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COSIMINA PELLEGRINO P.
SUMARIO:
INTRODUCCION
1. Consideraciones Preliminares
2. Origen del Derecho Administrativo: 2.1. Epoca de la Monarquía. 2.2. Epoca
de la Revolución Francesa
3. Estado actual y nuevas perspectivas del derecho administrativo
4. Jurisdicción Contencioso-Administrativa: 4.1. Antecedentes Históricos: 4.1.1.
Origen y evolución del sistema contencioso-administrativo venezolano. 4.2.
Objeto de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa: ¿ pretensiones fundadas
en el derecho administrativo ?
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFIA
INTRODUCCION
1. Consideraciones Preliminares
Sin embargo, podemos afirmar, que, en todo caso, siempre ha habido una
interaplicación del derecho administrativo y del derecho privado a la Administración
Pública; pero, el problema ha sido el determinar las fronteras y la intensidad de su
respectiva aplicación (11).
Por ello, el recurso al derecho privado ha sido constante en la historia del derecho
administrativo. La mayor parte de las categorías administrativas -la personalidad
jurídico-pública, el contrato administrativo, el acto administrativo, la competencia,
etc.-, son conceptos que tienen su origen en el derecho civil y que al pasar al derecho
administrativo han sufrido una cierta transformación, que continúa en el tiempo
acorde con el dinamismo constante de la Administración, lo que confiere al derecho
administrativo y a sus instituciones su característica de contingencia y mutabilidad.
Posteriormente, por la propia realidad de las cosas, así como, la influencia del derecho
anglosajón, fue abandonándose la concepción publicista a ultranza y surgen las
actividades de los poderes públicos, organizados bajo la forma de empresas, primero,
para la prestación de servicios públicos esenciales, como los transportes ferroviarios y
las comunicaciones postales, telegráficas, telefónicas y radiotelegráficas, y más tarde,
la producción de bienes económicos.
La aceptación del derecho privado para este tipo de empresas es una exigencia del
propio tráfico mercantil, en el que van a desarrollar su actividad. En este sentido,
afirma el autor italiano Vittorio Ottaviano (13), que es necesario despojarse de los
obstáculos que retardan el desarrollo de la común actividad administrativa,
principalmente del pesado ritmo de la contabilidad pública, incluso el uso de un
derecho exorbitante estaría en buena parte fuera de lugar, dado que aquél encuentra su
justificación en la posición de la Administración como titular de poderes públicos, que
en el caso de la empresa, por naturaleza neutra, no existe. Asimismo, considera el
autor Vittorio Bachelet (14), que las reglas que rigen la actividad administrativa no se
corresponden con las que deben presidir una eficaz actividad empresarial.
Sin embargo, este sometimiento de las actividades económicas de los entes públicos a
las mismas normas que rigen las de los particulares plantea numerosos problemas, lo
que conlleva obligatoriamente el establecimiento de singulares derogaciones al
régimen común del derecho privado.
De manera que, podemos afirmar, por una parte, que la sumisión al derecho privado
no es total ni absoluta, como tampoco lo es la de la Administración Pública cuando
actúa sometida al referido derecho; y, por otra, que la totalidad de la actividad
administrativa no está sometida de manera absoluta al derecho administrativo.
Puede decirse que el derecho público existe como tal desde que existe la civilización,
ya que por muy simples que fueran los sistemas políticos siempre han necesitado de
normas que rijan las relaciones entre el poder y los súbditos. Pero a pesar de ello y de
que las garantías judiciales alcanzaron ya en el Antiguo Régimen un notable estado de
desarrollo, no puede hablarse todavía en esta época de derecho administrativo porque
no existe aún la Administración Pública. Además, es muy difícil hablar en esta época
de una justicia administrativa, aunque, ya entonces, existían órganos contenciosos y
recursos en materia administrativa; la realidad de los hechos exige rechazar su
carácter jurisdiccional puesto que lo que se trataba era de crear una especie de tribunal
dependiente del Rey que presentara los súbditos la apariencia de la justicia sin
aplicarla en realidad.
Es decir, estos tribunales más que juzgar a la Administración, lo que hacían era
defender los intereses de ésta, los cuales, a su vez, eran los del Rey. Además, eran
organismos dependientes del Rey, hasta el punto que éste podía en cualquier momento
asumir la competencia en relación con algún litigio, para ser fallado directamente por
él. En definitiva, estos tribunales, en los asuntos muy limitados que conocían juzgaban
en nombre del Rey, no en nombre de la comunidad.
2.2. Epoca de la Revolución Francesa
En el modelo liberal burgués que impusieron los revolucionarios de 1789 estaban los
principios y, por tanto, el germen de lo que hoy llamamos derecho administrativo,
aunque no el derecho administrativo entero y cabalmente construido.
En este sentido, autores franceses tales como Hauriou, Duguit y Weil, alemanes como
Mayer y Merkl e, italianos como Santi Romano, Zanobini y Giannini, comparten la
opinión de que el derecho administrativo nace de la Revolución Francesa. Asimismo,
el tratadista español García de Enterría ha formulado y defendido esta tesis, afirmando
que no sólo el derecho administrativo sino todo el derecho público contemporáneo ha
surgido de ahí (21).
Así, la Ley 16-24 de agosto de 1790 (23), estableció que "las funciones judiciales
son y continuarán siendo separadas de las funciones administrativas. Los jueces no
podrán, bajo pena de prevaricato, inmiscuirse de ninguna manera en las operaciones
de los cuerpos administrativos, ni citar ante ellos los funcionarios de la
administración por razón de sus funciones".
Sin embargo, esta prohibición tenía graves secuelas desde el punto de vista de la
ideología política propia de la Revolución, ya que implicaba que la Administración no
tendría un juez que juzgara su conducta, lo cual podría traer como fácil consecuencia
la arbitrariedad, quedando así fundamentalmente desvirtuado el principio de legalidad,
uno de los pilares de la nueva ideología política, según el cual la Administración debía
someter su actividad al ordenamiento jurídico. Al no existir un juez o autoridad ante
quien pudieran dirigirse los gobernados en caso de considerar que la Administración
estaba actuando ilegalmente, este principio quedaba como un simple enunciado
teórico.
Por otra parte, en la misma época, se crearon en los departamentos los Consejos de
Prefectura con la función de asesorar al prefecto (gobernador) en la misma forma que
el Consejo de Estado lo hacía respecto del Jefe de Estado.
Ahora bien, la creación del Consejo de Estado y de los Consejos de Prefectura como
organismos asesores del jefe del poder ejecutivo, implicaba que no tenían un carácter
jurisdiccional, sino que hacían parte de aquél. Es decir, que en materia de conflictos
administrativos se presentaba el fenómeno de la "justicia retenida", en el sentido de
que si bien los organismos asesores estudiaban el caso y proponían la solución, el jefe
del ejecutivo "retenía" el poder de tomar propiamente esa decisión. Esta justicia
retenida permanece hasta el año de 1872, con una breve interrupción desde 1849 hasta
1852, en donde empieza realmente una etapa de florecimiento para el derecho
administrativo, con la llamada justicia delegada.
Sin embargo, esta situación fue evolucionando lenta pero progresivamente. En efecto,
en 1806 se creó dentro del Consejo de Estado una comisión contenciosa, con el fin de
separar la asesoría en materia de conflictos de todos los demás aspectos que conocía
ese organismo, es decir, que se instituyó una Comisión Contenciosa encargada de
centralizar todos los asuntos contenciosos que eran presentados al Consejo de Estado.
Por tanto, el Consejo de Estado fue adquiriendo una importancia tal, que empezó a ser
mirado como una institución cada día más respetable. Fue así como en un momento
dado, a pesar de que la justicia administrativa seguía retenida en manos del jefe del
ejecutivo, empezó a considerarse que en la práctica quien administraba justicia era el
Consejo de Estado, pues aquél se limitaba a firmar las soluciones a los conflictos que
éste le proponía. Es decir, a pesar de que teóricamente el Consejo de Estado no tenía
el poder de decidir, en la práctica sus puntos de vista eran los que se imponían.
Ese auge del Consejo de Estado trajo como consecuencia el que mediante Ley del 24
de mayo de 1872 (27), se le reconociera carácter jurisdiccional y se instalara el
sistema de justicia delegada.
Por otra parte, en 1873 se había producido el arrêt Blanco del Tribunal de Conflictos,
en el cual se consagró clara y expresamente el principio consistente en que la
Administración debe regirse por normas especiales diferentes de las aplicables a las
relaciones entre los particulares, es decir, que asentó el principio de la autonomía del
derecho administrativo. Asimismo, el referido fallo consagró el principio de la
responsabilidad de la Administración con reglas distintas del derecho privado. E,
igualmente, afirmó la autonomía del Consejo de Estado de Francia para administrar
justicia en forma independiente, así como, la independencia de la jurisdicción
contencioso-administrativa (29).
Ahora bien, como hemos señalado ut supra, el derecho administrativo nace con la
Revolución Francesa. Sin embargo, debemos destacar, que frente a esta concepción
clásica y hasta ahora dominante, no han faltado autores -Alexis de Tocqueville,
Gallego Anabitarte, Jean-Louis Mestre, Cannada Bartoli-, que han defendido la tesis
contraria, afirmando que los límites al poder y la división del mismo son anteriores a
la Revolución liberal de 1789; que el derecho administrativo existió en tiempos
anteriores a esta fecha; y, que, por tanto, la instauración del denominado Estado de
Derecho no es más que la continuidad de algo que ya existía (31).
De modo, pues, que la tesis en comento postula como premisa fundamental que el
derecho administrativo surgió en el "Antiguo Régimen", en razón de que los principios
como la división del poder así como los límites del mismo, ya estaban presentes en el
referido régimen, por consiguiente, su aplicación es anterior a la fecha de inicio de la
Revolución Francesa.
En este sentido, uno de los autores que es partidario de esta tesis es el español Gallego
Anabitarte, quien siguiendo a Alexis de Tocqueville (L’Ancien Régime et la
Révolution), afirma que en la Monarquía Francesa ya existía una jurisdicción de
autoridades reales para asuntos públicos administrativos, semejante a la que será
instaurada después de la Revolución.
Por tanto, siempre ha habido una interaplicación del derecho administrativo y del
derecho privado a la Administración Pública, sin embargo, el problema ha sido
establecer cuáles son los campos de regulación que sólo pertenecen al derecho
administrativo, si es que los hay y, hasta qué punto la aplicación del derecho privado a
la Administración constituye realmente una fuga de ésta del derecho administrativo.
De hecho, hoy en día preocupa cada vez más a los estudiosos del derecho
administrativo (39) el fenómeno denominado "huida del derecho público o
privatización del derecho público" o, incluso "huida al derecho privado (40). En
efecto, desde hace algún tiempo, la doctrina administrativa viene denunciando el
referido fenómeno, debido a la tendencia, de forma cada vez más acentuada, por parte
de un número creciente de organizaciones administrativas de someterse a las normas
del derecho privado, desligándose de esta manera de las leyes administrativas, con la
finalidad encubierta de burlar los procedimientos administrativos y el control de la
jurisdicción contencioso-administrativo (41).
Básicamente, la causa que está detrás de la decisión de huir hacia formas y técnicas de
derecho privado es la convicción de que la buena marcha de determinadas actividades
públicas -especialmente las de carácter económico- requiere de unas organizaciones
con cierta autonomía, que se rijan por criterios de tipo empresarial y que se
responsabilicen directamente de los resultados de su actividad. En este sentido, el uso
del derecho privado por la Administración es una consecuencia del aumento de sus
funciones y, en especial, de la asunción por parte del Estado de la iniciativa en la
actividad económica con la finalidad de crear un tejido industrial o para la prestación
de servicios públicos y, esto, por supuesto, ha obligado a modificar la forma y el
régimen jurídico de la Administración para adaptarla a sus nuevas funciones. Por ello,
el ordenamiento jurídico privado parece a priori el más apropiado.
Por otra parte, la doctrina administrativa (43) ha señalado que la crisis del derecho
administrativo ha sido influenciada por el neoliberalismo económico o, quizás por la
ineficacia demostrada en la gestión de algunos servicios públicos y, por ende, la
Administración se ha visto obligada a retirarse de algunos ámbitos que le habían
estado siempre reservados. De hecho, nos estamos refiriendo al proceso de
privatización, que, en todo caso, es una decisión política adoptada para el
fortalecimiento del Estado, con la finalidad de redefinir el papel del aparato estatal,
que sea más eficiente, más eficaz y que esté concentrado en las tareas que le son
inherentes, por ello, el proceso de privatización se orienta en devolver a la comunidad
sus propios cometidos, es decir, que el referido proceso supone una delimitación de
los campos propios del Estado y de la sociedad, devolviendo a cada uno sus
responsabilidades y descargando al Estado de la pesada carga de ser empresario y
autoridad a la vez.
En este sentido, la razón que justifica a esta política es la necesidad de reordenar las
funciones del Estado, para lograr una organización que le permita asumir debidamente
las funciones que le son propias e indelegables, sin la perturbación que ocasiona la
realización de otras actividades que bien pueden ser asumidas por los particulares
(44).
Al respecto, en opinión del profesor Brewer-Carías, en este proceso no hay ninguna
huida de la Administración del derecho administrativo, sino una devolución al sector
privado de actividades que le serían propias mediante una reducción del sector público
(45).
No obstante, debemos destacar, por una parte, que la aplicación de normas de derecho
civil, mercantil o laboral a la actividad administrativa, no se desvincula del todo de su
naturaleza pública que le sigue "como la sombra al cuerpo" y le impone determinados
comportamientos ajenos al derecho privado, consistentes en la observación de ciertos
procedimientos de derecho administrativo (46). Por otra parte, que este fenómeno de
la huida del derecho administrativo no ha significado una reducción del
intervencionismo administrativo, puesto que la actividad de la Administración crece
cada día más en su vertiente de policía en el sentido más tradicional del término, es
decir, la actividad de limitación y la actividad sancionadora (47). En efecto, la policía
administrativa es la actividad del Estado mediante la cual se garantiza el ejercicio de
los derechos y libertades y el mantenimiento del orden público y social, lo cual
implica, siempre, para lograr dicho objetivo, la posibilidad tanto de limitación o
restricción de la actividad de los particulares como del uso de la fuerza coactiva (48).
Por tanto, si bien, en principio, desde el siglo pasado en el que justamente está
naciendo en Francia el moderno derecho administrativo, la sujeción de las
Administraciones Públicas al derecho privado y a la jurisdicción civil se ve como una
excepción al fuero de la jurisdicción administrativa, ya en este siglo, la aplicación del
derecho privado se ve como una posibilidad para la realización de actividades
industriales y comerciales.
NOTAS
(6) El régimen constitucional venezolano ha partido del supuesto de la unicidad del Poder del
Estado y no de la pluralidad de poderes separados. En efecto, la noción tradicional en nuestro
constitucionalismo, del Poder Público, como potestad o poder jurídico de obrar que la
Constitución confiere al Estado venezolano para la realización de sus fines, fue introducida por
primera vez en el texto constitucional de 1901, y desde su consagración constitucional, el
constituyente se ha cuidado de no atribuirle un sentido orgánico a la referida noción. La noción
del Poder Público, como potestad estatal, no existe ni ha existido en la realidad político-
administrativa venezolana como un ente funcionante, sino como un concepto jurídico que
representa las funciones del Estado venezolano. Por ello, el Poder Público es y ha sido una
situación jurídica constitucional individualizada, propia y exclusiva del Estado, mediante cuyo
ejercicio éste realiza las funciones que le son propias. Por tanto, si el principio es el de la
unicidad del Poder Público, como potestad genérica constitucional, que permite a todos los
órganos que integran la organización política del país, de actuar y cumplir los fines del Estado,
sin embargo, el Poder Público no está concentrado orgánicamente sino que está distribuido tanto
vertical, como horizontalmente. En este sentido, la Constitución de 1961, siguiendo los
principios del constitucionalismo moderno, establece dos sistemas de distribución del poder. Por
un lado, un sistema de distribución horizontal del poder; y, por otro lado, un sistema de
distribución vertical del poder. Ahora bien, la expresión "PODER PUBLICO" que se encuentra
consagrada en nuestra Carta Magna (Título V), tiene una ambivalencia. En efecto, normalmente
cuando se habla de las ramas del Poder Público y de los órganos del Poder Público, se está
pensando en la distribución horizontal del poder, es decir, del Poder Legislativo, del Poder
Ejecutivo y del Poder Judicial. Sin embargo, en nuestra opinión, la verdadera base que está en la
idea del Poder Público, es precisamente la distribución vertical del poder. En esta forma, cuando
el artículo 118 de la Constitución -norma básica en Derecho Público- dispone que "Cada una de
las ramas del Poder Público, tiene sus funciones propias ...", se está refiriéndose a las ramas del
Poder Nacional, del Poder Estadal y del Poder Municipal, y no a las ramas del Poder Ejecutivo,
Legislativo y Judicial, aun cuando contrariamente a lo establecido en las Constituciones
anteriores, ellas no se identifican expresamente, sino que se presumen. Por otra parte, el principio
de distribución del Poder Público se nos plantea también, en forma horizontal en cada uno de los
tres niveles territoriales (nacional, estadal y municipal). En efecto, en el nivel Nacional, el
ejercicio del Poder Nacional, asignado a la República como persona jurídica, se divide a su vez
en tres ramas: la legislativa nacional, la ejecutiva nacional y la judicial. Asimismo, a nivel
Estadal y Municipal, hay una distribución en dos ramas: la legislativa y la ejecutiva. De manera
que, el Poder Público, si bien en forma vertical se divide en Poder Nacional, Estadal y
Municipal, en forma horizontal, el nivel Nacional, tradicionalmente se divide en Legislativo,
Ejecutivo y Judicial; y, el nivel Estadal y Municipal en Legislativo y Ejecutivo. Cfr. BREWER-
CARIAS, Allan R. Derecho Administrativo. Tomo I. 3ª Edición. Universidad Central de
Venezuela. Ediciones de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Caracas, 1984, p. 217.
(11) La delimitación entre lo privado y lo público ha sido uno de los temas más debatidos del
derecho. Sin pretender reavivar la polémica, basta señalar los tres criterios que se han utilizado
para caracterizar lo público frente a lo privado: el subjetivo o intervención del Estado o de
personas administrativas, el formal o utilización de técnicas jurídicas extrañas al derecho común
y el funcional o salvaguarda del interés general. La distinción no plantea problemas durante el
liberalismo dada la separación entre el Estado y la sociedad y entre la política y la economía, al
asignar al Estado y a los particulares actividades claramente diferenciadas por su fin, su dominio
y sus modalidades, lo que va a provocar la existencia de dos clases de reglas jurídicas aplicables
a cada una de dichas actividades, netamente diferenciables: el derecho público y el derecho
privado. Sin embargo, esta separación rígida de los sectores público y privado, propia del antiguo
régimen, que presuponía la existencia de dos tipos de tareas asignadas a personas de naturaleza
distinta, se rompe cuando se inicia la crisis de la ideología liberal, como consecuencia del
creciente auge de las nuevas ideas colectivistas. En efecto, el cambio de la estructura social va a
provocar la crisis del clásico derecho individualista y su transformación en un nuevo derecho
más acorde con la nueva realidad, el cual romperá la vieja ecuación que asignaba la actividad
pública al Estado y la privada a los particulares. La asunción de nuevas tareas por el Estado va a
producir un doble fenómeno: 1º.- el aumento de su estructura hasta donde es posible, y más allá
de este límite, la personificación de determinadas actividades y de sus propias circunscripciones
territoriales, en una doble operación sui géneris de descentralización funcional y territorial,
respectivamente; y, 2º.- la necesidad, por un lado, de confiar en el sector privado la realización
de determinados fines públicos y, por otro, la de adoptar los propios entes públicos las formas y
procedimientos privados para la gestión de aquellas actividades que inciden directamente en la
vida económica y social, lo que produce una interpenetración de los sectores públicos y
privados, al perder el Estado y el individuo sus viejos monopolios sobre las actividades
públicas y privadas, respectivamente. En este sentido, la intervención estatal, que se hará
patente en todos los sectores de la vida nacional a comienzos del siglo XX, va a implicar de esta
forma una superación de la vieja distinción entre lo público y lo privado. En efecto, en un
principio se opera una recíproca injerencia de los entes públicos en las actividades industriales y
mercantiles y de los particulares en la realización de actividades de interés general. Más tarde, la
Administración a través de sus órganos empezará a someter su actuación a las normas del
derecho privado, iniciándose así la llamada fuga del derecho administrativo, y los particulares
irán consiguiendo una progresiva publificación de sus concesiones. Vid. GARCIA, Pedro de
Miguel. Consideraciones en torno a lo privado y lo público. Documentación Administrativa
Nº 154. Escuela Nacional de Administración Pública, Madrid, julio-agosto, 1973, p.p. 27 y
siguientes.
(17) SANDEVOIR. Etudes sur le recours de pleine jurisdiction. París, 1964, p. 34. Referencia
bibliográfica citada por: DEL SAZ, Silvia. "Desarrollo y Crisis del Derecho Administrativo.
Su Reserva Constitucional". Nuevas Perspectivas del Derecho Administrativo. Tres
Estudios. Editorial Civitas, S.A., Madrid, 1992, p.p. 106 y siguientes.
(18) Felipe V, creó en 1319 una cámara de "CUENTAS" dotada de poderes administrativos y
jurisdiccionales para el control de los negocios financieros de la corona. Vid. PENAGOS,
Gustavo. Fundamentos del Derecho Administrativo. Origen Francés en el Mundo.
Doctrina-Jurisprudencia. Ediciones Librería del Profesional, Bogotá, 1993, p. 23.
(21) CHINCHILLA MARIN, Carmen. "Reflexiones en torno a la polémica sobre el origen del
derecho administrativo". Nuevas Perspectivas del Derecho Administrativo. Tres Estudios.
Editorial Civitas, S.A., Madrid, 1992. p.p. 21-22.
(25) AUBY, J-M. et. R. Drago. Traite de Contentieux Administratif. L.G.D.J. Tomo I. París,
1975, p.p. 167-168. Referencia bibliográfica citada por: PENAGOS, Gustavo. Ob. cit. p. 47.
(27) La Ley 24 de mayo de 1872 siguió en vigor hasta 1940. Fue reemplazada entonces por una
Ley de 18 de diciembre de 1940, que contenía el estatuto general del Consejo de Estado. Esta ley
no aportaba innovación esencial alguna; no obstante, señalaba una tendencia a aumentar la
función consultiva del Consejo de Estado. Después de la guerra, fue reemplazada a su vez por la
Ordenanza 1728/1945, de 31 de julio, completada por el Decreto 1709/1945 del mismo día, que
sin cambios notables han regido el Consejo de Estado hasta 1963. Entonces, aparecieron dos
Decretos 766 y 767/1963, de 30 de julio, que prácticamente han sustituido al Decreto de 1945
que modifican la mayor parte de las disposiciones. Los mismos tuvieron por objeto -sin afectar a
ningún elemento esencial- mejorar en numerosos puntos de detalle, las condiciones de
organización y funcionamiento del Consejo de Estado. Vid. BENOIT, Francis-Paul. El Derecho
Administrativo Francés. Instituto de Estudios Administrativos, Madrid, 1977, p.p. 153 y
siguientes. Referencia bibliográfica citada por: PENAGOS, Gustavo. Ob. cit. p. 87.
(28) Les grands arrêts de la jurisprudence administrative. l0ª Edición. París, Sirey, 1993, p.p.
35-37.
(29) VEDEL, Georges. Derecho Administrativo. Traducción a la 6ª Edición francesa por Juan
Rincón Jurado. Biblioteca Jurídica Aguilar, 1980, p.p. 40-41.
(30) CASSIN, citado por: FERNANDEZ VAZQUEZ, Emilio. Diccionario de derecho público.
Administrativo-Constitucional-Fiscal. Editorial Astrea De Alfredo y Ricardo Depalma,
Buenos Aires, 1981, p. 129.
(31) "El sistema francés llamado justicialista, en el cual la Administración se juzga a sí misma no
surgió con la Revolución Francesa como todavía hoy se repite sin cesar. Aquí nos limitaremos a
resumir lo dicho por Tocqueville en el Capítulo IV de la obra ‘El antiguo régimen y la
revolución’ , intitulado ‘La justicia administrativa y la garantía de los funcionarios, son
instituciones del antiguo régimen’.
Luego, la existencia de una justicia administrativa, más allá del principio de separación de
poderes o de la especialidad del conocimiento necesario, busca evitar el sometimiento al derecho
del poder. Se buscaba ponerse por encima del control autónomo e independiente del poder
judicial. Y, por tanto debe y merece ser visto con recelo". Vid. Idem.
(32) PEÑA SOLIS, José. Lineamientos de Derecho Administrativo. Volumen II. El Derecho
Administrativo y sus Fuentes. Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias
Jurídicas y Políticas. Caracas, 1997, p.p. 43 y siguientes.
(33) Vid. ESTEVE PARDO, J., en su recensión al libro de J.L. MESTRE, Revista Española de
Derecho Administrativo Nº 47. CIVITAS, 1985, p. 453. GARCIA DE ENTERRIA, Eduardo.
"La formación histórica del principio de autotutela de la Administración", en Libro
Homenaje a don José Antonio Rubio Sacristán, Moneda y Crédito, Revista de Economía. Nº 128,
marzo de 1974, p.p. 68-69. Referencias bibliográficas citadas por: CHINCHILLA MARIN,
Carmen. Ob. cit. p. 56.
(35) Sin embargo, la mayor parte de los cultivadores del derecho administrativo han adoptado
como perspectiva para definirlo, no el principio de legalidad, sino otro de los principios que
triunfa con la Revolución Francesa: el de la separación de los poderes estatales. Vid. BOQUERA
OLIVER, José María. Criterio conceptual del Derecho Administrativo. Revista de
Administración Pública N° 42, septiembre-diciembre. Año 1963. Instituto de Estudios Políticos,
Madrid, 1963, p. 121.
(38) PARADA, Ramón. Derecho Administrativo. Tomo I. Parte General. 3ª Edición. Marcial
Pons, Ediciones Jurídicas, S.A., Madrid, 1991, p.p. 26-27.
(39) Para otros estudiosos del derecho administrativo, entre los que se ubica el autor colombiano
Jaime Santofimio Gamboa, la publicitación de materias típicas del derecho privado o la
privatización o sujeción al derecho privado de materias supuestamente reservadas al derecho
público, no se trata de una verdadera crisis del derecho, sino más bien, es producto de la
dinámica natural de la ciencia jurídica, que en cuanto fenómeno dialéctico, adquiere el
movimiento y transformación necesaria según las circunstancias.
Desde la perspectiva de la dinámica e interrelación del sistema del derecho positivo, el asunto es
algo previsible y esperado. No puede ser causa de preocupación alguna, sobre todo si se preserva
el principal valor de la Administración dentro del Estado de Derecho, cual es, el respeto y
acatamiento al principio de la legalidad como rector y determinador de la existencia de aquélla y
el cumplimiento de las finalidades sociales del Estado en la búsqueda de la consolidación del
Estado social y democrático de derecho. Cualquiera que sea el camino que adopte la función, así
sea su regulación bajo un régimen de derecho público o de derecho privado, lo trascendental e
importante es que los valores indicados se mantengan. La verdadera crisis se estructurará en
el momento de ruptura o abandono de estos postulados, o en el establecimiento de un
sistema de imposible control de la actividad administrativa del Estado. Vid. SANTOFIMIO
GAMBOA, Jaime Orlando. Tratado de Derecho Administrativo. Introducción a los
Conceptos de Administración Pública y Derecho Administrativo. Tomo I. Universidad
Externado de Colombia, 1997, p.p. 178 y siguientes.
En términos similares se pronuncia el autor español Ignacio Borrajo, según el cual reconoce la
ausencia de crisis en el derecho público frente al avance regulatorio del derecho privado sobre
muchas de sus instituciones.
El referido autor señala que lo importante es la preservación de ciertos principios que informan y
orientan a la Administración dentro del Estado social y democrático de derecho. Asimismo,
insiste sobre este aspecto de la discusión, planteando tres (3) postulados básicos que hacen del
asunto un problema de mínima importancia práctica. En primer lugar, sostiene el hecho de la
regulación por el derecho privado de asuntos considerados como típicos del derecho público no
significa una huida de éste y del control requerido sobre la función respectiva. En segundo lugar,
la supuesta huida al derecho privado por parte de la Administración resulta en cierta forma
prácticamente inútil: "... la Administración no puede dejar de ser lo que es, por mucho que se
disfrace de sociedad mercantil o con otros ropajes jurídicos ...". Siempre habrá de acudir al
derecho anterior para encontrar la esencia de las instituciones ahora amparadas por las formas
privadas. En tercer lugar, el avance del derecho privado no significa ausencia del control sobre la
Administración: la jurisdicción contencioso-administrativa no es la única que puede ejercer el
control jurisdiccional. Vid. BORRAJO INESTA, Ignacio. El intento de huir del Derecho
Administrativo. Revista Española de Derecho Administrativo Nº 78. CIVITAS, abril/junio,
1993. Editorial Civitas, S.A., Madrid, p. 233.
Por consiguiente, para los prenombrados autores, el problema entre el derecho público y el
privado, no tiene sentido alguno.
(40) Esta expresión fue acuñada por el jurista suizo Fleiner, pero responde a un orden de
preocupaciones surgidas en Alemania, donde existe un amplio campo para la utilización del
derecho privado, dada la ausencia de categorías tales como el contrato administrativo o el
dominio público, es decir, que responde a un problema ligado a la estructura misma del sistema
jurídico alemán y a su evolución natural, a diferencia de otros países, como es el caso de España,
en el cual este fenómeno se plantea como algo patológico. Vid. SALA ARQUER, José Manuel.
Huida al Derecho privado y huida del Derecho. Revista Española de Derecho Administrativo
Nº 75. CIVITAS, julio/septiembre, 1992. Editorial Civitas, S.A., Madrid, p. 399.
(41) Se ha sostenido que son tres las causas o justificaciones con las que se pretende amparar el
proceso de huida del derecho administrativo: la inadecuación o rigidez de los procedimientos
administrativos, el alcance desorbitado del control judicial y, por último, los resultados negativos
de dicho control. Vid. DEL SAZ, Silvia. Ob. cit. p. 167.
(42) TRONCOSO REIGADA, Antonio. Privatización, Empresa Pública y Constitución.
Departamento de Derecho Público y Filosofía del Derecho. Universidad Carlos III de Madrid.
Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales, S.A., Madrid, 1997, p.p. 29 y siguientes.
(49) PARADA, Ramón. Ob. cit., p.p. 24-25. Referencia bibliográfica citada por: PENAGOS,
Gustavo. Derecho Administrativo. Tomo I. Parte General. Ediciones Librería del Profesional,
Santafé de Bogotá, 1994, p. 187.