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Antecedentes históricos
Límites de placas
Sin embargo los nuevos geólogos eran partidarios del «uniformisrmo» que
establecía que la historia de la corteza terrestre podía explicarse sencillamente por
la acción continua y sumamente prolongada de las fuerzas corrientes de la
naturaleza.
Aunque sólo fuera por las dificultades que planteaban los viajes, los primeros
geólogos solían restringir sus estudios a las pequeñas zonas que tenían a su
alcance, pero algunos estaban dispuestos a pensar a escala planetaria.
A partir de 1600, cuando los mapas del mundo comenzaron a ser más exactos, los
geógrafos advirtieron que la costa occidental de África podía encajar con la costa
oriental de América como dos piezas de un gigantesco rompecabezas. Este hecho
sugería, de manera muy general, que en una época muy remota los dos continentes
atlánticos habían estado unidos y que desde entonces se habían ido separando.
Esta hipótesis fue formulada de forma más concreta por el científico francés A.
Snider-Pellegrini en 1858; medio siglo más tarde, H.B. Baker presentó su teoría
según la cual hace 200 millones de años todos los continentes habían ocupado el
sitio de la Antártida y desde entonces se habían separado. F.B. Taylor, un geólogo
norteamericano especialmente interesado en la región de los Grandes Lagos,
formuló independientemente una teoría similar en 1910.
La teoría de la deriva continental fue formulada concretamente por primera vez por
Alfred Wegener, que aparece en la fotografía (abajo), en 1912. Su idea básica era
que una masa continental original (Pangea) se había fragmentado y que a lo largo
de las eras geológicas se había Ido separando hasta formar los actuales
continentes.
Luego advirtió que había en realidad dos tipos de ondas P. A escasa distancia del
epicentro, la primera onda en llegar se desplaza a una velocidad de 5,5 a 6,5 km.
por segundo. A una distancia de unos 170 km., esta onda es superada por una
segunda onda, que se desplaza a 8,1 km/s. Más allá de este punto, hasta los 800
km., es posible detectar las dos ondas, pero luego las más lentas se desvanecen.
Mohorovicic interpretó este fenómeno como la prueba de que las ondas más lentas
se desplazan directamente hacia el sismógrafo, mientras que las más veloces son
refractadas a una profundidad de unos 50 km. En su honor, la capa refractora
recibió el nombre de discontinuidad de Mohorovicic, o Moho. Investigaciones
posteriores demostraron que la profundidad del Moho (el límite entre la corteza
terrestre y el manto superior) varía entre 30 y 50 km.
Expansión incipiente
Paleomagnetismo