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SEGURIDAD Y DEFENSA
NACIONAL
CURSO
Constitución
UNIVERSIDAD NACIONAL DE INGIENERÍA
DOCENTE
Ing.
Facultad de Ingeniería Eléctrica y Electrónica
ALUMNOS
Cecilia
Julio Marcelino Alarcón
xxxx
07 de Abril de 2010
UNIVERSIDAD NACIONAL DE INGENIERÍA
Facultad de Ingeniería Eléctrica y Electrónica
ÍNDICE
Pág.
ÍNDICE.................................................................................................................................................... 4
INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................................... 5
SEGURIDAD NACIONAL .......................................................................................................................... 6
I. DEFINICIONES ........................................................................................................................... 6
II. SEGURIDAD NACIONAL Y EL ESTADO PERUANO ......................................................................... 8
III. BASES Y FUNDAMENTOS DE LA SEGURIDAD NACIONAL .............................................................. 8
IV. LA POLÍTICA DE SEGURIDAD NACIONAL EN EL ACUERDA NACIONAL............................................ 9
4.1. OBJETIVOS ..................................................................................................................... 11
DEFENSA NACIONAL ............................................................................................................................ 12
I. DEFINICION............................................................................................................................. 12
II. FFFFFFFF......................................................................................... ¡ERROR! MARCADOR NO DEFINIDO.
INTRODUCCIÓN
SEGURIDAD NACIONAL
El concepto Seguridad Nacional es utilizado prácticamente por todos los países del
mundo. Este concepto define lo que cada país entiende por Seguridad Nacional,
determinado por sus intereses nacionales y en el que refleja la defensa de los criterios
que rigen la vida interna del país, su política internacional, la defensa del mismo y las
normas de convivencia que observará ante la comunidad internacional. 1
I. DEFINICIONES
1
GARCIA ITURBE, Néstor. La seguridad Nacional de Estados Unidos de América. Extraído de:
http://www.cubasocialista.cu/Revistas/Revista46/07CubaSocialista46.pdf
Es así, que del concepto genérico de Seguridad surge la Seguridad Pública que
comprende la Seguridad Nacional, que a su vez incluye la Seguridad del Estado y la
Seguridad Ciudadana, y su prestación está a cargo exclusivamente de las
autoridades estatales, en particular, de manera principal, de los órganos que
integran la Fuerza Pública, esto es, las Fuerzas Militares y de Policía, y de los demás
órganos de seguridad del Estado. Además, también como parte del género
Seguridad, está la Seguridad Privada, cuya prestación también es un servicio
público pero a cargo de los particulares, en este último caso, previa autorización
administrativa, la cual se otorga o confiere conforme a la ley. 2
2
Universidad Sergio Arboleda., Seguridad Nacional, Seguridad del Estado y Seguridad Ciudadana.
Extraído de: http://www.usergioarboleda.edu.co/civilizar/seguridad_ciudadana.htm
Sin embargo, es de resaltar que los conceptos son relativos, ya que tienden a
variar respecto a las circunstancias que enmarcan las situaciones temporales y el
contexto histórico.
3
Definiciones de términos usados en la lucha no violenta. Extraído de:
http://www.hermanos.org/nonviolence/glosario3.html
4
ESTADO PERUANO. Libro Blanco para la Defensa Nacional. Capítulo III, Política de Estado para la
Seguridad y la Defensa Nacional.
5
ACUERDO NACIONAL. Novena Política De Estado Del Acuerdo Nacional
4.1. OBJETIVOS
DEFENSA NACIONAL
I. DEFINICION
6
ESTADO PERUANO. Loc. Cit.
LA SEGURIDAD Y LA DEFENSA
NACIONAL EN LA CONSTITUCIÓN
POLITICA DEL PERU DE 1979 Y 1993
cierto que el título del Capítulo Constitucional podría ser el amparo que requeriría.
En todo caso, el desarrollo doctrinario de los conceptos de Seguridad Nacional y
Defensa Nacional; en las Constituciones de 1979 y 1993, en la Ley del Sistema de
Defensa Nacional (incluida la del 2005), en el Libro Blanco de la Defensa y las
escasas Directivas actualizadas para el funcionamiento del Sistema; no nos
permiten concluir que este ordenamiento será suficiente para desarrollar un
sistema apropiado a nuestra realidad. Esperemos que en los Planes de Gobierno de
los candidatos presidenciales se incluyan aspectos más explícitos sobre estos
sistemas.
- Ejercitar la Defensa Nacional, es decir, ejecutar las decisiones que se tomen según se
ha visto en los párrafos anteriores.
La movilización a la que alude el segundo párrafo del arto 164 es una situación
declarada como tal por el poder político, en la cual todos los recursos humanos y
materiales pueden ser dispuestos para la Defensa Nacional. En el ámbito humano, por
ejemplo, se puede hacer una leva que permita al Estado contar con los servicios de los
ciudadanos, y en el ámbito de los recursos materiales, se pueden hacer incautaciones
que reconocidas por el Estado con una compensación, servirán para destinar dichos
bienes a la defensa; una y otra cosa no son habituales, pero son situaciones que
pueden darse en casos calificados en que la Defensa Nacional debe operar extremando
su eficiencia.
La movilización se hace de acuerdo con los mandatos de la Ley de Movilización
Nacional, porque al afectar la libertad y propiedad de las personas, tienen que quedar
claramente establecidos los márgenes dentro de los cuales puede actuar la autoridad
pública.
Coincidimos por ello con Marcial RUBIO, en que la movilización «es el esfuerzo máximo
de defensa nacional que hace un pueblo en circunstancias de grave amenaza. Por ello,
todos los recursos necesarios se disponen para la defensa».
La ley determina los alcances y procedimientos de la movilización para los efectos de la
defensa nacional.
La Defensa Nacional es esencialmente una política del Estado. Volvemos a reiterar esta
tesis que nos parece central. Pero, además, tiene que ver con todos sus recursos
humanos y materiales. Por consiguiente, es un tema de decisión política del más alto
nivep36. Requiere de leyes que le den un marco institucional y de procedimientos, y
- Preparar la Defensa Nacional, es decir, tomar las decisiones que conduzcan a que el
país esté debidamente organizado, en posesión de los instrumentos y técnicas
requeridos, así como apercibido de sus deberes y derechos, y de las acciones que se
prevé tendrá que tomar, en las diversas fases y circunstancias que enfrente la Defensa
- Ejercitar la Defensa Nacional, es decir, ejecutar las decisiones que se tomen según se
ha visto en los párrafos anteriores.
La movilización a la que alude el segundo párrafo del arto 164 es una situación
declarada como tal por el poder político, en la cual todos los recursos humanos y
materiales pueden ser dispuestos para la Defensa Nacional. En el ámbito humano, por
ejemplo, se puede hacer una leva que permita al Estado contar con los servicios de los
ciudadanos, y en el ámbito de los recursos materiales, se pueden hacer incautaciones
que reconocidas por el Estado con una compensación, servirán para destinar dichos
bienes a la defensa; una y otra cosa no son habituales, pero son situaciones que
pueden darse en casos calificados en que la Defensa Nacional debe operar extremando
su eficiencia.
La movilización se hace de acuerdo con los mandatos de la Ley de Movilización
Nacional, porque al afectar la libertad y propiedad de las personas, tienen que quedar
claramente establecidos los márgenes dentro de los cuales puede actuar la autoridad
pública.
Coincidimos por ello con Marcial RUBIO, quien escribe que la movilización «es el
esfuerzo máximo de defensa nacional que hace un pueblo en circunstancias de grave
amenaza. Por ello, todos los recursos necesarios se disponen para la defensa».
El mismo autor recuerda que, pese a la importancia de la movilización para la defensa
nacional, «es absurdo que no exista una ley de movilización vigente en el país»739.
Cada institución de las Fuerzas Armadas tiene su propia Ley Orgánica y también tiene
la suya el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas.
Como puede verse, son todas finalidades volcadas a prevenir y resolver los conflictos
externos del país, esto es, las amenazas y confrontaciones que existan con otros
Estados o con otras organizaciones del exterior que pudieran entrar en conflicto con el
Perú. Marcial RUBIO agrega con acierto que otra de las funciones primordiales de las
Fuerzas Armadas es su participación en el desarrollo económico y social del país743.
Ello está expresamente descrito por el art. 171 del texto constitucional, y la doctrina
moderna sobre el tema asume este postulado.
El artículo que comentamos establece, además, que las Fuerzas Armadas asumen el
control del orden interno en estado de emergencia, cuando el Presidente de la
República así lo dispone; y lo asumen plenamente en caso de decretarse el estado de
sitio.
De hecho, durante los años de violencia terrorista, las Fuerzas Armadas a través del
Comando Conjunto y de sus Jefes Político-Militares, ejercitaron el control del orden
interno en todas las zonas declaradas en emergencia (y lo siguen ejercitando al
elaborar este trabajo).
En la práctica, la frecuencia con que las Fuerzas Armadas han tomado el control del
orden interno, las ha convertido en una especie de institución policial al interior del
país. Consideramos que ello es un error que afecta las finalidades principales que les
asigna la Constitución. El control del orden interno, salvo circunstancias demasiado
graves e inusuales, debe mantenerse en manos de las autoridades políticas; debe ser la
Policía la fuerza pública que auxilie en las labores coercitivas y coactivas. Para ello,
desde luego, la Policía deberá estar adecuadamente organizada y contar con los
recursos humanos, materiales y económicos que le permitan cumplir dicha función.
Cuando las Fuerzas Armadas toman el control del orden interno, se empieza a vivir una
situación en la que los objetivos militares empiezan a tener mayor importancia
ponderada que los no militares en las decisiones de la autoridad política. No puede ser
de otra manera, puesto que las tareas militares no contemplan la administración
política de poblaciones civiles. Esta situación puede tornarse negativa, particularmente
cuando se pretende la existencia de un Estado de Derecho con organización
democrática y participación del pueblo.
Las reglas que comprenden a la emergencia temporal tienen que ser adecuadas a la
realidad del país, y debe buscarse que sólo las circunstancias verdaderamente
excepcionales hagan que el Presidente de la República,
3. La Policía Nacional
No hay acuerdo sobre la definición precisa del orden interno y el debate ha florecido
en el Perú a medida que diversos especialistas se han ocupado del tema. La
Constitución emplea el concepto en el inc. 4 del art. 118, al señalar que es atribución
del Presidente de la República «velar por el orden interno y la seguridad exterior de la
República». La mención significa que dentro del Estado el orden interno es una función
del Poder Ejecutivo. La siguiente referencia constitucional se da en el inc. 1 del art.
137: «En estado de emergencia las Fuerzas Armadas asumen el control del orden
interno si así lo dispone el Presidente de la República». Por su parte, el arto 165 ratifica
la situación singular y de excepción en que las Fuerzas Armadas asumen el control del
orden interno. Finalmente, es recién en el arto 166 que el concepto es ampliado y
precisado en sus contenidos, al tiempo que se encarga a la Policía Nacional el
garantizarlo, mantenerlo y restablecerlo.
El orden interno puede ser definido como aquella situación interna de paz y posibilidad
de progreso para el conjunto y para los individuos, en la cual se cumplen el orden
jurídico y la organización democrática con un espíritu de justicia y equidad. Pero esta
idea general debe precisarse, señalando que el orden interno se estructura como un
sistema de reglas destinadas a mantener el buen funcionamiento de los servicios
públicos, la seguridad y la normatividad ético-jurídica de las relaciones entre
particulares y entre éstos y el Estado. En el sentido expuesto, el orden interno tiene
que ver con el cabal funcionamiento de la legalidad vigente. Esto interesa a todos,
porque su conservación expresa la paz social, mientras que su resquebrajamiento
puede afectar a la estructura del Estado y a toda la Nación 744.
Hay que tener en cuenta que velar por el orden interno es una función esencialmente
política, encomendada al Poder Ejecutivo en el inc. 3 del art. 118. No se trata por
consiguiente de un asunto de naturaleza técnico-jurídica, pues en tal caso,
correspondería tal función al Ministerio Público que se encarga de defender la
legalidad y los intereses públicos tutelados por el Derecho, según el arto 159 de la
Constitución.
En adición al orden interno, el artículo que comentamos dice que la Policía Nacional
«presta protección y ayuda a las personas y a la Comunidad. Garantiza el cumplimiento
de las leyes y la seguridad del patrimonio público y del privado. Previene, investiga y
combate la delincuencia. Vigila y controla las fronteras». Se trata en realidad de
desagregaciones sin mayor orden ni concierto del conjunto de actividades que supone
el garantizar, mantener y restablecer el orden interno. Inclusive, es una enumeración
incompleta porque, por ejemplo, no toma en cuenta un aspecto esencial de la
participación de la Policía en el orden interno que es la función de patrullaje,
esencialmente coercitiva y por lo tanto no violenta, pero que es a veces mucho más
eficiente previniendo el desorden, que la intervención violenta y coactiva para
restablecerlo. Tampoco se expresa adecuadamente el concepto aparecido en los
últimos tiempos y que, en nuestro criterio, tiene una importancia muy grande para la
vida social: el de seguridad ciudadana. La seguridad es y será un factor cada vez más
importante en la vida moderna. En todo caso, pudo incluirse como finalidad
fundamental de la Policía Nacional el mantenimiento de la seguridad ciudadana.
Sobre esta segunda parte del artículo consideramos que debería retrabajarse el tema,
tanto desde el punto de vista técnico como desde el político, y hacerse una
reestructuración que exprese el trascendental aporte que a la paz y al progreso -es
decir, al orden interno-, realiza la Policía Nacional.
global. Tiene que haber mando supremo para que dichas decisiones sean acatadas. Por
eso el Presidente de la República no sólo las conduce sino que es su Jefe Supremo; en
consecuencia, en la línea de mando y bajo el principio de disciplina, nadie
desobedecerá las órdenes del Presidente dentro de las Fuerzas Armadas y de la Policía
Nacional.
Al propio tiempo, sin embargo, las instituciones castrenses y policiales tienen una
organización institucional, sus canales de mando y de toma de decisiones. Una manera
de entender la jefatura suprema consiste en que el Presidente de la República no tiene
porqué respetar esa institucionalidad. Basta con que dé una orden en cualquier nivel
para que ella sea cumplida, lo sepa o no el superior de quien debe cumplirla.
Artículo 168.- Las leyes y los reglamentos respectivos determinan la organización, las
funciones, las especialidades, la preparación y el empleo; y norman la disciplina de
las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional.
Las Fuerzas Armadas organizan sus reservas y disponen de ellas según las necesidades
de la Defensa Nacional, de acuerdo a ley.
El segundo párrafo del art. 168 se refiere a las reservas de las Fuerzas Armadas.
La organización de las reservas implica a aquellas personas que se hallan en la vida civil
pero que, en circunstancias de movilización, pueden ser llamadas a servir
obligatoriamente en la institución castrense en que les toque ingresar. La reserva
también se organiza de acuerdo a ley, porque supone la limitación de la libertad de la
persona en múltiples manifestaciones y no puede ser manejada al arbitrio de quienes
comandan.
Artículo 169.- Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional no son deliberantes. Están
subordinadas al poder constitucional.
Sin embargo, porque detentan el poderío material del país, no deben tener iniciativa
en ello, ni deben dirigirse directamente al pueblo o, menos aún, tomar vías de hecho -
inclusive manifestaciones públicas- para expresar sus posiciones. Lo deben hacer en las
circunstancias que establezcan las leyes y de acuerdo a procedimientos
preestablecidos. Hay que tener presente que las personas con responsabilidad
funcionaria no se dirigen directamente al pueblo, sino a los gobernantes y altos
magistrados de la República, quienes sí tienen vinculación con el pueblo. Sería
peligroso que la opinión de las Fuerzas Armadas o de la Policía Nacional,
eventualmente contraria al gobierno sobre un determinado asunto, pudiera ser
libremente ventilada en la discusión pública, convirtiéndolas necesariamente en parte
interesada de un conflicto político. Es preciso que en estos asuntos se dé la
participación a las instituciones, pero se garantice que su opinión sea calificada, es
decir técnica, y sea utilizada responsablemente por todos los involucrados, bajo
responsabilidades concretas.
En este tema, conviene evitar el peligro opuesto: que no teniendo la menor posibilidad
de expresar su opinión, las instituciones castrenses y policiales puedan generar en su
interior sentimientos de rebeldía que perjudiquen en el largo plazo la estabilidad del
sistema constitucional, no sólo a través de golpes de Estado, sino de multitud de otros
efectos y maneras de actuar.
Otro ejemplo que puede ilustrar el desconocimiento por parte de algunos mandos
militares del artículo constitucional que comentamos, está relacionado con el sonado
caso del empresario peruano Baruch Ivcher. Como se sabe, el gobierno peruano, en
una decisión que hemos criticado y analizado en otras partes del presente libro, retiró
el título de nacionalidad peruana al mencionado empresario, propietario del Canal 2
de Televisión. Pero debe recordarse que todo este problema se inició con un
comunicado público suscrito por el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas,
impertinente desde todo punto de vista, en el cual se lanzaron gruesas acusaciones en
contra del mencionado ciudadano. ¿Podía el Comando emitir este comunicado?
Entendemos que no, pues el art. 169 se lo prohibía expresamente.
- El inciso 20 del artículo 2, que permite que los miembros de las Fuerzas Armadas y de
la Policía Nacional sólo puedan ejercer el derecho de petición individualmente. Se les
prohíbe el uso colectivo del mismo.
- El artículo 34, que prohíbe los derechos de elegir y de ser elegidos a los miembros de
las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional en servicio activo.
- El artículo 42, que prohíbe los derechos de sindicalización y huelga a los miembros de
las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional.
- El artículo 91 inciso 4 que, prohíbe postular a los miembros de las Fuerzas Armadas y
de la Policía Nacional y ser elegidos congresistas si no han dejado tal situación seis
meses antes de la elección.
- El artículo 98, que establece la prohibición de ingreso en el recinto del Congreso sin
autorización de su propio Presidente, a las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.
- El inciso 14 del artículo 188 que establece la atribución del Presidente de la República
de ser él quien presida el Sistema de Defensa Nacional y organice, distribuya y
disponga el empleo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional.
- El artículo 124, que permite a los miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía
Nacional ser ministros de Estado.
- El artículo 186, que establece que las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional cumplirán
obligatoriamente las disposiciones que dicte la Oficina Nacional de Procesos
Electorales para el mantenimiento del orden y la protección de la libertad personal
durante los comicios.
Artículo 170.- La ley asigna los fondos destinados a satisfacer los requerimientos
logísticos de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. Tales fondos deben ser
Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional requieren recursos para avituallarse de todo
lo necesario y cumplir adecuadamente sus funciones. El monto de esos recursos y la
manera de disponerlos muchas veces tiene carácter secreto, precisamente por razones
de seguridad nacional: si los potenciales enemigos del Estado supieran a ciencia cierta
sobre estas materias, podrían prepararse mejor para enfrentarlo con éxito.
Debe recordarse que respecto a la Defensa Civil existe el Decreto Legislativo N° 743 del
5 de noviembre de 1991, Ley de Defensa Nacional, en la que se encuentran las
funciones del Sistema de Defensa Civil. El arto 46 dice al respecto: «Corresponde al
Sistema de Defensa Civil proteger a la población, previendo daños, proporcionando
ayuda oportuna y adecuada; y, asegurando su rehabilitación en caso de desastre o
calamidad de toda índole, cualquiera sea su origen, de acuerdo con la política y planes
de Defensa Nacional. El Jefe del Sistema de Defensa Civil depende del Presidente del
Consejo de Ministros».
Sobre el particular, coincidimos con el análisis que hace Marcial RUBIO, al referirse a la
ubicación precisa del Sistema de Defensa Civil: «Nosotros somos de la opinión que
debe ser un ente estatal independiente de los elementos castrenses, que desarrolle
políticas propias de la sociedad civil y que, desde luego, esté en estrecho contacto con
las demás instituciones del país, particularmente con las Fuerzas Armadas y la Policía
Nacional. Pero lo cierto es que la Defensa Civil no es ni puede ser un apéndice de la
Defensa Nacional. Tiene un alcance inmensamente mayor y cumple funciones en
ámbitos y tiempos en los que la Defensa Nacional no tiene directamente nada que
hacer. La incorporación de la Defensa Civil en la Defensa Nacional es un evidente sesgo
castrense que no corresponde a la realidad desde el punto de vista institucional del
Estado. Debería corregirse».
Por ello, la Constitución establece dos normas complementarias sobre este tema:
Ambos aspectos dan suficientes elementos de juicio para que la decisión política sea
discutida y adoptada con seguridades y, al mismo tiempo, con la discusión necesaria.
Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional tienen un escalafón interno que se organiza
en base a grados y ni veles, según leyes específicas. Se pasa de un grado a otro a través
de los ascensos, que suponen un procedimiento de selección de personal para elevar
de rango a los más capaces. La Constitución ha establecido que los ascensos de los
generales y almirantes de las Fuerzas Armadas y de la Policía sean otorgados por el
Presidente de la República a propuesta del instituto correspondiente. Se ha cambiado,
de esa manera, el sistema de la Constitución anterior, que hacía intervenir al Senado
en la ratificación de los ascensos de los mandos superiores.
Esto quiere decir que la iniciativa en materia de ascensos proviene del instituto
respectivo, y que la decisión misma es ahora exclusiva del Presidente de la República.
En otras palabras, en principio el sistema da la iniciativa al instituto y el veto al
Presidente.
En la práctica no necesariamente sucede así, porque es el Presidente el que puede
ejercer sus atribuciones y mandos, incluido el de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas
y Policía Nacional y presionar a las instituciones para que le presenten los candidatos
que él quiere ascender. De esta manera, se da preponderancia al elemento político
sobre el institucional en la decisión final. Como es evidente, este procedimiento puede
crear problemas internos graves que afecten la organización misma y la disciplina.
El debate sobre quién decide los ascensos militares se presentó desde la Constituyente
de 1978. La Carta de 1979 se inclinó por encargar al Senado de la República la
ratificación de ascensos de los más altos mandos de las Fuerzas Armadas y Policía
Nacional. La Constitución de 1993 se ha ido al otro extremo, pues encarga esta
decisión en la persona del Presidente de la República. Creemos que ambos extremos
han tenido una fuerte carga política; sin embargo, el régimen diseñado por la nueva
Constitución es, definitivamente, inconveniente para el profesionalismo de las
instituciones militares.
En efecto, un caso que puede ejemplificar el manejo político que realiza el Presidente
de la República respecto de los ascensos está personalizado en el General Nicolás
Hermoza Ríos, Comandante General del Ejército. Pasado a la situación de retiro en
1992, el General Hermoza ha sido sucesivamente ratificado en el mando superior del
Ejército, relegando y desplazando en el cargo a muchos generales que, con una limpia
hoja de servicios, aspiraban legítimamente a ocupar el cargo.
Como puede verse, el nuevo diseño constitucional no hace sino acrecentar las
atribuciones del Presidente de la República, afectando la propia jerarquía de las
Fuerzas Armadas y Policiales. En todo caso, una opción más adecuada podría ser que
los ascensos tomen un carácter más institucionalista, pero dejando abierta la
posibilidad de un control regulado, que vigile la rigurosidad del proceso.
5. El Delito de Función
Artículo 173.- En caso de delito de función, los miembros de las Fuerzas Armadas y
de la Policía Nacional están sometidos al fuero respectivo y al Código de Justicia
Militar. Las disposiciones de éste no son aplicables a los civiles, salvo en el caso de
los delitos de traición a la patria y de terrorismo que la ley determina. La casación a
que se refiere el artículo 141 sólo es aplicable cuando se imponga la pena de muerte.
Quienes infringen las normas del Servicio Militar Obligatorio están asimismo sometidos
al Código de Justicia Militar.
Salvo cuando imponen la pena de muerte porque entonces puede casar la Corte
Suprema, en los demás procesos que llevan adelante, los tribunales militares son un
órgano jurisdiccional autónomo dentro del Estado, pues tienen su propia estructura
organizativa, sus propias formas de proveer el personal que juzga, sus procedimientos
y su propio Código de tipos delictivos, que muchas veces trata de manera diferente
que el Código Penal la misma conducta del mismo individuo. En las normas concretas,
entonces, la unidad y exclusividad de la función jurisdiccional que el inciso 1 del
artículo 139 reclama para el Poder Judicial, no existe dentro de la Constitución, al
menos en este aspecto.
- Los delitos cometidos por civiles -y desde luego personal castrense y de policía por
traición a la patria.
- Los delitos cometidos por civiles y personal castrense y de policía por terrorismo,
según determine la ley.
- Las infracciones de civiles, personal castrense o policial, contra las normas del
Servicio Militar Obligatorio.
Por delitos de función debe entenderse aquellos que comete el personal de las Fuerzas
Armadas y de la Policía Nacional en el ejercicio de sus funciones y, normalmente, por
incumplimiento o exceso en las mismas. Una denominación más exacta sería la de
«delito militar». Así se evitaría caer en ambiguedades que permitan sustraer de la
justicia ordinaria a personal castrense que cometa delitos comunes. En este sentido,
una mejor opción constitucional sería establecer que cuando la misma conducta pueda
ser tipificada en el Código Penal y en el de Justicia Militar, la norma aplicable será la
La interpretación sobre lo que es delito de función debe ser restrictiva y abarcar sólo
aquellos casos que indiscutiblemente son asuntos castrenses o policiales. De esta
manera, se eliminaría el posible beneficio que el personal castrense y policial pueda
tener un tratamiento más benigno en los tribunales militares que en los civiles, por
delitos por los que quien no es miembro de las Fuerzas Armadas o de la Policía
Nacional, normalmente sería sancionado con penas más graves. Al propio tiempo, se
crearía condiciones de moralización mucho más efectivas.
Al respecto, César AZABACHE sostiene que «los llamados 'delitos militares' o 'delitos
de función' son, en realidad, casos de incumplimiento de deberes castrenses, cuya
especial sanción es garantizada por el ordenamiento en aplicación del llamado
'principio de auto tutela institucional'. Toda institución organizada jerárquicamente
debe poder constreñir a sus subordinados a acatar las disposiciones de sus superiores.
Las instituciones armadas no son una excepción a esta regla, así que la Constitución
garantiza en su favor, a través de la justicia militar, la existencia de un cuerpo de
normas que permiten castigar toda falta cometida en el ámbito de las corporaciones
armadas»
El fuero privativo militar tiene la finalidad de sancionar al personal militar que comete
actos que lesionan el servicio o la disciplina militar, y en tal sentido su existencia se
justifica plenamente. Pero establecida la naturaleza y necesidad de esta justicia
privativa, ella tiene que ser también independiente y muy rigurosa en su campo de
acción.
Puede juzgar al personal militar en actividad o en situación de disponibilidad y al
personal civil sólo en los casos enumerados en el artículo que comentamos. Se hace
imperativo, por tanto, que se precise el concepto mismo de delito de función para
corregir drásticamente la tendencia de aplicar el concepto a situaciones que
claramente caen en el campo de los delitos comunes. Estos, cualquiera sea el agente,
deben ser juzgados por los tribunales ordinarios.
Por lo demás, debe subrayarse que la justicia militar sólo es competente para conocer
las materias establecidas en el Código de Justicia Militar. La referida norma, expedida
el 24 de julio de 1980, regula exclusivamente los delitos y faltas militares, aplicándoles
las sanciones previstas en el Código para cada tipo penal. El sujeto activo de este
Código es el personal que ostenta la condición de militar. Los civiles sólo son
considerados para el tipo de traición a la Patria en caso de guerra exterior y por
infracción en la aplicación de la Ley de Servicio Militar.
Los casos de delitos de traición a la patria y de terrorismo fueron añadidos a partir del
golpe de Estado del 5 de abril de 1992, con gran aceptación de la ciudadanía, que veía
debilidad, temor y falta de medios de sanción en el Poder Judicial frente a los agentes
del terrorismo. .
El último párrafo del artículo bajo análisis se refiere a las infracciones al Servicio Militar
Obligatorio. Estas han pertenecido siempre al ámbito castrense como todos los
aspectos técnicos Y administrativos de dicho servicio. Es razonable que estos casos
sean resueltos en dichos tribunales.
Artículo 174.- Los grados y honores, las remuneraciones y las pensiones inherentes a
la jerarquía de oficiales de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional son
equivalentes. La ley establece las equivalencias correspondientes al personal militar
o policial de carrera que no tiene grado o jerarquía de oficial.
En ambos casos, los derechos indicados sólo pueden retirarse a sus titulares por
sentencia judicial.
El segundo párrafo es una garantía totalmente razonable en virtud del carácter vertical
y del espíritu de disciplina de estas instituciones: los derechos sólo pueden ser
retirados por sentencia judicial. De lo contrario, sería relativamente fácil que un jefe
cometa arbitrariedades con sus subordinados, privándolos por órdenes propias de
estos derechos. Eso, que siempre sería inmoral, es ahora además inconstitucional por
el mandato de este artículo.
Artículo 175.- Sólo las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional pueden poseer y usar
armas de guerra. Todas las que existen, así como las que se fabriquen o se
introduzcan en el país pasan a ser propiedad del Estado sin proceso ni
indemnización.
Se exceptúa la fabricación de armas de guerra por la industria privada en los casos que
la ley señale.
Pese a lo anotado, se debe incorporar al análisis dos situaciones de hecho que sirven
para la evaluación del artículo bajo comentario. Como se sabe, durante los cruentos
años de la lucha contra la subversión armada se produjo una actitud de autodefensa
por parte de la población, que adquirió armas para defenderse contra los ataques
terroristas. Se calcula que habían no menos de 500 armas poseídas ilegalmente. Si la
cifra es próxima, debe llamarse la atención sobre el peligro que puede ocasionar una
población armada, teniendo en cuenta el incremento de los índices de violencia común
registrados en los últimos años. Se imponen pues, medidas rápidas para reducir el
riesgo de violencia civil generalizada que tal situación puede originar.
VOCABULARIO BASICO:
ORDEN INTERNO
ORDEN PÚBLICO
SEGURIDAD CIUDADANA
CONCLUSIONES:
1.
2.
BIBLIOGRAFIA
ESTADO PERUANO
Libro Blanco para la Defensa Nacional. Capítulo III, Política de Estado
para la Seguridad y la Defensa Nacional