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Rosa Luna Temas de traducción 2000

REFLEXIONES SOBRE LA REVISIÓN BILINGÜE

Rosa Luna

El presente ensayo tiene por objeto hacer una breve reseña sobre los diferentes tipos de
revisión bilingüe y sus funciones, los criterios, parámetros o principios rectores de la calidad de
una versión traducida, las relaciones revisor-traductor, los tipos de revisores y proponer algunas
sugerencias para desarrollar el campo de la revisión en nuestro medio.
Existen dos actividades afines a la revisión bilingüe, la crítica y la evaluación de
traducciones, que tienen en común con la primera su preocupación por elevar la calidad de las
versiones traducidas. Tanto la crítica como la evaluación, realizan controles a posteriori, orientados
al producto final o traducción definitiva. La crítica se concibe como el arte de juzgar,
cualitativamente, versiones traducidas de obras artísticas o literarias que obedece, por esa mima
razón, a las reglas de la crítica literaria. Por lo general, la crítica de traducciones se encuentra en
manos de literatos bilingües, quienes evalúan la versión traducida a partir de parámetros
básicamente estilístico-literarios. Frente a la crítica de traducciones así concebida surge la
siguiente interrogante: ¿es posible hacer crítica de traducciones de textos que, por su condición de
plurisignificativos, se prestan a múltiples interpretaciones?
La evaluación, de otro lado, consiste en determinar la calidad de un texto, atribuyéndole
una apreciación, cualitativa y cuantitativa, con fines fundamentalmente didácticos, esto es el
perfeccionamiento de la competencia traductora. El objetivo fundamental del docente evaluador
de traducciones es medir el progreso logrado por los estudiantes de traducción en los diferentes
niveles del proceso de enseñanza-aprendizaje, aplicando para dicho fin una escala o baremo de
evaluación de errores y aciertos diseñada en forma a priori o a posteriori.
La revisión de traducciones, a diferencia de las dos anteriores, puede intervenir
directamente en la segunda etapa del proceso de la traducción, o reexpresión, e implica una
relectura destinada a la depuración estilística, verificación de equivalencias y uniformidad
terminológica de la versión borrador. En otras palabras, se trata de perfeccionar la traducción
según los parámetros o estándares de calidad dados por una norma o institución acreditada. Un
objetivo adicional de la revisión es incrementar el rendimiento cualitativo y cuantitativo del
traductor profesional
El control y acreditación de la calidad de traducciones es una cuarta actividad vinculada a
la revisión bilingüe que resulta oportuno deslindar. Para Christine Durieux (1999), la revisión es
una evaluación “in vitro”, orientada al texto origen, que pone énfasis en la calidad intrínseca del
documento traducido y cuya norma única (absoluta) es la aceptabilidad, mientras que el control
de calidad realiza una evaluación “in vivo”, verificando que las características del producto o
servicio respondan a las exigencias especificadas en el encargo de traducción, se centra en el texto
meta, en la finalidad de la traducción, en el destinatario y en la concepción de la calidad como
noción variable, relativa y no absoluta. Siguiendo esta línea de pensamiento, la producción de
una versión de calidad se subordina a dos dimensiones textuales: la progresión argumental
(dimensión vertical) y la coherencia externa (dimensión transversal).
De acuerdo con el número de personas involucradas en el proceso de revisión, puede
hablarse de una autorevisión o verificación que debe efectuar el propio traductor en la última
etapa del proceso; de una interrevisión, caso en el cual cada uno de los dos traductores que
compartieron un mismo trabajo revisa la parte correspondiente a su colega; y de una revisión
colectiva o traducción en equipo, paradigma de la revisión ideal, en la que participan bien nativos,
traductores o especialistas según sea el caso, quienes, de preferencia, no deberían haber

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intervenido en el proceso de traducción. Seguidamente describiremos, en forma sucinta, cada


tipo de revisión.
La labor de autorevisión, inherente al proceso de traducción, puede realizarse, en forma
integral, al finalizar el trabajo de traducción o durante el proceso, a través de controles
escalonados, cada dos o tres páginas, que desembocan, necesariamente, en una revisión integral
final
Desde la óptica del canal utilizado, podemos distinguir la revisión en pantalla de la
revisión en papel o impresa. La primera de ellas la aplican, por lo general, los estudios de
traducción que cuentan con personal ad-hoc. Este tipo de traducción cumple una función
didáctica en el caso de practicantes de traducción o traductores noveles. En ella, el revisor de
turno entrega las versiones corregidas en papel para que estos se encarguen de efectuar las
modificaciones requeridas que serán objeto de una ulterior revisión.
En la actualidad, por razones de simplificación de las tareas de revisión, las empresas de
traducción con pocos traductores de planta, al igual que a los traductores independientes, realizan
la modalidad de revisión en pantalla, con la finalidad de ganar tiempo, ahorrar gastos de
impresión, etc. Es preciso recalcar que este tipo de revisión, para ser satisfactoria, debe efectuarse
entre duplas de traductores que posean una competencia traductora similar y que compartan un
estilo común, sea el estilo del estudio de traducción, el estilo del cliente, etc.
En cuanto al método de trabajo en sí, la interrevisión en pantalla puede efectuarse en
forma independiente, en cuyo caso cada uno de los traductores revisa la parte del texto que no
tradujo, o en forma interdependiente, uno de los traductores lee, en alta voz, a su compañero la
parte de la traducción que estuvo a su cargo, y viceversa. Esta última modalidad, cuyas ventajas,
interactivas y didácticas, resultan indiscutibles, es ineficaz, desde el punto de vista de la
rentabilidad, por cuanto demanda el trabajo de dos personas en una actividad que podría ser
realizada por sólo una.
Está demás decir que, desde la perspectiva del medio utilizado, la revisión hecha sobre
papel es la más conveniente en términos de calidad de la traducción, por cuanto la materialidad
textual redunda positivamente en el mantenimiento de la coherencia y cohesión tanto discursiva
como metodológica. A pesar de que los procesadores de texto son cada vez más versátiles, siguen
presentándose limitaciones relativas a la visión integral del texto.
Un tercera modalidad de revisión es la relativa al lugar donde se realiza la revisión, fuera
o dentro del estudio, estrechamente vinculada al tipo de revisor participante, nativo o especialista.
En nuestro medio, la demanda de revisión externa es escasa, se limita, en el caso de traducciones
inversas, a revisiones integrales a cargo de nativos o, a consultas a especialistas para revisiones
puntuales del trabajo, cuando el encargo de traducción es altamente especializado. Se observa,
igualmente, que algunos estudios de traducción vienen aplicando, con bastante éxito, la práctica
de la revisión a posteriori, luego de entregada la traducción al cliente, en lo que se conoce, en
términos de marketing, como servicio de posventa o seguimiento del cliente. La ventaja de esta
estrategia de marketing es que permite conocer el grado de aceptación del servicio prestado y,
conjuntamente, brinda la posibilidad de acceder al “estilo del cliente”, con todos los beneficios que
ello trae consigo, por ejemplo la elaboración de futuros trabajos hechos a medida del cliente.
En el ejercicio profesional de la traducción, la revisión bilingüe, entendida como actividad
de control de calidad de las versiones traducidas, desempeña bien una función pragmática
encaminada a adecuar el texto meta a determinados criterios de calidad antes de su difusión, sin
que se establezca comunicación alguna entre el revisor y el traductor; bien una función didáctica
orientada al perfeccionamiento de la competencia traductora de los traductores noveles, en cuyo
caso se da un intercambio fructífero entre el revisor y el revisado.
La primera de estas es bastante cuestionada por los traductores en ejercicio quienes
consideran que, por más competente o experimentado que pueda ser el revisor, difícilmente

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estará en la capacidad de juzgar con objetividad el trabajo, al no disponer de todos los elementos
de juicio requeridos y, particularmente, por no estar tan familiarizado como el traductor con el
texto. Un paliativo para salvar la distancia existente entre el saber compartido del traductor-autor
y el saber compartido del revisor-autor, sería la entrega de una versión anotada, verbigracia, una
versión que adjunte un glosario de la terminología, acompañado de los códigos de fuentes
consultadas y los focos de dificultad encontrados. En principio, esta versión cuya confección
requerirá la inversión de mayor tiempo y esfuerzo, aliviaría, en buena medida, el trabajo del
revisor; sin embargo, su puesta en práctica resulta inviable por razones de rentabilidad.
El tipo de revisor, humano o automático, a cargo de la traducción es otro factor
diferenciador de la actividad revisora. A partir de fines del siglo pasado, crece de manera
significativa tanto la demanda como la oferta de traducciones hechas por programas de
traducción automática. Estos nuevos “encargos” de traducción han obligado al revisor a
flexibilizar sus parámetros de corrección adaptándolos a nuevas variables. En el contexto de la
traducción automática surgen las siguientes interrogantes: ¿las variables o parámetros de revisión
de productos humanos deben o pueden ser idénticos a los de la revisión de productos
automáticos?
Sobre esta materia, C. Durieux (1999: 122) lanza una propuesta bastante provocadora al
afirmar que una traducción puramente automática puede ser satisfactoria para un determinado
tipo de cliente ya que el grado de aceptación de la misma depende de variables tales como: la vida
útil de la traducción (traducciones con un periodo de vigencia muy limitado); la amplitud de su
difusión (lector individual o círculo muy reducido de lectores); el dominio del tema por parte del
lector (que en todos los casos es un presupuesto del que se parte) y el tipo de lectura del que será
objeto la traducción, (una lectura funcional, consulta rápida).
Para completar el circuito de calidad de la traducción automática cabría añadir una
variable adicional: su inmediatez. Una de las grandes ventajas de la traducción automática es que
tiene la capacidad de realizarse en “tiempo real”, y los traductores sabemos perfectamente que,
por más empeño que le pongamos a la tarea de traducir, resulta prácticamente imposible alcanzar
esta meta. A partir de esta innovadora propuesta, podemos deducir que los productos de
traducción automática o asistida por computadora tienen finalidades diferentes a los productos de
traducción humana, que se orientan a públicos distintos, que la amplitud de su vigencia es
igualmente variable y que no por ello dejan de cumplir con el parámetro por excelencia de la
calidad: la funcionalidad del producto, es decir que el texto traducido sea útil y que pueda ser
reutilizado según las necesidades del cliente.
Finalmente, el énfasis puesto en la cantidad y la calidad de la revisión (evaluación
cuantitativa y cualitativa) constituye otra de las dimensiones de la evaluación de traducciones. En
la evaluación cuantitativa un aspecto importante es el factor económico, tiempo invertido en la
traducción, el factor de costo de producción, el desfase entre el encargo y la entrega, los costos
auxiliares de servicios informativos y administrativos, el tiempo de lectura por parte del usuario
final, etc. Por su parte, la evaluación puramente cualitativa no toma en cuenta el tiempo
invertido, el costo u otros factores relevantes a los procesos y productos industriales. Se limita, en
forma relativa, al original y se aboca, en forma absoluta, al producto final. En consecuencia, la
calidad se subsume a la propiedad en la que se incluye la exactitud, inteligibilidad, adecuación
funcional y presentación formal (Sager: 1983).
Luego de haber presentado los diferentes tipos de revisión bilingüe, nos centraremos en
uno de sus problemas centrales: los parámetros o estándares de la revisión o calidad, de las
traducciones. Uno de los teóricos más importantes de la revisión, Paul Horguelin (1985) afirma
que una traducción de calidad deben reunir los siguientes requisitos: a). transmitir exactamente el
mensaje del original; b). observar las normas gramaticales vigentes al momento de su producción;

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c). ser idiomática; d). conservar el tono del original y e). ser totalmente inteligible para el lector
meta.
El criterio de exactitud está orientado a la fidelidad del sentido o respeto al querer decir
del autor. Al aplicar este parámetro, el revisor deberá identificar la existencia de sinsentidos, falsos
sentidos, contrasentidos y, en especial, la inexistencia de sobretraducciones, subtraducciones o de
las tristemente famosas “bellas infieles”.
El parámetro corrección hace referencia al respeto que deben tener tanto el traductor como
el revisor por el código meta, teniendo en cuenta no sólo la norma lingüística y traductora, sino
también el uso lingüístico vigente al momento de realizar la traducción. Al trabajar este criterio, el
revisor debe interesarse mejorar las “feas fieles”, que no atentan contra el sentido, sino contra el
genio de la lengua meta.
El factor inteligibilidad está destinado a determinar la facilidad de comprensión del texto
meta, su transparencia, calidad estilística y valor comunicativo. En este nivel, el revisor deberá
concentrar su atención en la propiedad del léxico, de las colocaciones, en el empleo satisfactorio
de la redundancia, en la adecuada extensión de los enunciados y, en general, en todos los
elementos interoracionales que permitan mantener la cohesión y coherencia requeridas por el
texto.
En lo concerniente a la tonalidad, el revisor se encargará de evaluar si se ha empleado, en
forma correcta, el registro lingüístico requerido, neutral o afectivo, oral o escrito, general o
especializado, formal o informal.
Finalmente, la adaptación al destinatario garantizará que la traducción no genere una
reacción negativa en los lectores, poniendo especial énfasis en la compatibilidad e
incompatibilidad de los referentes a fin de evitar conflictos sociales y culturales.
Desde otra perspectiva teórica, Juan Sager (1993: 105-113) analiza la actividad traductora
como una modalidad de modificación textual o tipo de metatexto (resumen, comentario, etc.)
junto con la transformación (que supone una redefinición de la intención textual, el cambio de
código lingüístico al icónico). Define la revisión como un proceso de control de producción textual
que se lleva a cabo con la finalidad de determinar la exactitud, integridad, propiedad estilística y
de efectuar otras modificaciones pertinentes.
Garantizar la exactitud de los heterónimos (equivalentes interlingüísticos), detectar
omisiones inaceptables, controlar el estilo (eliminando interferencias de cualquier índole) y, de ser
el caso, restituir las características del código escrito. Todos estos criterios, por lo general, son
tomados en cuenta por el propio traductor en la fase de evaluación de su propio trabajo. A estos
criterios de evaluación, Sager añade dos de los que se haría cargo el revisor, la armonización
textual, en caso de traducciones colectivas y de gran volumen, así como la adaptación y, hace la
salvedad de que, cuando se ha omitido la evaluación por parte del traductor, compete al revisor
inclusive la exactitud e integridad del documento origen.
Siguiendo la descripción de la propuesta de Sager, podemos observar que existen dos
perspectivas de análisis del “error” en la práctica profesional. En una evaluación absoluta, la
finalidad será la precisión de un determinado traductor y cumple una función didáctica en la
medida que la omisión de información relevante no pueden parangonarse a la de un error de
ortografía y, de otro lado, en una evaluación relativa la intención, es decidir, únicamente de ser
pertinente, qué tipo de modificaciones deben llevarse a cabo en el texto. Para este autor lo que
determina de manera categórica la gravedad de una negligencia profesional es el “efecto del
error” y no el error en sí mismo.
Pero los parámetros de la revisión no son los únicos elementos que afectan la
evaluación de un texto traducido, también influyen en ella (Sager:1983), los parámetros de la
traducción:

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a). la forma y el tipo del texto original (el tipo de texto escrito u oral, la integridad textual:
texto completo o porción textual; la condición textual (texto definitivo o borrador, etc.);
b). la forma o tipo de traducción (integridad de la traducción, texto derivado (resumen,
etc.);
c). el estatus de la traducción (grado de dependencia de la traducción respecto del
original: traducción como texto independiente, traducción como texto que coexistirá con
el original, texto que servirá como original y que será utilizado como modelo para otras
traducciones);
d). la preparación de la traducción (presuposiciones respecto del contenido, señales
lingüísticas, determinación de la intención, señales lingüísticas de la intención, señales
extralingüísticas, situación y expectativas del lector);
e). el papel del iniciador de la traducción (escritor del original, lector de la traducción,
agente o intermediario);
f). la facilitación de la actividad traductora por parte del lector (a través del apoyo
logístico, terminológico, etc.);
g). la finalidad de la traducción (lectura informativa, traducción para “usar y desechar”,
información detallada para futuras referencias, borrador de otros textos, publicación,
validez legal, entre otros);
h). el factor textual (la traducción puede respetar, como no, las funciones textuales del
original);
i). el tiempo invertido en investigación (cantidad de investigación realizada por el
traductor);
f). la variable revisión, la cantidad y el costo de la revisión puede afectar el costo y calidad
de la traducción, factor este último que obliga a desestimar, en algunas oportunidades, los
parámetros de exactitud e integridad para priorizar la consistencia estilística.

Retomando la tipología de calidad presentada por C. Durieux (1999), los parámetros


utilizados para determinar la calidad intrínseca de la versión traducida se rigen por la textualidad
(mecanismos de enlace (cotexto), cohesión y coherencia respectivamente), y los empleados para
identificar la calidad extrínseca de una traducción serían la exactitud terminológica, la
disponibilidad de información y el respeto por los plazos fijados por el cliente. Los principios de
base para juzgar la calidad extrínseca de una traducción son, a juicio de Durieux, la transparencia
del texto (que e pueda ser leído sin recurrir a otras fuentes); su eficacia (garantía de encontrar en él
toda la información que se requiera) y, finalmente, su funcionalidad (o potencial de reutilización
de la información existente en la traducción).
Pasando a otro aspecto de la revisión, nos detendremos a presentar el modelo ideal de
revisión que, según Horgüelin (1985) y Vázquez-Ayora (1977), debería ceñirse al cumplimiento de
las siguientes etapas:

a. Lectura del la traducción con el fin de apreciar el efecto tal del


tema y del estilo (Vázquez_Ayora)
b. Lectura atenta del texto original o (Hörguelin), según otros
autores, lectura, agrandes rasgos, por párrafos o capítulos
(Vázquez-Ayora).
c. Lectura comparativa (Hörguelin y Vázquez-Ayora).
d. Corrección del texto traducido (Hörguelin); y
e. Lectura del texto meta o versión traducida (cohesión e
inteligibilidad) (Vázquez-Ayora).

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Decimos ideal porque en la práctica traductora real, por razones de diverso orden,
concretamente la rentabilidad, el modelo se limita a la superposición de las etapas c y d; el revisor
realiza paralelamente la lectura comparativa y la corrección del texto traducido. Es indudable que
la rentabilidad de una traducción se mide en función del tiempo destinado a la misma que, en
términos ideales, debería equivaler, como máximo, a un tercio del tiempo dedicado a la
traducción propiamente dicha. No obstante, por más apretado que sea el plazo de entrega fijado,
una traducción que desee alcanzar estándares de calidad satisfactorios, debería pasar por la criba
de un mínimo de dos revisiones.
Se da el caso de estudios de traducción que ofrecen traducciones de calidad diferenciada,
según pasen por una, dos o tres revisiones, con el respectivo recargo por dicho concepto. Este
particular tipo de oferta amerita las siguientes reflexiones: ¿es ético ofrecer este tipo de servicios?
;¿es justo que el cliente pague en forma adicional por el control de calidad del producto?; ¿este
control de calidad no forma parte, acaso, del proceso de traducción?; ¿es acaso la revisión un
“valor agregado” de la traducción, al igual que la conservación del formato del original?
En lo que a principios que deben regir el trabajo de revisión se refiere, reviste particular
importancia el rechazo de los textos denominados irrecuperables o irrevisables, esto es aquellas
traducciones que, a causa de su elevada mediocridad, no pueden ser mejoradas, sino únicamente
retraducidas. En ellas, el traductor novel, por inseguridad, incompetencia, negligencia, etc., deja
en manos del revisor la toma de decisiones traductoras, básicamente de los focos de dificultad. A
continuación, enumeraremos cuatro de las causas principales que justifican dicho rechazo:

1. Resulta una operación no rentable.


2. Por más esfuerzo que haga el revisor, la calidad de un texto retraducido
resultará siempre insatisfactoria.
3. La reputación del revisor se pondrá en tela de juicio.
4. Se le hace un daño al traductor, al facilitarle el trabajo e impedir que
desarrolle una competencia traductora autónoma y que asuma la
responsabilidad de rehacer un trabajo de nivel inaceptable.

Es por demás evidente que no compete al revisor la reescritura ni la reestructuración


integral del texto traducido. En todo caso, de resultar indispensable una retraducción o
reescritura de la versión traducida, ésta debería limitarse a los fragmentos del texto que contengan
frases particularmente complejas, ambigüedades no deliberadas.
Otro principio importante es el relativo al alto grado de tecnicidad o de abstracción,
propios de los textos hiperespecializados, que dificulta la labor del revisor. Cuando el revisor se
enfrenta a esta situación, la sugerencia sería que concentre su actividad en la verificación de los
otros parámetros de calidad, participándole al cliente las limitaciones terminológicas no
superadas durante el proceso de traducción.
En la revisión, como en toda actividad pragmática, existen determinados prejuicios que
obstaculizan su efectividad. Estos prejuicios son privativos de los revisores principiantes, ya que
los experimentados descubren su inaplicabilidad en el ejercicio de la actividad. Mencionaremos,
entre los más conocidos, la creencia de que lo que no figura en los diccionarios no forma parte de
una determinada lengua. La práctica demuestra que la presencia de un término en un diccionario
no garantiza su empleo o actualización en un contexto dado y que no todo vocablo consignado en
un diccionario es necesariamente correcto.
Un tabú, que deriva en parte del anterior, es pretender “ser más purista que la Real
Academia Española”. El revisor, en ningún caso, debe asumir el papel de censor idiomático, por
el contrario, debe recordar, en todo momento, que el USO, es el criterio por excelencia para la
lograr la adecuación idiomática y garantizar el éxito comunicativo de la versión traducida.

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Seguidamente, pasaremos a describir grosso modo el tipo de relación existente entre el


traductor y el revisor. Si se pretende que dicha relación sea fructífera, el revisor debe eliminar, en
la medida de lo posible, la dependencia del traductor hacia su persona, transformándola,
paulatinamente, en autonomía traductora, así como estimular una estrecha colaboración con él,
dado que se trata de dos participantes en un mismo proceso traductor con encargos claramente
diferenciados: traducir y corregir. Por ende, ambos deben pensar en la colaboración como
excelente medio de perfeccionamiento. En algunos casos, el revisor aprenderá tanto o más que el
propio traductor. En consecuencia, la calidad final de la versión traducida estará supeditada, en
este contexto, a la actitud adoptada por las personas involucradas en el proceso de la revisión.
Siguiendo a Paul Hörguelin (1985), una de las obligaciones del revisor es lograr empatía
con el traductor. Antes de presentar, en forma oral o escrita, sus correcciones, debería
preguntarse: Si yo fuera el traductor, ¿cómo reaccionaría con esta corrección? Esta actitud
empática, hará que juicios lapidarios sean reemplazados por sugerencias técnicas. En vez de decir
"escribe pésimo” o “ponga esto en castellano", podría sugerir "debe mejorar su estilo". Al
encontrarse ante una “traducción plagada de contrasentidos", debería aconsejar: "lea más en
lengua origen". Igualmente tendría que evitar formular la típica pregunta ¿de dónde sacó
semejante equivalente? y cambiarla por: "cite sus fuentes de consulta". En general, las críticas
destructivas obstaculizan el logro del objetivo central de la revisión orientado al
perfeccionamiento del traductor, contribuyen a debilitar la voluntad del traductor y van en
detrimento de su autoestima.
Detengámonos ahora a reflexionar sobre el tipo de mejora que debe introducir el revisor.
Brian Mossop (1992) establece una diferencia entre las interrogantes que surgen en un traductor
novato y uno experto respectivamente, en cuanto a la tarea que deben cumplir como revisores. El
primero se pregunta ¿cómo puedo mejorar el texto? o ¿cómo lo habría traducido? mientras que el
segundo formula la siguiente interrogante ¿necesita el texto ser mejorado? y sólo esta última
respeta el trabajo del traductor.
Ahora analicemos el tema desde la perspectiva del traductor, ¿qué debe hacer el traductor
para facilitarle el trabajo del revisor? La respuesta es sencilla: proporcionarle sus fuentes de
consulta e, incluso, de ser necesario, las fichas terminológicas o glosarios expresamente realizados
por el traductor para ese encargo. Esta información aliviará considerablemente el trabajo del
revisor quien obviará dichas fuentes, orales o escritas, y las complementará con otras no
consultadas por el traductor. La ventaja de la aplicación de este método de trabajo es que agiliza
considerablemente el proceso de revisión y repercute en el logro de una versión traducida acorde
con los estándares de calidad vigentes.
En lo tocante al grado de responsabilidad del traductor y del revisor, cabe diferenciar dos
tipos de situaciones. En caso que se trate de una revisión pragmática, cuya versión corregida no
fue vista por el traductor antes de su difusión, el revisor asume toda la responsabilidad sobre la
traducción, dado que el primero no tuvo la posibilidad de fundamentar su versión. Si por el
contrario, la revisión se realiza en colaboración con el traductor, este último asumirá la
responsabilidad integral del producto, con los correspondientes derechos de autor.

Otro aspecto concerniente a la relación entre el traductor y el revisor es el referido a las


tareas propias del revisor que no se limitan al perfeccionamiento de un determinado texto
traducido, sino que abarcan otras funciones tales como la de consultoría, formación y
administración. En su calidad de consultor, el revisor brinda consejos al traductor, absuelve
consultas de carácter técnico e, incluso, puede asesorar al cliente en cuanto a la correcta redacción
de un determinado documento.
Un último factor que constituye una de las mayores limitaciones observadas en el ejercicio
de la revisión bilingüe es la marcada tendencia a la subjetividad. Eugene Nida (1964) aconseja

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que con fines de autorrevisión, se ponga en práctica el principio de la toma distancia de la versión
traducida, para luego retomarla, con mayor objetividad, aplicando los criterios o parámetros de
calidad empleados por los revisores profesionales. Otra recomendación dada por este autor es
dar a leer el texto a una persona que forme parte del círculo de lectores de la versión traducida, a
fin de que ella dé alcances sobre las limitaciones encontradas, tanto en el nivel de comprensión
como en el de expresión.
Aun cuando resulta indudable que ninguno de estos métodos de autorevisión puede
equipararse a los de revisión por parte terceros (revisores competentes), debemos reconocer que
no siempre el traductor está en la posibilidad de contar con un revisor externo y que existen
experiencias de revisión negativas en las cuales la subjetividad del traductor para evaluar su
trabajo es reemplazada por una nueva subjetividad, la del revisor incompetente. Lo más
importante es, en definitiva, que tanto el traductor como el revisor tomen conciencia de su
responsabilidad como productores de una versión traducida de calidad en concordancia con el
nivel de intervención que compete a cada uno de ellos.
Como formador de futuros profesionales, el revisor bilingüe debe justificar todas sus
correcciones señalando fuentes, y evitando imponer sus propias preferencias estilísticas o
idiolectales. De resultar perentorio, proponer una variante estilística, para lo cual será mejor
emplear aquella que ha adquirido consenso en la práctica traductora de colegas de reconocida
trayectoria, esto es la norma traductora vigente, siempre que ello redunde en la idoneidad
estilística del texto meta.
Se hace indispensable, por tanto, establecer un diálogo estrecho entre el revisor y el
traductor para lo cual se recomienda fijar, clara y anteladamente, las reglas del juego, con miras a
evitar incurrir en las típicas deficiencias comunicativas y conflictos idiolectales, provenientes de
las defensas cerradas de versiones personales sin la debida fundamentación. El revisor tiene la
delicada misión de formar traductores noveles y requiere poseer una gran flexibilidad mental
para poder variar sus estrategias de revisión, según el tipo de traductor al que se enfrente, novato
o experimentado.
Esta relación traductor-revisor trae consigo muchas otras interrogantes que empiezan a
interesar a los teóricos de la revisión. ¿en qué medida la cantidad y variedad de las intervenciones
que el revisor ha considerado pertinentes inciden de manera reflexiva en la calidad del producto
final? En otras palabras, ¿qué relación existe entre la claridad de la traducción y la claridad de la
revisión?; ¿cómo hacer para que la revisión no impida o trabe el desarrollo de la autonomía y
autoestima traductoras?; ¿cuál es un plazo razonable para mejorar un texto traducido?; ¿qué
margen de tolerancia debe tener el revisor respecto del traductor?; ¿cómo lograr que los revisores
se guíen por motivaciones puramente objetivas para realizar sus intervenciones en el texto?
En un trabajo de investigación aplicado al campo de la revisión, Lorenza Rega (1999)
define operacionalmente la intervención estilística motivada en forma objetiva como la
intervención conducente a producir una frase elaborada de tal manera que no exija un esfuerzo
adicional del lector al verse imposibilitado de comprender un texto cuyo contenido ya es, de por
sí, complejo. La intención es hacer que el texto resulte más claro para el lector valiéndose para ello
de transformaciones sintácticas. Añade Rega que el papel del revisor-especialista se orienta a la
claridad del estilo especializado y a eliminar errores eventuales difíciles de reconocer por un
traductor general.
Por otro lado, Marella Magris (1999: 153) contempla el problema de la tolerancia del
revisor frente a un texto bastante voluminoso y complejo. Ella afirma que el margen de tolerancia
del revisor podría verse ampliado, entre otros, por los siguientes factores: la mejora cualitativa de
la traducción con el consecuente aumento de confianza en la competencia del traductor, la
familiarización del revisor con determinadas preferencias estilísticas del traductor, el creciente

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automatismo inevitable en todo proceso de revisión y el deseo de terminar, lo antes posible, con el
trabajo.
Para autores como Vázquez Ayora (1977), el revisor se encuentra en una posición de
ventaja constructiva. Por no haber estado involucrado en los problemas de traducción, logra una
visión más serena del estado de cosas. El traductor durante el proceso traductor ve más en la
lengua extranjera, el revisor ve en la lengua extranjera y en la propia.
¿Se puede eliminar la subjetividad revisora? Gvenirk Turover (1996) postula que para
superar el subjetivismo individualista hay que seguir no por la línea de sustitución de criterios
subjetivos por objetivos, sino por la línea de objetivación de las leyes y regularidades que se
encuentran en la base de juicios subjetivos y la elaboración de medidas que contribuyan a la
reducción de su “dispersión”. Para conseguirlo se podría utilizar la metodología aplicada en las
investigaciones sociológicas, sociopsicológicas y sociolingüísticas. Este autor propone una serie
de investigaciones experimentales en las que un grupo de profesores puede evaluar, simultánea e
independientemente, una misma traducción; se puede, igualmente, comparar las evaluaciones
realizadas por profesores con las hechas por traductores profesionales, redactores, especialistas;
estudiar la dependencia entre los cambios efectuados en una traducción y su evaluación, entre
otras aplicaciones posibles.
La gran disyuntiva a la que se enfrentan tanto el traductor como el revisor es: ¿excelencia
o rentabilidad?, tanto el traductor como el revisor deben resolver este dilema encauzándolo a
la búsqueda del equilibrio entre los dos polos: Ni un exceso de perfeccionismo, ni un pragmatismo
puro.
Como reflexión final, cabría indicar que, en nuestro medio, la figura del revisor no
está debidamente tipificada y que son realmente pocas las empresas que cuentan con personal
que se dedique a realizar, en exclusividad, tareas de revisión bilingüe por considerarlo
innecesario o poco rentable. Estamos convencidas que este campo, relativamente virgen, debe
ser explotado por los traductores profesionales como un nuevo espacio laboral. El contexto
actual es particularmente propicio para que las universidades e institutos de traducción del
país reflexionen, seriamente, sobre la necesidad de incluir, sea en el nivel de carrera o en el de
postgrado, cursos de revisión, monolingüe y bilingüe. La Unifé, hace aproximadamente cuatro
años, ha incluido un módulo de revisión en el Curso de Actualización conducente a la
obtención de la Licenciatura y acaba de insertar uno a nivel de pregrado en su nueva
estructura curricular.
Entre los factores determinantes para desarrollar la revisión profesional en el país,
podemos mencionar: a). la vertiginosa aparición de programas de traducción automática que,
por sus evidentes limitaciones, exigen la presencia del traductor humano en la etapa de
postedición con la consiguiente demanda de servicios de revisión de traducciones automáticas;
b). la urgencia de que las empresas de traducción peruanas se supediten a los estándares
internacionales de calidad de traducciones (Normas DIN 2345 en ALEMANIA; UNI 10524 en
ITALIA; ATA en HOLANDA; etc.) o que propongan estándares de calidad acordes con la
realidad peruana (método de trabajo; requerimientos básicos para la presentación de
traducciones; tratamiento de tablas, diagramas, números, figuras, etc.; requerimientos básicos
para la entrega de traducciones; facturación entre otros; c). las cada vez mayores expectativas
de calidad por parte de los clientes locales en cuanto a valores agregados tales como respeto
del formato original, etc.; y d). la posibilidad de ampliar el mercado a través de servicios de
revisión de traducciones on line en el marco de la globalización de la economía.; e) la urgencia
de generalizar los servicios de postventa, solicitándole al cliente, pasado un tiempo prudencial,
opinión sobre nuestro trabajo y brindándole la posibilidad de realizar todos los cambios que
considere pertinentes (en especial terminológicos y de estilo de la casa) para que nuestra
traducción llene sus expectativas).

rosalunagarcia@gmail.com
Rosa Luna Temas de traducción 2000

A manera de conclusión, ratificaremos que la mejor manera de controlar la calidad de


una traducción es hacerla pasar por el proceso de la revisión humana profesional guiada por
parámetros objetivos y flexibles, en función de las particularidades de cada encargo de
traducción.

BIBLIOGRAFÍA

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traductor, derechos de autor, Lima, Traductores Asociados, s.r.l.
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11. VÁZQUEZ, G. (1977) Introducción a la traductología, Washington, Georgetown University.
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rosalunagarcia@gmail.com

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