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Capítulo 2
enero de 2011
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El átomo indivisible, o no tanto. Una visión histórica.
Es innegable que gran parte del motivo impulsor de la teoría cuántica era mejorar
nuestro conocimiento sobre la estructura de la materia, a cualquier escala sí, pero
en particular, entender cómo funcionan los átomos que nos componen.
Situándonos en el contexto histórico de finales del siglo XIX y principios del siglo
XX hay que entender que era del todo imposible imaginarse lo que había ahí abajo,
en la pequeña escala, tal y como conté en el capítulo anterior. Y si imaginárselo era
impensable fue debido a la imposibilidad tecnológica de alcanzar esa escala de
resolución hasta bien entrado el siglo XX.
Para toda esta discusión hace falta entender que más que una ley o una teoría
necesitamos un modelo. Un modelo físico pretende ayudarnos a describir la
realidad. Porque no olvidemos que la ciencia describe, es espectadora, trata de
hallar la respuesta de las preguntas que plantea un universo que se maneja en
armonía sin intervención alguna. A la hora de abordar determinados problemas
complejos es necesaria la construcción de un modelo físico que describa la realidad.
Es decir, una construcción teórico-experimental que trate de ser lo más fiel a los
resultados experimentales que son, en última instancia, los jueces a la hora de
decidir si será buena o mala en tanto que la precisión de las predicciones que hace
coincida en mayor grado con el experimento.
Esa pieza pequeña e indivisible, es lo que llamaron átomo. Por la época en la que se
encontraban aquello se trataba más de una aproximación filosófica que científica
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puesto que no había experimentación que pudiera sugerir tal cosa. Pero era ya la
idea de que esto debería ser así. Hubo que esperar nada menos que hasta el siglo
XIX hasta que esa idea de los griegos pudiera ser explorada desde un punto de vista
más científico.
Corría el año 1808 cuando Dalton planteó el modelo atómico que lleva su nombre.
Fue el primer modelo atómico basado en ideas científicas. En esencia mantiene la
idea de átomo como pieza indivisible de la materia y trata de explicar el por qué de
las reacciones químicas. El modelo de Dalton no contemplaba nada más pequeño
que el propio átomo.
Casi cien años más tarde y tras haberse descubierto el protón y el electrón,
Thomson planteó un nuevo modelo de átomo cuyo aspecto se asemejaría al de una
magdalena con trozos de chocolate: una esfera cargada positivamente con las
cargas negativas en su interior. Delicioso, sí. Y además era coherente con lo que
Thomson observaba.
1Consiste en disparar a una muestra con un haz de partículas con gran energía cinética y ver el
modo en que se dispersan al impactar en el blanco.
Se llama elástica porque la energía cinética se conserva, considerando que los núcleos retroceden al
ser impactados.
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Es lo que se conoce como un problema de valores propios. El problema trata de
encontrar los estados que pueden tener los electrones y la energía asociada a ellos.
Ya tenemos una idea del procedimiento. Pero ¿cómo se resuelven las ecuaciones
monstruosas que me van a salir? Como esto podría ser un lío de proporciones
dantescas intentaremos ser ordenados y veremos que, sin plantear ni una sola
ecuación, podemos entender lo que tenemos que conseguir para encontrar lo que
queremos, que es el valor de la energía para los electrones. Es decir, el modelo
atómico.
Lo primero será analizar todo lo que tiene que ver con la energía en el átomo y
separar cada una de esas aportaciones según su importancia. Como las energías se
suman, podemos ir organizando términos y considerando los más importantes, ir
incluyendo los siguientes y así hasta que alcancemos la precisión deseada.
Recordemos que más precisión es mejor para que el modelo concuerde más con la
realidad pero a la vez implica complicar más las ecuaciones.
¿Qué fuerza interviene aquí? Dado que el protón y el electrón tienen carga eléctrica,
la fuerza electrostática será la que mande aquí. Si medimos los valores de energía
de un átomo de hidrógeno coincidirán con los de nuestro modelo con bastante
precisión. Si en cambio probamos con un gas que contenga átomos con más
electrones veremos como progresivamente va siendo peor la predicción: nuestro
modelo necesita correcciones.
¿Dónde apretamos las tuercas? Pues es fácil (de decir). Podemos considerar los
responsables de que haya diferencias y por qué nuestro modelo no reproduce bien
los resultados.
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Echando más leña al fuego, o más electrones al núcleo.
Podemos complicar el modelo todo lo que queramos. Bueno, todo no, siempre
pensando que cuanto más complicado sea más difícil va a ser resolverlo incluso
para los ordenadores. A medida que el modelo se va echando leña al fuego cada vez
es más difícil de resolver.
Así que cuando alguien plantea la pregunta ¿cómo es un átomo? tal vez esté
esperando que la respuesta sea el aspecto que tiene un átomo, tal cual Rutherford
se lo imaginó al hacer sus experimentos de dispersión inelástica. Se nos viene a la
mente en primera aproximación el sistema solar. Y es una primera aproximación
siempre que seamos conscientes de que se trata de eso, una aproximación.
2Es el número de ceros que separa dos cifras. Por ejemplo, entre 1 y 100 hay 2 órdenes de magnitud.
Entre 10 y 10000 hay 3 y así sucesivamente.
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Si nuestro modelo es bueno, cada término que añadamos será en orden de
magnitud menos importante que los anteriores o, por lo menos, de menor orden de
magnitud que la aportación principal que es el modelo hidrogenoide. Este modelo
considera átomos que tienen un electrón aislado en su capa más externa. Lo que
haremos serán correcciones al modelo de capas que se irán ajustando cada vez más
al espectro atómico3 que observamos.
Al final lo que tendremos será una función de onda (la expresión matemática que
representa el estado cuántico, en este caso de los electrones) y un valor de energía
asociado a esta. Cuando hay más de un estado para un mismo valor de energía se
dice que dicho estado se encuentra degenerado.
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Figura 1: Esquema simplificado de un espectrógrafo.
Por eso se les llama a menudo líneas espectrales a los niveles visualizados de este
modo.
Los investigadores llamaron con letras a los valores del número cuántico principal
atendiendo a la forma que ellos observaban que tenían las líneas del espectro. Así,
el valor “0” se designa con la letra “s” (de sharp o puntiagudo), “1” con la letra “p”
(de principal), “2” con la letra “d” (de diffuse o difuso), “3” con la “f” (de
fundamental). Y para valores mayores se siguen las letras del alfabeto a partir de
la f (exceptuando la “j” para evitar confusión, ya que se usa también para nombrar
el momento angular total).
4Es el momento angular que tiene el electrón por el hecho de orbitar alrededor del núcleo.
Se llama número cuántico a los valores que determinan conjuntamente un estado cuántico.
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En total hacen falta 4 números para indicar el estado completo de un electrón. El
primer electrón irá al 1s1 el segundo irá al 1s2. No comparten el mismo estado
porque aún pueden variar los otros dos números cuánticos de los que no he
hablado: los que involucran al espín del electrón.
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Este efecto se conoce como efecto Lamb y consiguió que hubiera que replantearse
conceptos fundamentales y llevó a fundar la electrodinámica cuántica.
Ocurre con mucha frecuencia que las cosas más insignificantes provocan auténticas
revoluciones, y esta fue una de las más grandes de la física del siglo XX. En la
primera parte del siglo XX la mecánica cuántica hablaba sobre partículas, estados,
energías, y de pronto se vió la necesidad de que algo tan abstracto como un
“campo” fuese modelado desde el punto de vista cuántico.
Tal es el caso de lo que se conoce como estructura fina del espectro. La estructura
fina es un desdoblamiento que se observa en algunas líneas del espectro atómico y
que aparece cuando se hacen correcciones relativistas de primer orden al modelo
atómico.
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Los efectos relativistas que intervienen son varios. En primer lugar, que la energía
es la relativista y no la clásica. Además, está el espín que interacciona con el
momento angular total del átomo (interacción espín-órbita). Se incluye aquí
además el llamado “término de Darwin” que aparece para expresar la diferencia de
energía entre la capa “s” y la “p” debida al efecto Lamb que comentamos antes.
Que una línea se desdoble quiere decir que en lugar de tener uno o varios estados
electrónicos en un único valor de la energía resulta que al aumentar la resolución
no es un único estado sino que son dos, que están desdoblados en torno al valor
teórico que tendrían de no considerar estas correcciones.
Pero yendo incluso más allá, recordemos que el espín hace que las partículas sean
como pequeños imanes. Pequeños imanes que serán los electrones que orbitan
entorno a un imán algo más grande que es el núcleo, consideradas las
contribuciones de todas las partículas que lo componen.
La interacción magnética del espín de los electrones con el espín nuclear da lugar a
otra corrección conocida como estructura hiperfina del espectro. Esta corrección es
todavía más pequeña que la estructura fina, del orden de un millón de veces más
pequeña y de ahí recibe su nombre. La estructura hiperfina provoca un
desdoblamiento adicional, de mucho menor valor, pero que existe y provoca de
forma análoga una ruptura en la degeneración.
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El vacío: ¿testigo silencioso?
¿De verdad los electrones se comportan como en el modelo o hay algo más? No
olvidemos que los estados de energía de los electrones son estables. Esto significa
que un electrón en un estado debería quedarse ahí ad eternum salvo que ocurriera
algo que lo hiciera moverse de ahí.
Pero esto, por suerte o por desgracia, no ocurre así. De hecho, los niveles atómicos
no son tan estables y los electrones se desexcitan emitiendo la energía sobrante en
forma de radiación. Es lo que se conoce como desexcitación espontánea. Y
nuevamente se trata de otra de esas cosas que, tras un gran velo de inocencia
esconde uno de los mayores problemas a los que se ha enfrentado la física durante
el siglo XX.
Acordamos que en nuestro modelo atómico más sencillo, teníamos un núcleo con
carga neta positiva que considerábamos puntual en primera aproximación y los
electrones orbitando a su alrededor.
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fermiones y deben cumplir con el principio de exclusión de Pauli) y liberará un
fotón cuya energía será exactamente la diferencia entre ambos niveles.
Es algo que desde los primeros esbozos que tenemos de los modelos atómicos nos
han contado, que hemos asumido y dado por cierto y que nunca nos planteamos
por qué no son estables cuando deberían serlo. Este es otro de esos minúsculos
problemas que acabó siendo todo un quebradero de cabeza en la época junto al
efecto Lamb y otros, y que acabó teniendo un mismo culpable: el vacío cuántico. Y
no se pudo resolver hasta darle explicación en el contexto de la mecánica cuántica.
Tanto el efecto Lamb, como la desexcitación espontánea, como algún otro más
necesitan una teoría cuántica para el campo electromagnético para hallar una
explicación satisfactoria.
Suena confuso todo esto ¿verdad? Al final resulta que los niveles atómicos no son
estables debido a la interacción de éstos con el vacío cuántico. Mucho más
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complicado de lo que parecía. Pues imaginad para aquella época. Desde luego no
fue la primera vez que aparecía el “vacío” para molestar.
Como vemos, los avances en física atómica tiraron del carro de la mecánica
cuántica y promovieron avances muy significativos, hasta el punto de desarrollarse
nuevas teorías cada vez más complicadas. Y al final, lo que surgió fue todo un
cuerpo de teorías y modelos que aunaban en el esfuerzo de explicar la física del
microcosmos.
Pero aún se pueden dar más vueltas de tuerca, claro. Recordemos que la palabra
átomo significaba indivisible en griego y lo que hemos visto es que de indivisible
tiene poco, tal como se comprobó ya en el experimento de Rutherford en la primera
década del siglo XX.
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El experimento de Rutherford (o experimento de la lámina de oro) original trataba
de ver la estructura interna de los átomos. Fue llevado a cabo en la University of
Manchester en 1909. Buscaba ratificar el modelo atómico de Thomson que suponía
que los átomos eran cargas positivas muy grandes con cargas negativas incrustadas
en su interior, como ocurriría con las bolitas de chocolate dentro de un muffin.
El modelo del experimento consiste en bombardear una muestra con partículas alfa
(que son núcleos de Helio) y ver lo que ocurre. Para ver lo que ocurre, se rodea la
muestra que en este caso era una finísima lámina de oro de una pantalla de sulfuro
de zinc, que tiene la peculiaridad de emitir fosforescencia cuando impacta una
partícula alfa contra ella. Si el modelo de Thomson era cierto entonces la mayoría
de los átomos deberían atravesar la muestra de oro.
Pero lo que se vió fue que si bien la mayoría de las partículas alfa conseguían
atravesarla sin modificar su trayectoria, un pequeño porcentaje era desviado
levemente y una cantidad muy pequeña era rebotada hacia atrás.
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fueran los planetas alrededor del Sol. Y si bien hoy sabemos que no es tan literal, la
idea no es tan descabellada.
Vale, el átomo no es indivisible. Está constituido de tres tipos de piezas que son el
protón, el neutrón en el núcleo y electrones dando vueltas como locos alrededor de
éste. ¿Son realmente indivisibles estas partículas? Hizo falta esperar a los años 70
del siglo XX para poder encontrar la respuesta.
Los electrones fueron los candidatos perfectos en este caso, porque al ser de carga
opuesta y tener una masa 2000 veces menor a la de los protones son fácilmente
dispersados por éstos. Además, conseguir un haz de electrones es relativamente
sencillo. Por ejemplo, las televisiones de tubo tenían un cañón de electrones que
eran desviados convenientemente para impactar en una lámina de fósforo que se
iluminaba. Así, se formaba la imagen.
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(compuestos por 3 nuevas partículas) y mesones (compuestos de 1 partícula y 1
antipartícula de tipo desconocido hasta ese momento). Y más aún, estas densidades
de carga son puntuales y su carga eléctrica era inferior a la del electrón. Estas
partículas no son unas partículas cualquiera. Son los llamados quarks y son las
piezas que componen partículas como el neutrón y el protón. Es decir, los ladrillos
que constituyen la materia que forma el universo que tenemos ante nuestros ojos.
El protón y el neutrón pertenecen al mismo tipo de partícula que son los hadrones
que se llaman así porque están formadas por quarks. Y dentro de los hadrones
existen dos subtipos según su configuración. Las que se forman a partir de un
quark y un antiquark se llaman mesones y no son estables. Al cabo de un cierto
tiempo el quark y el antiquark coinciden en el espacio y en el tiempo y se aniquilan.
Y luego están las que se forman a partir de tres quarks, que se llaman bariones y de
estos, únicamente el protón es estable estando aislado.
El quark up tiene una masa estimada de entre 1.5 MeV7 y 4 MeV mientras que el
quark down tiene una masa de entre 3.5 MeV y 6 MeV. Y aquí es donde se nos
rompen los esquemas. Porque si hemos dicho que el protón está formado de u-u-d
6Esta unidad de carga eléctrica es igual en magnitud (aunque de signo contrario) a la del electrón.
Se denota con la letra “e”.
71 eV (electronvolt) es la energía que adquiere un electrón al ser acelerado por una diferencia de
potencial de 1 voltio. Es una unidad de energía, pero se emplea mucho para la masa de las partículas
porque de este modo es inmediato saber la energía que se obtiene al aniquilarse o la necesaria para
crearla. 1 MeV = 1.000.000 eV.
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entonces debería pesar, como mucho, unos 20 MeV. Y pesa casi 1000 MeV. ¿Se nos
ha olvidado algo por el camino?
Ya mucho antes se nos podía haber ocurrido una pega a toda la discusión sobre el
modelo atómico. Si la principal fuerza que interviene en un átomo dije que era la
electrostática ¿cómo se las apañan los protones, que son de carga positiva, para
permanecer unidos entre sí librándose de la repulsión que deben experimentar por
tratarse de cargas eléctricas del mismo signo?
Nos hemos olvidado de algo o de alguien por el camino. Está claro ¿no? Algo tiene
que haber, lo bastante fuerte para mantener unidos a los protones en el núcleo. Y
en un alarde de originalidad, se dió en llamar interacción fuerte a la fuerza
responsable de que los protones se mantengan unidos en el núcleo.
A la una de las más pequeñas escalas de tamaño y a las más minúsculas fracciones
de tiempo tiene lugar el dominio de la interacción fuerte. Únicamente es relevante
a distancias del tamaño del radio de un protón, que es de 0.000000000000001
metros o escrito de forma más compacta, 10-15 metros (1 fermi o femtómetro) y
ocurre muy rápido. Su escala de tiempos es del orden de
0.00000000000000000000001 segundos (10-23 segundos).
Para hacernos una idea de lo que estas cifras significan. Los 15 órdenes de
magnitud en distancia son también los que diferencian un milómetro del viaje
entre el Sol y Saturno. Y de forma análoga, los 23 órdenes de magnitud en tiempo
son los mismos que median entre 1 segundo y 15 millones de años.
En esta escala se mueve el pegamento que pega las piezas que componen las
partículas de las que estamos hechos. Ahora, entremos en detalle de lo que es la
interacción fuerte.
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¡Qué fuerte! Color, sabor, confinamiento y libertad asintótica.
Así, existen tres colores posibles: rojo, verde y azul. Y en base a ello, se formula la
hipótesis de confinamiento del color:
No es posible observar de forma aislada una partícula cuyo color total sea
distinto de cero.
Como todas las partículas mediadoras de una interacción, son bosones (tienen
espín 0,1,2…) y tienen la peculiaridad de que tienen carga de color (mientras que
los fotones no tienen carga eléctrica y por tanto no pueden interactuar
electromagnéticamente) por lo que además de interaccionar entre las partículas,
pueden interaccionar entre ellos.
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intensidad de la interacción fuerte es prácticamente nula. Es decir, a distancias que
tienden a cero, nos encontramos en la zona llamada región de libertad asintótica.
Al contrario que en las demás fuerzas, en esta cuanto más cerca, menos intensa es.
Esto hace que, por ejemplo, en el interior de bariones como los protones y los
neutrones, los quarks se comporten como partículas libres. Este hecho permite a
los físicos poder hacer experimentos de dispersión inelástica profunda y por eso fue
posible aplicar el experimento de Rutherford a los protones.
¿Y qué tiene que ver todo esto con que los protones se queden pegados entre sí?
Como dije antes, se trata de un efecto residual de la interacción fuerte. La razón de
que se llame residual es que realmente no es una atracción directa mediante quarks
y gluones. Los protones y neutrones intercambian mesones π(que están formados
por quarks u y d, al igual que los protones y neutrones) virtuales.
Se les llama virtuales y no reales porque son partículas que existen brevemente
gracias al principio de incertidumbre. No se puede crear energía de la nada, pero sí
se puede tomar prestada una pequeñísima cantidad de energía del vacío siempre
que se devuelva lo bastante rápido. Y las partículas creadas mediante este truco se
llaman virtuales. El esquema de interacción es el siguiente:
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En la naturaleza existen átomos estables con hasta 92 protones. El resto, con más
de 92 protones han sido hallados en el laboratorio, mediante distintos tipos de
reacciones nucleares. Es decir, los primeros átomos hasta el Uranio (salvo
excepciones puntuales) han sido creados por la naturaleza mediante el gigantesco
horno estelar, del que ya hablaremos en posteriores capítulos.
Por un lado, está la interacción nuclear fuerte o residual. Esta interacción es la que
permite que los núcleos permanezcan unidos, y es un residuo de la interacción
fuerte, que es la fuerza con la que interaccionan los quarks y que hace que los
protones y neutrones permanezcan unidos como hemos visto. Por otro lado, está la
fuerza electromagnética. Recordemos que los protones son partículas de carga
positiva, y los neutrones no tienen carga. Por lo tanto, hay una fuerza de repulsión
que intenta separar a los protones entre sí.
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Echa más neutrones a la sartén, que vienen con hambre.
Por eso, en la primera parte de la tabla periódica hay casi el mismo número de
protones que de neutrones. A medida que aumenta el número de protones, esta
tendencia se va perdiendo y comienza a hacer falta poner más neutrones que
protones para que el conjunto siga siendo estable. Es por eso por lo que los átomos
estables de mayor número atómico tienen bastantes más neutrones que protones
en el núcleo. Por ejemplo, el Uranio 235 tiene 92 protones y 143 neutrones.
Ahora ya sabemos el motivo por el cual no hay átomos con cualquier número
atómico. Podríamos plantearnos si más allá de este límite existe, en el grupo de los
átomos super pesados, una especie de isla de estabilidad, donde existan átomos
estables super pesados. Este es un campo actual de investigación y parece que,
efectivamente, existen conjuntos de números atómicos que, dentro de la
inestabilidad, son más estables de lo que se pensaría inicialmente.
Y ya que estamos con la estabilidad, antes remarqué que la estabilidad del protón
era en estado aislado. Y es que al no existir ningún barión estable más ligero, el
protón no puede decaer estando aislado en ninguna otra partícula. Y más aún, si
miramos en una tabla la vida media de las partículas encontraremos que la vida
media del neutrón es de aproximadamente 885.7 segundos8 (unos 15 minutos). Es
decir, un neutrón tardaría unos 15 minutos de media en decaer a un protón (más
otras partículas). Esto puede chocar con el simple hecho de que los átomos son
estables y de hecho todos estamos aquí vivos.
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reacción mediante la cual un protón decae en un neutrón es un caso particular de la
desintegración beta. ¿Pero no quedamos que el protón es estable?
Imaginemos por tanto el núcleo es una gota de agua y que no podemos distinguir lo
que hay dentro. ¿Por qué el neutrón no decae según la desintegración beta como
propusimos antes? La razón es que la desintegración beta es un ejemplo de una
interacción de la que no hemos hablado todavía: la interacción débil.
Este tipo de interacción es mucho más lenta y mucho menos probable como
veremos a continuación que cualquier interacción de tipo fuerte. Y como los
mesones son hadrones y por tanto pueden interactuar según la interacción fuerte,
cualquier reacción que involucre neutrones, protones y piones será mucho más
probable (y por tanto mucho más rápida) que la desintegración beta.
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la carga total sea neutro y conforme el átomo se va haciendo más pesado hace falta
rellenar con cada vez más neutrones para mantener la estabilidad, porque ya no se
pueden seguir añadiendo protones.
Y muy lejos en esta lista se encuentra la fuerza gravitatoria, cuya intensidad relativa
es de 10-39. Es tan enorme la diferencia que es en la práctica imposible aislar
procesos para únicamente considerar la gravedad, eso sin contar la dificultad
experimental de llevarlos a cabo. Por eso la gravedad se suele dejar aparte, porque
es tan sumamente pequeña que es imposible de percibir.
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Imaginad que alguien se deja olvidado un billete de 50 euros en una calle muy
transitada. ¿Qué es más probable, que ese billete sea degradado por la naturaleza o
que un viandante lo vea y se lo quede para él? Convendremos que lo segundo es
más probable, pero lo primero tampoco es muy descabellado si se dan las
circunstancias adecuadas. De igual modo, si se dan las circunstancias adecuadas
puede que la interacción que ocurra sea la débil en vez de la fuerte. Aunque no sería
lo habitual, puede darse ya que la probabilidad de que ocurra no es 0.
Las partículas que pueden interaccionar fuertemente son los quarks y los gluones y
por supuesto las partículas formadas a partir de los quarks (bariones y mesones).
Un electrón que es una partícula fundamental que no está compuesta por quarks,
no puede interactuar fuertemente, pero podrá hacerlo electromagnética o
débilmente. Si vemos que aparece un electrón, inmediatamente podemos descartar
que ese proceso haya sido mediado por la interacción fuerte.
Hay partículas que no están hechas de quarks y que por tanto no sienten la
interacción fuerte. Son los llamados leptones. Son fermiones de espín ½ y carga
eléctrica negativa. Hay tres: el electrón, el muón y el tau. La diferencia entre ellos
es que el electrón es estable y los otros dos no. Entre otras cosas, porque la masa
del muón y del tau es mucho mayor a la del electrón.
Y acompañando a estos tres leptones hay otros tres leptones, que son los neutrinos.
Los neutrinos son partículas con una masa muy muy pequeña y que aparecen con
los otros leptones en las reacciones en las que manda la interacción débil y tienen
como objetivo compensar, a modo de balance, las reacciones para que se cumplan
las leyes de la naturaleza. Hay tres tipos de neutrinos: el neutrino electrónico, el
neutrino muónico y el neutrino tauónico.
Por regla general, la interacción débil va siempre ligada a cambios de sabor en los
quarks. A continuación un ejemplo de emisión de radiación beta +. Precisamente,
la observación de la desintegración beta fue lo que llevó a encontrar la interacción
débil.
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Figura 5: Desintegración beta +
Los cambios de sabor son siempre mediados por la interacción débil. Y aunque la
probabilidad de que ocurra es baja porque los quarks preferirían interactuar
fuertemente, está claro que cuanta más materia tengamos más probable es que
ocurra aunque tarde mucho en suceder.
Se trata de un valor muy grande. Incluso para nosotros, cuanto más para las escalas
cuánticas. Pero ilustra a la perfección la dificultad de que la interacción débil tenga
ocasión de ganar la lotería. Ya saben, como dice el refrán, tanto va el cántaro a la
fuente...
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