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El romance es un poema característico de la tradición oral, y se populariza en

el siglo XV, en que se recogen por primera vez por escrito en colecciones
denominadas romanceros. Los romances son generalmente poemas narrativos
de una gran variedad temática, según el gusto popular del momento y de cada
lugar. Se interpretan declamando, cantando o intercalando canto y declamación

Orígenes

Existen dos teorías sobre los orígenes de los romances: la Teoria


tradicionalista, formulada por Gaston Paris, y la Teoría individualista, sostenida
por Joseph Bédier. Intentando conciliar ambas, Ramón Menéndez Pidal creó
otra que fue llamada Neotradicionalismo.

Teoría tradicionalista: Según filólogos del Tradicionalismo de inspiración


romántica como Gastón París, los romances habrían surgido de unas
cantilenas épico-liricas (o lírico-narrativas) de autor anónimo y colectivo
y tema nacional que, transmitidas oralmente, se van modificando y
ampliando.
Teoría individualista: Otros investigadores, por ejemplo Joseph Bédier, han
rechazado esta hipótesis. Los individualistas creían que el origen de la
épica era el "Mester de Clerecía" (u 'oficio de los clérigos'); estos eran
los hombres poseedores de la cultura, no necesariamente eclesiásticos,
y por tanto podían conocer los hechos históricos y redactarlos más
tarde; los individualistas creen que los romances son producto de
autores concretos clérigos, que empezaron a escribir poemas épicos, y
no una colectividad; ligados a un monasterio, escribían poemas de
propaganda eclesiástica, para lo cual no dudaban en usar a los juglares
como medio de difusión de la cultura (y propaganda de sus monasterios,
cultos sepulcrales de héroes allí enterrados y reliquias de santos).
Según la teoría de la cantilena, los romances surgieron antes que los
cantares de gesta y estos últimos habrían surgido de la unión o
refundición, realizada por una autor individual, de varias cantilenas más
cortas. Esta tesis ha sido últimamente revitalizada por los trabajos de
Colin Smith.
Teoría actual: Neotradicionalismo: Intentando conciliar ambas posturas,
Ramón Menéndez Pidal creó el Neotradicionalismo, una teoría para la
cual los romances habrían surgido de la fragmentación de las grandes
epopeyas medievales o cantares de gesta, tales como el Cantar o
Poema de Mio Cid y El cerco de Zamora. En este proceso, los cantares
de gesta, cantados por los juglares, circulaban no sólo en las cortes
aristocráticas sino también en las plazas plebeyas, donde el pueblo
escuchaba los episodios más importantes y repetidos cuando pasaba
por allí; se les grababa en la mente y a su vez los repetían y cantaban
entre sí. De esa manera se fueron transmitiendo oralmente de padres e
hijos los fragmentos que tenían mayor interés e incluso algunos se
mezclaron con otros y experimentaron una elaboración formal que
consistía en numerosas variantes, muchas de ellas localizadas sobre
todo al final. Al mismo tiempo, había juglares cuyo propósito y alcance
eran más humildes y que se dedicaban a cantar en público y por
separado sólo los pasajes épicos que encerraban una acción o suceso
completo. El proceso creativo que produjo esta separación lo describe
así: "unos cuantos versos felices más o menos fielmente recordados y
repetidos por los oyentes de las gestas, al rodar en la memoria, en la
fantasía y en la recitación de muchos individuos y generaciones,
aflojaban su trabazón interna, propia de un relato circuncidado y ligado a
un conjunto …" A medida que estos pasajes se popularizaban los versos
extráneos fueron abandonados, hasta que las gestas se redujeron a
fragmentos independientes, con su propio tema y unidad de estructura,
luego pasando por varias refundiciones. Llamaron los románticos del
siglo XIX a su autor "el pueblo poeta," nombre modificado por [...], quien
lo designó "auto-legión," o sea la línea de cantores y oyentes anónimos
a través de los siglos X, XV, y XX que forman el volksgeist o espíritu del
pueblo. La siguiente gran contribución vino a través del estudio de los
orígenes de la épica que realizaron Milman Parry y Albert Lord, según
los cuales toda épica se compone de una gran proporción de versos y
pasajes repetidos (estilo formular) con función mnemotécnica.
Fundándose en sus sólidos argumentos y rechazando la idea de que la
gesta se descompuso en canciones breves Sylvanus Grisworld Morley
demostró que la hipótesis es válida para sólo 3 de los 9 romances del
Cid, y para 2 de los 4 romances históricos, y que sólo 3 de los 146
romances examinados poseen una relación íntima con los cantares
restaurados encontrados en las crónicas. El romance "Párense contra el
muro Alicante" consiste en versos muy similares a los que se encuentran
en la Crónica de 1344. En cuanto al estilo del romance, se destaca la
dicción formulística. Ya que los romances se transmitían por via oral u
dependíendo de los recursos mnemónicos, que son las fórmulas de
expresión características del género. Así, las repeticiones ("Rey don
Sancho, rey don Sancho"; "Fonte-frida, fonte-Frida"), el epíteto ("La fina
seda se rompe"), y la exclamación ("Ay Dios, qué buena [...]") son
muletillas en que se apoya la memoria del juglar. Entre otros recursos
formularios, hay la introducción al diálogo ("buenus oraleis los que
dáis"), la introducción a la acción ("Ya se parte. Ya se sale"), y el
paralelismo ("Todos visten un vestido. Todos visten un zorzal").

Características

Un romance consta de grupos de versos de ocho sílabas (octosílabos) en los


que los pares riman en asonante. Los más antiguos pueden añadir para
completar la rima la llamada -e paragógica y asimismo no poseen división
estrófica; los más modernos agrupan los versos de cuatro en cuatro y no
suelen recurrir a este artificio. Todos los romances viejos son anónimos y son
influidos en gran manera por la religión, la guerra y el amor.

Se diferencian de las baladas europeas en preferir el realismo a lo fantástico y


en poseer un carácter dramático más marcado. Su estilo se caracteriza por
ciertas repeticiones de sintagmas en función rítmica (Río verde, río verde), por
un uso algo libre de los tiempos verbales, por la abundancia de variantes (los
textos varían y se contaminan entre sí, se "modernizan" o terminan de distinto
modo a causa de su transmisión oral) y por el frecuente corte brusco al final,
que en las mejores ocasiones aporta un gran misterio al poema.
Su estructura es variada: algunos cuentan una historia desde el principio hasta
el final; otros son sólo la escena más dramática de una historia que consta de
varios romances. Entre estos ciclos de romances destacan los consagrados a
las historias del Cid y de Bernardo del Carpio.

Los temas son históricos, legendarios, novelescos, líricos... Algunos servían


para publicitar las hazañas de la reconquista de Granada: son los llamados
romances noticieros. La vitalidad del Romancero español fue enorme; no sólo
perdura en la tradición popular transmitiéndose oralmente hasta la actualidad,
sino que inspiró muchas comedias del teatro clásico español del Siglo de Oro y,
a través de este, del europeo (por ejemplo, Las mocedades del Cid de Guillén
de Castro inspiró Le Cid, de Pierre Corneille). La misma existencia del
Romancero nuevo es prueba de ello.

Difusión

Los inicios de su difusión impresa tienen lugar a partir de 1510,


fundamentalmente a través de los llamados pliegos sueltos. Difundidos a través
de las ferias, algunos coleccionistas de estos pliegos impresos, elaborados en
cortas tiradas ya que se realizaban para agotar las sobras de papel de
ediciones mayores en las imprentas, por lo que frecuentemente el texto se
cortaba al final por falta de espacio, juntaron sus ejemplares en códices
facticios llamados cancioneros de romances. Habrá que esperar la publicación,
en Amberes, hacia 1547-1548, del Cancionero de romances de Martín Nucio
para disponer finalmente de una verdadera antología del romancero viejo
español. La recopilación presenta 156 romances. El Cancionero de romances
fue reeditado, sin modificaciones, en Medina del Campo en 1550, y el mismo
año en Amberes, por Nucio, que le agregó 32 piezas nuevas. La edición de
1550 sirve de modelo a las tres reimpresiones [1555, 1568, 1581].

Sólo a partir de 1547-1548 los romanceros son objeto de ediciones separadas


y específicas; son las Silvas de varios romances, con una «Primera parte»
(Zaragoza, 1550, 1552), otra «Segunda parte» (Zaragoza, 1550, 1552) y hasta
una «Tercera parte» (Zaragoza, 1551, 1552); en total, unas quince ediciones
de romanceros entre 1548 y 1568, si se tienen en cuenta las tres reediciones
del Cancionero de romances y las cuatro ediciones sucesivas de los Romances
nuevamente sacados de historias antiguas. Con la Flor de romances recopilada
en 1589 por Pedro de Moncayo se inicia la publicación de las antologías de
romances nuevos que constituirán el Romancero General de 1600.

Colecciones

Los romances han llegado a nosotros a través de varios caminos:

• Cancioneros manuscritos como el famoso Cancionero musical de


Palacio, que conserva las canciones de la corte de los Reyes Católicos;
contiene 38 romances.
• Antologías impresas, como el Cancionero general recopilado por
Hernando de Castillo y publicado en 1511; entre sus muchos poemas,
hay 48 romances; hubo muchas más de estas antologías.
• Romanceros, es decir, volúmenes formados exclusivamente por
romances, como el famosísimo Cancionero de Romances publicado por
el tipógrafo Martín Nucio en Amberes, hacia 1547, que suscitó la
imitación de la llamada generación de poetas romancistas (Lope de
Vega, Miguel de Cervantes, Luis de Góngora...); fueron también muchos
los romanceros que se publicaron después.
• Pliegos sueltos; eran cuadernillos de cuatro hojas, que se vendían por
ferias y ciudades, a muy bajo precio; por su fragilidad, se han perdido en
su mayor parte: hoy se conservan sólo unos doscientos cincuenta del
siglo XVI en diversas bibliotecas del mundo, que los guardan como
objetos preciadísimos.
• La tradición oral moderna. En efecto, el pueblo continúa aún (pero cada
vez menos: los barren las canciones modernas difundidas por la radio y
la televisión) cantando romances; se han recogido en la Península, en
Canarias y en Hispanoamérica; y también entre las comunidades
sefardíes.

El romancero viejo

El Romancero español es un grupo de cortos poemas de origen medieval


desgajados de los cantares de gesta castellanos a partir del siglo XIV y
transmitidos de forma oral hasta el XIX, en que, merced al interés que el
Romanticismo sintió por la literatura medieval, Agustín Durán empezó a
recogerlos en sus famosas Colecciones de romances antiguos o Romanceros,
Valladolid, 1821, ampliado luego con el título más célebre de Romancero
General. Ya en el siglo XX, Ramón Menéndez Pidal y su escuela emprendieron
su compilación exhaustiva y empezaron a ordenarlos y estudiarlos.

Muchos romances provienen especialmente del XV y se conservan gracias a


coleccionistas contemporáneos de estas composiciones, que compraban en las
ferias en forma de pliegos sueltos y que elaboraban con ellos los llamados
cancioneros de romances. Este es el llamado Romancero viejo.

El romancero nuevo

Pero desde el siglo XVI incluido y hasta la actualidad ciertos autores (Félix
Lope de Vega, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Sor Juana Inés de la
Cruz, Ángel de Saavedra, Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Federico
García Lorca, Gerardo Diego) empezaron a imitarlos, enamorados de su
particular idiosincrasia, formando un nuevo corpus de poemas al que se llamó
Romancero nuevo. Estos romances poseen autor conocido, se transmiten no
de forma oral, sino impresa, están divididos en estrofas (cuartetas de versos
asonantados) e imitan los géneros y el estilo del Romancero Viejo, aunque por
otra parte amplian los temas y modifican las formas, adaptándolos a veces a la
letrilla y añadiendo estribillos.

Tipos de romances

Existen diferentes clasificaciones de los romances atendiendo a distintos


criterios.
Por su cronología

• Romancero Viejo: el que proviene de la descomposición de antiguos


cantares de gesta castellanos, de autor anónimo, no dividido en
cuartetas y que se origina fundamentalmente en los siglos XIV y XV y
transmitido de forma oral de padres a hijos.
• Romancero Nuevo: el creado a imitación del Romancero Viejo por
autores conscientes, transmitido por vía escrita en colecciones de
romances o Cancioneros de romances de pliegos de cordel y dividido en
pequeñas estrofas o cuartetas de cuatro versos, que abarca toda la
producción de romances entre los siglos XVI y XXI. Compusieron estos
romances Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Luis de Góngora,
Meléndez, el Duque de Rivas, Miguel de Unamuno, Antonio Machado,
Juan Ramón Jiménez, la Generación del 27 (Federico García Lorca y
otros) etcétera.

Por su estructura interna

Los romances poseen una trama narrativa en la que se distinguen un marco,


una situación inicial, una complicación y una resolución.

• El marco está formado por los personajes, el lugar y el momento de la


acción.
• En la situación inicial, se plantea un conflicto o problema.
• En la complicación, ocurre el desarrollo del conflicto que se ha
presentado.
• Por último, en la resolución el conflicto se soluciona para bien o para
mal. Como característica típica del romance, el final es trunco o abierto y
también la inclusión del diálogo en los romances es un recurso muy
utilizado.

Fundamentalmente, son tres las estructuras que aparecen:

• Romance escena: se trata del momento más dramático, emotivo o


culminante de una historia cuyo principio y fin no se refiere; por ejemplo,
El infante Arnaldos o el Romance del prisionero.

• Romance historia: narran una historia con principio y fin; por ejemplo, el
Romance del Conde Olinos.

• Romance con estribillo: utilizan un estribillo o bordón, como el romance


¡Ay de mi Alhama!

Por su temática

La clasificación más habitual es esta:

• Romances históricos: Tratan temas históricos o legendarios


pertenecientes a la historia nacional, como, el Cid, Bernardo del Carpio,
etc.
• Romances carolingios: Están basados en los cantares de gesta
franceses: batalla de Roncesvalles, Carlomagno, etc.
• Romances fronterizos: Narran los acontecimientos ocurridos en el frente
o frontera con los moros durante la Reconquista.
• Romances novelescos: Con gran variedad de temas, aunque
frecuentemente están inspirados en el folclore español y asiático.
• Romances líricos: Son una función de la libre imaginación y el gusto
personal. Menéndez Pidal señala los rasgos subjetivos y sentimentales
que reemplazan los detalles menos dramáticos del cantar de gesta
original. Se eliminan los elementos narrativos considerados secundarios,
y el romance abandona el contexto, enfatizando la acción inmediata. El
poeta anónimo puede expresar sus sentimientos amorosos o favorecer
temas folclóricos, personajes mitológicos, y sucesos fantásticos.
• Romances épicos: cuentan las hazañas de héroes históricos.
• Romances vulgares o de ciegos: narran hechos sensacionalistas,
crímenes horrendos, hazañas de guapos o bandoleros como los siete
del famoso Francisco Esteban, milagros, portentos etcétera.

Recursos internos o textuales

• Repetición léxica: es la reiteración de un vocablo, con el cual se destaca


aquello en que se quiere que el lector u oyente haga hincapié.
• Repetición variada: es la utilización de la misma familia de palabras en
todo el romance.
• Aliteración: es la reiteración fonética de una letra.
• Construcción paralela: se produce cuando hay repeticiones semánticas,
es decir, reiteraciones de significado, o repeticiones de estructuras
gramaticales.
• Imágenes sensoriales: corresponden a cada uno de los cinco sentidos.
(Imagen visual, olfativa, auditiva, táctil y gustativa).

Recursos extratextuales

• Comienzo con un personaje en movimiento: Ej.: “hablando estaba el


claustro”.
• Localización temporal: se realiza mediante una fecha religiosa o
significativa para el lugar originario del romance.
• Localización de la acción: es generalmente a orillas del mar, de un lago,
en una torre o un campo de batalla.

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