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En los primeros días de septiembre de 1852, Urquiza debió viajar desde Buenos
Aires a Santa Fe para inaugurar el Congreso Constituyente, dejando como
gobernador interino de Buenos Aires a José Miguel Galán.[9] Pocos días más
tarde, el 11 de Septiembre, se produjo en la ciudad de Buenos Aires un
alzamiento armado en contra de Galán, inspirado por Valentín Alsina, estando a
la cabeza de las tropas el general José María Pirán.[10] El general Pinto asumió
como gobernador y Alsina como Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores.
Mitre regresó del destierro el 14 de septiembre, y ese mismo día fue nombrado
jefe de la Guardia Nacional.[11]
“Para cuando llegue el caso de reunir la gran familia Argentina, con las manos
ligadas como se ve en el escudo de nuestras armas simbolizando la fuerza de la
unión, la Provincia de Buenos Aires promete solemnemente a sus hermanas ante
la faz del Mundo que pondrá su influencia y todos los elementos que pueda
disponer al servicio de la organización nacional.”[15]
Las relaciones diplomáticas también fueron parte del conflicto entre Buenos
Aires y la Confederación Argentina. El gobierno de la Confederación era el
gobierno Nacional y tenía el derecho, de acuerdo a la Constitución votada en la
Convención Constituyente de 1853, de representar a las provincias ante las
demás naciones. Sin embargo, el gobierno de Buenos Aires, cuyos
representantes no habían estado presentes en esa Convención, pretendió
establecer sus propios cónsules con el objetivo de imponer sus criterios, y en
algunos momentos, sabotear las iniciativas que partían de Paraná. Esta batalla
tuvo como protagonistas a dos de las inteligencias más brillantes de su época.
Por el gobierno de la Confederación, Juan Bautista Alberdi, inspirador de la
Constitución Nacional y en la Provincia de Buenos Aires, Bartolomé Mitre,
joven periodista, escritor, militar y político.
El Gobierno del Paraná, por sí y por medio de varios agentes que ha despachado
para Europa ha contraído y procura contraer compromisos políticos, comerciales
y financieros, los cuales, si se realizan, vendrán a ser después otros tantos
invencibles obstáculos a la reorganización nacional. Como en Europa no se
tiene una idea clara y exacta del modo de ser actual de la nación; como durante
la larga dictadura de Rosas, inventor de la falsa expresión Confederación
Argentina, ésta tiene un significado fijo, según el cual incluye a Buenos Aires en
la Confederación; y como desde 1810, siempre que en Europa se ha hablado de
las Provincias Unidas del Río de la Plata, o de la República Argentina, o de la
Confederación Argentina, o de Gobierno Nacional, o de Encargado de las
Relaciones Exteriores, se ha entendido no sólo incluido a Buenos Aires, sino
figurando en primera línea, o como parte principal de la Nación, o más
propiamente, no se ha visto en esta sino a Buenos Aires; por todo esto, es muy
de temerse que los gobiernos europeos, o alguno de ellos, y sobre todo los
banqueros, negociantes, empresarios, proyectistas, y en general los individuos
particulares, estén muy en la misma creencia; supongan que un gobierno que se
apellida nacional, y expide agencias diplomáticas, es gobierno de toda la nación
y por consiguiente de Buenos Aires también y que en su virtud contraigan
pactos y entren por convenios o arreglos, contando con la respetabilidad y
garantía que imprimía a tales actos el solo nombre de Buenos Aires.
Sin embargo, cree el Gobierno que estas ideas no deben propagarse por la
prensa ni oficialmente, a no llegar a ser absolutamente necesario; pues aquel
gobierno podría mirar tal proceder como una hostilidad o contrariedad a sus
proyectos, y originar el escándalo de una polémica o lucha en el exterior entre
agentes todos argentinos. [38]
El artículo primero era ofensivo para Buenos Aires. Si bien España reconocía la
independencia Argentina, que era algo anhelado por todos, el tratado incluía a la
Provincia de Buenos Aires, según lo dispuesto en la Constitución de 1853,
donde la provincia no había participado. Alberdi reconocía este hecho pues en
una carta a Urquiza citada por Ruiz Moreno decía: “Buenos Aires acaba de
obtener su independencia de España gracias a V. E., como obtuvo también su
libertad, a su pesar, cuando V. E. derrocó a su tirano de 20 años en el campo
de batalla.”[49]
Para Ruiz Moreno, “triunfaba el ius sanguinis, contra todas las conveniencias
de un país poco poblado que debía recibir grandes contingentes de inmigrantes
como elemento básico para su progreso. El caso era doblemente grave: era la
primera vez que un tratado rioplatense recogía esta doctrina, y además su
proyección era infinita, puesto que por la cláusula de la Nación más favorecida
insertada en otros convenios internacionales, inmediatamente otros países
europeos reclamarían idéntico privilegio.”[50]
IIº) Los hijos de padre o madre argentinos nacidos en el extranjero a menos que
prefieran la nacionalidad del país de su nacimiento;
Los tratados firmados por Alberdi fueron rechazados por el gobierno de Urquiza
en septiembre de 1857, objetando el artículo 4º y en especial el artículo 8º que
consagraba el ius sanguinis. El Tratado Consular tampoco fue aprobado por no
estar de acuerdo con el tratado principal.[53] En agosto de 1858 el Consejo de
Ministros del Gobierno de Paraná hizo una revisión del Tratado y nuevamente
fue rechazado. En vista de esto, España dio por terminadas las gestiones de su
Ministro Plenipotenciario, Albistur, reduciendo la categoría de la legación en
Montevideo a la de Encargado de Negocios y haciendo regresar a Albistur a
España.[54]
Pocos días más tarde, el 4 de enero de 1858, Balcarce envió a Buenos Aires una
nota donde relataba un incidente ocurrido en la Corte Imperial de Francia que
pone un toque de humor a este conflicto diplomático pero que a su vez ilustra la
confusión que había en Europa acerca de los Estados del Plata. El Emperador
recibía al Cuerpo Diplomático por la festividad del Año Nuevo en el Palacio de
las Tullerías. Cuando Balcarce entró en el salón vio acercársele rápidamente al
Conde de Walewsky, Ministro de Relaciones Exteriores de Francia. Leamos las
palabras del propio Balcarce al describir la escena:
Cuando llegó Alberdi, el Ministro se dirigió hacia él y por los gestos que
Balcarce observó, fue reprendido airadamente. Concluye la misiva con la
siguiente reflexión:
De todos modos, Sr. Ministro, por ventajosa que haga mi posición el proceder
irreflexivo e impolítico del Dr. Alberdi, no puedo menos de deplorarlo, pues
incidentes de esta naturaleza perjudican siempre el buen crédito externo de
nuestros países.[57]
En cuanto al tema de las posibles deudas, Ruiz Moreno cita el siguiente párrafo
de un despacho al Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación:
“Nuevas pesquisas hechas recientemente en Madrid sobre la existencia de
expedientes o reclamos contra la Confederación Argentina —puntualizaba
Alberdi— han confirmado la creencia anterior de que tales reclamaciones no
existen, o si existen deben ser rarísimas e insignificantes”[64]
En Buenos Aires crecía el disgusto por la ratificación del tratado con España
antes de que los diputados por la provincia se incorporasen al Congreso
Nacional. En el periódico El Nacional, Mitre escribió una serie de artículos que
comenzaron el día 28 de enero de 1860, donde planteaba las objeciones de
Buenos Aires a la Constitución Nacional de 1853. En cuanto al tema de la
nacionalidad, Mitre consideraba que, mientras que la Constitución de los
Estados Unidos le otorgaba al Congreso facultades para legislar en cuanto a
naturalización y no sobre ciudadanía, en cambio en la Constitución Nacional de
1853, en el artículo 11, se le otorgaba al Congreso la facultad de dictar leyes
generales sobre ciudadanía y naturalización.[71] Por estos motivos, Mitre
entendía que era necesario reformar el correspondiente artículo de la
Constitución, justificando sus ideas de la siguiente forma:
Los diputados de Buenos Aires al Congreso Nacional, que habían sido electos
con la Ley Electoral de la Provincia, cuando se presentaron en Paraná en abril
del año 1861 para integrarse al Congreso Nacional, les fueron rechazados sus
diplomas por el cuerpo con el pretexto de que no habían sido electos con las
disposiciones de la Ley Nacional.[88] En julio, el Congreso determinó que
Buenos Aires había roto el pacto de Unión Nacional del 11 de noviembre de
1859, en consecuencia fue declarada como provincia en rebeldía y se decretó el
estado de sitio en su territorio.[89] Para Buenos Aires era una nueva declaración
de guerra.
Estos acontecimientos decidieron al presidente Derqui la suspensión de la
misión de Luque a España que todavía no había partido.[90] Mientras que en el
Río de la Plata comenzaban nuevamente aprestos bélicos, la polémica por el
tema de la nacionalidad continuaba del otro lado del Atlántico, en España,
Jacinto Albistur escribió en marzo de 1861 una serie de artículos en la revista
La América, para “ilustrar a la opinión pública de la importancia de los países
americanos y por elevación —sin decirlo— preparar el ánimo favorable del
Ministerio de Asuntos Exteriores para recibir nuevas propuestas argentinas.”.
[91] En un segundo escrito, contestando a Juan Bautista Alberdi que defendía el
Tratado que él había firmado, refiriéndose al artículo 7° del Tratado de la
siguiente forma: “Con el artículo que se ha insertado, cada una de las partes se
ha reservado in pectore el interpretarlo a su manera. Ha habido acuerdo en las
palabras, no ha habido acuerdo en el pensamiento.”[92] Albistur coincidía con
la tesis de Buenos Aires sustentada por Mitre y Vélez Sarsfield y no respaldaba
las opiniones de Alberdi. De cualquier forma, el Tratado había sido rechazado
por la Constitución reformada en 1860 y debería ser salvado por un nuevo
acuerdo.
En los primeros meses del año 1862 las provincias comenzaron a delegar en
Mitre la facultad de ejercer como encargado del Poder Ejecutivo Nacional. El 12
de abril de 1862 Mitre aceptó el encargo del Poder Ejecutivo Nacional delegado
por las provincias, a los fines de convocar al Congreso Nacional.[97] Se
realizaron elecciones en toda la República para diputados y senadores y el 25 de
mayo de 1862 se instaló el Congreso Nacional en Buenos Aires. Se convocó a
elecciones para presidente y vicepresidente y Mitre fue electo por unanimidad
de votos en el Colegio Electoral mientras Marcos Paz era electo vicepresidente.
[98]
El 12 de octubre de 1862 Mitre asumió como Presidente de la República
Argentina.[99] Rufino de Elizalde fue nombrado Ministro de Relaciones
Exteriores[100] y Mariano Balcarce fue el encargado de realizar las gestiones en
Madrid para un nuevo Tratado.[101] La enemistad que existía entre Alberdi y
Balcarce se puso de manifiesto por la demora del primero en entregar los
archivos de lo actuado en Europa en su misión como enviado de la
Confederación. Recién en octubre de 1863, luego de reiterados, pedidos Alberdi
entregó los archivos diplomáticos a Balcarce.[102]
Se inició entonces una nueva gestión para modificar el tratado con España. El 8
de Febrero de 1863 Balcarce comunicó a Mitre que el general Concha, que tiene
mucho influjo en España, “es pariente de mi señora,” y sus ideas son muy
favorables al principio de nacionalidad que sostenemos. Agrega que “Su
cooperación puede ser muy útil, sin desconocer por esto lo grave y difícil de la
reclamación pendiente que está en oposición con lo que establece la
Constitución española.”[103]
“Tengo motivos para creer que el nuevo Ministerio español, presidido por el
marqués de Miraflores, y del que es miembro el general Concha, a quien
personalmente conozco, está bien dispuesto para el arreglo de las cuestiones con
los Estados sudamericanos; en este mismo sentido se ha expresado el caballero
Albistur, actual director político en el departamento de Estado.”[104]
Esta Ley consagraba sin lugar a dudas el ius solis. Sin embargo, la Ley no fue
tratada por el Senado y siguió rigiendo la cuestionada ley de la Confederación
del año 1859 hasta que se modificó en 1869 durante la presidencia de
Sarmiento.[111]
El Tratado con España fue aprobado por ambas cámaras del Congreso y
promulgado por Mitre el 5 de noviembre de 1863. El Nacional publicó el 7 de
noviembre los detalles de la firma del nuevo tratado. El artículo 7° quedó
redactado de la siguiente forma:
Con el fin de establecer y consolidar la unión que debe existir entre los dos
pueblos, convienen ambas partes contratantes en que para determinar la
Nacionalidad de Españoles y Argentinos, se observen respectivamente en cada
país las disposiciones consignadas en la Constitución y las leyes del mismo.
Los principios y las condiciones que establece este artículo, será igualmente
aplicable a los ciudadanos y a sus hijos en los dominios españoles.[112]
Pablo A. Chami
Julio de 2004
[2] Ramón J. Cárcano, “Después de Caseros, la reorganización del país”, Vol. VIII, p.
33, en Historia de la Nación Argentina, Ricardo Levene director general, 2° edición,
Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1947.
[5] Miguel Ángel De Marco, Bartolomé Mitre, Biografía, p. 119-120 y 127, Editorial
Planeta, Buenos Aires, 1998.
[37] Esta misión estaba destinada al fracaso. Carlos Heras y Enrique Barba, op. cit., p.
223.
[38] A. M. R. E., caja 16, 9 de noviembre de 1855, borrador autógrafo de Alsina para
Thompson, con la indicación de enviar instrucciones iguales a Balcarce.
[55] A. M. R. E., Estado de Buenos Aires, caja 19, carta fechada el 22 de diciembre de
1857.
[59] Ibidem.
[76] A. M. R. E., caja 16, Madrid, 6 de enero de 1860, el acuse de recibo de esta
comunicación fue en Buenos Aires, 20 de julio de 1860, con las firmas de Mitre y
Sarmiento.
[81] Archivo General de la Nación, Sala VII, Urquiza, legajo 206, folio 68. (El resaltado
es mío).
[93] Enrique Rottjer, “Campaña de Pavón”, en Historia de la Nación Argentina, op. cit.
p. 446.