia como principal – si no única – manera de intentar resolver los conflictos; el
uso de los ejércitos como instrumento, casi exclusivo, de política internacional; la
militarización social y cultural generalizada; etc., siguen siendo, como antaño, las
tónicas preponderantes en el devenir actual.

Durante la década de los 90 ha habido una serie de cambios, aún no


completados, en las cuestiones de defensa:

• Continuidad. Justo tras la caída del Muro de Berlín y la disolución del


Pacto de Varsovia, se produjo un momento de indefinición internacional en
el cuál muchas voces abogaron porque los conflictos internacionales se
resolviesen gracias a la promoción del papel mediador de la O.N.U. Esta
opción acobó en agua de borrajas porque EE.UU. acabó asumiendo el papel
de única potencia mundial, boicoteando cualquier propuesta de
protagonismo de la O.N.U. Es de destacar que, como ejemplo de los “aires
y deseos de paz” que surcaron el fin de la Guerra Fría, el P.N.U.D.
desarrolló en los primeros años de la década de los 90 una iniciativa que
denominó “Dividendos por la Paz” en la que proponía que dado que había
acabado la Guerra Fría, el excedente de industria militar y de gastos
militares se dedicase a promocionar la paz en sentido estructural y cultural
mediante campañas internacionales promovidas por la O.N.U. De esta
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propuesta nunca más se supo y actualmente nos encontramos en un nuevo


impulso del gasto militar.
• Hegemonía U.S.A. Se ha pasado de un mundo bipolar a otro unipolar.
Estados Unidos, sobre todo con motivo de la Guerra del Golfo se
autoimpone como la única potencia militar con capacidad de acción
operativa en todo el mundo. La Unión Europea, le secunda con una política
dócil y sumisa, con el único interés particular de disponer de una Fuerza de
Reacción Rápida propia que palíe su “enclenque proyección internacional”.
• El papel de la O.T.A.N. Este se ha modificado recientemente con una
apertura de su radio de acción hacia el exterior de la que marcaba su carta
fundacional. Ahora el radio de acción de la O.T.A.N. es cualquier lugar del
mundo que ponga en riesgo los intereses vitales de Occidente. Laxa
definición que oculta aviesa intención de “proyección” (léase intervención
y/o invasión).
• Conflictos latentes. La Guerra Fría tapaba las guerras y conflictos que
ahora se han destapado. Parecía, en Europa, que no existía más que un único
conflicto: Este-Oeste. Pero al desaparecer los dos bloques también
desapareció el apoyo que ambos hacían a diversos regímenes clientelares o a
las guerrillas respectivas. Esto ha destapado, unido a la mayor y más
inmediata cobertura informativa actual, una mayor intervención en los
conflictos armados de grupos no estatales: guerrillas de todo tipo, fuerzas
paramilitares diversas, ejércitos “personales” de los señores de la guerra,
etc.
• Globalización comunicativa. La guerra ha sufrido un proceso de
globalización comunicativa caracterizado por la inmediatez y la
sobreabundancia de información en la cuál las imágenes nos invaden en
tiempo real y la información se acumula en demasía sin que la podamos
digerir. Hace un par de décadas también el mundo estaba plagado de
guerras (Angola, Mozambique, Nicaragua, Líbano, Irán-Irak, Guatemala y
un largo etcétera) cuyas imágenes no nos llegaban y cuya cobertura
informativa no era tan exhaustiva. Querámoslo o no estamos insertos en un
nuevo proceso comunicativo cuyas consecuencias aún no somos capaces de
valorar íntegramente.
• Nuevas armas. Aún es poco conocido pero se está promoviendo una nueva
generación de armamento moderno (“armas inteligentes”) para uso en crisis
humanitarias con el objetivo de no desacreditar el uso de la violencia
militar. Dichas armas consisten en armas con sensores que miden la
distancia al enemigo y controlan la fuerza del proyectil; otras inmovilizan
al enemigo (tipo red de spiderman – con o sin calambre incluido - o moco
“chup-sup” que te convierte en buñuelo - pero el relleno eres tú - y tiene que
venir una especie de cocinero con una espátula a sacarte del suelo y
despegarte). En otro orden de cosas, hay que añadir la Iniciativa de Defensa
Estratégica que George W. ha rescatado del olvido tras el impulso que le dio
Reagan a la Guerra de las Galaxias con la que fanfarroneó haber ganado la
Guerra Fría.

b) Evolución ideológica de las doctrinas de defensa:


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A pesar de la continuidad general de la que hemos hablado antes, durante la


década de los años 90 del siglo XX ha habido una cierta evolución de algunas ideas del
militarismo:

• Cambio de paradigma. Se ha buscado cambiar el paradigma de “defensa”


por otro más moderno: el de “seguridad”. Además, complementándolo, se
abandona el término “enemigo” y se sustituye por el de “riesgo”. Con este
conjunto de cambios ideológicos se promueve una importante indefinición
del papel específico del militarismo porque a los términos “seguridad” y
“riesgo” se les dota de un significado amplísimo y abierto que provoca que
los ejércitos pretendan ser “buenos” para la lucha contra el narcotráfico,
contra los desastres naturales, contra el terrorismo, contra los flujos
migratorios, estados de crisis nacionales, catástrofes humanitarias, etc.
• Actualización del concepto de Guerra de Baja Intensidad. A primera
vista lo anterior parece una novedad absoluta, pero un examen más riguroso
nos hace aparecer estos conceptos como una continuación de otro anterior
que se denominó Guerra de Baja Intensidad (G.B.I.). Éste consistía en la
utilización de otros medios distintos a los militares (económicos, culturales,
diplomáticos, legales, religiosos, ...) para intervenir, de manera solapada, en
un conflicto. Todos ellos se usaban para ocultar relativamente y
complementar la intervención militar, mucho más alarmante desde todos
los puntos de vista. No hay que olvidar que la dirección de la G.B.I. era
militar y respondía a fines militaristas. La G.B.I. se usó en muchos
conflictos como en Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Colombia, etc. En
la actualidad la G.B.I. se ha prolongado en lo que llaman “nuevas guerras”
con la utilización del aparato diplomático para aislar al país que va a recibir
la agresión, el aparato económico para estrangular la posible resistencia y
para promover subversiones internas, el aparato mediático y de propaganda
para distorsionar la visión del conflicto y los intereses en juego,
promoviendo una alternativa de gobierno “títere” a los intereses del agresor.
• Expansión del militarismo a campos sociales. Las nuevas justificaciones
del militarismo y las nuevas funciones de los ejércitos suponen una
expansión de éstos a campos y actividades tradicionalmente civiles, con el
consiguiente arrinconamiento y militarización de la sociedad civil y el
tratamiento desde la óptica militarista de diversas problemáticas (por
ejemplo, militarización de la ayuda humanitaria, militarización en desastres
naturales, militarización de la ayuda al desarrollo con los fondos FAD y
otras menudencias, subordinación de la intervención de las ONG´s a las
órdenes militares, etc)
• Expresión de la lucha militarista Este–Oeste en otras zonas:
preferentemente en los países del llamado Tercer Mundo, que han sido
utilizados como campo experimental de nuevos armamentos, escenario
geopolítico para dirimir tensiones, o como receptores a los que se puede
vender el excedente de la producción armamentista del Primer Mundo para
conseguir que la industria armamentística produzca beneficios en los países
ricos aunque sea exportando guerras a los países pobres.
• Utilización del militarismo para desviar la atención de las propias crisis
internas: es habitual el comentario de que cuando baja la popularidad de
un presidente estadounidense suele recurrir al uso de la fuerza en algún país
extranjero para desviar la atención. Diversos analistas señalan la
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coincidencia del actual conflicto con el inicio de una grave recesión


económica en EE.UU, insinuando como un motivo complementario para la
intervención estadounidense el ocultamiento de la crisis económica.
• Militarización social. De hecho, el militarismo se expande ocupando tales
campos de trabajo a la vez que se reorganiza para reforzar los mecanismos
de control social mediante instrumentos que ahora ya no son militares
(aparato represivo del estado, leyes que disciplinan el mercado laboral y lo
precarizan, seguridad privada, leyes de extranjería, inspiración militarista
del sistema educativo, etc.).
• Desorden mundial. Se nos explica que hemos pasado de un mondo
“ordenado” a otro desintegrado y fragmentado. Pero esto no es verdad:
desorden había antes y lo hay ahora. De todas maneras, el desorden mundial
no puede ser una justificación del militarismo, sino, en todo caso, un acicate
para intentar deshacerse del mismo. Además hemos pasado de un “orden”
basado en el terror de la guerra fría a un “desorden” basado en el terror de
las nuevas guerras. ¿Cuál es el cambio, cuál el avance?
• Nuevos actores en las guerras: asistimos en los últimos años a la
proliferación de conflictos en los que se han multiplicado los actores:
estados, grupos intraestatales (paramilitares, terroristas, cárteles, etc.),
grupos no estatales internacionales (mafias, intereses de las multinacionales,
etc.) fuerzas internacionales de “pacificación” bajo bandera O.N.U.,
coaliciones militares de estados. Incluso, comienza a ser comentable la
intervención de las O.N.G.s, si bien casi siempre con un papel más relevante
tras los combates. Todo esto ha provocado un cambio en la comprensión de
las guerras y en los métodos de posible pacificación (hay que contar con
muchos actores distintos con intereses diversos y con la necesidad de
integrar distintos ámbitos de trabajo: civiles, derecho internacional para
estados, nuevas leyes antiterroristas, ...).
• Guerra global: en definitiva todo lo anterior nos induce a pensar que todo el
desarrollo del militarismo nos hace asistir a una situación de guerra global
en la que, junto a los medios tradiconales militares, se incluye la guerra por
otros medios no militares: económicos, diplomáticos, culturales, sociales,
religiosos, tecnológicos, ...

CONCLUSIÓN:

No hay alternativa de defensa. Como consecuencia y colofón de todo lo anterior


el militarismo divulga a los cuatro vientos que no hay más alternativa que la
intervención violenta para resolver los conflictos humanos. Sin embargo no se ha
resuelto el problema iraki tras la invasión americana, ni el problema israelo-palestino
tras las múltiples intervenciones occidentales, ni el problema somalí, ni el de Ruanda y
Burundi, ni las causas que generaron los conflictos en los Balcanes. ¿Por qué entonces
se empeñan en hacernos comulgar con ruedas de molino?

Por qué esta es una “nueva-vieja” guerra. Desde el militarismo y desde los
medios de comunicación de masas se nos presenta ésta como una nueva guerra, de
características especiales, nunca vista, imposible de predecir, imposible de analizar a
priori. Esto nos provoca un estado anímico de expectación, es decir, de esperar a ver
qué pasa para luego posicionarnos.
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En nuestra opinión, esto es lo que buscan: convencernos de que no podemos


actuar porque no sabemos qué es lo que se nos viene encima.

Sin embargo, esta nueva guerra (que en parte lo es) puede ser explicada ya en
buena medida, puede ser predicha en muchas de sus consecuencias directas,
estructurales y culturales. Muchas cosas son antiguas: la violencia, el imperialismo, el
sexismo, etc. Ante ellas, el antimilitarismo, pacifismo y noviolencia tiene ya múltiples
análisis y respuestas que puede aportar a la sociedad, actualizándolos y
contextualizándolos en el presente: muchas de las cosas que en el p asado se han hecho
en contra de las guerras (posicionamientos públicos, análisis, denuncias, objeción fiscal,
apoyo a desertores, etc) siguen teniendo hoy valor y posibilidades para luchar contra la
preparación de la guerra y sus causas.

c) Conflicto de civilizaciones / conflicto de mentalidades.

Algunos autores y/o políticos y/o comentaristas y/o cenutrios, abogan porque la
actual es una guerra entre civilizaciones: la islámica y la occidental. Otros advierten del
peligro de divulgar esta idea porque podríamos generar que realmente se convirtiera en
una guerra de civilizaciones, con un enfrentamiento continuado entre el mundo islámico
y el cristiano.

Por el lado práctico, George V2 necesita aliados de la región árabe para ganar la
guerra contra Afganistán y el llamado terrorismo internacional. La manipulación de la
idea de “conflicto de civilizaciones” requiere aquí que W diga que no existe tal
conflicto, pues de lo contrario los países potencialmente aliados en la zona podrían dejar
de prestar su apoyo.

En nuestra opinión, siguiendo a Galeano (Edu), “esto rasca, rasca mucho, rasca
bien, pero rasca donde no pica”. Lejos de darse un conflicto entre pueblos enfrentados
por civilizaciones, lo que actualmente estamos viviendo es un conflicto entre élites
gobernantes y militaristas que forman parte de una única mentalidad. Con ello
queremos decir que realmente existe un conflicto pero no de civilizaciones, sino de
mentalidades: en un bando están los que apuestan por el uso de la violencia y del
militarismo como forma de imposición política, económica, etc. (aquí encontramos a
uve doble con Bin, Aznar con Sadam Husein, Sharón con Arafat y, en definitiva a Caín
contra Abel y a Goliat contra David, a Gargamel contra los Pitufos, etc.). En el otro
bando estarían los que sufren las violencias y son conscientes de que no obtienen
ningún beneficio de ellas. En este enfrentamiento de las élites militaristas y violentas
gobernantes la sociedad es tomada como rehén de su violencia, como carne de cañón,
como moneda de cambio, como escudo y como excusa para promover su violencia.

Una de las labores del pacifismo, en ésta como en otras guerras, es aflorar esta
idea como una de las que realmente originan y refuerzan los conflictos actuales. Una de
nuestras principales labores sería, más concretamente, buscar los métodos pedagógicos
que permitan a la sociedad ser consciente de ésta dinámica oculta pero operativa.

1.d.- De este análisis derivaría quiénes son los culpables de esta guerra:
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Un primer enfoque a la hora de buscar responsabilidades en este conflicto sería


ceñirnos a los responsables directos de los hechos. En este apartado serían responsables
directos de la violencia y de la guerra George, la O.T.A.N. y sus ejércitos, los grupos
guerrilleros y las élites que les sustentan.

Por otro lado, también hay responsables de la violencia estructural: los


complejos militares-industriales; el comercio de armas; la economía mundial injusta,
insolidaria, generadora de dependencia; el “orden internacional” injusto de las
relaciones internacionales; el desvío de recursos para la investigación militarista; el
desvío de recursos para promover el orden militarista interno en los Estados;

Por último, entre los responsables culturales de la guerra actual estarían: los
medios de comunicación de masas con su visión sesgada, filomilitarista, filooccidental;
las ideologías políticas y religiosas imperantes en todas partes del mundo con
características comunes violentas y militaristas; los sistemas de educación que
promueven la competición, el sexismo, la resolución violenta de los conflictos, etc; las
leyes nacionales e internacionales que orden los valores vigentes antes comentados;

En definitiva, nuestro “estilo de vida occidental” no es neutro sino que tiene


consecuencias muy claras como propiciador y mantenedor de las condiciones que
instigan la guerra. Según este análisis la guerra es una prolongación de nuestro estilo de
vida por otros medios.

¿Y nosotros, los/as españoles/as de calle, somos responsables?

En parte. Tenemos responsabilidades en la violencia estructural y cultural


porque somos parte del mundo occidental prepotente, violento y militarizado. Nuestro
comportamiento social, político, cultural, etc., es responsable del de nuestro gobierno y
éste es copartícipe de las políticas militaristas internacionales. Además, tenemos que
ser conscientes que estas actuaciones no son neutras y de ellas se extraen beneficios,
parte de los cuales nos tocan a la sociedad española. Por ejemplo, hemos de hacernos
conscientes de que en parte somos responsables directos de nuestra política militarista
internacional porque la financiamos con nuestros impuestos directos e indirectos.

Nos suele servir de excusa el pensar que somos incapaces de influir en las
políticas internacionales o, incluso, en las nacionales. Sobre todo en cuestiones de
defensa. Sin embargo, en el apartado 4.- intentaremos demostrar que esta idea es
bastante desacertada y que existen múltiples actuaciones que se pueden realizar para
mostrar nuestra opinión contra la guerra, bloquear políticas militaristas y construir un
mundo más pacífico.

Además, el hecho de que tengamos responsabilidades estructurales y culturales


nos obliga a ser coherente y a asumir nuestras responsabilidades. La primera labor del
pacifismo debe ser conseguir, mediante una labor pedagógica a largo plazo, que la gente
sea consciente de la realidad y que tenga las herramientas de actuación política
necesarias para oponerse a su colaboración con el militarismo.
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2.- Cuáles son las implicaciones de esta guerra para el Estado


Español.

Por lo escrito hasta ahora parece evidente que el actual conflicto bélico está
inserto en un marco de cambios abiertos e indeterminados en las políticas de defensa a
nivel mundial. Por ello es fácil razonar que también va a afectar a la política del Estado
Español en las siguientes líneas:

Política internacional:

a) El Estado Español se encuentra inserto en la política de cambios


mundiales en materias de defensa y de exteriores y asume como propios
los cambios que se van produciendo en ellas.

Por ello, se pueden prever los cambios que habrá en la militarización social,
política y económica del Estado Español analizando los que previamente se han
producido en los países que marcan las líneas de evolución (EEUU y Gran
Bretaña, sobre todo)
.
b) El Estado Español (tanto con las políticas del P.S.O.E. como con las del P.P.)
ha configurado una política de exteriores muy basada en a la política de
defensa y subordinada a ésta.

Nuestra política de exteriores está basada principalmente en el brazo militar y


por ello tiene un enfoque militarista e intervensionista que crea conflictos
internacionales (con la venta de armas, etc.) y, luego, interviene militarmente
para solucionar el conflicto, aunque en realidad lo que ocurre es que se buscan
nuevos beneficios económicos a través de la cooperación internacional con la
reconstrucción de los países asolados por la guerra. Por tanto, estamos
fomentando en otros países que nos acaben considerando como sus enemigos.
Esto no interesa a la sociedad y, sin embargo, sí sirve al militarismo para
autojustificar su existencia, con lo cual se cierra el círculo vicioso militarista.

c) La política de defensa del Estado Español no es independiente y asume


acríticamente lo que se decide en el exterior, concretamente las políticas que
diseña Estados Unidos.

Esto nos hace un apéndice de decisiones no soberanas y nos puede involucrar en


todo tipo de crisis y de estrategias hegemónicas de los Estados Unidos. Tal
política no sirve a los intereses sociales, sino a los intereses de los grandes
complejos financiero-económico-ideológicos y a las élites

d) El Estado Español ha asumido un excesivo protagonismo en la


proyección internacional de nuestras Fuerzas Armadas con el objetivo de
mejorar nuestra capacidad operativa y homologarnos con los ejércitos más
tecnologizados y desarrollados.
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Las implicaciones de esta política se han ocultado a la sociedad y es probable


que próximamente nos pasen factura: inversiones militares en detrimento de las
necesidades sociales, reforzamiento de los ejércitos, ampliación de su “misión” a
problemas de todo tipo (medioambientales, comerciales, diplomáticas, de
intervención en catástrofes, de control de flujos migratorios, de comunicación
social, etc).

e) En el contexto actual, la exportación de material militar y de conflictos nos


puede convertir en un agresivo vendedor y mercado de este tipo de
instrumentos y en un país desestabilizador de regiones del mundo. Estamos
fomentando en la política internacional ser considerados como enemigos
de muchos países.

f) Es posible y muy probable que una derivación del actual conflicto sea un
aumento de las tensiones con el Magreb y con todo el mundo árabe, lo cual
puede ocasionar que España se convierta en frontera a defender y se
agudicen las tensiones en Ceuta y Melilla. También es muy posible que esto
recrudezca la conflictividad social con la comunidad musulmana en el
Estado Español y que grupos violentos contra esta comunidad pretendan
encontrar supuestas justificaciones para sus actos violentos.

g) El Estado Español tampoco está atendiendo a una de las mayores


consecuencias de las actuales guerras: los refugiados. El gobierno de Aznar
está muy interesado en participar en las supuestas acciones de
“pacificación” y en el control de los terroristas internacionales para
librarnos de este tipo de violencia, sin embargo este supuesto uso pacífico
de nuestras fuerzas armadas y de nuestra política internacional y el gasto
que conlleva estaría mejor utilizado en atender las necesidades de los
millones de refugiados y desplazados por las guerras.

Política de defensa:

g) Es posible que se redefinan (refuercen) los riesgos a los que está


expuesta España en la Directiva de Defensa Nacional. También es
posible que se recupere el término de enemigo, identificándolo con los países
del Magreb. Ello nos convierte, objetivamente, en un tremendo exportador
de conflictos internacionales. Sin embargo, de cara a la sociedad española,
las élites gobernantes y los militares siempre nos venden la idea de que los
agredidos somos nosotros. Es importante desvelar este doble juego y asumir
el papel de España como promotor de conflictos internacionales para, desde
el trabajo social, impulsar cambios políticos en las cuestiones de defensa e
internacionales.

h) Las próximas Directivas de Defensa Nacional van a intentar incluir el riesgo


del terrorismo internacional como uno de los problemas que afectan a
España.

Esto nos puede llevar a un debate sobre el papel del Ejército en la lucha contra el
terrorismo interno, con la consiguiente asunción de competencias policiales de
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los militares, lo que redundaría en una progresiva militarización del conflicto


entorno al nacionalismo, aspecto éste que agravaría las posibles salidas
negociadas y pacíficas.

Según noticias de El País de 24-10-01 “el ejército sólo intervendrá en la lucha


contra el terrorismo en apoyo de la policía, como declaró el secretario general
de Política de Defensa, Javier Jiménez Ugarte”.

El Secretario de Política de Defensa también vaticinó que las fuerzas armadas


asumirán nuevas tareas de cara al exterior y también que probablemente algún
día puedan tener alguna tarea de cara al interior, pero siempre en un papel
secundario.

Por otro lado se ha adelantado la elaboración de la Revisión Estratégica de la


Defensa, que debe fijar los riesgos y amenazas para la seguridad de España, las
misiones de las Fuerzas Armadas y los medios materiales y humano necesarios
para cumplirlas en un horizonte de 15 años. Inicialmente la revisión debía
concluirse antes del final del año 2002, pero por indicación expresa de Aznar se
ha adelantado al primer semestre de dicho año.

En esta revisión se pondrá de nuevo en primer plano la tradicional función


militar de defensa del propio territorio.

Además la Revisión Estratégica culminará con una nueva ley de Criterios


Básicos de la Defensa Nacional, que deberá regular, más allá de la dispersa y
escasa legislación actual, las condicoines de participación de las fuerzas
armadas.

i) Los líderes políticos y militares van a usar esta guerra como excusa para
potenciar el gasto militar, la investigación militar y la militarización
social.

j) Se va a fomentar muchísimo más la “cultura de defensa” como forma de


conseguir el apoyo social necesario para militarizar la sociedad, con la
tremenda factura en los valores de la sociedad. Es de destacar que los
valores que son pilares ideológicos del militarismo (patriotismo, machismo,
obediencia ciega, jerarquía, violencia,...) tienen amplias repercusiones en la
vida cotidiana de las sociedades y su potenciación impone un retroceso en las
libertades y conquistas sociales. Esto significa que no va a ser necesario estar
sometidos a la ley de los talibanes afganos, sino que muchos de los valores
que en ellos condenamos los vamos a sufrir en nuestras carnes en tanto en
cuanto permitamos que los ideales del militarismo se expansionen por la
sociedad.

Política nacional:

k) Todo lo anterior indica que se va a producir una mayor represión social


como manera de intentar controlar la inmigración en España y para
controlar las disidencias sociales, económicas, culturales, etc. internas.
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Existe una amplia panoplia legislativa encaminada a recortar las conquistas


civiles y sociales: propuestas de legislación restrictiva de derechos y libertades civiles
realizadas a partir de los atentados del 11 de Septiembre (modificación de la ley de
seguridad ciudadana, reordenación de la legislación antiterrorista, reordenación de la
extradición, etc.), ley de videovigilancia, sistemas de intervención de las
comunicaciones, coordinación internacional de ficheros policiales, cuerpos policiales
específicos y privados, expansión de la militarización social (legislación de menores,
cárceles, etc.), ...

Todo ello persigue un objetivo muy claro: criminalizar a cualquier pensamiento


crítico y a los movimientos sociales.

l) Se va a producir una mayor militarización de la economía. Como ya


hemos indicado más arriba, el centro económico necesita para mantener su
alto nivel de vida explotar a la periferia. Para ello es necesaria la
colaboración, insustituible, del comercio de armas que provoca
endeudamiento con el centro económico y empobrecimiento y dependencia
de la periferia.

m) Se va a producir un progresivo aumento en la militarización de la cultura


a través de los medios de comunicación de masas, política educativa, etc.

Los objetivos de esta militarización cultural son colaborar junto con otros valores y con
otras metodologías para producir el soporte cultural hegemónico y único para que el
american way of life triunfe a escala planetaria. Este modelo cultural no es neutro sino
que fomenta valores como el individualismo, la competitividad, el acriticismo, la
insolidaridad, la prepotencia, el etnocentrismo, la confianza desmedida en la tecnología
como método de progeso, y un largo etcétera. Las implicaciones políticas de este
pensamiento cultural hegemónico son muy graves porque deja fuera de él a una gran
parte de la Humanidad: Asia, África, etc. con culturas muy diferentes, y a los demás
nos deja con un horizonte pésimo.

Debe destacarse el papel que en el nacimiento y evolución de los conflictos tiene el


factor religioso y cómo, tradicionalmente, se ha utilizado el uso de lo religioso y los
dogmas de las religiones como instrumento de confrontación y de disputa bélica.

n) También es poco arriesgado predecir una progresiva militarización del


conflicto vasco.

Un aspecto que queremos desarrollar más profundamente es el de la posible


militarización de la lucha contra el terrorismo etarra. En este sentido se ha
manifestado tanto el Jefe de la cúpula militar, Antonio Moreno Barberá, como el
Secretario General de Política de Defensa, Javier Jiménez-Ugarte. No ha trascendido
más a los medios de comunicación y, una vez más, una decisión tan importante se
escapa al control parlamentario, al no estarse informando de la revisión estratégica que
se está estudiando para los próximos quince años.

¿Qué puede significar la militarización de la lucha contra el terrorismo etarra? La


respuesta es compleja, pero la primera imagen que se nos viene a la cabeza es la de una
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vuelta al pasado franquista, en el que se supeditaban las libertades a los intereses de la


política militarista del momento.

Aunque los responsables de la política de defensa nos avisan de que el ejército


será el complemento de la policía de la lucha contra el terrorismo etarra, es previsible
que ocurra, precisamente, lo contrario: la policía quedará supeditada y servirá como
complemento del ejército y de la dirección militar de la lucha antiterrorista. ¿Nos puede
extrañar esto, si tenemos en cuenta que la política de exteriores también está supeditada,
en gran parte, a lo militar; o que la política de investigación civil también lo está?

Dotar a las fuerzas armadas de competencias de orden público implica


remilitarizar la policía y el orden público. Esta remilitarización supondría que la
toma de decisiones acerca de la lucha contra el terrorismo (seguramente también en las
decisiones políticas sobre el conflicto vasco) se volvería más opaca y alejada de
cualquier control político, como efectivamente ocurre con cualquier otro tema militar.

Además se pondrían demasiadas cortapisas al control judicial y garantista de


las actividades que se hiciesen para luchar contra el terrorismo etarra, lo que puede
derivar en un recorte de las libertades generales.

Las consecuencias profundas de este tipo de políticas, en lo que concierne a la


posible solución del conflicto vasco serían seguramente muy graves, porque
potenciarían aspectos muy negativos para la resolución del conflicto:

• Acentuación de los prejuicios sobre el “otro”, entendido como


enemigo, imposibilitando cualquier propuesta de diálogo y/o
negociación.
• Polarización de los extremismos de cada parte.
• Se promovería, posiblemente, la espiral de violencia y las políticas de
acción reacción.
• En definitiva, se agravarían los aspectos negativos del conflicto (uso
de la violencia, incomunicación, tendencia a la imposición de las
propias ideas, etc) y se taparían, aún más, los aspectos positivos que
pueden potenciar una salida positiva (diálogo, negociación, uso de vías
políticas y sociales, tolerancia, etc.).

Por otro lado, para tomar una decisión política que implique un cambio, es
necesario argumentarla con datos y hechos que demuestren su acierto. En cambio, ¿qué
es lo que ha cambiado objetivamente en la situación del llamado conflicto vasco
desde septiembre hasta la actualidad para justificar que ahora cambien lo actores
de la política represiva del estado?

En conclusión, el uso de la violencia y/o de la vía militar no permite una solución


de un conflicto, ya sea internacional o “interno”, sino que, a la larga, lo agudiza y
agrava. Aquí nos referimos al uso de la violencia tanto por actores terroristas como a la
violencia ejercida por el Estado. Ambas tienen orígenes y características distintas pero
ocasionan algunas consecuencias idénticas: la imposibilidad de dialogar y solventar lso
conflictos de manera política y eficaz.
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3.- consecuencias internacionales de la guerra;

3.1. El papel de los estados-nación:

Los actores internacionales reconocidos a nivel político, sobre todo en los


conflictos armados, son los estados nación, que son, a su vez, los que cuentan con
representantes oficiales y diplomáticos ante los demás estados y en los organismos
internacionales.

Su papel en los nuevos conflictos parece limitado por diversas razones: la


fragmentación y minimización de muchos de ellos, la aparición de nuevos poderes no
estrictamente estatales (empresas multinacionales, mafias, grupos bancarios y grupos
paramilitares, etc), la dependencia de los estados respecto a potencias más poderosas
que determinan sus políticas, los intereses de las élites que no responden generalmente a
intereses de los pueblos o de las poblaciones enfrentadas, así como por los intereses de
índole diplomático.

El hecho es que los diversos Estados, movidos por objetivos diversos, han
venido dando el lamentable espectáculo de actuar como meras comparsas de los
intereses de USA y de occidente.

Aquellos países que, por diversas razones, no se alinean con la suficiente


claridad con dichos intereses se encuentran sometidos al riesgo de ser exlcuídos o
perjudicados por los primeros (léase Cuba, Libia, Irak, Colombia, Palestina, Pakistán,
Urungulia, etc).

Ello implica una limitación de que surjan nuevas ideas o contrapesos que
moderen o imposibiliten las inercias belicistas del momento.

3.2.- Papel de los organismos internacionales:

Por su parte, los organismos internacionales creados para la regulación de las


controversias internacionales y la aplicación del derecho internacional han mostrado
también su ineficacia y su dependencia de los intereses de las potencias dominantes,
principalmente los EEUU.

Es de destacar cómo las instituciones internacionales más solventes en el


momento actual no son las que se encargan, aunque sea teóricamente, de la promoción
de los derechos humanos, sino las alianzas militares de fuerte orientación
intervencionista, principalmente OTAN y UEO.

La consecuencia de todo ello ha sido la progresiva implantación de un orden


unipolar, basado en los intereses de USA y de sus aliados, y la paulatina pérdida de
protagonismo internacional de las potencias regionales y de las instituciones
internacionales, creando así un orden incierto y cambiante, sometido a los vaivenes
políticos de la gran potencia.

3.3. Subordinación de las políticas exteriores de los distintos países a sus


intereses de política de defensa y seguridad.
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Las políticas exteriores de los países constituídos vienen regidas, en general,


bajo directrices de política de defensa y bajo intereses de dominación, ya sea comercial,
política o de otro tipo, relegándose a un segundo plano todas las políticas de solidaridad
y cooperación, que adquieren, a su vez, una orientación tremendamente complementaria
de los intereses llamados nacionales y encubridores de la lógica de dominación y poder.

3.4.- Esta monopolización de las políticas internacionales por parte de los


estados-nación y de la gran potencia y de sus fuerzas militares como última ratio,
impide o minimiza, cuando no manipula, la posibilidad de propuestas de actores
diferentes, como son los grupos sociales, las organizaciones de solidaridad y ONG´s, la
llamada sociedad civil, los grupos de presión, movimientos sociales y agentes locales
que, desde perspectivas diferentes, tienen ópticas más positivas que aportar al conflicto.

3.5.- Se focalizan todos los discursos y todos los recursos humanos y


económicos de los distintos organismos internacionales y nacionales como ONU, UE,
etc. para la utilización de medidas de fuerza militar.

3.6.- Se obvian y olvidan y deslegitiman políticas de cooperación al desarrollo,


de confianza mutua, de seguridad humana, etc. priorizando discursos y políticas
militaristas de cooperación y seguridad.

3.7.- Se manipulan conceptos y prácticas humanitarias para la justificación del


uso de la fuerza armada e incluso se manipula y no se cumple el derecho internacional
humanitario promovido por los grandes poderes (ni lo que ellos crearon se cumple).

3.8.- Esta guerra aglutina y monopoliza las agendas de los supuestos actores
oficiales internacionales, los estados gobiernos, olvidando y apartando los demás
problemas que existen y que también necesitan de una respuesta de carácter urgente a
nivel internacional, como son las relegadas situaciones de pobreza, hambre,
contaminación del medio ambiente, etc.

es de destacar que todas estas políticas, para su resolución, precisan de un


tratamiento cooperativo antagónico al del militarismo.

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