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Universidad

De
Playa Ancha.

Autor: Yovanny Torres Malpu.

Carrera: Periodismo.

Cátedra: Castellano II.

Profesor: José Manuel Olivares.

Temática: Texto Argumentativo.

Título: ¿Puede originarse una “Nueva Ola” en Chile?

Valparaíso 22 de noviembre de 2010.


¿PUEDE ORIGINARSE UNA NUEVA OLA EN CHILE?

“Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa
influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio”.
Eduardo Matte Pérez.
(1847-1902).

Cuando leí en el pizarrón la interrogante, ¿puede originarse una Nueva Ola


en Chile?, el demonio de la conciencia adulterada por los estímulos recibidos de
alguna u otra manera, me hicieron pensar de inmediato en el grupo de artistas
jóvenes que se hicieron famosos en los años “60, interpretando canciones que en
su idioma original -principalmente inglés- habían sido éxitos y, ahora traducidas al
español, con los mismos ritmos, irrumpían en el escenario nacional. Pero la “Ola”,
a la que se refería tal cuestionamiento, era otra. Es una que para formarse, se
recoge en la marea de la política, y curiosamente, para muchos interpretes del
Apocalipsis, en éste texto, el mar personifica la política.

Así, de manera específica para este ensayo, debí basarme en la película


“La Ola” (Die Welle, Dennis Galsen, 2008), y vincular el aula a nuestro país, y la
autarquía totalitaria, en la que se fundamenta la película, a cualquier manifestación
social o grupo que logre eclosionar en torno a una idea, un líder, un fin, logrando
influir en el acontecer político y social chileno.

Entonces, ¿puede originarse una nueva ola en Chile?, creo que no.

Partiré sosteniendo que en Chile pocas veces se ha gestado una ola con
tales características. Poco duró el Gobierno de la Unidad Popular. Derrocado por
una dictadura militar, que es más parecida a lo que nos muestra la película, y
posteriormente a ella, la opinión pública predominante que ejecuta de alguna
manera la deposición del régimen militar, es otra. Pero quiero esbozar la
respuesta en nuestro presente, para ello, creo necesario segmentar de manera
sucinta nuestra sociedad, en dos grupos, los con “poder” y los “sin poder”.

La ola, debe ser un movimiento que sea capaz de excluir e incluir personas.
Miro nuestro país buscando algún grupo que influya en el diario vivir, y divisamos
demasiados grupos, pero pocos que influyen. Debido a una segregación latente, y
fundamentada en la gran gama de actividades a las que se dedican los chilenos y
la diversidad de caracteres, y diferencias socioeconómicas. Además, esta última
es una cuestión esencial en la socialización. Sólo se logran aunar más voluntades
en la época de colegio, y Universidad, donde tienen actividades más o menos
similares. Luego en el trabajo hay grupos demasiado disgregados y distintos.

Pero si hay algún grupo que predomina, es aquel que tiene el poder político,
el económico y el de los medios de comunicación. Bajo ellos se mueve el espectro
social, a veces sin darse cuenta la gente vive para ellos. Por ejemplo, hablemos
de los trabajadores de las grandes empresas. Saquemos cuentas. Un mayor
número de personas, trabaja 8 horas diarias, duerme 8, aquí tenemos 16 horas,
sumemos el traslado al trabajo, 1 hora, son 17 horas destinadas al trabajo, a la
producción, donde el trabajador recibe como retribución un porcentaje mínimo en
su renta, en comparación a lo que en realidad aportó a la producción del producto
y el valor del mismo. Entonces, 24 menos 17, quedan 6 horas para vivir de
acuerdo a lo que se considere hacer. Dentro de este tiempo, la televisión ocupa
uno de los primeros lugares, con más de 2 horas y media según un estudio
realizado por el sociólogo Carlos Catalán y Cima Group. Bueno, y trabajan para
pagar bienes y servicios, los de primera necesidad, y los lujos, ¿y a quienes se los
compran?, a la minoría de empresarios que tienen la mayor parte de las
empresas, como Unilever Chile, con más de 20 marcas en productos alimenticios,
de cuidado del hogar (aseo), y cuidado personal (aseo), los cuales los encuentras
en cualquier supermercado perteneciente a CENCOSUD, la mayor cadena de
tiendas de Chile. ¿Cómo se enteran de lo que sucede en el país y que les afecta
a ellos también?, por los medios de comunicación, los cuales también sufren del
dominio de unos pocos, por ejemplo, la prensa escrita, que en su mayoría
pertenece al grupo Edwards y el grupo Saieh, formando un oligopolio, que relata
las noticias de todo el país y por toda su extensión, la radio, dominada por el grupo
Prisa, que posee todo el espectro radial chileno, la televisión, en manos de pocos,
y lo característico, con un canal que recibe más dinero en publicidad , según el
último estudio realizado por Megatime, y que pertenece a nuestro Presidente. Otro
canal, últimamente comprado por Andrónico Luksic, magnate con cientos de
inversiones en Chile y en el extranjero, que logró acallar hace menos de un mes
una huelga de hambre, efectuada por mineros de una de sus empresas,
reclamando por las malas condiciones laborales. A la sazón, los trabajadores de
Chile, que son más de 7 millones, según las cifras entregadas cada trimestre por
el Instituto Nacional de Estadística (INE), no se han visto inmiscuidos en temas
que generen disidencia contra la clase dominante, ni la política, ni tampoco
adherirse a los sindicatos, los cuales como se sabe, son oprimidos, aún hoy, en
esta democracia, o sino mencionemos el caso de la huelga en Carozzi, de la que
se supo poco, y en la que las peticiones de los trabajadores, mediante su contrato
colectivo, no fueron escuchadas. De esta manera, los trabajadores de Chile, no
tienen tiempo y temen hacerse de opinión, manifestar sus necesidades, por miedo
a perder el trabajo, y el que busca por primera vez, no se alza, por miedo a no
encontrarlo, como dice Eduardo Galeano. Así que son aguas estériles, incapaces
de producir alguna ola, y siempre contenida.

Los estudiantes son otra “olita”, cuya marea sufre de volatilidad, y ha


estado ausente desde hace algunos años, al parecer, el calentamiento global con
las bajas hídricas han sido un factor influyente en su formación. La última subida
de marea, data de 2006, una ola llamada por los medios, “revolución pingüina”-
por el uniforme de los estudiantes de educación media-, la que tuvo una extensa
difusión mediática. Poseyó como objetivo la estatización de la educación, por lo
que pedían una reforma a la Ley Orgánica Constitucional de Educación (LOCE),
cuyo nombre lograron cambiar, por Ley General de Educación (LGE) N° 20.370
sin embargo, sigue allí un poco maquillada la consagración de la “libertad de
enseñanza”, que antes era “libertad de ejercer enseñanza”, ahora dice:
Artículo 8°.- El Estado tiene el deber de resguardar la
libertad de enseñanza. Los padres tienen el derecho de
escoger el establecimiento de enseñanza para sus hijos.
La libertad de enseñanza incluye el derecho de abrir,
organizar y mantener establecimientos educacionales.

Con lo cual continúa abierta la causa de la “revolución” que no


revolucionó nada.

Este año el 30 de septiembre, también un grupo de estudiantes, esta vez


universitarios, con objetivos similares, inició una caminata, desde la ciudad de
Puerto Montt hasta Santiago. Pertenecientes a la Universidad de Los Lagos,
sedes Puerto Montt y Osorno. Lamentablemente no tuvieron difusión mediática. Y
tampoco respuestas claras, ni iniciativa de cambiar las cosas por parte de las
autoridades, nuevamente la estatización, era el tema.

Ahora, ¿qué pasa?, ¿por qué ningún alzamiento ha funcionado?.


Razones hay muchas, pero las más importantes, son los conflictos de interés, por
una parte, ya que muchos políticos pertenecientes a distintas bancadas, son
dueños de colegios. Como es el caso de la ex ministra de educación, Mónica
Jiménez, quien posee más de 100 colegios.

Pero el gran obstáculo a la estatización, lo impone Michelle Bachelet, al


firmar el 2009, el acuerdo para ser miembro de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ya que tal unión internacional,
tenía como requisito la liberalización del mercado financiero y de bienes y
servicios, junto a la privatización. Y para la educación, establece tanto en su
informe para la educación superior (2009) - elaborado junto al Banco Mundial-,
como en el de Política educacional chilena (2004), que los establecimientos deben
pasar a ser instituciones con fines de lucro. Con esto, se entierra toda esperanza
de que alguna pequeña ola cambie la situación que avanza a paso agigantado
hacia los fines que la OCDE impone en sus informes, como “recomendaciones”, lo
que está siendo gestado con una reforma a la educación, mencionada ya, en
muchos medios. (sugiero revisar el informe La educación superior en Chile, disponible en
www.divesup.cl).

Y el Estado es bien claro frente a las sublevaciones de los diferentes


grupos, como los Mapuche, estudiantes, sindicatos, al querer consagrar o
reivindicar derechos, la institución suprema, con la ayuda de sus efectivos de
coacción y los medios de comunicación, criminalizan todo reclamo de derechos.

El Poder Económico, el Estado, son los grandes promotores del status quo
imperante en nuestra sociedad, lo hacen utilizando a los medios de comunicación,
los cuales promueven opinión pública desde su postura privilegiada,
complaciéndonos con autoridades grandilocuentes, y haciendo alarde de nuestros
gobiernos inalcanzables, debido a la primacía del tecnócrata. De esta manera
generan opiniones que un grupo amplio de personas repite, y se establece como
una tendencia mayoritaria, a la cual los hombres temerosos de la exclusión
siguen, y al seguir con ellas, la gente se comporta de acuerdo a lo esperado por
los que tienen el “poder del discurso”, poder del que nos habla Michael Foucault, y
“opinión manipulada” de la que nos habla Noelle Neumann. Y en una democracia,
donde “sólo el Poder puede crear Derecho y sólo el Derecho puede limitar el
Poder” (Bobbio, 1984), estas condiciones son las propicias para que el poder
económico, con el respaldo del Estado, y los medios de comunicación, -ayuda
comprada-, logren establecer su orden en la sociedad, al servicio de sus intereses.
Sin dejar fuera los intereses de la globalización, de las transnacionales, y los
países capaces de enviar sus estímulos de manera masiva, mientras de nosotros,
ellos reciben migajas. Todo esto crea la imposibilidad de la formación de una ola,
el miedo, las condiciones legislativas y económicas imperantes, la intervención de
los medios como formadores de opinión, la primacía de intereses de ciertos
grupos, la desigualdad, y la democracia, donde la libertad la han transformado en
una prostituta que menea el trasero al mejor postor.

Mientras se viva con “normalidad” este estado de cosas, sin determinar el


mal, no habrá posibilidad de actuar en conjunto, masivamente, como es necesario,
para entonar un himno al unísono, que nos una en la lucha por un mundo justo a
lo menos, y donde nuestra vida no atrofie la del otro, ni la de nuestro mundo.

Para formar una ola se necesita viento, y este viento está siendo
interceptado, además necesitamos cierta gravedad, y ésta, está siendo
maquinada, y obviamente es imprescindible el agua, la cual es reprimida, por
múltiples factores, como los sueldos, los precios, los impuestos a la cultura, la
desinformación provocada por los medios de comunicación, etc. Debemos mover
aquellos agentes obstructores del viento, y eliminar el complot a la gravedad, para
luego generar esta ola, y esto se debe hacer desde los propios aparatos
obstructores, o generando opinión pública, para lo cual necesitamos líderes
creíbles y fuertes, ¿será un camino largo o corto?, depende de cuanto tardemos
en despertar, verificar estos medios que obstruyen el viento y manipulan la
gravedad, para comenzar a mover nuestras aguas estancadas.

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