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EL ENFOQUE D E EXCLUS ION SOCIA L CO MO PROPUES TA

CONCEPTUAL PARA EL ANALISIS D E LA POBREZA:


UNA VIS ION D ESD E LA CO MPLEJIDAD

Mónica Bonnefoy L.1

Como y a se ha argumentado en div ersos p lanteamientos críticos, la pobreza constituy e


un fenómeno que ha sido afectado por transformaciones estructurales e histórico
culturales. En el p rimer sentido, la fuerza con que se ha configurado el escenario
globalizador ha ido aparejado p or la hegemonización d e un único modelo de producción
de corte cap italista que se ha caracterizado por dos fenómenos centrales de alto imp acto
en los p aíses subdesarrollados: la p recar ización del mercado laboral y los cambios
acaecidos en el rol social del Estado que p asa a ju gar un pap el secundario (m enos
regulador) en la conducción del desarro llo, imp oniéndose – desde los or ganismos
internacionales – la actuación protagónica de los actores económicos, esp ecialmente,
aquéllos ligados con los flujos de los grandes cap itales. El segundo aspecto, hace
referencia al proceso de transformación ideoló gica que ha imp actado a la pobreza que la
connota hoy como una condición desemp oderada, car ente de p royecto histórico y , por
ende, como categoría p eyorativa (en el decir de J. Franco). Pues bien, tal como señala
el autor, este proceso de transformación ideoló gica ha imp licado que la p obreza hoy sea
signif icad a co mo una condición desprovista de sentido, de p royecto histórico que, en su
momento, la tradujeron en una condición social p rivilegiada p ara el emp rendim iento de
p rocesos de transformación social, p ortadora de una suerte de ética v alórica con efectos
p olíticos que la hizo em er ger – a nivel de las construcciones de mundo y de p rocesos
históricos esp ecíficos – como una alternativa v álid a y deseab le. Este verdadero embate
contra esta construcción, ha implicado que hoy día la pobreza sea vista como una
categoría qu e remite despoder y miseria. La gravedad de ello, en el decir de Franco, es
la imp osibilidad de levantar modos de vida que sean alternativos al patrón de consumo
de las clases medias de las socied ades industrializadas y que aparece como estilo de
vida hegemónico en el mundo globalizado. El princip al cambio, entonces, ha sido
transformar a la p obreza en un concep to p eyorativo, que denota una suerte de d esp recio
p or aquéllos que no forman parte del p atrón común – considerado como válido para el
sistema social-, desp rovista de una condición dignif icante para el ser humano.

Frente a este escenario, se hace imp ortante, particularmente p ara nuestro p aís,
intensificar la búsqueda por enfoques que p uedan estar a la altura de la comp lejidad del
fenómeno. Sabido es y a que la noción de p obreza resulta hoy insuficiente p ara dar
cuenta de tales comp lejidades, en la medida qu e deja fuera d el análisis dimensiones que
hoy son absolutamente fundantes del problema, sin señalar las consecuen cias que de
ella se desp renden en el marco de las p olíticas sociales (mediciones, estrategias de
intervención, alcances estructurales, entre otros).

El p resente trabajo busca señalar la contribución que el enfoque d e exclusión p uede


representar p ara dar cuenta de esta comp lejidad, intentando situar la r eflexión en el
estado actual de la sociedad chilena y ap rovechando los ap ortes que en esa dirección
entrega el Informe sobre Desarrollo Humano 2002, recientemente p ublicado p or el

1
Asistente Social , Universidad ARCIS, Coordinadora de la Corporación Programa Caleta Sur y alumna
del Magíster en Políticas Sociales y Gestión Local, Universidad ARCIS.

31
P.N.U.D.; desde este lugar será imp ortante, también, chequear la pertinencia de las
estrategias de intervención que desde las p olíticas sociales hoy se p romueven para
abordar la problemática de la p obreza en nuestro p aís.

EL ENFOQ UE DE EXCLUS ION: DEFINICIO NES CONCEPTUALES

Surgido en los años ’60 en países de Europa, el concep to de exclusión origin alm ente
hacía notar la p resencia de una franja significativa de desocup ados y de p ersonas no
incorp oradas a los sistemas de seguridad social dando cuenta, p aulatinamente, de
fenómenos de desintegración que amenazan la coh esión social. En térm inos
conceptuales, la exclusión ha sido concebida como “un proceso gradual de
quebrantamiento de los vínculos sociales y simbólicos – con significación económica,
institucional e individual – que normalmente unen al individuo con la sociedad. La
exclusión acarrea a la persona el riesgo de quedar privada del intercambio material y
2
simbólico con la sociedad en su con junto”(Silver, 1994, p ág. 610) .

En la exclusión, entonces, se reconocen tres dimensiones:

a) La económica: in cap acidad de acceder a los medios p ara participar en los


intercambios productivos.
b) La p olítica: desigualdad o caren cia de derechos civiles, p olíticos y sociales.
c) La socio cultural: d ificultades o impedimentos de acceso a la dinámica gener al de la
sociedad.

Este enfoque permite efectivamente desarrollar una comp rensión societal del fenómeno
de la pobreza y no centrado exclusiv amente en la insatisfacción de necesidades; más
bien, el énfasis está puesto en los p rocesos de rep roducción de la socied ad, en sus
diferentes dinámicas. Desde esta mirada, el foco de análisis se sitúa entonces en las
dinámicas que p osibilitan la cohesión social y el señalamiento de fran jas de la p oblación
que se sitúan dentro o fuera de esos procesos integradores.

En interesante, además, relev ar un asp ecto central en este enfoque: exp licar la
exclusión por el debilitamiento de los lazos que unen a los ind ividuos con la sociedad de
la que forman p arte que hacen que esos sujetos (o grup os sociales) dejen de p articipar
en la rep roducción social, especialmente, en los beneficios que el modelo de desarrollo
genera (en otras p alabras, el desarrollo sería una realidad accesible a los grupos
socialmente integrados).

Comp arativamente con la p obreza, la exclusión social permitiría:

a) Una comp rensión dinámica del fenómeno (y no estática)


b) Una comprensión relacional (se exp lica en función d e las relaciones con otros
grup os sociales).
c) Inscribe las dinámicas causales en p rocesos de carácter societal.
d) Deja de concebir el fenó meno co mo problemática económ ica.
e) Es p osible inscribir el análisis, en dim ensiones ligadas a la ciudadanía (por lo cual
alcanza expresiones políticas).
2
En “ Lecturas sobre la Exclusión Social”. Paula Barros, Danae de los Ríos, Florencia Torche, Oficin a
Internacional del T rabajo (O.I.T.). 1996.

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f) El enfoque de exclusión p uede comp renderse “en un aparato teórico que haga
3
comprensible y dé respuesta al porqué de los procesos de exclusión” . La p obreza,
en camb io, es meramente una no ción descr iptiva, un concepto técnico.

El contexto de Chile: un país disociado

Es claro y a que en Chile el modelo de desarrollo ha generado oportunidades disímiles


p ara que los sujetos se ap rop ien en igualdad de condiciones de los benef icios de la
modernización; la inequidad en materia de salud, educación, acceso a la justicia, entre
otros asp ectos, constituy en exp resión de lo anterior; pero sin duda, la aún persistente
desigu aldad en la distribución del in greso, constituye el más gr ave y fundamental
p roblema en esta materia.

Del mismo modo, la retracción d e la acción social del Estado ha generado un proceso de
transfiguración de los derechos sociales: en el marco d el mod elo neoliber al de
desarrollo, éstos constituy en beneficios otorgados p or la p articipación en el mercado
(p revisión, salud, educación, vivienda, entre otros), y en la medida en que los sujetos
acced en a ellos, se evalúan rendimientos indiv iduales a nivel de la movilidad social.

No obstante la fundamental imp ortancia de las dimension es anteriormente señalad as (y


que constituy en hoy día aspectos centrales de la exclusión social), resulta de vital
importancia relevar la tercera dim ensión de análisis del enfoque de exclusión: las
dinámicas socioculturales. Más aún, cuando uno de los núcleos centrales en la gén esis
y rep roducción de este fenómeno es el d ebilitamiento de los lazos que unen a una
p ersona con la sociedad.

Un gran aporte en este sentido – y extraordinariamente actual -, lo constituye el recién


p ublicado Informe d e Desarrollo Hum ano 2002 p or p arte del P.N.U.D. Los esfuerzos
de investigación para este cuarto estudio estuvieron abocados a d ar cuenta y profundizar
en torno a la identidad cultural (el p roblema del nosotros), que constituy e un ámbito de
p reocup ación que viene siendo pesquisado desde los primeros estudios realizados por
P.N.U.D. en esta materia en el p aís. En efecto, resulta absolutamente expresivo el
actual mo mento de ambiv alen cia, incertidumbre y heterogeneidad que caracteriza la
representación social que tien en los chilenos y chilenas sobre el p aís y sobre las
transformaciones que éste ha ido experimentando, a tal p unto que no es p osible hablar
fehacientemente de un “nosotros, los chilenos”. En palabras del P.N.U.D. “La
ambivalencia es, en parte, el resultado normal de las transformaciones. Las
turbulencias han removido el fondo y aún no se logra ver clara la figura que emergerá.
Pero es mucho más que eso, y también, más problemático. Como se ha mostrado, el
imaginario colectivo del Nosotros está debilitado seriamente. Y los imaginarios
fragmentados y ambivalentes que resultan de las diversas experiencias del cambio son
4
difíciles de recomponer en una imagen común ” . Para dar cuenta de algunos resultados
que p ermiten comprender en parte la conclusión anterior, es p osible señalar :

a) Un 58% considera que no es posible o es difícil definir lo chileno.

3
Ibidem, pág. 70
4
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Informe de Des arrollo Humano: nosotros los
chilenos, un desafío cultural”. Santiago de Chile, mayo 2002. Pag. 286

33
b) Existe una diversidad d e sujetos que se ub ican de d istinta manera frente a la
afirmación p or lo chileno: el chileno or gu lloso (32%); el chileno inseguro (38%); el
chileno molesto (30%).
c) Sólo un 14% considera que los cambios observados en el país, tienen una dirección
clara.

Ahora bien, el p rop io estudio señala que la percep ción desigual sobre la situación actual
del p aís, se deber ía en p arte importante, en “la p érdida de confianza en lo chileno se
asocia de manera significativa a la experiencia de debilidad de las relaciones sociales y
de las instituciones que la sustentan, tales como la po lítica, las organizaciones sociales
5
o la familia” . Esto sin duda, exp resa que el balance que los sujetos realizan sobre el
estado actual de las cosas ha afectado directamente las formas en que construyen
sentido de p ertenencia o sentidos de inclusión resp ecto de la sociedad (más allá incluso
que desde el p unto de vista económico o p olítico se encuentren integrados). La
sensación de no formar p arte impide, de manera importante, señalar la existencia de una
identidad cu ltural concr eta. Las p rácticas de sociabilidad tienen gran incid encia en la
configuración de este fenómeno. El estudio señala que qu ienes se p erciben excluidos o
bien agr edidos en sus relaciones sociales, no consideran v erosímil o vigente el r elato de
“lo chileno”.

En el marco de estas evidencias – y otras ap ortadas por la investigación – cabría


interrogarse en qué sentido esta identidad desagr egada, disp ersa, fragmentada, p uede
p ermitir la construcción de un mundo común. Este aspecto resulta clave en términos de
la exp resión que adquier e hoy día el fenómeno d e la exclusión social, en dos sentidos:
p rimero, porque existe claram ente un p roceso de “fractura” cultural que torna más
evidente los p rocesos de exclusión y , en segundo lugar y en un sentido p roblematizador,
p orque cabría p reguntarse ¿de qué rep roducción cultural – de qué “nosotros” – están
excluidos hoy los sectores p obres? Si la construcciones simbólicas no lo gran conver ger
(o si lo hacen, es de una manera muy tangencial o residual) en un sustrato que haga
emer ger un tronco d e identidad común (en sus mú ltip les exp resiones y no sólo aqu éllas
ligadas a la construcción del Yo), el d ebilitamiento de los vínculos sujeto/sociedad se
torna más evidente, creando condiciones qu e hacen qu e, p or definición, la sociedad
chilen a tenga lazos débiles de interrelación. En este sentido, el juego simbólico que
logra el mercado, como esp acio donde ese “mundo común” se p uede tornar realidad y
donde los sujetos interactúan bajo la etiqueta de consumidores, adqu iere p articular
fuerza, generando espejismos falaces en los sectores que efectivamente se en cuentran en
condición d e exclusión (en su exp resión más estructural) y que esperan satisfacer la
necesidad de integr ación p or vía del consumo (integr ación v irtual). En este contexto,
emer ge con particular relevancia la necesidad de rev isar con distancia crítica los
llamados avances en materia de sup eración de pobreza, sobretodo, p orque estos avances
son definidos desde el clásico criterio de ingreso económico, no dando cuenta ni del
fenómeno de la desigualdad (cómo se ubica ese sector resp ecto de otros grup os sociales)
ni de las características de la llamada cultura de la p obreza; más aún, está muy lejos de
dar cuenta de la forma en que los propios sujetos se comp renden a si mismos como
grup os sociales con cap acidad de movilidad social. La subjetividad y los códigos socio
culturales sin duda permiten dotar de una fisonomía concreta a la pobreza y no solo
comp renderla unidimension alm ente.

5
Ibidem, pág. 73

34
Ahora bien, en un contexto de país donde la d esiguald ad social alcanza graves
6
expresiones y respecto del cual cabría instalar la figura de la sociedad estamental , la
integración social en cuentra un obstáculo estructural de difícil abordaje, en tanto las
señales p olíticas de la actual administración d e gobierno (enmarcadas en la denominada
“Agenda Pro Crecimiento”) y los altos niveles de dep endencia de la econom ía nacional
a los mercados y decisiones internacionales, dan cu enta de una clara decisión de no
incorp orar en la agenda de gobierno la p riorización por medidas que corrijan el
p roblema de la d esiguald ad.

Otro antecedente ilustrativo del contexto socio cultural, se puede obtener de los estudios
que la Fundación Ideas y la Universidad d e Chile realizaron en los años 1996 y 2000.
Ambos estudios tuvieron p or objeto incursionar en el ámbito de los valor es de la
convivencia ciudad ana, a partir del análisis de los f enómenos de intoler ancia y
discrimin ación social. En efecto, aún cuando el segundo estudio daría cuenta de un
avance en términos de una con cien cia cr ítica en el p aís, aún p ersiste un p reocup ante
índice de intolerancia y discrimin ación en la socied ad ch ilen a. El estudio propone la
construcción de escalas que miden el nivel de gr avedad para ambos fenómenos y un
índice que corr elaciona a ambos. La conclusión es que p ara el año 2000, el país
p resenta un índice de gravedad “peligroso” en lo que respecta a intolerancia y de
7
“riesgoso” p ara el caso de discriminación . La media de ambas, arroja un índice f inal
de “riesgoso”. El valor consignado de 37,9, desde la tabla d e carga valórica p rop uesta
p or el estudio, es interp retado como la existencia d e p atrones de autoritarismo en la
8
convivencia social del p aís .

El fenómeno de la d esigualdad, de la intolerancia y la inseguridad que gen eran en las


p ersonas las transformaciones sociales en el p aís, instalan serias y comp lejísimas
barreras p ara mejorar la convivencia social. A este respecto, cabe citar una descrip ción
que José Bengo a realiza y que ilustra muy bien el fenóm eno citado: “la construcción
del enemigo interno en la última década d el siglo qu e termina ha sido la mayor
conquista cultural de la sociedad conservadora. Se reemplazó el enemigo
interno/externo, el “fantasma del comunismo”, por un nu evo actor: delincu ente,
drogadicto, joven violento, pobre peligroso. La demanda por más policía, mayor
cantidad de cárceles, enrejamiento de viviendas, pareciera ser unánime. La sociedad
estamental se nu tre del temor, requiere del temor, necesita d e la existencia d e en emigos
internos. Se produce d e esa manera, una separación mayor entre las diversas capas
sociales, en que cada una teme a la otra. Por lo general, este tipo de realidad elabora
un discurso que conduce a una profecía autocumplida. Efectivamente hay mayor
violencia, delincu encia, las cárceles se aumentar y la espiral construida adquiere una
velocidad creciente. La clase alta chilena hoy se refugia en sus barrios, cada vez más
segregados, vigilados y exclusivos; acude a sus escuelas, colegios y un iversidades, se
atiende en sus hospitales y clínicas y cierra crecientemente todos los espacios de
convivencia con otros grupos sociales. Los espacios democráticos de la sociedad
chilena se ven cada vez más disminuidos” 9.

6
José Bengoa, Francisca Márqu ez, Susana Araven a. La desigualdad. Ediciones Sur, Colección
Estudios Sociales, segunda edición, noviembre de 2000, Santiago de Chile
7
Fundación Ideas, Depto.de Sociología U. De Chile. Segunda Encuesta Intoleran cia y Discriminación.
In forme y Análisis. Santiago de Chile, enero de 2002, pág. 128
8
Ibidem, pág. 127
9
J. Bengoa, Op. Cit., pág. 21.

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Por tanto, la complejidad que adquiere hoy el fenómeno de la reproducción cultural de
la sociedad chilena (y sus problemas de identidad, de sociabilidad y de imaginarios
simbólicos), torna al enfoque de Exclusión So cial como un “concepto sensibilizador”
que abre perspectivas analíticas de riqueza mayor que p ueden contribuir a la reflexión
sobre este fenómeno en nuestra socied ad.

Las políticas sociales: el desfase de la respuesta pública o una gota de agua en el


desierto

La def inición de un a A genda Pro Crecimiento constituy e una demarcación clar a de la


ruta que seguirán las p olíticas públicas (en distintos ámbitos) en el p róximo p eríodo.
La adop ción de un enfoque de exclusión social para analizar las complejidades del
fenómeno de la p obreza, instala importantes desafíos a la p lanificación pública en esta
materia.

Pues bien, al revisar no sólo aquellos programas sociales que recientemente emer gen
como respuesta al problema (como es el caso de Ch ile So lidar io) sino otros
instrumentos de actuación norm ativa del Estado como es el caso de las ley es (Ley de
Imputabilidad Penal para Adolescentes; discusión parlamentaria de modificaciones a la
actual Ley de Drogas), se observa la coexistencia de iniciativas que, si b ien exp resan la
p reocup ación del Ejecutivo por dar respuesta a la p roblemática, esta p reocup ación da
lugar a p rop uestas que expresan una suerte de regresión en las miradas que han
sostenido las p olíticas para el abordaje de la p obreza y los problemas sociales en
general.

Para el caso del Programa Chile Solidario (ap uesta gubernamental p ara sup erar la
p obreza) la “regresión” consiste en que la lógica del Pro grama se inscribe en un
p aradigm a de subsidiaried ad de la política social, que fue característico del régimen
militar y que hoy se rep roduce. Citando a Alejandro Díaz este “paradigma” establecía
un sistema de intercambio en donde “la relación ind ividual como única vía de acceder
a la matriz d e subsidios, estaba acentuando la especificidad filosófica del modelo, al
considerar la situación del individuo aislada de todo el contexto, donde ser necesitado
es ser incapaz de acceder a la sociedad de oportunidades del neoliberalismo. De este
modo, al individualizar el servicio, se escinde la individualidad d el sujeto, se niega que
es producto y expresión de sus relaciones y situa ciones sociales y se refuerza la
alienación de pensar su destino singular. En esta situación, la posibilidad de la
organización social, no encuen tra viabilidad, no solo por su estigmatización política,
sino que fundamentalmente, porque no había que estar unido para op tar a cualquier
10
subsidio” . Pareciera, entonces, que no existe una evaluación reflexiva ni un balance
p olítico riguroso en torno a las exp eriencias que la historia reciente puede mostrar
respecto de la eficacia pero sobretodo de la ló gica, que caracterizó a este tip o de
p olíticas. Ni mencionar siqu iera de la conf ianza que el Estado exp resa en las
capacidades de los sujetos para hacerse protagonista en el abordaje de sus
p roblemáticas; evid entemente, no se confía ni se está disp uesto a introducir medidas
correctivas que sign ifiquen una sup eración más real del p roblema (desde la perspectiva
de la distribución de la riqueza). Además de los asp ectos y a señalados, este Programa
expresa una suerte de radicalización de los cr iterios focalizadores que orientan la
10
Alejandro Díaz. “ La gestión en la encrucijada: la política de participación en las Municipalidades”. A rtículo
P roposiciones N º 28, Ediciones Sur P rofesionales. 1998.

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p olítica, al centrarse como unidad básica y exclusiva, la familia, no considerando en
ninguna de sus dimensiones (ni metodológicas ni en sus fines) la vinculación con redes
sociales; esta contradicción se hace más co mp leja, por cuanto el Pro grama espera como
uno de sus resultados, familias con prácticas de ap oy o mutuo. La necesidad de avanzar
en la sup eración d e fenóm enos de desintegración social aparece co mo uno de los
p rincipales desafíos en la p roblemática de la extrema p obreza, desafío d el qu e p arece no
hacerse cargo el conjunto del sistema Chile Solidario.

En el caso de los cuerp os normativos anteriormente citados, se refu erza aquella visión
ideoló gica de la que d a cuenta Bengo a, en la medida en que la imp utabilidad p enal
(rebajada a los 14 años) exp resa la intención de ejercer control social como estrategia
p ara abordar un problema que clar amente se asocia con condicion es sociales de vida
(exclusión social). Ni men ción cabe hacer acer ca de la mirada selectiva que esta ley
hace sobre la capacidad que atribuye a los adolescentes para distinguir o evaluar las
consecuencias de sus actos. Esta cap acidad op era solo p ara efectos de la conducta
delictiva, pero no op era para derechos ciudadanos de naturaleza cívica, social y cultural.
Tienen el deb er de resp onder ante actuaciones que a tentan contra la sociedad, pero no
están provistos de derechos para el sufragio, p ara acceder a la educación sexu al o para
p resenciar cinem atograf ía sin censura. La selectividad del criterio normativo, es
arbitrario y opera como eficaz herr amienta de control y seguridad ciudad ana. Lo mismo
respecto de los usuarios y usuarias de drogas que, en el marco d e la nueva ley , podrán
ser inculp ados p or el delito de encubridor de tráfico de drogas; una conducta calificada
como problema social es abord ada p or la vía p enal.

Lo más co mp lejo es que la única forma en que los sectores sociales integrados entran en
contacto con sectores socialmente excluidos, es p or vía d el control; la r elación p erversa
que se observa aqu í, torna funcional la existencia de este sector para el ejercicio de la
coersión social. Los grupos sociales en condición de exclusión emergen de su muerte
social sólo como amenaza y objeto de la normativid ad; allí se comienza y termina su
“integración ”.

Conclusión: los rendim ientos del enfoque y los desafíos emergentes

Sin duda, el enfoque de exclusión abre posibilidades de ref lexión qu e permiten construir
un diagnóstico más complejo resp ecto del fenómeno de la p obreza. Particularmente,
p odemos mencionar que como concep to y enfoque, adquier e un “rendimiento” mayor
que la categoría pobreza, p or cuanto recoge todas aquéllas dimension es que no son
contenidas en esta última noción (a lo sumo, la p obreza se le concib e como
p roblemática “p sicosocial”).

En lo que resp ecta a los escenarios socio culturales actuales, cabe señalar que el
contexto de la globalización tiende a d esp lazar y tornar menos asible el establecimiento
de la frontera entre lo que está dentro y lo que está fuer a: “¿dónde termina el pa ís y
11
dónde comienza el mundo?” , se p regunta el P.N.U.D. en el último informe de
Desarrollo Humano.

En el caso de nuestro p aís, las dinámicas de inclusión/exclusión no están dadas


únicamente p or el p roblema de la accesibilidad a oportunidades p ara el mejoramiento de
11
P.N.U.D., Op. Cit., pág. 87.

37
la calidad de vida (aunque en parte contiene esta dimensión), sino fundamentalmente
p or la calidad de esas op ortunidades. El estudio recientemente realizado por CIDE y el
Diario La Tercera que busca establecer un análisis comp arativo entre los distintos
establecimientos educacionales desde el punto de vista de la calidad de la oferta
educativa, da cuenta de las inmensas brechas que existen en materia de calidad de la
educación; las mediciones oficiales (Simce) también, aluden a este gr an p roblema.

Ejemp los como las serias dificultades que existen para la inserción de los jóvenes en el
mercado laboral, la falta de op ortunidades que aún afecta a las mujeres, o la in equidad
en materia d e acceso a la salud, ilustran situaciones como la descrita.

El fenómeno de la exclusión, en la med ida en que está sensiblemente p ermeado por las
dinámicas socio culturales, exige un a actuación m ás decidida d e los or ganismos
p úblicos que, p or vía de la vo luntad p olítica, puedan gener ar estrategias que p ermitan
corregir las desiguald ades sociales que def inen estructuralmente la exclusión social.

Junto con lo anterior, la p olítica social – en el contexto de cr isis de sociabilidad e


identidad social – d ebier a sostenerse en un fundamental componente p articipativo que
haga emer ger el protagonismo de los sujetos y que les p ermita construir sus propuestas
y cap acidad de decid ir sobre p roy ectos propios (p roy ectos en un sentido socio político,
y no técnico). La exclusión, sup one entonces el desafío no sólo de d istribuir
op ortunidades dignas de acceso al trabajo o riqueza; imp lica, también, la ap rop iación de
espacios de construcción de p oder que suponga un p roceso de emergencia de actores
sociales. En el decir de Ricardo Zúñiga, “el actor es una fu erza social en acción, ya
12
sea acción a ctual, emergente o potencia l” . Esto sup one, entonces, concebir a las
p ersonas como sujetos “con capacidad de ser actor y con la decisión – consciente y
13
responsable – de serlo” .

Las p olíticas públicas son, evidentemente, esp acios de disputa; en este sentido, además,
constituy en una op ortunidad p ara profundizar la democracia; la p osibilidad que los
sujetos se involucren con capacidad de incidencia en el desarrollo social que p ueden o
deseen alcanzar de acu erdo a sus construccion es particulares. Es una oportunidad, en
definitiva, d e ensanchar la gobernabilidad sobre la conflictividad social (y transformarla
en gobernanza) y la cap acidad de incidencia de diversos actores. Este constituy e el
p rincipal desafío para alcanzar el Desarrollo Humano.

12
Zúñiga Ricardo. “Haciendo emerger actores y sujetos: el trabajador social como actor y sujeto”.
Escuela de Servicio Social Universidad de Montreal, Canadá; pág. 8.
13
Ibidem, pág. 8

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BIBLIOGRAFIA:

1) “Lecturas sobre la Exclusión Social”. Paula Barros, Danae de los Ríos, Florencia
Torche, Oficina Internacional d el Trabajo (O.I.T.). 1996.

2) Programa de Nacion es Unidas para el Desarrollo. Informe de Desarrollo Humano:


nosotros los chilenos, un desafío cultural”. Santiago d e Chile, mayo 2002.

3) José Bengoa, Francisca Márquez, Susana Aravena. La desigu aldad. Ed icion es Sur,
Colección Estudios Sociales, segunda edición, noviembre de 2000, Santiago de
Chile.

4) Fundación Ideas, Depto.de Sociolo gía U. De Chile. Segund a Encuesta Intolerancia


y Discriminación. Informe y Análisis. Santiago de Ch ile, enero de 2002.

5) Alejandro Díaz. “La gestión en la encrucijad a: la p olítica d e p articip ación en las


M unicip alidades”. Artículo Prop osiciones Nº 28, Ed icion es Sur Profesionales.
1998.

6) Zúñiga R icardo. “Haciendo em er ger actores y sujetos: el trabajador social como


actor y sujeto”. Escuela de Servicio So cial Universidad d e M ontreal, Canadá.

7) Julio Sarmiento. “Exclusión social y ciudadan ía p olítica. Persp ectivas de las


nuevas democr acias latinoamericanas”. Artículo aparecido en Rev ista Ultima
Década, O.N.G. Cidp a, Viña del Mar, Octubre de 1997.

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