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Bartolomé Mitre y el “Tratado de Reconocimiento,

Paz y Amistad” con España

Las negociaciones para lograr el reconocimiento de la Independencia Argentina


por el Reino de España y la consecuente normalización de las relaciones
diplomáticas entre ambos países, se realizaron durante un período que abarca
desde la caída de Rosas hasta la ratificación del Tratado definitivo durante la
presidencia de Bartolomé Mitre en el año 1864. En este trabajo nos ocuparemos
de la ardua y conflictiva negociación que concluyó en el Tratado de
Reconocimiento, Paz y Amistad con España. Las gestiones diplomáticas para
lograr la concreción del convenio se entrecruzan con la complicada relación de
Buenos Aires y la Confederación Argentina después de Caseros. Tanto la
Confederación como Buenos Aires habían nombrado representantes
diplomáticos en Europa. La disputa se centraba en las ideas acerca de la
nacionalidad sostenidas por Mitre y Vélez Sarsfield desde Buenos Aires y las de
Juan Bautista Alberdi, representante de la Confederación en Europa, junto con
Juan María Gutiérrez, Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación,
desde Paraná. Lo que estaba en juego era la cuestión de la nacionalidad, o sea
quiénes eran argentinos. La importancia de esta cuestión para los hombres de
Buenos Aires se manifiesta en que fue uno de los puntos exigidos por la
Provincia para reformar la Constitución Nacional en 1860 y unificar la Nación.
En España, y en toda Europa, se sostenía que los hijos de europeos nacidos en el
extranjero eran considerados de la nacionalidad del país de sus padres, lo que
expresado en términos de derecho es conocido como el ius sanguinis, mientras
que en América se sostenía que los hijos de extranjeros nacidos en el territorio
americano eran considerados como ciudadanos del país de su nacimiento, el ius
solis. Veremos en este trabajo como se llegó a normalizar las relaciones
diplomáticas con España, consagrando la doctrina del ius solis, en el marco
histórico del conflicto entre la Provincia de Buenos Aires y el resto de las
provincias agrupadas en la Confederación Argentina.

Isidoro Ruiz Moreno, en el libro Relaciones Hispano-Argentinas. De la guerra


a los tratados,[1] hace un extenso estudio de la gestión de la Confederación y
de la misión de Alberdi ante el Reino de España para lograr la firma del Tratado
y el reconocimiento de la Independencia Argentina. Pero de cualquier modo, no
quedan claro en el texto las ideas sustentadas por Mitre, Alsina, Vélez Sarsfield
y en general de la Provincia de Buenos Aires y por consiguiente no se explica el
porqué de la insistencia de la Provincia en cuestionar primero y luego modificar
los acuerdos logrados por Alberdi con España.
Comenzamos por esbozar el complejo panorama político argentino dentro del
cual se desarrolló la negociación. Victorioso Justo José de Urquiza frente a
Rosas en la batalla de Caseros, la legislatura de la Provincia de Buenos Aires
eligió como gobernador, a instancias del mismo Urquiza, al doctor Vicente
López y Planes, quien asumió sus funciones el 1° de mayo de 1852. Urquiza
estableció la sede del gobierno provisorio en Palermo, la antigua residencia de
Rosas. Algunas medidas adoptadas por el vencedor de Caseros disgustaron a la
población porteña, en especial la obligatoriedad de usar la divisa punzó, que
para Urquiza era un símbolo federal pero para los porteños, especialmente para
el grupo de exiliados que había regresado después de Caseros, era símbolo de la
tiranía. Tampoco había causado buena acogida la propuesta de Urquiza al
proponer a Vicente López al frente de la Gobernación de Buenos Aires, en lugar
de Valentín Alsina, líder natural, en ese momento, de los porteños.[2]

Urquiza, impaciente por organizar a la Nación, llamó a una reunión de


gobernadores con el objeto de acordar la convocatoria a una Convención
Constituyente que redactara una Constitución y de esta forma lograr la
normalización institucional del país.[3] Los gobernadores de las provincias se
reunieron en el mes de mayo en la ciudad de San Nicolás de los Arroyos y
firmaron un pacto, conocido como el Acuerdo de San Nicolás, donde se
designaba a Justo José de Urquiza como “Director Provisorio” para conducir los
asuntos del país hasta que se reuniera un Congreso Constituyente y estableciera
las pautas para normalizar la República. El Acuerdo firmado en San Nicolás
contenía algunas cláusulas que contrariaban los intereses de la Provincia de
Buenos Aires. En especial la del número de delegados de las provincias a la
Convención Constituyente; el acuerdo establecía que cada provincia enviaría
dos diputados, en lugar de una representación proporcional al número de
habitantes, como pretendía Buenos Aires.[4] Al regresar el gobernador López a
Buenos Aires, los diputados de la Legislatura, entre los que se encontraba Mitre,
desconocieron lo que se había acordado en San Nicolás.

Comenzó entonces un duelo periodístico. Por un lado Bartolomé Mitre había


fundado el periódico Los Debates y Vélez Sarsfield, había creado El Nacional,
ambos defendían la causa de Buenos Aires. Por el otro lado, Diego Alvear,
Delfín Huergo y José Luis Bustamante escribían en El Progreso y defendían la
posición de Urquiza.[5] El 18 de junio de 1852 apareció en El Nacional una
primera noticia, fechada en Buenos Aires el 12 de junio y firmada por “Uno de
nuestros corresponsales”, donde el autor señalaba “la profunda impresión de
desagrado que había producido en ésta el conocimiento de los célebres
acuerdos de San Nicolás”.[6] El 21 de junio se realizó la sesión de la Sala de
Representantes que debía considerar el acuerdo. Mitre abrió el debate con un
fogoso discurso diciendo estas palabras: “Mi voto será por la no admisión del
tratado que va a discutirse.” Y más adelante aclara, refiriéndose a la
designación de Urquiza como Director Provisorio: “He dicho que el acuerdo
creaba una dictadura irresponsable y que esa dictadura constituía lo que se
llama un poder despótico.”[7]

Este rechazo de la Legislatura porteña al Acuerdo provocó la inmediata renuncia


del gobierno provincial que lo había aceptado. En consecuencia, asumió la
gobernación interina el presidente de la legislatura, general Manuel Guillermo
Pinto. En vista de estos sucesos, Urquiza, el 24 de junio, disolvió la Legislatura
y colocó nuevamente en la gobernación a Vicente López, quien renunció a los
pocos días. Entonces Urquiza asumió en su persona la gobernación de Buenos
Aires y decretó la clausura de todos los periódicos de la ciudad con excepción
de El Progreso. Mitre, Vélez Sarsfield, Ireneo Portela, y otros porteños fueron
deportados.[8]

En los primeros días de septiembre de 1852, Urquiza debió viajar desde Buenos
Aires a Santa Fe para inaugurar el Congreso Constituyente, dejando como
gobernador interino de Buenos Aires a José Miguel Galán.[9] Pocos días más
tarde, el 11 de Septiembre, se produjo en la ciudad de Buenos Aires un
alzamiento armado en contra de Galán, inspirado por Valentín Alsina, estando a
la cabeza de las tropas el general José María Pirán.[10] El general Pinto asumió
como gobernador y Alsina como Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores.
Mitre regresó del destierro el 14 de septiembre, y ese mismo día fue nombrado
jefe de la Guardia Nacional.[11]

La revolución del 11 de septiembre encontró en Mitre “el intérprete de sus


motivos y el redactor de su programa”.[12] Estas ideas fueron expuestas en las
páginas de El Nacional pues el periódico Los Debates no pudo superar el cierre
impuesto por Urquiza en el mes de junio y Mitre no continuó con su
publicación.[13] El 16 de septiembre publicó en El Nacional un artículo donde
justificaba la revolución. Entre las causas que mencionaba para explicarla
señalaba: la imposición por Urquiza de usar nuevamente el cintillo punzó, que
había caracterizado al derrocado gobierno de Rosas, el rechazo del acuerdo de
San Nicolás por parte de la legislatura de Buenos Aires, la disolución de la
Legislatura, la asunción de Urquiza como gobernador de Buenos Aires y,
finalmente, que los delegados a la Convención Constituyente de Santa Fe no
habían sido electos en forma legal.[14]

El 19 de septiembre la Sala de Representantes de la Provincia de Buenos Aires


Aprobó un Manifiesto, redactado por Mitre, publicado el día 21 en El Nacional.
Está dirigido “a los Gobiernos y Ciudadanos de las Provincias hermanas de la
Confederación Argentina.” En él se explican los motivos que provocaron la
revolución del 11 de septiembre. Luego de exponer las causas que motivaron la
revolución agrega un párrafo donde Buenos Aires asumía un compromiso ante
las demás provincias:

“Para cuando llegue el caso de reunir la gran familia Argentina, con las manos
ligadas como se ve en el escudo de nuestras armas simbolizando la fuerza de la
unión, la Provincia de Buenos Aires promete solemnemente a sus hermanas ante
la faz del Mundo que pondrá su influencia y todos los elementos que pueda
disponer al servicio de la organización nacional.”[15]

El 20 de septiembre, Mitre publicó en El Nacional algunas ideas acerca de la


Nación que marcarán su conducta en los años por venir. Bajo el título: “El
sentimiento de nacionalidad”, escribe:

La falta del sentimiento de nacionalidad, ha hecho tanto mal a la República


Argentina como la tiranía.
El idioma y la religión común, el haber pertenecido a una misma metrópoli, las
glorias adquiridas con la sangre de todos, no ha sido bastante para mantenerla
unida.

La Provincia de Buenos Aires acaba de levantar una bandera que es la de todos.

Ha repulsado al general Urquiza, y no la organización del país.

Ha defendido sus derechos provinciales sin atacar los de la Nación.

Aislarnos sería perdernos, si no por el momento, para el porvenir.

La fuerza verdadera consiste en la unión, y la unión bien entendida, es aquella


que hace un Estado de todos sus hijos.

Necesitamos ser Estado y Estado organizado, para no sentir delante de las


Naciones extranjeras la ausencia del general Urquiza.

Necesitamos ser Nación porque después de un despotismo de veinte años, sería


doloroso que diésemos al mundo el ejemplo de una disolución como la de
Centro-América de Méjico.

La República Argentina se halla en el caso de los héroes. No le sentaría bien


cualquier muerte.[16]

El 22 de septiembre la Sala de Representantes sancionó una ley propuesta por


Vélez Sarsfield que “disponía el cese del encargo de las relaciones exteriores
delegadas por la provincia al general Urquiza”.[17] El 30 de noviembre la
Legislatura proclamó a Valentín Alsina Gobernador y éste nombró a Mitre
Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores.[18] Buenos Aires se había
separado del resto del país.

Mientras tanto, en los primeros días de octubre, el Gobierno de Buenos Aires


envió al general Paz en una misión destinada a difundir las ideas de la
Revolución del 11 de Septiembre entre las demás provincias. Esta misión, que
en un principio era pacificadora, debió transformarse en militar al no permitirle
el paso hacia Córdoba por la provincia de Santa Fe. Por otro lado, Buenos Aires
había apoyado al general Madariaga que intentó invadir la provincia de Entre
Ríos desde Corrientes.[19] El 1° de diciembre, el general Lagos, que debía
unirse a las tropas del general Paz, se pronunció contra Buenos Aires y se
dirigió a la ciudad para ponerle sitio. El 6 de diciembre Alsina debió renunciar a
la gobernación ante la grave situación militar producida por el fracaso de las
misiones del general Paz y del general Madariaga. Entonces asumió la
gobernación nuevamente el general Pinto. Mitre organizó la Guardia Nacional y
preparó las defensas de la ciudad.[20]

En abril de 1853, tropas de la Confederación sitiaron Buenos Aires y una flotilla


bloqueaba su puerto. Se produjeron diversos encuentros y combates pero la
ciudad resistió. Finalmente, las fuerzas de Urquiza se retiraron en el mes de julio
de 1853 ante la imposibilidad de derrotar a la ciudad sitiada. En agosto, el
Congreso General Constituyente declaró a Buenos Aires como capital de la
República, sin el consentimiento ni la presencia de los diputados de la
Provincia, actitud que profundizó el conflicto. Pastor Obligado ocupó la
gobernación de Buenos Aires luego del fallecimiento del general Pinto.[21]

En Buenos Aires había dos tendencias o facciones: la facción aislacionista,


liderada por Valentín Alsina, y la posición nacionalista de Mitre y Vélez
Sarsfield. Carlos Heras y Enrique Barba definen la situación de las facciones
porteñas con el siguiente párrafo: “Mitre aspiraba a consolidar la unión
nacional y se esforzaba para eliminar las barreras que se oponían al
acercamiento de todas las provincias; los otros, en cambio, sembraban el
camino de escollos.”[22] Por el momento había triunfado la facción de Alsina y
Mitre había quedado en minoría. De cualquier modo, Mitre había sido
promovido a coronel de artillería y ocupó el puesto de redactor en jefe de El
Nacional, cuyo propietario seguía siendo Vélez Sarsfield.[23] Buenos Aires y la
Confederación Argentina iniciaron de esta forma diez años de desencuentros,
conflictos y guerra.

Las relaciones diplomáticas también fueron parte del conflicto entre Buenos
Aires y la Confederación Argentina. El gobierno de la Confederación era el
gobierno Nacional y tenía el derecho, de acuerdo a la Constitución votada en la
Convención Constituyente de 1853, de representar a las provincias ante las
demás naciones. Sin embargo, el gobierno de Buenos Aires, cuyos
representantes no habían estado presentes en esa Convención, pretendió
establecer sus propios cónsules con el objetivo de imponer sus criterios, y en
algunos momentos, sabotear las iniciativas que partían de Paraná. Esta batalla
tuvo como protagonistas a dos de las inteligencias más brillantes de su época.
Por el gobierno de la Confederación, Juan Bautista Alberdi, inspirador de la
Constitución Nacional y en la Provincia de Buenos Aires, Bartolomé Mitre,
joven periodista, escritor, militar y político.

En el mes de junio de 1854, el general Urquiza, Presidente de la Confederación


Argentina, designó a Juan Bautista Alberdi como Encargado de Negocios en
Francia, el Reino Unido y España.[24] Recién en abril de 1855, zarpaba Alberdi
desde Valparaíso para dirigirse a Europa.[25] Como reacción ante estos
movimientos diplomáticos de la Confederación, el Gobierno de Buenos Aires
nombró a Mariano Balcarce y a Juan Thompson como Agentes Confidenciales
del gobierno de la Provincia. Comenzaba la batalla diplomática. En efecto, el 28
de septiembre de 1854, el ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la
Provincia de Buenos Aires, Ireneo Portela, nombró a Mariano Balcarce como
agente confidencial ante el Emperador de Francia, Napoleón III. Con la misma
fecha le envió a Balcarce una carta comunicándole esta decisión del Gobierno,
indicándole los objetivos y alcances de su misión. Comenzaba informándole del
nombramiento de Juan Bautista Alberdi como Encargado de Negocios de la
Confederación ante los gobiernos de Inglaterra, Francia y España, “Aunque en
el decreto de su nombramiento se da una razón especial sobre la que nada tiene
que ver el Gobierno de Buenos Aires, sin embargo éste tiene muy poderosos
motivos para creer que esa razón es un pretexto ostensible, y bajo su amparo se
tratará únicamente de dañar los derechos de soberanía y propiedad del
Estado.” Continua la misiva diciendo que la Confederación había acordado con
los gobiernos de Francia e Inglaterra el protectorado de la Isla de Martín García,
siendo esta isla “la llave de seguridad de los ríos interiores”. Agregaba además
que otro de los propósitos de la misión de Alberdi era obtener medios
financieros para derrotar a Buenos Aires. Para evitar estos males Balcarce debía
seguir los pasos de la misión Alberdi,“vigilarle de cerca en cuanto a los
intereses de Buenos Aires concerniera; cruzar sus manejos y dar cuenta del
resultado de los pasos de aquel, y del curso de la política de los Gabinetes de
Inglaterra y Francia, respecto a este asunto.”[26]

Un mes más tarde, el 31 de octubre de 1854, Portela designó a Juan Thompson


como agente confidencial ante Su Majestad Católica, Isabel II, enviando
instrucciones similares a las dadas a Balcarce. En la misma fecha le comunicó a
Balcarce de ese nombramiento y le pidió que se ponga de acuerdo con
Thompson y “que mutuamente se instruyan de su marcha a fin de alcanzar
aquellos objetivos.”[27] Estos dos representantes de la Provincia de Buenos
Aires, hijos de patriotas de la Independencia, serán los protagonistas en Europa
del conflicto diplomático.

El 20 de diciembre de 1854 se firmó un tratado de paz entre la Provincia de


Buenos Aires y la Confederación Argentina, con la mediación de los
comerciantes José María Cullen y Daniel Gowland, en el que Urquiza se
comprometía a retirar las tropas de Buenos Aires y ambas partes acordaban
resolver sus diferencias en forma pacífica y “a arreglar por medios amistosos
sus mutuas relaciones.”[28] En enero de 1855, Mitre fue nombrado Ministro de
Guerra y Marina por el gobernador Obligado.[29]

En España se consideraba muy importante el restablecimiento de relaciones


diplomáticas con las Provincias del Plata. Con este propósito, la reina Isabel II,
hija de Fernando VII, el 9 de enero de 1855, designó a Jacinto Albistur como
Encargado de Negocios en el Río de la Plata.[30] Dos cuestiones eran las que el
reino de España y el Gobierno Argentino diferían. La primera eran los reclamos
españoles por deudas del antiguo Virreinato del Río de la Plata con la Península
antes y después de Revolución de Mayo. La segunda y conceptualmente más
importante, era el problema de la nacionalidad. La postura de España era
favorable al llamado ius sanguinis, los hijos de españoles nacidos en tierras
extranjeras eran considerados como españoles. En cambio, en el Río de la Plata
prevalecía la doctrina de ius solis: el hijo de extranjero que nacía en la
República era considerado como de nacionalidad argentina.[31]

El 5 de mayo de 1855 el Ministro de Estado de España, Claudio Antón


Luzuriaga, recibió a Juan Thompson en el Palacio de Aranjuez, quien le entregó
los documentos que lo acreditarían como Agente confidencial de la Provincia de
Buenos Aires. Durante la entrevista, el Ministro le manifestó que ambos Estados
estaban de acuerdo en “preparar las vías para una franca y abierta
reconciliación”. Que para ello había nombrado al Caballero Albistur como
Representante de la Reina de España cerca de los estados del Río de la Plata.
Ante estas palabras, Thompson le expresó que pactar Buenos Aires sólo no era
conveniente pues “las circunstancias especiales de que es un teatro la
República, aguarda mejores días en beneficio de todos, Españoles y Argentinos,
para que tan solemne acto reciba su debido cumplimiento; que en la ocasión
presente pactar por sí equivaldría a dar un desaire a Estados hermanos” [...]
[32]

En junio de 1855, Albistur, desde Montevideo, envió al Ministro Portela su


patente de Cónsul General ente el estado porteño. Luego de una corta estadía en
esa ciudad, Albistur partió hacia Paraná, capital provisoria de la Confederación
Argentina, sin pasar por Buenos Aires, en la goleta de guerra española
Cartagena en noviembre de 1855. Fue recibido por el Ministro de Relaciones
Exteriores de la Confederación, Juan María Gutiérrez.[33] Comenzaron a tratar
las cuestiones pendientes entre ambas naciones con el objeto de firmar un
tratado de reconocimiento y establecer relaciones diplomáticas formales. En
cuanto a la cuestión de la deuda. España pretendía que la Argentina reconociera
“toda la deuda de Tesorería que pesase sobre las cajas españolas de América”
en cambio Gutiérrez insistía en reconocer las deudas incurridas por el Virreinato
pero no las emanadas directamente por las autoridades peninsulares. “Esta
divergencia marcó el fracaso de la misión de Jacinto Albistur, quien a poco
retornó a Montevideo.”[34]

Valentín Alsina reemplazó a Ireneo Portela en el Ministerio de Gobierno y


Relaciones Exteriores de la Provincia de Buenos Aires,[35] y, el 28 de julio de
1855 reiteraba a Thompson la posición de Buenos Aires diciendo que manifieste
“lo inconveniente que sería que el Estado de Buenos Aires entrase en pactos y
arreglos por sí solo”.[36] Meses más tarde, en noviembre de 1855, Valentín
Alsina informaba a los Agentes Confidenciales, Balcarce y Thompson del envío
de la misión de Juan Bautista Peña[37] como representante de Buenos Aires en
comisión ante el gobierno de la Confederación con importantes instrucciones.
Debían transmitir a los gobiernos ante los que estaban acreditados que los
objetivos de la misión eran: acordar acerca de la doctrina de la libre navegación
del río Paraná; que de llegar a un acuerdo, Buenos Aires se abstendría de
nombrar agentes diplomáticos en el exterior; que propugnaba la reincorporación
de Buenos Aires a la Confederación. Luego Alsina pasa al punto que considero
más importante para nuestro relato, que transcribo completo pues aclara la
posición del Gobierno de Buenos Aires en el conflicto:

El Gobierno del Paraná, por sí y por medio de varios agentes que ha despachado
para Europa ha contraído y procura contraer compromisos políticos, comerciales
y financieros, los cuales, si se realizan, vendrán a ser después otros tantos
invencibles obstáculos a la reorganización nacional. Como en Europa no se
tiene una idea clara y exacta del modo de ser actual de la nación; como durante
la larga dictadura de Rosas, inventor de la falsa expresión Confederación
Argentina, ésta tiene un significado fijo, según el cual incluye a Buenos Aires en
la Confederación; y como desde 1810, siempre que en Europa se ha hablado de
las Provincias Unidas del Río de la Plata, o de la República Argentina, o de la
Confederación Argentina, o de Gobierno Nacional, o de Encargado de las
Relaciones Exteriores, se ha entendido no sólo incluido a Buenos Aires, sino
figurando en primera línea, o como parte principal de la Nación, o más
propiamente, no se ha visto en esta sino a Buenos Aires; por todo esto, es muy
de temerse que los gobiernos europeos, o alguno de ellos, y sobre todo los
banqueros, negociantes, empresarios, proyectistas, y en general los individuos
particulares, estén muy en la misma creencia; supongan que un gobierno que se
apellida nacional, y expide agencias diplomáticas, es gobierno de toda la nación
y por consiguiente de Buenos Aires también y que en su virtud contraigan
pactos y entren por convenios o arreglos, contando con la respetabilidad y
garantía que imprimía a tales actos el solo nombre de Buenos Aires.

Así, es de absoluta necesidad que el S. S. procure, aunque con pulso y cautela,


desvanecer aquél concepto equivocado, si él existiese, especificando y haciendo
entender bien claramente lo anómala y extraordinaria, aunque provisoria,
situación actual de la Nación; y que, por tanto, los tratados, convenios u
obligaciones que hoy puedan contraer los agentes del Gobierno de Paraná, sean
ellos los que fueren, no ligan ni obligan en modo alguno a Buenos Aires; salvo
que en adelante este quiera libremente aceptarlos o reconocerlos.

Sin embargo, cree el Gobierno que estas ideas no deben propagarse por la
prensa ni oficialmente, a no llegar a ser absolutamente necesario; pues aquel
gobierno podría mirar tal proceder como una hostilidad o contrariedad a sus
proyectos, y originar el escándalo de una polémica o lucha en el exterior entre
agentes todos argentinos. [38]

Pero en el año 1856, en Europa, la misión de Alberdi ya comenzaba a dar sus


frutos para la Confederación. Obtuvo del Gobierno Francés el retiro de su
representante en Buenos Aires y el nombramiento de un nuevo Encargado de
Negocios en Paraná. También hicieron lo mismo Prusia, la Santa Sede y la
Corte italiana en Turín.[39]

En vista de ello, el Gobierno de Buenos Aires inició una campaña en la prensa


europea para informar a la opinión pública de la posición de la Provincia con
respecto a las autoridades de la Confederación Argentina. El 30 de junio
Dalmacio Vélez Sarsfield remitió a Thompson y a Balcarce un artículo de El
Nacional referente a la situación de Buenos Aires con el objeto de que su
contenido sea divulgado para contrarrestar los dichos de Alberdi. Se trataba de
una nota firmada por Domingo Faustino Sarmiento relatando los progresos y las
libertades para el comercio y la inmigración en Buenos Aires luego de la caída
de Rosas.[40] También en dicha carta, Vélez Sarsfield anunciaba que enviaría
un folleto impreso “que contiene todas las liberales disposiciones del Estado de
Buenos Aires”.[41] El 3 de octubre, Thompson comunicaba al Ministro las
repercusiones del artículo que hizo llegar a la prensa española.[42]

En enero de 1857, Juan Bautista Alberdi arribaba a Madrid con instrucciones


más flexibles del gobierno de Paraná de las que había sostenido en las
negociaciones frustradas con la misión de Albistur con la Confederación dos
años antes.[43] Las intenciones de Alberdi fueron escritas en sus apuntes
privados, citados por Ruiz Moreno.[44] Su primer objetivo era el
reconocimiento de la integridad territorial de la Confederación Argentina, lo que
incluía a la Provincia de Buenos Aires. En cuanto a la deuda del Virreinato, la
limitaría a la del territorio Argentino, excluyendo a Bolivia, Paraguay y
Uruguay. El punto de la nacionalidad española para los nacidos en Argentina,
para Alberdi, era de secundaria importancia frente al de la unidad nacional ante
la separación de Buenos Aires, y, según Ruiz Moreno:“esta preocupación
nacida de la lucha civil, llevó a don Juan Bautista a contrariar sin vacilaciones
sus terminantes instrucciones oficiales.” Entonces “cometió el error más
grande de su brillante trayectoria pública... El error consistió en “regalar a los
funcionarios de la Cancillería del Reino la solución de un problema que
consideraban insoluble.”[45]

En carta de fecha 6 de febrero de 1857, Balcarce informó al Gobierno de


Buenos Aires las noticias que poseía de la misión de Alberdi en España.
Indicaba que en la primera entrevista con el Canciller español, Alberdi se había
limitado a exponer las diferencias entre la Confederación y Buenos Aires
achacando las culpas a esta última por “las exageradas pretensiones de
predominio y monopolio que atribuye a nuestro Estado y proponiendo por
último un tratado de comercio con la España, igual a los que dice haber
ajustado recientemente con Inglaterra y Francia.”[46]

Finalmente, luego de arduas gestiones de Alberdi, el 29 de abril de 1857 se


firmaron dos tratados con el Reino de España: un tratado consular y el “Tratado
de Reconocimiento, Paz y Amistad entre España y la Confederación
Argentina”.[47] Comenzaba el Tratado con el reconocimiento de la
Independencia Argentina por el Reino de España:

Artículo 1°) Su Majestad Católica reconoce como Nación libre, soberana e


independiente a la República o Confederación Argentina, compuesta de todas
las Provincias mencionadas en su Constitución federal vigente, y los demás
territorios que legítimamente le pertenecen o en adelante le pertenecieren; y
usando la facultad que le compete con arreglo al decreto de las Cortes generales
del Reino de 4 de diciembre de 1836, renuncia a toda forma y para siempre, por
sí y sus sucesores, la soberanía, derechos y acciones que le correspondían sobre
el territorio de la mencionada República.

En cuanto al punto de la nacionalidad, el artículo 8º) decía textualmente:

Los hijos de españoles nacidos en el territorio de la República Argentina


seguirán la nacionalidad de su padre durante la menor edad. En saliendo de la
patria potestad, tendrán derecho a optar entre la nacionalidad española y
argentina.[48]

El artículo primero era ofensivo para Buenos Aires. Si bien España reconocía la
independencia Argentina, que era algo anhelado por todos, el tratado incluía a la
Provincia de Buenos Aires, según lo dispuesto en la Constitución de 1853,
donde la provincia no había participado. Alberdi reconocía este hecho pues en
una carta a Urquiza citada por Ruiz Moreno decía: “Buenos Aires acaba de
obtener su independencia de España gracias a V. E., como obtuvo también su
libertad, a su pesar, cuando V. E. derrocó a su tirano de 20 años en el campo
de batalla.”[49]
Para Ruiz Moreno, “triunfaba el ius sanguinis, contra todas las conveniencias
de un país poco poblado que debía recibir grandes contingentes de inmigrantes
como elemento básico para su progreso. El caso era doblemente grave: era la
primera vez que un tratado rioplatense recogía esta doctrina, y además su
proyección era infinita, puesto que por la cláusula de la Nación más favorecida
insertada en otros convenios internacionales, inmediatamente otros países
europeos reclamarían idéntico privilegio.”[50]

En Buenos Aires, en marzo de 1857 fue electo Valentín Alsina Gobernador de


la Provincia de Buenos Aires y en junio nombró a Mitre como Ministro de
Gobierno y Relaciones Exteriores de la Provincia.[51]

En septiembre de 1857, el gobierno de la Confederación sancionó la Ley de


nacionalidad y extranjería, con el número 145. En su artículo segundo decía:

Art. 2) Son argentinos:

Iº) Todas las personas nacidas en el territorio argentino;

IIº) Los hijos de padre o madre argentinos nacidos en el extranjero a menos que
prefieran la nacionalidad del país de su nacimiento;

IIIº) Los extranjeros que obtengan carta de naturalización, de conformidad al


artículo 20 de la Constitución.

Hasta aquí se consagraba el ius solis, pero a continuación, el artículo tercero


decía:

Art. 3) Se exceptúa de lo dispuesto en el inc. Iº del artículo anterior, los hijos de


extranjeros que prefieran la nacionalidad de su origen.

Entonces la ley disponía de un sistema ecléctico donde por norma general


instituía el ius solis, pero permitía a los hijos de extranjeros adoptar la
nacionalidad de su origen.[52]

Los tratados firmados por Alberdi fueron rechazados por el gobierno de Urquiza
en septiembre de 1857, objetando el artículo 4º y en especial el artículo 8º que
consagraba el ius sanguinis. El Tratado Consular tampoco fue aprobado por no
estar de acuerdo con el tratado principal.[53] En agosto de 1858 el Consejo de
Ministros del Gobierno de Paraná hizo una revisión del Tratado y nuevamente
fue rechazado. En vista de esto, España dio por terminadas las gestiones de su
Ministro Plenipotenciario, Albistur, reduciendo la categoría de la legación en
Montevideo a la de Encargado de Negocios y haciendo regresar a Albistur a
España.[54]

Mientras la misión de Alberdi fracasaba en España, en Francia las gestiones de


Balcarce parecían que tomaban mejor rumbo para los deseos de Buenos Aires.
El 16 de diciembre de 1857, el Canciller de Francia, Conde de Walewsky
recibió a Balcarce quien hizo entrega sus credenciales de Encargado de
Negocios de Buenos Aires. El Canciller le comunicó que Francia reconocía
Mariano Balcarce como Encargado de Negocios de Buenos Aires y a Buenos
Aires como Estado Independiente. Luego Walewsky pasó a considerar las
cuestiones pendientes entre París y Buenos Aires. Se trató el problema del
enrolamiento en la Guardia Nacional de ciudadanos hijos de padres franceses.
Balcarce explicó que “La Constitución del Estado declaraba ciudadanos a
todos los nacidos en él pues era tan crecido el número de extranjeros residentes
en Buenos Aires y la inmigración se desarrollaba con tal rapidez que la
nacionalidad correría riesgo de convertirse en colonia extranjera.” El Canciller
estuvo de acuerdo con este criterio. Luego preguntó acerca del motivo que
impedía la unión de la Provincia y la Confederación. Balcarce respondió que en
primer lugar se trataba de la persona de Urquiza, que no era de la confianza de
Buenos Aires, en segundo lugar, que la Constitución de la Confederación se ha
dado sin que Buenos Aires la hubiera votado.[55] Días después fue recibido
oficialmente por el Emperador, Napoleón III, quien se interiorizó por los
asuntos del Plata.[56]

Pocos días más tarde, el 4 de enero de 1858, Balcarce envió a Buenos Aires una
nota donde relataba un incidente ocurrido en la Corte Imperial de Francia que
pone un toque de humor a este conflicto diplomático pero que a su vez ilustra la
confusión que había en Europa acerca de los Estados del Plata. El Emperador
recibía al Cuerpo Diplomático por la festividad del Año Nuevo en el Palacio de
las Tullerías. Cuando Balcarce entró en el salón vio acercársele rápidamente al
Conde de Walewsky, Ministro de Relaciones Exteriores de Francia. Leamos las
palabras del propio Balcarce al describir la escena:

Apenas me hubo apercibido vino hacia mí y dirigiéndome la palabra con tono


imperativo que manifestaba muy a las claras su enfado me dijo: ‘Ud. me ha
dirigido ayer una protesta que le será devuelta mañana mismo, el Gobierno de S.
M. el Emperador no puede permitir ni tolerar semejante proceder; el Estado de
Buenos Aires es un Estado independiente;’ Ud. Puede imaginarse mi sorpresa al
oír tal declaración; interrumpiendo entonces al Sr. Ministro, le observé que
padecía un error, que yo no le había escrito ninguna nota ni protesta, y que yo
era el Encargado de Negocios de Buenos Aires. Volviendo en sí S. E., y con
más calma me dijo: ‘Creía hablar al Representante de la Confederación
Argentina, disimule Ud. Esta distracción, y quiera Ud. reservar un incidente que
Ud. ha sabido involuntariamente.’

Cuando llegó Alberdi, el Ministro se dirigió hacia él y por los gestos que
Balcarce observó, fue reprendido airadamente. Concluye la misiva con la
siguiente reflexión:

De todos modos, Sr. Ministro, por ventajosa que haga mi posición el proceder
irreflexivo e impolítico del Dr. Alberdi, no puedo menos de deplorarlo, pues
incidentes de esta naturaleza perjudican siempre el buen crédito externo de
nuestros países.[57]

El 24 de mayo de 1859, Juan Thompson, cumpliendo fielmente su misión, envió


una carta al Ministro de Estado de Su Majestad Católica, Saturnino Calderón
Collantes, manifestando que un Plenipotenciario de la Confederación llegaría a
Madrid para celebrar un tratado de reconocimiento por España. Explica la
inconveniencia de celebrar un tratado con la Confederación sin la presencia de
Buenos Aires con las siguientes palabras:

“Un tratado con la Confederación Argentina crearía quizás graves


complicaciones entre esas mismas provincias y el Estado de Buenos Aires.

En Buenos Aires reside de antiguo la gran mayoría de la población española,


mientras es limitado su número en las demás provincias.

El gobierno de S. M. ha procedido desde un principio con gran mesura y


circunspección, admitiendo, sin previo compromiso, Agentes comerciales de
una y otra parcialidad.

En breve debe ser renovado el poder ejecutivo, así en la Confederación


Argentina como en Buenos aires. Esta circunstancia hace esperar que los nuevos
gobernantes alleguen los medios de un arreglo definitivo entre partes hoy
divididas.[58]

El 1° de junio de 1859, Thompson informó a Mitre que el 22 de mayo había


llegado a Madrid Juan Bautista Alberdi, quien “fue presentado en el sitio de
Aranjuez al Ministro de Estado, Don Saturnino Calderón Collantes” y le
comunicó que había enviado una nota de protesta al ministro español el del 24
de mayo. Finalmente opinaba que “la falaz perspectiva de un tratado pueda
más en el ánimo de este Sr. Ministro que las juiciosas inspiraciones de un
prudente aplazamiento hasta ver bien ovilladas entre Buenos Aires y la
Confederación las graves cuestiones pendientes.”[59]

En efecto, Alberdi había recibido nuevas instrucciones del Gobierno de Paraná


fechadas el 18 de febrero de 1859 y firmadas por el canciller interino de la
Confederación, Juan Francisco Seguí. En ellas se proponían otras variantes para
la redacción de los dos artículos que provocaban el rechazo del tratado de
España y la Confederación: el artículo 4 debía consignar claramente que las
deudas de la Confederación serían solamente las contraídas con España por
Buenos Aires antes del 25 de mayo de 1810 y exclusivamente referentes a los
territorios que hoy se llaman Confederación Argentina.[60] En cuanto al artículo
8, sería aceptado siempre y cuando los hijos de españoles nacidos en el territorio
de la Confederación serán argentinos hasta los 21 años de edad, luego de lo cual
podrán optar por la nacionalidad de su origen.[61] Con estas instrucciones,
Alberdi, incansable, emprendió una nueva misión en Madrid arribando a fines
de mayo de 1859. Las conversaciones se iniciaron de inmediato entre Alberdi y
el Ministro de relaciones Exteriores Español, Saturnino Calderón Collantes. El
artículo 4 quedó finalmente redactado de acuerdo a las instrucciones de Paraná,
aceptando la Confederación Argentina las deudas contraídas por el Virreinato
del Río de la Plata antes del 25 de mayo de 1810 en los territorios que “forman
actualmente o constituyan en lo sucesivo el territorio de la República
Argentina, evacuado por aquellas el 25 de mayo de 1810.”[62]

En cuanto al punto de la nacionalidad, decía el artículo que cambió su número


del octavo al séptimo:
Art.7º) Con el fin de establecer y consolidar la unión que debe existir entre los
dos pueblos, convienen ambas partes contratantes en que para fijar la
nacionalidad de españoles y argentinos, se observen las disposiciones
consignadas en el artículo primero de la Constitución Política de la Monarquía
Española y en la ley argentina de 7 de octubre de 1857.”[63]

Como vimos en párrafos anteriores, la ley argentina consagraba como


argentinos a los nacidos en territorio argentino y en su artículo tercero permitía
optar por la nacionalidad de sus padres. Esto dejaba en claro lo que no estaba
expresamente consignado en el tratado anterior.

En cuanto al tema de las posibles deudas, Ruiz Moreno cita el siguiente párrafo
de un despacho al Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación:
“Nuevas pesquisas hechas recientemente en Madrid sobre la existencia de
expedientes o reclamos contra la Confederación Argentina —puntualizaba
Alberdi— han confirmado la creencia anterior de que tales reclamaciones no
existen, o si existen deben ser rarísimas e insignificantes”[64]

Mientras esto sucedía en Europa, a fines de 1858 recrudecía el conflicto entre la


Confederación y Buenos Aires como consecuencia del asesinato del ex
gobernador de San Juan y comandante de la división Oeste del Ejército
Nacional, general Nazario Benavídez, atribuida a maquinaciones de Buenos
Aires. Ante la posibilidad de un ataque, Mitre fue nombrado ministro de Guerra
y Marina con retención de su cartera de Gobierno y Relaciones Exteriores. El
Congreso Nacional autorizó a Urquiza, en mayo de 1859, a buscar la integridad
nacional por medio de negociaciones o por la guerra. Comenzaban entonces los
preparativos militares[65]

La lucha armada no pudo ser evitada: el choque entre los ejércitos de la


Confederación y Buenos Aires se produjo el 22 de octubre en la batalla de
Cepeda. Urquiza, con su caballería entrerriana derrotó a Mitre quien debió
emprender la retirada embarcando su ejército en San Nicolás luego de sufrir
importantes pérdidas.[66] Ante esta derrota, el 8 de noviembre renunció Alsina
a la gobernación de Buenos Aires por pedido de la Legislatura. El día 10 se
firmó el Pacto de Unión Nacional, también conocido como Pacto de San José de
Flores, donde Buenos Aires se declaraba parte integrante de la Confederación,
renunciaba al manejo de las relaciones exteriores, se nacionalizaba la Aduana, y
se acordó que sería convocada una Convención Provincial para revisar la
Constitución de 1853, para que luego, si este organismo proponía reformas, el
Congreso Nacional convocara una Convención ad hoc para discutir las reformas
propuestas por Buenos Aires.[67] Buenos Aires se reservaba la representación
consular hasta que se enmendara la Constitución y se incorporase
definitivamente a la Confederación.[68] Esto satisfacía a las autoridades de
Buenos Aires que de este modo podían incorporarse a la Nación sin resignar sus
principios.

En la ciudad de Paraná, el Congreso Nacional se reunió en sesiones


extraordinarias con el fin de ratificar el tratado que había firmado Alberdi con
España. Luego de ser aprobado por ambas cámaras, fue promulgado, con la
firma del Vicepresidente, Salvador María del Carril y refrendado por el Ministro
de Interior, Derqui, el 26 de febrero de 1860, pocos días antes del final de la
presidencia de Urquiza.[69] En efecto, el 5 de marzo finalizó el mandato del
general Urquiza y asumió la presidencia Santiago Derqui.[70]

En Buenos Aires crecía el disgusto por la ratificación del tratado con España
antes de que los diputados por la provincia se incorporasen al Congreso
Nacional. En el periódico El Nacional, Mitre escribió una serie de artículos que
comenzaron el día 28 de enero de 1860, donde planteaba las objeciones de
Buenos Aires a la Constitución Nacional de 1853. En cuanto al tema de la
nacionalidad, Mitre consideraba que, mientras que la Constitución de los
Estados Unidos le otorgaba al Congreso facultades para legislar en cuanto a
naturalización y no sobre ciudadanía, en cambio en la Constitución Nacional de
1853, en el artículo 11, se le otorgaba al Congreso la facultad de dictar leyes
generales sobre ciudadanía y naturalización.[71] Por estos motivos, Mitre
entendía que era necesario reformar el correspondiente artículo de la
Constitución, justificando sus ideas de la siguiente forma:

Buenos Aires por su Constitución ha establecido el principio universalmente


reconocido, de que al hijo de extranjero nacido en el país, debe ser y es
ciudadano natural.

La Confederación ha sostenido la doctrina contraria.

Si la doctrina de la Confederación predominase, estos países, y Buenos Aires


especialmente, estaban perdido[s] para siempre.

En un país como Buenos Aires, donde la quinta parte de la población es


extranjera, a nadie puede ocultarse que dentro de pocos años preponderaría la
masa extranjera; y resulte así una de las dos cosas: o una minoría, en posesión
exclusiva de los derechos políticos, gobernaría a la mayoría, o la mayoría se
sobrepondría a los nativos o los haría servir de instrumentos. En ambos casos el
desorden y la decadencia del país sería segura.[72]

El único recurso que le quedaba a la Provincia de Buenos Aires para modificar


esta situación era plantear sus reservas en la reforma constitucional que sellaría
su incorporación definitiva a la República Argentina.

La Convención Examinadora de la Constitución se reunió en Buenos Aires en


abril de 1860. Entre su propuesta de enmienda a la Constitución de 1853 figura
en el artículo 31, un agregado que dejaba a salvo la responsabilidad de la
provincia en el aspecto de la nacionalidad:

Art. 31) Esta Constitución, las leyes de la Confederación que en su competencia


se dicten por el Congreso, y los tratados con las potencias extranjeras, son la ley
suprema de la Nación; y las autoridades de cada Provincia están obligadas a
conformarse a ella no obstante cualquiera disposición en contrario que
contengan las leyes o constituciones provinciales; salvo en los tratados,
aquellas Provincias que no hubiesen tenido representación en el Congreso al
tiempo de su aprobación, y que no se la otorguen posteriormente por medio de
su Legislatura.[73]
En mayo de 1860 fueron electos Bartolomé Mitre como Gobernador de Buenos
Aires y Justo José de Urquiza como Gobernador de Entre Ríos.[74] Buenos
Aires no renunciaba a manejar sus relaciones exteriores, Carlos Tejedor,
Ministro de Gobierno y de Relaciones Exteriores del Estado de Buenos Aires,
envió una carta directamente a Calderón Collantes, Canciller español,
protestando por el tratado firmado con la Confederación antes de la unión
nacional.[75] El 6 de junio de 1860, Thompson informó desde Madrid que había
Entregado un “pliego dirigido al Sr. Ministro de Relaciones Exteriores de
España” con la protesta del Gobierno de Buenos Aires por la firma del Tratado.
Informó luego que Alberdi se encontraba en Madrid para proceder al canje de
las ratificaciones. Relata el fracaso de su gestión de la siguiente forma:

“En vano, Sr. Ministro, me he esforzado en demostrar la sinrazón con que el


gobierno Español exigirá el cumplimiento de un Contrato a quien no ha tenido
parte en su celebración. Según las noticias que he adquirido la ratificación
tendrá lugar en estos días, alegando el gobierno Español que no quiere
inmiscuirse en las cuestiones pendientes entre Buenos Aires y la Confederación,
dejando por lo tanto a cargo de ambos gobiernos el entenderse sobre el
particular.”[76]

El 22 de junio de 1860, la reina Isabel II aprobaba el Tratado de Amistad con la


República Argentina,[77] y el 27 de junio se produjo el cambio de ratificaciones
con las firmas del plenipotenciario Alberdi y Calderón Collantes, en Madrid, por
lo que, según Isidoro Ruiz Moreno, “cerró su tramitación y le otorgó completo
valor obligatorio.”[78]

En julio se reunieron en la ciudad de Buenos Aires el presidente Derqui,


Urquiza y Mitre. En esas reuniones expresaron muestras de amistad y de paz,
intercambiando obsequios y festejando el 9 de julio con un Tedeum en la
Catedral y presenciando juntos el desfile militar del ejército de Buenos Aires.
Pero además trataron cuestiones políticas, la futura reforma de la Constitución y
la incorporación de Buenos Aires a la Confederación. [79] Mitre insistió ante
Urquiza sus criterios acerca de la nacionalidad y la necesidad de reformar el
Tratado con España. Subsistía cierta ambigüedad en la forma en que se
interpretaba la letra del Tratado. Urquiza, en vista de la intensa prédica de Mitre
rechazando el Tratado, envió una carta al Cónsul Español que se encontraba en
Montevideo requiriendo una explicación acerca cuál era la interpretación
española del Tratado. En la carta respuesta de se puede apreciar que según esta
interpretación, se consagraba el ius sanguinis para los hijos de españoles
nacidos en territorio argentino.[80] La carta de Creus, fechada en Montevideo el
20 de agosto de 1860, dice lo siguiente:

Mi estimado Sr. y amigo:

El Sr. Elizalde en Buenos Aires y el Sr. Albarellos en Montevideo, después de


varias explicaciones amistosas, me han manifestado que si el artículo 7° del
tratado con España no tiene más objeto que asegurar la nacionalidad de sus
padres a los hijos de españoles nacidos en la Confederación que por
circunstancias de domicilio u otras análogas tienen su suerte estrechamente
ligada con la España, no atacarían el Tratado sino que lo reforzarían. No creo
que en la Convención emitan una opinión contraria.

En mi concepto el artículo citado no admite más interpretación que la de dar


fuerza de Ley Internacional a la que promulgaron en 17 de agosto de 1857 los
poderes constituidos de la Confederación Argentina que regulariza la
nacionalidad de los hijos de los extranjeros nacidos en su territorio .[81]

La respuesta del representante español fue clara, entonces comenzó a apreciarse


en las autoridades de la Confederación “que para los españoles también obraba
el convencimiento de que el tratado de 1859 y la ley de 1857 consagraban el
principio del ius sanguinis en la cuestión de la nacionalidad...” Por ese motivo,
Urquiza envió a Mitre una carta asegurando que en la Convención Constituyente
emplearía su influencia con “sus amigos” para excluir el artículo 7° del tratado
con España.[82]

En el mes de septiembre se reunió la Convención Reformadora ad hoc de la


Constitución Nacional en la ciudad de Santa Fe. Las enmiendas propuestas por
Buenos Aires fueron ratificadas por unanimidad, aprobándose todos los tratados
internacionales firmados por los representantes de la Confederación, menos el
de España.[83] Se había agregado al final del artículo 31 que declara los
tratados internacionales como la “ley suprema de la Nación”, la frase: “salvo
para la Provincia de Buenos Aires, los tratados ratificados después del Pacto
de 11 de noviembre de 1859”. En el Art. 64, inciso 11, que trata acerca de la
ciudadanía se agregó: “con sujeción al principio de ciudadanía natural”.[84]
Con esta modificación, el tratado firmado por Alberdi dejaba de tener efecto. En
consecuencia, el gobierno de la Confederación decidió enviar como Agente
Diplomático en Madrid a Mateo J. Luque, con la misión de modificar el
cuestionado artículo del Tratado con España.[85]

La Constitución Nacional fue jurada en Buenos Aires el 21 de octubre de 1860


conformando a partir de ello a la tan ansiada unión nacional.[86] El nombre
República Argentina fue el elegido entre los distintos nombres que autorizaba el
artículo 35 de la Constitución recientemente reformada.[87] Días más tarde,
Urquiza retribuyó las atenciones de Mitre invitándolo, junto con Derqui, al
palacio de San José, en Entre Ríos. Se pensó que la paz entre las provincias
argentinas estaría asegurada y que se iniciaría una era de unión y prosperidad.
Lamentablemente no fue así.

Los diputados de Buenos Aires al Congreso Nacional, que habían sido electos
con la Ley Electoral de la Provincia, cuando se presentaron en Paraná en abril
del año 1861 para integrarse al Congreso Nacional, les fueron rechazados sus
diplomas por el cuerpo con el pretexto de que no habían sido electos con las
disposiciones de la Ley Nacional.[88] En julio, el Congreso determinó que
Buenos Aires había roto el pacto de Unión Nacional del 11 de noviembre de
1859, en consecuencia fue declarada como provincia en rebeldía y se decretó el
estado de sitio en su territorio.[89] Para Buenos Aires era una nueva declaración
de guerra.
Estos acontecimientos decidieron al presidente Derqui la suspensión de la
misión de Luque a España que todavía no había partido.[90] Mientras que en el
Río de la Plata comenzaban nuevamente aprestos bélicos, la polémica por el
tema de la nacionalidad continuaba del otro lado del Atlántico, en España,
Jacinto Albistur escribió en marzo de 1861 una serie de artículos en la revista
La América, para “ilustrar a la opinión pública de la importancia de los países
americanos y por elevación —sin decirlo— preparar el ánimo favorable del
Ministerio de Asuntos Exteriores para recibir nuevas propuestas argentinas.”.
[91] En un segundo escrito, contestando a Juan Bautista Alberdi que defendía el
Tratado que él había firmado, refiriéndose al artículo 7° del Tratado de la
siguiente forma: “Con el artículo que se ha insertado, cada una de las partes se
ha reservado in pectore el interpretarlo a su manera. Ha habido acuerdo en las
palabras, no ha habido acuerdo en el pensamiento.”[92] Albistur coincidía con
la tesis de Buenos Aires sustentada por Mitre y Vélez Sarsfield y no respaldaba
las opiniones de Alberdi. De cualquier forma, el Tratado había sido rechazado
por la Constitución reformada en 1860 y debería ser salvado por un nuevo
acuerdo.

En el Río de la Plata comenzaron nuevamente los aprestos bélicos. Mitre se


dirigió con su ejército hacia el norte mientras Urquiza avanzaba hacia Buenos
Aires al frente del ejército de la Confederación Argentina. El 17 de septiembre
de 1861 ambos ejércitos se encontraron para dar batalla en las inmediaciones del
arroyo Pavón, al sur de la Provincia de Santa Fe, que le dio nombre a la batalla.
La infantería porteña prevaleció esta vez frente a la caballería entrerriana y
Urquiza se retiró del campo abandonando su artillería y el parque de
provisiones, regresando con sus tropas a Entre Ríos.[93] Mitre continuó su
avance hacia el Norte ocupando la ciudad de Rosario mientras que el general
Paunero marchaba hacia Córdoba consiguiendo derrotar al “Chacho” Peñaloza,
alejándolo hacia el Norte. El presidente Derqui se encaminó a Paraná a
conferenciar con Urquiza y como no logró el apoyo, presentó su renuncia y se
refugió a bordo de un barco inglés que lo llevaría hacia Montevideo. El 5 de
noviembre asumió la presidencia de la República el vicepresidente Pedernera.
[94] Urquiza, en nombre del Gobierno Nacional intentó negociaciones con
Mitre pero éste exigió que su intención era tratar directamente con la Provincia
de Entre Ríos como provincia independiente y no con el Gobierno Nacional.
Para ello Urquiza y la Provincia de Entre Ríos deberían desconocer al Gobierno
Nacional. El 1° de diciembre la Legislatura entrerriana asumió su soberanía y
desconoció al Gobierno Nacional.[95] El 12 de diciembre de 1861, el Poder
Ejecutivo Nacional se declaró en receso dejando a Mitre la posibilidad de que
las provincias delegaran su autoridad en él.[96]

En los primeros meses del año 1862 las provincias comenzaron a delegar en
Mitre la facultad de ejercer como encargado del Poder Ejecutivo Nacional. El 12
de abril de 1862 Mitre aceptó el encargo del Poder Ejecutivo Nacional delegado
por las provincias, a los fines de convocar al Congreso Nacional.[97] Se
realizaron elecciones en toda la República para diputados y senadores y el 25 de
mayo de 1862 se instaló el Congreso Nacional en Buenos Aires. Se convocó a
elecciones para presidente y vicepresidente y Mitre fue electo por unanimidad
de votos en el Colegio Electoral mientras Marcos Paz era electo vicepresidente.
[98]
El 12 de octubre de 1862 Mitre asumió como Presidente de la República
Argentina.[99] Rufino de Elizalde fue nombrado Ministro de Relaciones
Exteriores[100] y Mariano Balcarce fue el encargado de realizar las gestiones en
Madrid para un nuevo Tratado.[101] La enemistad que existía entre Alberdi y
Balcarce se puso de manifiesto por la demora del primero en entregar los
archivos de lo actuado en Europa en su misión como enviado de la
Confederación. Recién en octubre de 1863, luego de reiterados, pedidos Alberdi
entregó los archivos diplomáticos a Balcarce.[102]

Se inició entonces una nueva gestión para modificar el tratado con España. El 8
de Febrero de 1863 Balcarce comunicó a Mitre que el general Concha, que tiene
mucho influjo en España, “es pariente de mi señora,” y sus ideas son muy
favorables al principio de nacionalidad que sostenemos. Agrega que “Su
cooperación puede ser muy útil, sin desconocer por esto lo grave y difícil de la
reclamación pendiente que está en oposición con lo que establece la
Constitución española.”[103]

El 8 de junio de 1863, Balcarce le comunicó a Mitre que:

“Tengo motivos para creer que el nuevo Ministerio español, presidido por el
marqués de Miraflores, y del que es miembro el general Concha, a quien
personalmente conozco, está bien dispuesto para el arreglo de las cuestiones con
los Estados sudamericanos; en este mismo sentido se ha expresado el caballero
Albistur, actual director político en el departamento de Estado.”[104]

El 24 de junio, Balcarce recibió el anuncio de Mitre de su nombramiento como


ministro plenipotenciario de la República Argentina por acuerdo del Senado
Nacional.[105] El 24 de julio, Balcarce comunicó desde París a Mitre las buenas
perspectivas para su misión en España con las siguientes palabras:

“Según me lo ha hecho saber el caballero Albistur, y lo que yo había hablado


anteriormente con el general Concha, hay probabilidad que mi misión a España
tenga buen resultado; así lo deseo, para corresponder a la confianza que usted y
el gobierno depositan en mí, y también, debo confesarlo, porque me sería muy
halagüeño lograr enderezar los entuertos que hizo el doctor Alberdi.”[106]

Ya en Madrid, Balcarce da cuenta a Mitre, en carta fechada el 22 de agosto, de


sus primeros contactos con el Subsecretario de Estado Tomás Ligues y Bardají y
con el ahora Director de Política de la Cancillería española, Don Jacinto
Albistur.[107] Todas las discusiones a que dio lugar la reforma del artículo 7°
del Tratado están relatadas por Balcarce en una nota dirigida al Ministro de
Relaciones Exteriores Argentino, Rufino de Elizalde. En ella le dice que el 25
de agosto fue recibido por el Ministro Miraflores quien opuso cierta resistencia
a firmar un nuevo tratado pero finalmente estuvo de acuerdo en la modificación
del artículo séptimo del Tratado de Amistad y Reconocimiento y le comunicó
que lo sometería al consejo de Ministros.[108] El 7 de octubre de 1863,
Balcarce comunicó a Mitre que había firmado el nuevo Tratado el 21 de
septiembre y que lo remitía por el vapor de Burdeos a Buenos Aires.[109]
Mientras tanto en Buenos Aires la Cámara de Diputados, en agosto de 1863, dio
media sanción a una nueva ley de ciudadanía que decía lo siguiente:

1º) son ciudadanos argentinos:

Los que hayan nacido y nacieran en cualquier punto del territorio de la


república, sea cual fuere la nacionalidad de sus padres;

Los hijos de padre y madre argentinos que habiendo nacido en un país


extranjero, manifiesten al juez nacional o provincial del distrito en que se hallen,
su intención de ser ciudadanos.[110]

Esta Ley consagraba sin lugar a dudas el ius solis. Sin embargo, la Ley no fue
tratada por el Senado y siguió rigiendo la cuestionada ley de la Confederación
del año 1859 hasta que se modificó en 1869 durante la presidencia de
Sarmiento.[111]

El Tratado con España fue aprobado por ambas cámaras del Congreso y
promulgado por Mitre el 5 de noviembre de 1863. El Nacional publicó el 7 de
noviembre los detalles de la firma del nuevo tratado. El artículo 7° quedó
redactado de la siguiente forma:

Con el fin de establecer y consolidar la unión que debe existir entre los dos
pueblos, convienen ambas partes contratantes en que para determinar la
Nacionalidad de Españoles y Argentinos, se observen respectivamente en cada
país las disposiciones consignadas en la Constitución y las leyes del mismo.

Aquellos Españoles nacidos en los actuales dominios de España que hubiesen


residido en la República Argentina y adoptado su nacionalidad, podrán recobrar
la suya primitiva si así les conviniere, para lo cual tendrán un plazo de un año
los presentes y dos los ausentes.

Pasado ese término se tendrá definitivamente adoptado la nacionalidad de la


República.

La simple inscripción en la matrícula de Nacionales que deberá establecerse en


las Legaciones y Consulados de un y otro Estado será formalidad suficiente para
hacer constatar la nacionalidad respectiva.

Los principios y las condiciones que establece este artículo, será igualmente
aplicable a los ciudadanos y a sus hijos en los dominios españoles.[112]

Faltaba entonces la ratificación española para que el Tratado entrara en vigor.


Balcarce recibió de Albistur una nota anunciándole que “ya está allanado el
camino para que venga usted a presentar sus credenciales y hacer el canje.
Esta operación es la única que falta para que yo emprenda mi viaje.”.[113]
Jacinto Albistur aspiraba a ser nombrado como Ministro ante el Gobierno
Argentino. Pero esto no pudo ser. España pasaba por un período agitado de su
historia institucional y los ministerios tenían una duración precaria. Por este
motivo, en carta fechada en Madrid el 26 de diciembre de 1863, Albistur urgía
nuevamente a Balcarce para que se trasladara a España para ratificar el tratado
pues existía una gran oposición en la prensa.[114] También recibió una nota del
Marqués de Miraflores quien instaba a Balcarce para que apurase su llegada a
Madrid.[115] Los pedidos de urgencia tenían sus razones, el 24 de febrero de
1864, Balcarce comunicó a Mitre desde Madrid que: “La caída que yo temía
del gabinete Miraflores ha dejado en suspenso el canje de las ratificaciones del
tratado con la España.”[116]

En España hubo dificultades para ratificar el Tratado pero el 7 de junio de 1864,


Balcarce le comunicó a Mitre que finalmente las Cortes de España habían
aprobado el Tratado y que estaba todo listo para “verificar el canje de las
ratificaciones y presentar mis credenciales, pues conviene no perder tiempo,
porque si ocurriese algún nuevo cambio en el Gabinete español (cosa que no
sería de extrañar en aquel país de lo imprevisto), nos veríamos quizá expuestos
a otro aplazamiento.”[117]

El 22 de junio de 1864, Balcarce escribió a Mitre exultante lo siguiente:


“Albricias, mi querido General y amigo; ayer he canjeado el tratado, dando
cima a la honrosa y delicada comisión que usted me confió.” En la misma carta
comenta que el “El señor Creus será nombrado ministro residente en Buenos
Aires, mientras que nuestro amigo Albistur se le dará otra misión, pues las
intrigas del señor Calderón Collantes y de otros enemigos personales suyos han
impedido a este Gobierno enviarlo a Buenos Aires.”[118]

En efecto: el 28 de julio de 1864 la reina Isabel II nombraba a Carlos Creus


como Ministro Residente ante el gobierno de la República Argentina. Creus se
embarcó hacia Buenos Aires y el 4 de octubre de ese año presentó sus
credenciales ante el Ministro de Relaciones Exteriores de la República
Argentina. [119] Albistur fue enviado en misión al Perú y poco tiempo después
fijó su residencia en Montevideo.

De esta manera se terminó de completar el trámite del reconocimiento de la


Independencia de la Argentina por el Reino de España y sus pretensiones sobre
el territorio del antiguo Virreinato del Río de la plata. Las relaciones
diplomáticas tomaron un cauce normal al haber designado ambos países sus
embajadores. Como vimos en el desarrollo del trabajo este logro no fue sencillo
por las dificultades inherentes a la diferencia de criterios entre España y la
Argentina en la cuestión de la nacionalidad: el ius sanguinis que sostenían los
Españoles y el ius solis que sostenía la Argentina y especialmente Bartolomé
Mitre. A su vez la diferencia de criterios entre Mitre y Alberdi, donde el primero
sostenía que no era posible resignar el hecho que los nacidos en territorio
argentino fueran argentinos, ni siquiera que hubiera una ligera diferencia de
interpretación, mientras que para Alberdi este punto no era de capital
importancia frente al logro del reconocimiento de la Independencia y la
normalización de las relaciones diplomáticas. Todo esto en el difícil contexto
político rioplatense con la Provincia de Buenos Aires escindida de la
Confederación y la inestabilidad de los gabinetes españoles en los momentos de
la ratificación del Tratado. De esta forma, el criterio del ius solis, quedó
definitivamente incorporado en la Constitución Nacional luego de la reforma de
1860 y las leyes de nacionalidad dictadas posteriormente, sin dar lugar a dudas o
a diferentes interpretaciones.

Pablo A. Chami

Julio de 2004

[1] Isidoro J. Ruiz Moreno, Relaciones Hispano-Argentinas. De la guerra a los


tratados, Buenos Aires, 1981.

[2] Ramón J. Cárcano, “Después de Caseros, la reorganización del país”, Vol. VIII, p.
33, en Historia de la Nación Argentina, Ricardo Levene director general, 2° edición,
Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1947.

[3] Ibidem, p. 39.

[4] Ibidem, p. 48.

[5] Miguel Ángel De Marco, Bartolomé Mitre, Biografía, p. 119-120 y 127, Editorial
Planeta, Buenos Aires, 1998.

[6] El Nacional, 18 de junio de 1852.

[7] El Nacional, 22 de junio de 1852.

[8] Miguel Ángel De Marco, op. cit. p.134.

[9] Ramón J. Cárcano, op. cit. p. 69.

[10] Carlos Heras, “La Revolución del 11 de septiembre de 1852”, en Historia de la


Nación Argentina, op. cit. P. 76.

[11] Ibidem, p. 84.

[12] Ibidem, p. 87.

[13] Miguel Ángel De Marco, op. cit. p.145.

[14] El Nacional, 16 de septiembre de 1852.

[15] El Nacional, 21 de septiembre de 1852.

[16] El Nacional, 20 de septiembre de 1852. (Transcribí los párrafos que me parecieron


más importantes)
[17] Carlos Heras, op, cit. p. 91.

[18] Ibidem, p. 115-116.

[19] Ibidem. p. 116.

[20] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 148-149.

[21] Ibidem, p. 156.

[22] Carlos Heras y Enrique Barba, “Relaciones entre la Confederación y el Estado de


Buenos Aires, (1854-1858), en Historia de la Nación Argentina, op. cit. p. 207.

[23] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 157.

[24] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 80.

[25] Ibidem, p. 85.

[26] A. M. R. E. Archivo del Ministerio de Relaciones exteriores de la República


Argentina, Estado de Buenos Aires, caja 19, borrador autógrafo de Ireneo Portela.

[27] A. M. R. E. Estado de Buenos Aires, Caja 16.

[28] La Tribuna, 28 de diciembre de 1854.

[29] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 174.

[30] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 94

[31] Ibidem, p. 94.

[32] A. M. R. E. Caja 16, nota firmada por Thompson el 6 de mayo de 1855.

[33] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 99.

[34] Ibidem, p. 104-105.

[35] Carlos Heras y Enrique Barba, op. cit., p. 222.

[36] A. M. R. E., Caja 16, 23 de julio de 1855, borrador autógrafo de Alsina.

[37] Esta misión estaba destinada al fracaso. Carlos Heras y Enrique Barba, op. cit., p.
223.

[38] A. M. R. E., caja 16, 9 de noviembre de 1855, borrador autógrafo de Alsina para
Thompson, con la indicación de enviar instrucciones iguales a Balcarce.

[39] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 121.


[40] El Nacional, 30 de junio de 1856.

[41] A. M. R. E., caja 16, 30 de junio de 1856.

[42] A. M. R. E., caja 16.

[43] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 107-108.

[44] Ibidem, p. 130-131.

[45] Ibidem, p. 131.

[46] A. M. R. E., caja 20.

[47] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 346.

[48] Ibidem, p. 141.

[49] Ibidem, p. 148.

[50] Ibidem, p. 148-149.

[51] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 198.

[52] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 154-155.

[53] Ibidem, p. 156.

[54] Ibidem, p. 179.

[55] A. M. R. E., Estado de Buenos Aires, caja 19, carta fechada el 22 de diciembre de
1857.

[56] A. M. R. E. caja 19, carta fechada el 30 de diciembre de 1857.

[57] A. M. R. E., Estado de Buenos Aires, caja 21.

[58] A. M. R. E., caja 16.

[59] Ibidem.

[60] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 183.

[61] Ibidem, p. 184.

[62] Ibidem, p. 202

[63] Ibidem, p. 203.

[64] Ibidem, p. 205.


[65] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 202-204.

[66] Ibidem, p. 206-207.

[67] Ibidem, p. 211.

[68] Isidoro J. Ruiz Moreno, op. cit., p., p. 220.

[69] Ibidem, p. 227.

[70] Ibidem, p. 228.

[71] En realidad, Mitre se refiere al inciso 11 del artículo 67 de la Constitución que


regula las atribuciones del Congreso.

[72] El Nacional, 28 de enero de 1860.

[73] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 254.

[74] Ibidem, p. 255.

[75] Ibidem, p. 237.

[76] A. M. R. E., caja 16, Madrid, 6 de enero de 1860, el acuse de recibo de esta
comunicación fue en Buenos Aires, 20 de julio de 1860, con las firmas de Mitre y
Sarmiento.

[77] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 245.

[78] Ibidem, p. 257.

[79] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 227.

[80] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 264.

[81] Archivo General de la Nación, Sala VII, Urquiza, legajo 206, folio 68. (El resaltado
es mío).

[82] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 266.

[83] Ibidem, p. 268.

[84] Rodolfo Rivarola, “Del Pacto del 11 de Noviembre de 1859 a la Constitución


Nacional del 1 de Octubre de 1860.” En Historia de la Nación Argentina, op. cit. p.
387.

[85] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 267.

[86] Ibidem, p. 236.


[87] A. M. R. E. Caja 42, Confederación, Presidencia de Derqui.

[88] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 244.

[89] Ibidem, p. 247.

[90] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 285.

[91] Idem, Ibidem.

[92] Ibidem, p. 287.

[93] Enrique Rottjer, “Campaña de Pavón”, en Historia de la Nación Argentina, op. cit.
p. 446.

[94] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 270.

[95] Mariano de Vedia y Mitre, “Mitre y la Unión Nacional”, en Historia de la Nación


Argentina, op. cit. p. 530.

[96] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 272.

[97] Mariano de Vedia y Mitre, op. cit., p. 538-539.

[98] Miguel Ángel de Marco, op. cit., p. 282-283.

[99] Ibidem, p. 283.

[100] Ibidem, p. 290.

[101] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 300.

[102] A. M. R. E. Misión Balcarce en París, caja 34.

[103] A. G. M. Tomo XIII, p. 44 45.

[104] A. G. M. Tomo XIII, p. 49.

[105] A. G. M. Tomo XIII, p. 50.

[106] A. G. M. Tomo XIII, p. 52.

[107] A. G. M. Tomo XIII, p. 53.

[108] A. M. R. E., caja 34.

[109] A. G. M. Tomo XIII, p. 62.

[110] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 319-320.


[111] Ibidem, p. 320

[112] El Nacional, 7 de noviembre de 1863.

[113] A. G. M. Tomo XIII, P. 73.

[114] Idem, Ibidem.

[115] A. G. M. Tomo XIII, p. 75.

[116] Idem, Ibidem.

[117] A. G. M. Tomo XIII, p. 80.

[118] A. G. M. Tomo XIII ,p. 81-82.

[119] A. M. R. E. Caja 74, Legación y Consulado de España, 1862-1864.

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