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VOLVERSE AL HOMBRE CONCRETO: UNA APROXIMACIÓN A LA


CULTURA POPULAR EN LA TEOLOGÍA DEL PADRE RAFAEL
TELLO1

Pbro. Omar César Albado


Publicado en: Vida Pastoral 283 (2010)

Cuando presenté la condescendencia divina en la teología de Tello (Vida


Pastoral, 281) señalaba que la cuestión estaba vinculada estrechamente con la
realidad histórica del continente latinoamericano y de la Argentina. Hoy presentaré
algunas consecuencias de esa relación, pues uno de los modos en los cuales Tello
encuentra que la condescendencia divina se actualiza en estos tiempos históricos es en
la necesidad de la Iglesia de volverse al hombre concreto para cumplir fielmente con
su misión. Numerosos textos insisten en esta cuestión, destacando su importancia en
orden a la evangelización del hombre argentino y latinoamericano. Surgen, entonces,
algunos interrogantes: ¿Por qué detenerse en esa expresión para ocuparse de la
evangelización de América Latina? ¿Tiene algún contexto doctrinal que la avale? ¿O
se trata sólo del fruto de una elucubración teológica personal? Propongo a
continuación algunas líneas que nos brinden un acercamiento más detallado a la
problemática.

Volverse al hombre concreto…

“La Iglesia toda, obediente al magisterio universal, debe volverse hacia el


hombre” (R. TELLO, Fundamentos de una Nueva Evangelización I, nota 44, inédito).
En esta frase encontramos una orientación inicial: hay que ocuparse del hombre
concreto porque la Iglesia lo enseña y lo pide. Pero, ¿dónde lo enseña? ¿Qué textos
hay que aducir para avalar esta peculiar perspectiva? La primera respuesta es que
Tello no busca textos aislados que justifiquen su posición, sino que se trata en verdad
de descubrir un espíritu que atraviesa la enseñanza magisterial contemporánea. No
sólo un tema más de la teología, sino una línea transversal y programática que afecta
tanto al corpus de la enseñanza como a la práctica pastoral. Este espíritu lo encuentra

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Agradezco a la Fundación Saracho, quien posee los derechos de autor de los escritos del P. Rafael
Tello, haberme permitido utilizar los textos inéditos para escribir el presente artículo.
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inicialmente en el Concilio Vaticano II, del cual nos ocuparemos ahora. Pero no se
agota allí. Juan Pablo II lo prolonga y profundiza de un modo particular en la
Redemptor hominis, aunque sin duda es posible reconocer esta tendencia en otros
escritos del Papa. Tello ha reflexionado extensamente sobre cada uno de ellos
desentrañando consecuencias para la pastoral concreta de la Iglesia no sólo en
Redemptor hominis, sino también en Dives in misericordia y Tertio Millennio
Adveniente, por citar algunos.
La propuesta de volverse al hombre concreto es para Tello una de las grandes
novedades que aporta el Concilio Vaticano II. Precisamente en Fundamentos de una
Nueva Evangelización, texto en dónde estudia la orientación y el espíritu del Concilio,
destaca que una de las originalidades de la Iglesia, consciente de su misión, es
ocuparse del hombre que vive y se desarrolla en este mundo. La cuestión actual es
volverse “no hacia el hombre abstracto, considerado según cierta idea o concepción
de lo que él es ni mirado sólo según su naturaleza (lo que seguiría siendo abstracto)
sino hacia el hombre concreto, real, histórica e individualmente existente, es decir
todo el hombre y cada hombre nacido de mujer, creado por Dios y por El llamado a
participar de su vida que es eterna: y por esto mismo todo el hombre, en todas sus
dimensiones -eterna y temporal, espiritual y corporal, individual y comunitaria - todos
los hombres y cada uno de ellos” (R. TELLO, Fundamentos I, 33. Cursiva en el
original). Gaudium et spes y Lumen Gentium son los principales documentos que
permiten establecer los criterios centrales de esta novedosa posición de la Iglesia.
Pero de ningún modo hay que entender esta novedad en un sentido
exclusivamente antropocéntrico, como si la Iglesia abandonara su doctrina tradicional
para adaptarse al mundo moderno. Cuando Tello presenta el esquema temático que va
a desarrollar en “Fundamentos de una Nueva Evangelización” declara expresamente:
“Las líneas fundamentales señaladas por el Concilio son: A - Dios salva a los hombres
por Cristo; B - en la Iglesia; C - que toma conciencia de su presencia y acción en el
mundo actual y se vuelve hacia el hombre” (R. TELLO, Fundamentos I, 5). En la
estructura (y por supuesto en el desarrollo) del escrito el orden de jerarquías
teológicas es preciso: Dios – Cristo – Iglesia – hombre. El padre Tello es contundente
al afirmar que el Concilio no ha dado ningún vuelco antropocentrista: “No, la Iglesia
no se ha desviado hacia el hombre. Se vuelve hacia el hombre porque sabe que Dios
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lo ha creado y lo ha querido para sí. Pues el hombre, todo hombre y cada hombre, ha
sido llamado por Dios a la unión con Cristo y a la vida eterna. Esta es la vocación
suprema del hombre, que es una sola, y divina” (R. TELLO, Fundamentos I, 35). Una
referencia a Dives in Misericordia 1 corrobora esta afirmación: “Cuanto más se centre
en el hombre la misión desarrollada por la Iglesia; cuanto más sea, por decirlo así,
antropocéntrica, tanto más debe corroborarse y realizarse teocéntricamente, esto es,
orientarse al Padre en Cristo Jesús. Mientras las diversas corrientes del pasado y
presente del pensamiento humano han sido y siguen siendo propensas a dividir e
incluso contraponer el teocentrismo y el antropocentrismo, la Iglesia en cambio,
siguiendo a Cristo, trata de unirlas en la historia del hombre de manera orgánica y
profunda. Este es también uno de los principios fundamentales, y quizás el más
importante, del Magisterio del último Concilio”.
Por tanto, no es posible leer en esta actitud del Concilio una asunción de las
tesis modernas y liberales sobre el hombre a las que la Iglesia se opone
explícitamente. Sin duda, el magisterio conciliar defiende la libertad humana y
reafirma otras libertades como las de culto y de información. Pero no lo hace para
deslizarse hacia el liberalismo, sino para reafirmar la auténtica libertad. Es decir,
concentra su atención sobre el hombre por el valor que tiene en sí mismo, sin
anteponer ninguna realidad que justifique su dignidad, sino sólo el hecho de haber
sido creado a imagen y semejanza de Dios. “Esto nos permite penetrar más en el
sentido de la operación conciliar: no la consideración primaria de la sociedad, ni de la
sociedad cristiana, para abordar al hombre; no la consideración primaria del hombre
como parte de un todo que es la comunidad; no el aprecio del hombre en cuanto
susceptible de llegar a una cierta formación por la educación. El concilio se vuelve
hacia el hombre simplemente mirado en sí mismo, tal como es, creado, dirigido
providencialmente y redimido por Dios, hacia el hombre concreto, históricamente
existente, concebido por mujer y nacido de una madre. Pero ese hombre, todo
hombre, es persona -única creatura querida por Dios por sí misma- y libre. Persona
cuya libertad hay que respetar” (R. TELLO, Fundamentos de una Nueva
Evangelización III, 165, inédito). La Iglesia se acerca al hombre sólo porque es
hombre, sin buscar otra cosa más que amarlo como persona en la situación concreta
que se encuentre, cualquiera sea ella.
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Pero volverse al hombre concreto supone reconocer a su vez que el hombre es


un ser comunitario. Sin ceder a las tendencias socializantes y colectivistas Tello
sostiene claramente que la persona alcanza su plena realización cuando no ve limitada
su disposición natural a vivir en comunidad. Para Tello el Concilio no concibe al
hombre como individuo aislado, sino como un ser personal comunitario. “Esta es la
concepción doctrinal del Concilio. La personalidad no es algo abstracto, que
constituye al individuo en un último absoluto, sino al contrario, completa, cierra y
ratifica la individualidad en su ser propio, pero es relativa (como siempre lo es aún en
la Santísima Trinidad) a la comunión de personas. Y esto es concorde con la
enseñanza común sobre Dios, último fin del hombre y sobre la caridad como forma de
la amistad” (R. TELLO, Fundamentos I, nota 33). En todos estos textos comprobamos
que la mirada sobre el hombre concreto supone una originalidad en la Iglesia por la
nueva perspectiva que adopta, pero de ningún modo porque abandone sus
concepciones milenarias basadas en la Revelación. Explicitar cómo entiende Tello la
relación originalidad-continuidad es algo que dejamos para otro momento. Baste aquí
la mención para evitar cualquier malentendido.
Hasta aquí algunas de las líneas principales que recojo de Tello para mostrar
cómo este “espíritu” atraviesa los textos conciliares. Pero su reflexión continúa e
intenta captar si este pedido de volverse al hombre concreto tiene algo que ver con la
realidad que se vive en nuestras tierras.

…que en Argentina vive en una cultura popular…

La pastoral popular quiere ser fiel en su misión evangelizadora al hombre


concreto. En la teología de Tello el hombre concreto de América Latina y de
Argentina vive en una cultura popular, cultura que en su estructuración básica es
pobre, cristiana y se ha ido conformando en su propia identidad histórica
paralelamente a la cultura dominante. “En los últimos cinco siglos junto a una cultura
moderna que ha ido desarrollando sus caminos, ha perdurado juntamente en nuestras
tierras una cultura pobre, que es esencialmente cristiana (cf. Documentos de Medellín,
Puebla y Sto. Domingo)” (R. TELLO, El cristianismo popular según ciertas
características, 11, inédito).
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Esta cultura popular tiene su corazón, su columna vertebral en la categoría de


pueblo. Estamos ante una noción determinante en la teología de la pastoral popular de
Tello, al punto que su mayor esfuerzo reflexivo se orienta al reconocimiento de la
existencia de un pueblo con su cultura propia, que vive cristianamente y en donde se
especifica de una manera peculiar el modo que la pastoral debe asumir al volverse
hacia el hombre concreto. Por ello, “volverse al hombre concreto implica también
volverse hacia el pueblo comunidad personal. Pues el hombre concreto, persona, es un
ser social existente históricamente, en un medio histórico determinado, en una
comunidad humana con un „estilo de vida‟ y un „sistema de valores‟ dados, es decir
con una cultura” (R. TELLO, Fundamentos III, 135).
Ahora bien, ¿qué es el pueblo? Brevemente nos referimos a él acudiendo a
algunas definiciones que el mismo Tello ha dado. “Es una comunidad humana, donde
debe ser respetada la dignidad y libertad de todos” (R. TELLO, Cuestiones de cambio
social, 207, inédito). Y en otra parte: “El pueblo es una comunidad humana natural,
que surge de la naturaleza misma del hombre, no puramente de una decisión de su
voluntad; pero se debe advertir que sí puede ser voluntario el ingreso a un pueblo, (cf.
S. Tomás In Polit. L. I. 1. I). Es comunidad como también lo es la familia o el
vecindario” (R. TELLO, Fundamentos I, nota 44).
Una de las consecuencias más claras de este modo de comprender la cultura
popular es que persona y comunidad están íntimamente relacionadas. Ocuparse del
hombre concreto es tener en cuenta ambas realidades, pues ellas son constitutivas del
entramado en que se despliega la existencia humana. La categoría de pueblo permite
para Tello resolver una antinomia que culturalmente trae aparejada muchas
dificultades, pero que aquí se complementan mutuamente. “¿Qué es el hombre,
concreto, históricamente existente? Es por cierto un ser individual, personal, pero no
es eso sólo: por naturaleza es un ser social, que vive con otros, en un pueblo que es
también una comunidad natural: hombre concreto, históricamente existente es la
persona y el pueblo. Si inquirimos cuál de ellos es primero vemos que según en cierto
orden es primero la persona y según otro lo es el pueblo pues en él nace, crece y se
desarrolla la persona” (R. TELLO, Pastoral popular, nota b, inédito).
Hay que tener en cuenta que estos análisis tienen siempre como referencia al
Pueblo Nuevo que nace estas tierras como fruto de la primera evangelización, aquel
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que halla su origen entre los más pobres (los indios que son inferiores a todos incluso
a los negros esclavos), que son dominados y que se hacen cristianos por la fe y el
bautismo. Estas palabras encierran muchas cuestiones que será necesario explicitar y
sin duda volveremos sobre ellas en otro momento con más detalle. Como señalé arriba
estamos ante una de las categorías más complejas del pensamiento de Tello. Es
necesario interpolarla aquí en forma introductoria y sintética para destacar claramente
que según Tello la cultura popular no tiene sentido ni futuro si se la considera
separada del pueblo.

…para amarlo en su condición de muriente.

Tello describe en muchas ocasiones los diversos modos en los que se


desenvuelve la vida del hombre concreto en el pueblo. Propongo detenernos a
contemplar a los murientes.
Reconocer la existencia de la cultura popular y acercarse al hombre concreto
que vive en ella es ante todo un acto de amor por el cual se aceptan las cosas tal como
están puestas en la realidad. Tello no invita a tener una actitud pasiva o de
complacencia ante a la injusticia, sino a contemplar la acción que Dios realiza en la
historia. “Debemos notar que el amor a alguien por el que se quiere para él un bien
determinado y final, incluye este amor del bien final buscado -que es tal vez primero
en la intención del que ama- pero también el amor de ese alguien tal como es, tal
como se halla, el cual debe ser ciertamente primero, en el orden de movimiento hacia
el bien al que se quiere llegar” (R. TELLO, La Nueva Evangelización, Buenos Aires,
2008, 67. Cursiva en el original). Este texto tiene una íntima conexión con aquellos
que citábamos en el artículo sobre la condescendencia divina hablando del amor a los
pobres: “Antes que una opción por el trabajo a favor de los pobres, es una opción
preferencial por el amor a ellos. No basta obrar por los pobres; primero hay que
amarlos. Del amor surgen las obras. No debe haber trabajo por otros motivos alejados
del amor, ni amor sin obras, cuando ellas sean posibles” (R. TELLO, Notas para una
pastoral popular, inédito. Cursiva en el original). Pues la pastoral popular, tal como la
entiende Tello, “no atiende primeramente a objetivos de mejoramiento o excelencia
sino a la pobreza de los pobres” (R. TELLO, Cómo entendemos la pastoral popular,
inédito).
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Se transmite en estas citas una convicción profunda de la pastoral popular por


la cual la situación histórica concreta es vivida como una expresión de la voluntad de
Dios. Lejos de la intención de Tello es comprender esta voluntad como un
determinismo ante el cual nada se puede hacer, sino como un modo privilegiado de
conocer la intimidad de Dios que obra por caminos que difieren del de los hombres
como el cielo de la tierra (cf. Is 55,9). Por ello, cuando se mira al hombre concreto de
la cultura popular “hay que mirar no sólo a lo que debe ser según la razonable pauta
humana, sino también a lo que Dios de hecho hace, aunque apartado de dicha pauta”
(R. TELLO, La Nueva Evangelización, 15).
Una situación en la que se encuentra el hombre concreto de América Latina es
la de ser un muriente. En esta condición están la mayoría de nuestros pobres que,
aunque ahora no mueran o agonicen, se encuentran de hecho amenazados de muerte
por la coyuntura histórica a la que se ven sometidos. Habitualmente se tiende a
considerar esta realidad negativamente y a formular desde allí una acción liberadora o
de promoción. “Según ello, los miembros de la Iglesia vivientes tienden a considerarse
lo que debe ser, lo que Dios quiere, y a mirar a los sufrientes y murientes (como lo
son la inmensa mayoría de los pobres; como lo eran los aborígenes) como en un
estado inferior, abandonados, semi-vivos, despojados, heridos a los que hay que
cuidar y curar” (R. TELLO, La Nueva Evangelización, 37-38. Cursiva en el original).
Sin embargo, en el pensamiento de Dios no es así y la pastoral debe adentrarse en este
misterio para captar el hondo sentido de este sufrimiento extremo.
La vida de estos hombres no está marcada por la eficiencia o por la expectativa
de una existencia larga, sino por la experiencia de una vida precaria con caminos muy
difíciles de transitar. Tello insistirá que la pastoral no está destinada en primer lugar a
hacer muchas cosas, sino a convocar en la Iglesia para Dios a todos los murientes con
el único propósito de amarlos como Él los ama. Por ello, el anuncio de la salvación se
debe hacer teniendo en cuenta que los murientes no pueden recibirlo del mismo modo
que aquellos que ven abrirse un futuro en su vida individual y comunitaria. Este es un
camino que la pastoral popular invita a recorrer para ser fiel a nuestro hombre real. De
este hombre no hay que escandalizarse y a él hay que acercarse para compartir la
incertidumbre y la marginación de la vida.
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En un lenguaje que incita a la contemplación y al reconocimiento de una


actitud pastoral muy extendida entre nosotros, Tello nos invita a meditar en el
significado real de aquello que el Concilio Vaticano II nos enseña. “Volverse hacia
este hombre concreto significa para la Iglesia comprenderlo aunque esté sucio,
sentado en la basura y cubierto de pústulas como Job; y en la intensidad de su dolor,
no captando el sentido último de la cruz, enturbia el consejo de Dios. Exige también
que no sea como los amigos o consoladores del mismo Job que se conduelen
vehementemente y por varios días se sientan cerca de él, pero no entienden la verdad
de la situación y le aumentan el pesar pretendiendo convencerlo en mil formas de una
doctrina recibida, adocenada, justa para algunos o muchos casos pero no para el
presente, lo que en definitiva les implica sentir y hablar mal de Dios y merecer el
reproche de éste. Con demasiada frecuencia los hombres de Iglesia se comportan
como los consoladores de Job” (R. TELLO, Anexo I a La Nueva Evangelización,
inédito).

“La gloria de Dios consiste en que el hombre viva”

Dos notas se destacan particularmente en la presentación hecha:


1. El esfuerzo por mantenerse fiel al Magisterio. La cuestión del “hombre
concreto” se elabora en Tello en un constante diálogo con las enseñanzas
de la Iglesia. Como señalé antes no va a la caza de textos aislados que
justifiquen su posición, sino a la percepción de un espíritu que se propone
responder a los problemas contemporáneos sin abandonar las profundas
raíces de la Tradición. Su teología bebe principalmente y ante todo de
aquello que el Espíritu suscita en los textos magisteriales. Los análisis del
Concilio ofrecidos en este artículo dan cuenta de esa actitud. Pero lo
mismo ha hecho con distintos textos de Juan Pablo II, así también como
del Magisterio latinoamericano.
2. El esfuerzo por mantenerse fiel al hombre concreto, pues la fidelidad al
Magisterio no es “descriptiva” sino “interpretativa”. La historia y la
cultura popular son para Tello la clave hermenéutica que permite
corroborar las intuiciones y la actualidad de la enseñanza eclesial. Sin
duda no es la única y ella no agota la acción de Dios sobre los hombres de
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América Latina, pero dada la situación concreta en la que se encuentra el


Continente goza de una posición privilegiada. La realidad histórica de la
cultura popular impide que los textos del Vaticano II se apliquen
simplemente como principios generales.
“La gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre
consiste en la visión de Dios”, dijo san Ireneo en el siglo II. El intento por volverse al
hombre concreto de nuestras tierras no de cualquier modo sino conociendo y
asumiendo su cultura parecer ser una actualización conveniente para captar cómo esta
afirmación sigue siendo real hoy.

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