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Agradezco a la Fundación Saracho, quien posee los derechos de autor de los escritos del P. Rafael
Tello, haberme permitido utilizar los textos inéditos para escribir el presente artículo.
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inicialmente en el Concilio Vaticano II, del cual nos ocuparemos ahora. Pero no se
agota allí. Juan Pablo II lo prolonga y profundiza de un modo particular en la
Redemptor hominis, aunque sin duda es posible reconocer esta tendencia en otros
escritos del Papa. Tello ha reflexionado extensamente sobre cada uno de ellos
desentrañando consecuencias para la pastoral concreta de la Iglesia no sólo en
Redemptor hominis, sino también en Dives in misericordia y Tertio Millennio
Adveniente, por citar algunos.
La propuesta de volverse al hombre concreto es para Tello una de las grandes
novedades que aporta el Concilio Vaticano II. Precisamente en Fundamentos de una
Nueva Evangelización, texto en dónde estudia la orientación y el espíritu del Concilio,
destaca que una de las originalidades de la Iglesia, consciente de su misión, es
ocuparse del hombre que vive y se desarrolla en este mundo. La cuestión actual es
volverse “no hacia el hombre abstracto, considerado según cierta idea o concepción
de lo que él es ni mirado sólo según su naturaleza (lo que seguiría siendo abstracto)
sino hacia el hombre concreto, real, histórica e individualmente existente, es decir
todo el hombre y cada hombre nacido de mujer, creado por Dios y por El llamado a
participar de su vida que es eterna: y por esto mismo todo el hombre, en todas sus
dimensiones -eterna y temporal, espiritual y corporal, individual y comunitaria - todos
los hombres y cada uno de ellos” (R. TELLO, Fundamentos I, 33. Cursiva en el
original). Gaudium et spes y Lumen Gentium son los principales documentos que
permiten establecer los criterios centrales de esta novedosa posición de la Iglesia.
Pero de ningún modo hay que entender esta novedad en un sentido
exclusivamente antropocéntrico, como si la Iglesia abandonara su doctrina tradicional
para adaptarse al mundo moderno. Cuando Tello presenta el esquema temático que va
a desarrollar en “Fundamentos de una Nueva Evangelización” declara expresamente:
“Las líneas fundamentales señaladas por el Concilio son: A - Dios salva a los hombres
por Cristo; B - en la Iglesia; C - que toma conciencia de su presencia y acción en el
mundo actual y se vuelve hacia el hombre” (R. TELLO, Fundamentos I, 5). En la
estructura (y por supuesto en el desarrollo) del escrito el orden de jerarquías
teológicas es preciso: Dios – Cristo – Iglesia – hombre. El padre Tello es contundente
al afirmar que el Concilio no ha dado ningún vuelco antropocentrista: “No, la Iglesia
no se ha desviado hacia el hombre. Se vuelve hacia el hombre porque sabe que Dios
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lo ha creado y lo ha querido para sí. Pues el hombre, todo hombre y cada hombre, ha
sido llamado por Dios a la unión con Cristo y a la vida eterna. Esta es la vocación
suprema del hombre, que es una sola, y divina” (R. TELLO, Fundamentos I, 35). Una
referencia a Dives in Misericordia 1 corrobora esta afirmación: “Cuanto más se centre
en el hombre la misión desarrollada por la Iglesia; cuanto más sea, por decirlo así,
antropocéntrica, tanto más debe corroborarse y realizarse teocéntricamente, esto es,
orientarse al Padre en Cristo Jesús. Mientras las diversas corrientes del pasado y
presente del pensamiento humano han sido y siguen siendo propensas a dividir e
incluso contraponer el teocentrismo y el antropocentrismo, la Iglesia en cambio,
siguiendo a Cristo, trata de unirlas en la historia del hombre de manera orgánica y
profunda. Este es también uno de los principios fundamentales, y quizás el más
importante, del Magisterio del último Concilio”.
Por tanto, no es posible leer en esta actitud del Concilio una asunción de las
tesis modernas y liberales sobre el hombre a las que la Iglesia se opone
explícitamente. Sin duda, el magisterio conciliar defiende la libertad humana y
reafirma otras libertades como las de culto y de información. Pero no lo hace para
deslizarse hacia el liberalismo, sino para reafirmar la auténtica libertad. Es decir,
concentra su atención sobre el hombre por el valor que tiene en sí mismo, sin
anteponer ninguna realidad que justifique su dignidad, sino sólo el hecho de haber
sido creado a imagen y semejanza de Dios. “Esto nos permite penetrar más en el
sentido de la operación conciliar: no la consideración primaria de la sociedad, ni de la
sociedad cristiana, para abordar al hombre; no la consideración primaria del hombre
como parte de un todo que es la comunidad; no el aprecio del hombre en cuanto
susceptible de llegar a una cierta formación por la educación. El concilio se vuelve
hacia el hombre simplemente mirado en sí mismo, tal como es, creado, dirigido
providencialmente y redimido por Dios, hacia el hombre concreto, históricamente
existente, concebido por mujer y nacido de una madre. Pero ese hombre, todo
hombre, es persona -única creatura querida por Dios por sí misma- y libre. Persona
cuya libertad hay que respetar” (R. TELLO, Fundamentos de una Nueva
Evangelización III, 165, inédito). La Iglesia se acerca al hombre sólo porque es
hombre, sin buscar otra cosa más que amarlo como persona en la situación concreta
que se encuentre, cualquiera sea ella.
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que halla su origen entre los más pobres (los indios que son inferiores a todos incluso
a los negros esclavos), que son dominados y que se hacen cristianos por la fe y el
bautismo. Estas palabras encierran muchas cuestiones que será necesario explicitar y
sin duda volveremos sobre ellas en otro momento con más detalle. Como señalé arriba
estamos ante una de las categorías más complejas del pensamiento de Tello. Es
necesario interpolarla aquí en forma introductoria y sintética para destacar claramente
que según Tello la cultura popular no tiene sentido ni futuro si se la considera
separada del pueblo.