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EL CUERVO RODOLFO

Versión de un cuento tradicional birmano


Aquel era un día soleado y radiante, un día de esos en que los
colores se ven con gran nitidez: el azul es azul y no azul grisáceo ni
azul blanquinoso. El verde es verde y no verde amarillento ni verde
mohoso. El rojo es rojo y no rojo desgastado ni rojo sin fuego. El
amarillo es amarillo y no amarillo de enfermo ni amarillo caducado.
El blanco es blanco y no blanco roto ni blanco apagado… En fin,
aquel era un día claro y limpio. El sol paseaba por el cielo orgulloso
por hacer un trabajo indispensable para todos.
En ello estaba cuando de repente advirtió la presencia de una joven
que parecía disfrutar de este día tan agradable. Ella cogió una flor, la
olió y se la ofreció al sol. Cuando el sol vio el gesto de la muchacha,
se sintió verdaderamente enamorado…
Y es que en el fondo el sol era un romántico así que desde la
distancia lanzó un beso a la joven.
El sol sentía tanto cariño que quiso hacer un regalo a la muchacha.

¿Qué podría regalarle?


Ya está; el sol le daría un rubí rojo como una granada.
Pero había un problema y es que el sol no se podía acercar a la
muchacha ya que podía quemarla. El sol pensó…

-¡Ah!, avisaré a Rodolfo para que me haga el favor.


Rodolfo no tardó en hacer acto de presencia; llegó tan blanco como
la nata… Bueno, no lo he dicho pero lo digo ahora: mucho tiempo
antes de hoy, los cuervos tenían las plumas de color blanco como la
luna llena… Decía que Rodolfo el cuervo llegó caminando entre
tropezones y saltos. A Rodolfo no le importaba que los demás se
rieran de su forma de caminar, él siempre estaba contento.

-Escucha Rodolfo, ¿podrías hacerme el favor de llevar este regalo a


la joven que está recogiendo flores en el prado?

-¡Pues claro que sí amigo mío!

El sol lanzó un saquito a Rodolfo el cuervo y éste lo atrapó


ávidamente con su pico. Así pues con aquel encargo, Rodolfo dio
una carrera para impulsarse y levantó el vuelo.
Llevaba ya un trayecto de la ruta, cuando Rodolfo el cuervo percibió
un aroma tremendamente delicioso.
En esos momentos sobrevolaba una casa de campo donde tenía
lugar la celebración de un banquete de bodas. Había mesas con
comida abundante para todos los invitados: asados de carne y
pescado, verduras, frutas, dulces, vino, licores… en fin, un banquete.
Rodolfo el cuervo se dijo:

-¡Ay! ¡Qué desperdicio! Seguro sobra comida que acabará en la


basura… Creo que debería hacer una parada para reponer
fuerzas…
El cuervo se detuvo en las ramas de un árbol donde dejó atado el
saco con la joya dentro. Y entonces Rodolfo el cuervo se entregó al
placer de la comida.
Al cabo de unos minutos acertó a pasar junto a los árboles un caminante
que marchaba sin prisa disfrutando del paisaje. El caminante se dio cuenta
de que de una de las ramas colgaba una especie de bolsa pequeña.

Muy cerca, casualmente, observó una caña que le sirvió para coger el
saquito. El caminante lo recogió del suelo y… ¡qué sorpresa la suya!, había
un precioso rubí. El caminante no lo pensó dos veces: se guardó el rubí y
colocó una piedra. Después continuó su camino como si nada hubiera
pasado.

No mucho tiempo después Rodolfo el cuervo volvía hacia los árboles para
recoger su encargo y proseguir su vuelo.
Al poco tiempo Rodolfo el cuervo se encontró junto a la joven. Él le
ofreció el regalo que enviaba el sol. Ella abrió el saquito y allí,
encontró una piedra; no era fea pero no era preciosa.

Se dijo a sí misma: “Ah, esto debe ser un regalo simbólico”.


El sol que lo había visto todo desde el cielo empezó a enfadarse y a
enfurecerse de tal manera que su temperatura empezó a subir, a
subir tanto que el plumaje blanco como la nieve de Rodolfo el
cuervo empezó a tostarse. Sus plumas se iban oscureciendo poco a
poco.
Rodolfo el cuervo humeaba y olía churruscado. Cada vez estaba
más oscuro, más oscuro hasta que se puso completamente negro;
negro como un escarabajo, negro como la noche sin luna.
El sol se tranquilizó bajando su temperatura y Rodolfo el
cuervo… sacudió su cambiado plumaje y se dijo a sí mismo:

-¡Antes era blanco y ahora soy negro! En verdad me da igual


porque sigo siendo yo, y eso, me hace estar contento…

Desde entonces todos los cuervos que vinieron después de


Rodolfo el cuervo fueron y siguen siendo negros como el
carbón… Pero ninguno tuvo una forma de caminar tan
graciosa ni estuvo tan contento como Rodolfo el cuervo.

¡Y si lo sabes de otra manera, de otra manera lo cuentas!


EL CUERVO RODOLFO

KAMISHIBAI CONSTRUIDO Y REPRESENTADO


POR EL GRUPO RODAMONS TEATRE
DURANTE LOS AÑOS 2010-11

Ilustraciones: Teresa J. Sánchez Carcelén

Idea original:

www.rodamonsteatre.com

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