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La devoradora de sueños

La encontré con las manos atadas, un hombre horrible con un hacha corría tras ella para
decapitarla. No fue difícil golpearlo por la espalda, una y otra vez hasta que ya no pudiera
hacerle daño.

Su cabello era azul, azul del mismo tono de los rayos de la luna.

La levanté y la llevé a casa, con paciencia lavé sus pies sangrantes. Era pálida, bebía con
desesperación pero no probaba bocado alguno. Cada día perdía más las fuerzas.

No me separé de su lado, para entretenerla le leí cuentos, los del príncipe Iván y Vasilisa la
sabia. Me parecía que el sonido de mi voz la hacía dormir mejor, agotado, el libro cayó de
mis manos y comencé a soñar, con las criaturas del agua en los cuentos, los espectros de las
doncellas ahogadas, los seres de testas huecas que deben llenarlas de agua para aventurarse
en tierra.

Al despertar la encontré aspirando un humo que le devolvió el color a su piel. el humo venía de
mis sueños. La extraña muchacha que encontré no comía alimentos sino sueños.

Invité a amigos del pueblo para que durmieran en casa y ella pudiera beber de sus sueños,
pronto recuperó la salud, aunque no tenía memoria. La gente del pueblo inmediatamente se
fascinó con su cabello azul, excepto la viuda del carnicero, quien advirtió que las brujas que se
roban a los hombres en las noches tienen el cabello azul. Su marido fue robado por un ser del
agua, o eso dice ella, dicen que lo vieron con una mujer más joven en otro pueblo.

Cuando recuperó su salud nos dimos cuenta que poseía el don de curar con las manos.
Gente de otros pueblos traía a sus enfermos, a cambio de poder beber sueños ella aliviaba al
desahuciado,sanaba la melancolía y en los casos irreversibles ayudaba a bien morir.

Un día desapareció. Organizamos una búsqueda por el pueblo para encontrarla, sabía de cierto
que el hombre horrible que quería matarla no podía estar tras su desaparición. A ella le gusta el
agua, comenzamos buscando en el río y sus alrededores.

La noche que desapareció la soñé, entraba a un castillo azul, el castillo estaba debajo del agua
pero podía respirar. Allí encontró a un monstruo azul, asemejaba a una mujer sin piernas, como
los espíritus que nuestros hombres temen los hagan desaparecer. El monstruo la atacaba. le
gritaba que aceptara quien es, no es mujer de carne, su lugar está con los espíritus del agua,
su raza es antigua y tiene hambre de carne humana.

Tras varios dias apareció, la gente la recibió con alegría y organizaron un banquete en su
honor. Pero ella cambió, ya no tenía esa discreta sonrisa, sino una tristeza aunque riera a
carcajadas.
Tras el banquete la escuché sollozar. Me dijo que sería mejor que se fuera y que nadie supiera
más de ella. Algo dentro de ella no estaba bien. No era una persona como todos los demás,
era, como temía, un espíritu del agua, un ser hambriento que come almas humanas para
sobrevivir.
Si seguía comiendo nada más sueños no serían suficientes, moriría de desnutrición en pocas
semanas.
Me contó que había una esperanza, una hechicera vive más allá de la isla de los lotófagos. Ella
podría transformarla en una mujer de carne, pero la isla es inaccesible par los barcos de los
hombres, sólo los espíritus pueden llegar y sin fuerzas nunca podría llegar.

¿Qué más podía hacer? acepté ayudarla, cuando tuviera la fuerza suficiente podría viajar a
la isla y volverse de carne. Sus labios saben a tierra húmeda, a perfume de lirios, su piel fría
como brisa de verano. Acepté darle fuerzas y salir a conseguir las almas que necesita.

En las noches volvió a aparecer una bestia hambrienta que desaparece a los hombres que
se aventuran en el bosque de noche. Esta vez esa bestia era yo. El alma humana se parece
demasiado a cierta estructura blancuzca en la base del cráneo. Al llegar al amanecer ella
comía ese cuerpo calloso con avidez, como quien sale a respirar tras casi ahogarse. La fuerza
que le daba un alma blanca era increíble. Su piel se tornaba brazas ardientes, sus besos vino
dulce y su cuerpo se movía bajo el mío con la agilidad del narval.

La gente del pueblo seguía acudiendo a ella ara curarse, y lo hacía con gusto, ahora que se
encontraba más fuerte podía atender a mucho más gente, eso significaba que aún sabiendo de
la bestia del bosque venían de cada vez más lejos.

Y los días pasaron así, mis noches buscando almas blancas y los días en sus brazos. Y por
un momento estuvo bien, pero cada vez pedía más almas, cada vez más exóticas, las almas,
entre más jóvenes, tienen más sueños dentro y son más suculentas. Pasaron los meses y se
ponía cada vez más fuerte. Cada vez que le hablaba de ir a la Isla de los Lotófagos cambiaba
el tema, me cerraba la boca a besos.

Un día me di cuenta que aparte de las almas blancas que yo le traía ella había estado saliendo
por su cuenta. Yo mostraba algún tipo de control, tratando de buscar a gente cuya muerte no
levantara sospechas, pero ella era menos escrupulosa, entre más jóvenes le gustaban más.
En el granero ha escondido cabezas que se escurre durante al día a beber. Las almas para
su especie no son únicamente alimento, son una droga, y si antes deseaba ser humana ahora
quedaba absolutamente claro que no tenía intenciones de ir a la isla de los lotófagos.

Ella se ha vuelto el monstruo de mis pesadillas, el día que rehusé sus besos se volvió una fiera,
se abalanzó sobre mí como si fuera ella quien quisiera violarme. Mis excursiones nocturnas
me han vuelto más fuerte, con esfuerzos pude contenerla y atarla. sé que si no bebe sueños ni
almas pronto se debilitaría.

Tras varios meses de salir en las noches no había tenido problemas para conseguir lo que
me pedía, pero ¿seré capaz ahora de matarla? Pasan los días y pierde la fuerza, poco a poco
se vuelve delicada como cuando la encontré, ya no grita, se la pasa llorando todo el tiempo.
consiguió liberarse de la mordaza pero no gritó, me suplicó que la dejara ir, que había cometido
un error. Ahora sería diferente, que extrañaba que le hiciera el amor.
Una parte de mí me gritaba que la dejara irse, pero otra me decía que era una trampa. Una
estratagema para escapar.
No dormía al lado de ella, sabía que si soñaba podía conseguir suficiente fuerza para escapar
pero ese día no pude evitarlo. Desperté a tiempo para ver que escapaba, y corría en el bosque.

Tomé el hacha y corrí tras ella, es rápida. la alcancé y la llevé al un tronco caído para
decapitarla y que la pesadilla al fin termine.

Sentí un duro golpe en la cabeza, un hombre joven se aprovechó de mi distracción y quiere


salvarla. las fuerzas me abandonan, trato de hablar pero no puedo decir nada. Si me viera
al espejo vería a un hombre horrible, pervertido por los poderes de este espíritu, El joven la
salvará, la llevará a su casa y le permitirá reponerse...

Me golpea con tal fuerza que ya nunca podré detenerla.

C. Augusto Valdés © 14 de abril de 2011

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