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por
Rafael Porter
A menos que se indique lo contrario,
todas las citas bíblicas están tomadas
de la Versión Reina-Valera 1960.
Primera edición, 1992
© 1992 por Ediciones Las Américas, A.C.
Todos los derechos reservados
Prohibida la reproducción parcial o total
Los profetas bíblicos no fueron llamados para predecir el futuro como si fuera una
actividad más de una semana de conferencias proféticas, sino para predicar al pueblo de
Dios en medio de tiempos críticos con el fin de llamarlo a arrepentirse de sus pecados e
idolatría, o para consolarlo en su aflicción, y animarlo a seguir confiando en Dios aun
cuando no pudiera comprender lo que él hacía.
Así fue el ministerio de Daniel. Inclusive, a pesar del concepto popular que existe de
que era varón de Dios y profeta, Daniel no fue ni pastor ni profeta, desde la perspectiva
de su trabajo, sino un político entregado a Dios quien, a pesar de los riesgos sabía
aprovechar las oportunidades que se le presentaban para honrar a Dios en su vida y
proclamar el mensaje divino ante, los reyes a quienes servía.
EL AUTOR Y LA FECHA
El ministerio de Daniel fue muy prolongado. Sirvió a Dios durante casi todo el imperio
babilónico y el comienzo del imperio persa. Si suponemos correctamente que tenía unos
veinte años cuando lo llevaron preso a Babilonia en 605 a.C. y tomamos en cuenta que
su última profecía fue dada en el tercer año de Ciro (536 a.C), Daniel habría tenido 89
años de edad cuando terminó su ministerio público. Recuerde que ya habían pasado los
días de Abraham y Moisés cuando la gente vivía más de cien años. Así que Daniel ya no
era tan joven.
MARCO HISTORICO
El profeta vivió en un período de tristeza y esclavitud para Israel. A causa de la
infidelidad a Dios y a sus pactos, sufrieron el juicio divino y él los envió a la cautividad en
Babilonia, conforme a la predicción de Moisés que había sido dada en Deuteronomio 28–
30.
Por aquel tiempo, Dios reveló a su siervo un programa a través del cual el Altísimo
restauraría a su pueblo y cumpliría lo que habían anunciado otros profetas acerca del
establecimiento de su reino en la tierra, después de un período prolongado de dominio
gentil sobre Israel. El cuadro futuro estaba muy lejos de dar ánimo al pueblo escogido de
Dios.
¡PENSEMOS!
Por eso, al mirar hacia el futuro, sus lectores podían seguir confiando en el Señor, aun
cuando no comprendieran todo lo que él estaba haciendo. Nuestro Dios es digno de toda
nuestra confianza. A pesar de las circunstancias difíciles que podamos enfrentar, él sigue
al mando de todo. Quienes siguen fieles a él, al final triunfarán.
El argumento histórico de Daniel no indica que siempre habrá éxito de acuerdo a las
normas humanas. Pero Dios sí es soberano y está en control de todo, y puede utilizar a
los gobiernos paganos más crueles como instrumentos para lograr sus propósitos.
El profeta aclara que fue el Señor quien los entregó en sus manos. Quería que todos
comprendieran que él no había perdido la batalla (1:2). El concepto pagano era que los
dioses inferiores perdían ante los más fuertes, demostrándose así su inferioridad. En este
caso, Daniel quería que el mundo se diera cuenta de que el Dios de Israel no había sido
derrotado, sino que había permitido que sus siervos cayeran en manos del enemigo
como parte de sus planes, a causa de su rebelión e idolatría (Deuteronomio 28–30).
Preparación 1:3–7
Nabucodonosor decidió llevar a Babilonia a algunos de los jóvenes más inteligentes y
capaces (en todo sentido) de Israel (1:3–4a). El rey quería que recibieran preparación
académica de los mejores maestros caldeos y que fueran instruidos en todas las ramas
de la cultura (1:4b). Además, comerían de la mejor comida disponible (1:5).
Deseaba que una vez pasados los tres años de preparación, sirvieran en su corte. El
autor sólo da los nombres de los cuatro que se comprometieron a mantenerse fieles a su
Dios. Los demás permanecen en el anonimato (1:6–7). A estos cuatro se les dieron
nombres conforme a los dioses de Babilonia.
Abstinencia 1:8–16
Los cuatro mancebos reconocieron que la dieta especial del rey no estaba de acuerdo
con sus normas bíblicas y pidieron una distinta (1:8–10). El ejemplo fiel de Daniel motivó
a los otros tres a mantenerse firmes juntamente con él.
El oficial encargado de alimentarlos estuvo dispuesto a cooperar con ellos, pero tenía
miedo. Si sucediera que no satisfacían los requisitos del rey, él sería condenado a muerte
(1:10). Su problema era que evaluaba todo desde la perspectiva humana; no sabía lo
que Dios podía hacer a favor de ellos. Por eso, Daniel le sugirió que hiciera una prueba
de diez días para ver cómo resultaba el experimento (1:11–14).
¡PENSEMOS!
La lección que podemos aprender de este caso ejemplar es un principio que se repite
a través de la Biblia. Romanos 12:2 nos indica que no debemos permitir que el mundo
nos conforme a su patrón de comportamiento. Siempre existe la presión a que actuemos
igual a quienes nos rodean. Creemos que el éxito en la vida requiere que nos
comportemos según las normas de los demás.
Esta historia demuestra que no tenemos que ser iguales a nuestros compañeros para
triunfar. Inclusive, se puede sobresalir aun más si seguimos fieles a nuestro Dios. El
Señor bendice a quienes se preocupan por obedecerle a él primero, aún en medio de
circunstancias adversas.
¡PENSEMOS!
2
Demanda Imposible
Daniel 2
¿Ha tenido que enfrentar alguna exigencia que fuera totalmente ilógica e imposible,
que usted no pudiera cumplir? ¿Qué se puede hacer en tal caso? ¿Cómo se responde?
Esta fue la segunda situación que Daniel tuvo que resolver durante su cautiverio en
Babilonia cuando el rey le pidió que le interpretara un sueño que había olvidado.
De los cuarenta y nueve versículos dedicados al relato, sólo quince tienen que ver con
el contenido de la revelación, mientras que el resto se dedica en forma exclusiva al
problema que la misma representaba y la manera milagrosa en que Dios intervino para
resolverlo. El punto principal de este recuento es que a pesar de la imposibilidad de
satisfacer la demanda del rey, Dios utilizó esta difícil situación para salvar a su siervo fiel
y exaltar su propio nombre y comprobar que los fieles triunfan. Este evento histórico
sirve para recordarnos esta realidad.
A pesar de las protestas de los magos, el rey respondió que su decreto era definitivo.
Las expresiones “el asunto lo olvidé” (2:5) y “el asunto se me ha ido” (2:8), traducen la
frase en forma literal: “la palabra se ha ido de mí” o “la palabra ya ha salido de mi boca”.
La idea se podría parafrasear diciendo: “Ya he dicho”. El decreto era firme. Nadie podría
cambiarlo y cualquier intento de hacerlo sólo serviría para malgastar tiempo y retrasar
una muerte segura.
Algunos eruditos han sugerido que posiblemente el rey quería eliminar a los magos,
que aunque habían servido a su padre antes que a él, no habían tenido oportunidad de
comprobar su lealtad para con el hijo. Tal vez él sospechaba de ellos y quería dar lugar a
un nuevo cuerpo de líderes leales. El relato demuestra que en el fondo, Nabucodonosor
no estaba muy convencido del valor del sistema antiguo de magos y adivinos. Tal vez
pensaba que no hacían falta.
Cuando ya estaban a punto de matarlos a todos, los enviados del rey fueron a traer a
Daniel. Fue hasta ese momento que él se dio cuenta de la situación y de la oportunidad
de demostrar al pueblo pagano la superioridad del Dios vivo y verdadero, el Creador del
universo. Primero, pidió tiempo para consultar con su Dios (2:12–16). El profeta ya sabía
que el Señor le iba a responder.
En su alabanza reconoció que Dios era el único que podía dar solución al problema,
porque él es la fuente de todo poder y sabiduría; y el que pone y quita reyes. En ese
caso, su poder se hizo más específico, al demostrar que es el único Dios que revela a los
hombres los misterios escondidos que éstos no pueden adivinar y que los dioses paganos
no pueden comunicar. Este Dios es digno de alabanza porque se ha glorificado revelando
a sus siervos lo que ningún otro hombre o dios había podido revelar.
Al recibir la respuesta de Dios, Daniel fue al capitán de la guardia para informarle que
ya tenía la solución (2:24). El soldado corrió para avisar al soberano (2:25), pero éste no
lo podía creer, por lo que con incredulidad preguntó: “¿Podrás tú hacerme conocer el
sueño que vi, y su interpretación?” (2:26)
El profeta declaró que él sólo era un instrumento en manos del Altísimo para revelar a
Nabucodonosor la verdad que quería mostrarle y admitió que no había recibido la
revelación porque fuera superior a los demás en alguna forma. Humildemente reconoció
que era un siervo en manos del Dios que revela lo escondido. A través del sueño y de su
siervo Daniel, Dios iba a revelar al rey lo que sucedería en el futuro (2:29–30).
El sueño consistía en que el rey había visto una gran imagen, misma que
representaba la historia de las naciones gentiles desde esa época hasta el
establecimiento del reino de Dios (2:31–45). Reconocemos que no todos los estudiantes
bíblicos están de acuerdo en cuanto al significado profético de todos los detalles. Sin
embargo, nos parece más lógico entender su interpretación conforme al siguiente
cuadro.
El cuarto imperio, el romano, sería más fuerte, como el hierro (2:40), pero se
dividiría, y su fuerza se debilitaría al mezclarse con otros elementos menos resistentes,
aunque siempre sería fuerte (2:41–42). Además, se establecerían algunas alianzas, pero
no llegarían a formar una unión verdadera (2:43).
Finalmente, soñó que la imagen era herida y destruida por una piedra, que se refiere
al establecimiento de un reino eterno (2:44–45). La destrucción no afectaría sólo al
último reino, sino que toda la imagen caería bajo el golpe que le daría la roca. Ya que
este reino sería más poderoso que todos los anteriores, es claro que procedería
directamente de Dios, por lo que permanecería para siempre. Parece que esta es una
referencia al milenio que Cristo vendrá a establecer (Apocalipsis 19:11–20:6), mismo
que pondrá fin a los imperios paganos de este mundo y establecerá en su lugar otro que
nunca se acabará.
Así pues, el resultado final fue que Dios recibió la gloria y Daniel un puesto de honor.
Se hizo evidente que Dios es mayor que todos los dioses. Nabucodonosor nunca había
oído de él: un Dios que revela los misterios y que habla con sus siervos. Entonces
concluyó que tenía que ser un Dios extraordinario (2:46–47).
3
Un Testimonio Ardiente
Daniel 3
¿Hasta qué punto estamos dispuestos a sufrir por defender nuestro testimonio
cristiano fuente a un mundo pagano? Vivimos en días relativamente pacíficos en
comparación con lo que la iglesia tuvo que arrostrar en el pasado. Actualmente, en la
mayoría de los países del mundo cualquier persona puede identificarse públicamente
como cristiano auténtico sin miedo a sufrir persecución por causa de su fe. Normalmente
lo más que llegamos a sufrir es un poco de presión social por parte de nuestros amigos o
compañeros de trabajo. En realidad, no estamos acostumbrados a padecer por nuestras
creencias.
El relato del horno ardiente y de los tres jóvenes que permanecieron firmes durante la
prueba ofrece una lección valiosa para cualquier generación que tiene que pasar por
problemas. Nos enseña que Dios proporciona las fuerzas necesarias a quienes confían en
él y que al final, los fieles siempre triunfan.
Al expedir esta orden, el rey pensaba que los líderes del pueblo debían ser los
primeros en dar el ejemplo a los demás. Por eso, envió a reunir a todos los políticos del
país. La lista incluía a Daniel como gobernador de la provincia de Babilonia y a sus tres
compañeros. No sabemos por qué no se menciona en este relato a Daniel ni por qué sólo
gira alrededor de sus tres amigos.
La orden decía que cuando se escucharan los instrumentos musicales, todos debían
postrarse ante la imagen de oro que el rey había edificado. Quien no lo hiciera, sería
echado en un horno de fuego. Así que cuando esto sucedía, todos se arrodillaban y
adoraban a la estatua.
Al igual que nosotros, con seguridad no tenían duda en cuanto a la capacidad de Dios
para salvarlos. Cuando el rey les preguntó: “¿Qué dios será aquel que os libre de mis
manos?” (3:15) reveló el concepto que los paganos tenían de sus dioses. Sabía que
ninguno de ellos sería capaz de salvarlos porque nunca realizaban esa clase de milagros.
Es más, su actitud muestra que, al menos en sentido práctico, los dioses no eran capaces
de controlar o sujetar a los hombres. El rey no tenía por qué temer ya que ninguno
intervendría para ayudar a sus adoradores.
Pero los tres judíos sabían en quién confiaban. Estaban seguros de que Yahweh podía
librarlos del horno ardiendo y de las manos del rey (3:17). No dudaban de la capacidad
divina, pero desconocían cuál era la voluntad del Señor. Dios no les había garantizado
que los iba a salvar de su predicamento. Tuvieron que entrar en el horno sin haber leído
antes el capítulo 3 de Daniel. Como ignoraban lo que Dios iba a hacer, tuvieron que
confiar en él y ser fieles, aun sin saber las consecuencias que tendría su paso de fe.
Aunque no sabían cómo iba a resultar todo, hicieron una profesión pública de su fe en
Yahweh afirmando su compromiso de no adorar a ningún otro dios (3:18). Aunque en
última instancia él decidiera dejarlos morir, ellos permanecerían fieles hasta el fin.
LOS TRES SABIAN QUE DIOS PODIA SALVARLOS,
PERO NO SABIAN SI LO HARIA.
AUN ASI, DECIDIERON SER FIELES
¡PENSEMOS!
La historia termina con la exaltación tanto de Dios como de los jóvenes fieles.
Primeramente, Dios fue glorificado (3:28–29) cuando Nabucodonosor reconoció su
grandeza y que no era como los otros que él conocía. Luego, el rey exigió que se diera
respeto al Dios de los judíos porque sólo él era capaz de librar a sus adoradores. Tal vez
el rey pensaba en la posibilidad de que algún día lo ayudara a él también. Además, Dios
contaba con la lealtad de su pueblo. ¿Quién de ellos hubiera sido fiel a sus dioses si le
tocara morir por permanecer leal a su nombre? Este Dios era distinto.
No solamente Dios fue glorificado, también los tres jóvenes fueron exaltados (3:30).
Arriesgaron todo lo que tenían por causa de su Dios y él recompensó su fidelidad aunque
no había garantía de tal recompensa ni de que sobrevivirían. La única certeza que tenían
era que Dios es fiel, y que los fieles triunfan con él. Los tres jóvenes fieles enfrentaron la
prueba desde la perspectiva divina y estuvieron dispuestos a pagar cualquier precio por
amor a su Dios.
¡PENSEMOS!
4
La Humillación del Grande
Daniel 4
¿Cómo ve Dios el orgullo del hombre? ¿Qué piensa de la jactancia de los que han
llegado a ser grandes a los ojos del mundo y que confían en sus propias habilidades para
realizar cualquier cosa? A través de la Biblia, el Señor establece ciertos principios que
gobiernan su trato para con los hombres. Entre estos se encuentra el principio de que
Dios humilla al orgulloso y exalta al humilde porque no está dispuesto a compartir su
gloria con nadie.
Cuando alguien desea enaltecerse y empieza a considerarse más grande que los
demás, el Señor le enseña que él es el único digno de recibir la gloria y le obliga a ver lo
insignificante que es a la luz de la eternidad. Este principio se manifiesta tanto en el día
de hoy como en tiempos del profeta Daniel. El ejemplo de Nabucodonosor nos sirve para
ilustrar lo antes dicho y para demostrar que aun cuando se trate de gobiernos paganos,
Dios los controla y utiliza para su gloria.
¡PENSEMOS!
A la vez, este caso demuestra que Dios puede realizar su voluntad recompensando a
los fieles aunque moren en medio de una tierra pagana y pasen por tiempos difíciles de
aflicción provocados por gente que no conoce al único Dios verdadero, el que protege a
su pueblo.
Daniel 4 dirige nuestra atención al encuentro personal que este rey, hasta aquí
probablemente pagano, tuvo con el verdadero Dios, Creador del universo y gobernador
supremo de los príncipes de la tierra. De ahí en adelante, Nabucodonosor dejó de ser el
rey jactancioso que había sido.
No se sabe con exactitud cuándo sucedieron los eventos de este relato. Parece ser
que fue hacia el final de la vida del gobernante, quien reinó durante cuarenta y tres años.
El incidente podría haber sucedido cerca del año treinta de su reinado, más o menos 575
a.C. El problema es que la historia secular no proporciona ninguna evidencia de tal cosa.
Por eso, algunos dicen que Daniel se equivocó y que el relato tiene que ver más bien con
el reinado de Nabónido. Sin embargo, esta versión de lo ocurrido no es rara si
consideramos que la prensa siempre se mantiene bajo el control de los gobiernos. Tal
vez este fue el caso durante el reinado de Nabucodonosor y sus hijos.
El rey se dirige a las naciones para contarles lo que Dios ha hecho en su vida, dando
testimonio de la grandeza de sus obras y de la soberanía de su reino sobre todo el
universo.
El monarca hace una clara distinción entre su dios y “el espíritu de los dioses santos”
que residía en Daniel. No sólo aprecia la diferencia entre la capacidad del Dios de Daniel
al revelar al hombre lo que sucederá en el futuro, sino también observa la que hay en el
carácter del Dios eterno. El rey reconoce que “los dioses” que Daniel sigue son santos,
implicando que los suyos no tenían que ser santos, sino fuertes, para darle la victoria en
las guerras políticas.
En la visión, el rey contempló un gran árbol, que era visible a todo el mundo y que
protegía a las multitudes (4:10–18). Además, era muy hermoso y daba fruto abundante.
A pesar de la protección que proporcionaba a mucha gente, un mensajero descendió
del cielo para proclamar que pronto éste sería cortado, y el fruto y las bestias protegidas
por él serían dispersados. Sin embargo, las raíces del árbol permanecerían intactas. El
decreto terminaba después de siete “tiempos”.
Tal vez la parte de la visión que más le dio en qué pensar fue la explicación del
evento que este mensajero celestial le dio: “para que conozcan los vivientes que el
Altísimo gobierna el reino de los hombres y que a quien él quiere lo da, y constituye
sobre él al más bajo de los hombres”. Estas palabras parecían indicar que la visión
tendría algo que ver con su propio reinado.
Mientras todavía hablaba, Dios intervino para juzgarlo. Le habló anunciándole que le
quitaría el reino y que pasaría los próximos siete años andando entre las bestias del
campo y comportándose como una de ellas, hasta que se cumpliera el propósito de Dios:
“hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo
da a quien él quiere” (4:31–32).
El rey tuvo que aprender a reconocer quién es el que manda en el universo. Lo que
había podido lograr no era el resultado de su propia grandeza, sino de las capacidades
que Dios le había encomendado y que debería haber usado para glorificarlo a él.
Nabucodonosor debería haber honrado a Dios, y no a sí mismo. Todo se cumplió tal como
el Señor había revelado a Daniel (4:33).
Se debe notar que un aspecto de la obra de Dios que no se Señor directamente, pero
que es parte importante de lo que el Señor hizo, es el milagro de preservar el reino del
monarca durante siete años, mientras éste andaba entre las bestias. No faltaban políticos
que hubieran querido aprovecharse de la situación para adueñarse del trono. Sin
embargo, Dios lo protegió durante todo ese tiempo hasta que Nabucodonosor aprendió la
lección y de nuevo pudo ocupar su puesto.
El tema de este incidente se repite varias veces a través del pasaje: Dios es soberano
en todo el mundo. El establece a los gobernantes de todas las naciones del mundo y
puede quitar a quienes no le reconocen.
¡PENSEMOS!
5
Una Celebración Interrumpida
Daniel 5
La fiesta de Belsasar provee otra demostración de que Dios está en control de todas
las circunstancias, aún de lo que sucede en las naciones paganas. Este relato tenía por
objeto animar a los israelitas en los días inseguros que se avecinaban. Los cuatro
incidentes mencionados en los capítulos anteriores, ocurrieron durante el reinado de
Nabucodonosor. Después del último, pasaron cerca de veinticinco años sin que sucediera
nada notable que comentar.
Después de la muerte de Nabucodonosor en 562 a.C., sobrevino un tiempo de
debilidad, confusión y conflicto interno. Su hijo, Awel-Marduc (562–560) heredó el trono
de se padre y gobernó hasta que su cuñado, Neriglisar lo asesinó. Al morir este último
(560–556), su hijo, Labasi-Marduc (556) asumió el poder. Unos meses más tarde, este
monarca fue asesinado en un golpe de estado en que participó Nabónido, el cuñado de su
padre.
Nabónido (556–539) se estableció en el trono pero estaba más interesado en la
restauración cultural que en el gobierno. También viajó hasta Arabia luchando contra
otras naciones, estableció nuevas relaciones comerciales y centros de adoración a la
luna. Muchas personas de Babilonia consideraban que estos centros de adoración
constituían una traición a Marduc, el dios histórico tradicional del pueblo.
Debido a sus largos viajes e intereses culturales, Nabónido nombró a su hijo Belsasar
corregente de reino mientras viajaba. Belsasar era bueno como soldado, pero muy mal
político. No supo ganarse el apoyo del pueblo, mismo que se encontraba resentido. Trató
de reparar los daños ocasionados por los cambios hechos por su padre, pero ya era
demasiado tarde.
Mientras tanto, Ciro, el gran rey del imperio medo persa, se acercaba a la región con
el deseo de conquistar el imperio babilónico. Este monarca tenía fama de tratar bien a los
pueblos conquistados. Por eso, cuando derrotó a Babilonia en una brillante batalla casi
sin derramamiento de sangre en el año 539 a.C., fue recibido con alegría por la mayoría.
Entró en la ciudad de noche, durante la fiesta de año nuevo, y encontró a todos los
líderes ebrios, y al pueblo dispuesto a recibirlo como rey.
¿Quién era este Ciro? Para comprender el trasfondo de este gran rey y fundador del
imperio persa tenemos que regresar a 612 a.C., durante la conquista de Asiria por
Nabopolasar, padre de Nabucodonosor.
Para lograr su triunfo, Nabopolasar hizo una alianza con Ciaxares, rey de Media y la
sellaron por medio del matrimonio del hijo de Nabucodonosor con la nieta de Ciaxares.
Después de la victoria, los dos reyes se repartieron el terreno conquistado. Ciaxares
recibió la tierra que estaba al norte y oriente del imperio y Nabopolasar la del sur y
occidente. Los dos imperios siguieron creciendo y haciéndose cada vez más fuertes, por
lo que aumentaba la competencia entre ambos.
Para el año 550, Ciro había tomado Media y Persia y formó un nuevo y poderoso
imperio. Por último, Ciro resultó ser más fuerte que Astiages, por lo que Nabónido tuvo
un nuevo problema, peor que el anterior. Al mismo tiempo, el poder de Nabónido se
deterioraba debido al desacuerdo interno que existía en su propio pueblo. Por eso,
decidió hacer una alianza con Amasis (569–525) de Egipto y Creso (560–546) de Lidia.
Al principio, la alianza tuvo éxito. Sin embargo, sucedió lo que Daniel había
profetizado en Daniel 7:5, donde describe al oso con tres costillas en la boca. Esta
profecía señala el destino de la alianza. Las tres costillas representan a los tres aliados.
En 546 a.C., Lidia cayó en manos de Ciro I. En 539 le tocó a Babilonia. Por último, Egipto
cayó frente a Cambises II, hijo de Ciro, en 525 a.C.
El resultado final del conflicto para Babilonia fue que Ciro los venció en 539. El
comentario divino acerca de esta ocasión histórica se encuentra en Daniel 5. La gran
fiesta de Belsasar representa el clímax de ella.
¿Por qué se celebraba una gran fiesta cuando sabían que los ejércitos de Ciro estaban
a la puerta? Se pueden señalar varias razones. Tal vez la más importante es que ésta era
la celebración de su fiesta anual de año nuevo. O quizá era un intento para demostrar la
lealtad del rey hacia las tradiciones del pueblo que se habían puesto en duda. Es
probable que el monarca buscara aplacar al pueblo en cuanto a las quejas provocadas
por la construcción del templo de Sin y por las ausencias prolongadas de Nabónido.
También, podría haber sido un último intento de lograr la reconciliación entre todos. Pero
ya era demasiado tarde.
Tampoco se dieron cuenta de la astucia de Ciro, quien contaba con la ayuda de dos
generales babilonios que se habían pasado a su lado, ni con su estrategia de hacer que el
río se desviara. Bajo circunstancias normales, su ejército nunca hubiera podido
conquistar esa ciudad tan fortificada. Sin embargo, Belsasar fue negligente y se dejó
vencer. Los ejércitos entraron sin ninguna oposición y tomaron control del pueblo.
¡PENSEMOS!
Habían pasado casi setenta años desde que Daniel y sus compañeros habían sido
llevados cautivos a Babilonia. Así que el profeta era ya ancianito. Probablemente ya no lo
tomaban en cuenta para cuestiones del gobierno y posiblemente Belsasar ni siquiera lo
conocía. Sin embargo, en base a la recomendación de la reina, lo mandó traer.
Daniel le informó que había caído en la misma trampa. No había aprendido nada de la
experiencia de Nabucodonosor. Peor todavía, había ofendido de manera directa a Jehová,
despreciándole (5:22–24). En lugar de humillarse ante Jehová como Nabucodonosor lo
había hecho al final, Belsasar se ensoberbeció, utilizando los vasos del templo del Dios
viviente para adorar a dioses impotentes y negándose a honrarle. Así que Dios ahora
había decidido intervenir y había enviado este mensaje.
¡PENSEMOS!
Mene quiere decir “contar”. Daniel indica que Dios había contado el reino y la suma ya
estaba terminada. El Señor había decidido poner fin a los años de su reinado.
Tekel significa “pesar” o “medir”. Como frecuentemente ocurre en la evaluación de
metales, su valor se determinaba al pesarlo en la balanza. Al interpretar esta expresión,
Daniel señala que Dios lo había evaluado y encontrado deficiente; no daba la norma que
él había establecido para el rey.
Los ejércitos persas entraron en la ciudad y la tomaron cuando todo el mundo estaba
tan borracho que no podía moverse para defenderla. Belsasar y sus líderes fueron
asesinados, pero los demás no sufrieron mayores daños. Más aún, todos se regocijaron
por la conquista y no hubo oposición por parte del pueblo.
Daniel hace referencia a que Darío tomó la ciudad, pero según la historia
contemporánea, sabemos que Ciro todavía era rey del imperio Medo-Persa. Entonces, ¿a
qué Darío se refiere? Existen por lo menos tres puntos de vista principales:
1) Ciro mismo, con otro nombre.
2) Cambises, hijo de Ciro, que más tarde Llegó a ser rey.
3) Gubaru, gobernador de todo el antiguo imperio babilónico, bajo la autoridad del
rey Ciro.
Todas estas alternativas sugieren soluciones viables para el problema. Me parece más
probable la tercera opción. Puede ser que esta familia es la que más adelante asumiera
el título familiar de la dinastía de Darío, cuando llegaron al trono de todo el imperio.
Sabemos que el imperio completo se dividió en distintas provincias como ésta y que el
gobernador podía nombrar a otros como vice gobernadores sujetos a sí mismo también
(6:3).
¿Cuál es el mensaje principal de este capítulo? De nuevo Daniel utiliza una situación
histórica para demostrar que Dios está en control de todo, aun de las naciones paganas
de este mundo. El triunfará al fin y los que son fieles participarán con él de su victoria. El
rey que se atreva a rebelarse contra Dios, tarde o temprano pagará el costo de su
rebeldía.
DIOS DESTRUIRA A QUIEN SE REBELA
CONTRA EL Y QUE PROFANA SUS
COSAS SAGRADAS
¡PENSEMOS!
6
Comida para Leones
Daniel 6
¿Qué haría usted si al levantarse una mañana se enterara de que su patria había sido
conquistada por una nación enemiga y que se estaban recibiendo informes de buena
fuente que anunciaban circunstancias cada vez peores para su nación, mismas que se
prolongarían por largo tiempo? Esta fue la experiencia de Daniel.
Cuando era muy joven todavía, había sido Llevado cautivo a un país extranjero, lejos
de su casa. A pesar de tal golpe, él permaneció obediente a los mandamientos divinos.
Recibió una revelación del juicio futuro para su propio pueblo pero aun así siguió
sirviendo a su Dios con fidelidad. Sus oraciones encontraron respuestas positivas de
parte del Señor gracias a esta característica del siervo.
El libro profético que escribió presenta un cuadro bastante difícil para el pueblo de
Dios. Al presentarlo a sus compatriotas, relata seis eventos históricos que demuestran la
manera en que Dios ha protegido a los que le son fieles. Su intención era que confiaran
en el Señor y que también siguieran siendo leales en el futuro. El sexto ejemplo que
incluye en su profecía insiste una vez más en que Dios controla la historia, aún la de los
pueblos paganos. Aunque estaban viviendo en uno de tales pueblos, bajo ataques
incesantes y oposición, el mensaje del libro sigue siendo válido: los fieles triunfan al fin.
Es difícil identificar con seguridad al rey Darío. Los reyes que gobernaron sobre todo
el imperio que nos son conocidos y que Llevan este nombre habrían reinado demasiado
tarde para el tiempo de Daniel. El primero asumió el trono casi veinte años después. Por
eso, los modernistas proponen que el libro fue escrito por un “Daniel” que nació mucho
después y que estaba equivocado en cuanto a la historia persa.
Una conclusión lógica propuesta por Wiseman y otros es que “Darío” era el título
atribuido al mismo Ciro. En este caso se podría emplear en el capítulo 6:28 para decir
que “Daniel prosperó durante el reinado de Darío, es decir, durante todo el reinado de
Ciro el Persa”. Una segunda alternativa sería la que presenta Boutflower, quien dice que
Darío es el título tomado por Cambises II, hijo de Ciro, quien quedó en lugar de su
padre. Este hombre ascendió al trono a fines del reinado de su padre (530–522), así que
sería lógico sugerir que Daniel prosperó durante el reinado de los dos, tanto del padre
como del hijo.
Al darse cuenta del plan de Darío, los otros se Llenaron de celos y maliciosamente
pensaron arruinar la carrera del profeta. Pensaban encontrar algo en su contra,
exponerlo, y así destruirlo. Sin embargo, el plan fracasó por falta de evidencias reales.
Sus enemigos examinaban minuciosamente sus actividades todos los días. No obstante,
no podían encontrar nada contra él porque era más sabio y fiel al rey y al imperio que
nadie; no había ni negligencia, ni corrupción en su administración. Siendo un varón de
Dios honesto no hacía nada que diera lugar a las acusaciones maliciosas del pueblo
(6:4).
¡PENSEMOS!
Al fin se dieron cuenta de que la única manera de acusarlo era poniendo en conflicto
al rey con la religión de Daniel (6:5). Tenían que buscar una manera de acusarlo “en
relación con la ley de su Dios”. Su plan no indica que pudieran encontrar una falta en su
vida espiritual. Al rey no le importaba esa clase de falta. Lo que los enemigos de Daniel
pensaban hacer era crear una situación en la que el profeta tuviera que elegir entre la
fidelidad a su rey y a su Dios, porque de antemano sabían de qué lado del conflicto se
pondría Daniel. Lo conocían muy bien porque lo habían observado con mucho cuidado y
por bastante tiempo.
Al fin lograron preparar un complot que sabían que con seguridad daría en el blanco
(6:6–9). Decidieron apelar a la debilidad del rey, porque usando las faltas del mismo
monarca, sería más fácil atrapar a Daniel, que por medio de alguna deficiencia en él. Se
presentaron ante el gobernante para proponerle un programa basado en la vanidad
personal del rey, seguros de que caería en la trampa.
Al presentar su plan, los líderes políticos empezaron con una mentira. Le dijeron que
todos los sátrapas y otros funcionarios estaban de acuerdo con el proyecto que le traían.
Obviamente, cuando menos había un oficial del gobierno que no estaba de acuerdo. No
consultaron con Daniel, pero no se lo iban a decir a Darío (6:7a).
El proyecto consistía en promulgar un decreto real que dijera que nadie podía pedir
nada a ningún dios ni hombre, a excepción del rey, durante treinta días. Esta sería una
manifestación pública de su dependencia total del benefactor (6:7b) del pueblo. El
concepto pagano del rey era que el pueblo tenía toda clase de bendiciones gracias a las
mercedes que de él recibían. Este edicto sería para reconocer esa dependencia de
manera formal. Así pues, en los siguientes treinta días, cualquier petición tendrían que
dirigirla únicamente al rey.
Insistieron en que el edicto fuera firmado con el sello oficial de modo que no pudiera
ser revocado, según lo establecido por las leyes de los medos y persas. Al rey no se le
ocurrió pensar en el peligro que tal proposición entrañaba y no consultó con Daniel al
respecto. Los enemigos del profeta atraparon al gobernante utilizando su propia vanidad
(6:8–9).
Sus enemigos políticos sabían de antemano lo que iba a pasar. Habían observado su
costumbre de arrodillarse para orar tres veces al día. Sabían que no iba a cambiar esta
práctica por un edicto real. Por eso, al entrar en vigor el mandato, fueron a su casa, lo
encontraron orando, y lo llevaron al rey para acusarle. La única persona sorprendida en
todo este proceso fue el rey.
¡PENSEMOS!
Aunque Darío trató de evitarlo, ya no había remedio. Conforme a la ley de los medos
y persas, su edicto no podía revocarse (6:12–15). Daniel tenía que ser echado en el foso
de los leones.
Después de expresar su alegría, el rey condenó a los enemigos políticos de Daniel que
habían urdido el complot para eliminarlo (6:24). Los echaron al mismo foso de leones.
En caso de que alguna persona creyera que las fieras no se habían comido a Daniel
por falta de hambre, quedó de manifiesto que la tenían en abundancia cuando los
enemigos del profeta fueron echados en el mismo foso. Observe cómo reaccionaron al
tener a su alcance a los acusadores de Daniel junto con sus familias en cuanto cayeron
en sus garras.
Juntamente con la exaltación de Jehová, Daniel triunfó también. Prosperó durante los
años del reinado “de Darío” y “de Ciro el persa” probablemente se refiere a los dos
contemporáneos, uno bajo el otro, como se observó antes. La edad de Daniel así lo
indica.
Daniel utiliza este evento como última evidencia para animar al pueblo de Dios en
medio de las circunstancias alarmantes en que vivían. La lección que él había aprendido
les serviría a ellos también.
Sin embargo, el mismo Daniel necesitaría recordar en los años subsiguientes el trato
que Dios da a sus siervos, cuando mirara hacia los acontecimientos políticos temibles que
se acercaban. Al enfrentar las horas oscuras y difíciles, cuando no comprendemos lo que
Dios hace, podemos confiar siempre en que él se ha revelado en la historia. Los fieles
triunfaremos juntamente con él.
¡PENSEMOS!
Los capítulos 7–8 de Daniel predicen el plan de Dios para los pueblos paganos y los
acontecimientos políticos relacionados con ellos. Los capítulos 9–12 hacen énfasis en el
plan divino para Israel. Aunque los dos temas se encuentran en ambas secciones, el
punto de enfoque principal cambia.
Las dos partes empiezan haciendo un resumen del futuro a manera de un panorama
general. A continuación, se presentan más detalles específicos del plan de Dios para el
grupo considerado. De acuerdo a esta estructura literaria, Daniel 7 presenta un resumen
del período que comprende desde el imperio babilónico hasta el establecimiento del reino
milenial.
¡PENSEMOS!
Antes de perderse analizando todos los
detalles específicos del capítulo, busque su idea
principal. Se encuentra al estudiar 7:15–18, 27–
28. Haga una lista de los principios
fundamentales que se mencionan en estos
versículos y que se aplican a cualquier época de la
historia. ¿Cómo nos ayudan a vivir en la era
moderna?
Haga una lista de los elementos principales
que constituyen “el tiempo de los gentiles”, según
los presenta este capítulo.
Durante el primer año de Belsasar, que sería el tercer año de Nabónido, Daniel se fue
a acostar una noche y el Señor le envió una visión del futuro y de los sucesos principales
que acontecerían durante el tiempo de los gentiles. El profeta escribió los detalles más
significativos de ella (7:1).
Daniel vio en visión a los cuatro vientos del cielo que agitaban el gran mar y
levantaban una fuerte tempestad. Normalmente la figura de los cuatro vientos indica que
se trata de los cuatro puntos cardinales. A veces el mar se utiliza como una figura que
representa a las naciones gentiles. En este caso, el gran mar podría usarse para
identificar el Mar Mediterráneo, que era de gran importancia para el pueblo de Dios y que
estaba en medio de los cuatro imperios involucrados en esta visión. En cualquier caso, el
punto principal aquí es que Daniel vio el inicio de una gran turbulencia internacional
(7:2).
Después salieron del tempestuoso mar cuatro bestias grandes, fuertes, y temibles.
Cada una era distinta, pero todas despertaban gran temor entre quienes las veían. Las
fieras peleaban una contra otra para tomar control de las naciones del mundo (7:3).
La primera tenía apariencia de león con alas de águila (7:4). Este animal siempre ha
sido símbolo de poder, debido a que es el animal más feroz de todas las bestias.
Además, tenía alas como de águila, mismas que le darían mayor velocidad y efectividad.
Sin embargo, después de un tiempo, mientras Daniel seguía mirando, las alas le fueron
arrancadas y la bestia se humanizó, se puso de pie como si fuera hombre, y recibió un
corazón humano.
El león con alas era símbolo del imperio babilónico. Este símbolo se ha encontrado
entre las ruinas de esa gran civilización. Los sabios de la corte real de Nabucodonosor a
veces lo llamaban “león”, y a veces “águila”. Así que esta descripción como
representación de Babilonia no era nueva. Lo único que era distinto era la transformación
que sufría. Nadie se imaginaba que ese gran imperio descendería al nivel de débiles
hombres. Todos creían que su fuerza seguiría para siempre. Daniel vio que ese gran
imperio llegaría a su fin y daría lugar al establecimiento de otros tres grandes imperios.
La segunda bestia era semejante a un oso con un costado alzado (7:5). Le idea que
representa es la fuerza bruta. Mientras que el león es el animal más feroz, el oso es la
bestia más fuerte. La idea de tener un costado alzado implica que uno de ellos era mayor
que el otro. Al interpretar el significado de esta bestia, siempre se aplica a un imperio
muy importante con dos lados muy fuertes que lo formaban: el medo y el persa. Esas
dos partes siempre fueron desiguales. Al principio la desigualdad se manifestó con la
alianza MEDO-persa, siendo los medos los más importantes. Después de la victoria de
Ciro sobre Astiages, se manifestó como la alianza medo-PERSA, donde los persas tenían
la preeminencia.
Esta bestia devoraba mucha carne. El que llevara tres costillas entre los dientes,
sugiere que eran los restos de otro animal que había devorado. Las tres costillas van con
la bestia, formando parte del nuevo imperio. Es probable que las costillas representaran
al imperio anterior que éste había devorado. Tres naciones se unieron para oponerse a
Ciro, dirigidas por Nabónido, quien había hecho alianza por parte de Babilonia con Egipto
y Lidia.
En 546, Ciro atacó a Lidia y así tomó control de Asia Menor. Después, en 539, venció
a Babilonia la noche de la fiesta de Belsasar, y así asumió la autoridad sobre todo el
imperio antiguo. Años más tarde, después de la muerte de Ciro mismo, su hijo, Cambises
II, logró someter al antiguo imperio de Egipto en 525. Así que las tres costillas en la boca
podrían representar a las tres naciones que él devoró.
La tercera bestia era semejante a un leopardo (7:6). Aunque no tan fuerte como las
dos bestias mencionadas antes, el leopardo merece respeto y temor por su gran
velocidad. Como si la velocidad normal no fuera suficiente, este leopardo venía equipado
con cuatro alas. Nadie podría escapar al ataque de esta tercera bestia. Todos los
historiadores de su tiempo reconocen la extraordinaria velocidad con que Alejandro entró
al escenario mundial y tomó control del mundo con sus ejércitos de Grecia.
Las cuatro alas podrían indicar la velocidad y efectividad, dos veces mayor que lo
normal, de esta bestia excepcional. Además, podrían representar a los cuatro generales
que lo apoyaron y llevaron al poder en el campo de batalla. Seguramente las cuatro
cabezas representan a estos grandes estrategas que a la muerte de Alejandro
gobernaron el territorio que él había tomado, y dividieron el imperio en cuatro secciones
afiliadas entre sí debido a su participación anterior.
La cuarta bestia era distinta de todas las otras (7:7–8). No se podía comparar con
ninguna bestia conocida. Era fuerte, terrible, y espantosa; pisoteaba y destruía los restos
de las anteriores. Esta bestia tenía 10 cuernos que representaban a diez reyes que se
unirían para formar parte de un nuevo imperio (7:24). Tres de los diez cuernos fueron
arrancados cuando surgió otro cuerno pequeño, tal como se profetiza en Apocalipsis 17.
Además de las características de fuerza y de la formación del gobierno que Daniel
observó, el último cuerno pequeño presenta dos cualidades notables. Tenía ojos
humanos. Normalmente, estos se refieren a la inteligencia. El cuerno pequeño observaba
todo lo que sucedía a su alrededor. Tal vez su inteligencia fuera excepcional, misma que
siempre se presenta como humana.
La otra característica notable del cuerno es su boca. Este rey hablaba grandes cosas.
Es interesante observar la arrogancia con que se presenta porque tiene un concepto
exagerado de su propia importancia. Comparando esta descripción con la de Apocalipsis
17 y con otros pasajes que describen al anticristo, parece que se cree tan importante
como Dios mismo. Se coloca sobre el trono divino como Dios (2 Tesalonicenses 2:4).
El cuerno pequeño que había salido de la cuarta bestia seguía jactándose y hablando
grandes cosas hasta que Dios intervino y mató a la bestia (7:11). Su cuerpo fue
destrozado y entregado para ser quemado en el fuego.
Las otras bestias ya habían perdido su dominio cuando terminó su tiempo por
intervención del mismo juez, pero todavía siguieron con vida por un tiempo. Perdieron su
autoridad, pero no fueron destruidas (7:12). Sólo la cuarta fue eliminada de una sola vez
y para siempre.
El Hijo del hombre 7:13–14
Después de destruir a la cuarta bestia, se estableció el reino del hijo del hombre. Este
título se le dio porque tenía la apariencia de hombre, y era un hombre de verdad, que fue
enviado a la tierra desde la presencia del Anciano de días, o sea, de Dios, quien le dio
autoridad sobre todas las naciones y pueblos de la tierra. Su dominio no podría serle
quitado por ninguno. Se estableció su reino universal y eterno (7:13–14).
El testigo explicó la visión a Daniel diciéndole que vendrían cuatro reinos pero que
cada uno caería. En contraste con el reino temporal de las bestias, los santos poseen un
reino eterno (7:18). Habría un tiempo en que los reyes gentiles tendrían el control, pero
al final, el Señor lo recuperaría y establecería un reino eterno que vencería a todos los
demás y que sería inconquistable. Si el pueblo de Dios permanece fiel, triunfará
juntamente con él cuando logre su gran victoria.
Una vez más, Daniel afirma que los fieles triunfan al final, no importa cuán
asombrosos sean los eventos que haya de por medio. Este mensaje era de consuelo y
estímulo para que los creyentes siguieran fieles a pesar de los días difíciles que se
avecinaban en los cuales no podrían comprender lo que Dios hacía.
¡PENSEMOS!
El problema es que el cuerno hacía guerra contra los santos, ¡y los vencía! Aunque se
daba cuenta de que la victoria era de corta duración, le preocupaba la predicción de que
el cuerno derrotaría los fieles temporalmente mientras Dios decidía cuándo intervenir. El
profeta comprendió el mensaje de que los santos recibirían el reino al final, pero no
entendía cómo podía Dios permitir que la bestia triunfara sobre su pueblo aunque fuera
por un corto tiempo.
La cuarta bestia sería el poder más fuerte que se haya conocido jamás. Pasaría por
encima de todos y despedazaría a todo el mundo (7:23). Desde su cabeza saldrían otros
diez reyes, pero al fin, surgiría uno que derribaría a tres de aquellos diez, y establecería
su propio reino (7:24).
Este rey se opondría a Dios mismo y hablaría contra él, tratando de imponer sus
propias leyes, en lugar de las que Dios ha establecido. Todo esto sucedería durante un
período que se define como “tiempo, tiempos y medio tiempo”.
Tal como aparece esta frase en español, es difícil comprender a qué se refiere este
período de tiempo. Obviamente define una etapa específica, pero ¿qué será? Para
interpretarla, tenemos que comprender que en hebreo se empleaban tres números
gramaticales para los verbos. Nosotros usamos sólo dos: singular y plural. Los hebreos
usaban el número “dual” o “doble”, que equivale a “pares”. Sólo se empleaba con ciertos
verbos que se prestaban para expresar el concepto deseado.
Aunque el verbo que aparece en el texto no se usa normalmente con la forma dual,
otros verbos usan el plural a veces para expresar la misma idea. Algunos manuscritos, al
presentar 2:4–7:28 en arameo, utilizan la forma dual. Aun cuando no se emplea la
forma, el contexto lo exige. El autor suma un tiempo, más medio tiempo, más un plural
de tiempos, para llegar a una definición exacta de la época en que gobernará este rey. La
única explicación lógica sería que el doble fuera equivalente a dos, dando la suma de tres
años y medio. Así sale igual con los tiempos definidos en 12:6 y 11, y con Apocalipsis
12:6 y 14. También sería equivalente a los tres años y medio definidos como “media
semana” en Daniel 9:26–27. Después de este tiempo de tres años y medio, este rey, el
anticristo, será juzgado y el reino eterno establecido. Así que, la visión contempla un
tiempo de aflicción para Israel, pero Dios Controla todo y los santos fieles triunfarán al
fin (7:26–27).
LOS REINOS HUMANOS SERAN ELIMINADOS
PERO LOS SANTOS POSEEN UN REINO ETERNO
¿Cómo respondió Daniel a esta visión (7:28)? Daniel estaba afligido por causa de lo
que había visto. Se quedó turbado y pálido. Sin embargo, el profeta decidió guardarlo en
su corazón. Esta decisión conlleva dos implicaciones. En primer lugar, quiere que
meditara en lo que había visto. Le dio importancia al asunto y lo consideraba; no lo
olvidó con rapidez. En segundo lugar, esta expresión probablemente indica que al
principio no lo compartió con otros porque no era el tiempo indicado para dar una
conferencia profética con el fin de satisfacer la curiosidad de la gente. Daniel se quedó
pensando, confiando en el Anciano de días que tiene todo bajo su poder.
¡PENSEMOS!
8
La Visión del Carnero y del Macho Cabrío
Daniel 8
Daniel siguió aprendiendo acerca del futuro y los sucesos asombrosos que el pueblo
de Dios tendría que enfrentar. Después de presentar el panorama general y un resumen
del programa completo para las naciones gentiles hasta el establecimiento del reino,
describe más detalladamente lo que vendría en el futuro inmediato, por lo que regresa al
principio del mismo período histórico para explicarlo.
Antes de estudiar estos detalles con mayor cuidado, valdría la pena leer todo este
capítulo y hacer una lista de los eventos principales del tiempo de los gentiles, según los
presenta.
INTRODUCCION 8:1–2
La visión indica que fue recibida en los últimos días del imperio babilónico, once años
antes de su derrota total infligida por Ciro. Aunque fue recibida dos años después de la
otra, Daniel reconoce que hay una secuencia lógica entre estas dos visiones. Se hace
referencia a su presencia en Susa, ciudad que está situada al lado del río Ulai. Era capital
de una provincia que estaba bajo el dominio de Babilonia, la cual tuvo mayor importancia
durante el período del imperio medo-persa.
Pocos años después, Ciro salió de allí para conquistar el imperio babilónico. Es
probable que Daniel no viviera en Susa en ese momento, sino que durante la visión se
encontraba en ella, observando los acontecimientos.
LA VISION 8:3–14
El carnero 3–4
Al empezar la visión, Daniel observó a un carnero con dos cuernos, uno de los cuales
era más alto que el otro, mismo que creció todavía más. Su poder se extendía hacia el
occidente, el norte, y el sur. Este carnero era tan poderoso, que ninguna bestia podía
oponérsele, ni librarse de él, por eso hacía lo que quería y se engrandecía. Esta
descripción de un rey muy poderoso que nadie puede controlar se repite con frecuencia a
través del libro de Daniel.
En su tiempo nadie pudo oponerse a los persas. Por eso, dice el texto que el carnero
era capaz de hacer lo que quería y nadie podía hacerle frente. Todos se su sujetaban a
los deseos de sus reyes.
La interpretación nos afirma que representa Grecia (v. 21). El cuerno es su primer
rey, Alejandro Magno, quien logró establecer el imperio griego en poco tiempo con un
ataque fulminante contra las naciones opositoras.
El macho cabrío atacó con toda su furia al carnero y lo hirió de tal manera que no
tuvo ya fuerzas para defenderse. Después rompió los dos cuernos que habían dado el
dominio internacional al carnero. De allí en adelante quedó inerme, sujeto al macho
cabrío y sus malos tratos (8:6–7).
Al eliminar toda competencia, el macho cabrío se exaltó a sí mismo (8:8). Sin
embargo, antes de afirmar el poder para “hacer lo que quería”, el cuerno grande fue
quebrado y otros cuatro cuernos prominentes salieron en su lugar, extendiéndose en las
cuatro direcciones.
Esta descripción del reino griego corresponde también a la de la visión de las cuatro
bestias (Daniel 7) y a la historia de imperio griego.
La historia pone nombres a estos cuernos. Ya observamos que el cuerno grande fue
Alejandro, porque atacó rápidamente y venció al imperio medo-persa así como a las
naciones que se encontraban alrededor. Siendo muy joven todavía, y antes de poder
controlar todo el imperio, Alejandro murió de una manera extraña e inexplicable.
El cumplimiento de esta profecía fue tan exacto que los modernistas que no creen en
la intervención sobrenatural de Dios en la historia no pueden aceptar que él la revelara a
Daniel de antemano. Según ellos, el profeta no pudo haber sido el autor de este libro.
Sin embargo, nosotros sabemos que si Dios puede revelar la historia futura específica
al hombre (2:28, 47), no existe ningún motivo de peso para rechazar el testimonio del
mismo libro que afirma que Daniel lo escribió (8:27).
¡PENSEMOS!
Según Daniel, Antíoco conquistaría a Jerusalén, pondría fin a los sacrificios, profanaría
el altar del templo, y destruiría la fe del pueblo en la verdad. No permitiría que siguieran
fieles a los mandamientos que habían recibido de Jehová su Dios (8:11–12). Se exaltaría
a sí mismo y se opondría al Señor. De nuevo se refiere a él como un rey que hacía todo
conforme a su voluntad. Nadie podía oponerse a él y su imperio prosperaba bajo su
mando.
En breve, ¿cómo relacionamos los seis años y un tercio con la historia? Antíoco
empezó su mandato estableciendo buenas relaciones políticas con la mayoría de sus
vecinos. Sin embargo, después de varios esfuerzos fracasados por vencer a Tolomeo,
decidió que tendría que consolidar los territorios recientemente tomados, incluyendo la
Tierra Santa. La mejor manera de consolidarlos era por medio de una transformación
cultural. Por eso, se dedicó a convencer a los pueblos para que se convirtieran a su
cultura, incluyendo su religión. Para lograr esto, decidió aceptar algunos de los conceptos
que ellos manejaban en un sincretismo religioso con las prácticas paganas en que él
creía, con la mira de que a su vez ellos también cambiaran ciertos aspectos de su
sistema religioso para conformarse mejor a su propia religión.
Durante ese tiempo Onías III era el sumo sacerdote legítimo en Israel.
Desafortunadamente, mostraba una preferencia por Tolomeo mientras que su hermano
Jasón estaba a favor de Seleuco. En 174 a.C., Jasón le ofreció un fuerte soborno a este
último y la aceptación de su programa de helenización, si le conseguía el puesto de sumo
sacerdote. Según la ley divina que gobernaba al pueblo de Dios, un cambio de sumo
sacerdote no era permitido. Sin embargo, esto no le importaba a Seleuco ni a Jasón.
Menelao, un israelita de la tribu de Benjamín, observó la estrategia de Jasón y tres
años más tarde, en 171, la imitó a la perfección. Le ofreció más dinero a Antíoco y mayor
difusión de su programa cultural.
Sin embargo, por no ser levita, Menelao no podía ser sumo sacerdote. Cuando Antíoco
lo estableció en el puesto, se generó una gran resistencia de parte del pueblo. La presión
subió aún más porque Menelao había robado los utensilios del templo, los vendió para
pagar su soborno y mandó matar a Onías III. Por eso los judíos lo rechazaron y se
opusieron a él.
Hasta entonces el pueblo de Dios había sido amable con Antíoco. Pero la reacción que
hubo a estos sucesos provocó una rebelión. Como resultado de ella, desde 170–169 la
persecución de los judíos fue en aumento. El conflicto llegó al clímax con la destrucción
del templo el día 25 de Quisleu del año 167.
INTERPRETACION 8:15–27
El enigma resuelto 15–19
Con todo lo que había visto, Daniel quedó cansado y débil, pero quería entender lo
que Dios le quería decir en cuanto al futuro. Cuando el Señor envió a uno de sus ángeles
como mensajero, su explicación iba acompañada de un fortalecimiento especial para el
profeta (18), el cual se había dormido de cansancio mientras el ángel le hablaba.
Después, el mensajero lo tocó y lo levantó.
La explicación que da al profeta es que esta revelación se refiere a los eventos que
vendrían “al fin de la ira”. Al parecer, este período se relaciona con el juicio que Dios
envió contra su pueblo y que resultó en su cautiverio. Así terminaría ese tiempo que
apuntaba hacia la venida de Cristo. El ángel procedió a explicarle lo que iba a suceder.
Después de aquel gran reinado, llegaría otro aún más fuerte, el cual vendría volando
y vencería al carnero. Ese macho cabrío representa al imperio griego. El gran cuerno fue
su primer rey, Alejandro, quien con rapidez tomó control de todos los pueblos en
derredor (8:21).
Cuando el primer rey murió, en su lugar surgieron cuatro gobernantes que tomaron
su lugar, pero ninguno de ellos llegó a ser tan fuerte como el primero (8:22). Como
vimos antes, estos cuatro representan a los generales que habían servido a Alejandro y
que dividieron el territorio para formar nuevos imperios menores.
La descripción del cuerno pequeño 23–25
Esta visión gira alrededor de un “cuerno pequeño” que surgió de uno de los cuatro
generales. La visión de las cuatro bestias hace énfasis especial en la cuarta, que apareció
después del macho cabrío que corresponde a Grecia, al igual que la tercera bestia.
Este cuerno pequeño es una referencia clara y directa a Antíoco IV, descendiente de
Seleuco y que hizo todo lo que la visión anunció. Sin embargo, ciertos aspectos de la
visión no se conforman a la vida de Antíoco. La mejor explicación de estas diferencias es
que este rey fue un tipo del “cuerno pequeño” mencionado en Daniel 7. Los dos cuernos
pequeños crecen de igual manera y tienen el mismo efecto en la vida de Israel, pero no
surgen del mismo imperio.
Como tipo, el primer cuerno pequeño realiza lo mismo que el antitipo, el cuerno
pequeño verdadero que es el anticristo, y que vendrá al final de los tiempos para
oponerse a Dios y su pueblo. Esta no es la única ocasión en las Escrituras en que se
presenta un tipo de esa manera. David, el “ungido de Dios” se presenta como tipo del
Mesías, el ungido verdadero. Por eso, en algunas ocasiones el sufrimiento de David se
compara con el del Señor Jesucristo aunque él mismo no sufrió cabalmente como lo hizo
nuestro Redentor (vea el Salmo 22). Así es como se presenta a Antíoco IV como tipo del
cuerno pequeño, el anticristo.
¡PENSEMOS!
¿No respondemos así nosotros? Nuestra mente sabe toda la verdad en cuanto a la
soberanía y protección divina. Sin embargo, al ver el sufrimiento de alguna persona a
quien amamos, queremos evitarlo y librarla de él. El grito del corazón afectado provoca
frustración, miedo, y depresión. Nos lleva a la consternación, confusión, cansancio, y, a
veces, aun a la enfermedad. Aprendamos a descansar en la paz y seguridad que sólo
Dios puede dar. Dios sabe lo que hace y los que son fieles gozarán el triunfo juntamente
con él.
¡PENSEMOS!
9
La Oración Contestada: Visión de las Setenta
Semanas
Daniel 9
Muchas veces al concluir un trabajo espiritual difícil nos sentimos cansados y
deprimidos. Resulta así aun cuando la obra termine en una gran victoria. Esta fue la
experiencia de Elías, el ejemplo clásico de un siervo que después de su triunfo sobre los
profetas de Baal se sintió exhausto y abatido.
Al final del capítulo 8, Daniel pasaba por lo mismo. Estaba fatigado, enfermo, y
asustado, en parte por causa de la lucha espiritual por la que estaba pasando y en parte
por el contenido de la visión que había visto. El profeta necesitaba tomar otra dosis de
Daniel 1 al 6.
Así es que Dios dirige de nuevo la atención del profeta al programa futuro de Israel
(9–12). Daniel estaba turbado por algunas preguntas importantes. ¿Cómo se relacionaba
el terrible programa para las naciones paganas revelado en Daniel 7 y 8 con el plan
divino para Israel? ¿Podría éste sobrevivir? ¿Cómo? Los capítulos 9–12 contestan estas
preguntas que Daniel se hacía al final del capítulo 8.
En esta última sección del libro, Dios le revela su programa para los judíos durante el
tiempo de los gentiles. Obviamente las naciones paganas seguían involucradas, pero la
perspectiva es distinta. Ahora su punto de partida es lo que el pueblo de Dios
experimentará durante los tiempos venideros. Una vez más, el profeta principia dando un
panorama general de los planes divinos para Israel durante todo el período (Daniel 9).
Después vuelve a considerar los detalles específicos de los acontecimientos más
inmediatos.
Es más probable que este Darío, de quien la Palabra de Dios parece indicar que llegó
al trono en 539 a.C., fuera otro “Darío”. Ya dijimos que éste era un nombre familiar, que
llegó a identificar a toda una dinastía. Podría haber sido tomado en honor de ese famoso
rey de los caldeos, por ser el antepasado, o seudo antepasado del que después ascendió
al trono del imperio.
Otra evidencia para llegar a esta conclusión es que se le identifica como medo. Este
hecho sería mucho más importante al principio de la historia del imperio. Literalmente el
profeta afirma que Darío “fue constituido rey” sobre el reino de los caldeos. No dice que
se estableció a sí mismo como tal ni que “lo hizo por su voluntad”. Parece que era
súbdito de algún otro. Finalmente se debe observar que gobernó en “el reino de los
caldeos”, que describiría a Babilonia, y no al reino de Media o Persia. La región que él
dominó sería la que antes había pertenecido a Babilonia.
Las observaciones señaladas parecen confirmar que Daniel sabía de qué hablaba; la
confusión podría ser nuestra por no haber estudiado bien su documento. Por eso, nos
parece mejor confiar en su palabra ya que fue contemporáneo, porque afirma haber
conocido a los personajes, y puesto que no conocemos todos los datos relacionados con
el caso.
Ninguna de esas estrategias era para manipular a Dios, ni tampoco eran ritos
religiosos empleados para demostrar la superioridad espiritual del practicante. La oración
era y es, la forma de comunicarse con Dios. Aun cuando él sabe de antemano lo que
necesitamos (Mateo 6:32), podemos hablarle, especialmente al tenor de la oración que
Jesucristo enseñó a sus discípulos: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en
la tierra” (Mateo 6:10). En ese espíritu llegó Daniel ante la presencia de Dios y para
expresarle el deseo de su corazón: que el Señor restaurara de nuevo a su pueblo.
Además de la palabra común con que se llama a la oración, se nos cuenta que el
siervo presentó una petición específica ante el Señor. No terminó su tiempo de comunión
con Dios haciendo una oración general, sino que pidió lo que en verdad anhelaba ver.
El ayuno es una de las prácticas menos entendidas del Antiguo Testamento. Nunca se
presenta como un fin en sí mismo. Tampoco es un rito rutinario que se incluía en las
devociones y adoración personal a Dios. Este recurso era extraordinario, porque
perseguía un fin excepcional.
La última expresión empleada para describir la reacción de Daniel indica que oraba en
“cilicio y ceniza”. Así hacían los varones de Dios en el Antiguo Testamento, como un acto
de humillación ante el Altísimo. Normalmente se empleaba en tiempos de gran lamento y
angustia, cuando se humillaban ante el Señor como expresión de profundo dolor o
humildad. Daniel reconoció la gravedad del pecado del pueblo y se humilló delante de
Dios para confesarlo y pedir purificación y restauración.
¡PENSEMOS!
Como predicción del camino que iban a tomar, Dios estableció la manera en que
podían su restaurar su comunión con él cuando estuvieran en medio de estos últimos
(Deuteronomio 30:1–3). Se les dice que si aconteciera todo lo que se había anunciado y
estuvieran en cautividad, el pueblo debería confesar su pecado y volverse a Dios.
Entonces él les traería de dondequiera que estuvieran para llevarlos de nuevo a la tierra
que les había prometido.
Por eso Daniel empezó a recordar el pacto divino y a confesar el pecado del pueblo
(9:4–13). Se daba cuenta de que se acercaba el tiempo anunciado para la restauración.
Reconoció que habían sufrido y caído bajo el juicio prometido en Deuteronomio 28,
porque no habían obedecido a Dios. Por eso es que seguían bajo el juicio y no habían
sido perdonados. Sin embargo, a pesar del castigo divino, no se habían arrepentido, pero
si querían volver a gozar las bendiciones prometidas, tenían que confesar su pecado y
volver a Jehová (9:13).
Pide a Dios que, por su gracia, los perdone y cumpla los pactos hechos con Israel
(9:16–19). Parece que Daniel trata de hacer por su pueblo lo que a éste le tocaba hacer,
según Deuteronomio 30. Esperaba obtener para ellos la bendición prometida, no
basándose en los méritos de los israelitas, sino en la misericordia divina (9:18).
¿Cómo respondió Dios a la oración de Daniel (9:20–27)? Envió a Gabriel para decirle
que lo había escuchado. Además, le dio una revelación y una promesa. El profeta
recibiría una revelación especial del plan de Dios para su pueblo. Esto contestaría en
parte la oración de Daniel, pero todavía no se llevaría cabo en su totalidad.
Las otras tres metas tienen que ver con el establecimiento del reino de Cristo. Estas
serán logradas hasta su segunda venida. Daniel no pudo ver la distinción entre las dos
venidas, sino que lo vio todo como si se tratara de una sola. De modo que su revelación
describe como una sola promesa el programa de Dios para Israel desde el tiempo del
profeta hasta el establecimiento del reino milenial en la segunda venida de Cristo.
La provisión para quitar el pecado, realizada en la primera venida del Señor, principia
con el final de la rebelión de los judíos en contra de Dios. No quiere decir que después de
la primera venida Israel ya no se rebelara, sino que el Hijo de Dios, en su primera
venida, hizo provisión para eliminar esa rebelión y la violación de la ley.
La segunda meta que se cumplió fue la de hacer la provisión para eliminar el pecado
del pueblo. Esta es una referencia al pecado en general. Dios proveyó un camino para
eliminarlo en la primera venida de Jesucristo. La tercera meta es el pago que Dios exigió
como Juez para satisfacer su ira. Jesucristo expió la iniquidad. En fin, por medio de la
llegada del Hijo de Dios, se da la provisión para quitar el pecado.
Al venir nuestro Señor Jesucristo por segunda vez, se lograrán las últimas tres metas.
Primero se introducirá la eterna justicia divina. Segundo, se sellará la visión y la profecía.
Sellar puede tener dos significados distintos: 1) cerrar algo, como para limitar acceso a
lo que se ha sellado (Daniel 12:9); 2) afirmar o asegurar algo, como para garantizarlo.
Ezequiel 28:12 se refiere al “sello de la perfección” como el ejemplo por excelencia de lo
perfecto. En este sentido Daniel indica que con la segunda venida de Cristo se realizará el
cumplimiento final de las promesas de Dios para Israel y de todo lo que los profetas han
dicho para el pueblo de Dios.
La tercera meta es ungir al Santo de los santos. Esta frase podría relacionarse con el
lugar santísimo del templo y describir su restablecimiento (9:26), o referirse a la persona
que es el más Santo de todos los santos y al establecimiento del reinado del Mesías.
En fin, la primera parte del capítulo reconoce la causa del sufrimiento:
El final de las sesenta y nueve semanas es fácil de identificar porque Daniel indica que
se le quitaría la vida al Mesías, y sería destruida la ciudad (9:26). No pase por alto la
evidencia profética del Antiguo Testamento, y especialmente este pasaje, donde se
profetiza el rechazo del Mesías y el juicio divino. ¿De qué otra manera podría ser
destruida la ciudad después de su venida? Sin embargo, a pesar del rechazo, el
programa no ha terminado todavía. Sólo sesenta y nueve semanas se han cumplido con
la muerte del Mesías.
Este príncipe hará un pacto por una “semana”, la última, es decir, por otro período de
siete años. Pero lo romperá a la mitad de ella. Después vendrá un desolador haciendo
grandes abominaciones o cosas detestables. El significado de la frase empleada aquí nos
permite entender que será motivado por esas abominaciones, o que las traerá adentro de
“un ala” del templo. De todos modos, vendrá el fin y el desolador será juzgado.
En el mismo año en que Daniel escribía, Ciro promulgó un decreto (29 de octubre de
539 a.C.) por el que autorizaba el regreso de los judíos a la tierra prometida y la
reconstrucción del templo. Aunque representa un punto clave en la restauración del
pueblo de Dios, ese decreto no hace referencia a lo que esta visión menciona. El decreto
de Ciro no habla de la reconstrucción de la ciudad en sí y tampoco resulta en la
restauración de ella. Además, al final de los 483 años, no ocurre nada semejante a lo que
Daniel había prometido.
Otros sugieren que se refiere al decreto de Artajerjes dado a Esdras en 457 a.C. Este
decreto autorizó el segundo regreso a Palestina y la restauración del ceremonial y la
adoración a Jehová. Esdras era el encargado de asuntos judíos y fue el autor de llevarla a
cabo. No obstante, ese decreto tampoco tuvo nada que ver con la reconstrucción física
de la ciudad. Según el informe recibido por Nehemias unos años después, la ciudad
estaba todavía en ruinas. Otra vez se observa que nada ocurre al final de los 483 años.
Se puede hacer una observación más en cuanto a la fecha. Los días exactos nos
llevan al lunes, 10 de Nisán de 33 d.C. La tradición siempre ha enseñado que el día de
palmas ocurrió en domingo. Sin embargo, los eventos de la semana nos dejan un día de
sobra que no se explica. Según Juan 12, Jesús llegó a Betania seis días antes de la
Pascua, que sería el día sábado. Llegó allí en al tarde, a la hora de cenar y fue ungido en
la casa de simón. El domingo llegó un multitud que había oído que él estaba allí. El
siguiente día, lunes, habría sido un día ideal para presentarse. Esta interpretación de los
eventos corresponde también al significado del día, porque el 10 de Nisán fue cuando se
eligió el cordero para la Pascua. Al presentarse el Cordero de Dios ese día, corresponde
exactamente al día en que debió elegirse el cordero.
Algunos que no aceptan que la última semana de las setenta sea una semana todavía
futura de aflicción nos preguntan cómo entendemos el paréntesis entre las semanas 69 y
70. ¿No arruina este “paréntesis” el calendario de las 70 semanas? Algunas personas
dirán que se ha aceptado porque sólo así tiene sentido nuestra interpretación.
Hace falta mencionar que Daniel 9:26 en sí exige una pausa entre estas dos semanas.
No hay otra manera de reconciliar de manera literal la profecía del calendario que Daniel
nos dio con lo que pasó en la historia, sin colocar una pausa de más de una “semana”
entre las dos.
Todo estos eventos ocurren antes de la profecía de Daniel 9:27: “Entonces por otra
semana confirmará (ese príncipe) el pacto”. Así se debe entender la conjunción “y” que
emplea. El relato sigue desde ese mismo momento histórico. Así que, el pasaje en sí
exige una pausa, no importa cuándo se coloque la semana 70. La única pregunta al
respecto es cuánto tiempo dura el paréntesis, cinco semanas, dieciséis semanas, o dos
mil años. El pasaje no nos dice cuanto tiempo durará.
En resumen, entonces, Daniel ha entrado en la presencia del Señor, triste por las
profecías de aflicción que ha visto. Se da cuenta de que el tiempo de la restauración de
pueblo a su tierra se acerca. Confiesa el pecado del pueblo conforme a las indicaciones
dadas en Deuteronomio 30:1–3, y pide que Dios regrese a su nación a su tierra, y a la
bendición divina.
Sin embargo, el profeta podía estar seguro de que Dios llevaría a cabo el plan y
restauraría al pueblo purificado. Así que, los fieles deben seguir confiando en Jehová
porque al final, siempre triunfan.
¡PENSEMOS!
10
Una Guerra Espiritual
Daniel 10:1–19
¿Por qué será que Dios muchas veces tarda demasiado en contestar nuestras
peticiones de ayuda y fortalecimiento? Buscando una repuesta para satisfacer nuestras
dudas, encontramos consolación en el ejemplo de Job. En su caso nos damos cuenta de
que participaba en una lucha espiritual de la cual él no sabía nada. Así aprendemos que
existe una fuerte oposición espiritual que nos puede afectar sin saberlo.
A partir del capítulo 10, Daniel empieza a informar los detalles específicos que Dios le
dio acerca de su plan, haciendo un énfasis especial en el futuro inmediato. Su predicción
relacionada con el período transcurrido entre el Antiguo y el Nuevo Testamento es tan
exacta que puede utilizarse como si fuera un descripción histórica del mismo. Dios sabía
todos los detalles de antemano y los reveló a su siervo, con el fin de que fuera una
fuente de consuelo y motivación a la fidelidad para el pueblo de Dios cuando pasaran por
esos días difíciles.
Esta sección empieza con el relato de la manera en que Dios preparó a su siervo para
lo que estaba por escuchar. La profecía asustaría a cualquier persona que no conociera la
verdadera naturaleza espiritual del conflicto y supiera quién tiene al control de todo. Por
eso Dios prepara a su siervo mediante una revelación del conflicto espiritual (10:1–19)
Para él, la visión de las setenta semanas, fue una mezcla de noticias buenas y malas.
Aunque al final proporcionaría consuelo porque presenta los resultados que tendría, los
eventos del futuro más cercano eran aterradores. Por lo tanto, al considerar la revelación
divina, Daniel estuvo muy triste durante tres semanas. ¿Cómo respondió a esa revelación
(10:1–3, 12)? Durante todo ese tiempo el profeta estuvo presentando sus inquietudes al
Señor en oración y ayuno. La porción dice que se abstuvo de alimento durante tres
semanas debido a su profunda aflicción.
VISION DEL MENSAJERO 10:4–8
¿Cómo respondió Dios a la actitud y acciones de Daniel? Después de las tres semanas
le envió un mensajero celestial. Su poder y gloria eran impresionantes. Los hombres que
estaban presentes no pudieron verlo pero se asustaron al darse cuenta de que algo
sobrenatural ocurría. A Daniel también le dejó sin fuerzas.
Sin embargo, hay otros intereses involucrados en la situación y que tienen que
tomarse en cuenta. El mensajero divino tuvo que luchar contra las fuerzas de Satanás y,
por eso, se retrasó por tres semanas, exactamente el tiempo que Daniel esperó,
preguntándose qué pasaba. (10:13).
El mensajero celestial fue enviado para revelar a Daniel lo que sucedería en los
últimos días (10:14). Su presencia sería un estímulo para los creyentes que estaban en
medio de una batalla que no comprendían porque desconocían el propósito de su aflicción
en el programa divino para la tierra. Era vital que llegara el mensajero a explicárselo,
porque de otra manera el pueblo de Dios se cansaría y se desanimaría estando bajo
presión, dando una victoria a Satanás.
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
11
Un Tiempo de Aflicción
Daniel 10:20–11:35
Ningún capítulo de la Biblia ha provocado más discusión en cuanto al significado
profético dentro del marco histórico que Daniel 11. Las diferencias giran alrededor del
papel que juega en la historia. Este capítulo es tan específico en lo que profetiza que
quien no cree que Dios interviene directamente en la historia revelando los eventos
específicos que se realizarán, no puede aceptar que esta profecía fuera dada de
antemano.
El pueblo de Israel, al pasar por los eventos indicados, podría comprender lo que
estaba sucediendo y prever el resultado final (12:1–3). Por lo tanto, esta sección afirma
una vez más la importancia de mantenerse fieles porque éstos son los que triunfan
(12:3).
Al igual que la visión de las cuatro bestias y la del carnero y del macho cabrío, esta
revelación está relacionada con la anterior (9:24–27). La visión de las setenta semanas
reveló en resumen el programa de Dios para Israel desde el decreto para reconstruir la
ciudad de Jerusalén (444 a.C.) hasta el establecimiento del reino milenial.
Esta visión vuelve a describir el mismo período profético de las semanas, pero con
mayores detalles de los eventos que afectarían a Israel en el futuro más inmediato,
especialmente durante el tiempo comprendido entre los dos Testamentos, cuando
estuvieran bajo el mando del segundo y tercer imperios, medo-persa y griego. Las
primeras sesenta y nueve semanas se presentan en Daniel 10:20–11:35.
Al observar los eventos históricos, podemos ver sin mucho esfuerzo quiénes son los
reyes señalados en este versículo. El rey actual era Ciro (539–530). Después de él, su
hijo Cambises ascendió al trono (530–522). Este asesinó a su hermano Smerdis para que
no le hiciera competencia mientras él no estaba. Sin embargo, la gente no sabía que
Smerdis había muerto. Al regresar de una campaña en Egipto, a Cambises se le avisó
que Smerdis había tomado el trono del imperio. Al considerar las alternativas, Cambises
optó por suicidarse. Asíque, Gaumata, presentándose como Smerdis fue coronado rey.
Este seudo Smerdis sólo gobernó seis meses (522), porque Darío I regresó de la
batalla y lo mató ocupando luego el trono (522–486) y estableciendo su propia dinastía.
Fue durante el reinado de este Darío que los profetas Hageo y Zacarías motivaron al
pueblo de Dios a reconstruir el templo en Jerusalén. El cambio de gobierno provocó que
las naciones súbditas intentaran librarse de la mano de Persia. Debido a las muchas
revoluciones dentro del imperio, Darío tuvo que vencer a nueve reyes en diecinueve
distintas batallas para restaurar el orden.
Después del reinado de Darío, le sucedió Jerjes su hijo (486–465). A este rey lo
conocemos en la Biblia como Asuero, como el gobernante que hizo reina a Ester. Lo que
sabemos de él se relaciona con este incidente, pero en la historia secular es más
conocido por el conflicto que Daniel menciona: al hacerse grande, decidió extender su
reino más y más y salió a pelear contra Grecia. Jerjes perdió la batalla y a raíz de ello su
imperio nunca volvió a recuperarse. Por eso, Daniel traza el fin del imperio en ese
momento. Esta lucha se ve como el primer paso en el proceso irreversible de declinación.
Desde entonces el movimiento político de mayor importancia es la supremacía del
imperio griego. Jerjes lo perdió todo en su lucha contra Grecia. Los sucesos descritos en
el libro de Ester ocurrieron en esos mismos días.
Después del reinado de Jerjes, siguieron varios otros reyes. Sólo el hijo de Jerjes,
Artajerjes (465–423), tuvo alguna importancia política. Le conocemos como el rey que
autorizó el regreso a Jerusalén de Esdras (457) y Nehemías (444). Seis reyes menores
más presidieron durante el período de declinación y destrucción del imperio (423–331).
Aunque lograron posponer la desaparición del imperio por más de cien años, éste nunca
volvió a dominar la región. Por lo tanto, la atención política pasa al desarrollo del
incipiente nuevo imperio en Grecia. El fin del proceso llegó cuando Alejandro venció a
Persia y tomó control del imperio en 331. A Jerjes se le acusa de haber provocado su
caída porque él despertó en Grecia el interés en vencerlos.
El interés principal de Daniel se dirige hacia los dos generales más cercanos que
peleaban entre sí y que continuamente pasaban por la tierra santa para llevar a cabo sus
campañas militares. Los israelitas se encontraban en medio de estas luchas y siempre
sufrían las consecuencias.
Al principio Tolomeo, rey del imperio del sur, se hizo más fuerte. La sede de su
gobierno estaba en Egipto y tomó control de Palestina. Inicialmente Tolomeo intervino
para proteger a Seleuco de un enemigo, y siempre se mantuvo vivo el aprecio y respeto
entre los dos reyes y sus reinos. Sin embargo, en otras generaciones posteriores,
Seleuco se hizo más fuerte y el conflicto empezó a desarrollarse en serio. La historia del
período entre los dos Testamentos gira alrededor de una serie de guerras entre los
tolomeos y seléucidas (11:5).
El trasfondo del conflicto toma en cuenta la primera guerra, sin hablar directamente
de ella. Al final de la segunda, los dos reinos hicieron una alianza. Antíoco II,
descendiente de Seleuco en el norte, se casó con la hija de Tolomeo II para garantizar el
convenio. Cuando Antíoco murió, sus herederos desconocieron ese pacto (11:6).
Tolomeo III decidió rescatar a su hermana y su hijo, pero llegó demasiado tarde. La
esposa anterior de Antíoco los había mandado matar y había puesto a su propio hijo en
el trono. Por eso, Tolomeo atacó y venció a Siria, mató a la esposa anterior, y penetró
hasta el interior del imperio seléucida, llegando hasta Asiria, que se encontraba
sumamente lejos (11:7).
Años más adelante, Seleuco III atacó a Tolomeo III en la tercera guerra (246–241).
El primero tomó de nuevo el resto de Siria que había perdido y una parte del norte de
Palestina. A pesar de esta pequeña ganancia, en general su conflicto contra Tolomeo fue
un fracaso y regresó a casa sin lograr más victorias (11:9).
La cuarta guerra fue iniciada por Antíoco III contra Tolomeo IV (219–217). El primero
llegó hasta Gaza y después se retiró (11:10). Tolomeo regresó para vengar esta batalla y
ganó una gran victoria (11:11). En ella Tolomeo mató a 10,000 soldados y 300 hombres
de a caballo, tomando 4,000 prisioneros. Sin embargo, no supo aprovechar su victoria y
regresó a su tierra para gozar de una vida lujosa y tranquila (11:12).
La quinta guerra fue decisiva, cambiando la fortuna de Israel para siempre. Se trata
de la Batalla de Panías (202–198), misma que resultó en el cambio de control de manos
de los Tolomeos a las de los seléucidas. Después de la cuarta guerra, Antíoco III inició
varias campañas para recuperar el otro lado de su imperio (212–204), logrando el
dominio hasta la frontera con la India.
Mientras tanto, al morir Tolomeo IV, dejó como rey a su hijo pequeño que tendría
unos 4 a 7 años. Este cambio motivó a Antíoco III a invadirlo de nuevo (11:13). Para
ello, hizo una alianza con Felipe V de Macedonia para que combinaran sus esfuerzos
contra Egipto (11:14a). Unos revolucionarios de Israel se unieron a esta guerra,
pensando que podrían terminar con el reinado de Egipto sobre ellos y establecer su
independencia (11:14b).
Antíoco III ganó la guerra. Tomó “una ciudad fortificada” que la historia indica que fue
Sidón y se llevó a cabo la batalla decisiva. Después de esto, Egipto se retiró y dejó
Palestina a Antíoco (11:15). Así Antíoco tomó control de la tierra santa y pudo hacer lo
que quería porque nadie podía oponérsele (11:16).
Después de tomar Palestina, Antíoco III decidió seguir hacia Egipto. Al mismo tiempo
estaba luchando también contra Roma para arrebatarle la provincia de Grecia, a causa de
la influencia de Aníbal de Cartago. Por eso, en lugar de pelear, decidió hacer alianza con
Tolomeo. Dio su hija Cleopatra, para que se casara con el hijo de Tolomeo quien sólo
tenía 10 años. El matrimonio se pospuso 4 años debido a su corta edad. Antíoco pensaba
destruir el reino de Tolomeo al unirlo con el suyo, pero eso no resultó. Se casaron los
hijos, mas el fin deseado no se logró (11:17).
El profeta describe las campañas de Antíoco III para quitar Grecia a Roma (11:18–
20). La costas involucradas se refieren a todo el área del Mar Egeo. En 202, Roma venció
a Aníbal de Cartago en Zama, al sur de Cartago. Aníbal logró escapar, buscando la
protección de Antíoco III, quien estaba celebrando su supuesta victoria sobre Tolomeo.
Roma se hacía cada día más fuerte y por eso Aníbal animó a Antíoco a invadir a
Grecia, ya que Roma la había abandonado para luchar contra Cartago en el norte de
Africa y no querían luchar en dos frentes a la vez. El pueblo de Macedonia apoyaba a
Antíoco porque no querían el control romano. Así que, en 193, Antíoco empezó una
campaña en Macedonia. Al principio resultó victorioso (11:18); tomó Macedonia, parte de
Tracia, y parte de Grecia. Pero entonces entró Escipión (asiático), un general romano
(hermano de Escipión (africano), también un general muy notable que había tomado
Cartago venciendo a Aníbal.
1. Antíoco cedió casi todo el territorio de Asia Menor al norte y occidente de las montañas
de Tarso.
2. Cedió sus elefantes de guerra que le servían como si fueran tanques modernos, así
como su fuerza naval.
3. Tuvo que pagar una indemnización anual, durante doce años (189–177).
4. Mandó 20 rehenes a Roma para garantizar el pago de la indemnización. Antíoco IV fue
uno de ellos.
El resultado de ese pacto fue que cuando Antíoco murió en 187 y Seleuco IV tomó el
trono (187–175), el reinado fue muy tranquilo porque dedicaba toda su fuerza a cobrar
tributos para pagar la indemnización anual a Roma. El rey enviaba a Eliodoro para que
los cobrara en toda “la gloria del reino”, frase empleada para describir a Israel. Eliodoro
trató de robar el templo de Jerusalén para conseguir más fondos, pero su plan fracasó
(11:20).
Logró derrotar a varios de sus enemigos. Los principales fueron dos: Eliodoro y sus
aliados (11:21–22a) y el pueblo de Dios, dirigido por el sumo sacerdote (11:22b–24).
Entre otros, Daniel dice que Antíoco venció al “príncipe del pacto”. Aunque este título
podría referirse al rey de Egipto (11:17), lo más probable es que se refiera a su victoria
sobre Onías III, sumo sacerdote de Israel. Antíoco quería unificar su reino a través de un
programa de helenización para convertir a todos los pueblos bajo su mandato a la cultura
griega. En 174 el rey nombró a Jasón, hermano de Onías III, como sumo sacerdote.
Jasón había pagado un fuerte soborno y prometió una promoción activa del programa de
helenización de Antíoco.
En 171 Antíoco intervino una vez más en los asuntos religiosos de Israel al nombrar a
Menelao, un benjamita, como sumo sacerdote. Menelao le había prometido un soborno
mayor y una promoción todavía más intensiva de su programa. Al final del proceso,
Antíoco mató a Onías III, pero Jasón escapó.
Tanto la historia como la profecía de Daniel indican que con poca lucha y mucho
engaño Antíoco tomó control de la tierra. Cuando el pueblo estaba en paz y la gente bajo
su autoridad, Antíoco entró sin razón para robar y distribuir el botín (11:24).
Después de tomar el control de su propio reino, Antíoco se dirigió de nuevo a Egipto.
En 170 Tolomeo VI decidió tomar control de Palestina (11:25). Sin embargo, algunos de
sus principales consejeros lo traicionaron. Cuando Antíoco oyó de sus planes invadió a
Egipto, venciéndolo de nuevo (11:26).
Al vencer a Tolomeo VI, Antíoco se proclamó rey de Egipto. Creó una competencia al
nombrar a Tolomeo VII, rey de Menfis y a Tolomeo VIII, rey de Alejandría. Esta
competencia les debilitaría. Los dos siguieron luchando uno contra el otro. Así evitó
Antíoco que le hicieran daño (11:27).
Al volver de Egipto, Antíoco oyó que Jasón había regresado a Jerusalén. El pueblo se
había unido a él para derrocar a Menelao como sumo sacerdote por lo que éste se
escondió en la fortaleza de Acra en el centro de Jerusalén.
Los judíos se habían rebelado porque Menelao había robado los tesoros del templo
para pagar el soborno a Antíoco. Al ver este movimiento político, Antíoco lo interpretó
como una rebelión contra él mismo. Por lo tanto, decidió tomar a Jerusalén (11:28; para
comprender mejor la historia del período lea la historia que relata 2 Macabeos 5:11–17).
Con el apoyo de Menelao, Antíoco robó el templo y se llevó el botín, dejando encargado a
uno de sus generales, Felipe de Frigia (1 Macabeos 1:20–26; 2 Macabeos 5:18–22).
En 168, Tolomeo VII y VIII decidieron unir sus esfuerzos para oponerse a su tío.
Antíoco regresó y peleó contra ellos, pero algo distinto ocurrió. Al ganar la batalla contra
Egipto, se topó con el general romano Popileo Leno, a quien había conocido en Roma.
Popileo Leno le exigió que abandonara Egipto, pero éste le respondió que necesitaba
tiempo para pensarlo. Popileo Leno trazó un círculo alrededor de él y le dijo que lo
decidiera antes de salir del círculo. Ante esta disyuntiva, optó por salir de inmediato
(11:29–30a).
Así empezó una época de persecución intensa para el pueblo de Dios como nunca
había sufrido antes. Los judíos fieles fueron grandemente asolados por su fidelidad a Dios
(11:31–33; 1 Macabeos 1:38–64). Por eso, muchos se apartaron de la fe y traicionaron
tanto a su Dios como a su propio pueblo (11:32a). A la vez, surgió un movimiento de
resistencia para enseñar a los demás a mantenerse fieles (11:32b–33). Este movimiento
popular militar estuvo bajo el liderazgo de los macabeos. Muchos se unieron a ellos para
luchar contra Antíoco. Algunos lo hicieron por motivos falsos, sin comprometerse a ser
leales a Jehová. Sin embargo, el movimiento creció y por fin, lograron independizarse del
dominio de Antíoco (11:34–35).
La enseñanza personal de este movimiento es que cuando los sabios resisten y caen
por causa de su lealtad a Jehová, su caída sirve para purificar al pueblo. Este proceso de
purificación seguiría hasta el fin del tiempo señalado por Dios. Es decir, Dios lo llevaría a
su fin indicado.
Al llegar al final de 11:35, se hace una transición con el versículo siguiente (v. 36b).
El autor pasa del tiempo de Antíoco al tiempo del anticristo: “… hasta el tiempo
determinado … Y el rey hará su voluntad”. Vendrá otro rey que hará su voluntad y, éste
sí, los llevará al fin del tiempo indicado por Dios. Al final, él salvará a su pueblo de esta
gran aflicción (12:1–3). Sin embargo, no se llevará a cabo hasta que Dios lo determine.
¡PENSEMOS!
12
El Triunfo de los Fieles
Daniel 11:36–12:13
Cuando nos toca pasar por horas de aflicción a causa de nuestra fe en el Señor
Jesucristo, es difícil pensar en las implicaciones del sufrimiento, la guerra espiritual en la
cual participamos, la importancia de la fidelidad a Dios, y la victoria final. Sólo pensamos
en la realidad del dolor presente; como nos afecta, queremos librarnos de él.
A través de todos los tiempos, el pueblo de Dios ha tenido que enfrentar este conflicto
interno. Era tan real para el pueblo de Dios en los días de Daniel como lo es para
nosotros hoy.
Nunca ha sido fácil sufrir por el nombre del Señor, ni lo buscamos. Así que los
creyentes de todas las generaciones necesitan este recordatorio y conocer la perspectiva
correcta en cuanto al plan de Dios y su participación en él. Una verdad perenne es que
los que se mantienen fieles al Dios verdadero del universo, al final triunfarán juntamente
con él.
Daniel inserta una transición entre Antíoco Epífanes, tipo del anticristo a quien
representa, y éste último, para completar la profecía del futuro. Daniel 11:35b–36
literalmente dice: “… hasta el tiempo del fin, porque aún está por delante el tiempo
determinado. Y el rey [de los últimos tiempos] hará su voluntad”. En otras palabras,
todavía vendría otro rey que “hará su voluntad” y, éste sí, los llevará al final del tiempo
indicado por Dios.
Algunos comentaristas sugieren que no hay suficiente base para cambiar la identidad
de los personajes y no ven la transición de Antíoco al anticristo. Insisten en que el autor
sigue hablando de la misma persona. La crítica moderna ataca el libro profético
precisamente por la diferencia entre estas dos porciones bíblicas. Dicen que debe
referirse a personajes históricos de aquel entonces. Según ellos, el autor fue mal
historiador, porque desde ese momento en adelante empieza a equivocarse ya que las
cosas que dice a partir del versículo 36 no se cumplieron con Antíoco. Así que, o Daniel
de repente empezó a errar (como afirman ellos) al describir a Antíoco, o describió a otro
personaje como aseveramos nosotros.
Sin embargo, existen suficientes motivos de peso para apoyar la opinión de que el
autor deja, en este punto, de hablar de Antíoco para presentar al anticristo:
1. El énfasis que hace entre “el fin de sus días” y “el fin de este tiempo”, y al mencionar
otro tiempo todavía por venir, parece señalar un cambio de épocas y de personas
(35b–36).
2. Las declaraciones en cuanto al carácter de ese rey sobrepasan lo que sabemos de
Antíoco e incluyen algunas características que no eran ciertas de Antíoco:
a. Se engrandece sobre todo dios (11:36). Antíoco siempre insistía en la adoración de
los dioses griegos. Por el contrario, el anticristo no acepta la adoración de ningún
otro dios (2 Tesalonicenses 2:4).
b. No hace caso del amor de las mujeres (11:37). En cambio, Antíoco era conocido
por sus relaciones con muchas de ellas.
c. Promueve la adoración de un dios que sus padres no conocieron (11:38–39). En
oposición, los dioses que Antíoco pensaba establecer eran los mismos de sus
padres y del pueblo griego.
3. Daniel se dedica a describir la política del anticristo (11:36–39). Si fuera la del mismo
Antíoco, no sería necesario, porque ya lo había hecho antes. Toma el relato desde el
principio debido a que se trata de otra persona.
4. Presenta muchos datos históricos que no corresponden a la vida de Antíoco (11:40–
45). Parece raro este cambio después de haber proporcionado tantos detalles exactos.
Además, su descripción corresponde mejor a lo que sabemos del anticristo.
5. No hacía falta más discusión en cuanto a Antíoco porque esa parte de la historia ya se
había cumplido (11:30–35).
6. La presentación del anticristo como “el rey” sugiere un cambio de persona.
a. A Antíoco no se le Llama rey en Daniel 11. Es “el hombre despreciable” a quien el
autor no le confiere el honor de Llamarle rey.
b. Los reyes anteriores se Llaman “el rey del norte”. Este título no se emplea tampoco
aquí.
7. “En aquel tiempo” empleado en Daniel 12:1 demuestra que este rey gobernará
durante el tiempo de la gran tribulación (Mateo 24:21; Jeremías 30:4–9)
La descripción que se nos da de este último rey que hace su voluntad se refiere a un
gobernante soberbio al que nadie puede oponerse (11:36–39). Más bien se parece a la
explicación que da del cuerno pequeño en Daniel 7, del príncipe que ha de venir en
Daniel 9, del hombre de pecado en 2 Tesalonicenses 2, y de la primera bestia en
Apocalipsis 13. Así que concuerda con lo que sabemos en cuanto al anticristo de los
últimos días.
El rey instituye su propia religión, centrada en sí mismo. No acepta ningún otro dios
anterior. El niega al dios, o mejor dicho, a “los dioses de sus padres” (Biblia de las
Américas”). El uso del plural aquí, en contraste con el singular que se usa en el contexto,
parece indicar que habla de los dioses paganos griegos. Así que niega al Dios verdadero
(11:36), pero también a todos los otros dioses (11:37), y se autonombra dios (11:37b; 2
Tesalonicenses 2:3–4).
Este rey honra al “dios de las fortalezas” (11:38). Aunque no sabemos con seguridad
nada en cuanto a tal dios, podría ser una personificación del poder. Todo lo que sabemos
en cuanto a este rey soberbio nos inclina a reconocer que está enamorado del poder, a
tal grado que se podría decir que el único dios que el adora es el poder. Gasta grandes
cantidades de dinero en “sacrificios” relacionados con la actividad militar que le
permitirán establecer más fortalezas y demostrar su gran poder. Las más inexpugnables
serán vencidas por este “dios” extraño (11:39).
Los miembros de los pueblos vencidos que le honren serán recompensados si son
sumisos a su autoridad. El repartirá la tierra a los que “paguen el precio“, es decir, a
quienes se someten a él y le adoren. El precio indicado podría referirse a sobornos. Sea
cual fuere, el punto principal aquí es que los que lo reconozcan y lo sigan prosperarán y
recibirán beneficios personales de su mano.
¡PENSEMOS!
1. Hay dos potencias involucradas. El rey del sur se levanta contra el rey del norte. Este
punto de vista concuerda con el resto de Daniel 11. Entonces, el rey del sur
contenderá con el del norte, y el rey del norte se levantará contra el del sur.
2. Hay tres potencias involucradas. En este caso, el rey del sur y el del norte se movilizan
contra el rey (el anticristo) que hace su voluntad. Este último se refiere al
descendiente de Roma presentado en Daniel 9. Los dos se oponen a él porque se
identifica con Israel y les ayuda.
Es difícil saber con seguridad cuál de estas alternativas es más probable. No cabe
duda de que el escenario de las dos potencias en conflicto se conforma mejor al relato de
Daniel 11. Sin embargo, ya no hay ninguno que corresponda a la descripción de un
imperio del norte con la misma clase de poder sobre la región como Seleuco. Para que se
cumpliera este aspecto tendría que ocurrir una gran restauración del poder de Siria, o
alguna potencia descendiente de esa región. Se debe notar que Roma y sus sucesores
siempre se presentan en las escrituras como una potencia del occidente, no del norte.
Tal alianza podría afirmarse aún más si existiera una segunda fase para solucionar el
moderno conflicto con Irak u otro semejante. El problema podría ser resuelto con un
acuerdo entre las naciones árabes o musulmanas que se unirían a Irak para buscar una
solución a la crisis Palestina.
Un acuerdo paralelo de protección, hecho con alguna potencia occidental e Israel,
podría establecer un ambiente propicio para que se cumplieran los eventos que Daniel y
Ezequiel profetizaron. En Ezequiel 38–39 observamos un cuadro parecido a éste. La paz
del pueblo que se describe en Ezequiel podría explicarse por su confianza en el rey que
hiciera un pacto para protegerlos.
La descripción del enemigo del norte hecha por Ezequiel, indica que viene de las
regiones identificada con la Rusia moderna (38:6, 15; 39:2). El historiador judío Josefo
indica que los descendientes de Magog (Génesis 10:2) se identifican con los escitas,
quienes vivieron al norte del Mar Negro en lo que ahora forma parte de ese país.
Además, se puede notar la semejanza de consonantes que aunque no es definitiva,
podría ayudarnos a entender estos movimientos:
A pesar de su fuerza, el rey no prevalecerá, sino que será destruido. Cuando Dios
intervenga para acabar con él, nadie lo podrá rescatar.
Entonces, Dios enviará a su mensajero celestial, Miguel, quien logrará la salvación del
pueblo de Dios (12:1b–3). Apocalipsis 7 indica que 144,000 van a ser sellados para
protegerlos de los juicios de la tribulación. Aunque sufrirán tremendamente, no morirán,
sino que Dios los protegerá y al final serán salvos.
Ahora, por fin, se ve lo que el pueblo en medio del sufrimiento no pudo ver: el
resultado final; el clímax de este gran drama. el fin del tiempo de los gentiles. Algunos
serán resucitados para recibir la vida eterna; otros para castigo futuro (12:2–3). En
realidad, pasará tiempo entre los dos eventos mencionados aquí (Apocalipsis 20). Sin
embargo, el autor no se interesa tanto en la cronología de los sucesos, sino en el final del
conflicto.
Según Daniel 11, aún no era el tiempo de recibir el premio. La victoria no era final,
sino parcial y temporal. Todavía les esperaba más aflicción. Pero ahora en Daniel 12:3,
se menciona que habrá una victoria al final. Los sabios mencionados antes, quienes
comprenden el significado de los eventos y responden adecuadamente, reciben la
exaltación prometida (11:33; 12:3). Al final, los fieles triunfarán y su victoria será
permanente. Puede ser que el pueblo de Dios haya perdido muchas batallas, pero al fin
vencerá en la que realmente importa.
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
Cuando se acabe la dispersión del pueblo santo, terminará el tiempo. Esta frase
podría referirse a cualquiera de los tres sucesos simultáneos: el fin del tiempo de la
persecución, el fin del tiempo de los gentiles, o el fin del período de maldición y castigo
divino en contra de su pueblo. Todo terminará después de los tres años y medio de
aflicción bajo el poder del rey soberbio (12:7).
Daniel no comprendió la respuesta y, por eso, la repitió de otra manera: “¿Cuál será
el fin de estas cosas?” (12:8). Se le contestó que no recibiría respuesta a su pregunta
hasta el tiempo del fin. Sólo los que vivieran en los últimos tiempos comprenderían el
significado de sus profecías (12:9). El fin se caracterizará por una gran tribulación, pero
sólo los purificados comprenderán el significado de estas profecías (12:10).
Dios promete bendición para los que resistan los mil trescientos treinta y cinco días, o
sea cuarenta y cinco días más que el tiempo anunciado para la aflicción (12:12). ¿Por
qué esta diferencia? Daniel no nos lo explica. Dwight Pentecost sugiere que tal vez se
base en la “señal del Hijo del Hombre en el cielo” (Mateo 24:30). Después del anuncio de
su venida, se requieren unos días de preparación antes del establecimiento del reino
prometido, en que se iniciará el tiempo de bendición.
El libro termina con una promesa personal para Daniel la cual se extiende también a
todos los fieles, quienes verán el fin y el gran clímax de esta lucha en que han
participado. Se le prometió que primero morirá, y después será resucitado para recibir su
herencia.
Así que se observa una vez más la verdad principal del libro: los fieles triunfarán
(12:13). Aunque vengan días difíciles e inseguros, el destino final no lo es porque Dios
controla toda la historia, aun la de las naciones paganas. Quienes siguen permaneciendo
fieles, triunfarán juntamente con él en el gran clímax de la historia humana.
¡PENSEMOS!