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La historia alternativa
zanarkante
Prefacio...
La pipa que estaba fumando se apagó. Sarutobi sólo fumaba por dos
motivos: cuando tenía hambre y cuando trataba de concentrarse. Esta vez,
era lo segundo.
Intentaba ver más allá del espectáculo que tenía delante de sus ojos.
Intentaba comprender el por qué de aquella masacre. Sólo pudo vislumbrar
que iba a ser una noche muy larga.
Guardó la pipa en su túnica una vez que ésta se hubo enfriado y
comenzó a vagar por la escena del crimen. Marchaba a paso lento,
fijándose en cualquier detalle, cualquier pista que pudiera aclarar aquella
locura que presenciaba.
El barrio de los Uchiha no era especialmente grande pero, para el
Hokage, aquella cantidad de víctimas ocupando los caminos le daban la
sensación de alargar las calles hasta donde alcanzaba la vista.
De cuando en cuando se detenía a observar. Entrecerró los ojos para
afinar su visión y así poder reconocer a aquel cuerpo tendido a la puerta
de una casa. Imposible hacerlo, faltaba la cabeza.
Siguió errando un poco más. Apenado y dolido, veía como las
unidades ANBU iban retirando los cuerpos de las calles en completo
silencio. Uno de ellos, de pelo puntiagudo y castaño que portaba una
máscara de gato, sostenía por los hombros el cuerpo de un desdichado
mientras otro izaba el cadáver por las piernas. Todo en silencio. Los ojos
de Sarutobi centellearon levemente.
-Ni siquiera se oye a los búhos.
En efecto, aquel lugar era un sepulcro enrome, nada parecía romper
ese mutismo sofocante. Incluso el siseo de los ninjas de élite al mover a
los caídos sonaba ahogado, sordo. Harto de tanta quietud, el maestro se
dirigió al joven de la máscara de gato.
-¿Dónde está?
El rostro felino se giró y le contestó de manera inexpresiva, sin
mover un sólo músculo.
-En la siguiente calle, señor.
Sarutobi se encaminó hacia el lugar con parsimonia. Se sentía
cansado, cansado y viejo. Claro que era viejo, a sus setenta y cinco años
debería haberse convertido ya en un venerable pasando sus días
preparando té y escribiendo haikus en lo alto de la montaña. En lugar de
éso, era un hombre estresado, lleno de compromisos: cuando no se tenía
que reunir con el Señor del País del Fuego, tenía una reunión de
Hokages, o estudiar las penas que se había de imponer a los ninjas
renegados arrestados en prisión, o mandar patrullas a capturar fugitivos, o
estar al tanto del espionaje de la villas vecinas.
Sus días de guerrero habían pasado, ahora era sólo un extraña
mezcla de político y burócrata.
Llegaba su destino. Se despojó de sus pensamientos y puso todas
sus energías en el presente.
A unos quince metros más adelante, un grupo de siete ANBU
vestidos con abrigos largos y con las capuchas subidas, se congregaban
en el porche de la casa del capitán de la policía. Cerraban filas en torno
a un muchacho de unos siete u ocho años que estaba sentado en el
suelo abrazándose las rodillas y con el rostro hundido entre sus brazos.
Al verle aparecer, los ANBU volvieron sus rostros hacia él al unísono
y, acto seguido, se hicieron a un lado.
Sarutobi se situó frente al pequeño, se agachó y le puso una mano
sobre su cabeza con ánimo protector.
-¿Cómo te llamas, muchacho? -dijo el anciano con voz tranquilizadora.
-S...Sasuke... -murmuró el chiquillo de forma casi imperceptible.
-Está bien, está bien.
Le acarició suavemente el pelo y se incorporó. Con un leve gesto,
invitó al capitán de los ANBU encapuchados para que le siguiera. Esperó
a alejarse los suficiente del crío antes de hablar.
-¿Y bien?
-Bueno, señor. El muchacho está en estado de shock y no ha dicho
gran cosa por el momento. Sólo que y cito: “De repente anocheció y los
mató. Los mató a todos...a ellos también”.
Sarutobi arqueó una ceja.
-¿De repente anocheció?
-Sí, señor. Éso es lo que dijo, señor.
El semblante del Hokage se tornó grave. Ahí estaba la pista que
buscaba.
-Esta bien, llevadlo al hospital. Alternad el tratamiento psicológico con
los interrogatorios.
-Sí, señor.
Mientras conducían al pequeño hacia el centro de salud, el anciano y
cansado Sarutobi alzó la mirada al cielo estrellado.
Evidentemente, para ser Hokage hacia falta demostrar grandes
conocimientos. Había que, por ejemplo, dominar todas las técnicas de la
villa que no pertenecieran a la línea de sangre de los clanes. Y aunque
las técnicas hereditarias no se aprendieran -era imposible ya que había
que nacer en el clan para adquirir sus técnicas-, sí había que procurar
conocer cómo funcionaban éstas y qué variantes podían tener.
Un pensamiento se instaló en la mente del dirigente de la Villa de la
Hoja.
-Genjutsu. No, es algo más que una simple ilusión...ha sido una
técnica ocular sólo alcanzable por el sharingan. Ha sido un Uchiha.
La noche era un poco fría. Al fin y al cabo, era una noche de
primavera.
Naruto se apoyaba negligentemente sobre la barra sobre la que servía
la comida de la Casa de Ramen de Ichiraku. Estaba profundamente
deprimido por lo mal que se le había dado hoy la prueba práctica del
semestre.
Aunque no le hacía gracia tener que compartir mesa con la persona
que le había suspendido, le hacía mucha menos gracia pasar la noche
con el estómago vacío.
-Iruka-sensei, yo sólo digo que no era para tanto. Podías haberme
aprobado si quisieras pero está claro que no quieres hacerlo. -decía el
enfurruñado Naruto.
-Te perdiste. Tuvimos que quedarnos todos media hora más para
buscarte y, por supuesto, no capturaste ninguna bandera ni ayudaste a tu
equipo a conseguir alguna.
-¡Pero eso de las banderas es una tontería! ¡Dame una misión de
verdad y te demostraré de lo que soy capaz! -la mirada de Naruto
irradiaba un coraje tan sincero que quemaba.
Iruka entrecerró los ojos al mismo tiempo que terminaba de sorber
unos tallarines.
-¿Una misión de verdad, eh? ¿Cómo proteger al Señor del País del
Fuego?
-¡Sí!
-¿Y que, al llevarlo en una comitiva, os atacasen unos ninjas
malvados y tú consiguieras escapar con él sano y salvo?
-¡Exacto!
¿Y, luego tal vez, guiarle hasta un lugar seguro?
Naruto asintió.
-¡Tú lo has dicho!
-¿Y como ibas a guiarle, señor me-pierdo-en-un-bosque-de-mi-propia-
aldea?
Una gigantesca e invisible gota de sudor apareció en la cabeza de
Naruto.
-Eh...bueno... -dijo el muchacho rascándose la cabeza en un intento
inconsciente por quitarse de encima aquella gota.
Iruka soltó una carcajada.
-¡Ja,ja,ja! Sí, ya me parecía a mi que ibas a decir éso...
-¡Eres injusto conmigo!
-Anda, toma otra ración y callate. Por cierto, es la última, ¿eh? Que
ya se hace tarde.
-Está bien...-contestó el crío con resignación.
Una vez apurada la cena, Iruka y Naruto se encaminaron hacia sus
casas. El hombre y el niño siguieron departiendo gran parte del trayecto
hasta que llegaron a la esquina en la que el pequeño tomaba un camino
distinto al del chunin.
Con un “hasta mañana”, Iruka lo dejó atrás y avanzó por una de las
calles principales. Notó una brisa extraña, así como el silencio imperante
por todas partes. Aquello le extraño mucho pero estaba demasiado
cansado y le restó importancia.
Justo cuando estaba a punto de abrir la puerta de su hogar, cayó
en la cuenta de que le faltaba la cartera. Un destelló en su mente le
recordó que la había dejado olvidada en la Casa de Ichiraku. Se maldijo
por su torpeza, dio media vuelta y fue a rescatarla.
Ahora, con el estómago lleno y caliente, Naruto se sentía algo
adormilado y ya no le daba tanta importancia a lo sucedido durante el
día.
Tomó la primera calle y enfiló la avenida principal. Anduvo un trecho
largo sorteando las oscuras callejuelas que le separaban de su ahora muy
ansiada cama.
Las calles estaban desiertas salvo por la presencia de dos aldeanos
que a todas luces se mostraban ebrios de sake. Naruto pasó junto a
ellos sin prestar atención a lo que decían.
-¡Eh, Ganzu! ¿No es ése el niño maldito? -dijo uno de los borrachos.
-¡Ji,ji,ji! Sí...pero, ¡Shhh! Nos está prohibido hablar de ello -decía su
alcoholizado compañero que exageraba sus expresiones al hablar.
El primero de ellos, un hombre de cabello negro, barbudo y
tremendamente fornido, comenzó a sollozar y, tras unos instantes, lloraba
desconsolado.
-¿Prohibido? ¿Prohibido, dices? ¡A él le tendrían que prohibir vivir
después de lo que me hizo ese maldito zorro que lleva dentro! -su rostro
se tornó iracundo- Mizuni...mi querida Mizuni...
-Sí, Mizuni...una lástima lo que le pasó -comentó su acompañante
cuya mente ya no se encontraba allí.
Sin previo aviso, el hombre de la barba cogió una tubería fina que
había quedado abandonada cerca de donde estaba y la blandió contra
Naruto.
El pobre chico, cansado y demasiado lleno, tenía la mente abotargada
y no lo vio venir.
El borracho descargó un golpe brutal que alcanzó el brazo y el
costado derechos de Naruto quien, sorprendido, abrió los ojos con espanto
al tiempo que caía de bruces al suelo y lanzaba un grito desgarrador.
Había caído boca abajo y se había arañado la cara con las piedras
del suelo pero, como pudo, hizo un esfuerzo por levantarse apoyándose en
su manos. Justo en ése momento, su agresor volvió a golpearle con la
tubería de metal, esta vez en la espalda. Un calambrazo sacudió todo el
sistema nervioso de Naruto y lo hizo desplomarse otra vez.
El pobre desgraciado sólo podía ver piedras y sangre.
El hombre ebrio soltó el improvisado arma y comenzó a propinar
varios puntapiés al cuerpo del muchacho. Éste, incapaz de hacer nada,
convulsionaba con cada golpe recibido y sus huesos impactaban al caer
contra el suelo una y otra vez, como un pelele indefenso.
El hombrecillo que acompañaba al bruto que estaba atacando a
Naruto, salió de pronto de la borrachera al contemplar aquella salvajada.
Corrió hasta su amigo y trató de sujetarle los brazos aferrándose a la
espalda del barbudo para no salir herido él también.
-¡Basta, Sonzu! ¡Basta!
El otro pareció salir de algún tipo de trance que le hubiera obligado
a actuar así, vio tendido en el suelo y sangrando el cuerpo de un niño
de no más de siete u ocho años. Se miró las manos como si las viera
por primera vez.
-¿Qué he hecho?...¿Qué...he hecho?
-¡Déjalo! ¡Vayámonos de aquí antes de que vengan los ninjas!
Mientras los dos hombres se perdían entre las oscuras callejuelas, el
cuerpo inconsciente y desangelado de Naruto quedaba abandonado a su
suerte en el suelo.
Iruka había desviado su camino al escuchar los gritos y corrió hacia
el lugar pensando que se trataba de ladrones o algo por el estilo.
Cuando llegó y encontró el cuerpo de Naruto, notó cómo las piernas
le empezaban a temblar y vio sus fuerzas desvanecerse.
Corrió hasta el chiquillo que yacía de lado sobre el costado izquierdo
y se agachó para comprobar su estado. Apenas notaba su respiración. Le
sujeto la cabeza y trató de despabilarlo.
-¡Naruto! ¡Naruto, responde! -gritaba, en balde.
Lleno de ira y con lágrimas en los ojos, alzó a la malograda criatura,
lo cogió en brazos y corrió tan rápido como pudo hasta el hospital de la
villa.
Era una noche de ajetreo en el Yondaime Memorial. El hospital de la
villa era en realidad un complejo de varios edificios los cuales estaban
separados los unos de los otros para tratar según qué pacientes. No era
igual tratar al carpintero que se había aplastado un pulgar con un martillo,
que a un chunin que llegaba con sus centros de chakra bloqueados por
alguna técnica secreta ancestral.
El área reservada a los ninjas estaba atestada de chunin, de jounin
y, lo más perturbador de todo, de unidades ANBU.
Iruka se abrió paso entre la multitud buscando a alguien que pudiera
atender a Naruto. Finalmente encontró a un médico que hablaba con el
Hokage.
Al verlo, Sarutobi se quedó de piedra.
-¿Qué ha pasado, Iruka?
-No lo sé, volvía a recoger mi cartera, escuché gritos y me lo
encontré en este estado.
El médico examinó al pequeño y ordenó que lo llevara a la unidad
de cuidados intensivos.
El desconcertado Iruka, preguntó al descompuesto Sarutobi cuál era el
motivo de tanta afluencia ninja.
-El clan de los Uchiha ha sido exterminado -el chunin se quedó de
una pieza. En especial al recordar que uno de sus alumnos era un
Uchiha-. Sólo queda un único superviviente y, como no quería dejarlo solo,
he mandando reunir a todos los hombres disponibles para dirigir desde
aquí la investigación del asunto.
-¿Un único superviviente? -preguntó el profesor de Naruto, rezando
para que el Hokage dijera el nombre de Sasuke.
-Sí, un muchacho de no más de ocho años. Se llama Sasuke.
Éso alivió un poco a Iruka. Sólo un poco.
-¿Y cómo está?
-En estado de shock, obviamente. Presenció la matanza sin poder
hacer nada.
-¿Alguna pista de quién ha podido ser?
-Estoy a la espera de que confirmen mis sospechas.
La faz de Iruka se ensombreció.
-Parece que esta noche todos tendremos que hacer guardia -se
lamentó el joven.
-Éso parece.
Naruto abrió poco a poco los ojos. Comprobó que era de día, que
estaba en cama, con el torso, cabeza y el brazo derecho vendados.
Junto él, en un sillón, Iruka estaba durmiendo. Su maestro pareció
percibir que había vuelto en sí ya que, al punto, él también se
despertaba. Su cara se iluminó levemente.
-¡Ey, Naruto! Por fin has despertado.
Naruto abrió la boca para contestar pero un intenso dolor en la
mandíbula seguido de un chasquido nada tranquilizador, se la cerraron.
-Has sufrido muchos daños. Será mejor que no hables por el
momento, ¿Crees que podrás?
Naruto esbozó una sonrisa.
-Lo tomaré por un sí. Voy a decirle a los médicos que has
despertado.
El chunin se levantó y desapareció por la puerta. Al cabo de un
rato, mientras Naruto trataba de reorganizar su memoria para aclarar qué
le había pasado, Sasuke y médico que lo acompañaba cruzaron por
delante de su puerta.Las miradas de los críos se cruzaron.
-¿Naruto? ¿Qué le ha...pasado?
De pronto, recordó el día anterior cuando se imaginó a Naruto herido
si en lugar de ayudarle hubiera dejado caerle al río. La pesadilla en la
que llevaba inmerso desde el día anterior no hacía más que agravarse.
-Primero mi familia y ahora, ésto.
Sasuke no pudo evitar sentirse terriblemente culpable al creer que
aquel pensamiento suyo había provocado el estado actual de su compañero
de clase.
Totalmente hundido, bajó la mirada y continuó su camino.
Naruto también le vio y comenzó a elucubrar cuáles podrían ser los
motivos de su presencia en el hospital, pero no halló respuesta
satisfactoria.
Al día siguiente, el Hokage hizo una visita Naruto y, cuando éste ya
se marchaba, escuchó la conversación que tuvo con un médico en la
puerta de su habitación, lo que le aclaró un poco las cosas.
-Sí, parece que ya habla un poco más, señor. Ha mencionado a su
hermano. Dice que él fue el que mató a todo el clan.
-Me lo sospechaba.
Naruto abrió los ojos horrorizado.
-¿Todo su clan? ¿Su hermano los ha matado? Pero ¿Por qué?
Sin querer, comenzó a pensar en qué sentiría Sasuke, en cómo sería
perder a toda su familia. Dado que él nunca había tenido una, la idea se
le antojaba inconcebible pero, de algún modo, sentía que ahora Sasuke y
él tenían algo en común: ambos estaban solos.
Por su parte, Sasuke escuchó otra reveladora conversación sobre
Naruto mientras observaba desde la ventana, pensativo, cómo se mecían
los árboles con la brisa de la tarde.
-Es asombroso. En unos días casi se ha curado por completo de
varias fracturas. Es inexplicable. -afirmaba un doctor.
-¡Sí, hace falta algo más que un par de borrachos para acabar con
ése crío! -contestó Sarutobi. Parecía haber recuperado su habitual buen
humor.
Aun así, el médico le miró sin comprender muy bien.
-¿Cuantos años lleva en la aldea, doctor? -preguntó el Hokage.
-...Ehm...tres, señor. Me trasladé desde el País de la Tierra. ¿Por?
-No, por nada. Pero no se sorprenda con Naruto. Está acostumbrado
a vivir en la calle. Es un niño sin familia, ¿sabe? Y es un niño muy
fuerte, se lo aseguro.
El sol se bañaba en el horizonte brillando con intensidad. El pelo
ónice de Sasuke comenzó a reflejar destellos anaranjados. Frunció
ligeramente el ceño.
-¿Sin familia?
Sasuke trató de imaginar cómo sería la vida de Naruto. Cómo iba a
ser su futura vida.
Le vio vagando por las calles, solo, completamente abandonado,
robando -quizá- comida a los mercaderes.
En lugar de sentirse preocupado por lo que le podía deparar el futuro
-al fin y al cabo, el también se había quedado sin hogar-, recordó cómo
Naruto venía todos los días a clase lleno de alegría, siempre dispuesto a
bromear y a sonreír.
-¿Cómo es capaz de hacerlo? Yo no creo que pudiera soportar esa
situación.
Apoyó la barbilla en sus puños en clara actitud meditativa y se entretuvo
viendo el ir y venir de las bandadas de pájaros mientras el sol,
finalmente, se ponía.
Acto IV: Ab amando ductum est amicitiae nomen
El pasado es un prólogo.
William Shakespeare
Los primeros rayos de luz alumbraban los nevados picos montañosos
del norte del País del Rayo. Tras un pequeño empujón, unos párpados
comenzaron a abrirse sólo para volverse a cerrar en el acto. Otra amable
sacudida, y Naruto finalmente despertó.
Su perezoso bostezo se convirtió en una nube de vapor al contacto
con el aire frío. Sólo con verla, comenzó a tiritar.
-¿Té? -le preguntó Kiba mientras apartaba un pequeño recipiente del
hogar.
Naruto, salió de su saco de dormir y se acercó al fuego en busca
de calor. Con gesto vago, cogió un pequeño vaso de latón y se lo
acercó al maestro de la fieras.
-Gra...cias -decía mientras bostezaba y parpadeaba, en un intento por
despabilarse del todo.
-¡Caray! ¡Menudo bostezo! ¿Has pasado mala noche? -Kiba llenó de té
el vaso.
-Y que lo digas. ¡Este frío te congela hasta las ideas! -tomó un sorbo
y se puso rojo- ¡Agh! ¡Quema! ¡Amarga!.
Kiba soltó una carcajada.
-¡Ja, ja, ja! El té es bueno. Te calienta el cuerpo cuando hace frío y
te calma los nervios.
-Creo que confundes calentar con abrasar -el Inuzuka volvió a reír-
¿Algo nuevo?
Akamaru, que hasta entonces había estado callado y tumbado en un
rincón, alzó la cabeza y ladró.
-Sin novedad en el frente, según Akamaru.
-Genial, genial. Sólo llevamos una semana así.
El tono del Colmillo se volvió casi paternal.
-Debes de tener paciencia. Pronto harán algo, ya lo verás.
-Bueno, pues yo también voy a hacer algo o me quedaré hecho un
témpano, ¿vienes Akamaru?
El perro ladró, movió la cola y, presto y dispuesto, lo siguió.
Naruto seguía avanzando ladera abajo mientras que Akamaru, que iba
muy por delante de él, se entretenía masticando nieve y revolcándose en
ella.
Con tono cansado, el joven le llamó la atención como si estuviera
tratando con un niño pequeño.
-Akamaru, no te comas la nieve a ver si te vas a tragar algo que
no debes.
De repente, el animal comenzó a toser y a carraspear. Se estaba
ahogando.
-Si antes lo digo...
Naruto suspiró y, meneando la cabeza, se acercó al apurado perro
abriéndole la boca para ver qué tenía. Al fondo, en la garganta, un objeto
oscuro obstruía las vías respiratorias del mestizo.
Sin perder tiempo, le realizó una versión canina de la maniobra
Heimlich y, al instante, el culpable salió disparado yendo a caer varios
metros más adelante.
Alzó la vista tratando de hallar la piedra que, según él, era la
causante de aquella situación pero sólo encontró un objeto esférico y
negro.
Se acercó un poco más para estudiarlo con detenimiento y observó
que no era una piedra, como él había pensado, sino una bomba de humo
que había quedado olvidada.
-Seguramente se les ha caído.
Naruto escudriñó el horizonte en busca de alguna pista del grupo de
ninjas que estaban siguiendo desde hacia algo más de una semana, al
notar un comportamiento extraño por parte de éstos en la aldea de las
Nubes durante sus labores de espionaje.
Su mirada se detuvo en un punto y sus ojos se entrecerraron de la
forma en que en lo hacen los de un zorro que ha localizado a su presa.
Entre varias laderas blancas y monótonas, a lo lejos, algo interrumpía
la continuidad. El sol arrancaba de aquel sitio tonos ocres, casi arcillosos
y revelaba la presencia de unas cuantas siluetas moviéndose.
-Una cueva...
Como una flecha, Naruto corrió en dirección al campamento provisional,
que Kiba custodiaba, para avisarle.
En poco tiempo llegó, exhausto, ante la presencia del Inuzuka.
Kiba le miró de soslayo.
-¿Localizados?
-...Sí...a una media hora de aquí...
El rostro de Kiba se endulzó.
-Anda, bebe algo que te vas ahogar. -dijo mientras le acercaba una
taza y recogía las últimas cosas del campamento que había estado
levantando.
-¡Agh! ¡Otra vez! Tío, ¿no entiendes el concepto de “caliente pero sin
abrasar”?
-¡Ja,ja,ja! Te lo he dicho: te vendrá bien para calentar el cuerpo.
Unos minutos después, los tres, camuflados con sus capas -y pelaje-,
avanzaban con sigilo por entre los árboles.
Pasó más tiempo y Kiba dio un respingo. Se volvió a Naruto y
comenzó a susurrar.
-Ahí están. De aquí en adelante, habrá que tener más cuidado con
las posibles trampas...
Se detuvo, olfateó el aire y Akamaru gruñó. Instintivamente, Naruto
sacó su kunai.
-Nos han descubierto -dijo el rubicundo ninja.
Con un gesto brusco extendió su brazo y apuntó a algún lugar
indeterminado fuera de su campo de visión, convocó al elemento aire, lo
afiló y lo proyectó contra unas ramas altas y relativamente lejanas. Se oyó
un crujido,y éstas cayeron cercenadas al suelo, junto con uno de los
ninjas que pretendían emboscarles.
Tres más surgieron de entre la nieve y atacaron al grupo.
Akamaru se lanzó, sin pensarlo, contra el cuello de uno que,
segundos después, caía al suelo inconsciente o muerto mientras el animal
aún lo retenía entre sus fauces.
Kiba percibió como una hoja metálica se dirigía hacia él por su
espalda, describiendo un arco amplio. Se agachó y el filo pasó de largo,
lo que permitió, a su vez, que Naruto pasara rodando sobre la espalda
de Kiba. Realizó medio giro y aprovechó la inercia para propinarle una
contundente patada en la cabeza al agresor.
El maestro de las bestias, casi en el mismo momento, dio un salto
hacia el último ninja, que venía de frente y, cuando estaba en el cenit de
su ascensión, le clavó la rodilla en el mentón. Cayó como sus
compañeros, inconsciente y sangrante, al suelo.
Pero el enfrentamiento había llamado la atención de los otros ninjas
que corrían hacia ellos con intención de capturarlos.
Conscientes de ésto, los hijos del Fuego optaron por huir, ya que les
superaban en número y, además, la misión de vigilancia se había ido al
traste al revelar su posición.
Basándose en el principio físico de que cuatro patas corren más que
dos, Naruto se montó en Akamaru y Kiba, por su parte, comenzó a
galopar ayudándose de sus brazos. No tardaron en poner unos cuantos
metros de por medio, pero al pasar sobre un inadvertido desnivel, Kiba
tropezó y cayó ladera abajo.
-¡Kiba!
El chunin rodaba sobre sí mismo tratando de aferrarse a algo que
detuviera su caída. Un providencial árbol se cruzó en su camino y,
clavando sus zarpas en la corteza, se frenó al fin.
Naruto llegó hasta él y le invitó a subirse a lomos de Akamaru pero,
cuando el maestro de las fieras se estaba levantando, sus perseguidores
ya habían llegado hasta ellos. Los ninjas del fuego trataron de mostrar
resistencia pero no les sirvió de mucho.
Kiba soltó un puñetazo en dirección a la mandíbula del guerrero más
cercano pero una cadena le retuvo. Parecía que tuviera vida propia. Siguió
moviéndose, arrastrando la mano de Kiba en su camino y, en un abrir y
cerrar de ojos, el chico estaba atado de pies y manos. Mientras sucedía
ésto, Naruto y Akamaru fueron víctimas de la misma jugada sin advertirlo.
El enemigo los rodeaba pero la serpiente metálica no pertenecía a
ninguno de ellos. Venía de alguien situado en segunda fila.
Los hombres del Rayo se hicieron a un lado, mostrando al dueño del
arma.
Un hombre enmascarado hacía girar imprudentemente un kama que
estaba unido a la cadena.
-Un kusarigama -pensó Naruto.
Sus ojos recorrieron todo el hilo férrico y vio, al final, una pesada
bola de acero macizo. Efectivamente, era un kusarigama. Y muy largo
además.
-¡Hoy tenemos invitados! -rió el líder del grupo.
Dio un fuerte tirón a la cadena y los tres cayeron al suelo, giró
sobre sus talones y echó a andar, arrastrando a sus presas con él. Por
la anchura de aquel hombre, Kiba sospechó que sería muy capaz de
llevarlos así durante todo el camino de regreso a la Aldea de las Nubes.
-¿S-Sasuke?
La mente del zorro se retrotrajo cuatro años atrás en el tiempo.
Ahí estaba él, con doce años, algo deprimido por haber suspendido el
examen de chunin. Estaba sentado en su cama, mirando al suelo, con las
manos apoyadas en los mofletes.
Un golpeteo en su ventana le espabiló. Fue hasta ella y la abrió.
Estaba en un segundo piso, así que se asomó para ver si alguien de
abajo le estaba tirando piedrecitas para llamarle. No vio a nadie. Ya iba a
entrar de nuevo cuando algo se movió por el rabillo de su ojo, giró la
cabeza y se encontró con los labios de Sasuke que le besaron una
mejilla.
-Buenas...
Naruto volvió a entrar y se dejó caer en la cama con semblante
abatido. Su compañero, le siguió, cerró la ventana tras de sí y se sentó
a su lado.
-¿Qué te pasa, Naruto?
-Mírate -decía triste y enfadado a un tiempo-. Ya eres un chunin y
yo, yo nunca pasaré de genin.
El Uchiha le acarició el pelo.
-¡No digas éso! Seguro que tú también lo serás pronto...
-No -protestó-, yo soy un negado. No sirvo para ésto, no sirvo para
nada.
Sus ojos se humedecieron y el nuevo chunin le pasó, con dulzura, un
dedo para tratar de enjuagar las inminentes lágrimas.
-¿Dónde está el Naruto que yo conozco? ¿Dónde está ese chico que
nunca se rinde, eh? …Mira, tengo una idea: yo te entrenaré, te daré
clases especiales que te harán mejorar en poco tiempo, ¿vale?
El pequeño asentía al tiempo que trataba de contener el llanto con
un vistoso puchero.
-Gracias. Eres tan bueno conmigo...¿Por qué?
Sasuke se acercó a él y le abrazó.
-Pues porque eres lo único que tengo...y lo único que quiero, Naruto.
El presente le atropelló.
-¡Seré idiota! ¿Qué acabo de decirle?
Trató de rectificar para sacar el dedo de la llaga.
-No, no quería decir éso...es sólo que hemos estado en muchas
misiones juntos.
-Ya...
El dueño de Akamaru reapareció y les indicó que ya podían depositar
sus pertenencias en la habitación mientras el dejaba un plato de comida
para el can en el patio de la posada.
Ya estaban los tres metidos entre vapores y agua. Por suerte, por
mucha suerte, ninguna otra persona estaba presente salvo ellos.
Naruto no apartaba la vista de Sasuke.
Al principio hubo un silencio incómodo, pero la proverbial diplomacia
de Kiba lo solucionó.
-¿Le amas?
El joven rubio le miró como si acabase de revelar un secreto bien
guardado.
-¿Qué?
-Digo que si le amas. Por como le miras, y teniendo en cuenta lo
“buenos amigos” que eráis hace unos años, parece que estás -o que
sigues- enamorado de él.
-Yo..y-yo...no sé...o sea, sí sé...pero no...
El Uchiha lanzó una misteriosa mirada a Kiba.
-Parece que el chico está confuso.
El Inuzuka aceptó el desafío.
-Pues vamos a aclararle las ideas.
Como dos tiburones bien sincronizados, rodearon a su víctima. Una
víctima que los deseaba a ambos y que no sabía con quién quedarse...
Acto IV: Masquerade
Escucha
Escuchar
Aún seguían bailando. Naruto besó las manos del Uchiha y trató de
acurrucarse en su brazos.
-Sasuke...te quiero.
-Y yo a ti también, yo a ti también.
El joven zorro se dio la vuelta y sus labios, después de tanto
tiempo, volvieron a probar el amor de Sasuke durante largo rato.
Y Volvió a reconocer a ese chico tímido y serio de mirada tierna y
que jamás, jamás, llegó nunca apartarse de su lado.
-Totomi...
-¿Totomi? -preguntó Sakura, sin comprender.
-El señor del País del Fuego, Totomi Uranesu.
El salto que habían dado los ninjas fue exageradamente alto y aún
tardarían un tiempo en encontrarse con la dura superficie acuosa. El
shinobi que les atacaba, sin perder un minuto, dirigió a su sirviente contra
ellos. La serpiente saltó y abrió una enrome boca que mostraba cuatro
colmillos del tamaño de hombres.
Los tragó.
Dentro de la boca y resistiéndose como podían a la succión que
ejercía sobre ellos el animal, ambos ninjas reunieron su chakra buscando
la mejor manera de salir de allí.
Sasuke liberó su energía y por el morro de la serpiente salió un rayo
que hizo saltar a su dueño de la posición que tenía. Volvió a caer sobre
la cabeza y se asomó por el agujero que tenía cerca de la nariz.
Ahora que la luz pasaba, el Uchiha veía cómo su camarada
continuaba reuniendo chakra.
Naruto comenzó a gritar. Una capa roja de alguna sustancia
vagamente gaseosa comenzó a cubrir su cuerpo. Sasuke, asustado, trató
de retroceder, pero no podía moverse en aquel lugar tan angosto. El
chunin se abrazó a él y su grito fue en aumento.
El hombrecillo que trataba de mirar a través de la herida de la
criatura marina, creyó distinguir en la penumbra la figura de dos chicos.
Su mano fue hasta un bolsillo donde tenía algunas armas venenosas con
las que rematarlos. Apuntó y...
...una formidable explosión hizo volar en pedazos la cabeza de la
serpiente. La inmensa presión también encontró salida por el orificio que el
ANBU había practicado al malogrado ofidio, llevándose a su dueño por
delante.
Los jóvenes cayeron sobre la cubierta de popa, que se hundía poco
a poco en el mar.
Miraron por todas partes pero no había rastro de ninguno de sus
compañeros. Sin poder preocuparse más de ellos, volvieron a levantarse y
saltaron una vez más sobre unos anchos tablones que flotaban.
Agotados, en especial Naruto, se tumbaron sobre ellos y reposaron
tras el combate.
Sasuke se acercó al portador del Kyuubi que, entre jadeos, reía
victorioso.
-¡Ese es mi chico! -dijo riendo también al tiempo que le besaba en la
mejilla.
Con calma, el sol matinal fue secándolos y durmiéndolos.
Pasaron dos días y seguían sin saber a dónde iban. Fue entonces,
durante la noche de la segunda jornada cuando una violenta tempestad los
sorprendió.
Las olas arrastraron los maderos flotantes durante horas y, cuando
creían que morirían en aquella tormenta, ésta amainó. Al parecer, el mar
les había escupido sobre tierra firme.
Esperaron hasta el alba siguiente para explorar los alrededores.
Caminaron durante largo rato y, felizmente, encontraron una casa de té al
pie de un camino.
El hombre que la atendía era bastante mayor y muy amable, tanto
que les invitó a un par de infusiones. Pronto se entabló confianza entre
ellos y los muchachos pidieron indicaciones.
-Gracias por el té, señor -agradeció Naruto- Y antes de marcharnos,
si no es mucha molestia, ¿Podría indicarnos hacia dónde se va al País
del Fuego?
-¡Jo,jo,jo! Jovenzuelo, ¡Ya estás en el País del Fuego!
-¡Oh, estupendo! -siguió Sasuke- Entonces podrá decirnos dónde queda
la Aldea Oculta de la Hoja.
Se miraron ente sí. Habían olvidado que aún llevaban la ropa de gala
de aquella turbulenta noche.
-Pues debo deciros que ahora es un mal momento para los ninjas.
-¿Por qué?
-Pues porque ha cundido el caos entre ellos -prosiguió el viejo-.
Durante el festival de la Luna Roja en el País del Agua se produjo un
ataque y, desde entonces, todos los Kages están desaparecidos. Además,
se ha extendido el rumor de que los señores feudales murieron esa
misma noche. Por no hablar de Orochimaru...
-¿Qué pasa con él? -preguntó Sasuke.
-Pues que se ha hecho con el control de un arma muy poderosa y,
aprovechando la confusión reinante, ha creado un ejército utilizando a todos
sus agentes encubiertos en las aldeas. No contento con éso, algunos
viajeros que pasan por aquí aseguran que tiene toda una colección de
criaturas monstruosas a su servicio. Creo que en estos momentos debe de
estar de camino al País del Viento.
-¿Y qué pretende?
-¡Oh, supongo que lo de siempre! Controlar el mundo o algo por el
estilo...
Los ninjas suspiraron apesadumbrados y se despidieron del anciano.
Vagaron durante algún tiempo sin saber muy bien qué hacer hasta
que Naruto propuso algo.
-Ya estoy harto de llevar este traje
-Y yo.
-Vamos a Konoha, pongámonos ropa normal y busquemos a nuestros
compañeros.
Sasuke, con cara optimista, asintió.
-Y cuando estemos todos iremos a por Orochimaru.
Acto II: Hierosolyma perdita est
Pasaron varios días y los tres ninjas llegaron al País del Río.
Cerca de una poblado de campesino se encontraron con la pareja
que rescató al chunin. Él era un hombre anciano que llevaba ropas
lujosas, posiblemente era algún tipo de noble. Según les comentó
Shikamaru, le apodaban el “rey” en su tierra. Ella, era de avanzada edad
como su esposo y siempre parecía actuar un instante antes de que algo
pasara. Era como si pudiese ver el futuro.
Subieron a su carro de mercancías y no tardaron mucho en acercarse
a la frontera. La mujer susurró algo y Naruto le pidió a su inteligente
amigo que tradujera.
-Dice que pasaremos sin problemas.
-¿Cómo puede saberlo? -inquirió el Uchiha.
Él se encogió de hombros.
-Simplemente lo sabe. No le des más vueltas.
Naruto trató de apreciar con más detalle las armas que usaba.
Una de las que mató a Orochimaru estaba tallada en obsidiana y su
hoja era serrada, tenía una inscripción que no supo traducir.
La otra, en cambio, era más bien una cuchilla grande. De hoja recta,
ancha y punta oblicua. También tenía algo grabado.
-¿Qué significa? -preguntó él, señalándolas.
Alzó la cuchilla
-Destino.
Alzó la negra.
-Mal.
Luego, otro de sus brazos mostró una espada fina y elegante con
una empuñadura de marfil tallado con extrañas filigranas.
-Bien.
La última de sus extremidades blandió un arma extraña. Era un mazo
pequeño, similar al que usaban los carpinteros que trabajaban en la villa
de Naruto, pero la cabeza no era cilíndrica sino que tenía forma de
prisma estrellado.
-Suerte.
Naruto asintió, comprendiendo.
-Y bien, ¿Qué has venido a juzgar?
Fin