Latente tenemos en la memoria la crisis institucional a que nos llevo el ³conflicto
mapuche´ en el sur de nuestro país hace algunos meses, donde vimos enfrentamientos con la fuerza pública, extensas huelgas de hambre, y por supuesto, la aplicación de la famosa ley antiterrorista. Año tras año vemos cómo los derechos de las comunidades indígenas del norte, sur y Rapa Nui son vulnerados, a veces con excesiva violencia, a causa de una ineficaz política indígena llevada a cabo por todos los gobiernos hasta la fecha. Ante cualquier conflicto, aparecen las autoridades anunciando medidas parche, como ocurrió la última vez, al hacer modificaciones a la ley antiterrorista, principalmente a la competencia de la justicia militar. Por lo tanto, es menester crear una política indígena que esté basada en aquellas cuestiones de fondo que siguen pendientes ¿Y cuáles son éstas?
En 1989 ocurrieron dos sucesos importantes en este tema. En primer lugar, la
Organización Mundial del Trabajo (OIT) adoptó el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales, que es considerado hasta el día de hoy, el documento internacional más importante para la protección de dichos pueblos, que trata principalmente de reconocer las aspiraciones de los pueblos originarios de asumir el control de sus propias instituciones, formas de vida y desarrollo, además de establecer los canales de comunicación permanente con el Estado en todo lo que concierna a ellos, entre muchas cosas más. En segundo lugar, en Chile se celebró entre los principales pueblos aborígenes del país (Mapuche, Rapa Nui, Kolla, Atacameño y Aymara), y los partidos políticos que se oponían a la dictadura militar de Augusto Pinochet, el Acuerdo de Nueva Imperial, en el cual los mencionados pueblos comprometían su apoyo a la candidatura de Aylwin a cambio de que si éste salía electo, se comprometiera a: 1) Elaborar una ley que hiciese de marco jurídico para el desarrollo de los pueblos indígenas; 2) Ratificar el Convenio 169 de la OIT en Chile y; 3) Reconocer constitucionalmente la existencia de los pueblos indígenas y sus derechos. Finalmente, y como se esperó, don Patricio Aylwin asumió la Presidencia de la Republica, y durante su gobierno se cumplió la primera demanda, plasmada en la Ley Indígena Nº 19.253, del 5 de octubre de 1993. Fue un gran paso, nadie lo puede negar. Pero lastimosamente, por razones que no son objeto de nuestro estudio, los otros dos y no menos importantes puntos, no se cumplieron. Tuvieron que pasar casi 19 años para que, en el gobierno de Michelle Bachelet se ratificara el Convenio 169; un tardío, pero notable avance en la materia. Pero nos falta la tercera y quizás la más importante exigencia: el reconocimiento constitucional, tanto de su existencia, como sus derechos ancestrales. Actualmente, existe en tramitación en el Congreso, un proyecto de ley para modificar nuestra Carta Fundamental y, así, poner fin a la espera que se ha extendido por décadas. Desde la suscripción de este convenio, se han presentado diversos proyectos, pero los más importantes son dos, uno presentado por moción (por los senadores Alberto Espina, Andrés Allamand, Carlos Cantero, José García Ruminot y Sergio Romero), cuyo boletín es 5.324-07; y el otro presentado por Mensaje (a iniciativa del Ejecutivo, durante el gobierno de la presidenta Bachelet), de boletín Nº 5.522-07. Ambos proyectos fueron presentados el año 2007, y actualmente, los dos proyectos se encuentran fusionados (refundidos) en uno solo, el cual ya tiene luz verde en la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento.
El texto del proyecto, ya aprobado en dicha comisión, modifica distintas
disposiciones de nuestra Constitución, y las modificaciones son las siguientes:
A. El artículo 4º es modificado según el texto ³La Nación chilena es una,
indivisible y multicultural. El Estado reconoce la existencia de los pueblos indígenas que habitan su territorio y el derecho de sus comunidades, organizaciones e integrantes a conservar, fortalecer y desarrollar su identidad, cultura, idiomas, instituciones y tradiciones y a participar en la vida económica, social, política y cultural del país en la forma que establece el orden jurídico nacional. Los pueblos indígenas podrán organizar su vida de acuerdo a sus costumbres, siempre que ello no contravenga la Constitución y las leyes.´ B. El actual artículo 4º, que dice ³Chile es una república democrática.´, pasa a ser el inciso primero del artículo 5º. C. Se agrega un nuevo inciso final al número 24º del artículo 19º, siendo el texto: ³La ley protege la propiedad sobre las tierras de las personas y comunidades indígenas y sus derechos de aprovechamiento de aguas conforme lo establecido en la Constitución y las leyes.´
No he conocido aun alguna opinión de alguien que esté en contra de la idea de
legislar en este teme tan importante y transversal, pero lamentablemente, no todos están de acuerdo en la forma y fondo en que se piensa hacer tal modificación a la constitución. Si hacemos un análisis doctrinario y hasta filosófico, acerca de lo que significa este proyecto, nos daremos cuenta de que entramos en una discusión originada hace mucho tiempo, acerca de los derechos individuales y colectivos. En efecto, una postura nos dice que si los derechos son para proteger a las personas de los posibles abusos del Estado, y por tanto son individuales, el otorgar derechos colectivos por ejemplo a la sociedad civil (entes intermedios entre el Estado y el individuo), restaría derechos a las personas titulares y por tanto lo perjudicaría. Esta corriente liberal es cuestionada por una más moderna, de carácter social, que nos señala que solo a través del reconocimiento de los derechos colectivos, entre los que caben los Derechos Humanos, es que el individuo puede gozar de sus derechos de carácter más individual. A modo de ejemplo, el columnista Ricardo Brodsky afirma que ³cuando se determina que el factor racial no debe ser objeto de discriminación, no se está pensando sólo en que la persona individual de una determinada raza no sea discriminada, sino en que la colectividad racial debe ser tratada igual a otras.´ Ahora bien, hay un poco de ambas doctrinas en nuestro ordenamiento jurídico, pero acerca del proyecto que estamos analizando, podemos encontrar que se les otorga derechos a los pueblos, comunidades, etc.; en definitiva estamos frente a derechos colectivos. Esto, para la mayoría (entre los que me incluyo), es un gran avance, pues reconocer derechos colectivos indígenas específicamente, a diferencia de los universales Derechos Humanos, tiene necesariamente una connotación histórico- cultural, y que es lo central para la preservación de la cultura de aquellos pueblos. No existe problema, como podría pensarse en principio, acerca de quién es el titular de estos derechos, pues el Tribunal Constitucional zanjó el tema al pronunciarse sobre el Convenio 169, otorgando tal calidad tanto a individuos como a colectividades.
Otro gran avance que podemos apreciar en el texto del proyecto, es el
reconocimiento a la costumbre, como su fuente de organización. Bien sabemos los estudiantes de derecho que, tal como dice el Código Civil en su artículo 2º ³La costumbre no constituye derecho sino en los casos en que la ley se remite a ella.´; la costumbre es siempre supletoria. Esta modificación, hace que sea fuente directa en todos los sentidos, al menos para los pueblos originarios, lo cual es importante para su desarrollo étnico y cultural, y que está expresamente contemplado a nivel legal, principalmente por el Convenio 169. Sin embargo, no todo es color de rosa. Las razones son que, si analizamos bien el texto, al mismo tiempo que se otorgan derechos, se limitan. Hagamos el análisis. ³La Nación chilena es una, indivisible y multicultural´. ¿Sera esto una confirmación de un temor que reside en el espíritu de muchos chilenos, silente pero presente, a que se inicien procesos de independencia por parte de los pueblos indígenas? Para mí, este es un miedo infundado -dejando de lado por supuesto a aquellos pequeños grupos que así lo quieran-, pues muchas veces todas las comunidades del país se han manifestado contrarias a esta idea; por lo tanto, pienso que no era necesario hacer hincapié en la idea de ³una e indivisible´, aunque claramente es multicultural. Acerca de los derechos establecidos en el proyecto, ³a conservar, fortalecer y desarrollar su identidad, cultura, idiomas, instituciones y tradiciones y a participar en la vida económica, social, política y cultural del país´ esto está supeditado o limitado a ³la forma que establece el orden jurídico nacional.´ Y esto no es concordante con los tratados suscritos por Chile y tampoco con la legislación comparada. En concreto, son derechos con un gran ³pero´, cual es el resto de leyes que poco y nada importan a las comunidades indígenas. Muy importante es también, los derechos de propiedad indígena, pues recordemos que éstos han sido el foco de conflicto entre algunas comunidades de todas las etnias, especialmente la mapuche, con el Estado. El proyecto dice al respecto: ³La ley protege la propiedad sobre las tierras de las personas y comunidades indígenas y sus derechos de aprovechamiento de aguas conforme lo establecido en la Constitución y las leyes.´ Nuevamente encontramos la limitación. Pero, lo peor es que este inciso no resuelve el tema medular del principal foco de conflicto indígena, que son las reivindicaciones de las tierras ancestrales. Sé perfectamente que puede haber muchas posturas al respecto, pero es importante y necesario que se llegue a una solución ±mucho mejor si es constitucional- a este tema. El convenio 169 ratificado ya por nuestro país, dispone en su Parte II que las comunidades indígenas tienen este derecho, por tanto, es totalmente insuficiente el texto aprobado. Respecto de la organización consuetudinaria, ³Los pueblos indígenas podrán organizar su vida de acuerdo a sus costumbres, siempre que ello no contravenga la Constitución y las leyes.´ ¿Es posible aplicar la costumbre ancestral en toda su integridad si contraviene alguna de las miles de leyes que regulan toda nuestra vida diaria? El legislador parece no caer en cuenta de que nuestro ordenamiento jurídico es totalmente distinto a las costumbre indígenas, donde las penalidades, sanciones, uniones maritales, comercio, etc., llevan cientos de años aplicándose. Pero, hasta ahora, nos falta algo importante: ¿Cuál es la opinión de los propios pueblos indígenas de nuestro país? El pasado 10 de marzo, los representantes electos de los pueblos originarios en el Consejo Nacional de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI), redactaron una carta pública, que fue enviada a distintas instituciones estatales y ONGs, incluyendo al Congreso Nacional y a laComisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado, para hacer presente su absoluto rechazo al proyecto que se tramita en el Congreso. Esto porque el³texto constituye un verdadero candado al Convenio 169 de la OIT, pues lo mutila y le quita eficacia en Chile y es por tanto un retroceso en la defensa de los legítimos derechos de nuestros pueblos.´ Señalan también, como una causa de su rechazo, que no se ha mantenido un contacto, información y consulta permanente con los pueblos aborígenes (lo cual está establecido en el Convenio 169), y por esto el proyecto no alcanza las dimensiones demandadas por estos pueblos. Cabe señalar que se consultó a las comunidades indígenas acerca del reconocimiento constitucional, pero a propósito de esto, dicen en la carta que ³La consulta realizada por el gobierno el año 2009 y 2010 para el reconocimiento constitucional, fue prácticamente una encuesta, que vulneró los estándares más básicos del Convenio 169 de la OIT, que señala que la consulta es un procedimiento de negociación para llegar a un acuerdo o consentimiento de los pueblos indígenas´. Por estas razones que dan ellos mismos, pienso que cuando el proyecto llegue a discusión en sala, se trabará, pues el propio Convenio 169 en su artículo 4.2, establece una especia de ³veto´ a cualquier medida que vaya en contra la expresa voluntad de los pueblos aborígenes. En concreto, sus legitimas exigencias de participar de este proceso, son principalmente que para el proceso de consulta, las comisiones de la Cámara y Senado sesionen en Temuco, Santiago, Rapa Nui, Calama, Iquique, Arica, Punta Arenas y Chiloé, para de esta forma lograr un acercamiento y participación de forma directa, lo cual sería una clara señal de las instituciones de nuestro país de querer hacer bien las cosas en este sentido, con disposición y voluntad, para que en un futuro puedan convivir todas las comunidades en paz. Tenemos, como país, una oportunidad única de resolver los conflictos y deudas que el Estado tiene con los pueblos aborígenes, y que, pienso, estamos desperdiciando, pues seguimos segregando, imponiendo y limitando los derechos internacionalmente reconocidos de las personas que han estado cientos de años en esas tierras, incluso antes de la creación de los conceptos de ³Nación´ y ³Estado´. Además, todos sabemos cuán difícil es que se logren los acuerdos y quórums necesarios para reformar la constitución, blindada en la dictadura militar, o más aún reunir la voluntad política suficiente para legislar sobre el tema. Todo esto es lo que tenemos en este momento, lo cual hace imprescindible integrar a la discusión en el congreso a los representantes de las comunidades para que este proyecto no termine siendo aprobado por los congresistas, pero rechazado por aquellos a los cuales está dirigido: los indígenas. Es necesario entender, especialmente como estudiantes de Derecho, la importancia de reconocer constitucionalmente los derechos étnicos y culturales de los pueblos aborígenes; que no basta con poner una Machi al reverso de las monedas de 100 pesos, o invitarlos a las paradas militares todos los 19 de septiembre, ni tampoco basta con disposiciones que tengan rango legal, pues ¿qué pasa si estas disposiciones legales entran en conflicto con otras leyes? Lo cual, en efecto, ha pasado varias veces, sobre todo en el norte de nuestro país, por temas mineros o de aguas, y son los jueces en definitiva quienes tienen que definir los derechos indígenas, lo cual no es en absoluto aceptable. Como comentario final, debemos tener siempre en cuenta, para formarnos nuestra propia opinión, el fondo de todo este asunto, que radica en los conceptos de autonomía y autogobierno, que es, en mi opinión, la única forma de que terminen todos los conflictos de una vez. Definir las políticas de Estado y las leyes, que permitan a los pueblos indígenas realizar y ejercer sus derechos, que principalmente consisten en determinar autónomamente su organización política, sus instituciones, y sus normas jurídicas. Esta es la esencia de una reforma constitucional en favor de los pueblos indígenas, que en ningún caso se trata de una ³independencia´ del Estado chileno, sino de una forma de gobierno distinta, con sus propios representantes ante el Estado, y sus propias tierras y recursos naturales. Aunque parezca una idea muy lejana, lo cierto es que en Rapa Nui, por ejemplo, existe una forma de gobierno especial, contemplada en la Constitución en su artículo 126 bis introducida el año 2007; y en la legislación comparada ya existe esto en muchos países, como por ejemplo en Nueva Zelanda con el pueblo Maorí, que cuenta con su propia autonomía funcional. Ahora, ¿es posible esperar esto para todas las grandes comunidades indígenas de nuestro país en un futuro? La respuesta no es fácil, pero si aplicamos la democracia participativa y los tratados, es posible evitar más conflictos, y también evitar proyectos paralíticos como el que tenemos en el Congreso.