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LLAMADO AL REGRESO

Terminaron las clases. Ya diste el último examen, entregaste el último ensayo, enviaste
los últimos reclamos al profesor, sudaste la última gota. Estás regresando a casa,
después de unas semanas en las que sientes que no haz vivido en ella, que el paso por tu
hogar sólo fue un efímero caminar entre la puerta y tu cuarto de estudios durante 4
meses, y ahora, verás a tu familia y amigos como de retorno del servicio militar al que
te ha mandado, sintiéndote como el héroe de una guerra interminable entre tu resaltador
y tu separata, orgulloso de haber vencido la batalla. Pero la guerra continua. Tienes de
dos a tres meses de descanso -dependiendo de la bondad caritativa de tus superiores- y
tendrás que regresar a las filas enemigas a seguir luchando. Luchando. En verdad es que
te sientes listo para luchar (después de un receso reparador para continuar guerreando) o
te sientes luchado, pero ¿luchado por qué?. ¿Será que extrañas quedarte siempre en
aquel descanso eterno, donde te sentías tranquilo y sereno?. Repasemos un poco lo haz
hecho estas vacaciones. Si eres cristiano y congregas en una iglesia, has de haber tenido
una enorme gama de actividades programadas con mucho amor y esfuerzo por tus
líderes juveniles: campamentos, vigilias, cursos, servicios, salidas a la playa, cantatas,
entre otras. Esto ha ayudado a aprender más de Dios e integrarte más en tu
congregación, ahora estás rodeado de más personas que creen lo que tú crees, y en
realidad es un alivio, luego de ver tantas cosas en tu centro de estudios (desde alcohol y
chistes en doble sentido –donde te sientes desubicado-, hasta la homosexualidad,
adulterio, drogas, etc). Es un refugio. Te sientes en tu hábitat natural, rodeado de los de
tu misma especie. Para qué regresar a ese ambiente hostil, donde el depredador asecha;
si estás seguro donde estás, pues se protegen unos a otros entre hermanos para echar
afuera todo mal que venga sobre “el pueblo de Dios”. Y es una reacción perfectamente
lógica y racional. Pero el Señor nos demanda a ir más allá.

El Pueblo de Dios, La Luz del Mundo

Es cierto, somos el pueblo de Dios, y también es cierto que somos un pueblo especial.
El problema es cuando sólo nos quedamos ahí en la letra que compuso Marcos Witt, y
no somos concientes que estamos llamados para anunciar las nuevas de su redención y
su salvación, trayéndoles esperanza de la luz y el amor de nuestro Señor. Sé que estás
pensando: “Yo no me quedo callado, anuncio el evangelio donde estoy. Mis amigos
saben que soy cristiano y varios han llegado a Cristo siendo yo un instrumento de Dios
para ello. Les hablo de Dios a mis amigos”. Bueno, si no lo has pensado te diría que
algo anda mal en tu relación con nuestro Señor, puesto que esto es algo inherente del
cristiano, algo que emana de nuestro ser como hijos de Dios. Pero ¿eso es todo?.

Redescubramos un pasaje muy conocido (y a veces trillado) para entender que más hay
en el llamado al seguimiento de Jesús: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se
desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera
y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre
un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud,
sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz
delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro
Padre que está en los cielos.” (Mt. 5:13-16). Este pasaje está dirigido a los judíos, a
través de los cuales, se llevaría la palabra de Dios a las naciones: la luz de este pueblo
era su ley (recordemos que Jesús estaba comenzando su ministerio, aún no había sido
crucificado, ni había resucitado de entre los muertos), la ley que Dios les había
otorgado, la cual rige comportamientos y el gobierno de aquel pueblo, tal cual Dios nos
demanda. Recordemos que los judíos fueron aquellos que se cerraron en su orgullo de
pueblo escogido por Dios. Si aún ellos vivían en la ley (la cual es para condenación) con
mayor razón aquellos que vivimos en la gracia, debemos de ser aquella luz.

Es bastante claro que este pasaje no se refiere a nuestra acción en la iglesia, puesto que
ellos también son sal y luz, sino que se refiere a nuestra situación en el mundo. Somos
esparcidos en el mundo, cual sal en la comida, para salvarla de la putrefacción, somos
puestos encima del mundo (y esto se vuelve más claro ante nuestra posición privilegiada
de universitarios) para iluminarlo, ellos no son parte de nosotros –no son luz- pero Jesús
nos manda a ser luz para ellos. Estamos en el mundo y debemos de quedarnos en el
mundo, sin ser parte de él, puesto que de otro modo nuestro propio llamado nos
destruiría, tal como se arroja al suelo la sal insípida.

Una ciudad encima de una montaña no puede estar oculta, es tan visible que se usa de
referencia para los que no viven ahí. Todos te deben de ver, no puedes evitar el mandato
que tienes a ser reconocido en la universidad (o en dónde te encuentres). Debes de
levantarte y sobresalir integralmente (en tus estudios, en tu compasión por los demás, en
tu trabajo con otros y para la obra de Dios, etc). Va encontrar de la realidad misma de la
comunidad cristiana el pretender esconderse. La única manera de que ocurra es
adaptando nuestra naturaleza a una falsa humildad invisible, de mantenerse tras
bambalinas. Que esto no suceda así. No podemos ser escondidos.

Las palabras de Jesús son “Vosotros sois la sal […]. Vosotros sois la luz”. No dice:
“vosotros debéis de ser la sal” o “vosotros tenéis la luz”. No es una elección de nosotros
el ser sal, no es que nosotros llevemos la luz. Es que lo somos, aquel que les dijo a sus
discípulos: yo soy la luz; les dice ahora: vosotros sois la luz en todo lo que son. Una
ciudad que no se puede ocultar. ¿Te imaginas que habría hecho Cristo en tu
universidad?. ¿Se habría quedado ahí leyendo su separata, con su resaltador al costado,
esperando a que llegue el momento de terminar de estudiar e ir a la sinagoga para andar
en “koinonia” con sus hermanos los maestros de la ley y los fariseos, limitándose a
predicarle a los compañeros de su costado en la clase?. Jesús reconoció su llamado. Y
en este pasaje, exige a sus discípulos que reconozcan el suyo: de ser hijos de Dios. Jesús
movido por la compasión que emerge naturalmente de su intensa comunión con el
Padre, es que no comía con la escoria del pueblo judío, trabajaba día y noche para que
todos conozcan de las buenas nuevas, no sólo en Jerusalén, ni se conformó con aquellos
de Galilea, él mismo viajó y se esforzó para que lo conociera todo el pueblo judío, hasta
los samaritanos. Sanó enfermos y dio de comer a los hambrientos, hechó fuera
demonios y denunció la maldad y la corrupción en su sociedad. Les trajo la salvación y
la misericordia de Dios hacia su creación encarnada en él mismo. ¿Tú que has hecho
hasta ahora en tu universidad?. Este fue el ministerio de Jesús. Si aún no sabes cual es el
tuyo, te digo ahora mismo cual es: TU UNIVERSIDAD. Es el lugar donde pasas mayor
tiempo en tu vida. El Señor me lo reveló desde primer día en el que pisé mi
universidad, sin embargo me negué al propósito de mi estadia en ella durante un dos
años. Lamento haber perdido el tiempo. Si aún no lo sabías, no pierdas más el tiempo
tratando de que se te sea revelado tu ministerio cuando egreses –si sucede así será por
gracia de Dios-, y vive el ministerio y la misión q Él te ha dado ahora.

En la Universidad
Para poder aplicar esto realmente, debemos de reconocer las coordenadas de nuestra
ubicación. Nos encontramos en la universidad en este nuevo ciclo. Entendiendo en
dónde es que nuestro Dios nos ha puesto. Tenemos la gracia de pertenecer a una casa de
estudios superiores, la gracia de aspirar a ser profesionales, a la cual sólo el 21% de los
jóvenes en el Perú puede perfilarse. Estamos colocados estratégicamente por la mano de
Dios para poder ser líderes, no solo entre cristianos (líderes eclesiales), sino estamos
llamados a ser líderes de nuestra sociedad. Somos el presente de nuestra nación, a la
cual servimos con amor y donde anunciamos las buenas de paz.

El tema que me fue propuesto para compartirte en un principio fue el inicio de clases en
la universidad. Lo que yo deseo es confrontar tu corazón y retarte ha hacer algo más que
una luz que sólo ilumina lo que hay debajo de la cama, sino que se coloque a lo alto del
cuarto. Júntate con otros para formar aquella ciudad asentada encima del monte, si es
necesario. Un siervo-líder social tiene que saber cuales son los problemas físicos y
espirituales que aqueja a su sociedad. El Señor te ha puesto ahí no sólo para que le
prediques a tus amigos, sino para que seas un agente transformador de la realidad, para
que seas formado integralmente, entendiendo que es necesario involucrarse en la vida
universitaria para entender cuales son las necesidades que aquejan tu entorno. Es
indispensable tantear el terreno antes de comenzar el ataque. Sé como Cristo. Tú ya eres
la sal de tu universidad. Ahora créetelo.

Este ciclo 2010-1, entra a la universidad, ya no con temor, con una oración a la
defensiva, tratándote de cubrirte con lo que puedas. Sino entra conciente que tienes
colocada la armadura de Dios. Prepara tu ofensiva, busca aliados que compartan esta
visión contigo, establece la estrategia, estate listo para luchar. Sé conciente que ahora la
universidad es tu ministerio, es el campo de misión, es el campo de batalla.

Rosa Lama Mavila


Coordinadora de Servicio de Conexión Bíblica Universitaria de la Pontificia
Universidad Católica del Perú - CBUPUCP

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