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Ahora bien, esto que ocurre en este momento del año, y que por lo tanto
podríamos circunscribir temporalmente o interpretar como cansancio, posee una cierta
semejanza con la trayectoria vital de un educador. Una aclaración: digo “educador”; lo
que significa que no me refiero a todos los que trabajan en la educación, pues la
necesidad de supervivencia o a veces la liviandad de la vida, o a veces la neta y
desnuda deshonestidad, llevan a muchos a llenar espacios sin cumplir tareas. Me
refiero entonces a los que buscan llevar a cabo la tarea de educar; a los que han
atisbado, en el claroscuro de las urgencias, de los medios y posibilidades, de los
acontecimientos colectivos y personales, que su lugar en la vida social es aquel punto
donde el tejido social sutura su trayectoria histórica y la abre hacia la posibilidad de
nuevos desafíos; aquel punto donde la identidad de un pueblo se vuelve proyecto de
continuidad, riesgo de lo nuevo, compromiso que busca involucrar a nuevos actores:
en otras palabras, educación. Todos nosotros, entonces (y espero que mis palabras
sean veraces al implicarnos), habitualmente no al comienzo, sino al promediar la
jornada, transcurridos ya muchos años de labor, enfrentamos el hecho desnudo de
que debemos sostener con nuestras propias manos, nuestras propias razones,
nuestro propio sentido, la decisión de educar.
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¿Por qué me inclino a pensar que ello ocurre pasado un tiempo? Más allá
de que siempre puedan caber situaciones diferentes. Porque generalmente, cuando un
profesor o un maestro es joven, la fuerza de su vitalidad natural se prolonga y proyecta
en su tarea. El cansancio se reabsorbe, el ánimo vuelve a surgir espontáneamente, las
motivaciones de otras zonas de su vida desbordan sus límites e inundan con su
calidez el trabajo cotidiano. En realidad, en muchísimos casos (por supuesto que no
en todos: conocemos muchos jóvenes desesperados), es la novedad de la vida la que
sostiene la tarea y proporciona una certeza casi indestructible de futuro. ¿Espera en
él? Sí, de muchas maneras; pero el componente más fuerte de esta expectativa es el
sentido natural y en gran medida inconsciente de la novedad de la vida que viene
hacia ellos todos los días.
Consigna:
a) Lluvia de ideas sobre las razones que sostienen el propio trabajo. Se desarrolla
aquella en la que se aproximen más para presentar en plenario.
b) Los distintos participantes relatan un hecho de año escolar que les haya
animado. Luego escogen uno para presentar en plenario y fundamentan el
porqué de la elección.
c) Los participantes hacen una representación de una conversación en la sala de
profesores donde se contraponga la negativa a cualquier transformación y la
apertura a la misma. El grupo debe tener un especial cuidado en no efectuar
ninguna representación que resulte ofensiva para cualquiera de sus
compañeros.
d) Los participantes escogen alguna línea del espectro sociopolítico del país que
les haya sido significativa en la construcción de su rol docente. Lo llevan al
plenario fundamentando el porqué.