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Resumen
El presente artículo pretende hacer una pequeña reflexión sobre los carnavales en Extremadura. Para
ello empezamos haciendo un repaso por los posibles orígenes del carnaval para continuar analizando
el significado, periodización y la importancia de esta fiesta en la región en diferentes épocas y
localidades. En este sentido mostramos la diferencia entre el carnaval rural y el urbano y se
mencionan las tipologías de carnavales más singulares que encontramos en Extremadura de acuerdo
con rituales característicos. Finalmente queda planteada la cuestión sobre el futuro de las
carnestolendas extremeñas.
Palabras clave: carnaval, Extremadura, historia, rural, urbano, singularidades, fiesta, ritual, turismo.
Abstract
This article attempts to do a little reflection on carnivals in Extremadura. For this purpose we begin by
reviewing the possible origins of carnival and we continue analyzing the meaning, chronology and the
importance of this festival in the region at different periods and places. In this regard we show the
differences between rural carnival versus the urban one and we mention the most singular carnival
typologies found in Extremadura according to characteristic rituals. Finally, it remains the question
about the future of carnival in Extremadura.
Key words: carnaval, Extremadura, origins, rural, urban, singularity, festival, ritual, tourism.
¿Cuál es el origen de los carnavales?, ¿qué forma adquieren en la actualidad a pesar de los
embates del franquismo?, ¿cuáles son las costumbres asociadas a la tradición del carnaval en
Extremadura?. Éstas son las preguntas que abordaremos como excusa para intentar comprender la
fiesta como inercia socio-cultural y al mismo tiempo expresión de procesos y conflictos históricos,
sociales y políticos. Y una cosa más ¿qué aporta el carnaval a la riqueza cultural de la región?
Antes de entrar en mayores enjundias, habrá que saber qué hay de viejo en esta historia de los
carnavales extremeños.
La propia palabra carnaval nos remite a otros conceptos más antiguos como carnestolendas,
antruejos o carnal, sinónimos de la primera. Algunos autores sitúan el origen de la fiesta en la
tradición griega y romana (saturnalias, lupercalias, matronalias, kalendae...). Si seguimos esta tesis,
sería en la Edad Media y el Renacimiento donde la influencia del cristianismo dio lugar a la
transformación en los significados y funciones de dichas fiestas, vinculándose por oposición
indefectiblemente hasta nuestros días con la cuaresma. De esta manera, el carnaval tradicional es, en
palabras de Caro Baroja, “hijo del cristianismo”, nacido en “fechas oscuras de la Edad Media”.
Asociación Profesional Extremeña de Antropología
Apartado Postal 31, 10080, Cáceres
Teléfono: (+34) 649.017.436
apea.ex@gmail.com
En relación con el tiempo de carnaval, por definición se entiende que lo constituyen los tres
días antes del Miércoles de Ceniza. Esta delimitación temporal es la que se aplica en las urbes,
también en las extremeñas, a la hora de festejar el antruejo. Sin embargo, si tomamos esta definición
del tiempo de carnaval en sentido estricto, habría que tener entonces en cuenta un período
precarnavalesco que en las zonas rurales de Extremadura comenzaría en torno a los Santos
Inocentes, San Fulgencio, San Antón, San Blas o San Sebastián. También son conocidas las
celebraciones rituales que se realizan o realizaban a colación de las siguientes fechas: los Jueves de
Compadre en Palomas, Ribera del Fresno, Casares de las Hurdes, Valencia de Alcántara...; Jueves de
Comadre (Santibáñez el Bajo, Villanueva del Fresno, Aldehuela del Jerte, Torrequemada, Guijo de
Granadilla, La Coronada, Valdelacasa del Tajo...), el Domingo Gordo (Cuacos de Yuste, El Cerezal, La
Coronada, El Gasco...) y el Domingo de Piñata (Azuaga, Valencia de Alcántara, Albalá...).
El carnaval rural por su parte combina ritual y fiesta con alto grado de participación donde la
espontaneidad se apodera del espacio por antonomasia del carnaval: la calle. Hay mayor pobreza
estética y de recursos, suele estar protagonizado por figuras y grupos en torno a las que gira el ritual,
así como presencia de animales imaginarios y/ o reales. Se da mayor transgresión de normas e
inversión de los valores. Así mismo encontramos expresiones de una antigua estética popular que
delatan un sabor distintivo, como arrojar, pegar, cambiar cosas de sitio o el mantenimiento de
expresiones orales, gestuales y kinésicas peculiares. Podemos decir que se trata de un carnaval más
pobre pero más creativo.
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Pero la fiesta obviamente no siempre ha sido como la conocemos hoy. Bien sabido es que
durante la guerra y el franquismo la fiesta del carnaval sufrió un duro revés tanto en Extremadura
como en el resto de España a pesar de que, como afirma Ramos Santana, esta festividad no sea otra
cosa que un ejercicio de “moral cristiana que reconoce los derechos de carnalidad”. La imposición
dictatorial provocó que se perdieran manifestaciones peculiares del carnaval como los Jarramachis de
la sierra de Tormantos. Aún así, en algunas áreas se mantuvo en un delicado equilibrio bien
trastocando el nombre por el de fiestas de invierno (Navalmoral de la Mata), bien desde la
permisividad de bailes pero sin máscaras como en núcleos más grandes de las Hurdes o desde la
velada aceptación de las bromas, bullicios y bailes en zonas rurales como Sierra de Gata o La Vera.
En ciudades como Plasencia, Zafra o Badajoz, el carnaval podría decirse que fue totalmente
eliminado, si bien es cierto que en toda Extremadura, la llegada de la democracia y la búsqueda de
una identidad autonómica sirvieron para favorecer un auge del carnaval en todos los puntos de la
región de la mano de la gente de “a pie” pero también de las instituciones.
Este proceso lleva aparejado sus peligros y amenazas. La mano institucional tiende a
homogeneizar y a provocar la turistización y espectacularización acotando o mutilando la
espontaneidad callejera e imitando en muchos casos con mayor interés modelos de mayor atractivo
“comercial” (Río de Janeiro o las fiestas de éxito del pueblo cercano) antes que recuperando formas
de hacer tradicionales basadas en el laissez faire popular del carnaval.
aguinaldos y petitorios de los productos derivados del cerdo. Éstas son algunas de las
localidades donde esta práctica se hacía y aún se mantiene se sigue haciendo: Berrocalejo,
Valverde de la Vera, Pueblonuevo de Miramontes, Campillo de Deleitosa, La Garganta,
Pinofranqueado, Segura de Toro, Cuacos de Yuste.
• Vaquillas. Este festejo mantendría correspondencia con todo lo que de caos representa en
nuestra cultura la bestia como animal desatado frente al hombre. Encontramos vaquillas
figuradas y vacas embolás, pendonas, antruejas... que salen o salían en localidades como
Moraleja, Ceclavín, Garvín de la Jara, Torreorgaz, Hoyos, Losar de la Vera, Plasencia o Mérida
entre otras muchas.
• Poner sahumerios en los zaguanes. Esta práctica está muy extendida por el norte cacereño y
el sur de la provincia de Badajoz.
• Adornar, pasear, emborrachar y sacrificar machos cabríos. También es denominado “correr
los machos” o lo que es lo mismo, engalanar con cintas, cencerros y campanillas, machos
cabríos en Jerte, Cabezabellosa, Cabrero, La Granja...
• Tiznar la cara con corcho quemado y otros materiales. Esta costumbre se concreta en el Día
del tiznote o del tizne (martes de carnaval) o el Mascarón y es conocida en pueblos como
Campo Lugar, Maguilla, Santa Ana, Navalvillar de Ibor, Puerto de Santa Cruz...
• Comensalidad pública y consumo ceremonial ingente. El plato habitual para estos menesteres
es la carne de cerdo o platos con carácter emblemático como la sopa de antruejo. Señalamos
el caso del Domingo Gordo de Zafra denominado Bacanal de la Grasa.
• Carnaval religioso- castrense. Se trata de contrarituales habituales durante la II República,
antes y después de la Guerra Civil y durante la Transición. Llegaron a existir y aún hoy se
mantienen algunas cofradías de Ánimas, las cuales se estructuran jerárquicamente y se
relacionan con el culto a las almas del purgatorio. En Villar del Pedroso encontramos vigente
aún hoy el carnaval de ánimas.
Para finalizar, recordaremos que algunas de estas prácticas se han perdido, otras se han
recuperado, otras se han re- inventado o adoptado y las que se mantienen, no nos engañemos,
tampoco son lo que fueron. No sabemos qué le deparará el futuro al carnaval pero sí terminaremos
diciendo que la riqueza cultural de la que hablábamos al principio se experimenta en las propias
“carnes” con disfraz o sin él, aunque sólo sea leyendo sobre los tejemanejes de Don Carnal.