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3. De la prosperidad a la crisis
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Aumento de la demanda en los EEUU hasta 1929. Los EEUU se convirtieron en
el primer inversor mundial y registraron un constante superávit comercial.
El crecimiento económico entre 1922 y 1929 está también relacionado con el
incremento de la productividad y la aparición de nuevas invenciones: teléfono,
automóvil, electrodomésticos… que podían ser adquiridos a plazos.
La riqueza, sin embargo, se distribuía de forma desigual: la mayor parte iba a
parar a manos de los dueños del capital. Agricultores y obreros de las industrias
tradicionales (acerías, astilleros…) se vieron en la necesidad de cambiar de trabajo
soportando una pérdida de sueldo, a consecuencia de la reducción de estas actividades y
la expansión de las nuevas industrias. Se originó un éxodo hacia las ciudades que se
manifestó en barrios escasamente dotados de servicios.
Los capitales acumulados por la expansión empezaron a acudir a la bolsa,
porque la inversión especulativa (vender a mayor precio del que se había comprado)
ofrecía mayores beneficios que la inversión en actividades productivas. De ahí la
formación de una “burbuja especulativa”, que prescindía de los resultados económicos
de las empresas en la asignación del precio de las acciones (cotizaciones). Se convirtió
en práctica común y aceptada el endeudamiento de los particulares para la inversión en
bolsa, lo que venía favorecido por que solamente era preciso el pago de 1/10 del precio
de las acciones (el resto lo adelantaban los corredores).
Jueves negro (24 de octubre de 1929): oleada de ventas para minimizar las
pérdidas; se repite aún de forma más pronunciada el 29 (“martes negro”), derivado de la
exigencia de los bancos del pago de los préstamos concedidos para la compra de
acciones. Esto forzó las ventas de acciones a cualquier precio y el descenso en picado de
su valor hasta 1932.
4. De la crisis a la recesión
La fase expansiva del ciclo económico había finalizado antes del crack bursátil,
a comienzos de 1929, según reflejaron diferentes indicadores económicos.
La caída de la bolsa provocó una crisis de liquidez y la caída del consumo ante
la evidencia de que se avecinaban tiempos difíciles. Se hizo imposible saldar deudas de
empresas e inversores, lo que arruinó a proveedores que acaban despidiendo a sus
plantillas. Numerosas empresas quiebran entre 1929 y 1930, pasándose de 1,6 millones
de parados a 4,3 (sin cobertura alguna de desempleo).
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Se retiraron entonces las inversiones estadounidenses en Europa y se produce
una oferta masiva de bienes ya producidos, que induce un proceso deflacionario que
limita aún más los ingresos de las empresas.
A lo anterior se suma la reducción del consumo por el miedo al desempleo, la
pérdida de riqueza en la bolsa, el endeudamiento por la compra a plazos de años
anteriores o la caída de los precios agrarios. Además, el convencimiento de que más
adelante se compraría más barato limita el consumo. La reducción de la demanda
consiguiente afecta forma generalizada y decisiva al empleo.
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internacional. La elevada cotización de la libra motivó el encarecimiento de las
exportaciones y el abaratamiento de las importaciones, estancando la economía.
Finalmente, en 1931 se suspendió la convertibilidad de la libra esterlina, provocando su
devaluación.
En Francia se mantuvo invariable el tipo de cambio del franco con respecto al
oro. Pero la devaluación de las restantes monedas motivó un aumento de su valor
relativo, poniendo en dificultades sus exportaciones. Para paliar estas consecuencias el
gobierno francés adoptó una política de contingentes y clearings, que aisló a las
economías nacionales e hizo más difícil la salida de la crisis.
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el gasto en términos nominales. En una situación deflacionaria, la inflación causada por
este gasto era una preocupación menor. Es más, aumentando la demanda aumentaría la
renta y en último término los ingresos por impuestos, compensando el déficit público.
Sin embargo, a excepción de los países escandinavos las propuestas de Keynes
fueron recibidas con escepticismo, porque el déficit público era considerado un desastre
para la marcha de la economía.
En los EEUU, la llegada a la presidencia de Roosevelt supuso la puesta en
práctica de un programa de lucha contra la crisis que en parte se inspiraba en las ideas
de Keynes.
Roosevelt aumentó la intervención del sector público en la economía al mismo
tiempo que recortaba gastos para combatir el déficit público. Los empresarios se
manifestaron en contra de sus propuestas porque intervenían los precios del mercado y
por eso la confianza no mejoró durante su mandato. Fue la demanda creada por la
Segunda Guerra Mundial la que definitivamente permitiría superar la crisis.
El programa de Roosevelt se centraba en la lucha contra la deflación: precios
mínimos y ayudas a los productores agrarios. Las medidas más importantes fueron La
ley de ajuste agrario, que trataba de limitar la producción agraria para aumentar los
precios; la ley de recuperación industrial, que fomentó los acuerdos entre empresas para
limitar la competencia de precios y las obras públicas. En este apartado, fue
particularmente relevante la Tennessee Valley Authority, que fue un proyecto pionero de
planificación regional.
También fue importante la regulación de las relaciones laborales: en 1933 se dio
a los sindicatos una base legal para la negociación de salarios, prohibiendo a los
empresarios interferir en ellos. Se aprobó también las creación de la seguridad social,
implicándose el gobierno federal en la provisión de prestaciones básicas de desempleo y
asistencia a los jubilados. En ambos casos se garantizaba unos ingresos mínimos y por
tanto un cierto nivel de demanda para los más afectados por la recesión.
En Alemania: política económica de intervención en la economía tras la llegada
de los nazis al poder por la vía del rearme, la expansión de las obras públicas y la
restricción de las importaciones. La industria pesada salió beneficiada, pero los salarios
netos se redujeron, y se produjo una violenta represión de los sindicatos y los partidos
de izquierda.
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En último término, se trataba de llegar a la autarquía económica, aislando a
Alemania tanto como fuera posible a través de reglamentaciones del comercio exterior y
el tipo de cambio de la moneda alemana.
Esta política de rearme fue una de las causas que propiciaron la Segunda Guerra
Mundial.
Finalmente, la cooperación entre países se hizo imprescindible para salir de la
crisis: desde 1932 Francia, Gran Bretaña y EEUU intentaron llegar a acuerdos que
finalizaran la guerra comercial y la inestabilidad del sistema monetario: Conferencia
Internacional de Londres de 1933. Los resultados fueron limitados en cuanto a su
alcance, pero creó un precedente para intentar salir de la recesión de manera coordinada.
Esto, junto con la mejoría de algunos países, hizo pensar que la situación podía cambiar,
y que no necesariamente la crisis significaría el final del capitalismo. Sin embargo, la
estabilidad definitiva y el reconocimiento de que la supremacía económica británica
había pasado a los EEUU solamente se alcanzó tras la Segunda Guerra Mundial.
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cosas, fabricar cosas. […] Supongamos que todos dejamos de gastar nuestros ingresos y que lo
ahorramos todo. ¿Y bien? Todos dejaríamos de trabajar. Y no tardaríamos en no tener ingresos para
gastar. Nadie se enriquecería lo más mínimo y al final moriríamos todos de hambre. Sería nuestra
recompensa por no querer comprarnos mutuamente bienes y servicios, ya que es así como vivimos. Lo
mismo, incluso más, es verdad cuando se aplica a un ente local. Es hora de que los ayuntamientos se
dediquen a poner en marcha mejoras que tengan sentido. Y también me gustaría ver llevados a la
práctica planes nacionales concebidos con grandeza y magnificencia.
J. Maynard Keynes, Ahorro y gasto. Listener, 14 de enero de 1931