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Los Autoacordados:
Los autoacordados no son leyes pues no emanan del poder legislativo ni son
decretos pues no emanan del ejecutivo y tampoco, a pesar de que emanan de los
tribunales de justicia, son verdaderas resoluciones jurisdiccionales, pues, no se dictan en
el marco de un proceso.
Es un tipo de norma jurídica que emana de los más altos tribunales de justicia,
se trata de normas de carácter general y básicamente buscan conseguir una mejor
administración de justicia. De entre sus características, puede mencionarse que
contienen normas permanentes, dictadas en acuerdos de órganos colegiados sin que
se hallen en ejercicio de función jurisdiccional, y que “señalan modos de actuar a
los funcionarios del Poder Judicial o a terceros que actúen ante ellos.” Ahora bien,
cuando se trata de precisar cuál es la función propia de los auto acordados,
las opiniones doctrinarias se despliegan en un amplio abanico. Se señala por
unos que los autos acordados cumplen una función organizativa y correctiva del
servicio de justicia; para otros, se trata de una función de ejecución e interpretación
de la ley procesal; también, hay autores que opinan que los auto acordados
cumplen una función reparatoria de la ley defectuosa; otra parte de la doctrina
considera que se trata de una función supletoria de la ley procesal; y, por último,
también se ha mencionado que se trataría en algunos casos particulares del ejercicio
de una verdadera función legislativa delegada.
No hay un sólo artículo en la CPR que de manera explícita faculte a la
Corte Suprema a dictar auto acordados. La única disposición que tiene relación con
este punto es el art. 82, inc. 1°, al disponer que “la Corte suprema tiene la
superintendencia directiva, correccional y económica de todos los tribunales de la
Nación”. Por el contrario, sí hay uniformidad doctrinaria para afirmar que los auto
acordados son la manifestación más importante de la superintendencia económica.
Mayoritariamente se afirma que el objeto de la función económica es
vigilar el servicio de la administración de justicia, lo cual redunda en adoptar
medidas para que ella sea correcta y expedita, así como para que se aplique
adecuada y oportunamente la ley procesal. Por lo mismo, cuando se ejerce la función
derivada que se conoce como económica, el titular actúa como un jerarca, como un
jefe administrativo del Poder Judicial. En otras palabras, las facultades económicas
habilitan a la Corte Suprema para velar permanentemente por e l orden interno
del Poder Judicial, disponiendo medidas, tanto para el mejor y más
expedito funcionamiento de los organismos y órganos pertenecientes al Poder
Judicial, como para la actuación del personal de dependencia de todos ellos.
Entonces, podemos aseverar que los auto acordados reflejan el poder auto-
organizativo doméstico con que cuenta cualquier órgano público ó en palabras del
Tribunal Constitucional, se trata de una capacidad de “autorregulación” del
funcionamiento de los tribunales.
La función económica presenta, en definitiva, una doble faz: es a un mismo
tiempo una función de control y una función de eficiencia y eficacia, que se
traduce, en definitiva, en la dictación de circulares, instrucciones y autos
acordados. Pero, a la hora de detallar cuál es el contenido exacto de la función
económica, ninguna de las Constituciones de 1828, 1833, 1925 y 1980 se han
pronunciado.
Lo anterior, suponemos, porque el Constituyente ha entendido desde siempre
que el contenido detallado de las facultades económicas no es una materia de
incidencia o de importancia como para ser regulada a nivel constitucional: v.gr.:
establecimiento de horarios y medios o modos de atención al público, en
general, y de los letrados, en particular; el nombramiento por el Poder Judicial
de sus propios funcionarios y la facultad de concederles licencias; la calificación
de dichos funcionarios; dar cuenta en el mes de marzo de cada año al Presidente
de la República, de las dificultades que hayan encontrado en el ejercicio de
su ministerio, en la interpretación e inteligencia de las leyes y de aquellos puntos
que no estando resueltos por la ley, hicieran necesario legislar sobre ellos; la
audiencia pública con que se inaugura el año judicial, el primer día hábil de
marzo; proponer al Presidente de la República las reformas necesarias a las leyes
procesales o los temas sobre los que es necesario legislar.
Estos autoacordados vienen a complementar algunos vacíos que se advierten en
el modo en que la Constitución o las leyes han regulado determinadas acciones o
recursos. Existen numerosos autos acordados, por ejemplo, acerca de la tramitación de
un recurso de protección, para el ingreso de causas en las Cortes que cuenten con
sistema computacional, y también el que regula la indemnización por error judicial, etc.
Estos autos acordados encuentran su fundamento en el Art. 82 de la Constitución
que le concede a la Corte suprema, la superintendencia directiva, correccional y
económica de todos los tribunales de la nación.
Las facultades económicas que son las que autorizarían la dictación de estos
autos acordados, son aquellos que se ejercen para conseguir una mejor y más pronta
administración de justicia.
Los autos acordados que dicte la Corte Suprema deben publicarse en el diario
oficial.
La Clasificación de la costumbre:
En cuarto lugar desde el punto de vista de la ley: Costumbre Según la ley, Fuera
de la ley o Contra ley.
• Contra ley: es aquella que está en contradicción con el Derecho legislado y que
por regla general no tiene ningún valor.
• Según la Ley: es aquella a la que la propia ley se remite otorgándole fuerza
obligatoria, es el caso del Art. 2 del Código Civil.
• Fuera de la ley: es la que no está contra el derecho legislado ni la ley se remite a
ella.
Derecho penal: El derecho penal se clasifica normalmente como una norma del
derecho público y como tal, la costumbre no tiene ningún valor como fuente formal. En
el derecho penal rige el principio de la “legalidad o reserva penal” consagrado en la
Constitución y también en el Código Penal y que puede expresarse de la siguiente
fórmula: “no hay delito ni pena sin ley”, esto significa que en Derecho Penal la única
fuente formal es la ley. El Art. 19, N 3 inciso final de la constitución establece que
“Ninguna ley podrá establecer penas sin que la conducta que se sanciona esté
expresamente descrita en ella”.
Derecho procesal: Derecho procesal es aquella rama del derecho que regula la
organización y atribuciones de los tribunales de justicia y los procedimientos que deben
seguirse en los casos de que conocen los tribunales. Siendo el Derecho Procesal una
rama del Derecho Público, no tiene aquí ningún valor la costumbre como fuente formal.
Lo mismo que en el caso del Derecho Penal, la única fuente formal es la ley.
1.1 -Se refiere a la actividad que desde antiguo realizan los juristas con el fin de
exponer o descubrir un derecho vigente y facilitar su aplicación, en este sentido,
jurisprudencia es sinónimo de ciencia del derecho.
La jurisprudencia así entendida, es una actividad cuyos orígenes se remontan al
derecho romano, en especial a la ley de las XII tablas en el siglo V a. C. ya en el siglo II
a. C. encontramos una jurisprudencia romana madura que se caracteriza porque la labor
de los juristas está orientada a casos prácticos y se expresaba en respuestas o dictámenes
que los juristas emitían acerca de tales casos.
Posteriormente el descubrimiento del Corpus Iuris Civilis, compuesto por el
Código, el Digesto, las Institutas y las Novelas, permitieron en la alta edad media la
aparición y desarrollo de una jurisprudencia europea a la que contribuyeron en gran
medida los glosadores.
A partir de entonces la ciencia jurídica moderna o dogmática jurídica, cuya
finalidad consiste en identificar un ordenamiento jurídico determinado, certificar cuales
de sus normas son validas, interpretar las normas del ordenamiento, ofrecer una
reconstrucción conceptual y sistemática de estas normas y favorecer una adecuada
aplicación de las mismas por los órganos y sujetos que tienen competencia para
producir y aplicar las normas del ordenamiento jurídico.
La jurisprudencia, así entendida, es sinónimo de la doctrina y no tiene carácter
de fuente formal, aunque históricamente la opinión de los tratadistas ha tenido fuerza
obligatoria, así como las opiniones de Papiniano, Ulpiano, Modestino, Gayo y Paulo.
(En chile no se usa este tipo de jurisprudencia, en este sentido al menos)
Acto Jurídico Bilateral: Son los que requieren para formarse del acuerdo de
voluntades de dos o más partes.
Esta clasificación atiende al número de partes que necesitan expresar su voluntad
para que se forme el acto y no al número de personas que intervienen, puesto que una
parte puede ser dos o más personas que representan un mismo interés.
El acuerdo de voluntades necesario para producir un acto jurídico bilateral se
denomina Consentimiento.
En cuanto a los actos jurídicos unilaterales, estos pueden producir efectos
jurídicos, en relación con la parte que los otorga, como por ejemplo la oferta de celebrar
un contrato que los obliga al que lo hace cuando la oferta es aceptada, o bien puede
producir efecto respecto de personas distintas de aquellos que lo han otorgado, como es
el caso de testamento.
Por su parte, a los actos jurídicos bilaterales se les llama convenciones y se les
denomina contratos cuando su finalidad es crear derechos y obligaciones. Convención
entonces, es todo acto jurídico bilateral destinado a crear, modificar o extinguir
derechos y obligaciones y contrato es aquella convención que está destinada únicamente
a crear derechos y obligaciones para las partes que intervienen en ella. Entre contrato y
convención existe una relación de género a especie, donde la convención es el género y
el contrato una especie.
Los contratos también se pueden clasificar en unilaterales y bilaterales,
dependiendo si resultan obligadas una o ambas partes. Así, un contrato unilateral es
aquel que una parte se obliga para con otra y que no contrae obligación alguna. Ejemplo
comodato o préstamo de uso, en que sólo el comodatario resulta obligado a la
restitución de la cosa.
Un contrato bilateral es aquel en que ambas partes se obligan recíprocamente.
Ejemplo: arrendamiento, la compraventa, permuta.
En materia de acto jurídico rige el denominado principio de la autonomía de la
voluntad, en cuya virtud las partes pueden contratar libremente sin más restricción que
aquello prohibido por la ley. Se afirma que en esta materia puede hacerse todo aquello
que no esté expresamente prohibido, a diferencia de lo que ocurre en el ámbito público
en que sólo puede hacerse aquello que está expresamente permitido. Esta libertad de
contrato esta reconocida por el Código Civil en el Art. 1545 que utiliza la expresión ley
en un sentido amplio con la idea de reforzar esta autonomía que tienen los sujetos para
contratar y al mismo tiempo reforzar el carácter vinculante u obligatorio que las
cláusulas de un contrato tienen respecto de quienes han concurrido a su celebración. En
el fondo, los contratantes al celebrar un contrato lo que hacen es crear una norma
jurídica obligatoria, aunque de carácter particular. De este modo, los actos jurídicos de
los particulares constituyen una verdadera fuente formal, son producción de derecho
tanto como la ley en el caso del legislador y las sentencias judiciales en el caso de los
tribunales.
En un acto jurídico los sujetos están en un plano de igualdad y quedan
vinculados por las normas que ellos mismo producen, no por normas producidas por
alguna autoridad y tienen, como las sentencias jurídicas, sólo un efecto particular, lo
que no desmerece su carácter de fuente formal del derecho.
VI Los actos jurídicos de las corporaciones como fuente formal del derecho
2.- Función Normativa: No en el sentido que sean lo mismo que las normas,
sino en cuanto colaboran a la aplicación y producción de normas por parte de los
órganos jurídicos correspondientes. Esto es lo que ocurre por ejemplo: cuando se
recurre a los principios en presencia de lagunas, de dificultades de interpretación, de
posibles consecuencias injustas de la aplicación de la ley y también en cuanto sirve de
orientación a la actividad del legislador para decir el contenido de las normas jurídicas
que produce. En otras palabras los principios al igual que las normas, sirven como un
factor que permite a los jueces, legisladores y otros operadores jurídicos para fundar sus
decisiones en la tarea de aplicar y producir el derecho.
Existen distintas doctrinas en relación con los principios generales del derecho:
1.- Doctrina del Derecho Natural: Sostiene que los Principios generales del
derecho son los que constituyen o forman parte del derecho natural, de modo que son
anteriores y superiores a todo el Ordenamiento Jurídico Positivo, de esta manera,
existen en esta corriente distintas alternativas o concepciones en relación con el origen
de los principios; para algunos proviene de la naturaleza, para otros de Dios y para otros
de la razón.
2.- Doctrina Positivista: La tradición positivista también reconoce a los
principios generales del derecho, pero, sostiene que estos están contenidos en el
ordenamiento jurídico positivo y se extraen de él mediante un procedimiento inductivo,
es decir, de un conjunto de normas particulares se obtiene una principal o una norma
general.
Sin embargo, esta inducción se refiere sólo al ordenamiento jurídico de que se
trata y no al derecho en general y por lo mismo los principios así obtenidos se aplican
sólo respecto del ordenamiento jurídico de que se tratan, lo que no impide que distintos
ordenamientos jurídicos compartan una misma serie de principios.
El modo en que nuestro Código Civil se refiere a los principios da cuenta de una
posición estrictamente positivista, así está dispuesto en el Art. 24 del mismo código.
En estricto rigor los principios generales del derecho no son una fuente formal,
puesto que lo son por sí mismos, métodos de producción de normas jurídicas, aunque
esto resulta discutible.
En materia de derecho civil: el Art. 24 del Código Civil hace referencia a estos
principios generales. Cabe hacer notar que el Art. 24 es el último del párrafo IV del
titulo preliminar que se refiere a la interpretación de la ley. Dispone este Art. que: “En
los casos a que no pudieren aplicarse las reglas de interpretación precedentes, se
interpretan los pasajes oscuros o contradictorios del modo que más conforme parezca al
espíritu general de la legislación y a la equidad natural”.
En primer término la expresión espíritu general de la legislación es la que se
entiende referida a los principios generales del derecho y que permite afirmar que el
código ha seguido la tradición positivista en el sentido de que los principios provienen
del derecho y no al revés
En segundo lugar resulta claro que se puede recurrir a los principios para
interpretar pasajes oscuros o contradicciones de la ley y sólo en casos en que no se
hayan podido aplicar las reglas de interpretación, de los Art. 19 al 23 del Código Civil.
De este modo la posibilidad de recurrir a los principios según lo dispuesto en el Art. 24
está sujeta a ciertas restricciones:
1.- que no se hayan podido aplicar las reglas de interpretación contenidas en los
Art. 19 al 23.
2.- que se trate de pasajes oscuros o contradictorios de la ley y no se pone el Art.
24 en el caso de que falte la ley. Esto significa que no se puede recurrir a los principios
cuando falta la ley o cuando hay una laguna. Dicho en otras palabras, de acuerdo con
esta disposición los principios no sirven para integrar el derecho y no constituirían una
fuente formal del derecho.
Esta conclusión se ve reforzada puesto que el Art. 24 al utilizar la expresión
espíritu general de la legislación está señalando que se trata sólo de aquellos principios
que pueden obtenerse por inducción de la legislación chilena.
De este modo la equidad constituye una fuente formal del derecho chileno.