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Frente a este escenario, se hace imp ortante, particularmente p ara nuestro p aís,
intensificar la búsqueda por enfoques que p uedan estar a la altura de la comp lejidad del
fenómeno. Sabido es y a que la noción de p obreza resulta hoy insuficiente p ara dar
cuenta de tales comp lejidades, en la medida qu e deja fuera d el análisis dimensiones que
hoy son absolutamente fundantes del problema, sin señalar las consecuen cias que de
ella se desp renden en el marco de las p olíticas sociales (mediciones, estrategias de
intervención, alcances estructurales, entre otros).
1
Asistente Social , Universidad ARCIS, Coordinadora de la Corporación Programa Caleta Sur y alumna
del Magíster en Políticas Sociales y Gestión Local, Universidad ARCIS.
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P.N.U.D.; desde este lugar será imp ortante, también, chequear la pertinencia de las
estrategias de intervención que desde las p olíticas sociales hoy se p romueven para
abordar la problemática de la p obreza en nuestro p aís.
Surgido en los años ’60 en países de Europa, el concep to de exclusión origin alm ente
hacía notar la p resencia de una franja significativa de desocup ados y de p ersonas no
incorp oradas a los sistemas de seguridad social dando cuenta, p aulatinamente, de
fenómenos de desintegración que amenazan la coh esión social. En térm inos
conceptuales, la exclusión ha sido concebida como “un proceso gradual de
quebrantamiento de los vínculos sociales y simbólicos – con significación económica,
institucional e individual – que normalmente unen al individuo con la sociedad. La
exclusión acarrea a la persona el riesgo de quedar privada del intercambio material y
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simbólico con la sociedad en su con junto”(Silver, 1994, p ág. 610) .
Este enfoque permite efectivamente desarrollar una comp rensión societal del fenómeno
de la pobreza y no centrado exclusiv amente en la insatisfacción de necesidades; más
bien, el énfasis está puesto en los p rocesos de rep roducción de la socied ad, en sus
diferentes dinámicas. Desde esta mirada, el foco de análisis se sitúa entonces en las
dinámicas que p osibilitan la cohesión social y el señalamiento de fran jas de la p oblación
que se sitúan dentro o fuera de esos procesos integradores.
En interesante, además, relev ar un asp ecto central en este enfoque: exp licar la
exclusión por el debilitamiento de los lazos que unen a los ind ividuos con la sociedad de
la que forman p arte que hacen que esos sujetos (o grup os sociales) dejen de p articipar
en la rep roducción social, especialmente, en los beneficios que el modelo de desarrollo
genera (en otras p alabras, el desarrollo sería una realidad accesible a los grupos
socialmente integrados).
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f) El enfoque de exclusión p uede comp renderse “en un aparato teórico que haga
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comprensible y dé respuesta al porqué de los procesos de exclusión” . La p obreza,
en camb io, es meramente una no ción descr iptiva, un concepto técnico.
Del mismo modo, la retracción d e la acción social del Estado ha generado un proceso de
transfiguración de los derechos sociales: en el marco d el mod elo neoliber al de
desarrollo, éstos constituy en beneficios otorgados p or la p articipación en el mercado
(p revisión, salud, educación, vivienda, entre otros), y en la medida en que los sujetos
acced en a ellos, se evalúan rendimientos indiv iduales a nivel de la movilidad social.
3
Ibidem, pág. 70
4
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Informe de Des arrollo Humano: nosotros los
chilenos, un desafío cultural”. Santiago de Chile, mayo 2002. Pag. 286
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b) Existe una diversidad d e sujetos que se ub ican de d istinta manera frente a la
afirmación p or lo chileno: el chileno or gu lloso (32%); el chileno inseguro (38%); el
chileno molesto (30%).
c) Sólo un 14% considera que los cambios observados en el país, tienen una dirección
clara.
Ahora bien, el p rop io estudio señala que la percep ción desigual sobre la situación actual
del p aís, se deber ía en p arte importante, en “la p érdida de confianza en lo chileno se
asocia de manera significativa a la experiencia de debilidad de las relaciones sociales y
de las instituciones que la sustentan, tales como la po lítica, las organizaciones sociales
5
o la familia” . Esto sin duda, exp resa que el balance que los sujetos realizan sobre el
estado actual de las cosas ha afectado directamente las formas en que construyen
sentido de p ertenencia o sentidos de inclusión resp ecto de la sociedad (más allá incluso
que desde el p unto de vista económico o p olítico se encuentren integrados). La
sensación de no formar p arte impide, de manera importante, señalar la existencia de una
identidad cu ltural concr eta. Las p rácticas de sociabilidad tienen gran incid encia en la
configuración de este fenómeno. El estudio señala que qu ienes se p erciben excluidos o
bien agr edidos en sus relaciones sociales, no consideran v erosímil o vigente el r elato de
“lo chileno”.
5
Ibidem, pág. 73
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Ahora bien, en un contexto de país donde la d esiguald ad social alcanza graves
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expresiones y respecto del cual cabría instalar la figura de la sociedad estamental , la
integración social en cuentra un obstáculo estructural de difícil abordaje, en tanto las
señales p olíticas de la actual administración d e gobierno (enmarcadas en la denominada
“Agenda Pro Crecimiento”) y los altos niveles de dep endencia de la econom ía nacional
a los mercados y decisiones internacionales, dan cu enta de una clara decisión de no
incorp orar en la agenda de gobierno la p riorización por medidas que corrijan el
p roblema de la d esiguald ad.
Otro antecedente ilustrativo del contexto socio cultural, se puede obtener de los estudios
que la Fundación Ideas y la Universidad d e Chile realizaron en los años 1996 y 2000.
Ambos estudios tuvieron p or objeto incursionar en el ámbito de los valor es de la
convivencia ciudad ana, a partir del análisis de los f enómenos de intoler ancia y
discrimin ación social. En efecto, aún cuando el segundo estudio daría cuenta de un
avance en términos de una con cien cia cr ítica en el p aís, aún p ersiste un p reocup ante
índice de intolerancia y discrimin ación en la socied ad ch ilen a. El estudio propone la
construcción de escalas que miden el nivel de gr avedad para ambos fenómenos y un
índice que corr elaciona a ambos. La conclusión es que p ara el año 2000, el país
p resenta un índice de gravedad “peligroso” en lo que respecta a intolerancia y de
7
“riesgoso” p ara el caso de discriminación . La media de ambas, arroja un índice f inal
de “riesgoso”. El valor consignado de 37,9, desde la tabla d e carga valórica p rop uesta
p or el estudio, es interp retado como la existencia d e p atrones de autoritarismo en la
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convivencia social del p aís .
6
José Bengoa, Francisca Márqu ez, Susana Araven a. La desigualdad. Ediciones Sur, Colección
Estudios Sociales, segunda edición, noviembre de 2000, Santiago de Chile
7
Fundación Ideas, Depto.de Sociología U. De Chile. Segunda Encuesta Intoleran cia y Discriminación.
In forme y Análisis. Santiago de Chile, enero de 2002, pág. 128
8
Ibidem, pág. 127
9
J. Bengoa, Op. Cit., pág. 21.
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Por tanto, la complejidad que adquiere hoy el fenómeno de la reproducción cultural de
la sociedad chilena (y sus problemas de identidad, de sociabilidad y de imaginarios
simbólicos), torna al enfoque de Exclusión So cial como un “concepto sensibilizador”
que abre perspectivas analíticas de riqueza mayor que p ueden contribuir a la reflexión
sobre este fenómeno en nuestra socied ad.
Pues bien, al revisar no sólo aquellos programas sociales que recientemente emer gen
como respuesta al problema (como es el caso de Ch ile So lidar io) sino otros
instrumentos de actuación norm ativa del Estado como es el caso de las ley es (Ley de
Imputabilidad Penal para Adolescentes; discusión parlamentaria de modificaciones a la
actual Ley de Drogas), se observa la coexistencia de iniciativas que, si b ien exp resan la
p reocup ación del Ejecutivo por dar respuesta a la p roblemática, esta p reocup ación da
lugar a p rop uestas que expresan una suerte de regresión en las miradas que han
sostenido las p olíticas para el abordaje de la p obreza y los problemas sociales en
general.
Para el caso del Programa Chile Solidario (ap uesta gubernamental p ara sup erar la
p obreza) la “regresión” consiste en que la lógica del Pro grama se inscribe en un
p aradigm a de subsidiaried ad de la política social, que fue característico del régimen
militar y que hoy se rep roduce. Citando a Alejandro Díaz este “paradigma” establecía
un sistema de intercambio en donde “la relación ind ividual como única vía de acceder
a la matriz d e subsidios, estaba acentuando la especificidad filosófica del modelo, al
considerar la situación del individuo aislada de todo el contexto, donde ser necesitado
es ser incapaz de acceder a la sociedad de oportunidades del neoliberalismo. De este
modo, al individualizar el servicio, se escinde la individualidad d el sujeto, se niega que
es producto y expresión de sus relaciones y situa ciones sociales y se refuerza la
alienación de pensar su destino singular. En esta situación, la posibilidad de la
organización social, no encuen tra viabilidad, no solo por su estigmatización política,
sino que fundamentalmente, porque no había que estar unido para op tar a cualquier
10
subsidio” . Pareciera, entonces, que no existe una evaluación reflexiva ni un balance
p olítico riguroso en torno a las exp eriencias que la historia reciente puede mostrar
respecto de la eficacia pero sobretodo de la ló gica, que caracterizó a este tip o de
p olíticas. Ni mencionar siqu iera de la conf ianza que el Estado exp resa en las
capacidades de los sujetos para hacerse protagonista en el abordaje de sus
p roblemáticas; evid entemente, no se confía ni se está disp uesto a introducir medidas
correctivas que sign ifiquen una sup eración más real del p roblema (desde la perspectiva
de la distribución de la riqueza). Además de los asp ectos y a señalados, este Programa
expresa una suerte de radicalización de los cr iterios focalizadores que orientan la
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Alejandro Díaz. “ La gestión en la encrucijada: la política de participación en las Municipalidades”. A rtículo
P roposiciones N º 28, Ediciones Sur P rofesionales. 1998.
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p olítica, al centrarse como unidad básica y exclusiva, la familia, no considerando en
ninguna de sus dimensiones (ni metodológicas ni en sus fines) la vinculación con redes
sociales; esta contradicción se hace más co mp leja, por cuanto el Pro grama espera como
uno de sus resultados, familias con prácticas de ap oy o mutuo. La necesidad de avanzar
en la sup eración d e fenóm enos de desintegración social aparece co mo uno de los
p rincipales desafíos en la p roblemática de la extrema p obreza, desafío d el qu e p arece no
hacerse cargo el conjunto del sistema Chile Solidario.
En el caso de los cuerp os normativos anteriormente citados, se refu erza aquella visión
ideoló gica de la que d a cuenta Bengo a, en la medida en que la imp utabilidad p enal
(rebajada a los 14 años) exp resa la intención de ejercer control social como estrategia
p ara abordar un problema que clar amente se asocia con condicion es sociales de vida
(exclusión social). Ni men ción cabe hacer acer ca de la mirada selectiva que esta ley
hace sobre la capacidad que atribuye a los adolescentes para distinguir o evaluar las
consecuencias de sus actos. Esta cap acidad op era solo p ara efectos de la conducta
delictiva, pero no op era para derechos ciudadanos de naturaleza cívica, social y cultural.
Tienen el deb er de resp onder ante actuaciones que a tentan contra la sociedad, pero no
están provistos de derechos para el sufragio, p ara acceder a la educación sexu al o para
p resenciar cinem atograf ía sin censura. La selectividad del criterio normativo, es
arbitrario y opera como eficaz herr amienta de control y seguridad ciudad ana. Lo mismo
respecto de los usuarios y usuarias de drogas que, en el marco d e la nueva ley , podrán
ser inculp ados p or el delito de encubridor de tráfico de drogas; una conducta calificada
como problema social es abord ada p or la vía p enal.
Lo más co mp lejo es que la única forma en que los sectores sociales integrados entran en
contacto con sectores socialmente excluidos, es p or vía d el control; la r elación p erversa
que se observa aqu í, torna funcional la existencia de este sector para el ejercicio de la
coersión social. Los grupos sociales en condición de exclusión emergen de su muerte
social sólo como amenaza y objeto de la normativid ad; allí se comienza y termina su
“integración ”.
Sin duda, el enfoque de exclusión abre posibilidades de ref lexión qu e permiten construir
un diagnóstico más complejo resp ecto del fenómeno de la p obreza. Particularmente,
p odemos mencionar que como concep to y enfoque, adquier e un “rendimiento” mayor
que la categoría pobreza, p or cuanto recoge todas aquéllas dimension es que no son
contenidas en esta última noción (a lo sumo, la p obreza se le concib e como
p roblemática “p sicosocial”).
En lo que resp ecta a los escenarios socio culturales actuales, cabe señalar que el
contexto de la globalización tiende a d esp lazar y tornar menos asible el establecimiento
de la frontera entre lo que está dentro y lo que está fuer a: “¿dónde termina el pa ís y
11
dónde comienza el mundo?” , se p regunta el P.N.U.D. en el último informe de
Desarrollo Humano.
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la calidad de vida (aunque en parte contiene esta dimensión), sino fundamentalmente
p or la calidad de esas op ortunidades. El estudio recientemente realizado por CIDE y el
Diario La Tercera que busca establecer un análisis comp arativo entre los distintos
establecimientos educacionales desde el punto de vista de la calidad de la oferta
educativa, da cuenta de las inmensas brechas que existen en materia de calidad de la
educación; las mediciones oficiales (Simce) también, aluden a este gr an p roblema.
Ejemp los como las serias dificultades que existen para la inserción de los jóvenes en el
mercado laboral, la falta de op ortunidades que aún afecta a las mujeres, o la in equidad
en materia d e acceso a la salud, ilustran situaciones como la descrita.
El fenómeno de la exclusión, en la med ida en que está sensiblemente p ermeado por las
dinámicas socio culturales, exige un a actuación m ás decidida d e los or ganismos
p úblicos que, p or vía de la vo luntad p olítica, puedan gener ar estrategias que p ermitan
corregir las desiguald ades sociales que def inen estructuralmente la exclusión social.
Las p olíticas públicas son, evidentemente, esp acios de disputa; en este sentido, además,
constituy en una op ortunidad p ara profundizar la democracia; la p osibilidad que los
sujetos se involucren con capacidad de incidencia en el desarrollo social que p ueden o
deseen alcanzar de acu erdo a sus construccion es particulares. Es una oportunidad, en
definitiva, d e ensanchar la gobernabilidad sobre la conflictividad social (y transformarla
en gobernanza) y la cap acidad de incidencia de diversos actores. Este constituy e el
p rincipal desafío para alcanzar el Desarrollo Humano.
12
Zúñiga Ricardo. “Haciendo emerger actores y sujetos: el trabajador social como actor y sujeto”.
Escuela de Servicio Social Universidad de Montreal, Canadá; pág. 8.
13
Ibidem, pág. 8
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BIBLIOGRAFIA:
1) “Lecturas sobre la Exclusión Social”. Paula Barros, Danae de los Ríos, Florencia
Torche, Oficina Internacional d el Trabajo (O.I.T.). 1996.
3) José Bengoa, Francisca Márquez, Susana Aravena. La desigu aldad. Ed icion es Sur,
Colección Estudios Sociales, segunda edición, noviembre de 2000, Santiago de
Chile.
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