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Alumna
Daniela Rojas Vigueras
Asignatura
Desarrollo regional
Profesores
Bernardo Castro
1
Ver Anexos: 8.1 Tabla de Distribución por región de: población, riqueza, y población
en condiciones de pobreza.
En este entendido, la salud es un sector vital para las personas damnificadas, quienes en
su mayoría deben atenderse en el sistema público, pues poseen condiciones de riesgo social
anteriores al desastre, que los deja mucho más vulnerables a sufrir sus consecuencias. Lo cual
nos permite sostener que el terremoto convulsiona y hace explotar estas contradicciones
preexistente e insostenibles, donde las desiguales condiciones de acceso a la salud, así como a
muchos otros derechos vitales, son determinados por los medios económicos disponibles,
haciendo de esto un mercado que favorece la acumulación y beneficio de ciertos grupos
económicos, a la vez que la precarización de los sistemas de servicios públicos, acrecentado así
la vulnerabilidad de los grupos socioeconómicos más bajos. Es sobre este contexto nacional
entonces, que se abre paso a las políticas de concesiones hospitalarias y a la privatización del
sistema de salud público.
3. Marco Teórico
Si hay algo que es cierto y de común acuerdo es que estos embates naturales siempre
golpean con mucha más fuerza a la población más vulnerable, pero ¿alguna vez no hemos
preguntado por qué realmente es que esto sucede? Si bien un desastre natural es algo casi
impredecible por los seres humanos, no podemos obviar la construcción que nosotros mismos
hacemos de nuestro entorno, cómo lo vamos afectando y construyendo a la vez que a nuestra
propia sociedad, sus relaciones, dinámicas y estructuras. En relación a esto Gellert (2003)
destaca lo inapropiado de los llamados desastres naturales, resaltando que “todos los
problemas importantes relacionados con los desastres en el Tercer Mundo son esencialmente
problemas de desarrollo no resueltos” (Citado por Ríoz, D. M., 2004). Por lo mismo un
territorio no abarca únicamente recursos naturales o condiciones climáticas, y ahí es donde se
encuentra el meollo del asunto, pues estos no son los únicos factores que afectan las causas y
consecuencias de estos desastres, al contrario, son los factores sociales que hemos construido y
que día a día sostenemos, los principales detonantes de estos desastres sociales, constituyendo
la “creación social del riesgo”, el cual Lavell (2000) explica sosteniendo que el nivel de riesgo
frente a desastres de una sociedad está relacionado con sus niveles de desarrollo y su capacidad
de modificar los factores de riesgo que potencialmente los afectan. En la medida que el riesgo
es producto de procesos sociales particulares, es entonces producto directo o indirecto de los
2
Ver Anexos: 8.2 Tabla de Balance Situación Hospitales en Zonas Dañadas por el
Terremoto Regiones del Maule y Bío Bío.
estilos o modelos de crecimiento y desarrollo impulsados con sus corolarios sociales y
territoriales (Citado por Ríoz, D. M., 2004).
De esta manera los actores sociales son claves en el proceso de desarrollo y
reconstrucción nacional, en la medida que participen en la planificación e implementación de
estos procesos, en el aprovechamiento de las fortalezas y potencialidades locales. Es así como,
según G. Flores (2007) el Enfoque de Derechos Humanos, iniciativa de la OACNUDH orienta
a los Estados en programas sociales que objetiven la equidad y la participación ciudadana como
un desafío realizable. Entre sus premisas está reemplazar pautas como el clientelismo en el
campo de gobierno, e inducir a la movilización social como un contrapeso a aquel poder
político y económico de algunos privados. “Sus directrices contemplan: 1) La valoración
activa de la persona como fin del Estado; 2) La existencia de un estatuto explícito de DH; y 3)
Los Conceptos de Gobernanza y Responsabilidad en las obligaciones del Estado” (2007; p.12).
Estas deben considerar el Empoderamiento, que es el poder de la ciudadanía para exigir y
demandar al Estado determinadas conductas, influyendo en las decisiones del aparato estatal.
Así es pertinente una renovación de la mentalidad política, en tanto este derecho, debe no sólo
tratar las enfermedades, sino incorporar la dignidad, la universalidad y la inalienabilidad (2007;
p.13). Desde aquí podemos sostener entonces que, ante los índices de incumplimiento y la
reformulación de sus elementos, el derecho a la salud ocupa el lugar de un Derecho
Fundamental y de una herramienta eficaz en el contexto del Derecho al Desarrollo, el cual es
definido por la Asamblea General de NU en 1986 (Citado por Torres, J.; p.45) como “un
proceso integral económico, social, cultural y político que tiene por objeto el mejoramiento
constante del bienestar de toda la población y de cada uno de los individuos en base a su
participación activa, libre y significativa en el desarrollo y en la distribución justa de los
beneficios que de él resultan”.
Sin embargo vemos cómo en el tema de la salud se develan los intereses de privados por
adueñarse y lucrar a partir de las políticas públicas implementadas desde el gobierno militar,
dejando totalmente de lado la opinión y participación de las comunidades, en temas decisivos y
literalmente de vital importancia, tomando absolutamente todo el protagonismo los empresarios
e invisibilizando a los actores sociales, en donde desde los ámbitos de poder se culpabiliza a la
naturaleza y se aleja a la sociedad de toda responsabilidad, situándola como víctima pasiva de
los desastres naturales; apartando no sólo a la sociedad como sujeto responsable en la
construcción de escenarios de riesgo que predisponen la ocurrencia de los desastres y las
magnitudes de los impactos negativos, sino que también se diluyen los niveles de
responsabilidad de los actores sociales que participan de dicha construcción; entre los cuales el
Estado es uno de los que tiene mayor incumbencia (Ríoz, D. M., 2004). A partir de esto el
riesgo es una dimensión negativa de los modelos de desarrollo y, en consecuencia, una medida
de insostenibilidad que es preferible muchas veces ocultar, en tanto los problemas de desarrollo
no resueltos en nuestros países juegan un rol significativo en los distintos aspectos que
intervienen de forma directa sobre una de las dimensiones constitutivas del riesgo de desastres:
la vulnerabilidad social, noción compleja, multidimensional, y relativa a algún tipo de peligro,
de la cual deriva el modo en que los grupos sociales afectados puedan, o no, anticiparse a un
suceso peligroso y actuar en consecuencia antes, durante y después del impacto (Blaikie, 1998,
citado por Ríoz, D. M., 2004).
De esta manera, al igual como acontece con los otros derechos económicos, sociales y
culturales contemplados en la Constitución Política, el derecho a la salud está excluido de la
protección constitucional que para los derechos civiles y políticos se establece, donde el único
aspecto del derecho a la protección de la salud que la Constitución chilena garantiza es la
facultad de las personas de optar entre afiliarse al sistema público de salud (administrado por el
Fondo Nacional de Salud, FONASA) o al sistema privado (Organización de Derechos
Humanos Chile, 2003). Lo que deja en una total situación de indefensión a los sectores
socioeconómicos que no pueden costear una salud digna y de calidad, en vista del constante
colapso del sistema de salud público, el cual se ve desprovisto de los recursos, implementos y
personal necesarios, que le permita al Gobierno asegurar este derecho a todos los ciudadanos
por igual, violando de esta manera lo que establece el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC), en orden a asegurar el goce de los derechos sin
discriminación de ningún tipo, incluida la que se haga por razones económicas (Organización
de Derechos Humanos Chile, 2003). De esta manera podríamos decir que el desastre “natural”,
ocurrido a comienzos de este año, a la vez que sus consecuencias para el sector de la salud
pública, posee una connotación absolutamente social, al originarse esta en los actores sociales y
las desigualdades presentes entre ellos en términos económicos, culturales, políticos, etc. En
donde parte importante de los enormes niveles de vulnerabilidad social frente a los desastres
presentes en nuestros países están vinculados a las concepciones y prácticas llevadas a cabo por
las instituciones públicas, evidentemente insuficientes ante los acontecimientos ocurridos hasta
el momento (Ríoz, D. M., 2004). Es por esto mismo que el terremoto no ha terminado y
tampoco encuentra su origen en el comportamiento natural extraordinario del pasado 27 de
febrero, todo lo contrario, este evento nos permite develar modelos y estructuras que vienen
existiendo desde mucho antes y que siguen vigentes hasta hoy en día, y en este caso en
particular, mucho más reforzadas. En donde Natenzon (2003) sostiene que las instituciones
públicas responsables ante situaciones de desastres manifiestan una arraigada concepción de los
mismos como productos de la propia naturaleza del evento (la peligrosidad), restringiendo su
accionar, principalmente, a los momentos de emergencia/ respuesta y operando una vez que el
riesgo se ha cosificado, es decir, cuando ya se ha transformado en desastre. De esta forma, se
trata la atención de los síntomas, dejando sin cuidado la intervención sobre las causas de la
construcción social de riesgos de desastre (citado por Ríoz, D. M., 2004). Así se evidencia en el
aprovechamiento y oportunismo que las elites políticas y económicas han hecho de estas
condiciones de vulnerabilidad, profundizadas a partir de este desastre social, en su intento por
hacer una reconstrucción meramente de respuesta y excesivamente monetarizada, privatizando
la gran mayoría de los medios estatales de subsidio, entre los cuales se encuentra el de salud, en
este engañoso discurso de el apoyo y unión de la empresa pública y privada.
Desde aquí entonces se explica la violación que la política de concesiones hospitalarias
significa para los derechos de la población más vulnerable, beneficiarios de estos servicios
públicos, en la medida que el goce del mayor estado de salud física y mental no es una gracia
que el Estado puede o no dispensarles sino un derecho humano. Así el paradigma del desarrollo
global y las vicisitudes de la presente “Sociedad del Riesgo” (Douglas, 1996; p.96) inciden en
los sistemas de salud, tornando compleja la realización de este derecho. En donde, por ejemplo
no obstante existir una norma jurídica clara que determina el ámbito de obligaciones del
Estado, este, por medio de los Tribunales de Justicia, rehúye su deber de adoptar “todas las
medidas necesarias para dar efectividad al derecho a la salud”, como lo impone el Comité de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, al interpretar el Pacto Internacional (CESCR;
2000, párrafo 52). Sin embargo el convertir el derecho a la salud en un mercado, donde
finalmente accederá el que posea los medios económicos necesarios, representa una
contradicción con el Estado chileno, en tanto el derecho a la vida, expresado en su constitución,
es un derecho de carácter absoluto y al margen de toda posibilidad de negociación patrimonial,
por lo que el establecer un orden de prioridad, basado en razones técnicas pero determinado al
fin por razones económicas, es jurídica y moralmente inaceptable pues establece,
necesariamente, una discriminación arbitraria entre personas que se encuentran en una misma
situación (Organización de Derechos Humanos Chile, 2003).
Asimismo uno de los temas que mayor atención reclama a propósito del derecho a la
salud es el nivel de acceso que las personas tienen a las acciones de promoción y protección de
ella. Como el sistema tiene un nivel de demanda muy superior a su capacidad de respuesta, los
hospitales públicos y consultorios se organizan con “listas de espera” de los pacientes, o sea,
para ser atendidos, los usuarios deben inscribirse previamente en listados que confeccionan los
recintos hospitalarios. En Santiago, los seis establecimientos hospitalarios más importantes –
que atienden nada menos que a un cuarto de las cirugías del país– tienen a 50 mil personas en
lista de espera para acceder a alguna prestación médica, debiendo aguardar para ser atendidos
entre 50 y 90 semanas, vale decir, entre uno y dos años (Organización de Derechos Humanos
Chile, 2003). Este colapso puede explicarse, además de las razones de gestión, falta de recursos
y administración deficitaria, por la circunstancia de haber pasado una serie de prestaciones que
eran tratadas por los consultorios a ser atendidas por los hospitales públicos (Organización de
Derechos Humanos Chile, 2003).
De esta manera la respuesta a nuestra pregunta podría recaer en que el sujeto/a humano
construye desde posiciones desiguales las condiciones de riesgo, entendiendo a éste por lo tanto
como una construcción social. Así la sociedad chilena hoy en día constituye una sociedad
dependiente y subdesarrollada, revelando una gran deficiencia en cuanto a infraestructura y
comunicación al momento del terremoto, a la vez que la flaqueza del mercado para solucionar
los problemas sociales y la débil presencia del Estado en materias estructurales, hasta el día de
hoy. Así actualmente la globalización y el modelo de desarrollo neoliberal plantea dilemas que
deben ser resueltos, en tanto la deficiencia del Estado chileno como institución garante del
cumplimiento del derecho a la salud, al transferirle en cierta medida esta responsabilidad a
privados que no poseen el deber moral de atender esta deficiencia nacional. Lo que se condice
con lo dicho por G. Flores (2007; p.18) donde ciertamente, el sistema considera más sus
aspectos comerciales, pero ello entraña desproveer de su esencia al derecho a la salud digna.
Por contraste, la vulnerabilidad e inseguridad social se debe al desigual acceso y estas políticas
públicas no las atacan. Una Estrategia Nacional que proteja desde el sistema de salud hasta su
fundamento en Derecho Humano se hace entonces necesaria.
4. Presentación de Resultados
Frente a esta catástrofe que azota con fuerza al país, mucho es lo que se ha hablado
acerca de su reconstrucción. En donde el actual Gobierno del Presidente Piñera presenta con
gran entusiasmo el presupuesto estatal para el año 2011, con miras hacia la creación de una
fuerte imagen de progreso y desarrollo nacional. Este proyecto de ley contempla un crecimiento
del 5,5% real del gasto del Gobierno Central Consolidado, con respecto a lo proyectado para el
año 2010, contemplando Ingresos y Gastos del Sector Público netos por $28.287.683 millones y
US$ 2.229 millones; específicamente, la partida de Tesoro Público presenta niveles de ingresos
y gastos del orden de $24.613.855 millones y US$ 2.160 millones (Red Diario Digital, 2010).
Sin embargo, a pesar de lo exuberante que estas cifras puedan aparentar, existe poca claridad
respecto de los recursos destinados netamente para la reconstrucción, por lo que existe un total
desconocimiento por parte de las regiones afectadas por el terremoto, acerca del apoyo real que
recibirán por parte del Estado. Así lo asevera la diputada de la Concertación Denise Pascal, al
sostener que se encontró con la tozudez del Ejecutivo, que entre otros puntos, no se abrió a
separar los recursos para la reconstrucción tras el terremoto del pasado 27 de febrero (Citada
por Red Diario Digital, 2010). Lo que finalmente significa una marginación respecto de los
habitantes de estas regiones, en relación a la toma de decisiones respecto de los planes de
reconstrucción a nivel local, posibilitando una concepción de desarrollo totalmente
descontextualizada y alejada tanto de las necesidades de las comunidades como de las posibles
soluciones.
Esta concepción jerárquica de la planificación e implementación de los planes de
reconstrucción, se condice con los postulados de Fernando Quilodrán (2010) al sostener que
este presupuesto constituye cifras que no todos logran retener en su memoria, ante los
tecnicismos que las envuelven. Y entonces, de manera casi natural, algunos se dicen que ésas no
son materias para su mediano o pobre entendimiento, que para eso están los profesionales de
excelencia, los ministros y funcionarios del sistema. Lo que no ve esa gente es que se trata nada
más y nada menos que de su diario vivir: de sus oportunidades de acceder al cuidado oportuno y
digno de su salud, a una educación de calidad y al alcance de sus bolsillos, de una vivienda de
dimensiones y calidades humanas. Y esos sí que no son tecnicismos.
Así podemos dar cuenta una vez más, de las estrategias del Gobierno por marginar a los
actores sociales acerca de temas totalmente relevantes y concernientes a ellos, en tanto este tipo
de presupuestos se elaboran y aprueban entre cuatro paredes, negando de esta forma la
participación real y vinculante de la comunidad en la toma de decisiones respecto de su
localidad. Desde aquí que el proyecto de reconstrucción se desarrolle de forma elitista y poco
transparente, pues no es precisamente el bienestar social lo que se plantea como fin último, sino
más bien el beneficio de las elites políticas y económicas, por lo que se hace totalmente
necesario tomar medidas asistencialistas, basadas en “soluciones parche” de corto plazo, que
invisibilicen los conflictos sociales surgidos a partir de estas desigualdades estructurales y que
creen un ambiente de aparente crecimiento y desarrollo en el país. Lo cual el diputado
Guillermo Teillier (Citado por Red Diario Digital, 2010) critica fuertemente al sostener que “el
mismo Gobierno hablaba de que vamos a crecer en un 6%, el precio del cobre está por las
nubes, es un momento muy propicio para el país, sin embargo, toda esta abundancia no se ve
reflejada en el presupuesto, si bien es cierto que en algunos caso sube, no está muy claro para
qué suben los presupuestos, en algunos casos para subir sueldos que al parecer están muy
bajos de algunos directivos, de ministerios, pero que no se va atacar las causas estructurales
de la desigualdad, es demasiado asistencial”.
De esta manera parece ilógico que el Gobierno decida recortar presupuestos a otros
sistemas estatales como lo son el Plan Araucanía o las organizaciones públicas culturales y de
derechos humanos, encontrando su justificación “por efecto de la emergencia” en la cual se
encuentra el país. Lo que nos lleva a cuestionar la seguridad que nos presenta la cantidad de
dinero otorgada por el presupuesto. Martín Pascual, presidente de la Asociación Chilena de
ONGs ACCIÓN, asegura que los 3 mil 200 millones de dólares resultan insuficientes ante la
enorme tarea de la reconstrucción. Esta posición tiene sentido si se considera que sólo para
solucionar los efectos del terremoto se necesitan 2 mil 300 millones de dólares (Ciada por
Ávila, C. y Valeria, N.; 2010). De esta manera surge la inquietud sobre la capacidad que tendrá
el Estado para cumplir con esta labor y el rol que se le asignará a los privados dentro de ella.
Ejemplo de esto es lo ocurrido en la ciudad de Talca donde se otorgó el diseño del Plan de
Reconstrucción a la inmobiliaria El Bosque S. A perteneciente al grupo Hurtado Vicuña. Esta
situación se replica en ciudades como Talcahuano y Constitución, donde los grupos Cencosud
y Celulosa Arauco, respectivamente, se están haciendo cargo de esta tarea (Ávila, C. y Valeria,
N.; 2010). Así el Gobierno ha demostrado que prefiere a los grandes proveedores, como ocurrió
cuando se entregaron recursos a los damnificados por el terremoto para comprar materiales de
construcción y éste sólo podía hacerse efectivo en 3 grandes cadenas del retail dedicadas al
rubro, pero que no tenían sucursales en muchas pequeñas comunas de las zonas afectadas
(Diputado Ricardo Rincón, citado por Red Diario Digital, 2010).
Desde este punto de vista podemos dar cuenta de la intención detrás de estas medidas de
reconstrucción aprobadas y en proceso de implementación, las cuales distan mucho de un
bienestar social basado en la equidad y redistribución económicas, acercándose mucho más al
protagonismo y fortalecimiento de la empresa en esta tareas de desarrollo, en desmedro del
sector público. Así es preciso destacar la inexistencia de recursos en el presupuesto para
fortalecer la labor de los funcionarios públicos, en tanto el Gobierno en su presupuesto
disminuye recursos para su personal a contratar y aumenta estos para más funcionarios a
honorarios, lo que significa que en la práctica se está instalando la flexibilidad laboral (Tucapel
Jiménez, citado por Red Diario Digital, 2010). Además se identifican otras medidas políticas
como lo son la reducción en el presupuesto de programas sociales y de las organizaciones
estatales encargadas de administrar y organizar los sistemas de servicios públicos, además de
someter a sus funcionarios, encargados de llevar a cabo todas las políticas públicas financiadas
en esta ley, a despidos masivos y muchas veces injustificados, como lo retrata la diputada PPD
Adriana Muñoz (Citada por Red Diario Digital, 2010) al sostener que “todas estas reducciones
de programas sociales, que quedaron instalados con los gobiernos de la Concertación, al igual
que los actuales despidos masivos, muestran una clara tendencia del actual Gobierno a
desnaturalizar el rol social del Estado y a transformarlo en una mera correa transmisora de
los recursos públicos a muchas actividades privadas que se están construyendo hoy día por
parte de este Gobierno en torno a los programas de Estado”.
De esta manera si logramos realizar una mirada más atenta a los diferente capítulos de
esta ley, nos daremos cuenta que no es verdad tanta belleza y que el gran beneficiario será una
vez más, pero ahora en forma multiplicada, el gran empresariado que por la vía de las
privatizaciones, confesas o encubiertas, guardará para sí el mejor tajo de la torta, en tanto el
gasto fiscal establecido crece menos que el PIB. Elemento totalmente negativo, puesto que por
ese camino habrá cada vez menos recursos para las necesidades sociales, así como falta de
inversiones públicas para el crecimiento que permitiría superar el atraso de las regiones y crear
empleos (Guillermo Teillier, citado por Red Diario Digital, 2010). Así la justificación de estas
medidas tomadas por el Gobierno del Presidente Piñera no se encuentran basadas en la “falta de
recursos estatales dejados por el terremoto”, en la medida que, aumentar el porcentaje del gasto
público respecto del PIB es totalmente factible, para lo cual hay recursos como nunca antes, lo
que no pone en peligro los equilibrios macroeconómicos” (Guillermo Teillier, citado por Red
Diario Digital, 2010). Al contrario, todas estas medidas, representan estrategias políticas
justificadas en la intención por privar al estado chileno de su facultad de asumir un papel
promotor en la creación de empresas, incidiendo de esa manera en el desarrollo productivo del
país, porque así lo prescribe el poderoso señor mercado y tales mandamientos bien los cuidan
aquellos a quienes forzoso es reconocerles, para llegar a sus actuales posiciones de mando sin
contrapeso, “el haberles costado su dinero” (Quilodrán, F.; 2010). Así Teillier nuevamente
postula acerca de este tema que “los sectores más vulnerables van a seguir siéndolo si se sigue
con esta política, Chile sigue siendo tan desigual como en los años 80 y 90, como en la
dictadura y como se mantuvo con los gobiernos de la Concertación. Así esta suerte de
concepción dogmática de que no se puede aumentar el gasto pareciera que hace agua, se
puede tener un superávit de 0 y eso ya es incluso un crecimiento del 1%” (citado por Red
Diario Digital, 2010).
En vista de esto, no podemos negar el evidente proyecto neoliberal cimentado desde la
dictadura, y extendido por parte de los gobiernos de la concertación, en la ilusión de progreso y
desarrollo que nos muestra una sociedad chilena moderna con un Estado Subsidiario encargado
del bienestar nacional, y que sin embargo esconde una oscura intención por parte de los grupos
económicos imperantes, por aumentar estas inequidades sociales a través de la mercantilización
de los servicios estatales y la privatización de estos sistemas, en donde el Estado no es más que
un instrumento del mercado que apacigua las constantes contradicciones del sistema económico
capitalista. Así lo reafirma el diputado Tucapel Jiménez (citado por Red Diario Digital, 2010) al
comentar las ideologías políticas y económicas detrás de la ley de presupesto para el año 2011,
el cual “pareciera que tiene la intención de matar la función pública y la carrera funcionaria.
Es como si estuviéramos volviendo a las premisas de Milton Friedman, es decir, la disminución
de los funcionarios públicos y el traspaso de las funciones del Estado al sector privado”. Desde
esta situación de desigualdad social y los acrecentados índices de vulnerabilidad existentes en
las zonas afectadas, es que este proceso de privatización encuentra su auge con las medidas
implantadas por el actual Gobierno del Presidente Sebastián Piñera, dentro del cual se sustenta
la política de concesión hospitalaria nacional.
5. Desarrollo y Análisis
Luego de malas administraciones, luego del terremoto y maremoto, y luego de este nuevo
escenario político, es el sistema de salud pública nacional el que se ha “descubierto” como uno
de los más perjudicados financieramente y estructuralmente, por lo que este sector ha sido uno
de los temas más tocados en el ámbito de la reconstrucción. Sin embargo hasta ahora se han visto
muy pocos avances concretos, más allá de lo prometido por el Gobierno, manteniendo hospitales
y consultorios de manera muy precaria en las regiones afectadas. Es así como la señora Rosa
Domínguez, coordinadora de la Federación Nacional de Profesionales Universitarios de la Salud
(Fenpruss), da cuenta del funcionamiento del sistema de salud en la séptima región: “En este
momento en Talca estamos funcionando con un hospital modular que fue donado y que está en
las afueras de la ciudad. En Curicó estamos trabajando en urgencia y pabellones, la situación
en Cauquenes es igual y el hospital de Parral está funcionando en carpas” (citada por Ávila, C.
y Valeria, N.; 2010). En este sentido existen denuncias debido al lento proceso de reconstrucción
en la zona ya que no existe ninguna respuesta por parte del gobierno, sólo el compromiso que a
marzo estarán instalados los hospitales modulares en Talca, Parral y Cauquenes, por lo que la
dirigente afirma que “es muy crítica la situación en la región, en este momento la red Maule no
tiene atención pública de alta complejidad” (citada por Ávila, C. y Valeria, N.; 2010). Asimismo
Carlos Zúñiga, concejal de Constitución, afirma que los enfermos aún duermen en las carpas de
los hospitales de campaña habilitados como medida de emergencia luego del terremoto, y que la
reconstrucción en salud ha sido, hasta el momento, nula (citado por Ávila, C. y Valeria, N.;
2010). En relación a la región del Bío Bío, a pesar de que la cantidad de hospitales inutilizables
es menor, los funcionarios de la salud también enfrentan problemas a la hora de atender a los
usuarios. Edgardo Jara, presidente subrogante en la zona de la Federación de Funcionarios de la
Salud, afirma que “la reconstrucción ha sido súper lenta, hay un tema de hacinamiento
importante; camas que se han reconvertido y con una capacidad que se estima en un 20 por
ciento menos hasta el momento” (citado por Ávila, C. y Valeria, N.; 2010).
Esto nos lleva a cuestionar las intenciones de las medidas tomadas para la reconstrucción
del sistema de salud público, en la medida que no se ha visto reflejadas en el mejoramiento de las
condiciones de los hospitales y consultorios afectados, ni en ninguna otra arista de este servicio
estatal. Desde aquí uno de los temas que genera preocupación es entonces el del presupuesto de
Gobierno para el año 2011, y la cabida que el sector del sistema de salud nacional tiene dentro de
él, puesto que, según las estadísticas del plan de financiamiento se necesitarán cerca de 2 mil 100
millones de dólares para reconstruir y reparar 79 hospitales y más de 150 consultorios que
resultaron con daños de diversa consideración; además de necesitar los dineros destinados a
instalar hospitales modulares o de campaña, y para la reposición del equipamiento médico y
hospitalario (Ávila, C. y Valeria, N.; 2010). Lo cual genera gran preocupación, en vista de la
cantidad total del dinero otorgada por el presupuesto, antes mencionada, equivalente a 3 mil 200
millones, suma totalmente insuficiente para un proceso de reconstrucción exitoso a largo plazo.
Así la implementación de las medidas incluidas en el ámbito de salud pública dentro de esta ley
presupuestaria, deja entrever el poco interés del Gobierno por generar un desarrollo social y
económico que asegure la redistribución de riquezas y por consiguiente de mejorar la
accesibilidad a servicios básicos, que por derecho todos deberíamos tener, como lo es el acceso a
una salud digna y de calidad. Sucede entonces todo lo contrario, en tanto el presupuesto de
Fonasa para las complementaciones en el sector privado se incrementa de 66 mil millones a 116
mil millones, lo que representa un crecimiento del 74% en uno de los más grandes en el
presupuesto, lo que se compara con el crecimiento del 7% y del 9,4% respecto de las
prestaciones de la modalidad institucional y valorada respectivamente como una de las fuentes
de financiamiento de los hospitales públicos (Diputado Lautaro Carmona, citado por Red Diario
Digital, 2010). Además el ítem de inversión sectorial aumenta un 54%, explicando el
crecimiento del 12,5% en el sector salud. Sin embargo, no se explican en este presupuesto cerca
de 100 mil millones que se destinan solo a estudios, ni la disminución del ítem destinado a la
compra de vacunas, pues no existiría información sobre una baja considerable en los precios de
estos insumos como para justificar el recorte, disminuyendo en un 4%, lo que significa un total
de $ 31.258 a $ 30.011 millones (Diputado Lautaro Carmona, citado por Red Diario Digital,
2010). De esta manera el presupuesto resulta insuficiente a la hora de atender todas las falencias
del sistema público de salud, en tanto se debe recurrir al sector privado para su financiamiento, a
la vez que al recorte de otros ámbitos de este servicio, como lo son los insumos en vacunas y de
los organismos estatales reguladores, a la vez que de los presupuestos en salud de otras regiones.
Sin embargo, hay que tener cuidado con estas conclusiones apresuradas, pues es a partir de las
condiciones elitistas y jerárquicas en las cuales se toman estas decisiones, marginadas para la
ciudadanía, que se elaboran este tipo de estrategias de privatización encubiertas.
A partir de esto podríamos comenzar refutando el recorte de otros ámbitos del sistema de
salud público fundamentado en el estado de emergencia y crisis nacional, en vista de lo que
Tellier sostiene acerca de otras partes del presupuesto que dejan bastante que desear, en el
desproporcionado gasto en defensa a la luz de las demandas sociales insatisfechas, postulando
que “Con el 1.5% de estos recursos que se reasignen alcanzaría para financiar por un año a los
18.000 trabajadores del Cuerpo Militar del Trabajo (CMT), sobre lo cual no hay ni una sola
referencia en el presupuesto. Las comparaciones no son gratas, pero el presupuesto del Ejército
es 13 veces lo asignado al recién creado Ministerio de Medio Ambiente. El 2 % del presupuesto
de la Armada equivale al valor total, disminuido para el próximo año del CENABAST (Centro
de Abastecimiento de Medicamentos para Salud), que tanto reclama la gente” (Citado por Red
Diario Digital). Dicho esto damos cuenta entonces de una serie de estrategias, mayoritariamente
de recorte de presupuestos, que no buscan precisamente la mejor distribución de estos dineros,
sino que se encuentran más enfocados a desplazar este servicio público a manos de privados, y
evitar el aumento real del gasto público, es decir, impedir la redistribución efectiva de las
riquezas nacionales. En relación a esto una inquietud central, de acuerdo a lo expresado por el
diputado Lautaro Carmona (Citado por Red Diario Digital, 2010), son las diversas señales en las
políticas a mediano y largo plazo que implicarían un debilitamiento del sistema público de salud,
donde en el caso del presupuesto de la entidad que regula a los Servicios y Hospitales del país, la
Subsecretaría de Redes Asistenciales, la cual permite el financiamiento de largo plazo de los
organismos públicos proveedores de atenciones de salud, disminuye su aporte fiscal directo en
60%; a la vez que en el ítem de fiscalización y control, se incrementa solo 3%, cuatro veces
menos que el crecimiento que presenta en su conjunto el sector. Esto se condice con el
incremento precario en las horas para profesionales de sólo un 2%, lo que “sin duda no da
cuenta de la mayor demanda por atención profesional que tiene el sistema público y el marcado
sentido de la ciudadanía de ofrecer mayor número de atención de especialistas” (Carmona,
citado por Red Diario Digital, 2010). Así se identifican medidas claras por debilitar la presencia
estatal dentro del sistema de salud pública, en desmedro de los funcionarios, los cuales también
están siendo afectados por esta ola de despidos masivos anteriormente mencionada, lo que
finalmente profundiza el drama y la discapacidad que tiene el sistema de salud pública para
atender la demanda de la población, en desmedro de los sectores más vulnerables.
Es entonces este panorama de extrema vulnerabilidad social dejado por los gobiernos de
la concertación y acrecentado por el pasado terremoto, el escenario perfecto en el cual se llevan a
cabo las políticas de concesiones solicitadas desde el Ministerio de Salud, sobre todo si se
considera que 11 de los 18 hospitales del oficio que buscaba concretar la aplicación de la ley de
Concesiones a la ejecución de estas obras de infraestructura, pertenecen a las zonas afectadas por
el terremoto (Ávila, C. y Valeria, N.; 2010). Frente a esto un sector que no tardó en proponer una
posibilidad para la reconstrucción de los hospitales fue la Asociación de Concesionarios de
Obras de Infraestructura Pública (Copsa), la cual es presidida por Herman Chadwik Piñera,
director del Consejo Nacional de Televisión de Chile y primo hermano del Presidente Sebastián
Piñera; quien junto con el ministro de salud, Jaime Mañalich, realizaron seminarios promoviendo
la concesión hospitalaria como la mejor medida de desarrollo para la salud (Ávila, C. y Valeria,
N.; 2010). Está de más sostener la corrupta cadena de grupos económicos y políticos existente
detrás de todas estas medidas privatizadoras, lo que nos permite aseverar una vez más el poco
interés del Gobierno por fomentar el desarrollo y bienestar social, y el gran interés oportunista
suscitado a partir de estos grupos, por acumular las riquezas de todos y lucrar de la desagracia
ajena. Así el gobierno apoya la concesión de la salud pública, lo que ha sido manifestado tanto
por el Ministerio de Obras Públicas, como por el Ministerio de Salud, donde el ministro de salud
asegura: “para el invierno del 2011 vamos a tener construidas todas las soluciones de
construcción acelerada. Se han licitado nueve hospitales, seis de los cuales estarán en la región
del Maule. Se están empezando a construir los hospitales definitivos en Talca, Parral,
Cauquenes y Curicó, con un horizonte de implementación de tres a cuatro años" (Citado por
Ávila, C. y Valeria, N.; 2010). Esta posición favorable a las concesiones se explícita en el oficio
C 47 N° 1102 enviado por el secretario de estado el 13 de abril de 2010, al Ministerio de Obras
Públicas, en cual busca llevar a cabo una serie de concesiones en construcción y operaciones, las
que permitirían poner en pie 18 hospitales a lo largo de todo Chile. Los hospitales de la región
del Maule que están en este listado son los de Hualañé, Constitución, Cauquenes y Parral. En
tanto, en la región del Bío Bío se pretende concesionar los centros asistenciales de Penco-
Lirquén, Concepción, Florida de Concepción y Laja. Además se encuentran en esta nómina los
hospitales de Angol y de Temuco en la Araucanía; el Hospital Gustavo Fricke y el Psiquiátrico
de Putaendo en la Quinta Región; el Hospital de Aysén y de Antofagasta en la Onceava y
Segunda región, respectivamente; y el Complejo Asistencial de la Red Sur (CARS), el Hospital
San José y el Instituto Nacional del Cáncer en la Región Metropolitana (Ávila, C. y Valeria, N.;
2010). Estos establecimientos están sufriendo hoy en día las consecuencias de un sistema de
administración deficiente y de la disminución del presupuesto, impuesta a los sistemas públicos
de salud, lo que en la actualidad se expresa con la falta de insumos, sobrecarga laboral,
restricción de horas extraordinaria etc., desencadenando un desmedro en la calidad de la
atención, aún más precaria que antes. Estas representan medidas que buscan colapsar el sistema
público de salud, para entregarlo a manos de privados, reforzando el camino hacia la
privatización de este sistema, el cual es el reflejo de una reforma de salud inoperante, que a
través del sistema de autogestión hospitalaria ha desencadenado un déficit presupuestario, que es
un verdadero atentado al derecho a una salud pública de calidad
De esta manera son 18 los hospitales públicos que se han dispuesto concesionar para su
“construcción y administración” (ORD. C47 N° 147 MINSAL, 13 Abril 2010, citado por Ponce,
F.; 2010); 1000 camas ya fueron licitadas y adjudicadas al sector privado por un valor de
$350.000 diarios cada una, mientras que dentro de otras redes hospitalarias públicas existen
centenares de camas cerradas por falta de recursos y personal. Consorcios del retail
(CENCOSUD, Mall Plaza) se han propuesto, no por nada, para la adjudicación de la
construcción hospitalaria, transformándola en un apetitoso negocio, donde los recintos nacerían
con mall anexos (Ponce, F.; 2010). Así la ejecución del programa de concesiones ya se inició con
la construcción de los hospitales de Maipú y CRS La Florida, posteriormente los fondos públicos
aprobados para la construcción de los hospitales Barros Luco Trudeau y Exequiel González
Cortez, fueron retirados para entregarlos a la concesión, construcción y administración privada
(Ponce, F.; 2010). Esto impide finalmente el desarrollo sustentable del país, en tanto se afirma en
condiciones de desigualdad social, sobre las bases del mercado y su lógica de obtener el máximo
de beneficios al mínimo de costos, cosificándonos y convirtiéndonos en cifras, en mano de obra
“desechable”, en donde concesionar la salud va a terminar finalmente privatizando otra
necesidad básica de la población y privándonos de su libre acceso. En este entendido estas
representan políticas violatorias no solo de los derechos a la salud pública con financiamiento del
estado, sino también de las garantías fundamentales de vida de los trabajadores y usuarios, en
una privatización de la salud de los chilenos, encubierta tras el modelo de concesiones
hospitalarias, que se pretende extender por 50 años, que además de concentrar el dinero en
manos privadas, generando lucro y concentración del capital, intenta catapultar vastas
generaciones, amenazando además con la municipalización de la salud primaria, que hoy está en
manos del estado y sino también la concesión de 56 nuevos consultorios a nivel nacional (Frente
de Defensa de la Salud Pública zona Sur, 2010).
En relación a esto las opiniones de los trabajadores de la salud concuerdan, donde Héctor
Ramírez es enfático en señalar: “De alguna manera estamos viendo que se le están abriendo las
puertas de par en par a los privados en el tema de la salud. Somos bastante críticos en esa parte
y no es algo que digamos que se está haciendo sólo en este gobierno, es un plan que viene de
años trabajándose” (Citado por Ávila, C. y Valeria, N.; 2010). Esto nos permite dar cuenta de
cómo este suceso natural no es el que produce las actuales crisis económicas y sociales en el
país, sino más bien es el desastre social que encuentra su detonante mucho antes del 27 de
febrero, en el largo proceso impuesto desde la dictadura, enmarcado en el proyecto neoliberal de
privatización del sector público. El cual se encuentra orientado hacia la desaparición del Estado
como ente regulador fuerte, y al desarrollo del Mercado en todas las aristas de la vida social. Así
los sistemas de salud pública no encuentran su colapso a partir de los percances y dificultades
dejadas por el terremoto, sino que viene desarrollándose en un proceso de privatización y
precarización desde mucho antes, encontrando su auge en las políticas llevadas por los gobiernos
progresistas de la concertación, los cuales dejaron cimentadas las bases para el nuevo proyecto
concesionario.
6. Conclusiones
7. Bibliografía
ÁVILA, C.; VALERIA, N. (2010) “Reconstrucción Concesionada”. Artículo enviado por
Frente Defensa Salud, 29 de noviembre del 2010.
http://frentedefensasalud.bligoo.cl/content/view/1125914/Reconstruccion-
Concesionada.html.
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Barcelona, España. Ed. Paidós Studios.
PONCE, F. (2010) Asociación de funcionarios Instituto Nacional del Tórax. RED Diario
Digital “Defensa de la Salud Pública en Estado de Ebullición” 2010.
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QUILODRÁN, F. (2010) “Lástima Grande que no sea Verdad Tanta Belleza”. RED Diario
Digital. Editorial de El Siglo, edición del 26 de noviembre al 3 de diciembre de 2010.
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RED Diario Digital (2010) “Las Deudas del Presupuesto” Editorial de El Siglo, edición del
19 de noviembre al 26 de noviembre de 2010. http://www.diarioreddigital.cl/index.php?
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presupuesto&catid=36:nacional&Itemid=58.
TORRES, L., Juan (1987) Análisis Económico del Derecho. Ed. TEKNOS. Madrid,
España.
8. Anexos
8.1 Tabla de Distribución por región de: población, riqueza, y población en condiciones
de pobreza.
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de
información del Instituto Nacional de Estadísticas, Ministerio de Planificación y Cooperación
(MIDEPLAN) y Banco Central de Chile. (Incorporadas por CEPAL “Terremoto en Chile.
Una primera mirada al 10 de marzo de 2010”. Publicación de las Naciones Unidas, marzo de
2010. Impreso en Naciones Unidas, Santiago de Chile.
http://www.eclac.org/desastres/noticias/noticias/1/40941/2010-193-Terremoto-Rev1.pdf).