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TEMPRANA
Trabajo de Puericultura
Presentado a la Profesora:
Blanca Sánchez
Bogotá D.C.
Pág.
Introducción 1
Desarrollo Cognitivo 2
Desarrollo Emocional 6
Bibliografía 10
INTRODUCCIÓN
Mucho antes de que el ser humano tenga una conciencia desarrollada, desde el momento
mismo del nacimiento y aún en la época prenatal, el sujeto manifiesta una actividad
comportamental mediante la cual contribuye esencialmente al mantenimiento y desarrollo
de su vida. Así, antes de llegar a la fase propia del adulto, el psiquismo humano atraviesa
por una serie de estadios o fases de desarrollo, que han sido estudiados con detalle por
varios psicólogos, destacándose entre ellos, Jean Baker Miller, con su teoría relacional, la
cual propone que la personalidad se desarrolla a la par con los vínculos emocionales (no
separada de ellos), desde la infancia.
De igual manera, Jean Piaget, con su teoría del desarrollo cognoscitivo describe a los niños
como exploradores activos que elaboran esquemas cognoscitivos a través de los procesos
de asimilación y acomodación que les permiten resolver los desequilibrios y adaptarse con
éxito a su ambiente. Además, esta teoría implica que todos los niños progresan a través de
las 4 etapas propuestas pro Piaget, en una secuencia invariable, debido a que cada etapa
sucesiva se basa en la etapa anterior y representa una forma de pensamiento más compleja.
1) Uso de reflejos (desde el nacimiento hasta el primer mes): los bebés practican
sus reflejos innatos y logran cierto control sobre ellos. No coordinan la información
que proviene de sus sentidos y no sujetan el objeto que observan.
Es así como se evidencia que los bebés presentan un enorme crecimiento cognitivo durante
la etapa sensoriomotora de Piaget mientras aprenden acerca del mundo por medio de sus
sentidos y de sus actividades motoras.
También, durante esta etapa desarrollan ciertos progresos cognitivos, tales como:
Entre los 0 y 3 meses, los bebés están abiertos a la estimulación. Comienzan a demostrar
interés y curiosidad. También sonríen fácilmente a las personas.
Entre los 3 a 6 meses, los bebés pueden anticipar lo que está a punto de ocurrir, se
decepcionan cuando no sucede así y lo demuestran enfadándose o actuando en oposición.
Sonríen, balbucean y ríen a menudo. Esta es una época de despertar social y primeros
intercambios recíprocos entre el bebé y el cuidador o sus propios padres.
Entre los 6 y los 9 meses, los bebés realizan “juegos sociales” e intentan obtener respuestas
en las personas. Ellos “hablan”, tocan y engatusan a otros bebés para lograr que les
respondan. Expresan emociones más diferenciadas y demuestran alegría, temor, enojo y
sorpresa.
Entre los 9 y 12 meses, los bebés se preocupan intensamente por su principal cuidador;
pueden sentir temor por los extraños y sentirse intimidados ante nuevas situaciones. Al año
de edad, comunican sus emociones con mayor claridad, demostrando sus estados de ánimo,
ambivalencia y diversos grados de sentimientos.
Entre los 12 y 18 meses, los niños exploran su ambiente valiéndose de las personas a las
que están más apegados como base de seguridad. A medida que dominan el miedo, se
tornan más confiados y más deseosos de imponerse por sí mismos.
Entre los 18 y 36 meses, los niños en ocasiones se tornan ansiosos porque se percatan de
cuánto están apartándose de su cuidador. Descifran sus limitaciones en la fantasía y el
juego, por medio de la identificación con los adultos.
Además, los niños parecen pertenecer a tres categorías de temperamento las cuales son:
Estos patrones del temperamento, así como un aspecto del mismo denominado “inhibición
de lo no familiar” son aparentemente innatos y por lo general estables aunque pueden ser
modificados por la experiencia. Así mismo, la conformidad del ajuste entre el
temperamento del niño y las exigencias ambientales (sociales) ayuda a su adaptación.
Por otra parte, de acuerdo con Erikson, en sus primeros 18 meses de vida los bebés
experimentan la primera crisis del desarrollo de la personalidad, “confianza básica frente
a desconfianza básica”, en la cual ellos necesitan desarrollar un equilibrio entre la
confianza (que les permite entablar relaciones estrechas) y la desconfianza (que les permite
protegerse a sí mismos). Si la confianza predomina, los niños desarrollan la “virtud” de la
esperanza: creer que pueden satisfacer sus necesidades y lograr sus deseos. Si predomina
la desconfianza, los niños verán el mundo como un lugar hostil e impredecible y tendrán
dificultades para entablar relaciones. Esta crisis únicamente se soluciona con un cuidado
sensible, dedicado y constante por parte de los padres.
A medida que los niños maduran (física, cognitiva y emocionalmente) son impulsados a
buscar la independencia de los adultos a quienes están más apegados. Por tal motivo, según
Erikson, los pequeños entran a la segunda crisis de desarrollo de su personalidad:
“autonomía frente a la vergüenza y la duda”, la cual está marcada por el cambio del
control externo hacia el autocontrol. La virtud que surge durante esta etapa es la voluntad,
convirtiéndose el control de esfínteres en un paso importante hacia la autonomía y el
autocontrol.
En cuanto al contacto con otros pequeños, especialmente durante los primeros años, afecta
el desarrollo cognitivo y psicosocial. A su vez, los hermanos influyen uno sobre otro tanto
positiva como negativamente desde temprana edad. Las acciones y las actitudes de los
padres afectan las relaciones entre hermanos.
Es así como la autoestima durante la niñez temprana tiende a ser global e ilusoria,
reflejando la aprobación de los adultos. Si la autoestima depende del éxito, los niños
pueden desarrollar un patrón de “indefensión” en su pensamiento y comportamiento.
También se debe tener en cuenta que la agresión instrumental (primero física y luego
verbal) constituye la forma más común de agresión en la niñez temprana. La mayoría de los
niños se tornan menos agresivos después de los 6 o 7 años de edad. Sin embargo, la
proporción de agresión hostil aumenta. Los niños suelen practicar la agresión declarada
mientras las niñas recurren a la agresión relacional.
Finalmente, debido a que los niños preescolares presentan temores temporales a objetos y
eventos reales e imaginarios, los temores de los niños mayores tienden a ser más realistas,
pero suelen ser superados. También, los preescolares escogen compañeros y amigos
similares a ellos. Los niños agresivos gozan de menor popularidad que los prosociales. Los
amigos tienen más interacciones positivas y negativas que otros compañeros de juego y las
actitudes de los progenitores pueden afectar la competencia social de los niños con sus
pares.
BIBLIOGRAFÍA