Carlos Luis de Secondant, pensaba que si una república
era pequeña, sería destruida; que era mejor unirse en grupos como república y así asegurar la existencia de la misma. Entre más grande en población fuera una nación, más fuerte serian sus frentes de defensa y mucho menos el riesgo de ser destruidos. Haciendo uso de aquel tan usado presagio, “la unión hace la fuerza.” Esto estaba seguido de que las ejecuciones de sus planes debían ser precisas y muy rápidas, para así hacerle frente al ataque de sus enemigos.
Pensaba sin duda alguna que la seguridad debía reforzarse
más en las fronteras, ya que de ser invadidos por ellas la destrucción sería inminente, y la estabilización del gobierno sería destruido al igual que sus dirigentes.
Persistía en que la verdadera grandeza de un gobernante,
no era su imponente autoridad, sino que se encontraba en poder brindarle las mejores garantías de seguridad y bienestar a sus gobernados, de allí nacía la verdadera grandeza del poder de un gobernante y no en el terror que este pudiese causar. LIBRO DECIMO
Este libro inicia diciendo. La fuerza ofensiva se encuentra
regulada por el derecho de gentes, siendo así, que ningún gobernante se sienta todopoderoso para ejercer su poder a tal grado que solo su voz sea escuchada, sino que siempre exista la democracia y la libre expresión, por esta razón nunca debe morir en una nación el espíritu de las leyes, porque son las leyes las que marcan los parámetros y una vez muerto este espíritu, daría lugar a la tiranía y crecimiento del poder absoluto de un solo personaje.
Expresa que nadie es dueño de la vida de los demás y que
el derecho a la conservación es absoluto, que el atacado posee el derecho a defender su vida y el atacante a la preservación de la suya. Esto cuando la lucha sea exterior, no así cuando fuese interna y para esto debían crearse órganos que velaran por la paz dentro de una nación y en vez de destruirse internamente, buscaran soluciones en tribunales cuya responsabilidad fuese el de impartir la equidad y la justicia entre sus ciudadanos.
Es pues así que la guerra nace de la necesidad de la
conservación de la vida y de la justicia estricta, si muy por el contrario se siguieran principios arbitrarios, de gloria, tendríamos la tierra inundada de sangre; vale la pena recalcar que este es un problema a nivel mundial, ya que se deja a un lado la conservación de la vida y la tolerancia, dando más lugar a intereses particulares y vemos como cada día nos destruimos entre nosotros mismos, como si no fuésemos seres racionales. Siendo cada día más incapaces de socializar y soportarnos unos a otros ya que tenemos diferentes caracteres dejando a un lado la verdadera fuerza de un grupo social, imponiendo la tiranía de unos cuántos agremiados. De allí nace el pensamiento que antes de ir a la guerra, se debería ir a la conquista. Ya que esta lleva al uso y conservación y no a la destrucción de lo conquistado.
Uno de los pasajes más hermosos del libro decimo es la
historia de un tratado de paz entre Gelón y los Cartagineses prohibiendo una costumbre que ellos tenían de inmolar a sus hijos. Otra de las grandes muestras de un buen conquistador fue el hecho de Alejandro, que prohibió a los bactrianos a entregar a sus padres a los perros para que estos los devoraran en su vejez. Estos dos hechos dan lugar a pensar en que es mejor la conquista que la guerra y destrucción.
Uno de los problemas que trae un pueblo conquistado es
que nunca se someterá a la máxima autoridad de su conquistador sino que pueden ser rebeldes, causando un caos en el pueblo.
Alejandro fue un gran conquistador que siempre busco el
bienestar de sus subyugados y no la gloria y extensión de territorio solamente
Respetando sus costumbres
Conservando las leyes civiles de los pueblos conquistados e incluso en ocasiones hasta sus propios gobernadores.
Poniendo macedonios al frente de la tropa y ciudadanos al
frente del gobierno, aseguraba que no se diese un alzamiento general, antes prefería una derrota. Una más de sus virtudes era el hecho que era muy cuidadoso del dinero que usaban los dirigentes de su pueblo, pero a la hora de hacer obras públicas, no escatimaba los gastos.