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XI Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Ciudad de Guatemala, 7 - 10 Nov.

2006

Gestión de riesgo y Planificación Estratégica Territorial (PET)

Rosa Sánchez del Valle

1. La planificación del territorio

En este documento, utilizamos el concepto de ordenamiento territorial como el “…conjunto de


acciones y determinaciones institucionales que tienen por objetivo principal el
establecimiento del marco de referencia necesario para la organización espacial de las
distintas actividades humanas, en términos apropiados para las mismas y acordes a las
características ambientales y territoriales del ámbito considerado::.” SEGEPLAN (2006: 19).

En esa perspectiva, la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia –


SEGEPLAN- de Guatemala, ha iniciado el trabajo de asesoría a las Oficinas Municipales de
Planificación, que son el ente técnico de los gobiernos locales, para desarrollar con éstas, el
trabajo de planificación estratégica territorial, la cual, a su vez, es parte del Sistema Nacional
de Planificación Estratégica Territorial – SINPET- que “… es un elemento para la gestión
desconcentrada y descentralizada de la planificación del desarrollo, desde los distintos
niveles de la administración…”.

En este contexto, la Planificación Estratégica Territorial (PET) es considerada como “…el


modelo de planificación cuya metodología permite una amplia participación y considera el
qué hacer de las instancias locales como una visión de futuro alcanzable, a través de una
oportuna y adecuada integración de acciones, que impliquen el mejoramiento de las
condiciones materiales de vida y de participación social…” SEGEPLAN (2006: 6). En este
sentido, la PET antecede el ordenamiento territorial y actúa como un insumo para éste.

El trabajo, es innovador porque toma en cuenta variables que habían quedado fuera de otros
esfuerzos similares realizados en el pasado. También porque incluye criterios participativos y
estimuladores de amplios consensos derivados de considerar el territorio siguiendo la
propuesta de Schejtman y Berdegué para quienes “…el territorio no es un espacio físico
objetivamente existente, sino, una construcción social, es decir, un conjunto de relaciones
sociales que dan origen y a la vez expresan una identidad y un sentido de propósito
compartido por múltiples agentes públicos y privados 1 . SEGEPLAN (2006: 12)

Entre las variables tomadas en cuenta se pueden mencionar: a) Nuevas funciones del
territorio, b) Nuevo escenario político, c) Nuevo escenario contextual, d) Organización
territorial, y e) la modernización del Estado.
Existiendo en el país la Ley de los Consejos de Desarrollo Urbano y Rural (Decreto 11-2002)
que establece como funciones del Consejo de Desarrollo Urbano y Rural, la formulación de
políticas de desarrollo urbano y rural y ordenamiento territorial así como la formulación de
políticas, planes, programas y proyectos de desarrollo en el nivel nacional, tomando en
consideración los planes de desarrollo regionales y departamentales para su incorporación a
la Política de Desarrollo de la Nación, se hace evidente que el tema del ordenamiento
territorial debe quedar incluido en este trabajo.

1 Schejtman, Alexander y Berdegué, Julio; febrero 2003, Desarrollo territorial rural, Santiago de Chile.

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Además, el Código Municipal (Decreto 12-2002) expresa que la municipalidad está


obligada a formular y ejecutar planes de ordenamiento territorial y de desarrollo
integral de su municipio en los términos establecidos por las leyes.
Así queda claro que el ordenamiento territorial debe ser considerado a distintos niveles
pero, que, es el nivel municipal, el primero donde deben crearse capacidades para
lograr que, a partir de éste, quede incluido en los niveles siguientes.
Considerando que son las municipalidades las que proponen los proyectos a ser
financiados con fondos públicos, los escenarios del modelo de gestión territorial se
interrelacionan con el Sistema Nacional de Preinversión (SINAPRE) y el Sistema
Nacional de Inversión Pública (SNIP).
En la última década, empezaron a surgir en el país esfuerzos de coordinación político-
administrativa entre municipalidades que se han organizado bajo la figura de
mancomunidad. Por ello, el ordenamiento territorial también esta siendo enfocado con
criterios de índole intermunicipal.
El primer paso para lograr el ordenamiento territorial, se da en el proceso de la
planificación estratégica, la cual es considerada como “…el proceso de toma de
decisiones para alcanzar un futuro deseado, teniendo en cuenta la situación actual y
los factores externos e internos que pueden influir en el logro de los objetivos; implica
un proceso de toma de decisiones, de previsión, visualización y de predeterminación,
es decir toma acciones para lograr lo propuesto...” SEGEPLAN (2006: 12)
En el pasado, ha habido otros esfuerzos de ordenamiento territorial 2 . Solamente tres de
ellos (CEURI, EDOM y PLANDEMET) fueron concebidos desde la óptica de un ordenamiento
territorial que priorizaba la mejora de la calidad de vida de la población, mientras que los
otros obedecieron a criterios orientados a favorecer el rendimiento de la inversión de capital.
En el contexto de la reconstrucción, después del terremoto de 1976, se desarrollaron algunos
proyectos pero, pueden ser considerados como fraccionados, ya que no existió una política,
a nivel nacional, coordinada, en el marco de un plan de ordenamiento territorial.
Contrariamente, el SINPET parte de una política de gobierno y se enlaza con otras iniciativas
complementarias como la de desarrollo urbano.
Para el tema que nos ocupa que es el de la vinculación del ordenamiento territorial con la
gestión para la reducción de riesgo a desastres, debemos por ultimo señalar que al avanzar
en la comprensión del enorme impacto que tienen las consecuencias de los desastres en el
desarrollo humano, se ha también profundizado en la vinculación con sus procesos y en la
aceptación de la necesidad de grandes medidas de prevención entre las cuales, se
consideran como indispensables, el ordenamiento territorial, el urbanismo y el manejo y
gestión de cuencas.
Todo ello obliga a considerar la gestión de riesgo y su inclusión en la planificación del
desarrollo, como una prioridad, especialmente en aquellos países –y ese es el caso de
Guatemala- donde la frecuencia, la intensidad y la periodicidad de eventos con
consecuencias desastrosas, comprometen su desarrollo. Así, se hace necesario, no solo

2
A) En 1965 se creó el Centro Urbano Regional Integrado –CEURI- a cargo del Instituto Nacional de la Vivienda; B) en
1970/74 el Esquema de Ordenamiento Municipal –EDOM- para ser aplicado en el área metropolitana de la ciudad de
Guatemala; C) En 1972/74 (1959) Se creó el FYDEP para la colonización del Departamento de Peten; D) En 1978/82 se
creó el programa para la construcción de la llamada Franja Transversal del Norte, y E) en 1984/ 85 el Plan de Desarrollo
Metropolitano PLANDEMET.

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fortalecer las políticas compensatorias (rehabilitación, reconstrucción, respuesta ante


desastres), sino las prospectivas, esenciales para reducir los riesgos de desastres a mediano
y largo plazo.
2. La gestión para la reducción del riesgo a desastres

La región centroamericana es, en el mundo, una de las que con mayor frecuencia es
afectada por fenómenos naturales. Terremotos y recurrentes huracanes con las
consecuentes inundaciones y deslizamientos, son solamente dos de los desastres que cada
año ocasionan pérdidas de vidas humanas, destrucción de viviendas, de infraestructura, etc.
Estas condiciones definen la región como una zona de multiamenaza.

Existen cálculos que demuestran que cada uno de estos eventos con consecuencias
desastrosas frenan o, a menudo, hacen retroceder a la región en su proceso de desarrollo,
sin contar el hecho que la magnitud de las pérdidas rebasa las capacidades naciones de
enfrentar en el inmediato, las necesidades de reconstrucción. CEPAL( 2004).

Según algunos cálculos, en la región se producen anualmente pérdidas por este tipo de
manifestaciones que se estiman en más de 1,500 millones de dólares y cobran casi 6,000
vidas. CEPAL (2004: 5).

Pero esta situación es muy similar a la que viven otras regiones del planeta que tienen en
común el ser consideradas regiones subdesarrolladas.

Los análisis cuantitativos realizados por instituciones europeas que dan seguimiento al tema
de los desastres, permiten demostrar que, los eventos con consecuencias desastrosas han
aumentado en los últimos decenios, que su efecto es diferenciado según se trate de países
en desarrollo o desarrollados pero que, en todo caso, el número de víctimas y la intensidad
de los daños se concentran en los primeros. Se afirma que los países en vías de desarrollo
experimentan una ocurrencia cada vez más frecuente de desastres de magnitudes de
creciente severidad. Reporte Mundial de Desastres (2002:185, 186).

Desafortunadamente, las cifras que ilustran eventos ocurridos en Guatemala en los dos
últimos años, no hacen más que confirmar estos extremos, ya sea porque se haga referencia
a los desastres provocados por eventos naturales y socionaturales, como aquellos derivados
del cambio climático. Para ilustrar la magnitud del desastre, baste citar algunas cifras
derivadas del análisis post evento realizado por CEPAL luego de la tormenta tropical Stand,
de octubre, 2004: el monto total del impacto (Q 7,473 millones) equivale a 3.4% del PIB de
2004. El monto de los daños (Q 3,160 millones) representa un 39% de la formación bruta de
capital en la construcción de 2004. El valor de las pérdidas (Q 4,313 millones) equivale al 2%
del PIB. (www.segeplan.gob.gt).

Estas condiciones explican toda una serie de intervenciones en Guatemala, orientadas a


acciones de preparación, prevención y mitigaciòn, con el enfoque de gestión para la
reducción de riesgo a desastres, tanto desde gobierno como desde sociedad civil.

Este enfoque deja de centrarse en el efecto, el desastre, y traslada la atención a las causas
que explican el daño, su intensidad y magnitud.

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No excluye la necesidad de fortalecer intervenciones e instituciones orientadas a la atención


de la emergencia, pero postula que si se quiere cambiar la situación, es necesario un análisis
centrado sobretodo en las circunstancias en las que se encuentra la población, sus
interrelaciones con el medio y los efectos que su modo de vid y de producción, tienen en el
medio.

Sigue la tendencia de complementar el llamado enfoque fisicalista ya que precisamente es


desde las ciencias físicas que se contribuyó, por ejemplo, a la comprensión de la amenaza
(los volcanes, su funcionamiento, sus períodos de actividad, etc.), pero privilegia el aporte de
las ciencias sociales que hoy analizan con especial énfasis uno de los componentes del
riesgo: la vulnerabilidad. Con este aporte se examinan las condiciones en las que se
encuentran los seres humanos que los hacen particularmente susceptibles de ser afectados
por los eventos naturales, socionaturales y antrópicos, es decir, su vulnerabilidad.

Uno de sus puntos clave es el de dejar de considerar a los desastres como naturales, e
impredecibles y con una explicación divina y fatalista. Por el contrario, se orienta a analizar
las causas que se encuentran a la base de estos eventos con consecuencias desastrosas y
evidenciar sobre todo, procesos de construcción de riesgo e identificar políticas, mecanismos
operativos y decisiones locales que permitan detenerlos o interrumpirlos definitivamente.

Más recientemente, desde algunos espacios se insiste en considerar a pobreza como el


factor que explica el daño: “…Algunos de estos desastres son más naturales que otros. En
casi todos los casos, un fenómeno natural se convierte en desastre como consecuencia de la
profunda y arraigada pobreza de las víctimas...” Oxfam (2006:1). No obstante, consideramos
que si bien la pobreza es uno de los factores que explican la vulnerabilidad de las
poblaciones, existen otros, igualmente importantes que es necesario tomar en cuenta si se
quiere entrar en verdaderos procesos de prevención, con un enfoque integral, que considere
todos aquellos componentes que ubican a las poblaciones en condición de vulnerabilidad,
sus interrelaciones y la forma como se expresan frente a diferentes amenazas.

Igualmente importante es el hecho que incluso iniciativas consideradas como adecuadas


porque orientadas al crecimiento económico y a obtener mejoras sociales, han demostrado
que fueron generadoras de nuevos riesgos de desastre. El rápido crecimiento de algunas
ciudades, la expansión urbana aceleradas, el crecimiento de asentamientos informales en
zonas de riesgo, las migraciones internas, son considerados ejemplos de estos procesos de
construcción de riesgo. PNUD (2004:ii).

En la óptica del riesgo aceptado, además, es necesario abandonar la idea –válida


probablemente en contextos de países desarrollados- que la ocupación del territorio se aplica
invariablemente a procesos voluntarios donde las personas deciden libremente donde vivir.
En el caso centroamericano, y concretamente el de Guatemala, muchas áreas ocupadas son
un claro ejemplo de procesos forzados por razones derivadas de largos años de conflicto
armando interno o bien de procesos de empobrecimiento.

Diversas iniciativas de intervención en asentamientos precarios ubicados alrededor de la


ciudad de Guatemala, demuestran que las personas se encuentran allí porque el
componente urbano incluye la actividad social y económica que se encuentra vinculada
directamente con la ciudad, principalmente por el comercio y el trabajo en la industria y los
servicios.

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Aún después de ser adecuadamente informadas sobre amenazas y vulnerabilidades que


están presentes en el área donde se ubican sus viviendas y el escenario de riesgo que las
rodea, estas personas deciden y aceptan seguir viviendo en el lugar, considerando que el
acceso al trabajo y a la educación, son razones prioritarias y que ubican como segunda
prioridad el traslado a otras áreas.

En términos históricos, vale la pena recordar que muchas áreas urbanas de los municipios
fueron construidas en territorios propensos a desastres ya que en el momento de su
fundación, las condiciones de las nuevas áreas ofrecían ventajas económicas y las relativas
al riesgo no se consideraron, porque en esos períodos no se incluían consideraciones de
prevención o porque, en prospectiva, no se visualizaba un crecimiento que superara las
áreas consideradas seguras. Con el tiempo, las ciudades sobrepasaron las áreas que
originalmente ofrecían condiciones de seguridad.

El punto es importante en términos de ordenamiento territorial ya que en estos casos no se


trata solamente que como resultado de una PET se decidan procesos de traslado y
reubicación, sino intervenciones basadas en políticas de reasentamiento voluntario en áreas
seguras o con acciones previas de reducción de la amenaza o de la vulnerabilidad ya
presente en las nuevas zonas.

3. Vinculaciones conceptuales y operativas

En coincidencia con la celebración del Decenio Internacional para la Reducción de Desastres


–DIRDN- (1900-1999), se observó un incremento considerable de proyectos de gestión de
riesgo, considerando la creciente significación de lo local. Pero, en este caso, en aplicación
del criterio que si bien el evento es global, el desastre es local. Esta idea ha ido teniendo
también una aceptación, que se incrementa conforme eventos con consecuencias
desastrosas han afectado la región centroamericana, especialmente los países de
Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua.

Todos estos proyectos se han identificado con el enfoque de la gestión para la reducción de
riesgo a desastres. Independientemente del concepto, que estos proyectos tomaran como
propio, podemos encontrar algunos elementos comunes:

¾ Riesgo como probabilidad de daño


¾ Amenaza como probabilidad de ocurrencia
¾ Riesgo como resultado de una interrelación dinámica entre sus factores
¾ Amenaza y vulnerabilidad como factores componentes del riesgo
¾ Centroamérica como zona de multiamenaza

Aunque, de hecho, el elemento más común a todas estas iniciativas era la participación
comunitaria, esto no se reflejaba en los conceptos de trabajo. Es decir, se enunciaba en los
documentos de proyecto que se trabajaba bajo el enfoque de gestión de riesgo y sus factores
pero dentro de estos no quedaba definido que uno de los componentes más importantes era
la construcción de capacidades locales, incluyendo aquí dos niveles comunitarios: población
y gobierno local.

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Estos proyectos se orientaron en dos sentidos:


a) capacitación en el tema a diferentes grupos, y
b) traslado de la instrumentación y el conocimiento, necesarios para el manejo del dato
técnico.

El resultado, en el corto plazo, fue un debate importante sobre las interrelaciones que, en el
espacio local, se estaban generando a partir de estos proyectos ya que sus expresiones se
estaban evidenciado en :
1) Acciones y relaciones en el nivel local derivadas de la decisión ciudadana de
actividades de prevención y mitigación;
2) Derivaciones hacia los gobiernos locales encargados de apoyarlas, ser parte de ellas
o asumir el papel propio del gobierno local, del cual derivaban nuevas acciones o
decisiones basadas en competencias, en general, ya existentes.

A partir de este debate, fueron evidenciándose medidas derivadas del convencimiento que,
mientras la gestión de riesgo no fuera parte de las grandes decisiones orientadas a la
planificación del desarrollo, no se alcanzarían resultados concretos en los campos de la
prevención y la mitigaciòn.

Actualmente, pueden evidenciarse iniciativas que vinculan la gestión de riesgo con la


planificación del desarrollo tanto en las instituciones centroamericanas que se encargan del
análisis y generación de propuestas de políticas basadas en el uso actual del territorio, como
de aquellas que se encargan del estudio y monitoreo de diferentes amenazas.

Si bien en principio, derivado del enfoque ambiental, el tema de la gestión de riesgo se


vinculo al concepto de desarrollo sustentable 3 , es a partir de la celebración de la Conferencia
Mundial de Reducción de Desastres en Kobe, Japón en enero de 2005, que se trabaja a
partir de la propuesta conceptual de desarrollo sostenible y seguro.

El punto es importante porque, en términos de uso del territorio, el enfoque permite pasar de
políticas que además de orientarse a revertir el uso inadecuado del territorio, permitan
también un enfoque de planificación preventiva, definida como “…un conjunto de
herramientas y metodologías que permiten al ser humano caracterizar los fenómenos socio-
naturales y su relación con el territorio antes de hacer una intervención humana. Establece
políticas de inversión pública o privada, el diseño de escenarios de impacto de la intervención
humana y las medidas necesarias para su prevención y mitigación, predice riesgos
emergentes mediante la formulación de escenarios prospectivos…”. García (2006:1).
.
En términos operativos y para incluir la variable riesgo, la PET considera como factores
naturales los siguientes:
a) Climatología
b) Topografía
c) Pendientes
d) Exposiciones
e) Geología

3
“…Desarrollo sustentable, humano, endógeno, a escala humana, participativo; los adjetivos han ido variando según las
tendencias y modas, según el énfasis de los organismos internacionales de crédito y las agencias de la ONU, también según
cuestionamientos de organizaciones sociales o políticas y hasta de la academia.” Agostino (2006).

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f) Edafología
g) Hidrología
h) Cobertura Vegetal
i) Zoología
j) Valores Escénicos
k) Riesgos “Naturales”
l) Morfología

La inclusión de estos factores permite por un lado, que en cada uno se analicen
componentes relacionadas con amenazas geo-morfológicas e hidrometereológicas, es decir,
aplicar un enfoque transversal, pero la variable riesgo queda asegurada al incluir el factor de
riesgos “naturales”.

Estas consideraciones también están presentes cuando se analizan los factores sociales y
económicos
m) Uso del Suelo
n) Demografía y Servicios
o) Análisis de Equidad de Género
p) Red Vial
q) Propiedad y Valor de la Tierra
r) Áreas Protegidas
s) Crecimiento Urbano
t) Uso Turístico
u) Riesgos Ambientales
v) Arqueología
w) Valores Arquitectónicos
x) Pluriculturalidad y Tradiciones

Estos factores, además, permiten trabajar con otros enfoques que el gobierno ha asumido
como transversales como son el de equidad de género y de interculturalidad.

Nótese además que se separan los riesgos ambientales de los llamados naturales en
aplicación de experiencias de trabajo que evidencian la necesidad de que sean considerados
en forma separada.

El análisis de los factores sociales y económicos también representa una puerta de entrada
para el análisis de las vulnerabilidades. Por ejemplo, el análisis de equidad de género
permite evidenciar aquellas precondiciones socialmente construidas, que ubican a un grupo
de población en condiciones de ser afectado o dañado por un evento.

Además, entrar en el análisis de una precondición de género, también nos permite


adentrarnos en aquellas condiciones estructurales que están directamente relacionadas,
como sería el caso del análisis de la situación de la propiedad de la tierra.

Otro ejemplo similar surge cuando se analiza el tema demográfico, la forma como crece y se
ubica la población respecto a contextos sectoriales (salud, educación, vivienda, etc.) ya que
al visualizar estos puntos, se puede pasar inmediatamente a enfocarlos en términos de
vulnerabilidades, es decir, la forma como operan frente a determinadas amenazas.

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Trabajar la PET en forma participativa y lograr los consensos más amplios posibles
garantizan además que en su elaboración se considere el conocimiento comunitario del
territorio lo cual contribuye en el caso de los desastres a construir a partir de una visión
comunitaria compartida del riesgo.

Como las características del país no permiten decisiones de políticas basadas


exclusivamente en traslado de poblaciones a otras zonas, en muchos casos se trata de
decisiones que se basan en la convivencia con el riesgo. Por ello, la PET llega hasta
propuestas de proyectos de prevención y mitigaciòn orientadas a la reducción del riesgo
existente y evitar la generación de nuevos riesgos.

Además, se hace necesario que la población y autoridades que participan en la PET


visualicen adecuadamente que las decisiones orientadas a restringir la ocupación de terrenos
no apropiados para la urbanización, por presencia de distintos tipos de amenazas, más que
una restricción, sean vistas como una oportunidad para asegurar la inversión pública y
privada, y para evitar que en el futuro está inversión se pierda o requiera para su reposición
cifras que están por encima de las posibilidades locales y nacionales.

Un problema concreto se presenta cuando se necesita identificar correctamente áreas de


expansión municipal ya que muchos municipios fueron definidos como tales con base en
consideraciones de población y no de extensión territorial y ha sido, precisamente el
crecimiento poblacional, el que ha obligado a asentamientos en áreas de alto riesgo.

El mismo problema se presenta cuando se trata de zonificar con base en la aptitud para el
uso del suelo. En términos agrícolas por ejemplo, muchos pequeños productores y más aún,
quienes cultivan para propósitos de subsistencia, dependen del régimen de lluvias o de áreas
fértiles por su cercanía a fuentes de agua. Frente a la imposibilidad de acceder a sistemas de
riesgo, para estos grupos los traslados no son una posibilidad que deseen considerar.
Criterios similares se aplican cuando se trata de zonificaciòn de áreas ya ocupadas que
presentan susceptibilidad de daño por fenómenos potencialmente peligrosos como
deslizamientos e inundaciones.

El trabajo hasta ahora desarrollado necesita desembocar en decisiones locales de


reglamentación para evitar la ocupación de áreas declaradas de alto riesgo o para priorizar
acciones que se deben ejecutar para reducir el riesgo hasta un nivel de aceptabilidad.

Una última consideración en el trabajo de la PET se refiere al hecho que la población


demuestra una mayor disponibilidad para tomar acciones frente a eventos de baja y mediana
intensidad como es el caso de las inundaciones o los incendios forestales, que se mantienen
en el inconciente colectivo debido a su recurrencia y periodicidad. En otro sentido, se
observa una mayor reticencia a considerar fenómenos sísmicos y vulcanológicos. En el
primer caso porque se consideran lejanos en tanto probabilidad de ocurrencia 4 y en el
segundo, porque las poblaciones asentadas por ejemplo en las laderas de los volcanes, han
desarrollado una conciencia de convivencia con el riesgo y en algunos casos de adaptación.

Seguramente, el hecho que el riesgo requiera una capacidad de pensamiento probabilìstico y


tenga además una condición de daño futuro, hace que muchos grupos poblacionales no lo

4
El último terremoto ocurrido en Guatemala de graves consecuencias, ocurrió en 1976.

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consideren en sus escenarios, cuando se habla de planificación. En otros términos, en estos


grupos prevalecen otras prioridades, incluso la de sobrevivencia diaria, lo cual hace que la de
evitación de riesgo, pase a un segundo plano en sus consideraciones cotidianas.

En todo caso, el trabajo hasta ahora realizado ha permitido evidenciar sobre todo, dos áreas
que requieren esfuerzo adicional:

1. En el espacio local, al trabajar con pobladores y técnicos, se requieren


instrumentos que por un lado, faciliten la captación colectiva de la amenaza
(mapas con un solo dato, sin excesivas sobreposiciones, o con pocas
sobreposiciones que faciliten la autoubicación en términos de espacios, como
por ejemplo límites urbanos, más infraestructura más ríos) y, por el otro
permitan ubicar el dato local de modo que permitan una combinación entre el
que proviene de estadísticas nacionales y el que proviene de la población. El
punto es importante ya que el país no cuenta, en la mayoría de los casos, con
información actualizada, lo cual representa un grave obstáculo sobre todo
cuando se habla de desastres de pequeña y mediana intensidad, que año con
año, cambian la situación del territorio.

2. Se hace necesario la generación de instrumentos, que permitan operativizar


el enfoque de gestión de riesgo. En el nivel político, en muchos casos, basta
con apoyarse en el marco normativo y en políticas y reglamentos. No
obstante, en el nivel técnico se requiere instrumentos prácticos entre los que
se cuentan, como ejemplo, parámetros para cálculos locales de intensidad
de eventos, que, a su vez, están ligados a otros instrumentos que deben
crearse para el nivel nacional, propuestas para ponderar adecuadamente la
vulnerabilidad, tomando en cuenta contextos locales, etc.

Hasta el momento, la PET ha sido desarrollada en pocos departamentos del país pero ha
dejado algunas lecciones aprendidas:
a) Es necesario tomar en cuenta que la cultura marca el territorio de una manera
particular, acorde con su historia y las experiencias de vida.
b) Es necesario promover la recuperación del conocimiento tradicional como una fuente
de importancia para el diálogo con las comunidades en pro del diseño y mejora de
cada categoría de uso cultural específica
c) Hacen falta metodologías que permitan integrar el conocimiento tradicional y ancestral
que han desarrollado las comunidades para definir los territorios.
d) Hace falta un trabajo de construcción de capacidades locales que facilite el acceso a
tecnologías de información y su aprovechamiento en ese nivel.
e) Si bien el país cuenta con información que hace posible la toma de decisiones en el
nivel nacional, ésta debe ser adecuada en términos de escalas, para su uso en el nivel
local.

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Bibliografía

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Programa de Naciones Unidas para el desarrollo –PNUD-. La reducción de riesgos a
desastres: un desafío para el desarrollo. 2004

Reseña biográfica

Rosa Sánchez del Valle. Psicóloga, con especialización en psicología clínica. Estudios de
post grado en relaciones internacionales y en género. Maestría en Ciencias Políticas.
Pendiente de defensa de tesis para obtener el doctorado en sociología. Universidad de
Salamanca, España.

Directora del proyecto “Fortalecimiento de capacidades para la reducción de riesgo en los


procesos de desarrollo”, ejecutado por la Secretaria de Planificación y Programación –
SEGEPLAN-.

Consultora de organismos internacionales en el tema de gestión de riesgo, con experiencia de


trabajo en Centro, Sudamérica y África.

Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia –SEGEPLAN-. 9ª. Calle 10-44,


zona 1, PBX 22326212 – Fax 2253 5095 – www.segeplan.gob.gt.
rosasanchez@guate.net.gt

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