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EL DERECHO

EDJ 2003/37776
Audiencia Provincial de La Rioja, S 30-4-2003, nº 161/2003, rec. 489/2002. Pte: Rodríguez Fernández, Luis Miguel

RESUMEN

Confirma la AP la sentencia de primera instancia que había estimado parcialmente la demanda de división y adjudicación de herencia.
La Sala determina que no puede considerarse existente la excepción de cosa juzgada pues el procedimiento anterior era de jurisdicción
voluntaria, por lo que no tiene efecto de cosa juzgada material; no hay incongruencia de la resolución recurrida, pues aunque lo concedido
-delimitación de los bienes que forman parte del inventario- no se ha ajustado plenamente a lo pedido -convocatoria de herederos para la
formación de inventario-, los términos del suplico y de fallo responden a una unidad conceptual y lógica y no se ha alterado sustancialmente
la pretensión procesal, y además las partes se habían avenido a incluir la determinación de los bienes que constituían el inventario, el avalúo
y la adjudicación a herederos de bienes concretos; tampoco se ha acreditado la falta de prueba alegada sobre los bienes que constituían el
haber hereditario y los presupuestos de su valoración y adjudicación.

NORMATIVA ESTUDIADA
Ley 1/2000 de 7 enero 2000. Ley de Enjuiciamiento Civil LEC
art.218.1
RD de 3 febrero 1881. Año 1881. Ley de Enjuiciamiento Civil
art.961 art.1002 art.1047 art.1084 art.1087 art.1088 art.1089

CLASIFICACIÓN POR CONCEPTOS JURÍDICOS


COSA JUZGADA
EFECTOS: PREJUDICIAL Y PRECLUSIVO
PROCEDIMIENTOS SUMARIOS Y ESPECIALES
Actos de jurisdicción voluntaria
INCONGRUENCIA
ADECUACIÓN DEL FALLO
A las pretensiones de las partes
Expresadas en el petitum de la demanda
Términos de la comparación
Acomodación sustancial a las pretensiones

FICHA TÉCNICA
Procedimiento: Apelación, Testamentaría, división de herencia
Legislación
Aplica art.218.1 de Ley 1/2000 de 7 enero 2000. Ley de Enjuiciamiento Civil LEC
Aplica art.961, art.1002, art.1047, art.1084, art.1087, art.1088, art.1089 de RD de 3 febrero 1881. Año 1881. Ley de Enjuiciamiento
Civil
Cita art.208.4, art.222, art.394.1, art.398.1 de Ley 1/2000 de 7 enero 2000. Ley de Enjuiciamiento Civil LEC
Cita art.248.4 de LO 6/1985 de 1 julio 1985. Poder Judicial
Cita art.24 de CE de 27 diciembre 1978. Constitución Española
Cita art.1251, art.1252 de RD de 24 julio 1889. Código Civil
Cita RD de 3 febrero 1881. Año 1881. Ley de Enjuiciamiento Civil
Jurisprudencia
Cita STS Sala 1ª de 19 diciembre 2001 (J2001/49239)
Cita STS Sala 1ª de 20 septiembre 2000 (J2000/29709)
Cita SAP La Rioja de 15 marzo 2000 (J2000/10543)
Cita STS Sala 1ª de 3 abril 2000 (J2000/5451)
Cita STS Sala 1ª de 29 octubre 1999 (J1999/33527)
Cita STS Sala 1ª de 8 octubre 1999 (J1999/28224)
Cita STS Sala 1ª de 28 abril 1999 (J1999/13351)
Cita STS Sala 1ª de 4 mayo 1999 (J1999/8825)

© El Derecho Editores, S.A. 1 Miguel A. Moreno Ramos - Miguel A. Moreno Ramos


Cita AAP Valladolid de 23 diciembre 1998 (J1998/33086)
Cita STS Sala 1ª de 15 julio 1998 (J1998/11950)
Cita STS Sala 1ª de 11 febrero 1998 (J1998/940)
Cita STS Sala 1ª de 9 junio 1997 (J1997/21561)
Cita STS Sala 1ª de 5 noviembre 1997 (J1997/8198)
Cita STS Sala 1ª de 28 octubre 1997 (J1997/7497)
Cita STS Sala 1ª de 31 octubre 1996 (J1996/7765)
Cita STS Sala 1ª de 25 mayo 1995 (J1995/2710)
Cita STS Sala 1ª de 5 julio 1994 (J1994/11850)
Cita STS Sala 1ª de 4 noviembre 1994 (J1994/8689)
Cita STS Sala 1ª de 14 julio 1994 (J1994/5997)
Cita STS Sala 1ª de 21 mayo 1992 (J1992/5083)
Cita STS Sala 1ª de 21 abril 1992 (J1992/3877)
Cita STS Sala 1ª de 16 marzo 1992 (J1992/2518)
Cita STS Sala 1ª de 28 febrero 1991 (J1991/2199)
Cita STS Sala 1ª de 30 noviembre 1990 (J1990/10946)
Cita STS Sala 1ª de 12 julio 1990 (J1990/7534)
Cita STS Sala 1ª de 26 febrero 1990 (J1990/2066)
Cita STS Sala 1ª de 19 julio 1989 (J1989/7483)
Cita STS Sala 1ª de 9 mayo 1988 (J1988/3857)
Cita STS Sala 1ª de 25 junio 1987 (J1987/5073)
Cita STC Sala 2ª de 6 marzo 1987 (J1987/29)
Cita STS Sala 1ª de 24 octubre 1986 (J1986/6679)
Cita STS Sala 1ª de 7 julio 1986 (J1986/4743)
Cita STS Sala 1ª de 20 mayo 1986 (J1986/3325)
Cita STS Sala 1ª de 10 abril 1984 (J1984/7171)
Cita STS Sala 1ª de 6 marzo 1984 (J1984/7083)
Cita STS Sala 1ª de 31 marzo 1981 (J1981/1460)

ANTECEDENTES DE HECHO

PRIMERO.- Que, con fecha 17 de julio de 2002, se dictó sentencia en cuyo fallo se recogía:

“Que estimando como estimo parcialmente la demanda interpuesta por Dª Irene Del Pozo Campus, procuradora de los Tribunales y de D. Diego
y D. José Ignacio, contra Dª Edurne, debo acordar y acuerdo:

Primero.- Que, en la formación de inventario y avalúo de bienes de la herencia de Dª Rosa, procede aprobar el Cuaderno Particional realizado el
29 de noviembre de 2000, por el Sr. Oscar, con la excepción de excluir como colacionable la suma de 1.837.500 pesetas (11.043,60 euros) contenida
en el apartado 13º de dicho Cuaderno, de manera que, en la adjudicación de los bienes, habrá de procederse sobre la base señalada en esta resolución.

Segundo.- En este procedimiento no hay méritos para hacer expresa condena en costas a las partes”.

SEGUNDO.- Notificada la anterior sentencia a las partes, por la representación de la parte demandada, se presentó escrito solicitando se tuviese
por preparado en tiempo y forma la apelación, que fue admitida, con traslado por 20 días a la parte recurrente para que interpusiese ante el Juzgado el
recurso de apelación. Interpuesto éste, se dio traslado a las demás partes para que en 10 días presentasen escrito de oposición al recurso o, en su caso,
de impugnación de la resolución apelada, en lo que le resultase desfavorable.

TERCERO.- Seguido el recurso por todos sus trámites, se señaló para la celebración de la votación y fallo el día 16 de abril de 2003.

CUARTO.- En la tramitación del presente rollo se han observado las prescripciones legales.

FUNDAMENTOS DE DERECHO

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PRIMERO.- Con carácter previo al análisis del recurso de apelación y de la impugnación de la sentencia planteados es necesario delimitar las
posiciones mantenidas por las partes en el procedimiento. Al respecto, se ha de precisar que Dª Rosa falleció en Logroño el día 4 de febrero de 1998.

La fallecida había otorgado testamento abierto, con fecha 28 de marzo de 1994, en el que instituyó como heredero a su nieto D. Diego, legaba a su
esposo el usufructo universal y vitalicio de su herencia o bien la plena propiedad del tercio de libre disposición, además de su cuota legal usufructuaria,
y legaba a su única hija Dª Edurne la legítima estricta. Con fecha 16 de octubre de 2000 se presentó juicio voluntario de testamentaría, procedimiento
que fue seguido en el Juzgado de Primera Instancia número 5 de Logroño, sin que en ningún momento se llegara a acuerdo alguno entre los herederos,
ni siquiera en cuanto a la formación del inventario de los bienes dejados a su muerte por la causante. Sí se elaboró, pese a todo, un cuaderno particional
por quien resultó elegido por insaculación como contador partidor dirimente, D. Oscar.

Finalmente, por el referido Juzgado se dictó providencia, de fecha 19 de marzo de 2001, en la que “se acuerda remitir a las partes al juicio ordinario
que por razón de la cuantía corresponda para la división y adjudicación a cada heredero, de la cuota que corresponda”.

Esta resolución no fue objeto de recurso alguno y, en la demanda que ha dado origen a las actuaciones por parte de D. José Ignacio, esposo de
la fallecida, y de D. Diego, su nieto, se ejercita acción “para la formación de inventario, avalúo y confección de cuadernos particionales, respecto
al patrimonio hereditario”, según se expresa en el encabezamiento de la demanda, solicitando que, previos los trámites oportunos, se dicte sentencia
“mandando citar personalmente a todos los interesados en la herencia para la formación de inventario judicial, y seguir el procedimiento por todos sus
trámites hasta llegar a la división y adjudicación a cada uno de los herederos de la cuota que a cada uno corresponda en la herencia”.

En el hecho cuarto de la demanda se señalan cuales son, a juicio de la parte actora, los principales bienes hereditarios, con referencia al informe
elaborado por D. José Francisco en cuanto se reflejan en el cuaderno particional elaborado por D. Oscar, que se aporta junto con la demanda. Conviene
precisar que en el caso que nos ocupa, las actuaciones se iniciaron conforme a la vieja Ley de Enjuiciamiento Civil, en el seno de un procedimiento
que, a diferencia del vigente de división de herencia, era de jurisdicción voluntaria, al menos en su origen (Sentencias del Tribunal Supremo de 14 de
julio de 1994 y 31 de octubre de 1996), y cuya finalidad primordial era, mediante acuerdo, la liquidación de un haber hereditario.

En su consecuencia, la imposibilidad de concluir el proceso sin contradicción conduce inexorablemente -antes o después- a seguir los trámites
de un procedimiento declarativo contradictorio (sea por los incidentes, suspendiendo el inventario, sea acudiendo al final de todo el proceso al juicio
declarativo ex artículo 1088 LEC de 1881). Por lo tanto, como dice la Sentencia del Tribunal Supremo de 14 de julio de 1994 “... desde el momento de
iniciado (el juicio voluntario de testamentaria) existen discrepancias entre las partes respecto de los bienes que integran la masa hereditaria, es notorio
que el juicio declarativo tiene eficacia procesal suficiente para obtener cuantas declaraciones de derecho se pretenden de la jurisdicción ordinaria”, por
lo que - como señala el Auto de la Audiencia Provincial de Valladolid, sección 1ª de 23 de diciembre de 1998- “Cuando la discrepancia se presenta
desde el inicio, resulta innecesario agotar todos los trámites establecidos por los artículos 1054 a 1088 de la LEC. de 1881 y pueden y deben acudir de
inmediato al juicio ordinario, por carecer de eficacia y operatividad los trámites antedichos ...”.

El Tribunal Supremo reconocía en diversas Sentencias, entre las que cabe citar las de 21 de mayo de 1992 y 22 de abril de 1997, la legitimidad
de promover el oportuno incidente al objeto de determinar los bienes del caudal hereditario. Resulta también conveniente traer a colación la Sentencia
de fecha 5 de julio de 1994, en la que se expresa lo siguiente:

“A) El juicio de abintestato, como el de testamentaria, son efectivamente calificados por la inmensa mayoría de la doctrina como procedimientos de
jurisdicción voluntaria, puesto que en principio no necesariamente ha de entenderse que exista empeñada cuestión o contienda entre partes conocidas
y determinadas. Por ello, entre otras circunstancias, la iniciativa corresponde a los instantes, que en cualquier momento pueden apartarse del procedi-
miento, darlo por finalizado, pedir su archivo por cualquier causa, incluso por haber llegado a solución extrajudicial. Basta ver lo dispuesto en los art.
961, 1002, 1047, 1084, 1087 y 1089 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.

B) En cualquier momento también pueden surgir posiciones contrapuestas, posturas dialécticas o de fondo diversas, y, por ello, la Ley reconoce la
existencia de posibles grupos de intereses, para cada uno de los cuales permite la designación de un contador (art. 1070) o peritos (art. 1071) cuando
no se ponen de acuerdo en que sea uno solo el designado.

C) Los criterios diversos de los distintos grupos exigen la designación de un contador dirimente que resolver los puntos en que hubiere discrepancias
(art. 1082) y que pueden versar sobre el monto de bienes que forman el caudal partible (como sucedió en el caso de autos). Que esto es así se desprende
del propio tenor del art. 1077 de la Ley, según el cual las operaciones divisorias deberán presentarse por los contadores (plural de contadores, plural
de operaciones), extendidas en papel común y suscritas por ellos. Caben, pues, tantos proyectos de partición como contadores, y cada uno de ellos
suscribe su respectiva partición.

D) Las divergencias pueden suscitarse y resolverse sin necesidad de plantear cuestiones procesales incidentales relativas a la inclusión o exclusión
de bienes, puesto que según el art. 1077 las particiones contendrán.

1.- Relación de bienes que en concepto de cada uno formen el caudal partible.

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2.- El avalúo de todos los comprendidos en esa relación.

En consecuencia, las relaciones de bienes pueden ser discrepantes y quedar como punto a decidir posteriormente por el dirimente, o pueden dar
lugar a juicios declarativos cuando los titulares dominicales de los bienes los insten sin esperar a la decisión del dirimente, que efectivamente ser
siempre susceptible de impugnación (arts. 1088 y concordantes)”.

SEGUNDO.- Con estos antecedentes, en el recurso de apelación presentado por Dª Edurne se reiteran cuantos argumentos fueron vertidos por la
demandada en el escrito de contestación a la demanda y en el acto de la audiencia previa celebrada el 5 de abril de 2002, articulando su recurso en
torno a seis motivos, que pueden ser resumidos en tres, puesto que la recurrente incide en varios de los expresados en un mismo motivo. Por razones
de sistemática procesal es conveniente analizar en primer lugar la pretendida existencia de cosa juzgada.

La excepción recibió un tratamiento conjunto con la de inadecuación del procedimiento (en ambos casos se basaba en la existencia previa de un
juicio voluntario de testamentaría) y el Tribunal resolvió en la audiencia previa celebrada el día 5 de abril. Se desestimó la excepción con base en
la literalidad de la resolución que puso fin al procedimiento y que remitió a las partes al juicio declarativo correspondiente y al propio contenido del
suplico de la demanda interpuesta que, según el juzgador, permitía incluir en su tenor -interpretado con el resto de la demanda- todas las operaciones
particionales requeridas.

Para resolver sobre la excepción ahora reiterada debemos partir de que la institución de la cosa juzgada consiste en la fuerza que el ordenamiento
jurídico concede a una Sentencia que se ha pronunciado en un proceso sobre el fondo del asunto planteado por las partes y, partiendo de la firmeza de
la Sentencia dictada, obliga a no fallar de nuevo sobre lo ya decidido, pues implica la exclusión de toda decisión jurisdiccional futura entre las mismas
partes, y sobre el mismo objeto, es decir, sobre la misma pretensión.

Esta es la llamada función negativa de la cosa juzgada, precluyendo todo posible juicio ulterior sobre el mismo objeto y haciendo imposible decidir
de manera distinta a como lo hizo el Fallo precedente (Sentencia Tribunal Supremo de fecha 16 de marzo de 1992). Se ha de tener en cuenta que la
cosa juzgada la produce solo la parte dispositiva de las resoluciones judiciales (Sentencias del Tribunal Supremo de 10 de abril de 1984 y 12 de julio
de 1990), si bien, como señala la Sentencia del Tribunal Supremo de fecha 28 de febrero de 1991, se extiende incluso a cuestiones no juzgadas, en
cuanto no deducidas expresamente en el proceso, pero que resultan cubiertas igualmente por la cosa juzgada, impidiendo su reproducción en un ulterior
proceso, precisando que las cuestiones deducibles y no deducidas quedan implícitamente resueltas, si hay entre ellas y el objetivo principal del pleito
un profundo enlace, y están protegidas por la cosa juzgada, tanto si han sido expresamente resueltas, como si no habiendo sido objeto de resolución
pueden estimarse implícitamente resueltas, por hallarse comprendidas en el tema decidendi.

Para que la presunción de cosa juzgada material establecida en el ahora derogado artículo 1251 del Código civil, pudiera desplegar sus efectos, se
exigía como requisitos imprescindibles a tenor del artículo también derogado, 1252 del mismo Cuerpo Legal y la jurisprudencia tenía declarado que,
entre los dos procesos se dé una perfecta identidad entre las cosas, las causas, las personas de los litigantes y la calidad con que lo fueron (Sentencias del
T.S. de 24 de octubre de 1986, 25 de junio de 1987, 9 de mayo de 1988, 26 de febrero de 1990, etc.) y, como dice la sentencia del alto Tribunal de 25 de
mayo de 1995, la concurrencia de las identidades de referencia ha de apreciarse estableciendo un juicio comparativo entre la sentencia precedente y las
pretensiones del posterior proceso, pues de la parcial entre los dos litigios, es de donde ha de inferirse la relación jurídica controvertida, interpretada, si
es preciso, con los hechos y fundamentos que sirvieron de base a la petición y requiriéndose para apreciar la situación de cosa juzgada una semejanza real
que produzca contradicción evidente entre lo que se resolvió y lo que de nuevo se pretende, de tal manera que no puedan existir en armonía los dos fallos.

Doctrina que se mantiene vigente a tenor del contenido del artículo 222 de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 7 de enero de 2000. En este sentido
y respecto a esta excepción en relación con los expedientes de jurisdicción voluntaria, de acuerdo con los artículos 1.817 y 1.818 LEC de 1881 y la
jurisprudencia emanada por el Tribunal Supremo, las resoluciones dictadas en este tipo de expedientes, no producen efectos de cosa juzgada materia
sino formal -STS de 29 de abril de 1946-.

Así pues, la propia naturaleza del procedimiento hace imposible la existencia de cosa juzgada, y resultando además que en el procedimiento
particional no existió acuerdo alguno, es evidente que tal cosa juzgada no podría existir. A mayor abundamiento, tampoco existió ninguna resolución
judicial sobre los puntos controvertidos y el Juez se limitó, como no podía ser de otro modo, a remitir a las partes al juicio declarativo correspondiente,
y si bien resultaría cuestionable la decisión de iniciarse un procedimiento nuevo y posterior y en distinto juzgado, esta posibilidad no ha sido sometida
a la decisión de la Sala.

En particular, se ha de citar la STS de 28 de abril de 1999, que en este caso concreto dice que:

“El Auto antes citado era de “sobreseimiento provisional”, que mal puede entenderse que produzca cualquier efecto de cosa juzgada”.

Ello conlleva la desestimación de recurso en este concreto punto.

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TERCERO.- El primero de los motivos expuestos por el recurrente es la supuesta incongruencia de la sentencia dictada, que en el primero de los
motivos se presenta como un “cambio y modificación de la demanda”, y se articula en torno al hecho de que la sentencia acuerda, más allá de las
peticiones de la demandante según la recurrente:

“Que en la formación de inventario y avalúo de bienes de la herencia de Dª Rosa, procede aprobar el Cuaderno Particional realizado el 29 de
noviembre de 2000, por el Sr. Oscar, con la excepción de excluir como colacionable la suma de 1.837.500 pesetas contenida en el apartado 13 de dicho
Cuaderno, de manera que, en la adjudicación de los bienes, habrá de procederse sobre la base señalada en esta resolución”.

Debe recordarse en este punto el contenido del artículo 359 de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, que establecía que:

“Las sentencias deben de ser claras, precisas y congruentes con las demandas y con las demás pretensiones deducidas oportunamente en el pleito,
haciendo las declaraciones que estas exijan, condenando o absolviendo al demandado y decidiendo todos los puntos litigiosos que hayan sido objeto
de debate”.

Y así, es posición mantenida por la jurisprudencia que la congruencia supone la adecuación entre las peticiones de las partes deducidas oportuna-
mente en el proceso y el Fallo de la resolución judicial. Dentro del ámbito de la congruencia se debe de distinguir, que en cuanto a los hechos el juez
viene vinculado estrechamente a los alegados por las partes, sin que pueda basar su resolución en hechos distintos, si bien puede apreciar un hecho
extintivo o impeditivo que resulte probado en el proceso aunque no lo haya alegado la parte demandada, e, igualmente no puede apreciar un hecho
excluyente si no lo ha invocado o hecho valer el demandado.

En cuanto a los fundamentos de derecho, en atención al principio “iura novit curia”, el juez puede aplicar los fundamentos legales que mejor se
adapten al supuesto de la litis, con la limitación de que no se modifique o altere la causa de pedir alegada por las partes. Tal doctrina aceptada, y que
se estima de aplicación a la cuestión planteada en el recurso, ha sido consagrada normativamente por la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC),
al disponer en el párrafo segundo del artículo 218.1:

“El tribunal, sin apartarse de la causa de pedir acudiendo a fundamentos de hecho o de derecho distintos de los que las partes hayan querido hacer
valer, resolverá conforme a la normas aplicables al caso, aunque no hayan sido acertadamente citadas o alegadas por los litigantes”.

En resumen, el deber de congruencia obliga a dar a las pretensiones de las partes una respuesta directa y coherente, y a resolver todos los puntos en
litigio (STS de 30 de mayo de 1984), y ello en conexión con el principio dispositivo (STS de 31 de marzo de 1981), lo que nos hace ver esa armonía entre
los pedimentos de las partes y la sentencia, acomodo nunca rígido a la literalidad de lo suplicado (SSTS de 10 de enero de 1984 y 15 de septiembre de
1989) estimando dicha doctrina del Alto Tribunal que se produce infracción de la forma contradictoria y del derecho de defensa al alterar decisivamente
los términos en que se desarrolla la contienda, sustrayendo a las partes el verdadero debate contradictorio propuesto por ellas (STC de 6 de marzo de
1987). Como dijo esta Sala en Sentencia de 15 de marzo de 2000, para que la incongruencia vicie de forma absoluta la sentencia por constituir una
lesión a la tutela judicial efectiva del artículo 24 C.E. es preciso que la desviación o desajuste entre el fallo judicial y los términos en que las partes hayan
formulado sus pretensiones, por conceder más de lo pedido o algo distinto, suponga una modificación sustancial del objeto procesal, con la consiguiente
indefensión y sustracción a las partes del verdadero debate contradictorio, extendiendo el vicio de incongruencia a aquellas sentencias que prescinden
de la causa de pedir y fallan conforme a otra distinta, es decir, cuando se transforma el problema planteado en otro distinto, contrato diferente del que da
lugar a la acción, y en definitiva se examina una acción no ejercitada (SSTS. de 28 de octubre y 5 de noviembre 1.997, 11 de febrero y 15 de julio 1.998).

En el supuesto de autos es cierto que lo concedido no se aquilató de forma literal a lo inicialmente solicitado en la demanda, puesto que simplemente
se solicitó entonces la convocatoria de los herederos a una Junta para la formación de inventario, y lo concedido fue una precisa delimitación de qué
bienes concretos habrían de formar parte de este inventario, con remisión al cuaderno particional propuesto por uno de los contadores partidores que
intervinieron en el juicio voluntario de testamentaría que precedió al presente juicio declarativo.

Y al respecto tiene declarado el Tribunal Supremo que no aparece infracción del principio de congruencia en aquellos casos en que los términos
del suplico y del fallo no son literalmente iguales, siempre que respondan a una unidad conceptual y lógica y sin que se haya alterado sustancialmente
la pretensión procesal (SSTS de 4 de noviembre de 1.994, 8 de octubre de 1.999 y 19 de diciembre de 2.001).

Pero repárese además en que el suplico de la demanda también añade como pedimento el de “seguir el procedimiento por todos sus trámites hasta
llegar a la división y adjudicación a cada uno de los herederos de la cuota que le corresponda”.

Y tampoco se puede obviar que en los hechos de la demanda se recogía una precisa delimitación de los bienes que, a juicio de la demandante,
habían de configurar el inventario, y las operaciones particionales realizadas en el anterior procedimiento, y se solicitaba la aprobación de uno de los
cuadernos particionales y que la demandada no denunció en el escrito de contestación a la demanda ningún defecto legal en el modo de proponer la
demanda. Por último, el juzgador a quo en la audiencia previa, celebrada al amparo de lo dispuesto en los artículos 414 y siguientes de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, estimó que los pedimentos de la actora contenidos en el suplico de la demanda hacían referencia a la aprobación de un concreto
cuaderno particional, que era el que se adjuntaba además a la demanda.

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Dentro de los hechos fijados como controvertidos, las partes se avinieron a incluir la determinación de los bienes que habían de constituir el
inventario, el avalúo correspondiente y la adjudicación a herederos de bienes concretos, con lo que se ha configurado el núcleo de la discusión litigiosa
en torno a cuestiones precisas sobre las que ambas partes entienden que existió controversia. Así pues la discusión procesal y las pruebas practicadas
han girado en torno a extremos sobre los que ambas partes entienden que existió controversia y son precisamente los resueltos por la sentencia dictada
en la instancia, con lo que no se puede hablar de alteración de las pretensiones, y menos aún de alteración sustancial, cuando existió conformidad en
la determinación de los hechos controvertidos.

Por otro lado, se ha de recordar que la incongruencia “se da cuando se altera la causa petendi pues se coloca a la contraparte en indefensión”
(STS de 30 de noviembre de 1990) y ninguna indefensión ha existido cuando la parte demandada conocía, aún antes del proceso, la pretensión de la
demandante y se limitó a exponer alegaciones de tipo formal.

CUARTO.- Por último, alega la recurrente la “falta de prueba”, precisando que a la actora correspondía la carga de probar qué bienes concretos
constituían el haber hereditario y los presupuestos de su valoración y adjudicación, como hechos constitutivos de su pretensión y en virtud de las reglas
relativas a la carga de la prueba, hoy recogidas en el artículo 216 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Al respecto se ha de afirmar que la decisión judicial
en relación los puntos de controversia se basa en el interrogatorio de parte y testifical practicados en el acto del juicio oral, pero muy especialmente
en el testimonio de las actuaciones de juicio voluntario de testamentaría número 392/98, seguido en el Juzgado de Primera Instancia número 5, donde
se encuentran los dos cuadernos particionales, que reflejan la posición de una y de otra parte y el cuaderno particional del contador partidor dirimente
Sr. Oscar.

De la comparación de los cuadernos particionales el juzgador deduce que la controversia en torno al inventario se concreta en el ajuar, muebles y
ropa de casa de una vivienda, en la inclusión de determinadas fincas rústicas y en la inclusión o exclusión como bien colacionable de una donación
por importe de ocho millones de pesetas. Y en los tres puntos decide el juzgador tomando como base las pruebas practicadas en el acto del juicio oral.
Acepta, en cuanto a las valoraciones de los bienes, un informe realizado por una agencia inmobiliaria, en el que se sustentó el cuaderno particional
elaborado por el contador partidor dirimente y aprueba las adjudicaciones realizadas en este cuaderno particional con una sola excepción al no incluir
como colacionable la suma de 1.837.500 pesetas. Dado que el juzgador expresa las razones por las que otorga mayor o menor solvencia a una u otra
valoración y a uno u otro inventario y adjudicación, no existe en realidad una carencia probatoria sino, acaso, un error en la valoración de la prueba.
Pero tampoco expresa el recurrente las concretas razones por las que estima que ha de ser interpretada la prueba practicada de una forma distinta a la
realizada, por lo que su recurso queda, en este punto, vacío de contenido.

QUINTO.- La parte demandante, al tiempo en que se opone al recurso presentado, impugna la sentencia en torno a dos puntos concretos, cuales
son la exclusión como bien colacionable de la suma de 1.837.500 pesetas, correspondientes a las rentas -frutos civiles de la vivienda sita en la calle
Pintor Rosales- dejadas de percibir desde la fecha del fallecimiento de la causante, y el pronunciamiento sobre las costas en primera instancia.

En el primer punto la decisión del juzgador se basa en el hecho de que la vivienda fue adquirida el 7 de diciembre de 1993 y la demandada era
cotitular de esta finca y no hizo sino servirse de ella en tal condición. Y hay que decir que en el escrito de impugnación y al atacar este concreto
pronunciamiento se incluye un exhaustivo relato de hechos que, desde luego se echa de menos en su demanda, pudiéndose decir de forma rotunda que
incluye hechos no alegados, en ningún caso, en la instancia y que tampoco fueron objeto de prueba, y en nuestro sistema procesal está rigurosamente
vedada la introducción de hechos nuevos en la Segunda Instancia, por la evidente indefensión que sufriría la parte contraria al no poder rebatirlos
ni articular prueba al respecto, de ahí que todos los hechos de carácter impeditivo, extintivo y excluyente, que pueda interesar la parte, han de ser
excepcionados precisamente en el escrito de demanda y contestación, precluyendo más allá de dicho trámite para dicha parte la posibilidad de introducir
en el proceso objeciones de fondo o forma que no sean susceptibles de ser apreciadas de oficio, debiendo estarse por ello a la reiteradísima doctrina
jurisprudencial establecida por nuestro Tribunal Supremo, en el sentido de señalar que en relación con el principio de congruencia que han de respetar
las sentencias y los límites del recurso de apelación “no puede tenerse en cuenta, a fin de decidir sobre ellas, las pretensiones formuladas en el acto de
vista del recurso de apelación, al ser trámite no procedente a tal propósito, pues el recurso de apelación aunque permite al Tribunal de segundo grado
conocer en su integridad del proceso, no constituye un nuevo juicio ni autoriza a resolver problemas o cuestiones distintos a los planteados en la primera
instancia, dado que a ello se opone el principio general de derecho “pendiente apellatione, nihil innovetur” (entre otras SSTS 28 de noviembre y 21 de
febrero de 1983, 6 de marzo de 1984, 20 de mayo y 7 de julio 1986, 19 de julio de 1989, 21 de abril de 1992 ó 9 de junio de 1997, por citar algunas).

SEXTO.- La determinación relativa a las costas procesales contenida en la sentencia impugnada no puede ser más conforme al contenido del
artículo 523 de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, dado que no fueron estimadas de forma plena las pretensiones de las partes, criterio que se
recoge también en la doctrina del Tribunal Supremo, Sentencia de 20 de septiembre de 2000, Fundamento de derecho Sexto:

“... A la vista de lo dispuesto en el artículo 523 de la ley de Enjuiciamiento Civil es claro que, en materia de costas, rige el principio de vencimiento
absoluto, con dos excepciones: pese al mismo se puede no imponerlas razonándolo debidamente, o pese al no vencimiento absoluto, se pueden imponer
si se ha litigado con temeridad. En el presente caso, ni se menciona siquiera la posible concurrencia de temeridad, pese a lo cual se imponen las costas

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causadas en primera instancia. Lo cual infringe el citado artículo y procede estimar los dos motivos de casación, como ya ha tenido ocasión de hacer
esta Sala en reiteradas ocasiones anteriores (sentencias de 4 de mayo de 1999, 29 de octubre de 1999, 3 de abril de 2000)”.

Por otra parte, en torno a los conceptos de mala fe o de temeridad, términos que parece que el legislador utiliza indistintamente en los diversos
apartados del art. 523 L.E.C de 1881 existe abundante doctrina científica y jurisprudencial según la cual, sea cual fuere la interpretación jurídica que se
dé a tales términos, es lo cierto que no necesariamente comportan conciencia de falta de razón o conciencia directa de lo injusto, sino también la culpa,
y la causación dialéctica y jurídica de la necesidad del proceso, principio de causalidad que aconsejaría en tal caso imponer las costas al litigante que,
indebida e injustamente -a la vista del resultado-, origina el litigio con su comportamiento acaso no completamente fundado, lo que no se ha hecho
patente en el supuesto de autos, en el que las discrepancias de las partes eran claras y profundas desde el primero de los procedimientos y justificaban
una oposición a la demanda.

SÉPTIMO.- La desestimación del recurso y la impugnación supone que proceda la condena en costas en cada caso, conforme a los artículos 394-1
y 398-1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.

Vistos los artículos citados y demás de general y pertinente aplicación.

FALLO

Que desestimando el recurso de apelación interpuesto por la Procuradora Sra. Zuazo Cereceda en nombre y representación de Dª Edurne, contra
la sentencia de fecha 7 de julio de 2002, dictada por el Juzgado de 1ª Instancia núm. 2 de Logroño (La Rioja), en el juicio ordinario núm. 461/01, del
que dimana el presente rollo de apelación núm. 489/02, y desestimando la impugnación de la sentencia realizada por la Procuradora Sra. Del Pozo
Campus en nombre y representación de D. José Ignacio y D. Diego debemos confirmarla y la confirmamos. Se imponen a la parte apelante y a la parte
impugnante las costas causadas por la apelación en cada caso. Cúmplase al notificar esta resolución lo dispuesto en el artículo 248.4 de la Ley Orgánica
del Poder Judicial y en el artículo 208-4 de la Ley 1/00, de Enjuiciamiento Civil. Devuélvanse los autos al juzgado de procedencia, con testimonio
de esta resolución, interesándose acuse de recibo.

Así por esta nuestra sentencia, de la que se unirá certificación literal al rollo de apelación, lo pronunciamos, mandamos y firmamos. José Félix
Mota Bello.- Mª del Carmen Araújo García.- Luis Miguel Rodríguez Fernández.

Publicación.- Leída y publicada fue la anterior sentencia por el Sr. Magistrado Ponente, celebrando audiencia pública el Tribunal en el día de su
fecha, de lo que yo el/la Secretario, doy fe.

Número CENDOJ:26089370002003100260

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