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SasuNaru

La historia alternativa

zanarkante
Prefacio...

...o era Prólogo...nunca me acuerdo...


Había visto muchos FanFiction de SasuNaru antes. La mayoría eran
muy buenos pero siempre se me hacen un tanto “cortos”. Así que decidí
un día comenzar una historia un poco más larga, con una trama algo
más profunda. Debo confesar que me quedé al principio a medias de
cuncluir el relato -concretamente al final del capítulo I-. Como no sabía
cómo avanzar lo dejé aparcado pero un buen día descubrí los Foros Dz,
publiqué los primeros cuatro actos y le gustó a algunas personas. Ésto
me animó y pude continuar hasta el final. Gracias a todos los que
gastaron su tiempo -y sus ojos- en leerlo.

En cuanto al aspecto técnico, el lector tampoco debe esperar


birguerías. Al fin y al cabo, es el primer libro que escribo.
Espero que disfrute de la obra tanto como yo he disfrutado
escribiéndola. Bueno, ésto último no es del todo cierto porque a veces me
quedaba atascado y no sabía cómo continuar...pero el caso es que seguro
que el lector -también incluyo a las lectoras en el término, por supuesto-
va a pasáserlo bien.
Conste que no publico ésto con ánimo de darme a conocer como
escritor. Nada más lejos de la realidad. El color de la fuente y el fondo
del foro obliga a forzar la vista más de lo recomendado. En este formato
creo que se podrá leer mucho más cómodamente.
Capítulo I
Acto I: Deus ex machina

De cómo un niño traiciona lo que ama cegado por la venganza y


cómo el amor -y no la fe- mueve montañas.
Ni la ausencia ni el tiempo son nada cuando se ama.
Louis Charles Alfred de Musset
Ése fue el último golpe.
Con una estrepitosa explosión que inundó los alrededores de luces
azules y rojas, el combate finalizó.
Naruto yacía tendido en el suelo, inconsciente, casi muerto. Kyuubi, el
monstruoso zorro de nueve colas, señor de las bestias y terror del mundo,
había corrido por sus venas con demasiada intensidad, durante demasiado
tiempo. La mente de Naruto se oscureció tanto como el cielo tormentoso
que estaba encima de él.
Y, frente a él, jadeando y dolorido, lo observaba Sasuke.
Aquél idiota, aquél payaso inútil que sólo le distraía de su sagrada
venganza le había plantado cara y casi había ganado. Casi.
Ahora, viendo aquel cuerpo desvalido y casi carente de vida, la mente
de Sasuke brilló: estaba un poco más cerca de su meta, un poco más
cerca de obtener el poder definitivo para destruir al asesino de su clan, a
su hermano. Sólo tenía que acabar con Naruto.
El aire apestaba a tierra húmeda y a truenos. Comenzó a llover fina
pero abundantemente.
-Sólo tengo que acabar con él...sólo...
Algo dentro de él se revolvía, luchaba por salir, y esta vez no era el
sello de Orochimaru.
De repente, cada vez que evocaba la idea de acabar con Naruto, su
cabeza ardía con su imagen sonriente, con sus ojos azules brillando de
coraje y sus labios componiendo una sonrisa traviesa. Así era aquel chico:
siempre dispuesto, siempre juguetón...y ahora Sasuke iba poner fin a todo
éso.
Se inclinó un poco más sobre el muchacho rubio, situándose de tal
forma que la bandana metálica con el símbolo de la Hoja de Naruto
coincidía con la barbilla de Sasuke.
-Ponerle fin a Naruto...Naruto...
Los ojos del ahora ninja renegado se humedecieron.
Recordó aquellos días lluviosos de otoño en los que estaba en el
patio de la Academia, solo, recordando a su familia lleno de tristeza y
cómo veía a Naruto hacer monerías junto con Kiba. Aquello le hacía
gracia.
No lo suficiente para reírse pero sí para esbozar una inconsciente
sonrisa de agradecimiento por alegrarle ligeramente el corazón.
Recordó aquella misión en la que se enfrentaron a Haku, un rival
imposible que dejó a Sasuke herido y cómo, cuando éste estaba
indefenso, Naruto acudió en su ayuda.
Lo protegió, lo salvó.
El chico estaba confuso. Se inclinó todavía más sobre el rostro del
portador de Kyuubi.
-¿Qué...qué hago?...Naruto...yo...
Cerró los ojos. Dejó que su corazón actuara y así sucedió. Los labios
de Sasuke se encontraron con los de Naruto. Con calma, con un cariño y
una ternura de los que jamás se hubiera creído capaz, saboreó aquel
beso. Disfrutó de aquello labios inocentes y tiernos que dormían. Tal vez
para no despertar de nuevo.
Una lágrima, oculta entre la plomiza lluvia, resbaló por su mejilla.
-Si tan sólo pudiera...volver atrás...Si nada de ésto hubiera pasado,
Naruto, juro que mi corazón se quedaría contigo hasta el fin de los
tiempos...Maldito...maldito... Itachi...
Otra lágrima cayó y sus puños se crisparon con furia.
-¡Maldito asesino! ¡Incluso ahora me sigues arrebatando todo lo que
quiero!
El sonido de un trueno cercano pareció sacarle del torbellino de
emociones y pensamientos en el que estaba sumido.
Decidió que ya había tenido suficiente. Se incorporó, miró por última
vez a Naruto y, con todo el dolor de su alma, dio media vuelta,
adentrándose en el bosque.
La lluvia se intensificó y la carrera por el bosque se hizo en extremo
peligrosa. Todas las ramas de los árboles estaban húmedas y resbaladizas.
Hubiera sido más sensato caminar por el suelo en lugar de saltar de
rama en rama, pero cuando una aldea de ninjas trata de darte caza, la
sensatez no tiene cabida.
Al margen de ésto, el gasto de fuerzas que le había supuesto a
Sasuke la pelea con Naruto, sumado al reciente descubrimiento de lo que
sentía por el paria de la aldea, le tenían inmerso en una especie de
colapso emocional. Se movía por el bosque como una sombra, como un
fantasma en la fatídica dirección en la que se encontraba la aldea del
sonido y, en ella, aguardaba Orochimaru.
-¿De verdad voy a hacerlo?...Tengo que hacerlo, es la única opción.
Es la única opción. No volveré a ser más débil que mi hermano. No
dejaré que siga haciendo daño. ¿Pero es ésta la forma de hacerlo? ¿Es
ésto lo que debo hacer, lo que quiero hacer?
Sasuke tenía la mirada perdida, se movía por pura inercia. Cualquiera
que lo hubiera visto, hubiera creído que era víctima de la técnica del
marionetista.
-Si lo hago, obtendré el suficiente poder para destruir a Itachi y
entonces, sólo entonces, podré descansar y vol...
Su mente se congeló por un instante. No había caído hasta ese
momento en el hecho de que, al haber huido de la aldea, se había
convertido en un prófugo.
Ya no podría volver nunca más, so pena de muerte.
-¡Je! Ahora sí que lo he perdido todo...¡Vaya un imbécil!.
Aunque jamás había dado muestras de ello, su espíritu se hinchaba
de orgullo cada vez que le decían lo buen ninja que era. Adoraba
secretamente esa admiración que sentían por él cuando la gente
comentaba que era una mezcla perfecta de talento, habilidad e inteligencia.
-Pero mírame ahora. Convertido en un patético vagabundo, un fugitivo
sin hogar que lo ha perdido todo. Hasta su vida.
Su expresión varió ligeramente. El ceño se frunció y la boca formó
una mueca de asco y de desprecio.
De nuevo, un trueno retumbó en las proximidades y Sasuke se vio
repentinamente sorprendido. Tan sorprendido estaba, que su pie no atinó a
apoyarse en la siguiente rama y cayó. Cayó a plomo por entre los
árboles golpeándose con las ramas inferiores. Pero no le dolía. Ningún
castigo físico que se le infligiera le perturbaba ya.
Un pequeño estrépito sordo estremeció los alrededores. En el suelo,
que ahora era un mejunje de hierba y lodo, estaba el cuerpo de Sasuke
tendido boca arriba, mientras tosía en un desesperado intento por no
ahogarse con la lluvia. Al ninja fugitivo no le quedaban fuerzas para
moverse y evitar así morir ahogado con la lluvia.
Un intenso dolor en el costado, junto con un par de toses que
expelían sangre, le dieron un diagnóstico rápido de su situación: se había
fracturado un par de costillas y parecían haber arañado, sino dañado, el
pulmón. Cansado como estaba y en las condiciones actuales, estaba
muerto.
-Se acabó. Mejor así. Mejor así...Naruto...¡Je,je!...tal vez en la próxima
vida...
Se escuchó el crujir de la hierba mojada a través de la lluvia.
Puede que Sasuke fuera un renegado, un tonto, lo que fuera, pero
ante todo era un ninja y, debido a su entrenamiento, cuando percibió
aquél estímulo, su cuerpo reaccionó: su dolor se desvaneció, su respiración
se calmó, sus oídos se aguzaron, su musculatura se tensó y su mente se
aclaró para poder ubicarse correctamente.
Al parecer, había caído al borde de un claro y, para colmo, él estaba
empapado y lleno de barro.
Giró la cabeza hacia el centro del claro, de donde provenía el ruido
y, al hacerlo, no sabía si estaba delirando o directamente muerto. Porque
lo que estaba viendo no era, simple y llanamente, posible.
Allí, justo en el centro del claro, se alzaba bajo la lluvia una figura
borrosa. Aparentemente llevaba una túnica hasta los pies y la cabeza
quedaba oculta por la capucha.
A pesar de lo sospechoso del individuo, lo que le había llamado la
atención a Sasuke no era la vestimenta del sujeto sino el par de alas
emplumadas y blancas que lucían a su espalda. Eran unas alas gruesas -
musculosas sería el término correcto- y enromes. Su envergadura una vez
desplegadas podía alcanzar tranquilamente los cuatro metros. ¿Qué narices
era aquello?
Aquella estampa era fantasmagórica: un sujeto alado que parecía aire
miraba hacia ninguna parte mientras que, a lo lejos, el preñado cielo de
nubes había formado un par de claros por donde se filtraban unos
imponentes rayos solares que le daban un aspecto a todo aquello de un
sueño, algo irreal.
La figura, hasta entonces de perfil con respecto a Sasuke, se giró
hacia él.
Aunque al muchacho no le quedaban fuerzas, el susto hizo que
activara su sello maldito para protegerse ante un posible amenaza.
Una vez más, manchas serpentinas y maléficas del color de la noche
sin estrellas brotaron desde su cuello y le cubrieron todo el cuerpo.
Su sharingan se activó y se puso en pie. Abrió la boca para
averiguar si era amigo o enemigo pero justo en ése instante, una voz,
pesada como el plomo, le golpeó la mente.
-Hola, Sasuke.
El joven Uchiha había recibido unos cuantos golpes a lo largo de su
vida, pero aquello, aquello lo sobrepasa todo. Era como ser golpeado con
toda la tristeza del mundo, era como caer a un abismo del que sabes
que ya no vas a salir.
Y, lo más extraño de todo, aquella voz le recordaba a él mismo.
-¿Qué eres? -Dijo Sasuke como pudo.
-Necio, ¿Aún no lo ves?
Una idea cruzó la mente del chico.
-Shinigami. Ésa voz tiene que ser la de un shinigami que viene a
por mí- Pensó Sasuke.
“¡Maldito, no me llevarás sin lucha!” iba a decir Sasuke, pero como
en los combates no se habla, se limitó a lanzarle uno de sus últimos
kunai en dirección a donde debían estar los ojos. El cuchillo voló, cubrió
los treinta metros que los separaban en décimas de segundo, alcanzando
los ojos de la figura... y siguió volando hasta caer muchos metros más
lejos.
“Asombroso”, “imposible, no puede ser ¿Qué eres y qué quieres?”
podía haber dicho el chico de pelo azabache. Pero de nuevo, como en
los combates no se habla, decidió lanzarse de cabeza contra el nebuloso
personaje que permanecía inmóvil.
Inició la carrera a mata caballo, pues el impulso de adrenalina que le
había supuesto descubrir aquella cosa mirándole no había sido suficiente
para erradicar el dolor que le perforaba el costado.
Cada vez estaba más cerca y cada vez tenía más incertidumbre de
qué iba a pasar cuando hiciera contacto, aunque creía que, muy
probablemente, lo traspasaría como había hecho el kunai.
Error.
El encapuchado alzó un brazo, puso una invisible mano en la frente
de Sasuke y terminó así el ataque de éste. Ahora parecía un niño
peleándose con un matón. Balanceaba los brazos sin poder avanzar hasta
que se cansó y se dejó caer de bruces contra el suelo.
El sujeto recogió el brazo y lo volvió a esconder entre las mangas.
Ahora que estaba más cerca, el renegado podía ver cómo era la figura
con total nitidez. Y, si no se asustó, por lo menos hubiera sentido éso
que llaman “mal rollo”. Muy mal rollo.
Delante de él había una túnica marrón de casi dos metros de altura
con la capucha subida, un par de alas y...nada más. Absolutamente nada
más.
Sasuke comprobó con horror que no había rostro ni cabeza dentro de
la capucha. No había pies asomando por debajo de la túnica y, para su
espanto, muy posiblemente no había brazos en las mangas.
-Desde luego, da asco verte – musitó el extraño ser.
Aquello, por muy bien intencionado que fuera, al muchacho le sentó
como una patada en el estómago y, herido en su orgullo, reunió las
últimas energías que le quedaban para lanzar una bola de fuego. Los
sellos se sucedían uno tras otro más rápidamente de lo que el ojo
humano es capaz de ver.
Caballo, jabalí, buey...El pecho de Sasuke se hinchó, estaba
convocando dentro de él al elemento fuego. El aire de sus pulmones
comenzó a calentarse más y más hasta que ardió con la intensidad del
sol. Ya se disponía a expelerlo en forma de bola gigante...
-Katon: Gokakyu no Jut...
...pero el aire, ahora un plasma hirviente en sus pulmones, había
alcanzado la herida provocada por su caída. La concentración de Sasuke
falló y la técnica desapareció.
Derrotado, cansado y malherido, volvió a caer de rodillas al suelo con
la mirada fija en el terreno y en completo silencio. Así pasaron unos
instantes hasta que aquella voz, que más que una voz era un martirio,
retumbó de nuevo en su cabeza.
-¿Y ahora? ¿Lo comprendes ahora?
A Sasuke se le acabaron las fuerzas y las ganas de continuar con
aquella absurda pelea. Su rostro se tornó triste y por entre la cada vez
más pesada lluvia se deslizaron sendas lágrimas de impotencia...Lágrimas
que trató, sin éxito, de ahogar como pudo. No soportaba verse llorar.
-¿Qué quieres de mí? -dijo con la voz quebrada- ¿Qué es lo que
debo comprender?
Algo espeluznante sonó en su cabeza: aquel ser estaba riéndose.
-Yo soy la mezcla de dos voluntades. Soy, pero no existo.
El portador del sharingan pensó que definitivamente había perdido el
juicio.
Sí, éso era. El cansancio le había hecho tropezar y la lesión que le
había provocado la caída se habría infectado, provocándole fiebre y, por
consiguiente, alucinaciones.
-¿Alucinaciones, dices? ¡Ja,ja! No, yo no soy una alucinación.
El cerebro del muchacho se quedó bloqueado.
-Acaba de leerme la mente.
-No, no he leído tu mente. Soy tu mente.
-Entonces eres una alucinación.
-No.
-¿Cómo es posible?- aquel ser comenzó a caerle muy mal.
-Técnicamente, más que tu mente, soy tu corazón.
Sasuke meneó la cabeza como queriendo despertarse de un mal
sueño. Realmente quería hacerlo, aquel día estaba resultando ser el peor
de su vida después de presenciar la muerte de su clan.
-Comprendo la confusión. Yo sólo sé que existo porque tú y él me
habéis creado.
-¿Él?
-El que siente lo mismo por ti que tú por él: Naruto.
Al ninja se le clavó en el corazón la tan preciada imagen del chico
rubio y se le formó un nudo en la garganta.
-Antes, cuando le dejaste atrás, deseaste que tu vida hubiera sido
distinta para poder estar junto a Naruto. Él no te persiguió para castigarte,
te persiguió para protegerte. Para protegerte de ti. Hay muchas cosas que
él desea, pero intuye que lo único que realmente quiere en esta vida,
Sasuke, es estar junto a ti. Nada más.
El nudo en la garganta del cansado ninja pasó a convertirse en un
torrente de lágrimas completamente desbocado.
-¡Callate! ¡Callate, maldito monstruo! ¡Vete! Vete y déjame morir aquí.
De repente, todo perdió sentido para él. Ahora, Orochimaru no era
más que un loco que vivía en una cueva y que poco podría hacer por
ayudarle en su venganza. Su venganza...no es que no le doliera que su
propio hermano hubiera exterminado a su clan delante de sus ojos sin
que él pudiera hacer nada, pero ahora aquello parecía carecer de
importancia.
Por momentos se dejaba ir más y más. Su proverbial frialdad, se
había revelado como una máscara que ocultaba a la auténtica persona
detrás.
Ahora recordaba todas las veces que había procurado ignorar a Naruto
y lloraba por ello. Pero lloró aún más cuando recordó todas las pequeñas
tonterías de Naruto que le hacían sonreír por dentro, día tras día,
divirtiéndole cuando se aburría o alegrándole cuando estaba apenado.
También recordaba las batallas en las que tenía miedo -un miedo que
nunca demostraba, por supuesto- y cómo la sola presencia del muchacho
le daba fuerzas que, sumadas a la valentía del que llevaba al Kyuubi, le
hacía sentirse parte de un todo invencible.
Aunque le regañara y se metiera con él, sabía que mientras
permanecieran juntos no habría rival que se les resistiera.
Pero ahora lo había perdido todo.
-¿Qué he hecho? ¿En qué me estoy convirtiendo?
-¿A qué has venido? ¿Qué quieres?- Le inquirió finalmente a la
túnica.
-Je,je,je -otra vez esa risa asfixiante- Por fin te muestras colaborador.
Bueno, como es de buena educación presentarse diré que prefiero ser
llamado D.E.M. Mucho gusto...
Sasuke aún seguía mirando al suelo. Hubo un silencio incómodo.
-...bueno, como te estaba empezando a explicar, he nacido de tu
corazón y del de Naruto, por así decirlo. No sé mucho más, salvo que si
existo es sólo para cumplir vuestra voluntad de estar juntos.
-¿Cómo pretendes hacer éso?
-¡Ah, buena pregunta! Pues voy, simplemente, a deshacer todo lo
hecho hasta el punto de equilibrio.
El ninja fugitivo alzó la vista y, aunque se encontró con una capucha
vacía, miró inquisitivo a lugar donde debían estar lo ojos.
-No me mires así...Piensa en el tiempo como si de una prenda tejida
cualquiera se tratase. Sabes que cuando ese tejido tiene un hilo suelto,
aunque sea uno sólo, si tiras de él con la suficiente habilidad podrás
deshilar toda la prenda hasta donde tu quieras, volver a ponerla en el
telar y...tejer de nuevo.
-Vale, es fácil de entender, ¿Pero cómo pretendes hacerlo?
-Con mucho, mucho chakra.
¿Y de dónde los vas a...
De súbito, la boca de Sasuke se cerró comprendiendo un poco más
de aquella incoherente charla.
-Kyuubi...- balbució.
-Por supuesto, pero no exactamente. Aunque Kyuubi es el ser que
más chakra posee, ni siquiera él puede lograr tal cosa. En cambio, parece
que como regalo a su portador o, más bien como un medio para
preservarse a sí mismo -ya que intuye que se le está tratando de dar
caza-, ha decidido reunir el chakra de las nueve bestias con cola para
poder lograrlo y, basándose en la auténtica voluntad de Naruto, me ha
traído hasta aquí. Y aquí estoy yo, aprovechando esa energía.
-Un momento, antes has dicho que te creamos Naruto y yo.
-Vosotros me creasteis pero Kyuubi puso lo que hacía falta para
traerme a la realidad, por así decirlo.
-¿Y por qué te has presentado ante mi? ¿Por qué no hacer lo que
tienes que hacer y ya está?
-Porque, para poder hacerlo, debías conocer y aceptar antes lo que
sientes por Naruto.
Sasuke, por fin, cedió.
-Mira, ésto cada vez tiene menos sentido. Haz lo que debas hacer,
por favor.
-Como desees...
Finalizando la conversación, D.E.M., alzó las alas que al instante
comenzaron a brillar como el sol. Las agitó con majestuosidad y su luz lo
llenó todo, cegando a Sasuke.
El ninja, de pronto, se vio en medio de un torrente de luz que no
sabía de dónde había venido. Es más, no sabía nada. ¿Qué hacía aquí?
¿Dónde era “aquí”? ¿Quién preguntaba? En su cabeza parecían sucederse
las noches y los días en cuestión de décimas de segundo. La única
certeza que tenía era que quería dormir. Tenía sueño, mucho sueño.
Se durmió.
Acto II: Ab initio

En el que se vuelve al punto de no retorno y se deja en manos


inocentes la salvación del futuro.
Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.
Pablo Neruda

El alba. Con las primeras luces de la mañana, los pájaros


comenzaron a cantar suavemente, como tratando de no molestar a nadie.
Posados en los cada vez más florecidos cerezos, entonaban alegres
cancioncillas y con sus espontáneos movimientos, sacudían el rocío de los
árboles en flor creando, de vez en cuando, una pequeña lluvia. Las
paredes corredizas que actuaban de puertas estaban abiertas de par en
par permitiendo que una agradable brisa acariciara la cara de Sasuke y
susurrara en sus oídos.
Despertó.
Y bostezó.
En lugar de abrir los ojos y levantarse, decidió remolonear un rato
más en la cama, degustando así la sensación de haber dormido bien. No
sabía muy bien por qué pero aquel benéfico y reparador sueño parecía
ser el primero que tenía en mucho tiempo.
Por fin decidió desperezarse, levantarse y seguir con su rutina matinal.
Cuando llegó el momento del desayuno, Sasuke pareció un poco
contrariado: últimamente se le estaba haciendo todo muy rutinario.
Allí estaba su madre, preparando su bol de arroz hervido con soja,
dándole, como siempre, golpeando al desayuno suavemente con una
cuchara de madera mientras le sonreía con cariño y le daba los buenas
días.
Sasuke, como el buen chico que era, respondió al saludo, por
supuesto.
También correspondió al saludo seco y desinteresado de su padre.
Aunque sentía una gran admiración por el hombre, el muchacho no podía
dejar de lado la sensación de que, más que tener un padre, tenía un
juez delante de él.
De una manera más informal, saludó a su hermano Itachi, quien se
entretenía jugando con un kunai. Le daba vueltas y hacía mil cabriolas
con el cuchillo arrojadizo hasta que, en una de esas maniobras, el filo
salió despedido unos centímetros hacia arriba y cayó con rumbo a
incrustarse en la mesa. Por suerte, los reflejos del aventajado ninja
impidieron que éste se clavara en ella, ya que hubiera dejado una fea
marca en el mueble si hubiera impactado.
-Itachi, deja a éso a ver si te vas a hacer daño. -Le dijo su santa
madre con tono cansino y, a la vez, protector. Luego, suspiró.- Cualquier
día tenemos un disgusto...
El joven guardó el arma con despreocupación y terminó su desayuno.
Pero Sasuke no prestaba atención a nada de ésto. Estaba absorto en
el hecho de que ya era primavera y pronto comenzarían las pruebas al
aire libre. Tenía que entrenar, y muy duramente si quería destacar y, así,
algún día quizá fuese tan diestro como su hermano y, quizás, su padre le
llegara a mirar con respeto y admiración. Como miraba a Itachi.
Miró al cielo, pensativo. La luz de Hiperión ya se había marchado
hace rato y ahora, era el turno de la aurora.
Suspiró, terminó su desayuno, cogió sus “herramientas” peligrosamente
afiladas de ninja y salió de casa con dirección a la Academia.

En otra parte de la villa, concretamente, en una casa situada más


allá del territorio Uchiha y más allá del territorio Hyuuga, un muchacho
rubio se despertaba con una inquietud: llegaba tarde...otra vez.
Frenético y furioso, desayunaba y se aseaba a toda prisa, haciendo
ambas cosas y ninguna a la vez.
Mientras tomaba ramen frío de la noche anterior y se colocaba su
chaqueta naranja, rugió.
-¡Grrr! ¿Por qué nadie me ha despertado?
Las palabras rebotaron contra las paredes y se extinguieron. El hogar
quedó en silencio y Naruto se quedó inmóvil. Sus ojos tomaron el aspecto
de los de un ternero recién nacido y comenzaron a humedecerse al
comprender aquella terrible verdad:
-¿Quién me va a despertar? Si estoy solo. Solo. Y siempre lo estaré.
Como le venía pasando a diario cada vez que tenía ese pensamiento,
dejó de tener prisa por ir a ninguna parte. Cabizbajo y con el rostro
sombrío, salió del hogar que el Hokage había dispuesto para él...y volvió
a entrar para recoger sus kunai olvidados.
Ya de camino a la Academia, observaba el barullo de los aldeanos y
ninjas. Los unos abrían sus negocios, los otros acudían a sus misiones.
Los ruidos, las palabras, los aromas de los primeros desayunos que
se servían en los puestos de comida y restaurantes, sumado todo ello al
hecho de que ya era primavera y el clima mejoraba por momentos, fueron
alegrándole el ánimo poco a poco.
Al llegar al recinto de la Academia, ya era el chico bromista y jovial
de siempre.
Iruka, el profesor de Naruto y, a ratos, su padre fuera de la escuela,
comenzó con su clase. Hoy venía preparado para revolucionar a los niños,
pues les iba a anunciar que la siguiente semana tendrían lugar el examen
práctico del semestre. Aunque no llevaba mucho tiempo de instructor, ya
sabía más o menos como reaccionarían los pequeños: algunos se pondrían
nerviosos, como Naruto, otros lo aceptarían con deportividad, como Kiba,
otros se mostrarían dispuestos a arrasar, como Sasuke...y, Shikamaru,
pasaría de todo.
Pero Naruto le preocupaba especialmente. Siendo como era el portador
del Kyuubi, le extrañaba su lenta -por no decir nula- evolución, sobretodo
en lo que a manipulación del chakra se refería.
Se dirigió a sus alumnos:
-Hola, clase. Por si no lo habéis notado, ya os lo digo yo: es
primavera, y con ella, llegan los exámenes prácticos del semestre.
Los niños se alborotaron en general. Naruto se estresó, como predijo
Iruka. Kiba, se emocionó, como predijo Iruka. Sasuke, esbozó una sonrisa
de seguridad que atrajo para sí todas las miradas femeninas, como predijo
Iruka. Y Shikamaru...Shikamaru estaba extraño. Tenía las manos
entrelazadas y apoyaba su frente en ellas. Parecía sumido en una
profunda meditación. Viéndolo más de cerca, el chunin descubrió que,
simplemente, estaba dormido. Como predijo Iruka.
Entre estos asuntos y otros pasaron las horas y llegó el momento de
volver a casa.
Aún la tarde estaba recién estrenada y Sasuke decidió que era un
magnífico día para entrenar su lanzamiento de kunai con las dianas que
tenía dispuestas en un pequeño claro de un bosque cercano a los muros
de la Aldea Oculta de la Hoja. Giró a la izquierda nada más salir de la
Academia, se dirigió rumbo a las ruinas del clan Hattori y un poco más
adelante se desvió por la gran calle que llevaba a los barrios de los
clanes Akimichi y Nara.
El sol empezaba a calentar los edificios, y las calles, ahora desiertas,
transmitían a Sasuke una enrome paz.
Cruzó el puente Inuzuka, bordeó el territorio del clan de los maestros
de las fieras y tomó un pequeño sendero de tierra que desembocaba en
su escondrijo secreto. En realidad no era suyo, su hermano se lo mostró
hacía unos años y era el lugar donde antes solían ir a entrenar o, a
veces, simplemente a pasar la tarde. Pero éso era antes. Ahora su
hermano estaba siempre liado con sus ocupaciones siempre insondables.
Cada intento de Sasuke por averiguar a qué se dedicaba Itachi, era
siempre frustrado, bien por su hermano, bien por sus padres.
Resignado, el pequeño comprobó el estado de las dianas y el de sus
kunai. Activó su sharingan y comenzó a realizar las series de ejercicios
que le había enseñado su hermano el invierno pasado.
Entretanto, Naruto vagaba por las calles tratando de evitar ir a su
casa. No le gustaba estar encerrado en aquella mazmorra de soledad con
barrotes hechos de desprecio.
Ahora, mientras dejaba atrás la casa de ramen de Ichiraku, caminaba
aliviado por no tener que encontrarse con la mirada fría de la gente. Pero
su alivio desapareció cuando cuando un tendero le salió al paso y trató
de sujetarlo por el brazo.
-¡Eh, tú! ¡Ladronzuelo!.
Naruto no le vio la cara pero por su voz dedujo que fue el hombre
al que le robó varias piezas de fruta la semana anterior.
Echó a correr en línea recta antes de que la mano del hombre le
rozase y siguió corriendo hasta que se quedó sin aliento.
Cuando paró, escucho el llanto de miles de cigarras cerca y supo al
instante que se encontraba junto al nido de insectos del clan Aburame.
Fatigado, prosiguió su marcha hasta dejar el ruido atrás y se dejó caer
boca arriba en el suelo de un pequeño bosquecillo que quedaba
interrumpido por las murallas del poblado.
-...He...he cruzado toda Konoha...- pensó el muchacho entre jadeos.
Se encontraba demasiado cansado para moverse. Además, la brisa
fresca y el cielo claro le tentaban a echarse a dormir, así que decidió
cerrar los ojos...
-Vaya un vago que estás hecho.
Naruto dio un respingo que le ayudó a incorporarse. El grito que
soltó, sin embargo, no fue de mucha ayuda. Como tampoco fue de ayuda
el otro grito que profirió cuando vio lo que tenía detrás de él.
Delante de sus narices se alzaba una túnica marrón con la capucha
subida. No, no era un hombre con túnica, era sólo una túnica sin nadie
dentro. Y, de su espalda, brotaban dos alas de un blanco radiante.
Naruto creyó que ése era el final.
Sasuke caía en picado al suelo. Mientras lo hacía, lanzó cuatro kunai
que impactaron a la vez en cuatro objetivos distintos. Con gracejo, realizó
una pequeña acrobacia y aterrizó de pie. Se disponía a rescatar sus
dagas arrojadizas cuando el ruido de hierba aplastada detrás de él le hizo
detenerse en seco.
Por extraño que le pareciera, aquella escena le resultaba familiar,
como si hubiera vivido esa situación antes.
Quiso tranquilizarse pensando que era su hermano, que había venido
a verle, o quizá fuera alguna animal del bosque. Pero no lo consiguió.
Tenso como las cuerdas de un violín miró por el rabillo del ojo. Al no
ver nada, fue girándose muy lentamente.
Cuando hubo completado medio giro, vio algo que casi le hizo caerse
de espaldas: una túnica con un par de alas.
-Tengo que hablar contigo. -dijo la túnica.
-¿Con...conmigo? -dijo Sasuke retrocediendo un paso.
-¡Ja,ja,ja! ¡Sí, “con contigo”!
La voz era voluble. En algunas sílabas parecía un bosque lleno de
pájaros cantando y en otras estaba desprovista de toda emoción.
-¿Vas a matarme? -Preguntó el aterrado Naruto.
-¡Oh! ¡Por supuesto que no! Sería una especie de suicidio y de
asesinato al mismo tiempo.
Naruto le miró sin comprender.
-Nah. Es igual. Escucha, Naruto. Mi tiempo aquí termina, quizá para
siempre, pero quiero que tengas en mente una cosa: Es posible que la
gente de esta aldea te haya tratado mal, que te hayan aislado y
repudiado -La expresión de Naruto cambió al oír aquellas palabras y
comenzó a recordar las habituales miradas de los aldeanos llenas de asco
y rencor-. Puede que hayas vivido toda tu vida sin una familia -Naruto
lloró- pero es hora de que cambies tu situación. Es, de hecho, vital que
cambies tu situación.
El chico seguía sin comprender nada.
-¿Y cómo quieres que lo haga? Ni siquiera sé qué debo cambiar.
El ente colocó las mangas de la túnica cerca de los hombros de
Naruto. De repente, el pequeño comenzó a sentirse reconfortado por el
extraño toque invisible.
-Escucha, no todo el mundo te odia en esta aldea. Hay gente que te
quiere, aunque aún no lo sepa. Debes estar abierto a ellos. Algún día,
serán tu familia. Tu auténtica familia. Pues la familia de verdad es aquella
que se construye día a día por todos y cada uno de sus miembros, no
la que te asigna el nacimiento.
Pero, hasta entonces, no cedas a los obstáculos que aparecerán en
el camino. No permitas, jamás, que aquellos que no saben valorarte como
es debido endurezcan tu corazón. ¿Prometes que lo harás?
Naruto asintió con la cabeza. No pudo hablar porque, a esas alturas
del discurso, estaba llorando como una magdalena y moqueando de
manera alarmante.
Aquella entidad, de manera piadosa, comenzó a buscar entre sus
mangas al tiempo que decía:
-Toma. Suénate.
Palabras que Naruto interpretó como que podía usar su manga de
pañuelo -Al fin y al cabo, sólo era una túnica-. Y así lo hizo. Con un
pequeño estruendo, la manga quedó espléndidamente empapada.
-¡Agh! ¡Oh! Bueno, supongo que ya da igual. -dijo el personaje con
resignación.
El sol comenzaba a ponerse.
-¿Qué quieres de mí? -inquirió Sasuke tenso y con el ceño fruncido.
-Temo que para ti soy heraldo de desgracias pero también de buenas
nuevas. -clamó la voz que resonaba en su cabeza.
-¿Qué dices? ¡Deja de tratar de asustarme! -bramó el chico
poniéndose en posición defensiva.
-Vale, oye, no te pongas nervioso. No te voy a hacer ningún daño.
Sabes que no te lo voy a hacer.
En el fondo de su alma, Sasuke sabía que, lo que quiera que fuera
aquello, no venía a hacerle ningún mal. Se relajó un poco, su sharingan
se desactivó y dejó su postura de pelea.
-¿Cómo te llamas? ¿Y por qué sabes mi nombre? -dijo Sasuke con
una voz casi tímida.
-La segunda pregunta no tiene importancia. A la primera: Me llaman
D.E.M.
-¡Qué nombre tan raro!
-¡Jo,jo,jo! ¡Tienes mucha razón! Y ya que hemos roto el hielo, vamos
al meollo de la cuestión.
Sasuke parecía un poco incómodo pero D.E.M. estiró sus mangas, y
éstas se detuvieron a escasos centímetros de los hombros del chico.
Automáticamente, al aprendiz de ninja moreno comenzó a invadirle una
sensación de quietud y confort.
-Escucha, Sasuke. En el mundo hay gente que queda cegada por las
falsas promesas de poder, fortuna y gloria. Y por obtener una de esas
cosas -o las tres- es capaz de hacer cualquier cosa. Incluso es capaz de
hacer daño a sus seres más cercanos. Esa violencia, para quien la
observa impotente, puede tornarse odio. Y el odio es como una
enfermedad que te consume. Mas tú, Sasuke, no debes sucumbir ante
éso. Por muy grande que sea el dolor, debes mirar al presente y no
permanecer aferrado al odio que un día despertó el pasado. O te
destruirá. Esta es mi advertencia Sasuke: No permitas que el veneno del
odio infecte tu corazón. Las nubes se irán y volverá a amanecer. Siempre
lo hace. He dicho.
Se esfumó.
El sol comenzaba a ponerse.
Naruto se enjuagó las lágrimas con el dorso de la mano nada más
secarse en D.E.M., pero cuando pudo abrir los ojos de nuevo, éste había
desaparecido de la misma silenciosa forma que vino.
Puso rumbo a su casa con paso distraído, como si no supiera dónde
estaba ésta. Mientras andaba cavilaba acerca de lo que le había dicho el
extraño personaje alado.
-¿Que no permita que mi corazón se endurezca? ¿Qué sentido tiene
éso? ¡Fiuu! Creo que necesito una buena noche de sueño.
Sasuke, por su parte, había permanecido en silencio desde que llegó
del bosque, ahora mientras cenaban, su madre se mostraba preocupada
por él. Pero el chico del cabello azabache le restaba importancia
encogiéndose de hombros.
Pasaron los días y, al parecer, ambos críos no parecían recordar el
extraño incidente en el bosque. Éso ya carecía de importancia para ellos.
La mañana se presentaba fresca y radiante. La primavera estaba en
pleno apogeo y se notaba en cada esquina de Konoha.
Naruto, para variar, se despertaba esta vez con las primeras luces de
la mañana. Contento y optimista.
Hoy tenía tiempo para hacerlo todo, y para hacerlo despacio incluso.
De hecho, hasta tuvo la feliz idea de repasar sus pergaminos de
técnicas y sus libros de teoría ninja.
Sus ojos, del color del cielo, brillaban con todo el esplendor de éste.
Su cara lucía más pícara y traviesa que nunca. Con paso firme y
decidido, salió de su casa rumbo a la Academia...y volvió a entrar para
recoger los kunai olvidados.
La brisa fresca reconfortaba. El habitual trajín de la villa lo estimulaba.
Y, por raro que pareciera, ir a clase le gustaba. Pero había una
explicación para ésto último: hoy eran las pruebas prácticas del semestre y
Naruto se sentía preparado para cualquier cosa que Iruka se sacara de la
manga.
Llegó a las puertas de la Academia.
Al fondo, la mansión de Sarutobi, “El Maestro”, Tercer Hokage de la
Villa oculta de la Hoja, lucía anaranjada por el incipiente sol que asomaba
por el este. Más al fondo todavía, las majestuosas caras de todos los
Hokage de la historia -los cuatro. Una historia breve, sí- se erigían
imponentes y desafiantes ante el mundo esculpidas en la roca viva.
Naruto soñó una vez más con ver su cara tallada junto a la de los
grandes maestros y vivir en la mansión del Hokage.
-Algún día...-se dijo- Algún día.
Concentró sus energías de nuevo en el presente. Iban llegando más y
más compañeros de clase mientras Iruka los esperaba a todos en el
patio.
Una vez reunidos, el chunin dio las instrucciones precisas para realizar
las pruebas que tenían que superar.
El planteamiento era simple: Habría dos equipos y siete banderas. Las
banderas habían sido escondidas en el lugar de la prueba el día antes.
Empleando lo aprendido hasta ahora, los jóvenes aprendices debían
encontrar y capturar más banderas que el equipo rival al finalizar la
jornada.
-...Y esas son todas las reglas, ¿Entendido?
-Sí. -respondieron todos a una sola voz.
-Pues vamos.
Iruka condujo al grupo de infantes a la otra punta de la aldea, cerca
del Monumento al Ninja Caído.
Cuando el instructor dio el alto, los muchachos descubrieron que
estaban en uno de los bosque más frondosos y exuberantes del poblado.
Siendo como era primavera, los árboles estaban reverdecidos. Algunos
líquenes y hongos se hospedaban ya en las cortezas de los troncos más
viejos y robustos.
Aquí y allá, pequeños animales seguían con sus quehaceres diarios
sin prestar atención a los chiquillos.
Los búhos dormían, los jilgueros cantaban, las jinetas y tejones
buscaban el desayuno, los karakales se lavaban y maullaban llamándose.
El río Konoha partía en dos el río formando, en algún que otro
punto, terrenos traicioneros que podrían dar un buen susto al viajero
incauto.
En ese bucólico emplazamiento, Iruka formó los grupos y luego dio la
orden inicio.
Naruto estaba emocionado. Fijó en su mente quiénes eran aliados y
quiénes no, para luego empezar a buscar las banderas por sí solo.
Corrió en dirección norte, se desplazaba saltando de un rama a otra,
siempre que hubiera ramas bajas. Cuando éstas escaseaban corría bosque
a través.
En un margen del río, colgada de la rama de un árbol que se
inclinaba temerariamente sobre el agua, una banderita roja ondeaba con el
viento que generaba la corriente de agua.
Naruto, vio su presa situada unos metros por encima del nivel del río.
Presto y dispuesto, sorteó un promontorio y corrió directo hacia ella.
Esquivo una rama baja, saltó sobre un piedra irregular cubierta de
musgo, se apoyó en un una gruesa raíz que había decidido tomar el aire
y, apoyándose en ella, saltó como un muelle directo a la rama de la que
colgaba su preciada captura.
Por desgracia la rama en cuestión estaba tan debilitada, que en
cuanto puso un pie en ella, ésta se quebró, llevándose consigo a Naruto.
Cuando éste sintió que le faltaba apoyo, trato de asirse a algo pero
no encontró nada.
Un latido de corazón más tarde, un brazo le sujetaba con firmeza.
Era lo único que evitaba que acabase mojado...o algo peor.
Alzó la vista y se encontró con la cara de Sasuke. Éste miraba con
avidez la bandera, lo cual para Naruto era muy mala señal, ya que el
chico de la camiseta azul estaba en el bando contrario.
Quiso luchar, es más, iba a luchar por retener la bandera aunque se
cayese al agua.
-Aunque...lo más seguro es que me quite la bandera y me deje caer.
Sólo para reírse de mí.
Sólo atisbó una solución. Refunfuñando y malhumorado, masculló.
-Ésta bien, quédate con la bandera y déjame caer si quieres.
Pero en vez de éso, Sasuke lo alzó, le ayudó a bajar del árbol y,
cuando estuvieron en tierra, sólo cuando estuvieron en tierra, El Uchiha le
quitó la bandera a Naruto y se esfumó antes de que éste pudiera
reaccionar.
Ahora, el pequeño con ojos de cielo, estaba loco de ira. No había
pensado en esa posibilidad...hubiera preferido que le hubiera tirado al río.
-Y ahí va Sasuke con mi bandera -pensó- siempre en el momento
justo, siempre los movimientos justos, ¿Cómo se las apañará?
Sasuke trotaba por el bosque tratando de disimular una sonrisilla
victoriosa. Con ésa, tenía ya dos banderas. Y en un tiempo récord.
Pero esta última victoria había sido extrañamente agridulce. Aunque
consideraba a Naruto un negado para el ninjutsu -motivo por el que
trataba de ignorarle-, se planteó qué habría pasado si le hubiese dejado
caer a Naruto.
-¡Je! Igual le habría hecho un favor...
Se imaginó a Naruto herido y aquella imagen le dejó intranquilo por
un momento. Hinata apareció por su derecha y volvió a la realidad.
Así transcurrió el día hasta que comenzó la tarde. Cuando finalizó la
prueba, todos se dirigieron a su casa.
Sasuke caminaba fatigado pero contento por sus resultados.
Dejó atrás el Paseo de los Hyuuga y cruzó el portón del barrio de
los Uchiha.
Su rostro cambió al observar que, aún siendo primera hora de la
tarde, había anochecido.
-Tengo un mal presentimiento...
Acto III: Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis

En el que se relata la tragedia de un clan, la tragedia de una vida


y cómo el dolor puede morir.
No intentes curar el mal por medio del mal.
Heródoto de Halicarnaso

La pipa que estaba fumando se apagó. Sarutobi sólo fumaba por dos
motivos: cuando tenía hambre y cuando trataba de concentrarse. Esta vez,
era lo segundo.
Intentaba ver más allá del espectáculo que tenía delante de sus ojos.
Intentaba comprender el por qué de aquella masacre. Sólo pudo vislumbrar
que iba a ser una noche muy larga.
Guardó la pipa en su túnica una vez que ésta se hubo enfriado y
comenzó a vagar por la escena del crimen. Marchaba a paso lento,
fijándose en cualquier detalle, cualquier pista que pudiera aclarar aquella
locura que presenciaba.
El barrio de los Uchiha no era especialmente grande pero, para el
Hokage, aquella cantidad de víctimas ocupando los caminos le daban la
sensación de alargar las calles hasta donde alcanzaba la vista.
De cuando en cuando se detenía a observar. Entrecerró los ojos para
afinar su visión y así poder reconocer a aquel cuerpo tendido a la puerta
de una casa. Imposible hacerlo, faltaba la cabeza.
Siguió errando un poco más. Apenado y dolido, veía como las
unidades ANBU iban retirando los cuerpos de las calles en completo
silencio. Uno de ellos, de pelo puntiagudo y castaño que portaba una
máscara de gato, sostenía por los hombros el cuerpo de un desdichado
mientras otro izaba el cadáver por las piernas. Todo en silencio. Los ojos
de Sarutobi centellearon levemente.
-Ni siquiera se oye a los búhos.
En efecto, aquel lugar era un sepulcro enrome, nada parecía romper
ese mutismo sofocante. Incluso el siseo de los ninjas de élite al mover a
los caídos sonaba ahogado, sordo. Harto de tanta quietud, el maestro se
dirigió al joven de la máscara de gato.
-¿Dónde está?
El rostro felino se giró y le contestó de manera inexpresiva, sin
mover un sólo músculo.
-En la siguiente calle, señor.
Sarutobi se encaminó hacia el lugar con parsimonia. Se sentía
cansado, cansado y viejo. Claro que era viejo, a sus setenta y cinco años
debería haberse convertido ya en un venerable pasando sus días
preparando té y escribiendo haikus en lo alto de la montaña. En lugar de
éso, era un hombre estresado, lleno de compromisos: cuando no se tenía
que reunir con el Señor del País del Fuego, tenía una reunión de
Hokages, o estudiar las penas que se había de imponer a los ninjas
renegados arrestados en prisión, o mandar patrullas a capturar fugitivos, o
estar al tanto del espionaje de la villas vecinas.
Sus días de guerrero habían pasado, ahora era sólo un extraña
mezcla de político y burócrata.
Llegaba su destino. Se despojó de sus pensamientos y puso todas
sus energías en el presente.
A unos quince metros más adelante, un grupo de siete ANBU
vestidos con abrigos largos y con las capuchas subidas, se congregaban
en el porche de la casa del capitán de la policía. Cerraban filas en torno
a un muchacho de unos siete u ocho años que estaba sentado en el
suelo abrazándose las rodillas y con el rostro hundido entre sus brazos.
Al verle aparecer, los ANBU volvieron sus rostros hacia él al unísono
y, acto seguido, se hicieron a un lado.
Sarutobi se situó frente al pequeño, se agachó y le puso una mano
sobre su cabeza con ánimo protector.
-¿Cómo te llamas, muchacho? -dijo el anciano con voz tranquilizadora.
-S...Sasuke... -murmuró el chiquillo de forma casi imperceptible.
-Está bien, está bien.
Le acarició suavemente el pelo y se incorporó. Con un leve gesto,
invitó al capitán de los ANBU encapuchados para que le siguiera. Esperó
a alejarse los suficiente del crío antes de hablar.
-¿Y bien?
-Bueno, señor. El muchacho está en estado de shock y no ha dicho
gran cosa por el momento. Sólo que y cito: “De repente anocheció y los
mató. Los mató a todos...a ellos también”.
Sarutobi arqueó una ceja.
-¿De repente anocheció?
-Sí, señor. Éso es lo que dijo, señor.
El semblante del Hokage se tornó grave. Ahí estaba la pista que
buscaba.
-Esta bien, llevadlo al hospital. Alternad el tratamiento psicológico con
los interrogatorios.
-Sí, señor.
Mientras conducían al pequeño hacia el centro de salud, el anciano y
cansado Sarutobi alzó la mirada al cielo estrellado.
Evidentemente, para ser Hokage hacia falta demostrar grandes
conocimientos. Había que, por ejemplo, dominar todas las técnicas de la
villa que no pertenecieran a la línea de sangre de los clanes. Y aunque
las técnicas hereditarias no se aprendieran -era imposible ya que había
que nacer en el clan para adquirir sus técnicas-, sí había que procurar
conocer cómo funcionaban éstas y qué variantes podían tener.
Un pensamiento se instaló en la mente del dirigente de la Villa de la
Hoja.
-Genjutsu. No, es algo más que una simple ilusión...ha sido una
técnica ocular sólo alcanzable por el sharingan. Ha sido un Uchiha.
La noche era un poco fría. Al fin y al cabo, era una noche de
primavera.
Naruto se apoyaba negligentemente sobre la barra sobre la que servía
la comida de la Casa de Ramen de Ichiraku. Estaba profundamente
deprimido por lo mal que se le había dado hoy la prueba práctica del
semestre.
Aunque no le hacía gracia tener que compartir mesa con la persona
que le había suspendido, le hacía mucha menos gracia pasar la noche
con el estómago vacío.
-Iruka-sensei, yo sólo digo que no era para tanto. Podías haberme
aprobado si quisieras pero está claro que no quieres hacerlo. -decía el
enfurruñado Naruto.
-Te perdiste. Tuvimos que quedarnos todos media hora más para
buscarte y, por supuesto, no capturaste ninguna bandera ni ayudaste a tu
equipo a conseguir alguna.
-¡Pero eso de las banderas es una tontería! ¡Dame una misión de
verdad y te demostraré de lo que soy capaz! -la mirada de Naruto
irradiaba un coraje tan sincero que quemaba.
Iruka entrecerró los ojos al mismo tiempo que terminaba de sorber
unos tallarines.
-¿Una misión de verdad, eh? ¿Cómo proteger al Señor del País del
Fuego?
-¡Sí!
-¿Y que, al llevarlo en una comitiva, os atacasen unos ninjas
malvados y tú consiguieras escapar con él sano y salvo?
-¡Exacto!
¿Y, luego tal vez, guiarle hasta un lugar seguro?
Naruto asintió.
-¡Tú lo has dicho!
-¿Y como ibas a guiarle, señor me-pierdo-en-un-bosque-de-mi-propia-
aldea?
Una gigantesca e invisible gota de sudor apareció en la cabeza de
Naruto.
-Eh...bueno... -dijo el muchacho rascándose la cabeza en un intento
inconsciente por quitarse de encima aquella gota.
Iruka soltó una carcajada.
-¡Ja,ja,ja! Sí, ya me parecía a mi que ibas a decir éso...
-¡Eres injusto conmigo!
-Anda, toma otra ración y callate. Por cierto, es la última, ¿eh? Que
ya se hace tarde.
-Está bien...-contestó el crío con resignación.
Una vez apurada la cena, Iruka y Naruto se encaminaron hacia sus
casas. El hombre y el niño siguieron departiendo gran parte del trayecto
hasta que llegaron a la esquina en la que el pequeño tomaba un camino
distinto al del chunin.
Con un “hasta mañana”, Iruka lo dejó atrás y avanzó por una de las
calles principales. Notó una brisa extraña, así como el silencio imperante
por todas partes. Aquello le extraño mucho pero estaba demasiado
cansado y le restó importancia.
Justo cuando estaba a punto de abrir la puerta de su hogar, cayó
en la cuenta de que le faltaba la cartera. Un destelló en su mente le
recordó que la había dejado olvidada en la Casa de Ichiraku. Se maldijo
por su torpeza, dio media vuelta y fue a rescatarla.
Ahora, con el estómago lleno y caliente, Naruto se sentía algo
adormilado y ya no le daba tanta importancia a lo sucedido durante el
día.
Tomó la primera calle y enfiló la avenida principal. Anduvo un trecho
largo sorteando las oscuras callejuelas que le separaban de su ahora muy
ansiada cama.
Las calles estaban desiertas salvo por la presencia de dos aldeanos
que a todas luces se mostraban ebrios de sake. Naruto pasó junto a
ellos sin prestar atención a lo que decían.
-¡Eh, Ganzu! ¿No es ése el niño maldito? -dijo uno de los borrachos.
-¡Ji,ji,ji! Sí...pero, ¡Shhh! Nos está prohibido hablar de ello -decía su
alcoholizado compañero que exageraba sus expresiones al hablar.
El primero de ellos, un hombre de cabello negro, barbudo y
tremendamente fornido, comenzó a sollozar y, tras unos instantes, lloraba
desconsolado.
-¿Prohibido? ¿Prohibido, dices? ¡A él le tendrían que prohibir vivir
después de lo que me hizo ese maldito zorro que lleva dentro! -su rostro
se tornó iracundo- Mizuni...mi querida Mizuni...
-Sí, Mizuni...una lástima lo que le pasó -comentó su acompañante
cuya mente ya no se encontraba allí.
Sin previo aviso, el hombre de la barba cogió una tubería fina que
había quedado abandonada cerca de donde estaba y la blandió contra
Naruto.
El pobre chico, cansado y demasiado lleno, tenía la mente abotargada
y no lo vio venir.
El borracho descargó un golpe brutal que alcanzó el brazo y el
costado derechos de Naruto quien, sorprendido, abrió los ojos con espanto
al tiempo que caía de bruces al suelo y lanzaba un grito desgarrador.
Había caído boca abajo y se había arañado la cara con las piedras
del suelo pero, como pudo, hizo un esfuerzo por levantarse apoyándose en
su manos. Justo en ése momento, su agresor volvió a golpearle con la
tubería de metal, esta vez en la espalda. Un calambrazo sacudió todo el
sistema nervioso de Naruto y lo hizo desplomarse otra vez.
El pobre desgraciado sólo podía ver piedras y sangre.
El hombre ebrio soltó el improvisado arma y comenzó a propinar
varios puntapiés al cuerpo del muchacho. Éste, incapaz de hacer nada,
convulsionaba con cada golpe recibido y sus huesos impactaban al caer
contra el suelo una y otra vez, como un pelele indefenso.
El hombrecillo que acompañaba al bruto que estaba atacando a
Naruto, salió de pronto de la borrachera al contemplar aquella salvajada.
Corrió hasta su amigo y trató de sujetarle los brazos aferrándose a la
espalda del barbudo para no salir herido él también.
-¡Basta, Sonzu! ¡Basta!
El otro pareció salir de algún tipo de trance que le hubiera obligado
a actuar así, vio tendido en el suelo y sangrando el cuerpo de un niño
de no más de siete u ocho años. Se miró las manos como si las viera
por primera vez.
-¿Qué he hecho?...¿Qué...he hecho?
-¡Déjalo! ¡Vayámonos de aquí antes de que vengan los ninjas!
Mientras los dos hombres se perdían entre las oscuras callejuelas, el
cuerpo inconsciente y desangelado de Naruto quedaba abandonado a su
suerte en el suelo.
Iruka había desviado su camino al escuchar los gritos y corrió hacia
el lugar pensando que se trataba de ladrones o algo por el estilo.
Cuando llegó y encontró el cuerpo de Naruto, notó cómo las piernas
le empezaban a temblar y vio sus fuerzas desvanecerse.
Corrió hasta el chiquillo que yacía de lado sobre el costado izquierdo
y se agachó para comprobar su estado. Apenas notaba su respiración. Le
sujeto la cabeza y trató de despabilarlo.
-¡Naruto! ¡Naruto, responde! -gritaba, en balde.
Lleno de ira y con lágrimas en los ojos, alzó a la malograda criatura,
lo cogió en brazos y corrió tan rápido como pudo hasta el hospital de la
villa.
Era una noche de ajetreo en el Yondaime Memorial. El hospital de la
villa era en realidad un complejo de varios edificios los cuales estaban
separados los unos de los otros para tratar según qué pacientes. No era
igual tratar al carpintero que se había aplastado un pulgar con un martillo,
que a un chunin que llegaba con sus centros de chakra bloqueados por
alguna técnica secreta ancestral.
El área reservada a los ninjas estaba atestada de chunin, de jounin
y, lo más perturbador de todo, de unidades ANBU.
Iruka se abrió paso entre la multitud buscando a alguien que pudiera
atender a Naruto. Finalmente encontró a un médico que hablaba con el
Hokage.
Al verlo, Sarutobi se quedó de piedra.
-¿Qué ha pasado, Iruka?
-No lo sé, volvía a recoger mi cartera, escuché gritos y me lo
encontré en este estado.
El médico examinó al pequeño y ordenó que lo llevara a la unidad
de cuidados intensivos.
El desconcertado Iruka, preguntó al descompuesto Sarutobi cuál era el
motivo de tanta afluencia ninja.
-El clan de los Uchiha ha sido exterminado -el chunin se quedó de
una pieza. En especial al recordar que uno de sus alumnos era un
Uchiha-. Sólo queda un único superviviente y, como no quería dejarlo solo,
he mandando reunir a todos los hombres disponibles para dirigir desde
aquí la investigación del asunto.
-¿Un único superviviente? -preguntó el profesor de Naruto, rezando
para que el Hokage dijera el nombre de Sasuke.
-Sí, un muchacho de no más de ocho años. Se llama Sasuke.
Éso alivió un poco a Iruka. Sólo un poco.
-¿Y cómo está?
-En estado de shock, obviamente. Presenció la matanza sin poder
hacer nada.
-¿Alguna pista de quién ha podido ser?
-Estoy a la espera de que confirmen mis sospechas.
La faz de Iruka se ensombreció.
-Parece que esta noche todos tendremos que hacer guardia -se
lamentó el joven.
-Éso parece.
Naruto abrió poco a poco los ojos. Comprobó que era de día, que
estaba en cama, con el torso, cabeza y el brazo derecho vendados.
Junto él, en un sillón, Iruka estaba durmiendo. Su maestro pareció
percibir que había vuelto en sí ya que, al punto, él también se
despertaba. Su cara se iluminó levemente.
-¡Ey, Naruto! Por fin has despertado.
Naruto abrió la boca para contestar pero un intenso dolor en la
mandíbula seguido de un chasquido nada tranquilizador, se la cerraron.
-Has sufrido muchos daños. Será mejor que no hables por el
momento, ¿Crees que podrás?
Naruto esbozó una sonrisa.
-Lo tomaré por un sí. Voy a decirle a los médicos que has
despertado.
El chunin se levantó y desapareció por la puerta. Al cabo de un
rato, mientras Naruto trataba de reorganizar su memoria para aclarar qué
le había pasado, Sasuke y médico que lo acompañaba cruzaron por
delante de su puerta.Las miradas de los críos se cruzaron.
-¿Naruto? ¿Qué le ha...pasado?
De pronto, recordó el día anterior cuando se imaginó a Naruto herido
si en lugar de ayudarle hubiera dejado caerle al río. La pesadilla en la
que llevaba inmerso desde el día anterior no hacía más que agravarse.
-Primero mi familia y ahora, ésto.
Sasuke no pudo evitar sentirse terriblemente culpable al creer que
aquel pensamiento suyo había provocado el estado actual de su compañero
de clase.
Totalmente hundido, bajó la mirada y continuó su camino.
Naruto también le vio y comenzó a elucubrar cuáles podrían ser los
motivos de su presencia en el hospital, pero no halló respuesta
satisfactoria.
Al día siguiente, el Hokage hizo una visita Naruto y, cuando éste ya
se marchaba, escuchó la conversación que tuvo con un médico en la
puerta de su habitación, lo que le aclaró un poco las cosas.
-Sí, parece que ya habla un poco más, señor. Ha mencionado a su
hermano. Dice que él fue el que mató a todo el clan.
-Me lo sospechaba.
Naruto abrió los ojos horrorizado.
-¿Todo su clan? ¿Su hermano los ha matado? Pero ¿Por qué?
Sin querer, comenzó a pensar en qué sentiría Sasuke, en cómo sería
perder a toda su familia. Dado que él nunca había tenido una, la idea se
le antojaba inconcebible pero, de algún modo, sentía que ahora Sasuke y
él tenían algo en común: ambos estaban solos.
Por su parte, Sasuke escuchó otra reveladora conversación sobre
Naruto mientras observaba desde la ventana, pensativo, cómo se mecían
los árboles con la brisa de la tarde.
-Es asombroso. En unos días casi se ha curado por completo de
varias fracturas. Es inexplicable. -afirmaba un doctor.
-¡Sí, hace falta algo más que un par de borrachos para acabar con
ése crío! -contestó Sarutobi. Parecía haber recuperado su habitual buen
humor.
Aun así, el médico le miró sin comprender muy bien.
-¿Cuantos años lleva en la aldea, doctor? -preguntó el Hokage.
-...Ehm...tres, señor. Me trasladé desde el País de la Tierra. ¿Por?
-No, por nada. Pero no se sorprenda con Naruto. Está acostumbrado
a vivir en la calle. Es un niño sin familia, ¿sabe? Y es un niño muy
fuerte, se lo aseguro.
El sol se bañaba en el horizonte brillando con intensidad. El pelo
ónice de Sasuke comenzó a reflejar destellos anaranjados. Frunció
ligeramente el ceño.
-¿Sin familia?
Sasuke trató de imaginar cómo sería la vida de Naruto. Cómo iba a
ser su futura vida.
Le vio vagando por las calles, solo, completamente abandonado,
robando -quizá- comida a los mercaderes.
En lugar de sentirse preocupado por lo que le podía deparar el futuro
-al fin y al cabo, el también se había quedado sin hogar-, recordó cómo
Naruto venía todos los días a clase lleno de alegría, siempre dispuesto a
bromear y a sonreír.
-¿Cómo es capaz de hacerlo? Yo no creo que pudiera soportar esa
situación.
Apoyó la barbilla en sus puños en clara actitud meditativa y se entretuvo
viendo el ir y venir de las bandadas de pájaros mientras el sol,
finalmente, se ponía.
Acto IV: Ab amando ductum est amicitiae nomen

En el que los rumbos se enderezan, las nubes se marchan y el sol


vuelve a salir.
Los que de corazón se quieren, sólo con el corazón se hablan.
Francisco de Quevedo

Pasó mas de un mes desde que acaecieran aquellos sucesos cuando


Sasuke fue finalmente dado de alta. Naruto, por su parte, abandonó el
hospital mucho antes gracias a la habilidad regeneradora del Kyuubi.
El muchacho con ojos de cielo se preparaba, como cualquier otra
mañana, para ir a clase.
Al ser de natural más bien dulce, casi había olvidado la brutal paliza
que le llevó a estar en cama. Tampoco tenía mucho sentido retenerla en
mente dado que no sabía quién era su agresor.
Ya se disponía a salir de su casa pero, como de costumbre, le
volvió a invadir una sensación asfixiante de soledad. Se sentía muy
miserable, como un perro callejero sin nadie que le quisiera y sin hogar.
Salió por la puerta con aire apesadumbrado...y volvió a entrar para
recoger sus kunai olvidados.
Caminaba ahora por la calle prestando atención al quehacer diario de
las gentes de la aldea. Éso normalmente le animaba, pero hoy no.
Seguía caminando, seguía pensando en su triste existencia y, como
por arte de magia, unas palabras comenzaron a arder en su cabeza.
No eran exactamente palabras, era como un millar de pájaros
cantando en su cabeza. No decían nada concreto, pero parecía comprender
su significado. Comentaban algo sobre abrirse al amor, algo sobre
obstáculos.
De repente todo aquello se le hizo muy familiar, como si fueran un
recuerdo. Pero, ¿De qué? El no recordaba que los pájaros le hubieran
hablado. Ahora que trataba de escucharlos detenidamente, no sonaba al
canto de las aves, sino más bien, a una voz. Pero el jamás había oído
semejante hablar de esa forma. Muy intranquilo, apartó el tema de su
mente para no volverse loco.
Sasuke abrió los ojos. Estaba amaneciendo y el sol ya casi se podía
ver desde la ventana de su cuarto.
Tras la tragedia por la que pasó, el Hokage le procuró una nueva
residencia cercana a la Academia, situada en el segundo piso de un
pequeño bloque de viviendas.
Tras incorporarse, se sentó en la cama y se quedó así unos minutos
con la cabeza gacha.
Su mente divagaba sobre el futuro, sobre lo que su vida sería a
partir de ahora. Se detuvo por un momento en la figura de su hermano
Itachi. Al parecer, después de aquello huyó de la aldea y fue declarado
fugitivo de Konoha de manera oficial.
Su corazón, en cambio, lloraba amargamente por aquellos a los que
no podría ver nunca más y por la traición de su venerado hermano.
Abatido y desconsolado, fue preparándose para ir a clase un día más.
Por lo menos hoy, el día no se presentaba tan duro como el
anterior. Ayer, fue la primera vez que se despertaba en una cama que no
era la suya, que no era su hogar. Apenas pudo dormir porque las
pesadillas le molestaban y, cada vez que se despertaba, sólo encontraba
una habitación vacía, lo que le provocaba más pesadillas.
Cuando llegó a la Academia sus compañeros le recibieron con un
silencio sepulcral, con la mirada clavada en el suelo y sin saber qué
decir.
Pero éso fue ayer. Hoy seguramente podría recuperar un poco la
normalidad de su vida anterior. Al menos, fuera de casa.
Ésa idea le animó un poco. Cuando estuvo en la calle, parecía algo
más repuesto todavía gracias al ambiente primaveral, ya casi veraniego.
Tomó la Calle Mayor que unía la puerta principal de la aldea con la
mansión del Hokage.
Caminó un trecho cuando un pensamiento, surgido como un rayo, le
sacudió la cabeza.
En dicho pensamiento había palabras que no eran palabras. Cantos de
pájaro que más que cantos parecían una voz. Y decían algo sobre no
dejar que el veneno del odio llegara al corazón y algo sobre nubes que
se marchaban.
El chico no lograba recordar cuándo había escuchado ese sonido tan
peculiar e indefinible
Desconcertado, mantuvo lo recordado en la memoria hasta el final de
la jornada.
Llegó a clase y se sentó en su lugar habitual. Todos sus compañeros
hicieron lo propio y, a la llegada de Iruka, comenzó la clase.
El último de los Uchiha atendía a las explicaciones del profesor, sabía
que si se concentraba lo suficiente en lo que su maestro decía, podría
escapar de sus tortuosos pensamientos.
Pero en un momento de flaqueza intelectual, su concentración falló y
de manera inconsciente, sus ojos se desviaron vagando libremente por la
clase. Dio la casualidad de que se posaron en las caras de Ino y
Sakura, que lo contemplaban con ojos llenos de tristeza.
Una inconmensurable furia, se apoderó de él hasta llegar enrojecer su
cara.
-Me miran con cara de, ¿pena? ¿Pena? ¿Cómo se atreven a sentir
lástima de mí? ¿Cómo se atreven? ¡No necesito que nadie me
compadezca!
Aun con la rabia dominándole, trató de contenerse y seguir atendiendo
a lo que Iruka decía.
-Y así es cómo funciona la técnica, ¿Comprendido, clase?
-silencio-...Gracias por ignorarme. A ver, un pequeño repaso para ver si lo
habéis captado. En primer lugar, ¿Cómo se llama esta técnica?
-...ramen...
Escuchar la voz de Naruto sorprendió en un primer momento al
chunin, pues no era el tipo de chico que, digamos, responde a las
preguntas formuladas en clase. En un segundo momento, procesó la
respuesta del pequeño y, al comprender lo absurdo de la misma, dirigió
una mirada fulminante a cual basilisco contra él.
Descubrió a Naruto con el mentón apoyado en su mesa y durmiendo
plácidamente.
Un vena en la frente de Iruka pareció aumentar de tamaño de
manera proporcional a la fuerza con la que fruncía el ceño y, una décima
de segundo después, una mancha de color oscuro voló e impactó en la
cabeza de Naruto.
El crío se despertó del susto, vio el borrador sobre su mesa y,
poniendo cara de inocente, pidió perdón de la mejor forma que pudo.
La clase estalló en una sonora carcajada y continuó alborotada
mientras Iruka le reprendía.
Entretanto, la comisura de los labios de Sasuke se estiraban un poco,
muy levemente.
-Y ahí está Naruto...
El chico de los ojos de obsidiana, se quedó mirando a Naruto de
manera involuntaria unos minutos más después de concluir aquella
interrupción.
No podía quitarse de la cabeza la sensación reconfortante que le
proporcionaba verle. Esos ojos que tenían el color y la profundidad del
cielo, el pelo puntiagudo y dorado como los rayos del sol de la tarde,
esa cara, pícara e inocente al mismo tiempo...Se sorprendió a sí mismo
pensando así y le invadió la sensación de estar haciendo algo que no
debería hacer. Se reprendió severamente y se forzó a volver sobre sus
pensamientos miserables. La sonrisilla, que había mantenido hasta entonces,
se esfumó.
Llegó la hora del descanso y todos los niños salieron al patio a
jugar.
Sasuke, por su parte, se apoyó en una pared y, en soledad,
permaneció enfrascado en sus divagaciones.
Kiba y Naruto se divertían, como siempre, jugando a toda una
increíble variedad de juegos infantiles. Ambos muchachos eran los más
inquietos del grupo.
Cuando la diversión comenzó a decaer, los ojos de Naruto se
desviaron hacia el lugar en el que estaba Sasuke y sus rostro se
ensombreció. Le dolía tener que ver a su compañero así. Vale que
Sasuke no era el tío más alegre y vivaracho del mundo, pero Naruto
intuía la inmensa tristeza que, a buen seguro, le oprimía el alma.
Ahora él era como Naruto: sin familia y sin un lugar al que llamar
de verdad “hogar”.
Sasuke seguía apoyado en la pared, inmutable. Incluso después de lo
que había pasado, no daba muestras evidentes de afectación. Si no fuera
porque se había enterado de que toda su familia había muerto a manos
de su hermano, el portador del Kyuubi hubiera pensado que Sasuke se
comportaba de un modo casi habitual.
Naruto admiraba aquella faceta de su compañero: siempre se mantenía
entero, inclusive en una situación tan difícil como la que atormentaba al
Uchiha. Era como una roca: podías apoyarte tranquilamente en él teniendo
la certeza de que nunca, nunca, cedería.
Pero Naruto pronto comprendió que Sasuke no era una roca. Era una
persona como él -tremendamente parecida a él, de hecho-, que, aunque
no lo mostrara, podía también derrumbarse y, como todos, necesitar
consuelo.
Iruka interrumpió los pensamientos del muchacho rubio mientras éste
seguía mirando de forma casi hipnótica a Sasuke. Al parecer, el descanso
había terminado y tocaba volver al aula.
Sin más acontecimientos destacables, las horas fueron pasando
-arrastrándose de forma inmisericorde, en opinión de Naruto-, hasta que las
clases acabaron por ese día.
Sasuke volvía a su nueva casa atravesando la Calle Mayor de la
Aldea Oculta de la Hoja. Cuando estuvo en la puerta, sintió una punzada
en el pecho, recordando, al punto, las pesadillas del día anterior. En lugar
de entrar, eligió dar una vuelta por la villa hasta que anocheciera.
Comenzó su deambular por las calles. No tardó mucho en llegar
hasta el hospital de Konoha, el Yondaime Memorial, nombrado así tras el
valiente sacrifico que realizó el Cuarto Maestro Hokage, quien tendría que
estar dirigiendo ahora la villa, en lugar de Sarutobi. Pero cayó al
enfrentarse al zorro de las nueve colas. Una bestia mítica que resultó ser
muy real y que estuvo a punto de reducir la aldea a cenizas.
Recordó brevemente aquella historia: Aconteció en el año de su
nacimiento, Kyuubi apareció y en segundos cundió el pánico. Decenas de
aldeanos y ninjas de todos los rangos yacían muertos a sus pies antes
de que nadie pudiese actuar. En ése momento, el Yondaime apareció
junto con Gamabunta, el rey sapo, con quien el Hokage tenía un contrato
de invocación. Todavía en su lomo, el relámpago amarillo -como también
se le conocía- usó una técnica secreta antiquísima que selló a Kyuubi
en...
-Mm...¿Dónde fue?
Ahora que se esforzaba por recordarlo, Sasuke tenía la sensación de
que nunca le habían dicho dónde fue enclaustrado el terror de Konoha.
El chico le restó importancia y siguió su camino que le llevó a pasar
junto al Estadio de Konoha, donde de vez en cuando se celebraban
competiciones más o menos interesantes.
Continuó por los caminos que bordeaban al antiguo clan Hatake,
antaño poderoso y ahora prácticamente extinto. Torció a la derecha y,
pasado un rato, arribó a los territorios del clan Aburame, criadores de
insectos, con su nido de bichos zumbando día y noche. Pocas cosas
sabía Sasuke sobre éste clan: sabía que eran gente muy reservada y
silenciosa que sólo tenían en mente cumplir la misión que les
encomendaban y nada más. Muchos insinuaban que tal comportamiento era
generado por una mente colmena que todos los Aburame compartían entre
ellos y con sus insectos.
En resumen, gente extraña.
Sumido en su análisis, no se percató de que, sin querer, había
llegado a uno de los portones del barrio Uchiha. Al verlo, se quedó
paralizado y su corazón se estremeció.
Aun con todo, se adentró por su antiguo barrio.
Como suponía, las calles estaban vacías, un silencio de plomo
ahogaba cualquier ruido que pudiera presentarse por allí. Fue recorriendo
casa por casa, tratando de reconocer qué familiares las habitaban. Ahí
estaba la de sus tíos paternos, ahora sin gente saludándole, como sería lo
habitual.
Por fin llegó a su antigua casa. Silenciosa, abandonada. Parecía como
si la misma casa hubiera muerto también.
Se sentó en el porche y poco a poco, se dejó llevar por los
pensamientos que le hacían revivir, de nuevo, todo lo que pasó.
Vio a la gente, vio a sus padres, vio a su hermano amenazándole...
su hermano. Aquel joven tan reservado al que hace años le encantaba
jugar con el pequeño Uchiha. Y cuando no jugaba con él, le enseñaba
cosas nuevas.
Pero un día decidió matar a todo el mundo.
Aún resonaban las palabras de Itachi en su cabeza, burlándose de él
cuando lloraba sobre los cadáveres de sus padres, diciéndole que era
débil.
Con el rostro afligido y el alma enfurecida por el recuerdo, la mente
de Sasuke comenzó a forjar una idea: perseguiría a Itachi, le daría caza
aunque tuviera que recorrer el mundo entero y, cuando hubiera acabado
con él, restauraría su clan. Jamás le perdonaría por lo que le hizo a él y
a su familia.
Con el rostro serio, reanudó la marcha, dejando atrás en pocos
minutos su antiguo hogar.
Caminó largo rato hasta que sus pasos le llevaron al lago de la Villa
Oculta que, más que un lago, podría considerarse simplemente como un
estanque grande.
Se aproximó a unos tablones de madera que estaban anclados en la
orilla, se sentó en ellos y observó, meditativo, el atardecer reflejado en el
agua.
Naruto, por su parte, tenía la costumbre de vagabundear por las
calles hasta la noche. Generalmente, solía reunirse con Shikamaru, Kiba y
Choji, pero hoy ninguno estaba disponible y se aburría como una ostra.
Así que decidió ir a tirar piedras al lago. Cuando se estaba acercando vio
que abajo, al pie de la pequeña ladera que formaba el lago con el
camino, estaba Sasuke, sentado en unos tablones.
De una forma que no pudo explicar, el corazón del muchacho de
ojos celestes se aceleró. Estaba nervioso, muy nervioso y no sabía por
qué. Tenía la extraña sensación de estar contemplando a algún exótico
animal que rara vez se deja ver. Pero también tuvo otra sensación
además de ésa: notó que era la única oportunidad de consolar a su
destrozado compañero que iba a tener; Sin embargo, no las tenía todas
consigo. Le daba miedo importunarle de alguna manera, le atemorizaba la
idea de que Sasuke se enfadara con él. No temía que dejara de hablarle
o de hacerle caso porque nunca lo hacía pero no quería que estuviera
disgustado con él.
Ansioso e inquieto, no sabía muy bien cómo proceder. Tenía ganas
de acercarse y decirle algo, pero el miedo mantenía clavados sus pies en
el suelo.
Para colmo de males, se le pasó por la cabeza la idea de que
Sasuke no se iba a quedar ahí eternamente. Tenía que decidirse, y
rápido.
Avanzar o pasa de largo. Una de dos.
Incapaz de soportar aquella tensión, cogió aire y siguió andando...para,
acto seguido, desviar su camino y bajar por el desnivel hasta donde
estaba Sasuke.
Se acercaba al muchacho moreno por su espalda, el cual parecía no
haber notado su presencia. Las sienes de Naruto palpitaban, el corazón
estaba desbocado y su garganta, reseca.
Siguió acortando metros hasta que por fin pisó el primer tablón. No
hubo reacción por parte de Sasuke.
La luz dorada del atardecer lo inundaba todo, los grillos, cercano ya
el verano comenzaron con su canturreo cíclico y cansino. Sólo con
escucharlos, la mente evocaba los días de calor y las noches estivales.
Naruto se calmó un poco al no observar reacción alguna. Estando
ahora un poco más seguro de sí mismo, se armó de valor y siguió
avanzando hasta llegar a la altura del Uchiha. Luego, se sentó junto a él,
a cierta distancia, para no agobiarle.
Sólo hubo silencio. Un silencio paradójicamente tenso y tranquilizador a
un mismo tiempo, ya que, el hecho de que Sasuke siguiera allí aun si
decir nada, se interpretaba como que no le había molestado su presencia.
En caso, claro está, de que la hubiera percibido.
Así permanecieron un rato con el sonido del fluir de agua como único
participante en la conversación.
Temiendo estar perdiendo el tiempo al creer que su compañero no
sabía que estaba a su lado, Naruto echó -ahora sí- el todo por el todo.
Deseoso de consolarle y hacerle olvidar sus penas, el chico se acercó
un poco más y, de inmediato, se acercó otro tanto más hasta que estuvo
pegado a Sasuke. Entonces y sólo entonces, le abrazó.
Fue un abrazo tan sincero, que la faz de Naruto se tornó grave y
su ceño se frunció.
Estado en esa postura el portador del Kyuubi percibió al Uchiha como
nunca antes lo había hecho: llegó hasta él el tacto y el olor de sus
ropas. Ambos suaves y cálidos. También captó el perfume natural del
pequeño de cabello azabache. Se sintió extasiado y relajado con él: era
tranquilizador. Naruto no supo definirlo de otra forma.
En el momento en que más parecía disfrutar del abrazo, Sasuke
pareció reaccionar.
-No necesito consuelo. -su voz contenía rabia.
Pero Naruto, calló.
-¿No me has oído? No necesito que nadie se compadezca de mí -su
furia iba en aumento- ¡Fuera! ¡Déjame!
Pero Naruto, calló.
-¡Fuera, imbécil! ¡He dicho que te largues! -Finalmente, la voz de
Sasuke se quebró y el nudo que tenía en la garganta sólo le permitía
hablar con un hilo de voz- He dicho que te largues...
El Uchiha notó la humedad en sus ojos y las primeras muestras de
llanto. Un segundo después, lloraba abiertamente mientras le devolvía el
abrazo a Naruto. No fue un simple abrazo. Se aferró a él con todo su
corazón, no quería que se marchara.
Naruto también comenzó a llorar. Alguien le aceptaba. Supo, al fin,
que sí que podría tener algún día una familia. Sólo tenía que estar abierto
a lo que el mundo le ofrecía.
Las lágrimas de los chicos resbalaron por sus mejillas, cayendo al
lago donde, finalmente se hundieron. Aquellos rostros arrasados por las
lágrimas dejaban que con ellas se fueran todos sus males para que éstas
limpiaran sus atormentadas almas y se llevaran a sus particulares
demonios al abismo, para siempre.
El goteo creaba ondas en la superficie del lago que se extendían a
lo largo de éste y, en verdad, mucho más allá, alcanzando al mismísimo
tiempo.
Naruto perdonó a los que le habían repudiado.
Y Sasuke, Sasuke dejó que su clan descansara por fin en paz. Su
mente se contempló, por un instante, junto al cuerpo de un derrotado
Itachi, cumpliendo así su venganza. Pero comprobó que aquella muerte no
sería capaz de satisfacer esa diabólica sed, que después de acabar con
él vendrían otros a los que eliminar y que tampoco le dejarían satisfechos.
Decidió perdonar a su hermano. Ya no le perseguiría. Se había ido
no volvería nunca más.
Un pequeño gavilán pasó volando sobre la superficie del lago en ese
momento, dejando caer un par de plumas blancas que aterrizaron, con
delicadeza, en el agua. Tal vez si alguno de los chiquillos lo hubiera
visto, habría recordado cierto encuentro con cierto ser...aunque éso ya
carecía de importancia.
El llanto cesó, pero ellos aún seguían abrazados sin que ninguno
quisiera soltar al otro.
Sasuke, estaba claramente conmovido por el gesto que había tenido
Naruto con él. Por alguna insondable razón, sentía que aquel revoltoso
rubito siempre estaría a su lado y éso, le hacía muy feliz.
Uno de sus brazos cambió de posición sin que él se diera mucha
cuenta y su mano se posó en la parte trasera de la cabeza del chico de
ojos azules en un claro gesto de cariño. Notaba que sus mejillas estaban
juntas y, ni pudiendo ni queriendo evitarlo, la cara de Sasuke giró hasta
que sus labios tocaron el rostro de Naruto. Le besó.
Tras recibir el beso, el pequeño apartó la cabeza ligeramente y miró
a Sasuke como si lo viera por primera vez. Realmente lo veía por
primera vez. Y le encantaba verlo: Le encantaban los mechones de color
negro que le caían graciosamente por la cara, le embelesaba la forma de
su boca y sus ojos, de un oscuro profundo, le fascinaban.
Tampoco él quiso evitar el impulso que sentía y, cerrando lentamente
los ojos, saboreó los labios de Sasuke en un beso húmedo e inexperto.
Ni que decir tiene que el beso fue correspondido.
A esa hora del día, el agua dejaba de ser azul para convertirse, gracias
a la luz solar, en un crisol contendiendo oro fundido. Los pájaros ya
pensaban en irse a dormir y los grillos preparaban su serenata nocturna.
Una pequeña rana saltaba al lago. Sonido de agua.
Capítulo II
Acto I: Nemo vivit in practeritum

El pasado es un prólogo.
William Shakespeare
Los primeros rayos de luz alumbraban los nevados picos montañosos
del norte del País del Rayo. Tras un pequeño empujón, unos párpados
comenzaron a abrirse sólo para volverse a cerrar en el acto. Otra amable
sacudida, y Naruto finalmente despertó.
Su perezoso bostezo se convirtió en una nube de vapor al contacto
con el aire frío. Sólo con verla, comenzó a tiritar.
-¿Té? -le preguntó Kiba mientras apartaba un pequeño recipiente del
hogar.
Naruto, salió de su saco de dormir y se acercó al fuego en busca
de calor. Con gesto vago, cogió un pequeño vaso de latón y se lo
acercó al maestro de la fieras.
-Gra...cias -decía mientras bostezaba y parpadeaba, en un intento por
despabilarse del todo.
-¡Caray! ¡Menudo bostezo! ¿Has pasado mala noche? -Kiba llenó de té
el vaso.
-Y que lo digas. ¡Este frío te congela hasta las ideas! -tomó un sorbo
y se puso rojo- ¡Agh! ¡Quema! ¡Amarga!.
Kiba soltó una carcajada.
-¡Ja, ja, ja! El té es bueno. Te calienta el cuerpo cuando hace frío y
te calma los nervios.
-Creo que confundes calentar con abrasar -el Inuzuka volvió a reír-
¿Algo nuevo?
Akamaru, que hasta entonces había estado callado y tumbado en un
rincón, alzó la cabeza y ladró.
-Sin novedad en el frente, según Akamaru.
-Genial, genial. Sólo llevamos una semana así.
El tono del Colmillo se volvió casi paternal.
-Debes de tener paciencia. Pronto harán algo, ya lo verás.
-Bueno, pues yo también voy a hacer algo o me quedaré hecho un
témpano, ¿vienes Akamaru?
El perro ladró, movió la cola y, presto y dispuesto, lo siguió.

Naruto paseaba por la albina ladera cubierto con un amplio abrigo


blanco que le proporcionaba un buen camuflaje. Mientras hundía sus pies
en la crujiente nieve, hacia memoria de qué lo había llevado hasta ahí.

En efecto, se le había encargado una misión de espionaje rutinaria en


aquella zona. Aunque las relaciones entre los Kages y las villas principales
era preferentemente cordial y respetuosa, a todos les gustaba ojear lo que
hacía el vecino de vez en cuando.
Y, aunque la misión era un tanto arriesgada, les había sido confiada
tanto a Kiba como a él por sus notables dotes de rastreadores, las
cuales les habían llevado a ambos a obtener el título de chunin cuando
contaban con quince años. Cierto es que a los doce ya probaron suerte
en el examen de dicho rango, pero como casi todos los de su grupo, no
pasaron a la primera. Sólo hubo dos excepciones: Shikamaru y Sasuke.
Éste último se separó del grupo informal que formaban todos los
compañeros de clase más Tenten, Neji y Rock Lee, para ingresar, dos
años después, en ANBU.
Naruto solía echar de menos a aquel muchacho tan especial con el
que casi todas las tardes jugaba y entrenaba después de clase, pero cada
vez menos. El tiempo pasó y a Naruto nunca le gustó vivir en el pasado,
por lo que su recuerdo fue desvaneciéndose en su mente hasta haberse
evaporado casi por completo.

Un año más tarde volvieron a intentarlo, pero por aquel entonces la


villa se sumió en una profunda crisis y las pruebas de nivel quedaron
temporalmente en suspenso.
La agitación se debió fundamentalmente a que, al fallecer el anciano
Sarutobi, éste no nombró a nadie en su última voluntad para dirigir la
aldea y, ante el puesto vacante, surgieron disputas por ascender a
Hokage.
Fue un hombre desconocido, dirigente de una facción de los ANBU,
quien se alzó con el título. Danzo, se llamaba. Pero pronto se empezó a
notar su mal gobierno de la aldea, así como su falta de diplomacia para
con el señor del País del Fuego, a quien nunca recibía. Por no hablar de
sus relaciones con las villas exteriores.
Precisamente estuvieron a punto de entrar en guerra con la Aldea
Oculta de las Nubes, del País del Rayo, por su culpa.
Para aliviar tensiones, el Raikage, en un gesto de buena voluntad y
saber hacer, invitó a Danzo a que disfrutara de unos juegos deportivos en
los que participaban todos los ninjas de la aldea. Por desgracia, un
desafortunado accidente durante éstos acabó con la vida del Hokage.
Las causas de su muerte fueron un tanto extrañas, ya que un
escueto informe de la investigación oficial que se llevó a cabo -y que
todos los ninjas presentes en el momento de su óbito, tanto los del
Fuego que acudieron como escolta como los del Rayo, firmaron-, declaró
que el anciano, carbonizado y con el cuerpo erizado de kunai, había
muerto de muerte natural.
Nadie pidió más explicaciones.
Las luchas intestinas por el poder comenzaron de nuevo en Konoha y
se tuvo que recurrir a la sabiduría del Consejo de Ancianos para resolver
el conflicto. Éstos decidieron que fuera uno de los sannin, ninjas
legendarios, quien se hiciera cargo la villa.
De los tres que existían, Lady Tsunade fue la designada, entre otras
cosas, porque era la única que no se encontraba huida de la justicia o
simplemente huida, como era el caso de los otros dos.
Tras ésto, la relativa paz volvió a la Aldea Oculta de la Hoja y se
reanudaron las pruebas de rango.

Naruto seguía avanzando ladera abajo mientras que Akamaru, que iba
muy por delante de él, se entretenía masticando nieve y revolcándose en
ella.
Con tono cansado, el joven le llamó la atención como si estuviera
tratando con un niño pequeño.
-Akamaru, no te comas la nieve a ver si te vas a tragar algo que
no debes.
De repente, el animal comenzó a toser y a carraspear. Se estaba
ahogando.
-Si antes lo digo...
Naruto suspiró y, meneando la cabeza, se acercó al apurado perro
abriéndole la boca para ver qué tenía. Al fondo, en la garganta, un objeto
oscuro obstruía las vías respiratorias del mestizo.
Sin perder tiempo, le realizó una versión canina de la maniobra
Heimlich y, al instante, el culpable salió disparado yendo a caer varios
metros más adelante.
Alzó la vista tratando de hallar la piedra que, según él, era la
causante de aquella situación pero sólo encontró un objeto esférico y
negro.
Se acercó un poco más para estudiarlo con detenimiento y observó
que no era una piedra, como él había pensado, sino una bomba de humo
que había quedado olvidada.
-Seguramente se les ha caído.
Naruto escudriñó el horizonte en busca de alguna pista del grupo de
ninjas que estaban siguiendo desde hacia algo más de una semana, al
notar un comportamiento extraño por parte de éstos en la aldea de las
Nubes durante sus labores de espionaje.
Su mirada se detuvo en un punto y sus ojos se entrecerraron de la
forma en que en lo hacen los de un zorro que ha localizado a su presa.
Entre varias laderas blancas y monótonas, a lo lejos, algo interrumpía
la continuidad. El sol arrancaba de aquel sitio tonos ocres, casi arcillosos
y revelaba la presencia de unas cuantas siluetas moviéndose.
-Una cueva...
Como una flecha, Naruto corrió en dirección al campamento provisional,
que Kiba custodiaba, para avisarle.
En poco tiempo llegó, exhausto, ante la presencia del Inuzuka.
Kiba le miró de soslayo.
-¿Localizados?
-...Sí...a una media hora de aquí...
El rostro de Kiba se endulzó.
-Anda, bebe algo que te vas ahogar. -dijo mientras le acercaba una
taza y recogía las últimas cosas del campamento que había estado
levantando.
-¡Agh! ¡Otra vez! Tío, ¿no entiendes el concepto de “caliente pero sin
abrasar”?
-¡Ja,ja,ja! Te lo he dicho: te vendrá bien para calentar el cuerpo.
Unos minutos después, los tres, camuflados con sus capas -y pelaje-,
avanzaban con sigilo por entre los árboles.
Pasó más tiempo y Kiba dio un respingo. Se volvió a Naruto y
comenzó a susurrar.
-Ahí están. De aquí en adelante, habrá que tener más cuidado con
las posibles trampas...
Se detuvo, olfateó el aire y Akamaru gruñó. Instintivamente, Naruto
sacó su kunai.
-Nos han descubierto -dijo el rubicundo ninja.
Con un gesto brusco extendió su brazo y apuntó a algún lugar
indeterminado fuera de su campo de visión, convocó al elemento aire, lo
afiló y lo proyectó contra unas ramas altas y relativamente lejanas. Se oyó
un crujido,y éstas cayeron cercenadas al suelo, junto con uno de los
ninjas que pretendían emboscarles.
Tres más surgieron de entre la nieve y atacaron al grupo.
Akamaru se lanzó, sin pensarlo, contra el cuello de uno que,
segundos después, caía al suelo inconsciente o muerto mientras el animal
aún lo retenía entre sus fauces.
Kiba percibió como una hoja metálica se dirigía hacia él por su
espalda, describiendo un arco amplio. Se agachó y el filo pasó de largo,
lo que permitió, a su vez, que Naruto pasara rodando sobre la espalda
de Kiba. Realizó medio giro y aprovechó la inercia para propinarle una
contundente patada en la cabeza al agresor.
El maestro de las bestias, casi en el mismo momento, dio un salto
hacia el último ninja, que venía de frente y, cuando estaba en el cenit de
su ascensión, le clavó la rodilla en el mentón. Cayó como sus
compañeros, inconsciente y sangrante, al suelo.
Pero el enfrentamiento había llamado la atención de los otros ninjas
que corrían hacia ellos con intención de capturarlos.
Conscientes de ésto, los hijos del Fuego optaron por huir, ya que les
superaban en número y, además, la misión de vigilancia se había ido al
traste al revelar su posición.
Basándose en el principio físico de que cuatro patas corren más que
dos, Naruto se montó en Akamaru y Kiba, por su parte, comenzó a
galopar ayudándose de sus brazos. No tardaron en poner unos cuantos
metros de por medio, pero al pasar sobre un inadvertido desnivel, Kiba
tropezó y cayó ladera abajo.
-¡Kiba!
El chunin rodaba sobre sí mismo tratando de aferrarse a algo que
detuviera su caída. Un providencial árbol se cruzó en su camino y,
clavando sus zarpas en la corteza, se frenó al fin.
Naruto llegó hasta él y le invitó a subirse a lomos de Akamaru pero,
cuando el maestro de las fieras se estaba levantando, sus perseguidores
ya habían llegado hasta ellos. Los ninjas del fuego trataron de mostrar
resistencia pero no les sirvió de mucho.
Kiba soltó un puñetazo en dirección a la mandíbula del guerrero más
cercano pero una cadena le retuvo. Parecía que tuviera vida propia. Siguió
moviéndose, arrastrando la mano de Kiba en su camino y, en un abrir y
cerrar de ojos, el chico estaba atado de pies y manos. Mientras sucedía
ésto, Naruto y Akamaru fueron víctimas de la misma jugada sin advertirlo.
El enemigo los rodeaba pero la serpiente metálica no pertenecía a
ninguno de ellos. Venía de alguien situado en segunda fila.
Los hombres del Rayo se hicieron a un lado, mostrando al dueño del
arma.
Un hombre enmascarado hacía girar imprudentemente un kama que
estaba unido a la cadena.
-Un kusarigama -pensó Naruto.
Sus ojos recorrieron todo el hilo férrico y vio, al final, una pesada
bola de acero macizo. Efectivamente, era un kusarigama. Y muy largo
además.
-¡Hoy tenemos invitados! -rió el líder del grupo.
Dio un fuerte tirón a la cadena y los tres cayeron al suelo, giró
sobre sus talones y echó a andar, arrastrando a sus presas con él. Por
la anchura de aquel hombre, Kiba sospechó que sería muy capaz de
llevarlos así durante todo el camino de regreso a la Aldea de las Nubes.

Llevaban unas cuatro horas de penosa travesía cuando el líder -un


jounin, en opinión de los dos jóvenes- ordenó una rotación en la
vigilancia.
El hombre no parecía haber dejado nada al azar ya que él marchaba
delante con todos sus subordinados cerrando filas en torno a los cautivos.
Pero en esta rotación, un ninja se puso al lado de Naruto. No era
un ninja como los demás: era el que había tirado de los árboles el joven
zorro en la emboscada. Se había torcido el tobillo y cojeaba.
Miró a Kiba y luego a un barranco por el que estaban a punto de
pasar.
El Inuzuka, a su vez, miró de forma casi imperceptible a Akamaru.
Lenta y disimuladamente, el chico de celestial mirada deslizaba sus
manos para sacar un pequeño filo arrojadizo de un compartimento secreto
de su abrigo de camuflaje.
Hicieron como que no pasaba nada y, cuando estaban cruzando por
el estrecho borde del desnivel, Kiba estornudó. A su vez, el perrazo salió
disparado en dirección al precipicio mientras que Naruto clavaba su kunai
en el tobillo del shinobi herido. Éste cayó, entorpeciendo el paso de los
que le seguían. Entonces, el portador del Kyuubi utilizó el viento para
cortar la cadena que los apresaba. Se partió y, llevados por el impulso
de Akamaru -que todavía estaba en el aire-, los tres cayeron al abismo.
Por suerte la nieve es blanda.
Aún se oían los rugidos del furioso jefe de los ninjas del Rayo por
toda la cadena montañosa, cuando los chunin emprendían el camino de
regreso a casa.
Naruto, que iba en cabeza, entrelazó las manos en la nuca y
comenzó a lamentarse.
-Misión fallida. Ésto dejará marca en mi carrera.
-¡Bah! Yo no le daría ninguna importancia. Ésto ha sido vivir hoy para
luchar mañana. -le animó el dueño de Akamaru.
-Si tú lo dices...¿Seguimos rumbo al sur?
-Por supuesto, pero tendremos que darnos prisa en salir del país. Ya
nos debe de seguir media Aldea de las Nubes...

Pasaron unos días y el paisaje cambió: aunque estaban en invierno y


hacía frío, en el punto en el que se encontraban ahora no había nieve
alguna; Sin embargo, la naturaleza que les rodeaba no iba a la zaga de
las canosas cumbres en cuanto a belleza: el sol ya declinaba y, alrededor
de los pedregosos caminos, centenares de árboles de negras cortezas se
deshacían de sus hojas, alfombrado el suelo con toda la escala cromática
del color pardo, creando un espectáculo para la vista digno del mejor
cuadro impresionista.
Cuando se acercaban a una posada en la que pasar la noche, un
grupo de ninjas del Rayo, apareció en el sendero. Se habían visto desde
lejos, por lo que echarse a correr campo a través llamaría demasiado la
atención.
-¿Y ahora qué? - preguntó Naruto.
-Nos aproximamos como si fuéramos aldeanos y, en cuanto hagan
algún movimiento brusco, les atacamos -le respondió su compañero.
La distancia entre ambos grupos se fue recortando más y más.
Cuando les separaban unos metros, un chunin del Rayo con barba clavó
su ojos en el joven rubio. Éste se puso tenso, esperando que hiciera algo
para tratar de detenerlos. En lugar de éso, el hombre barbado desvió de
nuevo la mirada y el grupo pasó de largo.
Los jóvenes se miraron extrañados. ¿Por qué no los habían detenido?
Les habían visto la cara perfectamente ¿Por qué ninguno pareció
reconocerles si sus compañeros ya les tenían que haber puesto sobre
aviso?
Desconcertados, entraron en la posada que, además, ofrecía a sus
clientes la posibilidad de relajarse en sus baños termales, según pudo
averiguar un extrañamente insistente Kiba.
Era una posada a la vieja usanza, que no destacaba por nada
especial. La casa de huéspedes estaba construida con madera resistente,
lucía un tono oro viejo que revelaba su antigüedad. El tejado, de esquinas
elevadas, estaba cubierto de negra pizarra. En la parte trasera, un cercado
de bambú separa las fuentes termales que albergaba y una tapia de
adobe encerraba dentro de sí todo el edificio de planta irregular.
Los muchachos se acomodaron en sus habitaciones y, al poco, se les
sirvió una comida típica de la región.
Una vez que cenaron y plantearon la mejor estrategia a seguir por si
aquel “despiste” ocurrido horas antes era sólo una maniobra de distracción,
Naruto anunció que se retiraba a dormir.
-Espera. ¿Ya te vas a acostar? -la voz de Kiba se tornó
ligerísimamente más suave -Vamos, ¿en cuantas posadas hemos estado
que tengan baños termales?
Naruto pensó un momento.
-...Ehm...en todas.
Kiba no se dio por rendido.
-Bueno, ya. Pero esta es distinta. Es la última que vamos a visitar
en el País del Rayo. Al menos, podríamos tomarnos un pequeño respiro y
disfrutar de la proverbial hospitalidad de los habitantes de por aquí.
-...Kiba, ¿Te pasa algo?
Tiró de las comisuras de los labios hacia abajo y los colmillos que
tenía tatuados en las mejillas se estiraron.
-No, nada. Si quieres acostarte, hazlo -dijo esto último como si de
verdad no le importara lo que fuera a hacer Naruto.
El joven zorro pareció recapacitar.
-Bueno...supongo que no me vendría mal el baño después de todo...
El rostro del maestro de las fieras irradió felicidad contenida.
-Bien, y yo te acompaño, ¿vale?
El muchacho de ojos celestes se encogió de hombros.
-Como quieras.
Se encaminaron por el pasillo en dirección a los cambiadores. La
posada parecía casi desierta. Seguramente, nadie les molestaría.
-Esta vez sí. Esta vez se lo diré. -Pensaba Kiba tratando de controlar
el ritmo acelerado de su corazón.
Entraron en el vestuario de caballeros y comenzaron a desnudarse.
Los nervios del chunin de ojos afilados iban en aumento mientras veía a
Naruto quitarse la chaqueta naranja y negra que tanto le gustaba. Ahí,
debajo de esa capa de tejido, yacía la hermosa musculatura del chico que
ocupaba sus sueños desde que era pequeño.
Naruto le estaba contando algo que Kiba no estaba escuchando
mientras le miraba.
El corazón del Inuzuka estaba desbocado, no sólo por contemplar
aquella obra de arte viviente, sino porque había comenzado a quitarse los
pantalones y un sospechoso bulto estaba a punto de delatar sus
sentimientos.
Decidió confesar antes de que lo hicieran por él.
Cogió aire, y, cuando parecía que iba a tratar de decir algo, un
enorme jaleo procedente de la recepción, llegó a oídos de los dos.
-¿¿Qué pasa por allí?? -preguntó el rubicundo ninja, sobresaltado, al
tiempo que se volvía a poner la ropa.
Ambos, ya vestidos, salieron a investigar.
Al parecer un grupo de ninjas del Rayo, discutía con la dueña de la
posada. Al ver los uniformes, los chicos se ocultaron como pudieron
mientras seguían atendiendo a la conversación.
-¡Vas a tener que traerme una orden del Raikage si quieres que te
haga caso! -Decía la anciana mujer.
-Señora, se lo digo por su bien. Desaloje el lugar. -decía, frío y
sereno, un hombre con el rostro cubierto.
-¡Que no! Además, ¿Por qué llevan ésa caja enorme? ¿Llevan un
muerto? ¡Aquí no entran muertos! -la dueña estaba cada vez más
enfadada.
-No, no llevamos ningún muerto y éso -señaló al contenedor- no es
de su incumbencia.
En efecto, los hijos del Fuego podían ver entre la oscuridad de la
noche una gran mole cúbica de madera noble a través de las puertas
abiertas del recinto a bordo de un carro tirado por una veintena de
bueyes.
-¿Qué narices...? -comenzó a decir Kiba pero su boca se cerró de
golpe. -Naruto, ése olor...son los tipos que estábamos siguiendo hace unos
días.
-Será mejor que salgamos por alguna ventana sin que nos vean.
Luego, intentaremos averiguar a dónde van.
Sin perder tiempo, los ninjas dieron media vuelta, llegaron a una
habitación y deslizaron la puerta que daba a un patio situado en un
lateral de la posada. Treparon por el muro, y se apostaron en una
esquina, expectantes.
Akamaru, que se había quedado fuera ya que no se admitían perros
en los albergues de este tipo, se unió a ellos en cuanto los vio.
Pasaron unos minutos y todo se calmó. El carro y un contingente de
ninjas entraron y cerraron tras de sí las grandes puertas del exterior.
-Va a ser una noche muy larga... -apuntó el incisivo Kiba.
Presas del cansancio, se durmieron. Para mantener cierto nivel de
seguridad, decidieron descansar apoyando espalda contra espalda, para
satisfacción del que habló.
El alba, finalmente llegó y el ruido del carro de bueyes les despertó.
-Allá vamos...

La comitiva avanzaba silenciosa hacia el paso fronterizo. Al frente, un


hombre corpulento se movía con gesto ostentoso. En su cabeza lucía el
símbolo de la Aldea de las nubes. Detrás suyo, un grupo de ninjas
escoltaba un carro tirado por veinte bueyes y, sobre el carro, un cajón de
madera firmemente anclado con cuerdas de más de tres metros de alto
por tres de ancho, era transportado.
Un joven chunin, les dio el alto y exigió saber quiénes eran, adónde
se dirigían y por qué.
-Misión especial, chunin. Órdenes del Raikage. -sentenció con
sequedad.
El shinobi de las Nubes recogió e inspeccionó detenidamente el rollo
en el que supuestamente se contenían las órdenes y que el hombre de
faz anónima le entregó. Tras un rato, desapareció con él en la garita que
tenía habilitada para montar guardia.
Con gesto severo, reapareció con las manos vacías. Se plantó a unos
metros del hombre que le había facilitado la documentación y sacó un par
de ninjatos.
La bandana que lucía en su frente el supuesto jounin, sin embargo,
le inspiró el suficiente respeto como para hacer una advertencia primero.
-Señor, le pido que tanto usted como sus hombres dejen sus armas
y se echen al suelo. No se lo diré dos veces.
Cuanto terminó de pronunciar la última sílaba, siete ninjas más
surgieron de entre la espesura del bosque que rodeaba el camino
fronterizo y rodearon a los guardianes del transporte.

Unos metros más lejos, dos extranjeros de la nación del Fuego,


observaban la situación.
-Kiba, tenemos que hacer prisioneros.
El muchacho no daba crédito a lo que estaba diciendo su camarada.
-¿Te...te has vuelto...Estás tonto o qué, Naruto?
-¡No, hombre! Mira, están a punto de pelear. Los hombres que tratan
de detenerlos son menos, por lo que van a perder...
El Colmillo le hacia saber que había comprendido su plan mientras
que, en su mente, se maravillaba secretamente por la astucia de su
amado compañero.
-...y entonces los otros huirán con lo que sea que tienen...
-...como van a huir de todas formas, lo mejor será capturar a alguien
e interrogarle.
-¡Vale, al lío! Akamaru, ya sabes lo que tienes que hacer.
El perro emitió un ladrido a modo asentimiento, aceleró y en seguida
los dejó atrás.

La voz del hombre enmascarado, que acababa de sacar un kama de


su uniforme resonó con fuerza.
-¡Je! ¡Imbéciles! ¡Todos, atacad!
La melé estaba servida desplegando, con ella, una espectacular
variedad de técnicas secretas.
Aquí, un hombre ensartaba a otro con un movimiento maestro de su
arma, allá una kunoichi lanzaba un relámpago letal sobre su enemigo,
acullá dos espadas y un kama se batían en singular duelo.
Nadie advirtió el borrón que se movía sobre sus cabezas y que
dejaba caer una fina lluvia.
-¡Muy buen Marcador Dinámico, Akamaru! -le espoleaba Kiba mientras
lanzaba diez bombas de humo al mismo tiempo.
Hubo una explosión sorda y en cuestión de tres segundos, la
visibilidad de la zona se redujo a cero.
Naruto cruzó la nube y salió de ella ya en el otro lado de la
frontera.
El Inuzuka y su perro, sin embargo, se quedaron dentro para poder
capturar a alguien, ya que eran los únicos del grupo que podían seguir el
olor de la orina del can entre aquella densa neblina.
Se oyeron golpes, chocar de metales, mugidos, gritos y gruñidos. Unos
breves instantes más tarde, Kiba salía de la columna de humo seguido de
su perro mestizo, el cual llevaba dos cuerpos sobre su lomo.
-Bien, con ésto bastará. -enunció Naruto, satisfecho.
Se acercó a los ninjas inconscientes y, sacando unas hierbas de uno
de sus bolsillos del pantalón, se las colocó en la boca. Luego, los
amordazó y los ató.
-Así no darán problemas por el camino.

Con el sol en todo lo alto, amplias praderas y montañas rebosantes


de belleza invernal como paisaje, dos chunin de la Aldea Oculta de la
Hoja y un perro cargado con dos ninjas, marchaban, satisfechos como
halcones que acaban de cazar, rumbo a casa.
Acto II: Aqua silente cave tibi

No existe nada más interesante que la conversación de dos amantes


que permanecen callados.
Achile Tournier
Noche cerrada en Konoha. Los guardias de la puerta dejan pasar tres
bultos envueltos en sombras. Las luces de los hogares arrancan destellos
metálicos de sus frentes. Son dos ninjas. Junto a ellos, una mole con
jorobas se desplaza, algo fatigada, en silencio.
Con paso tranquilo, casi ritual, alcanzan la mansión del Sexto Hokage,
Tsunade.
Llaman a la puerta y, al momento, un guerrero de las sombras les
atiende. Tras escuchar lo que tienen que decir, les manda esperar y
desaparece por la puerta.
Así fue como la Princesa de las Babosas se enteró de que esa
noche no podría dormir. Lo cual la puso de un humor de perros, huelga
decirlo.

-¿Prisioneros? ¿Y desde cuando unos prisioneros son más importantes


que mi sueño? -rugía la Hokage desde el otro lado de la puerta de su
habitación.
-L-Lo siento, señora. Yo sólo le trasmito la información que me han
dado.
La vieja Tsunade salió de sus aposentos con paso enérgico y bajó
hasta la entrada. Abrió la puerta con tanto brío que se quedó con el
pomo en la mano.
El resto de la puerta se halló, al día siguiente, desintegrado en un
rincón del jardín.
-¿Qué queréis?
-T-Tenemos unos prisioneros y...eh...-trató de decir Naruto, algo
acobardado.
-¿Y por qué narices me los traéis a mí? ¡Llevádselos a los ANBU!
-Se trata de éso, señora. Necesitamos un permiso para acceder a su
cuartel general y sólo usted puede expedirlo.
-¡Ah! -replicó la mujer, algo más calmada.
Un ayudante le trajo el salvoconducto y ella lo firmó, pidiendo, más o
menos educadamente, que no la molestaran más.

Los chunin se acercaron a la entrada. Dos enmascarados hablaban


con un hombre fuerte y alto que vestía una levita negra y cubría su
cabeza con un pañuelo.
En cuanto les vieron, su conversación cesó. Un guardia se dirigió
hacia ellos.
-¡Alto al centinela! ¿Quién va?
-Naruto Uzumaki y Kiba Inuzuka, venimos para que interroguen a unos
prisioneros por orden de Lady Tsunade. -contestó el rubicundo joven.
Mostró el documento que la mujer le había firmado. El hombre de
negro, se acercó también.
-Descanse. Yo me ocuparé de ésto. -le dijo al vigilante.
-Sí, señor.
Se acercó e inspeccionó el documento que el chico tenía en su mano
y comprobó que era autentico.
-¿Asunto?
-Necesitamos que les interroguen porque estos hombres mostraron un
comportamiento inusual durante nuestra misión en la Aldea de las Nubes.
Al parecer, trataban de sacar un cajón enorme del país.
-¿Y?
-Que durante nuestro seguimiento nos descubrieron una vez.
Conseguimos huir y pensábamos que habrían dado la alerta a todo el
País del Rayo, pero cuando nos cruzamos con una patrulla distinta, éstos
no nos reconocieron.
El hombre frunció el ceño, sacó una pequeña libreta y tomó unas
anotaciones. Luego, hizo un gesto a uno de los vigilantes que, al
momento, desapareció en la oscuridad.
Dos minutos después, seis ANBU se presentaban en la puerta y se
llevaban los cuerpos inconscientes de los cautivos.
-Muy bien, ya se pueden ir.
Kiba miró a su compañero.
-Parece que no nos dejan asistir al show.
Naruto se encogió dio de hombros y volvió por donde había venido.
Akamaru y su dueño le acompañaron.
Anduvieron unos minutos mientras departían de lo acontecido en las
últimas jornadas y especulaban sobre qué contendría aquel arcón que los
ninjas del Rayo trataban de sacar del país. Vagaban tranquilamente por las
umbrosas calles hasta que llegaron a la casa de Naruto.
-Bueno -dijo Kiba-, hasta mañana.
-Hasta ma...- Sus azules ojos se crisparon como si de repente hubiera
tenido un ataque de migraña.- ¡Oh, no!
-¿Qué sucede?
-Ya no me acordaba -se lamentó Naruto mientras alzaba una lacónica
mirada a su apartamento.
Éste estaba lleno de andamiajes y enseres de carpintería.
-¡Ahí va! -Kiba río- se me había olvidado a mí también.

Hace unas semanas celebraron el cumpleaños de Neji en casa del


portador del Kyuubi. Todos los compañeros del grupo planearon dar la
fiesta en la Casa de Comida de Ichiraku, pero Naruto insistió en hacerla
en su hogar. Todo iba de maravilla, incluso asistieron Maito Gai, Kurenai,
Asuma, Iruka y hasta Kakashi.
El desastre llegó cuando el sake hizo acto de presencia. Mejor dicho,
el desastre llegó cuando Rock Lee y el sake coincidieron en el mismo
lugar y en el mismo tiempo.
El luchador de exuberantes cejas confundió su bebida energética, que
con tanto esmero le solía preparar su maestro, con un pequeño frasco de
sake que Asuma utilizaba para “entrar en calor”.
Cuando el licor de arroz comenzó a hacer efecto en la Bestia Verde
de Konoha, éste hizo honor a su apodo y comenzó a luchar contra el
aire con ferocidad letal.
Obviamente, en un espacio tan reducido tarde o temprano tendría que
chocar con algo. Y así fue como la casa del chunin acabó siendo
declarada siniestro total.
Como las reparaciones iban para largo, el anfitrión de aquella juerga
tenía que hospedarse donde podía.
-Ehm...puedes venir esta noche a mi casa...- dijo un ahora sibilino
Kiba.
-...eh...no sé...-al joven rubio pareció pillarle fuera de juego-...tampoco
quiero molestar...
El Colmillo dibujó una amplia sonrisa al tiempo que cerraba los ojos.
-¡Oh, no será ninguna molestia! -con la misma cara de amabilidad, se
dirigió a su mascota con un tono levemente amenazador-¿Verdad,
Akamaru?
El perro gimoteó un poco y bajó la cabeza en señal de afirmación.

La casa de Kiba era modesta pero acogedora. Unos cuantos muebles


y un par de futones, revelaban la sencilla personalidad de su propietario.
Tan sólo tenía un lujo. Un lujo que, dicho sea de paso, cautivó el
corazón de Naruto: una videoconsola.
Cierto es que a la aldea de Konoha no le era desconocida la
televisión, ni mucho menos, la electricidad. Eran productos llegados del
País de la Primavera, antes conocido como País de la Nieve que, aunque
carente de ninjas competentes, era tecnológicamente muy avanzado.
Pero la videoconsola era algo distinto, ya que su existencia escaseaba
incluso en tan remoto país. Además, los más ancianos, siempre temerosos
de los cambios, argumentaban en su contra que el uso prolongado del
dispositivo disminuía las capacidades de los ninjas, por lo que estaba mal
visto en algunos círculos.
El joven zorro se quedó un poco absorto contemplándola y Kiba, a
punto de estallar de alegría, le invitó a jugar una partida.
Tras aceptar la invitación comenzaron con un aburrido juego de peleas
en el que los protagonistas eran ninjas de una aldea oculta y se
enfrentaban a un grupo llamado Akatsuki, el cual no había manera de
vencer completamente. Entre pelea y pelea, el juego relataba una historia
a cerca de capturar a las bestias con cola, conspiraciones extrañas y,
para colmo, el protagonista iba a buscar a un amigo huido que le había
traicionado.
Ante tan enrevesada trama, Naruto protestó.
-¡Venga, hombre! ¡Ésto no hay quien se lo crea!

Por la ventana, el alba se coló, trayendo consigo un nuevo día. Los


chicos, cansados de tanto viaje y tanto juego, se echaron a dormir sobre
el sencillo sofá en el que estaban sentados.
Kiba trató de tumbarse, apoyó medio cuerpo en el mueble y subió las
piernas encima de la mesa. El joven del Kyuubi, por su parte, se recostó
sobre su asiento y cerró los ojos.
Pasaron unos diez minutos y la incómoda postura que adoptó el joven
de ojos azules le obligó a moverse. Medio en sueños, su cabeza se fue
escorando más y más hasta que, lentamente, aterrizó en el pecho de
Kiba.
Al notar el peso, el muchacho se despabiló un momento, observó la
situación y, componiendo una satisfecha sonrisa, depositó uno de sus
brazos sobre los hombros del chunin. Volvió a cerrar los ojos tratando de
disfrutar de aquel momento mágico. Todo a su alrededor era como la
calma que se encuentra al escuchar el océano. Cualquier ruido que se
pudiera oír, sólo conseguía acentuar el silencio imperante.
Y había algo mucho mejor que el silencio: su sueño se acaba de
hacer realidad. Su camarada, su compañeros de cientos de aventuras,
yacía, al fin, junto a él.
Olió su pelo. Dado que su olfato estaba más desarrollado que el de
cualquier ser humano normal, hasta él llegaron centenares de matices
distintos. Todos evocaban en su mente los calurosos días de escuela,
cuando los chicos se escapan de clase juntos y pasan largas y doradas
tardes divirtiéndose.
El calor que le proporcionaba Naruto fue haciéndole caer en un divino
sopor cada vez más profundo.

El sol ya estaba en lo alto y Akamaru comenzó a ladrar. Su dueño


se despertó de nuevo y, de una forma misteriosa, el perro guardó silencio.
Trató de volver a dormirse pero no lo consiguió. Naruto seguía allí,
sobre su pecho.
La mano que no estaba abrazando al zorro durmiente comenzó a
acariciar su cabeza y, a ratos, sus dedos jugaban con su pelo. Quedó,
en verdad, hipnotizado por la textura de aquel cabello dorado y algo
encrespado.

Tras su sueño, se despertó sobresaltado al ver que Kiba le abrazaba.


Intentó zafarse pero su compañero le retuvo, lo que hizo que ambos
acabaran frente a frente con sus narices rozándose.
Naruto sintió a Kiba. Su aliento, su mirada, sus manos, todo rebosaba
con su fuerza. Esa fuerza que a veces le asombraba y le enmudecía.
El Inuzuka no era como los demás chicos: el haberse criado entre
animales le había forjado un carácter llano y libre de artificios. Su forma
de ser, natural, espontánea y asilvestrada, no había pasado nunca
desapercibida a ojos del portador de Kyuubi.
Pero estaba demasiado inmerso en su trabajo, demasiado preocupado
por hacer bien su papel de chunin como para flirtear con nadie. Además,
los dos eran varones. ¿Cómo se iba a enamorar de él?
-¿Cómo? -el corazón del ninja empezó a flaquear.
Como si de una película se tratase, por su mente desfilaron todos los
momentos buenos que había pasado junto a él. Todas las misiones en las
que habían peleado codo con codo. Recordó cómo ambos habían
saboreado la risa y el llanto.
Kiba entrelazó sus manos con las del joven. Seguían a la misma
distancia que antes.

Muy despacio, se unieron en un beso apasionado. La lengua del


maestro de las fieras comenzó a explorar alegremente la boca de Naruto,
haciéndole cosquillas en el paladar. Sonrío.
Liberó sus manos y envolvió con sus brazos el cuerpo de Kiba, que
también hizo lo propio. Éste, en un movimiento de pura habilidad, basculó
sobre su cadera , giró sobre ella y, adoptando la clásica postura de
lucha, cerró sus piernas alrededor del torso y por encima de las caderas
de su amigo y, ahora, amante.
Aquella presa se solía utilizar para realizar posteriormente el “triángulo”
-una llave que estrangula al enemigo-, pero en esa ocasión simplemente
cumplió con su función primordial: impedir que el otro pueda escapar o
moverse con libertad.
La escena no podía rebosar más tensión sexual: los jóvenes seguían
besándose y la estratagema del Colmillo le había dejado con el trasero
pegado a la pelvis de Naruto, que ahora se encontraba de rodillas sobre
el sofá.
Obviamente, le pasó lo que tenía que pasarle a cualquier chico en
esas circunstancias.
Kiba sonrió al notar la presión entre sus nalgas y, sintiéndose
receptivo, deshizo su abrazo para quitarle a su camarada la chaqueta.
El zorro imitó sus movimientos y pronto quedaron vestidos sólo con
sus bóxeres como única protección frente a la desnudez.
Como ahí no iba a quedarse la cosa, Naruto se separó del cuerpo
del chunin un momento para quitarse la última prenda que le quedaba,
momento en el Kiba se incorporó hacia él como una fiera hambrienta,
cambiando por completo las tornas. Ahora era él el que estaba arriba.
-Espera, déjame a mí.
El Colmillo besó al chico en la boca, luego le dio otro en la barbilla,
otro más en el cuello y así siguió, juguetón, bajando poco a poco.
Los labios se posaron en su pecho, en la boca del estómago, en el
ombligo. Finalmente llegaron al pubis. Para entonces sus ojos azules se
habían cerrado, su cara se había coloreado de un rosa rojizo y su
corazón sólo le permitía respirar de manera entrecortada.
El Inuzuka atrapó con sus dientes el borde de la ropa interior y tiró
con ferocidad hacia abajo. Al mismo tiempo, él también se quedó
completamente desnudo.
Volvió a la carga sin perder un instante y abrazó con sus labios el
sexo de Naruto. Con pasional frenesí, lo chupeteaba mientras el zorro no
sabía cómo colocarse. Trataba de agarrar el brazo del sofá, su cabello y
la cabeza de Kiba todo al mismo tiempo.
Sin embargo, este no era el objetivo principal del maestro de las
fieras. Cuando consideró que estaba lo suficientemente empapado, retiró la
boca y se sentó encima del chico clavando las rodillas a ambos lados de
su cuerpo.
-Ahora empieza lo bueno -le susurró.
Con delicadeza, dejó que el preciado tesoro de Naruto se adentrara
por su no menos preciado recoveco. Estaba tan receptivo que, como un
guante, penetró hasta el fondo.
Como una maquinaria a la que le cuesta arrancar, Kiba situó sus
manos sobre el pecho del joven zorro y comenzó a balancearse hacia
delante y hacia atrás, hacia arriba y hacia abajo. Primero despacio y
luego más deprisa.
La faz de Naruto pareció compungirse, pero los gemidos que emitía
mientras acariciaba suavemente las caderas del otro, revelaban que era un
inmenso placer lo que sentía.
El maestro de las fieras tampoco se lo estaba pasando nada mal y,
para hacer honor a su título se inclinó sobre el cuerpo de su amante
mientras seguía con el incesante vaivén. Lamió la oreja del chunin, se la
metió en la boca, se la sacó y luego su húmeda lengua patinó sobre su
cuello. No contento con éso, abrió sus fauces y mordió, con la debida
fuerza, un punto muy especial situado en algún lugar entre el propio
cuello y el músculo trapecio.
Al parecer, el tiempo que tardó en aprender el truco sacado de un
manuscrito Hyuuga no fue en vano, porque Naruto se retorcía de puro
gusto.
Los minutos fueron pasando y sus fauces, de repente, mordieron más
de los que era soportable a la vez que gruñía.
-¿Te...te encuentras...bien? -preguntó, como pudo, el chico rubio.
-Sí, es sólo...que tengo una sensación algo incómoda ahí abajo...
Pero su compañero ya no le escuchaba. Sus ojos se volvieron a
cerrar, sus músculos se tensaron como un arco a punto de disparar su
flecha.
Kiba también notó algo y volvió a cerrar las mandíbulas sobre el
lugar de antes.
Los movimientos pasaron a ser más espasmódicos, al tiempo que
Naruto gemía más aún y Kiba, jadeaba.
Finalmente, como unos fuegos de artificio que estallan iluminando la
noche, el joven alcanzó las estrellas del cielo y las superó, impulsado por
el torrente de la pasión.
Poco a poco se fueron deteniendo. Cuando hubieron parado, el joven
de los colmillos tatuados, se retiró y se tumbó, como buenamente pudo
debido a la falta de espacio, junto a su chico.
Se abrazaron y permanecieron unidos una media hora hasta que un
bramido aterrador proveniente del estómago del portador del Kyuubi, los
devolvió a su vida normal.
-Tengo hambre... -dijo con voz algo tímida.
Se levantó y pasó sobre su compañero de forma tal que éste le
plantó un sonoro beso en el trasero cuando lo tuvo cerca.
El chico sonrió por esa descarada maniobra y, meneando la cabeza,
fue a buscar algo de alimento.

En el oscuro y frío cuarto reservado a los interrogatorios, un jounin


lleno de cicatrices que cubría su calvicie con un pañuelo negro mostraba
cara de disgusto. Una muchacha de voz juvenil perteneciente a ANBU
presentaba el informe sobre los dos prisioneros que habían llegado hace
poco.
-¿Cómo dice?
-No lo ha soportado, señor, pero el otro permanece estable.
-Ésto es...inesperado. -sentenció él- Yo me ocuparé del que queda.
Una vez que dijo ésto, saco un par de cigarrillos.
-...Ehm...con el debido respeto, señor: ¿Desde cuando fuma? -dijo ella.
La cara del hombre se volvió sombría.
-Yo no fumo.

La tarde finalmente cayó y los muchachos jugaban, aún desnudos, a


la videoconsola.
En el juego, el personaje del chico del Kyuubi fue vencido por un tal
Sasori, que formaba parte del ficticio Akatsuki.
-¡Bah! No te lo crees ni tú. ¡Paso de este juego! -se enfurruñó
Naruto.
Kiba lo observaba, divertido.
-Je,je,je...mira que eres malo jugando, Naruto. Oye, ¿Te apetece dar
una vuelta?
-Mm...no suena mal.
-Vale, pero antes...¡Hay que ducharse!
Una sonrisa pícara, que no aparecía en años en los labios del de
ojos de cielo, afloró.
-Será mejor que ahorremos agua. -sugirió tratando de poner cara de
inocente.
-¡Sip, El agua es importante!
Entraron juntos en el aseo. El grifo se abrió y el líquido elemento
comenzó a caer a borbotones. El agua, caliente, formó nubes de vapor
que conferían a la estancia un aspecto casi onírico.
Naruto fue el primero en acceder a la humilde ducha. En cuanto
estuvo dentro, al joven de ojos afilados se le ocurrió la idea de que
podía convertir una tarea tan rutinaria como aquella en algo divertido. Se
llenó las manos de gel de baño y éstas comenzaron, sensualmente, a
recorrer la anatomía del otro chico.
Pronto su cuerpo quedó cubierto de espuma. Con curiosos
movimientos, Kiba estimuló ciertas áreas sensibles del cuerpo del muchacho
que, hasta ahora, ni siquiera sospechaba que pudieran reaccionar de ésa
forma al tacto.
El joven de ojos celestes apoyó las manos contra la pared. Las del
Inuzuka, en cambio, se dirigieron hasta donde la espalda pierde su casto
nombre.
Separó los dos redondos y prietos músculos y uno de sus dedos,
repleto de deslizante gel, comenzó a masajear la blanda oquedad del
chico, éste se relajó del todo, facilitando a la falange su trayecto. Allí se
quedó jugando un rato, moviéndose circularmente como si de un ave de
rapiña se tratase buscando caer, de un momento a otro, sobre un
suculento manjar.
Luego, el maestro de las fieras lo sacó y se pegó a la espalda del
muchacho. Éste notó su cálido toque y acercó aún más la pelvis, sabedor
de que ahora era su turno.
Masajeándole las caderas, con sus manos bailando sobre los
poderosos pectorales y disfrutando de unos recios abdominales, Kiba se
dispuso a repetir la operación que había llevado a cabo su par antes con
él.
Brioso y robusto como el mejor corcel, entraba y salía, con pasión y
cariño, respectivamente, de la carnosa caverna.
Estaba llegando ya al final de la carrera, Naruto crispó los puños
mientras jadeaba y él apretó los dientes con fuerza.
Akamaru comenzó a ladrar.
-¡Ahora no, maldita sea! -masculló el shinobi de ojos azules.
-Sea...lo que sea...va a tener que esperar.
El tiempo pasó, el movimiento se volvió brusco, espaciado y,
finalmente, cesó.
El exhausto Kiba mantenía entre sus brazos el cuerpo de un sonriente
Naruto.
-Será mejor que nos duchemos, ¿no crees? -dijo el primero, besándole
la mejilla.

Cuando hubieron terminado decidieron atender a quienquiera que


estuviera al otro lado de la puerta, ya que como Akamaru continuó
ladrando todo ese tiempo, significaba que aún no se había ido.
El dueño del can tenía el pelo alborotado y mojado, otorgándole un
aspecto aun más salvaje y seductor. Se puso una toalla grande para
cubrir sus vergüenzas y abrió la puerta con su fibroso torso perlado de
gotas de agua desnudo.
-¿Qué pasa? -preguntó, algo molesto.
-¡¿Qué pasa?! ¿Qué te pasa a ti? Llevo cerca de una hora
esperando a que me abras -contestó Neji, aún más molesto -y, por lo
que más quieras, ¡vístete!
-Vale, vale.
-Y, cuando lo hagas, dirígete de inmediato al despacho de la Hokage.
Hay una reunión de urgencia. ¡Ah! Y otra cosas más: Si ves a Naruto
dile que vaya también. No sé dónde narices está, llevo todo el día
tratando de localizarle...
Con cara amable, el Colmillo lo despachó.
-Se lo diré si le veo. Hala, adiós, a pasarlo bien...
Y le cerró la puerta en las narices.

De nuevo la sombra de la noche surcaba los cielos de Konoha. En


el último piso de la mansión que albergaba al dirigente de la aldea, las
luces permanecían dadas al lado del despacho oficial.
La sala contigua a la oficina del edificio era muy amplia. Había sido
concebida para alojar a un gran número de ninjas para coordinar esfuerzos
durante una crisis. Y ahora estaban pasando por una, y muy gorda.
Veinte unidades ANBU, veinte jounin y otros tantos chunin, aguardaban
expectantes la aparición de la Princesa de las Babosas.
Entró, al fin, acompañada de su inseparable ayudante Shizune y del
comandante de la división de Tortura e Interrogación ANBU, Ibiki Morino.
Cuando vieron a éste último, Naruto y Kiba intercambiaron miradas.
Era el hombre de negro de la otra noche.
-Buenas noches. -comenzó a hablar la Hokage- Os he llamado aquí
porque tenemos información crítica para la seguridad de la Aldea. No, del
mundo entero.
La audiencia comenzó a revolverse en su asiento, inquieta.
-Ayer, dos chunin -miró a los jóvenes- trajeron a un par de ninjas del
Rayo para ser interrogados por tratar de sacar una mercancía de su país
casi a hurtadillas. La información que hemos sacado del cautivo es
desoladora.
-Perdone, ¿“del cautivo”? -interrumpió Naruto.
-El otro murió. -repuso Ibiki.
-Decía -continuó ella ignorando a ambos-, que la información que
tenemos es de vital importancia. Ésta es la situación: Al parecer, un grupo
de ninjas de la Aldea de la Niebla se infiltró hace unos meses en el
País del Rayo para acceder a una cueva recóndita en la que se
encuentran algunas ruinas de una antigua civilización que se asentó por
allí hace milenios. En dicha gruta, descansaba un objeto que, según
parece, tiene un poder inconmensurable, mayor que el de todas las
Bestias con cola juntas.
Chunin y jounin murmuraron por igual.
-El artefacto actúa de forma similar a los fuegos artificiales: tiene una
mecha que se enciende con chakra, sale disparado y, cuando se le
acaba, estalla liberando su energía. Si éso sucede, las consecuencias
serían inimaginables. Huelga decir que cualquiera que lo tenga en su
poder podrá doblegar a todas las demás naciones y no queremos que
esté en malas manos.

Kakashi, que hasta el momento había permanecido con su típica pose


apoyado en la pared y en silencio, habló.
-¿Cómo nos podemos fiar de la información de un prisionero?
-Por que yo lo he interrogado personalmente -contestó Ibiki exudando
un aura macabra.
-Pues vale. -dijo el hijo del Colmillo Blanco sin sentirse amedrentado.

A Naruto le divirtió la contestación. Siempre le impresionaba cómo


Kakashi no parecía alterarse con nada. Al termino de la escena trató de
concentrarse otra vez en el discurso. Miró, distraído, por la habitación y se
encontró con la máscara de un ANBU que no le quitaba ojo. Un poco
intimidado por aquella faz con aspecto de ave, siguió escuchando lo que
Tsunade tenía que decir.
-Sabemos que el objeto viaja rumbo al País del Agua. Y sabemos,
además que con motivo de la legada de la Luna Roja, la nación
celebrará un festival de una semana como suele ser tradición. Los señores
feudales de las demás naciones estarán invitados, por lo que la operación
a seguir es ésta: Nos dividiremos en grupos de seis: dos ANBU, dos
jounin y dos chunin. Trataremos de localizar el arma y la traeremos de
vuelta. Otra cosa más: el nombre en clave del artefacto es “El Martillo”.
Ahora procederemos a formar los grupos y a profundizar en los detalles.
Uno a uno los fueron llamando y, uno a uno, fueron saliendo por la
puerta.
El ninja de élite que miraba a Naruto, salió.
-Naruto, Kiba -los muchachos se levantaron y se marcharon también.

Ya en el pasillo se encontraron con Kakashi y Asuma. Según les


contaron, iban en su equipo.
-¡Bien, me alegro de tenerte de nuevo en mi equipo Kakashi-sensei! -
exclamó el portador del Kyuubi, emocionado.
-Sí, yo también, Naruto. Por cierto, éstos son los ANBU que nos van
a acompañar.
El de la máscara de ave se acercó, saludó y se la quitó.
-Cuanto tiempo, Naruto.
Sus ojos azules se abrieron de par en par. Su garganta se secó.
Parecía haber visto a un fantasma.
-¿S-Sasuke?
Acto III: Hannibal ad portas

Si el fulgor de mil soles estallara de repente en el cielo, sería como


el resplandor del Poderoso. Ha llegado la Muerte, la Destructora de
mundos.
Julius Robert Oppenheimer citando un texto del Mahabharata tras el
proyecto Manhattam.

-¿S-Sasuke?
La mente del zorro se retrotrajo cuatro años atrás en el tiempo.

El crepúsculo bañaba toda la aldea y los chicos descansaban hombro


con hombro al pie de un árbol situado en la ribera del río. Miraban el
lento y pacífico tránsito de las rosadas nubes.
-No quiero que te vayas, Sasuke. -Le dijo, con el corazón partido, el
que contenía a Nueve Colas.
Una preciosa sonrisa embelleció el rostro del Uchiha.
-Tengo que hacerlo, además, ¡Seguro que volvemos a coincidir algún
día!
-Pero, pero ya no será lo mismo. No vamos a poder jugar más, ni
vamos a poder seguir entrenando.
-¿Entrenando? Más bien te enseño, genin.
-¡Je, que más quisieras! -repuso él, desafiante.
Sasuke le miró con ojos incitadores.
-¿Vamos?
-¡Vamos! -si los ojos del guerrero sharingan eran incitadores, los del
zorro se levantaban en armas.
Como una exhalación, saltaron sobre el cauce y, sobre él, comenzaron
a pelear.
-Veo que todavía me reconoces -su vista escaneó a Kiba-. ¡Ah, hola
Kiba!
-¿Qué hay? -contestó él, devolviéndole el saludo.
-Ya habrá tiempo para reencuentros -cortó Asuma que acababa de
recoger un pergamino enrollado que le había entregado Shizune-. Vamos
con los detalles del plan.
Kakashi se situó a su lado para poder leerlo también.
-No dirigiremos rumbo Sudeste de inmediato. Iremos por barco hasta
el País del Agua como avanzadilla de reconocimiento para preparar la
llegada del señor del Fuego. Una vez allí nos dispersaremos y
recabaremos la información necesaria para la localización de El Martillo. No
hace falta decir que nadie, nadie, debe sospechar nada de nuestras
intenciones. Recordad que, además de los ninjas de la niebla, también
estarán los de las demás aldeas. Lo último que queremos es tener a
todos los países detrás de nosotros. ¡Ah, por cierto!: es probable que El
Martillo aún siga en la caja con la que fue transportado pero, de no ser
así, el aspecto del arma es como un cohete utilizado para animar los
festivales, sólo que de unos tres metros de longitud. La parte de delante
tiene la forma de una cabeza de león de color dorado y, en un costado,
un demonio de piedra sostiene una tablilla con una inscripción. ¿Todo
claro? Pues vamos.
Marchaban ya por el pasillo, cuando un brazo retuvo a Kakashi. Éste
trató de ver a su captor y se encontró con la sonrisa victoriosa de Maito
Gai.
-¡Kakashi! ¿Qué tal si tratamos de desempatar en esta misión? El que
llegue antes a El Martillo y lo traiga de vuelta, gana. ¿Eh, qué dices? -le
arengaba el maestro de taijutsu, mostrando el dedo pulgar y guiñando un
ojo.
-Pues que paso.
-¡Sabía que aceptarías! ¡Nos vemos en el País del Agua! -y se fue
corriendo.
El Hatake lo veía esfumarse, perplejo.
-Pero bueno, ¿Este tío nunca escucha o qué?
-No, no lo hace -respondió lacónico mientras pasaba a su lado el
jounin de los Hyuuga, Neji.
La mañana se presentaba fresca y el aire estaba impregnado con el
aroma de la sal marina. El embarcadero sudeste del país del Fuego bullía
de actividad.
Los pescadores se deshacían de su capturas en la lonja, los
estibadores cargaban y descargaban continuamente buques. Los mercaderes
vendían sus productos de viva voz.
Precisamente fue un grupo de mercaderes el que llamó la atención de
Kiba. Sus ropas no eran comunes a las que se solían ver: llevaban
túnicas de colores vivos, cinturones anchos y sandalias. Por lo visto, eran
extranjeros del Lejano Oeste.
Las cinco grandes naciones y los demás países que las rodeaban
habían tomado la decisión de aislarse del mundo exterior hace milenios. Lo
cual no suponía una gran pérdida si tenemos en cuenta que sólo había
otro continente más -al Oeste- y estaba poblado de lo que consideraban
bárbaros que no aportaban nada a su cultura. Aunque, debido al poder
que ejercía el dinero, dejaban que pequeñas expediciones llegaran para
comerciar con sus exóticas bagatelas que, aunque no era demandas en
exceso, suponían un incentivo interesante para la economía.
-Extranjeros ¿Aquí y ahora? -se preguntaba.
Se fijó en ellos detenidamente: un par de mujeres arreglaban cestos
enormes con frutas de formas extrañas, un hombre de mediana edad
limpiaba el suelo del pequeño puesto que el gobierno les había dejado
instalar, un hombre orondo y de barba bastante canosa se rascaba la
cabeza mientras repasaba atentamente un rollo.
En una esquina, un chico de más o menos su edad trataba, en un
muy precario equilibrio, de colocar un letrero en una de las altas vigas.
Pero con tan mala fortuna que la escalera a la que estaba subido
patinó y cayó al suelo.
Aunque para entonces el Inuzuka ya estaba a escasos centímetros de
él. El Colmillo lo cogió en un abrazo y el muchacho, sorprendido por la
rápida reacción, se le quedó mirando.
Ahora que se fijaba, tenía unos ojos muy poco comunes: eran de un
color ambarino que atrapaban como la propia resina fosilizada.
-¿Estás bien? -le preguntó, depositándolo en el suelo.
Pero el aludido le observó sin comprender.
Cayendo en la cuenta de que no hablaban el mismo idioma, Kiba se
dispuso a marchar al tiempo que cogía el cartel que se había caído.
Lo leyó confirmando sus sospechas de que su lengua era distinta:
“FRUCTUS ET MARIS FRUCTUS”.
-Da igual. -se encogió de hombros y se volvió con su grupo.
El maestro de las fieras no pudo evitar sentir algo de vergüenza
cuando descubrió que Naruto había sido testigo de toda la escena. Agachó
la mirada y pasó a su lado, pero éste no parecía disgustado.

Pronto encontraron el balandro que les aguardaba. Sin más dilación ni


protocolo, montaron y el buque zarpó aprovechando que el viento soplaba
a un largo.
El navío rasgaba la superficie marina con celeridad y pronto se
pudieron avistar los intrincados peñones que actuaban de barrera natural
del país del Agua. Navegar por aquellos salientes y arrecifes traicioneros
no era cosa fácil y muchos se dejaban la embarcación en la travesía.
Pero el destino aún se hallaba lejos en el horizonte y la calma del
momento permitió a los shinobis algo de esparcimiento.
Naruto se apoyaba sobre la barandilla de popa, oteando el puerto que
ya dejaban atrás y dejando que el viento le soplara por su diagonal.
Kiba se acercó, situándose a su lado. Permanecía aún en su memoria
el recuerdo del día anterior y no sabía muy bien cómo actuar ni qué
decirle. Le rodeó los hombros con su brazo y acercó su cara a la del
chico.
-Naruto...
Sus ojos se cerraron y su nariz le acarició cariñosamente. Sus labios
palparon la frente del chunin. El cual, sonriente, se dejó hacer.
Un quejumbroso carraspeo sonó a sus espaldas. Volviéndose
rápidamente, se encontraron con la figura de Sasuke.
El dorado cabello del guerrero de las sombras se agitó por efecto del
viento. Él, sin embargo, se volvió de color rojo ante la presencia de su
antiguo amigo.
-Estamos a punto de llegar. Permaneced alerta -el Uchiha giró sobre
sus talones y su voz pasó a tener una tonalidad contrariada-. Si podéis,
claro.
El balandro voló por entre los rugientes rompeolas. Su madera bramó
furiosa por la exigente maniobra.
Pasaron una formación rocosa, luego por otra y se encaminaron hacia
una amenazante masa de afilados salientes. Fue en ese momento cuando
los atacaron.
Como ciclones de furia incontenible, cinco formas saltaron del mar a
la cubierta.
-¡Nos atacan!
El grito de Kiba sacó a Naruto de su sofoco haciéndole centrar sus
energías en el presente. Se detuvo a observar y evaluar la situación:
En proa, dos atacantes acosaban, con ráfagas de agua lanzada a
gran presión, a Kakashi y a Sarutobi Asuma.
El hombre del pelo blanco sacó una de sus armas arrojadizas y la
lanzó contra el que tenía más cerca. Un chorro transparente desvió el
proyectil de su objetivo. Pero mientras ésto pasaba, el Colmillo Blanco
invocó el poder del rayo y lo enfocó sobre el agua propulsada. A la
velocidad de la luz, el cuerpo del asesino quedaba electrificado, cayendo
después por la borda, gracias una patada que le dio el jounin.
Asuma, por su parte, desenfundó sus características cuchillas y las
imbuyó de aire. Con varios golpes maestros, el cuerpo de su enemigo se
desplomó ante él, sangrando.
Sasuke corrió hacia un enemigo anónimo que blandía una pesada
maza. Cuando estaba a escasos centímetros, desenvainó su espada y la
clavó en el torso del desdichado, que se llevó la mano a la herida. Su
semblante reflejó que era consciente de la letalidad de la estocada.
Los ojos azules de Naruto volaron hasta el otro ANBU, el último
miembro del grupo. Estaba de pie en el lado de estribor sin hacer nada.
-¡Será...!
Un ninjato silbó cerca de su oreja. El chunin bajó su centro de
gravedad, encaró a su rival y creó un tornado diminuto que lo succionó y
lo arrojó muchos metros mar adentro.
-Y con éste ya son cinco. -anunció orgulloso Kiba sobre el cuerpo del
shinobi de la niebla caído a los pies de Akamaru.

Cuando la relativa calma retornó, todos se volvieron para interrogar al


soldado de élite que había evitado la lucha; Sin embargo, en el lugar
donde se suponía que estaba, sólo yacía una máscara sobre cubierta.
-¿Y este? ¿Ha huido? -clamó Naruto, sin dar crédito a lo que pasaba.
Hatake se acercó al accesorio y lo examinó con detenimiento. Pidió
que todos se acercaran. Dentro, había una marca en forma de serpiente.
-Orochimaru. -murmuró, como si de una maldición se tratara, Asuma.
Kiba y su secreto amante palidecieron.
-¿Qué? ¿Orochimaru sabe ahora lo de El Martillo?
Sasuke se llevó una mano a la cabeza como si de repente le doliera
terriblemente.
-La que se va a liar... -se aventuró a decir.

Tras sufrir algún que otro intento de volteo y complicados virajes, el


barco llegó hasta el puerto nordeste del Agua.
A Naruto, le pareció que, simplemente, habían navegado trazando un
círculo, pues aquel emplazamiento era idéntico al que acaban de dejar.
Todo era igual, el mismo barullo, los mismos trajines. Sólo una cosa le
hizo saber que estaban en el País del Agua: centenares de ninjas con
protectores de metal muy diferentes unos de otros arribaban a puerto,
también.
-¡Ah, yo he llegado primero, Kakashi! -le gritó desde cierta distancia,
Maito Gai.
-Ya estamos...-se quejó el jounin, con aspecto desalentado y una
oscura nube sobre su cabeza.

Efectivamente, a unos metros del grupo, todos los demás enviados de


Konoha se habían reunido esperando a los rezagados. Cuando éstos se
acercaron, comenzaron a organizarse.
Resultó que todos los componentes del grupo que iban a clase con
el portador de Nueve Colas, estaba destinados allí también.
Todos ellos se alegraron de ver de nuevo a Sasuke a quien
saludaron efusivamente.
Les devolvió el saludo tímidamente y, al término, los jounin
comenzaron con los preparativos.
-Bien, acercaos -empezó Kurenai-. El lugar está plagado de ojos y
oídos. Será mejor que nos hospedemos en el lugar más próximo y, desde
ahí, nos comuniquemos.
-Sí, será lo mejor. -continuó Maito Gai.
Ésos decían sus labios pero sus manos, mientras tanto, se habían
estado moviendo de una forma sutil y especial que sólo los ninjas del
Fuego conocían -o, al menos, sólo ellos deberían conocer-. Lo que dijeron
fue:
-Queremos máxima discreción. Vamos a repartirnos por todas las
casas de huéspedes de las cercanías y comenzaremos cuanto antes a
reunir información. Los jounin nos instalaremos en la posada que hay a
las afueras del puerto. Naruto, Sasuke, Choji, Shikamaru, Ino, Sakura,
Shino, Hinata, Kiba, Tenten, Rock Lee, Neji, Kakashi, Maito Gai, Asuma,
cuatro ANBU más y yo, formaremos el grupo principal de acción, los
demás, seguid con los preparativos de la llegada de Tsunade. No tenemos
pista alguna sobre dónde puede estar El Martillo, ni siquiera sabemos por
dónde empezar. Así que abrid bien los ojos e id con precaución,
¿Entendido?
-Tendremos la primera reunión a la caída del sol en la taberna que
hay al oeste del puerto. Y, ahora, ¡En marcha!
El grupo, por el contrario, no se dispersó de inmediato. Querían
recordar los buenos momentos ahora que estaban juntos.
-Oye, Sasuke ¿Cómo es estar en ANBU? -le preguntó Choji.
-Bueno, es...eh...secreto, supongo -le respondió el Uchiha.
-¡Oh, vamos! Tengo ganas de saberlo -insistió él.
-Si es que tampoco hay gran cosa que contar. Hay entrenamiento,
entrenamiento y más entrenamiento.
Ante la inseguridad que demostraba, Hinata decidió cambiar de tema.
-Naruto, ¿has tenido buen viaje?
-Nah. Algo movido pero ha estado bien...
-Aunque nos atacaron al venir -continuó Kiba-. Además, resultó que
uno que...
-Sí, pero no fue nada serio-le cortó el guerrero sharingan-. Vamos a
ponernos en marcha, ya hemos perdido demasiado tiempo.
Todos se fueron yendo con la esperanza de poder hablar más
pausadamente después de la reunión proyectada para el ocaso.
Pronto, sólo Naruto, Sasuke y el Colmillo, fueron los únicos hijos del
Fuego en los muelles.
El fatalmente atrayente abismo de sus ojos negros, cayó sobre el
chunin Inuzuka.
-Pero bueno, ¿Se puede saber qué haces?
-¿Qué hago?
-Este sitio está hasta los topes de espías de otras naciones -le
reprendía en voz baja y entre dientes-. Si se enteran que O...que él ha
estado metiendo las narices por aquí no nos dejarán ni a sol ni a
sombra y todo el plan se irá al garete.
-¡Oye, pues haber avisado antes! -le increpó él.
-¡Se supone que no hace falta que te avise de nada! ¡Eres un
chunin, maldición!
Ninguno parecía prestar atención a los sentimientos de Naruto. Si ya
era complicado tenerles a los dos en el mismo equipo, ahora tenía que
soportar que se pelearan. Aquello le hizo sufrir.
-¡Basta los dos! -zanjó el zorro- Si seguimos así va a anochecer y
aún no hemos hecho nada.
Los shinobis parecieron recapacitar y bajaron la vista, avergonzados.

El sol ya había alcanzado su cenit y empezaba a declinar. Por las


angostas calles de una población cercana al embarcadero, un pequeño
grupo de tres ninjas, compraba víveres a los comerciantes.
Akamaru ladró en dirección a un edificio y su dueño olfateó el aire
confirmando las sospechas del perro.
-Ese sitio parece un buen lugar para instalarse.
Cogió parte del dinero y acercó la cabeza de Naruto a la suya. Con
picardía, le susurraba mientras trataba de hacerle cosquillas en la oreja
con sus labios.
-Verás que bien nos lo pasamos esta noche...
El portador de Kyuubi, sonreía al tiempo que su cara reflejaba la
proposición, enrojeciéndose.
Pero Sasuke observó la escena. Cuando el maestro de las bestias
desapareció por la puerta de la hospedería, se acercó al ninja rubio.
-Veo que tú y Kiba os lleváis...bien -decía con tono tranquilo aunque,
en su interior, rabiaba.
-El roce hace el cariño...
-¡Oh, qué bien! Apuesto a que habéis hecho mucho “el cariño”-ahora
su voz se mostraba profundamente herida.
Por un instante infinitesimal, la mente del que llevaba al Zorro de
Nueve Colas, volvió al pasado.

Ahí estaba él, con doce años, algo deprimido por haber suspendido el
examen de chunin. Estaba sentado en su cama, mirando al suelo, con las
manos apoyadas en los mofletes.
Un golpeteo en su ventana le espabiló. Fue hasta ella y la abrió.
Estaba en un segundo piso, así que se asomó para ver si alguien de
abajo le estaba tirando piedrecitas para llamarle. No vio a nadie. Ya iba a
entrar de nuevo cuando algo se movió por el rabillo de su ojo, giró la
cabeza y se encontró con los labios de Sasuke que le besaron una
mejilla.
-Buenas...
Naruto volvió a entrar y se dejó caer en la cama con semblante
abatido. Su compañero, le siguió, cerró la ventana tras de sí y se sentó
a su lado.
-¿Qué te pasa, Naruto?
-Mírate -decía triste y enfadado a un tiempo-. Ya eres un chunin y
yo, yo nunca pasaré de genin.
El Uchiha le acarició el pelo.
-¡No digas éso! Seguro que tú también lo serás pronto...
-No -protestó-, yo soy un negado. No sirvo para ésto, no sirvo para
nada.
Sus ojos se humedecieron y el nuevo chunin le pasó, con dulzura, un
dedo para tratar de enjuagar las inminentes lágrimas.
-¿Dónde está el Naruto que yo conozco? ¿Dónde está ese chico que
nunca se rinde, eh? …Mira, tengo una idea: yo te entrenaré, te daré
clases especiales que te harán mejorar en poco tiempo, ¿vale?
El pequeño asentía al tiempo que trataba de contener el llanto con
un vistoso puchero.
-Gracias. Eres tan bueno conmigo...¿Por qué?
Sasuke se acercó a él y le abrazó.
-Pues porque eres lo único que tengo...y lo único que quiero, Naruto.
El presente le atropelló.
-¡Seré idiota! ¿Qué acabo de decirle?
Trató de rectificar para sacar el dedo de la llaga.
-No, no quería decir éso...es sólo que hemos estado en muchas
misiones juntos.
-Ya...
El dueño de Akamaru reapareció y les indicó que ya podían depositar
sus pertenencias en la habitación mientras el dejaba un plato de comida
para el can en el patio de la posada.

El cielo naranja marcaba el tiempo del recogimiento y el inicio del


descanso nocturno. Como habían acordado los hijos del Fuego acudieron,
de manera escalonada, a la taberna portuaria.
Entre borrachos marineros y gentes de mal aspecto, a los que se les
podía acusar sin mucho esfuerzo de ejercer la piratería, chunin, jounin y
unos desenmascarados ANBU que permanecían en la fuerza de acción
principal, se reunían en torno a una gran mesa repleta de viandas del
lugar.
El banquete no era lujoso pero tampoco frugal: un pez espada entero,
guisado en salsa verde, presidía el centro de la mesa, vieras y demás
gasterópodos acorazados se servían con puré, diversas pastas de pescado,
de formas divertidas y originales, adornaban otros platos. Por supuesto,
tampoco podía faltar los diferentes peces que se comían troceados y
crudos.
El sake animaba a la muchachada mientras Maito Gai reprendía a su
terriblemente similar alumno por coger un vaso con licor.
-Escuchad, tenemos novedades -proclamó Asuma- Neji y Tenten han
localizado El Martillo. Enseguida nos han avisado y hemos podido
inspeccionarlo con nuestros ojos. El artefacto es tal como dijo la Hokage.
Hemos copiado la inscripción que aparecía en el demonio de piedra junto
al proyectil con forma de león y, nuestro experto en esas cosas,
Shikamaru, ha estado descifrando lo que pone -se dirigió al intelectual-
¿Has terminado con éso?
Remoloneando y algo molesto por tener que hablar, empezó a recitar,
de memoria, lo que ponía en el ídolo de piedra.
-Parece una leyenda o profecía o algo por el estilo...-su forma de
hablar indicaba que no tenía ganas de seguir haciéndolo. De hecho, no
parecía tener ganas de nada- dice más o menos:
Día de la Ira, día aquél,
En el que los siglos se reduzcan a cenizas.
Como testigos, David y la Sibila.
¡Cuanta agitación futura
Ante el Juez que ha de venir
A juzgarlo todo estrictamente!
La trompeta, bramando, hará levantarse
del sepulcro a todos, por todos los reinos,
Para reunirse ante el Trono.
La Muerte y la Naturaleza se asombrarán
Cuando resucite la Criatura
Para responder ante su Juez.
Aparecerá el libro escrito
En el que todo se contiene
Y con el que se juzgará al mundo.
Así, cuando el Juez se siente,
Todo lo escondido será revelado
Y nada quedará sin castigo.
Se hizo el silencio en la mesa. Todos se quedaron con la comida en
la boca.
-Suena mal -fue la forma en la que Rock Lee rompió el espeso hielo
que se había creado en el ambiente.
-Demasiado mal -corrigió Sarutobi Asuma-. Lo peor es que no hemos
podido detenerlo. El Martillo, viaja cubierto por una sábana, hacia el
castillo principal del señor feudal, donde, como es costumbre, reside el
mismísimo Mizukage durante todo el festival de la Luna Roja.
-Una fortaleza inexpugnable...-balbució uno de los silenciosos ANBU.
-Pero ¿Cuál es el propósito de enviar allí el arma? -quiso saber
Naruto.
-Seguramente, el señor del Agua esperará el momento apropiado en el
festival, para presentar el arma y hacer que las demás naciones le rindan
pleitesía.
-Ya, pero -razonó el astuto zorro- si todos los Kages estarán allí,
¿Cómo pretende que no se unan contra el suyo y capturen el arma?
-Pues porque no se unirán. Cada uno tratará de reclamar El Martillo
para sí y lucharán entre ellos si es necesario.
-Es por éso que debemos hacernos con el arma antes de que nadie
se entere -comentó Sasuke.
-Hablando de enterarse -hiló Kakashi con despreocupación-, de camino
hacia aquí hemos tenido una desagradable sorpresa. Orochimaru sabe lo
de El Martillo. Así que habrá que estar doblemente atento.
Kiba, que hasta había permanecido en silencio, se revolvió en su
asiento y se hizo oír.
-¿Y por qué debemos tener precauciones? Si a esta hora El Martillo
ya debe de estar en el castillo del señor feudal, ¿Cómo va a hacerse
con él? Y lo que es más importante ¿Cómo vamos a hacernos nosotros
con él?
Kurenai clavó su mirada escarlata en él.
-Nunca subestimes a un sannin. Además, vamos a tener la
oportunidad de entrar en el castillo. Dentro de cinco días, es la Luna
Roja y, para celebrarlo, el señor feudal ofrecerá una cena y un baile en
sus salones. Probablemente después de éso, anuncie que posee El
Martillo.
Todos se estresaron.
-¡¿Un baile?! -a una voz, se lamentaron. Kakashi incluido.
-Sí, y todos vamos a participar en él. Todos.
Naruto pareció perder los nervios.
-¿Y que pasa con Orochimaru? ¿No debería quedarse alguien haciendo
guardia por si aparece?
-Claro que sí, lo harán un par de ANBU. Y ya hemos advertido a
Lady Tsunade del asunto. Seguro que tomará las medidas adecuadas, no
te preocupes. Como ya sabemos dónde está, vamos a dedicarnos a
buscar puntos débiles en la fortaleza hasta que llegue el día. Nos
reuniremos dentro de tres días para planear el acceso.
Tras ésto y con el ánimo por los suelos, todos se retiraron a dormir.

En el camino de regreso, los tres jóvenes se encontraron con las


calles llenas de gente aun siendo de noche. En los muelles y en la
aldea donde tenían su habitación, decenas de mercaderes ambulantes
vendían accesorios, comidas y demás. Las calles olían a pescado crudo,
postres de arroz y a pólvora quemada.
Llegaron, al fin, al albergue y, con ganas de estar solos, entraron en
su alojamiento.
La habitación que les acogía no era muy grande pero cumplía con su
función. Unas cuantas paredes de papel y un tatami finamente trabajado,
constituían todos los lujos del cuarto. Pero no todos los lujos de la
posada, ya que, una vez más, el insaciable Kiba alquiló una cama en
una posada con baños termales. La diferencia con las veces anteriores
radicaba en que ahora no tenía que ponerse nervioso con Naruto desnudo
a su lado. Más bien era todo lo contrario.
-Oye, Naruto. Yo me voy a dar un baño en las fuentes termales, ¿te
apetece venir?
Su pregunta sonó a orden.
-Sí, claro -dijo el otro con una sonrisa en los labios.
Apenas había acabado de aceptar y el maestro de las fieras ya
estaba a medio camino de los vestuarios. El joven zorro fue a seguirlo
pero se detuvo en seco.
Una vez más, Sasuke seguía presente, soportándolo todo, en silencio.
Un leve desplazamiento de su cabeza y lo vio allí plantado, aún con las
ropas de incógnito que se había puesto para disimular su pertenencia a
los ninjas de élite.
-Tú siempre estás ahí, ¿Eh, Sasuke?
Sus ojos azules enfocaron el suelo.
-Bueno, tal vez debería quedarme...
-¡Oh, no, por favor! Ve. De hecho, creo que a mí también me
apetece un baño.
La idea le pareció, por un lado, horrible y, por otro, algo
verdaderamente encantador.
Juntos marcharon por el largo pasillo que llevaba a los cambiadores.
Entraron en el de caballeros y se desnudaron en silencio.
La situación no estaba precisamente para regodearse con paisajes
masculinos sensuales, pero el guerrero de las sombras rubio no era de
piedra tampoco, aunque trató de fingirlo.
Miró bien al Uchiha. Por supuesto no era la primera vez que lo
conocía sin ropa y no creyó sentir nada delante de semejante visión. Todo
en él le parecía de lo más normal: su cuerpo atlético, lo suficientemente
musculoso, su piel de la textura del melocotón maduro, sus pectorales
fuertes y protectores, su espalda fornida, su trasero prieto y sus piernas
ágiles, no le excitaron en absoluto.
-Veo que no todo está perdido -opinó el guerrero sharingan.
Naruto, que se había ido quitando prenda tras prenda, mientras le
observaba, retiró demasiado pronto la ropa interior y su cuerpo reveló lo
que de verdad pensaba de él. Rojo como una amapola, salió hasta la
piscina con cierto aire digno cuando se calmó un poco.

Ya estaban los tres metidos entre vapores y agua. Por suerte, por
mucha suerte, ninguna otra persona estaba presente salvo ellos.
Naruto no apartaba la vista de Sasuke.
Al principio hubo un silencio incómodo, pero la proverbial diplomacia
de Kiba lo solucionó.
-¿Le amas?
El joven rubio le miró como si acabase de revelar un secreto bien
guardado.
-¿Qué?
-Digo que si le amas. Por como le miras, y teniendo en cuenta lo
“buenos amigos” que eráis hace unos años, parece que estás -o que
sigues- enamorado de él.
-Yo..y-yo...no sé...o sea, sí sé...pero no...
El Uchiha lanzó una misteriosa mirada a Kiba.
-Parece que el chico está confuso.
El Inuzuka aceptó el desafío.
-Pues vamos a aclararle las ideas.
Como dos tiburones bien sincronizados, rodearon a su víctima. Una
víctima que los deseaba a ambos y que no sabía con quién quedarse...
Acto IV: Masquerade

Cuando la necesidad nos arranca palabras sinceras, cae la máscara y


aparece el hombre.
Tito Lucrecio Caro

-Venga, chicos...-decía temblando, con sus ojos azules temerosos de lo


que pudiera suceder.
Pero ellos se acercaron aún más.
-¿Qué me vais a hacer?
Sasuke miró a Inuzuka, luego, sus inocentes minas de ónice,
taladraron el alma de Naruto.
-Nombrarte juez de un concurso.
Y dicho esto, sujetó a Kiba y se fundió con él en un beso con
lengua.
El muchacho rubio no dio crédito a lo que presenciaba.
No contento con éso, el guerrero sharingan cogió al maestro de las
fieras en volandas, lo sentó en el borde de la piscina y le separó las
piernas. Hundiendo su rostro en las recónditas profundidades del chico de
pelo castaño, se escuchó un chapoteo y su pareja comenzó a reflejar su
dicha.
El joven zorro, alucinando, sólo acertaba a mirar mientras se mordía
un puño.
Kiba estaba tenso, sujetando ese cabello que era como la noche sin
estrellas, sus ojos estaban cerrados. Cada vez más cerrados. Su
respiración, dificultosa, le impedía pensar.
El sonido se volvió más húmedo y le acompañaron unos gemidos mal
reprimidos. En un par de convulsiones, el Inuzuka dio lo mejor de sí.
Como si de un puente de cristal se tratase, un hilo líquido mantenía
unidos los labios de Sasuke con el secreto de Kiba cuando el primero se
apartó al finalizar su labor.
Naruto, aún en las nubes, no advirtió que su inconsciente mano había
decidido, por sí misma, hacer algo de submarinismo...
-Mi turno...-dijo el dueño de Akamaru, medio repuesto del viaje.
Cerciorándose de que su amante le veía, desplegó una serie de
movimientos feroces sobre el ninja de élite que lo dejaron boca abajo con
medio cuerpo fuera de la masa de agua vaporosa.
Iba a hacerle lo mismo que ya hiciera el otro día con Naruto en la
ducha, pero se arrepintió y prefirió llevar al chico al lado de Sasuke.
Posicionándose adecuadamente, continuó con lo que tenía planeado
hacer con el guerrero sharingan, pero utilizó de manera creativa una mano
que tenía libre con el portador del Zorro de Nueve Colas, al mismo
tiempo.
El Uchiha, que no pensaba quedarse atrás, también tenía manos libres
para utilizar y, además de manos, poseía unos dedos tremendamente
hábiles, como pudo atestiguar Naruto cuando se encontraron explorando su
interior.
Kiba, en respuesta, avisó al ninja rubio para que observara cómo la
otra mano que le quedaba libre se sumergía en un excitante viaje con
destino a la parte frontal del chico de ojos negros.
El trío se zambulló en un tornado de sensaciones, jadeos, gemidos y
sonidos vagamente acuáticos. Hasta que...Naruto decidió parar.
-No, no. Basta. No voy a decidirme así.
El tornado se disolvió. Sasuke se incorporó y maquinó una idea que
tal vez pudiera satisfacerlos a todos.
-Naruto, clónate.
-¿¿Qué??
-¡Sí! -le apoyó Kiba- Así tendremos más margen de maniobra.
A pesar de haber detenido la orgía, el portador de Kyuubi seguía lo
suficientemente excitado como para aceptar la propuesta.
Buscó un poco de espacio libre, realizó el sello adecuado con las
manos y reunió su chakra. Al instante, una copia exacta de él apareció a
su lado.
Cada uno se acercó a cada Naruto y comenzó todo otra vez.
Entre la gama de movimientos difíciles que mostraban la pareja Kiba-
Naruto, Sasuke vio algo extraño: el chunin del clan canino, tocaba ciertos
puntos extraños.
El Uchiha siguió a lo suyo mientras activaba el sharingan y copiaba
todas y cada una de aquellas caricias tan especiales. Sus ojos le
permitían saber cuáles estimulaban más, dónde y cómo. Las guardó, como
un tesoro, para aprovecharlas más adelante.

La noche fue magnífica y quedó en el recuerdo de todos. Pero al


que llevaba a Nueve Colas, no le solucionó el dilema que se le
planteaba.

El alba los encontró desnudos y dormidos.


-¿Hola? Venimos con el desayuno.
Los amables posaderos estaban en todo, por desgracia. Al escuchar la
voz, los tres despertaron como un sólo hombre. Como un hombre
sorprendido in fraganti, por supuesto.
Se dispersaron en tropel, Kiba fu el único que se visitó y abrió la
puerta al anciano que llevaba consigo unas bandejas de comida.
-Gracias, déjelas ahí mismo, no se preocupe... -despachó amablemente
al dueño del hostal.
Ahora volvían a estar solos y era el momento de planear el resto de
la jornada. Acordaron que visitarían un templo cercano al castillo del Señor
del Agua, con vistas a una futura intrusión en él.

La marcha fue lenta, ya que la construcción estaba un poco alejada


de su punto de reunión, y no llegaron antes del mediodía. Aquel viejo
santuario dedicado a alguna deidad menor estaba en estado ruinoso. Sus
monjes parecían haberlo abandonado pues no había ofrendas de incienso
al pie de la estatua que representaba, seguramente, al guardián de alguna
población cercana.
Al estar situado en un promontorio bastante elevado permitía la vista
de toda la capital. Y, destacando sobre las pesadas y blancas murallas y
entre los centenares de edificios de madera, yacía sobre una mastodóntica
base de piedra, el objetivo de los ninjas, el hogar temporal del Mizukage
y donde descansaba El Martillo.
Rastrearon los alrededores y los encontraron repletos de ninjas del
Rayo, de la Tierra, del Viento, por supuesto del Agua y hasta de otras
naciones menores vigilando las entradas y salidas de la ciudad.
-Va a ser difícil entrar...-se quejó Kiba.
-No, lo difícil va a ser salir con un trasto que necesita veinte bueyes
para desplazarse. -le corrigió Naruto.
Todos permanecieron pensativos un momento. Por lo visto, nadie había
tenido en cuenta el peso del artefacto. Razonaron que, si hacía falta una
veintena de bestias de carga para transportarlo, se movería muy despacio
y, si alguien los descubría, no podrían huir con El Martillo.
-¿Y cómo vamos a moverlo? -concluyó el shinobi dorado.
-Ya se nos ocurrirá algo. -le tranquilizó Sasuke.
Aquellas últimas palabras parecieron reconfortar los nervios del ninja de
ojos azules. Ahora, sus labios componían una sonrisa optimista.
Sin embargo, su cambio de expresión no pasó desapercibido a la
percepción de Kiba que, aunque no dijo nada, agachó entristecido la
mirada.

Llego la tarde, la noche y pasó gran parte de la siguiente jornada.


Ahora, el mediodía iluminaba las calles, Sasuke y Naruto caminaban con
despreocupación. Les había tocado en suertes inspeccionar juntos las
ciudad y, queriendo hacer bien su trabajo, memorizaron los detalles más
significativos.
En las plazas se respiraba ya el ambiente festivo, tal y como venían
observando desde que llegaron al país. Por las avenidas, grupos
numerosos de transeúntes iban y venían cargando paquetes de diversos
tamaños, seguramente para prepararse para el día grande.
Cerca de la entrada a la fortaleza de piedra, un puente de tierra
comunicaba a ésta con la ciudad, salvando el peligroso foso que separaba
la una una a la otra.
La pareja se acercó tanto como los soldados del Agua se lo
permitían. Según pudieron ver, el Mizukage hablaba con unos hombres.
-Nada. -dijo Naruto, abatido.
-¡Bah! Ya encontraremos la manera cuando estemos dentro -miró al
muchacho y sonrió-. Venga, ven.
Patearon las calles hasta llegara a una explanada circular repleta de
bancos de encalado granito, tomaron asiento y admiraron la hermosa
fuente que se hallaba en su centro.
-Sasuke...-comenzó a decir el joven zorro pero su moral se vino
abajo- ¡Agh, no sé qué decir!
-Pues no digas nada...no necesito que hables, me conformo con que
estés aquí conmigo.
-Gracias...pero ya sabes que Kiba y yo...
El Uchiha hizo un gesto como si se quisiera quitar una mala idea de
la cabeza.
-¡Ah, que hambre! ¡Vamos a tomar algo! ¿Te apetece?
Naruto asintió, perfectamente consciente de que el guerrero de élite no
quería seguir por ese camino.

Ya de madrugada, reaparecieron por la colina donde se asentaba el


templo y donde Kiba montaba guardia. Ninguno cruzó palabra, Naruto
caminaba cabizbajo y el guerrero sharingan serio, como siempre.
Volvieron a la posada envueltos en ese tenso mutismo y, al llegar, el
maestro de las fieras se las arregló para poder hablar un rato a solas
con su cada vez más lejano amante. Estaban ahora en el patio del
albergue, mirando a las estrellas.
-Naruto, desde que era pequeño me he fijado en ti, me has gustado
desde siempre y siempre te he querido.
Sus ojos celestes seguían clavados en la inmensidad del espacio, no
deseando escuchar.
-El otro día me hiciste muy feliz. De hecho, convertiste mis sueños
más preciados en realidad. Por fin pude estar contigo, abrazarte y besarte.
El joven zorro lloró en silencio.
-Pero el corazón elige a quien elige. Y parece que te he perdido.
Ahora los dos eran presas del llanto.
-Pero, aunque hayas elegido a Sasuke, quiero pedirte que me hagas
un favor: regálame esta noche, Naruto. Es todo lo que pido.
Ambos se abrazaron y disfrutaron de aquella intimidad, saboreando la
fría noche, en un beso casi eterno.

El día de la reunión se hizo presente y todos se encontraron de


nuevo. Como ya habían imaginado el trío, ninguno encontró una buena
forma de entrar y salir del bastión del señor feudal.
Pero algo estaba apunto de cambiar su suerte. Lady Tsunade había
llegado, lo que significaba que ya tenían a alguien para transportar El
Martillo con celeridad gracias a su gran fuerza bruta. Además, trajo un
refuerzo inesperado contra posibles ataques de los demás Kages o de
Orochimaru: Jiraiya, el ermitaño, estaba allí.
Pero no todo fueron buenas noticias. Al parecer, Hinata y Shino
descubrieron que los ninjas de la Aldea de las Nubes se habían enterado
de la existencia del artefacto y de su localización, merced de un guardia
borracho que se fue de la lengua en una taberna. Una vez que
informaron a la Hokage, ésta se mostró contrariada.
-Si ese soldado estúpido se ha hablado, los más probable es todas
las demás aldeas se hayan enterado también.
-Esto se está convirtiendo en “el más difícil todavía”, ¿eh? -opinó un
despreocupado Shikamaru.
-Tendremos que golpear nosotros primero o todo estará perdido -afirmó
Asuma.
-¡Bah! ¡Si ni siquiera íbamos a poder acceder a él! -protestó Ino.
-Éso no es del todo correcto -dijo Shikamaru- Es cierto que no
sabemos muy bien cómo entrar y salir con El Martillo, pero sí que
sabemos cómo movernos por la fortaleza.
Todos atendieron a lo que tenía que decir.
-Bien el plan es éste: por lo que hemos podido saber de los planos
que Neji, Kakashi y Maito Gai pudieron robar -desenrolló los susodichos
esquemas sobre la mesa-, El Martillo se encuentra en la base del castillo,
totalmente confinado. Pero sabemos que cuando quede cerca de un cuarto
de hora para el discurso del señor feudal, éste será movilizado. Ésa será
nuestra única posibilidad.
-¿Así que, ya está? ¿Esperamos a que lo saquen?
-No, no. En ése momento vendrá una guardia especial con una llave
para abrir el almacén donde está. Dado que las puertas permanecerán
cerradas durante toda la velada y los hombres del Mizukage estarán
vigilando desde las murallas, nosotros tendremos que ser dicha guardia o,
por lo menos, parte de ella. Así que tendremos que asistir a la cena
oficial. Una vez en ella, tendremos que localizar la llave y al comandante
de la guarnición especial.
-Espera ¿Para qué? -inquirió Kiba.
-La llave la tiene el señor del Agua o su esposa, aún no estamos
muy seguros. La localización del oficial es de vital importancia, será la
persona que sustituyamos para que abra los portones. Entonces, Tsunade
cogerá El Martillo y todos juntos abriremos una brecha en sus murallas
para escapar.
-No te lo crees ni tú -dijo Naruto.
-Confía un poco en nosotros -repuso Sasuke.
Al joven chunin no le quedó muy claro si aquel “nosotros” se refería
a todo el grupo o sólo ellos dos.

Colorado como un tomate, Sasuke soportaba estoicamente los continuos


halagos que recibía por llevar aquel traje.
Él no creía que fuera gran cosa: al fin y al cabo, sólo eran unas
botas altas negras, un pantalón azul marino y una casaca de gala del
mismo color decorada con cordones dorados que iban anudados a los
botones de la misma.
Por cosas del amor, sin embargo, le pareció que Naruto llevaba unas
ropas espléndidas que le favorecían muchísimo. Aunque, en realidad, eran
igual que las suyas sólo que de color blanco.
Todos aquella noche lucían las mejores galas ante la atenta mirada
de un hombre de aspecto maduro, con barba y con el tocado típico de
aquellos lares que consistía en dejarse una calva y recogerse el resto del
pelo en una coleta erizada.
-Que empiece la fiesta... -lamentó un muy elegante Kakashi.
Los invitados fueron llegando y las salutaciones, sucediéndose. A
través de los ventanales del gran salón, la luna hacía acto de presencia.
Pero no era una luna normal: estaba bañada de una tonalidad
sanguinolenta. Era, en efecto, la Luna Roja.
Uno tras otro, nobles y ninjas camuflados de todas las naciones
fueron asentándose en las largas mesas que había dispuestas por la sala,
ocupando la mitad de la misma. Frente a la gran terraza por la que se
veía a rojizo satélite, otra no tan larga daba cobijo a todos los señores
feudales, a sus esposas y a los Kages.
Parecía haber una cierta armonía entre ellos, pero ya se sabe que
los ninjas y los políticos son expertos en fingir.
Al Uchiha, por su parte, le tocó acomodarse junto a los demás
invitados. Bastante asqueado por el babeo de las féminas que había a su
alrededor, voló, como un rayo, para reservar un lugar junto a Naruto, el
cual se sentaba junto a sus amigos de la infancia.
En cuanto lo vio, hizo salir a Choji disparado de su lado.
-¡Aquí, Sasuke! ¡Aquí hay un sitio!
Su faz irradiaba felicidad cuando lo tuvo al lado. El guerrero sharingan
se sintió igual.

La noche fue transcurriendo y una orquesta entera apareció.


Situándose en uno de los laterales de la cámara, comenzaron a amenizar
la fiesta tocando un alegre vals.

Escucha

Los músicos seguían tocando entre el sonido de la cubertería mientras


que los camareros recogían los platos de los que habían terminado su
cena. Unos departían despreocupadamente y otros, comenzaban a marcarse
los primeros pasos de baile.
Con gracia y ligereza, se deslizaban al son del clásico un, dos, tres
que tanto caracteriza a esta danza. Primero marcaban un cuadrado
imaginario con sus pies y luego, como plumas al viento, describían
hexágonos y dodecágonos en el aire.
Con esta melodía como fondo, Sasuke dirigió una incitadora mirada a
Naruto para que le siguiera. El otro le miró atónito y le regañó en voz
baja.
-¿No pretenderás que bailemos?
Para su alivio, el ANBU negó con la cabeza.
-Vamos a escaparnos.
Sortearon a los bailarines entre los que estaban Ino, Rock Lee,
Sakura, Kiba, Kurenai y Asuma. Todos, en parejas, tratando de ubicar al
oficial de la guardia o de averiguar el paradero de la llave de la forma
más discreta posible.
Salieron por las puertas y bajaron a la planta de abajo, donde
estaban los sirvientes y demás acompañantes de la aristocracia.
Llegaron hasta un reducto desierto que daba a una terraza con
barandillas de piedra y salieron al fresco de la noche.
Por arriba llegaba hasta sus oídos el cambio de canción, pasando a
sonar ahora el mítico vals de Sangre Vienesa.
-Estás precioso, Naruto.
Los colores afloraron.
-Gracias. Tú tampoco vas nada mal.
-Sí, ya me he dado cuenta. Por aquí debo tener las babas de
Sakura...
Miró a uno de sus costados y el joven zorro rió con ganas. Pero su
semblante volvió a ensombrecerse.
-Sasuke...yo y Kiba...se acabó.
La música se diluyó y en sus corazones sonó otra muy distinta.

Escuchar

El Uchiha se acercó hasta él lo rodeó y, cuando estuvo a su


espalda, le abrazó.
Naruto cerró sus manos sobre las de Sasuke, así como sus ojos y
ambos se movieron al compás de su canción, muy lentamente.
-Ya no me preocupo por éso...él te cuidó todo este tiempo y se lo
agradezco. Y, ahora, por fin estás a mi lado.
-¿Cómo que me “cuidó”? Yo sé cuidarme sólo.
-Creo que sabes a lo que me refiero...
-No, no lo sé.
-Él mantuvo tu corazón abierto y no permitió que se endureciera.

Sus inocentes ojos se cerraron y besó la coronilla del zorro, el cual


sonrió.
Pero su alegría se difuminó al notar algo húmedo en su pelo. El
guerrero sharingan lloraba.
-¿Sasuke? -preguntó tímido, el chico.
-No sabes...no sabes cuantísimo te echado de menos, Naruto.
-Sasuke...
-Porque eres lo único que tengo...y lo único que quiero.

Un destello en sus ojos azules, y volvió de nuevo al pasado.


Ahora no tenían más de ocho años, la tarde comenzaba a acostarse
sobre Konoha. Su chico estaba allí, a la orilla del lago y él no se atrevía
a acercarse y consolarle por la gran tragedia que había sufrido.
Pero tuvo valor, decidió arriesgarse y triunfó.
Le abrazó, Sasuke lo repudió en un primer momento pero él insistió.
Al final, la dura máscara del chico cayó y aceptó aquel gesto de ternura
infinita.
Lloraron los dos y, cuando sus almas sanaron, se fusionaron en un
beso nacido del amor más puro y sencillo.

Aún seguían bailando. Naruto besó las manos del Uchiha y trató de
acurrucarse en su brazos.
-Sasuke...te quiero.
-Y yo a ti también, yo a ti también.
El joven zorro se dio la vuelta y sus labios, después de tanto
tiempo, volvieron a probar el amor de Sasuke durante largo rato.
Y Volvió a reconocer a ese chico tímido y serio de mirada tierna y
que jamás, jamás, llegó nunca apartarse de su lado.

La luna, del color de las amapolas, bendijo a aquellos soldados de


las sombras.

La música cesó al oír pasos que se acercaban. Deshicieron su abrazo


y se apoyaron en la barandilla, algo separados el uno del otro, fingiendo
observar el satélite.
-Tíos, ¿Qué narices hacéis aquí? -preguntó Rock Lee- Me ha costado
tres bofetones encontrar la llave que estaba en el escote de la hija del
señor feudal y vosotros aquí, mirando la luna. ¿No tenéis nada mejor que
hacer?
-¡Uy, si yo te contara...! -pensó Naruto.
Sasuke le miró, aterrado.
-Un momento...¿Tú y la hija del señor del Agua? Es decir ¿Cómo..?
-No hay tiempo para detalles. ¡Tenemos que encontrar al oficial de la
guardia! -le cortó él.

Corrieron por los pasillos y buscaron entre las caras de la gente.


-¿Cómo se supone que es? -preguntó el portador de Kyuubi.
-Se parece a Asuma...
Subieron a la planta de arriba y para no llamar la atención,
marcharon a paso lento. Seguían escaneando caras mirando a un lado y
a otro, cuando iban a volver a entrar en el gran salón, un hombre de
larga melena y con extraños ojos serpentinos, chocó con Rock Lee.
-Lo siento, señor -dijo él.
-¡Oh, estos plebeyos! -se quejó el hombre.

La sala parecía no haber cambiado su actividad: algunos bailaban,


otros reposaban en las mesas, como Choji. Todos menos Tsunade se
reunieron.
-Malas noticias, no están vigilando -dijo Kakashi.
-¿Quién?
-Todos -contestó-. Todos los ninjas de todas las naciones...saben lo de
El Martillo, no hay duda.
-¿Y ahora qué hacemos? -se asustó Hinata.
-Ehm...tíos...¿Ése no es el oficial?
El grupo siguió la voz de Shikamaru y vieron a una réplica casi
exacta de Asuma vestido con el traje de gala de los soldados de la
nación anfitriona.
Kurenai hizo un gesto y dos ANBU se acercaron a él. Hablaron un
momento, parecían incluso que se divertían. Cuando ya lo iban a invitar a
salir de allí, tres de sus hombres le reclamaron.
-Parece que van a sacar El Martillo -se preocupó Maito Gai.
Otra señal de Kurenai y los otros dos ANBU, incluido Sasuke, fueron
a dar soporte a los primeros.
Los soldados desaparecieron por la puerta y el grupo los siguió.
Kakashi extendió una mano hacia Rock Lee.
-Lee, dame la llave.
-Sí
Rebuscó entre sus ropas con tranquilidad, luego se puso un poco
nervioso y un segundo después, no sabía dónde meterse.
-Lalalala...la llave ¡No está!
-¡¿Cómo que no está?! -Maito Gai se dispuso a reprender a su
alumno.
-No la tiene porque se la han quitado.
La voz de Jiraiya sonó como una lápida cerrándose sobre todos. El
viejo ermitaño había hecho acto de presencia después de haberse colado
en la fiesta.
-Ha sido Orochimaru, puedo sentir su presencia, puedo...
Un camarero, al verle sin traje de gala, se acercó hasta él y con
tono educado, le espetó:
-Señor, aquí no se permiten vagabundos. Va a tener que marcharse.
El Maestro de los Sapos casi se lo come ahí mismo.
-¡¿Pero qué dices, imbécil?! ¿Sabes quien soy yo, eh?
El vocerío captó la atención de la Princesa de las Babosas y, dicho
sea de paso de los demás Kages.
El ermitaño la miró y le hizo un leve gesto. Otro signo por parte de
ella y el hombre asistió.
-Señores, misión suspendida. Vayámonos de aquí.
Desfilaban rumbo a la salida cuando Naruto se dio cuenta de algo.
-¿Y Sasuke?
-¡Eh, un momento! ¡Tenemos que avisar a los ANBU de que ha
fracasado el plan! ¡No podemos dejarles aquí!
Kakashi soltó una carcajada.
-¡Claro que no los vamos a dejar aquí! Sin ellos no podremos salir
con vida. Maito Gai ha ido a avisarles.
Kurenai mostró un tono maternal.
-Naruto ¿Te pasa algo?
El joven bajó la mirada y guardó silencio.

El tiempo transcurrió con calma en los salones del castillo. No así en


sus pasillos.
Maito había noqueado a treinta guardias hasta que encontró a los
ninjas de élite cogiendo ya las ropas del inconsciente -quizás- comandante.
-Tenemos que irnos, la misión ha fracasado.
-Sí, señor. -respondieron a la vez.
-Vosotros no os vais a ninguna parte hasta que no nos digáis lo que
queremos oír.
La voz que los amenazó pertenecía a un jounin de la Aldea de la
Nubes. Cinco más le escoltaban.
Maito soltó el aire y sus músculos se prepararon para entrar en
calor...

Los jounin y chunin que quedaban, liderados por Jiraiya, trataron de


poner pies en polvorosa. Ya habían bajado sin más complicaciones hasta
la primera planta cuando un grupo camuflado de ninjas de la Arena se
presentó antes ellos.
-¿Dónde está el artefacto?
-¡Éso mismo queremos saber nosotros! -dijo, por su parte un jounin
de la Aldea de la Hierba.
Se oyó un toque de trompetas y los comensales fueron saliendo poco
a poco al patio.
Para tan distinguida ocasión, se había dispuesto de varios bancos
frente a un escenario con un púlpito. Detrás, una mole cubierta con una
sábana aguardaba a ser descubierta.
Los invitados fueron sentándose, reservando las primeras filas para
señores feudales, guardias y Kages.
El señor del Agua se situó de cara a la audiencia y se aclaró la
garganta.

El grupo de Jiraiya ignoró a sus oponentes buscando salir al exterior


donde se encontrarían con la Hokage y saldrían de aquella fortaleza.
Corrieron hacia el portón principal mientras les perseguían shinobis de la
Arena y de la Hierba. Estaban ya apunto de alcanzar la salida, ahora
abierta, pero los hijos del Agua se lo impidieron.
-¿Vais a alguna parte?
Ahora estaban rodeados por tres naciones diferentes.

-Hoy celebramos la llegada de la Luna Roja -comenzó a decir el


señor feudal-. Esta luna de sangre representa el final de la decadencia
del invierno que, con su muerte, nos trae de nuevo la primavera.
El auditorio aplaudió fervorosamente.
-Es una noche especial para mí y mi gente, queridos amigos míos.
La luna, como bien sabéis, representa el ciclo de la vida. Todo se mueve
en ciclos. Nosotros, los hijos del País del Agua hemos pasado por el
ciclo de las penurias y, ahora, no llega el tiempo del levantamiento. Del
levantamiento contra las otras avariciosas naciones que no pensaron en
nosotros cuando padecíamos. ¡Ahora serán ellas las que padezcan nuestra
venganza! ¡En nuestras manos está el arma definitiva!
Los señores feudales de las demás naciones se alzaron y protestaron
enérgicamente. El Mizukage voló al lado de su señor.
-¡Ésto es un ultraje, Hishori! -dijo el amo de la Tierra.
-¡Sabemos perfectamente qué planeas! -clamó el dirigente del Fuego.
-Ésto es la guerra! -Bramó el del Rayo.
El señor del Agua les ignoró.
-¡El nuevo ciclo del Agua comienza! ¡Un ciclo que no tendrá fin!
¡Contemplad el poder absoluto!
Se dio la vuelta y apartó la sábana que mostraría a El Martillo, el
proyectil dorado.
La tela cayó al suelo desvelando...
-¿Pero qué es ésto? -el Mizukage no se lo creía.

En su lugar había una estatua de madera. Una estatua con forma de


serpiente...
Capítulo III
Acto I: Si vis pacem, para bellum

La guerra sólo es dulce para quien no la ha probado.


Píndaro / Vegecio
-¿Y ahora qué hacemos? -preguntó Shikamaru.

La situación no podía ser más desastrosa: el grupo se había dividido,


El Martillo se encontraba desaparecido y decenas de ninjas de todos los
rangos estaban a punto de comenzar una feroz batalla.
-¡Vamos a proteger a la Hokage! -rugió Jiraiya levantando de una
patada al primer shinobi que se cruzó en su camino.
En ese instante, todos los guerreros de las tres aldeas se lanzaron
unos contra otros al tiempo que lo Kages peleaban entre ellos.

Antes de que pudieran darse cuenta, el infierno ya se había desatado


y todos empleaban sus técnicas más mortíferas.
Un jounin de la Hierba pisó con fuerza el suelo y un trozo de roca
de cien kilos se alzó hasta la altura de sus ojos. Un puñetazo poderoso
y la piedra voló en dirección a la cabeza de Rock Lee quien la partió
con el canto de la mano.
Neji activó su ojo blanco y moviendo las manos a mayor velocidad
de la que el ojo humano puede ver, bloqueó todos los puntos vitales de
tres chunin de la Arena que cayeron, inmóviles, al suelo.
Otro miembro de la Arena susurró algo y una ventisca se alzó por
los alrededores.
Asuma y Kakashi luchaban hombro con hombro contra dos jounin de
la Hierba y otro del País del Viento.
De repente, un terremoto los hizo tambalearse a todos al tiempo que
hacía que cayeran enormes fragmentos del castillo. Varios ninjas quedaron
sepultados por los escombros.
Naruto trataba de huir de aquel desastre sin duda provocado por el
Kage de la Tierra, pero cinco soldados que escoltaban al señor del Rayo
le apuntaron con sus armas. Invocando el poder del viento los derribó a
todos, saltó sobre ellos y se unió al resto de su grupo que se disponía
a cubrir la retirada de la Hokage.
En éso estaban cuando un tsunami que el Mizukage había creado a
partir del agua del foso que rodeaba al castillo, se propuso barrerlos.
-¡Acercaos a mí! -gritó Jiraiya.
Siguiendo un ancestral ritual, desplegó un rollo, se hizo sangre en un
dedo y empapó con él el manuscrito. Realizó los sellos adecuados y una
nube de humo se extendió.
Cuando la ola gigante los iba a tragar, un sapo gigantesco apareció
debajo de los pies del grupo, lo que les salvó de la amenazante masa
de agua. Ésta pasó de largo y tumbó uno de los muros de la fortaleza,
destrozando gran parte de la ciudad.

Sasuke y Maito Gai fueron, de los que permanecían dentro del


castillo, los únicos que sobrevivieron al terremoto que demolió parte del
mismo.
Ahora que la edificación mostraba su estructura al exterior, los dos
guerreros pudieron encontrar un vía de escape. Saltaban por entre los
escombros y divisaron muy cerca de su posición un sapo de proporciones
titánicas que avanzaba con el terrible impulso de sus ancas. Encima de
éste, varios ninjas del fuego observaban por encima del caos.
-¡Están allí! -Exclamó Maito.

Su nuevo objetivo era alcanzar al anfibio lo antes posible pero dos


jounin del Agua se interpusieron. Sin mediar palabra, Gai abrazó a uno
por la cintura y, aprovechando el impulso, saltó, giró en el aire y lo
estampó de cabeza contra el suelo.
-¡A éso le llamo yo “jaqueca”! -se jactó, victorioso.
Sasuke, por su parte, dejó que sus ojos se tiñeran de sangre para
calcular mejor los movimientos de su rival. Éste se apoyaba en varios
escombros que no eran del todo estables. El ANBU desenvainó su ninjato
que llevaba disimuladamente escondido en su traje festivo, lo electrificó con
su chakra y lo lanzó contra el punto en el que sus ojos le decían que
iba a ceder aquel montón de piedras. La espada se clavó y la
electricidad, al verse sin el control de su dueño, explotó al igual que una
bomba. Las piedras y sus esquirlas salieron despedidas en todas
direcciones al tiempo que el jounin de la Niebla volaba unos cuantos
metros hasta desaparecer de la vista de Sasuke.

-¡Marchaos esto es peligroso! -clamaba Tsunade.


La Hokage estaba defendiéndose de los ataques desquiciados de los
demás Kages como buenamente podía cuando sus compañeros llegaron a
recogerla.
-¡Tranquila, crearé una distracción! -dijo Jiraiya al tiempo que sus
manos comenzaban a construir nuevos sellos.

El batracio que tenía a sus pies adivinó su voluntad y, cuando el


viejo ermitaño estuvo a punto, comenzó a expeler una dosis brutal de un
líquido aceitoso en dirección a los Kages. Jiraiya dejó que sus pulmones
exhalaran el fuego que había estado creando y el aceite se inflamó.
Sasuke y Maito corrieron hacia el lanzallamas viviente de más de tres
metros de altura. No tardaron mucho en alcanzarlo y subirse a su
espalda.
-¡Sasuke! -se alegró visiblemente Naruto.

Tsunade, que también había subido al lomo de la criatura, ordenó la


retirada. A grandes saltos, sortearon la muralla derribada por el Mizukage
y dejaron atrás aquel campo de batalla. Cuando estaban a las afueras de
la ciudad, el conflicto empeoró de manera significativa: un tornado asolaba
una parte de la ciudad, tormentas de rayos destruían y quemaban todo a
su paso.
El ermitaño ordenó a todos bajar y la montura regresó a la dimensión
desde donde fue invocada.
-La cosa pinta mal -dijo la Princesa de las Babosas-. El robo de El
Martillo ha desatado una guerra entre países y... -su mente pareció
recordar algo- ¡Oh, no!
-¿Qué pasa? -preguntó Kurenai.

-Totomi...
-¿Totomi? -preguntó Sakura, sin comprender.
-El señor del País del Fuego, Totomi Uranesu.

La expresión de todos cambió. En efecto, el País del Fuego había


quedado a buen seguro sin gobierno, ya que el bueno de Totomi no
habría podido sobrevivir a semejante cataclismo que parecía empeorar por
momentos. Al menos, esa fue la sensación que tuvieron al escuchar una
explosión proveniente del castillo que iluminó la noche durante unos
instantes.

-Ni los demás señores feudales...-dijo Asuma.


-Me extrañaría que sobreviviera a éso algún Kage ya no hablemos de
los otros...-comentó Jiraiya señalando con la mirada la oscura columna de
humo que se alzaba a las estrellas.

De entre los árboles del bosque que rodeaba aquella vapuleada


ciudad, decenas de soldados y guerreros de las sombras emergieron para
presentar batalla.
-No tenemos tiempo para ésto. ¡Tenemos que llegar al puerto y volver
cuanto antes a Konoha! ¡Escuchadme todos! -bramó la Hokage- Aunque
juntos somos más fuertes, por separado nos moveremos más deprisa. Nos
reuniremos en el embarcadero. Procurad evitar la confrontación ¿De
acuerdo? Pues en marcha.

Los hijos del Fuego se difuminaron dispersándose en todas direcciones.


Naruto eligió el camino que ya había recorrido junto con Kiba y
Sasuke anteriormente para espiar los movimientos de la ciudad. Aunque
era de noche, pudo distinguir con claridad el templo que reposaba en la
colina.
Torció a la izquierda y siguió el sendero que llevaba hasta el villorrio
donde había establecido su base.
Saltaba de rama en rama con la vista clavada en el horizonte. De
entre los árboles surgieron unas luces indicándole que había llegado a su
destino. Bajó a tierra y, justo entonces, una llama voladora le pasó
rozando por encima de la cabeza. Algo sorprendido, fijó sus ojos celestes
en el objeto. Se trataba de un kunai con un sello explosivo encendido.
-¡Oh, genial...!
Brincó hacia atrás para evitar el impacto de la explosión pero la onda
expansiva le alcanzó ligeramente, empujándole varios metros en la dirección
del salto. Voló entre las tinieblas y su cabeza fue a dar contra la corteza
de un nogal.
Aturdido, pudo ver como su enemigo descendía del lugar en el que
había permanecido oculto y sacó un kama. Naruto seguía lo
suficientemente conmocionado como para no poder moverse y sus ideas no
estaban del todo claras en su cabeza pero, por algún motivo, le pareció
haber visto ese arma antes. Clavó su vista en la empuñadura del kama y
sus sospechas se confirmaron. Justo en ese punto, la madera tenía
anclada una cadena rota. En algún momento del pasado había sido un
kusarigama.
El hombre que lo empuñaba también le resultó familiar: aunque la luz
no era suficiente para distinguir en su protector el símbolo de la aldea a
la que pertenecía, sí que reconoció la enorme anchura del ninja, así como
su rostro tapado. Sin espacio para las dudas ya en la mente del chunin,
aquel asesino fue quien le capturó durante su misión en el País del
Rayo.
Su antiguo captor se propulsó con las piernas y embistió contra
Naruto para asestarle un golpe letal. Los metros se iban consumiendo y el
portador del Kyuubi estaba demasiado dolorido para reaccionar, cuando un
rayo fulminó a su atacante haciéndole caer inerte al suelo.
Sus ojos perforaron la oscuridad en busca del dueño de la descarga
eléctrica. Sabía que si no le había matado el ninja del kama, entonces lo
haría su inesperado rescatador.
Escuchó el sonido de hierba aplastada cerca de él, su respiración se
agitó. Consciente de su inminente final, tragó saliva. Los pasos se oían
más y más cerca. Cerró los ojos.
-...¿Nada?
Volvió a abrir los párpados y se encontró con una mano extendida
hacia él. Al final de ésta, le aguardaba la reconfortante sonrisa de
Sasuke.
-¡Sasuke!
-Pero bueno, ¿Cuántas veces te tendré que decir que así no es
como se trepa a los árboles? -dijo señalando la cabeza de Naruto.
El joven rió débilmente y trató de incorporase, pero un fuerte dolor
craneal le hizo desistir de su intento al tiempo que liberaba un angustiado
gemido.
El abismo que tenía por ojos su compañero, lo observó con
preocupación. Separó ligeramente la cabeza del árbol que le servía de
apoyo y pasó una mano por ella, la observó y chasqueó la lengua.
-Estás sangrando.
Sin perder un momento, sacó de uno de los bolsillos de su traje una
cataplasma que situó sobre la herida y, a modo de vendaje, se arrancó
una manga y la anudó con fuerza a la cabeza del chico.
-¿Crees que podrás moverte?
-Lo intentaré...¡Agh!
-Bien, lo tomo por un no.
Haciendo uso de toda su fuerza, sujetó al chunin por las caderas, lo
alzó y se lo echó al hombro.

El alba comenzaba a asomar por el horizonte y el jadeante Sasuke


apenas podía soportar ya el peso de su compañero. Cuando estaba a
punto de caer rendido, los sonidos del mar llegaron hasta su oído y
pronto vio el muelle medio iluminado por decenas luces.
Con ánimos renovados, fue sorteando transeúntes sin pararse a mirar
si eran ninjas o no.
-¡Ey, chico!
La voz de Kakashi sonó clara y firme a pocos metros a su derecha.
Sus camaradas estaban en posesión de un navío y se disponían ya a
zarpar.
-Casi os dejamos en tierra.
Sasuke ignoró el comentario de Sakura mientras subía con el
maltrecho Naruto a cuestas. Tsunade se abrió paso y examinó al chunin.
-Parece que tiene una conmoción.
Posó sus manos sobre el alborotado cabello rubio y se empezó a oír
un zumbido.
Mientras la Hokage curaba la herida, Maito Gai y Asuma se ponían al
timón del barco y lo hacían avanzar.
Kakashi lanzó desganado unos shuriken hacia ningún lugar en
concreto, volaron, viraron y, finalmente, cayeron sobre las amarras,
cortándolas.
Libre de ataduras, el balandro desplegaba sus velas y se dejaba
impulsar por el viento.
Sasuke oteó por la popa para averiguar en qué estado había quedado
el País del Agua y el espectáculo no podía ser más desolador: allí, en
dirección a la capital, una gigantesca columna de humo negro enrojecido
por un pavoroso incendio en su base, se erguía ante un cada vez más
claro cielo. Giró la cabeza y vio el semicírculo solar emergiendo del
horizonte.
Se acomodó cerca de la baranda de estribor y miró esta vez a su
amante, que yacía inconsciente en el suelo con las manos de Tsunade
aún sobre su cabeza.
-Naruto, ponte bien...
El cansancio se hizo presa del ANBU y sus ojos se cerraron
lentamente. Al cabo de unos minutos estaba profundamente dormido.

El sonido de una violenta explosión le estremeció. Despertó en el acto


y su mente trabajo a ritmo frenético para averiguar qué estaba pasando.
Por el lado de babor, salía una cantidad alarmante de humo. Sakura,
Ino y Shino estaban tendidos en el suelo, inmóviles. Por otra parte,
Tsunade, Jiraiya y Asuma corrían hacía popa al encuentro de lo que
parecía que era una inmensa serpiente marina. Los demás iban hacía
proa, donde otra bestia gemela a la anterior trataba de engullir el
mascarón.
Notó una mano en su hombro y vio que un revigorizado Naruto le
sonreía con serena combatividad.
Sasuke asintió y, desenvainando su espada, fue junto con su
compañero hacia proa.

Los ofidios en cuestión no eran criaturas hambrientas que habían


decidido atacar el buque para alimentarse de lo que pudiera caer. Según
pudo observar Naruto, sobre la cabeza de uno había un hombre con
lentes que, aparentemente, lo controlaba. No contento con éso, lanzaba
kunai con sellos explosivos al tiempo que las serpientes golpeaban el
casco.
Vio como Kakashi liberaba un rayo a los ojos del animal pero éste ni
se inmutó. Entonces, Maito Gai y Rock Lee salieron disparados hacia el
cielo para descargar alguna formidable ráfaga de golpes sobre el ninja que
les atacaba pero, de pronto, una tercera serpiente salió del mar y los
embistió, lanzándolos por la borda.
Naruto volvió la vista atrás, a la sección de popa y observó que
Jiraiya y Tsunade se habían subido a la cabeza de su monstruo marino,
desde donde atacaban con más comodidad.
-Sasuke, vamos a subirnos encima.
-¿Qué?

El Uchiha miró al chunin y vio lo que él observaba.


-Oye, Naruto, no creo que sea...

Pero su réplica quedó en el aire cuando la escamosa criatura alzó la


gigantesca cabeza y la dejó a caer a plomo sobre cubierta.
Mientras ésto pasaba, el chunin de ojos azules sujetó al ANBU tan
fuerte como pudo y ascendió.
La serpiente impactó con tantísima fuerza, que se llevó toda la proa
consigo hasta las profundidades de donde no volvió a emerger.
Su dueño, en cambio, reapareció montado en la otra criatura que
había empujado a Gai y a Lee fuera del balandro.

El salto que habían dado los ninjas fue exageradamente alto y aún
tardarían un tiempo en encontrarse con la dura superficie acuosa. El
shinobi que les atacaba, sin perder un minuto, dirigió a su sirviente contra
ellos. La serpiente saltó y abrió una enrome boca que mostraba cuatro
colmillos del tamaño de hombres.
Los tragó.
Dentro de la boca y resistiéndose como podían a la succión que
ejercía sobre ellos el animal, ambos ninjas reunieron su chakra buscando
la mejor manera de salir de allí.
Sasuke liberó su energía y por el morro de la serpiente salió un rayo
que hizo saltar a su dueño de la posición que tenía. Volvió a caer sobre
la cabeza y se asomó por el agujero que tenía cerca de la nariz.
Ahora que la luz pasaba, el Uchiha veía cómo su camarada
continuaba reuniendo chakra.
Naruto comenzó a gritar. Una capa roja de alguna sustancia
vagamente gaseosa comenzó a cubrir su cuerpo. Sasuke, asustado, trató
de retroceder, pero no podía moverse en aquel lugar tan angosto. El
chunin se abrazó a él y su grito fue en aumento.
El hombrecillo que trataba de mirar a través de la herida de la
criatura marina, creyó distinguir en la penumbra la figura de dos chicos.
Su mano fue hasta un bolsillo donde tenía algunas armas venenosas con
las que rematarlos. Apuntó y...
...una formidable explosión hizo volar en pedazos la cabeza de la
serpiente. La inmensa presión también encontró salida por el orificio que el
ANBU había practicado al malogrado ofidio, llevándose a su dueño por
delante.
Los jóvenes cayeron sobre la cubierta de popa, que se hundía poco
a poco en el mar.
Miraron por todas partes pero no había rastro de ninguno de sus
compañeros. Sin poder preocuparse más de ellos, volvieron a levantarse y
saltaron una vez más sobre unos anchos tablones que flotaban.
Agotados, en especial Naruto, se tumbaron sobre ellos y reposaron
tras el combate.
Sasuke se acercó al portador del Kyuubi que, entre jadeos, reía
victorioso.
-¡Ese es mi chico! -dijo riendo también al tiempo que le besaba en la
mejilla.
Con calma, el sol matinal fue secándolos y durmiéndolos.

La tarde caía cuando se despertaron. Volvieron a buscar a sus


camaradas pero el resultado siguió siendo nulo. Por si fuera poco, habían
perdido de vista la tierra firme, así que estaban completamente
desorientados.

Pasaron dos días y seguían sin saber a dónde iban. Fue entonces,
durante la noche de la segunda jornada cuando una violenta tempestad los
sorprendió.
Las olas arrastraron los maderos flotantes durante horas y, cuando
creían que morirían en aquella tormenta, ésta amainó. Al parecer, el mar
les había escupido sobre tierra firme.
Esperaron hasta el alba siguiente para explorar los alrededores.
Caminaron durante largo rato y, felizmente, encontraron una casa de té al
pie de un camino.
El hombre que la atendía era bastante mayor y muy amable, tanto
que les invitó a un par de infusiones. Pronto se entabló confianza entre
ellos y los muchachos pidieron indicaciones.
-Gracias por el té, señor -agradeció Naruto- Y antes de marcharnos,
si no es mucha molestia, ¿Podría indicarnos hacia dónde se va al País
del Fuego?
-¡Jo,jo,jo! Jovenzuelo, ¡Ya estás en el País del Fuego!
-¡Oh, estupendo! -siguió Sasuke- Entonces podrá decirnos dónde queda
la Aldea Oculta de la Hoja.

El rostro del anciano se endureció.


-¿Sois ninjas?

Se miraron ente sí. Habían olvidado que aún llevaban la ropa de gala
de aquella turbulenta noche.
-Pues debo deciros que ahora es un mal momento para los ninjas.
-¿Por qué?
-Pues porque ha cundido el caos entre ellos -prosiguió el viejo-.
Durante el festival de la Luna Roja en el País del Agua se produjo un
ataque y, desde entonces, todos los Kages están desaparecidos. Además,
se ha extendido el rumor de que los señores feudales murieron esa
misma noche. Por no hablar de Orochimaru...
-¿Qué pasa con él? -preguntó Sasuke.
-Pues que se ha hecho con el control de un arma muy poderosa y,
aprovechando la confusión reinante, ha creado un ejército utilizando a todos
sus agentes encubiertos en las aldeas. No contento con éso, algunos
viajeros que pasan por aquí aseguran que tiene toda una colección de
criaturas monstruosas a su servicio. Creo que en estos momentos debe de
estar de camino al País del Viento.
-¿Y qué pretende?
-¡Oh, supongo que lo de siempre! Controlar el mundo o algo por el
estilo...
Los ninjas suspiraron apesadumbrados y se despidieron del anciano.
Vagaron durante algún tiempo sin saber muy bien qué hacer hasta
que Naruto propuso algo.
-Ya estoy harto de llevar este traje
-Y yo.
-Vamos a Konoha, pongámonos ropa normal y busquemos a nuestros
compañeros.
Sasuke, con cara optimista, asintió.
-Y cuando estemos todos iremos a por Orochimaru.
Acto II: Hierosolyma perdita est

Debes perder una mosca para pescar una trucha.


George Herbert.

La Aldea Oculta de la Hoja se vislumbraba por el horizonte. Se


sentían felices de volver al hogar después de tantas desventuras pero las
cosas no eran como antes. Los chunin que guardaban la puerta principal
y controlaban los accesos a la misma fueron sustituidos por unidades de
élite. Tras reconocerlos, les permitieron el paso.
Caminaban por las calles de la villa silenciosa. Silenciosa y casi
desierta, según pudieron apreciar. Sólo algunos comerciantes mantenían sus
negocios abiertos mientras que el resto de la población permanecía
encerrada a cal y canto en sus viviendas.
Bastante preocupados por la situación, acordaron ambos separarse para
averiguar si alguno de sus camaradas había regresado también. Se citaron
frente a la casa de Naruto al caer la tarde para poner en común la
información obtenida.
Sasuke decidió acercarse a la mansión del Hokage con la esperanza
de encontrar a Tsunade o tal vez a Jiraiya. El edificio estaba totalmente
vacío, sólo algunos ninjas de élite vigilaban el lugar.
Se sintió algo abatido y agachó la mirada. Vio entonces que aún
vestía con el traje de la fiesta y recordó su deseo por cambiarse de
ropa. Puesto que él formaba parte de ANBU, se dirigió hasta el cuartel
general en el monte de los Hokages para conseguir un nuevo uniforme.
Recorrió los oscuros pasillos de las instalaciones y entró en su
habitación. Por suerte, siempre guardaba un equipo de repuesto.
Una vez cambiado, se concentró en localizar al primer capitán ANBU
para que le pusiera al corriente de la situación actual que atravesaban.
-Señor, si tiene un momento, por favor -le requirió disciplinadamente el
chico cuando le encontró.
El hombre terminó de revisar unos documentos y le atendió.
-¿Se sabe algo del paradero de Tsunade o de alguno de mis
compañeros?
-Me temo que no. Estamos en alerta especial y hemos activado el
protocolo de seguridad para casos como éste. Los ANBU nos encargamos
de la vigilancia de toda la villa mientras que los aldeanos y los ninjas
comunes se mantienen en sus casa hasta nueva orden...-chasqueó la
lengua y negó con la cabeza-varios ninjas han abandonado la aldea para
unirse a Orochimaru, es una pena.
-Hay que ser idiota y rastrero para seguir a alguien como ese tipejo-
concluyó Sasuke- pero ¿por qué han huido?
-Bueno, de algunos teníamos la sospecha de que podían estar
trabajando con él, pero otros, al verse sin gobernante, han creído que si
iban tras le dejaban actuar, las cosas podrían arreglarse.
El Uchiha compuso una mueca de desprecio.
-Por cierto, Sasuke, tú fuiste el último en ver con vida la Hokage,
¿Qué pasó?
-Bueno, íbamos en un barco y de camino hacia aquí fuimos atacados
por uno de los esbirros de Orochimaru. El buque se hundió y Naruto y
yo la perdimos de vista...
-Ya veo.
Sasuke dio por finalizada la conversación, salió de nuevo al exterior y
vio que el sol comenzaba a declinar. Fue en busca de Naruto.

Naruto, mientras tanto, había ido de clan en clan buscando a sus


amigos. Se encontró con sus familiares que estaban preocupados por lo
que pasaba. Le contaron que se sentían algo impotentes ya que ANBU
había activado una alerta especial que exigía que todos se quedaran en
su casa hasta nuevo aviso. Así que no podían hacer gran cosa por
buscarlos.
El joven zorro fue hasta la casa de Iruka para contarle que él se
encontraba bien, lo que supuso un gran alivio para su amigo. Con el
espíritu y el ánimo reconfortados fue hasta su hogar, donde vería a
Sasuke, tan pronto como se despidió de su antiguo profesor.
A paso tranquilo fue observando cómo los negocios cerraban uno
tras otro para no abrirse en mucho tiempo. Pasó, casualmente por una
tienda de ropa. Descubrió en su escaparte algo muy especial y entró para
llevárselo.
-Perdone, señor. Estamos cerrando -le anunció la joven dependienta.
-No se preocupe, será sólo un momento.
Cogió la vestimenta que había captado su atención y la puso en el
mostrador.
-Son dos mil seiscientos ryo, señor.
-Aquí tiene. ¡Ah! ¿Y podría envolver el conjunto en papel de regalo?
Es para alguien muy especial...

Contento y feliz, acudió hasta el lugar de su cita y se cambió de


ropa. Sustituyó la raída casaca de gala albina por su habitual chaqueta
naranja y negra, así como sus pantalones y botas. Tuvo que buscar con
mucho esfuerzo, en cambio, el protector de metal que tenía de repuesto.
Una voz le llamó y, asomándose a la ventana buscó la figura de
Sasuke. No la encontró. Como antaño, su amante le aguardaba junto a la
ventana, justo fuera de su campo de visión.
-¡Ah, hola! Te hacía en la calle -le comentó sonriente.
El cabello negro del guerrero de las sombras brilló con la luz de la
tarde. Besó a su compañero y entró en su vivienda.
-No hay rastro de ninguno ¿Tú has averiguado algo?
El portador del Kyuubi negó con la cabeza. A su compañero se le
ocurrió algo.
-Vamos a ir al País del Viento y a trata de sabotear los planes de
Orochimaru antes de que se haga más poderoso.
-Creo que deberíamos esperar unos días por si aparecen -le contradijo
el rubicundo ninja.
-No. Si esperamos demasiado, Orochimaru podía alcanzar un poder
enorme...
-Ya, pero no pretenderás que nos enfrentemos a él nosotros dos
solos, ¿no?
El Uchiha pareció confuso. Por un momento su idea se le antojó un
poco absurda, pero en el fondo pensaba que no había otra solución.
Finalmente, se rindió al tira y afloja que tenía lugar en su mente.
-¡Agh! Sea lo que sea hoy no vamos a poder hacer nada. Me voy a
descansar. Hasta mañana.
Se dio media vuelta, avanzando hasta la puerta, la abrió.
-Espera -le retuvo Naruto- puedes descansar aquí si quieres.
-Oh, no hace falta. Estaré bien.
Enseguida vio la cara de tristeza de Naruto y comprendió el error
que había cometido.
-Por favor... -le dijo él, con los ojos azules clavados en el suelo.

La puerta se cerró y corrió a los brazos de Naruto, juntos, cayeron


sobre la cama de éste...

Orochimaru, el maestro de la serpientes, estaba a las puertas de la


Aldea Oculta de la Arena. Junto a él, ninjas de todas las naciones le
prestaban apoyo y miríadas de monstruos le rendían pleitesía.
Nada más aparecer por el horizonte, los defensores, se lanzaron al
combate sin pensarlo dos veces pero pronto se vieron forzados a
retroceder hasta la seguridad de sus murallas. Por suerte para ellos, la
Aldea quedaba resguardada por la profunda garganta en la que estaba
situada, ofreciendo una protección extra.
Los soldados del hombre serpiente alcanzaron el improvisado bastión y
comenzó la auténtica lucha.
Los elementos fluían libremente pasando de una bando a otro y
estallando entre la multitud ocasionando graves daños a personas y
edificios.
El sannin, en cambio, se mantenía ajeno a todo aquel enfrentamiento
en el carro donde también viajaba El Martillo, el cual había sustituido
hábilmente por una estatua de madera días atrás en el festival que se
celebraba en el País del Agua. La lucha, en efecto, le era indiferente.
Sabía que iba ganando pues también tenía hombres infiltrados entre
aquellos ninjas y pronto éstos comenzaron a hacer estragos en las filas
enemigas.
Un alud de arena sepultó y aplastó a cincuenta bestias semejantes a
toros embravecidos que él mismo había creado en sus desquiciados
experimentos en laboratorios clandestinos repartidos por varios países.
Algo sorprendido, buscó al usuario de aquella técnica y se encontró
con un joven pelirrojo y tremendamente ojeroso de mirada fría que llevaba
una enorme calabaza a su espalda.
El sannin saltó de su refugio y trepó por la muralla hasta encontrarse
cara a cara con el chico. Le emocionaba el hecho de pensar que el
joven pudiera ser un reto, pero no le gustaba tener que arriesgarse
demasiado, razón por la cual decidió eliminarlo cuanto antes.
De sus brazos salieron millares de serpientes que se lanzaron,
feroces, dispuestas a morder la cara del inmutable shinobi. Cuando
estuvieron a unos centímetros de la piel, una masa de arena brotó de su
espalda y las golpeó con una fuerza devastadora, haciéndolas caer inertes
sobre el terreno. Orochimaru las recogió otra vez y algo preocupado le
preguntó su nombre.
-Gaara del Desierto- le contestó con voz inexpresiva.
Disgustado por la manera de contestar convocó a una serpiente
gigante que comenzó a devastarlo todo.
El chico era bueno evitando ser golpeado pero no tanto eludiendo la
destrucción ajena. Si seguía así, la aldea de la Arena quedaría reducida a
nada.
Sin querer rendirse, lanzó un tsunami de arena que devoró gran parte
de la zona frontal de la villa, llevándose por delante a monstruos, ninjas
enemigos y aliados, por igual. Para su desgracia, la sierpe seguía en pie
y reanudaba su carga ahora contra las casas cercanas a su posición.
Volvió a alzar los brazos para repetir la técnica anterior cuando unos
hombres que peleaban cerca de él y que creía sus aliados le atraparon
las manos con cuerdas.
Orochimaru aprovechó aquella traición y descendió del animal. Se situó
a la espalda de Gaara y consiguió taponar la calabaza para que ésta no
pudiera seguir ofreciéndole la defensa impenetrable que tenía. Luego, utilizó
un trapo impregnado de alguna sustancia narcótica que lo dejó fuera de
combate.
Sopesó a su inconsciente rival y lo consideró apto para uno de sus
nuevos experimentos. Si tenía éxito, todas las técnicas y todo el chakra
del pelirrojo pasarían a formar parte de su nuevo ser. Con júbilo, alzó el
cuerpo de su enemigo y sus sirvientes estallaron en vítores.
El resto de los defensores no tardó en rendirse ante la abrumadora
superioridad del Maestro de las Serpientes.

Cuando la contienda hubo finalizado, entró en la mansión del


Kazekage y se instaló en ella. Tomó posesión del sillón de la oficina del
dirigente de la aldea y ordenó exhibir El Martillo en la plaza central.
El imperio malvado se había instalado pero un jounin de mediana
edad consiguió huir.
Estuvo corriendo día tras día, hasta que llegó al País del Fuego.
Paró cerca de una posada donde se enteró de que algunos ninjas
provenientes de la matanza del país del Agua habían conseguido regresar
y fue hasta Konoha para hablar con ellos. Tal vez ellos supieran cual fue
la suerte de los Kages.
Entró en la Aldea sabedor de que éso violaba algunas normas, pero
aquello eran circunstancias especiales. De inmediato, fue detenido por los
ninjas que vigilaban la población y fue llevado ante la presencia de los
interrogadores ANBU.

La mañana había amanecido fresca y Naruto se despertó abrazado a


un sonriente Sasuke. Aún tenía el recuerdo en su memoria de la
magnifica noche que había pasado junto a su compañero, motivo por el
cual se encontraban desnudos.
Se levantó para ir a desayunar y volvió la cabeza un segundo. Vio a
el cuerpo de Sasuke dibujándose en la fina sábana que le cubría. Vio los
destellos de luz que se filtraban por su ventana iluminándole la cara y se
sintió tremendamente feliz.
Se acercó hasta la cama, sujetó el mentón de Sasuke y le dio un
beso. Éste se despertó y, reaccionando deprisa, abrazó a su pareja
haciendo que volviera a reposar sobre sus pectorales.
Sus rostros se acercaron, cada uno sintió la respiración del otro y el
muchacho rubio acomodó de nuevo su cabeza en el pecho del Uchiha,
acariciándole el cuerpo con suavidad al tiempo que éste jugaba con su
pelo.
-Tenemos que levantarnos...
-Sí, lo sé, pero creo que hoy me he levantado algo travieso... -dijo
Sasuke con picardía.
-¿Ah, sí? ¿Ah, sí? -replicaba Naruto mientras sus labios comenzaban a
recorrer la musculosa anatomía de su pareja.
La excitación iba en aumento hasta que alguien llamó a su puerta.
-Ooh...
Sasuke dejó escapar un suspiro malhumorado y se recostó aún más
en la cama, cubriéndose la cara con un brazo. El joven zorro se vistió y
fue a atender a quien le requería.
Para su sorpresa, descubrió que se trataba de Shikamaru que había
llegado sano y salvo.
-¿Puedo pasar?
-...Ehm...pues no.
-¿No?
-No, estoy algo liado -se acaloró- pero dime ¿Cuando has llegado?
¿Estás bien y todo éso?
-¡Oh, si! Desperté en una playa con unos amables extranjeros que me
cuidaron y con los que he venido...-tragó saliva- bueno...¡ah, sí! Ha llegado
un jounin de la Aldea Oculta de la Arena que ha sobrevivido a la
invasión de Orochimaru, quería hablar con nosotros porque ha venido
buscando información sobre los Kages y cree que sabemos algo de ellos...
-Pues lo lleva crudo.
-Ya lo sé. En fin, voy a buscar a Sasuke y a decirle que nos
vamos a reunir en el patio de la Academia. Tú también tienes que venir,
¿vale?
-Allí estaré.

El chunin del clan Nara se marchó, Sasuke por fin se levantó y se


vistió. Naruto miró su uniforme con curiosidad.
-¿Qué?
-Sasuke, te he comprado algo y me gustaría que te lo pusieras.

Su compañero observó intrigado como sacaba de su armario unas


prendas que le resultaban familiares. Sonrío y se desnudó ante Naruto
poniéndose su nuevo traje.
Dejó el uniforme ANBU y lo depositó en la cama. Se colocó aquellos
pantalones blancos. Se cubrió con aquella camiseta de cuello alto y
holgado color azul marino que siempre llevaba cuando era pequeño.
-¿Y ésto? -preguntaba gratamente sorprendido.
-Es mi propuesta, Sasuke: no quiero que nos separemos nunca más.
Si llevas este traje siempre estaré junto a ti. Este será tu traje de la
suerte. Así pensarás en mí cada vez que lo uses.
-Naruto... -decía emocionado-...no me hace falta tener un traje de la
suerte. Con tenerte cerca de mi, me basta y me sobra.
Sonriente, rescató su vieja cinta del uniforme de élite que, aunque no
la usaba, la conservaba como un recuerdo y se la volvió a atar en su
frente.
-Ya, pero no vamos a poder estar juntos porque tu perteneces a
ANBU y...
Sasuke le puso un dedo en los labios.
-No.
-¿No qué?
-No más ANBU. No más separaciones entre tú y yo, Naruto.
-Sasuke...
El abrazo duró unos instantes y rápidamente recogieron sus cosas.
Se dirigieron al patio de la Academia donde estudiaban cuando sólo
eran aprendices y se reencontraron con Shikamaru de manera más oficial.
Al parecer, no había noticias de los demás. Apareció Ibiki Morino y
les comentó que había aun hombre de la Arena que había sobrevivido al
asedio de Orochimaru. Todos asintieron pues ya estaban informados y
concluyeron que debían realizar una infiltración en la Aldea Oculta y
procurar sabotear los planes del sannin.
-Bien -dijo Shikamaru-, tengo una idea: Yo he venido con una pareja
de ancianos mercaderes que son extranjeros. Pueden moverse con cierta
libertad por las distintas naciones, así que si los acompañamos, podremos
llegar hasta Orochimaru.
-Parece buena idea, ¿Dónde están ahora? --preguntó Sasuke.
-Pues creo que de camino al País del Río.
-Perfecto, Nos pilla de camino.

Pasaron varios días y los tres ninjas llegaron al País del Río.
Cerca de una poblado de campesino se encontraron con la pareja
que rescató al chunin. Él era un hombre anciano que llevaba ropas
lujosas, posiblemente era algún tipo de noble. Según les comentó
Shikamaru, le apodaban el “rey” en su tierra. Ella, era de avanzada edad
como su esposo y siempre parecía actuar un instante antes de que algo
pasara. Era como si pudiese ver el futuro.
Subieron a su carro de mercancías y no tardaron mucho en acercarse
a la frontera. La mujer susurró algo y Naruto le pidió a su inteligente
amigo que tradujera.
-Dice que pasaremos sin problemas.
-¿Cómo puede saberlo? -inquirió el Uchiha.
Él se encogió de hombros.
-Simplemente lo sabe. No le des más vueltas.

La frontera estaba bloqueada por ninjas del sonido. La caravana se


detuvo y permitió la detalla inspección de sus bienes. El joven zorro se
puso algo nervioso al sentirlos tan cerca, creyendo que en cualquier
momento darían la voz de alarma, pero nada sucedió. Mucho más
tranquilos, continuaron su marcha.
Poco a poco, el desierto se extendió ante los celestes ojos del
chunin. Realmente aquel era un lugar muerto. Sin embargo, una gran
cantidad de carros llenos de suministros se dirigían a la misma dirección:
La villa de los ninjas del Viento. Naruto elucubró sobre el por qué de
tanta afluencia de provisiones en el mismo lugar y concluyó que sólo
podía tratarse del costoso mantenimiento de un ejército enorme.
Las horas pasaron y el mediodía abrasaba a los infelices ninjas,
cuando llegaron a la rocosa garganta en la que se escondía el poblado
ninja. El carruaje entró por las puertas y, con disimulo, los tres shinobi se
apearon. Con gran agilidad, sortearon callejones y comenzaron a reunir
información para su plan.
Era un lugar tremendamente inhóspito con casas de arena apisonada,
situada en medio de la nada.
Los ninjas vagaron por las calles, escucharon un par de
conversaciones e hicieron algunas preguntas disimuladamente. Después de
sus pesquisas, se enteraron de que en la plaza principal El Martillo se
exhibía y que, según pudo averiguar el chunin del clan Nara, Orochimaru
había reunido un gran ejército con bestias de laboratorio con base en el
mismo poblado del País del Viento.
Enfilaron la avenida principal y no tardaron mucho en llegar a la
explanada en la que reposaba el artefacto.
La descripción que se les facilitó tiempo ha era exacta: En el centro
geométrico del lugar, un cilindro de unos tres metros de largo rematado
con una cabeza de león dorada, se mostraba, imponente. En uno de sus
lados, descubrieron una figurilla de alabastro de un metro de altura
aproximadamente. Ésta, con sus rostro endemoniado sostenía entre sus
amenazadoras garras la tablilla que había descifrado el astuto guerrero de
las sombras que acompañaba a la pareja de ninjas.
-Ya era hora de que aparecierais -dijo una voz calmada y sibilina a
sus espaldas.
El trío se volvió al unísono y se encontraron con los afilados y
crueles ojos del Maestro de las serpientes. No venía solo, pues decenas
de abominaciones y ninjas que le habían jurado lealtad, lo secundaban.
Antes de que pudieran reaccionar, saltó hacia Shikamaru liberando por
su boca docenas de serpientes que le derribaron.
Todo se había quedado en silencio. Los esbirros de Orochimaru
permanecieron en un segundo plano admirando la forma de combatir de
su amo. Éste clavó sus mirada en Naruto repentinamente consciente del
poder que albergaba en su interior. Se relamía mientras esbozaba una
sardónica sonrisa.
-Tú. Tú serás mi nuevo cuerpo...¡Oh! Con semejante poder en mi
interior, podré vivir eternamente. Sí, tú no sabes utilizarlo bien...
Detuvo sus divagaciones y de sus labios brotó una espada. En un
movimiento cegadoramente rápido, cayó sobre su víctima.
Se encontró, en cambio, con el filo de la espada de Sasuke.
-¡No le pondrás una mano encima! -dijo.
El chakra fluyó por su cuerpo y pasó a la espada en forma de
descarga brutal. La energía saltó al arma de la sierpe con un arco
voltaico y le quemó la boca. Enfadado y dolorido, sacó de su manga
miríadas de ofidios que se enredaron en él, lo estamparon contra una
pared y lo tiraron contra el suelo.
Naruto vio la escena y, enrabietado comenzó a hacer girar su
chakra en una de las manos. Éste adquirió forma esférica y lo proyectó
sobre el cuerpo de Orochimaru sin que se manifestara ningún efecto.
El hombre lo sujetó del cuello, lo alzó y lo aprisionó contra una
pared. La espada de antes volvió a surgir y se clavó en el cuerpo del
joven zorro atravesándole por encima de la clavícula. El dolor que sintió
fue inenarrable y trató de zafarse de aquella mano que pesaba como una
losa. No pudo.
Vio a Sasuke medio inconsciente y se sintió inútil. Tremendamente
inútil. Cerró los ojos y deseó que algo le ayudara.
En algún lugar indefinible de su mente, una milenaria criatura
mitológica atendió su ruego y le ofreció su poder. De pronto, en su cara
se marcaron una serie de líneas, demasiado similares a los bigotes de un
zorro. Sus uñas crecieron y sus manos se engarfiaron. Por todo su cuerpo
, se extendió una gaseosa película rojiza. Su fuerza se multiplicó por
muchas cifras y se liberó de aquel agarre.
Sumido en el frenesí de la batalla, soltaba zarpazos terribles a diestro
y siniestro pero no alcanzaban su blanco. Aquella serpiente era
inhumanamente flexible y escurridiza. Los ataque se fueron sucediendo y
también los errores. Estaba perdiendo el control de su ser. Era evidente
que el sannin quería que liberara todo su potencial y comenzó a hacerlo.

La energía de su poderoso huésped le invadió. Se cubrió de una


tonalidad sangre coagulada y sus ojos se pusieron en blanco. Adoptó la
típica postura animalesca cuadrúpeda y de sus cuartos traseros emergieron
cuatro fantasmales colas que ondeaban de un lado a otro. Ahora el
chakra ardía a su alrededor como un volcán haciendo erupción.
Sasuke recobró el conocimiento y contempló la escena: frente a él
estaba su anhelado compañero defendiéndose de los envites del sannin
traidor. Cerca suyo Shikamaru recobraba la consciencia merced a los
ancianos que los habían acompañado y con los que ahora se
reencontraban. El hombre le sujetaba la cabeza mientras que la mujer
parecía lívida.
-O David, quantus tremores futurus video! -repetía constantemente.
El Uchiha se dirigió a Shikamaru y le preguntó qué decía. El
muchacho escuchó a la suplicante mujer y tradujo.
-Dice ¡oh, David, cuanta agitación futura veo!
De inmediato, su mente se iluminó con la luz de la comprensión
-¡No, deteneos! -le gritó a los dos combatiente, pero éstos le
ignoraron.
Activó su sharingan y corroboró lo que sospechaba: El Martillo ardía
con el fuego del chakra que desprendía Naruto. El aparato tenía forma de
cohete y, al tener su mecha encendida debería haber salido disparado,
pero Orochimaru decidió anclarlo al suelo, razón por la que no se movió
cuando la energía del portador del Kyuubi lo activó.
Su mente recordó la reunión que habían tenido antes de la aciaga
noche de la Luna Roja en la que Shikamaru relató lo que ponía en la
tablilla.
Miró a El Martillo.
-¡Día de la Ira, día aquél, en el que los siglos se reduzcan a
cenizas.
Miró al a pareja de ancianos.
-Como testigos el Rey David y la Sibila!
-¡Cuanta agitación futura ante el Juez que ha de venir! -susurró.
Corrió hacia Naruto para protegerlo. Éste le miro con los ojos del
Kyuubi mientras se acercaba. En su interior, el joven chunin luchaba por
decirle que se apartara, pues cada vez tenía menos control sobre la
bestia y podría hacerle daño.
No hubo tiempo para más.
Un único proyectil, cargado con todo el poder del universo, levantó
una columna incandescente de humo y llamas tan brillante como diez mil
soles que se elevó en todo su esplendor. Era una arma desconocida, un
rayo de hierro, un gigantesco mensajero de muerte, que redujo a cenizas
a una raza entera. Los ciento veinte millones de toneladas de granito puro
que formaban la garganta que protegía a la Aldea Oculta de la Arena, se
evaporaron con ella.
La villa fue borrada de la faz del mundo y sólo quedaron los restos
de la plaza donde estaban los luchadores.
Sólo el Kyuubi seguía en pie hasta que una forma serpentina se
elevó del polvo. Orochimaru había resurgido.

Los ojos de la joven fiera se desviaron por el un brillo metálico que


captó su atención. Pertenecía a un protector con el símbolo de la hoja.
Unido a éste, estaba el cuerpo de Sasuke, inerte.
El Zorro de Nueve Colas aún no lo dominaba del todo y, dentro de
su mente, sintió como la vida de su amigo, de su amante, se había
extinguido para siempre.
Algo dentro de su ser se revolvió y se fragmentó en mil pedazos.
Y todo por culpa de Orochimaru. Orochimaru...
Acto III: Dies Irae

Cuatro características corresponden al juez: Escuchar cortésmente,


responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.
Sócrates.

El aire polvoriento se metía en sus pulmones. Tosía. Frente a él, la


diabólica sonrisa de Orochimaru le retaba y se burlaba de su dolor. Se
burlaba de la muerte de Sasuke.
El odio inconmensurable que sentía el chico le obligó a ceder el
control total de su cuerpo y su mente al Zorro de Nueve Colas, el cual
aceptó gustoso la invitación.
El cuerpo el chunin se volvió rojo escarlata. Por su cuerpo se
resbalaba la esencia de Kyuubi, señor de las bestias.
De su espalda brotaron otras cuatro colas más. El aire estalló de
poder y el sannin fue empujado hacia atrás.
Antes de que tocara el suelo, el monstruo que tenía delante suya se
lanzó en barrena para perforarle con sus peligrosas zarpas.
Se dobló, se estiró y lo evitó.
De la nada, surgió otra vez para contraatacar concentrando en una de
sus manos una esfera giratoria de chakra. La velocidad del ninja era
sobrehumana y Orochimaru pareció en apuros.
Invocó a las puertas Tori para detener su ataque y, al punto, cuatro
gigantescas estructuras de roja madera y horripilantes tallas brotaron del
suelo y lo rodearon otorgándole una defensa casi insuperable.
Sin embargo, la potencia de los ataques a los que se vieron
sometidas hizo que tres de las mismas se destruyeran.
Los ofidios de la legendaria sierpe hicieron acto de presencia y miles
de ellos volaron hacia Naruto quien se revolvió como un animal salvaje y
las eliminó a todas, despedazándolas.
El sannin, realmente desbordado, recurrió a su as en la manga. Un
as que no le gustaba utilizar.
Realizó los sello necesarios e invocó a Orochi, la gran serpiente para
que le asistiera.
La criatura no era bien recibida por nadie pues era traicionera como
ella sola, pero Orochimaru estaba lo suficientemente loco como para traerla
a la dimensión en la que vivía. Así, una gran polvareda se levantó y de
la misma apareció la sinuosa silueta de Orochi, con sus más de catorce
metros de largo.
Se subió a su lomo y le ordenó atacar. Con tremendas contracciones
el animal intentaba evitar los golpes.
Pero el Kyuubi era demasiado rápido, demasiado fuerte y demasiado
pequeño como para poder alcanzarle. Un brutal golpe se descargó sobre
ella y volvió a su dimensión.
La espada de su boca que siempre mantenía guardada salió como la
lengua de las víboras para atrapar a la pequeña bestia pero no lo
consiguió, pues era demasiado veloz.
Su velocidad, cegadora, cayó sobre él en forma de lluvia de zarpazos
imbuidos de chakra ardiente.
El cuerpo fue destrozado y cayó, aparentemente sin vida, al suelo.
La calma pareció volver de nuevo y el Kyuubi se relajó permitiendo
que la personalidad de Naruto aflorara un poco. Volvió a ver el cuerpo de
Sasuke y por su cabeza se cruzó su imagen sonriente, desvaneciéndose.
Profirió un desgarrador grito de rabia que sacudió los cimientos de la
tierra. Sus ojos ahora eran bolas de fuego llorosas que se sentían
terriblemente desamparadas y perdidas.
Por encima de él, el chakra se acumuló y comenzó a formar una
silueta...
Recordó los días que había pasado junto al ninja, lo seguro que se
sentía a su lado, el apoyo que le prestaba, lo mucho que le quería.
Recordó el tiempo que habían permanecido alejados y le pareció aún
más largo que la eternidad.
Poco a poco sus rasgos fueron suavizándose volviendo a adquirir la
hermosa apariencia que le caracterizaba.
Trató de buscar con la mirada algo o a alguien pero no había nada.
Sólo silencio en un inmenso desierto.
Todos los puntos de referencia habían desaparecido y estaba en mitad
de la nada.
Seguía contemplando el cadáver de Sasuke.
Se sentó cerca del cuerpo abrazándose las rodillas y lloró.
Aquello le desesperaba. No había lugar adonde ir, no había nada que
pudiera cambiar la situación. No había vuelta atrás.
-No puede estar pasando esto, no puede estar pasando esto- se
repetía.

De pronto, un crujido en la arena captó su atención. Volvió la cabeza


y una figura monstruosa se presentó ante él.
Raudo, se colocó en guardia dispuesto a combatir a aquel ser
extraño, pero no estaba seguro de que pudiera sobrevivir.
-Es más -se dijo-, no quiero sobrevivir.

Pero su entrenamiento ninja lo espoleaba a luchar y a resistir.


Tampoco parecía que realmente pudiera hacer mucho ante aquella
figura imposible: Era un mezcla de hombre y león de unos tres metros de
altura. Su piel era azul y su melena roja. De sus patas leontinas, se
desprendía una luz blanco azulada que se proyectaba hacia el cielo.
Idéntica a la que irradiaban su boca, sus ojos y sus antebrazos.
Vestía un taparrabos dorado sólo, ricamente ornamentado con esferas
igualmente de oro. En sus brazos portaba dos espadas y, encima de
éstos, había otros dos brazos más portando otras dos armas.
-¡Vamos, ven! -se envalentonó Naruto en un gesto casi suicida.

El ser lo miró unos instantes, su boca no se abrió pero en la mente


del joven zorro las palabras brotaron.
-Yo soy El Juez, pequeño zorro.
-¿Juez?
-Yo soy el que lo juzga todo con severidad.

La conversación quedó interrumpida por el ruido de arena


removiéndose. Como en la vez anterior, la figura de Orochimaru volvió a
alzarse. Algo más magullada que antes pero con la misma sonrisa
enloquecida.
El sannin vio a aquel ser y notó su potencial. Percibió que tenia
mucho más chakra que el Kyuubi...
-Mejor así -pensó- me haré con su cuerpo y derrotaré a Nueve
Colas. -Antes había deseado el poder del Zorro pero ahora sólo quería
acabar con él por la ignominiosa derrota que le infligió.
Se lanzó al combate contra El Juez para realizar una técnica que le
permitiera apoderarse de su cuerpo.
Pero antes de que estuviera lo suficientemente cerca para realizar
dicha técnica, El Juez blandió dos de sus espadas. Una describió una
trayectoria diagonal ascendente y la otra, mientras se cruzaba con su par,
una descendente.
La armas se clavaron en el cuerpo del sannin que las resistió.
Sonreía sardónicamente al ente mientras los filos permanecían
incrustados tratando de seccionar la carne. Su sonrisa comenzó a
esfumarse cuando notó que éstos continuaban su avance.
Una pequeña fracción de segundo después, las armas completaban su
trabajo cortando el cuerpo del sannin. Éste cayó, muerto.
-Da igual lo que hagas -le advirtió Naruto- Se volverá a levantar.
-Esta vez no -contestó el híbrido de león y humano-. La criatura ya
ha resurgido y ha respondido ante su Juez.

En efecto, el ahora cadáver de Orochimaru no parecía que fuera a


levantarse. Al menos, ninguno de sus trozos.

Naruto trató de apreciar con más detalle las armas que usaba.
Una de las que mató a Orochimaru estaba tallada en obsidiana y su
hoja era serrada, tenía una inscripción que no supo traducir.
La otra, en cambio, era más bien una cuchilla grande. De hoja recta,
ancha y punta oblicua. También tenía algo grabado.
-¿Qué significa? -preguntó él, señalándolas.
Alzó la cuchilla
-Destino.
Alzó la negra.
-Mal.
Luego, otro de sus brazos mostró una espada fina y elegante con
una empuñadura de marfil tallado con extrañas filigranas.
-Bien.
La última de sus extremidades blandió un arma extraña. Era un mazo
pequeño, similar al que usaban los carpinteros que trabajaban en la villa
de Naruto, pero la cabeza no era cilíndrica sino que tenía forma de
prisma estrellado.
-Suerte.
Naruto asintió, comprendiendo.
-Y bien, ¿Qué has venido a juzgar?

Pero la criatura le ignoró. El silencio volvió a espesarse entre ellos y


los ojos luminosos del Juez perforaron a Naruto.
El joven casi podía sentir como entraba en su mente y le leía el
corazón.
-¿Es a él a quien has perdido? -preguntó señalando con la cabeza el
cuerpo de Sasuke.
Su corazón se dolió de la punzada que le atacó pero logró reprimirlo
lo suficiente para asentir.
-Le amas.
-Con todo mi corazón- dijo con voz queda.
-Te propongo un trato. Si sobrevives al Juicio del Sacrificio, tal vez
pueda hacer que tu amigo vuelva.
La esperanza brilló débilmente en sus ojos de cielo.
-¿En qué consiste?
-Utilizaré mis espadas para quitarte la vida...
-¿Qué? ¿Y qué gano con éso?
-Escúchame antes de hablar. Ya has visto que mis armas no son
corrientes...-señaló el cadáver de Orochimaru- con ellas puedo arrebatar y
dar la vida, pero...
-¿Pero...?
-...pero no es tan fácil como parece. Utilizaré el arma de la Suerte y
del Bien. Por lo que podrás acceder al mundo de los espíritus y encontrar
a tu amado. Debido a que utilizo la Suerte, existen cuatro desenlaces
distintos: el primero es que tú mueras y Sasuke vuelva a la vida, el
segundo es que ambos muráis, el tercero es que no pase nada, es decir,
tú vivirás pero tu compañero, no y el cuarto, ambos vivís.
El chico se lo pensó un momento en un esfuerzo por sopesar los
pros y los contras. Al cabo de unos minutos emitió su respuesta.
-Estoy preparado para lo que quieras.

El Juez se alzó en toda su estatura y trazó complejos movimientos


con la nacarada espada. Como si de mantequilla se tratase, atravesó de
lado a lado el cuerpo del Kyuubi al tiempo que el mazo le golpeaba el
pecho.
Con un gemido ahogado, el chunin se desplomó.
Sintió un dolor enorme, luego sueño y luego, notó como un terremoto.

Se despertó sobresaltado en su cama, miró la hora. Llegaba tarde a


clase. Se vistió como pudo y salió por la puerta.
Las calles estaban hoy llenas de peatones con carruajes.
Cruzó la pequeña calle que desembocaba en la avenida principal de
Konoha y voló hacia la Academia.
-¡Ay, otra vez tarde! ¡Iruka-sensei me va a matar!

Cinco minutos después entraba en clase jadeando.


-Lo lamento, me he quedado dormido y...eh...

Se quedó mudo de pronto al ver que en la clase sólo estaban


Sakura, Shino e Ino. Las féminas hablaban como cotorras mientras que el
misterioso Aburame permanecía en un rincón apartado guardando silencio.
No parecieron notar su presencia.
-...Ehm...¿dónde se han ido todos? -dijo el joven zorro.

La pregunta sonó clara y sin vacilación pero no obtuvo respuesta


alguna. Naruto se sintió enfadado por aquel desplante y se acercó a
Sakura para llamarle la atención. Cuando estuvo a unos centímetros se dio
cuenta de algo. La voz de las chicas era incomprensible y sonaba muy
lejana. El susto que le produjo este hecho le hizo dar un paso hacia
atrás. Girando sobre sus talones corrió hacia ninguna parte. No sabía lo
que pasaba y se encontraba confuso, creyó que Iruka le ayudaría.
De repente se vio en medio de una calle que no reconocía para
nada.
Entre la multitud, un encapuchado permanecía inmóvil, observándole.
A Naruto le dio un vuelco el corazón cuando comprobó que no era
una persona. En efecto, la túnica que vestía a podría haber llevado
cualquiera, pero no ese par de alas blancas que lucía a sus espaldas.
Los aldeanos pasaban junto a él pero no parecían notar su presencia,
aun así, no chocaban contra la extraña figura.
El joven zorro sintió un impulso por acercarse y echó a andar. No
hubo recorrido más de tres metros cuando advirtió que se había hecho un
silencio sepulcral. Entornó los ojos para averiguar qué había sido de los
pájaros y por qué su canto había cesado de repente.
Volvió a bajar la mirada al no encontrar nada y ya no estaba en la
calle. El escenario había cambiado a las profundidades de una masa de
agua. Luchó por salir a flote consciente de que moriría si se quedaba allí,
pero algo lo mantenía anclado al fondo. Se agitó desesperado al
comprobar que los segundos se iban agotando y con ellos, su oxígeno.
-Tengo que...salir...

Cada vez se sentía más y más ahogado. Se estaba mareando y


parecía que de un momento a otro iba a perder la consciencia.
-Tengo...qu...
Finalmente se rindió. Dejó que el aire que contenía su boca se
escapara y dejó que la Muerte viniera a reclamarlo. Pero nada pasó.
Volvió a abrir los ojos y pestañeó incrédulo al cerciorase que no se
ahogaba. De hecho, se dio cuenta de que no respiraba.
Su asombro fue en aumento cuando, de algún lugar oscuro, unos
cuantos pares de luces malvadamente enrojecidas se encendían para
vigilarle a no mucha distancia de él.
Todo su ser se estremeció. Sentía un miedo inexplicable ante lo que
parecían ser ojos maníacos. Procurando superar su terror, nadó hacia ellos.
El peso que notó antes parecía haber desparecido y ahora se movía con
relativa libertad por el agua.
Las miradas seguían en su lugar, parecían esperarle. Pero, de súbito,
su carrera se vio interrumpida por la aparición del sujeto que se había
encontrado en la calle instantes antes.

Sucedió algo extrañísimo: ahora estaba en una cueva pero, al fondo


de ésta, podía seguir viendo aquellos ojos.
Recorrió con la vista toda la cavidad en un vano intento de saber
qué estaba pasando.
Había decenas de hombres que parecían tallar una escultura, no más
alta que un hombre, en alabastro. Era una forma feísima que sostenía una
tablilla entre sus garras. Un hombre con túnica se sentaba en cuclillas
frente a ésta mientras grababa un texto copiado de un libro abierto que
tenía en su regazo. Al sentir la mirada de Naruto, cesó su trabajo. Dejó
el martillo y el cincel en el suelo y se volvió hacia él.
Era un hombre de mediana edad, con una barba descuidada y un
ondulado pelo largo que apenas quedaba oculto por la capucha subida de
su túnica.
-Naruto Uzumaki -le dijo tendiendo una mano al chunin.
-¿Cómo sabes mi nombre?
-¡Buena pregunta! Él me ha hablado de ti.
-¿Él?
El hombre arqueó sus finas cejas negras.
-Ya sabes, él.
El chico forzó a su mente a trabajar para encontrar el nombre de la
persona a la que se refería.
-Sas...Sa...Se...-dejó caer los hombros, abatido- no lo recuerdo...
-Es importante que lo recuerdes, Naruto, para ti, para él y para mí.
-¿Por qué es importante para ti?
-Porque soy el guardián de vuestro amor -sonrió levemente- Me llamo
Demetrius Excelsius Magister, en tu idioma Demetrio El Excelso Maestro.
Aunque la gente me suele llamar Dem para abreviar.
-No entiendo nada. Desde que me he despertado esta mañana todo
es incomprensible...
-Tranquilo. Yo te guiaré por el camino correcto. Al parecer, desde que
has “despertado” has olvidado algunas cosas. Así que vamos a tener que
hacerte recordar todo, Mira hacia allí.
El joven siguió la dirección de uno de los dedos de Dem que
apuntaba hacia los ojos que se encontró en las profundidades y que le
habían estado observando durante todo este tiempo.
-Son tus demonios, Naruto.
-¿Mis...?
Sus ojos se enfocaron en un par de triángulos carmesí y su alma
fue azotada por un inmenso sentimiento de soledad.
-Esos ojos...

Brotaron las lágrimas que resbalaron por sus mejillas. A su mente


acudieron raudos los recuerdos de cuando no era más que un crío y sus
conciudadanos lo rechazaban, apartaban e ignoraban utilizando esa misma
mirada que ahora tenía ante él. Se sintió hundido y desesperado.
Pero, de pronto, la imagen de un muchacho se cruzó con esos
recuerdos. Era un niño de pelo moreno peinado con graciosos mechones
que caían sobre su frente. Su rostro serio daba indicios de una fortaleza
interior asombrosa. Sus ojos, en cambio, albergaban una inocencia tan
profunda como la oscura noche de la que estaban pintados.
-¿Quién es? -pensó. Pero de pronto pareció rectificar- Él, es él.

Sus pensamientos volvieron de nuevo al lugar donde se encontraba


pero ya no estaba allí. Ahora paseaba cerca del pequeño lago que
albergaba la Aldea Oculta de la Hoja.
El chico que se danzó por su cabeza momentos antes contemplaba la
superficie del agua abrazándose las rodillas. El portador del Kyuubi estaba
nervioso, no sabía cómo actuar pero sus cuerpo se movió hasta él. Se
sentó a su lado y, cogiendo aire, entabló conversación.
-Hola, ¿Cómo te llamas?
El pequeño pareció salir de un trance y le miró a los ojos.
-Me llamo Sasuke -replicó con una voz tímida.
-Yo soy Naruto -le sonrió- ¿Estás sólo?
-Sí...
-¿Por qué?
-No lo sé -su semblante se tornó triste- No sé qué hago aquí ni de
dónde he venido.
-¿Tienes miedo?
Por un momento, al joven zorro le pareció haber hecho la pregunta
más estúpida del mundo, no sólo porque resaltaba lo evidente, sino que a
buen seguro haría sentir incómodo al chiquillo.
-Sí.
La inesperada respuesta le dejó un momento fuera de juego pero
enseguida se repuso y se sintió mucho más calmado.
-¿Puedo ser tu amigo?
Sasuke se volvió hacia él y le abrazó. Apoyó la cabeza en su pecho
y sonrió.
Una voz de alguien mucho más mayor resonó bajo la mata de pelo
dorado.
-Naruto...gracias por salvarme.
Los ojos del ninja se cerraron con fuerza al escuchar la voz y besó
con delicadeza la frente de su protegido.

Naruto abrió los ojos y se encontró en medio de un desierto. Parecía


que no había rastro de civilización alguna en kilómetros a la redonda. Era
noche cerrada y el frío se hacía insoportable.
Miró a su alrededor tiritando de frío.
-Arena, arena, más arena -decía-...un monstruo...¡Un monstruo!
Se levantó del suelo de un salto y se llevó las manos a uno de los
bolsillos de su pantalón para desenfundar su arma. Examinó con lago de
detenimiento a la criatura que estaba ante él: una extraña mezcla de león
y humano, con piel azulada que irradiaba por varias partes de su cuerpo
una luz blanca.
Los recuerdos se atropellaron en su mente. Sus pensamientos, en
cambio, volaron hacia Sasuke. Desvió la mirada hacia el lugar en el que
recordaba que había quedado semi-enterrado su amado compañero.
Allí estaba el protector de su frente emergiendo de la arena...una
arena que se removía.
Corrió hasta él y comenzó a escarbar alrededor de donde él calculaba
que estaba el cuerpo del Uchiha hasta que le sangraron los dedos.
El ANBU tosía al tragar la tierra en la que estaba inmerso. Tenía
poco tiempo para rescatarle.
Sus manos se hundieron en la zanja que había practicado en el
suelo buscando su cuerpo. Lo encontró y tiró de él con todas sus
fuerzas.
Sasuke salió de su prisión y pudo al fin respirar aire limpio de
nuevo.
-¿Qué...qué ha pasado? -le preguntaba.
-Shh! No hables o tragarás más arena.
El joven se volvió a tender sobre el suelo tosiendo como un loco
mientras los gránulos arenosos salían expulsados por su boca.
Naruto buscó con la mirada la figura de El Juez. Allí seguía erguido
en toda su estatura.
-Gracias, gracias de verdad. -le dijo lagrimeando.
-Tu Sacrificio le ha salvado, hijo. No yo.
Epílogo

Los días pasaron y los jóvenes regresaron a la aldea. Descubrieron


poco después que Tsunade y gran parte de sus amigos habían regresado
de vuelta a la Aldea. La tragedia acontecida durante el Festival de la
Luna Roja en el País del Agua dejó, éso sí, al mundo ninja sin
dirigentes.
Fueron meses de incertidumbre hasta que algunos comenzaron a
hacerse oír. Eran personas que hablaban del poder del pueblo y demás
cosas.
Pero aquello a Naruto no le interesaba. Lo único que le importaba
era poder seguir estando como estaba ahora, en su cama, dejando que
Sasuke le abrazara.
Hacía poco que había llegado la primavera. En algunas partes de los
árboles el rocío se caía y, en otras, las alondras y demás pájaros
matutinos entonaban su canto.
La mañana de se vestía de añil y el perfume de un té de jazmín
que estaba preparándose al fuego llegó hasta él.
-Creo que ya está -dijo el joven zorro.

Su compañero deshizo el abrazo y permitió que fuera a por el frugal


desayuno. Regresó con dos humeantes tazas en sus manos.
El Uchiha se recreó con las formas que el cuerpo desnudo de su
amante dibujaban. Cogió su taza y la dejó a un lado volviendo a abrazar
al chunin rubio.
-Eres tan bueno conmigo...-dijo medio en broma.
El otro rió.
-Soy bueno porque eres lo único que tengo...y lo único que quiero,
Sasuke.
-Te quiero, aunque seas tan débil.
-¿A quién llamas débil, eh? ¿A quién? -le decía mientras le hacía
cosquillas.
Sasuke interrumpió su alegre carcajada para coger un poco de aire.
-Pues a ti. Y, cuando quieras, te lo demuestro.
Los ojos azules del portador del Kyuubi ardieron de vigor dispuestos a
cualquier cosa.
-¿Vamos?
-Vamos.

Fin

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